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Veccia - Teoria y practica de la entrevista Su aplicacion en procesos diagnosticos

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Capítulo 1 
Teoría y práctica de la entrevista 
Su aplicación en procesos diagnósticos. Validez y confiabilidad del instrumento 
TERESA ANA VECCIA 
I. Introducción a la técnica 
La entrevista es el más complejo y sofisticado de los instrumentos con que cuenta el psicólogo para 
explorar, evaluar y operar en los distintos campos de aplicación de su disciplina. Actualmente su uso como 
técnica de diagnóstico de la Psicología Clínica es objeto de mayor estudio y sistematización, constituyendo 
uno de los temas prioritarios para la investigación. 
En relación al Psicodiagnóstico será útil revisar los aportes y desarrollos concernientes a la Entrevista 
Psicodinámica, de uso más difundido en nuestro medio, a la vez que dejar planteada la necesidad de dotarla 
de mayor sistematización con el propósito de enriquecer el quehacer diagnóstico del cual forma parte. 
Para abordar el estudio de la Entrevista Diagnóstica comenzaremos por considerar algunos aspectos 
semánticos relativos a los términos implicados, de los que se desprenderán necesariamente ciertas 
reflexiones teóricas, 
1. “Entrevista” 
Según el Diccionario de la Real Academia Española (1992), el vocablo “entrevista” significa la vista, 
concurrencia y conferencia de dos o más personas en lugar determinado para tratar de resolver un negocio. 
Y la acción de “entrevistar” es explicada como: 
- mantener una conversación con una o varias personas, sobre ciertos extremos, para informar al 
público de sus respuestas. 
- tener una conversación con una o varias personas para un fin determinado. 
Vemos entonces que semánticamente el término implica un intercambio presencial entre dos o más 
personas y una direccionalidad o propósito planteado de antemano, con la consecuente expectativa de 
resolución por parte de los actores involucrados. 
Tal como lo señala Ocampo (1999) en toda entrevista existe un común acuerdo entre las partes, un 
consentimiento recíproco por el cual una de ellas puede preguntar y la otra responder. Este consentimiento 
constituye una regla implícita que la diferencia de los interrogatorios (por ejemplo policiales, judiciales, etc.) 
en que la parte interrogada participa bajo coerción. 
Otra característica común al “género entrevista” es que se desarrolla en base a una estructuración 
constante entre dos roles: el de Entrevistador y el de Entrevistado, aunque cada rol pueda ser jugado por 
más de una persona. Dicha estructura la diferencia de otros tipos de intercambios, como por ejemplo, una 
conversación entre amigos. 
Finalmente, sé señala el aspecto dialógico, el habla de la entrevista, y el requerimiento de la participación 
real de las partes, es decir, su modalidad presencial. 
La reciente incorporación de las computadoras en los estudios diagnósticos puede incidir en esta 
característica fundamental de la técnica de entrevistar. Sin embargo, las facilidades que puedan obtenerse 
del avance tecnológico no deben hacernos olvidar que la eficacia de un diagnóstico depende exclusivamente 
de la combinación ente la observación clínica y la escucha de los fenómenos humanos convocados por la 
presencia de los actores en el encuentro (Veccia, T., 1998, p.10). 
Coincidimos en este aspecto con Ocampo (op. cit, 1999), quien repara en el hecho de que los cambios 
tecnológicos están llevando a un posible abandono de dicha modalidad que habrá que investigar más 
profundamente; Por ejemplo si una entrevista se llevara a cabo mediante correo electrónico, conservaría su 
rasgo de comunicación verbal, pero no sería ya un encuentro presencial ni, tal como lo enfatizara Sullivan 
(1977) en referencia a la entrevista psiquiátrica, una “situación de comunicación primariamente vocal”. 
Es que en la tradicional manera de considerar la riqueza del encuentro cara a cara, se hace referencia a 
un vasto horizonte de fenómenos de la comunicación que dependen de las dimensiones paralinguística, 
kinésica y proxémica1 y que se perderían bajo la nueva modalidad, a pesar de que la permanencia del habla 
permitiera la formulación de interpretaciones. 
Llegados a este punto necesitamos volver a centrarnos en aquellas definiciones que hacen de la 
Entrevista Psicológica una entidad diferenciada y de su aplicación como instrumento diagnóstico, uno de los 
ejes indiscutidos del quehacer clínico. 
Destacamos al comienzo que el Psicólogo desarrolla su práctica de entrevistar en los diferentes campos 
de aplicación de su disciplina. Sin embargo no lo hace de igual manera en cada uno de ellos, 
Tomemos como ejemplo la Entrevista Laboral, propia de los procesos de selección de personal, en 
empresas e instituciones. En ella, la mayoría de los expertos busca evaluar las competencias diferenciales 
del candidato. Se procede a un análisis de su trayectoria laboral, basado en hechos concretos o resolución 
de situaciones, y dirigido a lograr un mejor posicionamiento del candidato. 
Generalmente los Entrevistadores del área laboral comienzan haciendo preguntas amplias para luego ir 
enfocando situaciones más concretas. Los usos más comentes de la Entrevista Laboral son: informal o 
abierta, estructurada o por competencias, y una combinación de ambas. 
En estas situaciones las personas suelen presentarse con la sensación de estar rindiendo un examen, 
se preguntan cuál es la mejor imagen de sí mismas que pueden dar para “convencer” al selector y obtener 
el puesto. Como actualmente ser convocado para una entrevista de trabajo es el sueño de muchos, la 
situación se torna altamente ansiógena y los sujetos libran una batalla interior para no mostrar o dejar 
traslucir los aspectos considerados más débiles o menos “exitosos” de la propia personalidad. 
Podríamos decir que en estas situaciones de entrevista, se indaga el aspecto público-relacional de la 
personalidad, lo que resulta más “adaptativo” en relación al orden social instituido. 
Se espera en ellas, de! entrevistado, la manifestación de logros y no de problemas o conflictos, por lo 
tanto la dinámica de dicha entrevista será diferente a aquella que se lleve adelante con una persona que 
acuda a la consulta clínica y en la que por el contrario el tema a desarrollar sea lo que “anda mal”, lo 
“desadaptativo”, el motivo de su sufrimiento, Aquí, en cambio, la personalidad tiene la oportunidad de 
expresar sus “locuras privadas”.2 
2. “Diagnóstico” 
La Entrevista Psicológica adquiere diferentes características según los objetivos y el contexto donde se 
desarrolla. Si el objetivo es el diagnóstico de la personalidad pueden plantearse los siguientes propósitos: 
- Conocer el padecimiento actual del consultante. 
- Relacionarlo y contextuarlo con el momento vital que atraviesa. 
- Reconstruir con él la historia de su padecimiento. 
- Tener una visión probable de lo que podrá ocurrir en los primeros momentos de la terapia. 
Estos objetivos están al servicio de la investigación de la “dinámica” de la personalidad del Entrevistado. 
De acuerdo a su formulación en la Teoría Psicoanalítica, implica la consideración de los fenómenos 
psíquicos como resultado del conflicto y la oposición entre fuerzas de origen pulsional (Laplanche-Pontalis, 
1977, p. 99-100). 
La estructura, en cambio, se refiere a la organización más profunda y estable de sus componentes 
metapsicológicos (Bergeret, 1990). Inferimos la organización profunda de la personalidad a partir de la 
observación y registro de los datos concretos y los indicadores relevantes, en el desarrollo de la interacción 
con el Entrevistado (Veccia, T„ 1998). 
Creemos, de acuerdo con Saurí (Saurí J. J., 1994, p. 9), que hay una diferencia entre estipular un 
diagnóstico y realizar una “tarea diagnóstica”. Dicho autor señala que “el área semántica del vocablo 
diagnosis se halla integrada por términos como diagignosko, separar y decidir; diagnome, deliberación y 
decisión, diagnomon, perspicaz, vigilante y atento; diag- norizo, hacer conocer y divulgar; y diagnóstikos. 
El término “diagnóstico”designó en sus orígenes los hechos y los actos de reconocer y discernir, y 
configuró un campo significativo atinente a un modo de conocer consistente en separar y discriminar las 
notas de lo cognoscible. Diagnosticar era, en efecto, “discernir, esto es. conocer racionalmente de modo 
lúcido y perspicaz.. penetrando en lo cognoscible, v eniniciarlo diciendo algo.'' (Saurí, J. J., 1994, p. 9; el 
subrayado me pertenece). 
Demasiado ligado primero a las creencias naturalistas y a la actitud clasificatoria de un entomólogo, el 
diagnóstico se consideró, dentro de la Psicología, como una mala herencia médica o una mala herencia 
psiquiátrica, en el sentido más formalista y menos dinámico de la psiquiatría clásica. Se consideró al 
diagnóstico como sinónimo de un reconocimiento fijo, al estilo de una fotografía con cámara fija como 
planteaba Cronbach (1970) al caracterizar las técnicas objetivas. Una cosificación del conocimiento, una 
manera arbitraria de encasillar a las personas, producto a la vez, de la transformación en dogmas de las 
teorías psicopatológicas. 
En rigor, realizar un diagnóstico supone siempre partir de una cierta clasificación de signos, con los que 
luego se edificarán categorías. Estas categorías no son más que esquemas abstractos, que pretenden 
alcanzar un valor universal para que se entiendan los especialistas y para operar con propósitos sanitarios 
relacionados con políticas institucionales. (Saurí J. J., op cit, 1994, pp. 94-95). 
Dichos ordenamientos son útiles y necesarios siempre que se ubiquen dentro de la tarea del pensar 
“sanitariamente”. Por ejemplo, son útiles para un estudio epidemiológico donde se requieren categorías fijas 
y compartibles, pero resultan inadecuados si se aborda el problema asistencial, porque no dan cuenta de 
las formas del enfermar de cada paciente en particular (las “formas clínicas” de la enfermedad), 
Aplicar aquí categorías tiene pues un límite, ya que el propio proceso de personalización es abierto y 
cambiante. Por otro lado, no se puede prescindir de que existe un “diagnostica- dor” que las aplica y de que 
la relación entre ambos, diagnosticador y diagnosticado, desarrollada en un medio cultural que los determina, 
interviene en el reconocimiento de las configuraciones de signos. 
Para la Psiquiatría contemporánea, la aplicación de pautas ordenadoras europeas, o norteamericanas, 
como el Manual de Diagnóstico Estadístico, el DSM IV por ejemplo, resultó en parte superadora ya que las 
clasificaciones pueden hacerse en varios ejes a la vez (en realidad exige un diagnóstico según 5 ejes), a 
diferencia del modo clásico en el que una persona entraba en uno u otro casillero de forma excluyente. 
El diagnóstico de la personalidad más frecuente es el de “desorden de la personalidad”, los pacientes 
que cumplen los criterios de un desorden a menudo cumplen los de un segundo, y hasta un tercero también. 
Esto ocurre porque el diseño del DSM se pensó como ateo- rico para evitar controversias ideológicas, es 
decir que la relación entre los modelos se basa en la observación empírica; si ésta se demuestra incorrecta 
no hay alternativa. El DSM es un instrumento puramente descriptivo y puede entrar en crisis de acuerdo a 
los modernos estudios transculturales. 
El pensamiento categorizador no debe sostenerse de modo acrítico ni concebir estáticamente las 
clasificaciones descriptivas. Así Agrest (Agrest, M., 1996) se opone a la visión clásica en torno a las 
categorizaciones psicopatológicas y discute el “anclaje real” de las categorías aplicadas tanto en el campo 
del diagnóstico psiquiátrico como psicoanalítico. Al respecto propone cuestionar: 
a) “que nuestros diagnósticos sean reflejos de distinciones existentes en el mundo. 
b) que los miembros de una clase deban tener alguna propiedad intrínseca en común con sus 
compañeros y 
c) que nuestras categorías diagnósticas deban permanecer idénticas con el transcurso del tiempo 
aunque las veamos desde nuevas perspectivas.” 
3. Pronóstico 
Se ha señalado anteriormente la complejidad del quehacer diagnóstico en la práctica clínica asistencial. 
Consideraré ahora brevemente su faceta aledaña, el pronóstico. 
Si diagnosticar implica por su propio origen semántico, discernir, no es menos cierto que llevarlo adelante 
supone proceder de acuerdo a ese discernimiento, decidir, a partir del reconocimiento de ciertos signos, si 
existe o no enfermedad y de qué enfermedad se trata y establecer un pronóstico que, en el caso de la 
Psicología clínica, consiste en una conjetura o predicción probabilística del curso que tomará la 
perturbación y de las posibilidades de cambio a partir de la intervención terapéutica. 
La tarea diagnóstica conlleva, pues, un “para qué”. Decimos de A que es neurótico, psi- cótico, perverso, 
etc., con el fin de adecuar nuestra oferta de tratamiento, saber cuál es el abordaje terapéutico apropiado 
para cada paciente en particular (terapia breve, prolongada, individual, de pareja, grupal, de grupo familiar, 
con qué frecuencia, si puede ser de orientación analítica, cognitivo-conductual, sistémica, con medicación 
paralela, etc.), y de acuerdo a la situación que atraviesa. O bien, de tomar la decisión de no realizar ningún 
tratamiento. 
En la práctica clínica de la Psicología, el diagnóstico no es una meta en sí misma, como tampoco lo es 
para el médico, el psiquiatra o el psicoanalista, cada uno de los cuales aplicará los instrumentos propios de 
su disciplina o especialidad, con vistas a tomar una decisión respecto de la dirección que imprimirá a sus 
futuras intervenciones. 
En este sentido, si bien diagnosticar supone partir siempre de una clasificación de signos, debe también 
incluir una consideración del funcionamiento total de la organización psíquica del entrevistado que permita 
pronosticar sus posibilidades de cambio. Para ello, aquellos “índices o indicadores” que se han separado 
en un primer momento, deberán volver a reunirse e integrarse para dar cuenta de las conductas y 
comportamientos del entrevistado, no solo de aquellas consideradas como “desviadas” de la norma sino 
también de las que se ciñen a ella. 
Esto permite trabajar la “hipótesis pronostica” tomando en cuenta los recursos del Yo (cognitivos, 
afectivos, del relacionamiento interpersonal), y las posibilidades de cambio psíquico condicionadas por su 
historia y su estructura. 
Pronosticar no es pues, adivinar, es abrir lo diagnosticado en tanto reconstrucción de las huellas de lo 
vivido, desde el presente y de cara al futuro. Es imaginar lo posible. 
Para algunos la tarea de diagnosticar dará paso a una planif icación en base a certezas “verificables”; y 
para otros en cambio, nada habrá de planificable en ella, al estilo de quien planifica la construcción de una 
casa o el desarrollo de una empresa, sino que más bien se tratará de una práctica que brinda la posibilidad 
de extender el conocimiento, de forma tal que lo asemeja a la función de la “utopía”. En este sentido, y al 
decir de Saurí, la tarea “trasciende el campo de la ciencia y se muestra como un arte” (Saurí, J. J., op cit, 
1994, p. 41). 
En síntesis, diremos, que el estudio de la personalidad con fines diagnósticos y pronos-, ticos, para la 
indicación de un tratamiento, debe ofrecemos: 
1) La descripción de la conducta normal y habitual junto con la más desviada o “anormal". Pero a ello 
debe agregarse 
2) La explicación de los objetivos y consecuencias de dichas conductas. Se requiere comprender los 
significados, contextúales de las conductas, 
3) No sólo las limitaciones del paciente, sino también sus posibilidades de cambio. 
4) Debe haber un marco teórico de referencia que sea capaz de explicar la cohesión entre los distintos 
aspectos de la conducta del paciente, lo cual significa partir de un modelo de la personalidad. 
 
Por ejemplo, si se parte de un modelo psicoanalítico de la personalidad en el que el estudio de las 
defensas dominantesse considere un indicador de su estructura, no basta con describir la operatoria 
defensiva que emplea predominantemente el paciente, sino que será necesario establecer en qué 
situaciones de su vida la emplea, en relación a qué contexto vincular aparecen dichos mecanismos, a partir 
de qué temores o fantasías se desencadenan, y cuál ha sido hasta el presente el “beneficio secundario” 
obtenido con ellos. 
II. La Entrevista Diagnóstica como parte de un proceso 
Ya sea como única intermediación técnica, o combinada con pruebas psicológicas, La entrevista debe 
estudiarse como unidad dentro de un proceso reflexivo construido sobre la base de un vínculo entre 
consultante y consultor. 
Por nuestra parte, como equipo, comenzamos a interesarnos en el tema a mediados de los años 80 
cuando debatíamos en la cátedra el problema de la articulación entre las inferencias establecidas a partir 
del material discursivo de la entrevista, y aquellas obtenidas a partir de auxiliares técnicos (Tests y técnicas 
psicometricas y proyectivas) complementarios. 
Seguíamos la línea de Rapaport (1978) entendiendo que la entrevista aportaba gran riqueza informativa, 
útil para la comprensión del entrevistado, pero era todavía un “arte” y necesitaba de instrumentos de 
“verificación diagnóstica” en una estrategia combinada que brindara mayor objetividad a las conclusiones. 
En la transmisión de nuestra práctica como Entrevistadores, poníamos el acento en dos ejes: 
1) La consideración de la Entrevista como un instrumento propio del método clínico que debía ser 
combinado con otros instrumentos (pruebas psicológicas) para alcanzar un diagnóstico “objetivo” de 
la personalidad. 
2) La Entrevista como parte de un proceso Psicodiagnóstico, que se desarrolla en etapas sobre la base 
del vínculo construido entre el Entrevistador y el Entrevistado, en un contexto situacional específico: 
la “situación proyectiva”, que admite la inclusión de otros intermediarios técnicos. 
El problema de la “objetividad” y la necesidad de incluir tests psicológicos en la práctica clínica, llevó a 
Rapaport (3978, op. cit., p. 131) al siguiente postulado práctico: “... dado que los métodos clínicos obtienen 
una muestra de conducta amplia pero no sistemática, mientras que los procedimientos de verificación (tests) 
obtienen una estrecha pero sistemática, la buena práctica clínica utilizará siempre ambos, que compensarán 
mutuamente sus desventajas”. 
Sin embargo, como bien advertía el autor, el olvidar las limitaciones de los tests en pos de un ideal de 
objetividad puede llevar a un autoengaño que consiste en pensar que las relaciones entre datos obtenidos 
por medio de los tests, existen realmente en la psique estudiada (reificación del conocimiento). Por otro lado, 
la actitud “desesperada” que convierte a la estadística en una herramienta que reemplaza la comprensión 
psicológica desemboca también en una falsa suposición. La comprensión psicológica es la que debe 
plantear primero qué es lo psicológicamente significativo y estadísticamente contestable. (Rapaport, op. cit. 
p.132). 
Dos observaciones respecto de lo anterior: La primera es que los planteos de Rapaport se encuadran 
dentro de una de las versiones del Positivismo para el cual el conocimiento científico depende de la 
capacidad de poner a prueba lo afirmado. En segundo lugar, sus advertencias respecto de la búsqueda de 
la objetividad, podrían resumirse en la idea, válida para este y otros campos de la ciencia, de que la 
burocratización del conocimiento conlleva siempre el riesgo del empobrecimiento conceptual. 
En la transmisión universitaria de la década del 80 tomamos como referencias fundamentales la obra y 
los aportes de un grupo de pioneros del Psicoanálisis y la Psicología en la Argentina: José Bleger, María 
Luisa Siquier de Ocampo y María Esther García Arzeno. 
Según Bleger (1973) no hay observación pura ni observador totalmente objetivo, y la máxima objetividad 
se alcanza incluyéndolo como variable que condiciona el fenómeno observado. Para Bleger la Entrevista 
constituye un campo específico de conocimiento en el que juegan fuerzas en conflicto (dinámica) propias de 
la historia del Entrevistado y de la relación inaugurada con el Entrevistador. Se refiere a los fenómenos 
transferenciales, la actualización de pautas de conducta interpersonal, sentimientos e ideas inconscientes, 
que se establecieron en el curso de su desarrollo y que el entrevistado vivencia y actúa en relación al 
entrevistador. De acuerdo a ellos, le asigna roles al entrevistador y se comporta en función de los mismos. 
Por su parte, el entrevistador reacciona frente a dichas manifestaciones: estos son los fenómenos 
contratransferenciales que constituyen el efecto que las antedichas manifestaciones tienen sobre su propia 
organización de la personalidad. 
Ocampo y Arzeno (1974) por su parte, emprendieron la tarea de sistematizar la práctica del 
Psicodiagnóstico y contribuir al afianzamiento de la identidad profesional en momentos todavía inaugurales 
de su ejercicio. Para ellas, el quehacer diagnóstico del Psicólogo debía diferenciarse tanto de la práctica 
médica, que impone distancia del enfermo al que se aplican los instrumentos, como de la práctica del 
Psicoanalista quien aplica el modelo de Entrevista libre y busca el despliegue discursivo y las asociaciones 
espontáneas del entrevistado. 
Definieron al Psicodiagnóstico como un proceso desarrollado en etapas y destinado a explicar, de 
acuerdo a la Teoría Psicoanalítica de M. Klein, la dinámica del caso, integrándolo en un cuadro total que 
comprendiera aspectos enfermos y adaptativos de la conducta del Entrevistado, y abriendo de esta manera 
el camino para elaboraciones y desarrollos posteriores. Diferenciaban la Entrevista Inicial (a la que 
consideraban una técnica más y no “la” técnica por excelencia del método clínico), de las Entrevistas “para” 
la administración de tests, y dentro de ellos consideraban las Técnicas Proyectivas (TAT, TRO, Rorschach, 
Gráficos) como insustituibles a la hora de llevar a cabo un diagnóstico y pronóstico del consultante. 
El modelo de Entrevista Psicodinámica y semidirigida planteado por dichas autoras se caracteriza por: 
a) Un momento inicial con técnica directiva para la presentación mutua, aclaración del encuadre, registro 
de los datos de filiación, etc. 
b) Un segundo momento más libre, para que el entrevistado exprese su motivo de consulta, y 
c) Un momento final una vez agotado el discurso espontáneo del paciente, en el que se direccionaban 
las preguntas, y/o los pedidos de aclaración o desarrollos sobre temas inconclusos, de acuerdo a una 
guía temática que exploraba el funcionamiento de la personalidad por áreas (familia, amistades, 
pareja, trabajo, hobbies, creencias religiosas, valores morales o concepciones políticas, etc.). 
Esta entrevista inicial permite formular hipótesis a partir de la autopresentación del consultante en 
respuesta a la consigna inicial: “Hábleme de usted/vos”, y del estudio cualitativo de las respuestas a la 
exploración llevada a cabo en base a una “guía temática” establecida de antemano. El estudio se centra en 
el Motivo de Consulta (manifiesto y latente). 
El objetivo es la apreciación del manejo de las ansiedades y defensas puestas en juego al tener que 
estructurar o configurar el campo de la entrevista, y la capacidad del entrevistado de establecer una “alianza 
de trabajo” necesaria para llevar adelante el proceso. De modo que este modelo de ED apunta a describir, 
comprender y explicar la dinámica intrasubjetiva. 
A partir de sus primeras hipótesis, formuladas con los indicadores registrados en la primera entrevista, el 
Psicólogo diseña su estrategia y planifica la batería de técnicas auxiliares que incluirá en cada caso en 
particular y de acuerdo a la demanda planteada. 
A lo largo de todo el proceso el Entrevistador asume la tarea ética (Veccia y otros, 2002) de ircomunicando sus comprensiones al entrevistado (aspecto del rol llamado comúnmente “devolución” y que 
alude a la necesidad de reintegrar aspectos proyectados del funcionamiento psíquico del consultante a 
través de sucesivas síntesis construidas entre ambos). 
La Entrevista, dentro de esta consideración es un paso previo a la implementación de técnicas, pero el 
peso de 1a garantía científica del diagnóstico no recae tanto en ella sino en la integración llevada a cabo 
entre ella y los resultados de los tests, a partir de la implementación de una estrategia combinada. 
Nosotros notábamos que a partir de la aplicación de esta entrevista semidirigida que daba comienzo a 
un Psicodiagnóstico, tanto estudiantes como profesionales noveles, mostraban frecuentemente dos tipos de 
confusiones: 
a) se lanzaban a elaborar un sinnúmero de hipótesis de distinto nivel de profundidad que eran más bien 
modos de convalidar fragmentos dispersos de teoría aprendidos dogmáticamente, es decir sin abrirse 
a la posibilidad de un pensamiento crítico a partir de la propia observación clínica, o bien, 
b) desaprovechaban la riqueza del método formulando hipótesis de un nivel tan descriptivo que no 
resultaba congruente con la alta sofisticación del método empleado. 
Así la información obtenida o bien era desestimada al pasar a la aplicación y análisis de las técnicas 
auxiliares o bien era forzada a dar cuenta anticipada de sus resultados. De esta manera se perdía la 
posibilidad de integrar adecuadamente unas y otras, y, por otro lado, quedaba confundido el valor de la 
aplicación de la entrevista. En tanto se la tomara como única fuente de información válida para la 
construcción de hipótesis diagnósticas, no eran necesarios los instrumentos auxiliares. Si se desestimaba 
su información, no era necesaria la entrevista. 
III. Validez y Confiabilidad de la Entrevista 
Cada Entrevista es una unidad con apertura y cierre, pero pertenece a una cadena secuencial de un 
proceso de desarrollo reflexivo que llevan a cabo una o más personas con un profesional experto que la 
conduce para dilucidar en qué consiste el sufrimiento de las mismas y cómo propender a la ampliación de 
su capacidad de autoconocimiento. 
Las cuestiones que se debatían y cuya superposición muchas veces generó malentendidos respecto del 
valor de la Entrevista, eran, y creo que siguen siendo, las siguientes: 
a) ¿Es posible sistematizar el campo de observación de la entrevista permitiendo obtener consensos 
mínimos entre diversos investigadores? 
¿Cuáles son en definitiva los criterios de validez y confiabilidad aplicables a la misma? 
b) ¿Cuál es la estrategia óptima para cada caso, qué instrumentos realmente amplían el 
campo de datos y la información necesaria para establecer un diagnóstico de la Personalidad en 
complementación a la Entrevista, y cuáles en cambio, agregan muy poco o nada a la información ya 
obtenida con ella? 
Frente a situaciones y demandas específicas de la clínica, la Entrevista suele ser el único instrumento 
de evaluación de la personalidad utilizado (siempre que se aplique una secuencia de ellas o al menos dos 
iniciales), y sería suficiente garantía científica del Diagnóstico Psicológico en tanto y en cuanto se aplicara a 
ellas unos criterios de validez y confiabilidad pertinentes. 
Cronbach (1970), considera a la Entrevista y a las Técnicas Proyectivas como instrumentos de “banda 
ancha”, por la gran amplitud y diversidad de datos que permiten recoger en poco tiempo. En cambio, los 
tests de “banda estrecha” como los cuestionarios y escalas, permiten medir rasgos concretos y específicos 
(por ejemplo, temores, ansiedad, respuesta al estrés, etc.), y por lo tanto es más fácil adecuarlos a los 
criterios psicométricos de validez y confiabilidad. 
De modo que si el objetivo está puesto en defender la predicción estadística, la Entrevista debería ser 
altamente estructurada, con una serie de preguntas y respuestas fijas, y persiguiendo objetivos precisos 
(Ávila Espada, 1997, p. 35). 
Existen múltiples instrumentos para la evaluación y predicción de los desórdenes de la personalidad a 
través de la estadística siguiendo los criterios de clasificación diagnóstica del DSM IÍI, DSM ÍII-R y DSM IV 
(Koldobsky, 1995, p. 75). En nuestro país podemos mencionar la Entrevista Diagnóstica Psicopatológica 
para Adultos e Infanto-juvenil, adaptadas por M. M. Casullo. (Castillo, M. M, 1988). 
Empero tal como lo plantea Avila Espada (Avila Espada, 1997, p. 36), es preciso recordar que la validez 
no puede ser establecida con independencia de los siguientes criterios: 
- los objetivos de la entrevista. 
- El contexto en el que se realiza. 
- El sistema teórico o marco referencial del investigador. 
Es válido todo método que detecte lo que se pretende investigar. Pero si lo que perseguimos es 
describir, comprender y explicar la dinámica y estructura de la personalidad del entrevistado de 
acuerdo a la Psicología Psicoanalítica, los hechos no son de observación simple sino que están 
determinados por la teoría, por lo tanto, para que el método sea válido deberá ser consistente tanto 
con los hechos observados como con ia teoría en la que pretende apoyarse (Maldavsky, 2001). 
Recordemos que el modelo psicoanalítico de la personalidad fue producto de la interacción entre la 
observación clínica y la elaboración de la teoría. La observación clínica daba lugar a la elaboración de teorías 
referentes a los principios o hipótesis generales de mayor nivel de abstracción que podían aclarar la relación 
entre los fenómenos observados. 
A continuación se cotejaban otra vez las supuestas relaciones con la observación clínica y, si era 
necesario, se modificaba la teoría. 
Como ejemplo transcribo a continuación la fases de entrada, desarrollo y finalización, de un modelo de 
Entrevista exploratoria y diagnóstica llevada adelante por Sigmund Freud y publicada en una de sus primeras 
obras (Freud, S., 1895). Es una ilustración de cómo Freud daba una explicación coherente de las causas de 
un síntoma a partir de unos cuantos datos de observación clínica. He seleccionado solamente aquellos 
párrafos que dan cuenta de su técnica de entrevistar y recomiendo al lector la lectura completa del historial 
en la obra del autor. 
La entrevista en cuestión fue realizada por Freud mientras disfrutaba de una excursión en Los Alpes y 
se hallaba alojado en una hostería. Una muchacha de 17 o 18 años que le había servido el almuerzo con 
gesto malhumorado y recibiendo interpelaciones de la hospedera, lo busca luego para consultarlo diciéndole 
que estaba enferma de los nervios; su nombre era Catalina. 
“...comencé a interrogarla y transcurrió entre nosotros el siguiente diálogo, que transcribo sin modificar 
la peculiar manera de expresarse de mi interloculora: 
—Bien, dígame ¿qué es lo que siente? 
—Me cuesta trabajo respirar. No siempre. Pero a veces parece que me voy a ahogar. 
No presentaba esto, a primera vista, un definido carácter nervioso, pero se me ocurrió enseguida que 
podría elaborar muy bien una descripción de un ataque de angustia, en el cual hacía resaltar la mujer, entre 
el complejo de sensaciones angustiosas, la de ahogo. 
—Siéntese aquí y cuénteme lo que le pasa cuando le dan esos ahogos. 
—Me dan de repente, primero siento un peso en los ojos y en la frente. Me zumba la cabeza y me dan 
unos mareos que parece que me voy a caer. Luego se me aprieta el pecho de manera que casi no 
puedo respirar. 
—¿Y no siente usted nada en la garganta? 
—Se me aprieta como si me fuera a ahogar. 
—Y en la cabeza, ¿nota usted algo más de lo que me ha dicho? 
—Sí, me late como si fuera a saltárseme. 
—Bien, ¿Y no siente usted miedo al mismo tiempo? 
—Creo siempre que me voy a morir. De ordinario soy valiente y voy a todas partes sola: al sótano de la 
casa y por la montaña. Pero cuando me da eso no me atrevo a ir a ningún lado y se me figura que 
detrás de mí hay alguien queme va a agarrar de repente. 
Así, lo que padecía eran en efecto ataques de angustia, que se iniciaban con los signos del aura histérica, 
o mejor dicho, ataques de histeria con la angustia como contenido. Pero, ¿no contendrían también algo 
más?". 
Freud conduce el interrogatorio en base a preguntas cerradas y semidirigidas que se centran primero en 
el motivo de consulta; Los ahogos que sufría Catalina y que él clasifica como “ataques de angustia”, 
descartando de entrada su origen orgánico. Luego dirige la exploración a lograr que la muchacha llevase a 
la conciencia los recuerdos de la “escena traumática” que supone dieron lugar a los mismos. Lo hace guiado 
por una hipótesis: 
“La angustia se me había revelado muchas veces, tratándose de sujetos femeninos jóvenes, como una 
consecuencia del horror que acomete a un espíritu virginal cuando surge por vez primera ante sus ojos el 
mundo de la sexualidad’’. 
Esta hipótesis contiene una relación causal y se apoya en su casuística anterior. 
La muchacha le confiesa que el inicio de los ataques coincide con algo que vio y que la avergonzó: 
sorprendió a su tío manteniendo relaciones con su prima. La indagación que sigue forma parte del análisis 
que Freud implementa a la manera de un diálogo comente, dejando de lado el método de la hipnosis que 
había usado hasta ese momento. De modo que la entrevista se transforma en terapéutica. 
El desarrollo de la misma se centra en recabar los detalles de Ja escena que motivó en la muchacha el 
primer ahogo. Esto lo lleva adelante con preguntas tales como “¿qué es lo que pasó? ¿Quiere usted 
contármelo? ¿Cómo las descubrió usted? ¿Comprendió lo que estaba pasando?”. Catalina responde que 
no había comprendido nada, que tenía apenas 16 años y que no sabía por qué se había asustado, Freud le 
señala: 
"...—señorita Catalina, si pudiera recordar todo lo que en aquellos momentos sucedió en usted, cómo le 
dio el primer ataque y qué pensó durante él, quedaría curada de sus ahogos. 
—Ojalá pudiera. ¡Pero me asusté tanto que he olvidado todo! 
Traduciendo esto al lenguaje de nuestra "comunicación preliminar”, concluye Freud, diremos que el 
afecto crea por sí mismo el “estado hipnoide, cuyos productos quedan excluidos del comercio asociativo con 
la conciencia del Yo.” 
De esta manera explica el impacto cognitivo que la emoción asociada al sentido atribuido a la escena 
produce en la conciencia. 
Procede de la misma manera con otro de los síntomas asociados, los vómitos, que en las investigaciones 
que había llevado adelante con Breuer, hallaban su ‘‘traducción” como repugnancia. Sobre el sentimiento 
de asco pide a Catalina que continúe el relato con todo lo que se le ocurriese (esta intervención es abierta 
ya que pide asociaciones). 
Así llega a conocer escenas relatadas por Catalina en la que ésta había sido requerida sexualmente y 
posteriormente sometida a agresiones sexuales por parte de su tío. 
Finalmente usa la interpretación relacionando los distintos sucesos vividos por Catalina: 
—“Ya sé lo que pensó cuando advirtió lo que sucedía en la habitación de su tío. Seguramente se dijo: 
“ahora hace con Francisca (la prima) lo que quiso hacer conmigo aquella noche y luego las otras 
veces”. Esto fue lo que le dio a usted asco, haciéndole recordar la sensación que advirtió al despertar 
por la noche y notar el cuerpo de su tío junto al suyo (...) restaba explicar el origen de la alucinación 
que retornaba en todos los ataques haciéndola ver una horrible cabeza que le inspiraba miedo. Así 
pues, la interrogué sobre este extremo, y como si nuestro diálogo hubiese ampliado su comprensión, 
me contestó enseguida: 
—Ahora ya lo sé. La cabeza que veo es la de mi tío, pero no tal y como la vi cuando los sucesos que le 
he contado. Cuando después de sorprenderle con Francisca comenzaron en casa los disgustos, mi tío 
me tomó un odio terrible. Decía que todo lo que pasaba era por culpa mía y que si no hubiera sido yo 
tan charlatana, no hubiera pedido su mujer el divorcio. Me amenazaba con hacerme algo y cuando me 
veía se alteraba su rostro de cólera y se echaba tras de mí, con el puño en alto. Yo huía a todo correr 
y procuraba no encontrarme con él, pero siempre tenía miedo de que me cogiese por sorpresa. La 
cara que ahora veo, siempre que me da el ahogo, es la de mi tío en aquellos días contraída por la 
cólera. 
Estas palabras me recordaron que el primer síntoma de la histeria, o sea los vómitos, desapareció de a 
poco, subsistiendo el ataque de angustia con un nuevo contenido. Tratábase sobre todo de una histeria 
derivada por reacción (Abreaqiert). circunstancia debida al hecho de haber comunicado poco después la 
mujer a su tía, el suceso traumático. " (Breuer y Freud, 1895, op. cit, p. 77; el subrayado me pertenece). 
Se advierte aquí como el diagnóstico se superpone con la metodología terapéutica, y aquella única 
entrevista mantenida con Catalina adquiere el carácter “operativo” necesario para permitir a la consultante 
reponer en la conciencia los pensamientos censurados que habían sido desalojados de la misma o 
disociados, restaurando la conexión entre esas ideas y los afectos concomitantes. 
Algunas otras conclusiones pueden sumarse a la consideración de la técnica de entrevistar llevada 
adelante en este caso por Freud: 
—Cuando Catalina lo aborda para consultarlo, lo toma por sorpresa, Y Freud adecúa rápidamente su 
metodología al contexto en el que lleva a cabo el análisis y a las características socio-culturales de la 
muchacha. Hace preguntas sencillas y directas e incluso usa su autoridad médica en forma de sugestión. 
—Combina las funciones de la Mirada y la Escucha, toma en consideración los datos verbales y no 
verbales que produce su interlocutora: “ (...) por su aspecto y su traje no debía de ser una criada sino 
una hija o una pariente de aquella (la hospedera)...aquella robusta muchacha de rostro 
malhumorado!...).Agotadas estas dos series de reminiscencias guardó silencio la muchacha. Durante 
su relato fue experimentando una curiosa transformación. En su rostro entre entristecido y doliente, se 
pintaba ahora una expresión llena de vida. Sus ojos habían recobrado el brillo juvenil y se mostraba 
animada y alegre...Sonrió confusa y como atrapada, esto es como quien se ve obligado a reconocer 
que se ha llegado al nódulo real de la cuestión y no hay ya que volver a hablar de ella...". 
—Para responder a la consulta de Catalina, Freud parte de una exploración de los síntomas ligados al 
Motivo de la Consulta. Su investigación está guiada por la teoría sobre la histeria, que ya había 
comenzado a formular con Breuer. 
—Cuando se cierra aparentemente el camino por el que había conducido el análisis, continúa con su 
interrogatorio buscando nuevas evidencias. 
—Finalmente el análisis de los indicadores encuentra una integración y explicación final en la formulación 
de su hipótesis diagnóstica. 
—La frase con que cierra el historial, revela su preocupación por la utilidad clínica de la investigación, es 
decir la eficacia del método para aliviar a su consultante: “Aunque nada he vuelto a saber de Catalina, 
espero que su conversación conmigo en la que desahogó su espíritu, tan tempranamente herido en 
su sensibilidad sexual, hubo de hacerle algún bien 
En nuestro medio y ya dentro de los desarrollos posteriores de la teoría, fue David Liberman (Liberman 
D. 1976) uno de los primeros en advertir la necesidad de abordar de modo más sistemático el estudio de las 
entrevistas previas a la iniciación de tratamientos analíticos, marcando la diferencia entre la etapa 
diagnóstica y la terapéutica. Lo hizo planteando que el objetivo de las Entrevistas iniciales era la formulación 
de las hipótesis diagnósticas y las hipótesis predictivas, de modo de tener una visión probable de lo que 
podría ocurrir en los primeros momentos de la terapia. 
Otro problema importante señalado por Liberman se refería a la diferencia manifestadaen los distintos 
criterios diagnósticos. Para resolverlo recomendaba hacer explícito el esquema referencial subyacente a las 
criterios diagnósticos empleados por cada profesional. 
Es conveniente tener por lo menos dos entrevistas previas, porque en la primera el paciente suele venir 
con una expectativa armada, y frente al impacto de ver frustrada dicha expectativa se empobrece su 
repertorio habitual de respuestas frente a los estímulos originados en la entrevista. 
Es necesario, por lo tanto, un estudio individual y comparativo de lo que ocurre en ambas entrevistas y 
de las inferencias acerca de la elaboración entre y durante las mismas. 
En síntesis, la validez de una ED aumenta con la aplicación de una secuencia y la posibilidad de 
establecer cotejos entre distintas secuencias de una misma unidad, así como entre distintas unidades. 
En el caso específico de la metodología psicodiagnóstica disponemos de una o más entrevistas iniciales; 
entrevistas con inclusión de tests y técnicas psicométricos y proyectivos; y entrevistas de cierre y síntesis al 
final del proceso. 
En todas ellas se aplica el método de recurrencias y convergencias entre indicadores con la finalidad de 
basar las hipótesis en suficiente evidencia (Schafer, R., 1992). 
Pero es necesario diferenciar los instrumentos que solamente operan sobre el material dado, y aquellos 
otros que además, lo producen, como los tests, cuestionarios, técnicas proyectivas, etc. 
En cuanto a la confiabilidad de un instrumento, ésta consiste en el grado de identidad entre las distintos 
resultados al aplicarlo un mismo investigador (o varios diferentes) en repetidas ocasiones sobre un mismo 
sujeto o situación. La confiabilidad será alta si los resultados logrados son coincidentes o si los 
investigadores pueden dar cuenta de las diferencias en forma consistente. Por ejemplo dos investigadores 
pueden aplicar el mismo instrumento al análisis de una misma entrevista o prueba psicológica y los 
resultados ser coincidentes. O lograr la coincidencia aplicando a dos entrevistas del mismo paciente un 
mismo instrumento. 
El problema radica en el sesgo causado por la visión propia de cada entrevistador. 
En este sentido los tests psicométricos y los cuestionarios por su carácter extrínseco, serían más 
confiables pero menos válidos por su distancia con los hechos clínicos. Las Técnicas Proyectivas aumentan 
en algunos casos la validez pero resultan menos confiables. Y la observación clínica directa resulta de alta 
validez clínica pero de confiabilidad relativa, por ello se requiere mayor esfuerzo por dotarla de instrumentos 
conceptuales que la vuelvan más confiable. (Maldavsky, op. cit., p. 214). 
Según Abraham, R. F., (2001), al no haber convenciones ni directrices en el momento de la recogida de 
información, ni en el momento de interpretarla y usar términos abstractos (metapsicológicos), es imposible 
someter a comprobación empírica los resultados obtenidos. Para ello sería necesario una estandarización 
de los datos y definiciones operacionales relacionadas con los ítem utilizados. En un intento de aporte a la 
optimización de los diagnósticos psicodinámicos de personalidad, el autor propone un “Perfil Evolutivo” 
basado en los conceptos y contribuciones de Ana Freud, Loevinger y Wessler, Bellak, Kernberg, y Luborsky 
y Crist- Cristoph (Abraham, R. F., 2001, op. cit., p. 6-7). 
Según este perfil, los modelos de comportamiento “inmaduro” se representan en seis niveles: Ausencia 
de estructura, Fragmentación, Narcisismo, Simbiosis, Resistencia y Rivalidad; mientras que los modelos 
“maduros” a través de cuatro: Individualidad, Solidaridad, Creación y Madurez. 
La información para el perfil evolutivo propuesto se obtiene por medio de una entrevista que explora el 
comportamiento habitual del paciente durante los últimos diez años, al modo de una anamnesis clínica. Dado 
que la Entrevista lleva de una a tres horas de duración y se requiere de un gran entrenamiento para aplicarla, 
así como para evaluarla, el perfil se aplica sólo cuando los problemas de personalidad son vagos o altamente 
complejos, cuando se prescribe una forma intensiva de psicoterapia, o cuando un método no ha dado 
resultado y se requiere la elección de un nuevo tratamiento. 
La confiabilidad del conjunto se demostró aceptable (0.70 en un intervalo de 0.50 a 0.84); mientras que 
la fiabilidad interna a partir del coeficiente alfa de Cronbach fue de 0.76 en un intervalo de 0.65 a 0.83. 
(Abraham, R. F., Henricus L. Van- y otros, 2001 op. cit., p. 3-5). 
Hoy en día y de acuerdo a la mayor especialización alcanzada por los profesionales, queda claro que la 
modalidad de entrevistar y los objetivos que con ella se persiguen, dependen del contexto y la demanda que 
da lugar a la evaluación. 
Dentro de la Psicología Clínica la entrevista es la técnica de evaluación más utilizada y muchas veces el 
único instrumento de evaluación que aplica el profesional. Sin embargo para aplicarla se requiere de una 
adecuada formación teórica y práctica, un prolongado entrenamiento, y permanente investigación para 
ampliar sus bases teóricas y metodológicas. 
IV. Encuadre de la Entrevista 
Otro problema referido a la práctica con entrevistas es el del encuadre, muy distinto en el ámbito privado 
y en las instituciones. Al respecto podríamos diferenciar al menos tres variables del encuadre que adoptan 
características distintivas según el ámbito de que se trate: 
- Lugar 
- Tiempo (duración/ frecuencia) 
- Honorarios. 
En cuanto al lugar o espacio físico en el que se desarrolla la entrevista, un consultorio privado ofrecerá 
en principio un marco de mayor intimidad, una ambientación con pocos muebles (escritorio, sillas, sillones 
y/ o diván) será suficiente y unas luces tenues no perturbadoras. Todo ello en función de la moderación de 
los estímulos que coadyuva para que sea el paciente quien estructure el “campo de la entrevista” (Bleger, 
op. cit., 1973). 
No está demás advertir que para el mejor desarrollo de la misma deberán evitarse todo tipo de 
interrupciones, llamadas telefónicas, teléfonos celulares, etc. 
La institución pública, por caso el hospital, mostrará un encuadre más plástico. El paciente deberá 
atravesar diversos lugares, recorrer la institución y tratar probablemente con empleados administrativos 
antes de llegar al consultorio del Psicólogo, muchas veces sumando a su natural ansiedad la de tener que 
sortear verdaderos laberintos edilicios o atravesar salas médicas, cruzar pabellones, etc. Generalmente los 
consultorios están pegados unos a otros y a veces separados sólo por tabiques delgados, con lo cual la 
intimidad ofrecida será menor. Además pueden ocurrir interrupciones por parte del personal de enfermería 
o maestranza o de los propios médicos cuando los consultorios son usados con múltiples funciones. Aun así 
es posible desarrollar la entrevista y favorecer la concentración necesaria pero habrá que estar alerta a las 
reacciones del entrevistado frente a los frecuentes imponderables y considerarlas dentro del contexto de la 
investigación que se lleva a cabo. Vale decir que las limitaciones edilicias o de aprovechamiento habitacional 
de los ámbitos institucionales, pueden transformarse en “aliados” de la evaluación diagnóstica. 
Una Entrevista psicológica clínica es una situación de campo en la que influyen múltiples factores: 
- Si se desarrolla en un consultorio privado, la idealización y desplazamientos del entrevistado se dirigen 
a la persona y personalidad del Entrevistador, y al escenario de su consultorio, no importa la escuela 
en que aquél se haya formado. La “transferencia” es de persona a persona. 
- Si se desarrolla en el consultorio de una institución privada o pública. La transferencia es también 
“institucional”. El Entrevistador puede resultar un individuo anónimo para el entrevistado. 
En cuanto al tiempo de duración lo ideal serían entrevistas iniciales dealrededor de una hora a hora y 
media ya que es mucha la información a recabar y el trabajo de observación. 
La duración estimativa de las entrevistas, incluso las iniciales, deben comunicarse al entrevistado desde el 
inicio para que él disponga de las prevenciones necesarias. Cuando se trata de un Psicodiagnóstico con 
inclusión de pruebas psicológicas también deberá explicitarse la posibilidad de que dicho tiempo se vea 
aumentado. Cuanto más explícito es el encuadre mayor es la posibilidad de investigar la variable 
dependiente y la adaptabilidad del consultante al mismo. 
En las instituciones esto no siempre es posible dada la gran cantidad de personas que generalmente 
acuden. En este sentido el equipo debe tener una línea común de trabajo y discutir previamente los criterios 
a aplicar y el profesional debe llegar a una síntesis favorecedora para su trabajo y para la organización de 
su propia personalidad. La modalidad del conocimiento y el ritmo que le imprime cada uno estará en relación 
a la personalidad única del consultante, a las necesidades propias del experto y a las normativas 
institucionales consensuadas. 
La frecuencia en el caso de las entrevistas diagnósticas no debe ser inferior a una por semana ya que 
es necesario valorar los cambios en el entrevistado durante un lapso razonable de tiempo. Pero tampoco 
conviene estirar el lapso entre una y otra ya que así se perdería el hilo conductor del discurso y se vería 
afectado el desarrollo del vínculo recién iniciado. Cabe agregar que en el caso de la consulta privada los 
horarios pueden ser arreglados con mayor flexibilidad por parte del profesional, no así en la institución ya 
que allí una ausencia o demora por ejemplo, perjudica a varias personas a la vez. 
El caso de los honorarios es un tema complejo y siempre necesitado de mayor y más franco debate e 
investigación. Confluyen aquí diversas perspectivas teóricas e ideológicas, junto a la consideración que se 
tenga de la realidad social y económica en la que se desarrolla la labor del experto. 
Una primera cuestión es si ha de considerarse de igual manera el honorario de una ED, de las entrevistas 
propias del encuadre psicodiagnóstico, y de las sesiones de psicoterapia. Al respecto considero que el costo 
de las ED o de las de un Psicodiagnóstico debería ser mayor. En primer lugar porque generalmente el 
profesional debe trabajar con una también mayor exigencia: invertirá más horas de trabajo a posteriori de 
las ED para la interpretación cuali- cuantitativa de los datos e indicadores obtenidos y deberá elevar un 
informe diagnóstico fundamentado en muy breve tiempo. La mayor dedicación en el tiempo profesional 
supone por supuesto que se quita tiempo para otras tareas. Por otro lado al comienzo, desconocemos el 
grado de compromiso y motivación de los consultantes por lo tanto la dedicación implica mayor riesgo. Hasta 
aquí lo ideal cuando del profesional independiente se trata. La realidad (y más aún en la Argentina de estos 
tiempos) indica que muchas veces el psicólogo fija sus honorarios de acuerdo a la demanda y sacrifica en 
aras de ejercer su profesión la valoración correcta de su capital de conocimientos y de la responsabilidad 
que supone la tarea diagnóstica en sí misma. 
Además, las instituciones, pobladas de recursos humanos ad-honorem (otra característica negativa de 
nuestro país) han ido devaluando progresivamente el trabajo profesional. En algunas, el psicólogo 
capacitado para la tarea del Psicodiagnóstico debe llevarlo a cabo en forma gratuita o semi gratuita para 
después comenzar a cobrar un arancel por las sesiones de psicoterapia, y esto en el mejor de los casos. La 
necesidad de acumular experiencia y práctica ha hecho que los propios profesionales terminaran 
considerando natural aquello que constituye una expoliación de su quehacer. 
En los hospitales y centros públicos de atención, el arancel lo fija y lo cobra la institución quien además 
sostiene un staff mínimo de profesionales rentados y una gran mayoría de recursos humanos gratuitos a los 
que se les paga con el solo reconocimiento de su concurrencia. 
El área de la prestación en salud mental en nuestro país es una de las más postergadas a la hora de 
fijar políticas retributivas justas. 
El rol del Entrevistador 
Desearía ampliar aquí algunas ideas anteriormente expuestas: el psicólogo clínico es un observador 
participante, su sola presencia modifica el campo de observación. Debe ser especialmente consciente de 
esta participación y de las variables que introduce y que son parte de su personalidad. Por ejemplo cuando 
introduce cambios de horarios, alteraciones en las consignas, o abandonos del rol técnico. 
Para operar con mayor eficacia existe un mecanismo llamado “disociación instrumental” que significa 
que se identifica parcialmente con el entrevistado, comprende su situación empáticamente1. Pero a la vez 
se mantiene como observador del consultante, de sí mismo y del vínculo que se va construyendo entre 
ambos, con el fin de mantener el ejercicio de rol que es una de las variables fijas del encuadre. 
Por ejemplo si atiende a una persona que ha llegado muy angustiada y con manifestaciones de llanto 
debido a una situación traumática que ha padecido, el entrevistador debe permitir esta expresión, 
acompañarlo pero no involucrarse afectivamente con él, ni desorganizarse o alterar el desempeño de rol 
técnico. 
El Entrevistador acomete varias tareas simultáneas: Escucha y Observa mientras en el “fondo” de su 
mente aparecen asociaciones, pensamientos, fantasías, recuerdos, relacionados con lo que manifiestan 
los Entrevistados. Aspectos de su experiencia profesional general y experiencias personales. 
Este proceso es en parte activo: observa-escucha, elabora síntesis, construye hipótesis provisionales, 
formula nuevas preguntas para comprobar las hipótesis, modificarlas o desecharlas. Y en parte pasivo ya 
que deja evolucionar y desplegar el discurso, tolera la ansiedad, mantiene una actitud receptiva. 
Aquí el concepto de “escucha” debe ser considerado en un sentido diferente a una mera actitud pasiva, 
ya que ella debe permitir la intervención oportuna del psicólogo. Dichas intervenciones lograrán que el 
discurso se modifique, se amplíe y asuma un nuevo sentido para el entrevistado. Y deben ser siempre 
formuladas de manera clara, en un lenguaje de nivel acorde a la comprensión y/ o entendimiento del sujeto 
y a la situación planteada. No decimos o “devolvemos” todo al entrevistado sino sólo aquello que creemos 
le va a servir para favorecer su proceso elaborativo. 
Para ejemplificar mejor lo que intentamos transmitir reproduzco a continuación un extracto de entrevista 
efectuado en la revista “fort-da” (electrónica) al reconocido Psicoanalista Juan David Nasio (1999). En ella 
el autor explica muy claramente su definición de rol técnico para el marco de su especialidad. Los 
conceptos vertidos desarrollan la importancia de dos funciones: la Mirada y la Escucha, dirigidas al objetivo 
planteado por la teoría: 
“... el psicoanalista tiene que ser un excelente observador, (....) es un ser eminentemente activo y en 
primer lugar observador. Va a buscar al paciente a la sala de espera y observa, va a buscar al niño a la 
sala de espera y observa, al niño, a los padres, observa a la madre, observa que está jugando, tiene que 
 
1 Empatia es la capacidad interpersonal para ser “sintonizado"y “sintonizar" a los otros en los aspectos cognitivos y afectivos. N. de A. 
observar y observar... al inicio va observar estando consciente, intencionalmente, consciente como si. 
fuera una especie de alumno aplicado, y luego va observar de manera natural, espontánea. No se va a 
dar cuenta que está observando, pero tiene que ser un excelente observador, ya sea deliberadamente o 
naturalmente, esa es la primera acción activa, el primer gesto activo es observar. El segundogesto activo 
es entender el sentido de las palabras o del dibujo, o de la plastilina si es un niño!, del movimiento del 
cuerpo ya sea un adulto, o no!, En fin... tomar sentido, dar sentido, el psicoanalista es un generador de 
sentidos. Cuando no se sabe que hacer con un paciente hay que dar sentido, cuando un paciente, viene 
y dice: tengo SIDA”, la repuesta del analista luego de su silencio, es: dar sentido! Lentamente, con tacto, 
cuidadosamente, con mucha delicadeza, con tiempo, pero: dar sentido. (...) La acción más importante no 
es dar sentido. Hay que observar, luego hay que dar sentido, pero en realidad, ni observar, ni dar sentido 
es lo central. Observar y dar sentido, no son más que preliminares que conducen a la acción, al gesto que 
va a ser culminante, y decisivo y que va definir que este operador es un psicoanalista. Ese gesto, es el 
gesto de una escucha muy concentrada, en el fantasma que habita el paciente. ¿Qué quiere decir una 
escucha muy concentrada en el fantasma que habita el paciente? Quiere decir que el analista ha 
comenzado por observar, ha seguido por dar sentido, para llegar a ese punto en el que él, está más allá 
del sentido, trasciende al sentido para percibir, quizás en un primer tiempo, inconscientemente, y luego 
conscientemente, percibir los fantasmas, que son la producción del inconsciente del paciente: Esto es, 
para mí, lo esencial del acto analítico.” 
De acuerdo a nuestra propia experiencia y marco teórico diríamos que en la práctica del psicodiagnóstico 
la atención del Entrevistador se “concentra” en: 
a) El contenido y la forma manifiesta del discurso, lo que dice el paciente, cómo lo dice, su conducta, ¡o 
que expresa gestualmente, 
b) El contenido latente que subyace al texto manifiesto, y que corresponde a las fantasías 
inconscientes de relaciones de objeto y 
c) La interacción entre ambos. 
Perfil del Experto 
Experto es el profesional que posee una metodología técnica que le permite arribar a los objetivos 
planteados. 
Un experto integrado es aquel que puede ejercer el “libre albedrío”. Es decir, que a la capacitación 
correspondiente puede agregar una síntesis de modalidad conveniente para su propia organización de 
personalidad, e imprimirla al desarrollo del proceso de entrevistar. 
Según Ezpeleta (2001) existen una serie de habilidades generales necesarias para la buena ejecución 
de la ED que pueden ser aprendidas. Entre ellas se encuentran las habilidades comu- nicacionales y la 
capacidad de establecer una buena relación con el entrevistado (rapport). 
Pero no sólo entran en consideración los aspectos formales de la comunicación sino también aquellos 
propios del contenido, es decir, qué se investiga, cuáles son los temas a considerar con cada entrevistado 
y en relación a cada situación de demanda particular. Para ello son necesarios conocimientos y formación 
extensa y actualizada en el campo de la psicopatología, tanto de niños y adolescentes, como de adultos y 
adultos mayores. 
Toda ED debe incluir la exploración de la sintomatología, al respecto Nasio (Nasio, J. D., 1999, op. cit.) 
aconseja a los psicoanalistas y psicólogos tener sólidos conocimientos de psiquiatría. Por ejemplo para 
delimitar el problema del niño traído a la consulta se hace necesaria la exploración de la sintomatología y 
realizar un buen diagnóstico diferencial. Para, ello se considerará la frecuencia, intensidad y duración del 
trastorno. Pero además se formularán preguntas acerca de los determinantes, la historia del síntoma y su 
evolución, el funcionamiento actual del niño y las expectativas y objetivos de los padres con respecto al 
mismo. 
Las tareas de diagnóstico y psicoterapia no son excluyentes y es deseable que un buen psicólogo clínico 
reciba entrenamiento en ambas. Probablemente la especialización en la administración de técnicas 
auxiliares contribuya a forjar un perfil del psicólogo que lo desvincula de la pregunta crucial en la clínica que 
es: ¿para qué formular hipótesis diagnósticas?, ¿cuál es el objetivo de utilizar refinados 
instrumentos diagnósticos? La respuesta según mi opinión es que dicha especialización debe volcarse 
en el correcto asesoramiento y orientación terapéuticos. No se trata de diagnosticar por una ambición 
meramente clasificatoria sino diagnosticar para planificar nuevas intervenciones en pos de ayudar al 
paciente a comprenderse a sí mismo y a elaborar los recursos que le permitan enfrentar los obligatorios 
conflictos de la vida. 
La flexibilidad en los procesos de pensamiento y empatia resultan indispensables para este perfil 
profesional, la rapidez de las síntesis y la capacidad de análisis, la habilidad verbal para registrar el código 
particular del examinado y usar metáforas, analogías, expresiones y giros verbales que tornen 
comprensibles sus señalamientos, su actitud atenta pero no reconcentrada o evasiva, permite al entrevistado 
ir experimentando la confianza básica y el rapport necesarios. 
El Entrevistador debe brindar una imagen de estabilidad. Las primeras entrevistas son siempre 
exploratorias en un doble sentido: el /los entrevistado/s exploran también cómo somos, quieren descubrir 
nuestros códigos, qué aprobamos y qué no, cuáles son nuestros valores, etc. 
En eso radica un encuentro humano y hasta el momento ninguna tecnología puede superar la riqueza 
de dicho encuentro. 
Formación del Experto: 
En síntesis, las condiciones para elaborar informes útiles sobre la organización de personalidad del 
entrevistado o del grupo evaluado son: 
1) psicoterapia personal 
 2) conocimientos y formación teórico-práctica actualizada y constante 
3) training especializado 
4) práctica en investigación con los distintos modelos de instrumento 
5) supervisión de los casos. 
A las habilidades generales mencionadas, se agrega el conocimiento del propio perfil, es decir, de las 
características personales del Entrevistador. 
Fernández Álvarez (Fernández Álvarez, H., 2000) ha abordado este fenómeno complejo en relación al 
rol del psicoterapeuta. Sin embargo algunas de sus conclusiones podrían aplicarse al desempeño del 
psicólogo en la tarea de Psicodiagnóstico. 
Dentro del perfil personal incluye variables tales como los modos o funciones de la comunicación que se 
manifestarían a través de diferentes dimensiones. 
El autor resume aquellas que le parecen relevantes y advierte que dichas dimensiones se representan 
como un continuo que admite todos los términos medios. De ellas citaremos las que por nuestra parte 
consideramos de mayor relevancia para la tarea psicodiagnóstica, a saber: 
1) Función Instruccional, referida a las acciones que fijan los alcances y límites de la relación establecida 
con el paciente, la distancia entre ellos y los intercambios considerados legítimos dentro de esa 
relación. 
Sus dimensiones relevantes son: Rigidez versus flexibilidad; Asimetría marcada versus asimetría 
moderada. 
2) Función Atencional, tradicionalmente llamada “función de escucha”, (y sobre la que ya nos hemos 
referido en párrafos anteriores) para la que el autor contempla las siguientes dimensiones: Activa 
versus receptiva; Concentrada versus abierta. 
1) Función Operativa, son las acciones llevadas a cabo para cumplir con el plan de tareas. El estilo 
personal influye en el cumplimiento de las mismas de manera diversa: Directivo versus Persuasivo; 
Lógico (literal) versus Retórico (figurado). 
2) Función de compromiso vincular, abierta en dos direcciones: 
a) Compromiso interpersonal: se manifiesta en dos extremos que son Proximidad versus Distancia. 
b) Compromiso intrapersonal: se trata del compromiso que el profesional experimenta con su 
trabajo en relación con el resto de las áreas de su vida, y puede describirse como Focalizado 
versus Extendido. En el primer caso el profesional involucra pocos aspectos de su vida personal 
en términos de tiempo, relaciones familiares y personales, expectativas económicasy de 
prestigio personal, etc. 
La ED constituye para el consultante un punto decisivo, un momento de crisis, de oportunidades y 
peligros. Para el consultado es una nueva oportunidad de ampliar sus habilidades clínicas, un desafío. 
Bien llevada adelante, por un experto, ayuda al paciente, es la base de tina exitosa experiencia de 
psicoterapia. 
Realizada pobremente por un inexperto lleva al desaliento del paciente quien puede llegar a convencerse 
de que el tratamiento es algo que debe evitar o que no le solucionará sus sufrimientos. 
V. Distintos tipos y modelos de Entrevista 
Ávila Espada (1997) considera que la entrevista es el eje de toda estrategia diagnóstica con adultos y 
brinda cinco variantes de la misma. Tornaremos su propuesta y la iremos ampliando según nuestra propia 
experiencia clínica: 
1) La entrevista de “evaluación o diagnóstico”: sus principales objetivos son la categorización, 
clasificación o valoración, que permita tomar decisiones como por ejemplo la asignación adecuada del 
tratamiento. 
2) La entrevista de “consejo u orientación”: puede ser la única intervención y sus características 
estarán determinadas por el “contexto” o la clase de orientación focalizada en las “necesidades del 
consultante” (una aplicación frecuente de la misma se da en el campo de la orientación psicológica 
familiar, y en el área educacional). 
3) La entrevista terapéutica: el objetivo es la aplicación del tratamiento y se lleva a cabo mediante un 
proceso de entrevistas. 
4) La entrevista de ‘‘investigación”: funciona para la recogida de información, contexto en el que se 
efectúan observaciones, o introducen “tratamientos experimentales” sometiendo a control 
simultáneo variables del comportamiento. Aquí la entrevista es una técnica dentro de un diseño 
experimental. 
5) La entrevista “focalizada”: en ella existe un foco de interés que guía la exploración, puede tratarse 
de una evaluación, de un pronóstico en situaciones de urgencia o crisis (catástrofes, interconsultas, 
pre-quirúrgicos, etc.). 
Sobre esta última clasificación nos detendremos un poco dado que su implementación es fuente de 
numerosas inquietudes para jóvenes residentes y estudiantes. 
Existen dos tipos de situaciones en las que la Entrevista psicológica debe forzosamente hacerse 
Operativa. Una de ellas es ante situaciones vividas por el paciente como traumáticas, ya sea porque 
irrumpen sorpresivamente provocando un monto de angustia para el cual el Yo no contaba con los 
mecanismos de defensa indispensables, o bien porque se trata de un Yo disminuido previamente en su 
capacidad de asimilación. 
En el primer caso, situaciones traumáticas, se pueden colocar a todas las personas que llegan a la 
Entrevista tras haber pasado una catástrofe, un hecho de violencia inusitado, o un grave accidente. Es 
imperioso hacerles relatar enseguida lo ocurrido, pues de no ser así podrían reprimirlo o disociarlo en la 
conciencia, y esto va a dar lugar a lo que se llama “neuro- , sis de guerra”, o “neurosis traumática”. Se 
hace necesario por lo tanto, el relato de lo ocurrido tratando de traer a la conciencia la mayor cantidad de 
detalles posibles aunque sean muy dolorosos o siniestros. La intervención del Entrevistador debe apuntar 
a la explicitación de las ansiedades provocadas. 
En esta situación se encuentra también el grupo familiar en el que uno de los miembros sufrió un 
accidente o grave enfermedad, tanto como el paciente que ha de requerir por ejemplo, una intervención 
quirúrgica. La experiencia demuestra como en ocasiones el médico cirujano se esfuerza en “informar” los 
detalles de su intervención, y los riesgos debidamente, pero no da al paciente una adecuada atención que 
contemple los aspectos psicológicos. No debemos olvidar que estas situaciones provocan una fuerte 
desorganización del Yo, y que esto trae como consecuencia la reaparición de múltiples conductas 
regresivas propias de las ansiedades arcaicas movilizadas por la situación. Una rápida intervención 
psicológica puede impedir que la perturbación dé paso a una inadecuada reorganización psíquica que 
altere por ejemplo el normal desarrollo post-operatorio. 
La E Operativa en áreas como la Interconsulta, incluye la orientación y consejo, pero debe también 
partir de un diagnóstico focal situacional del enfermo, la valoración del grado de deterioro o integración 
del Yo, y una hipótesis retroactiva acerca de su personalidad previa. 
Como ejemplo citamos la práctica psicológica en el área de Interconsulta en la internación pediátrica. 
En ella se exploran las fuentes de estrés, el dolor físico/ dolor psíquico, el riesgo de muerte. Todas estas 
intervenciones deben hacerse en tiempos muy breves entrevistando a los médicos, a los familiares, y al 
chico. La pregunta que guía la intervención es “¿Quién era este niño antes de que le ocurriera esta 
situación?”. 
Volviendo a nuestro tema central, la variante de “evaluación o diagnóstico”, diremos que en nuestro 
medio se ha adoptado con mayor frecuencia el modelo de E. libre propia del método clínico psicoanalítico, 
y/o la modalidad semi-dirigida más frecuente en el Psicodiagnóstico. 
La semi-dirección de una Entrevista supone momentos de mayor y menor estructuración y tácticas 
específicas, pero no llega a ser un interrogatorio con preguntas cerradas. 
Las preguntas e intervenciones son semi-estructuradas, mantienen un nivel bastante amplio de 
generalidad o ambigüedad, por ejemplo, “¿cómo se relaciona Usted con sus padres? ¿Podría explicarme 
un poco más en qué situaciones se siente Usted tratado con indiferencia o no tomado en cuenta por los 
demás? ¿Usted mencionó casi al pasar ciertas dificultades en el estudio, cuáles son, en qué consisten?”. 
La primera fase de la exploración comienza con el contacto previo telefónico, el pedido de 
consulta, y la primera exposición del motivo de consulta. 
Esta primera exploración se centra en los aspectos verbales y no verbales del discurso del entrevistado: 
cómo es, cómo se presenta, su vestimenta, gestos, mirada, silencios. Por dónde empieza su 
autopresentación, en quién la centra, en sí mismo o en otros. Si habla de su presente o de su pasado, qué 
temáticas aborda y cómo lo hace. Si relata síntomas, vivencias, con qué lenguaje, si busca ser comprendido 
por el Entrevistador, si empieza por el cuerpo, la mente, sus relaciones con otros. Qué “personajes” aparecen 
en su relato y cómo los trata, como los define: son absolutamente “buenos” o “malos”, tienen diferentes 
aspectos, lo perjudican siempre, son benévolos, qué grado de ambivalencia y frustración tolera en sus 
relaciones, cómo se refiere a la realidad externa, al país, a su grupo, comunidad, etc. Qué dice de su trabajo, 
si lo tiene o no, cómo lo considera, cuáles logros expresa, cuáles frustraciones, cómo son sus relaciones 
laborales, si acepta reflexionar sobre sí mismo, cómo lo hace, si es derivado o “mandado” por otro, quién y 
de qué manera, si está medicado, cual es la medicación, cuánto hace que la toma, y qué significado personal 
le atribuye. 
Para el estudio de los desórdenes de la personalidad, Koldobsky (1995) aporta algunos aspectos que no 
siempre se exploran adecuadamente y que nos parece útil reseñar aquí: 
- Evaluación de la situación habitual del paciente y sus rasgos de personalidad. 
Implica el estudio de la motivación, estilo de vida, visión de sí mismo, de los demás y del mundo, visión 
global del medio físico donde vive y se desenvuelve el paciente, ubicación, confort, acceso a negocios, 
centros comunitarios e iglesias. Quien entrevista debe preocuparse de las condiciones que posibilitan o no 
el acceso al tratamiento ya que las altas cifras de deserción pueden deberse también a dificultades 
económicas o de distancia, y no sólo a rechazo o resistencias. 
Dónde vive el paciente, el fugar que tiene para sí, la violencia del medio, la tolerancia del paciente a esa 
violencia (muchos pacientes nosalen por temores), el nivel de ruido, si tiene mucha o poca privacidad, la 
ancianidad, la pobreza, que muchas veces restringen el acceso a la salud, la diversión o el culto. (Hallek, 
1991, citado por Koldobsky, op. cit., 1995). 
- La información acerca de las relaciones interpersonales. 
Conocer el medio ambiente social permite conjeturar acerca de las posibilidades de estrés o sostén que 
provienen de ese entorno humano. 
Su manejo o modificación puede constituirse en una forma de ayuda a| paciente. 
Se puede interrogar sobre una semana de su vida y las interrelaciones que en ella se producen. 
- Interrogatorio acerca de las actividades habituales. 
Conocer si las actividades habituales son estresantes o gratificantes. 
El estrés ocupacional puede estar relacionado con cambios en el trabajo, la relación con compañeros 
de trabajo, la pérdida real o imaginada de capacidades. 
También influyen las fluctuaciones económicas, las cargas laborales, la relación con superiores, etc. 
El desempleo: se suma a la pérdida de ingresos la pérdida de roles y de la autoestima. Los demás 
también reaccionan de diferente manera frente a la persona desempleada o sin casa. 
- Evaluación del estado financiero o legal. 
La falta de recursos para el cuidado de la salud o la falta de medios económicos para vivir generan 
altos niveles de estrés que pueden provocar estados patológicos o mantenerlos. 
También es importante averiguar si está involucrado en algún tipo de litigio por injurias reales o 
percibidas como reales. Individuos con desórdenes graves de la personalidad pueden buscar la internación 
para “borrarse” porque temen la reacción de sus pares, o son buscados por la policía, los jueces o han 
tenido severos desórdenes conductuales que motivaron el rechazo de su medio ambiente. 
“ ¿Por qué ahora? 
Exploración del problema actual que lo trae a la consulta, es decir, del valor del factor desencadenante 
de la consulta. 
Existen pacientes que esperan un largo tiempo por temor, otros tienen tendencia a sufrir en silencio, 
buscan otros tipos de ayuda, no tienen conciencia plena de su situación: en estos casos hay ego sintonía. 
A pesar de los esfuerzos exploratorios, muchas veces los resultados de una ED pueden caer en la 
generalidad descriptiva y no resolver el problema de la estructura, de la integración de las diversas 
características de funcionamiento de la personalidad investigada y de su articulación en una organización 
más o menos estable. Estos resultados no dependen de la condición supuestamente “menos objetiva” de 
la técnica sino fundamentalmente de aspectos deficitarios en el entrenamiento del ejercicio de rol necesario 
para administrarla, y de la falta de sistematización en el momento de interpretarla. 
La evaluación de la estructura de la personalidad debe complementarse con la historia de 
modificaciones y cambios en el Entrevistado para prever sus posibilidades de cambio psíquico y su 
accesibilidad terapéutica. (Veccia, 1994, 1998). 
La formulación de preguntas, pedidos de explicaciones, confrontaciones y señalamientos, que son 
frecuentes en la entrevista depende del objetivo que guía la investigación, del estilo comunicacional del 
Psicólogo, y del impacto que en su personalidad produce la organización del psiquismo del entrevistado y 
su propia modalidad comunicativa. 
Hoy en día se hace necesario diferenciar la etapa diagnóstica del tratamiento ya que la terapéutica 
ofrece una gran cantidad de opciones más o menos específicas para cada situación. 
Sin embargo, para algunos autores la función diagnóstica se superpone a la función terapéutica por 
ejemplo en la clínica infanto-juvenil, ya que en ella la Entrevista puede también aportar elementos 
terapéuticos en la interacción. 
A partir de las intervenciones del Entrevistador puede evaluarse la “capacidad terapéutica” del 
entrevistado: la forma en que los Entrevistados reciben nuestras hipótesis y lo que hacen con ellas, el 
interés que puedan movilizar por los fenómenos relaciónales y emocionales, los giros favorables en la 
relación de objeto a lo largo de la Entrevista son indicadores de su capacidad para aprovechar la 
experiencia, evolucionar, tolerar la ansiedad, de la elasticidad o rigidez de sus defensas, de su estructura, 
etc. Todo lo cual orienta en el pronóstico (Eulalia Torres de Béa, 1991). 
Uno de los errores más frecuentes consiste en que el consultor aplique rutinariamente técnicas de 
entrevista sin considerar el carácter diferente de cada consulta. En este caso el Entrevistador actúa como 
teniendo “a priori“ el conocimiento del Entrevistado, y utiliza un modelo fijo de Entrevista que aplica a todos 
por igual. 
Es muy diferente el planteo de tener un esquema referencial o una guía que incluya los datos a relevar, 
al de rigidizar el modelo de relación de ambas partes, aun cuando la Entrevista sea considerada abierta. 
Ningún esquema rígido es positivo en la Entrevista. 
Actualmente el uso juicioso de técnicas derivadas de la orientación terapéutica la vuelven por momentos 
altamente estructurada, y más ambigua en otros. 
En realidad, debe ser lo suficientemente abierta y libre como para que el otro pueda mostrarse y verse, 
y lo suficientemente cerrada y dirigida como para no perder los límites del encuadre y los propósitos de la 
misma. 
La pregunta del Entrevistador, si está bien instrumentada puede ser un puente en la relación que 
se busca establecer con el Entrevistado. 
Los distintos diseños de Entrevista responden a las diversas teorías y modelos de la Personalidad que 
fueron surgiendo dentro de la Psicología clínica. De hecho con ella se ha pretendido explicarlos. Al respecto, 
existen entrevistas Psicodinámicamente orientadas, estructurales, interaccionales, cognitivo-conductuales, 
etc. (Ávila Espada, 1997, p. 15). 
En los procesos diagnósticos en base a Entrevistas, y entendiendo que el método psico- diagnóstico 
sería un caso especial dentro de ellos, podrían discriminarse las siguientes fases o momentos: 
a) Primera entrevista de apertura y recolección de datos. 
b) Elaboración de los datos obtenidos y apertura de nuevos datos. 
c) Reelaboración combinatoria. 
d) Entrevista final de síntesis y cierre. 
Cada uno de estos momentos constituye una unidad de investigación en si misma sujeta a cotejo interno, 
es decir, entre las secuencias narrativas y vinculares que la constituyen. Y también deben estudiarse 
cotejando las distintas unidades entre sí, a fin de poder evaluar las transformaciones en la organización 
psíquica del Entrevistado a lo largo de la secuencia completa del proceso. 
Las técnicas auxiliares deben ingresar solamente cuando se requiera precisar alguna información que la 
propia entrevista no alcanza a aclarar, y siempre teniendo en cuenta que ingresan en la fase de apertura de 
nuevos datos. Por ejemplo: el grado de deterioro cognitivo, el grado de intolerancia a los estímulos 
frustrantes, la maduración psicomotriz, dudas respecto al diagnóstico diferencial entre organizaciones límites 
y psicosis, descarte de organicidad, capacidad de vinculación en contextos grupales, modalidad de las 
relaciones objetales y grado de difusión de la identidad, o cuando la exploración directa se vea impedida por 
recelo o inhibición pronunciados. 
 
VI. Dificultades comunes en la práctica de la Entrevista durante el período de 
entrenamiento 
A lo largo de los años, en las tareas de supervisión de estudiantes y de profesionales que'" se inician 
en la práctica, advertimos que las exposiciones se centran casi siempre en el discurso del entrevistado 
pero no incluyen una consideración de las intervenciones del entrevistador que inciden en él. Para un 
estudio pormenorizado de las mismas se requiere el registro grabado y la utilización de la Cámara de 
Gessell. 
Reseñamos a continuación algunas de las inquietudes más frecuentes expresadas por los entrenados : 
1) Dificultades en la administración y conducción

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