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Espinosa, A. & Cueto, R.M. (2014). Estereotipos raciales, racismo y discriminación en 
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Estereotipos raciales, racismo y discriminación en América Latina 
Agustín Espinosa y Rosa María Cueto 
Pontificia Universidad Católica del Perú 
 
Introducción 
Los estereotipos son estructuras de conocimiento conformadas por los rasgos y 
atributos que observamos como característicos de grupos sociales o de individuos 
pertenecientes a dichos grupos (Stangor, 2009). Los estereotipos generalmente tienen 
un fundamento en la realidad y eso los vuelve funcionales en la medida que permiten 
organizar información sobre distintos grupos e individuos en el entorno (Stangor, 2000). 
En ese sentido, la estereotipia no puede ser considerada un proceso cognitivamente 
inferior o socialmente destructivo (Moghaddam, Taylor & Wright, 1993). Sin embargo, 
los estereotipos resultan problemáticos cuando están conformados por contenidos 
negativos o imprecisos acerca de los grupos que pretenden representar (Moghaddam, 
1998; Stangor, 2009). 
Los estereotipos y el prejuicio están conceptualmente relacionados bajo una 
lógica de consistencia cognitivo-afectiva. Al respecto, el prejuicio es definido como una 
actitud negativa hacia un grupo o hacia sus miembros (Allport, 1954; Stangor, 2000; 
2009). La estereotipia y el prejuicio comprenden procesos mentales que se tornan 
visibles a partir de los comportamientos discriminatorios que las personas ejercen y que 
son avalados por estructuras y normas sociales, políticas y culturales que refuerzan 
 2 
jerarquías e inequidades de poder (Pratto, Sidanius, Stallworth & Malle, 1994; Stangor, 
2009). 
La literatura psicológica establece que los estereotipos, el prejuicio y la 
discriminación se basan normalmente en tres características principales que son la edad, 
el sexo y la raza (Fiske, 1998; Stangor, 2000). Adicionalmente, estos constructos tienen 
un nivel de análisis individual y otro colectivo (Stangor, 2009; Stangor & Schaller, 
1996). 
El presente capítulo busca describir las relaciones entre estos procesos, 
asociados al racismo en Latinoamérica; enfatizando en el nivel colectivo de análisis y 
tomando como punto de partida sus implicancias políticas y sociales. 
Para tal fin, se han revisado diversas aproximaciones teóricas y empíricas que 
abordan el problema del racismo en distintos países de América Latina, encontrándose 
estudios de carácter básicamente descriptivo y de gran heterogeneidad metodológica. 
No obstante, los resultados de los mismos son altamente consistentes entre sí. 
 
Raza, etnicidad y estructura social en América Latina 
En psicología social la noción de raza es una construcción social y política, de 
ahí que raza y etnicidad sean conceptos análogos sobre los cuales se constituye el 
racismo como una forma de prejuicio (Zárate, 2009). Lo anterior es particularmente 
válido para América Latina, una de las regiones más diversas y al mismo tiempo más 
inequitativas del mundo (Filgueira & Peri, 2004; Kliksberg, 2002). Al interior de esta 
región, las categorizaciones y evaluaciones de grupos étnicos son fuentes potenciales de 
conflicto en la medida en que son utilizadas para establecer situaciones de 
discriminación social y étnica (Bartolomé, 2005). 
 3 
La estructura social está determinada en América Latina por las oportunidades 
diferenciadas de acceso al poder, que según atributos u origen étnico permiten distinguir 
entre grupos de alto y bajo estatus al interior de los países de esta región. Al respecto, la 
evidencia señala que los grupos de alto estatus son generalmente blancos o mestizos, 
mientras que los de bajo estatus están mayoritariamente conformados por población 
indígena o afrodescendiente (Camino, da Silva, Machado & Pereira, 2001; Espinosa, 
2011; Ishibashi, 2003; Sulmont, 2010; Traverso-Yépez, 2005; Van Dijk, 2007). 
Tales diferencias generan una dinámica de exclusión social que determina que 
los grupos de bajo estatus tengan peores condiciones de vivienda, educación, salud, 
inserción laboral y acceso a la justicia (Chong & Ñopo, 2007), siendo además estos 
grupos, los que están más expuestos a sufrir los efectos negativos de los conflictos 
sociales y la violencia estructural en los países de la región (Comas-Díaz, Lykes & 
Alarcón, 1998; Comisión de la Verdad y la Reconciliación –CVR-, 2003; Quilaqueo, 
Merino & Saiz, 2007). 
 
Representaciones estereotípicas y racismo en América latina 
En América latina, normalmente no se observan representaciones 
extremadamente positivas o negativas de grupos étnicos o raciales particulares 
observándose más bien una representación ambivalente de los mismos. La ambivalencia 
referida comprende dos dimensiones generales que agrupan representaciones 
estereotípicas asociadas por un lado a la competencia (capacidad, progreso, riqueza, 
etc.) y por otro lado a la calidez (sociabilidad, simpatía, expresividad afectiva, etc.) 
(Fiske, Cuddy, Glick & Xu, 2002). 
Frecuentemente los atributos estereotípicos asociados a la competencia se 
relacionan a los grupos de alto estatus, en la medida en que estos contenidos están 
 4 
vinculados a condiciones sociales ventajosas en términos de acceso al poder y recursos. 
En contraposición, los atributos estereotípicos asociados a la calidez suelen atribuirse a 
grupos de bajo estatus, manteniendo así a estos grupos en una situación de 
subordinación, desventaja social y alejamiento del poder, sin que la imagen de los 
mismos sea necesariamente negativa; acercándose más bien a una visión moderna del 
“buen salvaje”, que es en sí misma una expresión de racismo encubierto (Espinosa et al, 
2007). 
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el Perú, donde tanto el poder, el 
éxito social son características atribuidas a los blancos. Sin embargo, la posesión de 
atributos de competencia no quita que los blancos en el Perú también sean percibidos 
como corruptos, individualistas y poco patriotas. Por su parte, los andinos, los nativos 
amazónicos y los afroperuanos son asociados a un conjunto de características que los 
representan como alejados del poder, tales como el conformismo, el atraso, el 
subdesarrollo y la incapacidad por un lado, aunque también son representados como 
valientes, patriotas y solidarios (Espinosa, 2011; Espinosa, Calderón-Prada, Güimac & 
Burga, 2007; Pancorbo, Espinosa & Cueto, en revisión). 
Lo anterior implica que en la nación andina, a pesar de las ambivalencias 
observadas en las representaciones de grupos de bajo y alto estatus, las personas tienden 
a valorar negativamente lo indígena, y en menor medida lo afroperuano, originando que 
haya una negación implícita de aspectos identitarios asociados a estos grupos y una 
sobre-valoración de lo blanco (Bustamante, 1986; Portocarrero, 1992). 
Los estudios realizados en Perú evidencian que diversos grupos sociales 
estructuran de manera similar las representaciones estereotípicas asociadas a distintos 
grupos étnicos y raciales. Sin embargo, los marcos explicativos sobre dichas 
representaciones son diferentes según el nivel socioeconómico y las identificaciones 
 5 
raciales predominantes en los sujetos participantes de estos estudios. Así, aquellas 
personas de nivel socio-económico bajo, normalmente más identificadas con grupos 
raciales y étnicos de bajo estatus, explican el éxito de los blancos como un resultado de 
la opresión ejercida sobre las personas de sectores sociales pobres, conformados por 
población indígena o afrodescendiente (Pancorbo et al, en revisión), mientras que 
personas de sectores económicos medios y altos, tradicionalmente identificados con 
grupos de alto estatus, como los blancosy mestizos urbanos, refieren que los indígenas 
y afrodescendientes son pobres por falta de capacidad y empeño (Espinosa, 2011; 
Espinosa et al, 2007). 
En la misma línea, estudios en Brasil encuentran una representación 
estereotípica ambivalente asociada a poca competencia y alta expresividad atribuida a la 
población afro-brasileña en contraste con la representación estereotípica asociada a alta 
competencia y escasa expresividad de las poblaciones de ascendencia europea y blanca 
(Camino et al, 2001; Techio, 2008). 
En Chile se evidencia que el prejuicio étnico o racial implica una valoración 
negativa de individuos que por sus características físicas, por su apellido o por su 
vinculación con el trabajo agrícola y poco calificado se asocian a la etnia mapuche y por 
ello se le atribuyen rasgos que los ubican en una posición de inferioridad, se desvaloriza 
su trabajo y no se les reconoce un aporte sustancial al desarrollo de Chile. Estos rasgos 
se basan a su vez en juicios respecto de la inadecuación de los mapuches para 
desenvolverse en la sociedad chilena moderna, dadas sus limitadas capacidades 
intelectuales y su asociación permanente con actos de protesta violentos. Se señala 
además que la existencia del racismo en Chile es un resultado también de una relación 
histórica entre los mapuches y el Estado chileno, basada en el conflicto y la 
 6 
invisibilización de los primeros (Merino, Pilleux, Quilaqueo & San Martín, 2007; 
Quilaqueo et al, 2007). 
En el caso de Cuba, se replica parcialmente el modelo de representaciones 
estereotípicas ambivalentes sobre distintos grupos raciales. Al respecto, los 
afrodescendientes son caracterizados negativamente como delincuentes, violentos, 
escandalosos, peleones, incultos, feos y acomplejados por su color; asimismo, los 
miembros de este grupo racial son representados positivamente como físicamente 
atractivos, elegantes, intelectualmente capaces, tranquilos, trabajadores y estudiosos 
(Espina & Rodríguez, 2006). Lo anterior es interesante pues se aprecia en un mismo 
contexto la presencia de atributos semánticamente opuestos sobre los que se construye 
la ambivalencia asociada a los afrocubanos. Sin embargo, a diferencia de los estudios en 
Perú o Brasil, en el caso cubano, esta ambivalencia no se enmarca claramente en la 
dicotomía competencia-calidez. A pesar de la ambivalencia observada, la 
representación estereotípica negativa sobre los afrocubanos resulta más intensa que la 
positiva, lo que posiciona a este grupo racial como más alejado de las esferas de poder y 
más asociado a la marginalidad (Espina & Rodríguez, 2006). En la misma 
investigación, los mestizos en Cuba son representados de manera más neutra y son 
relacionados a ideas como las de mezcla, equilibrio (racial) e igualdad frente a los 
demás cubanos, lo que indica una propuesta política que resalta el mestizaje como un 
ideal de igualdad propuesto por el sistema político cubano (Espina & Rodríguez, 2006). 
Las evaluaciones positivas hacia los blancos y negativas hacia los afro-
descendientes se acentúan más en intelectuales y sectores emergentes que entre obreros 
y sectores no emergentes, explicándose lo anterior por las demandas de competencia del 
medio en que se desenvuelven los grupos de mayor estatus y de menos competencia y 
mayor cooperación y actividad colectiva en que se desenvuelven los no-blancos. En el 
 7 
escenario descrito, si bien el prejuicio se reconoce con cierta culpa, éste está presente en 
el discurso y prácticas cotidianas por medio de comentarios, chistes y acciones 
paternalistas; como ejemplo, la preferencia por establecer relaciones más cercanas y 
amicales íntimas con personas de raza blanca y en segundo lugar con mestizos (Espina 
& Rodríguez, 2006). 
Consistentemente con lo anterior, distintos estudios muestran que en 
Latinoamérica, las personas tienden a reconocer sus sociedades como prejuiciadas y 
discriminadoras. No obstante, el reconocimiento de representaciones estereotípicas 
positivas, prejuicio y la discriminación no se atribuye a características asociadas a la 
raza o la etnia sino a otras condiciones sociales como la pobreza (Chong y Ñopo, 2007; 
Van Dijk, 2007). 
Lo anterior introduce el problema de la negación del racismo en Latinoamérica, 
en tanto las categorías raciales no siempre resultan fácilmente identificables y se 
yuxtaponen con categorías o dimensiones socio-culturales. Un ejemplo concreto de esto 
ocurre en el Perú, donde no existe consenso para decidir quiénes son “cholos”, blancos 
o mestizos, estableciéndose que la blancura o la “choledad”, a pesar de tratarse de 
categorías con un claro origen racial, también incorporan elementos sociales, 
económicos y culturales que enmascaran el reconocimiento del racismo cuando 
categorías de esta índole son utilizadas para discriminar (Espinosa, 2011). Sin embargo, 
como se ha visto, en América Latina la pertenencia a determinados grupos raciales o 
étnicos predice la condiciones de calidad de vida de sus miembros (Chong y Ñopo, 
2007; Espina y Rodríguez, 2006), resultando lo anterior un claro indicador de racismo y 
discriminación (Zárate, 2009). 
 La inequidad descrita se sustenta en lo que desde la psicología política se conoce 
como orientación de la dominación social, SDO por sus siglas en inglés (Pratto et al., 
 8 
1994). La SDO es definida como una actitud general que refleja un sistema ideológico 
en que las personas aceptan y legitiman como socialmente válidas las relaciones 
jerárquicas entre distintos grupos sociales (Pratto et al., 1994). Distintos autores 
coinciden en que la orientación de la dominación social es un buen predictor de 
determinadas expresiones de prejuicio y discriminación (Pratto et al., 1994; Stangor, 
2009). 
 Al respecto, se encuentra que la SDO se asocia inversamente con una mejor 
valoración de distintos grupos étnicos considerados de bajo estatus en Perú. (Espinosa et 
al 2007). Por su parte en Brasil se evidencia una relación positiva entre el SDO y el 
racismo, principalmente el llamado racismo cordial, caracterizado por una cortesía 
superficial en el contacto con personas de raza mestiza o afrobrasileños, acompañada 
por una expresión de desvalorización de estos grupos étnicos a través de chistes, dichos 
populares y bromas de contenido racista. En menor medida la dominancia social se 
asocia también al racismo moderno, aquel que se sustenta en la percepción de que los 
negros están logrando mejores condiciones sociales que las que se merecen y 
amenazando los valores de los blancos. El mismo estudio encuentra que la 
manifestación de rechazo hacia negros y mestizos se acentúa cuando existe la 
posibilidad de contacto “íntimo”, directo y cercano (Pires, 2010). 
En ambos estudios se concluye que la expresión del prejuicio asociado a una 
ideología de dominancia dependerá de que tanto el entorno sea percibido como proclive 
a mantener la situación de inequidad, o por el contrario se considere amenazante a lo 
establecido (Espinosa et al 2007; Pires, 2010). 
 
Consecuencias psicológicas y sociales del prejuicio y la discriminación en América 
Latina 
 9 
El prejuicio y la discriminación, basados en representaciones estereotípicas 
negativas sobre distintos grupos étnicos y raciales, vienen acompañados de un conjunto 
de consecuencias psicológicas y sociales que, en su mayoría, tienen un impacto negativo 
en los individuos, grupos y sociedades expuestos a experiencias de esta naturaleza, y 
que se constituyen a partir de una red de relaciones entre discursos y prácticas sociales, 
que hacen interactuar los imaginarios sociales con los individuales (Van Dijk, 2007) 
A nivel individual, estudios en Perú y Chile muestran que las personas que se 
identifican con grupos indígenas o afro descendientes reportan peores niveles de 
bienestar subjetivo y social (Genna & Espinosa; en revisión) y una mayor 
emocionalidadnegativa vinculada a la vivencia de la discriminación (Quilaqueo et al, 
2007). 
A nivel colectivo, estudios en Ecuador, Brasil, Costa Rica y Perú muestran que 
los miembros de grupos indígenas y afro-descendientes incorporan en sus auto-
presentaciones grupales algunas de las características negativas que les atribuyen los 
miembros de los grupos de mayor estatus afectando así la construcción de la identidad 
colectiva en los miembros de estos grupos (Bianchi, Zea, Belgrave & Echeverry; 2002; 
Pancorbo et al, en revisión; Smith, 2005; Traverso-Yépez, 2005). Lo anterior genera un 
efecto negativo en las actitudes hacia la propia raza, traducido en mayores actitudes 
raciales de disonancia y resistencia, así como una mayor desconfianza hacia los blancos 
y una menor internalización de la pertenencia racial (Bianchi et al, 2002). 
Los procesos psicológicos descritos consolidan las enormes asimetrías de poder 
existentes entre grupos étnicos y raciales al interior de las sociedades latinoamericanas, 
originando que los grupos de bajo estatus –afrodescendientes e indígenas-tengan serias 
dificultades para superar la situación desventajosa que supone su posición, lo que 
 10 
terminando explicando las dificultades de inclusión social, política y económica y las 
relaciones intergrupales conflictivas derivadas en un nivel societal. 
En el Perú por ejemplo, la exposición a situaciones de discriminación origina 
que los miembros de grupos de bajo estatus experimenten emociones inter-grupales 
negativas de envidia, odio y resentimiento contra los miembros de grupos de alto 
estatus, lo que supone una condición que antecedente o acompaña a los conflictos 
sociales que han venido ocurriendo durante los últimos años en esta nación (Pancorbo et 
al, en revisión; Portocarrero, 1992). Consistentemente, un estudio en Chile encontró 
que la discriminación percibida por personas de origen étnico mapuche generaba 
emociones de dolor, impotencia y temor, así como la sensación de vivir en un clima de 
intolerancia, de desconocimiento y permanente acoso a su cultura. La discriminación es 
vivida por estas personas como una situación difícil, injusta y violenta, que no termina 
sino con la muerte (Quilaqueo et al, 2007). Además, se evidencia un efecto de la 
discriminación en la interacción social de los mapuches fuera de sus comunidades de 
origen y en su inserción en la sociedad, vinculados a los conflictos sociales provocados 
asociados a las dificultando de conseguir trabajo y mantener la propiedad sobre sus 
tierras (Quilaqueo et al, 2007). 
La emocionalidad negativa, expresada en las relaciones inter-grupales consolida 
la formación de un círculo vicioso en el que las situaciones conflictivas entre distintos 
grupos sociales y étnicos se ven reforzadas. Al respecto, estudios en Perú y Brasil, 
desde la perspectiva de quienes en su rol de poder ejercen la discriminación, muestran 
que los miembros de los grupos de alto estatus reportan también emociones inter-
grupales negativas de hostilidad, desprecio, desconfianza, miedo, culpa e inseguridad 
hacia quienes perciben de menor estatus (Pires & Molero, 2008; Portocarrero, 1992). 
 
 11 
Estrategias de superación del racismo y la discriminación en América Latina 
Desde la psicología social, existe una propuestas general para superar la 
expresión del conflicto inter-grupal basado en la estereotipia, el prejuicio y la 
discriminación consistente en estimular el contacto inter-grupal positivo y cooperativo 
entre los grupos sociales. Si bien esta aproximación tiene muchas críticas, pues la 
cooperación de algunos pocos miembros de un grupo puede no impactar de manera 
sustancial en la mejora de las relaciones entre estos grupos e incluso se cree que este 
contacto podría resultar contraproducente en la medida en que el mismo, mal 
gestionado, podría incrementar la hostilidad intergrupal (Hewstone & Greenland, 2000). 
Estudios en Cuba y Chile, presentan cierta evidencia de que la existencia de una 
valoración positiva del contacto intergrupal y el mestizaje racial son una vía para la 
superación de los conflictos sociales, siendo este fenómeno principalmente observado 
en la población más joven de ambos países (Espina y Rodríguez, 2006; Quilaqueo et al, 
2007). Adicionalmente, un estudio en Costa Rica muestra que el contacto inter-grupal 
amortiguaría el impacto de la discriminación percibida en la autoestima de los 
miembros de los grupos raciales de bajo estatus (Smith, 2005), lo que demuestra que es 
mejor desarrollar espacios de acercamiento entre distintos grupos sociales, pues la 
segregación genera la idea de que los mismos presentan diferencias sustanciales en sus 
sistemas de creencias y que tienen diferencias irreconciliables entre sí (Hewstone & 
Greenland, 2000). 
Finalmente, se ha argumentado que uno de los factores que ha obstaculizado la 
construcción de una idea de Estado-Nación y la constitución de identidades nacionales 
fuertes en los países de América Latina ha sido la incapacidad de lidiar con la 
diversidad étnico-lingüística al interior de los mismos (Centeno, 2002). Si bien, hoy en 
día, no se discute la idea que los países de América Latina han logrado constituirse 
 12 
como Estados-Nación, se reconocen las limitaciones de esta construcción, en tanto 
mantiene situaciones de exclusión e inequidades de poder, que redundan en la 
construcción de identidades nacionales fragilizadas y ambivalentes. 
Lo anterior plantea para las sociedades latinoamericanas el desafío de la 
conformación de narrativas sobre sí mismas que incluyan y valoren de manera 
equitativa a los distintos grupos que las conforman, Lo que termina siendo un asunto a 
considerar e incorporar en la agenda política de estas naciones. 
 
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