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Lebovici, S _Soulé, M La aportación de los psicoanalistas a la psiquiatría del niño

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SERGE LEBOVICI y MICHEL SOULÉ 
con la colaboración de 
Simone Decobert y Janine Noel 
El conocimiento del niño 
a través del psicoanálisis 
FONDO DE CULTURA ECONóMICA 
MÉXICO 
l . LA APORTACIÓN DE LOS PSICOANALISTAS
A LA PSIQUIATRÍA DEL Nlf:rO 
Esrn LIBRO se ha dedicado con amplitud a la triple vía utilizada por los psi-
coanalistas para conocer mejor al niño: la reconstrucción o "construcción" 
del pasado a lo largo de las curas psicoanalíticas del adulto, el conoci-
miento de la vida fantasiosa del niño a través de los tratamientos 
psicoanalíticos o las psicoterapias que inspira el psicoanálisis en los diver-
sos periodos del desarrollo del niño y del adolescente y, finalmente, la 
observación del niño, que tantas aportaciones ha recibido de los psicoana-
listas durante estas últimas décadas por un camino que ya Freud había 
señalado y con la ayuda de la metapsicología. 
Después del final de la segunda Guerra Mundial numerosos pseudopsi-
quiatras y los miembros de equipos especializados dirigidos por ellos se han 
esforzado por adquirir una formación psicoanalítica. Con mucha frecuen-
cia, estos psiquiatras-psicoanalistas se dedican a los niños, pero también a 
adultos. Creemos que se trata de una situación que, no por ser de hecho, 
deja de probar su utilidad: permite introducir elementos longitudinales 
de comparación que parecen indispensables en un terreno tan aleatorio 
como el del pronóstico de las perturbaciones mentales del niño, lo mismo 
en el plano anamnésico como en el catamnésico. 
Así pues, este capítulo ha de ser por fuerza sintético y no pretende 
otra cosa que hacer participar al lector en la historia del movimiento de 
la psiquiatría del niño considerablemente renovada, en nuestra opinión, por 
el interés mostrado por los paidopsiquiatras de formación anafüica ante 
esta disciplina. 
Se ha tratado, ante todo, de replantear las primeras tendencias de la 
psiquiatría del niño, la cual, durante la segunda mitad del siglo XIX y 
a comienzos del siglo xx, se había esforzado por encontrar en un estado 
como reducido, los síndromes progresivamente puestos en evidencia en 
el adulto. . . Desde este punto de vista, puede decirse que los primeros 
psiquiatras de niños fueron los médicos que, asociados con los pedagogos, 
se interesaron por los sujetos retrasados y caracteriológicos. Más tarde, la 
oposición entre los primeros y los segundos constituyó una dicotomía 
simple para el estudio del niño. considera?º inadaptado. Finalmente, an-
tes de la segunda Guerra Mundial, los psiquiatras intentaron encontrar y 
describir en el niño las enfermedades mentales que acababan de recibir 
un estatuto de entidades mórbidas en el adulto: el ejemplo más cono-
cido es el de la demencia precocísima de Sancte de Sanctis, también la 
esquizofrenia infantil de Tramer y Lutz. Pero la experiencia ha demos-
trado que se trataba de observaciones muy excepcionales. En general, el 
conocimiento de la evolución del niño demostraba que era bastante inútil 
buscar esos síntomas en sujetos cuyo desarro1lo hacía inverosímil la exis-
tencia de esas ideas delirantes o de esas alucinaciones para las que los 
psiquiatras de adultos habian propuesto una clasificación sindromática. 
[ 249]
1 
250 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
Al mismo tiempo, lo que ha podido califi,carse como _la segunda revo-
lución psiquiátrica,1 que cuestionó la patolo i; de !os asilos, des ncad ó 
una crítica radical de la nosografía y denuncio los intentos de asimilacion 
de la psiquiatría con los métodos ana_to1:°oclínic?s de }ª clínica mé?ica. 
Ya se dejaba sentir l influjo ?el movim_iento psicoanahhc que poma el 
acento en la dimension conflictiva y relacional de la patologia mental, para 
captar al hombre enfermo e? la his!oricidad de su p s do vivido. Se con. 
sideraron poco a poco los diversos smtomas co o ic1S1tudes del m?do de 
ser de fos individuos que, en razón de su orgamzación mental, considerada 
según el triple plano tópico, dinámico y económico, funcionaban según 
modos patológicos más o menos estructurados. 
Desde entonces, la oposición entre neurosis y psicosis parece menos 
radical y la patología del carácter se fue colocando cada vez más en pri-
mera línea. . . El estudio de las perversiones y de las enfermedades psico-
somáticas asumió al mismo tiempo una creciente importancia para el 
psiquiatra. . Por su parte, los psiquiatras de niños subrayaron la necesidad de una 
aproximación rnultidisciplinar y estudiaron cada caso bajo un l z psico-
social y biológica. El diagnóstico pareció ser el fruto del traba¡o mtegrado 
del equipo de pediatría infantil, cuyas modalidades siguen siendo aún 
hoy bastante imprecisas. Todo esto no podía menos de hacer más radical 
la crítica de la nosografía, el cuestionarniento de los síntomas, el ataque 
a cada caso centrado en la patología individual y, más en general, la con-
sulta respecto a cada caso en el que, por muchos conceptos, la patología 
mental no constituye el factor más evidentemente amenaza te. Este es-
fuerzo crítico es debido a la mutación en la cua-1 los psiqmatras de for-
mación analítica han contribuido de manera preponderante. 
Ésta es la evolución que quisiéramos aclarar con algunas observaciones 
generales. La esbozó Sigmund Freud al discutir, en todos sus escritos, poco 
o mucho, el papel del pasado vivido en la génesis de las enfermedades 
mentales. A este respecto, nada hay más instructivo que la lectura de los 
estudios clínicos reagrupados en la edición castellana bajo el título de 
"Historiales clínicos" [131]. El papel de la neurosis infantil en la eclo-
sión de las perturbaciones mentales de adultos se discute en "Análisis de 
un caso de neurosis obsesiva" y en el "Análisis de la fobia de un niño 
de cinco años", la cura psicoanalítica permite, gracias a la neurosis de 
transferencia, reconstruir la neurosis infantil; pero Freud mostró, ante 
todo, al discutir el caso de Juanito, que no hay solución de continuidad 
entre las perturbaciones neuróticas caracterizadas y los síntomas neuró-
ticos del tipo de las fobias que se observan en la gran mayoría de los 
niños llamados "nerviosos".
Hemos demostrado * - y hoy constituye una noción generalmente ad· 
mit ida- que los síntomas más francos no tienen sentido en sí mismos. 
Con frecuencia, son transitorios y pueden curarse espontáneamente, de-
1 Generalmente se considera que la primera revoluci6n psiquiátrica data del gesto siro· 
b6lico de Pinel al liberar a los locos de su cadena en la Salpétriere. 
• Véase cap. III.
LA PSIQUIATRlA DEL NIÑO 251 
jando cicatrices cuyo significado conocernos muy imp_erfec_tame°:te. De 
forma inversa, el estudio de ciertos grupos de población mfanhl fuera 
de consulta pone claramente en evidencia la posibilidad de descubrir casos 
serios en niños aparentemente bien adaptados, juiciosos y buenos estu-
diantes, cosa que resta gran parte de su significado a las perturbaciones 
del comportamiento que pueden llevar al niño al psiquiatra. Se ha habla. 
do - y volveremos sobre e l l o - de síntomas cuya presencia es normal en 
ciertos periodos del desarrollo y cuya ausencia sería más bien patológica. 
Por otra parte, la desaparición de los síntomas más molestos _puede. er 
tan sólo el fruto de su transformación, en la que la tolerancia familiar 
parece desempeñar un papel muy importante. , . De esta forma, el concepto de normalidad parece uno de los mas dis-
cutibles y los límites de la patología son muy imi:necis<?s· Por esta razón, 
el estudio del desarrollo del niño es una tarea 1mpenosa. Como se ha 
visto en esta obra, los psicoanalistas han tratado de contribuir a ella: lo 
esencial aquí es que el desarrollo no es el único hecho de la maduración. 
Las relaciones familiares, a partir de la dependencia inicial, desempeñ n 
un papel esencial al introducir en la historia de cada uno de los conflic-
tos interiorizados y de los modos de ordenamiento que definen, el funcio-
namiento del yo. No es necesario insistir otra vez sobre los trabajos que 
hemosestudiado en detalle, pero debe recalcarse el hecho de que nada 
es ni continuo ni seguro en el desarrollo del niño. Se observan_ r g_re-
siones sin cesar: regresiones temporales que recuerdan un modo pnmibvo 
de relación o relaciones con objetos menos evolucionados, según un modo 
pregenital; regresio°:es tópicas en las que el superyó juega. un i:iapel 
determinante; regres10nes formales que apelan a modos de func10namiento 
prescritos en los que, por ejemplo, los procesos primarios se vuelven a 
hacer preponderantes. Ahora bien, nad es más difícil que di tinguir las 
regresiones temporales que pueden considerarse sanas, o necesanas -cuan-
do un niño está fatigado o enfermo- de las que tienen un carácter más 
definitivo y están vinculadas a organizaciones francamente patológicas. 
Bajo esta perspectiva, las encuestas de morbilidad e1: las que han P?· dido participar los psicoanalistas ofrecen un verdadero mterés. El estud10 
de los subgrupos de la población que no va a consulta, muestra, por 
ejemplo - s i n que nos sea posible entrar aquí en detalles que sobrepa-
sarían el marco que nos hemos fijado- : -, . que el abanico mórbido no difie e 
del de los casos atendidos en un servic10. Para comprender esta parado¡a 
debe sin duda evocarse la relativa tolerancia de los diversos medios, así 
como la diversa penetración de los servicios especia.Jizados en el público. 
En general, ha de rechazarse la noción de normalidad, como han de-
mostrado todas las encuestas acerca de la morbidez psiquiátrica. Las 
investigaciones epidemiológicas, pues, ?ºn más fe undas cuando. se diri-
gen a medir las necesidades en matena de atenciones. Del con¡unto de 
los estudios resulta que cerca del 17 al 20% de los niños tiene necesi-
dad en un momento dado de su evolución, de una intervención de orden 
psiquiátrico. Pero dos nociones son al mismo tiempo evidentes: 
1 Q El campo de la psiquiatría infantil _tiene más oportunidades de ser 
razonablemente limitado, cuando la sociedad está mejor armada para 
252 CONOCIMIENTO PSICOANALITICO DEL NIÑO 
prevenir las perturbaciones mentales; de ahí la necesidad de una coope. 
ración con los servicios especializados de la infancia, cooperación que es 
uno de los esenciales campos de la acción psiquiátrica de comunidad - h a . 
bitualmente, llamada en Francia sectorízada- y que caracteriza, según 
numerosos especialistas. a la tercera revolución psiquiátrica. Ahora bien 
la formación psicoanalítica nos parece especialmente afortunada, es decir' 
necesaria para este aleccionamiento de confrontación (D. Braunschweig 
[44]). 
29 Las investigaciones epidemiológicas en psiquiatría del niño eviden. 
cian un número importante de casos en los que es indiscutible una sinto-
matología neurótica. Existe el derecho a preguntarse si pertenece al 
registro patológico o si, más bien - c o m o nosotros pensamos-, una de 
las tareas más urgentes del paidopsiquiatra es distinguir entre esa masa 
lo que pertenece a los pródromos de organizaciones psiconeuróticas rígi-
das y significativas y lo que surge de mecanismos matizados y flexibles, 
que dan a la ansiedad del niño y del hombre la "dimensión existencial" 
(R. Diatkine [71]). 
Pero los estudios anamnésicos, clásicos tanto como recientes, muestran 
precisamente que la enfermedad mental del adulto no parece organizarse 
en un continuum que la ligaría a las dificultades del niño, con excepción 
de algunos casos muy marcados. Por el contrario, la neurosis o la psico. 
sis del adulto con frecuencia parecen estallar en un cielo sereno. Sin em-
bargo, investigaciones profundas inva1idan esa apariencia, al menos en 
lo que concierne a la esquizofrenia. Kraeplin declaró que el 4 % de los 
dementes precoces habían manifestado perturbaciones mentales durante 
la infancia. Estudios epidemiológicos sobre grupos de poblaciones aisladas 
por condiciones geográficas o sociales han demostrado que numerosos es-
quizofrénicos no habían sido niños normales o, en todo caso, que con 
frecuencia habían planteado problemas. Por el contrario, las neurosis 
declaradas del adulto no parecen representar la evolución más frecuen-
te de los síntomas neuróticos clamorosos del niño. Para comprenderlo 
hay que tener en cuenta cierto número de datos clínicos. Es difícil detec-
tar la patología del niño. Detrás de la inestabilidad de algunos de ellos 
se pone_ en evidencia a veces una ansiedad profunda y ya organizada. En 
otros, tiene un carácter ambiguo y poliformo. En un estudio consagrado 
a la homosexualidad del muchacho uno de nosotros [228] ha demos• 
trado que la J>,asividad del niño, inscrita bajo el signo del erotismo anal, 
puede conducir, según la actitud de los padres, tanto a posiciones 
homosex_ual s pasivas y a identificaciones femeninas duraderas, como a 
la orgamzac1ón de una neurosis obsesiva. Igualmente, en los niños carac-
terópatas se evidencian muchas veces organizaciones psiconeuróticas cuyo 
futuro difícilmente puede preverse [297]. 
Las neurosis de los adultos, aunque con frecuencia parecen nacer en plena 
madurez, de hecho se dan sobre un fondo a,lterado, pero sin síntomas. 
Se trata entonces de formas llamadas "ego-sintónicas" de neurosis con 
carácter asintomático (254]. 
Estas observaciones demuestran la dificultad de los intentos de clasi-
ficación en psiquiatría infantil. Hay algunos psicoanalistas que han pro· 
LA PSIQUIATRIA DEL NIÑO 253 
puesto [231] un sistema cuya economía quisiéramos exponer aquí breve-
Jllente.2 . . , . . 
Ante todo, pone de relieve la dificultad, s1 no la 1mpos1b1h_dad'. de ade-
lantar desde el principio un diagnóstico refere te_ a la orgaruzac1ón _pato-
lógica. E l primer balance sólo puede ser descnphvo y nt una sene ? 
comprobaciones de hecho se llega a elegir entre las s1gmentes pos1b1h-
dades: 
Variación de la normal; 
Perturbaciones de la evolución libidinal; 
Perturbaciones llamadas reactivas; 
Perturbaciones neuróticas; 
Penturbaciones psicóticas; 
Perturbaciones psicosomáticas; 
Perturbaciones de carácter; 
Perturbaciones en las que domina el atraso; 
Perturbaciones llamadas instrumentales. 
Como se ve, las tres primeras se distinguen por matices, pero ha pa-
recido necesario indicar primero ( variación de la normal) que l_as per-
turbaciones comprobadas forman parte de los azares de la evolución el 
niño y de los síntomas o de las dificultades que se o servan. !,-,a _evolución 
libidinal puede estar matizada por accidentes regresivos o fi1ac1one que 
moverán a consulta ( anorexia, dificultades para establecer la propiedad, 
por ejemplo). La noción de perturbaciones reactivas ha atraído mucho 
la atención. Este diagnóstico lo había propuesto uno de nosotros [21?] 
para ser opuesto a las pertu baciones ya e tructuradas, a Io_s estados aun 
reversibles que parecen explicar na reacción a las cond1c1ones del_ a1:1-
biente como con tanta frecuencia se observa en los centros de ps1qma-
tria in'fantil. Pero es difícil tener en cuenta los conflictos objetivos, reales 
y los que exteriorizan la "realidad ps q ica" en el sentido psicoanalJtico 
del término y como ya lo hemos def1 udo. Por sta razón, se debera re-
servar el diagnóstico de las perturbac1ont:s re cbvas los casos, por lo 
demás raros en que se pueda hablar de s1tuac1ón patogena. 
Por otra 'parte, el observador puede a_dvertir que el di gnóstico provi-
sional se limita a veces a la comprobación de la presencia de perturba-
ciones instrumentales o de atraso mental. Pero más adelante tomaremos 
posición acerca del valor de ésta cuando definamos el caso. 
Al mismo tiempo se puede mencionar que existen o no a título de aso-
ciación, 
Perturbaciones instrumentales; 
Perturbaciones psicomotoras; 
Perturbaciones reactivas. 
E l cociente intelectual precisa igualmente en cada caso el nivel mentar 
con su notación. 
2 En el capitulo dedicado al psicoanálisis, hemos mostrado los métodos sugeridos por-
Anna Freud para trazar el perfil metapsicológico de cada caso. 
254 CONOCIMIENTO PSICOANALITICO DEL NIÑO 
Finalmente, se precisa,cuando ello es posible,_ una_ referencia etioló. 
gica. :f:sta menciona los casos en que, con toda evid ncia: debe subrayarse 
la organicidad, aquellos en que puede evocarse la epilepsia. Algunos casos 
entran en un marco sindrómico bien definido: la prematuridad, las ca. 
rencias precoces y masivas pueden considerarse factores etiopatológicos 
notables. 
Pero los psiquiatras de formación psicoanalítica no pueden limitarse a 
esa comprobación inmediata y creen que debe introducirse la dimensión 
tiempo. :f:sta interviene en un juicio que debe pronunciarse acerca del 
futuro del caso. Aquí se formula el diagnóstico en términos de organiz a-
ción futura. La noción de normalidad o normalización se conserva, cosa 
que no podría suceder, ya se comprende, en caso de la comprobación 
inmediata. 
Las demás referencias son las siguientes: 
Neurosis; 
Psicosis; 
Neurosis de carácter asintomático; 
Desequilibrio caracteropático, carácter neurótico o psicótico; 
Estructura psicosomática; 
Retraso mental aislado; 
Perversión; 
Sociopatla. 
Debe indicarse que, fuera de los casos en que se prevé una or aniza-
ción neurótica y psicótica franca, ha de pensarse en lo que los psicoana-
listas han llamado la neurosis de carácter. Con frecuencia se trata de una 
neurosis asintomática, "egosintónica" que, como se ha visto, puede ser 
el sustrato de neurosis francas del adulto y, en todo caso, parece ser el 
agente esencial de lo que ha podido llamarse la transmisión cultural de 
las neurosis de una generación a otra, a causa de las dificultades y de la 
intolerancia familiar que lleva vinculadas. 
Por otra parte, se prevé que la perturbación pertenecerá al carácter. 
Se trata de neurosis de carácter que por hábito se califican con el nombre 
de "caracteres neuróticos y psicóticos [297], [71 ], [154]". 
E n cuanto a la sociopatía, se refiere a casos en los que podría admi-
tirse que las dificultades de comportamiento están vinculadas únicamente 
a las condiciones socioculturales de la vida, según la concepción americana. 
Al mismo tiempo, debe decirse si esta estructura, cuya organización 
previsible será flexible y movilizable o, por el contrario, rígida y en qué 
condiciones se hará la adaptación psicosocial, particularmente si se _sos-
tiene la eventualidad de una conducta delictiva. Pero los psicoanalistas 
deben tener también en cuenta, dentro de esta visión de pronóstico, el 
papel de la familia en la evolución de las perturbaciones iniciales. En 
efecto, les parece cie to que ésta juega un papel esencial, confin:nado 
por todas las observaciones, en el equilibrio que se establece a partu de 
las vicisitudes del desarrollo. Esto no es sólo cierto en lo que concierne 
a 1a organización de las dificultades que han sido el origen de la consulta; 
LA PSIQUIATRlA DEL NIÑO 255 
pues el desarrollo del niño se ve determinado, en gran medida, desd_e las 
primeras experiencias relacionales, aún antes de que se hayan orgamzado 
en los modos de funcionamiento de las instancias psíquicas, por el esta-
blecimiento de la vida preobjetal y objeta} diferenciada. Las primeras ex-
periencias tienen un papel directo sobre el niño ientras que la ma re 
le proporciona cuidad_os cuyo tipo y forma es án vmculad?s a sus propias 
fantasías. Al mismo tiempo, la madre proporc10na u sentido a los _modos 
de expresión del niño y padece, por ello, las acc10nes que su tipo d : 
comportamiento mental ha especificado. No sólo interviene la madre; si 
el padre no se individualiza más que demasiado tarde en las fantasías del 
niño pequeño, es introducido en la vida psicológica de éste ( esté o no 
presente en el hogar, o se trate de una pareja o de una madre efectiva-
mente sola) por las fantasías maternales. 
La espiral relacional de la vida objeta} p ec?z es na etáfora . q.ue 
debe completarse teniendo en cuenta el eqmhbno rel_ac10nal mtraf rn1ha_r. 
Éste puede ser benéfico o patógeno sin que, por eie? plo, la_ existencia 
de perturbaciones neuróticas permita tomar u a pos1c ón. <;:i rtamente, 
las madres fóbicas u obsesivas, aunque su neurosis sea asmtomahca o haya 
evolucionado con poco ruido, en general, son, el origen de r acciones . qu 
poco a poco se organizan bajo la forma de smtomas neuróticos; su igm-
ficación para el futuro deberá dis;utirse en cada caso. Por o ro lado, c_1:rtos 
estados neuróticos familiares estan saturados por las relac10nes familiares 
más o menos típicamente sadomasoquistas; es ésta una forma un tanto 
caricaturesca de definir la familia clásicamente patriarcal. Las mujeres, 
madres y esposas devotas, sacia . sus reivindicaciones masoquistas, pero 
equilibran de este modo su famd1a con lo que tal vez parezca u en-
trega por encima de lo que razonablemente puede esperarse y sostienen 
a toda costa a sus hijos, para asegurarles finalmente un equilibrio relati-
vamente satisfactorio. 
Estas consideraciones, a pesar de su esquematismo, han llegado desde 
hace mucho tiempo a proporcionar una ayuda a las madres bajo diversas 
formas; en la actualidad llevan a ampliar la psiquiatría del niño hasta 
las dimensiones de su familia. Aunque la psiquiatría familiar se apoya 
ante todo - e s ev idente- en las concepciones psicoanalíticas, también 
tiene en cuenta otros datos que surgen, por ejemplo, de la dinámica de 
los grupos pequeños y del estudio de la comunicación (E. Abelin ( l]) . 
En todo caso, el psiquiatra de formación psicoanalítica debe medir el 
papel del equilibrio o del desequilibrio interpersonal e intrafamiliar en su 
formulación de pronóstico. 
Nosotros nos proponemos ahora examinar cómo han reaccionado los 
psiquiatras-psicoanalistas ante la multiplicación de los casos de con u ta 
en cuanto a las dificultades de aprendizaje d l lenguaj; escrito, pro1;osito de las cuales, ya se trate de dislexia, de d1sortograha o de d1sgrafía, se 
acostumbra emplear el tém1ino discutible de perturbaciones instrume1_1tales. 
Se pueden interpretar como la expresión particu ar de pe sonahdades 
Perturbadas en la vida relacional, expresión que constituye, en cierto modo, 
una estructuración, una cristalización de la perturba<:ión rel_acional,- Es_tas formas de organización no difieren según los confüctos, smo mas bien
256 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
según el momento en que se llega al punto nod al or ganizad or d e la dia-
cr onía. La dislexia, por ejemplo, puede ser el compr omiso que ind ica una 
estructura que tuvo que enfrentarse con una d ificul t ad en una relación 
ed uca t iva o pedagógica particular. Esta dificultad en la rela ción pued e es-
tar vinculada a las imposibilidades propias d el niño que muestra, por 
ejemplo, una estr uct ur a pr epsicót ica o preneur ótica; pero pued e también 
ser la consecuencia d e un mal comienzo d e aprend izaje. E l d éficit ins-
trumental tiene en t onces la significación d e una " pr ecipitación" . Se da 
una como confrontación en la relación con la presión cultural y el aspecto 
no rmativo que ella compor t a. 
No hace falta d ecir que las tend encia s neuró t icas d el nmo, su inhibi-
ción, su pasivid a d, por ejemplo, se ven reforzad as por la existencia de 
esa s dificultad es instr umentales. Pero no es posible decir, inversamen t e, 
que se observan: 
1) Porque se ha toma d o la costumbre d e enviar al psiquiatra en esos 
casos; 
2) Por que el examen habitua l en psiquiat ría infa ntil compo r ta su bús-
queda; 
3) Porque en cierto modo resulta fácil - a l ma rgen d e ra r os casos ma-
s i v o s - referir se a su existencia para especifica r el dia gnóstico. 
Por ello quisiéramos proponer la hipótesis d e que p r ecisa mente la in-
hibición o la pasivida d neur ótica y psicótica permite - e n t re o t r a s - la 
orga niza ción de esas d ificultad es instrumentales y que, según las tenden-
cias y los recursos ter a péut icos d el servicio especializad o consulta do, se
habla rá d e perturbaciones neurótica s o ps icóticas o de perturba ciones ins-
trument ales. 
Estas a claraciones metod ológica s comportan implica ciones t erapéut ic s-
No pretend emos que en todos esos casos haya que ha c er psicoterapia. 
Per o, ¿qué se hace cuando se realiza la reeducación d e una perturbación 
instr umental? 
Con tod a evid encia se c rea una nueva relación que establece un con· 
tacto de sostén, d e d esculp a biliza ción y que comporta un efecto tera-
péutico. Pero, en rea lid a d , la reeducación instrumental, en sí misma, es 
psicoterápica. Durante el a prend izaje instrumental, como en toda rela-
ción, se pueden a d vertir dos grados: uno es la ca rga de una función; el 
otro,_ d espués d e la ad quisición d e esta función, es el pla cer d e haberla 
domma do. Ahora bien, el reeduca d or va a manipula r un ma terial que se 
ha hecho fobógeno: el lenguaje, por ejemplo, y va a propo r cionar de 
nuevo, a una ma nipulación que había llegado a ser d olor osa , un carácter 
de placer, d e ta l forma que se da reca rga libid inal . Esto no niega, desde 
luego, _el valor en sí de un rea prend izaje, pero permite comprende cóJJJO 
es posible. Se tra ta d e permitir la libid inización de una ad quisición dÍ 
fondo cultural que no será vivid a como obligación. Al mismo t iempo, e
r d u a dor debe sentir placer, no sólo en la reed ucación, sino en la ideD· 
 i f i c a ción _con ? n!ño el cual también d escubre un nuevo juego. Es un 
Juego de identificación cruza d a. Tod a s la s recetas t écnica s se viven co!Jl
O 
LA PSIQUIATRfA DEL NIÑO 257 
una alegría i:o r haber encontrado un medio para super ar una d ificUJltad . 
El apr end12:<1ie no se r ealiza po r sumisión masoquista, sino por alegr ía y 
placer , gracia s a e e _yo auxiliar constituid o por el yo d el reed ucador. Ése 
es, en nuestra opm1 n, el papel esencial de la reeducación y al insistir 
sobre es e aspec o, l JOS d e disminuir la se muestra su lugar eminente. 
La ps1_coterapia! c1er_tamente, :euede logra r el mismo objetivo, pero con 
sus med1?s pr opws ( mterpretacw nes, transfer encias, inter cambios, etc.). 
pebe_ m ar las d efens s! operar despl a za mient os ener géticos, proponer 
1dent ificacw nes y permitu la utilización de mecanismos a los que el 
niño puede car gar de nuevo libid inalmente. 
Se compr end que, en ningún caso éste sea el papel d el reeducador, 
por no poseer n la tecmca ni la experienci a d el análisis d e niños. 
Por el coi:itrano, d a vez que la r eed ucación se vive y comprend e como 
una sobreal1mentacw_n cult ur al norma t iva, se orienta en el sentido d el 
masoquismo y hace imposible la id entificación cruzada. 
_Por eso el psicoanalis t a no pued e menos de adherirse a las conclusiones 
teoncas formulad as de esta maner a po r R. Diatkine (71 J: 
La noción. de perturbaci n instr umental en psiquiatría infantil evo ca una forma 
de apr o x mac1ón, un abo r daje ter apéutico, un aspecto clínico más o menos durade ro, 
pe ro a fm de c en as hay que despojarla de toda significación causal. 
La pe rturbac10n mstrumental, entonces, se o frece como un modo de expresión 
mome t ánea de una e_structura global a la que puede. dar una coloración especial, 
pe r o sm q1;1e ea posible oponerla, en una clas1ficac1ón nosológica coherente, a 
otras orgamzac10nes estructurales. 
La crítica e la hipótesis que considera las perturbacio nes instrumentales como 
a perturbación_ de_ func10ne _autónomas no debe llevar a descuidar la compr e n-sion de la orgamzac1ón especifica de ciertos síntomas. 
_Igualmente, cualesquiera que sea n los pr ogresos de nuestros conoci-
mientos acerca de los a spectos biológicos y disme t abólicos d el retraso 
menta l, ilas posiciones psicoanalíticas merecen ser record ad as o discutid as 
a propósito d e este tema . 
El n t rés _d e los psicoanalistas por los niños retrasados se ha rea vi-
vado md 1scutiblemente a lo la rgo d e estos últimos años. Lo testifica la 
c[o n t roversia suscit ad a en tomo a la obra reciente de Maud Mannoni 
245]. 
Para explicar esa renovación se pueden ad ucir las razones siguientes: 
t a) Las investigacion
es clínicas a cerca de las secuelas d e la carencia ma-
ernal q h · · d · t l d · t ' ue an 1mpreswna o v1vamen e a os pe iatras y a los psiquia-r s de niños familia rizánd olos, por ejemplo, con la noción d e " d ebilid ad 
psicogenética "
_b) 1;,os estudios recientes profund izan en los pr oblemas dinámicos d e la psicogenesis d e las psicosis infantiles;
a 
c) I;is d efiniciones poco a poco d epurad as de "prepsicosis" y d e " d is-
c:1ºnia evolutiva" con su devenir: un d éficit intelectual que se sitúa
: o una de sus posi >ilidad es evolutivas; 
ni ) E l desmembram i ent o de una d efectología de base puramente or o-a.cista. Los tra bajos de Ajuriaguerra y de su escuela han demostrado
258 CONOCIMIENTO PSICOANALlTIC.O DEL NIÑO 
que las carencias de maduración no pueden comprenderse más que en 
un modo relacional, una situación y una carga dados. 
e) la descripción cada vez más sutil ?el personaje aterno in uctor y
de su papel disgenético en la elaboración de la relación de ob¡eto del 
hijo· 
t / Los trabajos de la es uela de psicología psicoa_nalitica (Ha tmann), 
que determinaron las funciones del yo y no pemuten ya considerar la 
inteligencia como algo dado en sí, sino como un modo de adaptación. 
Con esto se cuestiona el fatalismo y la ineluctabilidad de la noción de 
debilidad mental tales como el psiquiatra de niños podía concebirlas 
hace sólo diez años. Pero si en otro tiempo nos inclinábamos demasiado 
a este modo de pensar, ¿se debe ahora convertir toda debilidad en una 
estructura psicótica, como en otro tiempo se tendía a tomar a todo psicó. 
tico por un retrasado? 
El interés de esta controversia, en todo caso, está en que desemboca 
en conclusiones terapéuticas: la asociación, en ciertos casos, de trata. 
mientas psicoterápicos que tienen valor etiopatogénico, con el tratamiento 
puramente educativo o reeducativo. 
Todas estas reflexiones tan estimulantes han enriquecido ciertamente 
nuestra forma actual de proceder en el examen clínico de un niño retra-
sado y nos obligan también a repensar, en términos dinámicos y en tér. 
minos de evolución diacrónica, la noción misma de la inteligencia a la que 
se tiende con mucha frecuencia a cosificar, según testifica la necesidad de 
encontrar siempre y a toda costa un substratum orgánico. 
Nos parece necesario, antes de entrar en discusión, aclarar ciertas am-
bigüedades frecuentes en las obras que tratan de las posibilidades terapéu-
ticas en cuestiones de debilidad mental y proponer algunas indicaciones 
necesarias. 
1 . LA INHIBICIÓN INTELECTUAL 
Realiza un cuadro clínico en el que la inteligencia es al menos normal, 
pero su expresión se ve obstruida, parcial o totalmente, en un contexto 
social o en un contexto escolar. Se pueden evocar varios mecanismos: 
a) Los más evidentes son los que se encuentran en los niños cuyas 
perturbaciones de la organización mental ( debidos a una psicosis o a 
una neurosis) son tales que los hacen parecer retrasados intelectuales 
graves. De hecho, el examen clínico permite atribuir un comportamiento 
intelectual poco eficaz sea debido a rituales demasiado estrechos, o vetos 
fóbicos considerables; 
b) Se da también el caso de niños cuya inteligencia ha padecido todas 
las vicisitudes del conflicto edípico y de la angustia de castración. El 
placer debido a la eficiencia en el campo intelectual no está absolutamente 
desexualizado y, por ello, los constriñe a una represión, a una inhibición, 
que pueden ser más o menos precoces, más o menos parciales y más 0
LA PSIQUIATRtA DEL NIÑO 259 
menos electivos frente a ciertos modos relacionales y que pueden insta-
larse de manera detem1inante en el momento mismo de la escolariza-
ción. 
No nos es posible precisar aquí de nuevo sus diversos aspectos clínicos. 
Ya los evocamos en el capítulo precedente: "psicoanálisis y pedagogía" y 
pueden consultarse trabajos mucho más completos como los de Danon-
Boileau y Lab [58], de J. Rouart y J. Simon [293]. 
Lo primero que debe hacer un psiquiatra de niños, frentea un malo-
gro intelectual, es sospechar a priori una inhibición intelectual. Por ello 
deben tomarse todas las seguridades y tenerse en cuenta todos los co-
nocimientos: 
a) Se debe recoger cuidadosamente de la madre una anamnesis que 
cubra el desarro11o del niño; 
b) Debe practicarse un examen del mismo mno; 
e) El psicólogo que lo practique debe tener constantemente ante su 
mente las nociones dinámicas que acabamos de recordar para comprender 
el significado de numerosos índices que pueden evocarse: la discordancia 
dentro del test mismo, entre los tests, entre la psicometría y la clínica, 
la variabilidad de los resultados, etc.; 
d) Tal vez hasta un intento terapéutico corto, con valor de diagnóstico,
permitirá establecer una relación privilegiada que algunas técnicas favo-
recen, por ejemplo, la terapéutica por medio del juego. 
A través de esta relación se pueden apreciar las capacidades virtuales 
de la inteligencia en un contexto resueltamente pragmático y sin referen-
cias intelectuales. 
Dicho esto, ¿debe cederse al optimismo o a cierto conformismo del 
que nosotros mismos seríamos víctimas? ¿Serían todos estos niños vir-
tualmente muy inteligentes y habrían padecido avatares o una "castración"? 
¿No son con frecuencia niños cuyo coeficiente intelectual se sitúa de 
hecho por debajo de la media en un ambiente en el que la presión cul-
tural y la demanda estaban de todos modos más allá de sus posibilidades 
intrínsecas? ¿Cuál será, pues, el papel del médico frente a estos niños? 
Raros serán los que en definitiva, aun con un psicoanálisis largo y pa-
ciente, tendrán una carrera intelectual comparable a la de su psicotera-
peuta . . . 
En otros casos, la inhibición intelectual es un modo de defensa que 
debe respetarse o encaminarse con prudencia, para no suscitar una des-
compensación ansiosa má grave. . . En ciertos niños la psicoterapia, aun con é 1to, no puede suponer la 
recuperación de ciertas capacidad s. de adaptación '. que deberían ernpl ar-se mucho mejor en campos dec1d1darnente extramtelectuales y esto JUS-
tifica en ciertos casos el principio de las pedagogías muy liberales sin 
referencia constante a un ideal del yo n_ormativo ( que es el del terapeuta 
o del pedagogo y de la sociedad ambiente pero que, en ningún caso, 
puede ser asumido por el niño).
260 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
2 . LA SEUDODEBlLIDAD * 
La noción de déficit intelectual de aspecto neurótico, que a veces se 
describe en el marco de la pseudodebilidad, comporta también diversas 
ambigüedades. E n efecto: 
La definición de pseudodébil que tendría una inteligencia normal en los tests, 
pero que e? la vida se onduce como u_n, débil, en nada aclara el problema de la 
etiopatogema de la deb1hdad [254] (Mises). 
Debe definirse al pseudodébil como un sujeto que obtiene resultados 
mediocres en los tests, pero que sufre problemas relacionales de tal tipo 
que se si nte que todo proc_ede del j_uego rela;ional y qu . el resultado 
psicométnco, aunque esté valido por diversos examenes, testifica de hecho 
perturbaciones graves que necesariamente no están inscritas de modo defi-
nitivo y están mucho más vinculadas a la personalidad y a la organización 
de las relaciones. 
Bajo esta perspectiva puede decirse que los niños que obtienen un 
resultado reducido en los tests y en los que se comprueban dificultades 
relacionales de tipo neurótico, deben seguir siendo clasificados entre los 
casos de neurosis. No hay que sacarlos de este marco; sabemos muy bien, 
en efecto, que alg u nas evoluciones neuróticas de un niño de edad escolar 
están acompañadas por posiciones de rechazo escolar, de inhibición, por 
posiciones masoquistas. Por eso, si la neurosis se desarrolla bajo el signo 
de la obsesionalización, el mismo pensamiento obsesivo perturba al niño 
en sus medios de comunicación, interfieren fenómenos parásitos y la 
carga obsesiva del material escolar influye en el rendimiento, la escola-
ridad, y por ello mismo, en toda su eficiencia. 
Si se comprende bien todo esto a través del cuadro de las relacion 
neuróticas fundamentales, no hay por qué introducir una noción de -
cit disarmónico y hay que emplear una serie de medios cuyo fin esencial 
sigue siendo una psicoterapia muy elaborada que permitiría recargar los 
mecanismos cognoscitivos aún no fijados en un déficit. 
Para otros niños cuyo déficit se ha fijado, el nivel es bastante baJ? Y 
se descubren dificultades antiguas que han podido orientar hacia el diag-
nóstico de una oligofrenia en curso de neurotización. Esta noción _d 
"débil que se neurotiza" debe criticarse aunque teóricamente es adrm51• 
ble. Un estudio más profundo de esos niños revela deficiencias disarrn 
nicas antiguas que poseían ya un núcleo de déficit fijado con un m!m· 
mo de perturbaciones exteriorizadas. Cuando se decompensan en el sentido 
de la neurotización ya hay elementos atípicos fijados en su estructurll• 
Este cuadro comporta signos muy marcados del tipo de rechazo, de _oPo" 
sición, de conducta de fracasos, de descarga masiva de las funcion 
cognoscitivas y, al mismo tiempo, una carga patológica de toda una sene 
de mecanismos instrumentales, como perturbaciones psicomotoras coll 
fenómenos de torpeza masiva, de inhabilidad. Estos niños sobrecargan 
• Agradecemos a Bemardette Jacquey su ayuda en las lecturas preparatorias para 1• _.
dacción de este capítulo. 
LA PSIQUIATRtA DEL NIÑO 261 
también sus dificultades escolares y con frecuencia se presentan en un 
estado que evoca la bobería neurótica; refuerzan sus actitudes de fracaso 
en situación de examen y todas las veces que se plantea el problema de 
la eficiencia. D e hecho debería describirse a estos pseudodébiles como 
deficientes disarmónicos evolutivos con estructura neurótica. 
Sin duda se puede colocar en esta categoría cierto número de déficit 
disarmónicos que son la expresión deficiente de estructuras psicóticas en 
que los elementos expresivos de la psicosis no se presentan de forma 
evidente, pero pueden ser descubiertos por un examen más cuidadoso o 
por una profundización de la anamnesis. 
3 . Los DÉBILES 
No emplearemos la expresión "débiles verdaderos": esto sería reconocer 
una debilidad constitucional y definitiva y caer en un error perjudicial 
para las perspectivas terapéuticas. Además, sería negar todo lo elaborado 
por la psiquiatría infantil y el psicoanálisis durante los últimos decenios 
en el sentido de una comprensión dinámica del desarrollo de las facul-
tades intelectuales, de sus avatares y de los conflictos que implica. 
Dicho esto, podemos determinar los elementos que habrán de tomarse 
en consideración, sin emprender un estudio profundo y completo de la 
psicogénesis del retraso mental. 
A) El "substratum" orgánico
Todo menoscabo del substratum orgamco entraña el riesgo de una re-
percusión sobre la eficiencia intelectual; por eso el examen de todo débil 
debe comenzar con un examen médico y neurológico completo dotado de 
t?dos los recursos de los exámenes para clínicos ( eléctricos, químicos, en-
zimáticos, etc.). La repartición estadística de 1os coeficientes intelectuales 
en tomo a la media se distribuye bajo la forma de una curva de Gauss. 
Per? a parte izquierda de esta curva se re?arga más allá de las leyes es-
tad1sticas del azar por todas las consecuencias de la defectología cerebral. 
En efecto, todo lo que ataca a ila integridad del cerebro puede alterar 
su eficiencia. Son funciones afectadas en su elaboración y estructuración 
Y el problema es más complicado que la simple ecuación: órgano enfermo 
- función que se debilita.
En efecto, en el niño estas funciones en camino de establecerse debendese bocar en mecanismos complejos del tipo de las gnosis y de las
rax1s y el conjunto de estas funciones diversamente alteradas constituye
0 que se llama las carencias del equipo. Pero toda esta elaboración pasa 
Por la interpretación de una relación y de un vivido.
1.a;l menoscabo orgánico sólo actúa en cuanto límite de ciertas posibi-
;tr 
desrelacionales y entraña por ello ciertas relaciones por parte de 
y i°' que obligan al sujeto a ciertos tipos de estructuración en sus cargas
p 
O fuerzan a fenómenos compensadores. La alteración de una función,
lles, tiene siempre dos polos y un menoscabo neurológico podría coro-
262 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
pararse muy bien a una. relación mat a efectu,os . Has!a pod ' .ía decirseque en lo vivido del :uñ , toda defic1enc1a orgamca esta relac10nada en 
gran parte a una defic1enc1a materna. 
B) El papel del medio
Todo esto demuestra la importancia de los aspec tos relac ionales y más 
en particular la del "medio" ind ct r principal: l,a relación con la madre. 
No repetiremos cuanto se menciono en los_ cap tulos pr ced ntes. y nos 
limitaremos a señalar que en el campo del e¡erc1c10 de la mtehgencia, una 
relación materna defectuosa entraña una estimulación defectuosa. Esta 
deficiencia en el aprendizaje puede estructurar_ faltas de avance ir_re u-
perables. Las consecuencias de estas perturbac10nes en los aprend1za¡es 
precoces están cerca de lo que hemos descrito en las secuelas de la 
depravación sensorial, ya se trate de una carencia simple (falta. de es-
timulación) o de perturbaciones más complejas ( señales contradictorias, 
estimulación intempestiva, inadecuación de los estímulos y de las c apa-
cidades propias del niño) que constituyen lo que Racamier ha llamado 
la desaferenciación sensorial [276]. 
No es posible concebir que esta relación sea unívoca y se establezca 
muy rápidamente un círculo vic ioso con circ uitos reverberantes. La madre 
es afectada por los desfallecimientos de su lijo y por sus respuest:i,s y se 
ve obligada a realizar nuevos arreglos, fenomenos de comp 1sac1?n, de 
sobrecompensación, de negación, etc., de tal arma que el b1¡0 mismo y 
sus desfallecimientos reestructuran la personalidad de la madre. No nos 
es posible c nsiderar que todas l s pertu:baciones del niño son i_n ducidaspor personalidades maternas patogenas smo que, por el contrano, debe-
mos admitir que en algunos casos son ellos los inductores. 
Sea cual fuere la importancia de lo que acabamos de señalar breve-
mente acerca del valor inductor y estructurante del medí Y. de la _rela-
ción, no deja de ser cierto que en algunos casos el desfallec1m1ento mismo 
del substratum orgánico es tan masivo que entorpece o deforma la rela-
c ión, basta el punto de hacerla imposible o _irrec on cible . . ·-Durante mucho tiempo, por no conocer bien la vida afectr".a, d l nin?, 
se situaba a las perturbaciones relac ionales c on estructura ps1cotrca ba¡ o 
la c ategoría de atrasos. Actualmente, se propende a adoptar la perspec-
tiva inversa: describir todo desfallecimiento intelectual como una pertur-
bac ión relacional de tipo psicótic o. . _ Sin embargo, no es posible oponer estos dos cuadros de forma sun 
plista porque uno y otro constituyen el desenlace de dificultades . muy 
anteriores al periodo de examen. Las nociones de disarmonía evolutivda Y 
de déficit disarmónico asumen todo su valor ya que, en el seno del es-
arrollo, explican mejor: 
's a) Por una parte, el papel de los défic it funcionales que gravan 1113 
o menos esta o aquella secuencia de madura c ión; . isÍ· b) Por otra, el valor de la noción de relación de objeto y sus vic 
tudes. 
LA PSIQUIATRtA DEL NINO 263 
Am JOs aspectos son inseparables y son posibles diversas eventualidades 
evolutiv_as cuyos )?Olas ext emos son la psicosis infantil y la debilidad. 
Un hbro publicado recientemente tiene el mérito de insistir sobre los 
efectos de la relación _de _la madre con su hijo débil. Por otra parte, laautora, Maud Mannon1, discute la noción misma de debilidad. Señalamos 
brevemente los aspec tos esenciales de su exposición [245]: 
. Al bus r ante todo el sentido que puede tener un débil mental para la fami-lia, especialmente para la madre, al comprender que el niño mismo da inconscien-
temente a la debilidad un sentido dirigido por el que sus padres le dan, pienso 
que he llegado a encontrar una aproximación psicoanalítica que abre posibilidades 
de desarrollo. 
Esta aproximación psicoanalítica constituye un esclarecimiento pec uliar 
del problema de la deficien c ia mental. Es, precisa la autora, más una 
forma de aproximación que un método de c ura. 
 s posible, al a ptar u_na actitud ps!coanalítica, que el débil y hasta el retrasado 
de1en de ser tan solo objetos de medidas de reeducación para convertirse en los 
sujetos de su razonamiento (247]. 
Por otra parte, la autora precisa: 
Siempre se puede ganar algo si se lo sitúa como sujeto de sus deseos más bien 
que como objeto que ha de cuidarse [244). 
Indic a las tap s d<; u reflexió_n ac erca del retraso con casos elegidosde a expenencia c hmca de. qumc e años. Estos casos demuestran que
el nmo ocupa un lugar peculiar en el mundo fantasioso de la madre y
d e. unas veces el papel. que esempe a en las fant sías es lo que lo haceeb,11; a veces una dehc1enc1a preex1ste te, por e¡emplo, orgánica, queactua sobre la madre, estructura la relac ión fantasiosa que la vincula alhijo. De suerte que: 
Aun en los casos en que entra en juego un factor orgánico, el niño no sólo 
debe enfrentarse a una dificultad innata, sino también a la forma en que la madre 
 mp lea esta defectuosidad en un mundo fantasioso que termina por ser común a 
OS dos (246]. 
A la autora le ha parec ido el motivo esencial de estas curas de niños 
débile s : 
te 19 Una situación dual con la madre sin intervención de imagen pa-ma prohibidora · 
0 / 9 El rechazo' de la castración simbólica ( en cuanto objeto parcial el o es la postura de la demanda del otro);
Ca )i? i:-,a dificultad de llegar al símbolo y el papel desempeñado por la 
c'rl
e n c 1a de la metáfora paterna en ciertas dificultades específicas dela culo. 
264 CONOCIMIENTO 
PSICOANALfTICO
D E L NIÑO 
Mannoni desar roll a, 
explici ta e ilustra co
n ejemplos estos tres puntos.
Al ni vel d e la pal abra advertimos qu el iiio débbi11, 
Laen 
s u rel1a ci?n 
1 
c n1 el otro, 
no lo a intr oducir la ang ustia en una dia
lécti ca ver a . . vive. a mve e . cuel'J?o, 
su cufrpo está i nmovilizado p or el pánico. L e falta _la dnnens1ón de lo s1mbóhco 
que le pe rmitir
í a colocarse 
frente 
al 
deseo del 
otro, sm 
correr el peligro 
de 
hacerse 
at rap ar por él. 
d 1 h.. L a · · La imag en paterna siempre está ausente entre l a _ma re y e 110. enenc1a 
psicoanaHtica nos d emu estra que si, durante el pnmer esarrollo del 1;111;10, se 
da 
una depr
es ión, ausenc ia o renu nci a de los . padres, esto siempre es perc1b1do en el 
plano inco
nsciente. Si le falta la referencia al padre (y no se trata tan de su 
ausenci
a 
r
ea l, cuanto de su ause ncia en las palabras d e la_ madre), _el nmo reac-ciona desempe
iiand o pa ra la madre un papel c omple men tano ( e s el mgreso en_ uncircui
t
o cerrado de relacion es m adr e-hijo). Este papel es patogeno porque cierraal sujeto tod
o acceso al undo_ de la _cult a, de la ley del emple?. correc o del lenguaje, hac ién
do le al mismo tiempo 1mp os1ble la resolución de la cns1s edlp1c . . .
L o que en las cura s d e a
l
gunos déb
il
es me sorprende es hasta . qué punto. su mte-
ligenc ia s
e estruc
tu ra d e tal forma que se convierte_ no en un mterrogatono ac:rca
de l
a vida y la mue rt e, sino que es esa muerte misma. Es la respues ta del SUJ t 
qu e s
e 
v
e asexuado hasta e l Hmite y no_ tien_e. na a q e preguntarse. l análisu
l
o ll eva a problematiz arse a partir de su msufi 1enc1.1, vista co1;110 carencia. Y esta 
insuficiencia es para el d
é
bil mu y comple a : tiene como función no sólo ocultar 
su p r opi
a falta de ser, sino lo que se percibe como falta de ser en la adre. Por 
eso el p
a pe
l de l terc er término en. t o rel ció con el. otro . es tan importante; permit e al su jet o supe rar una relaci ón 1ma gmana dual sm sahda, para entrar enu n orden de 'ia cultura, de
l leng ua je, de la ley (2 45]. 
Mau d Mannon i s epropone discuti r, de esta . forma, _la n?ción_ de debi-
lidad co rrela tiva me nt e a l a discus ión de la noción de mtehgencia: por el 
estudio d e l o que representa esta debilid ad en _la his oria Y , 1 estructurarelaciona l d e l a fam ili a y desde un punto de vista ps1coanahtico.Parece q u e su libro a
b
arca un 
dobl e p royecto
: 
Terapéuti co, a l demost ra r q ue el psic análisis es posi !e;
Etiológi co, al r
eexa
mi
nar 
l a g én esis mism
a d e la 
deb1hdad. 
Maud M anno
ni par
t
e de e jempl os c línic os personales en l o s que_ los psicoanalista
s 
d e niñ os encontrar án observaci ones de peso m u y parecidas a las que pueden realiza r diaria ment e acerca 1 1 lugar_ y el s ntido t
a sume la a e bil idad d e un niño e n u na famil ia, su mtegrac1ón enrelaciones intrafamili are s y , sobre todo, en l as fa t sías matern s._ de Esclarece, por med
i
o de sus p rop ios e jemplos clm1cos, l a relatividad . la mensuración d e la inte
ligenc
i
a con 
el coeficiente intelectual. Demuestra•
'fes-1 Q Q ue los niños con res ul
t
a d os homogé neos pueden ofrece r mam d ataciones neuró tic as y sobre todo ps
icóticas que no deben estar para na en s us resultad
o
s intele ct u ales; . du-29 Q ue, aun cuando la deficie ncia i ntel ec tual tien una etiolo í in se dablemen te orgá nic a ( p o r e jemplo e n las encefalopatias), l a debilidad 
111 in teg
ra de in mediato en el mundo relacional del niño y adqwere u significación en las fantasías inconscientes del niño y d e sus 
padres; 
LA PSIQU I AT RtA DEL NINO 265 
3 9 Que esta integración a f ectiva d e l m e nosca b o orgánico debe a s u vez recaer sobre "lo q u e el niño hace de s u c oe ficien
t
e 
i n t
e
l
ec
tua
l ". L o s
niños son más o menos capaces de sacar el máximo del rendi mie nto social.
. A este respec o el libro nos p arece ap ropi a
d o para ampliar en l o s mé-dicos la_ percepción ? e l o qu e e s el niñ o débil y para evi
t
ar tamb
ién quela presión reeducativa ven ga a agrava r, más q u e a mejorar su saludmental. 
. S in p e tende r iniciar una pol émica c on la a u tora , exp
l
ic itare mo s ciertasd1ferenc1a_s pe;s? nal es _propósito d e sus escritos y también haremos usodel es ud10 c nhco c_lanv1dente d e Jacqu eli ne C os nier [57
] y del d e Pierre Bourd1er [37], co nsider ado s como neuropsiquiatras de niños. A u n q u e m u c h vec es es deseable l ogr
ar q ue los niños retrasados o b .tengan los ben i c ios d e u n trata mien to psi cote
r
apé uti co
, 
sobre todo cuan. d o este tratamiento p uede actuar sobr e las ca usas primer as d e e s e retardosin embargo_ ben tomarse en consi der ac ión, antes d e emprenderlo, n sólo las posibilidade s d e buenos resulta do s, sino tam
b
i
é
n las dificultadesr ales q u e saldrán al paso y los p eligro s inherent es a u n tratamiento así enciertos casos. s esto _algo q u e no se l e o c urre a Maud Maunoni, para la q u e e l tratamiento p sic'!anal ítíc o parece s e
r tma pariacea. Y h a y q u e pre-g1mta!se - l a expenen i n o s lo enseña- si es posi ble y hasta deseablepracticar _este ps1°'!análisis, porque a veces la debili dad aparece 
como u n a
secuela. ª P ? cicatnz d e u n proceso complejo, cosa q u e por otra parte y aliemos indicado . . N o porque s e haya di d o _reconst itur, gr a cia
s a un estudio m u y pers-p1ca , toda Ia cadena diacrómca q u e con duc e des
de las prime ras cargas fun_c1onales pertuba da s h a sta e l síntoma cicatric ial 
actu
al
, puede con-cluirse perentonamente q ue es, p osib le de senr e dar
la 
s
i
g
ui en d o e
l hilo.
N o [?Orque esta cadena parezca m oviliza ble a los 
p r
im
eros impulsos es necesar10 poner odo e n entredicho. E:ste síntoma, por ser deficitario, es al m e n ? s la expresión de u n c o m p r o m i so q ue pr oporc iona cierto equilibrioa l n i ñ o e n . su c_onflicto intrasisté mico y tambi
é
n cier
to 
equilibrio en w1 grave conflicto m t e el acio nal , f a m iliar f socia l. Esto n o s obl
i
ga a tomaren cuenta con atenci ón los cuadros clíni cos en los q u e l a debilidad n o es un síntoma neurótico - c o mo e n e l caso de l a ps eu d o
d
e b i
li
d a d- sino un ?Jod de defensa de t ipo c arac teri al. E n esos casos s e encuentra u n 
déficit 
in cnt o en 1a p erso na lid a d , déficit intraestructural sobre el que e s difícil0 1mposible actu ar. 
. Por l o demás, M a u d M a m 10 ní demuest ra q u e en cada observación clí-ll!ca referida h a encon tra do que derto m od o d e arreglo del n i ñ o en rela- 11 a sus fantasías y a s u s i m a g os y tambi 61 e n re lac ión al co_mporta-iento d e s u madre. Pero, p o r otro lado, n o nos hace jamás rev1v1t una:V01u ció n terapé utica. Por eje mpl o, n o n os h ace 
sensible 1a forma en q u e e ;esenredan y reordenan las contracarg as y las nuevas cargas. t ero esta autora lleva a d elan t e o tr o proyec to --et iopato g
éni co' - - y pre.1 ? d e cuestionar la g én es is mism a d e la d ebiJ ida d. P uede advextírse, al c r, que todos los ejempl os p rop uest
os trat
an 
d e 
p e r
tu rbacio n es psic
ó
t
i-
o d e perturbaciones graves de l a personalidad de los padres, m á s q u e
266 CONOCIMIENTO PSICOANAUTICO DEL NIÑO 
de un auténtico psicoanálisis de los débiles. Y es evidente que la mayor
parte de los casos con los que nos encontramos en Ia práctica no encajan
en este marco. 
J. Cosnier reprocha, por tant?, a Maud ,Mannoni c nvertir la debi-
lidad en un síntoma que esencialmente sena la expresión de un con-
flicto en la relación con los padres. Esta explicación es unívoca para todos
los débiles: 
Por el hecho de que la debilidad de un niño haya tomado sentido en la rela. 
ción del niño con sus padres y un lugar en sus fantasías, nos parece excesivo concluir 
que las fantasías son responsables de la debilidad. Del hecho de que el niño 
débil actualice, por ejemplo, la fantasía de castración de la madre, se pasa con 
mucha facilidad a la explicación de la debilidad por la fantasía materna. 
Nosotros mismos hemos indicado en otra parte la necesidad de con. 
cebir relaciones mucho más complejas a lo largo de una evolución tem-
poral entre debilidad, psicosis, neurosis, perturbaciones reactivas, etc., 
todo ello considerado en el tiempo y con la ayuda de las nociones de 
disarmonía evolutiva y de déficit instrumental. ¿Debe considerarse, con 
la autora, el psiquismo del niño débil como el espejo pasivo de lo que 
sus padres han deseado inconscientemente que él sea, independiente-
mente de las necesidades y de los deseos propios del niño, como si de 
un lado estuviera el deseo de la madre y del otro el del niño sin ningún 
conflicto interno perceptible en la conducta y el "decir" del hijo? 
Lo que como psicoanalistas nos sorprende es la incertidumbre del sistema con-
ceptual de referencias de la autora. Nos encontramos con demasiada frecuencia 
envueltos en una lamentable confusión entre pulsiones y defensas, imagos y per• 
sonajes parentales reales, elaboración fantasiosa del vivido y realización de deseos, 
lo cual nos haría llegar al reconocimiento de la omnipotencia de las fantasías pa• 
rentales [57]. 
Pensamos por nuestra parte que la posición materna lo mismo que. la 
posición del hijo son arreglos a la vez en un conflicto intrasis mát co 
e intersistemático. Por ejemplo un punto de vista estructural y dinámico 
nos permite comprender que la debilidad de su hijo la siente Ja madre 
como una castración que, aI actualizarse, Ia protege contra Ia angustia _que 
renacería si el hijo se curase de su debilidad. Maud Mannoni convierte 
Ia debilidad en un falo que Ia madre no quiere perd'er cuando es una 
carencia sentida como un castigo de deseos fálicos. L a satisfacción que 
Ia madre puede haIIar al mantener a un hijo débil y al conservarlo para 
ella no puede considerarse más que como un beneficio secundario (J. Cos-
nier). 
Podríamos también decir que la madre del débil procede a iertosarreglos de sus cargas ante la herida narcisista debida a su hijo u:npe r-
fecto. Al no poderlo cargar como el hijo perfecto del Edipo, se encue ntr¡
ante su culpabilidad por haber deseado activamente la castración del 
padre. Es e objeto imperfecto no puede cargarse como objeto"_parci:_ 
de ella misma y como un falo que vendrá más que gracias a su 1ncub '6 " d · ·aca CI n ; es ecu, que carga narcisistícamente y de manera megaloman1 
LA PSIQUIATRtA DEL NIÑO 267 
su función m terna\ que, según ella, a pesar de todo y hasta de la rea-
lidad, convertirá esta parte de sí misma en un falo que le dará al menos 
la victoria sobre su Edipo. 
qomprobamos a veces que esto puede llegar hasta la negación de la 
realidad, en la afirmació de la integr d d del hijo, o hasta en un pro-
ceso de sobrecompens c1ón en la exh1b1c16n de su monstruosidad, que 
de este modo se convierte en un signo sagrado que testifica con certeza 
que el incesto fue bien realizado. 
Se . descuida q_uí un corolario terapéutico que nos parece esencial: la 
necesidad de y1 1lar en cada instante los arreglos que se propondrá a 
las cargas narc1S1stas de la madre a medida que va tomando consciencia. 
Uno de o a_rreglos. que_ con frecuencia se encuentra consiste, para las 
madres dmam1cas e mtehgentes, en consagrarse a la promoción y al des-
arrollo de _una as?ciac_ión filantrópica para niños impedidos. 
J. Cosmer cnhca fmalmente la forma en que Maud Mannoni maneja
el concepto de la _ley del padre. Presenta a todo niño, cualquiera que 
sea su edad y _su myel, como si permaneciera siempre dentro del registro 
preverbal, pres1mbólico en el que el niño de pecho vive con su madre. 
La evolución de este estado hacia la autonomización depende efectiva-
mente de diversos factores, uno de los cuales es " la palabra del padre 
en la madre", pero no debe olvidarse que esta relación, esta situación se 
superan a partir de cierta edad y del acceso a ciertas funciones y ello 'por 
el fenómeno de la estructuración edípica. 
También se puede criticar, con J. Cosnier, la forma en que M. Man-
noni atribuye una omnipotencia mágica a la fantasía materna en cuanto 
tal. La madre psicótica no psicotiza a su hijo por la sola virtud de su 
fantasía y hay que distinguir: 
a) Los primeros meses de la vida en que la fantasía materna o, más 
exactamente, los arreglos que la madre ha debido asumir frente a ciertos 
conflictos fantasiosos, que han sufrido una reviviscencia por el hecho del 
e_n barazo y del nacimiento, pueden privar al recién nacido de los bene-
ficios eutrópicos de la maternidad, necesarios para construir los límites 
de] cuerpo y de allí los límites del yo; 
b) Y un periodo más tardío en el que el comportamiento materno no 
uede obrar sobre _el hijo por simr e impregnación, porque se dirige ya
si 
los arreglos p_rop10s ?,el yo del hi¡o. _Mau Ma_nnoni parece expresarse 
/ m p r e como s1 la acc10n materna hubiera sido siempre tan masivamente 
.1 genética, que el yo del hijo se habría llegado a formar en identifica-
cion completa con esta madre. 
J. Cosnier le reprocha igualmente el culpabilizar exageradamente a los
t:dres de d biles, en 1 msd da en que onfirma lo que esos padres ya ee : que tienen un h1¡0 debil como castigo de sus fantasías. 
D1 emos finalmente que el niño débil tiene derecho a beneficiarse de un d ' · 1 · 1 Uev iagnos
tico estructura , se_m_e¡ant a . qu_ se con ede a todos los niños
e 1do_s 
a consulta, para dec1du la md1cac10n, la eficacia y los riesgos de ua 9lller tratamiento.
268 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
E n definitiva, parece que los lectores han creído ver en los escritos de 
Maud Mannoni una explicación de la etiopatogenia de la deficiencia inte-
lectual, mientras que fa autora simplemente se mantiene fiel a sus títulos:
El hijo atrasado y su madre o El niño, su enfermedad y los demás. Es 
una pena que la autora haya creído poder extrapolar la génesis misma
de la enfermedad que, en la mayoría de los casos, sólo es un arreglo del 
niño y de los demás, posterior a la enfermedad misma. Su mayor mérito
sigue siendo el haber atraído la atención con ejemplos brillantes ( de hecho
casos de psicosis infantiles) sobre un fenómeno constante: la función de 
substratum de objetalización de las pulsiones del niño que revisten los 
arreglos propios de la madre frente a sus pulsiones y sus fantasías incons. 
cientes - a l estar sus relaciones mismas con su hijo ya incluidas en sus 
propios arreglos-. Pero después de esto, parece que Maud Mannoni 
descuida el aspecto transactivo que se establece en todos los casos dife. 
rentes de la psicosis infantil, en la que no podría intervenir ningún acceso 
al simbolismo, a la distanciación, a la autonomización. 
Ha de subrayarse en el marco de esta discusión sobre los límites del 
retraso mental, que e l niño sufre la acción de factores socioculturales 
a los que el psiquiatra psicoanalista que trabaja en servicios de comuni-
dad no puede desatender. 
Estos factores desempeñan un papel en la utilización del lenguaje como 
instrumento de comunicación. E l mismo Freud pudo escribir que el hom-
bre había realizado un elevado progreso cuando aprendió a contestar con 
la palabra en vez de hacerlo con el mazo. Ahora bien, la utilización del 
lenguaje se ve cuestionada por nuestra civilización técnica, debido a 
diversas razones que no podernos discutir aquí detalladamente y en es-
pecial dentro de los medios empobrecidos respecto al plano cultural. 
Allí el niño no es alimentado corno convendría por el baño del lenguaje. 
De ello se derivan algunos aspectos particulares de las insuficiencias de 
su desarrollo intelectual, que le dan el aspecto de un retrasado y crean 
también límites evidentes a la acción psicoterápica que emplea a la 
palabra y a Ja comunicación. 
E l conocimiento del desarrollo del niño debido al psicoanálisis ha re· 
calca<;fo la importancia de los conflictos endopsíquicos. Desde este punto 
de vista los conflictos que expresan la realidad exterior y los que son 
fruto d la realidad psíquica no deben confundirse, sin que se niegue la 
aportación el psicoanálisis; y esto, aunque es verdad que la virulencia 
de los conflictos e:ctemos expresa un aspecto de las proyecciones, aunque 
el d sarrollo del m o se ve señalado por una interiorización relativamente 
tard1a de_ sus conflictos, lo cual hace que dependa largo tiempo del con-
torno. Dicho de tra forma, el diagnóstico de las perturbaciones reactivas 
- y a lo hemos v1st - , en cuanto se habla de situación patógena, no 
puede propone se mas que excepcionalmente.ª 
 º. es, c estió de tomar par ido acerca de los factores ecológicos en 
ps1qmatna mfantil. Pero los ps1conalistas no podrían suscribir la teoria 
3 Véanse a este propósito los estudios de Dulh [73] Tavenstcd [333], S. Lebovici y F 
Klein [230]. 
' 
LA PSIQUIATRIA DEL NINO 269 
ingenua que inspira a los culturalistas o adhesiones aparentes a la teoría 
psicoanalítica_ }' criticada varias veces [ 46], [226]. 
Nuestra C1V1hzac1ón con frecuencia apela a una sobreestimulacióu de 
los niños; de allí un adelanto a veces patógeno del desarrollo del yo 
s?bre el de las pulsiones. S. Freud ya había demostrado que un yo evolu-
cionado. no puede soportar la crudeza de la representación pregenital de 
las puls10nes_ [123]. Anna Fre,ud [93] a indicado, por su lado, que algu-
nas tendencias perversas podnan orgamzarse a favor de la misma hetero-
cromía, cuando la fuerza de las pulsiones no se ve contrarrestada por la 
lucha neurotígena del yo que regresa a su nivel. 
Den .º de esta misma p_ers ectiva algunos autores han sostenido que 
esas 1ficultades de comumcac1ón verbal, que deben asociarse a la fre-
cuencia actual de las. ificultade de aprendizaje del lenguaje escrito pueden 
tener una responsab1hdad parcial en la no-elaboración de los fenómenos 
mentales, que_ se observa en los psicosomáticos, según la tesis de P. 
Marty, M. Fam, M. de M'Uzan y de C. David [248] y en los desequi-
librados psicópatas [ 4 5]. 
Este largoanálisis de las condiciones de trabajo del psiquiatra de niños 
y de su equip_o nos. ha lley do a evocar ante todo los nuevos problemas 
q_ue la forma 16n ps1coanahtica de estos técnicos ha suscitado en la prác. 
hca y la teon , que surge de ella al mismo tiempo que la inspira. 
Para. concluu este capítulo nos gustaría discutir las ventajas y los in-
convementes aparentes que esta formación conlleva. 
El psiquiatra de formación psi_coanalítica está, en nuestra opinión, como 
creemos haberlo_ demostrad , bien armado para el diagnóstico de cada 
caso. Su formación le perrmte no estancarse en la nosografía tradicional 
Y dar a ada u1:10 de sus actos un carácter de apertura terapéutica. 
Al . m1s!110 tiempo e ve inducido a asumir la responsabilidad de la 
coo dmac1ón del traba10 de su quipo y de las diversas decisiones a pro-
pósit? de c da caso. A:J convertirse en un soporte de identificación, debe
al mismo tiempo med1r sus responsabilidades. Desde este punto de vista 
to?o lo que e y todo lo que hac pued_e desempeñar un papel deter. 
m 1ante benéfico, o, por el contrano, a fm de cuentas, nocivo para los 
nmos que acuden a él y sus familias. En todo caso, ya que se ha tomado 
la costumbre de hablar de "su saber" y de "su poder", debe reconocerse 
que es poder supera con mucho a su saber porque se debe a diversas 
proyecciones que hacen que sus colaboradores no psicoanalistas le atri-
buyan una ºI?nipotencia del "saber". Que acepte, por tanto, mostrarse 
tal ual es,. sm responder con contraactitudes a esta proyección de una 
0mn1potenc1 ue equivocadamente se le atribuye. La verdad de su per-sona es la uruca respuesta que puede desdramatizar esta situación. 
e 
P r tanto, el trab j? de equi!X? deberá, consistir no sólo en poner en0mu_n los datos ?ng1 ales recogidos segun el saber de cada uno, sino 
 mb1én en una d1scus1ón en común de estos datos. Evidentemente hay 
 te ta des_i&11aldad en este poner en común, ya que el psicoanalista es el 
pnico calificad para comprender el lenguaje obstruido del inconsciente. 
1 
ero 1 correcc1ó se deberá al h cho de que la penetración rápida de ese 
engua¡e - a d e m a s de que constituye un arma peligrosa si está asociada 
270 CONOCIMIENTO PSICOANAL1TICO DEL NIÑO 
a re ve lacion e s "salvaj e s" h e chas al n i ñ o - no propo rciona las de m ás di-
men sion es n e cesar ias para la com pre nsión de l caso, e n particular las que 
se refie r en al desarrollo. 
D e sde nue stro pu n to de vista, e l psicoanalista pre ocupado por estable cer 
y m antener un a r elación no constituye sin e m bargo la única re ferencia 
de ide n tificación . La anam ne sis reconstructora inspirada e n su m étodo tiene 
el in con ven ie nte de proporcion ar, salvo e n los casos e n que un a larga 
te rapia corrige las in suficiencias de la obse r vación, base s " im pre sionistas" 
al diagnóstico. Quere m o s, por tanto , subrayar la ne ce sidad de e mplear 
también métodos sistemático s para recoge r los datos de he cho, necesa-
rios para la com pre n sión de l desarrollo de l niño e n su me dio; e ste "des-
ar rollo e n e l me dio" de be r ía se r o bje to de una o bse rvación "naturalista", 
para utilizar aquí e l ne ologism o in tr o ducido por lo s antropólogos no rte-
am e r icanos. 
Se re procha también a los psiquiatras de formación psicoanalítica el 
descuidar e l e nfoque bio lógico y somático de cada caso. S e debe m e dir 
en su justo valor e sta crítica. Sería de m asiado fácil y de m asiado t e ntador 
pa ra quien e s e stim an que la form ación psiconalítica e s la ún ica útil, re-
ducir e l pape l del psiquiatra que haya te nido una form ación médica al 
e xam e n somático, para de jar las "tareas noble s" a los psico analistas. Por 
el contrario, hay razón para preguntarse si el psiquiatra convertido en 
psicoanalista debe re nun ciar po r de finición a to da aproxim ación física 
a sus jóve ne s pacie nte s. Cie rtam e nte e s cóm odo se par ar el e xam en afec-
tivo y e l e xam e n biológico. Hasta se ha podido pretender que e l psiquiatra 
psicoanalista re nun cie por principio a todo e nfoque som ático para re currir 
a la palabra escuchada o emitida en el diálogo y que e sta frustración 
recíproca, im pue sta al paciente y a sí mismo era el molde en e l que su 
acción tomaba forma. Esta posición tie ne la ve ntaja de que no se m e zclen 
e n el niño e xaminado las fantasías y una cierta re alidad qu e podría apo rtar 
el gesto tradicional del médico. (Las fantasías de castración de los niños 
con fr e cue ncia son proyectadas sobre e l m édico; si éste examin a los órga· 
n os ge nitale s de un muchacho pue de producirse una cristalización de la 
angustia sobre una situación re al . ) Pe ro no cree m os que e l psiquiatra 
psicoanalista de ba e vitar todo contacto corporal, fue ra de las situaciones 
particulare s propias de los grandes e stados de ansie dad y e l caso de los 
adolesce nte s y de las adole sce nte s. Se proscribe n e l aparato tradicional, 1 
bata blanca, e tc. ( que pueden por otra parte se rvir de protección al psi· 
quiatra, la aproximación so m ática con frecu e ncia es re confo r tan te : pu de 
dar con fianza al niño y a su familia, dism inuir los e fectos de difusión 
de 1a tran sfe re ncia por la multiplicación de los examinadore s. Fin alment , 
e vitaría gr ave s e rrore s, co n mucha fre cue ncia im putados a los psicoanalis-
tas, a los que se acusa de pasar de largo junto a de sórde ne s som áticos
graves. 
Estas obse rvacione s sobre el pape l de l psiquiatra-psicoanalista m ue st JJ 
las ve ntajas qu e un servicio pue de saca r de su pr e sencia. La condic1Óll 
es que , evid e n tem en te siga sie ndo psicoanalista en cada mome n to de su 
da p r ofesional . Sus conocim ie ntos pue den apo r tar num e r osas co ntribll'
c10n es para la comprensió n de cada caso. Pe ro sie mpre de b e se r capª' 
LA PSIQUIATRfA DEL NIÑO 271 
de p o n e r e n du a "sab r" Y "poder" ante num e rosos tipos de conocimien -tos en los m edio s soc10culturale s que conoce mal, demostrand o con su e¡ e m p l o pe rsonal que sa e ide ntificarse con las dificultad e s de los de m ásmiembros del e qmpo , sm qu e se olvide - p o r los conflictos interperso-n a l e s - que se trata de ate nder a los niño s y a sus fam ilias.

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