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fermedad se denomina aterosclerosis (véase la foto de abajo). La arteriosclerosis es la fase final de la enfermedad. A medida que las placas en aumento obstaculizan la difusión de nutrientes de la sangre a los tejidos más profundos de la pared arterial, las células del músculo liso de la túnica media mue- ren y las fibras elásticas se deterioran y son sustituidas gradualmente por tejido cicatrizante que no es elástico. A conti- nuación, las sales cálcicas se depositan en las lesiones formando placas compli- cadas. En conjunto, estos sucesos ha- cen que la pared arterial se desgaste y ul- cere, condiciones que fomentan la formación de trombos. La mayor rigidez de los vasos produce hipertensión. Jun- tos, estos sucesos aumentan el riesgo de infarto de miocardio, apoplejías y aneurismas. Sin embargo, la creencia popular de que la mayoría de los ataques al corazón son consecuencia de un intenso estre- chamiento y endurecimiento de los va- sos está ahora en tela de juicio especial- mente, ya que el 70% de los ataques al corazón se deben a obstrucciones mu- cho más pequeñas, demasiado peque- ñas para verse en un arteriograma o para causar cualquier síntoma en la mayoría de los casos. Ahora parece que el sis- tema de defensa corporal lo revela. El proceso inflamatorio que se produce en las placas ricas en colesterol aún blandas e inestables cambia la biología de la pa- red del vaso y facilita la ruptura de las placas, desperdigando fragmentos que desencadenan coágulos masivos que pueden provocar ataques letales al cora- zón. La víctima parece perfectamente sana hasta que cae al suelo muerta. Tratamiento y prevención La hipótesis de las placas vulnerables mencionada con anterioridad ha atraído a muchos médicos, pero la cuestión de qué hacer con ella continúa ahí. Algunos cen- tros médicos analizan a pacientes cardia- cos en busca de niveles altos de colesterol y de proteína reactiva C, un marcador de inflamación. La CT de haz de electrones puede identificar a los individuos en riesgo detectando los depósitos cálcicos en sus arterias coronarias. Los antibióticos y fár- macos antiinflamatorios se están anali- zando como medidas preventivas. Incluso la simple Aspirina® está ganando respeto, y cada vez más cardiólogos recomiendan que las personas con alto riesgo tomen una aspirina para bebés al día (81 mg). Así que, ¿qué puede ayudar cuando el daño ya está hecho y el corazón corre riesgo debido a la existencia de vasos co- ronarios ateroscleróticos? En el pasado, la única opción era la cirugía de baipás de las arterias coronarias, en la que los vasos ex- traídos de las piernas o de la cavidad torá- cica se implantaban en el corazón para restablecer la circulación. Más reciente- mente, los dispositivos que se insertaban a través de los vasos sanguíneos hasta los puntos obstruidos se habían conver- tido en parte de la munición de la medi- cina cardiovascular. La angioplastia de ba- lón utiliza un catéter con un balón en la punta. Cuando el catéter llega hasta la obstrucción, el balón se infla y la masa grasa se comprime contra la pared del vaso. Sin embargo, este procedimiento resulta útil para limpiar únicamente las obstrucciones muy localizadas. Un disposi- tivo de catéter más moderno utiliza un haz láser para vaporizar los coágulos arteriales. Aunque estos dispositivos intravasculares son más rápidos, más económicos y me- nos arriesgados que la cirugía de baipás, sí incluyen los principales defectos: no hacen nada para detener la enfermedad subya- cente, y con el tiempo aparecen nuevas obstrucciones en el 30-50% por ciento de los casos. Cuando un coágulo de sangre se de- tiene en las paredes del caso enfermo, la respuesta puede ser un agente disol- vente de coágulos, por ejemplo, el activa- dor del plasminógeno tisular (t-PA), una sustancia natural que en la actualidad se está produciendo mediante técnicas de ingeniería genética. La inyección directa de t-PA en el corazón restablece el flujo sanguíneo rápidamente y termina con gran velocidad con muchos ataques al co- razón en evolución. Hay pocas dudas sobre el hecho de que el estilo de vida (el estrés emocional, la condición de fumador, la obesidad, las dietas ricas en grasas y colesterol, así como la falta de ejercicio) contribuye a la aparición de la aterosclerosis y de la hi- pertensión. Si éstos son factores de riesgo (y, de hecho, lo son), entonces, ¿por qué no se cambia simplemente el estilo de vida de los pacientes con riesgo? Esto no es tan sencillo como pa- rece. Aunque el aporte de antioxidantes (vitaminas E y C y de betacaroteno) y un mayor ejercicio pueden “deshacer” algu- nos de estos daños, los antiguos hábitos son difíciles de erradicar, y a los estadou- nidenses les gustan sus hamburguesas y su mantequilla. ¿Puede revertirse la ate- rosclerosis para proporcionar una vida más larga y sana al corazón? Si es así, puede que muchas más personas con las arterias enfermas estén más dispuestas a cambiar sus hábitos de siempre para te- ner una vejez sana. 393
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