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Fístulas de líquido cefalorraquídeo 189 15 cuando la maniobra quirúrgica se completa. Pero, de manera concomitante, con el aumento del IPV decrece notablemente la resistencia a la absorción de LCR, que cae de 91,3 mmHg/ml/m hasta 8,9 mmHg/ml/m con la realización de ambas aperturas. Este segundo fenómeno representa el equilibrio hidrodinámico del LCR y por lo tanto la PIC fisiológica. 52 Fístulas del LCR traumáticas Como principio general, la fístula traumática de LCR puede aparecer por el cráneo encefálico, por el cráneo facial o por sus cavidades naturales. De todos modos manda, estadísticamente, la fístula traumática en la base del cráneo. Se observa, por ejemplo, que la fís- tula de LCR es una complicación del 2% de todas las fracturas craneanas, cifra que asciende hasta el 11% cuando se trata de fracturas de cráneo basal. 4 Esta proclividad tiene sus fundamentos, aparte de las consideraciones hidrodinámicas ya expuestas y en la inevitable fuerza de gravedad, en características morfológicas de relevancia. Casi siempre la fístula basal se desarrolla en una fractura de la fosa anterior o de la fosa media. En la fosa anterior hay detalles anatómicos directamente asociados con su menor re- sistencia al traumatismo. Como primera aproximación corresponde considerar la presencia, en el cráneo de- sarrollado, de los senos frontales, del aspecto superior del etmoides y sus senos, del seno esfenoidal y las características de la duramadre en la zona. Todo esto significa tejido óseo delgado y duramadre fina que, además, está adherida al piso de la fosa anterior. Para mayor detalle se señala que la lámina cribosa se frac- tura sobre sí misma sin desplazarse. 55 Existe en la fosa anterior la zona que los autores denominan confluencia lábil. Es un área parasagital en la fosa anterior entre el agujero ciego y la sutura esfenofrontal; está delante del tercio medio del yugum esfenoidal, con bordes laterales dados por la escotadura etmoidal del frontal. A esta área se suma, por una parte, la neumati- zación progresiva de la base del cráneo facial en la que los lados de los senos paranasales llegan a ser notablemente finos y frágiles. 35 Los senos paranasales se desarrollan en orden cro- nológico de tal manera que primero crecen las celdas etmoidales anteriores y los senos maxilares, seguidos por los senos esfenoidales y frontales. 32 Como todos los senos paranasales están en directa continuidad con las fosas nasales, es conveniente recordar la constitución del techo de la fosa nasal. Allí se observa lo siguiente: 1. El techo nasal tiene forma de surco. 2. Su área anterior está compuesta por los huesos propios de la nariz. 3. Su área posterior está construida por la lámina cribosa del etmoides. 55 Por otra parte, y retomando la confluencia lábil, en esta topografía se encuentra: 1. La lámina cribosa del etmoides, con cierta resis- tencia, pero con 25 a 30 orificios dispuestos en tres hileras 57 2. La cara superior de las masas laterales del etmoi- des, siempre adelgazada por la neumatización del hueso 36 3. Presencia de la celda anterior, o infundibulum, también relacionada con la cara superior del etmoides 57 4. La relación estructural directa entre la lámina cribosa con otras formaciones óseas del cráneo facial. De ellas, unas están más expuestas a trau- matismos, como la espina nasal y los huesos propios de la nariz, por delante. Otras tienen en sus relaciones tejidos más resistentes, como el paladar duro y el clivus, por abajo y por detrás. La relación se conforma mediante la lámina per- pendicular del etmoides en su articulación con el hueso vómer 1 5. La sutura esfenoetmoidal; cabe consignar que su componente de lámina cuadrilátera del esfenoi- des es siempre delgada. 57 6. Una falla en la cobertura, que no es total, por parte de la duramadre en la lámina cribosa 29 7. Presencia de una pequeña hendidura a cada lado de la apófisis crista galli para recibir, con cier- ta firmeza, una prolongación de la insuficiente duramadre de la zona 21 8. El techo de la órbita que desciende, en un techo corto, hacia la línea media de la zona lateral de la apófisis crista galli 36 De lo expuesto surge, pues, la complejidad ana- tómica de esta área; de ella se deduce su fragilidad como estructura y de ambas surge la eventual difi- cultad quirúrgica. El eje de la confluencia lábil es el etmoides; por eso corresponde destacar lo siguiente: 1. El laberinto etmoidal, con las celdas etmoidales debajo de la lámina cribosa 2. La cara lateral del laberinto, la lámina papirácea; notablemente delgada como lo indica su nombre, relaciona al etmoides con la órbita ipsilateral. 3. La presencia en cada celda etmoidal de un ostium para la comunicación con la fosa nasal 24, 56 En lo que respecta a la fosa media es importante el hecho de que, en el tegmen timpani, el espesor del hueso sea comparable en muchos cráneos al espesor del papel, mientras que en el resto de las estructuras promedia de 2 a 6 mm. 58 Además, como en toda la base del cráneo, la ruptura de la duramadre es un hecho frecuente. 13 A lo señalado cabe agregar que en el peñasco del temporal se encuentran conductos como el segmento laberíntico y el segmento timpánico, es decir, las dos
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