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tipos de razonamiento bur

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tipos de razonamiento. 
Bur, R. y Martinez Frontera, L. (2017). 
 
PSICOLOGÍA DEL RAZONAMIENTO: DEDUCCIÓN, INDUCCIÓN, 
ABDUCCIÓN 
Ricardo Bur 
 
 ¿Somos lógicos? Nuestra forma de razonar y sus consecuencias: El viernes 6 
de mayo de 1987, un ferry repleto de pasajeros y vehículos sale del puerto Belga de 
Zeebrugge con destino a Dover, Gran Bretaña. En total suben a bordo 459 personas, a 
las que se les suman casi 150 vehículos, entre autos particulares, autobuses y camiones. 
Los termómetros indican cero grados y el mar está calmo. Es una tarde tranquila pero 
muy fría. Cuando comienzan las maniobras de salida del barco, (a las 18:05 horas), la 
mayoría de los pasajeros comienzan a acomodarse en la cafetería y a ocupar los 
espacios públicos del barco, pero nadie sospecha que minutos después, a las 18:25, 
unas trescientas toneladas de agua entrarán en la nave, hundiéndola en cuestión de 
minutos. De esa manera, el hundimiento del ferry “Herald of the Free Enterprise”1 se 
convertiría en uno de los desastres marítimos más graves sufrido en tiempos de paz 
por un barco de la marina británica, con un saldo de ciento ochenta y ocho personas 
fallecidas. 
Lo increíble es que semejante accidente, ocurrido a una de las naves más 
modernas del mundo perteneciente a una de las más prestigiosas empresas navieras de 
la isla, no se debió a “fallas técnicas”, (tal como lo demostrara meses más tarde un 
informe judicial), sino que fue producto de una sucesión de “pequeños fallos” 
humanos, que hicieron que el barco zarpara del puerto, por ejemplo, con sus puertas de 
proa totalmente abiertas, ya que la tripulación no las había cerrado antes de salir. Dichos 
“fallos”, sumados a la presencia de ciertas variables contextuales, como por ejemplo, la 
cantidad de carga que llevaba en ese viaje el ferry, bastaron para que el “Herald” se 
hundiera en las aguas heladas del Mar del Norte en cuestión de minutos a raíz del 
inmenso torrente de agua que entró por un agujero de 30 m2 que había quedado 
abierto en la parte delantera del barco. Pero, ¿Por qué nos interesa recuperar aquí esta 
historia? ¿Qué tiene que ver ese naufragio con la Psicología, y en particular, con la 
“Psicología del Razonamiento”? 
Ocurre que luego del juicio llevado a cabo en Londres a partir del 27 de abril de 
ese mismo año, después de investigarse el caso, resultó ser que los “fallos” de la 
tripulación que provocaron el hundimiento fueron al fin y al cabo, simples “errores de 
 
1 Los años ’80 sin duda pasarán a la historia como los del inicio del “paraíso neoliberal” en 
muchos lugares del mundo. Contextualizando brevemente los hechos, conviene recordar que 
las rutas de Ferry que cruzaban el Canal que unía Reino Unido con Europa no siempre fueron 
privadas, tal como lo son en la actualidad, sino que el servicio era prestado primordialmente por 
la empresa estatal Sealink UK Limited. Frente a esto, en los años ’80, y en consonancia con lo 
ocurrido en otros lugares, comienza en Gran Bretaña la campaña privatizadora de este servicio. 
Así, y tal vez de modo no demasiado sutil, la empresa británica naviera privada Townsend 
Thorensen comienza a bautizar sus buques con la fórmula “Free Enterprise” denominando a tres 
de sus flamantes y gigantescas unidades, (tenían capacidad para 1300 pasajeros cada una) con 
los arrogantes nombres de “Pride of Free Enterprise”, “Spirit of Free Enterprise” y “Herald of 
Free Enterprise” (el malogrado ferry que aquí nos ocupa). Finalmente, en 1984 la estatal Sealink 
UK Limited será privatizada, pasando a denominarse Sealink British Ferries. El accidente del 
Herald ocurrirá en 1987. 
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razonamiento” (o, con mayor precisión y como veremos más adelante, “una pequeña 
serie de inducciones falsas”). Veamos algunas2: 
Tripulante 
Maniobra 
efectivamente 
llevada a cabo 
Maniobra no realizada 
que debería haber 
llevado a cabo 
¿Por qué no llevó a cabo la 
maniobra 
correspondiente? 
Tipo de 
razonamiento 
puesto en 
juego 
2º 
Contramaestre 
Stanley 
 
Abre la puerta de 
proa para cargar los 
vehículos con destino 
a Dover (Gran 
Bretaña). 
Una vez cargados los 
vehículos, debía cerrar 
las puertas de proa 
antes de salir del 
puerto 
Se retira a su camarote a 
descansar. Supuso que su 
relevo, el Contramaestre 
Ayling iba a cerrar las 
puertas. 
Inducción 
1º Oficial 
Sabel 
 
Se ocupó de la carga 
de los vehículos. 
Creyó ver a Stanley 
dirigirse a cerrar la 
puerta 
Comprobar que 
efectivamente estaban 
cerradas las puertas del 
barco. 
Como era habitual 
encontrar las puertas 
cerradas, ya que 
generalmente alguien lo 
hacía espontáneamente, 
supuso que éstas 
seguramente ya lo estaban 
Inducción 
Contramaestre 
Ayling 
 
Releva a Stanley, y al 
abandonar la cubierta 
luego de cargados los 
vehículos, es 
consciente de que las 
puertas están abiertas 
Verificar que las 
puertas de proa estén 
cerradas antes de salir 
del puerto 
Como cerrar las puertas no 
era su trabajo se fue sin 
cerrarlas, ya que, supuso 
que otro tripulante lo 
haría. 
Inducción 
Capitán 
Lewry 
Ordena partir rumbo 
a Dover 
Controlar el buque en 
general (lo cual incluye 
que estén cerradas las 
puertas de proa antes 
de salir del puerto) 
Supuso que alguien ya lo 
había hecho 
Inducción 
CUADRO 1: Inducciones relacionadas con el naufragio del “Herald of Free Enterprise” 
Evidentemente, nuestras formas de razonar “tienen sus consecuencias” (aunque 
por suerte, la mayor parte de las veces estas no son tan desafortunadas como para 
provocar naufragios de barcos…) aunque también es cierto, que cuando resolvemos 
problemas, arribamos a conclusiones, o tomamos decisiones, estamos llevando a cabo 
complejas operaciones de deducción lógica, de generalización, de coordinación de 
mensajes, etc., que producirán resultados en la experiencia práctica de nuestra vida 
cotidiana. 
El razonamiento, veremos que aparece como un problema para el campo de la 
psicología, en parte, por ser un territorio de “fronteras difusas” (por ejemplo, muchos 
de los desarrollos y problemas que estudiamos los psicólogos cuando nos ocupamos 
del razonamiento provienen originalmente de otras disciplinas, como por ejemplo, la 
lógica), y en parte también, porque son muchos los enfoques teóricos, y por ende, las 
variantes metodológicas desde las cuales se puede abordar el tema. Y si bien estamos 
 
2 Los informes que se pueden encontrar en Internet acerca de la tragedia del “Herald” son 
innumerables. Aquí me he basado fundamentalmente en un trabajo de Chris Johnson de la 
Universidad de Glasgow (en http://www.dcs.gla.ac.uk/~johnson/papers/iwc_time.html). 
Quienes se refieren al accidente en términos de “inducciones falsas” son A. Garnham y J. 
Oakhill, 1994, (pág. 277). Por último, conviene mencionar que si bien la investigación 
responsabilizó por negligencia a tres de los tripulantes (el Capitán, el 1º Oficial y el 2º 
Contramaestre) otros factores parecen también haber influido en los hechos tales como el 
“Efecto Squat” (hundimiento del buque debido a las conjunción de bajas profundidades y el 
peso de la carga) o la alteración de la rutina del “Herald” debido a un cambio repentino de 
horarios. 
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lejos de llegar a un acuerdo dentro de la psicología acerca de qué es el razonamiento 
(hay incluso autores como Rips, 1990, que consideran al razonamiento, lisa y 
llanamente como sinónimo de cognición), aquí trataremos de precisar un poco tal 
concepto, partiendo de la base de que a lo largo de la historia de la psicología, han sido 
caracterizados muchos tipos de razonamiento, ya desde los primeros intentos de 
“disciplinamiento del pensamiento” llevados a cabo por Aristóteles mediante su lógica 
deductiva, hasta llegar a las numerosas investigaciones que, especialmente desde la 
psicología cognitiva, siguen realizando hoy los psicólogos. 
 En ésta sección trataremos, entonces, dela Psicología del Razonamiento (y de sus 
eventuales taxonomías), campo de problemas que ha ido configurándose, con el paso 
del tiempo, en un área con identidad propia, con sus propias teorías y programas de 
investigación. 
 Caracterización del problema: Muchos de los interrogantes básicos vinculados 
con el estudio del razonamiento (¿Se piensa de manera racional o irracional? ¿Se piensa 
con los principios de la lógica? ¿Cómo se organizan los conceptos, las categorías?), se 
podrían resumir alrededor de una gran pregunta general: “¿Qué es el Razonamiento?” 
Pero lamentablemente, al ser tantos los procesos relacionados con él de manera más o 
menos estrecha (el lenguaje, el aprendizaje, la percepción…) y tanto el trabajo 
experimental realizado para su estudio, será necesario que precisemos antes algunos 
términos, -al menos provisoriamente-, con el objeto de entendernos mejor a lo largo de 
las páginas que siguen. Por ejemplo, teniendo en cuenta que basta un ligero recorrido 
por los manuales especializados en el tema para observar que una de las distinciones 
más clásicas que se han realizado en el análisis del razonamiento sigue siendo aún hoy 
la que diferencia el “razonamiento inductivo” del “razonamiento deductivo”, 
(distinción que, como veremos, ya no resulta del todo útil, por lo más adelante 
intentaremos otras formas posibles de clasificación), tendremos que realizar al 
principio una somera caracterización de ambos tipos de razonamiento mediante la 
presentación de algunas de las investigaciones que han indagado en las capacidades 
humanas para realizar cierto tipo de tareas. Luego veremos un tipo de razonamiento 
singular, la Abducción, (caracterizada en su momento por el semiólogo norteamericano 
Charles Sanders Pierce), para finalizar tratando de presentar otros enfoques (a partir 
del giro contextualista que toma el estudio de la cognición humana en las últimas 
décadas) a efectos de no perder de vista el antiguo debate acerca de la racionalidad 
humana, tratando así de superar ciertas dicotomías como las que plantean quienes 
entienden, por un lado, que el género humano posee básicamente una orientación 
“hacia la racionalidad abstracta”, y quienes, en contraposición, sostienen que el 
hombre es más bien “una especie torpe e irracional” ya que, su forma de pensar suele 
estar bastante alejada de los principios normativos que establecen las reglas de la 
lógica. Lo cierto es que, con el argumento de aproximarnos al estudio del 
razonamiento, nos acercaremos también a antiguos interrogantes centrales de la 
psicología, que invitan a poner en el centro de la investigación psicológica problemas 
apasionantes acerca de la condición humana y que aún siguen sin respuestas. 
 No es sencillo determinar cuáles son los tipos de razonamiento más relevantes 
al momento de realizar una introducción al tema, y si bien no se puede hablar de la 
existencia de un modelo general satisfactorio que de cuenta del razonamiento en su 
conjunto, existen intentos de delimitar algunas “fronteras” que tengan en cuenta la 
diversidad de tareas, conexiones y teorías que estudian los diversos tipos de 
razonamiento. Muchos especialistas coinciden en que existe razonamiento cuando en el 
procesamiento se va más allá de lo dado, (aunque tal caracterización, en verdad, no permite 
diferenciar el razonamiento de otros procesos cognitivos). Teniendo en cuenta estas 
dificultades, y en función de las investigaciones psicológicas que presentaremos en las 
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páginas siguientes, estableceremos (conscientes de la generalidad de la definición) que 
: 
“El razonamiento es un proceso que permite a los sujetos extraer 
conclusiones a partir de premisas o acontecimientos dados previamente; es 
decir, obtener algo nuevo a partir de algo ya conocido” (Carretero y García 
Madruga, 1984: 49)3 
 Se trataría entonces de una actividad inferencial que posibilita la extracción de 
conclusiones nuevas. De todas maneras, las definiciones han ido variando según el 
momento histórico en el cual la psicología se ha ocupado del tema, pasando desde 
concepciones de tipo tradicional, como las de Aristóteles o Descartes, quienes 
consideraron que la razón era una “facultad” exclusiva de los seres humanos. Aún hoy, 
la clásica frase que todo alumno cita automáticamente cuando se le pide una definición 
de ser humano (“El hombre es un animal racional”) es quizá el ejemplo más claro de la 
vigencia de esta posición, aún útil cuando se trata de distinguirnos del resto de las 
criaturas del reino animal. Pareciera que en este punto, nos diferenciamos claramente 
de los batracios y de las aves, (aunque la diferencia no aparece tan nítidamente cuando 
nos comparamos con otros mamíferos superiores, como veremos más adelante). Desde 
una perspectiva evolucionista en cambio, el razonamiento es una actividad inferencial 
más, que compartimos con otros animales de nuestra misma escala evolutiva. Charles 
Darwin (1871), por ejemplo, afirmará así que no existe una diferencia fundamental 
entre las facultades mentales del humano y las de los mamíferos superiores, ya que 
esta es de grado y no de tipo. Inclusive desde esta perspectiva se sostiene que ciertas 
procesos o funciones, como la memoria, la atención o el razonamiento (de las que en 
general hace alarde el ser humano) se pueden encontrar de diversas maneras en otros 
animales, como hemos visto en el capítulo anterior a partir del repaso por 
investigaciones que intentan mostrar cómo, por ejemplo, chimpancés pueden llevar 
adelante procesos inferenciales. 
 Teniendo en cuenta que, como hemos dicho anteriormente, hay algo que sí se 
puede afirmar sin temor a error, y es que tradicionalmente se han distinguido dos tipos 
de razonamiento, el razonamiento inductivo, (aquel que se podría caracterizar, 
sintéticamente, como el razonamiento que obtiene conclusiones más generales que 
aquellas premisas de las que parte), y su opuesto, el razonamiento deductivo, 
comenzaremos a diferenciarlos. 
 
 El razonamiento deductivo: Si bien un primer rasgo que permite caracterizar a 
la deducción radica en que ésta conduce de lo general a lo particular, los criterios que 
permiten diferenciar el razonamiento deductivo del inductivo son múltiples. Por 
ejemplo, desde la lógica se establece que una deducción válida lógicamente será 
verdadera siempre que las premisas lo sean (recordemos que en lógica, la validez de 
una argumentación es independiente del contenido de las premisas). La más 
representativa de las tareas deductivas es el silogismo, un tipo de razonamiento 
constituido por tres proposiciones o juicios, en el que la tercera proposición, llamada 
conclusión, resulta necesariamente de las dos primeras, llamadas premisas. En el clásico 
ejemplo: 
 
 
3 Otra definición clásica, -esta vez desde el modelo del procesamiento de información, es la que 
ofrece Gallotti (1989) cuando sostiene que el razonamiento es “la actividad mental capaz de 
transformar la información de partida, con el fin de llegar a alguna conclusión”. 
 
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Todos los hombres son mortales (premisa mayor) 
Sócrates es hombre (premisa menor) 
Sócrates es mortal (conclusión) 
 
 Todo silogismo contiene tres términos o palabras principales (en este caso, 
“hombres”, “mortal” y “Sócrates”). 
 Según la lógica clásica se denomina término mayor (P) al que aparece como 
predicado de la conclusión (en este caso, “mortal”), término menor (S) al sujeto de la 
conclusión (en este caso, “Sócrates”) y es el término medio (M) aquel que aparece en 
ambas premisas y no aparece en la conclusión, ya que su función es establecer el enlace 
entre los otros dos términos. 
 Toda proposición tiene además dos características principales: cantidad (pueden 
ser universales o particulares) y calidad (pueden ser afirmativas o negativas): 
 
Todos los S son P Universal afirmativa 
Ningún S es P Universal negativa 
Algunos S son P Particular afirmativa 
Algunos S no son P Particularnegativa 
 
 Y de acuerdo con las distintas combinaciones del lugar del término medio en las 
premisas, podemos obtener cuatro figuras básicas: 
 
M --------- P P --------- M M --------- P P --------- M 
S --------- M S --------- M M --------- S M --------- S 
 Teniendo en cuenta todos los elementos que hemos descrito, resulta que puede 
haber 64 modos de silogismo para cada una de las cuatro figuras básicas, lo cual 
totaliza 256 modos de silogismo diferentes4. 
 Dado que las inferencias deductivas no aportan conocimiento nuevo, se puede 
afirmar que son tautológicas, ya que en un silogismo, lo que se dice en la conclusión ya 
está dicho -aunque sea de manera implícita- en el punto de partida. Esto no es 
contradictorio con la definición de razonamiento que ofrecimos antes, ya que si bien el 
contenido semántico de la conclusión se encuentra incluido en las premisas, como 
resultado de las combinaciones es formalmente distinta al enunciado de las premisas. 
 
 Los silogismos no ofrecen forma alguna de saber si lo afirmado en la premisa 
mayor es verdadero o falso, ya que su función no es determinar la verdad de los 
conocimientos, sino que tiene valor como método de exposición. Por lo tanto, si el 
 
4 Existen reglas mnemotécnicas para reconocer los únicos silogismos básicos, que son en 
realidad sólo 48. 
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punto de partida es falso, el silogismo igual funcionará bien, ya que no hay forma de 
saber si lo afirmado en las premisas es verdadero o no5. Por ejemplo: 
 
Todos los hombres son negros � Premisa mayor 
Sócrates es hombre � Premisa menor 
Sócrates es negro � Conclusión 
 
 De todas maneras, si bien la deducción no proporciona ningún incremento en la 
información semántica, eso no quiere decir que el usuario del sistema deductivo no 
aumente su conocimiento, ya que resulta informativa cuando permite hacer evidente para el 
sujeto información que antes de la deducción no lo era. 
 Los psicólogos han recurrido a los silogismos en la investigación y medición de 
la capacidad intelectual (como en el clásico “Test de Burt”) o para el diagnóstico 
psicológico (Von Domarus, 1944). Hay varios tipos de tareas que se pueden realizar 
basadas en silogismos categóricos, (entendiendo como tareas aquellos tipos de 
actividad que los investigadores proporcionan a un sujeto; González Marqués, 1991). 
Los primeros estudios experimentales, por ejemplo, consistían en ofrecer al sujeto las 
premisas a partir de las cuales debía extraer la conclusión o en medir los tiempos que 
tardaban éstos en encontrarla, mientras que entre las investigaciones más actuales, 
podemos citar las realizadas por Inhelder y Piaget (1959) sobre la génesis de las 
estructuras lógicas del niño y el adolescente. 
 Una de las características principales del razonamiento silogístico radica en su 
gran complejidad (puede haber 256 formas de silogismos diferentes), lo que convierte 
al silogismo es un recurso privilegiado para intentar explicar los procesos de error en la 
actuación de los sujetos. Una de las tareas clásicas que se han diseñado para el estudio 
del razonamiento con silogismos categóricos consiste en ofrecer al sujeto una relación 
de proposiciones (un silogismo “sin la conclusión”) con cinco alternativas (en general, 
los cuatro tipos de proposiciones categóricas y una quinta alternativa que reza: “no hay 
conclusión”) para pedirle al entrevistado que seleccione cual de las alternativas 
completaría el silogismo. Un ejemplo de actuación de sujetos con un silogismo fácil (en 
el que la conclusión válida es semejante a una de las premisas) es el siguiente (en base a 
García Madruga, 1984): 
 
Todo B es C 
Algún A es B 
Algún A es C Algún C es A Ningún A es C 
Conclusión Conclusión Conclusión 
 
5 Recordemos que en la Edad Media, la ciencia y la filosofía escolásticas se valían del silogismo 
debido a que con él no se ampliaba el saber de ninguna manera. Dado que el silogismo no 
permite determinar la verdad de los conocimientos, -su valor radica en ser un método para 
exponer ordenadamente verdades ya sabidas-, en la Edad Media, como las verdades ya estaban 
dadas por las Escrituras o Aristóteles, era el método legitimado precisamente por su inutilidad 
para el descubrimiento y la obtención de nuevos conocimientos. 
 
~	7	~	
 
válida 
(83% 
de los sujetos 
válida 
(13% 
de los sujetos) 
errónea 
(3% 
de los sujetos) 
 
En cambio en un silogismo de dificultad media, (en el cual la respuesta correcta supone 
afirmar que no hay conclusión válida) la actuación de los sujetos suele ser la siguiente: 
 
Algún C es B 
Algún B es A 
Algún 
A es C 
Algún 
C es A 
Algún 
A no es C 
Algún 
C no es 
No hay conclusión 
Conclusión errónea 
(13% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(23% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(3% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(3% 
de los sujetos) 
Conclusión 
válida 
(56% 
de los sujetos) 
 
Mientras que en un silogismo de alta dificultad, (en el que la conclusión válida es 
diferente de las premisas) la actuación de los sujetos puede ser: 
 
Ningún C es B 
Todo B es A 
Ningún 
A es C 
Ningún 
C es A 
Algún 
C es A 
Algún 
A no es C 
No hay conclusión 
Conclusión errónea 
(13% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(60% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(3% 
de los sujetos) 
Conclusión 
válida 
(6% 
de los sujetos) 
Conclusión errónea 
(13% 
de los sujetos) 
 Como vemos, mientras ante ciertos silogismos es correcta la actuación de los 
sujetos en un 96%, ante otros solo lo es en un porcentaje del 6%. Son precisamente estos 
resultados los que deben ser explicados por las teorías que investigan el razonamiento 
humano mediante silogismos. 
 Ciertos autores como Cohen (1981) manifiestan que los seres humanos 
poseemos una competencia lógica (innata) que es imposible de falsar 
experimentalmente, mientras que otros, como Johnson-Laird (1982) afirman que la 
capacidad de razonar lógicamente debe ser considerada como una “habilidad”, y como 
tal, debe ser adquirida. Volvemos así a la dos perspectivas clásicas que anticipamos 
cuando nos referimos al pensamiento: están quienes sostienen que el pensamiento es 
un conjunto de procesos mentales (más innatos que aprendidos…), que se aplican de 
modo generalizado a cualquier contenido cognitivo, (en trazos gruesos, la postura de 
una “racionalidad invariable”), postura que puede llevar a afirmar, como lo hace Fodor 
(1980), que existe una lógica mental innata. 
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 El argumento exactamente contrario sostiene en cambio que los seres humanos 
somos gente inherentemente irracional (postura de la “irracionalidad invariable”, a la 
cual se podría adherir con solo mirar unos minutos de cualquier noticiero de 
televisión). Por razones de espacio no podemos desarrollar aquí los principales 
argumentos de estas teorías, pero remitimos al lector, para un desarrollo más 
exhaustivo del tema, al trabajo de Johnson-Laird citado anteriormente, (quien, 
contemporizador, propone una “tercera posición”: la de la racionalidad variable). 
 El condicional, la falsación y la “Tarea de las tarjetas” de Wason: Al igual que 
en los silogismos, en las inferencias condicionales aparecen dos premisas y una 
conclusión, apareciendo siempre el condicional que adquiere la clásica forma: “Si ..., 
entonces ... “. Por ejemplo6: 
 
 Si llueve María se moja 
� Premisas 
 Llueve 
 entonces María se moja � Conclusión 
 Recordemos que en lógica, no interesa el contenido de las proposiciones (una 
proposición es la unidad más pequeña de lenguaje que puede ser “verdadera” o 
“falsa”).7 Por eso se utiliza el símbolo p para referirse a la primera premisa y q para 
referirse a la segunda. Las investigaciones centradas en el condicional tratarán de 
indagar en los errores más comunes y en la forma y el momento en que se adquieren 
las conectivaslógicas. En parte por esta razón, y en parte porque los estudios sobre el 
condicional son de interés en la investigación del pensamiento científico, los trabajos 
que dan cuenta de tareas sobre el condicional han sido cada vez más numerosos. 
 Para la mejor comprensión de ciertas experiencias que se describen más 
adelante, es necesario recordar antes de continuar dos tipos válidos de inferencias: los 
conocidos Modus Ponens y Modus Tollens. 
 
Si llueve María se moja 
Llueve, 
entonces, María se moja 
Si p entonces q 
p 
entonces q 
 
 
� Modus Ponens 
Si llueve María se moja 
María no se moja, 
entonces, no llueve 
Si p entonces q 
no q 
entonces no p 
 
 
� Modus Tollens 
 El modus ponens implica que a partir de la afirmación del antecedente (llueve), se 
obtiene necesariamente la afirmación del consecuente (entonces María se moja); en tanto 
que el modus tollens establece que a partir de la negación del consecuente (María no se 
moja) se obtiene la negación del antecedente (no llueve). 
 
6 Para el desarrollo de este punto utilizaremos los ejemplos que ofrecen Ballesteros Giménez y 
García Rodriguez (op. cit,: 512-513) 
7 O lo que es lo mismo, también se puede decir que una proposición puede adquirir dos valores: 
“0” y “1”. 
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 En el ámbito del razonamiento deductivo, muchos autores son partidarios de lo 
que se denomina lógica natural (Inhelder y Piaget, op. cit.), la que consiste “en un 
conjunto de reglas formales que se utilizan para inferir una conclusión a partir de unas 
premisas determinadas”. Para esos autores las reglas de inferencia están basadas en 
algún criterio normativo, como la lógica proposicional, y son ajenas al contexto 
específico que manipulan, por lo que operan a un nivel exclusivamente sintáctico. 
 El tipo y número de reglas postuladas por los autores es harto diferente, aunque 
todos ellos coinciden en señalar que las personas poseen, al menos, la regla del modus 
ponens” (Fernández Berrocal y Mario Carretero, op. cit.: 16). Eso significa que la mente 
contendría alguna regla correspondiente a la regla lógica “si p entonces q” sin verse 
afectados por las características semánticas de la tarea, es decir, que los sujetos 
resuelven con la misma facilidad una versión abstracta y una versión con contenido del 
modus ponens. 
Por ejemplo: 
 
Versión con contenido Versión abstracta 
Si se encuentra con su amiga entonces irá al cine 
se encuentra con su amiga 
entonces irá al cine 
Si p entonces q 
p 
entonces q 
(Ejemplo de modus ponens, tomado de Fernández Berrocal y Mario Carretero, op. cit.) 
 
 Lo cierto es que muchas investigaciones han revelado que la gente acepta de 
manera casi unánime, como inferencia válida el Modus Ponens, pero en cambio se 
resiste a considerar como una inferencia válida al Modus Tollens, pese a que también lo 
es. Eso nos lleva a formular las siguientes preguntas: ¿Con que frecuencia se tiende a 
elegir una u otra? Cuando las personas tenemos una hipótesis… ¿Tendemos a falsarla 
o a intentar confirmarla? 
 Son precisamente ese tipo de preguntas las que se hizo en 1966 el psicólogo 
inglés Peter Wason, (y luego su alumno más destacado, Philip Johnson-Laird), lo que 
lo llevó a inventar el rompecabezas más estudiado por los psicólogos del razonamiento 
de todo el mundo: El problema de las cuatro tarjetas. 
 
LA TAREA DE WASON (versión original) 
A una persona se le muestra una pila de tarjetas que presentan, por un lado, letras (vocales o 
consonantes) y por el otro, números (pares o impares). De la pila, se separan cuatro tarjetas y se las 
coloca sobre la mesa, de manera que se vea una sola de las caras de las tarjetas. Las cuatro tarjetas tienen 
en su lado visible una vocal, una consonante, un número par y un número impar. 
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El jugador debe indicar la tarjeta (o tarjetas) que es necesario dar vuelta (para ver su lado 
oculto) como forma de saber si la siguiente regla es verdadera o falsa: “Si una carta tiene una 
vocal en un lado, entonces tiene un número par en el otro” 
 
 
 Los resultados de “la tarea de Wason” son absolutamente desalentadores para 
quienes piensan que la mente lógica es un “don natural” patrimonio del hombre culto 
occidental: Sólo el 10 % de las personas que aceptan solucionar el rompecabezas se da 
cuenta de cuáles son las tarjetas que hay que dar vuelta para resolver el problema 
(Wason, 1966, Legrenzi, 1998). El siguiente cuadro (Johnson-Laird, op.cit.) muestra la 
frecuencia de las selecciones de las tarjetas: 
 
TARJETAS FRECUENCIA 
E y 4 59 
E 42 
E, 4 y 7 9 
E y 7 5 
Otros 13 
Total 128 
 
 En la tarea de Wason, interviene nuestro ya conocido condicional (si p, entonces 
q), y a pesar de que el problema se comprende fácilmente, la tarea resulta difícil de 
resolver. Lo usual es que las personas elijan: 
§ Dar vuelta aquella carta en la que aparece una vocal (ya si por el otro lado tiene un 
número par, la frase sigue siendo válida, pero si tiene un número impar, la frase es 
totalmente falsa). Pero es importante comprender que si esa carta tiene un número 
par, no puedo saber aún si la regla es cierta o no. Sólo sé que hasta el momento se 
cumple, pero no si es cierta en la totalidad de los casos, como lo requiere una regla. 
§ No dar vuelta la tarjeta en la que aparece la consonante (la frase no tiene 
implicaciones en relación a esas tarjetas). Supongamos que se diera el caso de 
consonantes con un número par detrás, y también consonantes con un número impar. 
¿De qué me sirve saberlo? 
E K 4 7 
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§ Dar vuelta dos cartas: la que tiene una vocal y la que tiene el número par. Ya hemos 
visto qué pasa cuando se da vuelta la carta con la vocal. Ahora la pregunta es: ¿Sirve 
realmente para algo dar vuelta la carta que tiene un número par? La respuesta es no. 
Si detrás de un número par hay solamente vocal, o también consonantes, no me 
importa. Puede haber cartas con números pares que tengan consonantes del otro lado y eso 
no invalida la regla, por lo tanto no tiene sentido dar vuelta la carta con número par a 
la vista8. 
§ El verdadero error se comete con la carta que tiene el número impar. Se puede 
observar en la tabla de frecuencias que son muy pocos los sujetos que eligieron dar 
vuelta esta carta, y sin embargo, esta es una carta clave, porque si se verifica que la 
tarjeta tiene del otro lado una vocal, la regla es totalmente falsa. La carta con el número 
impar sirve para falsar la regla, ya que no puede haber una vocal detrás de ella, sin 
embargo muy pocos la eligen.9 
 Dicho de otra manera: ¿Por qué tanta gente elige dar vuelta la carta que tiene 
una vocal, y tan poca elige la carta que tiene el número impar, si ambas pueden tener la 
combinación “vocal-número impar” que refuta la regla? Parece que no es fácil entender 
que es mejor falsar que verificar, y que es necesario razonar también sobre las caras 
ocultas (“lo posible”, en términos piagetianos, según Delval, 1984) y no solo en las caras 
visibles (“lo real”). Dando vuelta esas tarjetas, la regla no puede ser falsada. Puedo saber 
qué hay detrás de ellas, (lo cual puede ser útil para mi curiosidad), pero no para 
resolver el problema, que, recordemos, es una regla de la cual debo verificar su verdad 
o falsedad. Y que sea verdad en ciertos casos puntuales, no garantiza que la regla se 
cumpla en los demás. 
 Para finalizar, obsérvese que son tareas en las que interviene el condicional “si p 
entonces q”, lo que significa que las respuestas correctas (‘E’ y ‘7’) son inferencias. 
Volver la vocal implica una inferencia de tipo modus ponens, Volver el número impar 
(no q) y no encontrar una vocal permite saber que la regla es verdadera (modus tollens). 
 El problema de las cuatro tarjetas resulta en general muy difícil para los 
adultos, que suelen enfrentarse a él confiados en la aparente simplicidad del 
enunciado. Lo sugestivo es que cuando se realiza este mismo problema conmateriales 
de contenido familiar, (en lugar de usar materiales de contenido abstracto, con letras y 
números) los resultados son mucho mejores. 
 Los investigadores Richard Griggs y James Cox (1982), modificaron la prueba 
de las cuatro tarjetas de Wason, proponiendo a estudiantes universitarios que se 
centren en una historia que tenía como protagonistas a un par de parroquianos que 
estaban en un bar bebiendo cerveza, y a un policía que debía verificar que se cumpla 
una ley (efectivamente vigente en el estado de Florida, EE.UU.), que establece que “si 
una persona quiere beber cerveza debe tener más de 16 años”. En este caso, dos de las 
tarjetas tienen a la vista edades (una mayor y otra menor de 16), y las otras dos tarjetas 
el tipo de bebida, (cerveza o bebida sin alcohol). En este escenario, los estudiantes, (que 
 
8 Recordemos que la regla dice: “Detrás de toda vocal hay un número par”. La regla NO DICE 
además que “detrás de todo número par hay una vocal”. 
 
9 Propongo al lector, si tiene problemas con “La tarea de las cuatro tarjetas de Wason”, que 
realice seis tarjetas que tengan las siguientes letras y números en sus caras: B-4, T-5, A-10, S-12, 
R-2 e I-3. Colóquelas sobre la mesa y HAGA TRAMPA, mirando ambos lados de las cartas. En 
este grupo de cartas: ¿Hay algunas que cumplen la regla? Sepárelas del grupo. Observe ahora 
las cartas que NO cumplen con la regla. Verá allí vocales, consonantes, números pares e 
impares. Es posible ver así cómo cierta clase de cartas, (aunque a simple vista no lo parezca), no 
aportan nada de información sobre la regla que hay de verificar. 
~	12	~	
 
deben razonar como lo haría el policía…), indican correctamente que las cartas que hay 
que dar vuelta son la que dicen “bebe cerveza” y “por debajo de los 16 años”. 
 
 
 
 
 
 
 
 
El jugador debe indicar la tarjeta (o tarjetas) que es necesario dar vuelta (para ver su lado 
oculto) como forma de saber si la siguiente regla se cumple entre los bebedores que están 
presentes en un bar: “Si una persona quiere beber cerveza en un lugar público debe tener 
más de 16 años” 
 En experimentos como estos10, a diferencia de lo que ocurría anteriormente, 
(con tarjetas que sólo tenían vocales y números), al contener las cartas información con 
sentido y al formar parte la tarea propuesta de una situación en la que es fácil 
imaginarse las intenciones y los fines de los protagonistas, en lugar de obtenerse solo 
un 10% de resoluciones satisfactorias, el porcentaje se elevaba al 62%. 
 
 La detección natural de los “tramposos”: La investigadora Leda Cosmides 
(1989), por medio de ingeniosas historias que planteaban el complicado problema de 
Wason, pero en términos de “intercambios sociales” (que implicaban descubrir 
“engaños” con respecto a ciertas reglas sociales, ver Rivière, 1991) consiguió que el bajo 
porcentaje de respuestas exitosas se eleve al 75%. ¿Qué había pasado? ¿Cómo explicar 
estos resultados? Según Cosmides, el hecho de presentar el problema en términos de 
intercambio social produce un efecto de “facilitación”, lo que la lleva a sostener que la 
mente humana está diseñada por las fuerzas de la evolución para resolver problemas 
interpersonales de intercambio social. Dicho en otros términos, los humanos disponen 
de un mecanismo mental, desarrollado de forma natural, para detectar a los 
“tramposos”. Cosmides explica que en la evolución humana, la capacidad de razonar 
con rapidez y precisión respecto de contratos sociales ha debido ser importante para el 
contrato social. Así, desde una perspectiva evolucionista, la arquitectura cognitiva que 
define el razonamiento no podría aparecer ya como un mecanismo general, aplicable a 
todos los dominios. La autora afirma que a lo largo de la evolución humana, los 
“módulos especializados del razonamiento” (para utilizar términos de Rivière), fueron 
también evolucionando en dirección a la realización de inferencias de interacción e 
intercambio social cada vez más eficientes. 
 Para finalizar con la tarea de selección de Wason, una reflexión: se suele 
identificar a esta tarea, dentro de la clasificación tradicional que se suele hacer entre 
 
10 Johnson Laird había hecho este tipo de problema “con sentido” diez años antes de la 
investigación de Griggs y Cox, con una situación que planteaba nombres de ciudades 
(“Manchester” y “Leeds”) y medios de transporte (“automóvil” y “tren”) en función de una 
regla como: “cada vez que viajo a Manchester lo hago en tren”, y los resultados fueron muy 
semejantes. 
 
TOMA 
CERVEZA 
TOMA 
OTRA 
BEBIDA 
15 
AÑOS 
 
17 
AÑOS 
~	13	~	
 
razonamiento deductivo y razonamiento inductivo, como un ejemplo prototípico de 
deducción, (y así lo hemos hecho aquí, ya que existe amplio consenso en considerar 
que esta tarea implica la puesta en funcionamiento de tales procesos), pero lo cierto es 
que no hay acuerdo unánime acerca de la inclusión de esta tarea entre las tareas 
deductivas. Por ejemplo, mientras Evans (1982), en su libro sobre psicología del 
razonamiento, incluye la tarea de Wason dentro de la deducción, otros autores como 
Gilhooly (1983) incluyen esta experiencia en el capítulo dedicado a la inducción. La 
clave tal vez esté en señalar (como lo hace Evans, 1982, citado por Gonzalez Marques, 
op. cit.), que en la tarea de Wason se hallan presentes procesos de carácter inductivo (por 
ejemplo, en la elaboración de una hipótesis acerca de la regla) y también procesos de tipo 
deductivos (como por ejemplo, en el momento de la comprobación de la hipótesis). 
 
 ¿Por qué fracasa la gente en el problema de las cuatro tarjetas?: En 1984, Juan 
Delval publica un trabajo en el que afirma que la causa principal del fracaso en el 
problema de Wason radica en la dificultad que tienen las personas para tener en cuenta 
simultáneamente todas las condiciones y las consecuencias del problema. Además, 
muchos sujetos en medio de la prueba comienzan a entender realmente la consigna 
dada por el experimentador, lo cual implica que: 
 “si no se consigue entender un problema por el modo en que se presenta, o 
el material en que se realiza, quiere decir que no puede hablarse de 
operaciones formales en sentido estricto. Esto último parece, por otro lado, 
bastante evidente; existen múltiples pruebas de que no hay una capacidad 
de razonar formalmente independiente del contenido” (Delval, pág. 98; 
op.cit.). 
Esta crítica a la teoría piagetiana, se focaliza en el intento de Piaget de encontrar la 
“estructura subyacente” a las acciones y operaciones del sujeto, imaginando por parte 
del sujeto “cálculos simples y económicos”, suposición que, en palabras de Delval 
“resulta demasiado esquelética para hacer una descripción precisa de las tareas 
razonantes del sujeto”, es decir, parece que la lógica booleana, no es el mejor modelo 
de razonamiento humano. 
Con respecto a los errores (abundantes) que cometen los sujetos en las pruebas con 
silogismos categóricos o condicionales, existen muchas y encontradas posiciones. 
Desde las que explican los fracasos debido a un inadecuado manejo de la lógica por 
parte de los sujetos, hasta los que defienden el funcionamiento racional de los sujetos y 
señalan que, en realidad, los sujetos trabajan lógicamente pero sobre problemas diferentes 
de los que se les plantean. Por ejemplo, los sujetos se niegan a considerar que un 
problema no tenga conclusión, o lo modifican adaptándolo a sus propias experiencias, 
(lo cual no implica que se apliquen incorrectamente las reglas de la lógica: sólo se 
trataría de un problema de “interpretación”). 
 
 La inducción: La tradicional distinción entre razonamiento deductivo y 
razonamiento inductivo, ha generado líneas de investigación muy diferentes. Mientras 
que aquellos psicólogos que estudian la deducción se orientan, como hemos visto 
anteriormente, hacia el diseño de experiencias relacionadas con la resoluciónde 
problemas y silogismos, el estudio de la inducción opta por desarrollarse en otros 
terrenos, en general, más bien “externos” al laboratorio: la toma de decisiones, la 
formación de conceptos, el aprendizaje o el razonamiento informal (Santamaría, 1998). 
 Se afirma que el razonamiento inductivo es aquél que obtiene conclusiones 
generales a partir de premisas particulares. Por supuesto, una dicotomía tan antigua, 
~	14	~	
 
proveniente de la lógica clásica hace tiempo que no satisface a la psicología, ya que 
pueden plantearse otras distinciones, más fértiles para el análisis de los procesos de 
razonamiento (Por ejemplo, Wason, 1978 propone distinguir entre problemas 
“cerrados” y problemas “generativos”) e incluso hay quienes como Rips (1990) 
cuestionan la posibilidad de que sean dos procesos psicológicos diferentes los que 
subyacen a estas dos modalidades de razonamiento, opiniones que no podemos 
desarrollar aquí, (aunque remitimos al lector a la bibliografía citada al final de este 
trabajo para profundizar en este problema). 
 Al ser presentado generalmente “en oposición” al razonamiento deductivo, 
(paradigma de la investigación científica) el razonamiento inductivo suele aparecer 
como poco preciso o como una forma de “generalización” poco compatible con el ideal 
de racionalidad que se pretende en la ciencia, (más adelante veremos los desarrollos 
del filósofo Charles S. Peirce, quien presenta una interesante forma de pensar estos 
problemas...), pero es necesario decir que la lógica inductiva, en realidad aparece como 
mucho más “poderosa” que la deductiva, ya que se extiende de lo observado a lo no 
observado (Cohen, op.cit.). Siendo honestos… ¿Qué se puede descubrir a través de una 
discusión basada en términos deductivos? 
 En el siglo XIX, John Stuart Mill (1806-1873), puso a disposición de las jóvenes 
ciencias (antropología, psicología, sociología) el método inductivo11. Su análisis partió 
de un entinema (un silogismo al cual le faltaba una premisa): 
“Éste, aquél, y los demás animales con cuernos, el buey, la cabra, todos rumian; 
por lo tanto, todos los animales con cuernos rumian” 
Mill afirma que mientras en el razonamiento deductivo, el “todos” implicado en 
la premisa es igual al “todos” de la conclusión (es un todos de enumeración…) en este 
ejemplo se puede observar que el “todos” de la premisa se refiere a un número finito 
(los animales observados) mientras que el “todos” de la conclusión se refiere a un 
número infinito (los animales observados y los no observados). Eso significa que la 
inducción se “extiende”, luego de la observación repetida de un fenómeno, a otras 
circunstancias parecidas, (lo que al mismo tiempo implica suponer cierta uniformidad 
en la naturaleza). Esto justamente será lo que le otorga a la inducción su carácter 
probabilístico, ya que una generalización inductiva no conduce a un conocimiento 
necesariamente verdadero, sino solo probablemente verdadero. 
 Como la dicotomía deducción/inducción aún goza de buena salud, 
presentaremos a continuación, (de manera tal vez excesivamente esquemática), algunas 
de las diferencias que históricamente se establecieron entre estos dos tipos de 
razonamiento: 
 
RAZONAMIENTO DEDUCTIVO RAZONAMIENTO INDUCTIVO 
§ Partiendo de observaciones generales se 
llega a conclusiones sobre un caso 
particular. 
§ Es siempre válido cuando es producto 
necesario de las premisas, ya que se basa 
§ Partiendo de la observación de casos 
particulares se proponen principios de 
carácter general. 
§ No se puede afirmar que sea totalmente 
válido, sino sólo “más o menos” probable. 
 
11 La obra más famosa del inglés John Stuart Mill (hijo del asociacionista James Mill), fue el 
Sistema de Lógica Racional e Inductiva, uno de los libros más leídos en la historia de la 
ciencia. En él describía con gran detalle cómo se podía utilizar esta metodología en todas las 
ciencias, especialmente en la psicología. 
~	15	~	
 
en principios lógicos y no en 
la verdad o falsedad de aquellas. Es válido 
o no lo es, pero no admite “grados” 
§ Ejemplo: 
Premisas 
Todos los artistas de la TV son hinchas de Racing 
Natalia Oreiro es artista de la TV 
Conclusión 
Natalia Oreiro es hincha de Racing 
(De premisas generales –que se presuponen 
verdaderas- se llega a una conclusión de 
tipo particular)12 
Este tipo de razonamientos admite grados de 
validez. Los hay “fuertes” y “débiles”, según 
la probabilidad de validez de las premisas. 
§ Ejemplo: 
Premisas 
Brasil, Uruguay y México devaluaron su moneda, y 
sus exportaciones aumentaron 
Argentina devaluó su moneda 
Conclusión 
Argentina aumentará sus exportaciones 
(De casos particulares se infiere una ley 
general. Es probable que se cumpla… Pero: 
¿podemos estar seguros?) 
 Los trabajos que se realizaron desde la psicología científica sobre razonamiento 
inductivo han sido durante muchos años casi inexistentes (González Marqués, op.cit.). 
En el capítulo anterior, en el apartado “El concepto como producto de la 
discriminación estimular”, se puede revisar una típica serie de tareas de carácter 
inductivo, las llevadas a cabo por el norteamericano Clark Leonard Hull (1884-1952) 
sobre formación de conceptos. 
El caso del “razonamiento clínico” desde la perspectiva del procesamiento de 
la información: Hasta ahora, hemos visto el estudio de procesos de inferencia en tareas 
artificiales, basadas en cómodas y seguras actividades de tipo lógico-matemático. Pero 
es necesario mencionar que si bien son aún escasos, también existen trabajos que se 
preocupan por conocer los procesos cognitivos en ambientes naturales, (en la vida 
cotidiana) lo que determina una interesante línea de investigación: la del estudio del 
“razonamiento informal”. Según Fernández Berrocal y Carretero (1995), las 
características del razonamiento informal serían las siguientes: 
§ Se aplica a cuestiones de la vida cotidiana 
§ Se aplica a cuestiones relevantes para el individuo 
§ No utiliza lenguaje formal o simbólico sino lenguaje cotidiano 
§ Es dependiente de contexto 
§ Se aplica a tareas abiertas, sin una única solución correcta 
§ Se aplica a tareas no deductivas, y el sujeto cuenta con menos información de la 
necesaria para la resolución de la tarea. 
Lo cierto es que generalmente se ha definido al razonamiento informal en oposición al 
razonamiento formal, -equivalente al pensamiento “matemático”, “conceptual”, 
“deductivo” y “reglado”-, aunque no hay acuerdo acerca de la definición del término 
“informal”, ya que muchas veces, bajo esta denominación se incluyen estudios que 
abordan temas diversos como la solución de problemas o la toma de decisiones. 
 
12 Seguramente todos sabemos de artistas de la TV que no son hinchas de Racing. Pero eso no le 
resta validez al razonamiento deductivo. No se debe confundir el valor de verdad o falsedad de 
las premisas de un razonamiento con la validez de éste. Nuestras creencias y conocimientos 
previos nos hacen rechazar muchas veces silogismos válidos (como en el ejemplo) y aceptar 
silogismos inválidos sólo porque la conclusión concuerda con conocimientos que ya tenemos. 
~	16	~	
 
Con el objeto de presentar un ejemplo de investigación en el área del 
razonamiento informal, en este caso, centrada en la toma de decisiones clínicas, 
describiremos la caracterización que realizan desde la perspectiva del procesamiento 
de la información, Elstein y Bordage (1979) sobre el razonamiento de los médicos 
clínicos. 
 Este tipo de investigaciones busca caracterizar los procesos de razonamiento 
registrando y analizando los pasos y pensamientos del sujeto (vía observaciones 
directas, combinadas con informes introspectivos13 y/o entrevistas) de profesionales 
clínicos en escenarios naturales al intentar resolver problemas clínicos. Pretenden asíresponder a preguntas acerca de cómo se toman las decisiones clínicas (pregunta de 
índole descriptiva), y también acerca de cómo deberían tomarse éstas (pregunta de índole 
prescriptiva). 
Los autores parten de un principio básico: el de la racionalidad restringida (Newel 
y Simon, 1972), que subraya el papel que cumplen los límites en nuestra capacidad de 
procesar información durante el proceso de razonamiento. En el caso puntual del 
razonamiento clínico, dada la escasa capacidad de memoria de trabajo de la que se 
dispone (“escasa”, comparada con la capacidad ilimitada de la memoria permanente), 
se investiga cómo el profesional intenta funcionar de manera eficiente durante el breve 
período de una entrevista diagnóstica, teniendo en cuenta la imposibilidad de acceder 
a todo lo que se sabe acerca de un problema en una situación tan compleja, y la 
posibilidad efectiva de procesar información que se puede llevar a cabo en tan poco 
tiempo. 
Según los investigadores, los profesionales médicos, ante la limitada capacidad 
de memoria de trabajo se ven obligados en las situaciones de diagnóstico a procesar 
serialmente la información de la que disponen, (seleccionando cuidadosamente los 
datos que se poseen del paciente), al tiempo que se deben representar de manera 
simplificada el cuadro clínico, funcionando luego en el marco de tales representaciones 
simplificadas lo mas racionalmente posible como forma de aumentar la capacidad del 
sistema para realizar inferencias, clasificar y tomar decisiones correctas. 
Los autores hacen la salvedad de que: 
“Estas representaciones esquematizadas de situaciones complejas no agotan 
todas las posibilidades, pero ofrecen al sujeto que resuelve el problema algunas 
formulaciones iniciales. Sin ellas resultaría muy difícil realizar algún progreso en la 
solución de un problema clínico de una magnitud significativa, pero aunque los 
principios utilizados para simplificar los problemas resultan útiles a menudo, pueden 
conducir a errores” (Elstein y Bordage: 287, Op. cit.). 
Justamente, una de las diferencias halladas entre el “buen razonador clínico” y 
el “malo”, estaría en el mayor o menor esfuerzo que hace el profesional para 
enfrentarse a tal limitación en el sistema. En ese sentido, técnicas simples como dibujar 
el árbol de decisión o la realización de un diagrama pueden ayudar a centrar la 
atención de la información. Según estas investigaciones, un profesional médico ante 
una situación de diagnóstico, puede emplear la estrategia de generar y comprobar 
soluciones hipotéticas al problema que presenta el paciente. Es decir, genera rápidamente 
un pequeño conjunto de hipótesis (en base a la limitada cantidad de datos de los que 
dispone inicialmente), produciéndose en ese proceso una transformación de la 
pregunta inicial, (“¿Qué funciona mal en éste paciente?”, que expresa un problema 
 
13 Las introspecciones se suelen obtener haciendo que el sujeto “piense en voz alta” mientras 
soluciona un problema, o grabando en video una consulta, haciendo luego que el sujeto revise 
y comente la situación observada. 
~	17	~	
 
demasiado abierto y mal definido, ya que, “que algo funcione mal” se puede deber a 
infinidad de motivos), a una pregunta que permita definir mejor el problema, como 
“¿Qué se debería hallar si fuera verdad una hipótesis determinada?”, para poder así empezar 
a responder o descartar preguntas, con lo cual el problema se hace “más manejable”. 
En este proceso de construcción de hipótesis, su número es limitado, (se 
construyen generalmente cuatro o cinco, aunque la capacidad del sistema puede 
aumentarse agrupando varias hipótesis en “chunks”), que se constituirán así en cuatro 
o cinco “puntos finales hipotéticos” que simplifican la búsqueda de datos, al estar ésta 
dirigida solo a esos puntos finales. 
 Como hemos visto en otras experiencias, el razonamiento suele representarse 
como un proceso de evaluación de “pros” y “contras” para cada alternativa, eligiendo 
el sujeto las opciones que tengan preponderancia de datos a favor, (ya que los contras 
se tienden a ignorar o no tenerse en cuenta, lo que significa que si los médicos no 
generaran hipótesis prematuramente, seria posible evitar los sesgos que estas 
determinan). 
Curiosamente, la variable “cantidad de hipótesis” no guarda relación con el 
éxito de los diagnósticos, aunque sí hay correlación entre el fallo en generar y 
considerar las hipótesis relevantes (en el “contenido” de las mismas, producto en 
general de las expectativas y la experiencia personal del médico) y los fallos en los 
diagnósticos, y, por supuesto, las hipótesis han demostrado ser más útiles para el éxito 
diagnóstico, en los casos de médicos con experiencia. 
Lo cierto es que tal como lo muestran la gran mayoría de las investigaciones 
sobre razonamiento, resulta prácticamente imposible razonar “sin hipótesis”, ya que 
los seres humanos intentan dar sentido a la experiencia y estamos constantemente 
generándolas para explicar lo que observamos. 
Con respecto al “mal razonamiento clínico”, los errores principales detectados 
fueron producto de la conjunción de dos procesos: por un lado, la tendencia a asignar 
pesos positivos confirmatorios a hallazgos intrascendentes14, al tiempo que se 
verificaba, por parte de los clínicos, una búsqueda activa de datos dirigidos a confirmar 
las hipótesis que se tienen en mente, (recordemos que esto mismo ocurría en el 
problema de las tarjetas de Wason) en lugar de la tendencia buscar datos que las 
rechacen, subestimando así los hallazgos negativos para la hipótesis que se intentaba 
sostener. Eso confirmaba la conocida máxima de la psicología del razonamiento, que 
afirma que se tienden a sobreestimar los datos que afirman una hipótesis y a menospreciar 
aquellos que tienden a refutarla. 
 
 El razonamiento Abductivo: Pierce. En el año 1914, moría, casi desconocido, en 
la más extrema pobreza, con muy pocos trabajos publicados y sin ningún tipo de 
reconocimiento en su labor de profesor universitario, Charles Sanders Peirce, quien 
será luego uno de los más influyentes filósofos norteamericanos. 
 
14 Hay varias metodologías posibles para investigar el razonamiento clínico. Una de las más 
habituales es la de utilizar sujetos “especialmente entrenados” (falsos pacientes), que se 
presentan ante los médicos manifestando tener los síntomas propios de ciertos cuadros clínicos, 
que son los que se ponen a prueba, por ejemplo, por medio de resultados de análisis o 
diagnósticos anteriores. Con respecto a este sesgo en las inferencias clínicas, hay abundantes 
investigaciones que demuestran cómo enfermeras o médicos suelen centrarse en la presencia o 
ausencia de un síntoma determinado como base para un diagnóstico, sobreestimando los datos 
que afirman su hipótesis, pasando por alto numerosos ejemplos de falta de relación entre 
síntoma y enfermedad, lo que los lleva a sacar conclusiones erróneas. 
~	18	~	
 
Nacido en 1839, Químico de formación (obtiene su Master en Harvard en 1859), 
Físico y docente de Lógica en la Universidad John Hopkins, Charles Pierce es un 
personaje curioso dentro de la filosofía (integró el influyente grupo de filósofos 
denominado “Grupo de Harvard”), y, más allá de su trascendental obra relacionada 
con la semiótica, realizó importantes contribuciones en los campos de la matemática, la 
lógica o la física. Como si esto fuera poco, Peirce demostró también interés por la 
declamación, la retórica y la actuación (seguramente por influencia familiar, ya que en 
su hogar se amaba el teatro y la ópera), al tiempo que llevó adelante una vida personal 
“escandalosa” (su divorcio y casamiento con una actriz francesa eran una “vida 
escandalosa” para la comunidad norteamericana de la época), signada por su mal 
carácter y las penurias económicas. Con todo, serán sus ideas como lingüista y su 
particular teoría de los signos las quelo convertirán a Peirce en referente indispensable 
para todos los interesados en el conocimiento científico. 
Si bien su obra será publicada recién en 1931, (año en que se editan los primeros 
seis volúmenes de sus famosos “Collected Papers”15), sus ideas son prácticamente 
desconocidas durante años. Recién cuando filósofos post-estructuralistas como el 
francés Jacques Derrida (quien sustenta su deconstrucción en las nociones de Pierce) o, 
más recientemente, autores como Umberto Eco (1983) revaloricen su producción, la 
obra de Peirce comenzará a ser leída y estudiada. 
 Entre los conceptos elaborados por Peirce, uno de los más originales es sin duda 
la abducción (noción que según el propio Peirce no es nada nueva, ya que pueden 
rastrearse sus orígenes en los “Analíticos Primeros” de Aristóteles…) que se refiere a 
una singular forma de razonamiento que intentaremos caracterizar pese a la 
ambigüedad que presenta el concepto, ya que el propio Peirce denomina la denomina 
en diferentes momentos, también como “retroducción”, “hipótesis”, “presunción” o 
“argumento originario” (Harrowitz, 1983). Por lo tanto, y con el fin de llegar a una 
definición operativa del término, intentaremos por lo pronto diferenciarla de otras dos 
formas canónicas de razonamiento que hemos visto: la inducción y la deducción. 
 Abducción, Deducción, Inducción: Peirce sostiene que todo conocimiento 
surge de un proceso de inferencia, (aún aquellos conocimientos familiares y cotidianos 
que creemos que no son producto de algún tipo de reflexión), estableciendo tres tipos 
de inferencias o razonamientos que permiten conocer la realidad: la inferencia abductiva, 
la inferencia inductiva y la inferencia deductiva. 
 Con respecto a la inducción, ya hemos visto que consiste en “presuponer que es 
verdad de todo un conjunto, lo que es verdad en un número de casos del mismo 
tomados aleatoriamente” (Peirce, 1988: 94, citado por Vitale, 2002). El ejemplo clásico 
que da Peirce para explicarla es el siguiente: Supongamos que entramos a una 
habitación en la que hay una mesa y una bolsa con porotos. Si sobre la mesa hay 
porotos que son todos blancos, y sé que los porotos fueron sacados de la bolsa que hay 
en la habitación, por inferencia inductiva puedo concluir que todos los porotos de la bolsa son 
blancos. 
 En cuanto a la deducción, Peirce dirá que su punto de partida es una ley general, 
constituyéndose así un silogismo. Volviendo al ejemplo de los porotos blancos, si yo sé 
que todos los porotos de la bolsa son blancos y esos porotos fueron sacados de la bolsa, 
tales porotos, por inferencia deductiva serán todos blancos. 
 La abducción, en cambio, consiste en elaborar una conjetura o hipótesis 
explicativa, obedeciendo al siguiente esquema: Estos porotos que veo sobre la mesa son 
 
15 Se dice que su viuda, la actriz francesa Juliette Tourtalai, vendió por sólo 500 dólares los 
manuscritos de Pierce a la Universidad de Harvard. 
~	19	~	
 
blancos. Como sé que todos los porotos de la bolsa son blancos, por inferencia abductiva, 
supongo que esos porotos fueron sacados de la bolsa. En este último caso, a diferencia de los 
anteriores, no se afirma con certeza que los porotos que están sobre la mesa fueron 
efectivamente sacados de la bolsa, pero la abducción igual se justifica porque es la única 
esperanza de pautar racionalmente nuestra conducta futura. 
 Peirce plantea que todas las ideas novedosas, lo son gracias a la abducción, ya que 
éste es el único tipo de inferencia que puede crear. Incluso va más allá, al decir que la 
capacidad de producir abducciones es instintiva del hombre, (idea que entre en 
consonancia con algunos planteos de Noam Chomsky, quien confiesa que es Peirce el 
filósofo con el que más afín se siente). Chomsky subraya que la sugerencia de Peirce, 
de que “existe una adaptación natural de la mente del hombre para imaginar teorías 
correctas, una especie de instinto desarrollado en el transcurso de la evolución que 
pone límites a las hipótesis admisibles explicando así el desarrollo del conocimiento a 
partir del principio de abducción, lamentablemente ha tenido muy poca influencia, ya 
que casi nadie ha intentado desarrollar ulteriormente esas ideas” (Chomsky, 1979: 71, 
citado por Sebeok et. al. 1983). 
 En relación al conocimiento científico, los planteos de Peirce se oponen a las 
perspectivas positivistas que afirman que solo la inducción o la deducción son 
responsables del desarrollo de la ciencia. Según él, en cambio, todas las ideas 
novedosas, tanto las del terreno de la ciencia como las de la vida cotidiana, serían 
producto de la abducción, que en realidad sería un momento (el momento inicial) de un 
triple proceso (Vitale, op. cit.) en el que: 
1º) Se plantea una hipótesis sin fuerza probatoria (abducción) 
para luego… 
 
2º) Extraer de dicha hipótesis consecuencias (deducción) 
lo que culmina con… 
 
3º) La puesta a prueba de dichas consecuencias (inducción) 
lo que permitirá verificar o no la hipótesis del primer momento 
 Peirce dirá que “el hombre posee en cierto grado un poder adivinatorio, 
primero o derivado, como el de una avispa o un ave”, presentándose masivamente 
casos que “demuestran que cierta confianza particular en una hipótesis, -cosa que no 
debe confundirse con certeza dogmática-, tiene valor apreciable como signo de valor de 
esa hipótesis” (Delladale, 1990, citado por Vitale, op.cit.). Así, cuanto más nos alejamos 
de la certidumbre, más aumentará el valor de productividad de la inferencia. 
 Charles Peirce, Filósofo y detective: En un artículo enviado a la revista 
norteamericana Atlantic Monty en 1907 (y que fuera rechazado en su momento por el 
editor de la revista, Bliss Perry), Peirce ilustra, mediante una experiencia personal 
(Sebeok, op. cit.) su teoría acerca de la abducción. La historia es la siguiente: En 1879, al 
llegar al puerto de Nueva York, (lugar al que se dirigía a dictar una conferencia) luego 
de viajar a bordo del vapor “Bristol” procedente de Boston, Peirce olvida, (debido a 
“una extraña sensación de confusión” que lo hace abandonar demasiado apurado el 
buque), un abrigo, una cadena y un valioso reloj Tiffany que le había sido facilitado por 
el gobierno, el cual, de no ser devuelto, lo enfrentaría “a la deshonra profesional de su 
vida”. 
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 Cuando se da cuenta del olvido, Peirce regresa al camarote en donde había 
olvidado los valiosos objetos pero ya no los encuentra. Alguien, (seguramente uno de 
los camareros del vapor que entró a ordenar el cuarto, piensa Peirce) los había robado. 
 Luego de lograr que las autoridades del barco dispongan a todos los camareros 
en fila para, mediante una ligera inspección ocular y una breve charla, tratar de 
descubrir al culpable del robo, Peirce confiesa no tener “ni el menor destello de luz por 
el cual guiarse”, pese a lo cual, su “otro yo” le dice no tienes más que apuntar al hombre 
con el dedo. No importa que carezcas de motivo, tienes que decir quién te parece que es el 
ladrón”. Peirce, ya totalmente convencido, lleva entonces al sospechoso aparte, pero no 
consigue que este confiese. Recurre entonces a una agencia de detectives de Nueva 
York, (la “Pinkerton”), que pone a un detective de la agencia a obrar según sus propias 
deducciones, (que terminará siguiendo los pasos de un sospechoso, pero no el señalado 
por Peirce), siendo la pista del detective finalmente falsa. 
 Peirce pone entonces un aviso en un diario ofreciendo una recompensa por la 
devolución del reloj, lo que le posibilita localizar una casa de empeño a la que un sujeto 
(cuyos datos coincidían con “el sospechoso” de Peirce) había llevado el reloj el día 
anterior. Sin entrar en los detalles que describe Peirce, podemos decir que esta historia 
detectivesca culmina con la recuperación del reloj, la cadena y el abrigo de una forma 
que nada tendria que envidiarle a las historias de Sherlock Holmes, siendo atrapado 
finalmente elculpable del robo: aquél sujeto del cual inicialmente Peirce había 
sospechado. 
 Este singular “instinto de adivinar”, la abducción, es, según el propio Peirce, 
“una ensalada singular, cuyos ingredientes principales son la falta de fundamento, la 
ubicuidad [facultad de estar presente en varios los sitios a la vez] y la fiabilidad” (Sebeok, 
op. cit.: 37). Peirce dice que a menudo extraemos de una observación sólidos indicios de 
la verdad sin poder especificar cuáles circunstancias de entre las observadas contenían tales 
indicios. En el caso de la historia del reloj, Peirce no puede determinar “a nivel 
consciente” cuál de los camareros del Bristol era el culpable, pero al mantenerse en un 
estado “pasivo y receptivo a la vez” puede advertir un indicio involuntario de parte 
del sospechoso, signo que será percibido como revelador, según las propias palabras 
de Peirce, “de un modo inconsciente”. La sugerencia abductiva según Peirce viene a 
uno como un destello, como un acto de “insight”16. 
 Tanto Sherlock Holmes, el genial detective, como Charles Sanders Peirce, el 
semiólogo, compartían la confianza en un sistema de razonamiento distinto de la 
inducción y la deducción, (cercano a lo que normalmente se conoce con el nombre de 
“adivinación”), pero que está en la base de los procesos semióticos y el desarrollo del 
conocimiento, es decir, la investigación. Teniendo en cuenta que una de las prácticas 
más habituales de los psicólogos es la práctica clínica a través del psicoanálisis, 
articularemos este tipo de razonamiento con algunos desarrollos de Sigmund Freud, el 
método de investigación del psicoanálisis y la sesión analítica. 
 El Paradigma Indiciario (o “alguien ha pasado por aquí”): En un ya famoso 
trabajo, el italiano Carlo Guinzburg (1983), presenta lo que él denomina “Paradigma 
Indiciario”, un movimiento que surge a fines del siglo XIX en el que podemos 
encontrar a tres grandes “detectives”: Giovanni Morelli, Sherlock Holmes y Sigmund 
 
16 Peirce se basa aquí en los trabajos que estaba realizando en la Universidad John Hopkins el 
psicólogo Joseph Jastrow (1863-1944) sobre percepción. Más adelante Peirce rechazará la tesis 
de que la sensación es una primera e inmediata impresión de los sentidos, para mostrar como 
ésta es, en realidad ya una interpretación selectiva y unificadora (para ampliar este aspecto de la 
teoría, ver el manuscrito Some Consequences of Four Incapacities de Peirce). 
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Freud. Sin duda, el menos conocido de los tres es Morelli, quien es mencionado por 
Freud en su ensayo sobre el Moisés de Miguel Ángel, (temprano ensayo que, -
curiosamente-, Freud no se animará a firmar hasta 1924 y que fuera publicado 
previamente y de manera anónima, en la revista Imago en 1914). 
 Allí, Sigmund Freud describe cómo fueron sus primeros acercamientos a la obra 
de Morelli publicada en Alemania, obra que provocó, según el mismo Freud, una 
“revolución” en las galerías de pinturas de Europa, ya que Morelli enseñaba a 
distinguir (a partir de acentuar la importancia de los detalles secundarios de una 
pintura tales como la estructura de las uñas de los dedos, el pabellón de la oreja, el 
limbo de la figura de los santos u otros elementos) las pinturas originales de las copias, 
partiendo de la hipótesis de que son esos los detalles que un falsificador descuida 
imitar, y que, en cambio, todo artista ejecuta de una forma inconfundible y 
característica, lo que permitió detectar innumerables obras falsificadas que se creian 
originales. Freud afirma en su trabajo que a su juicio, tal procedimiento muestra 
grandes afinidades con el psicoanálisis ya que “también el psicoanálisis acostumbra 
deducir, de rasgos poco estimados o inobservados, del residuo, –el refuse de la 
observación -, cosas secretas o encubiertas”. (Freud, 1914, Pág. 1883). 
 Coincidiendo en tiempo y espacio (Europa, finales del siglo XIX) con Freud y 
Morelli, el más sagaz de los detectives, Sherlock Holmes, (el personaje de Sir Arthur 
Conan Doyle, médico de profesión, al igual que Morelli y Freud) también procede a 
“sumar indicios” que le permitan establecer relaciones en busca de una explicación 
para los casos que debe enfrentar. Por ejemplo, en la novela “La aventura de la caja de 
cartón” (1892), Holmes es llamado a resolver un intrincado caso que comienza cuando 
una jovencita se presenta en Baker Street con un paquete recibido por correo en el que 
se encontraban dos orejas amputadas de una cabeza humana. Luego de la visita, la 
explicación que da Holmes a su querido Watson no deja lugar a dudas de la semejanza 
entre el “Método Holmes” y el “Método Morelli”: Dice Holmes que como no hay parte 
del cuerpo humano que varíe tanto como la oreja (parece ser que cada oreja es 
completamente distinta y difiere de las demás…), y dado que al mirar a la señorita que 
trajo la caja pudo observar que su oreja se correspondía con la oreja femenina 
amputada, era posible inferir que la persona que perdió sus orejas era pariente directa 
de la señorita que vino a hacer la consulta, (lo que permitió a los detectives orientar la 
investigación). Ese “saber observar” será puesto de manifiesto también por Freud, en 
su trabajo sobre el Moisés, al detenerse en el valor que presentan ciertos detalles de la 
obra que hasta el momento no habían sido tenidos en cuenta ni siquiera por los 
observadores más atentos, como la posición de la mano derecha de Moisés, o cierto 
detalle del borde inferior de las tablas de la ley, que permite descubrir que las tablas se 
encuentran cabeza abajo, lo que no condice con la importancia de tan sagrados objetos. 
 La pregunta que tratará Freud de responder en su trabajo será ¿Por qué el 
artista decidió inmortalizar así a Moisés? Freud elabora luego del análisis de los 
detalles una conjetura (que será confirmada años después al encontrarse Freud con un 
crítico de arte poseedor de una estatuilla que le permite verificar la abducción realizada 
años antes) sobre el instante previo al inmortalizado por Miguel Ángel en su escultura. 
En él, Moisés, dominado por la furia, intenta levantarse de su asiento, haciendo 
peligrar las tablas que instantes antes se hallaban derechas. De esta manera, Freud 
puede dar un paso más, elaborando la hipótesis de que Miguel Angel reprocha con 
esta escultura la desmedida ambición del Papa Julio II, personaje a quien estaba 
dedicada la estatua. 
 Según Guinzburg, este modelo “conjetural”, desde una perspectiva filogenética, 
podría hallarse seguramente en las actividades del hombre primitivo, ya que: 
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“Durante miles de años, la humanidad vivió de la caza. En el curso de 
interminables persecuciones, los cazadores aprendieron a reconstruir el 
aspecto y los movimientos de una presa invisible a través de sus rastros: 
huellas en terreno blando, ramitas rotas, excrementos, pelos o plumas 
arrancados, olores, charcos enturbiados, hilos de saliva. Aprendieron a 
husmear, a observar, a dar significado y contexto a la más mínima huella. 
Sucesivas generaciones de cazadores enriquecieron y transmitieron ese 
patrimonio de saber (…) cuyo rasgo característico era la capacidad de pasar 
de hechos aparentemente insignificantes, que podían observarse, a una 
realidad compleja no observable, por lo menos directamente. Y estos hechos 
eran ordenados por el observador en una secuencia narrativa, cuya forma 
más simple podría ser:’alguien ha pasado por aquí’” (Guinzburg, 1980: 126). 
 Este tipo de “saber de los rastreadores” que se remonta a nuestros antepasados 
cazadores, es denominado por Guinzburg “saber venatorio” e implica la posibilidad 
de ordenar en una secuencia narrativa hechos aparentemente insignificantes. La 
importancia del paradigma indiciario, estaría dada entonces en que constituye un 
sistema que cobra significado mediante un proceso similar a la abducción (Harrowitz, 
1983). Esta búsqueda de “detalles irrelevantes” que se transforman en “indicios 
reveladores” es unamarca que encierra una clave, ya sean rasgos pictóricos (en el caso 
de Morelli), formaciones del inconsciente (en el caso de Freud) o las huellas de la 
escena del crimen (en el caso de Sherlock Holmes). 
 Los indicios son las pistas que permiten acceder a otra realidad hasta ese 
momento invisible, pero cabe recalcar que esa realidad adviene sólo luego de postular 
reglas que expliquen los hechos observados y que permitan verificar la hipótesis. 
Recordemos que el razonador, al encontrarse con un fenómeno distinto al esperado, lo 
examina tratando de advertir alguna relación especial, lo que le permite avanzar en 
una teoría explicativa de aquello que resultaba sorprendente. 
 La abducción es por lo tanto también un proceso de formación de hipótesis 
explicativas que trata de probar que algo debe ser, (a diferencia de la inducción, que 
muestra que algo realmente es). 
 A manera de inferencia “abductiva”, podríamos recuperar aquí la idea del 
homo erectus, (obligado a cazar para sobrevivir, es decir, identificando indicios y 
huellas en función de la presa –saber venatorio-), al mismo tiempo que se instalan la 
división sexual del trabajo y el inicio de la convivencia en pequeños grupos estables 
(Cole; op. cit.), planteando la posibilidad de que, en un determinado momento de 
nuestra historia se haya dado cierta modificación en los circuitos neuronales del homo 
erectus, lo que le permitió ir más allá de los estímulos presentes, surgiendo así las primeras 
formas de articulación narrativa de lo presente en escenas posibles de ser almacenadas en una 
rudimentaria “memoria episódica”. 
 La abducción y Edgar Allan Poe: Tal como lo demuestra Nancy Harrowitz, 
hay otro autor cuya ficción narrativa tiene también muchos puntos en común con el 
modelo abductivo: Edgar Allan Poe (1809-1849). En muchos relatos de Poe, se pueden 
encontrar actos abductivos (por ejemplo en “El gato negro”, “Tu eres el hombre”, “El 
escarabajo de oro”, “Un descenso al Maelström”, además de, por supuesto, en la 
trilogía protagonizada por el detective Auguste Dupin: “Los crímenes de la calle 
Morgue”, “El misterio de Marie Roget” y “La carta robada”17). 
En todos esos trabajos, el narrador se encuentra en un estado mental que 
posibilita que la abducción “se presente como un término mediador entre el mundo de 
 
17 Trilogía con la que se afirma que nace el género “policíaco” en la literatura. Ver discusión en 
Harrowitz, op. cit.) 
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la mente del narrador y el mundo físico donde este habita” (Harrowitz, op. cit.: 249). 
De esta manera, la abducción puede “pone orden” al caótico mundo hiperreal 
construido por Poe, (lo que permite salvar muchas veces a los atormentados 
protagonistas de los relatos de Poe de algo que no deja de amenazarlos en ningún 
momento: la locura). 
Por ejemplo, en “Un descenso al Maelström”, el protagonista de la historia se 
encuentra atrapado por un inmenso remolino en el medio del mar. En ese momento, el 
narrador cuenta cómo surge, en una parte de su memoria, el recuerdo de ciertos 
“restos flotantes que aparecían en la costa de Lofoden, que habían sido tragados por el 
mar y que habían sido devueltos luego, destrozados de una manera extraordinaria, 
salvo algunos de esos objetos, que no estaban desfigurados en absoluto”. El protagonista, 
al mismo tiempo que recuerda, realiza varias observaciones importantes en su entorno, 
como por ejemplo, que ciertos objetos descienden más rápidamente que otros, o que 
ciertas formas son absorbidas por el remolino con mayor lentitud que las demás, lo que 
le permite llegar a la siguiente abducción: “Los objetos cilíndricos y de tamaño 
pequeño son los últimos (por su forma y tamaño) en ser succionados por el remolino, si 
es que llegan a serlo”. El protagonista, por lo tanto, se ata a un barril, lo que le permite 
salir ileso de una tragedia casi segura (en realidad, no sale totalmente ileso: el terror 
vivido le ha encanecido totalmente el cabello). 
Otro ejemplo de abducción aparece en “Los crímenes de la calle Morgue”, una 
novela de la trilogía de Dupin. Allí, la policía no logra resolver cierto caso, en el que 
una mujer y su hija fueron encontradas muertas brutalmente asesinadas dentro de su 
vivienda. Los policías se ven desconcertados porque hay ciertos elementos en la escena 
del crimen (el departamento cerrado por dentro, las mutilaciones sufridas por los 
cadáveres de ambas mujeres, o el hecho de que una de ellas haya sido metida en el 
tubo de la chimenea, -lo que requeriría de una fuerza física extraordinaria-), elementos 
que no encajan entre sí ni permiten obtener resultados en la investigación. De más está 
decir, que una vez convocado el detective Dupin, éste logrará resolver el caso (su 
“primer crimen”) gracias al método abductivo, y aplicando principios tales como No 
dar nunca nada por sentado, Es necesario ver el asunto en su conjunto o Hay que demostrar que 
las aparentes imposibilidades pueden ser posibles. Es precisamente el método abductivo y 
esos principios, lo que marca la diferencia entre Dupin y la policía parisiense, la que, 
según el detective: 
“Es muy astuta pero nada más. No procede con método, salvo el del 
momento. Toma muchas disposiciones ostentosas, pero con bastante 
frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su objetivo, que recuerdan a 
Monsieur Jourdain, quien pedía su bata para entender mejor la música18…” 
(Poe, 1970: 435). 
Así, la visión miope de la policía no le permite ir más allá de la suposición de 
que el asesino es un ser humano, (lo que determina que no supieran qué hacer con las 
pistas, es decir, que la visión miope no permite a los policías seleccionar cuáles de los 
indicios son relevantes y cuales no ni orientar la investigación). En cambio, Dupin, 
probando, como reza uno de sus principios, que aparentes imposibilidades no son tales en 
realidad descubrirá que el asesino, “de extraordinaria fuerza”, que “hablaba un dialecto 
incomprensible y tenía voz chillona”, poseedor de tanta destreza “como para deslizarse 
por un pararrayos hacia una ventana” no era sino… un gran orangután leonado de la 
India del cual había leído Dupin tiempo antes una minuciosa descripción en un folleto. 
 
18 en frances en el original: la frase es que pedía su “robe de chambre, pour mieux entendre la 
musique” 
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Se podría decir entonces, que tanto Peirce como Poe tienen preocupaciones 
similares, acerca de cómo se adquieren nuevos conocimientos, de la relación existente 
entre intuición y razón, y también sobre lo qué hay más allá de la razón (Harrowitz, op. 
cit.). Por ejemplo, según un crítico de Poe, (Daniel Hoffman, autor del libro Poe, Poe, 
Poe, Poe, Poe, Poe, Poe), la mente de Dupin participa de lo irracional, “y, por 
consiguiente, de la clase más alta de raciocinio”, ya que esto posibilita que el razonador 
no sea esclavo de sus propias premisas. Además, al operar mediante analogías 
metafóricas, Dupin combina “la intuición poética con la exactitud matemática” 
(Hoffman, citado por Harrowitz, op. cit.). 
 
La abducción y dos herramientas del psicoanálisis: la Interpretación y la 
Construcción. Tal como ha sido presentada hasta el momento la abducción, podría ser 
confundida con “la magia” o “la adivinación”. Incluso, hemos hecho tanto hincapié en 
las características del “razonador” que ha quedado algo desdibujada la importancia 
que adquieren otras parte del proceso, más relacionadas con los datos de la realidad 
que le rodea. Si bien Peirce no lo dice explícitamente en su exposición acerca del suceso 
del vapor Bristol y el reloj Tiffany, “algo”, algún indicio en el uno de los camareros 
observados lo llevó a considerar que era ese sujeto y no otro el autor del robo. Es 
necesario recalcar, entonces, que para poder interpretar un hecho, primero es necesario 
observarlo (aunque no queden demasiado claros los límites entre observación e 
interpretación). Recurriremos

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