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Wainstein_Escritos de Psico logía Social_28-4-16 (1)

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Escritos de Psicología Social
Martín Wainstein
Escritos de Psicología Social
Martín Wainstein
Colaboraciones de
Luisa Acrich, Maité Beramendi, Alicia Bonelli, Jorgelina Di Iorio,
Valeria González Cowes, Constanza Gueglio Saccone, Lucrecia Petit,
Sandra Sale, Violeta Schwarcz López Aranguren, Sandra Thomé,
Eduardo Tissera, Margarita Ussher y Valeria Wittner
Comité Editorial
Constituido conforme la citada Resolución
Profesor Lic. Virgilio Enzo Carriolo
Profesora Lic. Alicia Noelia Cayssials
Profesor Dr. Gustavo Eduardo González
Profesor Dr. David Alberto Laznik
Profesor Lic. Rodolfo Uribarri
La edición de este título se realiza en cumplimiento del
Convenio suscripto entre la Facultad de Psicología UBA
y JCE Ediciones, cf. Resolución (C. D.) Nº 1533/04.
Realización del interior y tapas Héctor Osvaldo Pérez
Revisión técnica general Juan Ventura Esquivel
© 2016
JCE Ediciones
Juan Carlos Esquivel - Editor
Av. Olivera 1059, “B”
(1416) Buenos Aires
Teléfono: 15-524 7-8819
e-mail: jc_esquivel@yahoo.com
Primera edición: mayo de 2016.
I. S. B. N. 000000000000000
Impreso en la Argentina.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción, total o parcial,
por cualquier medio que fuere.
Aquí ficha
Índice
Prólogo. ......................................................................................................... 9
Martín Wainstein
La construcción social de la mente, una teoría de la
 intersubjetividad. ................................................................................ 13
Martín Wainstein
Actitudes, cogniciones, atribuciones y representaciones
 sociales. ................................................................................................. 37
Martín Wainstein
Psicología Social y Psicología Política. ............................................... 57
Martín Wainstein
Crisis social o movimientos propios de la
construcción de la realidad. ............................................................ 63
Violeta Schwarcz López Aranguren
Familia, terapia y posmodernidad. ...................................................... 85
Martín Wainstein
¿Qué es una familia?. ................................................................................ 96
Martín Wainstein y Valeria Wittner
Familia y Ciclo Vital Familiar. ............................................................. 103
Sandra Sale
Las redes sociales y el apoyo social. .................................................. 129
Luisa Acrich
Redes sociales y comunicación. Las tecnologías
en la construcción de la vida cotidiana. ........................................... 149
Alicia Bonelli, Valeria González Cowes,
Constanza Gueglio Saccone y Margarita Ussher
Perspectiva psicosocial de las vulneraciones sociales:
 diferencias económicas, desigualdades jurídicas y
 desafiliaciones sociales. .................................................................. 177
Jorgelina Di Iorio
Aspectos particulares sobre socialización e identidad
desde un enfoque de Psicología Comunitaria. ....................... 191
Eduardo Tissera
Experiencia en instituciones totales y construcción
social de significado. ....................................................................... 207
Valeria Wittner
Orientación para la realización de trabajos de
campo en Psicología Social: una propuesta para
alumnos de grado. ............................................................................ 221
Sandra Thomé, Valeria González Cowes, Maité Beramendi
y Lucrecia Petit
Las escalas de medición como una herramienta
para el trabajo de campo en Psicología Social:
alcances y limitaciones. ................................................................. 245
Maité Beramendi
Índice de Autores. .................................................................................... 257
Prólogo
De dónde venimos
En lo que va corrido de la historia de la humanidad, el serhumano ha sido estudiado científicamente poco más que durantelos últimos ciento cincuenta años. El término “científico” fue
empleado por vez primera por el clérigo y filósofo William Whewell, en
1840. Los que intentaban explicar algo del mundo anteriormente eran
simplemente “filósofos”.
No es mucho tiempo si lo comparamos con los cuarenta mil años del
homo sapiens. A pesar de ello hemos acumulado bastante entendimiento
sobre cuestiones humanas. Pero, aun así, gran parte del comportamiento
humano sigue siendo un misterio.
La Psicología “científica”, la que tuvo su propio estatuto, nacida sobre
fines del siglo XIX, fue pionera en el abordaje de ese misterio. Lo hizo
rodeada de una cultura romántica, un mundo burgués y una idiosincrasia
hegemónicamente individualista. No resulta hoy sorprendente que su primer
objeto de estudio fuera el individuo y su método la introspección. Método
que, al decir de Wundt, buscaba develar lo mental en los entretelones de una
“conciencia individual totalizadora y capaz de guiar la voluntad que une idea
y acontecimiento”. Ciencia del “alma”, de un espíritu disputado a las distintas
Iglesias. Ciencia “de la vida mental”, al decir de James; tanto de sus condiciones
como de sus fenómenos, de todas “aquellas cosas que llamamos sentimientos,
deseos, cogniciones, razonamiento, decisiones y demás”.
Aun así, esa Psicología de origen tuvo su lado rebelde. Sea Wundt, o
James, o Freud, o Watson los fundadores de la disciplina expresaron
coincidentemente que toda Psicología es Psicología Social.
Ese lado rebelde, intermedio, generaba cierta incomodidad, para una ciencia
enciclopédica dividida en disciplinas de territorios bien delimitados. Esa rebeldía
tal vez nació justamente de ese lugar mediacional. La hija del medio. Ni la hija
mayor, la Sociología de Durkheim, estudiosa de las instituciones y el Estado,
ni la hija menor, la Psicología estudiosa de las diferencias individuales, de la
razón individual y privada que el cartesianismo trajo al mundo.
10 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
Intersticio. Espacio pequeño entre dos cuerpos o entre dos partes de
un mismo cuerpo, la Psicología Social se deslizó en ese desfiladero, un
lugar de paso entre aquellos que pensaban la sociedad como un todo
orgánico que culminaba en el Estado Nacional y los románticos seguidores
de un individualismo burgués, que creían en la voluntad de una mente
encerrada dentro del cráneo.
Si la Psicología de la Personalidad se orientaba hacia el por que algunos
individuos son mas agresivos que otros, la Psicología Social buscó aquello
que como humanos tenemos en común, como nos influimos. Sociedad y
Personalidad. Si la Sociología estudiaba las tendencias en el matrimonio, la
Psicología Social se interesaba en porque las personas se atraen entre sí.
¿Por qué esa atracción irresistible entre el Príncipe y Cenicienta? ¿Por
qué el Príncipe, que había bailado con Cenicienta en el castillo la noche
anterior, no la reconoce al día siguiente cuando visita la casa de la madrastra
para probarle el zapatito? ¿Inverosímil? No, es el poder y el predominio de
la situación. En el castillo Cenicienta era una Princesa: caminaba, hablaba y
sonreía como una mujer hermosa. En casa de la madrastra era una niña
acobardada, apoltronada en un rincón y triste. La Psicología Social nos
habla del poder de las situaciones, de cómo estas influyen sobre nuestra
manera de percibir y comprender el mundo en que vivimos. También nos
habla de nuestras posibilidades de resistir la presión social e incluso influir
y persuadir a los miembros de un grupo.
A dónde vamos
Estos Escritos de Psicología Social aportan conceptualmente una
aproximación a cuestiones de esta índole. Tratan de temas diversos que
recorren transversalmente un programa de estudio universitario, que busca
aportar y conectar conceptos teóricos, como recursos para trabajos de
campo sencillos realizados por alumnos de grado. Tratamos de generar
entre ellos la experienciade construir conocimiento a partir de una praxis
colectiva en la que se cuestionen los conceptos de la teoría a partir de
contrastarlos con observaciones de interacciones efectivas con la gente.
Cada trabajo aproxima una pregunta. ¿Cómo construyen las personas
su subjetividad? ¿Cómo se relacionan el estudio de las personas, la sociedad
y el poder? ¿Siempre caemos en crisis o simplemente el orden social es
11Martín Wainstein: Prólogo
fruto emergente de un conflicto continuo? ¿Qué es una familia en evolución
en un mundo cambiante? ¿Cómo una red de apoyo puede cambiar la vida
de gente? ¿Cómo afecta nuestra vida la comunicación virtual? ¿En un mundo
en el que la riqueza y el poder tienden a concentrarse, qué hacer con las
vulneraciones sociales, las diferencias económicas, las desigualdades jurídicas
y las desafiliaciones sociales? ¿Cómo se relacionan socialización e identidad
a través del juego? ¿Cómo vive la gente en instituciones totales, cerradas,
sin contacto cotidiano con el exterior como una cárcel o un puesto aislado
en la cordillera? ¿Cómo abordar un campo de estudio de un modo
exploratorio y sencillo? ¿Cómo crear instrumentos para saber qué piensa la
gente de diversos temas?
Son preguntas diferentes y cada trabajo aproxima una respuesta también
diferente. Ofrecen modos para interrogar cada una de esas realidades,
dejando a un lado las ideas preconcebidas. Dando lugar a que las respuestas
obtenidas sean resultado de la situación construida interactiva y socialmente en
el proceso de abordaje del “campo” social.
Tal vez el interés más profundo de los autores sea un denominador
común que se encuentra en todas estas preguntas: todas hacen referencia a
como las personas se ven a si mismas, se presentan ante los demás e influyen
de algún modo sobre ellos. El conformismo o la independencia, la sumisión
o la autonomía, el amor o el odio, la atracción o la indiferencia.
Dicho más formalmente, es el estudio científico de cómo las personas piensan, se
influyen y se relacionan con los demás en la vida cotidiana. “Escritos…” trata de eso.
Martín Wainstein
La construcción social de la mente,
una teoría de la intersubjetividad
Martín Wainstein
Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan.
Perdón por el juego de palabras. Yo es otro.
 Tanto peor para la madera que se descubre violín,
¡Y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran
por completo! [...]
De Arthur Rimbaud a Georges Izambard, Charleville, 1871.
Construcción de la realidad subjetiva. Procesos de socialización primaria y
secundaria: grupos primarios y grupos secundarios. La identidad como pro-
ceso, su aspecto relacional. El problema de la construcción del yo.
Conceptos
Abordaremos aquí algunos conceptos caros a la Psicología y a la ciencia
en general: las ideas de mente, alma, conciencia, subjetividad. Explicar de
qué se trata y donde se las puede hallar, es algo que preocupo desde las
reflexiones del médico griego Hipócrates, las del sufrido Descartes, hasta
las más actuales de los neurocientíficos. La mente escapó siempre hasta aho-
ra a las descripciones precisas, las mediciones y las ubicaciones espaciales.
En Psicología esos conceptos pasaron a nombrar las entidades hipoté-
ticas de difícil definición dentro de la teoría, las que normalmente llama-
mos constructos. Algo de lo cual sea como entidad o proceso, acordamos
que existe, pero cuya definición es difícil o controvertida. Son constructos,
por ejemplo, la inteligencia, el inconsciente, la personalidad o la creatividad.
En un cierto sentido se utiliza la palabra como sinónimo de concepto.
En base a estos constructos o conceptos, se elaboran las teorías, las hipótesis,
los supuestos.
Estos conceptos son no observacionales, en contraposición con los
observacionales o empíricos, ya que los constructos no son empíricos, es
decir, no se pueden ver o mostrar. Un concepto empírico en Psicología es
un observable medible. Por ejemplo, caminar. Es algo visible, filmable,
puede ser repetido en una filmación, se puede medir la cantidad de pa-
sos, la velocidad de la marcha, etc. Estos constructos, en cambio, no son
14 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
directamente manipulables, como lo es algo físico, son intangibles y defini-
dos mediante inferencias.
Las inferencias son deducciones de unas ideas a partir de otras ideas.
Estas surgen partir de una confrontación y evaluación mental entre varias
ideas que las personas tenemos acerca de la realidad, que, al ser relaciona-
das, como abstracciones, permiten trazar una implicación, o por lo menos
una cierta organización lógica que permite entender que algo es conse-
cuencia de algún hecho. De hecho, una implicación es una atribución.
Estas organizaciones lógicas son las llamadas hipótesis o bien las argu-
mentaciones obtenidas por deducciones construidas respetando las reglas
de la lógica. Constituyen los postulados o puntos de partida de los pensa-
mientos de los científicos. Son ciertas reglas (reglamentos) o paradigmas
que enmarcan los modos de pensar aceptados por los científicos (paradig-
mas vigentes); son la referencia que otorga cierta legitimidad inicial a estas
hipótesis o argumentaciones.
En las ciencias naturales las reglas son estrictas y tratan de ser únicas y
aquello a lo que se refieren suele ser empíricamente verificable y cuantifica-
ble. Las ciencias exactas, al menos en las cuestiones macrofísicas refieren a
realidades mecánicas y de una dinámica predecible. Aun así, cuando las
ciencias “exactas” se ocuparon y se ocuparon de ciertos temas como ¿Qué
es y dónde se ubican la mente o la “conciencia”?, sus caminos estrictos no
fueron muy exitosos y los hallazgos no resultaron demasiado interesantes.
Las realidades que se abordan en las ciencias humanísticas, al igual que
en la física cuántica, se las acepta como portadoras de propiedades más
“gaseosas” o intangibles y los movimientos de sus elementos como muy
impredecibles.
Los paradigmas tanto en psicología como en ciencias sociales, confor-
maron a lo largo de la historia un conjunto de teorías o argumentaciones,
dentro paradigmas que funcionaron como una especie de reglamento de
cómo y en qué se debe pensar, sustentados en un acuerdo de constructos
aceptados, que no suelen tener bases muy homogéneas ni estrictas, ni son
tan fácilmente verificables empíricamente. Los valores de verdad, como se
llaman, son en nuestras disciplinas, más flexibles.
Los constructos no refieren a algo tangible, pero los científicos a
través de un determinado proceso de categorización y medición los
convierten, o tratan al menos, a veces con muchas limitaciones y en
15Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
forma controvertida, de convertirlos en una variable que puede ser
medida y estudiada.
Complejo más que complicado
En la ciencia actual, posterior a la Segunda Guerra Mundial, predomina la
idea de “realidad compleja” y la necesidad de abordarla desde un pensamiento
complejo. En el siglo XX ningún concepto se resignificó con tanta profundi-
dad como “complejo”. De un uso común y científico que había perdido sus
raíces y lo relacionaba con lo complicado, lo enmarañado y lo difícil de
entender, retomó su sentido originario y pasó a significar una nueva pers-
pectiva para designar al ser humano, a la naturaleza, y a nuestras relacio-
nes con ella. Así, el término “complejo” designa hoy una comprensión del
mundo como entidad donde todo se encuentra entrelazado, como en un
tejido de trama extremadamente fina que constituye la unidad de la “cosa” y
el contexto donde ella ocurre. Algo es complejo cuando está formado por
muchos o infinitos elementos, que establecen muchas e ilimitadas relacio-
nes que, además cambian en cada momento. Lo complejo se asemeja a lo
que Kant llamaba “la cosa en sí”. Esa cosa, inaccesible, inasumible.
El desafío de la complejidad consiste precisamente, en el reconocimiento
de las tramas o redes de relaciones, y la imposibilidad humana de agotarlas en
el conocimiento. Estarelación de antagonismo y complementariedad debe
considerarse también con respecto a las clasificaciones de lo complejo, y
los intentos de “medir” o cuantificar la complejidad. Allí nace la idea de
“modelo”, un grupo de conceptos que reducen la complejidad para ha-
cerla accesible, a costa de presentar de esa realidad lo seleccionado por el
ojo del observador. La selección reduce la complejidad, detiene el tiempo
y elabora un “prototipo”, una metáfora de lo que intentamos describir.
Un modelo son palabras.
Es en este ámbito donde se inserta la expresión pensamiento complejo,
concebida como el pensamiento que trata con la incertidumbre y es capaz
de concebir su organización. Es el pensamiento apto para unir, contex-
tualizar, globalizar, pero al mismo tiempo para reconocer lo singular, in-
dividual y concreto. El que permite acceder a lo real, reconociendo su
infinitud. El que busca construir un conocimiento que permita sobrevivir
16 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
esa realidad. Un conocimiento surgido de acuerdos colectivos entre quie-
nes participan de esa realidad. Un conocimiento que sobrevive si es útil
para la supervivencia de sus productores. Un construccionismo que en-
cuentra sus raíces en el pragmatismo.
Contextualizar significa que lo que consideramos conocimiento no es
sólo un producto de las inferencias o de la construcción de hipótesis
generales, sino que está ligado y determinado por la cultura, la historia o
el contexto social. Ideas como “mente”, “hombre”, “subjetivo”, “objeti-
vo” o están definidos desde un uso social de los mismos.
Los constructos con los cuales comprendemos el mundo son objetos
sociales, productos, resultados de los intercambios entre la gente, situados
en un momento dado de la historia y en un lugar dado de la geografía. El
proceso de entender no es dirigido por una mente individual aislada, sino
que resulta de una acción cooperativa de personas relacionadas entre ellas.
Los motivos por los cuales un modo de entender la realidad prevalece
sobre otro no depende de la validez empírica o la lógica de la acción perso-
nal, sino de las vicisitudes de los procesos sociales de comunicación, nego-
ciación y conflicto dentro del cual ese entender está en juego.
El conocimiento está conectado con muchas actividades sociales, forma
parte así de varios modelos de comprensión de la vida social que sirven para
sostener o excluir otras formas de entender. Modificar el significado de cier-
tos constructos significa excluir ciertas acciones e invitar a otras.
Tomemos un ejemplo: la homosexualidad. Pasó por un largo proceso
desde ser una “posesión diabólica”, una “degeneración médica”, “una per-
versión”, un “trastorno mental”, hasta llegar a ser una “condición de géne-
ro”. De la hoguera al matrimonio igualitario, el concepto recorrió como
mínimo quinientos años de conflictos, negociaciones y consensos. Todos
ellos legitimados por los saberes de las diferentes épocas. Actualmente una
geografía controvertida hace convivir en el planeta saberes que sostienen
la idea de “posesión” y “degeneración”, castigable arrojando a los percibi-
dos como tales de un barranco; hasta otros modos de entendimiento que
discuten si los matrimonios igualitarios pueden adoptar o no niños. Lo
mismo puede aplicarse a la maternidad, la esquizofrenia, la histeria, la virgi-
nidad, etcétera.
17Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
Desde una perspectiva construccionista, algo es “lo que se dice que es”
en un acuerdo temporal, histórico, entre subjetividades (las de los científi-
cos, las de los religiosos, las de los políticos). De hecho, un constructo
social es aquello que existe como un producto de las interacciones de las
personas. A diferencia de los hechos de la naturaleza que existen fuera de la
acción humana, los constructos sociales son resultado de acciones huma-
nas. De allí que son históricos, es decir temporal y geográficamente dife-
rentes y variables.
Cosas como el dinero, las instituciones, el lenguaje, el género, el crimen,
la exclusión social, la adolescencia, la nacionalidad, la sexualidad y también
la mente, la maternidad, la conciencia, el inconsciente y todo aquello que se
nos ocurra y escape a otro tipo de cosas como las naturales nieves eternas,
los mares, los tsunamis, etcétera, son construcciones humanas.
De todos modos, en un mundo cada vez más globalmente colonizado
por la cultura, aun cuestiones “naturales” como los terremotos pueden
estar generadas por acciones humanas en forma más o menos directa. El
cambio climático es una muestra dramática de la integración de lo humano
y lo natural en un mundo cada vez menos “natural” y cada vez más impac-
tado por las acciones humanas. La ecología, que estudia las relaciones en
los sistemas ambientales, requiere cada vez más el estudio de las relaciones
entre el “ambiente” y las razones de la mente humana. La ecología de hoy
es así una “ecología de la mente”. Cómo pensamos el mundo, es parte de
cómo construimos ese mundo humano que coloniza la naturaleza y crea o
no las condiciones de subsistencia de la especie.
Que muchas especies naturales, como el ser humano, desaparezcan,
nos alerta acerca de los patrones críticos relacionales entre la inteligencia
de la naturaleza, de matriz biológica, y la inteligencia humana, de matriz
social. Si durante mucho tiempo la discusión giró alrededor de las relacio-
nes entre individuo y sociedad, hoy pareciera que el estudio y las acciones
que emprendamos en las relaciones entre la “sociedad” individuo/socie-
dad y el ambiente natural, serán definitorios de que la “sociedad” indivi-
duo/sociedad subsista. Por ahora nada permite pensar que los treinta mil
años de cultura humana sean más aptos para la supervivencia, en un senti-
do evolucionista darwiniano, que los millones de años de la naturaleza.
18 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
El interaccionismo y la mente, la teoría
del yo-espejo
Decir acciones humanas, es decir, interacciones; de eso tratan las teorías
interaccionistas de la Psicología. Su recorrido en el tiempo es tan largo
como la historia de la Psicología misma. Como en todo tenemos nues-
tros pioneros.
Charles Horton Cooley (1864/1929) fue uno de ellos. Inicio a fines
del siglo XIX el estudio de las interacciones humanas y fue uno de los
padres fundadores de las ciencias de la comunicación y de una sociología
con epicentro en la teoría de las interacciones sociales. Formó parte de la Escue-
la de Chicago, junto con otros pensadores como Charles S. Pierce, Geor-
ge Herbert Mead o William I. Thomas.
Su obra fundamental, Human Nature and Social Order editada en 1902,
mostró una nueva ciencia social norteamericana, inspirada por el enfoque
de Georg Simmel (1858-1918), autor de La metrópolis y la vida mental, obra
en la que este realiza un esbozo analítico sobre las relaciones entre la sub-
jetividad individual y los conglomerados humanos de las ciudades moder-
nas. Simmel es un pensador que anticipa temas de la posmodernidad como
las urbanopatías, o patologías del sujeto urbano. No parece casual que la
idea de que el estudio de las interacciones entre los individuos es esencial
en el proceso de construcción de la subjetividad, surgiera de la mano del
estudio de la vida cotidiana y su efecto en la conducta humana, en las
grandes aglomeraciones urbanas de principios del siglo XX.
En psicología, Cooley fue también sucesor de William James, pero
agregando un sesgo creativo que lo acercó al análisis de la comu- nicación
interpersonal. Esto daría sus frutos en el interaccionismo moderno y la
visión psicológica social de la teoría de la comunicación que se desarrolla-
ría luego en los Estados Unidos.
Su visión de la vida social como dimensión transversal a la vida cultu-
ral, y la influencia esencial de esta última en la formación de la conciencia
ha sido una idea clave para la consolidación posterior del cognitivismo
social, de la psicología cultural, la psicología social y el pensamiento sis-
témico en psicología.A años de su muerte es un autor de una profunda modernidad, y llega
más lejos que muchos otros autores posteriores en temas como cognición,
19Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
aprendizaje social y comunicación social. Podemos rastrear en sus ideas
gran parte de las investigaciones posteriores del interaccionismo sobre la
construcción cognitiva del yo. La influencia del mundo imaginario en la
comunicación social, su teoría del sí-mismo o yo espejo, así como su con-
cepto del grupo cara a cara como un grupo primario, esencial para el desa-
rrollo inicial de la vida, fueron todos ellos conceptos claves para muchas de
las teorizaciones psicosociales posteriores.
Se interesó tempranamente en lo que la psicología denomina el sí
mismo empírico, el yo que puede captarse en la observación y reflexión
ordinaria. Observador de la vida cotidiana y los fenómenos más simples
de las interacciones humanas con el concepto de sí-mismo (self) Cooley
se refirió a lo que en lenguaje habitual designamos con los pronombres
de primera persona del singular: yo, me, mí. Suponía que en esas interac-
ciones estaba la esencia del conocimiento de la vida cotidiana y de todo
tipo de conocimiento aun el más abstracto.
Este “yo” que Cooley califica cómo social, que refiere al yo del lenguaje
habitual, siempre tiene una referencia más o menos marcada tanto a los
otros cómo al que habla. El sí-mismo social, es simplemente una idea o
sistema de ideas extraída de la vida comunicativa que la mente forma como
propia. No existe un sentido de un yo sin su correlativo sentido del tú, o él,
o ellos. La autovaloración o cualquier otra idea que nombre el concepto,
sea esto la auto identificación o la identidad personal, surge a partir de la
captación de la imagen de uno mismo en el otro y pone de manifiesto
como el yo deviene en objeto para sí mismo desde otro.
La persona reflejada o el yo del espejo es la referencia a la forma que
toma la imaginación. El yo de uno mismo “aparece” en la mente particular
de otro y el tipo de auto sentimiento que uno percibe viene determinado
por la actitud respecto al sentimiento atribuido a esa otra mente, al otro.
“Cada uno es para sí un espejo; refleja al otro que pasa” dirá Cooley, que
separa tres elementos en este proceso.
Imaginarnos nuestra apariencia en la otra persona, es decir, ¿qué imagi-
namos que el otro se imagina sobre nosotros? Imaginar su juicio sobre esta
apariencia, ¿qué piensa acerca de lo que nosotros somos? Algún tipo de auto
sentimientos, tales como orgullo o mortificación, ¿qué siento acerca de lo
que el otro piensa, siente o dice que yo soy?
20 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
El Espejo de Cooley, sugiere un juicio imaginado, no como un simple
reflejo, sino, un sentimiento imputado, como el efecto imaginado de este
reflejo en la mente del otro. Ya que toda referencia con nuestro sentimiento
la produce la importancia que damos al “espejo social” en cuya mente nos
vemos. Siempre imaginamos y al imaginarlos compartimos, los juicios de
otra mente. Esto nos llevará a ser diferentes ante diferentes personas anti-
cipando su actuación. Cuando nos interesa una persona pensamos lo que
ella se imagina de uno y nos preocupa el juicio que tenga de nosotros y
nuestras acciones.
Cooley preanuncia muy tempranamente los fundamentos de lo que
hoy llamaríamos las cogniciones y la importancia de las interacciones y su
internalización en la construcción de la subjetividad como un proceso. En
el siguiente pasaje memorable que transcribimos in extenso se muestra un
pionero del construccionismo social actual:
“Es necesario resaltar aquí que no hay diferencia entre las personas rea-
les y las imaginarias, y sin duda, ser imaginado es convertirse en
real, en un sentido social de la cuestión, (…).
Para una mente imaginativa, una persona invisible puede ser más real que una
persona de carne y hueso, pues la presencia sensible no es una cuestión de primera
importancia necesariamente.
 Una persona puede ser real para nosotros solamente en tanto la imagina-
mos en una vida interior que existe en nosotros, en esa situación, y que se
refiere a ella. La presencia sensible es importante en cuanto nos estimula
para hacer precisamente eso. Todas las personas reales son imaginarias en este
sentido”. “…Las sociedades son, por tanto, en su aspecto más inmediato, una relación
entre ideas personales. Para que exista sociedad es necesario que las personas
se pongan de acuerdo en algo, que pongan de acuerdo sus ideas personales
en sus mentes. ¿Dónde si no? ¿Qué otro lugar posible podríamos asignar al contac-
to real entre personas, o de que otro modo podrían entrar en contacto ellas, si no es como
impresiones o ideas formadas en ese lugar común? La sociedad tan sólo existe en mi
mente como contacto y mutua influencia de ciertas ideas llamadas “Yo”,
Thomas, Henry, Susan, Bridget, etcétera. En tu mente, este es un grupo
que existe de modo parecido, como existe en toda mente. Todas las perso-
nas somos inmediatamente conscientes de un aspecto particular de la so-
ciedad, y si además somos conscientes de grandes totalidades sociales, como
la nación o la época, es porque hemos adoptado ideas particulares o senti-
mientos que atribuimos a nuestros estadistas o a nuestros contemporáneos
en su aspecto colectivo. Para ver esto me parece necesario que nos desha-
gamos de modos vagos de pensar que no contienen concepciones en su
21Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
interior que soporten la crítica, y que miremos a los hechos tal y como los
conocemos por nuestra propia experiencia” (Cooley).
Cooley es un continuador de las ideas de Georg Simmel (1858 /1918),
quien formó parte de la primera generación de sociólogos alemanes y sen-
tó las bases del antipositivismo en sociología. Una sociología que pregun-
taba: ¿Qué es la sociedad? En contraposición a una filosofía que pregunta-
ba por las ideas (Hegel) o por la naturaleza (Kant). Fue uno de los prime-
ros pensadores que busco entender los fenómenos individuales y la frag-
mentación social como resultado de procesos comunicacionales reales más
cercanos al habla que a la lengua. De un modo que inauguraba una línea de
trabajo en la que el sujeto no desaparece durante el estudio del significado
semiológico de los intercambios a la manera del estructuralismo francés. A
Cooley le interesa el significado, al modo de la filosofía analítica anglosajo-
na, como resultado de un proceso de comunicación real entre sujetos rea-
les, un emisor, un escucha y un respondiente.
George Mead y la construcción social
de la conciencia
A pesar de que entre los científicos sociales hay mayor interés acerca de
la relevancia de la obra de Mead, acorde a la mayor importancia que se le
otorga en los tramos últimos de la modernidad a temas como construc-
ción social, comunicación, intersubjetividad, etcétera, la inclusión de su
pensamiento sigue siendo escasa aun, a más de ochenta años de su muerte.
Nacido en Hadley en 1863 y falleció en Chicago en 1931. Psicólogo
social y filósofo estadounidense. Profesor en Chicago desde 1894 y figura
del pragmatismo, fue un pionero de la psicología social. Sus obras más
importantes La filosofía del presente (1932), Espíritu, persona y sociedad (1934) y La
filosofía del acto (1938) fueron publicadas por sus discípulos tras su muerte.
Formado en el Oberlin College y en la Universidad de Harvard, por la
que se graduó en 1888, George Herbert Mead residió luego durante tres
años en Alemania, donde estudió psicología y filosofía en la Universidad
de Leipzig y en la de Berlín. Tras un breve período como catedrático en la
Universidad de Míchigan, a partir de 1894 se estableció en Chicago, en
cuya universidad desarrolló toda su carrera docente como profesor de psi-
cología y filosofía.
22 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
Aún falta una exégesis suficiente de la obra de Mead,1 pero su re-
flexión sobre la vida social cautivo la atención de innumerables pensado-
res. Esto sedebió sin duda a que por una parte fue un pionero en entender
la comunicación social como eje de la sociedad y por otra, porque toda su
propuesta teórica estuvo enfocada en la idea del tiempo, evolutivo e histó-
rico. Esto encerraba una fuerte crítica del empirismo y del determinismo, y
más adelante del estructuralismo francés, en tanto ponía de manifiesto el
papel creativo del sujeto humano en el marco de una concepción sustanti-
vamente social de la vida humana. Ni un individuo exageradamente socia-
lizado, preso de una sociedad agente de control social, ni un individuo
dueño de una brumosa “voluntad de poder”, surgida desde lugares ocultos
de su ser, capaz de imponerse al orden social.
Podría decirse que Mead, siguiendo la línea de pensamiento abierta por
Simmel y Cooley, intentó también terminar con las dicotomías entre indi-
viduo y sociedad, cuerpo y espíritu, subjetividad y objetividad, etcétera.
Interesado por el tema de la construcción social de la conciencia, reser-
vorio de la razón, sitúa la racionalidad del individuo en el contexto de la
racionalidad de la sociedad y en la armonía de ambas.
De todos modos, no es su punto de partida que el todo social es un
conjunto de individuos en interacción conjunta. Si bien parte del todo, ese
“todo”, equivalente al “ser social” de Marx, un todo como “clase” grupo o
conjunto, antecede a la conciencia, a la subjetividad. De este modo la con-
ducta humana individual sólo puede ser entendida considerando al individuo
en sus relaciones sociales, de comunicación e interrelación e interdepen-
dencia con otros individuos. El “yo” meadiano no está acotado al desa-
rrollo del organismo, se extiende a las necesarias relaciones sociales en
las que este desarrollo ocurre.
¿Visión exageradamente socializada del ser humano? ¿La sociedad como
un control externo y extremo de la vida humana? Nada más alejado de esto
que su pensamiento. Su “conductismo social” invita a la psicología a
1. Mead no escribió libros. Sus escritos publicados, poco más de un centenar, la mayoría breves,
no han sido aún editados en inglés en su totalidad. En alemán hay una edición de H. Joas en dos
tomos, de 1980. Una selección de escritos se deben a A. J. Reck, de 1964 y J. W. Petras, que editó
sus escritos de filosofía en 1968.
23Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
abandonar la zona gris entre la filosofía de la conciencia y la ciencia expe-
rimental. A salir de la reducción de la complejidad por el lado ambiguo de
la metafísica o por el lado de los meros datos empíricos de laboratorio y
entrar en la complejidad de lo que el futuro definiría como problemas com-
plejos o sistémicos, para los que esboza la futura idea de realimentación en
un proceso circular acumulativo.
Temas como la identidad, la mente o el yo; reducidos a tópicos físicos o
biológicos por la psicología de su época, le suscitan a Mead la hipótesis de
“que la conducta de un individuo tan sólo puede ser entendida de acuerdo
con la conducta de todo el grupo social del cual es miembro, puesto que sus
actos individuales están involucrados en actos más amplios, en actos sociales
que van más allá de él y que abarcan a otros miembros de su grupo”…
su conductismo lo es sólo en el sentido de que se partirá
“de una actividad observable –el proceso social dinámico, en curso y los
actos sociales que son sus elementos componentes– que debe ser estudiada
y analizada científicamente”
 sin ignorar la experiencia interior del individuo, como proponía su antiguo
alumno Watson, sino
“ocupándose de aquella experiencia dentro del proceso tomado como un todo”.
La “vida interior”, la conciencia, deja de tener un locus interior, de con-
ciencia en el sentido de “darse cuenta”, como meramente una captación
del entorno. Las circunstancias de un yo no dependen de su captación del
entorno, sino de los interese activos mediante los cuales el sujeto modula
su captación. De cómo determina su hábitat a partir de su experiencia de
vida, realizada en el proceso temporal y de aprendizaje social en el cual
transcurre esa experiencia. Ésta es resultado de un fenómeno de adaptación
en el cual el sujeto negocia activamente cual será su experiencia de vida en
el marco de circunstancias que la sociedad le otorga. Esa experiencia en la
que el sujeto construye su subjetividad es un fenómeno “emergente”.
La mente emergente
El concepto de “emergencia” aparece en Mead en distintos contextos:
la materia a partir de una nebulosa, la vida a partir de lo inorgánico, la
24 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
conciencia a partir de la vida, la mente (mind) dentro del orden social. Lo
emergente es siempre un enriquecimiento de lo precedente. El lazo que une
socialidad y emergencia no es un lazo unilateral. La socialidad no sólo es
marco para la emergencia, sino que ella misma, la vida social, se enriquece a
partir de su propia evolución. Como bien registra Victoroff (1952) se puede
hablar de “socialidad de la emergencia” como de “emergencia de la sociali-
dad”. Esta expresión dice que la socialización es el contexto dentro del cual
surge la emergencia y que esta va surgiendo a lo largo del proceso evolutivo
de un modo cada vez más completo.
Algunos de los principales emergentes son la mente (social) y el sí-mismo
(personal). Este vínculo entre socialización y emergencia esta usado en su
obra para evitar la oposición clásica entre el mundo (las cosas materiales) y
la mente (las cosas espirituales) herencia de la filosofía cartesiana a la que
se opone. El mismo principio genera las dos cosas. Orden social e identi-
dad no se oponen ni se imponen uno al otro, surgen de su interacción. La
identidad es la manera específica en que cada uno interioriza el mundo que
lo rodea y el mundo es lo que emerge de las interacciones de las identidades
que este continuamente crea.
¿Cómo se construye la mente? En sus descripciones discrimina varias
etapas o fases de desarrollo que llevan desde el organismo biológico hasta
una comunidad de seres autoconscientes que posean un yo y un mí, usando
los términos que le son propios.
Figura 1
25Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
En una primera etapa –Figura I (I)– un organismo es apenas capaz de
interacciones rudimentarias, estas son propias de toda tendencia a modificar
el comportamiento de otros, aunque esto ocurriera en forma involuntaria.
Es el período en que Mead habla de la conversación de gestos.
En esta etapa es clara la influencia en Mead del pensamiento de Dar-
win y el evolucionismo. En su entendimiento de la cuestión de la mente,
rechaza el dualismo y la existencia de un mundo material y de una mente
que lo trasciende. Las formas vivas evolucionan de modos de interacción e
influencia recíproca más pobres en un proceso de reconstrucción continua
que ocurre en cada momento en que esas formas deben afrontar nuevos
problemas o circunstancias impuestas por el entorno. Con esa reconstruc-
ción cotidiana evolucionan hacia formas más complejas. Los orígenes de
la subjetividad están en cierto grado de evolución que llevo a nuestros
ancestros mamíferos a ser poseedores de un sistema nervioso central ca-
paz de hacer emerger fenómenos simbólicos. Para Mead la inteligencia es
eso: la capacidad de adaptación activa y superadora de los problemas de
afrontar un entorno hostil o dificultoso. La mente evoluciona desde el
ensayo error de los mamíferos inferiores hasta el método científico del ser
humano, el más avanzado de los primates.
Un factor fundamental que toma en cuenta es la importancia evolu-
tiva de la mano humana y el dedo de oposición, como elemento de la
dinámica ojo-mano, la manipulación. Esta separa el impulso de la con-
sumación de una conducta, creando un espacio-tiempo intermedio. Ese
espacio de “espera”:
“se distingue primariamente de la conducta animal por ese aumento de la inhi-
bición que es una fase esencial de la atención voluntaria (…) significa un au-
mento del gesto en los signos de actividades que no se realizan (…) Si recono-
cemos ellenguaje como una diferenciación del gesto, la conducta de ningún
otro ser vivo puede compararse con la del hombre en la abundancia de gesto”.
Estas primeras conversaciones de gestos desde la perspectiva de la for-
mación del individuo están constituidas por la comunicación madre-bebe.
Es una comunicación asimétrica y preverbal. Investigaciones más actuales
describen sus características por una velocidad lenta en los intercambios,
alta redundancia, simplificación semántica y sintáctica, simplificación fo-
nética inusual entre adultos, predominancia de frases interrogativas e im-
perativas, tono elevado y entonación exagerada (Messer, 1994).
26 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
Para Mead el surgimiento del lenguaje está relacionado con esta “abun-
dancia de gesto”. Entre los animales, hay en general cierto modo de comu-
nicación, el modo más común de comunicación entre los mamíferos son
los gestos. Con éstos el animal se ajusta su respuesta al estímulo de otro
animal. Esa conducta instintiva no es reflexiva, si bien el ajuste de la res-
puesta animal toma en consideración los gestos como un estímulo predic-
tivo de un comportamiento futuro.
Si en Darwin, los gestos eran formas de expresión de estados fisiológi-
cos y emocionales, en Mead cumplen una función social. Son “actos socia-
les”, que define como acciones conjuntas en las cuales los sujetos no hacen
todos lo mismo, sino que entrelazan sus acciones con las de los demás. Este
“salto” de lo biológico a lo social, de Darwin a Mead, aún no ha sido
completado por las ciencias, mucha reflexión actual aún permanece en el
aire; sin caer totalmente en el carácter biosocial de los procesos mentales.
Un “acto social” no se define por una acción individual. Son ejemplos de
ello una cena familiar, un partido de fútbol, el funcionamiento del Congreso
o una guerra. Están constituidos por una sucesión de actos sociales organi-
zados en el tiempo, que poseen una historia, una trayectoria ordenada,
repetitiva y fija que constituye una acción colectiva. En ella, el agregado de
las acciones individuales hace emerger algo diferente de las características
de cada uno de los participantes.
Así como para Mead es importante diferenciar a la persona del orga-
nismo, por cuanto el organismo no necesariamente es persona, también es
necesario describir el proceso mediante el cual ese organismo se transfor-
ma en persona.
Utiliza varios conceptos que son necesarios para entender el proceso
de construcción de la subjetividad. De hecho, establecer el proceso de co-
municación es tarea de la madre, u otro cuidador y requiere su atención a
los gestos y vocalizaciones potencialmente comunicativos del bebe, sin-
cronizando su propia actividad de modo que entre ambos construyan un
patrón de actos comunicativos recíprocos alternos. Cuando el bebe inicia
espontáneamente la comunicación mediante la mirada o el gesto, el rol de
la madre es seguir su iniciativa poniendo de relieve la estructura recíproca
de alternancia de turnos y organizando la dinámica de cada episodio inter-
activo de tal manera que el bebe registre el patrón y descubra una estructu-
ra predictiva en los intercambios.
27Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
Durante el primer año de vida el bebe desarrolla dos habilidades socia-
les para compartir el control mental con otras personas. Uno es la subjetivi-
dad, rudimentos de una conciencia individual y otro es la intersubjetividad,
capacidad de adaptar su subjetividad a la de los otros. Esta intersubjetivi-
dad primaria se instala a partir de los dos meses y se caracteriza por la apre-
ciación selectiva de sus contactos interpersonales: madre, padre, hermanos o
figuras cercanas y constantes. En esa etapa la subjetividad del bebe y del
adulto se unen en un control compartido y recíproco de la interacción social,
mediante las expresiones faciales, el balbuceo y las miradas, a las que se agre-
ga el sonido del lenguaje del adulto. Hacia los nueve meses surgirá una inter-
subjetividad secundaria, en la que se integran los objetos con las personas
en una única perspectiva (Traverthan, 1979).
En un primer paso, o etapa, se puede considerar al organismo como un
Yo, cuyo entorno es ese otro con minúscula que representa su criador (ma-
dre padre, hermanos, véase Figura I). Este Yo define la individualidad, una
individualidad cuyos atributos son de tipo biológico y están presentes en
las características biogenéticas del niño al nacer: es pura potencialidad bio-
lógica, pura posibilidad, arrojada a la experiencia de su entorno físico y
social preexistente. Con este y desde este se iniciarán las primeras interac-
ciones que llamamos rudimentarias (I).
Ese “criador”, social, preexistente, es otro. Ese otro (con minúscula)
con el que el niño interactúa es “su” criador. Ese adulto, que es ya persona
(Otro), es portador de la cultura local, la etnia, en la que el niño nace. Ese
adulto es el que define el significado de los gestos del niño. Más allá de lo
que ese niño intente expresar en un lenguaje de gestos, aun animal, el adulto
interpreta el significado. Por ejemplo, el niño llora y la madre “define” que
“tiene hambre”, “está sucio”, “quiere que lo levanten”. El acto social de la
madre (externalización) de darle de comer, cambiarlo o levantarlo de la
cuna, selecciona una respuesta que otorga significado fácticamente a la
conducta del niño. Una madre que prioriza el rol social de alimentadora,
seleccionará más la atribución de “tiene hambre” y la respuesta de alimen-
tar, que otra que prioriza el rol social de la higiene y lo cambiará más rápida
y frecuentemente. En Mead toda conducta es comunicación social. La
socialización es resultado de un intercambio sistemático y recursivo de
comunicaciones niño/criador.
28 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
La clave aquí es el efecto que este “otro” tiene en la constitución de la
subjetividad. Cuando el niño –como diría Cooley– “interioriza” la acción
del “otro”, instala en sí-mismo (aprendizaje) que su llanto significa hambre
o higiene (Figura I, (II)).
El patrón sistemático y repetitivo de ciertas respuestas del otro consti-
tuye “la expectativa que el otro tiene de mí”. De allí surge el siguiente
concepto importante: el Mí, que es resultado de la acumulación de res-
puestas que el Yo recibe del otro.
Ese otro que Mead llama Otro Generalizado, Otro con mayúsculas un
individuo, pero en tanto persona ya constituida, portador del orden social, es generali-
zado porque representa la actitud generalizada de la sociedad, el orden social, para ese
niño. El Mí es la acumulación de interiorizaciones de las respuestas del “Otro
generalizado”, actuado por ese otro singular que es la madre, el padre, los
hermanos, etcétera. Ese Otro es la Ley, son las reglas, las normas, los valo-
res, los patrones de la respuesta social legitimada y vigente, etcétera.
Para Mead el Mí es lo que comúnmente nosotros llamamos Yo cuando
nos referimos a nosotros mismos. Nos referimos a nosotros desde “otro”.
Dicho en un lenguaje más técnico: el Mí se constituye a partir de la interio-
rización de las expectativas del Otro generalizado. Un ejemplo sencillo: si
alguien (Yo) está seguro de que se llama Martín es porque “otro” le puso
ese nombre (su padre, madre, etcétera) y Otro generalizado (la norma, la
institución Registro Civil, la tribu, lo legitimó) Los progenitores y el Regis-
tro civil lo nombraron así y todos lo reconocen con ese nombre. En ese
punto, ese nombre, define su identidad de ser “Martín”. Si una mañana
cualquiera las personas que comparten su vida sin excepción comenzaran
a llamarlo “Jorge” en forma sistemática y continua, además de crearle un
grave problema de salud mental, a la larga lograrían que su vida sólo tenga
sentido si acepta su nueva identidad.
Sostener la actitud individual y subjetiva de ser Yo, de ser “Martín” lo
marginaría de su sociedad. El rechazo externo a su identidad se reproduciría
en el rechazo interno, la fractura social coincidiría con la fracturasubjetiva.
Un ejemplo menos extremo, pero no menos dramático se observa en
los casos de los hijos de desaparecidos, nacidos en la clandestinidad de los
campos de concentración, en los años de la dictadura militar en nuestro
país. Criados con una identidad y “recuperados” para otra. A todos les
llevó/a un gran esfuerzo y una gran cantidad de tiempo “recuperar” su
29Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
identidad, “nueva” a la hora de ser recuperados, sustentada en “nuevos
otros”, que se la definen de otro modo. Requieren realizar cierta “alterna-
ción”, es decir pasar de estar criados desde bebes con una identidad a trans-
formarse en la adultez en “otro”. De allí, las dificultades de permanecer o
retomar una identidad. De todos modos, la gran mayoría de esas personas
reconocen que, sumidas en una situación paradojal, conviven con las dos
identidades y algunas de ellas renunciaron o no aceptaron totalmente la
nueva identidad, más allá de que este socialmente/legalmente probada o
no. En todos los casos esto es fuente de conflictos intensos que persisten
en tanto son visualizados como “hijos de desaparecidos”, o sea portadores
de dos identidades la originaria y la falsificada (pero no por ello menos
efectiva, en la medida en que, más allá de ser ilegítima, se constituyó).
Todo ello ocurre, más allá del carácter social y legalmente legítimo que se
reconoce a la recuperación de su identidad originaria y el límite que la ley
impone a la evidente paradoja individual. Todo ello ocurre sin perjuicio de
que muchas personas, aun costa de desconocer la ley, sustentan “por qué no
los/nos dejan en paz con lo que son/somos”.
El Mí es la instancia desde la cual alguien se percata, evalúa y valora su Yo,
desde las expectativas que los otros tienen de él. Al ir creciendo y participan-
do de la vida social el niño incorpora más “expectativas de los otros”.
 Estas se multiplican desde las visiones de muchos otros y esos Mi
amalgamados constituirán el Self (sí-mismo) o aspecto reflexivo de la iden-
tidad, lingüísticamente constituidos por un reflexivo “si” y un adjetivo de
identidad: “mismo”.2
El Yo que experimenta no puede experimentarse a sí mismo, dado que él es
el mismo acto de experimentar, lo que se experimenta y aquello con lo que se
interactúa mediante el lenguaje es el “Mí”.
2. Aquí “sí mismo” se refiere a los diversos constructos de “autorreferencia” (del griego autós y
el latín referentia), es decir, todo aquello que del sujeto refiere al mismo sujeto: creencias y representaciones
subjetivas, como esquemas e imágenes. Los conceptos y esquemas autorreferentes son esenciales para
desempeñarse en el medio natural y social. Esta autorreferencia para Mead depende del “afuera” de
los otros, es intersubjetiva. La intersubjetividad enfatiza que la cognición compartida y el consenso son
esenciales en la formación de nuestras ideas y relaciones. El lenguaje se ve como comunal más que
como privado. De esta manera, resulta problemático ver al individuo de forma separada, en un mundo
privado, definido de una vez y para siempre.
30 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
El “Mí” constituye el percatamiento de lo que hace el Yo. Resultado de
la socialización, es el actor construido en el role-taking (véase más abajo) y
del cual se esperan conductas aceptadas. Está íntimamente relacionado con
la pertenencia y la “conciencia de nosotros” y “comunidad”.
El Yo quedará como una instancia que resguarda cierta “zona residual
menos socializada”, fuente de una potencial creatividad y de la individuali-
dad personal menos expuesta socialmente. En lo que podríamos llamar
una “tópica” meadiana, es una región empobrecida en la vida evolutiva del
sujeto que raramente podría determinar sus conductas, en contraposición a
una identidad constituida en “cuerpo y mente” en los términos de su adap-
tación al mundo cotidiano.
To Role-taking, to play, to game
Tres conceptos importantes describen en Mead dos etapas de la vida
del niño y su constitución como persona.
Role taking, to play y to game. Pueden traducirse como “asumir el rol de
otro”, “jugar, juego, desempeño” y “jugar con reglas, juego reglado”.
El role-taking es un constructo transversal social-cognitivo. Relaciona
una gran cantidad de significados en los que tiene sentido explayarse. Trans-
versal refiere a que cruza, atraviesa, lo social y lo personal, relacionándolos.
Es la capacidad de aprender mediante interacciones con los otros a rela-
cionar dos o más elementos, lo propio y lo ajeno, a la vez; evolutivamente
ello lleva a la habilidad social de comprender el punto de vista de los otros
y el propio, situándose en la perspectiva del nosotros y de la diferencia
entre nosotros y los otros ; adquirir la habilidad para comprender que los
puntos de vista de una persona se relacionan con los de otra y que es
posible diferenciar varios puntos de vista y saber evaluarlos perceptual y
cognitivamente. Esto permite controlar y relativizar el propio punto de
vista a la hora de valorar el punto de vista de los demás. Situarse en la
perspectiva social de los otros implica un proceso que lleva al sujeto al
afianzamiento de la comprensión básica en la relación yo-otro, que le per-
mite disponer de una estructura sobre la cual poder inferir capacidades,
pensamientos, atributos, expectativas, sentimientos y reacciones potencia-
les del “otro” y organizar una mayor comprensión de las relaciones socia-
les y psicológicas.
31Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
A partir de este constructo se han podido diferenciar tres aspectos: role-
taking perceptivo o capacidad para situarse en la perspectiva visual de los
otros; role-taking conceptual o capacidad de situarse en la perspectiva cog-
nitiva del otro para imputarle conocimientos, intenciones, actitudes, pen-
samientos, etcétera y un role-taking afectivo o capacidad de situarse en la
perspectiva emocional del otro para imputarle sentimientos, reacciones
emocionales, etcétera (Higgins, 1981; Selma, 1981; Selman y Demorest,
1984). Todo esto desemboca en la construcción por parte del sujeto de
una “teoría de la mente”, tema fundamental de la actual teoría del cono-
cimiento, pero que excede a este trabajo.
Las primeras asunciones de rol del otro que realiza el niño ocurren
mediante el “juego”. Este es una acción, en la cual el niño adopta el rol del
otro. Juega a ser un súper héroe, su madre o un policía. Esa etapa inicial del
juego “lo pone en el lugar de otro” mediante el desempeño de las acciones
que percibe en el otro.
“El niño dice algo en un rol y responde en otro rol y entonces su reacción
en el otro rol constituye un estímulo para él en el primer rol y así continúa
la conversación. Surgen en él y en su otra personificación ciertas estruc-
turas organizadas que se replican y mantienen entre sí con la conversa-
ción de gestos” (Mead, 1928/1953).
A medida que avanza evolutivamente, ya no se trata sólo de captar el rol
del “doctor”, que supone el del “paciente”. Requiere integrarse a conjun-
tos de roles más complejos.
Si se acerca a un grupo de niños que están jugando al fútbol y pide
“entrar” al juego puede recibir la respuesta de que ingrese como arquero.
Para que esto sea posible debe haber evolucionado cognitivamente interio-
rizando todos los roles de los jugadores de fútbol. Debe saber que el ar-
quero permanece en el arco, puede agarrar la pelota con la mano y que eso
es posible dentro de un cierto espacio de la cancha. Eso supone saber
también que pueden y deben hacer los otros. Eso significa que conoce “las
reglas del juego”. Abstracciones que definen relaciones entre elementos
reales. A través de su participación en el juego, gana un entendimiento que
él debe tener, acerca de las normas relacionadas con él en el juego, para que
32 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
pueda ser aceptado como jugador. Mead llama esto “la primera vez con el
Otro generalizado” que es algo así como la sociedad, en la que se toman
actitudes de los otrosy se incorporan en el individuo. “El Otro generaliza-
do” puede ser visto como la norma general en un grupo social o situación.
De esta manera el individuo entiende qué tipo de comportamiento es es-
perado, apropiado y además útil, en diferentes situaciones sociales.
Ese es el niño que ya entiende que el tío es a su madre como él es a su
hermana ingresando al concepto abstracto de familia, de colegio y de so-
ciedad. Estas situaciones sociales le permiten desarrollar gradualmente el
entendimiento de las normas de comportamiento.
¿Qué es entonces la mente para George Mead?
De esta pregunta surge la que posiblemente es la respuesta más impor-
tante que Mead legó a nuestra disciplina.
Para Mead la mente es por una parte la reflexión, en tanto lenguaje y conver-
sación interior del sujeto consigo mismo y diferente de la conversación con otro. Si bien
esa capacidad de conversar consigo mismo deviene de la capacidad de inte-
riorizar las conversaciones con otros. Es lo que en términos de sentido
común serían los pensamientos.
Este tipo de conversación interna, de pensamientos, tiene especial im-
portancia porque es lo que permite la emergencia de otra parte, la conciencia,
esta se constituye cuando el sujeto puede referirse a sí mismo como objeto, luego de
haber interiorizado que otro lo percibe a él como objeto. Primero ha sido
objeto para otro, cuando hace eso interior y puede pensarse a sí mismo
como otro lo pensó a él, se convertirá en objeto para sí. Esta reflexividad,
característica intrínsecamente humana definirá su conciencia de sí.
Reflexión y conciencia constituyen dos aspectos importantes de la mente humana.
En Mead, ésta no es una entidad sustantiva sino un proceso. No es un órgano ni un
lugar, ni una clase de sustancia contraria a la sustancia cuerpo. Es un conjunto de
funciones.
A mediados del siglo XX, cuando las concepciones puramente menta-
listas y las conductistas comenzaban a declinar. Donald Hebb sentó las
bases de una perspectiva en la que los sistemas neurales controlarían la
intencionalidad de la conciencia.
33Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
Así, la mente es la capacidad de pensar, la conciencia son nuestros pen-
samientos actuales y el pensamiento es una actividad del cerebro. De allí en
más la perspectiva seudocientífica cayó en la cuenta de que es obvio “que
sujeto sin cerebro no piensa”, por lo tanto, el cerebro es el que piensa. Los
seudocientíficos a partir de allí evitaron la respuesta a las preguntas: ¿Qué,
cómo, cuánto, hasta cuándo piensa un cerebro sin estímulos/sociedad?
¿Se puede sostener la subjetividad sólo mediante neuronas, si éstas
se desconectan de los estímulos externos? Los experimentos de priva-
ción sensorial, aislamiento, de privación interpersonal, la permanencia
por más de cien días en soledad por parte de navegantes solitarios o
personas perdidas, etcétera, reflejan efectos que van desde el coma has-
ta daños psicofísicos importantes.
Es decir que si se suprime la sociedad, los Otros, todo hace pensar que
también se suprimen los pensamientos y la conciencia.3
En épocas actuales, en las que muchos seudocientíficos aún buscan la
mente o la conciencia en algún lugar del cerebro, es útil recordar que para
Mead no era viable encontrarla como resultado de la actividad solitaria y
única de un puñado de neuronas, ni del cerebro como totalidad, ni de la
3. En la década del 1960 la CIA reclutó al psiquiatra escocés Donald Ewen Cameron, creador del
concepto de manejo psíquico. Cameron deseaba corregir la esquizofrenia por medio del borrado de 
memorias existentes y reprogramación de la mente. Trabajó en el Allan Memorial Institute de la 
Universidad de McGill siendo pagado por la Agencia desde 1957 a 1964 para hacer los experimentos 
MK ULTRA allí. Cameron experimentó con varias drogas paralizantes y también con terapia 
electroconvulsiva a 30-40 veces la dosis de electricidad recomendada. Sus experimentos conductistas 
consistieron en poner a los sujetos en estado de coma inducido por medicamentos durante semanas 
(hasta tres meses en un caso) mientras se reproducían sonidos repetidos o simples declaraciones 
repetitivas. Sus tratamientos produjeron en sus víctimas incontinencia, amnesia, olvidaron cómo hablar, 
olvidaron a sus padres, o pensaron que sus interrogadores eran sus padres. Su obra se inspiró y fue 
paralela a la del psiquiatra británico Dr. Willian Sargant en el Hospital Santo Tomás y en el Hospital 
Belmont, Surrey, que también estuvo implicado con los Servicios de Inteligencia y que experimentó en 
gran medida sobre sus pacientes sin su consentimiento, causando daños similares a largo plazo. Durante 
esta época Cameron se hizo conocido en todo el mundo como el primer presidente de la Asociación 
Mundial de Psiquiatría, así como presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría y la canadiense. 
Publicado por la Comisión de la Verdad del Genocidio en Canadá, institución de inves- tigación 
pública que ha proseguido la labor previamente realizada sobre las Escuelas Residenciales en los siguientes 
Tribunales: la Coalición Justicia en el Valle por los Crímenes Contra los Pueblos Aborígenes, reunida en 
Port Alberni, Columbia Británica, el 9 de diciembre de 1994, y el Tribunal de la Asociación Internacional 
de Derechos Humanos de las Minorías Americanas, en una Audiencia sobre las Escuelas Residenciales, 
en Vancouver, del 12 al 14 de junio de 1998.
34 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
identidad cuerpo mente, ni de las interacciones del individuo con los otros,
sino de las propiedades sistémicas de todas esas instancias.
Hoy sabemos que aun la misma privación sociocultural es fuente de
alteraciones graves de la conducta en niños y adultos y lleva a resultados
similares. Un sujeto privado de las interacciones sociales, aun con una sub-
jetividad constituida, al cabo de aproximadamente cien días verá alteradas
las funciones mentales sustancialmente.
Un tercer aspecto que constituye la mente es la acción. Como se ha visto,
inicialmente rechaza la idea de la subjetividad y la mente como un espacio
interior. Ésta se desarrolla en un espacio mediacional interpersonal (Figura
I (III)), y se instala en el proceso completo que define ese espacio de lo
interpersonal, el sí-mismo y el contexto de ocurrencia del fenómeno. El
resultado es un espacio interactivo no biológico, sino social, percibido en
términos de significaciones cuya materia es el símbolo.
El símbolo y su significado son una propiedad de la acción interactiva,
no es necesaria la conciencia para la existencia del significado. Un niño
puede expresar un significado social mucho antes de tener conciencia de
ese significado, inserta su acción de hablar en el significado y recoge un
resultado. El significado es anterior a su conciencia.
En el espacio interactivo radican el símbolo y el significado. Allí se
establece la mente (mind). Los individuos no existen como tales sino como
selves (sí-mismos) cuyo espacio abarca el entorno social como fondo.
Símbolos significantes
Mead utiliza la noción de símbolos significantes. Sólo los pueden reali-
zar los seres humanos. Estos son gestos que surgen de un individuo para el
cual constituyen el mismo tipo de respuesta que se supone provocaran en
aquellos a quienes se dirigen. Es con los símbolos significantes que logra-
mos la comunicación. El lenguaje es un símbolo significante pues es un
símbolo que responde a un significado en la experiencia del primer indivi-
duo y que también evoca ese significado en el segundo individuo. Su fun-
ción es proporcionar una mayor facilidad para la adaptación y readaptación
entre los individuos en cualquier acto social, y hace posible los procesos
mentales, espirituales, etcétera.
35Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
El significante es la palabra. Ese sonido, arbitrario, cuyo significado,
su no arbitrariedad, llega a ser por la existencia de un código lingüístico
compartido y una situación compartida que le otorgan sentido.
El pensamiento,al igual que el habla, sólo es posible a través de estos
significantes. Mead lo define como una conversación interna del individuo
consigo mismo por medio de estos gestos. Nuevamente, los pensamien-
tos. Ellos hacen posible, expresados en el lenguaje, la interacción simbóli-
ca. Ésta, a su vez hace posible los pensamientos. Pensamiento y lenguaje
interactúan en un proceso en el cual los puentes entre un ser humano y
otro construyen el conocimiento individual y colectivo. Los significantes y
los significados son producto de la interacción social, principalmente la
comunicación, que se convierte en esencial, tanto en la constitución del
individuo como en la producción social de sentido. El símbolo significante
es el objeto material que desencadena el significado, y el significado, el
elemento social que interviene en la realidad activa de la conducta.
36 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
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37Martín Wainstein: La construcción social de la mente...
Actitudes, cogniciones, atribuciones
y representaciones sociales
Martín Wainstein
Paradigmas diversos producen varios solapamientos
Cuando un lector, sea un estudiante, un docente o un merointeresado a acercarse a los conceptos de la Psicología So-cial, se sumerge en los textos de la disciplina, encuentra una serie
de conceptos cuya extensión tiende a invadir territorios. Es decir, si cientí-
ficos del campo intentan delimitar, especificar y fijar un significado claro y
reconocible, su tarea no resulta demasiado exitosa.
A poco de recorrer un manual de psicología, algo despierta ciertas du-
das. ¿Qué diferencia una actitud de una creencia (pensamiento o cogni-
ción)? ¿Cuánto las cosas que estudia la Teoría de la Atribución, no son
también “atribuibles”, valga la ironía, a las actitudes o las creencias? ¿Y las
representaciones sociales, ese saber de sentido común que usamos en la
vida cotidiana, no incluyen acaso mucho de lo que definimos como actitu-
des, creencias, atribuciones, pensamientos y cogniciones?
Cuando los científicos definen un concepto o idea, mediante la cual
nombran algún elemento de la realidad, tratan de que el número de
posibilidades de interpretación diferentes sea el más reducido y que
este sea tan sencillo como es posible y no contenga reglas de excep-
ción. También es más que obvio, que cualquier definición debe evitar
usar la palabra que define.
Las cosas no parecen ser tan fáciles. Los conceptos que presentamos
aquí se utilizan todos ellos en las descripciones de la psicología. Como
ocurre con gran parte de la terminología científica de uso en la disciplina si
bien marcan cierta especificidad, no sólo están atados a la diversidad de es-
cuelas y sus perspectivas, sino que también conviven con el uso que las
mismas palabras aplican en el lenguaje de la vida cotidiana. Todos somos
portadores de cierta psicología naïve que usamos en nuestra vida diaria con
más o menos alguna precisión.
38 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
De hecho, todos estos conceptos refieren a ideas que en la vida corrien-
te describen más o menos exhaustivamente los aspectos que hacen a las
conductas individuales de “alguien”, o bien definen los pensamientos de
un sujeto “colectivo” que de algún modo permite a las personas comunicar
diversas cuestiones de un modo rápido y “predecir” las conductas de otros;
más allá de que esto no sea algo científicamente verificable...
Esto se relaciona con una necesidad de otorgar cierta “economía” de
recursos a nuestra conducta, a la hora de establecer las relaciones sociales
de todos los días. En esa realidad diaria los conceptos son también pres-
criptivos o valorativos, en el sentido de trazar un límite entre lo correcto o
lo incorrecto. Alguien “tiene” buenas o malas actitudes o creencias o atri-
buye mal o bien algo a alguien; o su representación de la realidad es positi-
va o negativa, etcétera.
El modo en que en la Psicología se entiende y organiza este saber de la
vida cotidiana no difiere demasiado del saber popular. Desde las primeras
inquietudes acerca del tema y desde los estudios de los pioneros, la idea fue
catalogar características representativas de ciertas manifestaciones obser-
vables o infebriles de la conducta humana.
Debe tenerse en claro que, si bien los conceptos científicos refieren a
entidades empíricas, ellos mismos son entidades teóricas y las teorías de las
que provienen, que sustentan diversas premisas intentan describir median-
te inferencias algo bastante intangible a partir de ciertos conceptos que
solemos llamar constructos.
¿Qué quiere decir “constructo”? Llamamos así a una entidad hipotética
de difícil definición dentro de una teoría científica. Un constructo es algo
de lo que acordamos intersubjetivamente que existe porque compartimos
y aceptamos una misma experiencia. Se sabe que existe, pero su definición
es difícil o controvertida. El concepto de paradigma en ciencia remite a ese
acuerdo entre los miembros de la comunidad científica acerca de que es
cada cosa y desde donde hasta donde algo nombra algo. En ese sentido un
paradigma es un reglamento de lo que se puede y lo que no se puede den-
tro de la disciplina. En la Psicología son muchos los constructos que utili-
zamos, por ejemplo, la inteligencia, las actitudes, la personalidad, el incons-
ciente, el yo, las representaciones sociales, etcétera.
Mario Bunge (1972), en su ya clásico La ciencia, su método y filosofía lo define
como un concepto no observacional opuesto a los conceptos observacionales
39Martín Wainstein: Actitudes, cogniciones, atribuciones y representaciones sociales
o empíricos, ya que los constructos no son empíricos, es decir, no se pue-
den demostrar. Estos conceptos no son directamente manipulables, igual
que lo es algo físico, pero sí son inferibles a través de la observación de la
conducta. Un constructo es un fenómeno cognitivo intangible que, por
ejemplo, a través de un determinado proceso de categorización, incorpo-
rándole alguna escala de medición, convertimos en una variable que puede
ser medida y estudiada.
En las definiciones de nuestra disciplina es también común resolver
algunos problemas de epistemología definiendo un constructo respecto de
otros constructos; nacen las así llamadas definiciones constitutivas. Otra posi-
bilidad de definición son las llamadas definiciones operacionales de los cons-
tructos, que buscan referir al concepto que pretenden definir, en función
de las operaciones en virtud de las cuales se puede inferir dicho constructo,
es decir, gracias a las cuales se puede ver su presencia o ausencia o la mag-
nitud en que se presenta.Las operaciones pueden estar referidas en forma
de valores numéricos, como los que se obtienen al aplicar una prueba o
test de cociente intelectual, tiempo de reacción, capacidad mnémica o cali-
ficar mediante índices una opinión.
Esos valores numéricos cuantifican una propiedad o característica y
fijan una extensión al concepto que pretendemos definir. El concepto ten-
drá una “extensión” que abarca y da nombre a un conjunto de propiedades
características o patrón de sentimientos y pensamientos ligados al com-
portamiento que buscamos definir.
Como decíamos más arriba, no debemos olvidar que esto es “construi-
do” por el teórico y ello determina que cuando las teorías son varias y provie-
nen de premisas o puntos de partida acerca de la conducta humana diferen-
tes, los constructos mayormente se “solapan” es decir se superponen. En
ese caso es mejor entenderlos como conjuntos que definen una clase de
características (miembros) que en muchos casos son comunes y en otros no.
Actitudes
¿Cuál es tu opinión sobre los planes sociales? ¿Cuál sobre el aborto?
¿Acerca de la pena de muerte? ¿Las ideas “garantistas” en cuestiones judi-
ciales? ¿Los “trapitos” cuidacoches? ¿El casamiento igualitario? ¿Los con-
troles de alcoholemia a automovilistas? ¿Qué hacer con los “barras bra-
vas” en el fútbol?
40 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
 Cualquiera de estas preguntas formuladas a una persona, a uno mismo,
en un grupo social o familiar de cualquier tipo o clase social, en la televi-
sión, la radio o un medio gráfico ponen en marcha un cúmulo de argumen-
tos a favor o en contra de cada uno de esos “objetos sociales”.
Ante esos estímulos respondemos con ciertas ideas, hipótesis, emocio-
nes y por qué no, acciones como los gestos airados o un dramatizado “—¡No
me hables!” al cual puede seguir una conducta como retirarnos enoja-
dos de la escena.
¿River o Boca? El hincha sabe que su respuesta es entrañable, literal-
mente viene de sus entrañas. La respuesta lo “habita”, está en él y la sensa-
ción es que, desde “adentro” de él, se dirige muchas veces no muy racional-
mente, hacia eso que “River” o “Boca” representan en su mente y en su
vida cotidiana, en ese mundo que comparte con otros, que pueden ser de
River, de Boca, o “neutros”.
Si nos detenemos a pensar en esto, descubrimos de inmediato una dis-
posición psíquica, para algo o hacia algo. Sea nuestro equipo favorito, o un
sándwich de jamón y queso.
Esa disposición es resultado de una internalización de acciones antece-
dentes que se organizan en el individuo como ideas a través de la experien-
cia. Es adquirida mediante el aprendizaje social y resulta de la integración
de elementos indiferenciados biológicos expuestos ante estímulos socio-
culturales específicos.
“¡Ponele actitud !”, escuchamos a veces, Es como decir: “ponele disposición”.
¿A qué? A estas tendencias que nos “habitan”. A ellas, la Psicología Social
las denomina “actitudes”.
La palabra, de uso común en el lenguaje popular, como la mayor parte de
las palabras de la Psicología, se comenzó a transformar en un concepto cuando
los primeros psicólogos (conductistas) hacia 1930 comenzaron a definirla e
intentar “medir” su “valencia o valor positivo o negativo” y su “intensidad”.
El concepto nos refiere también a una tendencia a responder de igual
manera en circunstancias similares. Predice una forma de actuar de una
persona, el comportamiento que establece un patrón que emplea un indi-
viduo para hacer las cosas. En este sentido, se puede decir que es su estilo
de actuar, cierta forma de motivación de carácter, secundaria, en contraposi-
ción a la motivación biológica, de tipo primario que impulsa y orienta la
acción hacia determinados objetivos y metas. Una definición sintética diría:
41Martín Wainstein: Actitudes, cogniciones, atribuciones y representaciones sociales
“Predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto
social”.
En la Psicología Social las actitudes son elementos de gran valor para la
predicción de conductas ya que, si bien la relación entre actitudes y conducta
no está definida por una influencia directa, de hecho, la actitud no es la con-
ducta. De allí que detectar que un grupo está contra ciertas políticas de con-
taminación ambiental, no significa que este adoptando acciones contra ella.
De todos modos, en tanto refieren a un sentimiento a favor o en contra
de un objeto social, el cual puede ser una persona, un hecho social, una
cosa, una situación o cualquier producción de la actividad humana, permi-
ten suponer cierta afinidad entre la disposición y la conducta probable...
Se ha definido a las actitudes también como una organización duradera
de creencias, dotada de una carga afectiva a favor o en contra de un objeto
definido, que predispone a una acción coherente con esas creencias y afec-
tos relativos a dicho objeto.
En el campo de la investigación en psicología, las actitudes son conside-
radas en general variables intervinientes, al no ser observables, o posibles de
ser controladas directamente, pero si pasibles de inferencias observables.
Para que exista eso que llamamos una actitud, es necesario, en primer
lugar, que exista también un constructo de un objeto. Ese constructo está
formado por las percepciones, las evaluaciones de esas percepciones en
base a la información que disponemos y la construcción de creencias hacia
un objeto. Los objetos no conocidos o sobre los que no se posee informa-
ción no pueden generar actitudes.
En un segundo aspecto, está el sentimiento en favor o en contra de un
objeto. Es el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la
diferencia principal con las creencias y las opiniones - que se caracterizan
por su componente cognoscitivo. Otra diferencia coloca en un tercer lugar
el componente conductual es la tendencia a reaccionar hacia los objetos de
una determinada manera. Es el componente activo de la actitud.
En su forma más clásica la actitud se define como un estado interno de
la persona, ya que no es una respuesta manifiesta visible y observable. Desde
una perspectiva interaccionista es un resultado de cierta interacción parti-
cular entre un individuo con un potencial biológico natural y un orden
social que tiene determinadas expectativas acerca de él. Se concibe como
42 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social
algo que media entre los aspectos del ambiente externo (estímulos), y las
reacciones de las personas (respuestas evaluativas manifiestas).
Esas respuestas evaluativas desde cierta tipificación determinan una
valencia o dirección de carácter positivo o negativo que se atribuye al objeto
de la actitud y cierta intensidad o gradación de esa valencia. De todos
modos, la actitud no es el proceso de categorización sino su resultado.
Las actitudes y las respuestas humanas
Las actitudes se determinan como un constructo científico en el ámbito
de la Psicología Social mediante tres dimensiones de la conducta humana.
La evaluación positiva o negativa de un objeto se produce a través de
pensamientos e ideas, designados en los estudios sobre actitudes como
“creencias” (incluyen tanto los pensamientos y las ideas, como su expre-
sión o manifestación externa). Téngase en cuenta que los pensamientos,
las ideas o creencias y las acciones son conductas.
Sólo en las concepciones del “conductismo radical” de los primeros años
de la Psicología se sostuvo que las ideas, creencias y otros productos de la
actividad subjetiva no eran objeto de estudio por no ser observables o medi-
bles. En el mismo conductismo posterior y, como se verá más abajo, en la
evolución de la disciplina hacia perspectivas más cognitivas la idea de inferir
conductas no visibles paso a formar parte central de la teoría psicológica.
La evaluación de las actitudes por medio de las respuestas de los sujetos
ocurre en una doble secuencia:
Inicialmente se establece una asociación de naturaleza probable entre
un objeto y algunas de sus propiedades. Tomemos un ejemplo: “Los psicólo-

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