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37
Introducción
Con prácticamente doscientos millones de personas en el
mundo viviendo fuera de sus países de origen las migraciones y
sus múltiples efectos se han convertido en uno de los asuntos
que despiertan una creciente atención. A pesar de que la propor-
ción que representan los migrantes actuales en relación con la
población mundial no es sensiblemente superior a la de comien-
zos del siglo pasado, la perspectiva en torno al fenómeno de la
migración se ha transformado notablemente. La preocupación
por el impacto de las migraciones en el desarrollo de los países
de origen y destino de las mismas ha vuelto a poner sobre la
mesa el debate sobre el vínculo entre migración y desarrollo.
Sin embargo, la relación entre la movilidad geográfica y los
procesos de cambio ha sido un objeto clásico de debate científi-
co desde que en la década de los cincuenta se otorgase un impor-
tante peso a los movimientos migratorios en la modernización
de las sociedades y su consecuente desarrollo. Si en aquel mo-
mento la migración era vista como un factor necesario para el
desarrollo (a más migración más desarrollo), desde mediados de
los setenta la percepción de la migración comenzó a experimen-
tar una variación y cobró fuerza la idea de que la migración —en
especial en el caso de los países emisores— también podía ac-
tuar como un factor dificultador del desarrollo (a más migra-
ción menos desarrollo).
Con posterioridad, y en la medida en que la migración se ha
hecho más compleja al verse acompañada de la globalización y
EL CODESARROLLO: DEBILIDADES Y
FORTALEZAS DE UNA IDEA Y SU PRÁCTICA
Joan Lacomba
38
que muchos de los países son ahora emisores y receptores de
migrantes al mismo tiempo, la valoración de la relación entre
migración y desarrollo se ha complejizado notablemente. En los
últimos tiempos la migración tiende a ser vista de forma más
bien contradictoria, pues la necesidad de ella es cada vez mayor
en los países de origen y destino, pero también es mayor el deseo
de evitarla o limitarla. En la actualidad los discursos sobre la
migración y el desarrollo tienden a acentuar la creciente de-
pendencia entre unos y otros países, así como los costes y bene-
ficios que la migración puede tener tanto en unos como en otros
(en los países de origen la migración genera remesas, pero pro-
duce fugas de cerebros; en los países de destino la migración
produce un beneficio económico, pero también tiene un coste
social y político), al tiempo que se trata de potenciar la retroali-
mentación entre migración y desarrollo.
En esta línea, la Comisión Mundial para las Migraciones In-
ternacionales ha declarado la importancia de aprovechar el po-
tencial de la movilidad humana. La Comisión afirma que «el papel
que desempeñan los migrantes en la promoción del desarrollo y
la reducción de la pobreza en sus países de origen, al igual que
su contribución a la prosperidad de los países de destino, debe
ser reconocido y reforzado. Las migraciones internacionales de-
ben convertirse en una parte integral de las estrategias naciona-
les, regionales y mundiales de desarrollo económico, tanto en
los países en desarrollo como en los países industrializados»
(CMMI, 2005: 34).
En este contexto cobra sentido la actualidad de la noción de
codesarrollo, entendido de entrada como desarrollo compartido
entre dos partes, tratando de establecer un vínculo positivo en-
tre las migraciones y el desarrollo, tanto para países de origen
como de destino.
La actualidad del codesarrollo
En España la idea del codesarrollo se ha introducido con fuer-
za y en muy poco tiempo se ha extendido entre los medios y
entidades oficiales y no oficiales vinculados a los ámbitos de la
inmigración y la cooperación para el desarrollo. Pese a ello, la
literatura y la investigación sobre el codesarrollo son aún muy
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incipientes1 y no se ha generado un cuerpo teórico ni metodoló-
gico consistente que avale las cada vez más numerosas prácticas
en curso. Las administraciones (no sólo la estatal, a través de la
Secretaría de Estado de Inmigración y el Plan Estratégico de
Ciudadanía e Integración 2007-2010 o la Agencia Española de
Cooperación Internacional y el Plan Director de la Cooperación
Española 2005-2008, sino también algunas administraciones
autonómicas y entes locales) han dado pasos de mayor o menor
envergadura para incorporar en su planes la referencia al code-
sarrollo o vienen ya contando con convocatorias específicas para
proyectos de codesarrollo y la puesta en marcha de acciones que
vinculen la inmigración con el desarrollo de los países de origen
de la misma. Igualmente, y desde la sociedad civil, un buen nú-
mero de organizaciones no gubernamentales están implemen-
tando en estos momentos proyectos calificados como de codesa-
rrollo, y que tratan de dar protagonismo a los inmigrantes en las
acciones de desarrollo que se realizan en el sur. Para todos ellos
la filosofía de base es vincular positivamente el fenómeno de la
inmigración con el desarrollo de las sociedades en las que ésta se
origina y, en algunos casos, el desarrollo y la integración de los
inmigrantes en el país de recepción. Sin embargo, la posibilidad
de establecer un vínculo positivo entre las migraciones y el desa-
rrollo, tanto para países de origen como de destino, no es en
realidad una idea totalmente nueva.
A mediados de los años setenta —coincidiendo con la crisis
económica de los países europeos más desarrollados— la cues-
tión cobró actualidad en paralelo con el replanteamiento de las
políticas migratorias que hasta ese momento habían facilitado
el traslado de mano de obra inmigrante hacia el norte. A partir
del año 1973 muchos de los países que habían venido incluso
incentivando la inmigración empezaron a plantearse cómo rein-
vertir el flujo migratorio bajo el paraguas de acuerdos de forma-
ción y retorno, justificados en buena medida con la intención de
favorecer el desarrollo de los países de origen de los inmigran-
tes. Podría decirse que, ahora que los países desarrollados ya no
necesitaban con tanta intensidad a los inmigrantes para su pro-
pio desarrollo, había llegado el momento de promover un desa-
rrollo que permitiese fijar a los potenciales migrantes en sus lu-
gares de origen (objetivo indirecto de las políticas oficiales de
cooperación para el desarrollo que cobraron fuerza a partir de
40
los ochenta), así como facilitar el retorno de algunos de los ya
llegados para disminuir la presión aquí y que estos actuaran como
dinamizadores del desarrollo local allí. Grandes organismos como
la Organización Internacional del Trabajo o la Organización In-
ternacional para las Migraciones apoyaron en su momento a los
Estados ofreciéndoles programas y apoyo logístico para el tras-
lado y recepción en origen de los trabajadores inmigrantes, o
bien promovieron estudios y dispositivos que permitieran hacer
realidad este propósito. Sin embargo, la escala de los logros fue
más bien reducida y el carácter positivo de los resultados más
que cuestionable. Las políticas diseñadas a este respecto adole-
cían en sus planteamientos de factores de análisis clave: como la
existencia de sólidas redes generadas por las mismas migracio-
nes y difíciles de quebrar sin afectar al desarrollo de las comuni-
dades de origen, o las múltiples dificultades que atravesaban los
países del Sur.
Pero, ¿se trataba de una estrategia que pudiese ser calificada
propiamente como codesarrollo? En realidad, no, pues estaba
ausente el elemento que da mayor sentido a la noción de codesa-
rrollo como desarrollo compartido. Es precisamente esa preten-
sión de producir un desarrollo conjunto para el norte y el sur la
que llevará a acuñar el propio término codesarrollo en un colo-
quio celebrado en 1985 en la Universidad de Lovaina (Bélgica),
para referirse a la necesidad de una nueva cooperación para el
desarrollo que beneficiase por igual a unos y otros. La noción de
codesarrollo nace pues como una crítica a la cooperación para el
desarrollo tradicional y se trasladará posteriormente al ámbitode las migraciones.
Posteriormente, el término codesarrollo permanecerá dormi-
do hasta diez años más tarde, cuando en 1995 se active en Fran-
cia el Programa Desarrollo Local y Migración y el Delegado In-
terministerial para el Codesarrollo (Sami Naïr) presente en 1997
su Informe de Balance y Orientación sobre la política de codesa-
rrollo ligada a los flujos migratorios. En España el Plan GRECO
(Programa Global de Regulación y Coordinación de la Extranje-
ría y la Inmigración) introducirá por primera vez en el año 2000
la noción de codesarrollo en una política oficial, aunque ésta no
llegase a implementarse. Más tarde, en 2005, la referencia al co-
desarrollo aparecerá en la política de cooperación española y
dos años después en la política de inmigración.
41
A día de hoy la palabra codesarrollo es empleada por todo
tipo de entidades (oficiales, no oficiales, públicas, privadas, con
ánimo de lucro, sin ánimo de lucro..., del ámbito de la inmigra-
ción, del de la cooperación para el desarrollo y de otros ámbitos
lejanos) de modos muy diversos, con el riesgo de convertirse en
un término plano que permita referirse a cualquier iniciativa de
desarrollo que guarde alguna conexión con el fenómeno de la
inmigración.2 Atendiendo a muchas de estas nuevas formulacio-
nes podríamos entender el codesarrollo, de forma muy genérica,
como un campo de prácticas que tratan de aprovechar el poten-
cial de las migraciones hacia el Norte como un factor de desa-
rrollo en el Sur, con un protagonismo especial de los propios
inmigrantes.
Para concretar más en la labor de construcción conceptual
de un término todavía impreciso, Carlos Giménez (2006) ha
definido el codesarrollo como «el conjunto de acciones que vin-
culan el vivir transnacional de los inmigrantes con procesos de
desarrollo humano y translocal a partir de la participación de
una red amplia de actores, en la que los grupos de migrantes
desempeñan un papel protagonista, con el fin de promover el
beneficio mutuo», con una serie de rasgos que le darían identi-
dad propia: el objetivo del desarrollo translocal, el beneficio
mutuo como móvil con resultados aquí y allí, la presencia de una
red amplia de actores que mantienen una relación horizontal
con los migrantes como protagonistas y el referente de una ciu-
dadanía transnacional, (Giménez, 2006: 54-55).
Por su parte, el Grupo de Trabajo auspiciado por la AECI para
la elaboración del Documento de Consenso sobre codesarrollo
ha establecido que «el objeto del codesarrollo es potenciar el de-
sarrollo humano y la integración en un contexto de bienestar,
con las siguientes características: su escenario es el espacio tras-
nacional definido por la relación entre zonas significativas de
emisión y asentamiento de migrantes en los países de origen y
destino, contemplando países intermedios o de tránsito; se sitúa
en el espacio compartido entre la política de cooperación y la de
migración; los proyectos de codesarrollo trabajan en el conjunto
del espacio trasnacional, ambos países, en al menos dos de las
áreas de actuación; moviliza a una multiplicidad de actores pues-
tos en relación en el espacio transnacional, entre los cuales los
migrantes ocupan una posición fundamental como sujetos trans-
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ferentes de recursos materiales e inmateriales; la multiplicidad
de actores que intervienen impone el trabajo en redes y la coordi-
nación eficiente de los mismos; el conjunto de acciones integra-
das y simultáneas sobre el espacio trasnacional se articula me-
diante la retroalimentación de los procesos incidiendo el colecti-
vo en origen sobre el de destino en sus objetivos y acciones, y
viceversa; el flujo de intercambios en el espacio trasnacional es
bidireccional y contempla personas, capitales, bienes, servicios e
intangibles» (Grupo de Trabajo sobre Codesarrollo, 2005: 8).
Ambas definiciones comparten dos elementos básicos: el ca-
rácter de las migraciones actuales como flujos transnacionales y
el papel protagonista de los inmigrantes en el codesarrollo. En el
primer sentido, las conceptualizaciones del codesarrollo integran
la complejidad de las actuales migraciones, al ir más allá de la
noción clásica de migración internacional (podríamos decir que
la frontera ya no juega el papel determinante de antaño, pues
ahora los migrantes permanecen conectados con sus comunida-
des de origen y viven literalmente a caballo entre dos sociedades
creando nuevos campos transnacionales). En el segundo senti-
do, los inmigrantes emergen como actores que protagonizan los
cambios e impulsan el desarrollo de forma activa y consciente a
partir de estructuras colectivas.
Desde otro lado, el Plan de Cooperación para el Desarrollo de
la Generalitat Valenciana (2004-2007) conceptualiza el codesa-
rrollo de una manera similar e introduce una relación de los
ámbitos y las actividades que podrían ser características del co-
desarrollo. El Plan entiende el codesarrollo como «el conjunto
de actuaciones de carácter transnacional e interinstitucional
orientadas a fomentar la implicación y participación activa de
los colectivos de personas inmigrantes con mayor presencia en
la Comunitat Valenciana, con la finalidad de favorecer su poten-
cial como agentes de desarrollo en sus países de origen, en coor-
dinación con otras organizaciones sociales y administraciones
locales. Comprende, entre otras, acciones de formación, capaci-
tación, asesoría y asistencia técnica, así como de fortalecimiento
de las organizaciones de inmigrantes y comunitarias en origen.
Se incluyen también las acciones de educación y sensibilización
de la sociedad valenciana sobre las causas de la población inmi-
grante y su positivo aporte y enriquecimiento en la sociedad va-
lenciana en el ámbito socioeconómico y cultural».
43
En cualquier caso, y para que los intentos de definición re-
sulten más fácilmente encuadrables, sería conveniente diferen-
ciar entre las distintas modalidades de codesarrollo, tanto en
cuanto a los actores del mismo como en cuanto a su grado de
formalización. De modo que, según los actores que protagoni-
zan o impulsan las acciones es posible distinguir, al igual que en
el terreno de la cooperación para el desarrollo, entre un codesa-
rrollo oficial (el de los Estados y organismos internacionales) y
un codesarrollo no oficial (el de las ONGD, asociaciones y orga-
nizaciones de la sociedad civil). El primer tipo de codesarrollo
vendría generalmente marcado por políticas que hacen del co-
desarrollo un instrumento de control de los flujos migratorios.
En cambio, el codesarrollo no oficial presenta una mayor varie-
dad de planteamientos y supera al primero en la riqueza de sus
experiencias, aunque éstas tengan habitualmente un alcance muy
limitado.
En otro orden, y en lo que respecta al grado de formalización
de las iniciativas, podríamos hablar igualmente de un codesa-
rrollo formal y de un codesarrollo informal o espontáneo.3 Así, y
mientras que el codesarrollo formal responde a las acciones pla-
nificadas a partir de un objetivo predeterminado en un marco
institucional, el codesarrollo informal estaría ejemplificado por
las múltiples acciones de los migrantes que pueden tener una
incidencia positiva en el desarrollo, pero sin que exista necesa-
riamente un objetivo elaborado (envíos de remesas monetarias,
remesas materiales en forma de productos y remesas sociales en
forma de ideas y valores).
Perspectivas del codesarrollo
Atendiendo a las diferentes definiciones del codesarrollo y
sus modalidades, así como a las iniciativas y las propuestas que
estos últimos años se han lanzado en torno al mismo, podría-
mos llegar a diferenciar entre al menos cinco maneras de enten-
derlo: 1) El codesarrollo como cooperación al desarrollo en zo-
nas de emigración; 2) El codesarrollo como cooperación al desa-
rrollo con la participación de inmigrantes; 3) El codesarrollo
como cooperación al desarrollo realizada por los propios inmi-
grantes; 4) El codesarrollo como el conjunto de iniciativas que
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tratan de establecer un vínculo positivo entrela migración y el
desarrollo; 5) El codesarrollo como un enfoque teórico y meto-
dológico.
La primera posibilidad ha sido difundida especialmente des-
de el ámbito oficial y por algunas de las organizaciones no gu-
bernamentales que venían dedicándose a la cooperación para el
desarrollo. Desde esta perspectiva el codesarrollo no aportaría
más novedad respecto a la cooperación para el desarrollo tradi-
cional que el hecho de concentrarse en zonas con una importan-
te presión migratoria con el fin de reducir la misma mediante el
desarrollo local. La lógica es bien simple: si conseguimos incre-
mentar los niveles de desarrollo de la población la emigración se
frenará (a más desarrollo menos migración). No obstante, los
complejos vínculos entre migración y desarrollo nos indican que
la relación entre ambos no es necesariamente de causa efecto, ni
que una mejora de los índices de desarrollo haya de traducirse
automáticamente en un descenso de la emigración. Al contrario,
las transformaciones y el dinamismo producidos por el desarro-
llo pueden actuar como un factor movilizador y estimulador de
la emigración (a más desarrollo más migración). Por otro lado,
esta visión del codesarrollo reduce el mismo a un carácter mera-
mente instrumental, siempre al servicio de la reducción de la
emigración y condenado al fracaso en el caso de que ésta no
disminuya. En cuanto al plano metodológico tampoco se con-
templaría ninguna innovación, de manera que el Enfoque del
Marco Lógico y otras herramientas propias en la planificación y
el diseño de los proyectos de cooperación para el desarrollo se-
rían plenamente válidos para los proyectos de codesarrollo.4
La segunda manera de entender el codesarrollo tampoco deja
de ver éste como una forma específica de cooperación al desa-
rrollo,5 pero que incorpora la participación de la propia pobla-
ción inmigrante como su principal innovación. En cierta medi-
da, el codesarrollo no dejaría de ser visto como una nueva moda-
lidad de cooperación para el desarrollo ante el cansancio de la
cooperación para el desarrollo clásica. La implicación de las po-
blaciones concernidas por el fenómeno migratorio sería el prin-
cipal activo de una cooperación al desarrollo que resultaría así
más efectiva en el cumplimiento de sus objetivos. No serían pues
necesarios nuevos tipos de organizaciones ni mayores replan-
teamientos, sino simplemente abrir los espacios para la partici-
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pación, en mayor o menor grado, de los propios inmigrantes. No
obstante, es precisamente el grado de protagonismo de las po-
blaciones inmigrantes el que marca la diferencia entre las enti-
dades que siguen esta vía. Desde aquellas que se abren a la parti-
cipación para contagiarse de la lógica de la inmigración, a aque-
llas otras en las que el inmigrante tiene un papel testimonial,
cuando no «de escaparate».6 Para las entidades que apuestan
por una participación amplia y real, la presencia de personas
inmigrantes entre sus técnicos, y no sólo entre los destinatarios
de las acciones, puede suponer la introducción de una nueva
visión de las cosas, no sólo en lo que se refiere a la migración
sino también en cuanto a la concepción del mismo desarrollo.
En tercer lugar, empieza a tener cada vez más fuerza la idea
de que el codesarrollo sólo puede ser entendido como coopera-
ción para el desarrollo realizada por los propios inmigrantes.
Desde esta perspectiva, sustentada sobre todo por las organiza-
ciones de inmigrantes, éste sería el «auténtico codesarrollo». En
este sentido, el codesarrollo no sería tanto una nueva modalidad
de cooperación para el desarrollo (sin inmigrantes, como en el
primer caso, o con inmigrantes, como en el segundo) sino más
bien la invención de un nuevo campo de acción por parte de los
propios inmigrantes, quienes retomarían así su responsabilidad
en la resolución de los problemas de sus sociedades de origen. El
argumento que daría legitimidad a este posicionamiento sería
de entrada difícilmente cuestionable: ¿quién mejor que los pro-
pios inmigrantes para intervenir en el medio de origen de la in-
migración? El conocimiento de primera mano de las comunida-
des locales y sus contextos por parte de los inmigrantes los con-
vertiría en los actores ideales para poder comprender y afrontar
las situaciones allí existentes. Al mismo tiempo, su inserción en
la sociedad de recepción les permitiría actuar como un puente
entre dos mundos, mediando entre una y otra realidad, aprove-
chando su propia experiencia vital como migrantes. Es más, fren-
te a los proyectos de la cooperación para el desarrollo tradicio-
nal —y su habitual fracaso—, las nuevas organizaciones del co-
desarrollo protagonizado por los inmigrantes tienden a recuperar
y destacar el valor del desarrollo informal inducido por los inmi-
grantes a través de sus donaciones solidarias o su dedicación
altruista para mejorar las condiciones de sus comunidades de
origen.
46
En cuarto lugar, sería posible identificar otro tipo de plantea-
miento en torno al codesarrollo que, tratando de evitar las polé-
micas que comportan las otras tres visiones aludidas, presenta
éste de una forma genérica como un campo en el que convergen
todas aquellas iniciativas que tratarían de vincular positivamen-
te la migración y el desarrollo, independientemente de cuáles
sean sus actores (oficiales o no oficiales) ni el tipo de acciones
(proyectos de desarrollo o estudios e investigaciones). De esta
manera se podría englobar tanto a los proyectos de cooperación
para el desarrollo implementados en zonas de emigración (o con
la pretensión de prevenir ésta aunque aún no exista), como a las
acciones de desarrollo en origen protagonizadas por los propios
inmigrantes, a la vez que los programas de los grandes organis-
mos y entes políticos o los proyectos de organizaciones de la
sociedad civil. Así, mediante una cierta laxitud, ambigüedad e
indefinición, se generaría la sensación de que lo que cuenta para
el codesarrollo es en realidad el logro de un buen fin, indepen-
dientemente de que se compartan o no los medios. Finalmente,
las bondades del codesarrollo serían tales que convertirían en
impertinente cualquier crítica a la endeblez de sus instrumentos
y, aún más, de sus resultados, máxime cuando estos son por aho-
ra tan limitados que sería injustificado cuestionarlos.
Por último, otra tendencia constatable es entender el codesa-
rrollo más bien como un nuevo enfoque teórico y metodológico
que destacaría la relación de influencia mutua entre la migra-
ción y el desarrollo tanto a la hora de estudiar como de interve-
nir en este ámbito. El codesarrollo actuaría en realidad como
una nueva mirada sobre viejos asuntos que ahora han vuelto a
tomar actualidad y sobre los que se venía trabajando en gran
medida de forma desvinculada.
Por tanto, y resumiendo, ¿cuáles podrían ser las principales
debilidades del codesarrollo?:
• La primera de ellas sería la de responder a una moda pasa-
jera o a un mero artificio conceptual mediante el deslumbra-
miento de un término mediático y políticamente correcto: el co-
desarrollo. Carlos Gómez Gil y José Ramón González lo expre-
san del siguiente modo: «La puesta de largo del codesarrollo, tan
fulgurante, genera la primera duda. La larga experiencia de las
modas en la cooperación no permite albergar grandes esperan-
47
zas, pues la orfandad del pensamiento sobre el desarrollo con-
vierte aquella en sierva de toda novedad. Cierto que el codesa-
rrollo plantea una debate necesario y pertinente, pero ¿no se está
convirtiendo ya antes mismo de pasar por el yunque de la expe-
riencia en una moda para consumo de los especialistas del desa-
rrollo?» (Gómez y González, 2006: 76).
• La segunda, el hecho de sostenerse sobre unas escuálidas
bases teóricas y metodológicas, de modo que estaría primando
más la práctica que la reflexión sobre el mismo. Así, y si bien es
posible y en ocasiones sano construir teoría a partir de la prácti-
ca, en este caso la consigna podría ser más bien hagamos codesa-
rrollo y ya discutiremos despuésqué es el codesarrollo o, simple-
mente, no necesitamos teorías para hacer codesarrollo.
• La tercera, el desequilibrio entre los grandes objetivos del
codesarrollo (reducir o ofrecer alternativas a la emigración, fa-
vorecer el desarrollo de las sociedades de origen…) y los medios
movilizables para su cumplimiento, o lo que Charles Condami-
nes ha denominado «La ilusión de un codesarrollo sin medios».7
• La cuarta, el riesgo de verse pronto deslegitimado si esos
cuestionables objetivos no se materializan a medio plazo, lo que
es más que previsible. Esperar que el desarrollo pueda reducir la
migración es algo posible sólo a muy largo plazo e, incluso, es
factible que migración y desarrollo puedan convivir y alimentar-
se mutuamente de forma satisfactoria.
• La quinta, la propia debilidad de las asociaciones de inmi-
grantes para intervenir realmente como actores principales y no
como secundarios o figurantes en la escena del codesarrollo, con
el riesgo de que las organizaciones de inmigrantes sean fagocita-
das por entidades de desarrollo de mayor peso.
• La sexta, el atribuir automáticamente a los migrantes el
carácter de agentes de desarrollo a partir de su experiencia mi-
gratoria, transformando prácticamente esta última en una cua-
lificación profesional, o bien desplazando a los mismos la res-
ponsabilidad del desarrollo de las sociedades de origen y poniendo
en duda la moralidad del beneficio y el interés individual en la
migración.
• La séptima, la falta de un consenso en torno a las prácticas
que podrían ser consideradas plenamente como de codesarrollo
frente a aquellas que no podrían recibir tal calificativos, es decir,
la dificultad de establecer un marco regulador de lo que sería
48
entendible como buena práctica.
Y, ¿cuáles podrían ser sus fortalezas?:
• La primera fortaleza, sería la capacidad de la propia pers-
pectiva del codesarrollo para permitir una mejor comprensión
de la migración en toda su complejidad y dinamismo.
• La segunda, que el codesarrollo pueda abrir también la puer-
ta a nuevas conceptualizaciones del desarrollo, alejadas de la in-
movilidad y el materialismo que le han venido caracterizando.
• La tercera, la posibilidad de que la novedad del codesarro-
llo pueda contagiar a la cooperación para el desarrollo y darle un
nuevo impulso.
• La cuarta vendría determinada por el potencial asociado al
encuentro entre organizaciones no gubernamentales de desarrollo
y organizaciones de inmigrantes, con la constitución de un nue-
vo espacio en el que ambas se enriquezcan mutuamente. O bien
la aparición de nuevos tipos entidades, como las organizaciones
de desarrollo impulsadas o participadas ampliamente por inmi-
grantes pero sin excluir a los no inmigrantes.8
• La quinta, la capacidad de los inmigrantes de empatizar y
conectar con las poblaciones de origen para implicarlas en el
desarrollo.
• La sexta sería la oportunidad de que las acciones emprendi-
das por los emigrantes influyan en un cambio en la actitud de los
Estados de origen, respecto a sus propias poblaciones en el exte-
rior y a sus responsabilidades sociales en el interior, en una suer-
te de competencia en el trabajo de unos y otros y en especial del
Estado para no perder su legitimidad.
• La séptima, que el codesarrollo abra la puerta a nuevas
formas de relación entre los diversos actores implicados en el
desarrollo, con una lógica más horizontal y de trabajo en parte-
nariado.
AQUI CUADRO – Un DAFO general...
El papel de los inmigrantes y sus organizaciones
Si atendemos a la que consideramos la principal fortaleza del
codesarrollo (el potencial que encierra la participación de las
49
organizaciones de inmigrantes), ésta provoca cada vez una ma-
yor atención y no ha pasado desapercibida para organismos como
la misma Comisión Mundial para las Migraciones Internaciona-
les, impulsada por Naciones Unidas. Dicha Comisión, al anali-
zar el papel de las diásporas en la promoción del desarrollo, ha
llegado a la conclusión de que «los países de origen podrían sa-
car grandes beneficios si aprovechasen las capacidades y los re-
cursos de las diásporas, cuya magnitud y alcance ha aumentado
notablemente como resultado del reciente crecimiento de las
migraciones internacionales. Una proporción considerable de
ciudadanos de muchos países hoy vive y trabaja en el exterior y
estos migrantes a menudo se reúnen para formar asociaciones
de diásporas. Estas asociaciones cobran diversas formas como,
por ejemplo, asociaciones de ciudadanos oriundos de una mis-
ma ciudad, que permiten a las personas procedentes de una mis-
ma región del país de origen mantenerse en contacto, al igual
que asociaciones profesionales y asociaciones basadas en intere-
ses comunes como el deporte, la religión, el género, el trabajo
caritativo y el desarrollo. Estas asociaciones suelen recaudar
donaciones de sus miembros y enviarlas al país de origen con
propósitos específicos, como la restauración de una escuela, la
adquisición de un generador o la creación de guarderías para los
niños de madres trabajadoras. Además de tales flujos financie-
ros, las asociaciones de diásporas también suelen participar en
los asuntos políticos, sociales y culturales de su país y comuni-
dad» (CMMI, 2005: 30-31).
La nueva valorización del papel de las organizaciones de in-
migrantes va más allá de las transferencias financieras (el gran
interés por las remesas de los inmigrantes) y se orienta más bien
hacia las transferencias de ideas y conocimientos de diversos
tipos como elemento positivo para el desarrollo, así como hacia
la movilización de remesas colectivas a través de las mismas or-
ganizaciones. Por ejemplo, Thomas Faist ha analizado las nue-
vas relaciones entre comunidad, Estado y mercado generadas
por los nuevos espacios transnacionales ligados a las migracio-
nes internacionales, y en las que juegan un papel fundamental
las propias organizaciones de migrantes. En su opinión, «un
enfoque centrado en las comunidades convierte a las transaccio-
nes transna-cionales, en su mayoría, en transferencias translo-
cales, es decir, relaciones entre localidades por encima de las
50
fronteras de los Estados-nación. Los ejemplos son numerosos y
las comunidades de los pueblos se presentan en diversas formas,
entre ellas, las asociaciones de oriundos en México, las asocia-
ciones de retorno en Jamaica o las fundaciones caritativas en
Egipto. Esas colectividades proporcionan recursos significati-
vos para el desarrollo de la comunidad a nivel local, es decir,
participan en el financiamiento de materiales para la construc-
ción del templo del pueblo de origen, recaban dinero para mejo-
rar los sistemas de agua potable y alcantarillado o para optimi-
zar la prestación de servicios de salud o educativos, además de
ayudar a organizar los esfuerzos de apoyo tras los desastres na-
turales, así como canalizar las remesas, en especial en el conti-
nente americano» (Faist, 2005: 15).
Muchos de los estudios más recientes destacan cómo cada
vez es más frecuente encontrar proyectos sociales apoyados o
llevados a cabo por asociaciones de migrantes.9 Con más de dos
mil clubes y asociaciones de inmigrantes mexicanos en Estados
Unidos este grupo ha sido uno de los más estudiados (véase Es-
cala, Moctezuma, Orozco, Delgado y Rodríguez). Además, la ex-
periencia mexicana (una de las más antiguas y documentadas)
resulta especialmente interesante al combinar la iniciativa de las
asociaciones de inmigrantes con el apoyo de los poderes públi-
cos, tal como destacan las Naciones Unidas al plantear que «otra
forma de aprovechar las remesas es mediante alianzas estableci-
das entre asociaciones en el extranjero de migrantes originarios
de una misma localidad y los gobiernos con el propósito de apo-
yar proyectos de desarrollo de la comunidad. Es así como estas
asociaciones pueden convertirse en actores principales del desa-
rrollo conjunto. Por ejemplo, en el marco del programa tres por
uno de México, las asociaciones de migrantes originarios de una
misma localidad se unena los habitantes que han permanecido
en ella para proponer proyectos de desarrollo de la comunidad.
Por cada dólar que aporta la asociación, cada uno de los tres
órdenes de gobierno, es decir, el federal, el estatal y el municipal,
aporta otro dólar» (Naciones Unidas, 2006: 71).
Los diferentes estudiosos mexicanos han mostrado cómo el
rico espectro asociativo ha dado lugar —de acuerdo con Escala
(2005)— a diferentes modalidades organizativas entre las comu-
nidades migrantes, así las redes informales y ligas deportivas,
los clubes de oriundos, las federaciones de clubes, las casas re-
51
gionales o las asociaciones de migrantes indígenas. A este res-
pecto Moctezuma (2005) ha estudiado la creciente complejidad
de dichas organizaciones y Orozco describe cómo en México «las
asociaciones locales de inmigrantes se implican en una amplia
gama de proyectos para mejorar las condiciones de vida en sus
localidades natales, incluyendo (por orden de preferencia) las
áreas de salud y educación (centros médicos que por ejemplo
construyen o reparan, así como instalaciones escolares o dona-
ción de equipos), la infraestructura pública (la pavimentación
de caminos y la electrificación), el apoyo a la iglesia o el cemen-
terio, y el embellecimiento de la localidad (como la construcción
de parques). Las asociaciones atraen amplios apoyos al plantear
acciones concretas y ayudar a las poblaciones más vulnerables,
los ancianos y niños. De este modo, tienen un efecto filantrópico
y para el desarrollo» (Orozco, 2005: 280).
Pese a ello, el mismo Orozco reconoce que las contribuciones
de las asociaciones de inmigrantes «son relativamente pequeñas
comparadas con las necesidades de desarrollo o las transforma-
ciones estructurales requeridas para mejorar la sociedad, pero
algunas de sus actividades filantrópicas tienen un efecto distinto
en el desarrollo, pues poseen las siguientes cualidades: dan el
protagonismo a los individuos y la comunidad, reflejan las ver-
daderas necesidades socioeconómicas de la comunidad, son sos-
tenibles y pueden ser reproducidas la facilidad sin depender de
las circunstancias locales y únicas de una comunidad» (Orozco,
2005: 282).
De acuerdo con Orozco las asociaciones de oriundos son una
importante fuente de capital social y desarrollo económico a es-
cala local (labor de movilizadores que ejercen sus miembros). Al
mismo tiempo ejercen un papel político y de dinamizadores y
activadores de transformaciones sociales (Orozco, 2003: 3-6).
La configuración, tal como Delgado y Rodríguez lo califican,
de un migrante colectivo, tiene una dimensión política que va
más allá de las fronteras nacionales. Como dicen ambos investi-
gadores, aun reconociendo ellos mismos que se trata de un pro-
ceso todavía incipiente, «por esta vía, la comunidad migrante
avanza hacia esquemas organizativos superiores, caracterizados,
entre otras cosas, por: a) disponer de una organización formal
relativamente permanente; b) fortalecer, a partir de ella, los la-
zos de identidad cultural, pertenencia y solidaridad con sus lu-
52
gares de origen; c) abrir perspectivas de interlocución ante dife-
rentes instancias públicas y privadas, tanto de México como de
Estados Unidos, y d) contar con un no despreciable potencial
financiero —a través de fondos colectivos, que superan las limi-
taciones y rigideces propias de las remesas individuales o fami-
liares— para destinarlo a obras sociales y, eventualmente, pro-
yectos de desarrollo local y regional» (Delgado y Rodríguez, 2001).
Es más, como Alejandro Portes destaca, el papel de este nue-
vo tipo de organizaciones transnacionales plantea nuevos retos,
en tanto que la «existencia de estas actividades genera un sende-
ro alternativo para la adaptación socioeconómica y política en la
sociedad receptora que no se previó en los modelos tradiciona-
les de asimilación. Como muestra la evidencia empírica, no se
trata de que la asimilación y el transnacionalismo se contrapon-
gan, dado que con frecuencia son los inmigrantes mejor estable-
cidos y con mayor seguridad económica quienes participan en
estas actividades. En cambio, la iniciativa empresarial transna-
cional y el activismo político pueden ofrecer formas novedosas
de integración simultánea en la sociedad receptora y una reno-
vada participación en el país y la comunidad de origen» (Portes,
2005: 15). Sin embargo, a partir de su estudio de las organiza-
ciones de migrantes colombianos, dominicanos y mexicanos en
los Estados Unidos, Portes llega a la conclusión de que no puede
generalizarse y que «estas actividades adoptan diferentes formas
de una nacionalidad inmigrante a otra. Los contextos de salida y
recepción determinan el origen, ímpetu y carácter de las orga-
nizaciones transnacionales» (Portes, 2006: 39).
Algunas posibles conclusiones
Empezando por el final del texto podríamos concluir, en pri-
mer lugar, que el codesarrollo tiene en los inmigrantes su princi-
pal fortaleza, pero también una de sus mayores debilidades. Como
destaca Alejandro Portes, no sólo hay inmigrantes de determina-
das nacionalidades que aparecen como más predispuestos a un
modo de vida transnacional o a implicarse en actividades de co-
desarrollo, de acuerdo con sus proyectos, trayectorias y expe-
riencias (tanto previas como propias a la inmigración), sino que,
además, no todos los migrantes o grupos de migrantes de una
53
misma nacionalidad o procedencia reúnen la condición de po-
tenciales agentes de desarrollo. Puede que muchos migrantes,
en razón de las dificultades que encuentran o de sus aspiracio-
nes personales, no vean en la migración más que la posibilidad
de dar satisfacción a un proyecto individual, por encima de con-
sideraciones de tipo social o colectivo. El contacto con los valo-
res de sociedades capitalistas más desarrolladas materialmente
puede precisamente contagiarles de este impulso y no al contra-
rio (un incremento del individualismo y del espíritu del pequeño
emprendedor capitalista también puede hacer de los inmigran-
tes personas más insolidarias con los mismos compañeros de
viaje o con los que quedaron en origen en peor situación), con lo
que la posible transferencia de remesas sociales positivas para el
desarrollo humano también puede tornarse en contra de lo es-
perado. En este sentido, poner de entrada exageradas esperan-
zas en el codesarrollo y en los propios inmigrantes puede resul-
tar contraproducente.
Los límites del codesarrollo son —como hemos visto— nu-
merosos, pero el debate sobre los mismos abre algunas nuevas
perspectivas. De hecho, y sin ser totalmente una novedad, la pro-
pia noción de codesarrollo ha ayudado a poner sobre la mesa
una cuestión que había perdido parte de su fuerza: la importan-
cia del vínculo entre la migración y el desarrollo, aunque éste no
sea siempre necesariamente positivo. Cómo hacer que la migra-
ción resulte positiva para el desarrollo sin que éste acabe depen-
diendo de la primera constituye uno de los principales desafíos
en la actualidad. A su vez, la noción de codesarrollo permite des-
tacar la densa interconexión entre países emisores y receptores
de la migración con necesidades y expectativas compartidas, algo
que el nexo creado por la cooperación para el desarrollo —mu-
cho más unidireccional— no ha logrado hacer visible.
La idea de codesarrollo (como un desarrollo compartido a
través de la migración) da también mayor valor a la migración
como factor de transformación social. El potencial de cambio
que acompaña a la migración genera nuevas dinámicas y acele-
ra procesos en curso, tanto en uno como en otro lado. Las socie-
dades receptoras se ven condicionadas a cambiar por la presen-
cia de nuevas poblaciones que tratan de acomodarse y recons-
truir sus vidas en el nuevo medio, mientras que las sociedades de
partida de los migrantes han de reajustar sus estructuras para
54
cubrir las ausencias y absorber las influencias. Todo ello obliga a
reconsiderar conjuntamente el valor de la migración en un esce-
nario en que el codesarrollo aparece prácticamentecomo un re-
sultado inevitable de la misma.
Sin embargo, la oportunidad que en estos momentos repre-
senta el codesarrollo sólo adquirirá el carácter de fortaleza si las
prácticas correspondientes resultan acertadas y reciben un apo-
yo decidido. En cambio, la indecisión con la que los medios ofi-
ciales afrontan en general el codesarrollo —y su desconfianza
hacia aquellas acciones que no se planteen como una alternativa
a la migración— supone un obstáculo para la materialización de
una idea que muchos ven como una quimera. De modo que uno
de los principales retos es cómo avanzar en el paso de prácticas
informales limitadas a prácticas formales de mayor alcance, pero
encauzadas por canales que permitan una conexión más poten-
te entre la migración y el desarrollo y que alejen los posibles
efectos perversos de esa relación. Aquí las políticas migratorias
(tanto de los Estados de recepción como de origen) tienen tam-
bién mucho que decir, y deberían conectarse y armonizarse con
las políticas de cooperación internacional y de desarrollo nacio-
nal. El codesarrollo plantea así toda su dificultad en el nivel de
las políticas, pero también su complejidad en el nivel de los pro-
yectos o de las acciones, que exigen una concreción de sus prin-
cipios y objetivos en realizaciones realmente novedosas que pue-
dan recibir el calificativo de codesarrollo sin generar dudas ra-
zonables.
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56
1. Los títulos que tocan plenamente la temática del codesarrollo se redu-
cen a los trabajos de Carlos Giménez El codesarrollo en España. Protagonis-
tas, discursos y experiencias (Madrid, La Catarata, 2006), Carlos Gómez Gil y
José Ramón González El camino hacia el codesarrollo. Un acercamiento al
debate desde la perspectiva de la cooperación al desarrollo (Córdoba, Ayunta-
miento de Córdoba, 2006), Graciela Malgesini y otros Guía básica del codesa-
rrollo: Qué es y cómo participar en él (Madrid, CIDEAL, 2007) o el libro colec-
tivo Codesarrollo: migraciones y desarrollo mundial (Madrid, CIDEAL, 2005).
Entre los también escasos libros que abordan cuestiones conexas como la
relación entre migración y desarrollo habría que citar publicaciones como
las de José Antonio Alonso (Coord.) Emigración, pobreza y desarrollo (Ma-
drid, La Catarata, 2004), Ángeles Escrivá y Natalia Ribas (coords.) Migración
y Desarrollo. Estudios sobre remesas y otras prácticas transnacionales en Es-
paña (Córdoba, CSIC, 2004), Nieves Zúñiga (coord.) La migración, un cami-
no entre el desarrollo y la cooperación (Madrid, CIP-Fuhem, 2005) o Joan
Lacomba Migraciones y desarrollo en Marruecos (Madrid, La Catarata, 2004).
2. A este respecto Joaquín Arango indicaba, en las Jornadas sobre Codesa-
rrollo e Inmigración de la Oficina de Planificación Estratégica de la AECI de
septiembre de 2003, que el codesarrollo es un mal nombre para una idea bien-
intencionada, pues aparenta ser un término de corrección política, pero de
una enorme ambigüedad.
3. Graciela Malgesini habla del codesarrollo espontáneo como la posibili-
dad de que el contacto entre personas de distintas procedencias dé lugar a un
intercambio o difusión cultural, o como el conjunto de efectos positivos de la
inmigración para el desarrollo tanto de la sociedad de origen de los inmigrantes
como de la sociedad de recepción. En concreto, el codesarrollo espontáneo po-
dría hacerse visible en el ámbito económico, social, político o cultural y reli-
gioso, tanto de la sociedad receptora como de origen (Malgesini, 2007: 31-42).
4. La pregunta a hacerse aquí es si el codesarrollo requiere realmente de
una metodología específica o sería suficiente con adaptar el aparato metodo-
lógico propio de la cooperación al desarrollo a un escenario de participación
de los inmigrantes y las poblaciones de sus comunidades de origen.
5. En el mismo Documento de Consenso sobre Codesarrollo se afirma que
«este grupo de trabajo, por razones obvias del contexto en el que se ubica,
aborda el codesarrollo contemplándolo como una modalidad de cooperación
para el desarrollo» (Grupo de Trabajo sobre Codesarrollo, 2005: 5).
6. Ironizando sobre esta posibilidad podríamos hablar de la tentación de
caer en aquello de «ponga un inmigrante en la foto de su proyecto».
7. Ver Charles Condamines (1998) «La ilusión de un codesarrollo sin
medios», en Le Monde Diplomatique (Edición Española), n.º 30, pp. 9-10.
8. Lo que en Francia se han denominado como OSIM, o las organizacio-
nes de solidaridad internacional surgidas de la inmigración.
9. El caso de México no es único en el mundo. Véase también el caso de
organizaciones como Migrations et Développement en Marruecos. La lógica
de sus proyectos y el alcance de sus realizaciones pueden ser consultados en
el informe «Cles de notre dynamique. Défis a relever». http://www.migdev.org/
Documents/040405%20Cles%20d%27une%20dynamique.pdf

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