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Lea, J y Young, J Un enfoque realista sobre la ley y el orden

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¿Qué hacer con la ley y el orden? 
John Lea y Jock Young 
Traducción de Martha B. Gil y Mariano A. Ciafardini 
8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden 
En este libro hemos intentado delinear una estrategia realista so- 
bre el delito y la actividad policial desde una perspectiva socialista. 
Al hacerlo, hemos considerado el pedido de Ian TAYLOR en su obra La 
ley y el orden, argumentos para el socialismo (1982) para transformar 
el vacío que existe en el pensamiento y la preocupación de la izquier- 
da por este asunto. Bajo el efecto del movimiento feminista, los so- 
cialistas comenzaron a darse cuenta, con bastante acierto, de los pro- 
blemas de la violencia contra las mujeres y del acoso sexual. La lucha 
contra el fascismo, galvanizada en particular por la Liga Antinazi y 
continuada por numerosos grupos de supervisión, hizo que los labo- 
ristas entendieran el grado y la gravedad de los ataques racistas. Pe- 
ro su preocupación por el delito terminaba aquí. En la izquierda hu- 
bo una esquizofrenia sobre el delito cuando los delitos contra las 
mujeres y los grupos de inmigrantes eran, con razón, objeto de preo- 
cupación, pero otros tipos de delitos eran considerados de poco inte- 
rés o, de alguna manera, excusables. Parte de este error surge, como 
hemos notado, de la creencia de que los delitos contra la propiedad 
están orientados hacia la burguesía y que la violencia contra las per- 
sonas es cometida por "Robin Hoods" amateurs cuando intentan re- 
distribuir la riqueza con justicia. Lamentablemente, todo esto es fal- 
so. En realidad, la ironía es que precisamente los mismos jóvenes 
que ingresan a robar en el departamento del vecino son quienes se 
sientan en las calles de los barrios con escudos del Movimiento Bri- 
tánico, hostigando a los asiáticos. 
Pero al adoptar una perspectiva realista sobre el delito debemos 
evitar caer en las filas del lobby sobre la ley y el orden; se necesita 
una perspectiva correcta pero esto resulta extremadamente difícil en 
la actualidad. Hay una historia acerca de un seminario en North 
London en el que, una semana, los estudiantes, bajo el impacto de la 
descripción de los resultados deplorables que tenia la cárcel en los 
John Lea y Jock Young 
internos, decidieron abolir las prisiones. Pero la semana siguiente, 
después de haber sido informados por un representante del movi- 
miento feminista sobre la crueldad de muchos delitos contra la mu- 
jer, decidieron reconstruirlas. 
Un corolario importante del quiebre en la comunidad es la menor 
cantidad de información correcta sobre el delito. En un medio social 
compacto, no sólo existe más acuerdo sobre cuál es el interés común 
y cierta capacidad para estigmatizar a los delincuentes, existe tam- 
bién más conocimiento sobre lo que sucede y sobre cuáles son las 
conductas desviadas. Cuando la sociedad se divide, disminuye el co- 
nocimiento directo sobre el delito, pero, aunque la calidad de la in- 
formación decrece, la cantidad real aumenta. Como bien se ha docu- 
mentado, uno de los puntos de venta de los medios de comunicación 
occidentales es su cobertura de los problemas sociales y del delitos 
(COHEN y YOUNG). LOS medios de comunicación que buscan maximi- 
zar las ventas y los niveles de audiencia prestan una cobertura de no- 
ticias que, aunque basadas en un miedo racional de la sociedad al de- 
lito, no tiene demasiados límites con respecto a su sensacionalismo 
excesivo, los únicos límites en este proceso son el buen gusto y el es- 
caso conocimiento que tienen los periodistas acerca del delito. Es así 
que llegamos al nudo de la cuestión. Para recapitular, en nuestra épo- 
ca, ha aumentado la privación relativa y, por lo tanto, el desconten- 
to. Esto, combinado con el desempleo y el quiebre en la comunidad, 
no ha permitido que el descontento sea canalizado hacia formas po- 
líticas; en cambio, la solución más obvia es el delito. Mientras tanto, 
la desintegración de la sociedad facilita la comisión de delitos al so- 
cavar drásticamente el proceso informal de control social. Las mis- 
mas fuerzas que hacen que aumente el delito avivan el pánico moral 
respecto de él. Es decir, el miedo real al delito está íntimamente re- 
lacionado con la histeria moral que existe sobre él; el miedo no sólo 
da una base racional a la alarma sino que sus raíces se encuentran 
en sus propias fuentes; y los medios masivos de comunicación sirven 
y exageran estos miedos de la sociedad. La demanda de noticias po- 
liciales es grande; la forma que tienen los medios masivos de comu- 
nicación de informar sobre el delito y la policía fomenta y exagera es- 
te apetito. Este clima trae aparejado una política correspondiente, 
pero las campañas sobre la ley y el orden, un monopolio tan familiar 
de la derecha, son algo sobre lo que la izquierda tiene poco que de- 
cir, excepto cuando está a la defensiva. 
De este modo, precisamente cuando existe una gran necesidad de 
una aproximación racional al delito, se da el mayor nivel de irracio- 
nalidad. Justamente cuando se hace necesaria una intervención po- 
lítica humana y realista por parte de la izquierda es que falta este 
movimiento. Concluyamos explicando las promesas básicas del rea- 
lismo de la izquierda sobre el delito y la policía. 
8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden 
1. El delito es realmente un problema 
Contrariamente a lo que piensan los idealistas de izquierda, el de- 
lito de la clase trabajadora es realmente un problema para la clase 
trabajadora. Esto no significa negar las consecuencias de los delitos 
de los poderosos, o de los problemas sociales, perfectamente legales, 
creados por el capitalismo. Más bien, el realismo de izquierda nota 
que la clase trabajadora es víctima del delito que proviene de todas 
las direcciones; que una forma de delito se acumula a la otra, agra- 
vándola, como ocurre con los problemas sociales y, lo que es más, 
que el delito es un poderoso símbolo de la naturaleza antisocial del 
capitalismo y que es la forma más inmediata que tienen las personas 
de experimentar otros problemas, tales como el desempleo o el indi- 
vidualismo capitalista. 
El realismo de izquierda examina el problema del delito con se- 
riedad; no participa del pánico moral creado por los medios de co- 
municación o la negación tajante del idealismo de izquierda. Separa 
claramente el pánico moral del realismo moral y la indignación mo- 
ral del conflicto material. Con esto en mente, evalúa el impacto del 
delito sobre las diferentes víctimas y sectores de la población. Más 
aún, pondera las consecuencias del delito, material, política e ideo- 
lógicamente, en el mantenimiento del capitalismo, puesto que el 
miedo al delito de la calle colabora con la desintegración de la comu- 
nidad de los trabajadores y de esta manera desarticula la capacidad 
para combatirlo. El temor también enfrenta a pobres contra pobres 
tanto en un sentido real como en el sentido distorsionado e ideológi- 
co que repiten los medios de comunicación: que el enemigo real es el 
delito y no la naturaleza inequitativa de nuestra sociedad. 
2. Debemos ver la realidad que hay detrás de las apariencias 
El realismo de izquierda no se limita a examinar el delito sobre la 
base de sus apariencias inmediatas. La criminología convencional ve 
la naturaleza antisocial del delito; en esto tiene razón, pero ignora la 
base social de su génesis. El idealismo de izquierda, en la medida en 
que nota que el delito es una forma de rebelión, también está en lo 
cierto, pero al quedarse en la discusión de sus causas y no poder 
avanzar más allá es seriamente miope respecto de la naturaleza reac- 
cionaria de sus consecuencias y de la naturaleza convencional de su 
modo de operar. 
Resulta vital darse cuenta de la naturaleza contradictoria del de- 
lito de clase trabajadora; su causa es que los trabajadores ven más 
allá de los engaños y la desigualdad del mundo; su dirección, el 
egoísmo. Su causa es justa; su dirección, individualista. Las energías 
políticasque podnan haber sido controladas para transformar la so- 
John Leay JockYoung 
ciedad se canalizan para asegurar su inercia. Como sostuvo Jeremy 
SEABROCK (p. 64): 
Este proceso es una deformación, una desviación de todas las energías 
que pudieron haberse canalizado en la lucha colectiva para lograr cam- 
bios; y es una medida de la apropiación capitalista de todos los mundos y 
las sociedades socialistas u utópicas, imaginadas o soñadas, y de su co- 
mercialización por medio del filtro de las mercadenas y con suelos con 
precio de mercado. Si hay violencia, destrucción, incendios y saqueos en 
los lugares donde viven los pobres, no importa. La carga de la humanidad 
atormentada que transportan las ambulancias y los camiones de la policía 
cada día íüera de los guetos de América del Norte se acumula en vano. 
Esto no cambiará nada porque, a diferencia de las reacciones políticas 
tradicionales, éstas han sido efectivamente aisladas de las acciones de los 
ricos y de los poderosos. Después de todo, los ricos mismos están del la- 
do de los pobres: ellos también quieren enriquecerse a fin de poder ayu- 
dar a los pobres a ser menos pobres. De esta forma se ha llegado a una 
simbiosis perfecta de los ricos y de los pobres, una especie de armonía es- 
tablecida nuevamente, que el mundo occidental no ha vivido desde que 
terminó el feudalismo. 
3. Debemos tomar el control del delito en serio 
El realismo de izquierda está fundamentalmente en desacuerdo 
con las posiciones convencionales y del idealismo de izquierda sobre 
el control del delito. Las penas draconianas propiciadas por el lobby 
de la ley y el delito, al aumentar el número de delincuentes y al en- 
durecerlos, simplemente sirven para empeorar la situación. Una iro- 
nía fundamental es que las políticas de quienes apoyan "ser duros" 
con los delincuentes, en realidad, sólo sirven para aumentar el deli- 
to. No se toman el delito en serio. Por otra parte, los idealistas, con 
su miopía sobre el delito, simplemente le dan la espalda al problema: 
no se ocupan del delito y ayudan a crear costumbres sociales que ha- 
cen que nadie se interese. 
El realismo nos enseña que el problema es el delito y no el delin- 
cuente; que la gran mayona de delitos son menores, poco profesio- 
nales y que no tienen demasiadas consecuencias si se los considera 
aisladamente, y que el delincuente promedio no se dedica al delito 
sino que comete estos actos ilicitos de manera compulsiva y esporá- 
dica. Pero si bien un acto no tiene demasiada importancia, mil, re- 
petidos todos los días sí la tienen. Por esta razón, los puntos funda- 
mentales de un programa del realismo de izquierda para controlar el 
delito son los siguientes: 
a) Salir de la marginación. En vez de marginar y excluir al delin- 
cuente, los realistas sostendrían alternativas a la prisión que ayuda- 
rían a integrar más que a alienar al delincuente. Por lo tanto, propi- 
8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden 
ciarían medidas tales como órdenes de servicio comunitario, progra- 
mas de compensación a la víctima y, en general, recuperación de su 
libertad. La marginación del delincuente que ocurre en la actualidad 
no implica simplemente la exclusión física y social del delincuente 
en las prisiones, sino que también significa su alienación ética: una 
ruptura del vínculo moral con la sociedad. Las instituciones que par- 
ticipan en el control del delito y de los delincuentes deben dar el me- 
jor ejemplo de justicia -no crear verdaderos refugios de delincuentes, 
como lo hacen actualmente-. 
b) Desalentar la comisión de delitos. Desalentar la comisión de de- 
litos es infinitamente mejor que intentar intervenir castigando al cul- 
pable después de consumado el hecho, a fin de evitar que cometa 
más en el futuro o quizá que otros lo hagan. Las precauciones que 
toman la comunidad o el medio para evitar la comisión de delitos 
nunca es considerada por los idealistas y reformadores de izquierda, 
porque piensan que no tienen que ver con el fondo de la cuestión. 
Distraen de las verdaderas preocupaciones y, lo que es más, al no lle- 
gar a las causas del delito, son en gran medida irrelevantes. La cri- 
minología convencional y el idealismo de izquierda se unen en este 
punto. Por el contrario, la organización de las comunidades consti- 
tuye un intento de evitar la comisión de delitos y es de suma impor- 
tancia. Los grupos de ciudadanos que cooperan con la policía, inte- 
grados por personas que van desde el ciudadano de más edad que 
vigila durante el día hasta los más jóvenes que patrullan a la noche, 
podrían mejorar mucho las condiciones de vida en muchos de los ba- 
rrios marginales y zonas de clase trabajadora. 
c) Uso mínimo de las prisiones. Las prisiones deberían ser utiliza- 
das sólo en circunstancias en las que exista un peligro extremo para 
la comunidad. El desarrollo de las prisiones de fin de semana, que 
permiten a las personas mantener su trabajo y sus relaciones socia- 
les, es importante; en los casos en que se hace necesario que la pri- 
sión dure el plazo fijado, debiera limitarse a formas civilizadas de en- 
carcelamiento. La vida dentro de la prisión debería ser tan libre y 
"normal" como fuera posible. Esto no es un reclamo basado en el 
idealismo de izquierda -está fundado en el simple hecho de que la 
consecuencia de la experiencia en la cárcel es producir personas que 
no pueden reintegrarse y que dan lástima, o delincuentes endureci- 
dos-. Cualquier hospital que hiciera que las personas se enfermaran 
máS que antes, donde cada visita de un paciente hiciera que la si- 
guiente visita fuera más probable, hubiera sido cerrado hace años. 
La indignación frente al delito no debiera orientarse meramente a 
agravar las circunstancias que dieron origen a esa indignación. El 
control del delito es un campo en el que debemos cuidarnos siempre 
de la irracionalidad y donde la justa indignación muy frecuentemen- 
te se antepone a los intereses reales de la comunidad. 
John Lea y Jock Young 
4. Debemos observar con realismo las circunstancias tanto del 
delincuente como de la víctima 
Nuestro sistema penal y procesal penal está dominado por dos 
sistemas abstractos de justicia. Uno, ejemplificado por el proceso a 
un adulto (a saber, en un Tribunal de la Corona), supone un autor li- 
bre y responsable. Las circunstancias atenuantes se consideran co- 
mo algo marginal, accidental, no sistematizado; sólo entran periféri- 
camente en el campo del libre albedno que se supone habitan los 
ciudadanos como delincuentes. En este modelo, todas las personas 
son consideradas igualmente responsables por sus actos, y la grave- 
dad del delito se juzga a la luz de ideas bien intencionadas pero mal 
definidas acerca de qué constituye un daño para la sociedad. El otro 
sistema es justamente el opuesto: se ve a la persona como un produc- 
to de sus circunstancias. Este tipo de justicia se ve en los tribunales 
de menores. 
Ambos sistemas de justicia se basan en nociones opuestas, aun- 
que igualmente abstractas, sobre las que se evalúa el daño social. En 
el primer caso, el daño se juzga, si se trata de bienes materiales, por 
su costo. Si lo que se roba vale quinientas libras es más grave que si 
se roban cinco. No tiene demasiada importancia quién fue la víctima 
del delito. En el segundo sistema, no resulta importante qué daño so- 
cial se haya causado; lo que interesa no es si el delincuente robó cin- 
co libras o quinientas, sino los problemas básicos que sufre en térmi- 
nos de su personalidad y su capacitación social, de las que el robo es 
sólo un síntoma. 
Un sistema socialista de justicia buscaría poner tanto al delin- 
cuente como a la víctima en un contexto. Debemos remarcar que las 
personas sí pueden elegir y que, en consecuencia, son responsables 
de sus acciones. Pero debemos darnos cuenta con realismo de que 
esta libertad existe en circunstancias bien determinadas y variables. 
Juzgar a un joven desocupado que roba cincuenta libras de la misma 
maneraque a un contador que altera las cifras para evadir la misma 
suma del pago de impuestos resulta irritante. En segundo lugar, las 
consecuencias del delito son muy diferentes para víctimas diferentes: 
cincuenta libras robadas de un jubilado es muy distinto a cincuenta 
libras robadas de Woolsworths. Las opciones que tiene el delincuen- 
te y las consecuencias del delito en la libertad de la víctima son va- 
riables fundamentales en términos de justicia. 
Explicar un hecho delictivo en términos del sistema total no sig- 
nifica justificarlo: se trata de proporcionar circunstancias atenuan- 
tes de forma sistemática, que el sistema actual contempla de forma 
individualista y arbitraria. Esto no significa adoptar una posición 
dura respecto de la ley y el orden pero tampoco proporcionar una ex- 
cusa general, como están haciendo muchos socialistas al reflexionar 
8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden 
sobre el delito. Más bien, reconoce la necesidad vital de que se inter- 
venga, en primer lugar porque -como hemos sostenido- gran parte 
, de la delincuencia es fundamentalmente contradictoria y una fuerte 
intervención puede "resolver" (si proviene de la dirección correcta) 
estas contradicciones; en segundo lugar porque el delito es una fuer- 
za desmoralizante dentro de la comunidad, que absorbe la fuerza de 
cualquier organización política en las zonas m& deprimidas de la 
ciudad. Reconocer la existencia de esta posibilidad de elegir respec- 
to del delito es aceptar que es necesario hacer frente al delito con 
fuerza -una fuerza guiada con realismo por el conocimiento de las 
circunstancias que intervienen-. 
5. Debemos ser realistas acerca de la actividad policial 
El hecho más importante es que la policía necesita a la comuni- 
dad y que la eficiencia de la actividad policial depende de la medida 
en que transformemos, en las palabras de Steve BUNDRED, del Comi- 
té de Policía del GLC, "a la fuerza policial en una fuerza de servicio". 
Es necesario poner fin a la arrogancia y a la autonomía que la poli- 
cía muestra hacia quienes pagan sus salarios. Resulta esencial impo- 
ner un sistema público y concreto de rendición de cuentas, en el que 
las necesidades de la comunidad orienten las actividades de la ~ o l i - 
cía. Los argumentos acerca de la necesidad de que se mantenga una 
cierta autonomía en las tareas operativas debenan reconocer que 
gran parte de lo que la policía considera operacional es, en realidad, 
directamente político. La policía exige mantener la política fuera de 
su actividad pero esto es muy a menudo un argumento para confe- 
rirle a ella las decisiones políticas. No debemos, sin embargo, evadir 
los problemas de control democrático. No existen razones para sos- 
pechar que la libertad de elección por medio del voto sobre cuestio- 
nes relativas a la actividad policial protegena a las minonas étnicas, 
terminana con el hostigamiento a los jóvenes, sería tolerante con 
quienes duermen en las calles, y dirigiría la atención de la policía ha- 
cia la corrupción de los consejos locales o de los empresarios y eje- 
cutivos. Una de nuestras pesadillas permanentes es que si existiera 
un control completamente democrático de la policia en zonas como 
Hackney, la fuerza policial resultante sena exactamente como la ac- 
tual. La irracionalidad que engendran los medios de comunicación, 
las dificultades reales y divisorias con las que se enfrenta la pobla- 
ción a diario, el quiebre de la comunidad y las fuentes "obvias" de in- 
terés colectivo, todo juega en contra. Pero una función crucial de la 
política de partidos en un sistema democratice es no convertirse en 
un mero títere de la opinión pública sino intentar transformar a 
quienes tienen miedo y crear circunstancias que permitan mayor ra- 
cionalidad. En este contexto, debemos ser también realistas acerca 
John Lea y Jock Young . 
de la difícil posición de la policía. Su capacidad para resolver delitos 
ha caído a niveles nunca antes vistos. En el Distrito de la Policía Me- 
tropolitana, Walter EASY, jefe de la Unidad de Apoyo de la Policía de 
Camden, calculó que sólo el 6 % de los robos en vivienda son escla- 
recidos por la policía. Esto se debe en parte a la mera ineficiencia po- 
licial, y en parte a la falta de cooperación de la comunidad, pero la 
parte más difícil es el quiebre de la comunidad trabajadora que po- 
dría pr~porcionar esa información. Hemos sostenido que la partici- 
pación de la sociedad en el control del delito y de las actividades an- 
tisociales dentro de sus zonas dependerá de que la policía pueda ser 
controlada democráticamente, mejorando así la cooperación por 
parte de la sociedad; también servirá para recrear la comunidad. 
6. Debemos ser realistas sobre el problema del delito 
en la época actual 
Aunque el delito ha sido un problema perenne para la clase tra- 
bajadora en el último siglo, creemos que existen ciertos factores en 
el período actual que resultan de suma importancia. En primer lugar, 
el nivel de privación relativa creado por la educación, los medios ma- 
sivos de comunicación, el estado de bienestar y las incoherencias del 
mercado han aumentado constantemente. En segundo lugar, este 
descontento, en vez de centrarse en objetivos políticos, se ha dividi- 
do como consecuencia del quiebre de la comunidad y la fragmenta- 
ción del empleo. Dicha situación de descontento, sin vías de salida 
políticas, genera una respuesta delictiva y la izquierda ha sido tradi- 
cionalmente inepta para hacerle frente. Sin embargo, la posibilidad 
de que exista una nueva política comunitaria que nos una a nivel po- 
pular depende de ello. Si volvemos a nuestra ecuación de que el de- 
lito es la consecuencia del descontento económico sin alternativas 
políticas, la conclusión para los socialistas es clara: el control del de- 
lito no sólo es una necesidad material para la clase trabajadora y por 
lo tanto parte esencial de cualquier programa socialista, sino que la 
ausencia de una política alternativa que pueda darle a los jóvenes 
marginados sentido y potencial a sus vidas contribuye sustancial- 
mente a generar delincuencia y desorganización. Jeremy SAEBROOK 
(p. 64) lo expresa con elocuencia cuando dice: 
Los jóvenes no le ven sentido a luchar por un mundo mejor: ese mundo 
mejor ya existe, en forma paralela a ese mundo peor e insoportable en el 
que ya viven. De esta manera se los aísla de cualquier sentido de esperan- 
za y acción colectivas. La esperanza sólo yace en la fuga individual -el 
golpe de suerte, el boleto ganador, el numero acertado, la gran opera- 
ción-. 
Puesto que la vida mejor ha sido adoptada y redefinida en términos de la 
versión capitalista, toda la lucha del movimiento laborista se ha eclipsa- 
8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden 
do para los pobres, otra esperanza distorsionada y ensombrecida. Los ri- 
cos ya no son los culpables: sólo les va bien. Los pobres han sido recons- 
truidos en la imagen de los ricos; mientras se les opongan, la esperanza 
colectiva -en realidad, una alternativa- sigue existiendo. 
Es precisamente porque estos tres caminos se han cerrado que los despo- 
seídos se atacan entre sí. Los pobres viven de los pobres y éste es un ac- 
to de desesperanza política. Hay muchas pruebas de que los centros de 
nuestras ciudades se están pareciendo a los de Estados Unidos: la violen- 
cia, la depravación y la crueldad pueden estar contenidas en guetos en los 
que se puede dejar que los pobres se ataquen entre sí. Los ricos, mientras 
tanto, pueden dormir tranquilos en sus camas. 
Debemos participar, entonces, por razones políticas, materiales e 
ideológicas: materialmente, para perseguir justicia en las comunida- 
des de clase trabajadora; políticamente, para ofrecer una política al- 
ternativa que encausará las energías de los marginados, disminuyen- 
do las causas del delito y controlándolo de manera humana y 
efectiva. Esta política de control del delito es parte de una serie de te- 
mas de política que conciernena la población en general: el control 
de la polución, la seguridad industrial, el control del tránsito, las me- 
joras al medio ambiente -que representan, en realidad, los intereses 
unidos de una comunidad dividida-. En este proceso de búsqueda de 
un interés político común y del ejercicio del control público, recrea- 
remos un sentido de comunidad tanto en nuestras conciencias como 
en nuestro esfuerzo, en vez de hacer resurgir una entidad mítica que 
hace tiempo ha desaparecido. Por último, desde el punto de vista 
ideológico, combatiremos la tendencia de una sociedad dividida y 
desilusionada a moverse hacia la derecha, para construir una cuasi 
comunidad que salga del racismo y de un nacionalismo maltrecho, y 
reemplace la idea de la "guerra contra el delito" de la política conven- 
cional por la noción de que la lucha contra el delito es una de las lu- 
chas contra la privación material del capitalismo y el individualismo 
extremo de sus valores. Es con esta finalidad en mente que hemos es- 
crito este libro. La política sobre la ley y el orden ha sido durante de- 
masiado tiempo monopolio de la derecha, sin embargo, la izquierda 
tiene todas las razones materiales, ideológicas y politicas para inter- 
venir en este tema. Estamos demasiado paralizados por nuestros 
propios prejuicios como para asumir el desafío que se nos pide. Las 
oportunidades para que la izquierda tome alguna iniciativa son enor- 
mes, no debemos evadir la tarea. 
Concluyamos con una cita del artículo de Eileen FAIRWEATHER que 
sintetiza gráficamente el problema frente al que nos encontramos: 
En la calle, la vieja Sal me pregunta si me despertaron los gritos, los ala- 
ridos y las sirenas de anoche. ¿Qué pienso de todo eso? Es inútil explicar- 
le a Sal que son las villas de emergencia y la pobreza los que causan el de- 
lito. Ella ha sido pobre toda su vida y nunca ha hecho mal a nadie. Es 
John Lea y Jock Young . 
inútil explicarle que son sus hermanos de lucha. La empujan en la calle, 
la escandalizan con sus insultos obscenos, se ríen de su perrito. 
Que los cuelguen y flagelen, dice Sal. Se ha hecho conservadora, no por 
ser reaccionaria, sino sólo porque es demasiado débil y está terriblemen- 
te asustada. 
Las soluciones que implican una "mano dura" resultan atractivas cuando 
uno está solo y nadie parece ofrecer otra cosa. Noche tras noche, cuando 
no puedo dormir por los traficantes de drogas y las fiestas que hacen los 
borrachos, me consumen fantasías tembles y vengativas sobre cómo lle- 
gana el día en el que los castraría, matana, torturaría como lo han hecho 
ellos conmigo durante tanto tiempo. 
Al ser mujer, por supuesto, no haré nada de ello. Pero sí entiendo cómo 
la ley de la selva infecta y corroe aun a quienes intentan resistirla. "La ra- 
zón por la que quisiera salir de este barrio", cuenta una mujer vecina, "es 
que, juro por Dios, me está convirtiendo en fascista. Y yo he sido socia- 
lista toda mi vida". 
	8. Un enfoque realista sobre la ley y el orden
	1. El delito es realmente un problema
	2. Debemos ver la realidad que hay detrás de las apariencias
	3. Debemos tomar el control del delito en serio
	4. Debemos observar con realismo las circunstancias tanto del delincuente como de la víctima
	5. Debemos ser realistas acerca de la actividad policial
	6. Debemos ser realistas sobre el probelma del delito en la época actual

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