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Neurocirugía / Basso190 Tr au m a primeras porciones del acueducto de Falopio, 17 mm de largo entre ambos; a eso se suma la presencia del laberinto óseo 18, y el hecho de que hay fracturas que comienzan en la escama del temporal o del occipital, que avanzan de manera perpendicular u oblicua al eje largo del peñasco. 15 Casi todas las fístulas traumáticas de LCR hacen su aparición por la nariz, el oído o la faringe; también es posible que el LCR llegue a la órbita o quede en un seno paranasal. En general, lo que se observa es rinorrea o bien otorrea, que por lógica indica fractura de la fosa anterior o de la fosa craneana media, con el necesario compromiso dural y aracnoideo. Queda así una comunicación entre el LCR y la cavidad nasal o paranasal que se encuentra recubierta con epitelio, del tipo respiratorio, similar al de la cavidad nasal y siempre contaminado; es, por lo tanto, una forma de traumatismo abierto. En caso de rinorrea la fractura se localiza por delante del limbus esfenoidale; es decir, en la porción orbitaria del hueso frontal, sobre todo en la base y pared posterior de su seno, en la lámina cribosa del etmoides o en el jugum esfenoidale. Puede deberse asimismo a la fractura de Le Fort III. La fractura de Le Fort III, por aplicación de una gran fuerza en el tercio medio de la cara, también da lugar con frecuencia a rinorrea. La fuerza impacta a los contrafuertes de la cara, nasoetmoidal, nasomaxilar, dentoalveolar y cigomático, con impedancia mecánica suficiente para resistir vectores verticales pero no a los que tienen dirección horizontal. Dicho tercio medio del cráneo facial queda desprendido por completo de la base del cráneo en forma simétrica. Desde la sutura nasofrontal el trazo pasa por la lámina papirácea y el piso de la órbita, cruzando la sutura cigomática y dañando a veces la base del cráneo. 62, 18 La salida del LCR comienza en general a las 48 horas de sufrida la fractura y muchas veces la sali- da unilateral indica el sitio de ruptura. Sin embargo, en un 20% de los pacientes, el sitio de la fístula es contralateral a la narina por donde se exterioriza el LCR; es probable que por este hecho se deba a la luxación del vómer debajo de la lámina perpendicular del etmoides, lo que permitiría el paso del LCR de un lado hacia el otro. 39 Una fístula por ambas narinas puede significar tanto lesión bilateral como de un solo lado. La anosmia es un buen indicador de fractura de la lámina cribosa. Pero ésta estaría presente sólo en el 33% de las fístulas por fractura de dicha lámina, como se determinó en un estudio que abarcó 12 años de relevamiento. 26 Para comprobar fehacientemente su existencia se utilizan métodos bioquímicos y radiológicos. Entre los primeros se cuenta con métodos simples como la determinación de la glucosa en la muestra nasal; si se debe a LCR su concentración será del orden de 30 mg/100 ml. Otras determinaciones bioquímicas son más com- plejas, como la detección de la tau-transferina o el empleo de radiofármacos que corresponde a la Me- dicina Nuclear, como el In¹¹¹ que se coloca por vía lumbar. 61, 49 En la actualidad lo recomendable es estudiar la fosa anterior con tomografía computada, inclusive con reconstrucción 3D de la parte ósea. La cisternografía utilizando iohexol o iopamidol, medios de contraste hidrosolubles no iónicos con sus- tracción digital de la TAC, es otro medio moderno y muy empleado para localizar una fístula. Cuando la descarga nasal está presente por un tiempo que abarque todo el estudio, la cisternografía con metrizamida y TAC es asimismo sumamente útil. 7, 47 Pero el método tiene falsos negativos como los que pueden presentarse en fístulas intermitentes o en otras circunstancias. 5 Es por eso que, en las fístulas intermitentes o de muy escaso volumen, el método auxiliar de diagnós- tico utiliza radionucleidos. En esos tipos de fístula, la centellografía planar con In¹¹¹–DTPA, ya mencionada, ofrece imágenes en un lapso prolongado, mayor de 48 horas, que permite su visualización. Como rareza, pero que tiene su lugar en alguna patología que llegue a ser compleja para su diagnós- tico, cabe señalar que se puede necesitar el estudio del contenido intestinal mediante centellografía, a través de la pared abdominal anterior, cuando el LCR de una fístula dudosa es deglutido por el paciente. 63 En cuanto a la otorrea secundaria a una fractura del peñasco del temporal, tiene lugar en el 25% de todos los pacientes con dicha fractura. 13 Considerando en- tonces la fractura del hueso temporal, alcanza al 22% de todas las fracturas de cráneo. Cuando comienza en la escama del temporal, el trazo fracturario puede comprometer epitímpano, conducto auditivo extremo e inclusive la apófisis mastoides; casi siempre es extra- laberíntica y presenta otorrea y daño a la audición por lesión de los huesecillos del oído. Son las que exhiben otorragia. La fractura transversa es casi siempre medial al oído medio y pasa a través del laberinto; se debe, en general, a impacto en la escama del occipital. 25 Dicha fractura transversa puede incluir un trazo desde el agujero rasgado posterior hasta el borde superior de la pirámide petrosa. 33 Son las fracturas que tienden a lesionar al 7° par hasta en el 50% de los pacientes y sus secuelas aparecen tanto en forma inmediata como tardía; también producen daño a la audición pero no tienen tendencia a la otorragia. 13 Cuando el LCR no exterioriza debido a que la mem- brana del tímpano está intacta, puede pasar por la trompa de Eustaquio hasta la hipofaringe, o bien salir por regurgitación por las fosas nasales. La otorrea es muchas veces profusa pero su duración es en general corta. 6 Las radiografías directas muestran la fractura del peñasco entre el 17 y el 30% de los pacientes; sin
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