Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 1 Preparado por Patricio Barros Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 2 Preparado por Patricio Barros Reseña A modo de continuación de los fascinantes relatos recogidos en Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros (Fábula 116), este libro está dedicado al animal que más creemos conocer y sobre el que, no obstante, tantas cosas nos quedan aún por descubrir: el perro. Konrad Lorenz nos conduce aquí hasta los orígenes del «encuentro» entre el hombre y el perro, cuando se estableció la relación entre nuestros antepasados y el chacal y el lobo. Estos orígenes han influido en todas las formas complejas de comunicación, obediencia, odio, fidelidad y neurosis que ha ido configurando la historia entre amo y perro. Recurriendo a casos con los que él mismo se había encontrado, Lorenz ilumina todo el arco de la «canidad» con la gracia de un verdadero narrador, con la precisión y la sutileza de un científico que abrió nuevos caminos precisamente en la investigación de estos temas, y con la fértil inteligencia de un pensador que supo arrojar luz sobre los problemas humanos. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 3 Preparado por Patricio Barros Índice Prologo 1. Cómo ocurrió o pudo ocurrir 2. Las raíces de la fidelidad al amo 3. Educación 4. Usos y costumbres caninos 5. Perro y amo 6. Perros y niños 7. Consejos en torno a la adquisición de un perro 8. Acusación a quienes se dedican a la Cría de perros 9. Gato falso; perro mentiroso 10. Paz en el hogar 11. Barreras 12. Conflictos a causa de un pequeño dingo 13. Lástima que no hable; lo entiende todo 14. Obligación moral 15. Días caniculares, días de perro 16. El animal y su conciencia 17. La fidelidad y la muerte Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 4 Preparado por Patricio Barros Prologo Konrad Lorenz, investigador y profeta. La personalidad de Konrad Lorenz es sobradamente conocida para intentar ahora presentársela al lector de lengua castellana. No obstante, hemos considerado oportuno hacer un resumen sucinto de su vida y su obra a fin de definir su trayectoria como investigador y pensador, fijar su posición actual y, en última instancia, situar su libro Cuando el hombre encontró al perro en el largo y amplio contexto general de su plural e intensa actividad. El hombre y su obra. Konrad Lorenz nació en el año 1903 en Viena, donde, respondiendo a los deseos de su padre, cursó estudios de Medicina y, posteriormente, de Filosofía; en 1937 es nombrado catedrático de Anatomía comparada y Psicología animal por la universidad de su ciudad natal; ya iniciada la Segunda Guerra mundial pasa a la universidad de Königsberg, Prusia Oriental, como ordinario de Psicología general, según parece, gracias a los buenos oficios de Eric von Holst, amigo suyo. Al producirse el hundimiento del III Reich, Lorenz es hecho prisionero por los rusos y permanece en un campo de concentración hasta 1948, año en que es liberado. Tenía entonces 45 años, y cuentan que se presentó en su antigua patria con un estornino en una jaula que él mismo había construido con varas de mimbre. Tras desempeñar diversos cargos docentes, en 1956 es nombrado director jefe del Instituto “Max Planck”, situado en un paraje idílico conocido con el nombre de Seewiesen, en la Alta Baviera. Allí Lorenz lleva a cabo sus estudios en torno a la Psicología del comportamiento. En 1973 le es concedido el Premio Nobel por su labor como investigador, pese a las presiones hostiles de ciertos grupos, especialmente americanos, de inspiración sionista que no están conformes con algunos escritos y, sobre todo, con la actitud adoptada por Lorenz bajo el nacionalsocialismo hitleriano (actitud que el propio Lorenz lamentará, después, profundamente). Este mismo año tiene que abandonar la dirección del Instituto “Max Planck”, en Seewiesen, al parecer un tanto contra su voluntad. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 5 Preparado por Patricio Barros Desde entonces, Konrad Lorenz vive con su familia en una espaciosa casa de Altenberg, pequeña aldea situada a orillas del Danubio, no lejos de Viena, donde continúa sus trabajos de investigación. Lorenz es autor de una copiosa bibliografía acerca del comportamiento animal y cuestiones filosóficas en general, integrada por media docena de obras de denso contenido y un sinfín de disertaciones, conferencias y trabajos en formato menor sobre problemas concretos del conocimiento, el aprendizaje y la agresión, en los que recoge el fruto de su constante e infatigable actividad como investigador y pensador. En sus escritos, lo mismo que en sus declaraciones verbales, Konrad Lorenz se confiesa darwinista convencido -socialdarwinista, si se prefiere-, evolucionista serio y honesto. A nuestro entender, es esta premisa, hija de una actitud que Lorenz adopta cuando todavía es un joven estudiante, la que, después, determinará su postura general ante la naturaleza viva y ante el hombre, entendido como parte integrante, como elemento de enlace e incluso como proyección última y suprema de aquélla. Su actividad se desarrolla de manera especial en el campo de las ciencias empíricas y su herramienta de trabajo fidelísima es la observación directa de los fenómenos naturales y psicológicos. Como pionero, y no fundador en sentido estricto, de la Etología, o ciencia del comportamiento comparado, Lorenz viene realizando una labor cuya dimensión auténtica sólo futuras generaciones podrán determinar con precisión. Y, no obstante, sería incorrecto afirmar que Lorenz ha creado o elaborado un cuerpo doctrinal orgánico, coherente y bien estructurado. Lo que en realidad ha hecho no ha sido sino ir exponiendo, en ocasiones con deliciosa ingenuidad, el resultado de sucesivas observaciones. Después se ha comprobado que estas observaciones suyas guardaban entre sí una relación más o menos estrecha y que algunas de ellas incidían sobre disciplinas esencialmente especulativas, a la vez que ponían en entredicho más de un principio tenido por inamovible hasta entonces. En su labor investigadora, Lorenz arranca de los animales inferiores para llegar al hombre, al que no tiene el menor reparo en aplicar deducciones extraídas de su constante observación del reino animal, de la misma forma que, antes, tampoco mostró reparo alguno en aplicar al animal todo ese complejo de conceptos que giran Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 6 Preparado por Patricio Barros en torno a la psique, considerada convencionalmente atributo específico y privativo del hombre. Es por esto que la adopción del término Psicología animal como sinónimo de Etología, o ciencia del comportamiento comparado, no deberá entenderse como error grosero por involuntario, sino más bien, como exponente de una manera particular (no queremos entrar en si errónea o no) de afrontar el tema de la psique y su varia fenomenología. Lorenz se dedica a observar las acciones y reacciones de sus animales -gansos grises, grajillas, gatos y perros- y, después, nos narra sus visiones en un lenguaje a primera vista de profano, cuando, en el fondo, responde al ferviente deseo de sinceridad de un hombre que ha llegado a identificarse con el tema tratado. Al hablamos de una psique animal, de los deseos y apetencias, de los miedos y temores, de las inhibiciones y represiones, de los afectos y sentimientos de sus perros, Lorenz incurre en ese antropomorfismo decididamente ingenuo, intencionadamente infantil, que le reprochan algunos de sus detractores.Pero en ningún caso puede decirse que se trata de un hijo natural de la ignorancia, como tampoco de un recurso fácil, sino que estamos ante una actitud amorosa, consciente, plenamente deseada, para con toda la naturaleza viva. Al no establecer distingo fundamental entre el animal y el hombre, Lorenz, moviéndose, al principio, a lo largo de la línea marcada por Darwin, llega, después, a conclusiones a menudo revolucionarias o, cuando menos, sorprendentes respecto al hombre. Con un convencimiento que conmueve y aterra a un mismo tiempo, nos confiesa que se resiste a ver en el hombre de hoy -en nosotros- la imagen definitiva de Dios. El ha descubierto allá, en lontananza, un ser humano, hijo del hombre, limpio de todos esos impulsos groseros -los instintos- que mueven a éste y le emparenta de cerca con el animal, y, de repente, el investigador se convierte en profeta, y el profeta proclama a los cuatro vientos con voz firme su mensaje apocalíptico y esperanzador: "Nosotros somos el eslabón perdido -el missing link-, tanto tiempo buscado, entre el animal y el hombre auténticamente humano". Esta visión del homo sapiens linneano como eslabón de esa cadena que va del simio al Hombre del futuro es la clave para comprender la postura de Konrad Lorenz ante la vida en su plural fenomenología, su vocabulario antropomorfista y su constante Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 7 Preparado por Patricio Barros búsqueda hacia atrás y hacia adelante o, lo que es igual, su doble dimensión de investigador y profeta. Alguien ha dicho de él que es uno de esos hombres que aparecen de tarde en tarde en el mundo para recomendarnos prudencia y dar respuesta a muchas de las incógnitas que tiene planteadas esta doliente humanidad nuestra. Cuando el hombre encontró al perro. En la investigación histórica, el hombre intenta llegar retrospectivamente al momento, y su situación, en que actuó la causa primigenia de un acontecer cuyos resultados tiene ahora ante él. Se trata, pues, de una labor difícil y prolija en la que el método y la intuición desempeñan papeles decisivos. Hay que ir acumulando información de toda índole para, después, ordenarla, y una vez ordenada, tratar de interpretada de forma que en la trama argumental resultante encajen a la perfección todos los datos y puntos de referencia de que se dispone. Pero aun en el caso de que se consiga esto, tampoco se tiene la seguridad de que, en efecto, el proceso evolutivo siguiera el camino apuntado por una interpretación concreta, en apariencia correcta, ya que a una situación dada se puede llegar, al menos en teoría, por varios caminos distintos. O, dicho en otras palabras: el hombre no está en condiciones, hoy por hoy, de copar la totalidad de los componentes que concurrieron en un proceso evolutivo cualquiera. Lo dicho explica la prudencia, la ponderación, la modestia incluso de que hace gala Konrad Lorenz al hablamos del momento histórico y la forma en que surgió la amistad entre el hombre y el perro. Lejos de pontificar, nos dice humildemente cómo ocurrió o pudo ocurrir este hecho singular. Nos encontramos en el paleolítico; el hombre vive en pequeñas comunidades trashumantes, escoltadas de día y de noche por manadas de chacales que se mantienen siempre a prudente distancia. En un momento dado, el hombre descubre la utilidad del chacal (canis aureus), padre de nuestro perro doméstico de hoy, y se gana su compañía, primero, y su amistad, después. A partir de ahora, el chacal será su guía y compañero inseparable. El hecho reviste una importancia extraordinaria si tenemos en cuenta que se trata, a buen seguro, de la primera vez que un animal -el hombre- pone a su servicio otro -el perro- mediante un convenio tácito que redunda en beneficio de ambos. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 8 Preparado por Patricio Barros El proceso de domesticación del perro descendiente del chacal, así como del otro, menos abundante, hijo del lobo nórdico, se consuma en compañía del hombre, quien fomenta el cruce de razas y contribuye así a la aparición de ejemplares de gran utilidad para él en su actividad de cazador. El hombre educa al perro para obtener de él un beneficio, y el perro se somete de buen grado a esta educación. De hecho, en este convenio, el perro también sale ganando, pues obtiene la protección de un ser superior y, si es cierto que sus instintos se debilitan, también lo es que aumenta considerablemente su capacidad intelectiva. (Por otra parte, este mismo proceso, mutatis mutandis, se inició antes en el hombre). Aunque Lorenz distingue, por razón de su origen, entre el perro descendiente del chacal y del lobo nórdico, insiste en que a estas alturas no cabe hablar de subespecies definidas, sino únicamente de ejemplares concretos en los que predomina o bien la sangre de chacal o la de lobo. El chacal se hace sumiso, el lobo sigue siendo agresivo, pero, al mismo tiempo, posee un sentido comunitario mucho más acusado, pues sabe muy bien que sin el concurso de sus compañeros no puede hacer frente a sus enemigos ni abatir las presas que necesita para subsistir. Y, en llegando a este punto, Lorenz salta del neolítico a nuestros tiempos, para referirnos sus experiencias con perros criados por él mismo en su casa de Altenberg. El escenario ha cambiado radicalmente, sus actores también, pero parece como si Lorenz, sin decírnoslo, quisiera que comprendiéramos que de la misma forma que el perro casero es descendiente del chacal salvaje, él, el investigador, lo es del hombre paleolítico. El relato cobra ahora la ingenuidad de quien ha llegado a sorprender el alma de los animales, a hablar con ellos, a entender sus reacciones y su comportamiento a través de la convivencia y la observación, siempre en un clima de amor hacia todo ser viviente. Pero si el relato tiene el encanto de lo ingenuo, Lorenz se encarga de recordarnos, en un momento dado, que no ha renunciado, ni mucho menos, a su idea directriz de observar y extraer conclusiones científicas. Por eso, si su actitud está presidida por el amor, su objetivo es siempre el conocimiento. Ramón Ibero Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 9 Preparado por Patricio Barros Capítulo 1 Como ocurrió o pudo ocurrir Por entre la alta hierba de la estepa avanzan algunos seres humanos; se trata, en realidad, de una pequeña manada de cuerpos desnudos, salvajes. Los más empuñan lanzas con punta de hueso, alguno va armado incluso con arco y flecha. Aunque en lo físico recuerdan a los seres humanos de hoy, su comportamiento tiene un algo de animalesco; sus ojos oscuros se mueven, inquietos y miedosos, como los de una alimaña huidiza que se sabe acosada. No son hombres libres, señores de la tierra, sino criaturas débiles para las que en cada matorral se esconde un peligro, una amenaza. Todos están visiblemente abatidos. No hace mucho, tribus más fuertes los obligaron a abandonar su primitivo territorio de caza y marchar, a lo largo de la estepa, hacia occidente, hacia una tierra desconocida, donde los depredadores abundan mucho más que en su antiguo territorio. Por si fuera poco, hacía algunas semanas, el veterano y avezado cazador que dirigía el grupo fue muerto por un tigre de dientes como cuchillos. Y el hecho de que, después, la fiera cayera abatida por una lanza era flaco consuelo en la desgracia. Con todo, la mayor tortura a que se veía sometida la pequeña horda humana provenía de la falta de tiempo para descansar y dormir. En la tierra en que habían vivido hasta entonces -su antigua patria-, acostumbraban a dormir, todos juntos, en torno a una hoguera, escoltados, a cierta distancia, por los molestos chacales; pero, al menos, estos animales les servían de centinelas, pues con sus aullidos denunciaban la proximidadde cualquier otra fiera. Sin embargo, se advertía claramente que aquellos seres primitivos no eran conscientes del servicio que los chacales les prestaban; por eso, cuando alguno de éstos se acercaba demasiado a la hoguera, lo ahuyentaban a pedradas, nunca a flechazos, pues tal medida hubiera constituido un despilfarro. La horda sigue avanzando, abatida y silenciosa. Pronto se hará de noche, y aún no ha dado con un sitio adecuado donde acampar, hacer fuego y, por último, asar en él el magro botín de la jornada: los restos de un jabalí, abandonados por un tigre ya harto. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 10 Preparado por Patricio Barros De repente, como gamos que husmean el aire, Iodos levantan la cabeza y la vuelven instintivamente en la misma dirección; han oído un ruido, un ruido que sólo puede proceder de una fiera con recursos suficientes como para defenderse, pues las más débiles han aprendido muy bien a permanecer inmóviles a la primera señal de peligro. Y de nuevo se deja oír el ruido. Sí, es el aullido de un chacal. Como movida por una extraña sensación, la horda se detiene y presta oído al saludo, que parece llegado de tiempos mejores y menos azarosos. Entonces, el cabecilla del grupo, un hombre joven de frente despejada, empieza a hacer algo que los demás no comprenden: arranca un trozo de carne del jabalí y lo arroja al suelo. Existe el peligro de que los demás se enfurezcan, pues, en definitiva, no están tan sobrados de alimento como para ir tirando la carne por la estepa. Es muy probable que tampoco el joven caudillo sepa exactamente por qué lo hace; a buen seguro que se trata de una medida instintiva, con la que pretende que los chacales se acerquen al grupo. Por eso, él sigue arrojando al aire trocitos de carne. Como puede comprenderse, los otros toman aquello por una broma de mal gusto, y el cabecilla sólo a duras penas consigue dominar la agresividad de sus compañeros hambrientos. Pero, al fin, todos están sentados de nuevo en torno a la hoguera, y, una vez saciada el hambre, la paz renace entre ellos. De pronto se vuelve a escuchar el aullido de los chacales. Parece que éstos han encontrado los trozos de carne dejados sobre la hierba y, siguiendo el rastro, se van acercando al campamento. Un hombre se queda entonces mirando al jefe de la grey con una interrogación en la mirada, luego se pone en pie y se aleja hasta allí donde alcanza el resplandor del fuego para dejar algunos huesos sobre la tierra. Todo un acontecimiento: por primera vez, el hombre da de comer a un animal que le es útil. Esta noche, la grey humana podrá dormir tranquila, pues los chacales, que rodean el campamento, son centinelas fieles. A la mañana siguiente, cuando sale el sol, los hombres están repuestos y satisfechos. En lo sucesivo no se arrojarán más piedras contra los chacales. Han transcurrido muchos años, las generaciones se han ido sucediendo. Los chacales se han vuelto mansos y ya no temen al hombre. Ahora rodean en grandes manadas los parajes donde habitan los seres humanos, los cuales ya son capaces Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 11 Preparado por Patricio Barros de abatir ciervos y caballos salvajes. Pero también los chacales han cambiado su manera de vivir: si en otro tiempo sólo cazaban de noche y de día descansaban escondidos en la espesura, ahora los más robustos e inteligentes se han convertido en animales diurnos y acompañan al hombre en sus cacerías. Y, así, puede ocurrir que un día la horda humana haya dado con el rastro de una yegua salvaje que, preñada y, además, herida por una flecha, no consigue escapar a sus perseguidores. Los cazadores están muy excitados porque de un tiempo a esta parte viene escaseando la comida, y también los chacales que les siguen están más hambrientos que de costumbre, pues, como no podía ser por menos, la mayoría de veces no queda nada para ellos de la comida de los hombres. La yegua, debilitada por el peso de la maternidad y por la pérdida de sangre, recurre a una estratagema antiquísima, innata a su especie: hace una “regresión”, quiere decirse, vuelve sobre sus pasos durante un trecho equivalente a varios kilómetros y, en llegando a un paraje boscoso, tuerce con decisión a la derecha. Con harta frecuencia, este recurso instintivo ha privado al cazador de su presa. También ahora, los cazadores se detienen, perplejos, allí donde, sobre el duro terreno de la estepa, parecen terminar las huellas. Los chacales siguen a los hombres a prudente distancia, pues aún no se atreven a acercarse a aquellos bulliciosos y excitados cazadores. Y siguen el rastro del hombre, no el de la presa. Se comprende que el chacal no puede tener interés alguno en seguir las huellas de un caballo salvaje al que nunca dará alcance ni conseguirá abatir. Pero estos chacales se han acostumbrado a devorar trozos de animales grandes muertos por el hombre; por este motivo, aquel olor ha terminado por cobrar para ellos un significado nuevo y muy particular: los chacales han establecido una rígida conexión mental entre el fuerte olor a sangre y la perspectiva inminente de una presa. Hoy, los chacales están particularmente excitados y hambrientos; el olor a sangre fresca es intenso, y, así un hecho totalmente nuevo tiene lugar en las relaciones entre el hombre y sus acompañantes. La vieja hembra de hocico gris, guía ideológico1 de la manada, advierte algo que había escapado a la atención de los seres humanos: que el rastro de sangre se desvía a la derecha. Llevada de su 1 En el original: die seelische Eigenart. (N. del T.) Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 12 Preparado por Patricio Barros instinto, la hembra tuerce en aquel punto y, tras ella, toda la manada. Mientras tanto, los hombres han comprendido que la presa ha dado la vuelta y se deciden a hacer otro tanto. Así que llegan al punto de desvío, oyen los aullidos de los chacales y al momento descubren las huellas que la jauría ha dejado en la hierba de la estepa. Y, de este modo, queda establecido, por primera vez, el orden en que hombre y perro persiguen la presa: primero, el perro; después el cazador. Los chacales consiguen dar alcance a la yegua antes que los cazadores y empiezan a acosarla en círculo. Cuando los perros acosan a un animal salvaje más corpulento, está claro que el siguiente mecanismo psicológico desempeña una función esencial: el animal perseguido -sea un ciervo, un oso o un jabalí- que huye del hombre, pero que sin duda alguna estaría dispuesto a presentar batalla al perro, olvida a su enemigo más peligroso, llevado de la rabia que le produce verse acosado por un enemigo pequeño y atrevido. El cansado caballo salvaje, que sólo conoce al chacal como perro ladrador y cobarde, se apresta, enfurecido, a la defensa y trata de golpear con una pata delantera a todo aquel que osa acercarse demasiado. Resoplando con fuerza, empieza a girar en redondo, pero no reanuda la huida. Los hombres oyen ahora el aullar de los chacales, que llega siempre de un mismo punto; a una señal del jefe, los cazadores se abren en abanico y cercan la presa. Por un momento parece como si los chacales, entre sorprendidos y asustados, fueran a escapar en desbandada, pero en seguida se calman al apercibirse de que el acoso no va dirigido a ellos. La hembra de pequeña estatura que dirige la manada, ya no muestra el mínimo temor y ladra, envalentonada, a la yegua salvaje; luego, cuando ésta cae atravesada por un venablo, hunde con saña sus dientes en el cuello de la víctima v, sólo en el momento en que el jefe de la horda humana se inclina sobre la bestia muerta, se retira hacia atrás. El jefe, acaso descendiente remoto del primer hombre que tiró un trozo de carne a los chacales, abre el vientre aún palpitantede la yegua, tira de un trozo de intestino, lo corta y, sin mirar al chacal (en un gesto de suprema astucia intuitiva), lo lanza, no directamente a la bestia, sino a un lado, cerca de ella. La hembra de pelo grisáceo se aparta asustada, pero como el hombre no hace movimiento amenazador alguno antes bien lanza uno de aquellos rugidos amistosos que los chacales conocen de sobras por haberlos oído mil veces en tomo a la hoguera del campamento, se abalanza con avidez sobre el Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 13 Preparado por Patricio Barros trozo de tripa. Luego; mientras se aleja, mueve la cola con rápidos y cortos impulsos laterales, al tiempo que va engullendo la presa que atenaza con los dientes y echa furtivas miradas al hombre. Por primera vez, un chacal ha movido la cola en señal de agradecimiento a un ser humano; con ello se daba un paso más hacia la aparición del perro doméstico. Los animales, aunque sean tan inteligentes como los depredadores caninos, no adoptan nunca una actitud totalmente nueva en su comportamiento, llevados de un impulso repentino, sino, más bien, a través de esquemas de asociación mental que se van formando en ellos al vivir de forma reiterada una misma situación. Y, así, es muy posible que transcurran meses enteros hasta que la hembra vuelva a guiar al cazador siguiendo las huellas de un animal herido que recurre a la estratagema de la "regresión". Y tal vez será un lejano descendiente suyo el primero que, de forma regular y consciente, guíe a los cazadores y acose a la presa. Parece ser que el hombre empezó a construir moradas estables en la fase de transición del paleolítico al neolítico. Las primeras viviendas de que tenemos conocimiento son los palafitos, construidos, por motivos de seguridad, en lagos, ríos e incluso en el mar Báltico. Sabemos que por entonces el perro era ya un animal doméstico. El llamado "perro de las turberas", pequeño de cuerpo y parecido al lobo de Pomerania, un cráneo del cual se ha encontrado entre los restos de palafitos levantados en la región báltica, denuncia a las claras que procede del chacal dorado, pero no por ello se deben pasar por alto los indicios de una auténtica domesticación. Lo esencial aquí es que, por entonces, a orillas del Báltico no había ya chacales salvajes, los cuales, durante el período pleistocénico, debieron ser sin duda más numerosos que hoy. Esto significa que fue probablemente el hombre quien en su marcha hacia el norte y el oeste llevó hasta las costas bálticas manadas de chacales ya semidomesticados o, muy posiblemente, perros en avanzada fase de domesticación. Cuando el hombre empezó a construir su hábitat sobre estacas clavadas en zonas cubiertas por las aguas y, asimismo, fabricó la piragua, se produjo sin duda alguna un cambio en las relaciones entre él y sus acompañantes de cuatro patas, pues ahora éstos no podían ya cercar por los cuatro costados el hábitat humano. Cabe suponer que el hombre entonces, justo en el período en que pasó a vivir en Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 14 Preparado por Patricio Barros palafitos, tomara consigo algunos ejemplares de chacal particularmente mansos, todavía no domesticados por completo pero, en cambio, excelentes cazadores y, como tales, de gran valor para él, y los convirtiera en "animales domésticos" en el verdadero sentido del término. Aún ahora podemos descubrir distintas situaciones con respecto al perro con sólo pasar de un pueblo a otro. La situación más primitiva es aquella en la que un gran número de perros merodea en torno al poblado humano permaneciendo, sin embargo, en una relación relativamente poco estrecha con el hombre. Otra situación la encontramos en cualquier aldea europea: unos cuantos perros pertenecen a una determinada casa y están vinculados afectivamente a un amo. Se puede pensar que esta relación se empezó a desarrollar con la construcción de los primeros palafitos. Aquí, el menor espacio para alojar a los perros, así como el menor número de éstos, favoreció naturalmente la endogamia y, en consecuencia, aquellas mutaciones hereditarias que han dado origen al animal doméstico en sentido estricto. Dos hechos avalan esta hipótesis: en primer lugar, el perro de las turberas, de cráneo más redondeado y hocico más romo, es sin duda una variante domesticada de chacal dorado; en segundo lugar, se puede decir que sólo entre los restos de palafitos se han encontrado huesos de este tipo. Los perros de los hombres que vivían en palafitos tenían que estar bastante domesticados como para poder subir a una piragua, o atravesar a nado las aguas que separaban el hábitat humano de la orilla y trepar luego por una pasarela. Un perro paria o semisalvaje que merodeara en torno al poblado nunca se arriesgaría a hacer una cosa así. Yo mismo tengo que hacer un auténtico derroche de paciencia para conseguir que un cachorro de perro criado por mí suba a mi canoa o salte al estribo de un tren. Probablemente, cuando los hombres comenzaron a vivir en palafitos, el perro era ya un animal doméstico o se fue domesticando en el curso de aquel período. Cabe imaginar que un día una mujer o una niña deseosa de “jugar a muñecas”, recogiera un cachorro abandonado y lo criara en el seno de la familia humana. Tal vez aquel perrito era el único superviviente de una camada devorada por un tigre. El perrito gimotea, pero nadie se preocupa de él, pues en aquellos tiempos los seres humanos tenían aún un corazón duro. Pero mientras los hombres cazaban en los bosques y las mujeres se dedicaban a la pesca, una niña oyó los lastimeros ladridos y, Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 15 Preparado por Patricio Barros siguiéndolos, encontró en una cavidad al cachorro; éste le salió al encuentro sin temor, tambaleándose sobre sus patas aún indecisas, y comenzó a lamerle y a chuparle las manos que la niña le tendía para cogerlo. Con toda seguridad que aquel animalito rollizo, de pelo suave como la lana, despertó en la hija del hombre de la primera edad de piedra el deseo instintivo de cogerlo en brazos, de acariciarlo y llevarlo consigo a todas partes, de forma similar a lo que hace una niña en nuestro tiempo y ello porque el instinto maternal de que proceden semejantes manifestaciones del comportamiento es, de hecho, tan viejo como el mundo mismo. Y, así, la niña de edad de piedra, en un principio llevada tan sólo del deseo de imitar lo que veía hacer a las mujeres adultas, le dio de comer, y la misma avidez con que el animalito devoraba el alimento le hizo tan feliz como a nuestras esposas y madres de hoy el buen apetito de sus invitados. En resumen: la niña tiene una gran alegría y e liando sus padres vuelven a casa se encuentran, sorprendidos, pero en modo alguno entusiasmados, un cachorrito de chacal atiborrado de comida. Naturalmente, la primera intención del fiero guerrero es coger el cachorro y arrojarlo al agua, pero la hija rompe a llorar y se aferra, sollozando, a las rodillas de su padre, el cual por un momento pierde el equilibrio y deja caer al suelo el perrito. Cuando intenta cogerlo de nuevo, éste se encuentra ya a salvo en los bracitos de la niña, que ha ido a esconderse en el rincón más oscuro de la cabaña, temblando toda ella y con el rostro bañado en lágrimas. Y como quiera que ni los padres de la edad de piedra tenían un corazón de granito para con sus hijas, el cachorrito se queda, a la postre, en casa. Gracias a la abundante comida, el animalito se convierte pronto en un ejemplar robusto y más corpulento que la mayoría de su misma especie. Pero si en un principio ha seguido fielmente todos los pasos de la niña, con un apego casi infantil, tan pronto como se convierte en un animal adulto, en su comportamiento se observa un cambioevidente. Aun cuando el padre de la niña, jefe de la tribu, apenas si se preocupa de él, el perro se va arrimando cada vez más al hombre y distanciándose de la niña. Es el momento en que, de haber crecido en libertad, el animal se hubiera separado de su madre. Hasta ahora, la niña ha venido desempeñando en la vida del cachorro el papel de madre; en lo sucesivo corresponde al padre asumir el de jefe de la grey, único ser al que obedecerá el Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 16 Preparado por Patricio Barros perro adulto. Al principio, al hombre le molesta este apego, pero pronto se da cuenta de que el animal bien domesticado es mucho más útil que los chacales semisalvajes que viven en los contornos, frente al poblado de palafitos, que siguen teniendo miedo al cazador y a menudo se dan a la fuga justo en el momento en que tienen que frenar y acosar a una presa. Incluso frente a ésta, el perro doméstico es más valiente y decidido que sus congéneres salvajes o semisalvajes, pues en su vida al amparo del hombre no ha sufrido experiencias dolorosas frente a depredadores de gran corpulencia. Así, pues, el perro se convierte muy pronto en favorito del jefe, con gran pesar de la niña que ahora sólo puede ver a su compañero de juegos cuando el padre está en casa, y los padres de la edad de piedra a menudo permanecían largo tiempo lejos de ella. Pero, llegada la primavera, que es cuando crían los chacales, el padre vuelve a casa una tarde con un saco hecho de pieles en cuyo interior algo se agita y gimotea. Y cuando lo abre, la niña lanza un grito de júbilo al ver a sus pies cuatro bolitas de lana. Tan sólo la madre frunce el ceño, porque, según ella, con dos hubiera bastado. Pero, ¿ocurrió realmente así todo esto? Bueno, cierto es tan sólo que ninguno de nosotros lo vivió; y, sin embargo, de acuerdo con lo que sabemos, pudo ocurrir efectivamente así. A decir verdad -y esto es algo que no se puede negar-, nuestros conocimientos al respecto son muy escasos; ni siquiera tenemos seguridad de que únicamente el chacal dorado (canis aureus) se acercara al hombre en la forma aquí descrita. Es harto probable que en distintos puntos de la tierra numerosas especies de chacales más corpulentos y con rasgos lupinos se convirtieran en animales domésticos de ésta u otra forma parecida y, después, siguieran cruzándose entre ellos, pues hoy se sabe que muchísimos animales domésticos proceden de más de una especie salvaje primitiva. Lo único totalmente cierto es que el progenitor de la mayoría de nuestros perros caseros no es el lobo nórdico, como se creía comúnmente en otro tiempo. En realidad, son pocas las razas caninas que, si no exclusivamente, sí en gran parte llevan sangre de lobo. Pero precisamente ellas nos ofrecen, con sus características peculiares, la mejor prueba de que las demás no descienden del lobo nórdico. Estas razas, cuya similitud con el lobo no es simplemente exterior -los perros esquimales, samoyedos, laikas de Siberia, chow- chows y algunos más-, proceden en su totalidad del extremo norte. Pero ninguno de Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 17 Preparado por Patricio Barros estos perros lleva exclusivamente sangre de lobo. Se puede suponer con base suficiente que los hombres, en su progresiva penetración hacia el norte, llevaron consigo perros descendientes del chacal, ya domesticados, y que éstos, mediante cruces sucesivos con ejemplares de sangre lupina, dieron origen a las razas antes mencionadas. Y acerca de las peculiaridades psíquicas2 de los perros con sangre de lobo aún tengo muchas cosas que decir. 2 En el original: die seelische Eigenart. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 18 Preparado por Patricio Barros Capítulo 2 Las raíces de la fidelidad al amo La dependencia de un perro respecto a su amo nace de dos fuentes instintivas fundamentalmente distintas entre sí. De manera particular en las razas europeas, dicha dependencia es en gran medida proyección de aquellos vínculos que atan al cachorro salvaje con sus padres, vínculos que en el animal doméstico permanecen como manifestación parcial de un infantilismo. La otra raíz de esta dependencia consiste en la fidelidad que une al perro salvaje con la figura del jefe de la grey, así como en el afecto personal que se establece entre los miembros de una misma comunidad. Esta segunda raíz es más fuerte en la totalidad de los perros con ascendencia lupina que en los descendientes del chacal, pues en la vida del lobo la cohesión de la manada tiene bastante más importancia. Si se coge un cachorro perteneciente a una especie canina no domesticada y se lo cría en el seno de una familia humana como un perro de casa, se podrá comprobar perfectamente que el apego infantil del animal salvaje corresponde con toda exactitud a aquellos vínculos sociales que la mayor parte de nuestros perros domésticos conserva durante toda la vida respecto a sus amos. El lobezno es esquivo, busca los rincones oscuros, tiene grandes reparos en cruzar un espacio abierto, muestra con suma facilidad los dientes cuando algún extraño pretende acariciarlo: es, desde su nacimiento, un Angstbeisser, un animal que muerde por miedo; pero con su amo se comporta en todo como un cachorro de perro, incluso en lo que respecta a la relación de dependencia. Si se trata de una lobita, que normalmente, de vivir en libertad, reconocería en el lobo macho, jefe de la manada, a “la autoridad superior”, un hombre con especiales dotes de domesticador puede conseguir, en determinadas circunstancias, sustituir al lobo en el ejercicio de esta función, asegurándose de este modo el afecto duradero de la hembra. Pero si se trata de un macho, el amo sufre por lo común amargas decepciones; tan pronto como el animal alcanza el pleno desarrollo, se niega de golpe a obedecer al hombre y se independiza. Es cierto que no se mostrará casi nunca agresivo con su antiguo amo y que lo tratará más bien como a un amigo, pero nunca querrá ver en él a su Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 19 Preparado por Patricio Barros temido dueño. Alguna vez puede ocurrir incluso que intente sojuzgarlo, proclamándose a sí mismo señor de la situación. Y habida cuenta de la peligrosidad de los colmillos del lobo, el problema no siempre se resuelve de forma incruenta. Experiencias similares hice yo con mi perro dingo. No es que fuera rebelde o que tratara de morderme en algún momento; sin embargo, cuando alcanzó la plena madurez descubrió una manera harto singular para negarme su obediencia. De pequeño, su comportamiento no se había diferenciado en nada del de un perro casero. Si había armado algún estropicio y se le había castigado, se apreciaba claramente en su actitud el complejo de culpabilidad y cómo trataba de recuperar el cariño de su amo mendigando sus caricias. Cuando ya tuvo un año y medio de edad, es cierto que siguió aceptando los castigas sin rebelarse y sin gruñir, pero, una vez pasado el incidente, se estiraba cuan largo era y luego empezaba a corretear en derredor mostrando grandes ganas de jugar; esto significaba en pocas palabras que el castigo no había afectado en nada su estado de ánimo ni había conseguido frenar en lo más mínimo, por ejemplo, sus inmensos deseos de devorar una de mis bellas ánades. Por aquel mismo tiempo perdió toda ilusión en acompañarme durante mis paseos cotidianos; sencillamente se escapaba, sin hacer el menor caso a mis gritos de llamada. No obstante, y tengo que insistir en este punto, siempre se mostró cariñoso conmigo y, cada vez que nos encontrábamos, me saludaba, jubiloso, con todo el ritual del afecto canino. En definitiva, no se debe esperar nunca de un animal salvaje encariñadocon un ser humano que se comporte con éste de forma distinta a como lo haría con un congénere suyo. Así, pues, el dingo me regalaba la misma cordialidad que un ejemplar adulto siente por otro de su misma raza, sólo que en nuestras relaciones no iban incluidas, ni la obediencia ni la sumisión. Contrariamente a lo que ocurre con estos perros salvajes, aquellos otros que han alcanzado un más alto grado de domesticidad, que, como aún tendremos ocasión de ver, llevan mayormente sangre de chacal dorado, se comportan, durante toda su vida, con el hombre-amo como el cachorro salvaje con un congénere adulto. Al igual que casi todos los rasgos del carácter, el infantilismo persistente es, asimismo, una ventaja y un inconveniente. Los perros faltos por completo de una actitud de dependencia tienen sin duda interés en el plano de la psicología animal, Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 20 Preparado por Patricio Barros pero no suelen proporcionar grandes satisfacciones a sus amos. Con el tiempo, y en determinadas circunstancias, pueden llegar incluso a ser peligrosos, toda vez que, faltos de la característica sumisión canina, no tienen reparo alguno en morder y en zarandear a un ser humano como si de un congénere suyo se tratara. Aun cuando, como ya queda dicho, la dependencia infantil persistente es la base auténtica de la fidelidad al amo en la mayoría de los perros domésticos, una situación de dependencia excesiva puede provocar efectos opuestos: en tal caso, el animal se muestra totalmente sumiso a su amo, pero, también, a cualquier otra persona. En cierta ocasión comparé este carácter canil con el de algunos niños mimados que llaman "tío" a todo aquel que frecuenta su casa y manifiestan su afecto a cualquier persona extraña, con una confiada ingenuidad que no conoce límites. Esto no significa en modo alguno que el animal no reconozca a su amo, sino, muy al contrario, se alegra profundamente cada vez que lo ve, pero, acto seguido, se muestra dispuesto a marchar con el primero que pasa, con sólo que le dirija unas palabras cariñosas o juguetee un poco con él. Recuerdo que, siendo niño, un pariente de buenos sentimientos pero poco entendido en animales me regaló un pachón, auténtica caricatura de un perro. Kroki, que así se llamaba el animalito, era probablemente de entre todas las criaturas que se pueden comprar la que más se semejaba al cocodrilo que me habían regalado con anterioridad y al que hube de renunciar por no disponer de un sistema de calefacción. Era un perro poseído de un desbordante amor hacia todo el género humano, pero, por desgracia, le era completamente igual quién lo representaba en cada caso concreto. Cuando ya nos cansamos de ir a buscar al infiel animalito a las casas más dispares y apartadas, decidimos confiárselo a una prima nuestra, amante de los perros, que vivía en Grinzig. Allí, Kroki llevó una vida tan singular como impropia de un can; tan pronto dormía en casa de uno como de otro, fue robado y revendido varias veces (probablemente siempre por el mismo ladrón, a quien el animal de ánimo afectuoso proporcionaba buenos beneficios); en pocas palabras: el primero que cogía en su mano la correa, ese era su amo amoroso y amado. De naturaleza completamente distinta es la dependencia y fidelidad de aquellas razas que llevan en sus venas sangre de lobo. En lugar de la dependencia infantil Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 21 Preparado por Patricio Barros persistente, que caracteriza y distingue, sobre todo, a nuestros canes domésticos más comunes, descendientes del chacal dorado, en aquéllos prevalece la fidelidad viril. Mientras que en el chacal tenemos esencialmente un animal salvaje que se mueve dentro de un territorio más o menos delimitado, y se alimenta principalmente de carroña, el lobo es un depredador casi puro y en la caza, en especial cuando se trata de presas de gran corpulencia, está supeditado a la colaboración solidaria de sus compañeros de manada. Para satisfacer las considerables necesidades de nutrición, una manada de lobos viene obligada a cubrir grandes distancias. Durante estas migraciones se ha de mantener bien unida y compacta para, en un momento dado, poder abatir una presa de gran tamaño. Una rígida organización comunitaria, una perfecta obediencia al jefe de la manada y una absoluta solidaridad en la lucha contra sus enemigos más temibles son las condiciones preliminares para el éxito en la precaria existencia del lobo. Esto explica la diferencia, ya apuntada, en el carácter del perro descendiente del chacal (canis aureus) y el de origen lupino; el primero ve en el amo al padre, el segundo al jefe de la manada; aquél se entrega con infantil ingenuidad, éste mantiene una actitud leal, por así decir, de hombre a hombre. Resulta harto curioso observar cómo nace y se desarrolla la vinculación afectiva de un cachorro de raza lupina a una determinada persona. El paso del estado de dependencia infantil al de fidelidad como animal adulto se puede apreciar con toda claridad incluso cuando el perro crece separado de sus congéneres, en el seno de una familia humana, y las figuras del padre y del jefe de manada recaen en una misma persona. El proceso es muy similar a aquel que lleva al adolescente, en la pubertad, a despegarse de la familia y seguir un camino de acuerdo con sus ideales. También en el hombre, la actitud respecto a estos ideales nuevos constituye un fenómeno de singular trascendencia; desventurado el adolescente que en este período de su vida entrega su corazón a falsas divinidades. En los perros lupinos, el período en que el animal coge afecto a un determinado amo para toda su vida viene a caer en el quinto mes. Una vez, no saber esto me costó caro. La primera perra chow que tuvimos fue un regalo que hice a mi señora con motivo de su cumpleaños. Para que fuera una auténtica sorpresa, confié la custodia del animal a una prima mía hasta el día señalado. Con gran sorpresa para Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 22 Preparado por Patricio Barros todos, bastó una semana para que el animalito depositara todo su cariño y confianza en mi pariente, lo que vino a restar buena parte de su valor al regalo. Después, aun cuando la señora sólo venía a nuestra casa muy de tarde en tarde, la perrita, que tenía un corazón apasionado y la había conocido cuando apenas contaba seis meses, seguía viendo en ella, y no en mi esposa, a su ama. Incluso al cabo de algunos años hubiera estado dispuesta a abandonamos para ir detrás de mi prima. Mi perra Stasi, producto de uno de los primeros cruces que realicé entre chow-chow y pastor alemán, reunía en la actitud para con su amo, en feliz conjunción, la fuerte dependencia infantil, propia de su herencia de canis aureus, con la fidelidad privativa de sus ascendientes de sangre lupina. Nacida a principios de la primavera de 1940, Stasi tenía siete meses cuando me decidí por ella de entre todos mis perros y comencé a adiestrarla. Tanto en el aspecto exterior como en el carácter, en ella se conjugaban los rasgos del pastor alemán y del chow-chow: por su hocico afilado, el amplio arco cigomático, el corte oblicuo de los ojos, las orejas cortas y peludas, el rabo corto, recto y muy poblado, pero sobre todo por los movimientos elásticos, recordaba de cerca a una lobita, mientras que en el rojo dorado de su piel se apreciaba con toda claridad su ascendencia canina. Pero los rasgos más caninos aparecían en el carácter; con extraordinaria rapidez asimiló los principios fundamentales de la educación canina: cómo caminar sujeta por la correa, permanecer en pie y sentarse sobre las patas traseras; se puede decir que, por naturaleza, era limpia en casa y amiga de las aves, de modo que no hubo necesidad de enseñarle nada de esto.Mi vinculación con Stasi se vio truncada después de dos meses así que acepté la cátedra de psicología de la universidad de Königsberg. Cuando, en Navidad, volví a casa por unos días, Stasi me recibió con jubilosa alegría y me demostró al momento que su amor hacia mí no había disminuido en lo más mínimo. Recordaba perfectamente todo lo que le había enseñado, de forma que seguía siendo, en definitiva, el perro cariñoso y bueno que había dejado hacía algo más de dos meses. Pero cuando me dispuse a hacer los preparativos para el viaje, se produjeron algunas escenas realmente trágicas. Ya antes de que empezara a hacer las maletas, Stasi se puso triste y no se separaba ni un instante de mi lado. Tan pronto como Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 23 Preparado por Patricio Barros salía yo de una habitación, ella se ponía en pie rápidamente y se empeñaba en acompañarme incluso a cierto sitio. Cuando, después, el equipaje estuvo a punto, el dolor de Stasi creció hasta la misma neurosis: dejó de comer, su respiración se hizo entrecortada, irregular, interrumpida a cada momento por profundos suspiros. El día de mi marcha, decidimos encerrarla para impedir que quisiera acompañarme a la fuerza. Pero Stasi ya se había ido a esconder en el jardín; el más fiel de todos mis ejemplares caninos me negaba obediencia cuando lo llamaba y fracasaron todos los intentos de acercarme a ella y cogerla. Cuando, finalmente, se puso en marcha la consabida caravana, con niños, carrito de mano y maletas, un perro de aspecto extraño, con el rabo entre las patas traseras, el pelo revuelto y la mirada esquiva, nos seguía como a unos veinte metros de distancia. Ya en la estación, intenté acercarme a ella y cogerla por última vez, pero -todo fue en vano. Cuando subí al tren, Stasi seguía aún allí, a prudente distancia, en la actitud amenazadora del perro rebelde y me miraba con pretendida indiferencia. El tren se puso en movimiento, y Stasi continuó inmóvil, en su sitio; sólo cuando el convoy empezó a coger velocidad, el perro, se lanzó con la rapidez del rayo hacia el tren, luego corrió a lo largo de éste y, por último, saltó a él tres vagones delante de aquel, en cuyo estribo me había quedado yo para impedir que subiera. Entonces corrí hacia adelante, cogí a Stasi por el cuello y los cuartos traseros y la arrojé a tierra. El animal cayó ágilmente sobre las patas, sin dar volteretas. Después se quedó inmóvil, pero ya no en actitud amenazadora, y así permaneció, con los ojos fijos en el tren, hasta que éste se perdió en la lejanía. Pronto me llegaron a Königsberg noticias alarmantes. Stasi había hecho auténticos estragos en los gallineros vecinos, ya no tenía en cuenta las normas de limpieza, merodeaba sin descanso por los alrededores y no obedecía a nadie, por todo lo cual hubo que encerrarla. Allí estaba ahora, sentada en la terraza de los tilos, abandonada a su dolor. Pero su soledad era sólo por lo que respecta a la compañía humana, pues compartía su vida con el dingo de que antes he hablado. A fines de junio regresé a Altenberg y lo primero que hice fue ir a buscar a Stasi. Cuando subía las escaleras que daban a la terraza, los dos perros me salieron al encuentro con una agresividad propia de animales que han permanecido largo Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 24 Preparado por Patricio Barros tiempo encerrados o encadenados. Al alcanzar el último escalón me detuve y permanecí inmóvil. Los dos animales daban grandes saltos ladrando y rugiendo. Yo tenía curiosidad por comprobar cuándo iban a reconocerme a través de la vista, ya que, al soplar el viento en dirección a donde yo estaba, no podían hacerlo a través del olfato. De momento no me reconocieron. Pero, al cabo de un rato, Stasi percibió de repente mi olor en el ambiente y, en medio mismo de su furioso ataque, quedó rígida, como petrificada. Aún tenía la crin alborotada, el rabo bajo, las orejas caídas hacia atrás; sólo las fosas nasales se habían abierto de golpe y aspiraban con rara avidez el mensaje que le traía el viento. Luego, el pelo de la crin se alisó, un temblor recorrió el cuerpo todo del animal, las orejas se irguieron y permanecieron rígidas. Yo esperaba que ahora la perrita se abalanzara sobre mí en un acceso de alegría incontenible, pero no fue así. Un dolor tan grande como para trastornar su personalidad hasta el punto de hacerle olvidar hábitos y normas, y sumida en una auténtica neurosis, un dolor así no podía desaparecer en unos segundos. De improviso, el animal se irguió sobre las patas traseras, levantó la cabeza y, con el hocico vuelto al cielo, dio rienda suelta al dolor que torturaba su alma canina en un prolongado aullido tan hermoso como conmovedor. Pero, después, se abalanzó sobre mí como un vendaval y al momento quedé envuelto, por así decir, en un torbellino de júbilo canino. Stasi saltaba hasta la altura de mis hombros y a poco me arranca la ropa del cuerpo; precisamente ella, de suyo tan reservada y poco amiga de las manifestaciones efusivas, ella que, por lo común, se limitaba a saludarme con unos cuantos golpes de rabo, ella cuya máxima prueba de ternura consistía en descansar la cabeza sobre mis rodillas. Stasi, siempre tan silenciosa, resoplaba ahora como una locomotora a causa de la excitación, lanzaba aullidos agudísimos, más fuertes que nunca. Después me dejó de repente y corrió hacia la puerta y quedó allí mirándome y pidiéndome con muda zalamería que la sacara de su prisión. Ella consideraba natural que, con mi regreso, terminara su encierro y todo volviera a su antiguo orden. ¡Dichoso animal y envidiable solidez la de su sistema nervioso! Una vez eliminada la causa, el trastorno psíquico no había dejado en ella secuela alguna que no pudiera ser borrada por completo con un aullido desgarrador de treinta segundos y una danza jubilosa de un minuto de duración. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 25 Preparado por Patricio Barros Cuando mi esposa me vio llegar con Stasi, gritó asustada: ¡Dios mío, las gallinas! Pero la perrita ya no se dignó echar ni una mirada más a las gallinas. Cuando, por la tarde, la llevaba a mi habitación era tan limpia como lo había sido siempre. Todo lo que le había enseñado tiempo atrás, lo había retenido en la memoria durante aquellos meses marcados por la más grande desventura que puede conocer un perro. Cuando, por fin, se aproximó el momento de hacer nuevamente las maletas, Stasi se puso triste y silenciosa, y no se separaba ni un momento de mi lado. La pobre bestia conoció días amargos, todo porque no entendía las palabras humanas, pues esta vez yo había decidido llevarla conmigo. Poco antes de mi partida, Stasi, como la otra vez, se escondió en el jardín con la evidente intención de seguirme incluso contra mi voluntad. Ahora la dejé en paz; únicamente cuando salí de casa para ir a la estación, llamé con el mismo grito que usaba normalmente. Al momento comprendió la situación y se puso a danzar en derredor, loca de alegría. Pero la alegría de seguir a su amo sólo le duró unos meses; el 10 de octubre de 1941 fui llamado a filas y tuve que marchar. Entonces se repitió la misma tragedia de un año antes en Altenberg. Con la diferencia de que esta vez Stasi se escapó de casa, se independizó por completo y por espacio de dos meses vagó por los alrededores de Königsberg como fiera salvaje. Hizo un estropicio detrás de otro, hasta el punto de que estoy convencido de que fue ella la misteriosa “zorra” que devastó las conejeras de un respetable colega mío que vivía en la Cäcilienallee. Cuando, después de Navidad, Stasi volvió a casa con mi esposa, era sólo hueso y pellejo, y sufría una inflamación purulenta en la zona de los ojos y el hocico. Una vez curada, y alno haber otra alternativa, fue llevada al jardín zoológico, donde se la apareó con un gigantesco lobo siberiano, pero no tuvo descendencia. Algunos meses después -por entonces yo era neurólogo en el hospital militar de Posen-, me la llevé nuevamente a casa conmigo. Cuando en junio de 1944, fui trasladado al frente, llevamos a Stasi con sus seis cachorros al jardín zoológico de Schönbrunn. Allí fue muerta por una bomba, pocos días antes de que terminara la -guerra. Pero uno de sus pequeños había sido enviado a Altenberg, a casa de un vecino nuestro, y de él proceden todos los perros que hemos criado. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 26 Preparado por Patricio Barros Stasi sólo pudo pasar algo menos de la mitad de sus seis años de vida junto a su amo y, no obstante, ha sido con mucho el perro más fiel de cuantos he conocido hasta el presente. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 27 Preparado por Patricio Barros Capítulo 3 Educación Aquí no vamos a hablar de aquellos perros adiestrados por y para el hombre, perros que transportan objetos pesados; que buscan cosas o personas perdidas, o realizan otros servicios similares. Por otra parte, me gustaría preguntar al feliz propietario de un perro capaz de semejantes lindezas cuántas veces éste ha tenido ocasión de poner en práctica sus conocimientos y habilidades. Por lo que a mí respecta he de decir, en cualquier caso, que, hasta el presente, nunca perro alguno me salvó de un peligro. Es cierto que una vez Pygi II, hija de Stasi, reclamó mi atención topándome con el hocico y, cuando me incliné sobre ella, pude ver que tenía fuertemente sujeto con los dientes un guante que me había caído al suelo. Es posible que un destello de intuición le hiciera pensar que aquel objeto que se hallaba a mis pies y llevaba mi mismo olor me pertenecía; no lo sé, pero, después, cuantas veces dejé caer al suelo un guante, Pygi se quedó tan tranquila, sin dignarse siquiera mirado. ¿Cuántos perros perfectamente adiestrados para buscar algo han traído por propia iniciativa, esto es, sin haber recibido previamente orden alguna al respecto, un objeto que su amo había perdido realmente sin darse cuenta? Así, pues, aquí no queremos ocupamos de estas formas de adiestramiento, tanto menos cuanto que sobre este tema se ha escrito mucho y bueno, sino que, más bien, pretendemos exponer algunas normas de educación, que harán más fácil y agradable la convivencia del amo con su perro; me refiero concretamente a las voces más comunes, como “¡a tierra!”, “¡a dormir!” y “¡camina!” Pero antes de nada quiero decir todavía unas palabras acerca de recompensas y castigos. Es un error muy difundido creer que éstos son más eficaces que aquéllas. En muchos procedimientos educativos, sobre todo por lo que respecta a la limpieza en casa, es mejor evitar las medidas de castigo, siempre que se pueda. Si se coge de la camada un perrito de unos tres meses y, se lleva a una habitación, es conveniente observar con atención su comportamiento durante las primeras horas e interrumpido tan pronto como se dispone a dejarnos un corpus delicti de naturaleza sólida o líquida. Con la mayor premura posible se lo lleva al exterior y -detalle muy importante- siempre al mismo sitio. Si hace allí aquello que debía, se le prodigarán Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 28 Preparado por Patricio Barros expresiones de alabanza y admiración como si hubiera llevado a cabo la empresa más heroica. Si se le trata así, el perrito comprenderá con asombrosa rapidez el problema y su solución correcta. Si, después, se consigue mantener un horario fijo para estás “salidas”, en brevísimo tiempo no habrá ya necesidad de ir detrás de él limpiando el suelo. Por lo que respecta al castigo, conviene tener presente de manera especial este principio: el castigo será tanto más eficaz cuanto menor sea el lapso de tiempo transcurrido entre la falta cometida y la aplicación de aquél. Incluso algunos minutos después ya no tiene sentido alguno castigar a un perro: éste ya no sabe a qué viene aquello. Únicamente en casos de reincidencia, esto es, cuando el perro ha llegado a comprender perfectamente por qué se le castiga, tiene sentido aplazar la medida correctiva. Naturalmente que hay excepciones. Cuando, por ejemplo, uno de mis perros mataba un ejemplar nuevo de mi colección sólo porque no lo conocía, en ocasiones conseguí hacerle comprender lo ilícito de su comportamiento golpeándole con el cuerpo inánime de su víctima. En este caso, lo importante no era recordar su culpa a la bestia, sino más bien tratar de que llegara a aborrecer un determinado objeto. Es totalmente equivocado pretender enseñar a obedecer a un perro por medio del castigo, como también golpearlo porque se ha escapado durante un paseo, atraído por algún animal salvaje. Con este procedimiento no se conseguirá nunca que el perro pierda la costumbre de escapar, sino, más bien, la de volver al lado de su amo, ya que ésta es la acción más próxima en el tiempo al castigo y, como tal, viene indefectiblemente asociada a éste. El único sistema para cortar de forma radical, en un perro, el vicio de escapar consiste en tirar sobre él con una honda, cada vez que está a punto de salir corriendo. El tiro le debe coger por sorpresa y lo mejor es que el perro no se dé cuenta de que procede de su amo. Precisamente por inexplicable, aquel dolor repentino le producirá tanta más impresión. Otra ventaja de esta modalidad de castigo a distancia radica en que, así, el animal no llega a temer la mano de su amo. La dosificación cuantitativa del castigo requiere mucho tacto y un profundo conocimiento del animal. La sensibilidad al castigo varía muchísimo de un individuo a otro; para un perro delicado, unos golpecitos pueden constituir un castigo más Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 29 Preparado por Patricio Barros duro que una tanda de latigazos para un hermano suyo psicológicamente más fuerte. Por ello, cuando un perro es muy sensible y, además, físicamente delicado, como ocurre con determinadas razas, por ejemplo, con el spaniel, setter y otros, hay que tener mucho cuidado con los castigos físicos si no se quiere que el animal se atemorice y pierda toda alegría de vivir y toda sensación de seguridad. En los cruces realizados por mí entre chow-chow y pastor alemán -sobre todo en los primeros tiempos, cuando los ejemplares conservaban un elevado porcentaje de sangre de pastor alemán- salían, de forma irregular e imprevisible, ora perros extraordinariamente sensibles al castigo, “frágiles”, ora otros extraordinariamente "duros", poco sensibles. Stasi había sido una “dura”, Pygi II marcadamente frágil. Cuando las dos juntas habían armado algún estropicio, mi injusticia a menudo molestaba al público, pues mientras a la madre la golpeaba con cierto rigor, a la hija me limitaba a darle unos cuantos gritos y, todo lo más, algún manotazo. Y, pese a todo, las dos recibían un castigo de idéntica efectividad. La medida punitiva aplicada a un perro actúa no tanto por el dolor físico que le produce, cuanto por la manifestación de poder que evidencia por parte del amo. Pero, por este motivo, el animal ha de comprender dicha manifestación de poder. Como quiera que los perros, al igual que los simios, no se golpean sino que se muerden en sus luchas por establecer el orden jerárquico en el seno del grupo, los golpes no constituyen para ellos un castigo adecuado y comprensible. Un amigo mío ha descubierto que a un simio un mordisco suave en la mano o en la espalda, que ni siquiera llega a herirle, le impresiona más que una tanda de golpes. (Naturalmente, no todos se atreverán a morder a un mono). En el perro, por elcontrario, se puede adoptar el sistema de castigo empleado por el jefe del grupo: coger al animal por el cuello, levantarlo en vilo y zarandearlo. Este es para el perro el castigo más duro y doloroso que conozco; y nunca deja de producir una profunda impresión. De hecho, un lobo, jefe de una manada, capaz de levantar del suelo a un pastor alemán y zarandearlo a placer tiene que ser realmente un superlobo; y como tal considera el perro al amo que le castiga. Aun cuando a nosotros los humanos, esta forma de castigo nos parece menos brutal que los golpes y latigazos, hay que insistir expresamente en que se debe proceder con sumo tacto al adoptar una medida punitiva cualquiera. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 30 Preparado por Patricio Barros En todas las formas de adiestramiento que requieren una participación activa del perro, no hay que olvidar nunca que ni siquiera el perro más dócil e inteligente sabe lo que es el "sentido del deber" y que sólo colaborará en tanto en cuanto se encuentre a gusto. En este terreno, toda forma de castigo está por completo fuera de sitio y falta de eficacia. Sólo el hábito lleva al perro bien adiestrado a recuperar la liebre, a seguir una pista o saltar un obstáculo, aunque no le guste hacerlo. Especialmente al principio de este adiestramiento, cuando aún no se ha conseguido inculcar al animal la costumbre de hacer lo que se le ordena, los ejercicios se limitarán a unos minutos y se interrumpirán tan pronto como se advierta un descenso en el interés del perro. Lo realmente decisivo aquí es que en el animal se arraigue la impresión de que se le permite realizar el ejercicio, no de que se le obliga a ello. Después de esta corta referencia a las normas fundamentales, volvemos a los tres puntos básicos de la educación canina que todo amo debería conocer. En mi opinión, la orden más importante es la de "¡a tierra!" El perro ha de aprender a estirarse en tierra y a levantarse sólo después de haber recibido una orden en este sentido. Esto presenta numerosas ventajas tanto para el animal como para su amo. De este modo se puede dejar al perro en cualquier sitio y, mientras tanto, ocuparse de los asuntos propios y cumplir deberes y obligaciones; por otra parte, el perro que obedece a esta orden tiene una vida bastante más feliz, toda vez que su amo no se ve obligado nunca a encerrarlo. En resumen, sirve para hacer menos dura la obediencia: a ningún perro le produce alegría tener que frenar el impulso de seguir a su amo. Es comprensible que a la voz de “¡arriba!” y de “¡ven aquí!” el animal sienta como una especie de liberación; precisamente el echarse concede, después, a la orden de “¡ven aquí!” un valor afectivo muy singular: el perro no es obligado a venir, sino que se le permite venir. En los perros que no demuestran una disposición natural a obedecer, sólo se puede conseguir que respondan puntualmente a la llamada del amo a través de la orden de “¡a tierra!” Egon von Boyneburg, uno de los mejores adiestradores que conozco, concedía más importancia a ésta que a las demás normas de obediencia. El enseñaba a los perros a estirarse y permanecer en esta postura, a una orden suya, en cualquier momento y situación, incluso en el curso de una carrera. Uno de sus Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 31 Preparado por Patricio Barros perros se disponía, por ejemplo, a acosar una presa; el barón no lo llamaba directamente para que volviera a su lado, sino que se limitaba a gritar: ¡down! Entonces se veía una gran polvareda, levantada por el repentino frenazo, y después, cuando la nube de polvo se disipaba, aparecía el perro, que había obedecido con docilidad a la orden de “¡a tierra!” Enseñar a los perros a estirarse es tan elemental que incluso la persona menos dotada para estos menesteres puede conseguido. En general se empieza cuando el animal tiene, como mínimo, de siete a once meses de vida; en las razas precoces incluso antes, y más tarde en aquellas otras de desarrollo más lento. Un inicio excesivamente prematuro resulta cruel, pues equivale a exigir un esfuerzo excesivo a un cachorrito retozón e inquieto. Se empieza por llevar al animalito a un prado seco, esto es, a un sitio donde éste se estiraría de buen grado en cualquier caso. Luego se lo coge por el cuello y los cuartos traseros, y se lo deposita con cuidado en tierra, al tiempo que se pronuncia en voz alta la orden. No importa que la primera vez tenga que hacerse un poco de fuerza. Hay perros que captan las órdenes más de prisa que otros, sin que tampoco falten los que resisten por todos los medios a obedecer y solo comprenden en qué consiste el ejercicio cuando se les hace doblar las patas delanteras y traseras. Sin embargo, en general uno quedará sorprendido al ver el poco tiempo que se necesita para que un perro inteligente comprenda lo que se pretende de él y aprenda a estirarse a la voz de mando. Durante la enseñanza de la primera prueba es muy importante impedir que el perro se ponga en pie hasta que reciba la oportuna orden en este sentido. Es de', todo punto erróneo pretender enseñar a un perro el ejercicio en dos tiempos, esto es, en otras tantas lecciones separadas entre sí en el tiempo. Al principio, el amo ha de estar frente al perro y muy cerca de él, hablándole y moviendo los dedos delante de su hocico para que no le vengan ganas de levantarse. Después, de improviso le tiene que gritar "¡ven aquí!", al tiempo que se aleja de él unos pasos, y por último lo acariciará y jugueteará un poco con él como si le recompensara por su comportamiento en la prueba a que ha sido sometido. Si el perro da la impresión de estar cansado y denuncia un cierto deseo de deshacerse momentáneamente de su amo para no tener que repetir el ejercicio de nuevo, lo mejor es interrumpir inmediatamente la lección y aplazarla para el día Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 32 Preparado por Patricio Barros siguiente. Los períodos de la posición “a tierra” se han de ir prolongando de forma progresiva, pese a la tendencia natural del perro, razón por la cual hace falta indudablemente una gran sensibilidad a fin de encontrar el medio justo entre la disciplina y la amistad. El adiestramiento no debe degenerar nunca en un juego; éste sólo será permitido, a título de recompensa, una vez finalizado el ejercicio. Así, por ejemplo, hay que evitar que a la orden de "a tierra" el perro se revuelque como hace cuando quiere jugar. Cuando, finalmente, se ha conseguido que permanezca en la posición correcta de "a tierra" durante algunos minutos, el amo se irá alejando poco a poco del perro, pero permaneciendo, al principio, dentro de su campo visual. Si el animal permanece en la posición durante algunos minutos esperando la orden de ponerse en pie, uno se puede marchar tranquilamente, en la seguridad de que aquél no se moverá de donde está. La prueba se puede hacer un poco más fácil y llevadera para el perro dejando a su lado algunas pertenencias del amo, y cuanto mayor sea el número de éstas, tanto más fácil le resultará quedarse allí. Si se lleva al perro durante una excursión en lancha y se le deja, después junto a ésta, con colchones de aire, tienda de campaña, mantas, etcétera, el animal esperará al amo con ejemplar fidelidad. Si un extraño trata de coger alguno de los objetos que el perro tiene a su lado, éste se enfurecerá: no porque tenga un concepto de la propiedad, o sienta como una obligación proteger los objetos que se encuentran a su lado, sino porque llevan el olor del amo y, en consecuencia, representan para él en cierto sentido el hogar. Cuando se ven perros adiestrados expresamente para estos menesteres, como, por ejemplo, custodiar una bolsa perteneciente a su amo, hay que pensar que, poco más omenos, se desarrolla el siguiente proceso psicológico: el objeto es para el perro un símbolo del hogar en su expresión mínima, y, por otra parte, el amo no ha dejado allí al perro para que custodie el objeto, sino éste para que permanezca a su lado el perro. Si se pretende dejar al perro esperando en un paraje que le resulta desconocido, hay que tener en cuenta al animal en el momento de elegir el sitio; abandonar durante largo tiempo a un perro muy sensible en una acera de mucho tránsito y ruido es una auténtica crueldad; se debe buscar más bien un rincón tranquilo, a ser posible resguardado y cubierto. Estas medidas de precaución son, en realidad, necesarias porque una espera prolongada Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 33 Preparado por Patricio Barros exige del perro un considerable esfuerzo psíquico. Si el animal ha sido educado correctamente, dicho esfuerzo queda más que compensado por el placer que supone poder acompañar al amo, lo que para todo perro sensible constituye la máxima felicidad de la vida. Si el perro es muy inteligente, con el tiempo se puede reducir la disciplina exigida en el adiestramiento, sobre todo en la fase inicial de éste. 8tasi, que era una auténtica maestra en el arte de echarse a tierra, sabía muy bien, por ejemplo, que a mí no me importaba en absoluto si, mientras cuidaba de mi bicicleta, daba vueltas en torno a ella, en lugar de permanecer todo el tiempo inmóvil como una esfinge egipcia. Stasi había captado perfectamente el quid de la cuestión. Incluso llegamos a establecer una especie de pacto tácito (naturalmente, sin pretenderlo): si la dejaba sin la bicicleta o la bolsa, esperaba como unos diez minutos y, transcurrido este tiempo, se volvía a casa por su propia cuenta. Si la hubiera dejado con uno cualquiera de los dos objetos, me hubiera esperado hasta el día del Juicio Final. Stasi había llegado tan lejos en su arte, que se colocaba en posición por sí misma. Durante mi estancia en Posen, la perra tuvo cría del dingo que vivía en el jardín zoológico de Königsberg. Un amigo mío había puesto a mi disposición un amplio recinto para que pudiera dejar en él los cachorros. Stasi, la madre, sólo permaneció allí tres días; al cuarto, la encontré, como de costumbre, junto a mi bicicleta, cuando salí a mediodía del Hospital Militar. Todo intento de llevarla junto a sus hijitos fue en vano; la bestia quería volver a toda costa a su "servicio" habitual; pero, al mismo tiempo, seguía siendo una madre de verdad: dos veces al día, poco antes de mediodía y a última hora de la tarde, recorría algunas calles de la ciudad hasta donde tenía la cría y le daba de mamar. Media hora después estaba de nuevo junto a la bicicleta. Estrechamente vinculado con la orden de “¡a tierra!” está la de “¡a la cama!” Si la primera es, por así decir, para el comportamiento fuera de casa, la segunda está relacionada con la vida entre las paredes hogareñas y sirve para cuando el amo se quiere deshacer del perro por unas horas. Toda vez que ni siquiera el perro más inteligente puede entender la orden de "¡márchate!", pues es demasiado abstracta, hay que decir al perro de forma concreta adónde tiene que ir. A esta exigencia responde la cama, que no tiene que ser necesariamente un lecho auténtico, ni Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 34 Preparado por Patricio Barros siquiera un cestito o un capazo, pues a menudo basta con un rincón adecuado, que tal vez el perro ya ha elegido como refugio por cuenta propia. A la voz de “¡a la cama!”, el perro se ha de retirar a su rincón, de donde no deberá salir hasta que se le dé la orden correspondiente. El tercer ejercicio del adiestramiento, sintetizado en la voz de “¡vamos!”, no es tan fácil como los dos precedentes. Una vez se ha conseguido que el perro lo aprenda bien, resulta innecesario el uso de correa. En este ejercicio, que hay que repetir con asiduidad, se enseña al perro, sujeto por la correa, a caminar junto a su amo, bien a la derecha o a la izquierda, pero teniendo en cuenta que, una vez elegido el lado, éste no se puede cambiar. La cabeza del animal debe estar siempre a la misma altura respecto a las piernas del amo, de forma que el perro se pueda adaptar rápidamente a un posible cambio en la marcha. Son muy pocos los perros que en este ejercicio muestran tendencia a quedarse atrás; por el contrario, la mayoría camina más bien delante, lo cual hay que corregir constantemente con un tiro de la correa o con un pequeño golpe en el hocico. Incluso en las vueltas, el perro ha de permanecer próximo a las piernas del amo, casi tocándolas. El mejor procedimiento para conseguirlo consiste en caminar ligeramente inclinado sobre el animal, sujetando con una mano la correa y cogiendo al perro con la otra para estrecharlo contra las piernas. Se requiere mucha paciencia para conseguir que el perro se mantenga al pie de forma satisfactoria. También aquí hay que utilizar dos voces distintas: una para ordenar al animal que siga el paso del amo y otra para comunicarle el cese de dicha obligación. Esto es algo muy difícil de hacer comprender a un perro. Al principio sería conveniente detenerse mientras se tiene al perro al lado, después darle la voz de “¡corre!” y esperar a que se haya alejado. Si se va sin haber comprendido la orden, creerá simplemente que se le deja hacer lo que quiere; pero toda infracción de esta índole merma los progresos obtenidos en el adiestramiento. Como quiera que el perro se da cuenta si va sujeto por la correa o no, en el primer caso es relativamente fácil conseguir que obedezca la orden; pero, si están sueltos, muchos perros, de manera especial los menos inteligentes, no se preocupan en absoluto de lo que se les dice. Si no se quiere recurrir al látigo o a la honda, recursos educativos que no me gustan en absoluto, sólo queda una alternativa: Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo Mejía 35 Preparado por Patricio Barros tener al perro sujeto de una cuerda tan fina que apenas si la sienta. El perro es totalmente incapaz de comprender una secuencia causal. Así, por ejemplo, Stasi, al principio, obedecía la orden sólo cuando llevaba collar y correa, fuera ésta de la longitud que fuera, la sujetara yo con la mano o no, e incluso independientemente de la distancia que la separara de mí. Pero cuando se encontraba sin correa, "se sentía libre" y ni siquiera le pasaba por la imaginación obedecer. Por otra parte, todo esto pronto resultó innecesario porque Stasi, cualquiera que fuera la situación, se colocaba, por así decir, la correa ella misma; esto es, se ponía a mi lado en actitud realmente ejemplar, sobre todo cuando sentía nacer en su interior la tentación de hacer cosas prohibidas. Cuando, por ejemplo, pasaba por un paraje desconocido, donde con su aspecto de lobo rojizo sembraba el pánico entre los animales domésticos y sentía la tentación de abalanzarse sobre las gallinas y los corderos, al momento, sin que yo se lo pidiera, la pobre Stasi se estrechaba contra mi rodilla izquierda y permanecía junto a mí para no sucumbir al deseo; presa de una gran excitación, caminaba a mi lado con las fosas nasal es dilatadas y las orejas erguidas. Entonces se advertía claramente la enorme fuerza que tenía el lazo invisible que la sujetaba. Un comportamiento así no hubiera sido posible, por supuesto, de no haber enseñado al animal, cuando era joven, a “caminar al pie” en toda regla. Personalmente considero muy hermoso que el perro no se limite a repetir con el automatismo de un esclavo las normas de comportamiento aprendidas, sino que las elabore y adapte a su caso con intuición y, me atrevería a decir, incluso con inteligencia creadora. Cuando el hombre encontro al perro www.librosmaravillosos.com Konrad Lorenz Gentileza de Guillermo
Compartir