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4 FUNCIÓN MATERNA Y FEMINEIDAD Desde un punto de vista estrictamente formal, la única función es la del padre, en el sentido de que la única alternativa para que se produzca un sujeto se articula a partir de lo Simbólico. Sin embargo, varios autores lacanianos (Godino Cabas, 1980, p. 35; Sami-Ali, 1979, pp. 72-118) y hasta el mismo Lacan aceptan hablar de función materna, en un sentido descriptivo, como del lugar que ocupa el agente de intermediación de lo simbólico para el infans (Maci, 1983, pp. 118-20). Prematuro como es, el cachorro humano requiere la presencia real de un agente que lo reciba en un espacio virtual (el lugar de su falta), espacio en el cual ese infans se espeja (se imaginariza). Ese espacio se cava en el agente materno en la medida en que existe en él una referencia a lo simbólico. Para ser más precisos, es necesario que ese agente esté capturado por la castración simbólica, inscripto metafóricamente en el Nombre-del-Padre. O sea que no hay verdaderamente agente materno sin referencia a la Función del Padre porque este agente se constituye como tal solo en su nombre. Solo así el hijo es objeto de deseo; y solo así, entonces, la madre inscribe (¿escribe?) en su cuerpo las marcas de lo simbólico, Esta es por excelencia, la función de la madre. Godino Cabas nos ayuda en este punto: "Si Freud insistió en que el niño es an-objetal, lo hizo sobre todo porque quiso subrayar el hecho de que el objeto se construye. Seria necesario decir ahora que la imago del seno materno es su piedra fundamental. Ella proporcionaría los elementos para la construcción de la función materna en la cual la mujer encuentra un objeto primordial de su sexualidad" (1980, pp. 35-6). Se trata de la ecuación [pene=hijo] — falo (Lacan, 1971, p. 284) que caracteriza a la maternidad, en la medida en que, en la mujer, la falta se especifica en el deseo del hijo. Este lugar vacío es simbólicamente llenado por el niño, con el cual se ímaginariza una completud, insostenible, sin embargo, en el nivel simbólico: el niño también es afectado por la falta. Esta dialéctica del deseo se realiza en un circuito en el cual el infans se ve totalizado en un "otro" que lo espeja; completud imaginaria que contrasta con la inmadurez que, de su propio cuerpo, percibe. Así, para mantener este Ideal de si mismo, el niño desea el deseo de la madre. Y como consecuencia de ello "el lugar simbólico de la madre revela la dimensión de poder del Otro de la primera dependencia" (Maci, 1983, p. 118). Este poder actúa marcando en el cuerpo del hijo (en el inicio fundamentalmente visual y oral) la direccionalidad de la pulsión para el encuentro con el objeto de deseo: el rostro y el pecho y sus sustitutos, A este respecto informa Sami-Ali que "en el origen de la constitución de los objetos podemos discernir un proceso circular que, por un lado, parte del niño, pasa por la madre y llega al objeto; y que, por otro lado, parte de la madre, pasa por el niño y llega al objeto. La palabra hace su entrada sobre ese fondo de objetos (primordiales) que se corresponden entre sí y que reflejan la correspondencia fundamental del propio cuerpo y del objeto materno" (1979, p. 72). Todo este proceso se sintetiza en la fórmula de la metáfora del Nombre del Padre S S´ (tachado) -----> S 1 S (tachado) X s En esta fórmula las S mayúsculas son significantes, y la s minúscula es el significado "inducido por la metáfora, que consiste en el reemplazo de la cadena significante", o sea, en el pasaje de S a S´ "La elisión de S´, representada aquí por la barra, es la condición para el éxito de la metáfora" (Lacan, 1975, p. 242), Esto informa que solamente cuando la marca significante del nombre del padre opera sobre la madre la ley que restringe el campo de su goce a los lugares externos al incesto, la madre es deseante. Deseante del único que podría serlo: de lo que le falta, o sea del objeto residual del incesto primordial: el hijo, Hijo que, por ser objeto real, se convierte en fetiche de la madre para acceder, por esa vía, a la dimensión simbólica. Como fetiche de una madre normalmente neurótica, queda referido al Otro (A) portador de la ley, o sea, pasa a ser significado como falo en lo imaginario materno y, por lo tanto, referido al significante de ía falta (precisamente el falo) en lo imaginario propio. La fórmula propuesta se toma más comprensible del siguiente modo: Nombre del Padre: Deseo de la madre (tachado) -> ------------------------------- - ------------------------------------- Deseo de la madre (tachad) Significado al sujeto ---> Nombre del Padre ( A ) Falo Si seguimos la fórmula paso a paso, tendremos: el Nombre-del- Padre, como significante que, por ser portador de la ley (de prohibición del incesto), hace una falta en la madre, o sea, la deja deseante. Este Deseo de la Madre, que en el primer elemento juega como significado, en el segundo lo hace como significante (encima de la línea). Este movimiento está viabilizado por el carácter dialéctico del deseo que, en un juego de espejo M-H, hace que el deseo del hijo por parte de la madre sea reencontrado en él como deseo de ese deseo de la madre dirigido a él mismo. En ese desear el deseo de la madre el hijo descubre en ella la falta: ella está afectada por una restricción de su goce con él y, por causa de esta falta, se dirige al Otro (A), que no es el hijo, en la esperanza de resolverla, Ese otro está representado por el significante del Nombre-del-Padre. Lo que este significante significa (en última instancia lo que hace la diferencia sexual) es deseado por la madre y, entonces, pasa también a ser deseado dialécticamente por el hijo, De este modo, el Deseo de la Madre hace este pasaje a la categoría de significante, cuyo significado consiste en la imaginarización de un sujeto que participa de la insignia fálica, que no es más que el Nombre-del-Padre (Significante Primordial) metaforizado. A través de toda esta arquitectura de la Castración Simbólica, la madre, capturada en el actuar del Significante, cumple su función transmisora, apoyándose en un juego de soportes corporales —el del hijo y el propio— que refiere estos cuerpos a una constante reconstrucción imaginaria desplazada incesantemente a través del campo angustiante de la falta. Así ocurre en la neurosis, Pero cuando la falta se sutura, porque la ley pierde su eficacia, el Nombre-del-Padre no se metaforiza. La madre no es deseante de un hijo, sino de un gajo que la complete, porque en su imaginario la falta (la diferencia sexual) no es irremisible. Aquí entrevemos, en el repudio de la diferencia sexual, el fondo perverso de la madre fálica. El deseo materno, a través de la Forclusión (Vererfung) del nombre del Padre esquiva al Otro con su deseo y en la imagen recíproca de este deseo, captura indisociadamente al hijo. Aquí tenemos el punto de partida de una estructura psicótica. Sin embargo, nos parece que en el autismo no hay captura, a no ser en la imagen recíproca del mero deseo de muerte: el muerto. Aquí es esquivado no solamente el Otro, sino también el cuerpo del hijo. Muchos autores han analizado la cuestión de la función materna partiendo de puntos de vista diversos. Por lo tanto, en una tentativa de ordenamiento de los problemas, podemos diferenciar este primer nivel formal de los otros niveles en que se acostumbra conceptualizar la función materna. Hay un nivel de cuidados reales, que atiende a las necesidades del niño. Esto es lo que se ha llamado puericultura; es lo que las enfermeras y los pediatras focalizan como eje de sus preocupaciones: alimentación, movimentación, higiene, enfermedades, salud, etcétera. Y otro nivel, que se ubica a mitad de camino entre lo psícoanalítico y lo pediátricoy que, combinando observaciones con recursos teóricos, trata de articular una imagen de la función materna, en el vaivén que la caracteriza, entre la satisfacción de necesidades y la estructuración de lo Imaginario/Simbólico. Aquí se arman verdaderas "funciones" en el sentido de mise en scene del "vínculo" M-H. Sí bien por un lado este nivel de análisis carece del rigor de las consideraciones formalizantes, tiene por el otro la ventaja de servir como guía clínica para muchos legos y aun para muchos participantes. Guía, no en el campo de la puericultura, sino en el campo de lo imprescindible "innecesario" que se debe hacer presente en la relación M-H, para que el individuo de la especie se constituya como sujeto. Sin duda cabe aquí nuevamente lo que ya señalamos en la introducción: Winnicott detalla cuestiones relativas al espejamiento M-H, sin entrar en el análisis de la función que los separa. Se mantiene, pues, en el campo de lo imaginario. Es precisamente en este plano que ubicamos sus contribuciones (1965, pp. 72, 75,79) respecto del papel de la madre en las primeras etapas de la vida. Sin embargo, debemos destacar su aporte acerca del objeto transicional (1972, pp. 17 y 45), que se ubica en el campo de la teoría formal psicoanalítica y que define el papel de la madre en el rigor de su función articuladora de Jo imaginado recubriendo la aridez de lo real. Es más aquí de la muerte, y más allá de la cosa, que la madre realiza su función. Por eso, como dijo Lacan: "Lo importante no es que el objeto transicional preserve la autonomía del niño sino si el niño sirve o no como objeto transicional para la madre. Y ese suspenso no entrega su razón a no ser en la misma proporción en que el objeto entrega su estructura. A saber, la de un condensador para el goce, en la medida en que, por la regulación del placer, tal estructura es robada al cuerpo" (Lacan, 1980, p. 210) Wínnicott (1972, p. 147) refiere los cuidados maternos primarios como características del papel materno y los define en tres funciones: a) Manutención (holding) b) Manoseo (handling) c) Presentación del objeto o presentación del mundo En un articulo publicado en español en El niño y el mundo externo Winnicott incluye un cuarto elemento: la relación triangular entre los miembros de la familia (1965, p. 15). La manutención se refiere a la asignación del lugar, el mantenimiento de la mirada, la protección general contra los sentimientos de desamparo que inicialmente se apoderan de los bebés, se refiere "a ver al hijo como un ser humano en un momento en que él aún no es capaz de sentirse entero" (ibidem, p. 17), ya que el niño es naturalmente prematuro, aunque nacido a término, para enfrentar el nuevo estado extra uterino. El manoseo, desde la movilización hasta la higiene, cubre todas las zonas de contacto con el niño, "Todos los detalles del cuidado físico precoz constituyen para el niño cuestiones psicológicas" (ibidem). La "mostración del objeto denomina el acto de llevar al niño en dirección al mundo circundante de una manera gradual y no contingente, ya que este mundo tendrá interés para el niño en la medida en que la madre le muestre la importancia que ese mundo tiene para ella y para el propio hijo" (ibidem). De todos los objetos del mundo que rodean al niño y a su madre, existe uno que el deseo de ella subraya especialmente. Se trata del padre, que la articulación psíquica materna colocará en un lugar de valor, variable de acuerdo con su propia estructura. Aquí aparece, entonces, el segundo elemento de la función materna, primera sustentadora de la función del Padre frente al hijo. "No es solamente de la manera en que la madre acepta a la persona del padre que conviene que nos ocupemos, sino también del caso que ella hace de su palabra digamos el término, de su autoridad; dicho de otro modo, del lugar que ella reserva para el Nombre-del- Padre en la promoción de la ley" (Lacan, 1975, p. 269). Es aquí, probablemente, donde podemos incluir la función de triangulación a la que Winnicott se refiere y que, sin duda, constituye un postulado de nivel teórico absolutamente diferente de las primeras tres funciones formuladas. Y es también aquí que debemos cuestionar este salto de categorías por parte de Winnicott, al introducir por mera yuxtaposición sumatoria lo que, en un efecto contrario a tal procedimiento cuantitativo, recalifica todo. O sea el Triángulo Edípico. Es este exabrupto en un médico tan sensato lo que, por la excelencia de su verdad conceptual, desnuda la insuficiencia de los postulados de los cuidados maternos primarios para analizar cuestiones de salud y enfermedad psíquica en los niños. Si así no fuese, Winnicott no necesitaría haber agregado nada. Su percepción de que problemas tales como la psicosis y la delincuencia infantiles no pueden ser abordados puramente a partir del medio ambiente lo lleva a incorporar este tema de la triangulación. Nos preguntamos si tal formulación, así presentada, bastará para cortar el camino a quienes, apoyándose en las tres primeras consideraciones tan realísticamente explicadas por Winnicott, consideran que es el medio ambiente el que enferma al niño y, en consecuencia, lo que lo puede curar. Una vez definidos los cuidados maternos primarios, quedan aún por responder las siguientes preguntas: ¿qué condiciones deberán cumplir esos cuidados para que resulten eficaces en la operación de sujetamiento del infans y ¿qué condiciones deberá cumplir esa madre en la función de significar el Nombre-del-Padre para que asuma expresión específica en el hijo? O sea, de un modo más preciso, cuáles serían las condiciones para la efectivización de la Metáfora-del-Nombre-del-Padre, No parece ser ésta la preocupación central de los que "en su búsqueda de las coordenadas del 'ambiente' de la psicosis se apartan, como almas en pena, de la madre frustrante y de la madre hartante, no sin sentir que, al encaminarse en dirección al padre de familia, se queman, como se acostumbra decir en el juego infantil del objeto escondido" (Lacan, 1975, p. 263). El bebé no dispone de la comprensión del lenguaje para ser informado de los deseos de la madre, ni para Informarle sobre sus necesidades e inquietudes. El sistema del lenguaje preexiste al niño, pero fuera de él. Se hace entonces necesario que el niño se inscriba en el orden del lenguaje, incorporándolo a si mismo para conseguir la asunción de toda su condición humana. Es cierto que la condición previa para que esto suceda es que, a partir de los padres, el hijo esté inscripto en ese orden simbólico marcado por la escala de valores inaugurada por la Función Paterna. Pero esta marca simbólica no opera directamente sobre lo Real, sino sobre lo "real construido", o sea sobre lo otro de lo real: lo Imaginario. La madre agrega a las necesidades del hijo una significación que las transforma. Así, toda manifestación del hijo, todo objeto circulante entre él y su madre se instala en un espacio intermedio entre los dos personajes reales. Es el fenómeno transición al (Winnitcott, 1972). Para que esto se produzca es necesario que la madre establezca una serie de puentes de actividades significantes que traduzcan su discurso en un idioma que se aproxime a les condiciones de insuficiencia constitucional del cachorro humano. Es el idioma de la actividad maternal de interpretación de dos sistemas que se despliegan paralela y simultáneamente: 1) su propio discurso regido por el sistema de lenguaje 2) el sistema de actividades constitucionales del niño. Este último se agrupa en los cinco subsistemas que caracterizan a los engranajes constitucionales del bebé: los reflejos arcaicos, la gestualidad refleja originaria, el tono muscular, la actividad postural y espontánea y los ritmos biológicos; ellos componen los códigos constitucionales a los que la madre otorgará significación psíquica, Para romper el paralelismo de estos dos sistemas la madre cuenta con una dobleayuda: por un lado, el papel de la imago del semejante y. por otro, la permeabilidad al significante, que son características de los individuos de nuestra especie. La permeabilidad al significante se resume en parte en la maduración y en la capacidad de composición asociativa. Pero fundamentalmente en la repetición característica del funcionamiento psíquico, derivada de la base genético-instintivo- pulsional propia del ser humano (S. Freud. 1948, pp, 1089 y siguientes). La cuestión de la imago se refiere a la prevalencia de la imagen del semejante que, aunque en otras especies se muestre mecánicamente determinante de la maduración (o de ciertos aspectos de ella), en el ser humano queda relativizada a un efecto de captura del cachorro por parte del deseo materno. Esta captura actúa por medio de las operaciones maternas de saturación psíquica de esta imago, operaciones que están, por el imperio en la madre de la marca significante, decisivamente vinculadas al sistema del lenguaje. A su vez, este sistema asegura, a través de la síntesis de la cultura por él contenida, el sujetamiento del cachorro, o sea, su condición de sujeto Lacan, 1971. pp. 1MB}, En setiembre de 1979 en un trabajo presentado con Coriat, en ocasión del 5° Congreso Brasileño de Neuropsiquiatría infantil afirmábamos que “las características del encuentro M-H en el período inicial de la lactancia están determinadas por la madre. Ella tiene una personalidad estructurada, una manera de ser de su femineidad que otorga a su hijo un significado y un valor definidos para cada caso, integrando, según sus características personales, las normas de crianza que la cultura y la familia le han transmitido. El peso de todo este cuadro, preexistente en la madre, es muy grande. Todo rasgo singular que el niño presente adquirirá su significado en función de esta estructura previa" (Coriat y Jerusalinsky, 1583, p. 12), Tenemos así tres aspectos centrales en la composición de las funciones del agente materno: --- cuidados maternos primarios (nivel de lo real) — Doble traducción - lenguaje x acción (circulación imaginario/simbólica) Acción x lenguaje — sustentación primaria de la Punción Patema o triangulación edípica (nivel de lo simbólico) Podemos agregar aún que la función del agente matemo está sujeta a las condiciones de que represente: a) discontinuidades que permitan al niño experimentar los contrastes imaginarios que lo llevaran a incorporar sistemas de oposiciones necesarios para absorber las series de la significación b) coherencia y articulación indispensables para constituir un sistema en el cual el niño se vea incluido, para que el agujero que señala el lugar a partir del cual hablará sea distinguible.
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