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. . --\7.\-u \o ov-jl ,11o..\ O\ ~V\c.-l:i : \ ~é&..\-.res clu c_o ... f8. -· ~-··~-- trk.fioV\) ((t¡ll~vvttvd r ":Pa.v:s , \C\.89 . . //~ ·. Co\ecclb>" CoN"i.1f:,6Ñíe/ C!:>N'(f;N\VC. Colección Continente/Contenido DIRIGIDA POR LA DRA. MERCEDES VELO JOYCE MCDOUGALL Teatros del cuerpo . . JULIAN YEBENES, S.A. ARGENSOLA, 2 28004 MADRID ESPAÑA 40 MATER en muy raras ocasiones establecer un vínculo de causalidad entre sus enfermedades y la aparición en su vida de acontecimientos perturbadores. Fue en aquel punto cuando las investigaciones de mis colegas psicosomatólogos me resultaron esclarecedoras. Pude entonces reconstruir paso a paso cómo estos analizados expulsaban fuera de la psique algunos traumas, y esto de un modo que difería notable- mente del modo de funcionamiento neurótico. No existía en ellos ninguna huella de aquelhts señales de a_~gusti~ que permiten a la psique prepararse para hacer frente a la situación problemática. Es lo mismo que decir que aquellas fuentes potenciales de angustia no habían sido simbolizadas, como es el caso de las organizaciones neuróticas, puesto que no habían sufrido ni renegación (déni, désaveu) ni represión. Este modo de funcionamiento repe~utía ~? el discurso asociativó,- oaiiaole Ü-na 'tonalidad desafeciivizada o aTien-ánte, y" moviliziñte de reacciones contratransferenciales por mi parte. No encontré mejor metáfora que ésta: el discurso de mis pacientes me hacía pensar en una canción de la que sólo hubiera oído la música, y las palabras permanecieran inaudibles. Unas palabras por decirlo de algún mo<fo c!~~~Í~º-ti_vjz_¡u!ll.1 (McDougall, 1981, y el capítulo VI de la presente obra). Pude observar que aquella forma de confiscar un acontecimiento cargado. de de- masiado afecto sin darle salidas psicológicas estaba presente igualmente en pacientes que, sin ser grandes somatizadores, rea- lizaban aquí o allá descompensaciones pasajeras, o sufrían trastor- nos en cierto modo psicosomáticos (como el insomnio o l~ impo- tencia sexual). En los siguientes capítulos volveré sobre las premisas que acabo de esbozar, e intentaré ilustrarlas con ejemplos clínicos. No olvidemos, sin embargo, que este trabajo sobre los misteriosos saltos de la psique en el cuerpo no es más que uno de los eslabones de una investigación que aún prosigo, y cuyas lagunas intento colmar. :1 1 11 LA MATRIZ DEL PSICOSOMA LOS ORÍGENES DEL INDIVIDUO ¿Cómo adquiere el lactante el sentimiento de una identidad sub- jetiva?¿ Cómo se convierte cada uno de nosotros en una "persona" diferente a las demás personas, esto es, en un "individuo" (del latín individuum: "unidad indivisible")? Puede decirse que la vida psíquica . c ·,<"'~~d' f comienza con una experiencia de fusión que conduce a la fantasía " de que sólo existe un cuerpo y una psique para dos personas, y que éstas constituyen una unidad indivisible. El bebé, aunque es ya un ser separado, con aptitudes innatas cuyos potenciales aún no se han realizado, no es consciente de esto. Para el niño muy pequeño, él y su madre constituyen una única y misma persona. Mamá no es todavía un "objeto" distinto para el lactante pero, al mismo tiempo, ella es algo mucho más amplio que cualquier otro ser humano. Es · 1 un entorno total, una "madre-universo" y el bebé no es sino una pequeña parcela de esta unidad inmensa y apasionante. Profundamente enterrada en el fondo de cada uno de nosotros, existe la nostalgia de un regreso a esta fusión ilusoria, el deseo de convertirse de nuevo en una parte de aquella madre-universo om- nipotente de la primera infancia, sin ninguna frustración, ninguna responsabilidad y ningún deseo. Pero, en un universo así, no existe ~~~ 41 42 LAMATRÍZDELPSICOSOMA identidad individual. Podría incluso decirse que la realización de este deseo equivale a la pérdida de la identidad personal, a la muerte psíquica. c .-~enc ,\;.\ ':lo/ (f\ ;,,,.,-hJº' La fantasía del "cuerpo-único", primordial en todo ser humano, tiene, naturalmente, un prototipo biológico que nace en la vida in- trauterina, cuando el cuerpo-madre debe atender verdaderamente a las necesidades vitales de dos seres. La prolongación imaginaria de esta experiencia no sólo va a desempeñar un papel fundamental en la vida psíquica del recién nacido, sino que también regirá su funcionamiento somatopsíquico. Todo lo que amenace con destruir ? . 1 la ilusión de indistinción ·entre el prop10 cuerpo y e cuerpo materno impulsará al bebé a una búsqueda desesperada por recuperar el paraíso perdido intrauterino . Del mismo modo, el llanto del bebé y sus señales de desamparo incitan a la madre a responder intuitiva- mente a este requerimiento urgente, consolando al lactante y re- creando la ilusión del Uno: para conseguirlo utiliza su calor, el ritmo,-la proximidad protectora de su cuerpo y la música de su voz. Con su capacidad para mantener esta ilusión, la madre otorga al bebé la posibilidad de integrar una imagen interna esencial del entorno materno, que le tranquiliza o simplemente le permite abandonarse apaciblemente al sueño. Pero existe también en el bebé una necesidad importante de se- paración. En función de sus propios conflictos inconscientes, l~ madre puede entorpecer el avance del niño hacia su diferenciación . Si contraría por ejemplo la necesidad del bebé de renunciar a su presencia física para entrar en el mundo del sueño, puede desen- cadenar uno de los trastornos psicosomáticos más graves de la primera infancia: el bebé que sufre insomnio y sólo consigue dormir entre los brazos de su madre. Cuando la relación madre-hijo es "suficientemente buena" ("good- enough" según la terminología de Winnicott), a partir de la matriz somatopsíquica original se desarrollará una diferenciación progre- siva en la estructuración psíquica del niño pequeño entre su propio cuerpo y esta primera representación del mundo exterior que es el cuerpo materno, el "pecho-universo". Paralelamente, lo psíquico irá distinguiéndose poco a poco, en la mente del niño, de lo somático. Esta lenta "desomatización" de la psique se acompaña a partir de entonces de una doble búsqueda psíquica: fusionarse completamente con la "madre-universo" y al mismo tiempo diferenciarse com- ' f ' l 1 1 LAMATRÍZDELPSICOSOMA 43 pletamente de ella. Los bebés intentan por todos los medios de los que disponen, especialmente en períodos de sufrimiento físico o psicológico, recrear la ilusión de la unicidad corporal y mental con el pecho-universo mágico pero, en otros momentos, lucharán con igual energía para diferenciar su cuerpo y su sí mismo naciente del cuerpo y del SÍ mismo de la madre. S¡...-.\,;o:,·,_:,. s~p<Ñ<>Li~- \.,J,;11 .. \ <J<)c i<;ll Mientras los deseos inconscientes de la madre no le lleven a contrarrestar esta tendencia universal a la fusión y a la diferencia- ción, cada bebé, utilizando los diferentes procesos psicológicos de la internalización de que dispone la psique (incorporación, in- troyección e identificación), construye primero una imagen del entorno materno y luego una representación mental de la madre misma como figura tranquilizante y acogedora, capaz de calmar las tormentas afectivas del bebé y de modificar su sufrimiento sin contrariar su constante deseo a acceder a la autonomía somática y . psíquica. Esto pondrá los cimientos de una identificación ulterior ·en el mundo interno del bebé, con una imago atenta y reconfor~ tante , beneficiando la constitución de su propio Yo. LOS ORÍGENES DEL UNIVERSO SIMBÓLICO Es en este punto del desarrollo del niño pequeño cuando éste comienza a inventar "security-blankets" (que en la mente del lac- tante encarnan la esencia misma de las funciones protectoras y tranquilizantes de la madre). Estos "objetos pretranlli;.ionales" (Gaddini, 1971, 1975, 1976) son frecuentemente una prenda de vestir de la madre, o un pequeño trozo de tela impregnado de su olor y asociado a la naturaleza táctil y al calor de su cuerpo.Más adelante, estos objetos fuertemente in vestidos que permiten al bebé dormir con la ilusión de la presencia materna se reemplazan, si todo se desarrolla con normalidad, por sustitutos maternos más sofisti- cados, corno osos de peluche o rituales especialmente encaminados al mismo fin (la ruptura de este proceso será ilustrada en varios capítulos). o h_)é1of. l """"S·ua t\ ().lt. s Éste es también el momento en que, el lenguaje comienza a sustituir los modos más primitivos de comunicación corporal y cuando el niño es capaz de concebir y pronunciar 1ª palabra "mamá", creando así la posibilidad de evocar su calor y la pro- tección que ésta garantiza únicamente mediante esta palabra, sin 00:' o- {1 ,. !,.) "'· ·• ~ (>., Q.ri le.. {0<~Ó';,;c. 44 LAMA TRÍZ DELPSICOSOMA tener obligatoriamente necesidad de su presencia reconfortante. Esta representación mental de la madre como persona que puede ser nombrada y evocada es esencial para la estructuración de la psique, y a fin de cuentas, permitirá al niño asegurar por sí mismo las funciones maternas introyectadas, siempre que la palabra "mamá" represente realmente un sentimiento reconfortante y tranquilizante '_de consuelo y seguridad. Vemos así que a medida que disminuyen el contacto corporal y las formas gestuales de comunicación con la madre, van siendo reemplazados por el lenguaje, por la comunicación simbólica. El lactante se convierteen un nifio dotado de palabra. A partir de esta fase, se reprime el deseo contradictorio de ser él mismo sin dejar de ser parte indisoluble del otro, y se compensa la nostalgia con la doble ilusión de poseer una identidad separada y firme, y conservar al mismo tiempo un acceso virtual a la unidad original e inefable. Todo fracaso en este proceso fundamental comprometerá la ca- pacidad del niño para integrarse y reconocer como propios su cuerpo, sus pensamientos y sus afectos. Este libro se propone estudiar las diversas consecuencias de tales fracasos en la edad adulta. Subrayemos, en primer lugar, que el deseo de deshacerse de estas identificaciones para acceder a la plena posesión de sí mismo, y la búsqueda arcaica que representa el deseo de fundirse en la madre-universo, persisten en el fondo de la psique humana, y no implican necesariamente un destino patológico. Dejarse arrastrar física y psíquicamente hacia este ombligo contribuye, entre otras cosas, a la realización de dos experiencias esenciales, ambas psi- cosomáticas por excelencia: la satisfacción del~eño y el ori..asmo. Correlativamente, estas dos experiencias pueden verse perturbadas en caso de que el miedo a la madre mortífera, aquélla que conduce a la pérdida irrevocable de sí mismo, triunfe sobre aquélla que es el soporte imaginario de la unión erótica y mística. UN .CUERPO, UN SEXO, UNA PSIQUE PARA DOS Durante muchos años intenté "oír" en mi trabajo analítico esta muda petición de unión fusional en un sólo cuerpo, sobre todo cuando va asociada al terror a perder el sentimiento del sí mismo corporal e individual. Traté igualmente de representar sus prolon- gaciones fantasmáticas: un cuerpo para dos, un sexo para dos, una 1, ' LAMA TRÍZDELPSICOSOMA 45 psique para dos, e incluso una única vida para dos. Tanto la conceptualización de estos modos primitivos de funcionamiento mental como la red de defen sas constituida desde la primera infan- cia para enfrentarse al peligro que les es inherente, presentan ciertos escollos teóricos, aunque sólo fuera porque un modelo de funcionamiento del aparato psíquico basado únicamente en el sig- nificado, no basta para comprender el modo en que se organiza la vida psíquica en sus comienzos, desde la fase no verbal (el bebé , el infans) hasta la fase verbal (el niño). De la misma forma , estos modelos no consiguen explicar el modo en que la psique y el soma se diferencian progresivamente, aun permaneciendo ligados para siempre. Mi primera experiencia de la concepción de la fantasía de una psique para dos se sitúa en la época en que trabajé con niños psicóticos (McDougall y Lebovici, 1961) y se extendió poste- riormente a un trabajo clínico con analizados que sufrían diferentes fragilidades narcisistas. Aquellos pacientes me comunicaron su dificultad para distinguir entre su mente y la mía, dificultad que repercutía también en su percepción del mundo exterior. A menudo estos analizados estaban convencidos de que sus fantasías sobre mis pensamientos eran certezas absolutas. Planteaban también con frecuencia la exigencia implícita de ser comprendidos sin tener que recurrir al lenguaje, exigencia legítima en el lactante pero que puede crear malentendidos portadores de estrés en el marco de las relaciones entré adultos. Más adelante, con pacientes homosexuales y neosexuale~· (McDou- gall, 1978, 1982, 1986) pude reconocer la fuerza del sentimiento inconsciente de que sólo existe un sexo para dos. Estas elecciones sexuales desviadas intentaban crear una protección no solamente contra terrores inconscientes frente a una sexualidad adulta (es decir, todo lo que se incluye bajo el concepto psicoanalítico de "angustia de castración") sino también contra la pérdida de la i~ent~dad _sex~al , e incluso de la identidad subjetiva. La apropia- l c16n 1magmana del sexo de la pareja revela invariablemente la re- L cuperación fantasmática de su propia integridad sexual, que sofoca j la ang~sti_a .de castraci~n ~que tranq~il~za al sujeto contra el miedo, más pnm1t1vo, de la perdida de los hm1tes corporales o del sentido de la integridad personal. LAMATRÍZDELPSICOSOMA 46 En cuanto a la fantasía de un cuerpo para dos, pude vislumbrar la importancia de este modo de relación con los otros, que se me impuso a traves de mis intentos, de años diría, por comprender el impacto económico y dinámico de fenómenos psicosomáticos repe- titivos, a lo largo del análisis de algunos de mis pacientes. Conseguí formular la paradójica problemática de aquellos analizados en los siguientes términos: la fantasía fundamental es que el amor lleva a la muerte y que solamente la ausencia de toda libido garantiza la supervivencia psíquica; y por tanto el sujeto busca, mediante un trabajo de desafectación (ver capítulo VI), proteger su super- vivencia mental, ya que teme perder no solamente las barreras psíquicas contra la implosión provocada por los otros, sino también la pérdida de sus propios límites corporales. Se hace entonces ne- cesario mantener una barrera desvitalizada frente a la investidura narcisista de su propio cuerpo y de su propia psique. A su vez, esto puede aumentar la vulnerabilidad psicosomática hasta un grado alarmante, y convertirse así en una amenaza contra la vida misma. El extracto clínico expuesto en los capítulos VIII y IX ilustra este modo de organización psíquica, pero propone una concepción del estado de desafectación diferente al descrito en los trabajos y las in- vestigaciones sobre psicosomática. La zona de insensibilidad interior que tiende a infiltrar la reali- dad psíquica de estos pacientes conduce con frecuencia a la incuria física y a la insensibilidad al sufrimiento, a la ausencia de emociones (o incluso de excitación y de placer) hasta tal grado que se produce una resomatización regresiva de la experiencia afectiva rechazada, que puede acarrear, entre otras cosas, ~l desmor.o.n.amient_g_Q~J~ barreras inmunitarias. Conviene sin embargo subrayar que muchos de los pacientes que presentan todos los signos de alexitimia y de pensamiento operato- rio no caen somáticamente enfermos y que otros tantos, que sufren ciertas afecciones psicosomáticas graves, no presentan la coraza operatoria y alexitímica que caracteriza a los pacientes psicosomáti- cos más estudiados en el marco de la investigación y en los servicios de psicosomática. He hallado, por el contrario, en la práctica, cierto número de pacientes aquejados de enfermedades auténticamente psicosomáticas, y que luchaban intensamente con- tra susexperiencias afectivas y su realidad psíquica. Estos anali- zados son frecuentemente polisomatizadores desde su más tierna infancia. No se trata aquí de histeria clásica. Muy a menudo, se 1 LAMATRÍZDELPSICOSOMA 47 incluyen bajo el rubro de "histéricos" a sujetos que sufren las secuelas de una carencia afectiva precoz, y cuyos gritos de desam- pa~o ~ratan de llamar la atención más sobre el peligro de muerte ps1qmca que sobre el de castración fálico-edípica; a lo sumo se puede plantear la hipótesis de una "histeria arcaica". Por eso no encontramos aquí aquellas soluciones de compromiso frente a los problem~s se_x,uales. y ~~ípicos propios de la neurosis, sino más bien una erot1zac10n pnm1t1va . que implica al cuerpo entero, que se of~ece como lugar.de co~fhct?. Esta organización pretende consti- -) tmr una ~pa~tencia de 1dent1dad subjetiva y proteger contra la , muerte ps1qu1ca. ) Con fre~uencia la "zona muerta" de desesperación que existe en estos anal.izado~ está enmascarada por una dependencia adictiva a pers~n~s mvest1das narcisistamente, y consideradas como partes de s1 mismos . Toda perturbación en la relación con estos "objetos de~ self" puede sumir al paciente en una angustia extrema, acom- pa~ada ~~r un re~~udecimiento de los síntomas psicosomátic0 s. En l~ ~1tuac10n anahtica tales fenómenos tienden a resurgir como reac- c10n a toda separación del analista, ofreciendo así la posibilidad de po,:ier en ~al~~ras, por primera vez en la vivencia del paciente, las sena~es pnm1t1va~ no ve~bales relegadas por la psique y expresadas me~iante el func10nam1ento somático. De esta forma, represen- tac10?es no reconocidas cargadas de afecto, de terror 0 de rabia co~stttuye? frecuentemente elementos de precipitación de fenómenos ps1cosomat1cos. .Tambié~ e~ ~recis? reconocer que, para cualquier niño, el ca- mmo de la md1v1d~~-c1.§_n (que, completamente integrada, funciona como unabarrerapotencial c nt · ----···- ··· · ___ . ·---- .---; ·: _ .... . ------- o -~-g!.~_y(!~.!-~&r_e-81.2..J!.1'.!S psicosomáti- cas o ps1cot1cas) es to t ' 11 -- -·- ----· . ·· __ ... ~---- ; - ,_ r uoso y esta eno de trampas. Al mismo hem~o ~s evidente ~ue buena parte de la identidad de un individuo estara hgada pa~a s1e.mpre a lo que este individuo represente para otro, porqu,e ~a 1dent1dad subjetiva, como demostró Lichtenstein (1961), esta siempre determinada por dos dimensiones: "lo que s me parece" Y "lo que es diferente a mí". . e Lo~ ser~s que han contado para un niño desde su nacimiento sus expe~1e~c~as psíquicas y físicas, e incluso su cuerpo, se viven d~sde e~ pnnc1p10 .com? pertenecientes al mundo exterior. Pero sigue siendo un misteno cómo lo que pertenecía primitivamente a ese ~un~o exterior se convierte en una parte integrada del mundo mtenor, para formar representaciones psíquicas estables. El hecho ¡, ,., 1( r ¡,' ¡ LAMA TRÍZ DELPSICOSOMA 48 de no llegar a comprenderlo no debería impedirnos buscar respues- tas a las preguntas que plantea este complejo acontecimiento psíquico que es la i~t~n~~~~~c_ión. Acuden a mi mente las siguientes pregun- tas: r - ¿Cómo consigue un niño pequeño adquirir una representación de su propio cuerpo y tomar consciencia de que este cuerpo es únicamente suyo? ¿Y cuáles son las consecuencias cuando esta ! apropiación psíquica no se efectúa verdaderamente? . , - ¿Cómo se convierte la identidad sexual en una representac10n \ psíquica segura, y qué es lo que permite adquirir la convicción de \ que nuestro aparato genital es también una posesión perso~al Y ! única, convicción afianzada por la certeza de que no es, por ejem- plo, propiedad de los padres? - ¿y la psique, en todo esto? ¿Cómo consigue comprender el niño que su mente es la cueva del tesoro de la que es único propietario, disfrutando con pleno derecho de los pensamientos, los sentimientos y los secretos íntimos que contiene? Desde Freud, disponemos de modelos tópicos y económicos de la organización edípica, en su vertiente fálico-genital, que no cesan de enriquecerse en sus aplicaciones clínicas y teóricas. Hemos ad- quirido, en lo que va de siglo, una mayor comprensión de los conflictos y los tropiezos en aquellas fases de organización · y de estructuración mental que pueden crear neurosis y perversiones. También hemos recopilado numerosos datos sobre el esquema corporal y el sentimiento de la identidad sexual, tal como _se invisten en las organizaciones neuróticas, perversas y caractena- les. Éstas son otros tantos intentos de autocuración del niño en lucha con sus conflictos y con el dolor psíquico resultante. Con ayuda de los modelos psicoanalíticos de los que disponemos, somos capaces de demostrar claramente el modo de emergenc~a de estas organizaciones, como reacción a lo que los padres han dicho -o no han dicho- al niño. A partir de aquí, podemos describir cómo el niño que sigue viviendo en el individuo adulto ha tratado, durante su infancia, de interpretar los mensajes incoherentes revelados por los deseos y los miedos inconscientes de sus padres. Pero nuestros conocimientos son mucho menores en lo referente a la estructuración precoz de estas representaciones, las infraestruc- turas preedípicas que se perfilan, por ejemplo, tras las organi- zaciones psicóticas y psicosomáticas. Por consiguiente también sabemos menos cosas sobre las fragilidades psicóticas y psicosomáti- LAMA TRíz DEL PSICOSOMA 49 cas q~e exi~ten en todo ser_ h~mano. Aunque Winnicott, Bion y otros rnvestigadores postklemianos hayan realizado avances clíni- cos y teóricos de inmenso valor, en cuanto a los fundamentos ar~aic~s de la ps_ique, en gran medida la metapsicología de la psicosis y de la psicosomatosi~ aún está por formular. Pero de algo podemos estar seguros: las mamfestaciones psicóticas y psicosomáti- c~s, como l~s neurosis, los trastornos de carácter y las perver- s10nes, son mtentos de autocuración. Estas construcciones son otras tantas ilustraciones del trabajo psíquico de un niño pequeño sometido a un sufrimiento mental , causado por factores situados mucho más allá de su capacidad de control. Recordemos que la primera realidad exterior de un bebé está ~ons~ituida por el_ inconsciente de la madre, en la medida en que este impone la calidad de su presencia y el modo de relación con el lactante (y que el inconsciente de la madre está estructurado en ~ran ~arte por sus propios padres y sus propias experiencias 10fant1les). Otro factor casi tan fundamental como el anterior es la relación de la madre con el padre del bebé, la calidad de gratifica- ción de sus relaciones amorosas de adulto, y el grado de investidura real y simbólica del padre a los ojos de la madre. Esto nos lleva a considerar que el universo presifI!bólico y preverbal pudiera ser una clav~ para la comprensión de los potenciales psicóticos y psi- cosomáticos del ser humano . Ahora bien, estas organizaciones psíquicas exigen de nosotros modelos de fun~ionamiento que remiten al modo en que se cons- t~uye ,n_uestra vida mental en sus principios, en un universo pre- s1mbohco, cuando es la madre quien asume en primera instancia la función de aparato de pensar de su hijo. Sabemos cuán ávidos están los niñ~~ pequeños de descubrir y controlar los orígenes del placer, Y ~a~bien sabemos de la avidez de sus intentos para escapar al su- fr~miento. Un lactante aprende muy pronto los gestos y los movi- m_ientos que le acercan a su madre, y los que no obtienen respuesta o mcluso provocan el rechazo. Las investigaciones de estos últimos ~ños so~re l~ rela~ión madre-hi~o han permitido descubrir que las comumcaciones entre el bebe y la madre pueden interrumpirse pronto en la relación, a causa quizás de la especial sensibilidad de cierto~ niños pequeños, pero también a causa de la mayor o menor c~pacidad de la madre para comprender e interpretar las nece- sidades de su hijo y los primitivos modos de comunicación de estas necesidades. A veces es incluso posible que lamadre, a causa de so LAMATRÍZDELPSICOSOMA sus propios problemas internos, pueda imponer excesivamente sus propias ideas sobre lo que quiere que su hijo sienta o ~obre sus n~ cesidades, en lugar de tratar de interpretar los mensajes del bebe. De la misma manera, ciertos acontecimientos externos catastróficos, como la muerte súbita de un objeto importante en el mundo de la madre o del padre, conflictos socio-económicos, o acontecimientos como la guerra o el holocausto desempeñan evidentemente un papel pernicioso. Muchas cosas dependen de la presen~ia y de la capacidad de los padres para contener y elaborar su propio de~am paro traumático y el de sus hijos, y en lo referente a la.s mamfes- taciones psicóticas y psicosomáticas en el adulto es posible hallar, durante el análisis, mecanismos de defensa arcaicos al alcance de todos los niños, puesto que la parte infantil primitiva está "encap- sulada" dentro de la personalidad adulta, pero siempre presta a ocupar la escena psíquica cuando las circunstancias provocan un estrés excesivo. A PROPÓSITO DE LA ORGANIZACIÓN PRECOZ DE LA PSIQUE Numerosos investigadores psicoanalistas han formulado con- ceptos para definir la organización primera de la psique a partí~ del nacimiento, e incluso para describir sus orígenes desde el penodo prenatal. Todos ellos intentan conceptualizar las form~s en que el bebé reacciona frente a las experiencias y a los objetos de su entorno, y el modo en que acaba por apropiarse psíquicamente de su cuerpo, su identidad sexual y su mente. Evocadoras metáforas caracterizan diferentes aspectos de· los procesos psíquicos, como los trabajos de W. Bion sobre "las transformaciones de los elemen- tos beta en funcionamiento alfa" (1962, 1963), la "falta de ser" de J. Lacan (1966), el concepto de Melanie Klein (1935) de las posiciones "esquizo-paranoide" y "depresiva", la fase de "sim- biosis" y de "separación-individuación" de M. Mahler, el concepto de D. Winnicott de "espacio transicional" y de la existencia de un "verdadero self" (1935), el concepto de H. Kohut (1971, 1977) de "objeto-sel!", la teoría de D. Stern (1985) de la "conciencia" pre verbal y el sentido de un self naciente o un "núcleo-sel!", la "jerarquización de las funciones" de P. Marty (1980), la "censura precoz" de D. Braunschwieg y M. Fain (1975) , y finalmente el LAMATRÍZDELPSICOSOMA. SI importante concepto de P. Aulagnier (1974, 1980, 1984) de "picto- grama" y lo que ésta describió de la compleja relación entre el "proceso original" y los procesos primario y secundario. Mi propia reflexión se vio considerablemente enriquecida por la lectura o los intercambios amistosos que pude mantener con todos estos autores . Las cuestiones teóricas que quisiera profundizar aquí se me fueron imponiendo a lo largo de los años, en ocasión de impasses en largos análisis cuyos procesos de desarrollo se vieron entorpecidos por "huidas" somáticas, acaecidas en substitución de fantasías arcaicas de cariz a veces psicótico . Se trataba a fin de cuentas de la problemática de la alteridad en tanto en cuanto el cuerpo del sujeto se distinguía poco o nada del cuerpo del otro. LA ROCA DE LA ALTERIDAD O LA MITAD FALTANTE DE UN SER La realidad psíquica de cada uno debe, como ya se ha dicho, combinarse durante toda la vida con el deseo primitivo de regresar al estado de fusión con la madre-universo; esto es, en otras pala- bras, con el deseo de no-deseo: la afanasis . Como es sabido, la lucha contra este deseo, y el duelo que ésta impone, se compensan con la adquisición de la subjetividad. Lo que supone que el niño ha podido investir, libidinal y narcisistamente, las heridas fundamen- tales e inevitables que son las experiencias de separación y de re- conocimiento de las diferencias sexuales y existenciales . Éstas se convertirán en los centros alrededor de los cuales se articulen el sentido del Yo y el de la identidad individual , y serán celosamente protegidas. Siempre que la separación y la diferencia no se experimenten como adquisiciones psíquicas subsecuentes a la acepción de la alteridad y, más tarde, de la monosexualidad, serán temidas como pérdidas, duelos que amenazan la imagen del sí mismo. Entonces se mantendrá la ilusión de una unión fusiona! con la imagen-madre arcaica de la primera infancia. La mayoría de los autores antes citados estarían de acuerdo también en afirmar que para acceder a un sentido del sí mismo sólidamente amarrado, el lactante necesita establecer una relación con una madre que desempeñe de modo adecuado su papel de escudo protector contra potentes estímulos venidos del exterior , ¡·. ¡ ~ l ' 1 íl l 52 LAMA TRÍZDELPSICOSOMA que sea capaz de descodificar las comunicaciones de su hijo con ella y de comprender su necesidad recurrente de estimulación y de quietud. La representación psíquica de la madre tal como se dibuja len- tamente para el niño pequeño está íntimamente ligada a la ca- pacidad materna de modificar el sufrimiento físico o psicológico del lactante. Un bebé que tiene hambre, que está mojado, que ha sido herido, que tiene miedo o que está enfadado no puede en forma alguna influir en estos estados, salvo en fugitivos momentos de satisfacción alucinatoria. A medida que se va llevando a cabo la lenta introyección del entorno materno, el lactante empieza a di- ferenciar entre él y su madre, y a recurrir a ella con toda confianza, para que le aporte consuelo y alivie su sufrimiento físico o mental. Pero si la madre, especialmente cuando el bebé sufre, no consigue, por razones inconscientes, protegerlo de una sobreestimulación traumática, o bien le expone a una su bestimulación también traumática, puede conducir a una incapacidad para distinguir entre la represen- tación del sí mismo y la representación del otro, y crear, por consiguiente, una representación corporal arcaica donde los con- tornos del cuerpo, la investidura de zonas erógenas y la distinción entre el cuerpo materno y el del niño permanezcan confusos. Al discutir los problemas de la proyección ligada a la inca- pacidad para mantener este escudo protector, Freud, en "Más allá del principio de placer" ( 1920), afirma lo siguiente: "Hacia afuera hay" (en el aparato psíquico) "una protección antiestímulo, y las magnitudes de excitación accionarán sólo en escala reducida; hacia dentro, aquella es imposible" ( ... ) "Esta constelación determina netamente dos cosas: la primera, la prevalencia de las sensaciones de placer y displacer (indicio de procesos que ocurren en el interior del aparato) sobre todos los estímulos externos; la segunda, cierta orientación de la conducta respecto de las excitaciones internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado grande. En efecto, se tenderá a tratarlas como si no obrasen desde adentro, sino desde afuera, a fin de poder aplicarles el medio defensivo de la protección antiestímulo" ( op. cit. pp. 28-29). Podemos así com- prender el modo en que ciertos pacientes psicosomáticos que hayan podido estar expuestos a traumatismos continuos en la primera infancia (de forma que los estímulos externos se vuelven tan sumamente potentes que rompen el escudo protector) tienden a atribuir sus problemas a circunstancias externas, en la m·edida en 1 l LAMA TRÍZ DELPSICOSOMA 53 que ciertos estados emocionales primitivos no han podido realizar una elaboración mental de naturaleza simbólica o verbal. Así, no todo el mundo vive separación y diferencia como adqui- siciones psíquicas que enriquecen y dan sentido a la vida pulsional. Pueden temerse, por el contrario, como a realidades que dis- minuyen al sujeto o le vacían de lo que le parece vital para sobrevivir. La lucha contra la división primordial que es el origen de un in-dividuo puede dar lugar a compromisos muy variados : la sexualización del conflicto, la construcción de modelos de perso- nalidad narcisista o borderline, soluciones adictivas como la de- pendencia de la droga o de losmedicamentos, el alcoholismo, la bulimia, etc. , o una profunda fisura entre la psique y el soma. Existen dos tipos de solución: la primera lleva a una patología autista donde el cuerpo y su funcionamiento somático permanecen intactos mientras que la mente se cierra al mundo exterior; la segunda mantiene intacta la relación con la realidad exterior, pero arriesgándose a ver el soma reaccionar y funcionar de un modo que podríamos llamar "autista", apartado de los mensajes afectivos de la psique en términos de representaciones verbales, reducido a representaciones de cosa muy fuertes y por consiguiente, a una expresión no verbal. Por esta causa, y más adelante en la vida, en lugar de reconocer a nivel del pensamiento verbal el dolor psíquico y el conflicto mental que emanan de una fuente de estrés interno o externo (y poderlos de este modo evacuar mediante formas de expresión psíquica como los sueños, la ensoñación, la meditación u otros modos de actividad mental capaces de aliviar o reducir Ja tensión) dolor y conflicto pueden desembocar en soluciones psicóticas de tipo alucinatorio o descargarse en manifestaciones psicosomáticas como en la primera infancia. En la práctica psicoanalítica, nos enfrentamos a menudo a dramas somáticos que son los signos de inaccesibles, es decir de inexpresables, dramas psicológicos. Sin embargo, estos signos son portadores de un mensaje para la psique, aunque a primera vista parezcan escapar a la representación. Pero el cuerpo, al igual que la mente -no lo olvidemos- está sometido a su propio modo de repetición-compulsión. ¿Cómo oír estos signos? ¿Cómo descodificarlos para hacerlos simbólicos? ¿Y cómo, a fin de cuentas, esperamos poder hacerlos simbólicos y de ahí comuni- cables mediante el lenguaje? ¡ ~ 1 j ¡ ·~ 1.1 54 LAMATRÍZDELPSICOSOMA Existe otra complicación en el análisis de los grandes somati- zadores. Observaremos tarde o temprano que rehúsan con ve~ hemenciaindagar los factores psíquicos que alimentan la vulnera- bilidad psicosomática. Luchan, como nuestros pacientes neuróti- cos o psicóticos, con una determinación de la que ellos mismos no son conscientes, para proteger sus creaciones somáticas . Sería incluso temerario incitar a ciertos pacientes a examinar estos factores mentales, cuando la resistencia que oponen es demasiado fuerte o cuando el deseo de profundizar en sus causas está to- talmente ausente. No obstante, cuando la estructura del paciente se presta a ello, el encuadre analítico, como la relación con el analista, se presenta como un lugar seguro, al abrigo del cual puede sin peligro expresar sus fantasías primitivas disfrazadas y los guiones profundamente arcaicos de su teatro psíquico interno. En tales circunstancias favorables podemos darnos cuenta de que las manifestaciones psicosomáticas se sitúan en el marco de una historia que es posible reconstituir, o de una mitología que aún está por construir. A continuación expondré un breve resumen de mis reflexiones anteriores sobre estos temas, en la medida en que ilustran la evolu- ción de mi visión actual en cuanto a los fenómenos psicosomáticos en el proceso psicoanalítico. TRAYECTORIA DE UNA REFLEXIÓN SOBRE LA SOMA TIZACIÓN En los anteriores escritos (McDougall, 1978, 1982) traté de aislar los elementos que se hallan con más frecuencia en pacientes que presentaban una clara tendencia a la somatización. Sobre la base de estas observaciones, propuse las siguientes ideas: 1. Es posible hallar el "eslabón faltante" entre los estados histéri- cos y psicosomáticos en la concepción articulada por Freud (1898, 1914, 1916, 1917) de las "neurosis actuales". 2. Este "eslabón faltante" está estrechamente ligado a la me- tapsicología del afecto. Freud (1915a, 19 lSb) indicó tres "transfor- maciones" posibles del afecto inaccesible al consciente: conver- sión histérica, neurosis obsesiva, neurosis actual. Me pareció plau- sible añadir una cuarta eventualidad donde, siguiendo el repudio psíquico de ciertas representaciones mentales, un afecto puede ser LAMA TRÍZ DEL PSICOSOM'A 55 ahogado en su expresión, sin ninguna compensación por la pérdida de la experiencia y de la representación del acontecimiento al cual estaba ligada. Lo que significa que este rechazo fuera de la psique no se compensa por la formación de síntomas neuróticos o por la recuperación de fantasías y de percepciones rechazadas de la psique en forma de ideas delirantes (es lo que Freud describió, por ejemplo, en el caso Schreber; 1911 ). En esta eventualidad podemos plantear que la psique se encuentra en un estado de privación. 3. La mayoría de los analizados con tendencia a somatizar sus conflictos psíquicos han alcanzado al parecer una fase normal de organización edípica, y están igualmente en condiciones de llevar adecuadamente una vida sexual y social de adulto. Sin embargo, el proceso analítico tiende a demostrar, salvo algunas excepciones, que a esta estructura edípica se ha incorporado una organización mucho más primitiva, donde la imago paterna aparece deteriorada o está incluso totalmente ausente, tanto del mundo simbólico de la madre como del niño. Este último parece creer que el sexo y la presencia del padre no han desempeñado más que un papel ínfimo en la vida de la madre, y este padre se presenta a menudo como un ser al que está prohibido amar o que no es digno de estima. Así, el sexo y la presencia paternas parecen haber desempeñado un papel estructurante mínimo en la organización psíquica del niño. 4. Por consiguiente, la imagen de la madre interna se vuelve ex- tremadamente peligrosa. Cuando no existe fantasía del pene paterno que desempeñe un papel libidinal y narcisista complementario en la vida de la madre, la representación mental del sexo de ésta (que ella trasmite a su hijo) se convierte en la de un vacío ilimitado. Desde ese momento, el niño corre el riesgo d~ proyectar sobre este telón de fondo, sobre este vacío, todas las expresiones de su megalomanía infantil, sin encontrar ningún obstáculo. La fantasía del espacio interno materno regresa así en su imaginario bajo aspectos pavorosos y mortíferos, sin dejar de ser constantemente atrayente. 5. Otra consecuencia de esta estructuración fantasmática es que el pene del padre, desprendido de su papel fálico simbólico, se escinde: por una parte existe un pene idealizado, más allá de la capacidad ~el niño para desearlo o para identificarse con él, y por otra parte, un pene que es un objeto parcial destructor y persecuto- rio omnipotente. ' 6. La imago materna y las fantasías articuladas alrededor del 56 LAMATRÍZDELPSICOSOMA cuerpo de la madre también son heterogéneas, y se escinden igualmente en dos: una representación idealizada que ofrece la eterna promesa de una inefable felicidad, coexiste con un objeto parcial que lleva la amenaza de la muerte psíquica e incluso física. 7. Esta constelación familiar introyectiva, desequilibrada y an- siógena refleja los conflictos inconscientes y las contradicciones existentes en los mismos padres. En este clima, el niño destinado a la vulnerabilidad psicosomática trae muy a menudo a la escena psi- coanalítica recuerdos de precoz autonomía ligada a una objeti- vación prematura de los primeros objetos. Cuando, por ejemplo, la madre no se ha introyectado en el universo psíquico de su bebé como un "universo", fusionada por tanto con el hijo, dando lugar a un estado interno pleno de funciones reconfortantes y protectoras, sino que cuando por el contrario se alcanza demasiado de-prisa el status de objeto total y separado (Ogden, 1987), esta imagen mental se carga de cualidades omnipotentes e ideales inaccesibles, acom- pañándose por la instalación de un modo de autonomía demasiado precoz que convierte al niño y al adolescente futuro en víctimas de sentimientos de total inadecuación. El niño pequeño siente la ne- cesidad vital de mantener la ilusión de formar uno con su madre durante un período muylargo, lo que hace que la unidad bebé- madre se diferencie gradualmente en una madre y un niño. Es esta fusión ilusoria la que permite que los niños pequeños duerman, digieran y eliminen la comida; en otras palabras, que funcionen somáticamente sin problemas, aun estando convencidos de que la madre-universo se encargará de todo. P. Marty también señala la representación de la madre ideal y peligrosa a la que me he referido, por un procedimiento clínico di- ferente. EnL 'ordre psychosomatique (1980), y al hablar de sujetos alérgicos, Marty observa que "una representación de la madre ideal ( ... )crea un desfase (entre su representación de ellos mismos y de la madre) que se traduce por un conflicto interno desgarrador y desorganizador". De acuerdo con mi propia experiencia de ana- lista, las observaciones de Marty sobre los pacientes alérgicos se aplican a la mayoría de los polisomatizadores, y se refieren a conflictos extremadamente precoces. 8. Esto nos lleva de nuevo al inconsciente de la madre y a lo que representa para ella el niño en cuestión. Otra consecuencia de la perturbación de la comunicación madre-lactante es una ruptura en la cadena de los fenómenos transicionales normales en la infancia, LAMATRÍZDELPSICOSOM'A 57 tal como los ha descrito Winnicott (1951). Este espacio transi- cional potencial empieza a construirse durante el primer año de vida, permitiendo crear al niño pequeño, lentamente, un espacio psíquico personal; es decir que el bebé comienza a internalizar las primeras huellas de funciones maternas con las cuales puede iden- tificarse durante breves momentos, hasta alcanzar la fase de madu- ración donde accede a la "capacidad para estar a solas en presencia de su madre" (Winnicott, l 960). En la primera fase, la relación que Winnicott presenta como "preocupación materna primaria", y que es el signo clásico de la relación entre la madre y el recién nacido, una parte de la madre está también fusionada con el lactante, lo que hace que en cierta forma ella comparta la misma ilusión de ser una parte de la unidad madre-hijo. Esto permite a su vez al niño vivir la relación del mismo modo. Sin embargo, ciertas madres viven a sus hijos como pequeños cuerpos extraños, diferentes a ella. Estos niños se sienten abandonados y presentan a menudo reacciones psi- cosomáticas precoces. Por el contrario, otras madres no pueden, por su parte, resignarse a abandonar la relaciónfusional, prepa- rando así y exponiéndose a una situación propicia a problemas de tipo alérgico y a serios trastornos del sueño y del comportamiento alimentario. En cada uno de estos casos, el niño pequeño corre el riesgo de establecer muy difícilmente el sentimiento vitalmente necesario de una identidad separada. Si la madre no llega a crear para su bebé la ilusión de que la realidad exterior y la realidad interior son una misma y única cosa, si no es cap.az de entender, alternativamente, los deseo de fusión, de diferenciación y de indi- viduación de su hijo, corre el riesgo de confrontarlo a las condi- ciones que, más adelante, pueden llevarle a la psicosis o a la psicosomatosis. Esto impide entonces que el niño se adueñe psíqui- camente de su cuerpo, sus emociones y su capacidad de pensar o de relacionar pensamientos y sentimientos. 10. Inevitablemente, el inconsciente de la madre, tal como se refleja en la representación mental del niño, emerge lentamente durante el tratamiento psicoanalítico del adulto. Las prohibiciones prematuras -prohibición de gestos, de movimientos y de la expre- sión espontánea de estados emocionales- pueden ser captadas muy pronto por el niño pequeño, antes incluso de la adquisición del lenguaje, y se presentan como un importante obstáculo en el trabajo analítico. Aulagnier (1980, 1984) ha subrayado la importancia de la prohibición de pensar en los psicóticos y la compara con el 1 , . 1 ·I 1 i 58 LAMATRÍZDELPSICOSOMA "doble-pensamiento" (double-think) descrito en la visión aterra- dora de George Orwell. Los únicos pensamientos autorizados son los de la madre, lo que hace que a fin de cuentas el niño deba inventar su propia visión del mundo para escapar al terror de encontrarse preso en la mente de su madre. En aquéllos que no son en modo alguno psicóticos, pero que padecen enfermedades psi- cosomáticas, he podido observar que ciertos pensamientos carga- dos de afectos intolerables para la madre se convierten en su hijo en pensamientos totalmente prohibidos o cargados de repudio . De la misma forma, ciertas zonas corporales y ciertas funciones fisiológicas no deben representarse, o bien deben vaciarse de todo placer (es decir que queda prohibido investirlas libidinal y narcisis- tamente) a causa del modo en que han sido investidas por la madre: un paciente que sufría úlceras gástricas y diversas afecciones neu- rodermatológicas "descubrió" a lo largo de su análisis que "por primera vez en su vida poseía un ano y las funciones que le son propias" (McDougall, 1978). La renegación de una u otra parte del cuerpo o de una u otra función, como el repudio de pensamientos cargados de afecto, constituye un intento del niño pequeño para impedir la ruptura del indisoluble vínculo madre-bebé. Asimismo, surge la fantasía de que la madre del niño será hecha añicos o dejará de existir si no se mantiene esta identificación primaria. También aquí la imagen de la madre es doble: la de una figura omnipotente y omnipresente, y la de una mujer frágil y fácilmente dañable Cuando persiste la representación de una fusión entre los cuer- pos respectivos del niño y de la madre, esto conduce a una renega- ción casi total de la importancia de los demás o, por el contrario, a un estado de pánico ante toda evidencia del estado de separación y de la alteridad. La identificación con una madre cariñosa y solícita está ausente, lo que da origen a menudo a la convicción de que un individuo no es responsable del bienestar de su cuerpo. La fantasía de no ser verdaderamente dueño de su propio cuerpo o, lo que es lo mismo, la fantasía inconsciente de que su cuerpo está bajo el control de otro, desempeña un papel importante. Así, tienden a surgir expresiones somáticas en lugar de terrores o deseos psicóti- cos no reconocidos. Este fracaso en el proceso fundamental del desarrollo del indi- viduo comprometerá inevitablemente la capacidad del niño pequeño para integrar y reconocer como propiedades personales no so- t LAMA TRÍZ DEL PSICOSOMA 59 lam.ente su cuerp~ y sus zonas erógenas sino también su mente, es d~cir .sus pensamientos y sus sentimientos. Cuando una elabora- ción .rnadecuada y la descarga de la tensión psicológica en un trab~Jº .º una acción psíquica se unen a la incapacidad de ocuparse de_si mismo, o?s~rvamos que estos pacientes tienden a ignorar las senales de sufnmiento del cuerpo y no consiguen oír las señales de de~amparo de la mente. En tales casos, la escisión resultante entre psique y soma puede tener consecuencias catastróficas Pierre Marty, hablando de lo que él llama la "caden~ evolutiva alérgica", formuló la hipótesis de las "fijaciones de orden sensorio- motor cuya natu~al~za conocemos mal. Éstas, instituyendo posi- blemente un sentimi~nto _particular, atípico del propio cuerpo, van a p~rturbar la organización habitual de las representaciones su- cesivas del espacio y el tiempo. Estas perturbaciones serán a su vez respon~a~les e.n parte del cortocircuito, aquí considerable, que se produ.c1ra a ~1vel de c~ertos sectores del preconsciente y que reducHá ampliamente, si no la hace imposible, la organización de un Yo clásico". . Volv~remos a encontrar algunas de estas características en las 1l~strac~ones psicoanalíticas que voy a utilizar para aclarar mis af1rmac1ones, i::on la esperanza de que mi reflexión esclarezca por poco que sea, estas "fijaciones ( ... ) cuya naturaleza conoce,mos mal". Otro objetivo de esta obra es estudiar el significado inconsciente de los .síntomas psicosomáticos,y examinar en qué medida éstos est~n l~g.ados a las vicisitudes inherentes al hecho de convertirse en un individuo~ a los. fracasos en los procesos de internalización que construyen la identidad subjetiva. He planteado preguntas teóricas que se tra~a~án más adelante, tras haber meditado sobre aquellas cu~as .anahticas q~e parecen fracasar porque el conflicto y el dolor psiqmco, que hubieran debido verbalizarse, se expresaron en gran medida a través de descargas somáticas. .Desde el punto de vista de la teoría clínica, se plantea una pnmer~ _pregunta: .¿cuál es la relación entre los fenómenos psi- cosomaticos y la srntomatología de la neurosis y de la psicosis? ¿P.uede hablar.se, como lo he hecho, de una histeria arcaica, y de la p~icosomatosis como de una psicosis actual? Frente a las forma- c10nes neuróticas y psicóticas, ¿podemos considerar, cuando exis- ten P?cos signos de síntomas de recuperación de lo que se ha excluido del consciente, que se puede descargar verdaderamente la 1 I' ¡ \· r ¡\. 1 \i 11 \¡ li 'I' I' l '\ l 1 60 LAMA TRÍZDELPSICOSOMA psique de alguna experiencia que antaño hubiera formado pa~t~ de ella, dejando así al cuerpo expuesto a l~ n_e~esidad de descodificar de transformar en actos señales pnm1t1vas,_ no·verba:es, pro- ~enientes de la psique? La cuestión de la privación potencial cons- tituirá la parte principal del próximo capítulo. 111 DE LA PRIVACIÓN PSÍQUICA Este capítulo se propone explorar, por una parte, la relación entre el fracaso de la función del soñar y los fenómenos psicosomáticos, y por otra parte su eventual conexión con la relación precoz entre madre e hijo. Para ilustrar mis palabras, tomaré un fragmento del análisis de un paciente que, por otra parte, no era un somatizador grave. Se trata de un hombre de cuarenta años en quien no podían encontrarse rastros de identificación con ningún objeto maternizan te en su interior, y que a mi entender (McDougall, 1978, 1982) podía portanto considerarse sus- ceptible de desarrollar accidentes psicóticos o psicosomáticos. Universitario, muy apegado a su mujer y a sus dos hijos, Christophe llevaba una vida que, vista desde fuera, evidenciaba un éxito tanto profesional como personal. Había seguido ya diez años de provechoso análisis con un famoso analista. Pero las cosas volvían a irle mal, y deseaba continuar el análisis con una mujer. Todos sus recuerdos, igual que sus síntomas, hacían pensar que la relación con su madre había estado muy perturbada. Hijo único, Chris- tophe había escuchado durante toda su vida que su nacimiento no fue deseado, y que fue Ja única razón por la que sus padres se vieron obligados a casarse. De pequeño siempre tenía miedo a "perderse" y se pegaba a su madre "para encontrar sus límites". Recordaba espe- cialmente su "terror a perderse" cuando su madre se encerraba con 61
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