Logo Studenta

Función encuadrante y problemáticas actuales de simbolización

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1
Función encuadrante y problemáticas actuales de simbolización. 
 
Autores: 
 Dra. Patricia Alvarez. 
Lic. Julián Nicolás Grunin. 
 
“(…) Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que 
rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos 
empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si 
matándonos nos nace”1. 
(Eduardo Galeano) 
 
1. Introducción 
 
El trabajo clínico con niños y adolescentes con problemas de simbolización 
abre nuevos interrogantes que profundizan la investigación tanto sobre los 
diversos procesos psíquicos implicados como sobre las herramientas 
terapéuticas para su abordaje específico. 
Consideramos a los procesos de simbolización como un entramado complejo 
y heterogéneo que articula formas diversas de trabajo representativo y de 
investimiento de objetos, para crear sentidos subjetivos y singulares que 
dinamizan la interpretación de la experiencia. 
Desde esta perspectiva, los procesos de simbolización abarcan toda una serie 
de trabajos psíquicos para elaborar las relaciones conflictivas entre las 
demandas pulsionales, la heterogeneidad de la actividad representativa y la 
elaboración identificatoria. 
 
1 Galeano, E. (1989). El libro de los abrazos. Buenos Aires. Catálogos. Pág. 83. 
 2
Es decir que la actividad de simbolización tiene para el sujeto una función 
interpretante de la complejidad de su experiencia, creando cierto orden de 
sentido que hace metabolizable la heterogeneidad de sus conflictivas. 
En los avatares del proceso de simbolización se construye lo que es pensable, 
reconocible y decible para el sujeto, en una relación indisociable entre la 
dimensión lógica secundaria y objetivable con la organización subjetiva 
identitaria. 
Por esta razón el abordaje de las problemáticas actuales de simbolización pone 
de relieve la importancia de la plasticidad del trabajo psíquico para la 
elaboración de las conflictivas, y realza la necesidad de considerar la 
heterogeneidad de los procesos en un mismo sujeto, para elaborar un 
diagnóstico complejo y diferencial tanto de la sintomatología en juego como de 
los recursos psíquicos disponibles para trabajar en el proceso terapéutico. 
Las interrogaciones sobre la eficacia del trabajo clínico actual ponen en el 
centro de la investigación las condiciones para potenciar la apertura 
imaginativa, la plasticidad sustitutiva y la capacidad reflexiva en las 
modalidades de trabajo psíquico. Es aquí donde la interrogación sobre la 
función del encuadre abre perspectivas para profundizar las 
conceptualizaciones sobre los procesos de simbolización. 
Nuestro propósito es reflexionar sobre las dimensiones del encuadre que 
propician los procesos de transicionalidad para que el trabajo de duelo sobre 
las modalidades psíquicas primarias se constituya en una herramienta de 
investimiento de las modalidades más complejas de pensamiento. 
 
 
 3
2. Problemáticas actuales de simbolización 
 
2.1 Complejidad y heterogeneidad de los procesos de simbolización 
 
La categoría de complejidad (Morin, 2000) permite considerar el trabajo de 
simbolización desde una multiplicidad de procesos (heterogéneos entre sí) en 
interdependencia y tensión permanente. 
De esta manera, el pensamiento complejo nos otorga el fundamento 
epistemológico para estudiar los trabajos psíquicos implicados en los procesos 
de simbolización, poniendo de relieve las complejas tramas de articulaciones 
posibles entre formas de funcionamiento psíquico con legalidades particulares, 
manteniendo el análisis de la especificidad que las delimita. 
Partiendo del modelo ampliado de la metapsicología (Green, 1996), el análisis 
del trabajo en las fronteras intrapsíquicas (Green, 2001) permite interpretar 
la organización de enlaces singulares y mediaciones dinámicas entre formas 
heterogéneas de actividad representativa que complejizan la producción 
simbólica de un sujeto. 
La construcción de nexos permeables y transicionales entre las 
representaciones de cosa (pertenecientes al territorio de lo inconsciente regido 
por la legalidad del proceso primario) y las representaciones de palabra 
(referentes al sistema preconciente-conciente atravesado por la organización 
lógica del proceso secundario), da cuenta de la presencia de modalidades 
intermediarias de trabajo psíquico en las fronteras que complejizan las 
relaciones posibles entre las condiciones de producción e invención imaginativa 
y el trabajo elaborativo de lo preconciente. 
 4
Dicho trabajo favorece la construcción elaborativa de nuevas ligazones sobre la 
tendencia a la descarga pulsional directa, generando así el campo de la 
plasticidad psíquica necesaria para la creación de mediaciones sustitutivas 
singulares abiertas a las condiciones de intercambio con los otros. 
Esta perspectiva de análisis pone en relación la heterogeneidad de la actividad 
representativa con las modalidades de tramitación del afecto, para indagar las 
articulaciones entre los procesos erógenos y simbólicos y dar cuenta de las 
formas singulares de elaboración de las conflictivas. 
 
2.2 Procesos de ligazón y religazón 
 
Las problemáticas actuales de simbolización expresan una diversidad de 
modalidades restrictivas de acceso a procesos de autonomía de pensamiento y 
producción de sentido sobre la propia experiencia, que redunda en graves 
limitaciones para el despliegue subjetivo y social. 
La potencialidad de construcción instituyente de la realidad social (Castoriadis, 
1993) se funda en el despliegue activo de los trabajos de invención imaginativa 
que caracterizan la psique singular. La plasticidad de dicho trabajo psíquico se 
ve interpelada en tanto se consolidan modalidades rígidas de defensa que 
limitan y empobrecen las posibilidades complejas de ligazón, conjunción e 
interpenetración entre la dinámica afectiva y el trabajo representativo. 
Los procesos de ligazón y religazón (Green, 1995), implican la puesta en 
juego de movimientos necesarios de desligazón sobre las fijación a modos 
rígidos de tramitación pulsional. Estos movimientos promueven la apertura de 
la dinámica proyectiva de nuevas investiduras de objeto (incluidas las propias 
 5
funciones psíquicas) que se despliegan con la expectativa de obtener 
ganancias sustitutivas de placer, que no sólo sostienen la renuncia (parcial) a 
modalidades primarias y exclusivas de satisfacción pulsional, sino que 
confieren un sentido singular al investimiento de formas más complejas de 
mediación simbólica. 
Las restricciones en los procesos de ligazón y religazón entre la dinámica 
afectiva y el trabajo representativo limitan las posibilidades de inscripción de 
formaciones intermediarias, en las fronteras, entre los procesos de producción 
de sentidos subjetivos singulares y los trabajos de apropiación secundaria de 
las significaciones socialmente compartidas que apuntalan el investimiento de 
los procesos de transmisibilidad, intercambio con los otros y apertura sustitutiva 
al campo social. 
En nuestro trabajo clínico actual con niños y jóvenes con problemas de 
simbolización resulta frecuente distinguir modalidades diferenciales de rigidez 
en la elaboración sustitutiva, que generan modos restrictivos de elaborar 
sentidos propios sobre la experiencia subjetiva. 
En algunas predominan formas escindidas y sobreadaptadas de 
reproducción mecánica de lo instituido, que se consolidan por acción de 
mecanismos rígidos de sobreinvestidura de lo real (Green, 1996) al servicio de 
clausurar (Enriquez, 1991) todo espacio de tramitación de las conflictivas que 
ponga en juego el investimiento de la interrogación crítica, la duda (Aulagnier, 
1994) y el pensamiento reflexivo (Castoriadis, 1993). 
En otras, en cambio, predomina la sobreinvestidura de modalidades 
primarias de producción imaginaria que alteran el lazo con los objetosdel 
mundo exterior, e irrumpen (con escaso filtraje) en la producción simbólica del 
 6
sujeto, acotando las posibilidades de organización secundaria y 
comprometiendo, en consecuencia, los procesos mismos de ligazón psíquica y 
de construcción simbólica de mediaciones representacionales. 
En ambos casos se destacan riesgos de irrupción de los representantes 
psíquicos pulsionales, como aquello impensable que emerge desligado. Es 
decir, en tanto intrusión de excitaciones provenientes del interior del cuerpo 
que, al no encontrar suficientes o adecuadas vías de mediación por la vía 
simbólica, comprometen la actividad misma de representación. 
 
3. Constitución psíquica y transicionalidad 
 
3.1 Puntualizaciones sobre las funciones intersubjetivas e intrapsíquicas 
 
Tanto Aulagnier como Green inscriben la complejidad del ejercicio de las 
funciones simbólicas primarias en una estructura intersubjetiva triádica de 
inicio, que da cuenta de la heterogeneidad de la oferta erógena y simbólica. 
De esta forma se articulan los objetos fundacionales anclados en la realidad 
exterior, creados por sujetos que le dan la impronta de su realidad psíquica, 
que ofertan materiales y procesos que generan las condiciones (sexuales y 
simbólicas) de creación de objetos internos. 
Por esta razón, investigar en la diversidad y heterogeneidad de las 
construcciones objetales es al mismo tiempo estudiar la complejización 
psíquica involucrada en la dinámica intersubjetiva primaria en las que se anclan 
las modalidades propias de la oferta y sus procesos de metabolización. 
 7
Es en este sentido que Winnicott (1979) plantea la dimensión paradojal de la 
creación de objetos internos y de encuentro con objetos externos, al ser estos 
últimos solo reconocibles a partir de una experiencia internalizada. 
Esta paradoja inaugural radica en que es el objeto externo (ofertado por 
quienes sostienen las funciones simbólicas primarias) quien posibilita una 
matriz intrapsíquica fundacional que Green denomina estructura encuadrante 
y que posibilita todas las formas diversas de objetalidad y de potencialidad de 
desplazamiento. 
La presencia de los objetos primordiales sostiene, para el infans, una 
experiencia de omnipotencia primaria que resulta fundacional en los inicios de 
la actividad psíquica. Se crea así un espacio originario que no es estrictamente 
ni externo ni interno, que propicia la ilusión (para el infans) de que, ante la 
emergencia (por empuje de la pulsión) de nuevos estados de tensión o 
displacer, podrá crear (por autoengendramiento) el objeto mismo de 
satisfacción. Encuentro imaginario que testimonia la indiscriminación primitiva 
entre afecto y representación. Experiencia primaria (“mágica”) que resultará 
fundante para la actividad psíquica del sujeto, constituyendo la base del juego y 
de la creatividad. 
La definición freudiana (1900) sobre la realización alucinatoria de deseo, da 
cuenta de la puesta en movimiento de un intento por re-investir, no sin resto 
(factor pulsionante), las huellas mnémicas de las experiencias de placer 
inscriptas en el aparato. En esta línea, Castoriadis (1993) define la 
imaginación radical, como la capacidad originaria de la psique singular (a-
funcional, en términos de lo autoconservativo) de crear y organizar imágenes y 
 8
representaciones figurales que no son copia (o transcripción unívoca) del 
mundo exterior y que suponen una fuente sustitutiva de ganancia de placer. 
Representaciones que son producto del trabajo psíquico que el infans elabora 
ante el impacto erógeno que implica la oferta libidinal de los otros primordiales. 
En esta línea, el interjuego que Winnicott (1979) denominó como “madre 
suficientemente buena y suficientemente mala” oferta las condiciones para la 
inscripción de la función encuadrante. Función que propicia un espacio y 
tiempo adecuado (singular) de transición gradual, de desfasaje óptimo, entre 
presencia y ausencia, entre la indiscriminación y la inauguración del orden de la 
diferenciación entre la ilusión fantaseada y la desilusión que impone la 
exigencia de la realidad. 
Los procesos de transicionalidad permitirán, por consiguiente, complejizaciones 
novedosas de la actividad de representación y nuevas vías de tramitación del 
afecto tendientes a favorecer el establecimiento y el investimiento de 
fronteras estables, pero a la vez lo suficientemente permeables, como para 
admitir relaciones dinámicas, dúctiles y plásticas entre los modos heterogéneos 
de funcionamiento psíquico. 
“El pensamiento debe obedecer a la doble tarea de alejarse lo 
suficiente de los derivados pulsionales donde nace, sin dejar de 
mantener el contacto con sus raíces afectivas” (Green, 2001; 
p.108). 
 
Los objetos transicionales introducen condiciones de simbolización ante la 
ausencia (óptima) del objeto. Abriendo así oportunidades de sustitución que 
habilitan complejizaciones que transitan desde las modalidades originarias de 
 9
búsqueda de satisfacción por vía exclusiva de la actividad autoerótica 
(omnipotencia primaria regida por el principio del placer) hacia formas 
incipientes de diferenciación que alojan la inclusión potencial de espacios 
transicionales, que no son ni internos, ni puramente externos. No habría, 
entonces, posibilidad de constitución del yo e inscripción de la alteridad sino es 
a partir del anclaje en el lazo intersubjetivo fundante con los otros. 
El trabajo de simbolización nos permite, en este punto, situar la dimensión del 
duelo en tanto alucinación negativa (Green, 2001) de la representación de 
objeto primario (o de si). Operación que posibilita trabajos de ligazón psíquica y 
construcción de nuevas representaciones (Green, 1995a). 
“La organización es siempre reorganización consecutiva a una 
desorganización” (Green, 1991; p. 192). 
 
4. Procesos de transicionalidad fallida. 
 
4.1 Modos de circulación del afecto y mecanismos de defensa en los límites 
de las fronteras 
 
Las problemáticas de inscripción de límite se consolidan por fallas significativas 
en la instauración de un desfasaje óptimo posible entre presencia y ausencia 
constitutivo de los procesos de simbolización (Winnicott, 1979). 
Fallas que suponen modos rígidos (y fallidos) de tramitación ante el par 
angustia de separación-angustia de intrusión (Green, 1975). Angustia en 
relación a un objeto que, por un lado, se constituye omnipotente e 
intrusivamente presente (por ausencia excesiva), adquiriendo un carácter 
potencialmente persecutorio que remite, al mismo tiempo, a una idealización 
 10
fundamental (Green, 1991). O bien, por otro lado, se realza un tipo de lazo con 
el objeto que produce efectos de vacío, fragmentación (por fallas en la función 
de espejo estructurante) y desligadura en cuanto al trabajo mismo de 
pensamiento, comprometiendo la integridad del yo. 
Dichas problemáticas se caracterizan por presentar procesos fallidos de 
transicionalidad y diferenciación con el afuera, señalando –a su vez- fracasos 
en los procesos de clivaje del aparato psíquico (represión primaria) en 
instancias o sistemas con legalidades y formas de funcionamiento específicas. 
Se obstaculizan así posibilidades de inscripción y despliegue de los procesos 
terciarios (Green, 1996), donde la relación entre las instancias psíquicas 
pudiera entrar en conflicto2 y tensión mutua para dar lugar a complejizaciones 
progresivas de la actividad de representación. 
Los procesos terciarios suponen la inscripción de una doble frontera 
permeable, y a la vez estable, tanto hacia fuera (como límite plástico entre lo 
interior y lo exterior), como hacia adentro (en tanto trabajo de enlace entre 
instancias y procesos psíquicos heterogéneos) (Green, 2001). 
Las fallas en las posibilidades de enlace afectivo-representacional dificultan el 
reconocimiento de los efectos de las mediaciones establecidas entre las 
representaciones palabra ylas representaciones cosa inconcientes. 
Cuando la intensidad del movimiento pulsional no encuentra suficientes vías de 
mediación representacional, se producen escisiones que comprometen la 
función objetalizante, porque dificultan el investimiento de otras vías de 
satisfacción. Fracasa aquí el proceso mismo de transformación de las 
funciones psíquicas en objetos posibles de investidura libidinal (Green, 2007). 
 
2 “La referencia a la fuerza pone en juego directamente la dimensión del conflicto” (Green, 
2007; p. 123). 
 11
Predominan así modos de circulación del afecto caracterizados por niveles 
excesivos de descarga e irrupción de los procesos primarios. Dinámica 
afectiva que, en casos limítrofes, resulta vivenciada como representante de una 
amenaza para la estabilidad, integridad y cohesión identitaria. 
Asimismo, estos modos restrictivos se expresan en el establecimiento de 
formas rígidas de contrainvestidura de lo imaginario, con su contraparte en 
modos de sobreinvestidura de lo secundario por amarre a lo real (Green, 1999). 
Intento activo por escindir del campo representacional aquello que, por su 
carácter displacentero, desborda los recursos elaborativos. 
Los efectos de las defensas patológicas de escisión pueden llegar, por su 
exceso, a redundar en formas de parálisis o blancos del pensamiento. Se trata 
de vivencias y/o sentimientos internos de vacío de representación; siendo 
afectos que remiten a lo irrepresentable y que, en esta línea, comprometen -por 
amenaza de irrupción- la ligadura del propio trabajo de pensamiento y la 
ligazón con el objeto externo (Green, 1999). 
La desinvestidura del propio proceso de pensamiento señala así la 
dificultad en poder hacer representable (trabajo de lo preconciente) ciertos 
estados afectivos (derivados pulsionales) que provocan una angustia 
desbordante para el yo (Green, 2001). Riesgo de desborde que, a su vez, 
compromete la dimensión de lo prospectivo (Green, 1995b), por formas rígidas 
de organización de la temporalidad psíquica. 
Proyectar(se) una categoría de futuro –en tanto investimiento de una 
experiencia por hacer (Aulagnier, 1980) irreductible al retorno en identidad de 
un tiempo pretérito- resulta, quizás, uno de los trabajos psíquicos más 
comprometidos en las patologías actuales de la simbolización. 
 12
La inclusión de la incertidumbre, la inscripción de la duda, la diferencia, y el 
investimiento de lo probable en el campo de lo imaginativo resultan procesos 
elaborativos complejos que conllevan un compromiso subjetivo substancial 
para un funcionamiento identificatorio que –en tanto se revela endeble- el 
sujeto se ve en la encrucijada de tener que sostenerse en defensas rígidas, 
aún al precio de resignar el propio trabajo de pensamiento y la puesta en 
cuestión de sí mismo y la realidad. 
La función desobjetalizante (Green, 1993b) adquiere aquí protagonismo, en 
tanto representa un modo defensivo radical cuyo propósito consiste en 
desmantelar la ligazón misma con los objetos. 
Se presentan así múltiples defensas patológicas con el propósito de 
contrarrestar niveles destructivos y efectos de desobjetalización que se 
instauran (como manifestación de la pulsión de muerte) ante la predominancia 
de experiencias de insatisfacción y frustración excesiva en la relación con los 
objetos externos. 
“La actividad de investidura se centra entonces en torno a un 
propósito: volcarse sobre la vigilancia de los procesos psíquicos 
más que sobre sus contenidos individualizados, intentando 
impedir a toda costa que el trabajo de transformación y 
elaboración nacido de las mociones pulsionales o de las 
percepciones culmine en la tentativa de tomar forma en dirección 
del fantasma, lo que permitiría al inconciente llegar al 
funcionamiento preconciente, pues en este nivel se efectuaría la 
ligazón entre las representaciones” (Green, 1999; p. 55). 
 
 13
Incluyendo el lugar del soma y lo real (como territorios psíquicos articulados 
dinámicamente a los territorios inconciente y preconciente-conciente), Green 
(1996) introduce un esquema ampliado de la metapsicología freudiana para 
dar cuenta de aquellas problemáticas de simbolización en las cuales se ve 
comprometida la posibilidad misma de tramitación del conflicto psíquico. En las 
problemáticas fronterizas, la tramitación del conflicto no estaría tan relacionada 
con la posibilidad (propia de las neurosis) de elaborar sofisticadas formaciones 
simbólicas de compromiso (expresadas éstas en los retoños de aquello 
secundariamente reprimido que habría de retornar desfigurado por acción de 
los mecanismos de desplazamiento y condensación). En cambio, la acción 
prevalente de la anulación del conflicto manifiesta aquí el propósito primordial 
de preservar la estabilidad psíquica. 
Uno de los ejes de las problemáticas de inscripción de límite se sitúa alrededor 
de la fijeza a una serie de mecanismos inconcientes de defensa 
fundamentales (Green, 1975; 1999): 
a) La exclusión somática (formación a-simbólica) implica una 
somatización del orden del sinsentido, como acting destructivo (no sin 
ligazón a la libido erótica) dirigido hacia las fuentes somáticas de la 
pulsión, por supresión de aquello que promueve el conflicto psíquico. 
b) La expulsión (o también evacuación) a través del acto, esta vez hacia 
la realidad exterior. 
c) La escisión del afecto supone una supresión del trabajo de 
pensamiento, sostenida ésta por acción de mecanismos de 
contrainvestidura de lo inconciente escindido. La escisión remite así a 
formas generalizadas de inhibición de la actividad psíquica. 
 14
d) La decatectización radical del objeto (lógica de la desesperanza) 
resulta, según Green (1993b), como expresión del narcisismo negativo; 
predominando la sobreinvestidura de estados de vacío representacional. 
 
5. Alcance de los modelos de interpretación del trabajo psíquico 
 
¿Reconocemos la existencia de fenómenos psíquicos que no 
pertenecen a la conciencia y de los que no se puede dar cuenta por 
medio de su caracterización en términos de representaciones 
inconcientes? (Green, 1999; p. 35). 
 
5.1 Metapsicología: obstáculos y transformaciones 
 
Con la formulación del segundo dualismo pulsional (pulsiones de vida/pulsiones 
de muerte) y la construcción de la segunda tópica (ello/yo/superyo/realidad) 
(Freud, 1920; 1923), se incluyen a la teoría psicoanalítica fenómenos psíquicos 
que dan cuenta de la compulsión de repetición, como propiedad fundamental 
del funcionamiento pulsional (Ello) que se instaura “más allá del principio del 
placer-displacer”. 
“La potencia nunca apagada de las mociones pulsionales (…) 
relevan en la segunda tópica a los deseos inconcientes de la 
primera como fondo de la actividad psíquica” (Green, 1992; p. 
488). 
 
El modelo de la primera tópica tropieza así con obstáculos que movilizan 
replanteos y complejizaciones en la teoría. La reflexión sobre los obstáculos de 
 15
la clínica, plantea la necesidad de ampliar las fronteras de la teoría y el método 
para dar cuenta de determinados fenómenos psíquicos: 
“Las variadas formas de enfermedad que tratamos no pueden 
tramitarse mediante una misma técnica” (Freud, 1918; p. 161). 
 
En esta línea, la meta del psicoanálisis ya no se circunscribirá exclusivamente 
al intento de propiciar, por la vía del arte de la interpretación, el devenir 
conciente de lo inconciente reprimido secundariamente (Freud, 1920). La regla 
fundamental freudiana se encuentra con obstáculos para desplegarse. Más que 
formaciones de compromiso, predominarían (en estos casos) los efectos de 
escisiones patológicas, como defensas rígidas contra la irrupción de cantidades 
irrepresentables. Los procesos mismos de ligazón psíquica de la pulsión 
encuentran así un resto, un límite (factor pulsionante) que cae por fuera del 
campo de la representación. 
“(…)La idea misma de inconsciente se verá reemplazada por la 
hipótesis de los efectos no mediatizados de la pulsión” (Green, 
1992; p. 482). 
 
En “Sobre la dinámica de la transferencia”, Freud (1912) ya ponía de realce la 
presencia de resistencias que obstaculizaban la tramitación de las mociones 
pulsionales por la vía de la representación palabra. En “Sobre la iniciación del 
tratamiento”, Freud (1913) señalaba, también, ciertas dificultades para cumplir 
la meta ideal del análisis: hacer conciente lo inconciente, vencer las 
resistencias de represión y llenar las lagunas del recuerdo. Destacaba así que 
debía ponerse el acento sobre las fuerzas que, exteriorizadas en la resistencia, 
 16
protegían contra la emergencia de lo inconciente reprimido. Los pacientes, 
postulaba Freud (1914; 1920), más que recordar las mociones inconcientes 
reprimidas, tendían a reproducirlas, a volverlas actuales en transferencia. 
Más tarde, Freud (1926) plantearía la resistencia del ello, asociada ésta a la 
compulsión de repetición, como expresión de la intensidad de mociones 
pulsionales que plantean una exigencia de trabajo, reelaboración y ligazón 
psíquica de aquello que no termina de inscribirse en el aparato psíquico. En el 
“Esquema del Psicoanálisis”, Freud (1938) da cuenta, justamente, de las 
fuentes de dichas resistencias, situadas en relación a la pulsión de muerte, 
como pulsión de destrucción vuelta hacia adentro. 
“En esta perspectiva, el analista no se limita a develar un sentido 
oculto, sino que construye un sentido” (Green, 1975; p.91). 
 
El inconciente va a expresarse, entonces, a través de una fuerza pulsionante 
(Drang) que, a la vez que resiste a la significación por la vía de la 
representación, constituye (paradojalmente) el motor, la condición misma de los 
procesos de simbolización. Los procesos de producción de sentido arraigan 
entonces en la dinámica afectiva. 
El viraje o pasaje hacia la segunda tópica ubica al Ello como instancia psíquica 
anclada en lo somático. El Ello se caracteriza por la movilidad de las 
investiduras libidinales en el aparato psíquico. Supone la coexistencia de Eros 
(erotismo) y pulsiones de destrucción (muerte) contra el objeto, o bien contra el 
propio yo (Green, 1988). 
La articulación entre psique, cuerpo y objeto, introduce la heterogeneidad de la 
actividad psíquica. La noción de representante psíquico de la pulsión (Freud, 
 17
1915), se define así como registro no figural (en el psiquismo) de las 
excitaciones corporales. Es decir, como registro psíquico de la tensión 
producida en el cuerpo producto de la exigencia de trabajo que convoca la 
ausencia del objeto. 
Este representante se subdivide (producto de la ligazón de la pulsión con la 
representación cosa o de objeto) en representante-representación de la pulsión 
y representante-afecto. La ligazón a representaciones de palabra (territorio 
preconciente-conciente) contendrá, entonces, un fuerte arraigo –como fuente 
dinámica- en el campo pulsional (Green, 2001). 
El psicoanálisis contemporáneo introduce así un abordaje de las estructuras no 
neuróticas que exige repensar los fundamentos de la clínica. 
El modelo del sueño (Green, 2007) y de realización de deseo (implícitos en 
las neurosis) remite a la prevalencia (aunque no excluyente) del conflicto entre 
el yo y el ello, la asociación entre afecto y representación, la angustia de 
castración como motor de la represión, la problemática del deseo inconciente 
(reprimido secundariamente y latente) y la investidura de la fantasía (como 
forma sustitutiva de búsqueda de satisfacción ante las frustraciones que 
impone la realidad externa). 
Ahora bien, en las estructuras no neuróticas el conflicto parece adquirir rasgos 
diferenciales: “El paciente no está intentando manejar una fantasía que 
supuestamente realizaría un deseo. Al contrario, parece estar vigilando sus 
propias producciones mentales de manera de mantener la mayor distancia 
posible de esta posibilidad” (Green, 1995b; p. 788). 
 
 18
5.2 Trabajo psíquico y problemática identitaria 
 
Por otro lado, las problemáticas de inscripción de límite remiten a 
problemáticas en la construcción de la identidad y del narcisismo. 
El sentimiento de identidad, como investimiento de sí, supone un proceso en 
movimiento (y no un estado inmutable) de construcción identificatoria. 
Configuración que implica la representación de un cuerpo unificado, la 
instauración de un límite entre el reconocimiento de sí mismo y el otro, entre lo 
interno y lo externo. Sentimiento de pertenencia que se nutre y sostiene en los 
puntos de anclaje históricos y de permanencia identificatoria transmitidos por el 
discurso parental en entramado con el conjunto socio cultural (Rother de 
Hornstein, 2003; 2007). 
En las patologías de simbolización, se ve comprometida la economía y la 
movilidad misma de los límites (precarios y lábiles) entre un adentro y un afuera 
(Green, 2001). Según Green (1975), desde un plano intersubjetivo, la 
interacción con los otros parecería adquirir el poder de otorgar (o negar) una 
identidad y una estima o valoración de sí mismo, oscilando entre movimientos 
de proximidad u alejamiento en el vínculo con el objeto, identificando cierta 
vacilación en la continuidad de sí, viéndose comprometido el mantenimiento de 
la propia identidad y la inscripción de la alteridad. 
Se establecen así defensas (como la idealización) para sostener y preservar la 
fragilidad de los referentes identificatorios que se ven interpelados ante la 
sensación de peligro que genera la intrusión del objeto, generando así efectos 
rígidos de repliegue sobre el propio pensamiento, o bien sobre lo real. 
En cuanto al plano intrapsíquico, parecerían predominar aquí mecanismos de 
sobreinvestidura y control en los límites de las fronteras entre los territorios 
 19
psíquicos, con el propósito de contrarrestar (por fragilidad del trabajo del 
preconciente) la irrupción de representantes afectivos que, más que percibirse 
como representantes de deseos inconcientes inconciliables y contradictorios 
con las aspiraciones del yo, se perciben como amenazantes a la integridad del 
psiquismo 
¿Qué sucede, entonces, con la función del encuadre en el tratamiento de las 
problemáticas de simbolización? ¿Y qué relaciones se establecen con los 
modelos de interpretación del trabajo psíquico? 
Los fundamentos del encuadre son consonantes con el modelo del sueño y el 
análisis interpretativo de lo inconciente (Green, 1988), sosteniendo la meta de 
favorecer la producción (y posterior reelaboración) de un pensamiento no 
pensado (Green, 2001). Lo cual supone (como precondición) la existencia de 
un aparato psíquico clivado que pueda propiciar la instauración de una doble 
relación (permeable y conflictiva) entre las fronteras intersubjetivas e 
intrapsíquicas. 
Ahora bien, ¿cómo repensar las intervenciones clínicas en casos donde se 
encuentra restringido el trabajo de simbolización? ¿Cuáles son las formas de 
abordaje clínico que se replantean allí donde fracasan las condiciones de 
despliegue de movimientos intermediarios de elaboración entre las fronteras? 
 
6. Proyecto terapéutico: función encuadrante e intervenciones 
clínicas. 
 
Las problemáticas de simbolización replantean las condiciones de construcción 
del encuadre, en tanto producción de un doble límite. Las intervenciones se 
 20
orientarían así a intentar promover un espacio favorecedor de nuevos 
movimientos de ligadura, desligadura y religadura en la elaboración de las 
conflictivas. 
El trabajo del analista podría pensarse a partir del trabajo de lo negativo 
(Green, 1995a; 2001), en tanto despliegue de un espacio encuadrante de la 
ausencia como potencialidad (transicional) de presencia (Green, 1975). 
Dicho trabajo se orientaría así a propiciar procesos de construcción de 
simbolización y pensamiento. 
“La estructura encuadrantegenera una matriz potencial que contiene 
los límites internos que hacen tolerable la excitación y soportable la 
demora de satisfacción, porque crea un campo psíquico delimitado 
de un vacío virtual, que favorece el desplazamiento y la sustitución. 
Esta función sostiene los límites tolerables para el psiquismo de la 
tensión entre deseo y satisfacción e inaugura la construcción de una 
expectativa anticipada de satisfacción que sostiene el investimiento 
de la función objetalizante” (Alvarez, 2007; p. 43). 
 
Como señala Green (1975), este trabajo se inaugura a partir de una doble 
operación que coloca en tensión la movilidad de los límites entre las fronteras. 
Trayectoria terapéutica que partiría así de una función continente (en tanto 
oferta de subjetivación tendiente a facilitar el trabajo de lo preconciente como 
trabajo de representación, como un hacer pensable lo no ligado) hacia modos 
de intervención que apuntalen (en un “segundo tiempo”) las condiciones 
necesarias para acceder (progresivamente) a esbozar movimientos de 
reelaboración y simbolización historizantes de las conflictivas. 
 21
“No se trata sino de traer la trasferencia al nivel de lo que es 
representable, elaboración primera y punto de partida de las 
elaboraciones ulteriores. Para que haya insight, hace falta primero 
que haya algo representable” (Green, 2001; p.106/7). 
 
Green (2007) propone una relación dialógica para pensar las relaciones entre 
pulsión y objeto, discutiendo con las teorías que realizan una lectura opositiva 
y/o de consideración aislada de estos dos elementos. La problemática de la 
distancia con el objeto genera aquí especificidades en la función del encuadre y 
la transferencia. 
“Si nuestra meta es lograr la autonomía, con estos pacientes es 
imprescindible no acentuar la angustia que les produce la 
separación y la intrusión cuando se sienten dependientes del otro, 
porque un sentimiento de identidad estable es condición de 
supervivencia psíquica” (Rother de Hornstein, 2003; p. 175). 
 
La ausencia del objeto es aquí capaz de desencadenar (por déficits en la 
función de representación) estados intensos de angustia que reeditarían 
estados inconcientes de desamparo psíquico. Se movilizan así mecanismos de 
defensa con el propósito de evitar el sentimiento de frustración y de desborde 
de aquello irrepresentable (Green, 1999). 
Al mismo tiempo, pueden generarse fenómenos de alucinación negativa del 
objeto, y bloqueos (por supresión y/o renegación del proceso afectivo) con una 
vigilancia permanente de los límites de las fronteras, intentando así suspender 
toda actividad y productividad psíquica (Green, 1999). 
 22
En este marco, la función del encuadre se ubicaría como sostén (o condición 
misma) para el despliegue de la actividad de representación. 
El trabajo de simbolización del terapeuta se incluye así como oferta 
elaborativa y promotora de la función objetalizante (Green, 1975; 1996). 
“El encuadre es lo que permite el nacimiento y el desarrollo de 
una relación de objeto” (Green, 1975; p.88), 
 
Green (1975) reconoce en la obra de Winnicott la importancia que éste le 
atribuye al lugar del vacío como prerrequisito para la conformación de objetos 
transicionales. Asimismo, Green (2007) examina en la metapsicología 
freudiana el lugar de la alucinación negativa como fase que necesariamente 
precede al mecanismo de alucinación positiva. En los estados limítrofes, por su 
parte, la confrontación con el vacío moviliza defensas radicales que se 
establecen contra la amenaza de fragmentación que éste supone para el yo. 
Se trataría entonces de propiciar la oferta (y construcción) de un espacio 
potencial que, no siendo un espacio obturante de vacío (exclusión objetal) o 
de mero relleno (dependencia fusional en relación al objeto), facilite la 
producción de un espacio que amplíe los límites de lo representable. 
Este “primer tiempo” del proyecto terapéutico supone estrategias firmes de 
intervención, pero a la vez plásticas y tolerantes. Destinadas a ofertar las 
herramientas necesarias para co-construír un espacio psíquico continente y 
estructurante de formas posibles de pasaje de la actuación a la simbolización 
(Rother de Hornstein, 2007). 
La función encuadrante intenta así propiciar la apertura sustitutiva a nuevas, y 
más estables, ligaduras entre afecto y representación. Sosteniendo, a la vez, y 
 23
como meta terapéutica, la posibilidad de incluir un trabajo de reelaboración 
historizante posible en relación al conflicto psíquico. 
 
7. Clínica y transicionalidad: del cuerpo materno al juego de las 
escondidas. 
 
La función del encuadre sostiene entonces las condiciones de una relación 
transferencial que genera un espacio intermediario de encuentro y separación, 
que coloca al terapeuta como objeto interno y externo a la vez, provocando un 
encuentro complejo con la propia alteridad. Por eso estimula la plasticidad 
necesaria para que la actividad fantasmática tenga un espacio de expresión, y 
las mediaciones sustitutivas de la conflictiva realidad psíquica, posibiliten que 
los sentidos elaborados sean expresables, simbolizables y reconocibles para sí 
mismo y el otro. 
Esta complejidad transferencial le otorga a la dimensión intersubjetiva un 
alcance intrapsíquico, ya que parte del reconocimiento conflictivo de una 
separación y de su dirección a una ambigua gama de objetos en superposición, 
relaciones de analogía y exclusiones recíprocas. La función del trabajo de 
simbolización es reducir esa distancia, generando nuevas ligaduras con la 
expectativa de una consumación de deseo en un campo más abarcativo de 
satisfacción. 
Según Schlemenson (2009), el encuadre se define por las características 
distintivas de un dispositivo terapéutico que, al mismo tiempo que asegura 
condiciones necesarias de estabilidad (delimitadas por la permanencia de un 
 24
tiempo y espacio preestablecidos), promueve el despliegue de la actividad 
psíquica, orientando así la calidad de las intervenciones clínicas específicas. 
A continuación se presenta un breve fragmento de una situación clínica3 que 
interroga el lugar y la función del encuadre en relación con las problemáticas 
actuales de simbolización en la infancia. 
Marcela, de 6 años de edad, asiste al servicio asistencial derivada por su 
escuela. En las entrevistas iniciales, y en referencia al motivo de consulta, la 
madre de Marcela menciona que la niña “no quiere entrar a la escuela, se tira 
al piso, tira las cosas, patea, le cuesta, tarda mucho en copiar”. 
Sostenido (en un primer momento) por la referencia al discurso escolar, el 
discurso materno expresa una interpretación de las limitaciones de su hija para 
el acceso autónomo el campo social: “Me dijo la (maestra) particular que está 
en cero Marcela (…) que todavía no tiene la madurez. Yo le comenté que es 
seismesina y dice por eso que está en la etapa que quiere jugar”, “Ella quiere 
jugar nada más, quiere jugar”, “No quiere hacer la tarea…Se enoja”. 
Desde la interpretación materna, la modalidad de ejercicio de las funciones 
primarias se presenta en forma polarizada. La madre es quien se enuncia 
propiciando la inscripción de cierta función de límite, la cual reconoce fallida, 
mientras que otorga al padre un tipo de oferta atrapante en una posición 
regresiva: “Mi marido la mima mucho”. “La (maestra) de apoyo me dijo que le 
hable a mi marido y que Marcela ya no es un bebé. Porque él va y le dice 
varias veces que es su bebé. Ella lo toma pareciendo que ella todavía es bebé 
(…) En primer grado ya son grandes. No son bebés, y le dijimos que no le 
 
3 La viñeta corresponde a un proceso diagnóstico a cargo del Lic. Julián Grunin (Becario 
Doctoral CONICET) en el Servicio de Asistencia Psicopedagógica (público y gratuito) con sede 
en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el cualdepende de la Cátedra 
Psicopedagogía Clínica y es dirigido por la Dra. Silvia Schlemenson. 
 25
mime mucho”, “A mi en realidad mucho no me hace caso (…) Debe ser que yo 
mucho le digo lo que es no, es no”. 
Durante el transcurso de la primera entrevista con Marcela, y como modalidad 
singular a lo largo del proceso diagnóstico, se destaca la inmediatez de los 
propios requerimientos por sobre el diferimiento que convocan algunas de las 
consignas de trabajo propuestas (por ejemplo, la realización de un “dibujo 
libre”). 
Su demanda de “juego” no expresa un investimiento de su despliegue 
imaginativo sino una modalidad defensiva intensa y activa para evitar el 
encuentro con algún sentido subjetivo. 
La rigidez defensiva no impide la emergencia de angustia, reforzando un 
círculo vicioso que le obstaculiza el investimiento de un espacio de juego 
placentero a la actividad simbólica que le propone el terapeuta. 
Su escasa tolerancia a la frustración y ciertas restricciones para elaborar 
mediaciones simbólicas de mayor complejidad, promueven una posición 
ambivalente con su producción que limita su despliegue singular. 
Su trabajo psíquico se centra más en sostener una estabilidad apuntalada en la 
presencia materna que en la posibilidad de expresar sus propias creaciones. 
Por ejemplo, la niña entra y sale continuamente del aula para buscar a su 
madre ante cualquier dificultad que se le genera en el trabajo, o bien, se tira al 
piso o realiza berrinches. Si bien Marcela logra ingresar sola al aula donde se 
desarrolla la entrevista, en reiteradas oportunidades solicita retirarse de la 
misma para solicitarle ayuda a su madre acerca de cómo escribir los nombres 
de los personajes graficados. Del mismo modo, en algunos momentos requiere 
que su madre ingrese a la sala para ayudarla a escribir. 
 26
En el segundo encuentro el terapeuta recibe a Marcela y su madre en el hall 
de entrada de la Facultad. La niña dice no querer subir al aula. “Quiero jugar”, 
dice en tono de berrinche. La madre de la niña insiste para que vaya al aula. 
Al subir, en el pasillo contiguo al aula, la madre continúa insistiendo a Marcela 
que ingrese pero no lo logra, la niña dice que no quiere estar acá, que quiere ir 
a jugar a la computadora. En varias ocasiones la niña intenta irse y la mamá va 
a buscarla y la trae nuevamente. 
El terapeuta dialoga con Marcela sobre los motivos por los cuales desea irse y 
le comenta la actividad a realizar (láminas del Test CAT-A), intentando facilitar 
cierta apertura y expectativa de acceso a un espacio sustitutivo tal que le 
resulte atractivo su investimiento. 
Trabaja sobre las características del encuadre, preguntándole por qué piensa 
que está asistiendo a este espacio. Marcela le pregunta su nombre, dice que la 
vez pasada no se lo había dicho. Hablan de los dibujos que hizo la vez anterior. 
Dice que la había dibujado fea a la mamá, que los brazos eran más largos, 
“así” y le muestra los brazos de la mamá que está junto a ella. 
El terapeuta le propone ir a buscar dos sillas al aula y llevarlas al pasillo para 
trabajar allí con las láminas del CAT. Marcela insiste en querer irse a jugar. Le 
dice que no hay problema, que pueden volver a verse la semana siguiente. 
Luego, continúan hablando de la escuela y otros temas de su interés. 
Más tarde, la niña se esconde detrás del cuerpo de la mamá. El terapeuta le 
dice que así no puede hablar con ella ya que no la puede ver. Le propone jugar 
a las escondidas, Marcela empieza a reírse. La busca atrás de la mamá, la 
encuentra y ella vuelve a reír a carcajadas. 
 27
Luego, el juego se extiende más allá del cuerpo de la madre. Marcela se 
esconde en distintos lugares del pasillo, le dice al terapeuta cómo tiene que 
hacer para contar mientras ella se esconde y le pide que la encuentre. Luego 
propone que él se esconda y ella tiene que encontrarlo. 
Luego de unos minutos de juego, el terapeuta ingresa al aula para buscar su 
agenda y coordinar con la mamá un nuevo día de encuentro. A Marcela le 
llama la atención la agenda, le pregunta qué es, para que sirve, etc, y a 
continuación comienza a hablar de las cosas que ella tiene en su escuela. 
Ingresa nuevamente al aula y observa que Marcela también ingresa, se sienta 
y propone que dejen la puerta entreabierta. 
Durante el resto de la entrevista la mamá permanecerá en el pasillo, al lado de 
la puerta del aula, en tanto que Marcela logra comenzar a trabajar, 
entusiasmándose con los dibujos de las láminas. 
El trabajo sobre las condiciones mismas del encuadre habilitó aquí un primer 
bosquejo (transicional) hacia una puerta entreabierta posible. A su vez, la 
introducción del juego, como modo de elaboración del par presencia-ausencia, 
permitió en este caso trasladar lúdicamente al campo de la representación 
cierta adherencia a formas rígidas de tramitación pulsional asociadas a la 
inmediatez de la descarga. 
Esbozos de movimientos, procesos en plena construcción de fronteras 
posibles, tanto hacia adentro (como creación de recursos y mediaciones 
representacionales más estables), como hacia fuera (en tanto tramitación 
progresiva de la distancia, la diferencia, entre lo interno y lo externo). 
Necesarios para generar condiciones psíquicas para el investimiento de sus 
 28
procesos de simbolización, posibilitando así que el reconocimiento de sus 
conflictivas deje de ser una amenaza para la integridad narcisista. 
Cuando el espacio terapéutico se consolide en su función encuadrante podrá 
cerrar la puerta y reconocer la separación como condición para desplegar la 
intimidad de su fantasmática con expectativas singulares de elaboración. 
 
8. “La culminación del abrazo”: Aperturas e interrogantes 
 
¿Cómo pensar los procesos de duelo por los objetos primarios cuando lo que 
parecería estar comprometido es la inscripción misma del objeto? 
¿Qué características adquiere la operación simbólica del fort-da (Freud, 1920), 
en tanto simbolización de la ausencia, cuando la función encuadrante presenta 
quiebres para facilitar procesos graduales y transicionales entre ilusión-
desilusión, y presencia-ausencia? 
La función del encuadre se problematiza e introduce así nuevos interrogantes. 
Según Rodulfo (1989), las estrategias terapéuticas centradas exclusivamente 
en la discriminación se revelan insuficientes y desacertadas allí donde el 
registro simbólico de la ausencia tambalea. 
Las relaciones conflictivas entre las condiciones iniciales de ilusión (como 
trabajo de continencia) y la progresiva diferenciación (a través de una zona 
intermedia de la experiencia) (Winnicott, 1979) parecen constituir un territorio 
privilegiado del trabajo clínico para delimitar la inscripción de la alteridad y 
oportunidades de autonomía de pensamiento. 
Retomando la cita inicial de Eduardo Galeano, “la culminación del abrazo” 
(llamada pequeña muerte en Francia) nos señala así una distancia y una 
 29
ruptura…pero también (subraya el autor) nos encuentra y nos une. El trabajo 
sobre la función del encuadre realza así la creación de un lugar de una 
ausencia posible que (plasmada en un campo intersubjetivo sostenedor y 
continente) inscribe un espacio potencial para el investimiento de la actividad 
sustitutiva. Ausencia que (inaugurada en un espacio facilitador de 
transicionalidad) se revela indisociable de la puesta en interjuego de la 
presencia. Ausencia que (en tanto se inscriba una distancia o desfasaje óptimo) 
no anula, sino que motoriza movimientos afectivos y representacionales 
tendientes a potenciar la búsqueda y el investimiento de nuevos objetos 
soportes de la expectativa sustitutiva de ganancia de placer, condición de 
posibilidad de nuevas ligazones y actividades sustitutivas que complejizan el 
trabajo de representación y los procesos de simbolización. 
 
Bibliografía 
 
Álvarez, P. (2007). Análisis de la producción discursiva en niños con problemasde simbolización. Tesis doctoral por la Facultad de Psicología de la 
Universidad de Buenos Aires (UBA). 
Aulagnier, P. (1977). La violencia de la interpretación. Del pictograma al 
enunciado. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Aulagnier, P. (1980). El sentido perdido. Buenos Aires. Editorial Trieb. 
Aulagnier, P. (1994). Los destinos del placer. Alienación-Amor-Pasión. Buenos 
Aires. Editorial Paidós. 
Castoriadis, C. (1989). La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona. 
Editorial Tusquets. 
 30
Castoriadis, C. (1993). Lógica, imaginación, reflexión. El inconciente y la 
ciencia (pp.21-50). Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Enriquez, E. (1991). El sujeto humano: de la clausura identitaria a la apertura al 
mundo. En El inconciente y la ciencia (pp. 51-80). Buenos Aires. 
Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños. Obras Completas. Tomos IV-
V. Buenos Aires. Amorrortu editores. 
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas. Tomo VII. 
Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. Obras Completas. 
Tomo XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la 
técnica del psicoanálisis, I). Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires. 
Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la 
técnica del psicoanálisis, II). Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires. 
Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1915). Lo inconciente. Obras Completas. Tomo XIV. Buenos Aires. 
Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1918). Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. Tomo XVII. 
Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. Obras Completas. Tomo 
XVIII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Obras Completas. Tomo XIX. Buenos Aires. 
Amorrortu Editores. 
 31
Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas. Tomo XX. 
Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Freud, S. (1938). Esquema de psicoanálisis. Obras Completas. Tomo XXIII. 
Buenos Aires. Amorrortu Editores. 
Green, A. (1975). El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre 
analítico. Sobre los cambios en la práctica y la experiencia analítica. 
Revista de Psicoanálisis (pp. 65-114). Vol.32, nº 1. Buenos Aires. 
Green, A. (1988). El ideal: mesura y desmesura. Revista de Psicoanálisis (pp. 
9-39). Vol. 45, nº 1. Buenos Aires. 
Green, A. (1991). Respuestas a preguntas inconcebibles. En Hornstein, L. 
Cuerpo, Historia, Interpretación. Piera Aulagnier: de lo originario al 
proyecto identificatorio (pp.183-213). Buenos Aires. Paidós. 
Green, A. (1992). Tiempo y memoria. Revista Psicoanálisis APdeBA (pp. 471-
504). Vol. XIV, nº 3. Buenos Aires. 
Green, A. (1993a). El silencio en psicoanálisis. Revista Zona erógena (pp.11-
14). Vol.4, nº 16. Buenos Aires. 
Green, A. (1993b). El adolescente en el adulto. Revista Psicoanálisis APdeBA 
(pp. 39-68). Vol.15, nº1. Buenos Aires. 
Green, A. (1995a). El trabajo de lo negativo. Buenos Aires. Amorrortu. 
Green, A. (1995b). La experiencia de lo negativo. Revista de Psicoanálisis 
(pp.785-797). Vol. 52, nº3. Buenos Aires. 
Green, A. (1995c). Lo originario y el pensamiento de los orígenes. Revista Zona 
Erógena (pp. 30-33). Vol. 25. Buenos Aires. 
Green, A. (1996). La Metapsicología Revisitada. Buenos Aires. Eudeba. 
 32
Green, A. (1999). Sobre la discriminación e indiscriminación afecto-
representación. Revista de Psicoanálisis (pp.11-71). Tomo LVI, nº1. 
Buenos Aires. 
Green, A. (2000). Una teoría general de la representación. En Fine, A. y 
Schaeffer, J. (Ed.), Interrogaciones psicosomáticas (pp. 48-63). Buenos 
Aires. Amorrortu. 
Green, A. (2001). La doble frontera. En La nueva clínica psicoanalítica y la 
teoría de Freud: aspectos fundamentales de la locura privada (pp. 103-
125). Buenos Aires. Amorrortu editores. 
Green, A. (2007). ¿De qué se trata?. En Lerner, H. y Sternbach, S. (comps.), 
Organizaciones fronterizas. Fronteras del psicoanálisis (pp. 115-135). 
Buenos Aires. Editorial Lugar. 
Grunin, J. (2009). Procesos de simbolización y trabajo de historización en la 
adolescencia. Revista Cadernos de Psicopedagogía. Vol.7, no.12. São 
Paulo. Brasil. Universidad de Santo Amaro. 
Kristeva, J. (1995). Las nuevas enfermedades del alma. Madrid. Ed. Cátedra. 
Morin, E. (2000). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona. Gedisa. 
Rodulfo, R. (1989). El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del 
jugar en la constitución temprana. Buenos Aires. Editorial Paidós. 
Rother Hornstein, M. C. (2003). Identidad y devenir subjetivo. En Lerner, H. 
(comp.), Psicoanálisis: cambios y permanencias (pp.161-180). Buenos 
Aires. Libros del Zorzal. 
Rother Hornstein, M. C. (2007). Navegando hacia la identidad. En Lerner, H. y 
Sternbach, S. (comps.), Organizaciones fronterizas. Fronteras del 
psicoanálisis (pp. 73-89). Buenos Aires. Editorial Lugar. 
 33
Schlemenson, S. (2009). La clínica en el tratamiento psicopedagógico. Buenos 
Aires. Paidós. 
Winnicott, D. (1979). Realidad y juego. España. Editorial Gedisa. (Trabajo 
original publicado en 1971). 
Winnicott, D. (1993). Establecimiento de la relación con la realidad externa. En 
La naturaleza humana (pp. 145-164). Buenos Aires. Paidós. 
 
 
	1. Introducción
	2. Problemáticas actuales de simbolización
	2.1 Complejidad y heterogeneidad de los procesos de simbolización
	2.2 Procesos de ligazón y religazón
	3. Constitución psíquica y transicionalidad
	3.1 Puntualizaciones sobre las funciones intersubjetivas e intrapsíquicas
	4. Procesos de transicionalidad fallida.
	4.1 Modos de circulación del afecto y mecanismos de defensa en los límites de las fronteras
	5. Alcance de los modelos de interpretación del trabajo psíquico
	5.1 Metapsicología: obstáculos y transformaciones
	5.2 Trabajo psíquico y problemática identitaria
	6. Proyecto terapéutico: función encuadrante e intervenciones clínicas.
	7. Clínica y transicionalidad: del cuerpo materno al juego de las escondidas.
	8. “La culminación del abrazo”: Aperturas e interrogantes
	Bibliografía

Continuar navegando

Otros materiales