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Lefort El nacimiento del Otro

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Título original: · Naissance de l'Autre. Deux psychanalyses: Nadia (13 mois): 
. Marie-FranfOÍSe (30 mois) 
Publicado en francés por Éditions du Seuil, París 
Traducción de Marta Vasallo 
Revisión técnica de Fernando de Vicente 
Cubierta de Mario Eskenazi 
C~lección dirigida por Jacques-Alain y Judith Miller 
! ~ ) .'~ t ~.: .· / .. ,, 
1.• edición, 1983 
1.• reimpresión, 1995 
:'.',, 
Quedan rigurosameme prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares dd 
"Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial 
de esta obro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía 
y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler 
o préstamo públicos: 
© 1980 by Éditions du Seuil, Paris 
© de todas las ediciones en castellano, 
Ediciones Pa.idós Ibérica, S.A., 
Mariano Cubí, 92- 08021 Barcelona 
y Editorial Pa.idós, SAICF, 
Defensa, 599 - Buenos Aires 
ISBN: 84-7509-174-1 
Depósito legal: B-33.399/1995 
Impreso en Hurope, S.L. 
Recaredo, 2 - 08005 Barcelona 
Impreso en España - Printed in Spa.in 
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1 
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tSCUHA fiEUDIANA DE BUENOS AJRES 
~IBLIOTECA v CENTrO BE DOCUMENTA CION 
INDICE 
Prefacio 
. l.-NADIA ·O EL ESPEJO 
l. El pequciío otro 
(8-15 de octubre) 
2. El gran Otro 
(16 de: octubtc:-7 de noviembre) 
3. La pulsi6n c:sc6pica 
(9, 10 y 12 de noviembre) 
4. La primera identificación 
(13 de noviembre-S de diciembre) 
5. El fantasma fundamental 
{10 de diciembre) 
6. Lo ·pre-especular 
(11 de dicic:rribre-3 de enero) 
7. El pequeño otro: la muñeca 
(4-16 de enero) 
8. El espejo I: n\}estra imagen 
(17-31 de · enero) 
9. El espejo II: el retorno 
( 1-8 de febrero) 
1 O. El espejo III: el tc:rcc:r término 
(9 de febrero-1.0 de marzo) 
" 
9 
1.3 
23 
33 
41 
57 
67 
93 
109 
151 
167 
11. El cuerpo perforado, tórico 
· ( 4 ·de marzo-23 de abril) 
12. El intercambio 
(25 de abril-8 de mayo) 
13. La vida 
(mayo-septiembre) 
II. - MARIE-FRAN<;:OISE O EL AUTISMO 
l. La locura: ni «a», ni 4Ja 
(.30 de septiembr~ de oCtubre) 
2. El Otro: una ausencia real 
(7 y 8 de octubre) · 
3. Lo Real y el agujero del cuerpo 
(9. y 10 de octubre) 
4. Rellenar verdaderamente el agujero de su cuerpo 
(13 y 14 de octubre) 
5. Lo Real y el $ignificante separados 
(15, l7 · y 18 de octubre) 
6. Lo Real, la demanda y el significante 
(21, 22 ~ 23 de octubre) 
7. El doble y lo Real 
( 2.5, 27 y 29 de octubre) 
8. La tentación del Otro portador del objeto 
(31 de octubre, 3 y 5 de noviembre) 
9. El espejo en lo Real 
(10-19 de noviembre) 
1 O. La emergencia de una llamada al Otro 
(22 y 24 de noviembre) 
III.-CONCLUSIONES 
189 
215 
225 
245 
2:55 
265 
273 
283 
297 
.311 
.. 
323 
335 
353 
361 1 • Cl{nlcn y topología 
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Mf1tMora y metonimia , , 
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PREFACIO 
lleyé a cabo los tratamientos que constituyen la II1flteria de este 
libro, lo mismo que otros dos, el de Robert, «el niño del lobo» y el 
de Maryse --que son el material de otros dos libros- entre sep-
tiembre de 1951 y noviembre de 1952 en la Fondatibn Phent de 
Rosan, que pertenecía al servicio de Jenny Aubry.1 
Era una institución de asilo temporario de niños, que dependía 
de la Asistencia Pública, al estilo de las que todavía existen para ni-
ños de poca ed.ad que esperan ser colocados; o en la mayoría de los 
casos, que han sido confiados temporalmente a ella durante la en-
fermedad de la madre. 
llevé a cabo esos tratamientos antes de recibir formación teórica 
alguna, y están estrechamente vinculados con mi propio análisis . 
El tratamiento de Nadia fue el primero desde el punto de vista 
cronológico. Hemos de ver cómo es que lo inicié. Ese tratamiento 
duró aproximadamente diez meses, desde octubre de 1951 hasta julio 
de 1952. 
En octubre de 1951, hacía dieciocho meses que. yo había iniciado 
l. Estos tratamientos se inscribían en el .marco de una i,nvestigación acer-
ca de las . condiciones y consecuencias de la internación prolongada de niños 
pequeños (hospitalismo), investigación realizada desde 1948 hasta 1953 en el 
servicio -de Jenny Aubry, inicialmente subvencionada por el Instituto nacional 
de higiene, y después, a partir de :fines de 1950 y hasta 1953, por el Centro 
internacional de Ia: infancia (Pr. Robert Debré), asociada en este segundo pe-
ríodo con la investigación · del equipo inglés de Tavistock, bajo la dirección de 
John Bowlby. Los resultados se publicaron en el -libro de Jenny Aubry y sus 
colaboradores CaTence de soins maternels, PUF, 1953, reeditado en :Bditions 
de la Parole en 1964 (agotado). 
9 
PREFACIO 
un análisis, impuesto por mi necesidad de salir de un sufrimiento neu-
rótico, y que por esa razón me resultaba muy difícil. Dificil hasta el 
punto de que en el curso del tratamiento de Nadia me sentí durante 
varios meses en la imposibilidad de seguir regularmente las sesiones 
de mi propio análisis. 
El tratamiento de Nadia, lo mismo que el de los demás niños, que 
c.omencé sucesivamente en el curso de los tres meses subsiguientes, 
. desempeñó, pues, de !Üguna rilánÚ~, 1~ función de sustituto en mi 
proceso analítico, dentro del cual se inscribió. 
ADVERTENCIA 
Los relatos de las sesiones, transcritos con margen y señala-
dos con dos cuadros, son los que · escribí durante los · años 
1951 y 1952, por la noche, después de cada una de. las sesiones. 
Hice estos tratamientos antes de adquirir formación teórica, 
fuera psicológica o analítica, por una parte, y por otra escribí 
estos informes antes de que Lacan diera sus seminarios, de ma-
nera que los términos y formulaciones que empleo son los que 
tenía entonces a mi disposición, y como tales y en esas condi-
ciones han de ser tomados. 
Resine Lefort 
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NADIA O EL ESPEJO 
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1 
EL PEQ~O OTRO 
LA INVIDIA 
8-15 octubre 
O O Nadia llega a la fundación cuando tiene trece meses y me-
dio de vida. Desde que nació ha sido separada de su madre tu-
berculosa, de modo que no conoce otra cosa que este tipo de 
estableci.iniento. 
Como suele suceder en estos casos, las reiteradas afecciones 
rinofaríngeas impiden una crianza estable: Nadia va de ia ·casa 
cuna al hospital y del hospital a la casa cuna. Su legajo médico 
nos informa de que a los dos meses padeció una adenoidecto-
mía. Esta afección se prolongó acompañada de otitis y diarreas 
hasta culminar, a los cinco meses, en una mastoiditis doble gra-
ve, que requirió una antrotomía bilateral. Debido a un abceso 
sobre la cicatriz de la antrotomía, Nadia se quedó en el hospi-
tal durante tres meses. 
Cuando ingresa en Parent de Rosan, Nadia tiene un aspecto 
deplorable; y a los pocos díaS su estado general se agrava debi-
do a una otorrea y una diarrea permanentes . 
.. . En esa época me encuentro en el servicio de Jenny Aubry 
a dtgo de la observación de ocho a diez niños de 1 a 3 años. 
Cuando los niños llegan son agrupados por espacio ·de quince 
días en .un lazareto, para prevenir enferined~des .infantiles con-
tagiosas. Nadia fo~a parte .de ese . grupo, y de ning¡lna rpanera 
es entre los demás niño~ el único objeto de mi atención. De 
modo que en las notas que tomé a propósito de eJ1a hay que 
tener en .cuenta ante todo las condiciones de 1~ relación que es-
13 
NADIA O EL ESPEJO 
tableó con ella: nada que ver, en un primer momento, con una 
psicoterapia individual. 
Nadia es muy delgada, tiene la piel amarillenta. Su rostro 
es demacrado; lo que llama la atención son sus grandesojos 
negros, con ojeras; en su rostro sólo su mirada es viva, muy 
atenta a lo que sucede a su alrededor. 
El atraso en estatura y peso es considerable : pesa solamen-
te 8 kilos y medio, y mide 71 cm, así que uno creería encontrar-
se ante una niña de ocho meses. 
Si se la observa en su habitación, llama la atención su inmo-
vilidad. Pasa días enteros sentada en lo alto de su almohada, 
con las dos manos aferradas al borde de la cama. Si alguien le 
tiende un pastel no hace el menor movimiento por tomarlo. Si 
la levantan y la colocan en el suelo no se desplaza, su o.irada 
se apaga y se balancea violentamente. Sentada en medio de los 
demás niños, tampoco hace ning;Jn movimiento para tratar de 
apoderarse de un juguete. Pero si junto a ella otro riiñó lo hace, 
grita y se echa violentamente hacia atrás, después vuelve a sen-
tarse y reanuda su balanceo. 
Esta reacción ante la aparición de otro bebé en su campo, 
nos orientará hacia la naturaleza de su relación con el pequeño 
otro. 
Su aprehensión de los objetos es muy peculiar. Si aproxima 
la mano, una mano enfl::iquecida de largos dedos, animados de 
movimientos de araña, no hace más que rozar el obje_to con la 
punta de los dedos; si logra tomarlo,. su mano se abre casi de 
inmediato, como si un resorte automático . desencadenua . el 
gesto de abandonar el objeto. NiDguna macifestación emotiva 
acompaña a estos movimientos. 
Nadia no tiene contactos espqntáneos i::ori lo:;; adultos. El 
personal lo atribuye · al miedo, pero ~lla . no demuestra tener 
miedo. · -
En el curso· de una discusión sobre ell'a no se plantea m1 
diagnóstico propiamente ·dicho, porque la falta de contacto e:1 
ella no justifica la evocación de un síndrome patológico; su ais-
iamiento está lejos de ser total; lo testimonia su mirada vi•:az, 
muy atenta. 
14 
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DO 
EL PEQUEÑO OTRO 
Lo que percibo el 8 de octubre, la primera vez que la veo, 
es. precisamente la posibilidad de un contacto. Pero ella no lo 
manifiesta francamente. 
Está sentada en su cama, en su actitud habitual, con las dos 
manos crispadas en el borde de la cama y . el cuerpo completa-
mente inmóvil. Los pocos gestos que hace muestran .una tenden-
cia a la perseveración; la fijeza de sus actitudes llega a dar la 
impresión de que su estado es catatónico. 
El 12 de octubre, cuando vuelvo a .verla, está en la·. cama, 
en su dormitorio. Se precisa la posibilidad de -un contacto con-
. migo: sonríe y .parece encantada cuando le .hablo. Va. a sentar-
se en lo alto de su almohada; todavía .más sonriente. · · 
i..e tiendo un muñeco de caucho; lo toma, lo aprieta con 
las dos manos, pero con movimientos torpes y gestos. parásitos, 
·de acuerdo con el tipo de aprehensión que he descrito. Acuna 
al muñeco, lo besa, lo lame, lo arroja, lo toma y me lo da, lo 
vuelve a tomar. 
En ese momento, la enfermera . empieza a dar de comer a 
los otros. Cada vez que Nadia· la ve ocuparse de otro niño le 
pega al muñeco y lo arroja, pero .no hay una carga afectiva per-
ceptible en lo que hace. 
Cuando la enfermera se .acerca a ella para darle ·de comer, 
parece feliz, pero cierra la .boca con·,un movimiento de rechazo 
cuando siente la cuchara contra · sus labios. Después se deja lle-
.nar pasivamente. «Siempre es...así, dice la enfermera, pero Nadia 
termina comiendo todo.» 
El 13 de octubre, cuando llego, está sentada en la cama y 
atenta a cuanto sucede a su alrededor. Tiene d pulgar en la 
boca, pero no chupa. Me impresiona esa ausencia de movimien-
tos de succión: el pulgar está bien colocado en la .boca, pero no 
hay placer autoerótico. 
En cuanto me acerco a ella; .una sonrisa ilumiria su cara oje-
rosa: hoy tiene mucha fiebre. Entra en contacto físico conmigo · 
jugando con mi mano que descansa en el borde de. la cama, ti-
rándome de los dedos y hasta lamiéndome. 
Cuando se inclina mucho hacia mí, creo poder levantarla en 
brazos, pero su rostro se cierra. Al cabo de un tiempo esboza 
15 
NADIA O EL ESPEJO 
r J una sonrisa, pero en seguida desvía la mirada hacia la vent:aila 
que da al jardín. Sin embargo, cuando vuelvo a ponerla en la 
cama parece enfurruñada. 
·Le dejo el muñeco y. me alejo; como me acerco a otro niño 
ella nos mira y arroja el muñeco. Se lo devuelvo; me vuelve la 
espalda para jugar con él y se vuelve a veces, tratando de atraer 
mi atención por todos los medios: suspiros, gritos, risas. 
El 15 de octubre vuelve a dirigirme su demanda .. Sonríe 
cuando -me acerco a ella, después lanza en mi dirección breves 
gritos cuando. me acerco a otro ni$o del lazareto de quien tam-
bién me ocupo y, finalmente se echa a llorar. Entonces renun-
cia, me vuelve la espaida, coloca su pulgar en la boca sin suc-
cioñarlo, y cruza la otra mano sobre la primera·. Imprime a sus 
mliilos. un ·movimiento de balanceo y .se acuna a sí misma. 
-Cuando vuelvo a su lado suelta las manos, me mira; sonríe, 
deja su pulgar y va a sentarse sobre la almohada; juega con una 
de mis manos. Le ti~do· un muñeco de caucho; -aproxhna va-
rias veces.la mano como para agarrarlo, después .la retira; se de-
cide .a tomarlo, pero lo deja caer inmediatamente; hace eso dos 
veces consecutivas y la tercera vez lo arroja al otro extremo de 
la cima. 
. Se niega a. tomar el bizcocho que le . tiende la enfennéra; 
ésta ló deja en la cama y Nadia no· lo toca. 
En conjunto, su actitud es menos despierta. : 
Después de este comienZo, que en mi ánimo .no era todavía 
más que una observación, porque ante uná niña tan pequeña no 
me había atrevido ni a proyectar un tratamiento, ella sufre un ver-
dadero empeoramiento. Su estado se agrava en los días siguien-
tes. Está cada vez más .pálida, completamente replegadii en sí 
misma, muy triste, se niega a tomar fiingún obje~o que se le 
tienda, sea un juguete o un bizcocho, y se balancea constante-
mente. En su carita de vieja queda sólo la mirada desolada y 
pntética que me lanza cuando la dejo. 
Es esa m.ir,ada la que me hará volver; iniciar para ella y para 
mf unn aventura analítica, convertirme en analista. 
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EL PEQUEÑO OTRO 
En aquel momento, recién llegada al servicio de Jenny Aubry, no 
se trataba de que yo «me permitiera» asumir el papel -de analista. 
Sin embargo, lo que sucede entre Nadia y yo no se puede reducir a 
una simple peripecia de ·contacto entre una adulta encargada de una 
observación -¿qué observación, una observación de laboratorio?, 
afortunadamente yo no estaba preparada para eso-- y un bebé aban-
donado. 
El empeoramiento de Nadia fue lo que me planteó entonces más 
interrogantes acerca de la relación que se hábía establecido entre ella 
y yo: una relación completamente_ ajena a la de la crianza, por ejem-
plo. Es seguro que no aparezco ante ella bajo la forma de algún sus-
tituto ma~ernal que se propusiera reconfortarla y satisfacerla. Aparez-
co ante ella· como completamente difer~~e de los deq¡.ás ·adultos .a 
quienes ha conocido en su vida de internada: . 
l . Me mantengo aparte de las manipulaciones corporales de · que 
ella es objeto por parte de lás enfermeras. 
2. Tampoco me Ocupo de darle de comer, de satisfacer su nece-
sidad oral. 
3: La relación entre ella y yo se establece exclusivamente ~ ni-
vel de la vista y de la voz: allí donde algo de su demanda de amot es 
soportable para ella . 
Ella misma dice el13 de octubre lo que rechaza, cuando creí que 
debí!! tomarla en brazos porque se inclinaba hacia mí: su rostro se 
cierra y ella se da vuelta. Es Nadia, pues, la que pone los limites de 
la relación entre ella y yo : lo Real puro de los cuerpos imposibilita 
toda relación; es lo que ella ha conocido hasta entonces: la han mani-
pulado sin hablarle. 
Esta n0ción de «Real del cuerpo» ha de ser situada .desde el co-
mienzo en el contexto y la dialéctica que seguirá Nadia en el curso 
de su tratamiento. Aquí lo Real se plantea solamente como . registro 
respecto de los otros dos -lo Simbólicoy lo Imaginario-:- y espe-
cialmente. respecto de lo Simbóli:co, al cual Nadia demuestra tener 
acceso desde el comienzo de su tratamiento: aunque no sea más que 
por la demanda que me dirige. Lo Real para ella es lo que falta sim-
bolizar en su relación conmigo, mejor dicho, con rhi cuerpo. Es en 
este sentido que lo Real como registro cobra todo su valor de irn 
posible. 
Lo Simbólico se funda en el acceso al signi.6cnnt e: y e~ prrris 
17 
NADIA O EL ESPEJO 
mente la articulación de lo Real, articulación esencial como veremos, 
la que espera ser transmutada en significante mediante la palabra del 
Otro. Al Otro, a quien ella ha conocido en su multiplicidad de exis-
tencia, le falta darle a Nadia su condición de sujeto a través de la 
palabra~ condición que ella encontrará en el tratamiento donde yo 
ocupo el sitio del Otro. 
En ese momento no puedo dejar de ser sensible a los límites que 
ella me impone, porque he vívido intensamente en mi cuerpo el su-
frimiento .neurótico que he padecido; un cuerpo con. el cual, como 
sucede siempre en estos casos, yo no sabía qué hacer, salvo conver-
tirlo en objeto de cuidados. Por su parte, Nadia tiene .cuerpo sólo. en 
tanto objeto de cuidados. Tanta en la. familia como en una institu-
ción, . la ambigua solicitud del · contorno puede dejar al ·sujeto en el 
desamparo total de un cuerpo manipulado en el nivel de lo real, s:u 
que una palabra venga a darle cuenta de su _situación de sujeto. Lo 
cual explica hasta qué punto, a partii- de esta experiencia dolorosa, me 
siento poco inclinada a la crianza, esto es, a entregar un suplemento 
de cuidados· y a poner en juego impensadamente lo Real de los tuer-
pos, el del bebé y el mio. 
Excluida la crianza, en ese momento no tengo, sin embargo, nin-
guna idea. preconcebida acerca de lo que soy susceptible ·de aportar 
a Nadia, salvo mi atención y mi disponibilidad a: lo que ella pueda 
pedirme, o mejor dicho, empezar a ·pedirme, con todas sus reticen-
cias cuando se trata de contactos físicos. 
Soy ajena a todo saber teórico, no tengo ni sombra de él. Si poseo 
un saber es un .saber que puede -ser calificado .de inconsciente, que 
concierne a. la articulación de la demanda y del . cuerpo. 
En la relación que N adia establece conmigo reintroduce progre-
sivamente los cuerpos, el suyo y el mío; a través de lo que me expre-
sa y me dirige, sean sus requerimientos o sus rechazos. En la relación 
analítica que se instaura, Nadia me coloca en un ·sitio ·donde me mues-
tra el carácter real de mi cuerpo, al tiempo que me impone que re-
nuncie a él. En ese sitio me dejaré interpelar por ella, escuchar lo 
que tiene que decir, decir la muerte para poder vivir; a partir de allí 
me obliga a abandonar toda idea de su bien, a despojarme de toda 
intención de ayudarla, a colocarme en el diapasón de su drama; a per-
mitirle que oscile hacia mí como hacia el sitio donde su drama puede 
formularse y ser escuchado. 
En efecto, soy el sitio donde ella puede decir que los cuidados y 
18 
I r. 
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EL PEQUE~O OTRO 
la satisfacción de sus necesidades que recibe son sólo una estructura 
que la excluye y la deja vacía, muerta. Ya no tiene relación de ob-
jeto: sólo la tiene mirando a otro niño en relación con un adulto. 
Es lo que manifiesta el 12 de octubre cuando ve a la enfermera 
que da de comer · a los otros niños: Nadia golpea al muñeco y lo 
arroja. No hay una carga afectiva perceptible que acompañe su .gesto, 
pero no por eso su gesto revela menos su reacción cuando otro niño 
es objeto de cuidados delante de ella por parte de un ·adulto. Fuera 
de esa situación, el otro niño parece inexistente para ella. Además, el 
carácter discreto de su reacción, que se reduce a arrojar el objeto que 
tiene en la mano o a soltarlo con su reflejo habitual, hace qu~ pase 
desapercibida a los ojos de todos. Es preciso que esté yo presente y 
me haga cargo de su movimiento a través de lo que le digo para que 
de él comience a emerger un sentido. · 
¿Cabe evocar aqw los celos, el deseo de tener para sí lo que el 
otro obtiene del adulto? Es .dificil de sostener, puesto que lo que la 
enfermera da a los otros es comida, y Nadia, cuando le toca el turno 
de ser alimentada, se niega en primer~ instancia·_ y después traga, sin 
placer. Como tampoco encuentra placer en estar sobre las rodillas 
del adulto, donde la he visto a veces con¡o un objeto sin vida, ip.erte. 
Nos vemos entonces ·obligados a 11acar la conclusión de que para 
Nadia se trata de «ver>>: ver a un adulto .que se ocupa de un niño. 
Es un espectáculo habitual para ella en su yida de internada. En la 
escena anterior, aunque se trate de comida, para Nadia el objeto no 
es oral¡ es .no objeto escópico, el de la .envidia. No podemos dejar de 
evocar aqtÚ el pasaje que Lacan dedica. a la invidia.
1 
«lnvidia viene de videre: Para nuestros analistas, la invidia más 
ejemplar es la que hace mucho destaqué en Agustín para darle toda 
su suerte, la del niñito que mira ·a su ·hermano prendido del seno de 
su madre, lo mira amare cpnspectu, con mirada amarga, visión que 
lo descompone y tiene sobre él el efecto de un veneno. 
»Para comprender lo que es la invidia en su función de mirada 
no hay que confundirla con los celos. Lo que el niño pequeño, _o 
cualquier otro, envidia no es necesariamente, como suele entenderse 
de manera impropia, aquello que podría codiciar. ¿Quién dice . que 
l. Séminaire, livrc: XI, Les Quatre concepts fondamentaux. de la psycha-
nalyse, Éd. du Seuil, págs. 105-106. (Paidós, próxima edición.) 
19 
NADIA O EL ESPEJO 
el niño que mira a su hermanito necesita realmente succionar.. el pe-
cho? Todos sabemos que la envidia suele estar motivada por.la pose-
sión de bienes que no serían de ninguna utilidad a quien envidia, y 
cuya verdadera naturaleza ni siquiera sospecha. ~sa es la verdadera 
envidia . . 
»¿Ante qué hace palidecer al sujeto? Ante la imagen de algo 
acabado que se cierra sobre sí mismo, del hecho de que el·!' a", el~ a" 
separado del que está pendiente, pueda ser para otro la posesión que 
lo satisface, la Befriedigung.» · 
Cierto que para Nadia no se trata de ·un objeto tan e~peó:fico 
como el seno materno -más adelante ésa será la cuestión; todavía 
se trata solamente del alimento aparentemente banal que a la hora 
de la comida es distribuido a todos los niños, por turno, para alimen-
tarlos y ~atisfacer sus necesidades. Ahora bien, la reacción de .Nadia 
instaura ese alimento en un registro que no es el de lo . Real ,de sa-
ciedad. Así como el niño ante su -hermanito que mama, no acepta-
ría que en un impulso de ternura ante su turbación la madre le diera 
el pecho a él, tampoco Nadia acepta esa comida que viene a aplastar 
su m9vimiento -de envidia ante lo que aparece como la imagen de.Ia 
pleriifud del . otro y su satisfacción antes que como el objeto-comida 
en cuanto. tal;. En· este divtlrcio entre el objeto··· y la :imagen que des-
pierta su eíividia, se pone en evidencia con toda claridad que a pesar 
del hasta" entonces permanente "ahogo de su demanda, llevada al nivel 
de satisfacción de una necesidad, Nadia ha salvaguardado una dimen-
sión de su ·relación con el objeto-comida que implica no solamente al 
adulto sino al otro niño, poniendo entre paréntesis lo Real del ob-
jeto. 
Es lo que define precisamente a la inviáia, que sólo puede mani-
festarse en el campo escópico y que ·sella la persistencia · del. deseo de 
Nadia. Su deseo está en esa relación peculiar con un· objeto que sólo 
excita su codicia cuando es objeto de otro niño, y que en ningún caso 
puede satisfacerla. Este objeto en relación con otro y que debe man-
tener a distancia, ¿no es ya el objeto "a", el del deseo, del que:habla 
Lacan? · 
Este distanciamiento del objeto aparece con toda claridad en Na-
<Ua desde la escena inicial, con un tipo de aprehensión vacilante se-
¡Wida por el reflejo de abandono. ¿No muestra acaso con ese gesto 
que el objeto, · que. a pesar de todo la atrae, sigue siendo para ellacompletamente inadecuado para satisfacerla?: . de .la satisfacción ella 
., 
2o 
1 
J 
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EL PEQUEf-lO OTRO 
sólo conoce la dimensión de la necesidad, es decir de lo Real, de la 
«cosa», «das Ding», a la que le falta estar inscripta en una relación 
con el Otro inexistente para ella para que ella encuentre en eso una 
satisfacción. Se ve reducida al retiro total de demanda, y a no poder 
mantener su deseo sino en el vacío del objeto que abandona; o en la 
invidia. 
En la relación física se trata del mismo proceso. A veces se le 
escapa un movimiento de demanda, cuando me tiende un brazo, e 
incluso los dos; pero no puede tolerar que la tome en brazos ni que 
la toque, así como tampoco soporta su relación con el objeto, como 
si el peligro estuviera en que yo responda a sus esbozos de demanda: 
la manipulación real de su cuerpo, que le resulta tan conocida, la ha-
ría perder su deseo. 
Este es el sentido del limite que me impone y que respeto en las 
relaciones físicas; éste es también el sentido de su empeoramiento a 
lo largo del primer mes: se encuentra en un callejón sin salida, al no 
poder dirigirme su demanda sin encontrarse con lo Real de los cuer-
pos que borraría su deseo; deseo que a pesar de todo ella salvaguar-
da dramáticamente, en el último bastión que le queda: la pulsión .es-
cópica donde se manifiesta la invidia. 
Fuera de esas situaciones, la mirada que Nadia lanza a su alrede-
dor está llena de una curiosidad que no expresa ningún sentimiento 
de pérdida, como si esa mirada la protegiera y llevara consigo todos 
los objetos que ella ve. «Lo específico del campo escópko, dice Lacan, 
es que la caída del sujeto no se percibe en él, porque se reduce a 
cero.l).. Nadia se ha refugiado en lo escópico que la protege de una 
pérdida irremediable y de la muerte: sólo su mirada está viva. 
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2 
EL GRAN OTRO 
EL OBJETO SEPARABLE 
16 de octubre-7 de noviembre 
O O En los días siguientes, sola frente a mí, está anonadada, con-
siderablemente replegada en sí .misma. , Hasta su olor evoca algo 
de ~uerte, debido a su qtorrea y a su diaxrea permanentes. 
. Sin embargo la llevan al jardín. Está señt~da en el suelo 
con;¡o los demás, y lie balancea . con aspecto doliente. Me acerco 
a ella pero paxece ~gnorax mi presencia. Su pürada . se apaga. 
Me siento detrás de ella. Reacciona como de costumbre 
cuando otro niño quiere apoderars~ del cubo que coloqtJ..é a su 
lado: lanza ~ grito lloroso, se echa hacia atrás, contra mis pier-
nas, se . vuelve hacia mí y me tiende un brazo, sólo uno. Es su 
primera demanda auténtica ante m,í, pero .. es preciso advertir 
que esa demanda ha sido desencadenada por la sorpresa que le 
ha producido la agresi6n del otro. .· 
El 23 de octubre me siento en el suelo cerca de ella. No 
hace nada; cerca de ella hay un cubo. Su mirada es mortecina, 
. tiene muy mala caxa. Le sonrío pero no la toco. No responde y 
me mira sin que ningún sentimiento se refleje en su .. rostro. Pa-
rece indife¡;ente. . 
Otro niño se acerca a mí. Entonces me tiende los brazos, 
primero con vacilación, después los mantiene tendidos; pero las 
manos están vueltas hacia atrás, con las palmas hacia axriba. 
La pongo sobre mis rodillas. Me. mira largamente, esboza 
una sonrisa, después empieza a explorarme la boca con un dedo . 
. Al cabo 'de UD tiempo, sonríe francamente. 
23. 
NADIA O EL ESPEJO 
O O De nuevo otro niño se acerca a mí y me toca. Ella se echa 
hada atrás, poniendo de manifiesto un gran disgusto por d con· 
tacto de ese niño. Se crispa y su rostro se cierra. En cuanto d 
niño se aleja, se relaja y rean.uda la exploraci6n de mi boca 
riéndose. · 
Má¡ tarde, a la hora de cenar, está instalada en una sillita. 
Se balancea violentamente sosteniéndose con las dos manos en 
el borde de la mesa. Termina por deslizarse debajo de la mesa, 
sin tocar el trozo de queso que tiene delante de ella. Cuando me 
acerco me sigue con los ojos sin dejar de mirarme. 
Al día siguiente, 24 de octubre, quiso venir a mis brazos y 
explorar mi boca; ,por primera .vez, balbucea un poco. Le tien-
do un cubo y se apodera de él. Lo conserva, pero lo sudta en 
cuanto un niño se cuelga de mi bata, con el inismo movimiento 
de rechazo de antes. En ese momento e!; · presa de un ·reiterado 
. parpadeo, como un tic, que no se le volverá a repetir:· Si lo 
anoto e's porque ' constituje tm indicio invalorable; a cada mo-
mento,' en su rdaci6ii conl:i:rigo o con C:ualqillerotro ad~to, tiene 
una viva' reacción de· violencia contra sí ·misma •'eri cuanto otro 
.. niño aparece en su campo, para apoderarse de un objeto o p~a 
tocarme: · nó puede' tolerar · verlo. · - ' 
:··: . . . •' 
A partir del 25 de ·octubte ya .rio 1a bajan al jardín, en pri-
mer lugar porque está enferma, y ·además" porque la ·colectivi-
dad no le proporciona más que téb.si6n ñemósa; cómo lo ates-
tiguan su mirada que se apaga y su balanceo. · · 
El 27 de octubre la sesión tiene lugar, como las anteriores, 
en el dormitorio, donde hay siete camas. ,Nadia sonríe desde 
que entro, y me reconoce muy bien. Cuando ve que tomo la 
silla para sentarme cerca de ella se ríe balbuciendo. Se acomoda 
.n lo alto de la al1:nohada y después de algunas vacilaciones se 
indina y pone su dedo en mi boca. 
Quiere que la ponga sobre mis rodillas. Pero repentinamen-
11 loNtro se cierra y se crispa cuando sin darme cuenta pon-
HI-' h1 11111110 110bre el borde de la ·cama de al lado, que está va-
dll, tl.u l t~ <¡111' l o~ demás niños están .en el jardín. Comprendo 
1.-, '"" • 111 n i,. y y11 no rango la. mano en el ·borde de 1a otra 
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EL GRAN OTRO 
O O cama, entonces Nadia vuelve a mostrarse muy activa y se . ocu-: 
pa de mí. 
Toma mi lápiz, que sobresale del bolsillo de mi blusa, lo 
arroja al suelo, lo mira para que yo lo recoja y se ríe a carca-
jadas; al mismo · tiempo tiene diarrea. Una enfermera viene a 
cambiarla; Nadia llora buscándome con la ~mirada. Deja de llo-
rar en cuanto me acerco de nuevo a ella y reanuda su juego con 
el lápiz, riéndose a carcajadas. 
Al día siguiente, · 28 de octubre, continúa' su contact-o con-
migo. En cuanto me acerco a ella se agita, hunde su dedo en 
·mi . boca, lo chupa y vuelve a ponerlo, después pasa a mis ma-
nos, que · roza con sus largos dedos. Entonces toma uno de mis 
dedos, lo sacude, y se detiene bruscamente, co~o si la descon-
certara el hecho de no poder hacer coino .con· el lápiz: separarlo 
y arrojarlo para que yo lo recoja. Y a no saoe qué hacer. Sus 
movimientos parecen pedirme que la tome, pero cuando le tien-
do los brazos su rostro se crispa y se da vuelra poniendo sus 
brazos hacia atrás. No insisto en mi invitación, entonces puede 
volver a explorar mi cuerpo alrededor de mi .boca, mirándome 
largamente y con mucha ansiedad . . · 
El médico que llega atrae su atención. Se concentra muy 
rápidamente, se pone el pulgar en la boca y la otra mano contra 
la mejilla, como si en presencia de un tercero se apartara de mí. 
El 1.0 de noviembre está en su cama, tiene fiebre; mira mis 
manos pero no puede decidirse a tocarlas. Cabría decir que en 
lugar de ellas toma un juguete, i.J.n elefante de caucho, lo tira · 
para que yo lo recoja, se ríe. En determinado momento se da 
un golpe con él sin querer y llora. Me tiende los brazos; la 
tomo· en mis rodill~s; en seguida explora mi boca con i.rna gran 
ansiedad-. Como había hecho con mis dedos, tira de mis dien-
tes; y como si no lograra lo que busca, me golpea bastante vio-
lentamente en la boca, con una expresión tensa y crispada. En-
tonces cae en una gran tristeza y pone su cabeza sobre mi hom-
bro, aferrándo'se con las dos manos a mi blusa. · 
Bruscamente vuelve a mi boca, pone en ella un dedo, des-
pués toda la mano, mirando siempre para otro lado: es dema-
siado, se queda petrificada. 
25 
NADIA O EL ESPEJO 
O D El 3 de noviembre por la mañana cambió de habitación. La 
encuentro bastante mal; tiene muy mala cara, y un aire an-
sioso. Me tiende :losbrazos pero con las manos levantadas. Está 
sentada en la almohada, una pierna cruzada sobre la otra, y se 
sostiene un pie con la mano. Rehúsa todo contacto. 
Cuando llego a la hora de la siesta me sonríe. Le tiendo los 
brazos y se inclina hacia mí. 
Por primera vez la llevo a una habitación que no · es su dor-
mitorio -la habitación contigua- como resultado de una de-
cisión que el equipo encargado de ella tomó el 31 de octubre: 
confiármela para que prosiga lo que parecen ser los prelimina-
res de un tratamiento analítico, .y no ya una simple obserVación. 
Las condiciones de la observación han reforzado ciertas reac-
ciones de Nadia. Pero . a pesar de la.s circunstancias desfavora-
bles, en el curso del mes de octubre se ha .establecido entre 
ella y yo una relación que le permite aceptar venir sola conmi-
go a esa habitación nueva, para la primera sesión . indi~idual de 
su tratamiento. Sin embargo manifiesta cierta reticencia, .como 
lo demuestran sus braios alzados y las palmas de sus manos vuel-
tas hacia arriba cuando la llevo. 
La pongo en una cama con una muñeca de trapo y un animal 
de hule. Me siento al lado de la cama y acerco los juguetes. Dejo 
la puerta abierta sobre el pasillo. 
T ama el animal, lo suelta, vuelve a tomarlo, lo pone contra 
mi boca, después contra la suya . balbuciendo un poco. Sin em-
bargo sigue tensa. La segunda vez que pone el juguete contra 
mi boca lo beso; ella parece sorprendida, se lleva el animal a la 
boca, lo lame, después vuelve a ponerlo contra mi boca, tra-
tando al principio de introducirlo en ella, y dejándolo después 
contra mis labios: lo beso. La mano de Nadia está tan cerca que 
el beso es mitad para el juguete y mitad sobre su mano. Se lleva 
el animal a la boca, mirándome primero ansiosamel)te, y después 
sonríe. Repite varias veces ese ,juego. 
En ese momento llega una enfermera que le trae la merien-
da: es una papilla. Nadia cierra obstinadamente la boca ante la 
cuchara, mirándome. Después, dada la insistencia de la enfer-
mera, se deja llenar, con la mirada ausente y baja. 
Una vez que la enfermera se ha ido, Nadia toma la muñeca 
que está a su alcance, la agita mucho, pone la m.ano de la mu-
26 
1 
EL GRAN OTRO 
D O ñeca en su boca. Trata de arrancar la mano con los dientes, no 
lo consigue, y muy crispada, con expresión de disgusto, golpea 
a la muñeca y la arroja al fondo de la cama. 
Después quiere volver a mis rodillas y me pega en la boca, 
esa boca a la' que .siempre vuelve, y que como hemos visto es 
tanto la mía como la suya. 
Los días siguientes prosigue la elaboración de su relación 
conmigo a través de un pollito de felp·a, pero siempre para in-
terrogar mi boca y la suya, sucesivamente, apretando el objeto 
contra ella. 
Es preciso creer que ese juego convierte al pollito en objeto 
manipulable: no solamente Nadia no lo suelta con su reflejo 
habitual de abrir la mano y realiza firmemente su deseo de que 
yo lo bese, sino que además es capaz de separarse de él y arro-
jarlo enérgicamente para que yo lo recoja. Envuelta en su juego, 
también es capaz cie tocarme los cabellos cuando me inclind a 
recogerlo, de ponerme el dedo en la oreja, y de acariciarme des-
pués la mejilla .con su mano, durante tin rato. Pero en ese mo-
mento se crispa y se pone ansiosa. 
El 7 de noviembre, en UIJ. juego con el mismo pollito, podrá 
tocar mis manos guiando el juguete hacia ella, sin ansiedad: se 
·ríe, gozosamente conmovida, con los ojos brillantes y agitando 
las piernas. El juguete es el intermediario· necesario para acep-
tar mi contacto y · gozar de ·él. 
Arroja al suelo el · pollito y toma el auto verde con el cual 
me pega en la boca balbuciendo, trata de introducírmelo en la 
boca, en vano, y hace ir . y venir el auto entre su boéa y la mía. 
Arroja el auto, después se interesa por una muñeca a la que 
toma y la pone en ·mis rodillas. Acaricio y acuno · a la. muñeca. 
Mientras tanto Nadia se ·ríe y se agita. Después vuelve a apo-
derarse de la muñeca e inspecciona sucesivamente sus dos bra-
zos, como si tuvie:a que verificar que siguen siempre allí. Al 
cabo de un tiempo reproduce sobre la muñeca, con aire con-
centrado, lo que yo acabo de hacer: la acaricia, la besa y la 
acuna. Después se detiene, con el rostro tenso, tironea la falda 
de la muñeca para bajarla y la arroja. En ese momento está muy 
conmovida, me pone un dedo en la boca, como de costumbre. 
27 
NADIA O EL ESPEJO 
I:J O La escena siguiente tiene lugar a la n_oche del mismo día, 
después de cenar,. cuando _vuelvo a pasar por su habitación. Na-
dia me sonríe, le tiendo el bizcocho que es su postre. Lo toma 
y lo sut:lta inmediatamente _dos veces· consecutivas. Me tiende 
los b~azos; la levanto~ Entonces ·logra conservar el bizcocho y 
lo lleva a mi boca. Muerdo un pedacito. 
Vuelvo a ponerla en la cama y allí vomita. Pero debo aña-
dir que vomita mientras le vuelvo la espalda . para irme, y so-
bre todo cuando le digo algo a otra niña a quien con.ozco. 
.Me doy la vuelta, ella sonríe ligeramente, se deja cambiar 
por la enfermera, siempre sonriendo, y cuando me acerco para 
saludarla me pone su dedo en la boca, después de haber pasado 
furtivamente su mano por mi mejilla. 
. o 
En la primera etapa de este período, entre el 16 y el 27 de octu-
bre, yo empiezo · a existir para ella · a través del pequeño, . otro. E~ 
efecto, basta ·que en su campo aparezca otro niño y se apodere del 
cubo que yo había puesto a su disposición sin dárselo para que ella 
se vuelva a mí y me tienda un· brazo, primero. O que otro niño me 
toque: ella, que un momento antes parecía ·indiferente. a mi presencia, 
me tiende· los brazos, los .dos esta.vez. En cambio, cuando está en mis 
brazos y explora ·:ini boca se echa hacia atrás y se aparta ,de mí si otro 
niño. se .acerca y me toca. O bien, en .cuanto un niño se prende de 
mi bata, arroja el cubo que yo le había. dado. 
De modo que es el otr9 niño quien. la. lleva . hacia el adulto que 
soy yo; es el pequeño otro quien la. conduce al gran Otro: en, la me-
dida en que el pequeño ·otro siempre puede venir a quitarle el pbjeto 
de ese gran Otro -sobre mí, sobre mi :cuerpO-- y ~atisfacerse; lo 
cual la deja a ella excluida: .como cuando ,la enfermera-le da de comer 
a otro niño en su presencia, Una escena que aparece a cada momento 
ante sus ojos-en su vida en la institución. Su reiterado parpadeo del 
24 ·de octubre es suficientemente significativo ,de que ella no soporta 
el espectáculo. · · 
La escena del 27 de octubre ,..,..-cuando retiro la mano del borde 
de la cama del vecino cuando éste no está allí- será resolutiva en 
cuanto a la presencia turbadora y fascinante del otro niño. La prueba 
s, en efecto, concluyente, 'dado que ella vuelve a sonreír en cuanto 
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EL GRAN OTRO 
retiro la mano, es decir, en cuanto me separo del otro. Y como ese 
pequeño otro no está en su cama, se trata de su huella; una huella 
que anulo al retirar mi mano. 
Si asociamos esta escena con la anterior en la cual el adulto d~ba 
de comer al bebé, y en la cual lo que .excitaba .eJ deseo de Nadia na 
era la comida sino la relación del niño con el adulto, su satisfacción 
proviene de que me separo no de un niño sino de su huella. Lo cual 
coloca al otro niño . en el mismo registro que la comida: es tal la exi-
gencia de Nadia que. para ella ese registro de objetos ya es simbólico. 
En este marco, d hecho de retirar mi mano de la cama del vecino 
tiene un valor de interpretación y me coloca en primer plano, ~n tan-
to que Otro que puede separarse .de un objeto, es decir., _marcado por 
una· ausencia. Por primera. vez Nadia se . encuentra. con un adúlto a 
quien puede faltarle el pequeño otro. _ El .otro y Otro que hasta en-
tonces e.staban para ella escópicamente a,dherido.s ·se separan . 
Es la última. vez q1,1e Nadia se siente destrclda y anulada ~te 
ot;ro niño. Ya no _perderá el contacto coD.migo en presencia d~ otro 
(con excepción de la escena del 10 de diciembre).· 
En ctianto reanuda su actividad despu~ de verme retirar mi' niano 
de la cama de al_ lado, reproduce la ¿,peración de separación sobre mi 
euerpo. Toma el lápiz del bolsillo de mi blusa y lo arroja para que 
yo lo recoja, lo que la hace reír. · .. 
A partir del 28 de octubre, esta experiencia tiene un efecto radi-
cal sobre el h¡illazgo de su autoerotismo oral. Hunde su dedo en mi 
boca, lo chupa, vuelve a empezar, como si el objeto erótico sacado 
de su propio cuerpo no pudiera cumplir esa función sino en relación 
con el hueco de mi boca. El objeto-dedo no excita su boca sino con 
la· condición de que esté en el lugar del objeto que me ha quitado, 
que me ha hecho perder: el otro niño o mi lápiz. 
En la misma sesión se confirma .que 1o que Nadia busca es ·el ca-
rácter separable del · objeto en cuanto tal, cuando tira de_ uno de mis 
dedos, lo sacude y se desconcierta al no podei: hacer con él lo que 
hizo con el lápiz. ElLo de noviembre, al explorar mi boca y tirar en 
vano de uno de mis dientes, busca la misma «separabilidad». Enton-
ces me pega en la boca. 
El objeto es erótico o autoerótico sólo en el caso de que sen Re· 
parable, caduco¡ y esto en los diferentes niveles pulsionales, snlvo en 
el nivel escópico, donde no aparece el carácter separnble. Pntn que 
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11 
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NADIA O EL ESPEJO 
un objeto sea un objeto de deseo, para provocar el deseo, tiene que 
ser «separable de mi cuerpo». 
No es el caso de la comida para Nadia. Lo demuestra en la· sesión 
del 3 de noviembre, cuando rechaza la papilla que una enfermera 
quiere darle: lo manifiesta cerrando obstinadamente la boca mientras 
me mira; sólo pUede aceptar ese objeto bajando los ojos y con mirada 
ausente, sin mirarme más, pasivamente. Reanuda su actividad sola-
mente des¡més de que la enfermera se haya marchado, cuando trata 
de arrancar con sus dientes ·una ~ano de la muñeca ; prueba en la mu-
ñeca lo que le falta a la comida para .ser objeto de deseo y de satis-
facción: ser un objeto separable del cuerpo del Otro. El objeto desea-
do no es la comida, es la mano que da ·de comer. 
Su relación ccmmigo pasa al primer : plano; da vueltas alrededor 
de mi boca, como un sido, una abertura q'Ue ha descúbierto· en · mi 
cuerpo; aunque Nadía intente crear por sí misma otras tirándome del 
dedo o · de los dientes. Pero esa b'oca; esa abertura, no tiene que lle-
narse; cuando el 7 de noviembre por la noche muerdo · el trozo de 
bizcocho que me h~ ·puesto en la boca, es ella la que vomita --eri el 
transitivismo en juego entre ella y yo-: como si no pudiera tolerar 
que el más mínimo objeto· venga a llenar la abertura de mi boca. Ese 
objeto que me he comido es la irrupción de un Real entre ella y yo, 
que la remite al momento anterior, al momento en que yo había 
puesto mi mano en el borde de la cama de al lado. Aquí estoy verda-
deramente llena, no por el pequeño otro, sino por el objeto en cu~s­
tión entre el adulto y el niño ·en la invidia. Es ·cómo un· efecto de 
revelación del objeto en cuestión entre ella y yo. Si .es ella quien vo-
mita es evidentemente porque no :puede hacer¡:ne vomitar a ·Óú; . pero 
el .transitivismo es suficientemente signiP.cativo de que ya . está en 
marcha ·la identificación entre su cuerpo y el mío, ima. pri.tUera forma 
de identificación ariterior a toda búsqueda de objeto sobre el cuerpo 
del Otro. Lo. que surge es la exigencia del agujero en. el cuerpo del 
Otro, y Nadia 1~ re¿tablece a través del trapsitivismo. . .. 
Además ella no vomita sin qtie la pérdida .de mi- ;m.~da, atraída 
en ese momento por otro niño, demuestre el estrecho Vínculo entre 
los ojos y la boca. P~ro ~a no puede establecer todavía ese vínculo; 
o lo hace a través de una relaCión de exclusión: o bien me mira y no 
puede absorber la comida, o bien no. absorbe la comida sino apartan-
do de mí y del mundo exterior la mirada. Para ella todavía no -hay 
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EL GRAN OTRO 
intrincación ~¿tal vez hay desintrincación?- entre la pulsión escó-
pica y la pulsión oral. 
El objeto pulsional no se revela en la mirada. La comida lo reve-
la pero prolu'be la mirada, cuando Nadia come la papilla; y cuando 
me da un trozo de bizcocho, mi mirada que se aparta revela ese ob-
jeto pulsional en la comida y prolu'be lo oral. 
Surge allí una orden doble: «¡No verás el "a" y tampoco lo con-
sumirás !». Cabría añadir: «Comerás la comida ·sin saber que llevas 
en la mirada el "a", causa de tu deseo». 
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3 
LA PULSION ESCOPICA 
«HACERSE VER» 
.. 9, 10 y 12 de noviembre 
DO Puse una cama en la habitación donde tienen lugar la~ se-
siones,' dada la importancia que tiene este objeto para Nadia. 
En · efecto, en su cama ·era donde su mirada era más vivaz al co-
mienzo . Al mismo · tiempo puede apoyarse en el borde de la 
cama, adonde se agarra con las manos. 
El 9 de noviembre, cuando llego al dormitorio por la maña-
na, duerme. Duerme. boca arriba, con los brazos .encima de la 
cabe;z;a,las manos abiertas, las palmas hacia arriba. Su carita con 
los ojos cerrados, con las ojeras más pronunciadas en el sueño, 
me recuerda tanto a la muerte que me impresiona. Vuelvo a la 
hora de la siesta. · 
Una vez q11e la he puesto en d diván, toma un autito verde; 
. pero lo abandona, varias veces consecutivas, eón su reflejo de la 
mano. Termina por .tomarlo y conservarlo .riendo a carcajadas; 
lo pone contra s:u boca, después contra la mía, me golpea con 
bastante Íqerza, riéndose. Después arroja el auto para tomar el 
pollito, con el que hace el mismo juego, lo pone contra su boca, 
después contra la mía, aprieta también su mano contra mi boca 
gorjeando alegremente. 
Después toma la muñeca y me la tit:;nde. Pongo a la muñeca 
en mis rodillas y la acuno . Entonces Nadia la toma de nuevo, la 
·mira, la echa en la cama y quiere venir a mis rodillas . Está un 
poco ansiosa, después gorjea; por primera vez, su mirada es viva 
y muy "expresiva. Pone su dedo en mi boca, inspecciona mis 
.. blusas, apárta un poco el cuello de mi ropa para arañarme con 
33 
11 
NADIA O EL ESPEJO 
O O expresión grave y tensa. Quiere volver a su cama, toma a la mu-
ñeca, me la tiende. La acuno; ella vuelve a tomarla después de 
hacérmela besar, y con ella quiere volver a mis rodillas. Se de-
dica un poco a la muñeca, la lame, hace que yo la acune de nuevo 
antes de arrojarla. Entonces me mira y trata de saltar, como si yo 
la hiciera saltar sobre mis rodillas, riéndose a carcajadas . La hago 
saltar; se pone todavía más contenta, se inclina hacia mí y la beso, 
cuando tiene la cabeza apoyada contra mi pecho. La apoya varias 
veces, y cada vez se queda un poco más de tiempo. Sin embargo, 
siempre está alerta a la posición de mis manos alrededor de su 
cuerpo: no deben tocarla, y hago lo estrictamente necesario para 
mantenerla en equilibrio . 
Cuando vuelvo a ponerla en el diván me tiende los brazos, 
con las palmas de las manos hacia arriba, como de costumbre, 
1>onríendo tímidamente. Está inquieta, y cuando la dejo tengo la 
ll:J.presión de un choque, hasta tal punto es evidente que se ha 
quedado atrás· respecto de lo que quería en el curso de esta 
sesión. 
El 10 de noviembre, mientras la enfermera la cambia, me 
tiende continuamente la mano, riéndose, ·pero no llega a tomar 
la que yo le tiendo. 
En la sesión, desde que está en la cama, se vuelve · a mí, 
salta riéndose y mirándome. La pongo sobre mis rodillas: quiere 
que la haga saltar mientras .manipula un pollito de felpa. 
Le tiendo un bizcocho; lo toma con muchas vacilaciones, y 
después muy rápido lo suelta con su mecanismo habitual. Lo 
recojo y hago como que se lo doy a la muñeéa. Nadia lo vuelve 
a tomar, lo pone contra mi boca; muerdo un trozo; lo mira, des-
pués vuelve a soltarlo. Vuelvo a ponerlo en mis rodillas, peroella ya no se ocupa de él. Siento que está tensa y ansiosa; vuelve 
a tomar el pollito sonriendo im poco, acurrucándose con fuerza 
contra mí durante-unos instantes. 
En ese momento entra en la habitación otra niña; Nadia se 
interesa mucho por ella, pidiéndome siempre que la haga saltar 
sobre mis rodillas. No vacila en tocar a la otra nena: le tira un 
poco del pelo, le pasa la mano por la mejilla. Entre un gesto y 
otro me mira, mientras la hago saltar. Al mismo tiempo hace con 
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LA PULSION ESCOPICA 
e o su boca el movimiento de besar; la beso una vez, pero me re-
chaza. A partir de entonces se muestra agitada y ansiosa. 
La llevo a su habitación, donde se balancea cuando me voy. 
El12 de noviembre me entero de que Nadia, por la mañana, 
se ha negado espontáneamente a tomar su desayuno si no era 
en el biberón. 
Comienza la sesión en su cama. Mira los juguetes y salta· de 
alegría mirándome. Arroja el auto al suelo, y después el bizco-
cho, y me tiende los brazos para venir a mis rodillas. Allí quiere 
que la haga saltar y que la bese; después se inclina y toma uno 
a uno los juguetes de la cama para echarlos al suelo. 
Por primera vez, quiere que la siente en el suelo, donde es-
tán los. juguetes y el bizcocho. En el suelo se muestra radiante, 
agita las piernas mientras me mira. Está muy activa; recoge los 
juguetes, los coloca sobre una silla baja que he dejado libre para 
ir a sentarme en el suelo con ella. Incluso se arrastra para apode-
rarse de los juguetes que están un pace;> lejos. Está a la vez en 
contacto conmigo y feliz de estar sentáda en el suelo. 
Terminada la sesión le pido a la enfermera que lleve a Nadia 
un poco con los otros, pero que observe si ella lo tolera y no 
insista si se pone ansiosa. 
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Estas tres sesiones conciernen al tránsito de la invid.ia a la pul-
sión escópica propiamente dicha: «hacerse ver»; no dejan de demos-
trar las implicancias estructurales de ese tránsi~o . 
En un primer momento Nadia utiliza sucesivamente dos objetos 
a ~os que aborda de manera diferente, y cuyo futuro no ha de ser me-
nes diferente: un autito verde y un pollito de felpa. 
En la sesión del 9 de noviembre el auto aparece como un objeto 
imposible, a juzgar por el hecho de que no puede asirlo sin verse obli-
ga:fa a soltarlo con el mecanismo habitual; sólo confrontándolo con 
su 'Soca y después con la mía puede conservarlo, riendo a carcajadas. 
En seguida me golpea con él en la boca, riéndose siempre: de lo im-
posible a la risa, el auto se ha transformado en otro objeto, y puede 
jugar a negármelo. 
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NADIA O EL ESPEJO 
En cuanto al pollito, . es menos extraño, puesto que .. al oprimirlo 
contra mi mejilla se pone en su lugar, apretando también allí su 
roano; entonces ya no me . pega en la boca, sino que gorjea alegre-
mente. 
La diferencia entre .estos objetos proseguirá: el auto servirá siem-
pre para pegar, para hacer .. ruido y" hacerse escuchar, mientras que el 
pollito conservará su papel de mediador, para abordar o apartar otros . 
objetos como el biberón., 
Nadia da el paso siguiente ·con la muñeca, cuando la toma y me la 
da en el momento en que está en su cama. Yo contesto: .pongo a la 
muñeca en mis rodillas y la acuno. Entonces Nadia toma ese lugar 
en mis rodillas; arrojando a la muñeca a la cama que acaba de aban-
_donar. · Gorjea. . 
En realidad, ocupa el sitio del hueco que instaura en. mi cuerpo, 
de la ausencia que ha generado en mí 'al privarme de algo: la muñeca; 
o bien el pequeño otro a quien separó. de mí el 27 de octubre, o mejor 
dicho de quien yo me separé para satisfacer su deseo, al retirar mi 
mano del borde de la cama. 
Se perfila un rasgo de estos objetos: el auto, el pollito, la muñeca; 
no tienen nada que ver con una necesidad, sino-con la demanda de 
Nadia. Su función de mediación les confiere una dimensión significante 
que queda en evidencia en la repetición a la que dan lugar en la rela-
ción de Nadia conmigo. 
Esta relación no se resume en una entrada en juego de los signi-
ficantes. Nadia se ve llevada en sentido pulsional a dirigirse más direc-
tamente a mi cuerpo a través de una necesidad estructural, 'que hace 
al objeto partícipe simultáneamente del significante y del cuerpo del 
Otro; al inspeccionar mi blusa, aparta un poco el cuello de la blusa 
para arañar mi cuello. En ese momento no se ríe ni gorjea, y tiene que 
huir. ¿De qué huye, sino de lo Real de nii cuerpo? Lo que busca en 
mi cuerpo es el objeto que mi cuerpo :llevaría ·y que sería . separable 
de él, como él pequeño otro y ellápíz que 'ellii' separó. Los intentos 
que hizo con mi dedo y mis dientes han subrayado el carácter separa-
ble del objeto que ella busca. 
Desde ahora podemos anticipar que esos objetos constituyen un 
obstáculo contra el cual Nadia choca constantemente. ¿Cuál es su 
condición? Esos objetos son reales porque están allí, sobre· mi cuerpo, 
y ella lo sabe. Permanecen siempre en el mismo lugar,· y cualesquiera 
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LA PULSION ESCOPICA 
sean los objetos sustitutos que ella introduzca en su juego, se vc:tá 
remitida siempre a ellos. Pero también son significantes, en la mcdidn 
en que la imposibilidad de alcanzarlos los convierte en objetos veda-
dos, con lo cual pasan de la condición de . Real a la condición de sig-
nificante: «La prohibición es uno de los medios más s.eguros y . más 
cortos para elevar lo Real a la dignidad de significante».1 
Como todavía no puede acceder a esos objetos separables en mi 
cuerpo, Nadia ·vuelve al objeto anterior, la «muñeca-pequeño otro» 
que me tiende y de la que vuelve a apoderarse para lamerla, arrojarla 
después, antes de volver a ocupar su sitio sobre mis rodillas, 'esto ·es, 
siempre el sitio del niño en las rodillas del adulto, donde los cuerpos 
están unidos. Pero a propósito de la muñeca aparece un elemento nue-
vo: la h~ lamido después de hacérmela besar, de modo que la ha con-
vertido en objeto real. 
A partir de entonces se pone en actividad: trata de saltar sobre 
mis rodillas; la hago .saltar y Sf! ríe a carcajadas. A continuación hemos 
de ver la importancia del dominio motriz. La motricidad activa se aso-
cia a ¡a búsqueda del objeto · sobre mi cuerpo, que Nadia prosigue 
apoyando su cabeza contra mi pecho varias veces y cada vez durante 
más tiempo·. ' 
Insiste en que la haga saltar. Pero vigila la posición de mis manos, 
que no tienen que tocarla, así como ella no tiene que tocarme cuando 
la llevo a su habitación (conserva las palmas de las manos hacia ru;ri-
ba): ¿no es eso una denegación de lo que trata de asir en mi cuerpo 
y que yo no debo saber? 
En la sesión del 10 de nqviembr~, frente a otra niña, Nadiá- con-
cluye el tránsito de la invidia a la pulsión escópica propiamente dicha . 
Cuando la otra niña entra fortuitamente en la habitación donde nos 
encontramos, Nadia, que está sobre mis rodillas, se interesa inmediata-
mente por ella; pero con la condición de que yo siga haciéndola saltar . 
Entonces, saltando siempre, mira a la otra, puede tocarla, acariciarla, 
mirándome tras cada uno de sus movimientos. Al mismo tiempo hace 
con sus labios un ruido de beso. 
El otro deja de .ser un mero objeto escópico, el objeto de la invidia 
sobre las rodillas del adulto. Ahora no es sólo un objeto a tocar y a 
l. J. Lacan, Séminaire del 23 de abril de 1958 (inédito), «Les formation~ 
de l'Inconscient». · 
37 
NADIA O EL ESPEJO 
manipular bajo mi mirada, sino además un objeto relacionado con la 
excitación oral, tal como lo testimonia el ruido de besó. Por último, 
hay una relación evidente con la actividad muscular, puesto que du-
rante toda la escena Nadia quiere que la haga saltarsobre mis rodillas. 
Hemos visto que el camino que va de lo escópico puro a la inttinca-
ción de las pulsiones tal como aparece aquí, ha pasado por la muñeca 
y el pequeño otro. Nadia ha reanudado activamente el cuadro de la · 
invidia. 
El carácter activo de las pulsiones conforme se manifiestan eil Na-
día se opone al carácter pasivo propio de lo escópico, en tanto fasci-
·nación del «ver», generador de la .invidid y la catatonia. De una situa-
ción en que estaba sola y pasiva ante su Visjón, Nadia pasa a una acti-
vidad que concierne no solamente al objeto sino al Otro que soy yo. 
Es como si le dijera a la otra niña: «Mira qué feliz soy en las rodillas 
del Otro (verse), cuando me hace saltar (ofrecer a la vista), entonces 
puedo mirarte (ver)» . 
Decir que se lo dice a la otra niña es un artificio, porque eviden-
temente su discurso se dirige a mí: el otro ,se ha convertido en el so-
porte de su discurso al Otro. Esta. es la diferencia -fundamental entre 
la invidia y la pulsión: el objeto ya no es un elemento de fascinación, 
sino un elemento de discurso que implica necesariamente al Otro en 
tanto sitio de referencia, incluso de inscripción, es decir de signifi-
cación. 
Otra diferencia es la puesta en juego de pulsiones nuevas . . Lo ates-
tigua el ruido de besar que hace con la boca mirando. a la otra. Pero 
la jugada pulsional oral no implica todavía sus .tres tiempos. Dado 
que no besa realmente a la otra, el ruido de beso ¿se dirige . a la otra 
niña o a sí misma? Esos dos tiempos, besar y ser besada, están implí-
citos en el ruido del beso; pero Nadia no puede soportar que yo la 
bese: cuandQ lo hago se agita y se pone ansiosa. 
Acaba de mostrar la misma reticencia en cuanto al tacto. Si tocar 
al otro y tocarse están combinados. en las caricias que otorga bajo mi 
mirada a la otra niña, hemos visto que vigila que mis manos no la 
toquen. 
Ser besada y tocada implica al Otro. Acaba de aceptarlo plenamen-
te en el «ser visto», todavía no puede aceptarlo en otros niveles, razón 
por la cual se balancea cuando me voy: me pierqe realmente porque 
no ha podido todavía aceptarme en sus «jugadas» pulsionales en tanto 
Otro. Es preciso asociar el hecho de que no pueda aceptarme a la 
38 
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LA PULSION ESCOPICA 
dialéctica escópica de la invidia que ha conocido hasta ahora, esto es, 
la de una pura mirada sin correspondencia, sin posibilidad de ser 
mirada. 
En presencia de la otra niña ha aceptado ser vista porque yo . no 
me be ocupado de la otra, sino solamente de ella, que está en mis 
rodillas. No ha dejado de mirarla, y menos aún de mirarme: la ha 
mirado a partir del «verse vista» en mi mirada. 
No es el caso del tacto, no puede descubrir su aspecto activo por-
que ~o puede alcanzar el objeto que llevo; tampoco es el caso de lo 
oral, porque por la misma razón no puede consumir el objeto del 
Otro. No puede tolerar ser hesada-comida antes de comer ella misma. 
Allí falta el aspecto activo de la pulsión: el 12 de noviembre por la 
mañana se ve llevada a establecerlo al reclamar su desayuno en bibe-
rón. El hecho de que ella lo reclame fuera de la sesión no es ajeno por 
una parte al imposible objeto de cuerpo del que soy portadora, y ¡)or 
otra a la ausencia del biberón en la sesión. Razón por la cual be de 
introducirlo desde el día siguiente en el material de ·la sesión, como 
objeto dialéctico en la relación -entre Nadia y yo. · 
El hecho de que haya podido consumir activamente ese objeto le 
hace dar un paso decisivo en la jugada pulsional, dado que a partir 
del 12 de noviembre, después de beber ~ biberón, ella es la que me 
pide que la bese, mientras la hago saltar en mis rodillas. En esa misma 
sesión pone en circulación los objetos -juguetes y bizcochos- de su 
sitio -la cama que abandona para venir a mis rodillas-- al mío: la 
silla que dejé. No se trata de los objetos en cuanto tales, sino de su 
dimensión signilicante, simbólica para Nadia en su relación conmigo . 
Se ve así libre de la verdadera cadena que era la cama para ella, así 
como yo misma, en el sitio del Otro que ocupo, pierdo una presencia 
demasiado real. 
La sesión culmina entonces en una escena· en que Nadia, feliz de 
estar sentada en el suelo, se muestra radiante y accede al goce de hacer-
se ver: saltando, arrastrándose, en estrecho contacto conmigo. Ahora 
ha pasado definitivamente de la relación con otrd al Otro, y es preciso 
advertir que ha adquirido cierto narcisismo. 
Su actividad, la movilidad de su juego, expresan suficientemente la 
brecha que ella acaba de abrir hacia un orden que es otro que el de lo 
Real. Aquí todo se ordena en una sucesión en función del espacio, en 
un nivel simbólico de presencia y ausencia, con ayuda de objetos (los 
39 
j . ;,.f1ADIA O: EL ESPEJO 
juguetes) anulados en lo que son, en cuarito tales, promovidos a la fun. 
ci6n de ~ignüicantes: se trata de un decir. 
En el curso de estas tres sesiones es preciso advertir que mis. inter-
venciones han sido muy activas, opuestas a una actitud de. espectador. 
Para resumir esta acción,. puedo decir que yo sigo de cerca a .Nadia o 
que la precedo apenas, cuando acuno a la muP.eca que me entrega .o. que 
coloca en mis rodillas, cuando muerdo un. trozo. 'del bizcocho que. me 
ha puesto en la boca, a pesar de la .experiencia anterior que la había 
hecho vomitar. Lo importante es que aunqu,e me mantenga atenta .a 
sus reacciones mi actitud no es pasiva, porque es evidente que tanto 
mi p~sividad como una actividad excesiva irían. en contra de su bús-
queda, en el nivel plllsional; nivel donde los . fines -no .el ~pulso-
están lejos .. de ser unívocos¡ activos o pasiv.os. . . 
. He sentido q1le la movili4ad de mi .actitud podía responder a su 
movilidad cuando el 12 de novi~bre, por ejemplo, creí tener · que 
deíar mi silla pa~a ir a sentar.rpe en el suelo a sulado. . . 
Es evidente que así como · no n:Í.e queclo pasiva tampoco me q\le· 
do callada, . sin por eso iD.terpretar ¡¡u conducta: hemos de 'ver la 'im~ 
portancia que tiene para Nadia escucl¡ar mi voz. 
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4 
LA PRIMERA IDENTIFICACION · 
LA RELACION TRANSITIVISTA coN EL OTRo 
13 de noviembre-8 de diciembre 
O O ·. El hecho de que el día anterior Nadia haya ·reclamado el 
bib~rón para desayunar hace que el 13 de noviembre yo intro:-
duzca en la sesión un biberón lleno de leche. 
Encuentro a Nadia con mejor aspecto. En seguida la.instalo 
eti el suelo, cosa que le encanta. 
La · primera parte de la . sesión se centra en el biberón. Su 
atención vuelve a· él a cada momento. Al pollito lo -derriba dos 
veces, después le da la espalda. De~pués juega a apretar al polli-
to contra mi boca y se hace besar . 
·Entonces trata de sostenerse sobre sus piernas apoyándose 
en la silla, pero rechaza mi ayuda, poniendo las piernas en án-
gulo recto cuando lo intento. También trata de artastrars~ . 
Viene a mis rodillas, se hace besar, toma el bizcocho, vacila, 
después lo arroja para ocuparse del biberón, al que trata de 
·atrapar mientras hace con la boca .movimientos ruidosos e inten-
sos de succión. Se lo presento. Cuando la tetina está a veinte 
centímetros de su boca, la abre y adelanta la- -cabeza. Bebe golo-
samente el biberón, como si llenara un agujero, sentada sobre 
una de mis rodillas, el cuerpo muy rígido y sin mirarme. 
La segunda parte de la sesión está consagrada al intento de 
ponerse de pie, ayudándose con la pata de la cama. Está encan-
tada y gorjea mirándome, sin huellas de ansiedad. Despu~s quie-
re que la haga saltar; en cuanto me detengo se muestra discon-
forme y ansiosa.Cuando la vuelvo a su sitio, como los demás niños estl\n en 
el suelo coloco también a Nadia en el suelo. Por un momento se: 
41 
NADIA O EL ESPEJO 
O O agarra de mí, después acepta. Verifica que sigo allí y se inte-
resa vivamente en los demás, con aire avisado; me mira de vez 
en cuando, se vuelve en todas direcciones, y llega a tomar un 
juguete de la mano de otro niño para alcanzármelo encantada. 
La enfermera le encuentra una expresión muy cambiada. 
El 14 de noviembre por la noche tuvo una otitis aguda que 
requirió una paracentesis bilateral. 
Se alegra de que la levante. En el suelo balbucea contenta. 
Sin embargo la siento tensa e irritable. El pollito es el único ju-
guete que le proporciona alegría; con él aparta violentamente al 
auto y a la muñeca, hacia la cual parece alimentar .una gran hos-
tilidad. 
Mira varias veces el biberón pero no lo quiere. Quiere venir 
a mis rodillas, pero allí está tensa e inquieta; sonríe fugazmente 
cuando se hace besar. Quiere que la haga saltar en mis rodillas, 
pero en seguida se crispa. 
Entonces vuelvo a llevarla a su habitación y me quedo cinco 
minutos al lado de la cama: mi presencia parece tranquilizarla. 
Se aísla conmigo, balbucea y gorjea . 
El 16 de noviembre la encuentro en el suelo con los demás 
niños, y un juguete en la mano . En cuanto me ve sonríe radian-
te; y por primera vez trata de arrastrarse hasta mí; pero se des-
plaza muy poco. Me tiende los brazos, con las manos tendidas 
hacia mí; la levanto y ella apoya la cabeza contra mi mejilla. 
Desde que comienza la sesión la siento ansiosa; sin embargo, 
me . reclama diferentes contactos: venir a mis rodillas, que la 
tome en . brazos por primera vez; pone s~ cabeza contra mi me-
jilla, una mano sobre mi hombro y un brazo alrededor de mi 
cuello. Me mira sonriendo, se hace besar y da palmadas en mi 
hombro. 
Su rostro se crispa, quiere volver a mis rodillas; con· los bra-
zos alzados y las palmas hacia arriba vigila la posición de mis · 
manos, golpeando con un juguete la mano más próxima; la reti-
ro, entonces me mira y sonríe. 
Su ansiedad, subyacente siempre, de vez en cuando se hace 
ostensible .. La expresa. de otra manera que en otras ocasiones: 
mira en todas direcciones dentro de la habitación, también tras 
42 
LA PRIMERA IDENTIFICACION 
O O ella, y de vez en cuando vuelve a mi cara. Entonces la vuelvo a 
su sitio, vuelvo a ponerla en el suelo, donde casi inmediatamente 
se interesa en los demás. 
En cuanto a su ansiedad, la sesión de hoy me ha hecho pen-
sar que se manifiesta a través de dos actitudes diferentes, según 
que el origen de la ansiedad sea interno o que la provoque más 
directamente yo. En el primer caso Nadia me mira ·intensamente, 
con el rostro crispado; en el segundo caso evita mi mirada, fijan-
do la suya en diferentes puntos de la habitación, con el cuerpo 
:enso y el rostro inexpresivo. 
Infortunadamente, estuve ausente durante diez días. Nadia 
me reconoce el 27 de noviembre. Tiene muy mala cara¡ _me in-
forman que durante mi ausencia padeció otra paracentesis, · La 
encuentro mucho menos sonriente, y acentúa la posición-tic de sus 
brazos. Cuando voy a levantarla se inclina hacia mí, pero con 
los brazos y las palmas hacia. atrás. 
La tonalidad de la sesión· es triste e inquieta; Nadia no pide 
nada. Toma el pollito y por un largo rato reproduce su juego, 
el vaivén entre su boca y la mía. Después advierte ·el biberón: 
Jo mira cada vez ron más frecuencia y tiende su brazo hacia éL 
Lo ace~co, pero ella se aparta y se pone a chupar el pollito mi-
rándoq¡.e. Entonces siento a Nadia sobre mis rodillas, y le mues-
tro el biberón. Vacil.a larg~ . rato antes de ácercar su boca, con 
vaivén 'de las manos y nii.dos de succión. Se pone la tetina en la 
boca y la rechaza con la lengua, mirándome con ansiedad. La beso 
canturreando, bebe golosamente el biberón. Después descansa 
1a cabeza contra mí mirándome con iilquietud; también mira con 
:msiedad el biberón vacío. 
Cuando la llevo a su cama quiere que vuelva a levantarla 
en brazos por un momento. En el curso de la sesión sólo se re-
lajó cuando bebía el biberón, aunque uno de sus brazos quedó 
crispado y echado hacia atrás. 
El28 de noviembre, cuando .llego a buscarla, Nadia acaba de 
sufrir una paracentesis bilateral. Tiene la cabeza vendada, y su 
rostro está crispado. Cuando me acerco a su cama levanta los 
brazos, pero con las palrnas hacia atrás; y cuando le tiendo los 
43 
NADIA O EL ESPEJO 
ll J brazos para levantarla no inclina el cuerpo hacia mí como hacía 
antes de mi ausencia. 
La llevo. Sentada en el suelo como de costumbre está tan 
qi.spada, tensa, los brazos alzados, inmóvil, mirándome fijamen-
te, que la ' pongo en mis rodillas. Entonces su mirada se vuelve 
menos tensa, pero recobra pronto su expresión del comienzo y 
sus brazos siguen levantados. Como me parece que sufre física-
mente, la acuno dulcemente canturreando y hablándole de su do-
lor. Se relaja poco a poco, apoya la cabeza contra mí, baja los 
brazos, pero sus manos y su cuerpo siguen crispados. Por un 
momento su cuerpo se abandona: se acuesta casi en mis brazos 
y me mira intet;lsarnente haciendo ruidos .de Sl].cción. Varias ve-
ces acerc;a su mano . !i rrÍi rostro'. Pero· sqlo después de a).gunos 
ip.ten,tos pone la manq contr¡l mi baca! sin inir¡¡,rme. Le. beso la 
mano . y ella no la reili!l. Tira . de mi nariZ.' y mis gafas, termina 
incorporándose. Manosea el l;>otón de mi. blusa blan~ay sonríe 
francamente. ,, ·· 
Acerco el polUto; se ríe, lo aga!ra, se di.yie¡te arrojándolo y 
recogl.éDdolo, para lo ·cual se esilia, Se ríe a carcajadas, cada vez 
más; entre un juego y otro me mira, cada veZ m,ás relajada; y 
hasta cálidamente. · · · 
Cu.~do la vuelvo a su sitio co~serva los brazos hacia atrás, 
pero SU rO.StrO y Sl,lS ojos. ~e ~onr~en. be nuevo en la cama, no 
me pide q~e 1~ vuelva a levantar; me mira ansiosamente y des-
pués se relaja. No recobra su expre$ión del comienzo; me sonríe. 
El 30 d~ novie~bre Nadia, instalada en su almohada, me 
sonríe cuando . entro en su habitación .. Me irripresionan su mala 
cara y ojeras; sin embargo los oídos y,¡ no le supurap. Cuando voy 
a levantarla se pone seria .Y no hace ningún movimiento hacia 
mí; si lanza un grito de alegría, en cuanto está en mis brazos, 
mantiene los suyos lev?ntados .. . · 
La siento como de costumbre. Se queda inmóvil hasta· que me 
Riento a mi vez; me mira con una expresión lamentable y se chu-
pn el pulgar. Durante un cuarto de hora está tensa, inquieta, 
lNl!Stada. Su mirada roza de vez en cuando los juguetes sin cam-
!JIJir de expresión; cada ruido que llega de afuerá le da miedo. 
r~n Ml nríe, no emite un sonido, en sus ojos no se lee ni una dis-
lt'll~I(H\ fugaz. Entonces decido volver a ponerla en la cama y 
.44 
LA PRIMERA IDENTIFICACION . 
O O quedarme al lado de ella. Pero en cuanto la levanto su actitud 
cambia: se agarra a mí y sonríe un poco. Cuando llego ante la 
puerta de su habitación se vuelve violentamente y se agarra con 
más fuerza a mi blusa . Entonces la llevo de nuevo a la habita-
ción de las sesiones; allí deja que sus brazos descansen sobre mi 
hombro, balbuciendo algo. 
Mira intensamente sus juguetes . de siempre; entonces me 
siento en el suelo teniéndola siempre en mis · rodillas. Se ríe con-
tenta y su rostro se relaja. Juega un momento con el bot6n de mi 
blusa, después se inclina para asir el pollito, J~ega a wrojarlo, a 
recogerlo riendo y mirándome: lo chupa cada vez por"IDás tiem-
po, lanzando miradas furtivas al biberón. Se lo acerco; abandona 
el pollito, se ríe, abre la boca y .empieza. a beber apoyando la 
cabeza contra mí. Sólo absorbe unos tragos y rechaza la tetina 
· con la lengua, único movimiento que hace para expresar que no 
quiere más. Retiro el biberón; vacila, lo quiere de nuevo, bebe 
un trago, lo rechaza. Entonces recoge el autito verde. 
Se sienta muy derecha, y por un largo ,rato . ]uega alegre-
mente a hacer ruido golpeando el auto .contra mi silla. Le en-
cantael ruido y me mira a menudo lanzando grititos de alegría. 
Después se pone seria, su rostro se inmoviliza, y se golpea dos 
veces la cabeza con el auto. Durante dos minutos golpea alterna-
tivamente sobre la silla,. riéndose, y contra su cráneo, pero en-
tonces con un aire concentrado y cierta vacilación. Al principio 
pensé que se trataba de un juego con el cuai buscaba la diferen-
cia de ruido, pero cuando se golpea la cabeza, su rostro se pone 
tenso: parece preguntarse lo que le hace, y entre el primer golpe 
y el segundo marca un momento de vacilación. 
De vuelta en su cama sonríe, pero su rostro se . fija cuando 
abandono la habitación. 
El 1.0 de diciembre me sonríe en cuanto entro en la habita-
ción; y patalea. En mis brazos tiene un momento de vacilación, 
después apoya un brazo sobre mi hombro, conserva el otro alza-
do, pero sin dar vuelta la palma de la mano. 
La siento en mis rodillas , posición que parece preferir a la 
de sentada en el suelo a mi lado. Me mira un minuto, ansiosa-
mente, los brazos en alto, después sonríe, ríe y se inclina para 
alcanzar el auto verde; da dos golpes con él sobre la sillita, en-
45 
NADIA O EL ESPEJO 
0 0 cantada con·el ruido. Ve los bizcochos, se apodera de uno, se lo 
lleva a la boca haciendo ruido de succión, después lo deja en el 
suelo -sin reflejo ni gesto de arrojar-; lo mira por un segun-
do, y con el auto verde empuja al. otro bizcocho hasta el borde de 
la silla, poniéndolo fuera de ·su alcance. 
Durante diez minutos juega a hacer ruido con el auto, · gol-
peándolo contra la silla. Me mira continuamente, riéndose, agi-
tándose y moviendo las piernas. Mientras juega golpea dos veces 
mi pierna con el auto, riéndose, y se golpea una vez la cabeza con 
expresión seria. 
. Entonces apoya su cabeza contra mí y me introduce ·el auto 
en la boca. Se incorpora, ve el biberón, arroja el aútci , toma el 
pollito y tratando de tocar · con él el biberóri hace ruido de suc-
ción;. mirándome, suelta el pollito, tiende la mano hacia el bibe-
rón alargándose en mis brazos y abriendo la boca. Bebe todo el 
biberón con expresión seria, mirándome, con el cuerpo bastante 
r elajado. Esto dura aproximadamente seis minutos, y la cantidad 
de leche no parece satisfactoria para ella. 
Se sienta y hasta el fimil de la sesión salta sobre mis rodillas, 
muy excitada, golpeando alegremente la mesa. A intervalos regu-
lares se estira casi del todo en mis brazos, me mira ; la beso. Es 
lo que quiere; pero siento que son sólo ensayos, y que ella no 
toleraria que yo aumentara su posición recostada ni su duración. 
La vuelvo a colocar en ·su cama, radiante . 
El 3 de diciembre se ríe y se agita desde que entro en la 
habitación. Y a no le supuran los oídos, tiene mejor aspecto . En 
mis brazos tiene un primer movimiento de retracción de los su-
yos, pero se· ríe . 
Durante la primera parte de la sesión hace ruido golpeando 
la silla con el auto . Con el auto empuja los bizcochos para apar-
tarlos · y se hace besar, muy relajada, pero sólo por UD· 'momento. 
Después se pone agresiva conmigo: me golpea las manos con 
el auto, y me pega en la cara con su mano, con expresión bas-
tante hostil. Me rechaza, salvo cuando quiere que la bese. Des-
pués trata de inz.roducirme .todo el auto en la boca con una mímica 
de succión. 
Al final de la sesión bebe el biberón; no vacila en tocarlo 
pero no se atreve a estrechar la mano a su alrededor. Se lo bebe 
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LA PRIMERA IDENTIFICACION 
O O entero, bastante rápidamente, mirándome con gravedad. Su ca-
beza está apoyada contra mí, pero su cuerpo no se relaja; per-
manece sentada bastante rígida. 
Entonces parece intentar ponerse de pie. 
En su habitación, antes de que la eche en su cama, hunde su 
dedo en mi"boca, haciendo un ruido curioso: un suspiro de alivio 
y distensi6n, bastante articulado. 
El 4 de diciembre, Nadia está en el suelo con los demás ni-
ños cuando llego. Me sonrie radiante y se inclina hacia mí. Cuan-
do la levanto, la enfermera me dice que está sorprendida de la 
actitud alegre y el apetito de Nadia. 
Mientras la levanto me pasa la mano por la cara balbuciendo; . 
es muy breve; vuelve a echar los brazos hacia atrás, pero son-
riendo. 
No la siento en mi rodilla como de costumbre, sino en el 
suelo, donde la encontré al llegar . Me mira gravemente, sonríe y 
ve los bizcochos sobre la silla detrás de ella. Llega a darse vuelta 
para tomar uno. Con éste empuja al otro para que se caiga al 
suelo, después se divierte por un momento haciendo ruido con 
el bizcocho que tiene en la mano contra la: silla, mirándome 
siempre, risueña y relajada. Su mirada parece querer decir por 
primera vez : «Estoy contenta de h~cer ruido porque tú estás cer-
ca de mí». · 
De pronto se inclina mucho hacia mí, sonriendo, , como si 
esperara algo: entonces la pongo sobre mi rodilla y ella lanza un 
fuerte suspiro de alivio. Está muy rdajada. 
Varias veces lleva a mi boca el bizcocho, para golp~arse des-
pués la cabeza. con él suavemente (está tensa de nuev.o, pero no 
angustiada). Se calma iD.spe'ccion~do mis botones y frotando con 
fuerza su mano contra mi blusa -sobre mi pecho-, lo que la 
llena de ansiedad. Entonces cambia el bizcocho por el auto, y con 
el auto me golpea con bastante fuerza, con agresividad acentuada; 
pero no está angustiada. 
En ese momento oye llorar a un niño en la habitación conti-
gua. Se incorpora, su cuerpo se pone tenso, su mirada vaga .ansio-
samente por la habitación, después tira dos veces de mi blusa 
hacia ella y me rechaza violentamente. Acerca a ella la sillita y. la 
mueve de un lado a otro, lo cual la calma; poco a poco me son-
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NADIA O EL ESPEJO 
O O ríe, quiere. que la haga saltar sobre mis rodillas, se ríe a carca~ 
jadas. V arias veces entre los saltos se relaja por completo en mis 
brazos, sonriendo gravemente cuando la beso. 
Reanuda alegremente su juego con la silla, percibe el biberón, 
rechaza la silla para tratar. de tomarlo. Coloco d biberón sobre 
la silla. Me mira bastante tensa, toca el biberón varias vec"es y lo 
empuja cada vez con más fuerza: Deja de hacerlo pero juega a 
sacudir la silla hasta que el biberón se cae al suelo. Entonces tien-
de el cuerpo, pero no los brazos, hacia el biberón; haciendo un 
ruido de succión. Se lo doy y ella bebe casi extendida en mis 
brazos, sonriendo gravemente; mueve los pies de gusto; sus dos 
brazos se abandonan, pero la mano ·izquierda sigue cerrada con 
fuerza. Una vez que ha terminado espera ansiosa durante un 
minuto; después, muy alegre, balbucea de manera articulada. 
La llevo de nuévo a su habitación, sonriente y alegre. 
Cuando la ·llevo el 5 de diciembl;'e está muy sonriente y apo-
. ya sus brazos sobre mis-hombros. 
En su primera parte la sesión es casi idéntica a la del día 
anterior.: hacer ruido; balbucear, sacudii- la silla, para terminar 
·en el biberón, del que. Nadia se apodera y lo acerca · a mi mano. 
Lo bebe, muy distendida. Cuando' es'tá vacío lo mira largamente, 
·después se pone agresiva conmigo, me golpea el muslo, con el 
rostro crispado y los ojos hostiles; me pega una . vez en la boca; 
y su agresividad se termina: 
A contiDuaci6n inventa: me mira, pone sus dos manos sobre 
mi pecho, bastante crispadas, y balbucea «mama-mama» . Riéndo-
se, reanuda su juego de balancear la silla, después quiere que la 
siente sobre mi brazo, -como a un bebé, pero tardo en compren-
derla. Cuando lo hago sonríe alegre, balbuceando <(ma-ma-ma», 
me acaricia la cara, me. mira apaciguada, pone sus brazos alre-
dedor de mi cuello, aprieta su cabeza contra mi mejilla. 
Toma el bizcocho, lo oprime contra mi boca, después contra 
la suya; no se decide a comerlo, mira el biberón vado haciendo 
ruido · y mímica de succión. 
No . está contenta cuando la llevo: se crispa contra mí cuando 
me dispongo a abrir la puerta de su habitación'. 
La sesión del 7 de diciembre comienza mal, porque Nadia ya 
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LA PRIMERA IDENTIFICACION 
O O me vio por primera vez cuando vine a su habitación a buscar 
una silla. Me sonrió

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