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Anatomia y Fisiologia (435)

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ción de los linfocitos del donante sí proporcionó inmu-
nidad.
Según se fueron encajando las piezas, se recono-
cieron dos ramas separadas, aunque solapadas, del sis-
tema de defensa adaptativo. La inmunidad humoral,
también denominada inmunidad mediada por anti-
cuerpos, la proporcionan los anticuerpos presentes en
los “humores” o fluidos corporales. Cuando los linfoci-
tos defienden el organismo por sí mismos, la inmuni-
dad se denomina inmunidad celular o inmunidad
de mediación celular, pues el factor de protección
son las células vivas. La rama celular también cuenta
con dianas celulares (células tisulares infectadas por vi-
rus, células cancerígenas y células de injertos extraños).
Los linfocitos actúan contra tales objetivos, bien direc-
tamente, lisando las células extrañas, bien indirecta-
mente, liberando sustancias químicas que mejoran la
respuesta inflamatoria o activan otras células inmunes.
Sin embargo, antes de describir las respuestas humoral
y celular por separado, consideraremos los antígenos
que desencadenan la actividad de las extraordinarias
células relacionadas con estas respuestas inmunitarias.
Antígenos
Un antígeno (Ag) es cualquier sustancia capaz de mo-
vilizar el sistema inmunitario y provocar una respuesta
inmunitaria. La mayoría de los antígenos son moléculas
grandes y complejas que no suelen estar presentes en
el organismo. En consecuencia, en lo que al sistema in-
munitario se refiere, son intrusos, o no propios. Una
variedad de sustancias casi ilimitada puede actuar
como antígenos, incluyendo casi todas las proteínas ex-
trañas, los ácidos nucleicos, muchos carbohidratos
complejos y algunos lípidos. De todos ellos, las proteí-
nas son los antígenos más fuertes. Los granos de polen
y microorganismos tales como partículas de bacterias,
hongos y virus son antígenos porque sus superficies
contienen dichas moléculas extrañas.
También es importante recordar que nuestras pro-
pias células están repletas de gran variedad de molécu-
las proteínicas (autoantígenos). De alguna manera, al
tiempo que nuestro sistema inmunitario se desarrolla,
hace inventario de todas esas proteínas, de manera
que a partir de ese momento se reconozcan como pro-
pias. Aunque estos autoantígenos no desencadenen
una respuesta inmunitaria en el organismo, sí son antí-
genos poderosos para otras personas. Esto explica por
qué el organismo rechaza las células de los órganos
transplantados o los injertos, a no ser que se tomen
medidas especiales (medicamentos u otras) para para-
lizar o reprimir la respuesta inmunitaria. 
Por regla general, las moléculas pequeñas no son
antigénicas, pero cuando se acoplan a nuestras propias
proteínas, el sistema inmunitario podría reconocer la
combinación como extraña y preparar un ataque que
resultaría más dañino que protector. (Tales reacciones,
denominadas alergias, se describen en las págs. 429-
430.) En tales casos, la problemática pequeña molécula
pasa a denominarse hapteno (haptein = sujeción), o
antígeno incompleto.
Además de ciertos medicamentos, las sustancias
químicas que actúan como haptenos se encuentran en
la hiedra venenosa, en el pelo animal e incluso en al-
gunos detergentes, tintes para el pelo, cosméticos, y
otros productos industriales comúnmente utilizados en
el hogar.
DESEQUILIBRIO HOMEOSTÁTICO
Quizá el ejemplo más dramático y familiar de un
medicamento hapteno que provoca una respuesta inmunita-
ria sea el enlace de la penicilina con las proteínas de la san-
gre, que origina una reacción a la penicilina en algunas per-
sonas. En tales casos, el sistema inmunitario organiza un
ataque tan agresivo que pone en peligro la vida de esa per-
sona. ▲
Células del sistema de defensa
adaptativo: resumen
Las células cruciales del sistema adaptativo son los lin-
focitos y los macrófagos. Existen dos tipos principales
de linfocitos: los linfocitos B, o células B, producen
anticuerpos y supervisan la inmunidad, y los linfoci-
tos T, o células T, son linfocitos no productores de an-
ticuerpos que constituyen el arma celular del sistema de
defensa adaptativo. Al contrario que los dos tipos de lin-
focitos, los macrófagos no responden a antígenos espe-
cíficos, si no que juegan un papel esencial a la hora de
ayudar a los linfocitos que sí lo hacen.
Linfocitos
A igual que todas las células sanguíneas, los linfocitos
tienen su origen en los hemocitoblastos de la médula
ósea roja (Figura 12.11). Los linfocitos inmaduros libera-
dos de la médula son prácticamente idénticos. Que un
linfocito pase a ser una célula B o T depende de la parte
del cuerpo en que se encuentre cuando se convierta en
inmunocompetente, es decir, capaz de responder a
un antígeno específico uniéndose a él. Las células T sur-
gen de los linfocitos que migran al timo (véase la Figura
12.11), donde sufren un proceso de maduración du-
rante dos o tres días, dirigido por las hormonas tímicas
(timosina y otras). Dentro del timo, los linfocitos inma-
duros se dividen rápidamente y su número se incre-
menta de manera considerable, pero sólo sobreviven
aquellas células T maduras con la mejor capacidad para
identificar antígenos extraños. Los linfocitos capaces de
unirse firmememente a los autoantígenos (y de actuar
416 Anatomía y Fisiología Humana
12

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