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Lacan, J De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis

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DE UNA CU ESTIóN PRELIMINAR A TODO 
TRATAMIENTO POSIBLE DE LA PSICOSIS' 
H oe quod Irzgwta tres per annos in iPso loco Slu dl.li, 
el San ctae Annae Genio loei, el dilectae iuven tuli, qlUle 
eo me sactata es t, diligentcr de dico. [Dedico devota­
mente este trabajo al geujo local de Sa inte-Anne en 
que me consagré al eSlUdio durante treinta y seü años. 
y a la amada juventud que allí me siguió. AS] 
I. HAC IA FREUD 
1. Medio siglo de freudismo aplicado a la psicosis deja su pro­
blema todavía por pensarse de nuevo, dicho de otro modo en 
el stalu qua ante. 
Podría deci rse que antes de Freud su di scusión no se despren­
de de un fondo teóri co que se presenta como psicología y no es. 
s ino un residu o " laicizado" de lo que llama remos la larga coc­
ción metafísica de la ciencia en la Escuela (con la E mayúscula 
que le debe nuestra reverencia). 
Ahora bien , si nuestra ciencia, que concierne a la ph'Ysis) en 
su matemaüzación cada vez más pura, no conserva de esa cocina 
sino un relente tan di screto que podemos legítimamente pregun­
tarnos si no habrá habido sustitución de persona, no sucede 
lo mismo en lo que concierne a la antiph)lsis (o sea al a parato 
vivo que se supone apto para tomar la medida de dicha physis), 
cuyo olor a refrito delata sin duda alguna la práctica secular 
en dicha cocina de la preparación de sews. 
Así. la teoría de la abstracción, necesari a para dar cuenta del 
conocimiento, se ha fijado en una teoría a bstra cta de las facul­
tades del sujeto, que las peticiones sensualistas más radicales 
no h an podido ha cer má s funci onales en lo que hace a los 
efectos subj etivos. 
Las tentativas siempre renovad as de corregIr sus resu ltados 
por los contrapesos variados del afecto, deben efectivamente 
L Este artículo contien e lo m,\s import ante de lo que dimos en. nuestro 
seminario duranle los dos primeros trimestres del año de enseñanza 1955-56; 
queda pues excluido el tercero. Aparecido en lA P:¡ychana lyse, vol. 4. 
[513J 
http:Sludl.li
514 TRATAMIENTO POSIBLE DE L,... PSICOSIS 
seguir siendo vanas mientras se omita preguntar si es efecti va­
mente el mi.'iillo suj eto e l que es afectado por ellos. 
2. Es la pregunta C]u e en las ban cas de la escuela (con e mi­
nú scula) , se aprend e a eludir de una vez por todas: puesto que 
incluso admitiendo la~ alternancias de identidad del perciPicns, 
su (un ción constitu yente de la unidad del percePlum no se dis­
cute. Desde ese momento ]a di versida d de estructura de l per­
ceptum sólo afecta en el percipiens una diversidad de registro, 
en {¡I timo análisis la de los sensoriu ms. De derecho es ta diversi­
dad es siempre superable, si el perciPiens se mantiene a la 
a ltura de ]a rea lid ad. 
Por eso aquellos a quienes cabe e l C¡ugo de responder a la 
cuestic')¡} que plantea la e:x :stencia de) loco no han podido evitar 
interponer entre ella y ellos esas ban cas de la escuela, cuya mu­
ralla les h(l parecido en es ta ocasión propicia para mantenerlos 
al abrigo. 
Nos a trevemos e fecti va mente a meter en el mismo saco, si 
puede decir~e, todas las posiciones, sean meca ni cistas o dina­
mistas en la materi a, sea en ell as la génesis del organismo o del 
psiqui smo, y la estructura de la desi ntegración o del conflicto, 
sí, tod as, por ingeni osas que se muestren, por cuanto en nombre 
d el hecho, manifiesto, de que una alucinación es un perceptum 
si n obje to, esas posiciones se atienen a ped ir razón al perciPiens 
de ese perccptum~ sin que a nadie se le ocurra que en esa pes­
<J.uisa se salta un tiempo, el de interrogarse sobre si el perceptu.m 
mismo deja un sentido unívoco al percipiens aqUl conminado 
a expli carlo. 
Este tiempo debería parecer sin embargo legítimo a todo exa­
m en no prevenido de la alucinación verbal, por el hecho de qu e 
no es reductible, como va mos a verlo, ni a un sen.forium pa rticu­
la r ni sobre todo a un p-e rcipiens en cuanto que le daría su unidad . 
Es un error en efe cto considerarla como auditiva por su na­
turaleza, cuando es con cebible en última instancia que no lo sea 
en ningún grado (en un sordomudo por ejemplo, o en un regis­
tro cualquiera no aud iti vo de deletreo alucinatorio), pero so­
bre todo si se considera que el acto de oír no es e l mismo según 
<¡ue apu nte a la coherencia de la cadena verbal , concretamente 
su sobredeterminaci6n en cada insta nte por el efecto a posteriori 
d e su secuencia, así como también la suspensión en cada instan­
Le de su valor en el ad venimiento de un sentido siempre pronto 
TR.ATA~f1ENTO POSIBLE Dl: LA PSICOSIS 51, 
a ser remitido - o según que se acomode en la palabra a la 
modulación sonora a tal fin de análisis acústico: tonal o fan é· 
tieo, incluso de po te ncia musical. 
Estos recordalorios muy abreviados bastarían para hacer valer 
la diferencia de las subjetividades interesadas en la mira del 
perccptum (y cómo se la desconoce en el inte rroga tor io de los 
enfermos y la nosología de las "voces") . Pero podría pre tende rse 
reducir es ta diferencia a un nivel de objetivación en el pe,-. 
cipiens. 
No hay nada de es to sin embargo. Porque es e n el ni vel donde 
la "s¡ntes is" subjetiva confiere su pleno sentido a la p~la bra 
donde el sujeto mues tra todas las paradojas de que es paciente 
en esa percepción singular. Que es tas paradoj as aparecen ya 
cuand o es el otro el que profiere la pala bra, es cosa que queda 
bastante manifiesta e n el sujeto por la posibilidad de obedecer 
a ella en cuanto que gobierna su escucha y su pues ta e n guardi a 
pues con s610 entrar en su audiencia, el sujeto cae ba jo el efec­
to de una sugestión de la que sólo' escapa reduciendo al otro 
a 11 0 ser sino el portavoz de un discurso que no es de él o de 
una intención qu e mantiene en él en reserva. 
Pero más no table a ún es la re lación del sujeto C011 su propia 
palabra , donde lo importante es tá más bien enmasca rado por 
el hecho puramente acús tico de que no podría hablar sin oírse. 
Que no pueda oírse sin dividirse es cosa que tampoco t iene nada 
de priv ilegiado en los comportamientos de la conciencia. Los 
clíni cos han dado un paso mej or al descubrir la alucinación 
motri z verbal por detección de movimientos fon a torios esbo· 
zados. Pero no por e llo han art iculado dónde reside el punto 
crucial: es que, dado q ue el sensorium es indiferente en la pro­
ducción de una cade na signifi cante: 
l o. és ta se impone por sí misma al sujeto en su dimensión 
de voz; 
20, toma como ta l una realidad proporcional al tiempo, per· 
fectamente observable en la experiencia, que implica su atribu­
ción subje tiva; 
30. su estructura propia en cuanto significante es determinante 
en esa a tribución que, por regla, es distributiva, es decir con 
var ias voces, y que pone pues, como tal, al percipiens} pretendi. 
damenle unificador, como equívoco. 
3. IlustrareIP0s lo que acaba de enunciarse con un fenómeno 
5 16 TRATAMI~NTO POSlnLE DE LA PSICOSIS 
desgajado de una de nuestras presentaciones clínicas del año 
1955-56, O sea el año mismo del seminario cuyo trabajo evo­
ca mos aquí. Digamos que semejante hallazgo no puede ser sino 
e l precio de una sumisión completa, aun cuando sea enterada, 
a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo, posiciones 
que son demasiado a menudo forzadas al reduci rlas en el diálo­
go al proceso mórbido, reforzando entonces la dificultad de pe­
netrarlas con una reticen cia provocada no sin fund amento en 
e l su je to. 
Se tra taba en efec to de uno de esos delirios de dos cuyo ti po 
hemos mos trado desde hace mucho en la pareja madre-hija, y en 
e l que el sentimiento de intrusión, desarroll ado en un delirio 
d e vigil ancia, no era sino el desarrollo de la ddensa propia de 
un binario afectivo, abierto como tal a cua lquier enajenación. 
Fue la hija la que, en el curso de nuestro examen, nos ade­
lantó como prueba de las injurias con que las dos tropezaban 
de parte de sus vecinos un hecho referente a l amigo de la veci ­
na que se suponía que las hostigabacon sus a taques. después 
de que tuvieron que poner fin con ella a una intimidad acogid a 
con com placencia al principio. Ese hombre. implicado por lo 
tanto en la situ ación de manera indirecta, y figura por lo demás 
bastante borrosa en las alegatas de la enferma, había lanzado. 
si hab íamos de creerla. dirigido a ella, cuando se cruza ban en 
el pas ill o, el término grosero: " ¡Marrana! " 
Ante lo cua l nosortos, poco inclin ados a reconocer en él la 
retorsión de un " ¡Cerdo!" demasiad o fáci l de extrapolar en nom­
bre de una proyección que no representa nun ca en semejante 
caso sino la del psjquiatra, le preguntamos por las buenas lo 
que en ella misma había podido proferir el instante anterior. No 
sin éxito: pues nos concedió con una sonrisa haber murmurado en 
efecto ante la vista del hombre estas palabras de las cuales, según 
ella, no tenía por qué ofenderse: "Vengo de la ca rnicería ..." 
¿A quién apuntaban? Le era bien dificil decirlo, y nos daba 
así derecho a ayudarla. En cuanto a su sentido tex tual, no po­
dremos descuidar el hecho entre otros de que la enferma habia 
dejado de la manera más repentina a su m arido y a su famili a 
política y dado así a un matrimonio reprobado por su madre 
un desenlace que quedó en lo sucesivo sin epílogo, a partir de 
la convi cción a que había llegad o de que esos ca mpesinos se 
proponían , nada menos, para acabar con esa floj a citadina, 
despedaza rl a concienzudamente. 
Qué importa sin embargo que haya que recurrir o no al fan ­
'Ill"TAM lENTO POS IBl..E DE LA J'SICOS15 517 
tasma del cuerpo fragmentado para comprender cómo la enfer­
ma, prisionera de la re lación dual, responde de nuevo aquí a 
una situación que la rebasa. 
Para nuestro fin presente basta con que la enferma haya 
confesado que la fra se era alusiva, sin qu e pueda con todo mos­
tra r Olra cosa sino perplejidad en cuant o a cap tar hacia quién 
de los copresentes o de la ausente apunta ba la a lusión, pues 
aparece así que el yo [je), como sujeto de la fra se en es tilo di­
re cto, dejaba en suspenso, conforme a su función llam ada de 
shifter en lingüística.2 la designación del sujeto hablan te mien­
tras la a lusión, en su intención conjuratoria sin duda, quedase 
a su vez oscilante. Esa incertidumbre lJegó a su fin , una vez 
pasad a la pausa, con la aposición de la palabra "marrana" , de­
masiado pesada de invectiva. por su parte , para seguir isonó­
nicamente a la oscilación. Así es como e l discurso acabó por 
rea lizar su intención de recha zo hacia la a lucinación. En el lu­
gar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja 
oír una palabra, por el hecho de que, ocupando el lugar de lo 
que no tien e nombre, no ha podido seguir la intención del su­
jeto sin desprenderse de ella por medio del guión de la réplica: 
oponie ndo su antistrofa de depreciación a l refunfuño de la 
estrofa restituida desde ese momento a la paciente con e l índ ice 
del je (yo) , y reuniéndose en su opacidad con las jacula torias 
del amor, cuando, ante la escasez de significante para llamar 
a l obje to de su epita lamio, usa para ello del expedien te de lo 
imaginario más crudo. "Te como... - ¡Bombón!" "Te desma­
yas ... -¡Ratonci to!" 
4. Este ejemplo sólo se promueve aquí para captar en 10 vivo 
que la función de irrea li zación no está toda en el símbolo. Pues 
para que su irrupción en lo real sea indudable. bas ta con que 
ésta se presente, como es común, bajo forma de cadena ro ta. 3 
2 Roma n J ako bson to ma este término de j espel'Se n para des ignar esas pa­
Labras del cód igo que sólo toman sentido por las coo rdenadas (a tri bución. 
fechado, luga r de emisión) del mensaje_ Referidas a la clasificación de 
Pierce. son símbolos-índices. Los pronombres pc l'Souales son su ejemplo 
eminente: sus dificultades de adqu isición como ms délícit funcionales il us­
tran la problematica engcndrada por esos significan tes en el suj eto. (R o­
man J akobwn. Shi{lers, verbal calegories, atld th e rwsiatl v erb, Russian 
Language ProjecI, Depaflmem of Slavic Languages and Li(era(ures. Harvard 
University, 1957. ["Los conmutado res, las ca tegorías verba lcs y el verbo 
ruso" en E-mayoJ de lir¡gii.iJlica genera l, Barcelona, Seix Barral , 1975. ASl-) 
3 Gf. el seminario del 8 de febrero de 1956 en el que desarro llamos el 
519 518 
TRATAMIENTO POSIBLE DE LA ['SICOSJ5 
Se toca en ello también ese efecto que tiene todo sign ificante 
una vez percibido de suscitar en el perciPiens un asen timiento 
hecho del despertar de la duplicidad oculta del segu ndo por la 
ambigüedad manifiesta del primero. 
Por supuesto tocio esto puede ser considerado como efectos 
de espejismo en la perspecti va clásica del sujeto unificador. 
Es notable únicamente que esa perspectiva, reducida a sí mis­
ma, no ofrezca sobre la alucinación por ejemplo más que pun­
tos de vista ele una pobreza tal, que el trabajo de un loco, sin 
duda tan notable c.omo muestra ser el Presidente Schreber en 
sus Mem orias de un nellTúpata;' puede, después de haber recibi· 
do la mejor acogida, desde antes de Freud, por parte de los 
psiquiatras, ser considerado incluso después de él como un vo­
lumen digno de proponerse para iniciarse en la fenomenología 
de la psicosis, y no sólo al principiante.5 
En cuanto a nosotros, nos proporcionó la base de un análisis 
de estructura, cuando, en nuestro seminario del año 1955-1956 
sobre las estructuras freudianas en las psicosis, reanudamos, 
siguiendo el consejo de Freud, su examen. 
La relación en tre el significan te y el sujeLO, que ese a nálisis 
descubre, se encuen lra, como se ve en es te exordio, desde el as­
pecto de los fenómenos, si, regresando de la experiencia de 
Freud, se sabe el punto adonde conduce. 
Pero este arranque del fenómeno, convenientemen te prose­
guido, volvería a e ncontrarse con ese punto, como fue el caso 
para nosotros cuando un primer estudio de la paranoia nos llevó 
hace treinta años al umbral del psico::Jnálisis.6 
ejemp lo de la vocalización "normal" de: la poix du soi'" ["la paz de la 
noche'} 
• Denkwii.rdiglu:iten eines Neroenkranken, von Dr. jur. Dani,.l-Poul 
Sc/¡reuer, Senolspriisiden t beirn kgl. Oberfarldesgerichl Dusdcn a. D., Leip. 
ligo 1903 [Memorias de WI enfermo nen/ioso, Ducnos Aires, C. Lohlé , 19791 
del que pl'c paramos la traducción francesa para uso de nut:Hro gru po. 
5 Es sohre lodo la opin ión que expreS3 el aUlor de la traduccióll inglesa 
de esas lHe11/.o ,-ios, aparecida el año de nneslro sem inario (cL Memoi,":. of 
my n eroOIlS ¡flne.u, trad. de Ida Macalpin e y Rich ard Hunter, W, M . 
L>aw~oJl and Sons , Loudrcs), en su introducción, p. 25. Da cueu(a en t i 
mi.smo lugar de I::J. forruna del libro . pp, 6"10 . 
• Es nueSlra tesis de doclor ado en medicina intitulada : De lo p"~y("hose 
/Xlrol/ oioqu.e dnnf ses mMw)"l.f av ec la per.son nal it¿, que nuc~!l'O mae~tro 
Hellyer. escrihiendo a nues!r:"! persona, juzgó muy pertinentemcnle en 
es tos términos: Una goloudrilla no h ace verano , añadie ndo a pro pósilo de: 
nuestra bjhli~rafia: Sí ha leido usted todo eso, le cOlllpadclco. Lo hahfa 
leído lodo , en eft..""C lo. 
ntATAMIENTO POSIBLE DE LA PSICOSIS 
En ningún sitio en efecto está más fuera de propósito la con­
cepción falaz de un proceso psíquico en el sen ti do de Jaspers, 
del que el síntoma no sería sino el índice, que en el aborda­
miento de la psicosis. porque en ningún sitio el sín toma. si se sabe 
leerlo, está más claramente articulado en la eS lructura misma. 
Lo cua l nos impondrá definir es te proceso por Jos determi­
nan tes más radicales de la relación del hombre con el signi­
ficante. 
5, Pero no hace falta estar en ésas para jnteresarse en la verdad 
bajo la cual se presentan las alucinaciones verbales en las Me­
morias de Schreber, ni para reconocer en ellas diferencias muy 
otras que aquellas en que se las clasifica "clásicamente", según 
su modo de implicación en el perciPiens (el grado de su "creen­
cia") o en la realidad de aqueste (la "auditivación"): a saber 
antesbien las diferencias que consisten en su estructura de pa­
labra, en cuanto que esta estructura está ya en el perceplum.. 
Si se considera únicamente el texto de . las alucinaciones, se 
establece e n ellas de inmediato una distinción para el lingüista 
entre fenómenos de código y fenómenos de mensaje. 
A los fenómenos de código pertenecen en es le enfoque las 
voces que hacen uso de la Grundsprache) que traducimos por 
lengua-de-fondo, y que 5chreber describe (5_ 13-1) 7 como " un 
alemán un tanto arcaico, pero siempre riguroso, que se seña la 
muy especialmente por su gran riquez.a en eufemi smos". En 
otro lugar (S. 167.xII ) se refiere con nostalgia "a su forma au­
ténti ca por sus rasgos de noble distinción y de senci ll ez". 
Esta parte de los fenómenos está especificada en locuciones 
neológicas por su forma (pa labras compuestas nuevas, pero 
composición aqui conforme a las reglas de la lengua del pa­
ciente) y por su empleo. Las alucinaciones informan al sujeto 
sobre las forma s y los empleos que constitu ye n el neocódigo: el 
sujelo les debe, por ejemplo, en primer lugar, la denominación 
de Grundsprache para designarlo_ 
Se tra ta de algo bastante vecino a esos mensajes que los lin­
güistas llaman autón;m.os por cuanto es el significan le mismo 
, Los paréntesis que comprenden la letra S seguida de cifras (respectiva­
mente árabe y roma na) se emplearán en este texto para remitir a la página 
y al capitulo correspondiente de las Denkwiirdiglteiten en la ed ición ori­
ginal, foliación muy felizmente indicada en los márgenes de la traducc ión 
inglesa, 
http:aut�n;m.os
520 TRATAMIE"'TO POSIDLE DE LA PSICOSIS 
(y no lo que significa) lo que constituye el objeto de la comu­
nicación. Pero esta relación, singul ar pero norma l, del mensaje 
consigo mismo se redobla aquí con e l hecho de que esos men­
sajes se supone que están soportados por seres cuyas relaciones 
enuncia n ellos mismos en modos que muestran ser mu y a nálogos 
a las conexiones del significante. El término Nervenanhang que 
traducimos por: anexión-de-nervios, y que provi ene también 
de esos mensajes, ilustra esta observación por cuanto pasión y 
acciÓn entre esos seres se reducen a esos nervios anexados o des­
anexados, pero también por cuanto és tos, al igual que los rayos 
divinos (Gottesstrahlen) , a los que son homogéneos, no son 
otra cosa sino la entificación de las palabras que soportan (S. 
130-x: lo que las voces formulan: "No olvide que la naturaleza 
de los ra yos es que deben hablar. ") 
Rel ación aquí del sistema con su propia consti tu ciÓn de sig­
nifican te que habría que remitir al expediente de la cuestión 
del meta lenguaje. y que tiende en nuestra opinión a demostrar 
la impropiedad de esa noción si apun tase a de finir elementos 
diferenciados en el lenguaje. 
Observamos por Otra p ar te que nos encontramos aquí en pre­
sencia de esos fenómenos que han sido ll amados erróneamente 
intuitivos, por el hecho de que el efecto de significación se 
adelanta en ellos a l desarrollo de ésta. Se trata de hecho de un 
efecto del significante, por cuanto su grado de certidumbre 
(grado segundo: significación de significación) toma un peso 
proporcional al vado enigmático que se presenta primeramente 
en el lugar de la significación misma. 
Lo divertido en este caso es que en ]a misma medida en que 
para el sujeto esta alta tensiÓn del significa nte llega a caer, es 
decir que las alu cin acion es se reducen a estribillos, a monsergas, 
cuya vaciedad se imputa a seres sin inteligenci a ni personalidad, 
incluso francamente borrados del registro del ser, que en esa 
misma medida, decíamos, las voces manifiestan la Seelenau!!as~ 
sung, la concepció n-de.las-almas (según la lengua fundamental) , 
la cu al concepción se manifiesta en un catálogo de pensamientos 
que n o es indigno de un libro de psicología clásica. Catálogo 
ligado en las voces a un a intención pedante, lo cual no impide 
a l sujeto a portar a él los comentarios más pertinentes. Observe­
mos que en esos comen tarios la fuente de los términos es siem­
pre cu idadosamen te distinguida, por ejemplo que si el su jeto 
emplea la palabra Instanz (S. nola de 30-It. Conf. notas de 11 
a 21-1), subraya en nota : esta palabra es mía. 
TRATA~ lE NTO POSIBLE DE LA PSICOSIS 521 
Así, no se le escapa la importancia primordial de los pensa­
mientos-de-memorla (E rin nerungsgedanken) en la economía psí­
qui ca, e indica inmediatamente la prueba de esto en el uso 
poético y musica l del estribillo modula torio. 
Nuestro paciente que ca lifica inapreciablemen te esa "concep. 
ción de las almas" como " la representación un tanto idea lizada 
que las a lmas se han formado de la vida y del pensamiento hu­
mano" (S. l 64-xn), cree gracias a ella haber "logrado visiones 
sobre la esencia del proceso del pensamiento y del sentimiento 
en el hombre que muchos psicólogos podrían envidiarle" (S. 
l67-xn) . 
Se lo concedemos de buen grado, tanto más cuanto que a 
diferen cia de ellos, estos conocimientos cuyo a lcance é l aprecia 
con tanto buen humor, no se imagina haberlos recibido de la 
naturaleza de las cosas, y que, si cree deber sacar ventaja de 
ellos, es, acabamos de indicarlo, a partir de un análisis se­
mántico.s 
Pero para volver a tomar el hilo, pasemos a los fen()menos 
que opondremos a los precedentes como fenómenos de mensaj e. 
Se tra ta de los mensajes interrumpidos. en Jos que se sostieue 
una relación entre el sujeto y su interlocutor divino a la que 
dan la forma de un challenge o de una prueba de resistencia . 
La VOl del inter locutor limita en efecto los mensajes de que 
se trata a un comienzo de frase cuyo complemento de sentido no 
presenta por lo demás dificultad alguna para el sujeto, salvo por 
su lado hosttgante, ofensivo, las más de las veces de una inepcia 
cuya naturaleza es como para desalentarlo. La valentía de que 
da pruebas para no desmayar en su réplica, in cluso para desa r~ 
mar las trampas a las que lo indu cen. no es lo menos importan te 
para nuestro aná lisis del fenómeno . 
Pero nos detendremos aqu í también en el texto mismo de lo 
qu e podría mos llamar la provocación (o mejor la prótasis) a lu­
cina toria. De semejan te es tructura el sujeto nos da los ejem plos 
siguientes (S. 2 17-xvl): 1] Nun wi/l ieh mieh (ahora me vaya...) 
2] Si" sollm niimlieh. .. (debe usted por su parte...); 3] Das 
witl.ich miro .. (Voy a ...) . para atenernos a éstos -a los cuales 
debe replicar con su suplemen to significativo, para él nad a du­
doso. do saber: l o. a rendirme al hecho de que soy idiota ; 20. 
8 Anotemos que n\l c.~ II"O homenaje aquí np hace sino prolongar el de 
Freud . que no tiene escrúpulos en reconocer en el delirio mismo de Schre· 
ber una a nli cipación de la Icoda de Ja Libido (C . W.~ VIII , p. 315 [Sobre 
un ,liSO de 1){lra-noia . . . , A. Xli, p. 72].) 
522 TRATAMIENTO POSTBLE DE LA PSICOSIS 
por su parte, ser expues to (palabra de la lengua fundamental) 
como negador de Dios y dado a un libertinaje vol uptuoso, para 
no h ablar de lo demás; ~o. pensarlo b ien. 
Puede observarse que la frase se interrumpe en el punto donde 
termina el grupo de las palabras que podríamos llama r térmi­
n os-índices, o sea aquellos a los que su función en el significante 
designa. según e l término empleado más a rriba, como shiftcrsl 
o sea precisamente los términos que, en el cód igo, indi can la 
posición del sujeto a partir del mensaje mismo. 
Después de lo cual la parte propi amente léxica de la frase, 
dich o de otro modo la que comprende las palabras que e l cód igo 
define por su empleo, ya se tra te del código común o del códi­
go delirante, qued a elidida . 
¿No es notable la predomina ncia de la función del signifi ­
cante en esos dos órdenes de fen ómenos, no incita incluso a 
buscar lo que hay en e l fondo de la asociación que constitu yen: 
de un código constituido de mensajes sobre el código, y de un 
mensaje reducido a lo que en el código indica el mensaje? 
Todo esto necesitarfa traducirse conel mayor cuidado en un 
grafo,9 en el que intentamos ese ai')o mismo representar las 
conexiones internas al sign ifi cante en cuanto que estructuran 
al sujeto. 
P ues hay alll una topología que es enteramente distinta de 
la que podría hacernos imaginar la exigencia de un paralelismo 
inmediato de la forma de los fenóm enos con su s v ías de con­
ducción en el neuroeje. 
Pero esta topología, que está en la línea inaugu rada por 
Freud, cua ndo emprendió, después de haber ab ierto con los 
sueños el campo del inconsciente, la descripción de su dinámica, 
sin sentirse ligado a ninguna preocupación de localización cor­
tical, es precisamente lo qlle mejor puede preparar las pregu n­
tas con que se interrogará la superfi cie de la corteza. 
Pues sólo después del análisis lingüíst.ico del fenó meno de 
lenguaje puede establecerse legítimamen te la rel ación que cons­
tituye en e l sujeto y con ello mismo deli mitar el orden de las 
"máqui nas" (en el sentid o puramente asociativo que tiene este 
té rmino en la teoría matemática de las redes) que pueden rea­
lizar ese fenómeno. 
No es menQs notable que sea la expe riencia freudiana la que 
haya inducido a l autor de estas líneas en la dirección aquí 
• eL p. 788. 
TRATAMIENTO POS UlLE DE l.A PSICOSIS 523 
presentada. Pasemos pues a lo que aporta esa experiencia en 
n ues tra cues Lión. 
Il . DESPUi:s DI.:: FREUD 
l . ¿Qué no.e;¡ ha aportado Freud aquí? En tramos en ma ter ia afir­
mando que para el problema de la psicosis, esa apor tación ha­
bía desembocad o en una recaída. 
Es ínmedi ata mente sensible en el simplismo de los resortes 
q ue se in voca n en concepciones que se red ucen todas a este 
esquema fundamental: ¿cómo hacer pasar lo interior a lo ex te­
rior? El sujeto en efecto pod rá aquí englobar cuanto quiera un 
Ello opaco. de todos modos e.,; en cuanto yo, es decir, de manera 
enteramente expresada en la orientación psicoanalítica presente, 
en cuanto ese mismo percipiens imbatible, como se le invoca en 
la moti vél("i ('m de la psicosis. Ese tJercipiens tiene completo po~ 
der sobre .... u correlati vo no menos incambiado: la realidad. y 
e l mode lo de ese poder e;¡e toma en un dato accesible a la expe­
r ie ncia <'om ún , el de la proyección afectíva. 
Pue'i lae;¡ teorías presentes se recomiendan por el modo abso­
lutél mente incr iti cado en que ese meca ni smo de la proyección 
se pone e n uso en e lJ as. Todo lo objc ta y nada ]0 apoya, y menos 
qu e nada la ev idenci a clínica de que no hay nada e n común 
e ntre la proyecció n afec ti va y sus pretendidos efectos delirantes, 
en lre los celos del infiel y los del alcohólico por ejempl o. 
Que Freud , en su ensayo de inte rpretación de l caso del pre­
sidente Schreber, 'lue ~ lee ma l cua ndo se le reduce a las mon­
se rga,; que sig: uieron . emplea la forma de una deducción gra­
mati<a l pa ra presentar en ell a e l e mpa lme de la re laci6n con 
el OtrO en la psicosis: sea lo... diferentes medios de ncga r la 
proposici6n : 1.0 amo, de donde se !i igue que ese juicio negativo 
~e eslru Clura en dos tiempos: el primero, la inversión del va lor 
del verbo: Lo odio, o de ínversíbn del género del agente o de! 
objeto: no soy yo, o hien no es él. es ella (o in versamente) ; el 
segundo de ínteTversión de los sujetos: él me od ia. es a ella a 
quien ama, es ella quien me ama - Jos problema~ I()gicos for­
malmenLe implicados en esa deduccic'¡ n no re tienen la atención 
de nadie . 
Es m :l.e;¡: que Freud en e'ie texto deseche expresamente el me· 
("¡mismo de la proyecci6n como insuficiente para dar cuenta del 
problema , para entrar en ese momento en un larguísimo. deta­
524 TRATAMI ENTO POSIBt.E DE LA PSICOSIS 
lIado y suti l desarro llo sobre la represión, ofreciendo sin em~ 
bargo asideros a nuest ro problema, digamos únicamente que 
éstos siguen perfilándose inviol ados por encima del polvo remo~ 
vido del solar psicoana lítico. 
2. Freud aportó m.is tarde la Introducción al narcisismo. H a 
sido utilizada para el mismo uso, para un bombeo, rlspirante 
e impelente al capricho de los tiempos del teorema, de la libido 
por el perciPiensJ el cual es apto as í para infl ar y des inflar una 
realidad vejiga. 
Freud daba la primera teoría del modo según el cua l el yo 
se constituye a partjr de l otro en la nueva econ omía subje tiva, 
dete rminada por el inconsciente : se respondía a esto acla mando 
en ese yo el reencuentro del buen viejo percipiens a toda prueba 
y de la función de síntesis. 
¿Cómo asombrarse de que el único provecho que se ha ya sa­
cado para la psicosis haya sido la promoción definitiva d e la 
noción de pérdida de la realidad? 
No es eso todo. En 1921, Freud escribe un artícul o incisivo: 
La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis J en el que 
vue lve a lla ma r la a tención sobre el becho de q ue el problema 
no es el de la pérdida de la rea lidad, sino de l resorte de lo que 
se sustituye a ell a. D iscurso a los sord os, puesto que e l problema 
está resuelto; el almacén de los accesorios está en el in terior, 
y se los va saca ndo según las necesid ades. 
De hecho tal es el esquema con que incluso el señor Kata n. 
en sus estudios en que vuelve tan aten tamen te a las etapas de 
1" psicosis en Schreber, guiado por su preocupación de pene­
trar en la fase prepsicótica, se sa tisface, cuando mu estra la de­
fensa contra la tentación instinl ua l, contra la masturbación y 
la homosexualidad en ese caso, para justifi car el surgimiento 
de la fantasmagoría alucinatoria. telón in.terpuesto por la ope­
ración del percip,:ens en tre la tendencia y su estimulan te real. 
¡Cómo nos hubiera a liviado esa simplicid ad en una época, si 
hubiéramos estimado que debiera bastar para el problema de la 
creación li teraria en la psicosis! 
3. Sea como sea, ¿qué problema pondr ía todavía obstáculo al 
d iscurso del psicoa nálisis, cuan do la implicación de una te n~ 
dencia en la realid ad responde de la regresión de su pareja? 
~TAMLENTO POSIOLE DE LA PSICOSIS 525 
¿Qué podría ca nsar a unos esplrltus que se av ienen a que les 
hab len de la regresión, sin que se distinga la regresión e n la 
estru ctura, la regres ión en la historia y la regresión en el desa­
rrollo (distinguidas por Freud en cada ocasión como tópica, temo 
poral o genética) ? 
R enunciamos a demora rnos aquí en el inventario de la con­
fusión . Está sobado para aquelJos a qu ienes formamos y no jn~ 
teresaría a los otros. Nos contentaremos con proponer a su me­
ditación común e l efecto de ex trañe7:a que produce, a la mirad a 
de una especu lación que se ha consagrado a dar vueltas en re­
dondo entre desa rrollo y entorno, ]a única mención de los rasgos 
que son sin embargo la a rmazón del ed ificio freudi ano: a sa ber 
la equ iva lenci a mantenida por Freud de la funci ón imaginaria 
d el falo en los dos sexos (desesperación durante mucho tiempo 
de los aficion ados a las falsas ventanas "b iológicas". es decir na­
turalistas). el complejo de castración encontrado como fase nor­
mativa del acto de asumir el sujeto su propio sexo, el mito del 
asesinato del padre h echo necesario por la presencia constitu~ 
yente de l complejo de Edipo en toda historia personal, y, last 
bttt noto .. ) el efecto de desdoblamiento que lleva a la vida amo­
rosa la instancia mi sma repe titiv¿) del obje to reencon trable siem­
pre en cuanto úni co. ¿Será necesario recordar además el carácter 
profundamente disidente de la noción de la pulsión en Freud, 
la d isy unción de principio de la tendencia , de su dirección y 
de su objeto, y no sólo su "perversión" or igi na l, sino su impli­
cación en un a sistemática conceptual, aquell a cuyo lugar marcó 
Freud, desde los primeros pasos de su doctrina, bajo el título 
de las teorías sexua les de la infan cia? 
¿No se ve que estamos desde hace mucho tiempo lejos de 
todo esto en un natur ismo ed ucati vo que no tiene más principio 
que la noción de gratificación y su con trapartida: la fru stra­
ción, no mencionada por ninguna parte en Freud?Si n duda las estructuras reveladas por Freud siguen sostenien­
do no s610 en su plausibilidad, si no en su mani obra los vagos 
din amismos con que el psicoanálisis de hoy pretende orientar 
su flujo. Un a técni ca desh abitada se supone incluso que seria 
por ello mismo m;:ís ca paz de "milagros" -si no fuese \ el con­
formi smo por añadidura que reduce sus erectos a los de una 
mesco lanza de suge~ tilm social y de supers tición psicológica. 
4. Es incluso notable que nunca se manifieste una exigencia de 
526 TRATAMIENTO POS lnLE DE L.A PSICOSIS 
rigor sino en personas a las que el curso de las cosas mantiene 
por algún lado fuera de este concierto, tal como la señora Ida 
Macalpine que nos pone en el predicamento de maravi ll arnos 
de e ncontrar, leyéndoJa, un espíritu firme. 
Su cri tica del cliché que se confina en el factor de la repre­
sión de un a pulsi6n homosexual, por lo demás enteramente in­
definida, para explicar la psicosis. es magistrat y lo demuestra 
a saciedad en el caso mismo de Schreber. La homosex ualidad, 
supuesta determinante de la psicosis paranoica, es propiamente 
un sÍI1l0ma articu lado en su proceso. 
Ese proceso está iniciado desde hace mucho tiempo en el mo­
mento en que su primer signo aparece en Schreber bajo el as­
pecto de una de esas ideas hipnopómpicas, que en su fragilidad 
nos presentan especies de tomograffas del "Jo} idea cuya función 
imaginaria nos es suficientemente indicada en su forma: que 
sería bello ser una mujer que está sufriendo el acoplami ento. 
La señora Ida Macalpine. si abre aquí una justa crítica, acaba 
sin embargo por desconocer que Freud, si pone hasta ese punto 
el acento sobre la cuestión homosexual, es anle todo para de­
mostrar que condici ona la idea de grandeza en el delirio, pero 
que más esencialmente Freud denuncia en e llo el modo de 
a lteridad según el cual se opera la metamorfosis del sujeto, dicho 
de otra manera el lugar donde se suceden sus " transferencias" 
delirantes. Más le hubiera valido fi arse de la razón por la que 
Freud también aquí se obstin a en una referencia al Edipo que 
ella no en cuentra de su agrado. 
Esta dificultad la hubiera llevado a descubrimientos que nos 
hubieran esclarecido con seguridad, pues todo queda todavía 
por decir sobre la función de lo que se llama el Edipo invertido. 
La señora Macalpi ne prefiere rechazar aquí todo recurso al 
Edipo, para sustituirlo por un fantasma de procreación, que se 
observa en e l nii'lo de los dos sexos, y esto bajo la forma de 
fantasmas de embarazo, que ella considera además como ligados 
a la es tructura de la hipocondria.10 
10 Quien qniere probar demasiado se extravía. As(, la señora Macalpine, 
por lo demás bien inspirada cuando se detiene en el cadcter, ano tado por 
el paciente mismo como demasiado persuasivo (S. 39-¡v), ue la invigoriza­
dón sngestiva a la que se entrega el pTOfcsor Flechsig (del que lodo nos 
indica que era m:'ts ca lmado de ord inario) (renre a Schreber en cuanto a 
las promesas de la ( ura de sUf' iío que le propone, la <;Cliora Macalpinc , 
declamos, interpreta Iargamenle Jos temas ele procreación que camillera 
<:omo sugeridos por ese discurso (v. Mtmoirs... , Discusión , p. 1\96, Uneas 
12 y 21), apoyándose en el empleo del verbo to deliver para designar el 
TRATAMlENTO P OSlDLE DE LA PSICOSIS 527 
Este fantasma es en efecLo esencial, y observaré incluso aquí 
que el primer caso en que obt nve ese fantasma en un hombre 
fue por una vía que marcó una fech a en mi carrera, y que no 
era ni un hipocondriaco, ni un histérico. 
Ese fantasma siente ella incluso finam ente, mimbile para los 
tiempos que corren, la necesidad de ligarlo a una estructura 
simb6li ca. Pero para e ncontrar ésta fuera del Edipo, va a buscar 
referencias etnográficas cuya asimi lación medimos mal en Sll 
escri to. Se trata del lema " heliolítico", del que uno de los ada­
lides m,ís eminentes de la escuela difusionista inglesa se ha he­
cho defensor. Conocemos el mérito de esas concepciones, pero 
no nos pll rece en absoluto que apoyen la idea que la seiíora Ma­
ca lpine pretende dar de una procreación asexuada como de tina 
concepción "primitiva".!! 
El error de la señora "1acalpine se juzga por 10 demás, por 
el hecbo de que llega al resultado más opuesto a lo que busca. 
Al aisl:.lr un fantasm'-l en una dinámica que ella califi ca de 
intrapsíquica, según una perspectiva que abre sobre la noción 
de la transferencia , llega :d resultado de designar en )a incerti­
dumbre del psicóti co respecto de su propio se xo el punto sen­
sible donde debe ejercerse la intervención del ana lista, oponien­
do los felices efectos de esta intervención al olro, catas[rófico, 
constantemente observado, en efecto, en los psicóticos, de toda 
sugestió n en el sen tido del reconocimiento de una hornmexua­
lidad la tente. 
Ahora bien, la incertidumbre en lo que hace al sexo propio 
es preci sa mente un rasgo banal en la histeria, cuyas usurpacio­
nes en el diagnósti co denuncia la se ñora Macalpine. 
Es que ninguna formación imaginari a es específi ca, !:! ningu­
efecto esperado del lratamienlo !>Obre sm perturbaciones, así como en cl 
dcl adjetivo prolific con que traduce, ron:'lnc\olo mucho por Jo dcm¡'IS, d 
término ale mán: aHsgirlJig, aplicado al ~lIcño cn cueui6n . 
Pcro el término lo deliver, por ~u pan e, no es de d¡~cutirse en cuaJlIQ 
a Lo qlle traduce, por la simple razón de qne no hay nada que tradu cir. 
Nos hemos frotado los ojos antc el texco alemán. El verbo ha sido ~implc· 
menle o lvidado por el aU lor o por el tipóg rafo , y la señora Macalpille. en 
:S il e::;f uer:w de trad ucc ión nos lo ha rc, tilUido sin saherlo. ¡Cómo no e n­
conLra r bien merecida la dicha que la embarga más (arde al enco~ tdrse lo 
(an cODformc con sus <letcos! 
JI Macalp :nc , of>. ó t ., p. 301 Y pp. 379- ~80. 
'z Pregunta mos a la sei\ora Macalpinc (v. M~m()in ..., pp. 391·392) si 
la cifra 9, en cuanlO qne eslá implicada en d uraciones tan diversas como 
los plaws de 9 hor:ls, de 9 día ". de 9 me5I.."'S, de 9 ai'los, q ue nos hace surgir 
a la vuclta de todas 1;15 esq uinas de la allamncsis de l pacicnl €:. para voh·cr 
http:aisl:.lr
http:hipocondria.10
TRATAMIENTO POSIBLE. 01:: LA PSlCOSlS 528 
n a es determin a nte ni en la estructura, ni en la din ámi ca de 
un proceso. Y por eso se condena uno a errar una y otra vez 
cuando con la esperanza de al ca nzar las mejor, se de cide que 
impona un bledo la articulación simbólica que Freud descu­
brió a l mismo tiempo que e l inconsciente, y que le es e fectiva~ 
mente consustancial: es la necesidad de esta articulaci ón la que 
nos significa en su referencia me tódica al Edipo. 
5. ¿Cómo imputar a la señora Macalpine la fechoría de este 
desconocimiento, puesto que, por ha haber sido disipado, ha 
ido acrecentándose sin cesar en el psicoanáli sis? 
t sta es la razón de que por una parte los psicoanalistas se 
vean reducidos, para definir la escisión mínima, perfectamente 
exigible, entre la neurosis y la psicosis, a atenerse a la respon­
sabilidad del yo para con la rea lidad: que es lo que nosot ros 
llamamos dejar el problema de la psicosis en el slatu quo ante. 
Vn punto qu edab(\ sin embargo designado muy precisamente 
como el puente de la frontera entre los dos dominios. 
Han hecho incl uso de el el caso más desmesurado a propósito 
de la cuestión de la transferencia en la psicosis. Sería faltar a la 
caridad reunir aqu í lo que se ha didlO sobre ese tema . Veamos 
únicamente en ello la ocasión de rendir homenaje a l espíri tu 
de la se ñora lda Macalpine, cuando resume una posición per~ 
fectamente conforme con el genio que se despliega actualmente 
en el psicoaná lisis en estos términos: en suma los psicoa nafü.tas 
afirman eslar en situación de curar la psicosis en todos los casos 
en que no se tra ta de una psicosis. la 
Éste es el punto sobre el que Midas, legislando un día sobre 
las indicaciones del psicoanálisis, se expresó en estos términos: 
a encontrarla en la hora del reloj a la quesu angustia ha remitido el ini cio 
de la cura de suefio t:\'ocada más arriba, v hasta en la vacilación enfre 
4 y 5 días renovada varia" veces en un misnlo periodo de su re memoración 
personal, debe con ce bjr~e como formando pane como lal , es decir como 
símbolo de la l'elacióu imagi narla aislada por ella como fantasma d~ 
procreación. 
La pregunta interesa a todo el mundo, plles d ifiere del U!".O que hace 
Fl'eud en H is toria ele Ilrlf1 neuT{)sü infarlli( (El hOmbre de los lobos) d e la 
Corma de la cifra V que se supone conservada de la punta de la aguja 
sobre el reloj durante tina escena percih ida a la edad de un a lío y medio . 
para volver a encon lrarla en el ba(ir de a las de la mariposa, las pierna<: 
abiertas de una chica, etcfler:\. 
~ Leer op. cit., su introducción, pp. 13-19. 
TII.ATAMIENTO POSlllLE DE 1.. \ PS ICOSIS 529 
"¡Es claro que el psicoanálisis s610 es posible con un sujeto 
para quien hay un otro!" Y Midas atravesó el puente ida y vuel­
ta confundiendolo con un baldío. ¿Cómo hubiera podido ser de 
otro modo, puesto que no s(lb ía que all í estaba el río? 
El término otro. inaudito hasta entonces por e l pueblo psico-­
analista, no tenía para el Olro sentido que el murmullo de juncos. 
1lI . CON FRt:UD 
1. Es de llamar la mención que una dimensión que se hace sen­
tir como la de Otra·cosa en tantas experiencias que los hombres. 
viven, netamenle no sin pensar en ellas, antes bie n pensa ndo. 
pero sin pensar que pi ensan , y como Telémaco pensando en el 
gasto, no haya sido pensada nun ca hasta ser dicha congruente­
mente por ;lquello.;¡ a quienes la idea de pensamiento les da la 
'>eguridad de pensar. 
El deseo, el hast ío, el enclaustram iento, la rebeldía, la ora­
ción, la vigilia (qu isiera que se hiciese al to en és ta pu esto que 
Freud se refiere a ella expresa me nte por la evocación en la 
mitad de su Schreber de un pasaje del Zarat1/.s11·a de N ietzsche) ,14 
el pánico en fin están ahí para darnos testimonio de la dimen­
sión de ese Otro si ti o. y para Il ;ltuar sobre é l nuestra atenc ión~ 
no digo en cuanto simples es tados de {mimo que el piensala sca­
ll ando puede poner en su sitio, sino mucho más considerable­
mente en cuanto principios permanentes de la s organizaciones 
co leclivas, fuera de las cua les no parece que la vida humana 
pueela mantenerse mu cho tiempo. 
Sin duda no estcí. excl uido que el piensa-en-pensar más pen­
sable, pensando ser él mismo esa Otra-cosa, haya podido siem­
pre tolerar difícilmente eSa eventual competencia. 
Pero esa aversión se vuelve enteramente clara una vez hech a 
la juntura conceptua l, eu la que nadie había pensado todavía. 
de ese Otro sitio con el lugar, pre~ente para todos y ce rrad o a 
cada uno, donde Freud descubrió que sin que se piense, y por 
[o ta nto sin que ninguno pueda pensa r en él mejor que Olro, 
"el lo" piensa.15 " Ell o" piensa más bien mal, pero piensa duro: 
H Anles de la sa lida del sol, VOY Sorltlellall/gal/g: Al.so Jp-rach ZaratllllSlra, 
tercera parle. Es el 40. tanlO de esta tercera parle. 
l~ [f.a pen .~ e_ Expre~jón por exp re~ión, ser.ia mfu parecido el giro: "la co .~a 
piensa"; pero la palahra "co<;a" se prcstarfa a in {er pretacion~ totalmenle 
fuera ele lugar aquí: fa peme es una tspecic de jmpersona l, que cn español 
http:piensa.15
http:psicosis.la
530 TRATAMIE:NTO I'OSIBLE DF L.... PSICOSIS 
pues es en estos términos como nos anun cia el inconsciente: pen. 
samien tos que, si sus leyes no son del todo las mi smas que l<1s 
de nuestros pensamientos de tod os los días nobles o vulgares, 
están pe rfectamente a rti culados. 
No hay ya modo por lo ta nto de reducir ese Otro sitio a la 
forma imaginar ia de una nosta lgia , de un Pa ra íso perdido o 
futuro, lo que se en cuentra allí es el pa ra íso de los a mores 
infantiles. do nd e ¡baudelér<lme Dios l pasa cada cosa . . . 10 
Por lo de más¡ si nos quedara un (t duda, Freud nombró el 
lugar del in consciente con un término que le h abía ill1presio-. 
nad o en Fechner (el cual no es de ninguna manera en su expe. 
rimentalismo e l rea lista que nos 5ugieren nuestros manuales): 
cin andere Schauplatz, otro escenario; lo repite veinte veces 
en sus obras ina ugurales. 
Una vez que esta asper.'iión de agua fresca, así lo esperamos, 
ha reanimado a los espíritus, pasemos a la formula ción cient í. 
fi ca de la rela ción con ese Otro del sujeto. 
2. Aplicaremo'i, " para fijar las ideas" y las a lmas aquí e n pena, 
aplicaremos dicha relaci ón en el esqu ema J! ya presentado y 
"guí simplifit:a do: 
ESQUEMA J!: s • 
¡¡, L A 
que sign i fi ca que b condici ón del sujeto S (neurosis o psicosis) 
depende de lo que tiene lugar en el Olro A .· Lo que tiene lugar 
só lo poJda sugcJ ir.,>c con ull a eomaJlIeción sin SlIj(:IO. pero " pi c lI ~'a" a secas 
scria incompr<:nsih lc. n I 
16 (El aulor emplea un juego de palabras ligeramente di(cre lll(:: "/¡aude . 
/oi1'c d~ Die,,!" Las palab ras prccedc lIlés a luJen a la fra S(.· J c: BauJel ai re: 
" .. .l~ T I~T{ iJo1'odis des OlflOU TS en!olllines". TS1 
• [ R('cuérdc~c . en 10 que s igue. 10 d icho cn la "Nota del dircclor dc 1:1 
co lección ", al princi pio del lo mo 1, accrc:a de la .. A )' l a .~ a. inicialc... (le 
A ul, 1't~ (= O Lro) y (/u l re (= ol-ro), promovÍt1:l~ por Lac:an a la condición 
d e sigilOS algebraicos. AS] 
l'IVoTAMIENTO I'OSIOLE DE LA PSICOS IS 531 
allí es art iculado como un disc urso (el inconscie nte es el dis· 
Curso del Otro) , del que Freud buscó primero definir la sintax is 
por los trozos que en momentos privilegiados, sueilos, lapsus. 
rasgos de ingenio, nos llega n de él. 
En ese discurso ¿cómo se interesaría el sujeto s¡ no fu ese parte 
interesada? Lo es, en efecLO, en cuanto que está es tir~do en los. 
<.:uatro puntos del esquema: a sa ber S, sU inefable y es túpid a 
exis tencia, a, sus obje tos, a') su yo, a saber lo que ~e refleja d e 
su form a en sus objetos, y A el luga r desde donde puede plan­
[eársel e la cues tión de su exislencia. 
Pues es una verda d d e experiencia para el an ál isis que se 
plantea para e l sujeLO la cuest ión de su existencia no ba jo la 
especie de la <l ngusü a que susó[a en el nivel de l yo y que no 
es m ás que un eleme nto de su séquito, si no en <.:ua n to pregun ta 
¡uticul ada: "¿Qué soy ahí?", referente a su sexo y su cominge n. 
cia en el ser, a saber que es h ombre o mujer por una parte. por 
otra parte que podría no ser, ambas conj ug'd ndo su misterio, y 
an udándolo en los símbolos de la procreación y de la muerte. 
Que la cuestió n de su existencia baña al suje to, lo sostiene, lo 
invade, incluso lo desgarra por todas pa rtes, es cosa de la que 
las tensiones, los suspensos, los fantasmas con q ue el ;:ma lisla 
tropieza le dan fe; y aun falta decir que es a título de e:ementos 
del discurso particular como esa cuestión en el Otro se articula. 
Pu es es porque esos fenómenos se ord enan en las fi guras de ese 
discurso por lo que tienen fij eza de síntomas por lo que son 
legi bles y se resuelven cua ndo son descifrados. 
~. H ay que in sisti r pues en que esta cuestión no se presenta en 
el inconsciente como ine fable, en que esa cuest ión es allí un 
cuestion amiento, o sea: q ue antes de todo a nálisis es tá ar ticulada 
allí en elementos discretos. Esto es capital, pues esos elemen tos 
son los que el aná li sis lingüíst ico nos orde na aislar en cua nto 
sign ifi cantes. y que vemos captados en su función en es tado puro 
en el punto a la vez más inverosímil y más verosímil: 
- el m ás inverosími l, puesto que sucede que su cadena subsis· 
te en un a alteridad respecco del suje to, tan radica l como la de los 
jeroglíficos todavía indescifrables en la soledad del desierto; 
- el más veros ímil , porque sólo allí puede aparecer sin ambi· 
güedad su fun ción de inducir en el signifi cado ]a significación im­
ponién dose su es tructura. 
Pues ciertamente los su rcos que abre el significante en e l 
532 TR,JHAMIEN"ro l 'OS I8LE DE LA PSICOSIS 
mundo real van a buscarpara ens.ancharlas las hi ancias que 
le ofrece como ente, hasta el pUIlto de que puede subsistir una 
ambigüedad en cuanto a captar si el significa nte no sigue en 
ellas la ley del signifi cado. 
Pero no sucede igu al en el nivel del cuestionam iento no del 
lugar del suje to en el mundo, !\ ino de su existencia en cuanto 
sujeto, cuestionamiento que, a partir de él, va 'a extenderse a su 
relación intramundana con los objetos, y a la existencia del 
mundo en cuanto que puede tambi én ser cuestionada más allá 
de su orden. 
4. Es capita l comprobar en la experiencia del Otro in consciente 
en la que nos guía Fre ud que la cuestión no encuentra sus li­
neamientos en proLQffiorfas profusiones de la im agen, en intu­
me~cencias vegetativas, en fra nj as anímicas que irradiasen de 
las palpitaciones de la vida. 
Ésta es toda la diferencia de su orientación respecto de la 
escuela de Jung que se apega a ta les formas: Wandlu.ngen de,. 
libido, Esas forma s pueden ser promovidas a l primer plano de 
una mánti ca, pues pueden producirse por medio de 1as técni cas 
adecuadas (promoviendo las creaciones imaginarias: ensoñacio­
nes, dibujos, etc.) en un emplazamiento ubicable: esto se ve en 
nuestro esquema, tendido entre a ya', o sea en el vejo del espe· 
jismo narcisista, eminentemente apropiado para sostener con 
sus efectos de seducción y de captura todo Jo que viene a refle­
jarse en él. 
Si Freud rechazó esa mántica , fu e en el punto en que el1" 
desatendía a la función directora de una articulación signifi­
cante, que toma su efecto de su ley interna y de un material 
sometido a la pobreza que le es esenciaL 
Del mismo modo que en la med ida elllera en que ese esti lo 
de articulación se ha mantenido, por la virtud del verbo freu­
diano, inc1uso desmembrado, en la comunidad que se pretende 
ortodoxa, en esa medida subsiste una diferencia tan profunda ' 
entre las dos escuelas, au n cuando en e l punto en que es tán las 
cosas, ninguna de la s dos es té capaci tada para formular su razón, 
Gracias a lo cual el nivel de su prácti ca mostrará pronto redu­
ci rse a la distancia de los modos de en soñación de los Alpes y 
del Atlántico. 
Para volver a la fórmula que había gustado tanto a Freud en 
boca de Charco t, "esto no impide existir" a l Otro en su lugar A_ 
IJV. r ,\MIF;N'ro POSIllI.F. DE LA PSICOSIS 533 
Pues quitadlo de a llí, y el hombre no puede ya ni Siquiera 
1. (I~ tenerse en la posición de Narciso. El án ima, como por el 
d ecto de un e lástico, vue lve a pegar~e al animus y el animus al 
:1I1imal, el cual en tre S y a sos tiene con su Umwe lt " relacion es 
exteriores" sensiblemente más estrechas que las nuestras, sin 
(llIe pueda decirse por Jo demás que su relación con el Otro 
M'a nula, sino únicamente que no se nos presenta de otro modo 
que en esporádicos esbozos de neurosis. 
rí, La J! del cuestionamiento del sujeto en su existencia nene 
lllla estructura combi natori a que no ha y que confundir con su 
:Ispecto espacial. Como tal, es cie rtamente el signifi cante mi smo 
'lue debe articularse en el Otro, y especialmente en su topolo~ 
gía de cuaternario. 
Para sostener esta estructura, encontramos los tres significan­
tes en que podemos identifi car al Otro en el complejo de Edipo. 
Ras tan para simbolizar las significaciones de la reproducción 
~exuada, bajo los significantes de relación del amor y de la 
procreación, 
El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, 
como tal preduida en e l sistema y que sólo bajo el modo del 
muerto entra en el juego de los significantes, pero que se con­
vierte en el sujeto verdadero a medid i:l que ese juego de los 
significantes va a hacerle signi ficar. 
En efecto, ese juego de los signifícantes no es inerte, puesto 
que está animado en cada partida panicular por lada la histo­
ria de la ascendencia de los o tros reales que ]a denominación 
de los Otros signifi ca ntes implica en la contemporaneidad del 
Sujeto, M[is aún, ese juego, en cuanto que se in stiLU ye en regla 
más allá el e cada partida, e~tructura ya en el sujeto las tres ins­
tancias: yo (ideal), realidad, superyó, cuya determinación serú 
la obra de 1a segunda tópica freudiana, 
El sujeto por otra parte entra en el juego en cuanto mueno, 
pero es como vivo como va a jugar, es en su vida donde tiene 
que tomar el color que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará 
utilizando un set de figuras imaginarias, se leccionadas entre las 
formas innumera bles de las relaciones anímicas, y cu ya elección 
implica ciena arbitrariedad , puesto que para recubrir homoló­
gicamente e l ternario simbólico, debe SeT numéricamente re­
ducido. 
Para ello, la relación polar por la que la imagen especu lar 
5~ TRATAMIE.NTO POSIIlLE DE LA I'SICOSIS 
(de la relación narcisista) está ligada como unificanle al con­
junto de elemen tos imaginarios llamado del cuerpo fragmen­
tado, proporciona una pareja que no es tá solamente preparada 
por un a conveni encia natural de desarrollo y de estructura para 
servir de homólogo a la relación simbólica Madre·Niño. La 
pareja imaginaria del es tadio del espejo, por lo que manifiesta. 
de contranatura, si hay que referi rla a una prematuración es­
pecifi ca del nacimiento en el hombre, resulta ser adecuada para 
dar al triángulo imaginario la base que la relación simbólica 
pueda en cierto modo recubrir. (Ver el esquema R .) 
En efecto, es por la hiancia que abre esta prematuración en 
lo imaginario, y donde abundan los efectos del estadio del es­
pejo, como el animal humano es capaz de imaginarse mortal, no 
que pueda decirse que lo podría sin su simbiosis con lo simbó­
li co, sino más bien que sin esta hiancia que lo e najena a su pro­
pia imagen no hubiera podido producirse esa simbiosis con le> 
simbóli co en la que se constituye, como suje to a la muerte . 
6. El tercer término del ternario imagi nario, aquel en el que 
el sujeto se identifi ca opuestamente con su ser de vivo, no es. 
otra cosa que la imagen fálica cuyo develamiento en esa función 
no es el menor escándalo de1 descubrimiento freudiano. 
E$QUEMA R: 
I 
I 
I 
O¡; 
A 
¡•Irs-------.A'1lilllilllllllll"¡IIiVl M 
p 
In scrib amos aquí desde ahora, a titulo de visualización con­
ceptual de este doble ternario, lo que I1amaremos consigui en­
temente el esquema R, y que representa las líneas de condicio­
namiento del pereeptum, dicho de o tra manera del objeto. por 
535TRA.TAMIENTO POStBLE. DE LA PSICOSIS 
cuanto estas líneas circunscriben el campo de la realidad, muy 
lejos de depender únicamente de él. 
Así, si se consideran los vértices del triángulo simbólico: 1 
como ideal del yo, M como el signifi cante del objeto primor­
dial , y P como la posición en A del Nombre-del-Padre, se puede 
captar cómo el prendido homológico de la significación del 
sUjeto S bajo el significante del falo puede repercutir en el 
sostén del campo de la realidad, delimitado por el cuadrángulo 
Miml . Los otros dos vértices de éste, i, y m, representan los dos 
términos imaginarios de la relación narcisista, o sea el yo y la 
imagen especular. 
Pueden si tuarse así de i a 11, o sea en a, las extremidades de 
los segmentos Si, Sal, Sa 2, San, SM, donde colocar las figuras del 
otro imaginario en las relaciones de agresión erótica en que se 
realizan -ígualmente de m a l, o sea en a', las extremidades de 
segmentos Sm, Sa']) Sa'z. Sa'n. SI, en las que el yo se identifica 
desde su Urbild especular hasta la identificación paternal del 
ideal del yo." 
l~ Ubicar en cste c~q u cma R el objcto (t cs intcl"e'lanlC para c, cl:lrccer lo 
Illle aporta cn el campo de I:l realidad (campo que.' lo lacha). 
Por mucJu insistcncia Ilue hayamos puesto m.is tarde tlcs:HrolJar( ' 1) 
- denunciando Ilue eslc O OlpO sólo fundolla ohtl1dJld()~c cnn la pallt:llfa 
del fanlao;ma- . esto exigc toda\' ia mucha atcnción . 
Tal vez hay interés en reconocer que en igmcitiramellt e cntonce~, pero 
perfet:lamcn lC legible p:lra. quien conoce la ((l11tinuaci6n, como es el caso 
si pretende apoyarsc en ello,lo que el esc¡ uema R p{)I] e (11 c\ idcnda cs 
un plano pro)'ecth·o. 
Especialmen te los PUll tos para los que 110 I)()f GI<; llali<1:ul (ni por juego) 
hcmos escogido b~ Ict ras con que se concsponden lit M, i '! eple )ion los 
-+ 
Ilue enm:! rcaron el úni co cortc v{ilido en este esquema (o se:! el corte mi, 
-> 
MI), ¡,,,lican .~llfjcicn lemente que e~te corte ai~la. en el campo ulla hall(1:l de 
Moeb ill .~ . 
Con lo cll a l ' est\\ dicho lodo , puesto que Clltolle!.!... ese rampo no (("l';t 
,¡jllo el 11Ip;:I fc enicllle cid fantasma del flue cstc corte da toda la es lnlClUra . 
Qucrcmo .. cll."C ir Illle sólo el cone n:\'ela b (, .. tr\lctura tic ];1 superficic 
('llIera fX'r poder dc.:s tac:ll' cn clla esos dos c1emellto .~ l1ctCrogéllos Illlc son 
(marcadm t'n llueSlro alguritmo [$ <> al dd (ant'l.~ma): el $. S lach~lIt::t. de 
101 b4tml.t que atJlli ha tIc e'spcr::Hse donde en erecto llega, es deci r recubrietl­
(lo el ca mpo de' §f dc la rc:tlidad, )' la a filie co rrespondc a los C:lOlpOS ~ y:S. 
E.~ pue" cn cuanlO re: prc.\Cllllote de la reprcsentación en el fl'lnlasma, cs 
decir como sujet.o ol'Íginalmell(c re primido, como d $, S taehat\o clel d c..((.'(), 
'iOporla allllí el campo ele la re:l.lidad, ~ ('ste \ólo se sosticne por Il cxtrac­
d611 del ohielll (1 qUt· sin cmhargo le tb o;u marco. 
Midiellllu por ("'caloncs, lOdoo; "ccloriaJizados tle una inlnt<¡ ión del único 
c lmpo J en el ca mpn !Ji, lo Cllal :-.<)10 ~c arti cula hiclI ell 1l1l e~t.r0 texto como 
decto Jd nll.]'ci ~ i .~mn , t¡ll cd:l pucs enteramenle excl uido 'lile Illleramos hacer 
http:1l1le~t.r0
536 TRATAMIENTO POSIBLE DE LA PSICOSIS 
Quienes siguieron nuestro seminario del año 1956-57 saben 
el uso que hicimos de l ternario imaginario aquí planteado, 
con el que el niño en cuanto deseado constituye el vé rtice 1, 
para devolver a la nodón de Relación de objeto,18 un tanto 
desacreditada por la suma de necedades que se ha pretendido 
ava la r estos últimos años bajo su rúbri ca, el capi tal de expe. 
riencia que le va legítimamen te ligada. 
Este esguema en efecto permite demostrar las rela ciones que 
se refi eren no a los estadi os preedípicos que por supuesto. no son 
inexi stentes, pero analíti came nte impensables (como la obra 
vacilante pero guiada de la señora Melanie Klein lo pone sufi­
cientemente en evidencia), sino a los . estadi os pregenitales en 
cuanto que se ordenan en la retroacción del Edipo. 
Todo el problema de las perversiones consiste en concebir 
cómo el niño, en su relación con la madre, relación constituida 
en el análisis no por su dependencia vital , sino por su depen­
dencia de su amor, es decir por el deseo de su deseo, se identi­
fi ca con el objeto imaginario de ese deseo en cuan to que la madre 
misma 10 simboliza en el falo. 
El falocentrismo producido por esta dialéctica es todo lo que 
habremos de retener aquí. Está por supuesto enteramente con­
dicionado por la intrusión del significante en el psiquismo del 
hombre, y es estrictamente imposible de deducir de ninguna 
armonía preestablecida de dicho psiquismo con la naturaleza 
a la que expresa. 
Ese efecto imaginario que no puede experimentarse como dis­
cordancia sino en nombre del prejuicio de una normatividad 
propia del instinto, ha determinado sin embargo la larga que­
rella, extingu ida hoy pero no sin estragos, referente a la natu­
raleza primaria o secundaria de la fase fálica. Si no fuer a por 
la extrema importancia de la cuestión, esa querella merecería 
nuestro interés por las hazañas dialécticas que impuso al doctor 
entrar de nuevo, por una puerta de alr-u cualqu iera , que esos efectos 
("sistema de la, identificaciones", leemos) puedan teóricamente fundar, de 
una manera cualquiera, la realidad. 
Quien haya seguido nuestras exposicione9 topológica:! (que no se justifi­
can por nada slno por la estructura por articular del fantasma) . debe saber 
bien que en la banda de Mocbius no hay nada mensurable que sea de 
retenerse en su estructura, y que !le reduce, como lo real aquf interesado, 
al corte mismo. 
E!ta nota es indicativa para el momento actual de nuest ra elaboración 
topológica (julio de 1966). 
a Titulo del seminario. 
587l 'RATAMIENTO P OSIBLE DE LA PSI COSIS 
Ernest Jones para sostener con la afirmación de su enter o acuer­
do con Freud una posición diametralmente contraria, a saber 
la que lo con vertía, con matices sin duda, en el campeón de las 
femin istas jnglesas avezadas en el principio de "a cada uno su": 
a los boys el falo, a las girls el c. .. 
7. Esta función imaginaria del falo Freud la develó pues como 
pivote del proceso simbólico que lleva a su perfección en los dos 
sexos el cuestionamiento del sexo por el complejo de castra ción. 
La actual relegación en la sombra de esta función del falo 
(reducido a l papel de objeto parcial) en el concierto analíti co 
no es sino consecuencia de la mistificación profunda en la que 
la cu ltura mantiene su símbolo; esto se entiende en el sentido 
en que el paganismo mismo no lo producía sino al término de 
sns más secre tos mi sterios. 
Es en efecto en la economía subj etiva, tal como la vemos go­
bernada por el inconsciente, una significación que no es evoca~ 
da sjno por lo que llamamos una metáfor a, precisamente la me­
táfora pa tern a. 
y esto nos trae de nuevo, puesto que es con la señora Maca l ~ 
pi ne con quien hemos escogido dialogar, a su necesidad de re­
ferencia a un "heliolitismo", con lo cual pretende ver codifi­
cada la procreación en una cultura preedípica, donde la fun ­
ción procreadora del padre sería eludida. 
Todo lo que podremos adelantar en este sen tido, f·ea bajo la 
forma que sea, no harlI sino poner más en valor la función de 
significan te que condiciona la paternidad . 
Pues en otro debate de los tiempos en que los psicoanalistas 
se intenogaban todavÍ<t sobre la doctrina. el doctor Ernest 
Jones. con una observación más pertinente que antes, no aportó 
un argumento menos inadecuado. 
En efecto, con respecto al estado de las creencias en alguna 
tribu australiana, se negó a admitir que ninguna coIectivid:!d 
de hombres pueda desconocer el hecho de experien cia de que, 
sa lvo excepción enigmática, ninguna mujer da a luz sin haber 
tenido un coito, ni siquiera ignorar el lapso requerido de ese 
a ntecedente. Ah ora bien, ese crédito que nos parece conced ido 
de manera por completo legítima a las capacidades humanas 
de observación de lo real es muy preci samente lo que no tiene 
en la cuestión la menor importancia. 
Pues si 10 exige el contexto simbólico, la paternidad no de­
538 TRATAMIENTO P05IULE DE LA PSICOSIS 
jará por ello de ser atribuida al encuentro por la mujer de un 
espíritu en tal fuente o en tal monolito donde se supondrá 
que reside. 
Esto es sin duda lo que demuestra que la a tribución de la 
procreación al padre no puede ser efecto sino de un puro sig. 
nificante, de un reconocimiento no del padre rea l, sino de Jo 
que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre-del­
Padre. 
No hay por supuesto ningun a necesidad de un significante 
para ser padre, como tampoco para estar muerto, pero sin signi­
ficante, nadie, de uno y ele otro de esos estados de ser, sabrá 
nunca nada. 
R ecuerdo aquí para uso de aquellos a quienes nada puede 
decidir a buscar en los textos de Freud un com plemento a las 
luces que sus monitores les dispensan con qué insistencia se en. 
cueurra en ellos subrayada la afinidad de las dos relaciones s ig~ 
nificantes que acabamos de evocar, cada vez que el suj eto neuró. 
tico (el obsesivo especia lmente) la manifiesta por la conjunción 
de sus temas. 
Cómo no ha bria de reconocerla Freud, en efecto, cu"ndo ]a 
necesidad de su reflexión le ha llevado a ligar la aparición del 
significante del Padre, en cuanto autor de la Ley, con la muerte, 
incluso con el asesinato del Padre -mostrando así que si ese 
asesina to es e l momento fecundo de la deud a con la que el 
sujeto se liga para toda la vida con la Ley, el Padre simbóli co 
en cuantoque significa esa Leyes por cierto el Padre muerto. 
IV. POR EL LADO DE SCHREDER 
1. Podemos ahora entrar en la subjetividad del delirio de 
Schreber. 
La signi fi cación del falo , hemos dicho, debe evocarse en lo 
imagin ario del suje to por la metáfora paterna. 
Esto tiene un sentido preciso en la economía del significante 
del que sólo podemos aquí recordar la formalización, bien co­
nocida de quienes siguen nuestro semina ri o de este año sobre 
las formaciones del inconsciente. A saber: fórmula de la metd~ 
fom, o de la sustitución significante: 
s 
-~S (1)f _ 
$' x • 
TR....;r.... ~,H.ENTO POSlBLE DE L.... PStCOSt S 539 
donde las S mayúsculas son significantes, x la significación des­
conociua y s el signifi cado inducido por la metMora, la cual 
consiste en ' la sustitución en la cadena significante de S a S'. La 
elisión de S', representada aquí por su tachadura, es la condi~ 
ción del éxito de la metáfora. 
Esto se aplica as í a la metáfora del Nombre-del-Padre, o sea 
a la metáfora q ue sustituye este Nombre en el lugar primera­
mente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre, 
Noml )l"c·(\cl·Pa( \r(' Deseo de la Madre 
-? Nombrc·(\C(-l'ndrc 
( A ) 
__ 
Deseo d e la Madre Signirk;Hlo al ,~uict(l Falo 
Tratemos de concebir ahora una circunstancia de la poslclO n 
su bjet iva en que, al llamado del Nombre.del-Padre respond a, 
no la ausencia del paure real, pues esta ausencia es más que 
compatible con la presencia del significante. sino la carencia 
del sign:ficante mismo. 
No es ésta una concepción a 1" que nad a nos prepare, La 
preseucia del ~ ign¡[ic"nte en el Otro es en efecto una presencia 
cerrada al sujeto por lo general, puesw que por lo general es en 
estado de reprimido (vcl'driíngt ) corno persiste allí, como de 
allí insiste para representarse en el signifi cado, por su automa­
tismo de repetición (Wiederholungs!wang). 
Extraigamos de varios textos de Freud un término que está 
en ell os lo bastante articu lado como para hacerlos injustifi ca­
bles si ese término no designa allí una fun ción del inconsciente 
distinta de lo reprim'do. Tengamos por demostrado lo que fue 
e l cora7.6n de mi seminario sobre las psicosi s, a saber que este 
Lámina se refiere a la implicación más necesaria de su pensa­
miento cuando se mide en e l fen ómeno ue la psicosis: es el 
término Ven.vcrfung. 
Se art icula en ese registro como la ausencia ue esa Beja.hung, 
o juicio de "tribudón, que Freud establece como precedente 
necesa rio ue toda apli cación posible de l;:¡ Verneinu.ng, que le 
opone como juicio de existencia: a la vez que touo el artícu lo 
en el que dest;:¡ca esa Venuinung como elemento de la expe­
riencia analítica demuestra en ella la confesión del significante 
mismo que ella anula. 
Es pues también sobre el significan~e sobre el que tiene efecto 
la lJejahung primordial, y otros textos permiten reconocerlo, 
y concretamente la carta 52 de la correspondencia con Fliess, 
http:Verneinu.ng
http:cora7.6n
54{) 
TRATAMIENTO POSIDLI: DE LA PSICOSIS 
donde es ais lado ex presamente en cuanto término de una per­
cepción original bajo el nombre de signo, Zeichen. 
La Verwcrfung será pues considerada por nosotros como pre­
cl usión del significante. En el punto donde, ya veremos cómo, 
es llamado el Nombre-ciel-Padre, puede pues responder en el 
Otro un puro y simple agujero, el cua l por la carencia del efe cto 
metafórico provocará un agujero correspondiente en e l Jugar 
de la signifi cación fál ica. 
Es la única forma en que nos es posi ble concebir aquello 
cuyo desenl ace nos presenta Schreber como el de un daño que 
no es tá capacitado para develar sino en parte y en el qu e, nos 
dice, con los nombres de Flechsig y de Schreber, el término 
"asesinato de almas" (See lcnmord: S. 22·n) desempeña un pa­
pel esencia1.19 
Está claro que se tfa ta aquí de un desorden provocado en la 
juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto, y la 
censura que mutila el tex to antes de la adición que Schreber 
anun cia a las expli caciones bastan te desviadas que inten tó de su 
procedimien to deja pensar que asociaba en él al nombre ue per­
sonas vivas, hechos cu ya publicación difícilmen te toleraban las 
convenciones de la época . Ase, el capítulo siguien te fal ta por 
entero, y Freud, para ejercer su perspi cacia, tuvo que conten­
tarse con la alusión al Fausto) al Frcischütz y al M anfredo de 
Byron, obra es ta última (de la que supone está tomado el nom­
bre de Ahúman, o sea de una de las apofanías de Dios en el 
delirio de Schreber) que le pareció recibir en esa referencia 
todo su valor de su tema: el héroe muere por la maldición que 
hace caer sobre él la muerte del objeto de un incesto fraterno. 
En cuanto a noso tros, puesto que con Fre ud hemos escogido 
confiar en un tex to que, con la salvedad de esas mutil aciones, 
sin duda lamentables, sigue siendo un documento cuyas garan­
11 He aq uf el lexto: Einleitend ha be ieh daw zu bemerlr.en, do.ss bei der 
Genesis der belrelfenden Etllwieklung deren ersle Anfange weil, vielleicht 
bis zum 18. Jahrhundert luTÜek.reichen) einertheils die Na men Flechsig und 
Schreber [subrayado por nosotros] (wahrseht:inl ich nicll t in der BeJehran­
hu,ng auf je ein lndividu1IIn der betreffenden Familien) urrd andernth eils 
der Begriff des Seelenmords (en "Sperrdruck" en el tex lo) eine Hauplrofle 
Jpiele7J. [A ma nera de introducción. debo señalar al respecto que en la gé­
nesis de este proceso, cuyos orígenes se remontan mn y a lrás, lal \,ez hasta 
el siglo X\llll, desempeñan nn papel fundamental. por una parte, los nomo 
bres de Flechsig y de Schreber (probablemente no limitados a un individuo 
de cada una de las respecti vas famili as) y, por otra, el concepto de almicidio. 
Op. ei l., p. 29. AS) 
TRATAMIENTO POSIBLE OE LA P SICOSIS 541 
tías de cred ibi lidad se igualan con las más elevadas, será en la 
forma más desarrollada del delirio con la que el libro se con­
funde en la que nos aplicaremos a mostrar una estru ctura que 
mostrará ser semejante al proceso mismo de la psicosis. 
2. En esta vía, comprobaremos con el ma tiz de so rpresa en 
que Freud ve la connotación subj etiva del inconsciente reco­
nocid o, que el delirio despliega toda su tapicería alrededor del 
poder de creación atribuido a las palabras de las q ue los rayos 
divinos (Gott esstrahlen) son la hipóstasis, 
La cosa empieza como un leit~motiv en el primer capítulo: 
donde el autor primeramen te se detiene en lo que el ac to de 
hacer nacer un a existencia ue la nada tiene de chocante para 
el pensamiento por con trariar la evidencia que la experiencia 
le proporciona en las transformaciones de una materi a en la 
que la rea lidad encuentra su sustancia. 
Acentúa esa paradoja con su contraste con las ideas con que 
es tá más familiarizado el hombre que nos certifica que es él, 
como si hiciera h ita: un alemán gebildet de la época wilhel mi­
ni ana, a li mentado <.le metacientificismo haeckeliano, en apoyo 
de lo cual proporciona una lista de lecturas, ocasión par a n os~ 
otros de comp le tar, remitiéndonos a él, lo que Gavarni llama 
en a lgún si Lio una prepotente idea del H ombre.2o 
Es incluso en esa paradoja sometida a reflexión de la intru­
sión de un pensamiento para él hasta entonces impensable don~ 
de Schreber ve la prueba de que ha debido pasar algo que no 
viene de su mente: prueb a a la cual, al parecer, s610 las peticio­
nes de pri ncipio destacadas más arriba en la posición del psi­
quiatra nos uan derecho a resisti r. 
3. Dicho lo cua l, atengámonos por nuestra parte a una secuen­
cia de fenómenos que Schreber establece en su decimoquinto 
ca pítulo (S. 204-215) . 
Sabemos en este momento que el sostén de su partida en el 
juego forzoso del pensamiento (Denkzwang) al que le constriñen 
las pa labras de Di os (v. supra, 1-5) tiene una prenda dramá­
:xl Se trata principalmente de la Nalürlich e SehO'pfungsgeschichtt! del doc­
tor ErnSl Haf(kel (Berlín , 1872). y de la Urgesehichle der Men sehheil deQuo Casari (Brockhau.i, Leipzig, 1877). 
http:ombre.2o
http:bemerlr.en
http:esencia1.19
542 
TRATA.Mll!.NTO POSIBLE DE LA PSICOSIS 
tica que es que Dios, cuyo poder de desconocimiento veremos 
más adelante, considerando al sujeto como aniquilado. tirado 
o plantado (Iiegen lassen), amenaza sob re la que volveremos 
después. 
Que el esfuerzo de réplica al que el suj eto q ueda pues sus­
pendido así, en su ser de sujeto, llegue a faltar por un momento 
de Pensar-en-nada (Nichtsdenken), que parece ser ciertamen te 
el más humanamente exigible de los reposos (Schreber dicit) , 
y he aquí lo que ocurre según él: 
1. Lo que él llama el milagro de a ullido (Brüllenwunder) , 
grito arrancado de su pecho y que Je sorprende má s allá de 
toda advertencia. ya esté solo o ante una concurrencia horrori­
zada por la imagen que le ofrece de su boca de pronto abierta 
ante el indeci ble vado, y a la que abandona el puro que un 
instante an tes estaba fijo en ella¡ 
2. La llamada de socorro ("H ülte" ruten), emitida desde los 
"nervios divinos desprendidos de la masa", y cuyo lono que­
jumbroso se motiva por el mayor aleja miento al que se re tira 
Dios; 
(dos fenómenos en que el desgarramiento subje tivo es bas­
tante indi scernible de su modo significante, para que no insis­
tamos más) ; 
3. La eclosión próxima, o sea en la zona OCulta de l ca mpo 
p erceptivo. en el p as illo, en el cuarto vecino, de manifestacio­
nes que, sin ser extraordinarias, se imponen al sujeto como pro­
ducidas intencionalmente para él; 
4. La aparición en el siguiente escalón de Jo lejano, o sea 
fu era del alcance de los sentidos, en el parque, en lo Tca l~ de 
creaciones milagrosas, es decir recientemente creadas, creaciones 
de las que la señora Macalpine observa finamente que pertene­
ce siempre a especies volantes: p ájaros O insectos. 
Estos ú ltimos meteoros del delirio ¿no aparecen como el ras­
tro de una estela, o como un efecto d e franja, mostrando los dos 
tiempos en que el significante que se ha callado en el ~uje to, 
de su noche hace brotar primero un fu lgor de significaci6n en 
la superficie de lo rea l, luego iluminarse a lo rea l con una ful­
guración proyectada desde debajo de su cimien to de nad a? 
Así, en la cuspide de los efectos alucinatorios, esas criaturas 
que, si quisiéramos aplicar con todo rigor el criterio de la a pa­
rición del fen Ómeno en la Tealtdad~ merecerían ellas solas el 
título de a lucinación , nos recomiendan reconsidera r en su soli-
TJlATAM IE NTO POS IBLE DE LA PS ICOSIS 543 
daridad simbóli ca el trío del Creador, de la Cri atura y de lo 
Creado, que aquí se desprende. 
·1. Es d e la posición del Creador, en efecto, de donde nos remon­
taremos a la de lo Creado, que subj etivamente la crea. 
Ú nico en su Multiplicidad, Múltiple en su Unid ad (tales son 
los atributos, que se unen a los de H eráclito, con que Schreber 
10 define), ese Dios, desmultiplicado en efecto en un a jerarquía 
de re inos que, por sí sola, merecería un estudio, se degrada en 
seres birladores d e identidades desanexadas. 
Inmanente a esos seres, cuya ca ptura por su inclusión en el ser 
de Schreber amenaza su integridad, Dios no deja de tener el 
soporte intuitivo de un hiperespacio, en el que Schreber ve 
incluso a las transmisiones significantes dirigirse a 10 largo de 
hil os (Faden) , que materializan el trayecto parabóli co segú n el 
cual entran en su cráneo por el occipucio (S. 3l5-P. S. v). 
A la vez, a la medida del tiempo, Dios deja bajo sus mani­
festaciones extenderse cada vez más lejos el campo de los seres 
sin inte ligencia, de los seres que no saben ]0 que dicen, de los 
seres de va nidad . tales como esos pájaros tocados del milagro, 
esos pájaros parlantes, esos ves tíbulos del cielo (Vorhote des 
Himmels) , en que la misogini a de Freud detect6 al primer vis­
tazo las ocas blancas que eran las muchach as en los ideales de 
su época, para verlo confirmado por los nomhres propios21 que 
e l sujeto más lejos les da. Digamos solamente que son para nos­
otros mucho más representa ti vas por el efecto de sorpresa que 
provocan en ellas la simil ar idad de los vocablos y las equivalen 
cias puramente homofónicas a las que se confían pa ra su em­
p' eo (Santiag-o = Carthago, Chinesenthum = Jesum Christum, 
e tc., S. 2 l0-xv). 
En la misma medida, el ser de Dios en su esencia se re tira 
cada vez más lejos en el espacio que lo condiciona, retirada que 
se intuye en la creciente lentitud de sus palabras, que llega 
hasta la escansión de un dele treo farfu liante (S. 223-xvl) . De 
tal modo que con sólo seguir la ind icación de este proceso, ten­
dríamos a ese Otro único al que se articula la existen cia del 
sujeto por adecuado sobre todo para despejar los luga res (S. 
2l La rel ación del UOrnbre propio con la VOl ha de situarse en la es tructura 
de doble vertiente del lenguaje hacia el mensaje y hacia el cód igo, a la 
que ya nos hemos referido. Vid~ l, 5. Es ella la que decide del carác ter de 
rasgo de illgenio del juego de palabras sobre el nombre propio. 
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544 	 TRATAMIENTO POSIIlLE. DE LA PSICOSIS 
n ota del 196-XIV) donde se despliega el susurro de las palabras, 
si Schreber no tuviese cuidado en informamos por añadidura 
que ese Dios está precluido de todo otro aspecto del intercam­
bio. Lo hace excusándose, pero, aun lamentándolo, no tiene más 
remedio que comprobarlo: Dios no es solamente impe rmeab le 
a la experiencia; es incapaz de comprender al hombre vivo; 
sólo lo capta por el exteri or (que parece cierta menle ser en 
efecto su modo esencial); toda interioridad le es tá cerrada. Un 
"sislema de notas" (A u{schl-eibes)'stem) donue se conservan 
actos y pensamientos recuerda, sin duda, de manera resbaladiza 
el carnet que llevaba el ángel de la guarda de nues tras infan ­
cias ca teq uizadas, pero más allá obselV'emos la a usencia de todo 
ras tro de sondeo de los riñones o de los corazones (S. 20-,). 
Así ta mbién después de que la purificación de las almas 
(Liiutenmg) haya abolido en ellas toda persistencia de su id en ­
tidad personal , todo se reducirá a la subsistencia eterna de ese 
pa rlolco que es el único por el que son conocibles para D ios 
las obras mi smas que construye la ingeniosidad de Jos hombres 
(S. 300-P . S. n) . 
¿Cómo no observar aquí que el sobrino-nielo del Zl ulor de las 
Novac species insectoru.m (Johann-Christi an -D iln iel von Schre­
ber) sub raya qu e ninguna de las cria turas de milagro es de 
especie nueva - ni añadir que al revés de la señora Maca lpine 
que reconoce en ell as a la Paloma que del regazo del Padre 
veh icul a hacia la Virgen el mensa je fecundo del Lagos, nos 
evocan más bi en la que el ilusionista h ace pu lular desde la 
abenufa de su cha leeD o de su manga? 
Por cuyo inte rmedio llegaremos finalmente a asombr:lrnos de 
que el sujeto presa de estos misterios no dude, por muy Creado 
que sea, ni de hacer frente con sus palabras a las emboscada s 
de un a cons ternante es tupidez de su Señor, ni de man tenerse 
a nte y contra la destrucción, que Je cree capaz de poner en obra 
para con él como para con cualquier otro, grac ias a un deredl o 
que le da lunda mento para ello en nombre de l orden del Uni­
verso (WeltoTdmmg) , derecho que, por estar de su lado, motiva 
este ejemplo único de la victoria de una cria tura a la que una 
ca dena de desórdenes ha hecho caer bajo el golpe de la "per ­
fidia" de su creador. (" Perfidia", la palabra sallada no sin 
reservas, está en francés: S. 226-xvI.) 
¿N o es ésta una extraila contrapr\ rtida de la creación conti­
nuada de l\1alebranche, ésta de lo creado recalcitrante. que se 
TRATAMLENTO POS'. BLE DE LA PSICOS1S 
man tiene contra su caída por el solo sostén de su verbo y por 
su le en la palabra? 
Bien valdría esto qu e se diera o tra manita a los autores del 
bach illera lo de lilosofí a, entre los cuales hemos desdeñad o ta l 
vez demasiado a los que están fuera de la linea de la prepara­
ción del monigote psicológlco en el que nuestra época encuentra 
la medid

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