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7/6/2018 El impacto del género en las migraciones de la globalización: mujeres, trabajos y relaciones interculturales
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Scripta Nova 
 REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES 
 Universidad de Barcelona. ISSN: 1138­9788. Depósito Legal: B. 21.741­98 
 Vol. XII, núm. 270 (133), 1 de agosto de 2008
 [Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]
EL IMPACTO DEL GÉNERO EN LAS MIGRACIONES DE LA GLOBALIZACIÓN: MUJERES,
TRABAJOS Y RELACIONES INTERCULTURALES
Emma Martín Díaz
 Universidad de Sevilla
 emma@us.es
El impacto del género en las migraciones de la globalización: mujeres, trabajos y relaciones
interculturales (Resumen)
Las migraciones de la globalización deben afrontar una  paradoja: mientras que el capital financiero no
encuentra obstáculos, ni tecnológicos ni legales, para su expansión, las legislaciones de los países
desarrollados intentan controlar los desplazamientos de las personas. Esta realidad condiciona la circulación
de las mujeres migrantes, quienes ven como sus intentos son presentados desde una perspectiva que niega
toda capacidad de agencia social a sus estrategias migratorias. Pese a todo, la realidad actual presenta una
serie de claroscuros donde las situaciones de explotación conviven con la capacidad de las inmigrantes para
invertir su posición en el proceso de toma de decisiones en el seno del grupo doméstico y en los ámbitos del
parentesco y las relaciones de género. Al mismo tiempo se consolida la hegemonía de los países receptores en
una situación de "nuevo colonialismo" basado en la transnacionalización de la fuerza de trabajo y de las
tareas reproductivas.
Palabras Clave: Globalización, migraciones, género, redes sociales, transnacionalismo. 
Gender impact in the globalisation migrations: women work and intercultural migrations (Abstract)
The migrations that take place in the context of globalization have to cope with a paradoxical issue: on one
hand, the financial capital does not find any obstacles in its expansion, on the other, migratory flows are
restricted as never before. These facts determine the circulation of immigrant women by denying the capacity
of social agency of their migratory strategies. Despite of it, the current situation presents a chiaroscuro
panorama where the situations of exploitation are mixed with the empowerment of immigrants women,
inverting their position into the making-decisions process inside the domestic group, the kinship, and the
gender relationships. At the same time, the hegemony of receiving countries is consolidated, provoking a
"new colonialism" that is based on the trasnationalisation of labour and the reproductive tasks. 
Keywords: Globalization, migrations, gender, social networks, transnationalism. 
El presente artículo está basado en los resultados de la investigación "El papel de las mujeres inmigrantes en
el desarrollo de sus localidades de origen" financiado por el Instituto de
la Mujer y con el apoyo complementario de la Fundación CENTRA y la Dirección General de Coordinación
de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía.
a) Hipótesis y objetivos
La cuestión de base que determinó la selección del objeto de estudio arranca de la constatación obtenida a lo
largo de nuestras investigaciones anteriores acerca de las diferentes motivaciones y resultados de los procesos
migratorios para las mujeres y para los hombres. Las políticas migratorias  juegan un papel central en estas
diferencias,  pero  no  son  los  únicos  factores,  junto  a  ellos,  la  economía  política  de  los  hogares  determina
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mailto:emma@us.es
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distintas  estrategias  que,  a  su  vez,  son  reformuladas  como  consecuencia  de  las  políticas  de  los  Estados
emisores y receptores, por la iniciativa individual y por la fuerza de las comunidades sociales de pertenencia.
La  experiencia migratoria,  como  “hecho  social  total”  involucra  diferentes  niveles  y  planos  de  la  realidad
social, y está sujeta a  las modificaciones en los modelos económicos y culturales  tanto en el ámbito de  las
prácticas como en el de las representaciones sociales sobre la migración. Sin embargo, estas prácticas y estas
representaciones tienen diferentes repercusiones para el sujeto según su género, su etnia y su clase social de
procedencia y de inserción.
Sobre esta hipótesis nos propusimos los siguientes objetivos:
Validar, refutar o matizar la hipótesis de que los procesos migratorios constituyen una oportunidad para
el empoderamiento de las mujeres, propiciando cambios significativos en el papel de las mujeres en los
procesos de toma de decisiones en el seno de los grupos domésticos de referencia, y,
consiguientemente, en la sociedad local de origen.
Analizar las estrategias implementadas por las mujeres inmigrantes para alcanzar los objetivos de su
proyecto migratorio en tres niveles: en el seno del propio grupo doméstico, en la sociedad de destino y
en la sociedad de origen, a través del estudio de su participación en la toma de decisiones en la unidad
familiar, su posición en la red social, su inserción laboral y residencial en la sociedad de destino, el uso
y conocimiento de los recursos existentes en esta última para las mujeres inmigrantes y las formas
específicas que adquiere su vinculación con la sociedad de origen.
Para ello,  seleccionamos a  los dos colectivos más  representativos de  la actual  inmigración en España y en
Andalucía: los marroquíes y los ecuatorianos, con el objeto de establecer una comparación entre ambos que
nos permitiera responder a las cuestiones planteadas con mayor grado de eficacia y validez.
b) Metodología:
La  metodología  a  emplear  se  ajustó  a  la  hipótesis  inicial  de  que  los  procesos  migratorios  tienen  diferentes
repercusiones para los hombres y para las mujeres. Pretendíamos obtener un conocimiento de los mecanismos y
formas que adquieren las trayectorias migratorias de las mujeres en el interior de los colectivos a estudiar y su
vinculación  con  las  localidades de origen. Para  ello,  se  realizó un  seguimiento de  los  grupos domésticos,  las
redes  sociales  y  las  modalidades  asociativas  en  origen  y  en  destino,  y  su  articulación  con  las  estrategias
migratorias,  los  procesos  de  inserción  social  en  la  sociedad  de  destino,  la  inversión  de  los  ahorros,  la
participación social de las inmigrantes en los lugares de origen, y su rol en el proceso de retorno. Se utilizaron los
métodos y técnicas de la antropología social, siendo el trabajo de campo y la observación participante su base
fundamental.  En  este  sentido,  nos  beneficiamos  del  conocimiento  previo  de  estas  redes  y  del  movimiento
asociativo  de  estos  colectivos,  de  sus  mecanismos  de  inserción  laboral  y  social,  y  del  conocimiento  de  las
políticas migratorias y de integración implementadas desde la administración, así como de la participación de las
inmigrantes en  las Ongs,  sindicatos y otras organizaciones civiles  tanto en  la sociedad de destino como  la de
origen.
La  observación  participante  tuvo  un  carácter  transnacional,  realizando  un  seguimiento  de  los  procesos
migratorios teniendo en cuenta  la doble participación en las sociedades de origen y destino. Esta observación
nos  permitió tanto la descripción como la explicación de las estrategias y modelos de participación social, y las
readaptaciones de éstos en relación con los cambios experimentados en el proceso migratorio. Se analizó tanto el
ámbito de las prácticas como el de los discursos, en la medida en que éstos representan, organizan, justifican y
legitiman  los  procesos  de  toma  de  decisiones  y  las  transformaciones  socialesque  tienen  lugar  como
consecuencia de estos procesos.
En  todos  estos  campos  se  priorizó  la  variable  de  género  y  se  realizó  un  análisis  de  red  en  la  línea  de  las
investigaciones  antropológicas  sobre  el  tema,  que  cuentan  con  una  sólida  y  rica  trayectoria  iniciada  por  los
estudios de Bott  (1956), y que,  adaptada al  estudio de  los procesos migratorios, ha probado su eficacia en  la
descripción  y  explicación  del  funcionamiento  de  las  estrategias  y  la  circulación  de  los  recursos  entre  los
miembros del colectivo. En el campo del asociacionismo, formal e informal, tanto en origen como en destino, se
prestó una especial atención a aquellas mujeres clave en los nodos de la red  y a los mecanismos mediante los
que construyen y afianzan su influencia en el colectivo mediante el uso de los canales de información y gestión
de los recursos.
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Las unidades de observación seleccionadas fueron la ciudad de Sevilla, en España, Las poblaciones de Sangolquí
(Pichincha)    y Guasmo Sur  (Guayaquil),  en Ecuador  y  las  ciudades  de Tetuán, Larache  y  la Yebala  rural  en
Marruecos. En el caso de Ecuador se hizo un seguimiento de las familias de las migrantes seleccionadas, en el
caso de Marruecos se realizó un acompañamiento de las mujeres seleccionadas en su retorno vacacional.
c) Técnicas de investigación
Análisis y explotación de los datos estadísticos disponibles sobre la emigración en las sociedades de
origen.
Análisis y explotación de los datos estadísticos sobre la inmigración en España, prestando una atención
especial a las variables de género y de inserción sociolaboral
Análisis y explotación de los datos estadísticos sobre la inmigración en Sevilla
Análisis de los datos sobre remesas de los migrantes ecuatorianos y marroquíes
Revisión bibliográfica de la literatura sobre migraciones, centrada en los estudios referentes al género,
las remesas y el codesarrollo
Realización de catas etnográficas en la ciudad de Sevilla con el objetivo de conocer las redes sociales
existentes: diversidad de modelos y grado de articulación con el endogrupo y con la sociedad local.
Estas catas se basaron en un trabajo de campo intensivo de tres meses de duración en las que se
entrevistaron a los miembros de las asociaciones de inmigrantes, al personal de las ONGs de apoyo a la
inmigración, y a los responsables de las políticas migratorias en los niveles autonómico y local. Se
realizó un seguimiento de las actividades desarrolladas por los colectivos inmigrantes, tanto formales
como informales, y se comenzó la observación-participación basada en la presentación del proyecto y
sus objetivos a los miembros de los colectivos seleccionados.
Una vez adquirido un conocimiento básico sobre el funcionamiento de las redes sociales y sus relaciones con
las  diversas  asociaciones  e  instituciones  públicas  y  privadas  se  procedió  al  diseño  de  las  entrevistas.  Para
probar su eficacia se seleccionaron una serie de informantes clave, nodos centrales de sus respectivas redes
sociales, y  se  les  realizaron 10 entrevistas en profundidad que nos permitieron efectuar  las modificaciones
pertinentes al cuestionario.
Antigüedad del proceso migratorio
Tamaño y composición de los grupos domésticos reagrupados
Tipo de inserción sociolaboral: servicio doméstico, trabajo en ONGs , sindicatos y administraciones
como mediadoras interculturales y otras funciones ligadas a la prestación de servicios para inmigrantes,
prostitución
A partir de estas informantes clave se utilizó la técnica sociológica de la "bola de nieve" para acceder a otras
personas de  la  red de  la  informante. A  las contactadas por esta vía  se  les pedía que nos proporcionaran el
contacto con otras dos inmigrantes: una de su propia red y otra perteneciente a una red social distinta. Estaba
prevista la realización de entre 100 y 120 entrevistas, sin embargo, el punto de saturación se alcanzó en torno
a las 40 mujeres entrevistadas. A partir de ese número volvimos a encontrarnos con las mismas redes que ya
habíamos detectado y analizado.
La  diversidad  de  los  modelos  de  redes  de  los  colectivos  marroquíes  y  ecuatorianos  obligó  a  elaborar
diferentes estrategias de investigación de los grupos domésticos de las mujeres inmigrantes radicados en la
localidad de origen. En este campo se seleccionaron mujeres pertenecientes a las distintas redes detectadas.
El criterio de selección fue que el grupo doméstico en origen fuera dependiente o no de las remesas de estas
mujeres. Para el caso de las mujeres marroquíes se optó por el seguimiento del retorno vacacional mediante el
acompañamiento  y  la  observación­participación  de  la  cotidianidad  de  estas  mujeres,  en  el  caso  de  las
ecuatorianas se optó por convivir unos días con sus familias. En ambos casos la observación­participación se
complementó  con  la  realización  de  entrevistas,  con  un  cuestionario  diseñado  al  efecto  que,  en  el  caso  de
Marruecos,  requirió  del  apoyo  de  una  licenciada  de  la  Universidad  Abdelmalek  Essaadi  para  la
traducción/transcripción.
Transnacionalismo  y  género:  el  papel  de  las  mujeres  en  los  flujos  migratorios  de  la
globalización
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El estudio de los procesos migratorios experimenta una importante transformación en una doble dirección: en
relación con la expansión sin precedentes de los intercambios y flujos de la producción y las mercancías, de
las  finanzas  y  la  comunicación,  y  de  las  personas  y  las  ideas  que  caracteriza  el  momento  actual  del
capitalismo global, y, unido a estos fenómenos, la aparición de nuevos planteamientos teóricos en el conjunto
de las ciencias sociales que intentan dar explicaciones de diverso alcance a estas realidades, que si bien no
son nuevas en su conjunto, si adquieren nuevas formas que obligan a los investigadores a repensar el mundo
en el que vivimos. (Appadurai, 1996, Castells, 1997) Esto implica revisar conceptos claves como sociedad y
cultura, en la medida en que han cambiado los soportes básicos para su análisis: básicamente el territorio y la
forma  político­administrativa  que  caracterizó  la  entrada  de  las  sociedades  en  la  “primera  modernidad”  a
escala  global,  el  Estado­nación.  (Featherstone,  1990)  Contrariamente  a  lo  que  preconizaban  las  teorías
herederas  de  la  Ilustración  y  del  Evolucionismo  Científico,  en  cualquiera  de  sus  variantes  liberales  o
comunitaristas, la interconexión creciente entre las distintas sociedades del planeta no ha ido acompañada ni
de mayores  cotas  de  riqueza y bienestar  para  todos  los  individuos,  ni  de una   mayor  solidaridad  entre  los
productores  de  las  distintas  naciones.  Pese  a  esta  realidad,  la  creación  de  riqueza  ha  experimentado  un
ascenso  vertiginoso  a  medida  que  ha  ido  desvinculándose  de  su  dependencia  de  la  producción  y
aprovechando  las ventajas de  la  contracción del  espacio y del  tiempo que permiten  las nuevas  tecnologías
para  la  ampliación  del  capital  financiero.  Al  mismo  tiempo,  estos  procesos  han  facilitado  la
transterritorialización  y  la  re­territorialización  de  la  producción  aprovechando  las  oportunidades  que
presentan para el dumping laboral la diferencia salarial y de las condiciones de trabajo y de protección social
entre las distintas zonas del planeta, generando importantes conflictos de intereses entre los trabajadores de
los distintos países. Pero también es cierto que la expansión de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación  permiten  que  los  trabajadores  se  beneficien  de  esa  contracción  de  las  categoríasespacio­
tiempo, dando lugar a  la aparición de desplazamientos masivos a escala planetaria que intentan aprovechar
esta nueva realidad en su propio beneficio. Del mismo modo, hoy es posible implementar acciones globales
de respuesta a las violaciones de los Derechos Humanos, a las catástrofes naturales, y a la violencia política 
en  cualquier  lugar  del  planeta  prácticamente  en  tiempo  real,  favoreciendo  el  fortalecimiento  de  las  redes
internacionales de solidaridad. (Friedman, 1990)  En resumen, podemos señalar que si bien es cierto que las
desigualdades  en  términos  de  renta  experimentan  un  ascenso  como  consecuencia  de  los  nuevos  modelos
económicos,  también  las  respuestas,  adaptativas  o  impugnadoras,  a  esta  situación  se  han multiplicado.  El
resultado es el incremento constante del flujo de personas que se trasladan  buscando un lugar que ofrezca las
oportunidades que se les niegan en sus lugares de origen para poder desarrollar sus proyectos, pero también
un  aumento  significativo  del  número  de  profesionales  y  técnicos  que  desarrollan  sus  actividades  en  la
dirección  inversa:  de  las  zonas  ricas  del  planeta  a  las  menos  favorecidas,  ejerciendo  la  solidaridad,  o
buscando  un  lugar  donde  invertir.  (Inda  y Rosaldo,  (2002) En  su  conjunto,  todos  estos  procesos  ponen  el
énfasis en dos tendencias claves que caracterizan el modelo de globalización actual: el incremento de todos
los  flujos,  (Appadurai,  1990)  y,  consecuentemente,  la  creciente  interconexión  entre  las  personas  y  las
sociedades. (Martín, 2003)
Las migraciones masivas han seguido unas pautas diferenciadas en relación a la pertenencia del sujeto a los
sistemas de sexo/género, los cuales, a su vez, están en relación con las distintas culturas étnicas y nacionales
presentes en los distintos Estados­nación. (Balibar y Wallerstein, 1991) Como hemos venido afirmando a lo
largo  de  nuestras  publicaciones,  (Martín,  2006a,  Martín  y  Sabuco,  2005)  hombres  y  mujeres  desarrollan
diferentes  estrategias  tanto para  la  emigración  como para  la  inserción  social  en  los  países  de  inmigración.
Esta diferencia es claramente perceptible tanto en las políticas de inmigración como en las representaciones
sociales que se originan sobre los procesos migratorios. Como señala Sassen, (2003: 46) “las dinámicas de
género han sido invisibilizadas en términos de su articulación concreta con la economía global. Este conjunto
de  dinámicas  puede  encontrarse  en  los  circuitos  alternativos  transfronterizos…,  en  los  cuales  el  rol  de  las
mujeres,  y  especialmente  la  condición  de  mujer  migrante,  es  crucial.”  Y  es  que  las  migraciones
transnacionales  aparecen  como  un  lugar  privilegiado  para  estudiar  la  transformación  de  los  patrones  de
género. En este sentido, el estudio de la formación de las unidades domésticas  transnacionales arroja datos
esclarecedores sobre el empoderamiento de las mujeres, permitiendo la validación de determinadas hipótesis
formuladas por el feminismo de la globalización al respecto. Permiten observar la creación de nuevas formas
de  solidaridad  transfronterizas,  pero  también  de  nuevas  formas  de  explotación,  y  las  experiencias  de
pertenencia y de elaboración de identidad que representan las nuevas subjetividades femeninas. Volviendo a
Sassen  (2003:  50)  “mujeres  e  inmigrantes  emergen  como  el  equivalente  sistemático  del  proletariado,  un
proletariado que  se desarrolla  fuera de  los países de origen. Además, y por otra parte,  las demandas de  la
fuerza de trabajo del máximo nivel profesional y gerencial, en las ciudades globales, son tales, que los modos
corrientes de manejar las tareas y los estilos de vida domésticos se vuelven inadecuados. Como consecuencia
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estamos  observando  el  retorno  de  las  llamadas  “clases  de  servidumbre”  compuestas  en  su  mayoría  por
inmigrantes y mujeres inmigrantes”. Una contribución empírica a este enfoque puede encontrarse en  Martín
y Sabuco (2006). Para una visión que combina las aportaciones teóricas con los datos empíricos el trabajo de
Martínez Veiga (2004) constituye un referente imprescindible.
Es  ya  un  lugar  común  que  la  globalización  económica  ha  supuesto  una  feminización  de  la  pobreza    y,
consiguientemente,  un  incremento  de  las migraciones  femeninas.  (UNFPA,  2002,  2004)  Sin  embargo,  son
menos  conocidos  los  efectos  de  esta  situación  sobre  las  sociedades  en  general  y  sobre  las  mujeres  en
particular.  (Floro,  2001)  Debemos  recordar  que  el  género,  como  construcción  social  que  organiza  las
relaciones entre los hombres y las mujeres, configura patrones diferentes que es necesario tener presente en
las  investigaciones  sobre  las  migraciones.  (Balbuena,  2004)  Metodológicamente,  el  género  no  sería  una
variable más a tener en cuenta, sino la unidad de análisis central para comprender en toda su dimensión las
repercusiones de  las migraciones en el mundo actual y  la génesis y el  funcionamiento de  las comunidades
transnacionales.
Las  migraciones  femeninas  no  son  un  fenómeno  nuevo,  lo  que  ha  tenido  lugar  es  un  incremento  de  las
mismas y, sobre todo, un mayor interés por su estudio. En la actualidad, en Europa y en América del Norte,
las mujeres representan más del 50% del total de la inmigración a estos países. Pero esta no es ni la única ni
la  principal  novedad.  El  hecho  más  significativo  es  el  incremento  del  número  de  mujeres  que  emigran
siguiendo un proyecto autónomo que las convierte en las principales proveedoras y cabezas de hogar. (Oso,
1998,  Gregorio,  1998)  Conviene  detenerse  en  esta  cuestión  para  comprender  la  magnitud  de  la
transformación.
El  papel  de  los  Estados­nación  en  la  conformación  de  los  sistemas  de  sexo­género  ha  sido  crucial  en  la
definición  de  las  identidades  y  los  roles  que  hombres  y mujeres  deben desempeñar  como miembros  de  la
comunidad nacional. Como plasmación política del proyecto hegemónico de una clase social,  la burguesía,
que consagraba la subordinación económica, social y política de las mujeres a los varones, esta dependencia
femenina  estaba  legitimada  sobre  el  conjunto  de  unas  representaciones  sociales  que  atribuían  la  toma  de
decisiones en el seno de los grupos domésticos al cabeza de familia, otorgando a las mujeres en exclusiva el
rol de cuidadoras. En las obras citadas mas arriba hemos denunciado la falta de correspondencia entre este
modelo ideal y la práctica social, aunque también hemos reconocido que la fuerza de estas representaciones
sociales ha  sido determinante  en  la  conformación y  reproducción de  las  identidades de  sexo/género. En el
ámbito de las migraciones, estas representaciones se traducen en varios hechos concretos: en primer lugar, en
la sobrerrepresentación de los varones en los procesos migratorios, con la consiguiente equiparación entre las
estrategias masculinas de migración y la creación de tipologías de modelos migratorios de alcance universal.
No  es  ajena  a  esta  confusión  la  diferenciación  existente  entre  los  sectores  económicos de  inserción de  los
hombres y las mujeres migrantes, que facilitan la invisibilidad de estas últimas.  El segundo hecho a destacar
es la distinta consideración que reciben los proyectos migratorios de hombres y mujeres sobre la base de la
construcción del género en los Estados­nación. Así, los varones, cuando emigran, van a buscar el pan que sus
familias necesitan, o,  si  son solteros, a desarrollar  sus proyectos vitales buscando oportunidades que se  les
niegan  en  los  países  de  origen.  Sin  embargo,  esta  capacidad  de  agencia  social  es  negada  a  las  mujeres.
Mientras  que  la  libertad  decirculación  es  un  derecho universalmente  reconocido  para  los  varones  (lo  que
implica  libertad  de  emigrar,  es  decir,  de  salir  de  un  Estado,  pero  no  de  inmigrar,  de  establecerse  en  otro
distinto) la emigración de las mujeres es colocada bajo la sospecha en un doble sentido: por una parte, se les
niega esa misma libertad de circulación, por otra, se les niega también esa capacidad para la agencia social.
Si el varón se desplaza buscando trabajo, está haciendo lo correcto para garantizar el sustento familiar. Por el
contrario, si es la mujer la que busca trabajo fuera de su entorno familiar está abandonando a la familia, y, por
tanto, haciendo dejación de su deber fundamental: el de cuidadora. (Herrera y Martínez, 2002, Herrera, 2003)
No  es  casualidad  que  allí  donde  la  emigración  femenina  es muy  significativa,  los  poderes  públicos  y  los
agentes sociales enfaticen las repercusiones sobre las estructuras domésticas, siempre en sentido negativo. La
ausencia  de  la mujer  supone,  desde  esta  perspectiva,  un  factor  desestabilizador  que  no  está  presente  en  el
proyecto migratorio masculino. Por otra parte, tampoco es casual que conforme las migraciones se feminizan
aumente  la preocupación por el  tráfico de personas.  (Casal y Mestre, 2002) Es  indudable que  las políticas
restrictivas y de control de las fronteras de los estados receptores han provocado un incremento espectacular
de  las  redes delictivas de  tráfico de personas (que  también es consecuencia del  incremento de  la economía
delictiva  en  el  conjunto  de  la  actividad  económica  global,  que  en  1997 Castells  cifraba  en  torno  al  20%,
aunque  este  dato  pocas  veces  es  tenido  en  cuenta),  pero  debemos  ser  muy  cuidadosos  con  el  sesgo  que
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supone  enfatizar  la  dimensión  trafiquista  de  las migraciones  actuales,  ya que,  como hemos denunciado  en
otro lugar, (Martín, Sabuco y Bredy, 2006)  demasiado a menudo el peso de este enfoque vela la capacidad de
las mujeres en el diseño y ejecución de su proyecto migratorio.
El trabajo doméstico: nicho laboral y lastre para la integración social
En  la  ciudad  de  Sevilla,  como  en  otras  ciudades  del  Estado  español,  se  están  produciendo  una  serie  de
transformaciones  en  el  seno  de  las  unidades  familiares  que  suponen  un  incremento muy  significativo  del
trabajo  doméstico  asalariado.  Aunque  no  son  los  únicos,  destacaremos  tres  factores  significativos:  1)  la
incorporación  de  las  mujeres  a  los  mercados  de  trabajo,  2)  la  recomposición  de  los  hogares  mediante  el
incremento del número de hogares monoparentales y de las “familias reconstituidas”, y 3) el aumento de la
esperanza, y no siempre de la calidad, de vida, y consiguientemente, del número de  ancianos dependientes.
Estos factores, aunque inciden en el incremento de la demanda en el servicio doméstico, no contribuyen a una
mejora de las condiciones laborales ni a un mayor reconocimiento social de esta actividad. La situación de
precariedad  económica  y  de  no  reconocimiento  social  determina  que  las mujeres  autóctonas  abandonen  el
sector, particularmente en su ejercicio por cuenta propia, prefiriendo la contratación en empresas dedicadas a
la  externalización  de  estos  servicios.  Por  otra  parte,  la  cada  vez  más  significativa  feminización  de  las
migraciones ha propiciado una serie de cambios en el servicio doméstico,  (Herranz, 1998, Martínez Veiga,
2000)  destacándose  una  ampliación  de  la  actividad,  que  de  ayuda  complementaria  pasa  a  desempeñarse  a
tiempo completo. La progresiva importancia del servicio doméstico como “yacimiento de empleo” incide en
la transformación de las estrategias migratorias, propiciando la prioridad de las mujeres sobre los varones, ya
que para éstas  resulta mucho más  fácil encontrar un empleo estable.  (Martín, 2006 a) A su vez,  la  llegada
masiva  de mujeres  inmigrantes  permite  ampliar  el  campo  de  los  servicios  domésticos  y  del  cuidado  a  un
mayor  número  de  hogares,  que  se  hubieran  visto  obligados  a  prescindir  de  estos  servicios  si  la  demanda
hubiera tenido que ajustarse a la legalidad laboral, ya de por si precaria, del sector. La doble exclusión de la
migrante: como inmigrante, y, por  tanto, extranjera, y como doméstica, y, por  tanto, como “no productiva”
conlleva una mayor disponibilidad a trabajar duro por menos dinero, y convierte sus servicios en asequibles
para personas con recursos escasos. Sin embargo, el colectivo mayoritario, el marroquí, presenta una serie de
inconvenientes  en  relación  a  la  disponibilidad  laboral  requerida  por  el  “empresariado  doméstico”.  En  la
medida  en  que  estamos  hablando  de  una  “comunidad  diaspórica”  con  unas  redes  sociales  sólidamente
asentadas  en destino, muchas de  ellas han  llegado a  constituir un hogar propio en el que  trabajar y  tienen
familiares  dependientes  a  los  que  cuidar.  Por  otra  parte,  las  recién  llegadas,  con  una  red  débil  y  con
acuciantes necesidades de  trabajar para  reagrupar  a  sus  familias o para mantenerlas  en  su  lugar de origen,
tienen  que  afrontar  el  importante  inconveniente  de  la  barrera  lingüística.  Este  factor  dificulta  de  manera
significativa  la  relación  entre  la  empleadora  y  la  empleada,  y  se  superpone  a  la  existencia  de  diferentes
prácticas y representaciones sobre las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Por último, aunque no en
menor grado, las mujeres marroquíes deben enfrentar los desencuentros que tienen lugar en relación al uso
del pañuelo como marcador corporal de la práctica de la religión musulmana, que se erige como una frontera
cultural entre la empleadora y la trabajadora.
La llegada de  las migrantes  latinoamericanas viene a resolver dos de  las barreras culturales citadas: por un
parte  la  religión,  pero,  sobre  todo,  elimina  la  frontera  lingüística.  Sin  embargo  no  son  desdeñables  otros
factores  que  pocas  veces  se  encuentran  presentes  en  los  discursos:  la  mayor  lejanía  geográfica  –que  no
cultural, en el imaginario de la sociedad receptora­ de los lugares de procedencia, unido a la mayor debilidad
de las redes en un primer momento de llegada, presenta una serie de ventajas para las empleadoras al ampliar
la disponibilidad de las trabajadoras, quienes, además, deben afrontar en los primeros momentos el pago de
una deuda mucho más importante debido al mayor coste del viaje.
De esta forma, las latinoamericanas pasan a ocupar los primeros lugares en el ranking de preferencias de las
empleadoras, aunque no por ello se ven libres de prejuicios. Así, dentro de este colectivo tienen preferencia
las más blancas sobre las indígenas o las negras. E incluso dentro del grupo de las mujeres blancas la forma
de vestir se convierte en un factor para la selección de las trabajadoras. No deja de ser curioso que, mientras
el uso del pañuelo se convierte en un estigma para las mujeres musulmanas, llevar ropa demasiado ceñida o
escotada sea también un marcador estigmatizado si quien viste de esta manera es una mujer inmigrante.
La  situación  de  vulnerabilidad  y  de  estigmatización  de  la  mujer  inmigrante  es  una  realidad  constatable
empíricamente,  como  se  desprende  de  los  numerosos  testimonios  recogidos  a  lo  largo  de  nuestras
investigaciones.  Sin  embargo,  las  situaciones  de  sobreexplotación  y  de  minorización  coexisten  y  se
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superponen con los procesos de empoderamiento social de estas mujeres y la agencia social desplegada para
implementar estrategias dirigidas a alcanzarlos objetivos del proyecto migratorio. Incluso en el ámbito de las
relaciones  laborales  es  fácil  percibir  los  mecanismos  de  resistencia  desplegados  para  contrarrestar  las
actitudes  y  comportamientos  que  suponen  un  abuso  de  poder  o  que  tienen  a  rebajar  la  dignidad  de  la
trabajadora.  Así,  las  mujeres  inmigrantes  reivindican  su  papel  de  madres,  esposas  e  hijas,  es  decir,  de
integrantes  de  sus  propios  grupos  domésticos  y,  por  tanto,  iguales  a  las  dueñas  de  las  casas  en  las  que
trabajan.  De  esta  forma,  contestan  simbólicamente  lo  que  perciben  como  una  imposición  arbitraria  de
modelos culturales de limpieza y cuidado que niegan el valor de sus propios modelos de referencia.
Las mujeres ecuatorianas y su posición en el debate Agencia/Estructura
Si la crisis de 1999 en Ecuador es un factor estructural en la emigración ecuatoriana hacia España, (Ramírez
y Ramírez, 2005)  la  inserción  laboral  en el  ámbito doméstico determina  las opciones de  la migrante  en  la
sociedad de destino al limitar su visibilidad como sujeto social.  Ambos elementos se articulan para imponer
una serie de condiciones que, por una parte, dificultan el empoderamiento de las mujeres, y, por otra, velan
los logros alcanzados. En origen, la crisis económica desestructuró la economía política de los hogares de las
migrantes.    Muchas  veces  esta  economía  estaba  basada  en  delicados  equilibrios  en  los  que  la  suma  de
esfuerzos y de voluntades de las redes de mujeres, tanto familiares como amigas y vecinas, proporcionaban
los recursos, materiales y simbólicos, para la subsistencia. (Herrera, 2003) La combinación de una inflación
galopante con una creciente inestabilidad política inició el derrumbe de esta forma de vida, sobre la que se
habían  articulado  los  proyectos  de  futuro  de  las  capas  medias  y  bajas  de  la  sociedad  ecuatoriana.  Sin
embargo,  hemos  podido  comprobar  que  la  flexibilidad  de  estas  redes,  y  su  dinamismo,  fueron  capaces  de
amortiguar las que, de otro modo, hubieran sido catastróficas consecuencias. Y lo hicieron sobre la base de
readaptarse a la nueva situación mediante la transnacionalización de las relaciones sociales. (Gurac y Caces,
1998,  Herrera,  2004),    De  esta  forma,  la  red  proporcionó  los  elementos  necesarios  para  la  reproducción
social, construyendo puentes y abriendo caminos por los que circula el dinero, la información, el cuidado y
todos  los  demás  recursos  necesarios  para  la  vida.  Es  precisamente  la  capacidad  de  las  mujeres  para
reconstruir  y  reafirmar  estas  redes  (Camacho,  2004)  y  su  posición  en  ellas  lo  que  otorga  sentido  a  la
experiencia  migratoria,  y  demuestra  los  agujeros  existentes  en  las  teorías  que  olvidan  a  los  sujetos  para
centrarse en los hechos. (Goicoechea y Ramírez, 2002, Pedone, 2005)
Son  estas  redes  las  que  sostienen  los  proyectos  de  las  mujeres  y  las  que  permiten  su  empoderamiento,
limitando el impacto que el evidente y consciente descenso de clase supone para las mismas, particularmente
en los primeros momentos de su experiencia migratoria. La frustración que podría derivarse de su inserción
en el servicio doméstico, muchas veces en condiciones de servidumbre, es contrarrestada con una percepción
fundamentalmente  instrumental  de  su  actividad.  La  representación  social  que  se  desarrolla  no  incluye  al
trabajo  como  ámbito  de  sociabilidad,  sino  como  la  herramienta  que  permite  conseguir  los  objetivos  de
reproducción social. La mayoría de las migrantes opta, pues, por elaborar un discurso pragmático, dibujando
una balanza donde la resignación se contrapesa con los objetivos alcanzados. Frases como: “esto es  lo que
hay”,  o  “ya  sabíamos  a  lo  que  veníamos”  constituyen  una  parte  de  la  argumentación,  la  otra  parte  la
constituyen razonamientos que enfatizan la ganancia económica en términos de diferencia salarial en origen y
en destino. Esta realidad parece reforzar la percepción de que en las sociedades de la globalización el trabajo
pierde centralidad simbólica en la misma medida en que la gana el salario. (Alonso, 2000) Sin embargo,  para
muchas  de  estas mujeres, más  importante  que  el  beneficio monetario  son  otras  cuestiones  que  a  veces  no
aparecen en este discurso, pero si en otros momentos, o que son fáciles de observar en el estudio detallado de
las  entrevistas.  Estas  cuestiones  hacen  referencia  a  los  procesos  de  empoderamiento  experimentados  por
muchas, aunque no todas, de las mujeres entrevistadas. Nos referimos a la autoridad alcanzada en el manejo
de los mecanismos de reagrupación familiar y de la reconstitución de las redes sociales, que pueden acabar
con  situaciones de dependencia,  abuso y  subordinación  en origen,  o  al menos minimizar  su  impacto. Esta
autoridad,  unida  al  prestigio  que  conlleva,  les  permite  a  su  vez  generar  nuevas  cadenas migratorias  y  de
cuidado en origen y en destino destinadas a afianzar la nueva situación de poder de la mujer. En este sentido,
es  interesante destacar que  la situación de “jefas de hogar” (Gregorio, 1998)  las coloca en una posición de
mayor  agencia  social  y  de  superioridad  simbólica  sobre  muchas  de  las  mujeres  autóctonas  para  las  que
trabajan, invirtiendo la relación de subordinación existente en el ámbito laboral.
Resulta  interesante comprobar cómo a medida que  la experiencia migratoria se dilata en el  tiempo y se va
accediendo  a  una  situación  de  mayor  estabilidad  laboral  y  de  regularización  de  la  estancia  en  el  país  el
colectivo ecuatoriano comienzan a cambiar los objetivos de su proyecto migratorio. (Atienza y Acosta, 2004)
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Si en un primer momento su meta era maximizar el ahorro e invertirlo en origen, básicamente en la compra o
reforma  de  la  casa  familiar,  conforme  se  produce  la  reagrupación  familiar  el  esfuerzo  se  concentra  en  la
compra de una vivienda en destino. Varios factores contribuyen a este cambio, conectados con la situación en
la sociedad de origen y en la de destino.
Una de las razones tiene que ver con la profunda desconfianza hacia el gobierno y sus instituciones. (Bretón y
García,  2003)  Los  migrantes  ecuatorianos,  tanto  los  hombres  como  las  mujeres,  manifiestan  un  fuerte
pesimismo acerca del  futuro del país ya que consideran que  la clase política es  la  responsable del colapso
económico que les llevó a emprender el proyecto migratorio. La dinámica de corrupción que ha marcado a
los  gobiernos    actúa  en  una  doble  dirección:  por  una  parte,  desincentiva  el  retorno,  y  por  otra    afianza  el
acierto de la decisión emprendida por los y las migrantes.
Un aspecto significativo de esta cuestión es que la responsabilidad del incremento de las desigualdades en el
país  de  origen  se  mantiene  en  los  límites  del  Estado­nación.  Ninguna  de  las  mujeres  entrevistadas  hizo
alusión a la globalización como factor condicionante de la actual situación de Ecuador. Para ellas, la crisis es
un  asunto  interno  con  unos  responsables  nacionales.  La  inscripción  de  esta  situación  en  un  contexto
internacional  que  impone  severas  medidas  de  ajuste  como  forma  de  garantizar  el  crecimiento  de  la
macroeconomía no es contemplada en modo alguno. En gran medida,  este hecho se encuentra  relacionado
con la percepción antes citada de una situación de crisis y corrupción en términos de acontecimientos vividos
en  los  contextos  personales  y  domésticos,  y  no  como  el  resultado  de  modelos  económicos  de  alcance
internacional. Así, la visión negativa sobre los políticos se encuentra fuertemente personalizada, como hemos
podido comprobar en los testimonios aportados.
Sin  embargo,aunque  la  desconfianza  en  el  futuro  del  país  es  un  elemento  desactivador  del  retorno  como
estrategia a corto o a medio plazo, prácticamente ninguna de las mujeres entrevistadas descartaron el retorno
definitivo, aunque fueron muchas las que lo ligaron con el cese de su actividad laboral. Se produce así una
dicotomía entre “país de trabajo” y “país de vida”, particularmente relevante entre quienes mantienen a sus
familiares en Ecuador. Para quienes han  reagrupado a sus  familias, o  la han creado en Sevilla, Ecuador se
convierte en el paraíso en el que disfrutar, en un futuro muchas veces impreciso, de los beneficios del duro
trabajo desempeñado en las sociedades de destino.
En la medida en que España se va consolidando como “país de trabajo” y la estrategia migratoria se modifica
hacia la reagrupación familiar y la consolidación de la red social, resulta coherente que la inversión presente
también  un  cambio  en  la  tendencia:  del  país  de  origen  al  país  de  destino.  En  este  sentido,  la  principal
inversión es  la vivienda en propiedad. De esta  forma, el país  receptor  se beneficia del  trabajo de  los y  las
migrantes en una doble vía. Por una parte, la inmigración cubre los sectores deficitarios en mano de obra y
contribuye  al  crecimiento  de  la  demografía  y  de  la  productividad  de  la  economía  nacional.  Por  otra,  los
salarios  de  los  inmigrantes  son  reinvertidos  en  el  país  de  destino  en  forma  de  pequeños  negocios  o  de
propiedades  inmobiliarias.  Esta  realidad  genera  un  circuito  de  doble  extracción  de  beneficio:  como
trabajadores y como inversores, que se complementa con las ganancias que obtiene el estado emisor en forma
de remesas y de inversiones, también en el sector inmobiliario y en el pequeño negocio básicamente. Desde
este punto de vista,  es  innegable que el  inmigrante constituye un  importante agente económico  tanto en  la
sociedad de origen como en la destino.
Sin  embargo,  esta  afirmación  debe  ser  matizada.  Aunque  la  corriente  general  se  manifieste  claramente
favorable a estas tesis, no podemos negar que de ellas se desprende un tono triunfalista que no se corresponde
exactamente  con  la  realidad. En primer  lugar,  porque  los  inmigrantes  se  integran  en  sectores  de muy baja
productividad,  que  son  precisamente  los  que  más  crecen  en  términos  de  empleo.  En  esta  dinámica,  la
inversión  de  los  migrantes  se  encuentra  limitada  también  a  estos  sectores,  de  manera  que  los  negocios
emprendidos  suelen  generar  poco margen  para  la  ganancia  y  el  empleo.  Por  otra  parte,  la  inversión  en  la
vivienda se encuentra mediatizada por el alto precio del alquiler y favorecida por la práctica del realquiler,
generando  situaciones  de  hacinamiento  y  de  mantenimiento  de  la  precariedad  habitacional.  Además,  la
inserción de los inmigrantes en el tejido económico y social del país de destino les lleva a adoptar los mismos
patrones de comportamiento que los nacionales sobre la base de asimilar las pautas de endeudamiento de la
sociedad  receptora.  En  la  práctica,  se  contrae  una  deuda  importante  que  obliga  a  grandes  esfuerzos  y
sacrificios  que  añadir  a  los  inherentes  a  la  propia  experiencia  migratoria  y  que  tiene  importantes
repercusiones sobre la red transnacional.   
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El cambio de estrategia detectado está suponiendo un descenso, que todavía no es muy pronunciado, pero sí
significativo, de las remesas que envían los inmigrantes a Ecuador, haciendo saltar las alarmas en el país de
origen de los migrantes. Ante esta situación, la estrategia del Estado ecuatoriano ha sido reforzar los vínculos
de ciudadanía en el seno  de las comunidades  transnacionales. Sin embargo, los ecuatorianos residentes en
España,  tanto  hombres  como mujeres,  han  sido  en  general muy  críticos  con  esta medida,  que  contemplan
como un intento de instrumentalización de su voto inspirado por el deseo de las redes políticas de carácter
clientelar de extender sus ramificaciones hasta los países de inmigración. No es de  extrañar esta percepción
si tenemos en cuenta el rechazo general que suscitan los políticos dentro de este colectivo.
En  el  ámbito  de  las  políticas  públicas  y  del  asociacionismo  formal  encontramos  también  diferencias
significativas  en  los  comportamientos  y  en  las  representaciones  sociales  de  hombres  y  mujeres.  Estas
diferencias están en relación con las discrepancias observadas en la narración sobre las causas de la crisis en
Ecuador. La mayoría de los varones tienden a desarrollar modelos asociativos dirigidos a reforzar su posición
como migrantes, y, por tanto, ciudadanos del país de origen y miembros de un colectivo desfavorecido en el
país de destino. Coherentemente con esta percepción,  su auto­representación, así  como sus acciones,  están
encaminadas  a  lograr  un  reconocimiento  político  por  parte  del  Estado  de  origen  y  el  de  destino.  La
constitución de asociaciones y de federaciones de asociaciones tiene como fin el conseguir  estos objetivos de
participación en los procesos de toma de decisiones, aprovechando el carácter transnacional de su experiencia
para  la  negociación  con  ambos  Estados.  Sin  embargo,  esto  no  quiere  decir  que  no  haya  mujeres  que
participen de  forma muy activa  en  estas  asociaciones,  sino que  la mayoría de  ellas prefieren diseñar otras
estrategias  de  inserción  en  destino  y  de  vinculación  con  el  país  de  origen    que  pasan  por  la  creación,
reforzamiento  y  modificación  de  redes  de  solidaridad  femenina.  A  lo  largo  del  trabajo  de  campo  hemos
comprobado cómo las mujeres ecuatorianas presentan un mayor grado de conocimiento y de uso de la red de
recursos  sociales  en  destino  que  los  varones,  así  como  que  tienden  a  hacer  un  uso  “feminizado”  de  las
mismas. También hemos comprobado que muchas de ellas se muestran defraudadas cuando, buscando activar
una solidaridad intragénero que facilite su empoderamiento, se encuentran con que estas mujeres autóctonas
con  las  que  contactan,  muchas  de  ellas  miembros  de  ONGs  y  de  los  Servicios  Sociales  de  las
administraciones, han optado por anteponer su identidad nacional a la identidad de género, llegando incluso a
usurpar la voz de las inmigrantes en la negociación de las condiciones laborales. Como hemos escrito en otra
ocasión (Martín, 2006 a) habrá que preguntarse hasta qué punto la “liberación” de las mujeres occidentales
no va a depender cada vez más de la asunción de su rol de cuidadoras por otras mujeres provenientes de los
países pobres del planeta, dificultando, e  incluso  impidiendo,  la  lucha feminista global por  los derechos de
todas las mujeres.
Las mujeres marroquíes: redes diaspóricas, religión y género 
Hemos optado por definir a la migración marroquí como un proceso diásporico. Aunque en la práctica resulta
complicado diferenciar los términos de migración y diáspora, creemos que está distinción puede ser operativa
para  la  comparación  que  nos  ocupa.  De  esta  forma,  la  realidad  nacional  marroquí  cuenta,  desde  su
conformación, con una “ciudadanía ausente”, que, si bien no ha sido tenida en cuenta en el proceso de toma
de decisiones, si que ha sido convocada por los poderes del Estado como parte de la comunidad nacional, en
la medida en que sus remesas son muy importantes para la economía de Marruecos. Además, los migrantes
mantienen vivos  los  lazos  con  su país básicamente mediante dos  estrategias diferenciadas pero  articuladas
entre sí: el retorno vacacional y la activación de redes multinacionales de carácter diaspórico que ponen en
circulación información, personas y bienes, como hemos tenido ocasión de comprobar.
Por otra parte, y aunque nuestro planteamientose encuentra muy alejado de posiciones esencialistas sobre la
“mediterraneidad”, es evidente que la realidad histórica de contactos y desencuentros entre ambas orillas del
“Mare Nostrum” forma parte de nuestro acervo cultural. En nuestro trabajo de campo en el Rif conocimos a
familias  orgullosas  de  sus  parientes  que  habían  servido  en  el  ejército  español,  que  habían  trabajado  como
domésticas  en  casas  de militares  y  funcionarios  del Gobierno  en  la  época  del  Protectorado,  e  incluso  que
habían  formado  parte  de  la  “Guardia Mora”  del  general  Franco,  y  que  estaban  felices  de  volver  a  hablar
español  con  nosotras.  Muchas  más  familias  nos  hablaban  con  orgullo  de  sus  ascendientes,  que  lucharon
contra el ejército español. La huella de la presencia española en la zona es una realidad tan evidente como
delicada, como suelen serlo todos los vínculos coloniales.
La sensación de compartir con estos migrantes y sus familias una herencia común no estaba ausente, muy al
contrario, de nuestra experiencia,  intelectual y sensual, en Ecuador. Sin embargo, al mismo  tiempo éramos
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conscientes, más que nunca, del axioma de Renan (1882) acerca de que la nación se compone mucho más de
olvidos, que de memorias, compartidos. Ecuador se nos presenta en  los  textos y discursos oficiales mucho
más cercana, en la medida en que conecta con el “glorioso” pasado colonial. Sin embargo, Marruecos, y en
concreto el Protectorado,  refieren directamente a una fractura política entre  la ciudadanía que acompañó  la
entrada del Estado­nación español en la modernidad, y cuyas consecuencias se mantienen todavía vivas en la
actualidad.
A  este  factor  hay  que  añadir  otro  de  carácter más  general.  El  colonialismo  del  siglo XIX  fue  legitimado
ideológicamente sobre las bases de un “racismo científico” que proporcionó la coartada de legitimidad que
las potencias occidentales esgrimieron para lanzarse a la empresa de esquilmar los recursos de los territorios
conquistados,  en  un  contexto  muy  alejado  de  la  tradición  humanista  del  siglo  XVI  de  rechazo  de  la
explotación  y  genocidio  de  las  poblaciones  indígenas.  En  este  sentido,  debemos  recordar  que  sólo  muy
recientemente los científicos sociales de las antiguas colonias del Siglo XIX han conseguido hacer oír su voz
en  los  circuitos  científicos  internacionales  para  denunciar  la  colonización  del  pensamiento  sobre  y  en  sus
países,  que  ha  demostrado  tener  mayor  capacidad  de  supervivencia  que  la  colonización  política.  Esta
perspectiva  colonial  condiciona  nuestra  mirada  y,  también,  nuestra  aproximación  científica  a  la  realidad
social  de  Marruecos,  (Ramírez,  1998,  Aixelá,  2000)  y,  en  particular,  extiende  un  velo  a  través  del  cual
observamos  la  situación  de  las  mujeres,  la  mayoría  de  las  veces  sin  tomar  en  consideración  sus  propios
puntos de vista sobre el tema.
Este velo ha acompañado a las mujeres en sus migraciones, si bien es en los últimos años, y particularmente a
raíz del 11 de  septiembre de 2001,  (Álvarez, 2002) cuando ha  llegado a constituirse en el  símbolo de una
sinécdoque que elimina el sujeto­mujer mediante un proceso de reificación consistente en la construcción de
una  entidad  –la  mujer  musulmana­  a  la  que  se  dota  de  una  existencia  superorgánica.  Así,  las  mujeres
musulmanas son una parte indistinguible de la Umma, la comunidad de creyentes. En esta concepción no hay
lugar para el individuo, sea hombre o mujer. El creyente pertenece a una categoría diferente e incluso opuesta
al ciudadano. Adoptando de manera exclusiva la perspectiva Emic de la Religión musulmana, se acepta que
la sumisión a la divinidad que conforma la doctrina coránica es la regla que rige toda la vida de las personas.
Este planteamiento, certeramente criticado por Rodinson (1981) y por otros intelectuales como Said,  (1990)
es particularmente grave para el caso de las mujeres, que son contempladas desde una perspectiva que aúna la
misoginia de las religiones del Libro, la desigualdad de género presente en tantas sociedades, y no sólo las del
Tercer Mundo, y las consecuencias del subdesarrollo y de la pobreza sobre la subordinación de las mujeres
para construir un ser dependiente y alienado que debe ser liberado, incluso, sin contar con su opinión.
Con esta afirmación pretendemos llamar la atención sobre los riesgos de adoptar posiciones absolutistas, en
las  que,  bajo  la  pretensión  de  liberar  a  las  mujeres  musulmanas,  se  les  niega  su  condición  de  sujeto,
ignorando los numerosos e interesantes ejemplos de agencia social desplegados por estas mujeres a lo largo
de su vida. (Salahdine, 1991, Nair, 1997, Mernissi, 1998)  Queremos traer aquí el razonamiento de Salua, una
de nuestras informantes, cuando al comparar las relaciones de género en Marruecos y en España enfatizaba
que la principal diferencia estribaba en que en Maruecos había unas reglas muy rígidas…que pocas mujeres,
especialmente las mas jóvenes, seguían, mientras que en España el control social no se basaba en la norma,
sino en mecanismos más sutiles de alienación de las mujeres, lo que dificulta y esconde el sexismo existente.
Sin  embargo,  no  podemos  ignorar  que  la  religión  sigue  siendo  en  las  sociedades musulmanas  la  principal
fuente  de  legitimación  del  control  de  las mujeres  por  parte  de  sus  grupos  domésticos  y  de  la  sociedad  en
general. Aunque realizar esta afirmación nos obliga a precisar las diferentes posturas religiosas existentes y
romper la visión reificada y monolítica del Islam que predomina en Occidente. Las miradas, el control de los
vecinos  del  que  nos  hablan  las  mujeres  del  Norte  y  que  les  obliga  a  adoptar  en  sus  viajes  de  retorno  la
vestimenta  tradicional son un mecanismo diferente al  referenciado por  las mujeres de  las ciudades del Sur,
como Casablanca  o Rabat,  cuando  señalan  que  “los  de  las  barbas”  les  impiden  ponerse  la minifalda  o  un
escote pronunciado, como estaban acostumbradas a hacer hasta hace sólo unos pocos años. En este sentido,
asumimos  la  diferenciación  que  establece  la  socióloga  iraní  Nayereh  Tohidi  (2006)  entre  1)  el  Islam
tradicional/conservador,  2)  el  Islam  reformista  liberal/moderno  y  3)  el  Islamismo  revolucionario  o  Islam
radical.
Como sucedía en el caso de las mujeres ecuatorianas, las mujeres marroquíes se muestran muy críticas con la
situación económica y política de su país. Sin embargo, estas críticas no están tan personalizadas en la clase
política, salvo en algunos casos de mujeres que participan o han participado en movimientos sociales, tanto
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en Marruecos como en España. Una parte de ellas adopta un discurso que es muy similar al de las mujeres
andaluzas  que  emigraron  en  los  años  sesenta  del  pasado  siglo.  Este  discurso  enfatiza  el  contraste  entre  la
riqueza natural y potencial de  su país y  la  situación de pobreza, que no de miseria,  de  sus habitantes. Sin
embargo,  las causas de esta contradicción aparecen algo difuminadas: oscilando entre  los gobernantes y el
monarca, sin apuntar directamente hacia este último. Resulta interesante destacar el contraste entre la libertad
de expresión de las mujeres ecuatorianas y la ambigüedad y discreción de las marroquíes, fruto evidente de
culturas políticas muy diferentes.
El fracaso del Estado­nación marroquí para integrar a su población en el mercado de trabajo nacional es sin
duda  el  factor  que  impide  que  el  retorno  definitivo  pueda  plantearse  como  una  opción  estratégica  por  los
emigrantes,y también constituye el principal factor desencadenante de la emigración. Así, la idea de que en
Marruecos no hay trabajo se corresponde con la realidad de unas elevadas tasas de paro en el ámbito urbano,
que  afecta  en mayor medida  a  las personas  con  estudios universitarios. Pero  también  el medio  rural  se ve
afectado  por  la  globalización:  por  una  parte,  desestructurando  la  economía  política  de  los  linajes  y
propiciando  la  migración  campo­ciudad,  y  por  otra,  la  ruptura  del  aislamiento  de  las  comunidades
tradicionales propicia  el  conocimiento de  recursos que permiten  suavizar  las duras  condiciones de vida de
estas  aldeas.  Este  hecho  es  especialmente  significativo  en  el  caso  de  las mujeres,  quienes  han  tenido  que
desempeñar las tareas más duras tanto en el ámbito productivo como en el reproductivo. Muy pocas mujeres
del medio rural del Norte de Marruecos se muestran dispuestas a ir al río a lavar la ropa, a caminar kilómetros
para conseguir leña, a parir a sus hijos sin atención sanitaria, y, en fin, a vivir la vida de sus abuelas y madres.
En  gran medida,  la  afirmación  común  de  que  emigran  para mejorar  su  vida  tiene  distintas  connotaciones
según el medio del que se provenga. Aquellas mujeres que vienen de  las capas medias del entorno urbano
pueden sentir que su inserción laboral en el servicio doméstico supone un descenso de clase y una pérdida de
status,  pero  quienes  provienen  del  medio  rural  y  tienen  acceso  a  la  electricidad,  el  agua  corriente  y  los
electrodomésticos, en ocasiones por primera vez, experimentan una evidente mejora en sus condiciones de
vida que,  en  términos comparativos, puede  ser muy superior a  la de andar por  la calle  sola o vestirse a  la
occidental. Como puede comprenderse, estas mujeres no contemplan la posibilidad de volver al medio en que
salieron,  y  si  invierten  en  la  compra  de  una  casa  en Marruecos  lo  hacen  en  un  entorno  urbano  en  el  que
puedan garantizarse el acceso a estos bienes.
Aunque el acceso al  trabajo y a mejores condiciones de vida son las motivaciones principales, no debemos
olvidar que fueron muchas las mujeres que manifestaron que su estrategia migratoria pasaba por alcanzar la
autonomía personal. Varias cuestiones convergen en esta afirmación, que, para ser contextualizada, requiere
de un esfuerzo de precisión. En primer  lugar, debemos afirmar que el proyecto migratorio, particularmente
cuando es emprendido como una iniciativa propia, implica cierta dosis de agencia. No estamos hablando aquí
del  riesgo  para  la  vida  que  supone  el  cruce  del  Estrecho  en  frágiles  embarcaciones.  Son  muy  pocas  las
mujeres entrevistadas que han llegado por esta vía,  ya que la mayor parte de ellas han aprovechado las redes
previamente  existentes  en  el  lugar  de  destino.    Pero  aunque  se  cuente  con  este  soporte,  es  indudable  que
abandonar  el  universo  social  de  referencia  nunca  es  fácil.  Un  lugar  desconocido,  un  idioma  extraño  y
costumbres diferentes  son  realidades que  requieren un esfuerzo personal de adaptación, particularmente en
las  presentes  condiciones  bajo  las  que  se  desarrollan  los  procesos  migratorios.  Por  otra  parte,  somos
conscientes  de  que  las mujeres  que  accedieron  a  ser  entrevistadas  tienden  a  presentar  un mayor  nivel  de
integración social y un cierto grado de vinculación con las asociaciones pro y de inmigrantes, lo que imprime
un condicionamiento de partida a la muestra seleccionada. Resulta lógico que en este contexto la mayor parte
de las informantes esgriman como una de las causas principales de su decisión de emigrar el deseo de romper
con los roles tradicionales de madres y esposas, tal y como son aplicados en Marruecos. En este sentido, es
evidente  que  la  religión,  al  sancionar  los  roles  de  género,  puede  suponer  un  lastre  para  el  desarrollo  de
proyectos vitales que se aparten de los papeles tradicionales. Pero esta realidad afecta no sólo a las mujeres.
A  lo  largo de nuestras  investigaciones hemos conocido a muchos hombres para  los que  la  inmigración ha 
supuesto  un  descenso  en  sus  posiciones  de  clase,  pero  que  sin  embargo  manifiestan  haber  ganado  en
autonomía personal.  (Martín, Castaño y Rodríguez, 1999) Conviene recordar aquí que el sistema patriarcal
supone la dominación no sólo de los hombres sobre las mujeres, sino también de la generación de más edad
con  respecto  a  la más  joven,  aunque  es  evidente  que  esta  dominación  afecta más  a  las mujeres  que  a  los
hombres  al  imponer  normas  muy  estrictas  al  comportamiento  de  estas  últimas  que  pueden  entrar  en
contradicción  con  los  deseos  de  las mujeres  de  tomar  el  control  de  sus  propias  vidas.    Sin  embargo,  esta
situación de rechazo del patriarcalismo imperante no presupone forzosamente una ruptura con las creencias
religiosas,  sino  un  cuestionamiento  de  la  forma  en  que  estas  creencias  son  aplicadas  en  la  vida  cotidiana,
fundamentalmente por los varones y, sobre todo, por los padres y, también, las madres del país de origen.
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Conclusiones
El  estudio  de  las  comunidades  transnacionales  (Kearney,  1995,  Portes,  1997)  nos  ofrece  nuevas  vías  de
exploración  de  los movimientos migratorios  y  de  análisis  de  la  participación  de  los migrantes  en  la  vida
social,  política  y  cultural  en  la  “era  de  la  información”.  (Castells,  1997)  Este  enfoque  incide  en  que  los
cambios  en  los  modelos  económicos  y  culturales  deben  traducirse  en  una  revisión  del  marco  teórico  y
conceptual  que  ha  caracterizado  el  estudio  de  los  procesos migratorios.  (Martín,  2006  b)  Particularmente
relevante  resulta  la  reconsideración  de  los  sujetos  sociales.  Si  en  el  enfoque  tradicional  las  unidades  de
análisis centrales eran el individuo, por una parte, y la clase social por otra, la inclusión de las comunidades
transnacionales  como unidad de  análisis  permite dibujar  la  complejidad de  los procesos y  la pluralidad de
agentes sociales  involucrados. Así,  los estudios sobre  los procesos migratorios  realizados desde el enfoque
neoclásico enfatizaban el nivel individual de la toma de decisiones planteando el proceso como el resultado
de  un  análisis  racional  articulado  sobre  la  evaluación  de  los  costos  y  los  beneficios.  Por  otra  parte,  los
estudios  centrados  en  la  clase  social  como  el  nivel  de  análisis  central  (Wallerstein,  1974,  Eades,  1987)
dibujan un mundo de estructuras que determinan  la acción de  los  sujetos. Ambas unidades de análisis  son
imprescindibles  pero  insuficientes  para  entender  la  acción  de  los  sujetos  sociales  en  el  marco  de  las
sociedades  de  la  globalización.  En  este  marco,  la  dimensión  transnacional  de  las  migraciones  pone  en
cuestión las definiciones impuestas por los estados, emisor (emigrante) y receptor, (inmigrante). La condición
del sujeto se ajusta a esta realidad transnacional, y lo que le caracteriza es una suerte de ubicuidad que señala
hacia la idoneidad del término migrante como forma de describir un modelo de circulación de los sujetos en
el que están presentes las personas y sus redes.
El  diseño y desarrollo  de  la  estrategia migratoria  transnacional  y  la  capacidad de  enviar  remesas han  sido
decisivos para  posibilitar  el  empoderamiento de  las mujeres migrantes.  (INSTRAW, 2005) En  este  ámbito
concreto la percepción que tienen las mujeres de su experiencia migratoria es por lo general muy positiva. Sin
embargo,  es  importante  señalar  que  para  lograr  sus  objetivos  han  debido  enfrentar  obstáculos  y  realizar
importantes sacrificios personales en mayor proporción que  los hombres. Esta realidadcoloca en el primer
plano del debate la importancia del diseño e implantación de políticas de igualdad, tanto en origen como en
destino, como forma de superar el significativo sesgo de género presente en los procesos migratorios, y sus
negativas consecuencias para las mujeres migrantes.
En este sentido, resulta necesario realizar un toque de atención a las políticas de igualdad que se implementan
en los países occidentales. (Young, 2000, de Lucas, 2003) Su énfasis en la incorporación de las mujeres a la
toma  de  decisiones  se  basa  en  una  concepción  de  la  ciudadanía  que  abre  una  brecha  insalvable  entre  las
personas del mismo género, pero de distinto origen étnico­nacional. Por otra parte, las políticas de inserción
sociolaboral para  las mujeres  inmigrantes  se diseñan sin cuestionar en absoluto este modelo de ciudadanía
excluyente, lo que sólo puede redundar en el mantenimiento de las desigualdades intragénero pero también
intergénero, al reproducir, con pautas relativamente nuevas, el modelo hegemónico de dominación. Por otra
parte,  la  reproducción de  los  roles de género no es  la única  consecuencia  remarcable de  estos modelos de
inserción de la inmigración femenina. Una de las hipótesis con las que estamos trabajando en la actualidad, y
que ha demostrado su validez en nuestras últimas investigaciones, es la de que la circulación de trabajadoras
inmigrantes articula nuevas realidades transnacionales en las que se consolida la superioridad de los países de
llegada mediante la desestabilización estructural de los países de origen, al provocar una crisis en los modelos
de  género,  y  en  concreto  en  la  masculinidad,  y  una  alteración  en  los  patrones  de  parentesco.  (Martín  y
Sabuco, 2006)
 
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Referencia bibliográfica:
MARTÍN DÍAZ, Emma. El impacto del género en las migraciones de la globalización: mujeres, trabajos y
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Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2008, vol. XII, núm. 270 (133). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-
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