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~ 1 ~ tipos de razonamiento. Bur, R. y Martinez Frontera, L. (2017). PSICOLOGÍA DEL RAZONAMIENTO: DEDUCCIÓN, INDUCCIÓN, ABDUCCIÓN Ricardo Bur ¿Somos lógicos? Nuestra forma de razonar y sus consecuencias: El viernes 6 de mayo de 1987, un ferry repleto de pasajeros y vehículos sale del puerto Belga de Zeebrugge con destino a Dover, Gran Bretaña. En total suben a bordo 459 personas, a las que se les suman casi 150 vehículos, entre autos particulares, autobuses y camiones. Los termómetros indican cero grados y el mar está calmo. Es una tarde tranquila pero muy fría. Cuando comienzan las maniobras de salida del barco, (a las 18:05 horas), la mayoría de los pasajeros comienzan a acomodarse en la cafetería y a ocupar los espacios públicos del barco, pero nadie sospecha que minutos después, a las 18:25, unas trescientas toneladas de agua entrarán en la nave, hundiéndola en cuestión de minutos. De esa manera, el hundimiento del ferry “Herald of the Free Enterprise”1 se convertiría en uno de los desastres marítimos más graves sufrido en tiempos de paz por un barco de la marina británica, con un saldo de ciento ochenta y ocho personas fallecidas. Lo increíble es que semejante accidente, ocurrido a una de las naves más modernas del mundo perteneciente a una de las más prestigiosas empresas navieras de la isla, no se debió a “fallas técnicas”, (tal como lo demostrara meses más tarde un informe judicial), sino que fue producto de una sucesión de “pequeños fallos” humanos, que hicieron que el barco zarpara del puerto, por ejemplo, con sus puertas de proa totalmente abiertas, ya que la tripulación no las había cerrado antes de salir. Dichos “fallos”, sumados a la presencia de ciertas variables contextuales, como por ejemplo, la cantidad de carga que llevaba en ese viaje el ferry, bastaron para que el “Herald” se hundiera en las aguas heladas del Mar del Norte en cuestión de minutos a raíz del inmenso torrente de agua que entró por un agujero de 30 m2 que había quedado abierto en la parte delantera del barco. Pero, ¿Por qué nos interesa recuperar aquí esta historia? ¿Qué tiene que ver ese naufragio con la Psicología, y en particular, con la “Psicología del Razonamiento”? Ocurre que luego del juicio llevado a cabo en Londres a partir del 27 de abril de ese mismo año, después de investigarse el caso, resultó ser que los “fallos” de la tripulación que provocaron el hundimiento fueron al fin y al cabo, simples “errores de 1 Los años ’80 sin duda pasarán a la historia como los del inicio del “paraíso neoliberal” en muchos lugares del mundo. Contextualizando brevemente los hechos, conviene recordar que las rutas de Ferry que cruzaban el Canal que unía Reino Unido con Europa no siempre fueron privadas, tal como lo son en la actualidad, sino que el servicio era prestado primordialmente por la empresa estatal Sealink UK Limited. Frente a esto, en los años ’80, y en consonancia con lo ocurrido en otros lugares, comienza en Gran Bretaña la campaña privatizadora de este servicio. Así, y tal vez de modo no demasiado sutil, la empresa británica naviera privada Townsend Thorensen comienza a bautizar sus buques con la fórmula “Free Enterprise” denominando a tres de sus flamantes y gigantescas unidades, (tenían capacidad para 1300 pasajeros cada una) con los arrogantes nombres de “Pride of Free Enterprise”, “Spirit of Free Enterprise” y “Herald of Free Enterprise” (el malogrado ferry que aquí nos ocupa). Finalmente, en 1984 la estatal Sealink UK Limited será privatizada, pasando a denominarse Sealink British Ferries. El accidente del Herald ocurrirá en 1987. ~ 2 ~ razonamiento” (o, con mayor precisión y como veremos más adelante, “una pequeña serie de inducciones falsas”). Veamos algunas2: Tripulante Maniobra efectivamente llevada a cabo Maniobra no realizada que debería haber llevado a cabo ¿Por qué no llevó a cabo la maniobra correspondiente? Tipo de razonamiento puesto en juego 2º Contramaestre Stanley Abre la puerta de proa para cargar los vehículos con destino a Dover (Gran Bretaña). Una vez cargados los vehículos, debía cerrar las puertas de proa antes de salir del puerto Se retira a su camarote a descansar. Supuso que su relevo, el Contramaestre Ayling iba a cerrar las puertas. Inducción 1º Oficial Sabel Se ocupó de la carga de los vehículos. Creyó ver a Stanley dirigirse a cerrar la puerta Comprobar que efectivamente estaban cerradas las puertas del barco. Como era habitual encontrar las puertas cerradas, ya que generalmente alguien lo hacía espontáneamente, supuso que éstas seguramente ya lo estaban Inducción Contramaestre Ayling Releva a Stanley, y al abandonar la cubierta luego de cargados los vehículos, es consciente de que las puertas están abiertas Verificar que las puertas de proa estén cerradas antes de salir del puerto Como cerrar las puertas no era su trabajo se fue sin cerrarlas, ya que, supuso que otro tripulante lo haría. Inducción Capitán Lewry Ordena partir rumbo a Dover Controlar el buque en general (lo cual incluye que estén cerradas las puertas de proa antes de salir del puerto) Supuso que alguien ya lo había hecho Inducción CUADRO 1: Inducciones relacionadas con el naufragio del “Herald of Free Enterprise” Evidentemente, nuestras formas de razonar “tienen sus consecuencias” (aunque por suerte, la mayor parte de las veces estas no son tan desafortunadas como para provocar naufragios de barcos…) aunque también es cierto, que cuando resolvemos problemas, arribamos a conclusiones, o tomamos decisiones, estamos llevando a cabo complejas operaciones de deducción lógica, de generalización, de coordinación de mensajes, etc., que producirán resultados en la experiencia práctica de nuestra vida cotidiana. El razonamiento, veremos que aparece como un problema para el campo de la psicología, en parte, por ser un territorio de “fronteras difusas” (por ejemplo, muchos de los desarrollos y problemas que estudiamos los psicólogos cuando nos ocupamos del razonamiento provienen originalmente de otras disciplinas, como por ejemplo, la lógica), y en parte también, porque son muchos los enfoques teóricos, y por ende, las variantes metodológicas desde las cuales se puede abordar el tema. Y si bien estamos 2 Los informes que se pueden encontrar en Internet acerca de la tragedia del “Herald” son innumerables. Aquí me he basado fundamentalmente en un trabajo de Chris Johnson de la Universidad de Glasgow (en http://www.dcs.gla.ac.uk/~johnson/papers/iwc_time.html). Quienes se refieren al accidente en términos de “inducciones falsas” son A. Garnham y J. Oakhill, 1994, (pág. 277). Por último, conviene mencionar que si bien la investigación responsabilizó por negligencia a tres de los tripulantes (el Capitán, el 1º Oficial y el 2º Contramaestre) otros factores parecen también haber influido en los hechos tales como el “Efecto Squat” (hundimiento del buque debido a las conjunción de bajas profundidades y el peso de la carga) o la alteración de la rutina del “Herald” debido a un cambio repentino de horarios. ~ 3 ~ lejos de llegar a un acuerdo dentro de la psicología acerca de qué es el razonamiento (hay incluso autores como Rips, 1990, que consideran al razonamiento, lisa y llanamente como sinónimo de cognición), aquí trataremos de precisar un poco tal concepto, partiendo de la base de que a lo largo de la historia de la psicología, han sido caracterizados muchos tipos de razonamiento, ya desde los primeros intentos de “disciplinamiento del pensamiento” llevados a cabo por Aristóteles mediante su lógica deductiva, hasta llegar a las numerosas investigaciones que, especialmente desde la psicología cognitiva, siguen realizando hoy los psicólogos. En ésta sección trataremos, entonces, dela Psicología del Razonamiento (y de sus eventuales taxonomías), campo de problemas que ha ido configurándose, con el paso del tiempo, en un área con identidad propia, con sus propias teorías y programas de investigación. Caracterización del problema: Muchos de los interrogantes básicos vinculados con el estudio del razonamiento (¿Se piensa de manera racional o irracional? ¿Se piensa con los principios de la lógica? ¿Cómo se organizan los conceptos, las categorías?), se podrían resumir alrededor de una gran pregunta general: “¿Qué es el Razonamiento?” Pero lamentablemente, al ser tantos los procesos relacionados con él de manera más o menos estrecha (el lenguaje, el aprendizaje, la percepción…) y tanto el trabajo experimental realizado para su estudio, será necesario que precisemos antes algunos términos, -al menos provisoriamente-, con el objeto de entendernos mejor a lo largo de las páginas que siguen. Por ejemplo, teniendo en cuenta que basta un ligero recorrido por los manuales especializados en el tema para observar que una de las distinciones más clásicas que se han realizado en el análisis del razonamiento sigue siendo aún hoy la que diferencia el “razonamiento inductivo” del “razonamiento deductivo”, (distinción que, como veremos, ya no resulta del todo útil, por lo más adelante intentaremos otras formas posibles de clasificación), tendremos que realizar al principio una somera caracterización de ambos tipos de razonamiento mediante la presentación de algunas de las investigaciones que han indagado en las capacidades humanas para realizar cierto tipo de tareas. Luego veremos un tipo de razonamiento singular, la Abducción, (caracterizada en su momento por el semiólogo norteamericano Charles Sanders Pierce), para finalizar tratando de presentar otros enfoques (a partir del giro contextualista que toma el estudio de la cognición humana en las últimas décadas) a efectos de no perder de vista el antiguo debate acerca de la racionalidad humana, tratando así de superar ciertas dicotomías como las que plantean quienes entienden, por un lado, que el género humano posee básicamente una orientación “hacia la racionalidad abstracta”, y quienes, en contraposición, sostienen que el hombre es más bien “una especie torpe e irracional” ya que, su forma de pensar suele estar bastante alejada de los principios normativos que establecen las reglas de la lógica. Lo cierto es que, con el argumento de aproximarnos al estudio del razonamiento, nos acercaremos también a antiguos interrogantes centrales de la psicología, que invitan a poner en el centro de la investigación psicológica problemas apasionantes acerca de la condición humana y que aún siguen sin respuestas. No es sencillo determinar cuáles son los tipos de razonamiento más relevantes al momento de realizar una introducción al tema, y si bien no se puede hablar de la existencia de un modelo general satisfactorio que de cuenta del razonamiento en su conjunto, existen intentos de delimitar algunas “fronteras” que tengan en cuenta la diversidad de tareas, conexiones y teorías que estudian los diversos tipos de razonamiento. Muchos especialistas coinciden en que existe razonamiento cuando en el procesamiento se va más allá de lo dado, (aunque tal caracterización, en verdad, no permite diferenciar el razonamiento de otros procesos cognitivos). Teniendo en cuenta estas dificultades, y en función de las investigaciones psicológicas que presentaremos en las ~ 4 ~ páginas siguientes, estableceremos (conscientes de la generalidad de la definición) que : “El razonamiento es un proceso que permite a los sujetos extraer conclusiones a partir de premisas o acontecimientos dados previamente; es decir, obtener algo nuevo a partir de algo ya conocido” (Carretero y García Madruga, 1984: 49)3 Se trataría entonces de una actividad inferencial que posibilita la extracción de conclusiones nuevas. De todas maneras, las definiciones han ido variando según el momento histórico en el cual la psicología se ha ocupado del tema, pasando desde concepciones de tipo tradicional, como las de Aristóteles o Descartes, quienes consideraron que la razón era una “facultad” exclusiva de los seres humanos. Aún hoy, la clásica frase que todo alumno cita automáticamente cuando se le pide una definición de ser humano (“El hombre es un animal racional”) es quizá el ejemplo más claro de la vigencia de esta posición, aún útil cuando se trata de distinguirnos del resto de las criaturas del reino animal. Pareciera que en este punto, nos diferenciamos claramente de los batracios y de las aves, (aunque la diferencia no aparece tan nítidamente cuando nos comparamos con otros mamíferos superiores, como veremos más adelante). Desde una perspectiva evolucionista en cambio, el razonamiento es una actividad inferencial más, que compartimos con otros animales de nuestra misma escala evolutiva. Charles Darwin (1871), por ejemplo, afirmará así que no existe una diferencia fundamental entre las facultades mentales del humano y las de los mamíferos superiores, ya que esta es de grado y no de tipo. Inclusive desde esta perspectiva se sostiene que ciertas procesos o funciones, como la memoria, la atención o el razonamiento (de las que en general hace alarde el ser humano) se pueden encontrar de diversas maneras en otros animales, como hemos visto en el capítulo anterior a partir del repaso por investigaciones que intentan mostrar cómo, por ejemplo, chimpancés pueden llevar adelante procesos inferenciales. Teniendo en cuenta que, como hemos dicho anteriormente, hay algo que sí se puede afirmar sin temor a error, y es que tradicionalmente se han distinguido dos tipos de razonamiento, el razonamiento inductivo, (aquel que se podría caracterizar, sintéticamente, como el razonamiento que obtiene conclusiones más generales que aquellas premisas de las que parte), y su opuesto, el razonamiento deductivo, comenzaremos a diferenciarlos. El razonamiento deductivo: Si bien un primer rasgo que permite caracterizar a la deducción radica en que ésta conduce de lo general a lo particular, los criterios que permiten diferenciar el razonamiento deductivo del inductivo son múltiples. Por ejemplo, desde la lógica se establece que una deducción válida lógicamente será verdadera siempre que las premisas lo sean (recordemos que en lógica, la validez de una argumentación es independiente del contenido de las premisas). La más representativa de las tareas deductivas es el silogismo, un tipo de razonamiento constituido por tres proposiciones o juicios, en el que la tercera proposición, llamada conclusión, resulta necesariamente de las dos primeras, llamadas premisas. En el clásico ejemplo: 3 Otra definición clásica, -esta vez desde el modelo del procesamiento de información, es la que ofrece Gallotti (1989) cuando sostiene que el razonamiento es “la actividad mental capaz de transformar la información de partida, con el fin de llegar a alguna conclusión”. ~ 5 ~ Todos los hombres son mortales (premisa mayor) Sócrates es hombre (premisa menor) Sócrates es mortal (conclusión) Todo silogismo contiene tres términos o palabras principales (en este caso, “hombres”, “mortal” y “Sócrates”). Según la lógica clásica se denomina término mayor (P) al que aparece como predicado de la conclusión (en este caso, “mortal”), término menor (S) al sujeto de la conclusión (en este caso, “Sócrates”) y es el término medio (M) aquel que aparece en ambas premisas y no aparece en la conclusión, ya que su función es establecer el enlace entre los otros dos términos. Toda proposición tiene además dos características principales: cantidad (pueden ser universales o particulares) y calidad (pueden ser afirmativas o negativas): Todos los S son P Universal afirmativa Ningún S es P Universal negativa Algunos S son P Particular afirmativa Algunos S no son P Particularnegativa Y de acuerdo con las distintas combinaciones del lugar del término medio en las premisas, podemos obtener cuatro figuras básicas: M --------- P P --------- M M --------- P P --------- M S --------- M S --------- M M --------- S M --------- S Teniendo en cuenta todos los elementos que hemos descrito, resulta que puede haber 64 modos de silogismo para cada una de las cuatro figuras básicas, lo cual totaliza 256 modos de silogismo diferentes4. Dado que las inferencias deductivas no aportan conocimiento nuevo, se puede afirmar que son tautológicas, ya que en un silogismo, lo que se dice en la conclusión ya está dicho -aunque sea de manera implícita- en el punto de partida. Esto no es contradictorio con la definición de razonamiento que ofrecimos antes, ya que si bien el contenido semántico de la conclusión se encuentra incluido en las premisas, como resultado de las combinaciones es formalmente distinta al enunciado de las premisas. Los silogismos no ofrecen forma alguna de saber si lo afirmado en la premisa mayor es verdadero o falso, ya que su función no es determinar la verdad de los conocimientos, sino que tiene valor como método de exposición. Por lo tanto, si el 4 Existen reglas mnemotécnicas para reconocer los únicos silogismos básicos, que son en realidad sólo 48. ~ 6 ~ punto de partida es falso, el silogismo igual funcionará bien, ya que no hay forma de saber si lo afirmado en las premisas es verdadero o no5. Por ejemplo: Todos los hombres son negros � Premisa mayor Sócrates es hombre � Premisa menor Sócrates es negro � Conclusión De todas maneras, si bien la deducción no proporciona ningún incremento en la información semántica, eso no quiere decir que el usuario del sistema deductivo no aumente su conocimiento, ya que resulta informativa cuando permite hacer evidente para el sujeto información que antes de la deducción no lo era. Los psicólogos han recurrido a los silogismos en la investigación y medición de la capacidad intelectual (como en el clásico “Test de Burt”) o para el diagnóstico psicológico (Von Domarus, 1944). Hay varios tipos de tareas que se pueden realizar basadas en silogismos categóricos, (entendiendo como tareas aquellos tipos de actividad que los investigadores proporcionan a un sujeto; González Marqués, 1991). Los primeros estudios experimentales, por ejemplo, consistían en ofrecer al sujeto las premisas a partir de las cuales debía extraer la conclusión o en medir los tiempos que tardaban éstos en encontrarla, mientras que entre las investigaciones más actuales, podemos citar las realizadas por Inhelder y Piaget (1959) sobre la génesis de las estructuras lógicas del niño y el adolescente. Una de las características principales del razonamiento silogístico radica en su gran complejidad (puede haber 256 formas de silogismos diferentes), lo que convierte al silogismo es un recurso privilegiado para intentar explicar los procesos de error en la actuación de los sujetos. Una de las tareas clásicas que se han diseñado para el estudio del razonamiento con silogismos categóricos consiste en ofrecer al sujeto una relación de proposiciones (un silogismo “sin la conclusión”) con cinco alternativas (en general, los cuatro tipos de proposiciones categóricas y una quinta alternativa que reza: “no hay conclusión”) para pedirle al entrevistado que seleccione cual de las alternativas completaría el silogismo. Un ejemplo de actuación de sujetos con un silogismo fácil (en el que la conclusión válida es semejante a una de las premisas) es el siguiente (en base a García Madruga, 1984): Todo B es C Algún A es B Algún A es C Algún C es A Ningún A es C Conclusión Conclusión Conclusión 5 Recordemos que en la Edad Media, la ciencia y la filosofía escolásticas se valían del silogismo debido a que con él no se ampliaba el saber de ninguna manera. Dado que el silogismo no permite determinar la verdad de los conocimientos, -su valor radica en ser un método para exponer ordenadamente verdades ya sabidas-, en la Edad Media, como las verdades ya estaban dadas por las Escrituras o Aristóteles, era el método legitimado precisamente por su inutilidad para el descubrimiento y la obtención de nuevos conocimientos. ~ 7 ~ válida (83% de los sujetos válida (13% de los sujetos) errónea (3% de los sujetos) En cambio en un silogismo de dificultad media, (en el cual la respuesta correcta supone afirmar que no hay conclusión válida) la actuación de los sujetos suele ser la siguiente: Algún C es B Algún B es A Algún A es C Algún C es A Algún A no es C Algún C no es No hay conclusión Conclusión errónea (13% de los sujetos) Conclusión errónea (23% de los sujetos) Conclusión errónea (3% de los sujetos) Conclusión errónea (3% de los sujetos) Conclusión válida (56% de los sujetos) Mientras que en un silogismo de alta dificultad, (en el que la conclusión válida es diferente de las premisas) la actuación de los sujetos puede ser: Ningún C es B Todo B es A Ningún A es C Ningún C es A Algún C es A Algún A no es C No hay conclusión Conclusión errónea (13% de los sujetos) Conclusión errónea (60% de los sujetos) Conclusión errónea (3% de los sujetos) Conclusión válida (6% de los sujetos) Conclusión errónea (13% de los sujetos) Como vemos, mientras ante ciertos silogismos es correcta la actuación de los sujetos en un 96%, ante otros solo lo es en un porcentaje del 6%. Son precisamente estos resultados los que deben ser explicados por las teorías que investigan el razonamiento humano mediante silogismos. Ciertos autores como Cohen (1981) manifiestan que los seres humanos poseemos una competencia lógica (innata) que es imposible de falsar experimentalmente, mientras que otros, como Johnson-Laird (1982) afirman que la capacidad de razonar lógicamente debe ser considerada como una “habilidad”, y como tal, debe ser adquirida. Volvemos así a la dos perspectivas clásicas que anticipamos cuando nos referimos al pensamiento: están quienes sostienen que el pensamiento es un conjunto de procesos mentales (más innatos que aprendidos…), que se aplican de modo generalizado a cualquier contenido cognitivo, (en trazos gruesos, la postura de una “racionalidad invariable”), postura que puede llevar a afirmar, como lo hace Fodor (1980), que existe una lógica mental innata. ~ 8 ~ El argumento exactamente contrario sostiene en cambio que los seres humanos somos gente inherentemente irracional (postura de la “irracionalidad invariable”, a la cual se podría adherir con solo mirar unos minutos de cualquier noticiero de televisión). Por razones de espacio no podemos desarrollar aquí los principales argumentos de estas teorías, pero remitimos al lector, para un desarrollo más exhaustivo del tema, al trabajo de Johnson-Laird citado anteriormente, (quien, contemporizador, propone una “tercera posición”: la de la racionalidad variable). El condicional, la falsación y la “Tarea de las tarjetas” de Wason: Al igual que en los silogismos, en las inferencias condicionales aparecen dos premisas y una conclusión, apareciendo siempre el condicional que adquiere la clásica forma: “Si ..., entonces ... “. Por ejemplo6: Si llueve María se moja � Premisas Llueve entonces María se moja � Conclusión Recordemos que en lógica, no interesa el contenido de las proposiciones (una proposición es la unidad más pequeña de lenguaje que puede ser “verdadera” o “falsa”).7 Por eso se utiliza el símbolo p para referirse a la primera premisa y q para referirse a la segunda. Las investigaciones centradas en el condicional tratarán de indagar en los errores más comunes y en la forma y el momento en que se adquieren las conectivaslógicas. En parte por esta razón, y en parte porque los estudios sobre el condicional son de interés en la investigación del pensamiento científico, los trabajos que dan cuenta de tareas sobre el condicional han sido cada vez más numerosos. Para la mejor comprensión de ciertas experiencias que se describen más adelante, es necesario recordar antes de continuar dos tipos válidos de inferencias: los conocidos Modus Ponens y Modus Tollens. Si llueve María se moja Llueve, entonces, María se moja Si p entonces q p entonces q � Modus Ponens Si llueve María se moja María no se moja, entonces, no llueve Si p entonces q no q entonces no p � Modus Tollens El modus ponens implica que a partir de la afirmación del antecedente (llueve), se obtiene necesariamente la afirmación del consecuente (entonces María se moja); en tanto que el modus tollens establece que a partir de la negación del consecuente (María no se moja) se obtiene la negación del antecedente (no llueve). 6 Para el desarrollo de este punto utilizaremos los ejemplos que ofrecen Ballesteros Giménez y García Rodriguez (op. cit,: 512-513) 7 O lo que es lo mismo, también se puede decir que una proposición puede adquirir dos valores: “0” y “1”. ~ 9 ~ En el ámbito del razonamiento deductivo, muchos autores son partidarios de lo que se denomina lógica natural (Inhelder y Piaget, op. cit.), la que consiste “en un conjunto de reglas formales que se utilizan para inferir una conclusión a partir de unas premisas determinadas”. Para esos autores las reglas de inferencia están basadas en algún criterio normativo, como la lógica proposicional, y son ajenas al contexto específico que manipulan, por lo que operan a un nivel exclusivamente sintáctico. El tipo y número de reglas postuladas por los autores es harto diferente, aunque todos ellos coinciden en señalar que las personas poseen, al menos, la regla del modus ponens” (Fernández Berrocal y Mario Carretero, op. cit.: 16). Eso significa que la mente contendría alguna regla correspondiente a la regla lógica “si p entonces q” sin verse afectados por las características semánticas de la tarea, es decir, que los sujetos resuelven con la misma facilidad una versión abstracta y una versión con contenido del modus ponens. Por ejemplo: Versión con contenido Versión abstracta Si se encuentra con su amiga entonces irá al cine se encuentra con su amiga entonces irá al cine Si p entonces q p entonces q (Ejemplo de modus ponens, tomado de Fernández Berrocal y Mario Carretero, op. cit.) Lo cierto es que muchas investigaciones han revelado que la gente acepta de manera casi unánime, como inferencia válida el Modus Ponens, pero en cambio se resiste a considerar como una inferencia válida al Modus Tollens, pese a que también lo es. Eso nos lleva a formular las siguientes preguntas: ¿Con que frecuencia se tiende a elegir una u otra? Cuando las personas tenemos una hipótesis… ¿Tendemos a falsarla o a intentar confirmarla? Son precisamente ese tipo de preguntas las que se hizo en 1966 el psicólogo inglés Peter Wason, (y luego su alumno más destacado, Philip Johnson-Laird), lo que lo llevó a inventar el rompecabezas más estudiado por los psicólogos del razonamiento de todo el mundo: El problema de las cuatro tarjetas. LA TAREA DE WASON (versión original) A una persona se le muestra una pila de tarjetas que presentan, por un lado, letras (vocales o consonantes) y por el otro, números (pares o impares). De la pila, se separan cuatro tarjetas y se las coloca sobre la mesa, de manera que se vea una sola de las caras de las tarjetas. Las cuatro tarjetas tienen en su lado visible una vocal, una consonante, un número par y un número impar. ~ 10 ~ El jugador debe indicar la tarjeta (o tarjetas) que es necesario dar vuelta (para ver su lado oculto) como forma de saber si la siguiente regla es verdadera o falsa: “Si una carta tiene una vocal en un lado, entonces tiene un número par en el otro” Los resultados de “la tarea de Wason” son absolutamente desalentadores para quienes piensan que la mente lógica es un “don natural” patrimonio del hombre culto occidental: Sólo el 10 % de las personas que aceptan solucionar el rompecabezas se da cuenta de cuáles son las tarjetas que hay que dar vuelta para resolver el problema (Wason, 1966, Legrenzi, 1998). El siguiente cuadro (Johnson-Laird, op.cit.) muestra la frecuencia de las selecciones de las tarjetas: TARJETAS FRECUENCIA E y 4 59 E 42 E, 4 y 7 9 E y 7 5 Otros 13 Total 128 En la tarea de Wason, interviene nuestro ya conocido condicional (si p, entonces q), y a pesar de que el problema se comprende fácilmente, la tarea resulta difícil de resolver. Lo usual es que las personas elijan: § Dar vuelta aquella carta en la que aparece una vocal (ya si por el otro lado tiene un número par, la frase sigue siendo válida, pero si tiene un número impar, la frase es totalmente falsa). Pero es importante comprender que si esa carta tiene un número par, no puedo saber aún si la regla es cierta o no. Sólo sé que hasta el momento se cumple, pero no si es cierta en la totalidad de los casos, como lo requiere una regla. § No dar vuelta la tarjeta en la que aparece la consonante (la frase no tiene implicaciones en relación a esas tarjetas). Supongamos que se diera el caso de consonantes con un número par detrás, y también consonantes con un número impar. ¿De qué me sirve saberlo? E K 4 7 ~ 11 ~ § Dar vuelta dos cartas: la que tiene una vocal y la que tiene el número par. Ya hemos visto qué pasa cuando se da vuelta la carta con la vocal. Ahora la pregunta es: ¿Sirve realmente para algo dar vuelta la carta que tiene un número par? La respuesta es no. Si detrás de un número par hay solamente vocal, o también consonantes, no me importa. Puede haber cartas con números pares que tengan consonantes del otro lado y eso no invalida la regla, por lo tanto no tiene sentido dar vuelta la carta con número par a la vista8. § El verdadero error se comete con la carta que tiene el número impar. Se puede observar en la tabla de frecuencias que son muy pocos los sujetos que eligieron dar vuelta esta carta, y sin embargo, esta es una carta clave, porque si se verifica que la tarjeta tiene del otro lado una vocal, la regla es totalmente falsa. La carta con el número impar sirve para falsar la regla, ya que no puede haber una vocal detrás de ella, sin embargo muy pocos la eligen.9 Dicho de otra manera: ¿Por qué tanta gente elige dar vuelta la carta que tiene una vocal, y tan poca elige la carta que tiene el número impar, si ambas pueden tener la combinación “vocal-número impar” que refuta la regla? Parece que no es fácil entender que es mejor falsar que verificar, y que es necesario razonar también sobre las caras ocultas (“lo posible”, en términos piagetianos, según Delval, 1984) y no solo en las caras visibles (“lo real”). Dando vuelta esas tarjetas, la regla no puede ser falsada. Puedo saber qué hay detrás de ellas, (lo cual puede ser útil para mi curiosidad), pero no para resolver el problema, que, recordemos, es una regla de la cual debo verificar su verdad o falsedad. Y que sea verdad en ciertos casos puntuales, no garantiza que la regla se cumpla en los demás. Para finalizar, obsérvese que son tareas en las que interviene el condicional “si p entonces q”, lo que significa que las respuestas correctas (‘E’ y ‘7’) son inferencias. Volver la vocal implica una inferencia de tipo modus ponens, Volver el número impar (no q) y no encontrar una vocal permite saber que la regla es verdadera (modus tollens). El problema de las cuatro tarjetas resulta en general muy difícil para los adultos, que suelen enfrentarse a él confiados en la aparente simplicidad del enunciado. Lo sugestivo es que cuando se realiza este mismo problema conmateriales de contenido familiar, (en lugar de usar materiales de contenido abstracto, con letras y números) los resultados son mucho mejores. Los investigadores Richard Griggs y James Cox (1982), modificaron la prueba de las cuatro tarjetas de Wason, proponiendo a estudiantes universitarios que se centren en una historia que tenía como protagonistas a un par de parroquianos que estaban en un bar bebiendo cerveza, y a un policía que debía verificar que se cumpla una ley (efectivamente vigente en el estado de Florida, EE.UU.), que establece que “si una persona quiere beber cerveza debe tener más de 16 años”. En este caso, dos de las tarjetas tienen a la vista edades (una mayor y otra menor de 16), y las otras dos tarjetas el tipo de bebida, (cerveza o bebida sin alcohol). En este escenario, los estudiantes, (que 8 Recordemos que la regla dice: “Detrás de toda vocal hay un número par”. La regla NO DICE además que “detrás de todo número par hay una vocal”. 9 Propongo al lector, si tiene problemas con “La tarea de las cuatro tarjetas de Wason”, que realice seis tarjetas que tengan las siguientes letras y números en sus caras: B-4, T-5, A-10, S-12, R-2 e I-3. Colóquelas sobre la mesa y HAGA TRAMPA, mirando ambos lados de las cartas. En este grupo de cartas: ¿Hay algunas que cumplen la regla? Sepárelas del grupo. Observe ahora las cartas que NO cumplen con la regla. Verá allí vocales, consonantes, números pares e impares. Es posible ver así cómo cierta clase de cartas, (aunque a simple vista no lo parezca), no aportan nada de información sobre la regla que hay de verificar. ~ 12 ~ deben razonar como lo haría el policía…), indican correctamente que las cartas que hay que dar vuelta son la que dicen “bebe cerveza” y “por debajo de los 16 años”. El jugador debe indicar la tarjeta (o tarjetas) que es necesario dar vuelta (para ver su lado oculto) como forma de saber si la siguiente regla se cumple entre los bebedores que están presentes en un bar: “Si una persona quiere beber cerveza en un lugar público debe tener más de 16 años” En experimentos como estos10, a diferencia de lo que ocurría anteriormente, (con tarjetas que sólo tenían vocales y números), al contener las cartas información con sentido y al formar parte la tarea propuesta de una situación en la que es fácil imaginarse las intenciones y los fines de los protagonistas, en lugar de obtenerse solo un 10% de resoluciones satisfactorias, el porcentaje se elevaba al 62%. La detección natural de los “tramposos”: La investigadora Leda Cosmides (1989), por medio de ingeniosas historias que planteaban el complicado problema de Wason, pero en términos de “intercambios sociales” (que implicaban descubrir “engaños” con respecto a ciertas reglas sociales, ver Rivière, 1991) consiguió que el bajo porcentaje de respuestas exitosas se eleve al 75%. ¿Qué había pasado? ¿Cómo explicar estos resultados? Según Cosmides, el hecho de presentar el problema en términos de intercambio social produce un efecto de “facilitación”, lo que la lleva a sostener que la mente humana está diseñada por las fuerzas de la evolución para resolver problemas interpersonales de intercambio social. Dicho en otros términos, los humanos disponen de un mecanismo mental, desarrollado de forma natural, para detectar a los “tramposos”. Cosmides explica que en la evolución humana, la capacidad de razonar con rapidez y precisión respecto de contratos sociales ha debido ser importante para el contrato social. Así, desde una perspectiva evolucionista, la arquitectura cognitiva que define el razonamiento no podría aparecer ya como un mecanismo general, aplicable a todos los dominios. La autora afirma que a lo largo de la evolución humana, los “módulos especializados del razonamiento” (para utilizar términos de Rivière), fueron también evolucionando en dirección a la realización de inferencias de interacción e intercambio social cada vez más eficientes. Para finalizar con la tarea de selección de Wason, una reflexión: se suele identificar a esta tarea, dentro de la clasificación tradicional que se suele hacer entre 10 Johnson Laird había hecho este tipo de problema “con sentido” diez años antes de la investigación de Griggs y Cox, con una situación que planteaba nombres de ciudades (“Manchester” y “Leeds”) y medios de transporte (“automóvil” y “tren”) en función de una regla como: “cada vez que viajo a Manchester lo hago en tren”, y los resultados fueron muy semejantes. TOMA CERVEZA TOMA OTRA BEBIDA 15 AÑOS 17 AÑOS ~ 13 ~ razonamiento deductivo y razonamiento inductivo, como un ejemplo prototípico de deducción, (y así lo hemos hecho aquí, ya que existe amplio consenso en considerar que esta tarea implica la puesta en funcionamiento de tales procesos), pero lo cierto es que no hay acuerdo unánime acerca de la inclusión de esta tarea entre las tareas deductivas. Por ejemplo, mientras Evans (1982), en su libro sobre psicología del razonamiento, incluye la tarea de Wason dentro de la deducción, otros autores como Gilhooly (1983) incluyen esta experiencia en el capítulo dedicado a la inducción. La clave tal vez esté en señalar (como lo hace Evans, 1982, citado por Gonzalez Marques, op. cit.), que en la tarea de Wason se hallan presentes procesos de carácter inductivo (por ejemplo, en la elaboración de una hipótesis acerca de la regla) y también procesos de tipo deductivos (como por ejemplo, en el momento de la comprobación de la hipótesis). ¿Por qué fracasa la gente en el problema de las cuatro tarjetas?: En 1984, Juan Delval publica un trabajo en el que afirma que la causa principal del fracaso en el problema de Wason radica en la dificultad que tienen las personas para tener en cuenta simultáneamente todas las condiciones y las consecuencias del problema. Además, muchos sujetos en medio de la prueba comienzan a entender realmente la consigna dada por el experimentador, lo cual implica que: “si no se consigue entender un problema por el modo en que se presenta, o el material en que se realiza, quiere decir que no puede hablarse de operaciones formales en sentido estricto. Esto último parece, por otro lado, bastante evidente; existen múltiples pruebas de que no hay una capacidad de razonar formalmente independiente del contenido” (Delval, pág. 98; op.cit.). Esta crítica a la teoría piagetiana, se focaliza en el intento de Piaget de encontrar la “estructura subyacente” a las acciones y operaciones del sujeto, imaginando por parte del sujeto “cálculos simples y económicos”, suposición que, en palabras de Delval “resulta demasiado esquelética para hacer una descripción precisa de las tareas razonantes del sujeto”, es decir, parece que la lógica booleana, no es el mejor modelo de razonamiento humano. Con respecto a los errores (abundantes) que cometen los sujetos en las pruebas con silogismos categóricos o condicionales, existen muchas y encontradas posiciones. Desde las que explican los fracasos debido a un inadecuado manejo de la lógica por parte de los sujetos, hasta los que defienden el funcionamiento racional de los sujetos y señalan que, en realidad, los sujetos trabajan lógicamente pero sobre problemas diferentes de los que se les plantean. Por ejemplo, los sujetos se niegan a considerar que un problema no tenga conclusión, o lo modifican adaptándolo a sus propias experiencias, (lo cual no implica que se apliquen incorrectamente las reglas de la lógica: sólo se trataría de un problema de “interpretación”). La inducción: La tradicional distinción entre razonamiento deductivo y razonamiento inductivo, ha generado líneas de investigación muy diferentes. Mientras que aquellos psicólogos que estudian la deducción se orientan, como hemos visto anteriormente, hacia el diseño de experiencias relacionadas con la resoluciónde problemas y silogismos, el estudio de la inducción opta por desarrollarse en otros terrenos, en general, más bien “externos” al laboratorio: la toma de decisiones, la formación de conceptos, el aprendizaje o el razonamiento informal (Santamaría, 1998). Se afirma que el razonamiento inductivo es aquél que obtiene conclusiones generales a partir de premisas particulares. Por supuesto, una dicotomía tan antigua, ~ 14 ~ proveniente de la lógica clásica hace tiempo que no satisface a la psicología, ya que pueden plantearse otras distinciones, más fértiles para el análisis de los procesos de razonamiento (Por ejemplo, Wason, 1978 propone distinguir entre problemas “cerrados” y problemas “generativos”) e incluso hay quienes como Rips (1990) cuestionan la posibilidad de que sean dos procesos psicológicos diferentes los que subyacen a estas dos modalidades de razonamiento, opiniones que no podemos desarrollar aquí, (aunque remitimos al lector a la bibliografía citada al final de este trabajo para profundizar en este problema). Al ser presentado generalmente “en oposición” al razonamiento deductivo, (paradigma de la investigación científica) el razonamiento inductivo suele aparecer como poco preciso o como una forma de “generalización” poco compatible con el ideal de racionalidad que se pretende en la ciencia, (más adelante veremos los desarrollos del filósofo Charles S. Peirce, quien presenta una interesante forma de pensar estos problemas...), pero es necesario decir que la lógica inductiva, en realidad aparece como mucho más “poderosa” que la deductiva, ya que se extiende de lo observado a lo no observado (Cohen, op.cit.). Siendo honestos… ¿Qué se puede descubrir a través de una discusión basada en términos deductivos? En el siglo XIX, John Stuart Mill (1806-1873), puso a disposición de las jóvenes ciencias (antropología, psicología, sociología) el método inductivo11. Su análisis partió de un entinema (un silogismo al cual le faltaba una premisa): “Éste, aquél, y los demás animales con cuernos, el buey, la cabra, todos rumian; por lo tanto, todos los animales con cuernos rumian” Mill afirma que mientras en el razonamiento deductivo, el “todos” implicado en la premisa es igual al “todos” de la conclusión (es un todos de enumeración…) en este ejemplo se puede observar que el “todos” de la premisa se refiere a un número finito (los animales observados) mientras que el “todos” de la conclusión se refiere a un número infinito (los animales observados y los no observados). Eso significa que la inducción se “extiende”, luego de la observación repetida de un fenómeno, a otras circunstancias parecidas, (lo que al mismo tiempo implica suponer cierta uniformidad en la naturaleza). Esto justamente será lo que le otorga a la inducción su carácter probabilístico, ya que una generalización inductiva no conduce a un conocimiento necesariamente verdadero, sino solo probablemente verdadero. Como la dicotomía deducción/inducción aún goza de buena salud, presentaremos a continuación, (de manera tal vez excesivamente esquemática), algunas de las diferencias que históricamente se establecieron entre estos dos tipos de razonamiento: RAZONAMIENTO DEDUCTIVO RAZONAMIENTO INDUCTIVO § Partiendo de observaciones generales se llega a conclusiones sobre un caso particular. § Es siempre válido cuando es producto necesario de las premisas, ya que se basa § Partiendo de la observación de casos particulares se proponen principios de carácter general. § No se puede afirmar que sea totalmente válido, sino sólo “más o menos” probable. 11 La obra más famosa del inglés John Stuart Mill (hijo del asociacionista James Mill), fue el Sistema de Lógica Racional e Inductiva, uno de los libros más leídos en la historia de la ciencia. En él describía con gran detalle cómo se podía utilizar esta metodología en todas las ciencias, especialmente en la psicología. ~ 15 ~ en principios lógicos y no en la verdad o falsedad de aquellas. Es válido o no lo es, pero no admite “grados” § Ejemplo: Premisas Todos los artistas de la TV son hinchas de Racing Natalia Oreiro es artista de la TV Conclusión Natalia Oreiro es hincha de Racing (De premisas generales –que se presuponen verdaderas- se llega a una conclusión de tipo particular)12 Este tipo de razonamientos admite grados de validez. Los hay “fuertes” y “débiles”, según la probabilidad de validez de las premisas. § Ejemplo: Premisas Brasil, Uruguay y México devaluaron su moneda, y sus exportaciones aumentaron Argentina devaluó su moneda Conclusión Argentina aumentará sus exportaciones (De casos particulares se infiere una ley general. Es probable que se cumpla… Pero: ¿podemos estar seguros?) Los trabajos que se realizaron desde la psicología científica sobre razonamiento inductivo han sido durante muchos años casi inexistentes (González Marqués, op.cit.). En el capítulo anterior, en el apartado “El concepto como producto de la discriminación estimular”, se puede revisar una típica serie de tareas de carácter inductivo, las llevadas a cabo por el norteamericano Clark Leonard Hull (1884-1952) sobre formación de conceptos. El caso del “razonamiento clínico” desde la perspectiva del procesamiento de la información: Hasta ahora, hemos visto el estudio de procesos de inferencia en tareas artificiales, basadas en cómodas y seguras actividades de tipo lógico-matemático. Pero es necesario mencionar que si bien son aún escasos, también existen trabajos que se preocupan por conocer los procesos cognitivos en ambientes naturales, (en la vida cotidiana) lo que determina una interesante línea de investigación: la del estudio del “razonamiento informal”. Según Fernández Berrocal y Carretero (1995), las características del razonamiento informal serían las siguientes: § Se aplica a cuestiones de la vida cotidiana § Se aplica a cuestiones relevantes para el individuo § No utiliza lenguaje formal o simbólico sino lenguaje cotidiano § Es dependiente de contexto § Se aplica a tareas abiertas, sin una única solución correcta § Se aplica a tareas no deductivas, y el sujeto cuenta con menos información de la necesaria para la resolución de la tarea. Lo cierto es que generalmente se ha definido al razonamiento informal en oposición al razonamiento formal, -equivalente al pensamiento “matemático”, “conceptual”, “deductivo” y “reglado”-, aunque no hay acuerdo acerca de la definición del término “informal”, ya que muchas veces, bajo esta denominación se incluyen estudios que abordan temas diversos como la solución de problemas o la toma de decisiones. 12 Seguramente todos sabemos de artistas de la TV que no son hinchas de Racing. Pero eso no le resta validez al razonamiento deductivo. No se debe confundir el valor de verdad o falsedad de las premisas de un razonamiento con la validez de éste. Nuestras creencias y conocimientos previos nos hacen rechazar muchas veces silogismos válidos (como en el ejemplo) y aceptar silogismos inválidos sólo porque la conclusión concuerda con conocimientos que ya tenemos. ~ 16 ~ Con el objeto de presentar un ejemplo de investigación en el área del razonamiento informal, en este caso, centrada en la toma de decisiones clínicas, describiremos la caracterización que realizan desde la perspectiva del procesamiento de la información, Elstein y Bordage (1979) sobre el razonamiento de los médicos clínicos. Este tipo de investigaciones busca caracterizar los procesos de razonamiento registrando y analizando los pasos y pensamientos del sujeto (vía observaciones directas, combinadas con informes introspectivos13 y/o entrevistas) de profesionales clínicos en escenarios naturales al intentar resolver problemas clínicos. Pretenden asíresponder a preguntas acerca de cómo se toman las decisiones clínicas (pregunta de índole descriptiva), y también acerca de cómo deberían tomarse éstas (pregunta de índole prescriptiva). Los autores parten de un principio básico: el de la racionalidad restringida (Newel y Simon, 1972), que subraya el papel que cumplen los límites en nuestra capacidad de procesar información durante el proceso de razonamiento. En el caso puntual del razonamiento clínico, dada la escasa capacidad de memoria de trabajo de la que se dispone (“escasa”, comparada con la capacidad ilimitada de la memoria permanente), se investiga cómo el profesional intenta funcionar de manera eficiente durante el breve período de una entrevista diagnóstica, teniendo en cuenta la imposibilidad de acceder a todo lo que se sabe acerca de un problema en una situación tan compleja, y la posibilidad efectiva de procesar información que se puede llevar a cabo en tan poco tiempo. Según los investigadores, los profesionales médicos, ante la limitada capacidad de memoria de trabajo se ven obligados en las situaciones de diagnóstico a procesar serialmente la información de la que disponen, (seleccionando cuidadosamente los datos que se poseen del paciente), al tiempo que se deben representar de manera simplificada el cuadro clínico, funcionando luego en el marco de tales representaciones simplificadas lo mas racionalmente posible como forma de aumentar la capacidad del sistema para realizar inferencias, clasificar y tomar decisiones correctas. Los autores hacen la salvedad de que: “Estas representaciones esquematizadas de situaciones complejas no agotan todas las posibilidades, pero ofrecen al sujeto que resuelve el problema algunas formulaciones iniciales. Sin ellas resultaría muy difícil realizar algún progreso en la solución de un problema clínico de una magnitud significativa, pero aunque los principios utilizados para simplificar los problemas resultan útiles a menudo, pueden conducir a errores” (Elstein y Bordage: 287, Op. cit.). Justamente, una de las diferencias halladas entre el “buen razonador clínico” y el “malo”, estaría en el mayor o menor esfuerzo que hace el profesional para enfrentarse a tal limitación en el sistema. En ese sentido, técnicas simples como dibujar el árbol de decisión o la realización de un diagrama pueden ayudar a centrar la atención de la información. Según estas investigaciones, un profesional médico ante una situación de diagnóstico, puede emplear la estrategia de generar y comprobar soluciones hipotéticas al problema que presenta el paciente. Es decir, genera rápidamente un pequeño conjunto de hipótesis (en base a la limitada cantidad de datos de los que dispone inicialmente), produciéndose en ese proceso una transformación de la pregunta inicial, (“¿Qué funciona mal en éste paciente?”, que expresa un problema 13 Las introspecciones se suelen obtener haciendo que el sujeto “piense en voz alta” mientras soluciona un problema, o grabando en video una consulta, haciendo luego que el sujeto revise y comente la situación observada. ~ 17 ~ demasiado abierto y mal definido, ya que, “que algo funcione mal” se puede deber a infinidad de motivos), a una pregunta que permita definir mejor el problema, como “¿Qué se debería hallar si fuera verdad una hipótesis determinada?”, para poder así empezar a responder o descartar preguntas, con lo cual el problema se hace “más manejable”. En este proceso de construcción de hipótesis, su número es limitado, (se construyen generalmente cuatro o cinco, aunque la capacidad del sistema puede aumentarse agrupando varias hipótesis en “chunks”), que se constituirán así en cuatro o cinco “puntos finales hipotéticos” que simplifican la búsqueda de datos, al estar ésta dirigida solo a esos puntos finales. Como hemos visto en otras experiencias, el razonamiento suele representarse como un proceso de evaluación de “pros” y “contras” para cada alternativa, eligiendo el sujeto las opciones que tengan preponderancia de datos a favor, (ya que los contras se tienden a ignorar o no tenerse en cuenta, lo que significa que si los médicos no generaran hipótesis prematuramente, seria posible evitar los sesgos que estas determinan). Curiosamente, la variable “cantidad de hipótesis” no guarda relación con el éxito de los diagnósticos, aunque sí hay correlación entre el fallo en generar y considerar las hipótesis relevantes (en el “contenido” de las mismas, producto en general de las expectativas y la experiencia personal del médico) y los fallos en los diagnósticos, y, por supuesto, las hipótesis han demostrado ser más útiles para el éxito diagnóstico, en los casos de médicos con experiencia. Lo cierto es que tal como lo muestran la gran mayoría de las investigaciones sobre razonamiento, resulta prácticamente imposible razonar “sin hipótesis”, ya que los seres humanos intentan dar sentido a la experiencia y estamos constantemente generándolas para explicar lo que observamos. Con respecto al “mal razonamiento clínico”, los errores principales detectados fueron producto de la conjunción de dos procesos: por un lado, la tendencia a asignar pesos positivos confirmatorios a hallazgos intrascendentes14, al tiempo que se verificaba, por parte de los clínicos, una búsqueda activa de datos dirigidos a confirmar las hipótesis que se tienen en mente, (recordemos que esto mismo ocurría en el problema de las tarjetas de Wason) en lugar de la tendencia buscar datos que las rechacen, subestimando así los hallazgos negativos para la hipótesis que se intentaba sostener. Eso confirmaba la conocida máxima de la psicología del razonamiento, que afirma que se tienden a sobreestimar los datos que afirman una hipótesis y a menospreciar aquellos que tienden a refutarla. El razonamiento Abductivo: Pierce. En el año 1914, moría, casi desconocido, en la más extrema pobreza, con muy pocos trabajos publicados y sin ningún tipo de reconocimiento en su labor de profesor universitario, Charles Sanders Peirce, quien será luego uno de los más influyentes filósofos norteamericanos. 14 Hay varias metodologías posibles para investigar el razonamiento clínico. Una de las más habituales es la de utilizar sujetos “especialmente entrenados” (falsos pacientes), que se presentan ante los médicos manifestando tener los síntomas propios de ciertos cuadros clínicos, que son los que se ponen a prueba, por ejemplo, por medio de resultados de análisis o diagnósticos anteriores. Con respecto a este sesgo en las inferencias clínicas, hay abundantes investigaciones que demuestran cómo enfermeras o médicos suelen centrarse en la presencia o ausencia de un síntoma determinado como base para un diagnóstico, sobreestimando los datos que afirman su hipótesis, pasando por alto numerosos ejemplos de falta de relación entre síntoma y enfermedad, lo que los lleva a sacar conclusiones erróneas. ~ 18 ~ Nacido en 1839, Químico de formación (obtiene su Master en Harvard en 1859), Físico y docente de Lógica en la Universidad John Hopkins, Charles Pierce es un personaje curioso dentro de la filosofía (integró el influyente grupo de filósofos denominado “Grupo de Harvard”), y, más allá de su trascendental obra relacionada con la semiótica, realizó importantes contribuciones en los campos de la matemática, la lógica o la física. Como si esto fuera poco, Peirce demostró también interés por la declamación, la retórica y la actuación (seguramente por influencia familiar, ya que en su hogar se amaba el teatro y la ópera), al tiempo que llevó adelante una vida personal “escandalosa” (su divorcio y casamiento con una actriz francesa eran una “vida escandalosa” para la comunidad norteamericana de la época), signada por su mal carácter y las penurias económicas. Con todo, serán sus ideas como lingüista y su particular teoría de los signos las quelo convertirán a Peirce en referente indispensable para todos los interesados en el conocimiento científico. Si bien su obra será publicada recién en 1931, (año en que se editan los primeros seis volúmenes de sus famosos “Collected Papers”15), sus ideas son prácticamente desconocidas durante años. Recién cuando filósofos post-estructuralistas como el francés Jacques Derrida (quien sustenta su deconstrucción en las nociones de Pierce) o, más recientemente, autores como Umberto Eco (1983) revaloricen su producción, la obra de Peirce comenzará a ser leída y estudiada. Entre los conceptos elaborados por Peirce, uno de los más originales es sin duda la abducción (noción que según el propio Peirce no es nada nueva, ya que pueden rastrearse sus orígenes en los “Analíticos Primeros” de Aristóteles…) que se refiere a una singular forma de razonamiento que intentaremos caracterizar pese a la ambigüedad que presenta el concepto, ya que el propio Peirce denomina la denomina en diferentes momentos, también como “retroducción”, “hipótesis”, “presunción” o “argumento originario” (Harrowitz, 1983). Por lo tanto, y con el fin de llegar a una definición operativa del término, intentaremos por lo pronto diferenciarla de otras dos formas canónicas de razonamiento que hemos visto: la inducción y la deducción. Abducción, Deducción, Inducción: Peirce sostiene que todo conocimiento surge de un proceso de inferencia, (aún aquellos conocimientos familiares y cotidianos que creemos que no son producto de algún tipo de reflexión), estableciendo tres tipos de inferencias o razonamientos que permiten conocer la realidad: la inferencia abductiva, la inferencia inductiva y la inferencia deductiva. Con respecto a la inducción, ya hemos visto que consiste en “presuponer que es verdad de todo un conjunto, lo que es verdad en un número de casos del mismo tomados aleatoriamente” (Peirce, 1988: 94, citado por Vitale, 2002). El ejemplo clásico que da Peirce para explicarla es el siguiente: Supongamos que entramos a una habitación en la que hay una mesa y una bolsa con porotos. Si sobre la mesa hay porotos que son todos blancos, y sé que los porotos fueron sacados de la bolsa que hay en la habitación, por inferencia inductiva puedo concluir que todos los porotos de la bolsa son blancos. En cuanto a la deducción, Peirce dirá que su punto de partida es una ley general, constituyéndose así un silogismo. Volviendo al ejemplo de los porotos blancos, si yo sé que todos los porotos de la bolsa son blancos y esos porotos fueron sacados de la bolsa, tales porotos, por inferencia deductiva serán todos blancos. La abducción, en cambio, consiste en elaborar una conjetura o hipótesis explicativa, obedeciendo al siguiente esquema: Estos porotos que veo sobre la mesa son 15 Se dice que su viuda, la actriz francesa Juliette Tourtalai, vendió por sólo 500 dólares los manuscritos de Pierce a la Universidad de Harvard. ~ 19 ~ blancos. Como sé que todos los porotos de la bolsa son blancos, por inferencia abductiva, supongo que esos porotos fueron sacados de la bolsa. En este último caso, a diferencia de los anteriores, no se afirma con certeza que los porotos que están sobre la mesa fueron efectivamente sacados de la bolsa, pero la abducción igual se justifica porque es la única esperanza de pautar racionalmente nuestra conducta futura. Peirce plantea que todas las ideas novedosas, lo son gracias a la abducción, ya que éste es el único tipo de inferencia que puede crear. Incluso va más allá, al decir que la capacidad de producir abducciones es instintiva del hombre, (idea que entre en consonancia con algunos planteos de Noam Chomsky, quien confiesa que es Peirce el filósofo con el que más afín se siente). Chomsky subraya que la sugerencia de Peirce, de que “existe una adaptación natural de la mente del hombre para imaginar teorías correctas, una especie de instinto desarrollado en el transcurso de la evolución que pone límites a las hipótesis admisibles explicando así el desarrollo del conocimiento a partir del principio de abducción, lamentablemente ha tenido muy poca influencia, ya que casi nadie ha intentado desarrollar ulteriormente esas ideas” (Chomsky, 1979: 71, citado por Sebeok et. al. 1983). En relación al conocimiento científico, los planteos de Peirce se oponen a las perspectivas positivistas que afirman que solo la inducción o la deducción son responsables del desarrollo de la ciencia. Según él, en cambio, todas las ideas novedosas, tanto las del terreno de la ciencia como las de la vida cotidiana, serían producto de la abducción, que en realidad sería un momento (el momento inicial) de un triple proceso (Vitale, op. cit.) en el que: 1º) Se plantea una hipótesis sin fuerza probatoria (abducción) para luego… 2º) Extraer de dicha hipótesis consecuencias (deducción) lo que culmina con… 3º) La puesta a prueba de dichas consecuencias (inducción) lo que permitirá verificar o no la hipótesis del primer momento Peirce dirá que “el hombre posee en cierto grado un poder adivinatorio, primero o derivado, como el de una avispa o un ave”, presentándose masivamente casos que “demuestran que cierta confianza particular en una hipótesis, -cosa que no debe confundirse con certeza dogmática-, tiene valor apreciable como signo de valor de esa hipótesis” (Delladale, 1990, citado por Vitale, op.cit.). Así, cuanto más nos alejamos de la certidumbre, más aumentará el valor de productividad de la inferencia. Charles Peirce, Filósofo y detective: En un artículo enviado a la revista norteamericana Atlantic Monty en 1907 (y que fuera rechazado en su momento por el editor de la revista, Bliss Perry), Peirce ilustra, mediante una experiencia personal (Sebeok, op. cit.) su teoría acerca de la abducción. La historia es la siguiente: En 1879, al llegar al puerto de Nueva York, (lugar al que se dirigía a dictar una conferencia) luego de viajar a bordo del vapor “Bristol” procedente de Boston, Peirce olvida, (debido a “una extraña sensación de confusión” que lo hace abandonar demasiado apurado el buque), un abrigo, una cadena y un valioso reloj Tiffany que le había sido facilitado por el gobierno, el cual, de no ser devuelto, lo enfrentaría “a la deshonra profesional de su vida”. ~ 20 ~ Cuando se da cuenta del olvido, Peirce regresa al camarote en donde había olvidado los valiosos objetos pero ya no los encuentra. Alguien, (seguramente uno de los camareros del vapor que entró a ordenar el cuarto, piensa Peirce) los había robado. Luego de lograr que las autoridades del barco dispongan a todos los camareros en fila para, mediante una ligera inspección ocular y una breve charla, tratar de descubrir al culpable del robo, Peirce confiesa no tener “ni el menor destello de luz por el cual guiarse”, pese a lo cual, su “otro yo” le dice no tienes más que apuntar al hombre con el dedo. No importa que carezcas de motivo, tienes que decir quién te parece que es el ladrón”. Peirce, ya totalmente convencido, lleva entonces al sospechoso aparte, pero no consigue que este confiese. Recurre entonces a una agencia de detectives de Nueva York, (la “Pinkerton”), que pone a un detective de la agencia a obrar según sus propias deducciones, (que terminará siguiendo los pasos de un sospechoso, pero no el señalado por Peirce), siendo la pista del detective finalmente falsa. Peirce pone entonces un aviso en un diario ofreciendo una recompensa por la devolución del reloj, lo que le posibilita localizar una casa de empeño a la que un sujeto (cuyos datos coincidían con “el sospechoso” de Peirce) había llevado el reloj el día anterior. Sin entrar en los detalles que describe Peirce, podemos decir que esta historia detectivesca culmina con la recuperación del reloj, la cadena y el abrigo de una forma que nada tendria que envidiarle a las historias de Sherlock Holmes, siendo atrapado finalmente elculpable del robo: aquél sujeto del cual inicialmente Peirce había sospechado. Este singular “instinto de adivinar”, la abducción, es, según el propio Peirce, “una ensalada singular, cuyos ingredientes principales son la falta de fundamento, la ubicuidad [facultad de estar presente en varios los sitios a la vez] y la fiabilidad” (Sebeok, op. cit.: 37). Peirce dice que a menudo extraemos de una observación sólidos indicios de la verdad sin poder especificar cuáles circunstancias de entre las observadas contenían tales indicios. En el caso de la historia del reloj, Peirce no puede determinar “a nivel consciente” cuál de los camareros del Bristol era el culpable, pero al mantenerse en un estado “pasivo y receptivo a la vez” puede advertir un indicio involuntario de parte del sospechoso, signo que será percibido como revelador, según las propias palabras de Peirce, “de un modo inconsciente”. La sugerencia abductiva según Peirce viene a uno como un destello, como un acto de “insight”16. Tanto Sherlock Holmes, el genial detective, como Charles Sanders Peirce, el semiólogo, compartían la confianza en un sistema de razonamiento distinto de la inducción y la deducción, (cercano a lo que normalmente se conoce con el nombre de “adivinación”), pero que está en la base de los procesos semióticos y el desarrollo del conocimiento, es decir, la investigación. Teniendo en cuenta que una de las prácticas más habituales de los psicólogos es la práctica clínica a través del psicoanálisis, articularemos este tipo de razonamiento con algunos desarrollos de Sigmund Freud, el método de investigación del psicoanálisis y la sesión analítica. El Paradigma Indiciario (o “alguien ha pasado por aquí”): En un ya famoso trabajo, el italiano Carlo Guinzburg (1983), presenta lo que él denomina “Paradigma Indiciario”, un movimiento que surge a fines del siglo XIX en el que podemos encontrar a tres grandes “detectives”: Giovanni Morelli, Sherlock Holmes y Sigmund 16 Peirce se basa aquí en los trabajos que estaba realizando en la Universidad John Hopkins el psicólogo Joseph Jastrow (1863-1944) sobre percepción. Más adelante Peirce rechazará la tesis de que la sensación es una primera e inmediata impresión de los sentidos, para mostrar como ésta es, en realidad ya una interpretación selectiva y unificadora (para ampliar este aspecto de la teoría, ver el manuscrito Some Consequences of Four Incapacities de Peirce). ~ 21 ~ Freud. Sin duda, el menos conocido de los tres es Morelli, quien es mencionado por Freud en su ensayo sobre el Moisés de Miguel Ángel, (temprano ensayo que, - curiosamente-, Freud no se animará a firmar hasta 1924 y que fuera publicado previamente y de manera anónima, en la revista Imago en 1914). Allí, Sigmund Freud describe cómo fueron sus primeros acercamientos a la obra de Morelli publicada en Alemania, obra que provocó, según el mismo Freud, una “revolución” en las galerías de pinturas de Europa, ya que Morelli enseñaba a distinguir (a partir de acentuar la importancia de los detalles secundarios de una pintura tales como la estructura de las uñas de los dedos, el pabellón de la oreja, el limbo de la figura de los santos u otros elementos) las pinturas originales de las copias, partiendo de la hipótesis de que son esos los detalles que un falsificador descuida imitar, y que, en cambio, todo artista ejecuta de una forma inconfundible y característica, lo que permitió detectar innumerables obras falsificadas que se creian originales. Freud afirma en su trabajo que a su juicio, tal procedimiento muestra grandes afinidades con el psicoanálisis ya que “también el psicoanálisis acostumbra deducir, de rasgos poco estimados o inobservados, del residuo, –el refuse de la observación -, cosas secretas o encubiertas”. (Freud, 1914, Pág. 1883). Coincidiendo en tiempo y espacio (Europa, finales del siglo XIX) con Freud y Morelli, el más sagaz de los detectives, Sherlock Holmes, (el personaje de Sir Arthur Conan Doyle, médico de profesión, al igual que Morelli y Freud) también procede a “sumar indicios” que le permitan establecer relaciones en busca de una explicación para los casos que debe enfrentar. Por ejemplo, en la novela “La aventura de la caja de cartón” (1892), Holmes es llamado a resolver un intrincado caso que comienza cuando una jovencita se presenta en Baker Street con un paquete recibido por correo en el que se encontraban dos orejas amputadas de una cabeza humana. Luego de la visita, la explicación que da Holmes a su querido Watson no deja lugar a dudas de la semejanza entre el “Método Holmes” y el “Método Morelli”: Dice Holmes que como no hay parte del cuerpo humano que varíe tanto como la oreja (parece ser que cada oreja es completamente distinta y difiere de las demás…), y dado que al mirar a la señorita que trajo la caja pudo observar que su oreja se correspondía con la oreja femenina amputada, era posible inferir que la persona que perdió sus orejas era pariente directa de la señorita que vino a hacer la consulta, (lo que permitió a los detectives orientar la investigación). Ese “saber observar” será puesto de manifiesto también por Freud, en su trabajo sobre el Moisés, al detenerse en el valor que presentan ciertos detalles de la obra que hasta el momento no habían sido tenidos en cuenta ni siquiera por los observadores más atentos, como la posición de la mano derecha de Moisés, o cierto detalle del borde inferior de las tablas de la ley, que permite descubrir que las tablas se encuentran cabeza abajo, lo que no condice con la importancia de tan sagrados objetos. La pregunta que tratará Freud de responder en su trabajo será ¿Por qué el artista decidió inmortalizar así a Moisés? Freud elabora luego del análisis de los detalles una conjetura (que será confirmada años después al encontrarse Freud con un crítico de arte poseedor de una estatuilla que le permite verificar la abducción realizada años antes) sobre el instante previo al inmortalizado por Miguel Ángel en su escultura. En él, Moisés, dominado por la furia, intenta levantarse de su asiento, haciendo peligrar las tablas que instantes antes se hallaban derechas. De esta manera, Freud puede dar un paso más, elaborando la hipótesis de que Miguel Angel reprocha con esta escultura la desmedida ambición del Papa Julio II, personaje a quien estaba dedicada la estatua. Según Guinzburg, este modelo “conjetural”, desde una perspectiva filogenética, podría hallarse seguramente en las actividades del hombre primitivo, ya que: ~ 22 ~ “Durante miles de años, la humanidad vivió de la caza. En el curso de interminables persecuciones, los cazadores aprendieron a reconstruir el aspecto y los movimientos de una presa invisible a través de sus rastros: huellas en terreno blando, ramitas rotas, excrementos, pelos o plumas arrancados, olores, charcos enturbiados, hilos de saliva. Aprendieron a husmear, a observar, a dar significado y contexto a la más mínima huella. Sucesivas generaciones de cazadores enriquecieron y transmitieron ese patrimonio de saber (…) cuyo rasgo característico era la capacidad de pasar de hechos aparentemente insignificantes, que podían observarse, a una realidad compleja no observable, por lo menos directamente. Y estos hechos eran ordenados por el observador en una secuencia narrativa, cuya forma más simple podría ser:’alguien ha pasado por aquí’” (Guinzburg, 1980: 126). Este tipo de “saber de los rastreadores” que se remonta a nuestros antepasados cazadores, es denominado por Guinzburg “saber venatorio” e implica la posibilidad de ordenar en una secuencia narrativa hechos aparentemente insignificantes. La importancia del paradigma indiciario, estaría dada entonces en que constituye un sistema que cobra significado mediante un proceso similar a la abducción (Harrowitz, 1983). Esta búsqueda de “detalles irrelevantes” que se transforman en “indicios reveladores” es unamarca que encierra una clave, ya sean rasgos pictóricos (en el caso de Morelli), formaciones del inconsciente (en el caso de Freud) o las huellas de la escena del crimen (en el caso de Sherlock Holmes). Los indicios son las pistas que permiten acceder a otra realidad hasta ese momento invisible, pero cabe recalcar que esa realidad adviene sólo luego de postular reglas que expliquen los hechos observados y que permitan verificar la hipótesis. Recordemos que el razonador, al encontrarse con un fenómeno distinto al esperado, lo examina tratando de advertir alguna relación especial, lo que le permite avanzar en una teoría explicativa de aquello que resultaba sorprendente. La abducción es por lo tanto también un proceso de formación de hipótesis explicativas que trata de probar que algo debe ser, (a diferencia de la inducción, que muestra que algo realmente es). A manera de inferencia “abductiva”, podríamos recuperar aquí la idea del homo erectus, (obligado a cazar para sobrevivir, es decir, identificando indicios y huellas en función de la presa –saber venatorio-), al mismo tiempo que se instalan la división sexual del trabajo y el inicio de la convivencia en pequeños grupos estables (Cole; op. cit.), planteando la posibilidad de que, en un determinado momento de nuestra historia se haya dado cierta modificación en los circuitos neuronales del homo erectus, lo que le permitió ir más allá de los estímulos presentes, surgiendo así las primeras formas de articulación narrativa de lo presente en escenas posibles de ser almacenadas en una rudimentaria “memoria episódica”. La abducción y Edgar Allan Poe: Tal como lo demuestra Nancy Harrowitz, hay otro autor cuya ficción narrativa tiene también muchos puntos en común con el modelo abductivo: Edgar Allan Poe (1809-1849). En muchos relatos de Poe, se pueden encontrar actos abductivos (por ejemplo en “El gato negro”, “Tu eres el hombre”, “El escarabajo de oro”, “Un descenso al Maelström”, además de, por supuesto, en la trilogía protagonizada por el detective Auguste Dupin: “Los crímenes de la calle Morgue”, “El misterio de Marie Roget” y “La carta robada”17). En todos esos trabajos, el narrador se encuentra en un estado mental que posibilita que la abducción “se presente como un término mediador entre el mundo de 17 Trilogía con la que se afirma que nace el género “policíaco” en la literatura. Ver discusión en Harrowitz, op. cit.) ~ 23 ~ la mente del narrador y el mundo físico donde este habita” (Harrowitz, op. cit.: 249). De esta manera, la abducción puede “pone orden” al caótico mundo hiperreal construido por Poe, (lo que permite salvar muchas veces a los atormentados protagonistas de los relatos de Poe de algo que no deja de amenazarlos en ningún momento: la locura). Por ejemplo, en “Un descenso al Maelström”, el protagonista de la historia se encuentra atrapado por un inmenso remolino en el medio del mar. En ese momento, el narrador cuenta cómo surge, en una parte de su memoria, el recuerdo de ciertos “restos flotantes que aparecían en la costa de Lofoden, que habían sido tragados por el mar y que habían sido devueltos luego, destrozados de una manera extraordinaria, salvo algunos de esos objetos, que no estaban desfigurados en absoluto”. El protagonista, al mismo tiempo que recuerda, realiza varias observaciones importantes en su entorno, como por ejemplo, que ciertos objetos descienden más rápidamente que otros, o que ciertas formas son absorbidas por el remolino con mayor lentitud que las demás, lo que le permite llegar a la siguiente abducción: “Los objetos cilíndricos y de tamaño pequeño son los últimos (por su forma y tamaño) en ser succionados por el remolino, si es que llegan a serlo”. El protagonista, por lo tanto, se ata a un barril, lo que le permite salir ileso de una tragedia casi segura (en realidad, no sale totalmente ileso: el terror vivido le ha encanecido totalmente el cabello). Otro ejemplo de abducción aparece en “Los crímenes de la calle Morgue”, una novela de la trilogía de Dupin. Allí, la policía no logra resolver cierto caso, en el que una mujer y su hija fueron encontradas muertas brutalmente asesinadas dentro de su vivienda. Los policías se ven desconcertados porque hay ciertos elementos en la escena del crimen (el departamento cerrado por dentro, las mutilaciones sufridas por los cadáveres de ambas mujeres, o el hecho de que una de ellas haya sido metida en el tubo de la chimenea, -lo que requeriría de una fuerza física extraordinaria-), elementos que no encajan entre sí ni permiten obtener resultados en la investigación. De más está decir, que una vez convocado el detective Dupin, éste logrará resolver el caso (su “primer crimen”) gracias al método abductivo, y aplicando principios tales como No dar nunca nada por sentado, Es necesario ver el asunto en su conjunto o Hay que demostrar que las aparentes imposibilidades pueden ser posibles. Es precisamente el método abductivo y esos principios, lo que marca la diferencia entre Dupin y la policía parisiense, la que, según el detective: “Es muy astuta pero nada más. No procede con método, salvo el del momento. Toma muchas disposiciones ostentosas, pero con bastante frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su objetivo, que recuerdan a Monsieur Jourdain, quien pedía su bata para entender mejor la música18…” (Poe, 1970: 435). Así, la visión miope de la policía no le permite ir más allá de la suposición de que el asesino es un ser humano, (lo que determina que no supieran qué hacer con las pistas, es decir, que la visión miope no permite a los policías seleccionar cuáles de los indicios son relevantes y cuales no ni orientar la investigación). En cambio, Dupin, probando, como reza uno de sus principios, que aparentes imposibilidades no son tales en realidad descubrirá que el asesino, “de extraordinaria fuerza”, que “hablaba un dialecto incomprensible y tenía voz chillona”, poseedor de tanta destreza “como para deslizarse por un pararrayos hacia una ventana” no era sino… un gran orangután leonado de la India del cual había leído Dupin tiempo antes una minuciosa descripción en un folleto. 18 en frances en el original: la frase es que pedía su “robe de chambre, pour mieux entendre la musique” ~ 24 ~ Se podría decir entonces, que tanto Peirce como Poe tienen preocupaciones similares, acerca de cómo se adquieren nuevos conocimientos, de la relación existente entre intuición y razón, y también sobre lo qué hay más allá de la razón (Harrowitz, op. cit.). Por ejemplo, según un crítico de Poe, (Daniel Hoffman, autor del libro Poe, Poe, Poe, Poe, Poe, Poe, Poe), la mente de Dupin participa de lo irracional, “y, por consiguiente, de la clase más alta de raciocinio”, ya que esto posibilita que el razonador no sea esclavo de sus propias premisas. Además, al operar mediante analogías metafóricas, Dupin combina “la intuición poética con la exactitud matemática” (Hoffman, citado por Harrowitz, op. cit.). La abducción y dos herramientas del psicoanálisis: la Interpretación y la Construcción. Tal como ha sido presentada hasta el momento la abducción, podría ser confundida con “la magia” o “la adivinación”. Incluso, hemos hecho tanto hincapié en las características del “razonador” que ha quedado algo desdibujada la importancia que adquieren otras parte del proceso, más relacionadas con los datos de la realidad que le rodea. Si bien Peirce no lo dice explícitamente en su exposición acerca del suceso del vapor Bristol y el reloj Tiffany, “algo”, algún indicio en el uno de los camareros observados lo llevó a considerar que era ese sujeto y no otro el autor del robo. Es necesario recalcar, entonces, que para poder interpretar un hecho, primero es necesario observarlo (aunque no queden demasiado claros los límites entre observación e interpretación). Recurriremos
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