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NeuRociRugíA / Basso594 V as cu la r expectativa de vida del paciente. Para cada episodio de sangrado, la tasa de mortalidad se encuentra entre el 10 y el 15% y la morbilidad entre el 20 y el 30%. 31 Con excepción del primer año luego del sangrado, la tasa de sangrado anual es igual para lesiones con o sin ruptura previa. Ondra y col. publicaron en 1990 un estudio pros- pectivo sobre 166 pacientes con diagnóstico de MAVs sintomáticas no tratadas, con un seguimiento por un período medio de 23,7 años. La tasa anual de sangra- do fue de 4%, con una mortalidad de 1% y una tasa combinada de morbilidad y mortalidad de 2,7%. El intervalo promedio entre la primera presentación y la hemorragia ulterior fue de 7,7 años. Los autores no observaron diferencias en la incidencia de sangrado y muerte ante el antecedente o no de sangrado previo. La revisión de esta serie mostró que el 23% de los pa- cientes habría muerto por el sangrado de una MAV. 25 Las MAVs no son lesiones estáticas y, dadas sus propiedades hemodinámicas, pueden variar el tamaño y la configuración morfológica en el tiempo. Waltimo realizó el seguimiento de 21 MAVs en un período de 3,5 años y encontró que 12 habían incrementado su tamaño, 8 no habían variado y una sola había dis- minuido. 39 La tendencia de las MAVs a aumentar de tamaño, en especial en pacientes jóvenes, es un factor que deberá ser tenido en cuenta en la historia natural de esta malformación, dado que puede resultar en un deterioro neurológico y en la necesidad de un tratamiento a futuro. 36 No obstante, el riesgo de sangrado no es exacta- mente igual para todas las MAVs. Algunos factores anatómicos y angiográficos pueden incrementar el riesgo y deben ser tenidos en cuenta en el momento de decidir una conducta terapéutica. Múltiples estudios demuestran que el riesgo de sangrado es mayor en las MAVs más pequeñas en comparación con aquellas más grandes. Uno de los fundamentos de esta ase- veración surge de observar que las MAVs pequeñas se presentan en forma más frecuente con sangrado y menos con otros síntomas. La explicación se basa en la presencia de mayor número relativo de aferencias con una mayor presión en consencuencia. 12, 33, 34 Otras características asociadas al aumento del ries- go de sangrado son: las lesiones de alto flujo, la presen- cia de aneurismas intra o extranidales y la presencia de estenosis en la vena de drenaje. 19 Se observan aneurismas intracraneanos en el 10% de los pacientes con diagnóstico de MAV. 3 La mayoría de los aneuris- mas se hallan en arterias relacionadas con la MAV, ya sea en forma anatómica o hemodinámica. En caso de sospechar que la causa de sangrado es el aneurisma, deberá ser tratado en primer lugar, seguido luego por el tratamiento de la MAV. De lo contrario, la MAV es tratada inicialmente y, en caso de ser posible, se clipa en aneurisma durante el mismo procedimiento. 20 Componentes de las malformaciones arteriovenosas Las MAVs están compuestas por tres tipos de estruc- turas: nido, arterias aferentes y venas de drenaje. Nido: Consiste en una red de vasos displásicos caracterizados por la fragilidad de sus paredes, con áreas de dilatación focal que constituyen los sitios de sangrado de las MAVs. 20 En general los nidos son compactos, presentan márgenes definidos y están separados del parénquima cerebral adyacente por te- jido gliótico que puede contener hemosiderina. No se observa parénquima cerebral normal entre los vasos que forman el nido de la MAV debido a la displasia de lecho capilar. No obstante, no se conoce la distancia exacta entre la malformación y el parénquima normal y puede variar de un caso a otro. En algunos casos, existe evidencia de presencia de tejido isquémico pe- rilesional como consecuencia del robo vascular. 7 A veces, el nido está pobremente definido e interpuesto con tejido nervioso gliótico sin presentar bordes, lo que impide diferenciar sus límites en relación al pa- rénquima normal. El tamaño del nido es un factor de dificultad técnica muy importante para el tratamiento. Cuanto más grande es el nido más difícil es realizar cualquier tratamiento. La localización del nido tam- bién juega un rol importante. Las MAVs superficiales son visibles con la sola exploración de la superficie cerebral y sólo comprometen la corteza cerebral. Las MAVs profundas no son visibles con la sola explo- ración de la superficie cerebral y se localizan en los surcos, cisuras (lateral, interhemisférica y transver- sa), sustancia gris y blanca profunda (ganglios de la base), cisternas, cuerpo calloso o intraventriculares. Es obvio que las malformaciones profundas son más difíciles de tratar quirúrgicamente, debido a que el campo quirúrgico es más estrecho y la identificación de las aferencias es más difícil, por lo que el control de sangrado intraoperatorio es más complicado. Según Yasargil 40, las localizaciones más frecuentes de las MAVs supratentoriales son lóbulo parietal (24,1%), lóbulo frontal (23,6%), lóbulo occipital (14,6%), ló- bulos insular y temporal (8,3%). En cambio, las MAVs profundas comprometen el sistema límbico (uncus, hipocampo, cuerpo calloso) en un 65,8% de los casos y el tálamo y los ganglios basales en un 17,4%. Arterias aferentes: Se las puede dividir en tres tipos: 1) arterias terminales, 2) arterias en pasaje y 3) arterias en pasaje que contribuyen a irrigar a la MAV. Las arterias terminales son ramas arteriales que llegan a la MAV, por lo que sólo irrigan la malformación. Las arterias en pasaje se relacionan con la MAV sólo porque pasan a su lado, pero no contribuyen en su irrigación. El tercer tipo de aferencia contribuye con la irrigación de la MAV pero también del parénquima adyacente. Es muy importante la identificación de estos tres tipos
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