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Bergeret Jean - Manual de psicología patológica, teórica y clínica

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MANUALES DE MEDICINA
ACUPUNTURA
• Acupuntura, J. Borsarath.
ANESTESIOLOGÍA
REANIMACIÓN
• Medicina da urgencia, aneste­
sia v reanimación, G. Frangoa. 
M. C*ra, M. Poisvart y R Da/aun.
• Reanimación módica, M. Gouton.
APARATO CARDIOVASCULAR
• Cardiología, R. RuiMr*.
APARATO DIGESTIVO
• He patología, P. Fouat
APARATO RESPIRATORIO
• Neum ologia. J Chrétían.
DERMATOLOGÍA
• Alergia cutánea por contacto.
G. Ducombs y G. Chabeau.
• Dermatología y venereología,
CL Huriez.
• Dermatología profesional,
J. M Lachapelle.
• Enfermedades de transmisión 
sexual. A SibouhL
• Dermatología clínica y venereo­
logía. R. Touraina y J. Revuz.
• Dermatología padiátrica, Marc 
Larri goa
ENDOCRINOLOGÍA
• Diabetologla, L Parhmutar y 
G Co/lm da L Hortet.
• Endocrinología, J. HazardyL. Par- 
/amular.
• Control y tratamiento en obste­
tricia. J R Giraudy M. Tournaira.
• Senología, J. Y. Poní.
• Ginecología pediátrica, D. Sarsi- 
ron.
• Ginecología y obstetricia. H. da 
Tourris, R- Hanrion y M. DaJacour.
HEMATOLOGIA
• Hematología, J. Barnard y
J. B. Lévy.
HISTOLOGÍA - CITOLOGÍA
• Citología, M. MaíllaI.
• Histología. J. Pomar y 
J. J. Ribadaau-Dumas.
INMUNOLOGÍA - ALERGOLOGÍA
• Inmunopatoiogia. B.Jacotot y col.
• Inmunología general. Ph. Latón-
lunar.
• Alergologla práctica, L F. Parrin.
MEDICINA DEL DEPORTE
• Medicina del deporte, R. Guillat y
J. Ganéty.
• Fisiología del deporte, H. Monod
y R. Flandmis.
MEDICINA DEL TRABAJO
• Dermatología profesional, 
J. M. Lachapelh.
MEDICINA DE URGENCIAS
• Urgencias, F. Arcadlo.
• Medicina de urgencia, aneste­
sia y reanimación, G. Frangois. 
M. Cara. M. Poisvert R. Daleuza.
• Reanlnación médica, M. Gouton.
• Urgencias quirúrgicas, B. Chicha 
y P. Moullé.
• Traumatología, A Pata!.
• Medicina de catástrofe. R. Noto y
P. Huguenard.
ENFERMEDADES INFECCIOSAS
• Antibloterapis. J. Duval y 
C Soussy.
ESTADÍSTICA
• Bioestadística, H Pardal/. F Cobo 
y J Canela.
FARMACOLOGÍA
MESOTERAPIA
• Me sotara pía. /. J. Parienti
NEUROLOGIA
• Farmacología y terapéutica,
P. Lechal.
• Farmacología general y molecu­
lar. J Wepierre.
• Neurología, J. Cambiar. M. Mas- 
son y H. Deben.
• Neuro psicología, J. Barbizat y 
Ph. Duizabo.
• Neuropsicofisiología, M. Maul- 
ders y N. Boisacq-Schapans.
1. Funciones sensoriomotoras.
2. Comportamiento.
GINECOLOGÍA - OBSTETRICIA
• Ginecología, J. R Giraud. A. Bra- 
mond y D. Rotten.
Continúa en mtenor de contra portada
MANUAL DE
PSICOLOGÍA
PATOLÓGICA
TEÓRICA y CLÍNICA
Otras obras del fondo editorial
de
massonrs.a.
MANUAL DE PSIQUIATRÍA INFANTIL, por J. de Ajuriaguem.
MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA DEL NlNO, por J. de Ajuriaguem y D. 
Marcelli.
MANUAL DE NEUROPS1COLOGÍA, por J. Barbizel y Ph. Duizabo.
LA RELAJACIÓN TERAPÉUTICA EN LA INFANCIA, por J. Bergés y M. 
Bounes.
TEST DE IMITACIÓN DE GESTOS, por J. Bergés e I. Lézine. 
SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA, por P. Bemard y S.Trouvé.
ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD DEL NIÑO A TRAVÉS DE LA 
EXPLORACIÓN PSICOMOTRIZ, por H. Bucher.
TRASTORNOS PSICOMOTORES EN EL NIÑO, por H. Bucher. 
PSICOLOGÍA DEL NIÑO SORDO, por D. Colín.
MANUAL DE PSICOMOTRICIDAD Y RELAJACIÓN, por J. Defontaine. 
MANUAL DE PSICOLOGÍA, por J. Delay y P. Pichol.
MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS TRASTORNOS 
MENTALES, DSM-III-R
TRATADO DE PSIQUIATRÍA, por H. Ey, P. Bemard y Ch. BrisseL 
BREVIARIO DSM-III-R. Criterios diagnósticos.
PSICOPATOLOGÍA DEL NIÑO PSICÓTICO, por J.-P. Favre y M. Midenet. 
MANUAL DE PSICOFARMACOLOGÍA, por O. Ginestety P. Peron-Magnan. 
EL DESARROLLO AFECTIVO E INTELECTUAL EN EL NIÑO, por B. 
Golsc.
MANUAL DE MEDICINA PSICOSOMÁTICA, por A. Haynal y W. Paslni. 
MANUAL DE PSICOLOGÍA MÉDICA, por Ph. Jeammet.
MANUAL DE PSIQUIATRÍA, porTh. Lemperiére y A. Féline. 
PERSPECTIVAS DE LA PSIQUIATRÍA, por P. R. McHugh y Ph. R. Slaveney. 
MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA DEL ADOLESCENTE, por D. Marcelli, 
A. Braconnier y J. de Ajuriaguerra.
MANUAL DÉ NEUROPSICOFISIOLOGÍA, por M. Meulders y N. Boisacq- 
Schapens.
Tomo 1: Funciones sensoriomotoras.
Tomo 2: Comportamiento.
MANUAL PRÁCTICO DE PSIQUIATRÍA INFANTIL, por M. Midenet y 
J.P. Favre.
MANUAL DE EDUCACIÓN PSICOMOTRIZ, por G. Rossel.
PSICOSIS Y AUTISMO DEL NIÑO, por R. de Villard.
MANUAL DE URGENCIAS PSIQUIÁTRICAS, por H. Grivois.
MANUAL DE
PSICOLOGÍA
PATOLÓGICA
TEÓRICA y CLÍNICA
bajo ]a dirección de
J. BERGERET
Con la colaboración de
A. ACHAINTRE, A. BÉCACHE, J.-J. BOULANGER,
J. P. CHARTIER, P. DUBOR, M. HOUSER y J. J. LUSTIN 
Chargés de cours á IVniversité de Lyon-If
Versión castellana de
ÁNGELES IZQUIERDO KINDER
Traducción y adaptación de la 2.1 edición de 
NURIA PÉREZ DE LARA
Segunda edición
masson,s.a.
1990
MASSON, S.A.
Balmes, 151 - 08008 Barcelona 
MASSON, S.A.
120, Bd. Saint-Germain - 75280 Paris Cedex 06 
MASSON EDITORES, S. de R. L. de C.V. 
Dakota, 383 - 03810 México, D.F.
MASSON ITALIA EDITORI, S.p.A.
Via Statuto, 2 - 20121 Müán
Traducido con la ayuda del 
Ministerio de Cultura Francés
Título original de la obra: PSYCHOLOG1E PATHOLOGIQUE
© MASSON, S. A. Paris
© para la edición española: Masson, S. A. Barcelona.
Primera edición: abril 1975. 
Primera reimpresión: enero 1981. 
Segunda reimpresión: enero 1988. 
Segunda edición: enero 1990
ISBN: 84-311-0490-2 
Depósito legal: B-44.722-1989
Impreso en EspañaPrinted in Spain
GrafTing. Arquimedes, 18. Hospitalet de Llobregat
Reservados todos los derechos. Este libro no puede ser reprodu­
cido en parte o totalmente, ni memorizado en sistemas de archi­
vo, o transmitido en cualquier Forma o medio, electrónico, mecá­
nico, Fotocopia o cualquier otro sin previo y expreso permiso por 
escrito del editor.
PREFACIO
La psicopatología le debe mucho al psicoanálisis. No se puede estudiar la enfer­
medad mental sin tener en cuenta las conductas, y no se pueden estudiar éstas sin 
considerar el punto de vista dinámico: la conducta tiende a la realización de 
determinado fin y está bajo un doble sistema de tensiones que hace estar al propio 
organismo necesariamente dividido en su búsqueda de una imposible perfección, 
que el medio ambiente contrarresta o impone sus propias vías. Pulsión y confiicto 
son las nociones básicas indispensables en este punto de vista.
Es curioso que haya tenido que aparecer el psicoanálisis para tomar concien­
cia de ello. ¿Acaso no pertenecen estas nociones a la psicología del sentido común 
y a sus expresiones literarias? Ellas iluminan el comportamiento cotidiano y 
guían nuestras acciones con el entorno. Sin duda, su trivialidad ha suscitado el 
desinterés de los psiquiatras. Además parece chocante y poco verosímil que los 
principios que guían el comportamiento normal puedan explicar el patológico, su 
ilogicidad y su permanencia.
La noción freudiana de
un
inconsciente dinámico permite dilucidar este dilema: 
el comportamiento absurdo y el síntoma tienen un sentido oculto y una finalidad. 
Este descubrimiento permite el estudio de ¡as pulsiones y de los conflictos. Pero
han aprovechado del psicoanálisis únicamente este suple­
mento de sentido que él aporta: esperan que el psicoanalista interprete la signifi­
cación oculta del síntoma y, de este modo, extender el dominio de la comprensión 
psicológica, sin pretender explicar la enfermedad. El éxito que tiene el psicoanáli­
sis en un amplio sector del público y en numerosos aspectos de las ciencias huma­
nas o literarias se debe en gran parte a este poder adivinatorio. La ciencia del 
inconsciente fascina porque permite comprender mejor que la intuición del sen­
tido común. Se toma el derecho de interpretar, se aplica a no importa qué mate­
rial. Se olvida que la interpretación analítica sólo se justifica por sus efectos o su 
valor predictivo y que es arriesgado extender su utilización fuera de la cura, sin 
precisar el sistema de validación utilizado.
La psicopatología psicoanalítica está en desacuerdo con esta costumbre 
generalizada de la interpretación. Varias interpretaciones particulares realizadas 
a propósito de un caso clínico no constituyen un criterio psicopatológico. No 
basta con acumularlas hipótesis sobre la significación ae los síntomas, ¡os 
propósitos y las conductas. El psicoanálisis ha modificado más radicalmente el 
punto de vista dinámico aplicado a la psicopatología. Los móviles humanos no se
muchos psiquiatras
Prefacio
yuxtaponen al azar, sino que se organizan en sistemas; los conflictos internos 
expresan la incompatibilidad entre estructuras parciales de la personalidad 
Además esta organización no aparece de golpe, sino que nace y se desarrolla con 
la historia del sujeto, en función de los conflictos que señalan necesariamente las 
etapas de esta historia. Los autores de esta obra, por el esquema que se han 
marcado, muestran a las claras que las perspectivas estructurales y genéticas son 
fundamentales, y que su estudio debe preceder al estudio de las diversas 
organizaciones patológicas. Lo que se llama en psicoanálisis metapsicologta, 
además
semiología (formaciones 
inconsciente) distinta de 
indispensable al clínico y su aplicación fuera del campo de la cura mucho más 
legitima.
Sería absurdo oponer los dos métodos ¿Qué diríamos de un cirujano que, 
rehusando todo diagnóstico y toda hipótesis fisiopatológica, se contentase con 
corregir las anomalías que viese en el campo operatorio? En la cura las referen­
cias metapsicológicas se difuminan para dejar paso al estudio de las representa­
ciones particulares. Pero el uso de estas referencias aporta una nueva luz a la 
observación clínica, a muchas desús variantes y al estudio de la situación proyec- 
tiva.
J. Bergeret y sus colaboradores poseen todas las cualidades necesarias para 
iniciar al clínico, psiquiatra o psicólogo, a la psicopatología contemporánea. Clí­
nicos y enseñantes están asociados, desde mucho tiempo, en ¡as tareas de investi­
gación clínica y de formación. De ahí la unidad de la obra y la maestría en mos­
trar cómo los modelos teóricos permiten desarrollar una semiología original y 
una mejor comprensión de los síndromes clínicos tradicionales. El desafio peda­
gógico es importante: la psicopatología psicoanalilica puede progresar mucho 
todavía. Constituye uno de los campos fecundos de la investigación 
logia general, y sólo los progresos continuos en este dominio son una garantía 
frente al retomo a un empirismo de corto alcance y contra los dogmatismos.
VI
de ofrecer un modelo teórico, permite construir toda una nueva 
defensivas, leyes del proceso primario, derivados del 
las significaciones concretas. Su conocimiento es
en pstcopato-
Daniel WidlOcher 
Professeur C.H.U. Pitié-Salpítriére, París
ÍNDICE DE MATERIAS
Prefacio........
Introducción
v
1
PRIMERA PARTE
TEORÍA
51. Aspecto genético, por M. Houser ...................................................
Introducción.....................................................................................
Influencias pre- y neonatales..........................................................
Estadios pregenitales ......................................................................
Io El estadio oral (8). 2° El estadio anal (12). 3° El estadio fá- 
lico (17).
Estadios genitales
Io El complejo de Edipo (23). 2o El periodo de latencia (31). 
3o La pubertad (33). Conclusión (36).
2. Aspecto mctMpsicológico, por J.-J. BOULANGER .............................
Vía metapsicológica ........................................................................
Punto de vista tópico........................................................................
La primera tópica (42). La segunda tópica (46).
El punto de vista económico ...........................................................
Introducción al estudio de las pulsiones .......................................
Teoría de las pulsiones ....................................................................
5
6
8
23
39
39
42
49
53
57
índice de materiasVIII
Teoría de la angustia .............
Sueños, devaneos y fantasmas
65
69
3. Moteada y eroiudóa afectiva humana, por J. BERGERET 76
4. Problema de las defensas, por J. BERGERET.....................................
Contracatexia (83). Formación reactiva (83). Formación sustitu- 
tiva (84). Formación de compromiso (84). Formación de síntomas 
(84). Represión (85). Identificación (87). Identificación con el 
agresor (88). Identificación proyectiva (88). Proyección (88). Intro- 
yección (89). Anulación (90). Negación (91). Renegación (91). Ais­
lamiento (92). Desplazamiento (93). Condensación (93). Des­
doblamiento del Yo (94). Desdoblamiento de las imagos (95). 
Sublimación (96). La regresión (98).
81
SEGUNDA PARTE
CLÍNICA
5. Entrevista con el paciente en psicopatología, por J. BERGERET y P.
DUBOR .............................................................................................
Primera parte de la entrevista (104). Segunda parte de la entre­
vista (105). Reflexiones (107).
103
6. Noción de semiología, por P. DUBOR ----
Definición y comprensión de conjunto 
Semiología del comportamiento........
109
109
111
1157. Noción de normalidad, por J. BERGERET
1188. Noción de estructura, por J. BERGERET
1229. Estructuras neuróticas, por J. P. CHARTTER
Noción de neurosis .................................
Punto de vista etiológico.....................
Punto de vista clinico .........................
Estructura neurótica ...............................
122
122
124
126
índice de materias IX
Las identificaciones edípicas(127). La castración edipica (128).
Formas seudoneuróticas en patología mental .............................
Neurosis auténticas........................................................................
Histeria de conversión ................................................................
Historia (136). Clínica (136). Economía (138). Histeria y psi­
cosis (140).
Histeria de angustia ....................................................................
Clínica (141). Economía (141).
La neurosis obsesiva ....................................................................
Historia (142). Clínica (142). Economía (144). Neurosis ob­
sesivas, estados-límite y psicosis (146).
129
135
136
140
142
14810. Estructura psicótica, por P. Dubor ................................................
Relación de objeto psicótica ......................................................
La madre del psicótico (154). Organización del Yo (156). 
Mecanismos prestados (157).
Organización clínica....................................................................
Autismo (157). Catatonía (158). Delirio paranoide (159). 
Delirio paranoico (160). Depresión (162).
Relaciones entre desrealización, despersonalización y deli­
rio, por J. Bergeret ....................................................................
El universo psicótico, por J. P. Chartier ...................................
152
157
163
165
no11. Los estados Umite y sus organizaciones, por J. Bergeret ..............
1° Su existencia (170). 2o Punto de vista genético (172). 
3° Situación nosológica (172). 4o Disposición limite (174). 
5o Organización económica (176). 6o Evoluciones agudas (179). 
Evoluciones estables (180).
12. Enfermes psicosomáticos, por A. Bécache 186
19213. Clínica infantil, por J.-J. LUST1N ..............................
Introducción............................•...............................
Teoría de la clínica infantil...................................
Madre e hijo: “espiral transaccional” en la familia 
El objeto y los objetos .............................................
192
194
194
197
índice de materiasX
198Identidad e identificaciones............................................................
La identidad (199)..........................................................................
Lo innato y lo adquirido: el bagaje................................................
Instrumentos y funciones................................................................
Angustia infantil y defensa ............................................................
Ontogénesis de la angustia (203). Clínica de la angustia (206). 
Metapsicologiade la angustia (208).
Los fantasmas y el fantasma ..........................................................
Fijación, regresión y traumatismo .................................................
Utilización de los tres ejes de referencia
Metapsicológica en clínica infantil ...............................................
Punto de vista tópico (215). Punto de vista dinámico (217). 
Punto de vista económico (219).
Narcisismo e imagen del cuerpo.....................................................
La agresividad y el actuar................................................................
Mentalización ..................................................................................
Las diversas organizaciones ...........................................................
Introducción......................................................................................
Organizaciones deficitarias .............................................................
Concepción clásica del déficit (231). Modernas reevaluaciones 
del concepto del déficit (234).........................................................
Organizaciones y síndromes psicosomáticos ...............................
Trastornos psicosomáticos precoces (237). Trastornos psicoso­
máticos tardíos (239). Especificidad de las organizaciones psi- 
cosomádcas en el niño (241). .
Organizaciones psicopáticas y perversas .. .*..................................
Diversos tipos de organizaciones depresivas y etapas limite en el
niño ....................................................................................................
Organizaciones psicóticas ..............................................................
Clínica (248). Evolución (252). Fenomenología (252). Estruc­
tura de las psicosis infantiles (254).
Organizaciones neuróticas .............................................................
Histeria infantil e histeria de angustia ...........................................
Organizaciones obsesivas ...............................................................
Psicoterapias en el niño ...................................................................
200
202
203
208
212
215
221
224
227
230
230
231
236
242
244
248
256
257
259
261
14. Panorama de las principales psicoterapias, por J. Bergeret 270
índice de materias XI
TERCERA PARTE
ASPECTOS INSTITUCIONALES
27715. Instituciones y prácticas de grupo, por A. ACHAINTRE ....................
Los grupos .......................................................................................
Io Generalidades y elementos históricos (278). 2° Las dife­
rentes modalidades de constitución y de funcionamiento de los 
grupos (279). 3° Estudio de algunas formas particulares de 
terapia de grupo (280).
Las instituciones terapéuticas ........................................................
La terapia institucional ..................................................................
Indice alfabético..................................................................................
278
283
284
289
'
■
.
INTRODUCCIÓN
Aunque este libro ha sido escrito por psiquiatras psicoanalistas, no se trata 
de un estudio de psiquiatría ni, mucho menos, de una obra psicoanalítica.
objeto de la psicopatología no puede confundirse con el de la psi­
quiatría; es el estudio oc la evolución y los avatares del psiquismo humano, 
sin interesarse por los aspectos técnicos de las terapéuticas. Por esto, aun­
que nos referiremos obligatoriamente al pensamiento analítico, los méto­
dos de tratamiento psicoanalítico tan sólo se nombrarán.
La originalidad de nuestro enfoque aparecerá de golpe al lector. La elec­
ción o el mayor o menor espacio de nuestras diferentes rúbricas pueden 
sorprender. Corresponden a nuestras opciones.
Nuestro Manual de psicología patológica, escrito por médicos para psicó­
logos con vocación clínica en formación, tiene por finalidad esencial hacer 
reflexionar a estos últimos sobre la naturaleza del diálogo que los espera y 
de poner a su disposición, de la manera más viva posible, conocimientos de 
base, temas de reflexión, elementos de investigación, referencias bibliográ 
ficas y sobre todo, líneas directrices teóricas y prácticas que los médicos 
han sacado de sus experiencias clínicas y de sus sintesis personales.
Creemos que nuestros esfuerzos para ser claros en la idea y muy conci­
sos en la forma podrán ayudar también a los estudiantes de medicina y psi­
quiatría, o de las disciplinas humanísticas vecinas, así como a médicos o 
miembros, en los diversos niveles, de los equipos terapéuticos en su 
queda de una mejor comprensión de sus problemas relaciónales.
Partiendo de un punto de vista común en lo fundamental, sin embargo, 
cada autor ha conservado su libertad de estilo o su modo de comunicación
El
bús-
en sus temas concretos.
Tanto en los capítulos teóricos como en la parte clínica, no hemos que­
rido (ni habríamos podido), en una obra tan condensada, proceder a un 
estudio exhaustivo ae los múltiples aspectos de la psicología general o de 
todas las entidades mórbidas descritas por la psiquiatría clásica. Para ello 
pueden consultar las obras de J. Delay y P. Pichot1 (psicología), o de M.
1. DELAY (J.) y PICHOT (P.): Manual de Psicología. Toray-Masson, S. A, Barce­
lona, 1974 (4.- edición).
Introducción2
Anty.* Hemos preferido insistir, sobre todo en la primera parte, sobre lo que 
constituye la articulación o la interacción de los principales conceptos teó­
ricos entre ellos, y en la segunda, sobre lo que une o separa a las diferentes 
organizaciones patológicas.
Los no analistas que consideren peligrosa nuestra vinculación tan 
exclusiva a las hipótesis psicoanalíticas deben pensar que los datos analíti- 
(teóricos, no técnicos) en los que nos basamos corresponden a lo que se 
ha admitido como clásico por la mayor parte de los psicopatólogos contem­
poráneos y constituyen, en definitiva, un conocimiento general, indispensa­
ble para todo hombre honesto de fines del siglo xx
Los psicoanalistas que opinen que es temerario entregar sin precaucio­
nes a jóvenes no analistas un resumen de los conceptos freudianos deben 
pensar que la originalidad profunda del psicoanalista no puede venir de un 
saber teórico, aunque sea muy amplio, sino que lleva la marca indeleble, e 
irreemplazable en su psiquismo, de una experiencia personal llevada a 
cabo sobre un diván, experiencia que le hace por ello mismo capaz —ex­
clusivamente a él— de hacerla revivir a otras personas.
En el aspecto clínico desarrollamos una posición vinculada a ciertas 
concepciones que sólo reconocen dos formas de neurosis: la neurosis obse­
siva y la histeria (de angustia o de conversión); los comportamientos fóbi- 
cos no poseen ninguna estructura especifica, no más que el masoquismo o 
la homosexualidad. Por lo mismo, la noción de estructura tiene para noso­
tros un sentido extremadamente riguroso. A este respecto, hemos puesto 
especial cuidado en limitar a entidades netamente definidas los calificati­
vos de “neurótico" y de “psicótico".
Agradecemos a todos nuestros maestros, colegas y amigos que nos han 
ayudado directa o indirectamente en esta elaboración, en particular a nues­
tros colegas de la U.E.R. de Ciencias Psicológicas de la Universidad de 
Lyon-II, cuya confianza y apoyo han sido fundamentales en la constitución 
de nuestro equipo docente. El lector encontrará (al menos eso esperamos) 
la manifestación del espíritu y la preocupación de claridad de este equipo, 
así como el testimonio de su agradable cohesión.
eos
2. ANTY (M.): Manual de Psiquiatría para uso del equipo auxiliar médico-psicoló 
gico. Toray-Masson, S. A, Barcelona. 1967.
PRIMERA PARTE
TEORÍA
1
ASPECTO GENÉTICO
POR
M. Houser
INTRODUCCIÓN
Son muy raras en la literatura, por no decir inexistentes, las obras que 
expongan de modo sistemático y, por poco que sea, sintético, la teoría freu- 
diana del desarrollo de la personalidad.
Sin pretender llenar esta laguna, pensamos desde luego presentar, almenos esquemáticamente, las grandes etapas de esta génesis, vía indispen­
sable para la comprensión del conjunto ael libro.
Lo haremos de forma voluntariamente escolar y nos esforzaremos en 
dejar claras y precisas toda una serie de nociones, definiciones y conceptos 
que están lejos de ser tan fáciles de aprehender como cierta vulgarización 
querría hacerlo creer.
Por otra parte, apuntemos aue seremos clásicos y hasta “ortodoxos". En 
primer lugar pasaremos lista a la obra del propio S. Freud; a los trabajos de 
sus contemporáneos y sucesores, como KL Abraham y O. Fenichel; a obras 
como el libro, ya antiguo, de Gerald S. Blum; por último, a publicaciones 
más recientes, como el Vocabulario del psicoanálisis de Laplanchc y Pontalis, 
por no citar más que las principales de nuestras referencias bibliográficas.
Sin embargo, este clasicismo no nos ha impedido tomar partido en 
algunas ocasiones de modo personal, cuando no original, en ciertas contro­
versias, como, por ejemplo, individualizando netamente el estadio fálico 
con relación al Edipo, lo que no hacen muchos autores, y no de los meno­
res.
Por último, señalemos que cada etapa será enfocada según el doble 
punto de vista:
Io Del desarrollo 
entrada en juego de
psicosexual por 
las diferentes z<
una parte, orientado por la sucesiva
zonas erógenas.
6 Teoría
2a De la relación de objeto o relación objetal, por otra, expresiones que de­
signan concretamente las formas que toma la relación del sujeto con sus 
“oDietos" (comprendido él mismo) en el curso de los diferentes momentos 
evolutivos.
INFLUENCIAS PRE- Y NEONATALES
Esta cuestión no nos entretendrá más que un instante, aunque parecen 
actualmente interesar cada vez más las consecuencias posibles de estas 
condiciones primitivas sobre el desarrollo ulterior.
■ Les influencias prenatales.— Phyllis Greenacre supone que la constitu­
ción, las experiencias prenatales y la situación que sigue inmediatamente al 
nacimiento contribuyen a crear una predisposición a la angustia o preangus­
tia, diferente de la angustia ulterior, que carece de contenido psicológico y 
opera a nivel reflejo.
Es cierto que el feto es capaz de gran variedad de actividades, ya que se 
mueve, golpea con los pies, se gira..., manifestaciones que toda mujer 
encinta espera hasta con cierta impaciencia. Se sabe también que el feto 
reacciona ante estímulos exteriores, con aumento de los movimientos, ace­
leración del ritmo cardiaco, etc., por ejemplo, cuando un sonido fuerte y 
agudo, un timbre eléctrico, suena cerca de la madre. Por lo mismo, el feto 
presentaría un aumento considerable de actividad cuando la madre pase 
por períodos de graves pruebas emocionales, lo que probaría que el estado 
psicológico de la madre ejerce una influencia sobre el tipo de comporta­
miento del feto normal. Por último, éste hasta podría gritar en el útero, si, 
por casualidad penetrase aire en la cavidad uterina.
Phyllis Greenacre interpreta todas estas reacciones reflejas al malestar 
como un hecho que prueba que existe, antes del nacimiento, un esquema 
de conducta semejante a la angustia. Este esquema, aún influido por el naci- 
y por las primeras experiencias posnatales, constituye, según el 
autor, un potencial organofisiológico que, si es particularmente fuerte, 
puede tener como consecuencia reacciones más violentas a los peligros psi­
cológicos que sobrevengan ulteriormente en el curso de la vida.
Otros autores hablan ya demostrado que es posible, incluso, condicionar 
al feto. Pero es evidente que no estamos todavía en condiciones de evaluar 
los efectos del medio prenatal sobre el desarrollo ulterior de la personali­
dad. Es, pues, a título de simple anécdota, sin fundamento científico real, 
como citamos la práctica de los gitanos, que consiste en que, cuando se 
quiere dar a luz un músico de valía, se le hace “oír” desde la vida intraute­
rina música de violín tocada por un maestro cerca del vientre de la madre.
En cuanto a Fodor, sus argumentos son esencialmente reconstrucciones 
—de una validez dudosa— basadas en los fantasmas y los sueños llamados 
“sueños prenatales", hechas por él mismo y sus pacientes. Según el autor, el 
aspecto traumático del medio prenatal debería estar en relación, ante todo, 
con la violencia de las relaciones sexuales entre los padres. Por fin, Fodor 
postula una “conciencia organísmica” dirigida hacia un contenido y hecha 
posible por medio de comunicaciones de tipo telepático entre la madre y el 
feto; pero está claro que la existencia de la telepatía como medio de comu­
nicación es una premisa no verificada.
miento
Aspecto genérico 7
En resumen.— Parece muy difícil llevar a buen término investigaciones decisivas en 
este campo. Si puede admitirse que lo que sucede durante la gestación tiene una 
influencia posible y verosímil sobre el feto, concretamente sobre su aparato biopsí- 
quico, sin embargo, es todavía imposible sacar conclusiones rigurosas de los estudios 
emprendidos.
¿Cómo podríamos, por ejemplo, decidir si las angustias de un niño de 4 años son 
debidas al medio cargado de angustias que constituye una madre desgraciada anta 
del nacimiento, o bien después? Porque es imposible eludir el hecho de que la madre 
continúa, después del nacimiento —y nosotros diríamos sobre todo en este 
momento—, ejerciendo una influencia sobre la personalidad de sus hijos.
■ El traumatismo del aadmiento.— Se sabe que es una noción unida al 
nombre de Otto Rank. Sin embargo, ha sido Frcud el primero en subrayar 
la significación psicológica del traumatismo del parto y en resaltar el peli­
gro contenido en el aflujo inicial de excitaciones provenientes del mundo 
exterior, en el momento de la salida del organismo de un medio relativa­
mente tranquilo y pacífico para encontrarse inundado por la situación 
nueva. El recién nacido no puede afrontar este peligro de manera adecuada 
porque no dispone todavía de ningún mecanismo de defensa utilizable 
para protegerse.
Esta situación del nacimiento se convierte en el modelo o prototipo de 
toda angustia ulterior, cuyo factor común se enuncia en el origen en térmi­
nos de separación biológica de la madre, pero auc, más adelante, se mam- 
más psicológica y más simbólica.
Es todo. Y Freud tiende a minimizar la importancia de los accidentes 
ocurridos en el curso del parto y no admite que el niflo pueda tener en este 
momento conciencia de contenidos reales: “¿Qué representa un peligro? — 
escribe él—. En el acto del nacimiento hay un peligro objetivo por lo que 
respecta a la conservación de la vida; sabemos que esto se refiere a la mate­
rialidad de los hechos. Pero psicológicamente esto no nos dice nada. El 
peligro del nacimiento no tiene todavia ningún contenido psíquico" (Inhibi­
ción, síntoma y angustia).
Por el contrario, O. Rank dio a esta teoría, que sistematizó excesiva­
mente, un desarrollo que le alejó de las concepciones clásicas del psicoaná­
lisis.
fiesta de manera
En efecto, éste hace desempeñar al traumatismo del nacimiento un 
papel central en el desarrollo de la personalidad, hasta el punto de que el 
nacimiento constituye un choque profundo que crea un reservono de 
angustia, del cual se van liberando partículas a través de toda la existencia.
Es decir que, para este autor todas las neurosis encontrarán aquí su 
explicación original, y que toda angustia ulterior puede interpretarse en tér- 
minos de angustia del nacimiento no sólo porque constituye el modelo, 
sino también la fuente misma de la angustia.
Llevando todavia más lejos su concepción, Rank declara que el recién 
nacido elabora impresiones visuales duraderas de esta separación pe 
de la madre, responsables concretamente del horror experimentado 
tarde en cuanto a los órganos genitales femeninos, mientras que las separa­
ciones posteriores de toda naturaleza, reales o imaginarias, serán vividas 
como un traumatismo amenazador separación del pecho por el destete, 
separación fantasmática del pene por la angustia de castración, etcétera.
Por último, siempresegún O. Rank, cada placer tendría por finalidad 
acceder al sentimiento de satisfacción sin mezcla y de beatitud primitiva 
intrauterinas; el modo más satisfactorio para realizar este retomo a la vida 
intrauterina seria el acto sexual, que representa la reunión simbólica con la
nosa
más
8 Teoría
madre: mientras el hombre concebirla su pene como un niño que vuelve al 
vientre de su madre, la mujer accedería a la satisfacción identificándose 
con su propio hijo, en el momento en que él aún no ha nacido. Para el 
autor, la angustia primaria del naóimiento representa un obstáculo para 
esta satisfacción, porque ella misma constituye una señal de peligro contra 
los deseos de volver al seno materno.
En cuanto a Phyllis Greenacre, ocupa en este aspecto una posición 
intermedia entre Freud y Rank.
Esta posición admite la acción de los dos factores, constitucionales o 
hereditarios y accidentales, que aparecen en el momento del parto, pero 
sustituye con su teoría de la respuesta de “preangustia" a la concepción de 
Rank en lo que se refiere a las impresiones visuales. Por último, para esta 
teoría, la influencia real del traumatismo del parto se situaría de algún 
modo entre las dos concepciones: no seria ni tan importante como piensa 
Rank, ni tan despreciable como creen Freud y la mayoría de sus sucesores.
ESTADIOS PREGENITALES
Io El estadio oral
Las diferentes fases que describimos no están netamente delimitadas o 
separadas unas de otras. Todos estos estadios pasan más bien gradual­
mente del uno al otro, encabalgándose. Así, el estadio oral se extiende no 
sólo durante el primer año de la vida del niño, sino más allá. Clásicamente se 
da el nombre de “estadio oral” a la fase de organización libidinal que va del 
nacimiento al destete:
•) El desarrollo psicosexual
En principio, recordemos que la sexualidad infantil es indiferenciada y 
poco organizada. Además, difiere de la del adulto al menos en tres puntos:
— Las regiones corporales de mayor sensibilidad (ofuentes pulsionales) 
no son necesariamente las regiones genitales. Otras zonas erógenas 
(regiones que procuran placer sexual) ocupan un lugar predomi­
nante.
— Los fines son diferentes: la sexualidad infantil no conduce a relacio­
nes sexuales propiamente dichas, aunque comporta actividades que, 
más tarde, ejercerán un papel en el placer previo al coito.
— Por último, esta sexualidad infantil tiende a ser autoerótica, antes que 
dirigida sobre objetos.
El estadio oral es el de la primacía de la zona bucal como zona erógena 
o fuente corporal pulsional. De hecho, hay que entender en este sentido una 
cosa muy distinta a la boca simplemente:
— Sobre todo, la encrucijada aereodigestiva hasta el esófago y el estó­
mago; también los órganos respiratorios, enjuego con la inspiración 
y la espiración del aire a los pulmones (véase Las fijaciones orales de 
los asmáticos, por ejemplo).
— Los órganos de la fonación y, por tanto, del lenguaje.
Aspecto genético
— También los órganos de los sentidos: el gusto, la nariz y el olfato, el ojo 
y la vista (se dice "comer con los ojos’* son órganos y funciones rela­
cionadas con la oralidad, y el percibir implica, por otro lado, una 
especie de aprehensión y de interiorización de elementos que perte­
necen al mundo exterior circundante.
9
— El tacto y ¡a piel misma pertenecen también al mundo de la oralidad 
Las personas que tienen siempre demasiado calor o demasiado frío, 
las que presentan dermatosis psicosomáticas, o simplemente las que 
en los juegos amorosos son hipersensibles a contactos en regiones 
cutáneas a veces muy alejadas de las zonas genitales..., tienen una 
oralidad muy fuerte.
No olvidemos que este primer año de la vida es la época en que el bebé 
es más sensible al aporte no sólo de alimentos, sino también de todas las 
caricias, besos, mimos, “cosquillitas”, etc., de las que es generosa una madre 
cariñosa con ocasión o fuera de los cuidados propios del niño.
■ Por I9 que respecta al objeto original del deseo sexual del lactante, está 
constituido por el seno materno o su sustituto, siendo la primera expresión 
de la pulsión sexual el acto de mamar. En efecto, el acto de mamar no sólo 
satisface la necesidad de alimento, sino que produce placer en si mismo.
— La separación de la madre en el momento del parto instaura una 
nueva relación madre-hijo, relación dependiente y prácticamente 
simbiótica, fusional, que, sin embargo, tendrá un mediador en lo 
sucesivo: la función alimenticia o nutritiva. A esta función se le une un 
placer que el niño experimenta y aprende en el momento de ser 
amamantado.
— Y esta satisfacción libidinal, que como suele decirse se apoya1 sobre la 
necesidad fisiológica de ser amamantado, va a separarse de ella. El 
niño descubre que la excitación de la boca y de los labios produce 
placer en si misma, aunque no se acompañe de alimentos (cnupeteo 
de los labios, succión del pulgar).
Observación.— De hecho, existen en la literatura numerosas referencias 
aue sugieren la existencia de una pulsión a chupar que actuaría indepen­
dientemente del proceso de la nutrición. Dicho de otro modo: a partir de 
ciertas comprobaciones —se sabe ahora, por ejemplo, que el feto se chupa 
el pulgar ya en el estadio intrauterino— cabe preguntarse si no existe una 
pulsión oral primaria, no adquirida por aprendizaje y aue estaría en el on­
de la succión y de otras manifestaciones paralelas ae actividad oral. En 
este caso, el problema de la génesis de esta pulsión oral primaria quedaría, 
por lo demás, íntegro.
gen
■ Sea lo que sea, en este estadio puede decirse que la finalidad pulsional es 
doble:
— Por una parte, es la estimulación agradable de la zona erógena 
bucal, placer que es autoerótico. El sujeto no tiene todavía noción de
francés ¿tayée, del alemán aníehnung, traducido j>or lanche Pontalis en
K> Teoría
un mundo exterior diferenciado de él; se acostumbra describir este 
estado como anobjetal o con la expresión indiferenciación Yo/no-Yo. 
— Por otra parte, es el deseo de incorporar los objetos, deseo especifico 
de la oralidad, aunque, a pesar de emplear la palabra “objeto”, no se 
confiere a ésta el verdadero estatuto de objeto exterior. El niño de 
esta edad no percibe en los individuos o en las cosas más que un ali­
mento o una fuente de alimentos a la cual, en sus fantasías, se ima- 
gipa unido tragándolas o incorporándolas. El objeto no es aquí más 
que una parte del sujeto; el niño se lleva a la boca todo lo que le inte­
resa, y el placer de *! tener" se confunde, para él, con el placer de “ser".
Nota importante.— A estos fines de incorporación corresponden miedos y 
angustias orales específicas, como la angustia de ser tragado que vemos revi­
vir en los sueños y fantasías no sólo de los psicóticos, sino también en 
muchos pacientes sujetos al análisis en el curso de fases regresivas profun­
das e incluso en alguno de nosotros.
Abraham divide este periodo oral en dos subestadios;
1.— El estadio oral primitivo (de 0 a 6 meses), también llamado “fase 
preambivalente”, corresponde al verdadero estadio oral de Frcud, quien lo 
subdivide en “estadio narcisista primario" y “estadio anaclítico”. Es el que 
acabamos de describir. Señalemos sus principales características:
— Prevalencia de la succión y de la aspiración a partir del sistema de 
absorción (boca, órganos de los sentidos, etc.), que tiende al mismo 
tiempo:
— a la inco 
cedentes
rporación, a la asimilación oral de las excitaciones pro- 
ael exterior, es decir, de un "objeto” sentido como bueno 
y que, teóricamente, no es destruido;
— a la satisfacción autoerótica de compensación, principalmente 
en momentos de frustración (chupeteo del pulgar de tipo mastur­
batorio, por el simple placer de chupar).
— Ausencia de diferenciación entre cuerpo propio y objeto exterior7 
ausencia de distinción entre el niño que mama del seno y el seno 
que le amamanta.
— Por último, ausencia de amor y de odio propiamente dichos, estando 
entonces el psiquismo libre de toda ambivalencia afectiva,aun­
que hay autores que no son de esta opinión, particularmente 
Mélanie Klein.
II.— El estadio oral tardío (de los 6 a los 12 meses) o estadio sadicoo- 
ral. en el curso del cual predominan las pulsiones que Freud ha llamado 
canibalísticas. se caracteriza por la aparición de los dientes, los bocados y 
mordisqueos de objetos, el primero ae los cuales es el seno materno, com­
pletando entonces la simple succión del subestadio anterior.
En esta época tanto si el niño responde a una frustración mordiendo 
para tomarse el desquite, como si expresa mordiendo una pulsión agresiva 
en sí, el resultado es el mismo: la incorporación, siempre en juego, se con­
vierte en sádica; es decir, destructiva; el objeto incorpo 
fantasías del niño como atacado, mutilado, absorbido y arrojado en un sen­
tido destructivo.
rado es vivido en las
Aspecto genético 11
b) La relación de objeto
Al hablar de relación de objeto nos referimos, de hecho, a una interrelación 
dialéctica: o sea, no sólo al modo como el sujeto organiza sus objetos (exter­
nos c internos), sino también al modo en que éstos modelan la actividad del 
sujeto.
■ El primer objeto de cada individuo es su madre.— La palabra “madre" 
debe tomarse en un sentido amplio: es la persona que se encarga de la 
mayor parte de los cuidados propios del niño. De hecho:
a) La noción misma de "objeto" es aquí problemática, porque se sabe 
que, muy al principio, no existen imágenes de objetos en el sentido psicoló­
gico del término, y las primeras representaciones de objetos están disemi­
nadas, más o menos fragmentadas y, en todo caso, parciales y no unifi­
cadas.
Por otra parte, el recién nacido sólo tiene conciencia del mundo exterior 
—si es que puede hablarse de "conciencia"— a través de sus propias per­
cepciones internas de tensión y de relajación: él no se distingue a sí mismo 
de los demás.
De aquí se deduce que el lactante está enfrentado con “trozos de obje- 
—objetos parciales, decimos, incluso no localizados en el espacio— 
constituidos ai mismo tiempo por trozos de madre (seno nutritivo o bibe­
rón sustitutivo) y por trozos del propio cuerpo del sujeto.
tos
b) Según esto, la relación del lactante con estos trozos de objetos se esta­
blece en dos direcciones:
— autoerotismo, 
cuentemente
que ya hemos hablado en el cuadro del narcisismo primario;
— relación anaclltica, por otro lado; término sacado de un verbo griego 
que significa acostarse en, apoyarse sobre. Freud quería indicar con 
esta expresión el estado de dependencia que une físicamente al niño 
con las personas que le mantienen con vida. Lo que es decir tanto 
como que en este estadio los tales "objetos” no pueden ser más que 
funcionales, como continuarán siendo, poco o mucho, a lo largo de 
toda la prege ni tal idad.
que podría llamarse primario, que se acompaña fre- 
de masturbación (primera fase masturbatoria), y del
■ El descubrimiento real de los objetos se realiza, sin embargo, poco a poco 
y mediante un proceso gradual.
a) En principio se admite que una relación objetal llamada primitiva se 
constituye a partir de los momentos de ausencia del objeto anaclitico. Dicho 
de otro modo, la primera toma de conciencia de un objeto que realiza el 
niño debe provenir del estado de nostálgica espera de cierta cosa que le es 
familiar, que puede satisfacer sus necesidades..., 
concreto le falta (Fenichel).
b) A continuación, el niño aprende a diferenciar sus impresiones y la pri­
mera diferenciación es, sin lugar a dudas, la que se establece entre objetos 
“de confianza o conocidos” y objetos “inhabituales, raros y hasta extraños". 
Estos últimos son sentidos como peligrosos, mientras que los primeros dan 
confianza y son amados.
c) A medida que el niño aprende a distinguirse de su madre, comienza a 
comunicarse con ella, a comprender lo que ella le transmite aunque sólo sea
pero que en un momento
12 Teoría
a través de su mímica. En este sentido ejercen un papel importante las reac­
ciones al contacto, a la presión física, en definitiva a la manipulación cor­
poral real del niño por su madre.
d) La relación ambivalente es contemporánea, según la teoría ortodoxa, 
con la segunda parte del estadio oral, en el momento de la aparición de las 
pulsiones sádicas. Así, en el período en que se manifiesta la tendencia a 
morder, el deseo de destruir a la madre se asocia con la aspiración a la 
unión libidipal con ella. Primer conflicto, por consiguiente, que amenaza 
la unidad primitiva tranquilizante con la madre y donde el componente 
hostil toma un lugar preponderante.
Se dice a veces que el odio es más viejo que el amor, y nosotros conoce­
mos la evolución de las ideas de Freud sobre la pulsión agresiva (parte del 
instinto de muerte). En todo caso es la proyección ai exterior del “mal" —a lo 
que se añade, evidentemente, la cólera producida por la ausencia del objeto 
anaclitico— la que hace específicamente que el objeto (exterior) sea odiado. 
Se comprende que Freud naya llegado a decir: “El objeto nace en el odio."
Apuntemos que la manera en que la pulsión agre 
bida por el objeto amoroso (permitida, prohibida, 
condición, etc.) es de primerísima importancia.
■ El destete, finalmente, es el conflicto relaciona! especifico que va unido a 
la resolución del estadio oral. Esta crisis, unida a la ablactación, puede pare­
cer a primera vista estar fundada sobre un antecedente biológico y, por 
tanto, instintivo de la especie. De hecho, el destete es indisociable de la 
matemalización,2 cuya dimensión cultural ha sido subrayada por Lacan.
Por otro lado, el destete es frecuentemente un traumatismo, en el sentido 
corriente y restrictivo en que es vivido como una consecuencia de la agre­
sión, como un castigo “taliónico” en el modelo de la frustración. Y se ha 
podido comprobar, por ejemplo, que en las personas criadas hasta muy 
tarde a pecho existe muchas veces una dificultad para desarrollar comple­
tamente su facultad de agresividad sin provocar una necesidad de autocas- 
tigo.
En fin, traumatismo o no, el destete deia en el psiquismo humano la 
huella permanente de la relación primordial a la que viene a poner fin. Sea 
de modo patológico o no, la imagen del seno materno domina poco o 
mucho toda la vida del sujeto.
siva a morder sea reci- 
tolerada bajo alguna
2o El estadio anal
En el curso del segundo y tercer año se desarrollan las facultades de andar, 
hablar, pensar, controlar sus esfínteres, etc., y proporcionan al niño, de 
modo progresivo, una independencia relativa, pero ya real.
a) El desarrollo psicosexual
Por supuesto, el placer anal existe desde el comienzo de la vida, pero no 
constituye aún el exutorio libidinal principal y no está todavía conjlictuali-
2. En esta traducción intentaremos ceñimos a los términos propuestos por 
Laplanche Pontalis en su Vocabulario, y a la traducción de Ballesteros de las O. C. de 
Freud, aunque ambas no siempre se corresponden c incluso existen otras propuestas 
como en este caso (Tosqucllcs habla de matemaje, por ejemplo). El término es aquí 
utilizado en su sentido amplio. (N. de la T)
Aspecto genético
zado. Sólo cuando se instala el control esfinteriano, es decir cuando el acto 
de la defecación se convierte en un acto suficientemente controlado por el 
niño, el placer unido a esta defecación y los conflictos específicos que ello 
conlleva empiezan a ocupar suficientemente una situación privilegiada.
■ La fuente pulsional corporal o zona erógena parcial es, en este caso, la 
mucosa anorrectal o anorrectosigmoidea e incluso más en general, toda 
la mucosa de la zona intestinal de excreción, cargada de una libido difusa 
en todo el interior (y no sólo orificial).
13
■ El objeto de la pulsión anal es más difícil de describir a causa de la com­
plejidad creciente del juego pulsional.
La madre, que continúa siendo el objeto privilegiado de las pulsiones 
del niño, se convierte en persona entera. Pero es un objeto que aún sigue 
siendo funcional, parcial, que el niño tratará de manipularlo, como él “mani­
pula” susmaterias fecales. Recordemos que Freud ha descubierto la impor­
tancia de esta “analidad" en el análisis de la neurosis obsesiva, en la que pre­
cisamente la "manipulación" de los objetos 
licos— es una de las características más notables.
De cualquier modo, el “tercer término" en cuestión es el contenido 
intestinal o bolo fecal, verdadero objeto libidinal intermediario, si lo podemos 
llamar así, cuyas funciones no son simples ni unívocas:
a) En principio, es un excitante directo de la erogeneidad de la zona 
corporal mucosa descrita anteriormente. En este aspecto existe una contro­
versia paralela a la que hemos descrito a propósito del estadio oral: ¿Es el 
placer anal primariamente fisiológico o puede explicarse mejor como una 
pulsión secundaria adquirida por aprendizaje?
b) El bolo fecal es también considerado por el niño como una parte de 
su propio cuerpo que él puede —no diremos "a voluntad", pero si por una 
decisión voluntaria, diferir su expulsión— bien conservar en su interior, 
bien expulsarlo fuera, separándose de él, lo que le permite realizar la 
importante distinción entre objeto interno y objeto externo.
Si el miedo de ser tragado constituía la angustia oral especifica, el de ser 
bruscamente desposeído del contenido de su cuerpo por arrancamiento, de 
ser vaciado literalmente, representa la angustia anal típica.
c) Por último, el bolo fecal representa para el niño una moneda de cam­
bio entre él mismo y los adultos. Recordemos las equivalencias establecidas 
por Freud entre las heces, el regalo que se ofrece o que se rehúsa, el dinero, 
etcétera.
■ La fínalidad pulsional no es mucho más simple de explicar. Se acostum­
bra de un modo demasiado fácil a asimilarla pura y simplemente a la fun­
ción defecatoria, lo que no da cuenta de la complejidad real de la experien-
En efecto, defecar —es decir, expulsar la producción intestinal— no es el 
único acto anal que va unido a un placer del que cada uno de nosotros 
tenemos experiencia cotidiana. Diferir esta defecación —o sea, retener este 
bolo al menos durante cierto tiempo— es de un poder erógeno indiscutible.
K. Abraham ha descrito aquí también dos subestadios:
La primera fase, llamada “expulsiva”.— a) Su finalidad es sentir sensacio­
nes agradables durante la excreción. Paralelamente a una descarga de la
—reales, imaginarios y simbó-
cia.
Teoría14
tensión, la eliminación produce una estimulación de la mucosa anorrectal, 
que produce un placer sexual comparable al de la succión durante el esta­
dio oral, placer autoerótico evidente.
b) Además del placer “natural", se obtiene una estimulación adicional 
como consecuencia de la importancia que los padres dan a las funciones 
anales y que conduce al niño a aumentar su interés por un acto neuromus- 
cular que exige de él el esfuerzo de "empujar”.
c) Otra fuente de estimulación intensa más contingente, la constituyen 
las lavativas frecuentes administradas por madres ansiosas. Efectivamente, 
la lavativa no sólo tiene una significación fruslradora de vaciamiento intes­
tinal forzado, sino también el sentido de una excitación erógena.
Señalemos de esta primera fase anal:
1° El autoerotismo narcisista que siempre conlleva.
2° Su aspecto sádico, el cual, por lo demás, caracteriza la totalidad del 
estadio anal hasta el punto de que habitualmente se designa a este estadio 
con el calificativo de sadicoanal.
Este aspecto sádico tiene un doble origen:
— Por un lado, originalmente, considerando el acto de expulsión 
mismo, las materias fecales son tomadas como objetos perdidos y 
con los cuales el niño no tiene ningún miramiento.
— Por otro, los factores sociales ejercen más tarde un papel, porque el 
niño puede utilizar su facultad de expulsión para desafiar a sus 
padres, que tienden a enseñarle la limpieza.
La segunda fase, o fase retentiva.— El placer principal se centra en la reten­
ción, y nos encontraremos aquí otra vez con los mismos orígenes para este 
placer, simplemente utilizados de manera diferente.
a) Por supuesto, es el descubrimiento hecho por el niño en un principio 
de la estimulación intensa de la mucosa lo que permite, junto con la expul­
sión, provocar también la retención.
Se ha dicho que se trataría en este caso del primer descubrimiento del 
placer autoerótico maso quista, que es uno de los componentes norma­
les de la sexualidad. El término “masoquista” puede ser entendido en el 
sentido de “Hazme lo que quieras", y como está claro que el bolo fecal no 
progresa hasta la ampolla rectal con el efecto de un acto voluntario, esta 
progresión proporciona primeramente sensaciones experimentadas pasiva­
mente. Sólo en un segundo tiempo el placer unido al acto de la retención 
viene a ser el objeto de una búsqueda activa.
b) Otro determinante en la aparición de este placer lo constituye la gran 
importancia que los adultos conceden a las heces. Si los otros consideran 
estos productos como preciosos, entonces el niño prefiere guardárselos 
antes que darlos. Y aquí entra de nuevo en juego el elemento sádico, 
pudiendo el niño:
— bien utilizar sus materias fecales como regalo para demostrar su 
afecto;
— bien, por el contrario, retenerlas, lo que tiene la sien 
actitud hostil (sádica) hacia los padres preocupados por su p 
ción, aunque es más conservadora en relación con el objeto (i 
y externo).
ificación de una 
roduc- 
íntemo
Aspecto genético 15
Nota: hay que comprobar que la expulsión intempestiva que coincide con el 
rechazo a hacerlo en el momento o en las circunstancias deseadas por los 
demás tiene un carácter agresivo de oposición que mezcla los dos tipos de 
sadismo anal.
b) La relación de objeto
Sobre el modelo de las relaciones mantenidas por el niño con sus materias 
fecales y en función, además, de los conflictos suscitados por la educación 
en la limpieza, el sujeto orientará su relación de objetos con sus caracterís­
ticas específicas:
■ El sadismo.— Hemos visto que este período está caracterizado total­
mente por el sadismo, definido como una agresión cargada de placer contra 
un objeto.
Los componentes eróticos y agresivos de la analidad se vuelven a encon­
trar en las dos fases descritas por Abraham, así como en la bipolaridad de 
la misma pulsión sádica: la una, de tendencia a destruir el objeto exterior, 
y la otra, de conservarlo y ejercer sobre él un control, tendencias ambas gra­
tificantes.
La conquista de la disciplina esfinteriana permite al niño descubrir la 
noción de su propiedad privada (sus defecaciones, que él da o no da), de su 
poder (poder autoerótico sobre su tránsito intestinal y sobre su propio 
cuerpo; poder afectivo sobre su madre, a la que él puede recompensar o 
frustrar a su vez), descubrimiento que va a la par tanto con el sentimiento de 
omnipotencia y de sobrestimación narcisista sentida por el sujeto como con el 
placer que él experimenta al controlar y amaestrar oponiéndose a la madre; 
en resumen, de poseer. Todo objeto de su deseo es cualquier cosa respecto a 
la cual él ejerce derechos, y todo objeto es asimilable a su posesión más pri­
mitiva; es decir, a sus materias fecales.
■ El masoquismo.— Este término designa la finalidad pasiva de acceder al 
placer por experiencias dolorosos.
Lo mismo el sadismo que el masoquismo —por otra parte se suele 
hablar de sadomasoquismo— están unidos a los castigos corporales, cuyo 
blanco preferido lo constituyen en este momento las nalgas; pero, si se 
comprende fácilmente que pegar alguna que otra vez o dar una azotaina 
representa una salida para las tendencias sádicas, la función masoquista es 
de mayor complejidad.
En principio, ella no puede operar más que en ciertas condiciones úni­
camente; el aolor no debe ser ni demasiado fuerte ni demasiado peligroso. 
Por otra parte, el hecho de que unos azotes puedan excitar sexual mente al 
niño, no es dudoso si se rememoran todos los casos de masoquismo públi­
camente conocidos en este aspecto. Contradictoriamente, las explicaciones 
dadas a este fenómeno y a sus consecuencias han sido objeto de controver­sia. Así, según la teoría ortodoxa, el masoquismo aparece porque la libido 
se desplaza del ano a la piel de las nalgas y sobre los músculos glúteos. Para 
otros, '‘el papel desempeñado en el masoquismo por la excitación sexual de 
las nalgas es muy dudoso. Simples explicaciones que subrayen la satisfac­
ción física aportada por el castigo son más plausibles” (Blum).
En cualquier caso, hay una relación muy bien conocida entre sadismo y 
masoquismo: la que utiliza el niño que se comporta de una manera muy 
activa y agresiva con el fin de provocar a los demás a pegarle.
16 Teoría
■ Lm ambivalencia.— De lo que precede resulta que, durante este período, 
las relaciones continúan siendo ambivalentes, de una manera incluso 
reforzada con relación al estadio sadicooral. Esta ambivalencia se basa 
fisiológicamente en la actitud contradictoria de cara a las materias fecales, 
que sirve de modelo a las relaciones con los demás.
Así, los objetos exteriores, la madre, los familiares, etc., podrán sen
— Por una parte, eliminados, suprimidos —es decir, rechazados—, 
expulsados y, por ello mismo, destruidos.
— Por otra parte, y del mismo modo, intensamente introyectados —es 
decir, guardados como objetos de apropiación—, retenidos como 
una posesión preciosa y querida.
■ Bi- y homosexualidad. Actividad y pasividad!. Narcisismo anal.
a) La bisexualidad humana, que puso en evidencia Freud, encontraría 
sus raíces psicológicas lo mismo que fisiológicas, precisamente y sobre 
todo, en esta fase anal del desarrollo.
La relación del erotismo anal con la bisexualidad vendría, en efecto, 
determinada por el hecho de que el recto aparece como un órgano de excre­
ción hueco:
— En tanto que órgano de excreción, puede expulsar activamente cual­
quier cosa, y de esta facultad derivarían las tendencias masculinas.
— En tanto que órgano hueco, puede ser excitado pasivamente por la 
penetración de un cuerpo extraño, de donde derivarían las tenden­
cias femeninas.
Hagamos notar que esto no contradice el hecho de que el niño puede 
también expulsar pasivamente y retener activamente sus materias fecales. 
En todo caso, es reencontrar aquí la problemática de los procesos de incor­
poración y de expulsión anal, caracterizados además por:
b) La oposición del binomio actividad-pasividad, que marca profunda­
mente las relaciones objétales propias de esta fase, en la que todavía no se 
ha planteado el niño la oposición masculinidad-femineidad en el sentido 
sexual de este término.
Sobre el modelo de este esquema dualista activo-pasivo derivado del 
bloqueo anal, el niño queda sensibilizado, en su relación con los demás, 
para la percepción de toda una serie de parejas antagonistas: pareja bueno- 
malo; bonito-feo; pero sobre todo pareja grande-pequeño completamente 
específica. De cara al adulto, el niño se sentirá, bien el más pequeño, bien el 
más grande y el más fuerte a poco que se imagine como león, tigre o jefe de 
ejército. El summum de la relación valorizada de amor está, por tanto, 
implicado en la pareja subyugar-ser subyugado, dominar-ser dominado.
c) El narcisismo está aquí en primerísimo plano, y hemos señalado 
alguna de las ocasiones que tiene el niño de ponerlo en juego: calidad de 
parte del cuerpo atribuida al bolo fecal, conquista de la independencia con­
cretamente por la marcha y el control esfinteriano, posibilidades de oposi­
ción y de regateo de cara al objeto materno, sentimiento de omnipotencia y 
de autosobreestima, etc. Hay que insistir además en el carácter centrípeto y, 
por tanto, narcisista, de los fines sexuales, una vez más dominados por el 
autoerotismo en esta época.
Aspecto genético
En definitiva, si consideramos:
— la oposición actividad-pasividad;
— el aspecto dual, binario, de una relación de objeto que excluye toda 
genitalización verdadera;
— la consolidación narcisista del sentimiento de poder, ai cual se subor­
dina la búsqueda de complemento entre lo grande y lo pequeño (es 
necesario que el objeto sea muy débil o muy fuerte, para que el 
sujeto se complazca en el papel inverso y dependiente);
— y por último, el aspecto centrípeto y, por tanto narcisista de los fines 
sexuales; comprenderemos entonces que la relación objetal de este 
modo caracterizada sea de tipo homosexual, cualquiera que sea el 
sexo real del objeto, siendo la caracterización genital de éste, po­
dríamos decir, accesoria.
17
3o El estadio fálico
Al llegar a sobrepasar, con el tercer año, los estadios precedentes,por aban­
dono o solución de sus conflictos afectivos propios, el estadio fálico ins­
taura una relativa unificación de las pulsiones parciales bajo cierta pri­
macía de los órganos genitales. Pero no se trata todavía de una verdaacra 
genitalización de la libido.
La palabra “sexo" es ambigua, y de lo que el niño toma conciencia en 
esta época no es precisamente de una diferenciación sexual; incluso al con­
trario, sólo el órgano anatómico macho, el pene, toma valor de existencia 
tanto para el niño que lo posee como para la niña que carece de él.
a) El desarrollo psicosexual
■ El erotismo uretral.— Algunos analistas ortodoxos (Fenichel) introdu­
cen un estadio uretral como intermedio entre los estadios anal y fálico. La 
finalidad primera de este erotismo es el placer de orinar, unido a un placer 
de retención. Este placer en principio autoerótico va convirtiéndose progre­
sivamente en placer hacia objetos (fantasías de orinar sobre los demás, por 
ejemplo), mientras que la enuresis podrá, después del autoerotismo origi­
nal, adquirir el valor de un equivalente mastu roa torio inconsciente. El placer 
al orinar tendrá, en general, un doble carácter:
a) Por una parte, adquiere en los dos sexos una significación fálica y 
hasta sádica; la micción será el equivalente de una penetración activa, 
unida a las fantasías de dominio o destrucción.
b) Por otra, puede ser sentido como un “dejar correr”, un placer pasivo 
de rendición y de abandono de los controles.
— En los niños, el “dejar correr” pasivo puede condensarse con otros 
efectos pasivos, como sentir acariciada la verga o recibir excitaciones 
en el periné (próstata). Estos mismos fines pasivos del erotismo ure­
tral pueden combinarse igualmente con fantasmas más bien sádicos, 
como demuestra el análisis de los casos severos de eyaculación precoz.
— En las niñas, la parte activa servirá más adelante para expresar los 
conflictos centrados generalmente en la envidia del pene. En cuanto a 
la significación pasiva del “dejar correr” está en ellas frecuentemente 
desplazada de la orina a las lágrimas.
18 Teoría
En cualquier caso, el control del esfínter vesical lleva consigo un orgullo 
narcisista, debido al hecho de que los padres avergüenzan al niño cuando 
éste fracasa en este control. Otros autores piensan que la mayor frecuencia 
de la micción (con relación a la expulsión anal) provoca recomp 
igualmente más frecuentes, que refuerzan el sentimiento de orgullo. Pero si 
la vergüenza es para Fenichel la fuerza especifica dirigida contra las tenta­
ciones eroticouretrales, la ambición seria el representante específico de la 
lucha contra dicho sentimiento de vergüenza.
■ La masturbación infantil.— Desde la fase oral asistimos al despertar de 
manifestaciones eróticas específicas en el niño a nivel de los órganos geni­
tales. El determinante ocasional es, quizás, además de los cuidados de lim­
pieza, la excitación natural de ¡a micción. En esta época, los juegos manuales 
de los niños representan lo que se llama la masturbación primaria. A partir 
del momento en que entra en juego la disciplina del esfínter vesical, el pla­
cer hcdónico, basado en la micción, se disociará para buscar el modo de 
reproducirse en si mismo de manera repetitiva. Y esto se designa con la 
expresión masturbación secundaria.
Primaria o secundaria, esta masturbación precoz infantil es frecuente­
mente negada por los adultos, en función sin duda de su propio superyo. 
Sin embargo, deja huellas profundas e inconscientes en la memoria y parece 
que constituyeuna de las causas principales de la famosa amnesia infantil 
la cual está especialmente vinculada a esta actividad, reprimida por los 
padres, pero sobre todo por los fantasmas sexuales propios de esta edad 
(fantasmas masturbatorios, la mayor parte de las veces de origen edípico y, 
por tanto, angustiantes y culpabilizantes).
ensas
■ La curiosidad sexual infantil.— a) El “descubrimiento** de la diferencia 
anatómica entre los sexos es, de hecho, una expresión ambigua. Realmente, 
no hay todavía para el niño más que un solo sexo, que está representado por 
los seres provistos de pene. Bien a través de la masturbación, bien a través de 
sus investigaciones, el niño va tomando conciencia poco a poco de la reali­
dad anatómica del pene, y comienza a hacerse preguntas sobre la existencia o 
la no existencia de este atributo corporal en él o en los demás. Al mismo 
tiempo se plantea otros enigmas: el origen de los niños, la procreación, el 
embarazo, etcétera.
b) La escena primitiva.— Hay que entender aquí la escena o las escenas 
en el curso de las cuales el niño ha sido —o ha fantaseado ser— testigo del 
coito desús padres. Esta escena primitiva, o también escena originaria, consti­
tuye, según Freud (que al principio no sostuvo esta opinión), los llamados 
fantasmas primitivos u originarios, que según el psicoanálisis conforman 
toda la vida fantasmagórica, cualesquiera que sean las experiencias reales 
del sujeto (seducción, castración, abandono, etc.)
Los mecanismos en juego no son simples ni unívocos. Intervienen espe­
cialmente:
— La identificación con uno de la pareja, a veces con los dos, y muy 
frecuentemente en el sentido de la pasividad.
— La proyección de la propia agresividad del sujeto, al ser vivida la 
mayor parte de las veces por el niño esta "escena primitiva", como 
sádica, en función de los ruidos, gritos o gemidos percibidos, etcétera.
— El sentimiento de abandono que produce en el niño el ser 
excluido de estas relaciones.
Aspecto genético
c) La escoptofiiia o voyeurismo.— Puede relacionarse con la “escena pri­
mitiva” este instinto parcial (instinto que emerge en el adulto en el placer 
previo al coito, pero que en el niño expresa el deseo de ser satisfecho por su 
propia cuenta), que es, de hecho, con frecuencia, más auditivo que estricta­
mente visual. Por sublimación este instinto podrá, más tarde, dar lugar a la 
epistcmofilia, de donde nacen los investigadores o curiosos de todos los 
órdenes.
■ Las teorías sexuales infantiles.— Al no recibir —o al no poder integrar— 
respuestas satisfactorias, el niño interpreta los hechos a su manera, en fun­
ción de su vivencia libidinal, subordinando todo descubrimiento a las fuer­
zas pulsionales. Estas teorías son, concretamente:
a) Las teorías infantiles de la fecundación.— Fecundación oral por inges­
tión de un alimento milagroso o por el beso; esta creencia está extendida por 
lo general más en la niña, en la que persiste 
incluso posteriormente.
— Teorías relacionadas con la micción y en las que el papel de cada 
miembro de la pareja está mal definido: orinar al mismo tiempo, ori­
nar dentro de la mujer, etcétera.
— Teorías que ponen en juego la exhibición de los órganos genitales.
— En cuanto al cambio del pene por un niño, se trata de una teoría ya 
mucho más elaborada.
19
a veces hasta la pubertad e
b) El parto anal.— La creencia de que los niños son evacuados por el 
ano debe relacionarse con las fantasías y los intereses del estadio anal. Des­
pués aparecen elaboraciones más evolucionadas: nacimiento por el 
ombligo o a raíz de una extracción forzada y sangrienta del cuerpo materno. 
La interpretación anal es entonces reprimida.
c) La concepción sádica del coito depende más de reliquias fantasmáticas 
del estadio anal y de fenómenos proyectivos que de cualquier realidad de la 
que hubiera podido ser testigo el niño.
b) El aspecto narcisista y pregenital del estadio fálico
■ Así pues, en este momento el pene no es percibido todavía como un ór­
gano genital, sino como un órgano de potencia o de plenitud; es decir, un falo: 
de ahí el nombre dado a este estadio.
■ Existe cierta ambigüedad que tiene su origen en el hecho de que Freud 
empleaba indiferentemente los términos de pene y falo:
— el pene es el órgano masculino propiamente dicho en su realidad 
anatómica;
— el falo, por el contrario, subraya la función simbólica atribuida equi­
vocadamente al pene. Dicho de otro modo, por falo hay que enten­
der un fantasma según el cual la posesión de un pene procura y signi­
fica plenitud y potencia.
■ Se comprende que estemos aquí mucho más en un momento narcisista 
que libidinal objetal. Aunque el niño se haya convertido en un ser capaz de 
diferenciar los sexos, sólo lo es a nivel de una realidad anatómica externa y 
falsamente interpretada. No se trata de la diferencia entre hombre y mujer, 
sino entre la presencia o la ausencia de un único término. Los padres serán
Teoría20
vividos en función de su potencia o de su debilidad, simbolizada por esta 
posesión o por esta ausencia.
■ Parece que, para Freud, el rasgo más característico del falo es el ser un 
objeto separable, transformable y, en este sentido, objeto parcial.
■ Se dice también que el estadio fálico es el estadio del “descubrimiento" 
(palabra que nosotros hemos puesto entre comillas) de la diferencia de uno 
y otro sexo. Debe decirse más bien que es el estadio de la renegación de esta 
diferencia, negación completamente característica y que consistirá:
— para el niño, en negar la castración (narcisista) por la negación del 
sexo femenino;
— para la niña, en negar igualmente esta misma castración por medio 
de la reivindicación del falo (narcisista) a través de la reivindicación 
del pene (el clítoris crecerá).
■ Por último, indiquemos que el sexo masculino real no puede definirse 
más que con relación a la existencia de un sexo femenino positivo, y que el 
reconocimiento de este aspecto positivo no será posible, tanto en el nifto 
como en la niña, más que en un estadio genital y postedlpico. En la edad 
adulta, la mujer llamada clitoridiana es, de hecho, una mujer pasiva, al con­
trario de lo que podría imaginarse, y la mujer verdaderamente genital 
encuentra su máximo placer envolviendo activamente al pene, sin angustia, 
sin miedo de engullirlo o de destruirlo, ni de castrar a su compañero.
primada del pene —o más 
bien del falo—, no se trata de ningún modo de la primacía de lo genital. En 
el conñicto actual, el niño hace jugar ante todo su narcisismo (a través del 
sentimiento de estar o no completo) y también su Ideal del Yo. El sufri­
miento padecido es más un sentimiento de herida o de posibilidad de 
herida de orden narcisista que una angustia unida a una castración genital. 
Posteriormente, la consecuencia más habitual es la depresión. Todos estos 
rasgos autentifican el carácter pregenital de este estadio.
c) La angustia de castración
Es la expresión consagrada3 para designar la reacción afectiva consecutiva 
a la observación de la ausencia de pene en la niña; en el niño, esta observa­
ción provoca el miedo fantasmático de perder el pene, y en la niña, el deseo
En resumen: si bien el estadio fálico instaura una
3. Una expresión asi merece una explicación en la medida en que su utilización, 
muy generalizada y corriente, puede prestarse a confusión.
Si, en nuestra opinión, un estadio fálico pregenital es claramente diferenciable de 
un estadio edípico genital, está igualmente claro que ambos movimientos evolutivos 
y genéticos representan las dos vertientes de un mismo tejado. La una es de esencia 
narcisista. la otra se refiere a la libido objetal; cabalgan la una en la otra en un diá­
logo continuo y difícilmente disociablc en la realidad.
Podríamos decir, como ya hemos dejado entrever, que existen dos angustias de 
castración:
1. ° Una angustia de castración narcisista, pregenital y fálica. en la cual el pene es 
considerado por el sujeto como un falo, es decir, como signo de plenitud y potencia.
2. ° Una angustiade castración genital edípica y centrada en el objeto que supone 
una apreciación del pene como órgano capaz de procurar placer (a si mismo y al 
otro). (N. de ¡a T.)
Aspecto genético
de adquirirlo. Esta angustia de falta o de ausencia determina la angustia de 
la muerte, contra la cual el fantasma de deseo de tener un niño (especie de 
duplicación de sí mismo) representa una defensa corriente.
Por otro lado, esta angustia es consciente o preconsciente en el nifto que 
advierte la falta de pene en los demás o en él mismo. La angustia parte de 
una representación falsa de la realidad (fantasma de la mutilación peneana, 
que no es, por otra parte, asimilable a la castración verdadera, la cual con­
siste en la ablación no del pene, sino de las gónadas) y es una interpretación 
de la que no escapa ningún nifto.
No es necesaria una intervención de los adultos para que el nifto “sufra" 
una angustia de castración, ante la cual debe aprender a defenderse y no a 
capitular. (Autores como Dolto distinguen fantasma o angustia de castración. 
como fenómeno consciente, natural, transitorio y estructurante; y complejo 
de castración, como fenómeno inconsciente, duradero, fuente de sufri­
miento, autopunitivo y unido a la no resolución afortunada de la angustia 
de castración.) Ciertamente, los adultos intervienen por medio de las “pro­
hibiciones castradoras” como defensas exteriores que apuntan a reprimir 
actividades cargadas de algún valor libidinal (curiosidad, coa' 
muchachita, disposiciones arrogantes del muchachito, etc.) 
intervenciones prohibitivas exteriores no hacen más que sensibilizar, y no 
crear, una angustia de castración que existe independientemente de ellas y 
que es no sólo normal, sino incluso maduradora.
El nifto rehusará, pues, este malestar o esta angustia defendiéndose como 
siempre, y en esta luena las actitudes del niño y de la niña serán diferentes.
21
ueteria de la 
. Pero estas
■ En el niño.— Del hecho de saberse poseedor de un pene que falta a las 
niñas, el nifto sobreinviste este pene:
— de forma libidinal en tanto que instrumento de la satisfacción sexual 
(masturbación y sus fantasías);
— pero también y, sobre todo, en tanto que símbolo de la valoración 
narcisista de sí mismo, indicada concretamente por las tendencias 
exhibicionistas, predominantes en este estadio. Se dice que entonces 
el nifto se identifica con su pene. Por otro lado, esto es el resultado de 
este narcisismo llevado al extremo y del temor experimentado por el 
nifto al mal o dafto que alguien podría hacer a su pene.
En un principio, Freud acentuaba la idea de que determinados factores 
filogenéticos predisponían al individuo a esta angustia. Fenichel prefiere 
basarla en la ley del talión: el órgano que ha pecado debe ser castigado.
a) En un principio, el nifto intenta negar la realidad. Y es esta renega­
ción de la diferencia, la que origina la perversión en general.
b) Después, gracias a un deseo de reparación mágica, el niño intenta 
tranquilizarse: ya les crecerá, piensa del de las niftas. Esto no impide que 
continúe con su angustia, porque, aun cuando él percibe y acepta la dife­
rencia no atribuye la falta de pene en la niña a una condición original, sino 
a una mutilación sufrida, como sanción imaginaria infligida por los padres 
para castigar ciertos deseos y placeres análogos a los que él mismo siente 
como prohibidos (masturbación).
c) La negativa a extender a todas las mujeres esta falta de pene es to­
davía una defensa, que persistirá incluso después de que el nifto tenga evi­
dencias en contra. Para él, sólo han debido de sufrir esta suerte las que son
Teoría22
culpables de pulsiones inadmisibles. Durante mucho tiempo —y esto es 
válido para el niño en los dos sexos— mantiene su creencia en una madre 
peneana (mejor que fálica) que, idealizada, no caerá bajo el castigo de la 
castración, conservando un pene imaginario, símbolo y atributo del falo; es 
decir, de la potencia adulta.
De un modo general, es un poco un abuso del lenguaje hablar de madre 
fálica. De hecho, con esta expresión se designa una ¡mago de madre previa a 
la distinción, un personaje parental todopoderoso, simplemente. En cuanto 
a la expresión mujer fálica. hay que reconocer que se trata de una expresión 
de macho, el cual proyecta fácilmente sus propias angustias de castración en 
el pretendido “falismo" de las mujeres. Lo que un nombre de estas carac­
terísticas busca en una mujer así es, a la vez, una madre y un objeto erótico.
■ En la niña.— Para Freud, niño y niña se parecen mucho en esta época. 
La vagina es ignorada y la actividad sexual es clitoridiana; el paso del 
clitoris a la vagina, en tanto que zona erógena dominante, sobreviene en 
una época más tardía de la vida, lo más frecuente mente alrededor de la 
pubertad.
Al descubrir la niña su ausencia de pene, después de un período de 
negación y de esperanza, se ve forzada a aceptar bastante rápidamente esta 
ausencia. Ninguna negación puede bon-ar en ella la ausencia real, que no es
vivida como la amenaza de una castración imaginaria, sino como un hecho 
fisiológico. Contrariamente a como sucede en el niño, esta comprobación y 
la gran frustración que lo acompaña no sólo sobrevienen antes del Edipo. 
sino que incluso permiten a la niña precisamente entrar en el Edipo. Sin 
embargo, se trata en principio, para la niña, de una verdadera y profunda 
herida narcisista que lleva consigo un sentimiento de inferioridad en el plano 
corporal y genital, posteriormente complicado y reforzado por factores 
socioculturales que nadie ha pensado en negar y de los que sería muy intere­
sante estudiar su origen real y su variabilidad según las civilizaciones.
defenderá contra esta desgracia:
a) El primer elemento que aparece es un tema de reivindicación. Es la 
famosa envidia del pene, o también reivindicación fálica, asimilable a la nega­
ción de la diferenciación por parte del niño. La niña entonces pensará que 
ella tenía un pene y que lo ha perdido, lo que refuerza la idea de reconquis­
tarlo.
Nuestra niña se
b) Sin embargo, forzada a aceptar su falta (aquí todavía narcisista en 
tanto que significa para ella carencia, inferioridad), la niña culpará a su 
madre de ello y tenderá a vincularse a su padre, realizando así el momento 
capital de la evolución psicosexual de la mujer, que, al contrario del niño, 
debe realizar un verdadero cambio de objeto para entrar en el Edipo. Freud 
piensa que el factor decisivo en juego en la separación de la madre reside 
en lo que puede llamarse complejo de castración, el cual, aparte la herida 
narcisista que provoca en la niña, desvaloriza a la madre, afecta de la misma 
ausencia de pene.
Así puede decirse, sin forzar demasiado las palabras, que la entrada de 
la niña en el Edipo y, en consecuencia, su acceso a la genitalidad es de na­
turaleza más o menos reactiva y defensiva.
c) Otra "defensa”, ésta de naturaleza más edípica: el deseo de tener un 
niño, que sustituirá al deseo de tener un pene. Se dice que la libido de la
niño. En este sentido, la niña 
su primer objeto libidinal.
niña se desliza a lo largo de la ecuación pene = n 
escoge al padre como objeto amoroso y abandona
Aspecto genético
la madre, que se convierte así en el objeto de sus celos; esta ruptura con la 
madre está marcada por una profunda ambivalencia, lo que viene dado por 
el hecho de que es la primera.
23
OTRAS CONCEPCIONES Y RESUMEN.— Sin entrar en discusiones teóricas de­
masiado especializadas, hay que hacer constar que la afirmación freudiana del 
monismo sexual fáltco para los dos sexos ha sido negada posteriormente con vigor por 
ciertos psicoanalistas, sobre todo femeninas.
sería desde el principio más femenina que masculina, más cen­
trada sobre el interior de su cuerpo que sobre el exterior, y la receptividad vaginal sería 
entonces primaria. Sólo secundariamente, por el hecho ae que las pulsiones vagina­
les son culpabilizadas y sentidas como peligrosas, éstas serían reprimidas y transferi­
das sobre el clitoris.

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