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32. LA INTERPRETACION EN PSICOANALISIS Fechado el 19 de febrero de 1968 De tanto en tanto es importante considerar los principios básicos de la técnica psicoanalítica y tratar de reevaluar la significación de los diversos elementos que comprende la técni- ca clásica. Se concederá, en general, que una parte importante de la técnica psicoanalítica es la interpretación, y aquí tengo el propósito de estudiar una vez más esta porción particular de lo que hacemos. El término "interpretación" implica que se utilizan pala- bras, y algo más: que el material proporcionado por el paciente es verbal. En su forma más simple, tenemos la regla básica, que aún sigue vigente, aunque muchos analistas ni siquiera instru- yen a sus pacientes sobre este detalle. A esta altura, después de más de medio siglo de psicoanálisis, los pacientes ya saben que se espera de ellos que digan lo que les viene a la mente sin guardárselo. Asimismo, hoy se admite en general que una buena parte de la comunicación de paciente a analista no es verbal. Tal vez esto se advirtió en primer lugar con respecto a los matices del habla y las diversas maneras en que ésta incluye, por cierto, mucho más que el significado de las palabras utiliza- das. Poco a poco los analistas se encontraron con que interpre- taban los silencios y movimientos, así como toda una gama de detalles de conducta que estaban fuera del reino de la verbali- zación. No obstante, siempre ha habido analistas que prefirie- 250 ron mucho más limitarse al material verbal del paciente. Cuando este material sirve, presenta obvias ventajas, por cuanto el paciente no se siente perseguido por la mirada del observador. En cierta oportunidad le interpreté a un paciente silencioso, un hombre de 25 años, el movimiento de sus dedos mientras mantenía las manos entrelazadas sobre el pecho. Me contestó, "Si usted empieza a interpretar esta clase de cosas, tendré que trasladar esta actividad a alg u na otra cosa que no se vea". En otros términos, me estaba señalando que a menos que él verbalizase su comunicación, yo no tenía por qué hacer ningún comentario. También podría explorarse el vasto terna de las comunica- ciones que el analista no verbaliza directamente, o incluso el de sus errores de verbalización. No es preciso desarrollar dicho terna aquí, pues es obvio, pero digamos que se inicia con el tono de voz del analista y la forma, por ejemplo, en que puede o no trasuntar una actitud moralista en una formulación que, en sí misma, podría decirse que no es sino una interpretación. Ya se ha explorado la cuestión de los comentarios interpretativos, y por cierto se los discutió con holgura en innumerables horas de supervisión. Tal vez no haya necesidad, en este momento, de proseguir el estudio en esa dirección. El propósito de la interpretación debe incluir el sentimiento del analista de que se ha hecho una comunicación que debe ser reconocida como tal. Esta es quizá la parte importante de toda interpretación, pero ocurre que este simple propósito a menudo queda oculto debajo de un montón de otras cuestiones, tal como las consignas referidas al uso de símbolos. Como ejemplo podría tornarse una interpretación del tipo de "los dos objetos blancos de su sueño son dos pechos", etc., etc. Tan pronto el analista se embarca en esta clase de interpretación, deja atrás el suelo firme y- se interna en una zona peligrosa, donde usará sus propias ideas, las que pueden estar equivocadas desde el punto de vista del paciente en ese rnornen to. En la forma más sencilla, el analista devuelve al paciente lo que éste le ha comunicado. Bien puede suceder que el analista piense que esta ocupación es fútil, porque si el paciente le ha comunicado algo ... ¿cuál sería el objeto de decírselo de vuelta? Salvo, por supuesto, que la finalidad sea hacerle saber que ha 251 oído lo que él dijo y qlle trata de captar correctamente su significado. Al dar una interpretación, se le da al paciente la oportunidad de que le corrija lo que mal entiende. Algunos analistas aceptan tales correcciones, en tanto que otros asumen, en su papel interpretativo, una posición casi inexpugnable, de manera tal que si el paciente pretende hacerle una corrección, el analista tiende a pensar en la resistencia del pacieñte y no en la posibilidad de que la comunicación haya sido errónea o inade- cuadamente recibida. Aquí estamos discutiendo acerca de diversas variedades d psicoanalista, ya que hay muchas, y sin duda una de las tareas del analizando es llegar a saber cómo es su analista, y qué espera, y qué lenguaje utiliza, y qué clase de sueños interpreta, etc., etc. Esto no deja de ser natural, ya que se parece a lo que sucede con el niño que debe llegar a saber qué clase de padres hay que puedan ser usados como tales. Sin embargo, en un debate entre analistas tii,nde a darse por sentado que muchos pacientes son incapaces de aprovechar a aquellos analistas que les requieren una adaptación mayor que cierto monto; o dicho a la inversa, son incapaces de aprovechar a aquellos analistas que no pueden o no quieren adaptarse, más que en un cierto monto, a las necesidades del paciente. El principio que estoy enunciando es que el analista refleja lo que el paciente le ha comunicado. Esta simple enunciación de lo que es la interpretación puede ser importante, por el hecho mismo de que es simple y elude las tremendas complicaciones que surgen cuando se piensa en todas las posibilidades clasifi- cables dentro de la necesidad interpretativa. Si se enuncia este mismo principio simple, de inmediato exige elaboración, y sugiero que la elaboración que exige es del siguiente tipo. En el ámbito limitado de la transferencia del día de hoy, el paciente posee un conocimiento preciso de un detalle, o de una serie de detalles. Es como si hubiera una disociación correspondiente al punto que alcanzó el análisis hoy. Es útil recordar que de este modo limitado, o a partir de esta posición limitada, el paciente puede dar al analista una muestra de la verdad, o sea, de algo que es absolutamente verdadero para él; y si el analista se la devuelve, la interpretación es recibida por el paciente cuando ya ha emergido, hasta cierto punto, de esa zona limitada o situa- ción disociada. En otras palabras, la interpretación puede 252 incluso ser formulada a la persona total, en tanto que el material para ella provino de sólo una parte de la persona total. Como persona total, el paciente no habría sido capaz de brindar el material para la interpretación. Así pues, las interpretaciones forman parte de la construc- ción del insight. U n detalle importante es que la interpretación ha sido formulada algunos minutos, o incluso segundos, des- pués de ser presentado el material que puede dar lugar al insight. Por cierto, dentro de la misma sesión. Una interpreta- ción correcta formulada mañana, después de una supervisión, de nada sirve, a raíz de este poderoso factor temporal. Dicho de otra manera, desde una zona limitada el paciente tiene insight y brinda material para una interpretación; el analista toma esa información y la devuelve, y el paciente a quien l a devuelve ya no está en esa zona de insight con respecto a ese particular elemento -O constelación psicoanalítica. Teniendo en cuenta este principio, cabe pensar que reflejarle al paciente lo que él ha dicho o transmitido no es una pérdida de tiempo, sino que en rigor puede ser lo mejor que el analista está en condiciones de hacer en el análisis de ese paciente ese día en particular. Esta manera de concebir las cosas suscita cierta oposición, pues a los analistas les gusta ejercitar las habilidades que adquirieron, y sobre cualquier cosa que surja tienen mucho para decir. Por ejemplo, un paciente más bien silencioso le cuenta al analista, en respuesta a una pregunta suya, muchas cosas sobre sus pñncipales intereses, vinculados a la caza de palomas y a la organización de esta actividad deportiva.Es entonces sumamente tentador para el analista usar ese mate- rial, que es más de lo que a menudo obtiene en dos o tres semanas, y sin duda podría referirse - h a b i d a cuenta de que el paciente es hijo ú n i c o - a que quiere matar a todos los bebés no nacidos, o bien-habida cuenta de que la madre del paciente fue una enferma depresiva que se suicidó-podría hablar sobre las fantasías destructivas inconscientes de la madre. Sin embargo, lo que el analista sabía era que todo ese material acudió como respuesta a una pregunta suya, y no lo habría obtenido si él no lo hubiese provocado, tal vez simplemente por sentir que estaba perdiendo el contacto con el paciente. Por lo tanto, no era un material para la interpretación, y el analista debió guardarse todo lo que pudo imaginar respecto del significado simbólico de 253 la actividad que el paciente le describía. Después de un rato, el análisis vuelve al silencio, y es el silencio del paciente el que contiene la comunicación esencial. Las claves de dicho silencio sólo irán apareciendo lentamente, y no hay nada que el analista pueda hacer en forma directa para conseguir que el paciente hable. Huelga mencionar que con frecuencia el paciente produce un material que el analista puede provechosamente interpretar en otro sentido. Es como si pudiera aplicar los procesos intelectua- les suyos y del paciente para avanzar un poco. Lo principal es que le refleje al paciente el material presentado, quizás un sueño. De todas maneras, ambos pueden jugar a utilizar el sueño para alcanzar un insight más profundo. Aquí se esconde un gran peligro, porque esta interacción puede ser placentera y aun excitante y hacerlos sentir a ambos muy gratificados. Pero el analista sólo puede llevar al paciente hasta una cierta distancia del punto en que ya se encuentra. Un ejemplo sería el ,siguiente. Una paciente cuenta un sueño recurrente, que ha predominado en su vida: Se está muriendo de hambre y le queda una naranja, pero advierte que ésta ha sido mordida por una rata. Ella tiene fobia a las ratas, y el hecho de que una rata haya tocado la naranja le impide comerla. Se siente muy acongojada. Ha sido proclive a tener este sueño toda su vida. Desde el punto de vista del diagnóstico, se halla en la categoría de una niña deprivada. El analista no necesita hacer nada en lo que respecta a este sueño, pues el trabajo ya ha sido hecho en el soñar mismo, y luego en el recordar y el comunicar. El recordar y el comunicar son resultados del trabajo realizado en el tratamiento, y tienen el carácter de una bonificación suplementaria como consecuencia de una mayor confianza. La cuestión puede dejarse allí, y el analista esperará a que surja más material. En el caso particular que describo, el analista tenía una razón externa para no esperar, pues no iba a haber oportunidad de nuevas sesiones. Formuló, pues, la interpreta- ción, corriendo el riesgo de echar a perder el trabajo ya realiza- do, pero abriendo asimismo la posibilidad de que la paciente pudiera avanzar de inmediato. Es una cuestión de criterio, yen este caso el analista sintió que el grado de confianza era tal que podía proseguir, y'hasta cometer un error. Dijo entonces: la naranja es el pecho de su madre, que fue una madre buena desde su punto de vista, pero es la madre que usted perdió. Las 254 ratas representan el ataque suyo al pecho y el ataque del pecho a usted. El sueño se relaciona con el hecho de que sin ayuda usted queda varada, ya que si bien sigue en contacto con el pecho original, que le pareció bueno, no puede hacer uso de él a menos que se la ayude a pasar a la próxima etapa, en la que excitada, usted ataca el pecho para comerlo, del mismo modo que comería una naranja. Sucedió que en esta oportunidad la paciente fue capaz de usar la interpretación de inmediato, y produjo dos ejemplos; uno de ellos ilustró la relación que había tenido con la madre antes de perderla, y el otro era un recuerdo de la época en que efectivamente perdió a su madre. De este modo, la paciente consiguió un alivio emocional y hubo un notorio y positivo cambio clínico. Cualquier analistá puede dar innumerables ejemplos de interpretaciones que sus pacientes pudieron usar y les permi- tieron avanzar respecto del punto donde estaban cuando pre- sentaron el material específico de la sesión. Sin embargo, este ejemplo particular pone de relieve, de un modo simple, la dinámica esencial de una interpretación que va más allá de reflejar el material presentado. No obstante, en la formación de candidatos nunca se desta- cará lo suficiente que es mejor adherir al principio de reflejar el material presentado, en vez de pasarse al otro extremo, el de las interpretaciones "inteligentes" que, por más que sean exactas, pueden llevar al paciente más allá de lo que permite la confian- za transferencia!, de modo tal que cuando el paciente deja al analista, la casi milagrosa revelación que representa la inter- pretación se convierte de pronto en una amenaza, pues toca un estadio del desarrollo emocional que el paciente todavía no ha alcanzado, al menos como personalidad total. 255
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