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2 SÍNTESIS PSICOLOGÍA Director: Juan Mayor Áreas de publicación: PSICOLOGÍA BÁSICA Coordinador: Juan Mayor PSICOBIOLOGÍA Coordinador: Carlos Fernández Frías METOLOGÍA DE LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO Coordinadora: Rosario Martínez PERSONALIDAD, EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO PSICOLÓGICO Coordinador: José Antonio Carrobles PSICOLOGÍA EVOLUTIVA Y DE LA EDUCACIÓN Coordinador: Jesús Beltrán PSICOLOGÍA SOCIAL Coordinador: José Ma Peiró PSICOLOGÍA Y MUNDO ACTUAL 3 Coordinador: Juan Mayor 4 Pedro R.Gil-Monte José M.Peiró Silla 5 PRÓLOGO Armando Rodríguez Pérez CAPÍTULO 1: DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO Y MODELOS INTERPRETATIVOS 1.1. Introducción 1.2. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el trabajo 1.2.1. Perspectiva clínica 1.2.2. Perspectiva psicosocial 1.3. Determinantes del síndrome de quemarse por el trabajo en las profesiones de servicio 1.4. El síndrome de quemarse por el trabajo en el marco contextualizador del estrés laboral 1.5. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el trabajo mediante la diferenciación de otros conceptos 1.6. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo 1.7. Principales modelos explicativos del síndrome de quemarse por el traba]1o 1.7.1. Modelos elaborados desde la teoría sociocognitiva del yo 1.7.1.1. Modelo de competencia social de Harrison (1983) 6 1.7.1.2. Modelo de Cherniss (1993) 1.7.1.3. Modelo de Thompson, Page y Cooper (1993) 1.7.2. Modelos elaborados desde las teorías del intercambio social 1.7.2.1. Modelo de comparación social de Buunk y Schaufeli (1993) 1.7.2.2. Modelo de conservación de recursos de Hobfoll y Fredy (1993) 1.7.3. Modelos elaborados desde la teoría organizacional 1.7.3.1. Modelo de Golembiewski, Munzenrider y Carter (1983) 1.7.3.2. Modelo de Cox, Kuk y Leiter (1993) 1.7.3.3. Modelo de Winnubst (1993) 1.7.4. Un modelo estructural sobre la etiología y el proceso del síndrome considerando antecedentes de nivel personal, interpersonal y organizacional 1.8. Resumen CAPÍTULO 2: LA MEDIDA Y EL DIAGNÓSTICO DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO 2.1. Introducción 2.2. Medidas sobre el síndrome de quemarse por el trabajo de aplicación limitada 2.3. El "Staff Burnout Scale for Health Professionals" (SBS-HP) de Jones 2.4. El "Tedium Measure" (TM) de Pines, Aronson y Kafry o el "Burnout Measure" (BM) de Pines y Aronson 7 2.5. El "Maslach Burnout Inventory" (MBI) de Maslach y Jackson 2.5.1. Adaptaciones españolas 'dei MBÍ 2.6. Resumen CAPÍTULO 3: DESENCADENANTES Y FACILITADORES DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO 3.1. Introducción 3.2. Desencadenantes del síndrome de quemarse por el trabajo 3.2.1. Ambiente físico de trabajo y contenidos del puesto como desencadenantes del síndrome de quemarse por el trabajo 3.2.2. Desempeño de roles, relaciones interpersonales y desarrollo de la carrera, como desencadenantes del síndrome de quemarse por el trabajo 3.2.3. Estresores relacionados con las nuevas tecnologías y otros aspectos organizacionales 3.3. Facilitadores del síndrome de quemarse por el trabajo 3.3.1. Variables de carácter demográfico 3.3.2. Variables de personalidad 3.3.3. Estrategias de afrontamiento 3.3.4. Apoyo social en el trabajo 3.4. Resumen CAPÍTULO 4: CONSECUENCIAS DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO 8 4.1. Introducción 4.2. Consecuencias para el individuo 4.2.1. Consecuencias sobre la salud: manifestaciones psicosomáticas 4.2.2. Consecuencias sobre las relaciones interpersonales extralaborales 4.3. Consecuencias para la organización 4.3.1. Satisfacción laboral baja 4.3.2. Propensión al abandono de la organización 4.3.3. Absentismo laboral 4.3.4. Deterioro de la calidad de servicio de la organización 4.4. Resumen CAPÍTULO 5: ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN PARA LA PREVENCIÓN Y AFRONTAMIENTO DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO 5.1. Introducción 5.2. Concepto de afrontamiento 5.3. Tipología de las estrategias de afrontamiento 5.4. Estrategias individuales 5.4.1. Técnicas para la adquisición y mejora de las estrategias individuales de afrontamiento 5.4.1.1. Entrenamiento en solución de problemas 9 5.4.1.2. Entrenamiento de la asertividad 5.4.1.3. Programas de entrenamiento para manejar el tiempo de manera eficaz 5.4.2. Otras estrategias de afrontamiento desde la perspectiva individual 5.5. Estrategias de carácter interpersonal y grupal: el apoyo social en el trabajo 5.5.1. Apoyo social: tipología y funciones 5.5.2. Estrategias para la implementación del apoyo social en el trabajo 5.6. Estrategias organizacionales para la prevención del síndrome de quemarse por el trabajo 5.6.1. Programas de socialización anticipatoria 5.6.2. Evaluación y retroinformación 5.6.3. Desarrollo organizacional 5.6.4. Otras estrategias desde la perspectiva de la organización 5.7. Resumen BIBLIOGRAFÍA 10 Hacer el prólogo de un libro escrito por dos profesores de Psicología de las Organizaciones que, además, son dos buenos amigos, es cuanto menos comprometido. Si haces alarde de sus cualidades y de lo sólidamente articuladas que están las ideas que aquí se presentan se podría pensar que estoy cegado por mis afectos. Si, en cambio, aprovechas el espacio que te conceden para pontificar sobre lo divino y lo humano no faltaría quien me acusase de ingrato con quienes te hacen participe de la ceremonia científica de hacer público el trabajo de investigación realizado durante muchos años. Concédaseme pues, aún a riesgo de ser tachado de cobarde o indeciso que no me decida por ninguna de esas opciones. Al fin y al cabo, el prólogo es como una tarjeta de presentación sin un protocolo preciso, sin un reglamento claro. Lo único que tengo por cierto al escribir estas líneas es que se incluirán al principio del volumen cuando, paradójicamente, se han escrito después de que aquel se haya rematado. En realidad, esto es lo más importante, pues uno se siente como quien asiste a los ensayos de una obra y contempla con cierta prepotencia a los espectadores el día del estreno. Esta prerrogativa que te conceden los autores se traduce en la oportunidad de manejar las páginas del manuscrito como si estuvieras ante una obra inacabada, sintiendo aún el calor que imprimieron al papel e intuyendo entre las líneas, las noches en vela y el sabor amargo del café en las madrugadas. Al leer el libro de este modo tan personal, ocurre lo mismo que cuando oyes una sinfonía, contemplas un buen cuadro o conoces a una persona interesante. Al final, el recuerdo se traduce en pocas sensaciones pero quizás las suficientes para conformar los pilares de nuestras opiniones acerca de cuanto nos rodea. Permítame, por tanto, estimado lector, que le transmita algunas de estas impresiones. Como todo el mundo sabe, la expresión "estar quemado" se emplea coloquialmente para manifestar que se ha perdido la ilusión por el trabajo y que cualquier esfuerzo destinado a hacer las cosas bien es poco menos que 11 inútil. Lo que no todo el mundo sabe es que los especialistas en psicología del trabajo y de las organizaciones han adoptado ese mismo término para referirse a un síndrome con connotaciones relativamente parecidas. Técnicamente, estar quemado es estar agotado emocionalmente y mostrar una fuerte actitud negativa hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol. El uso de una etiqueta común para designar un problema psicológico que altera la capacidad laboral de una persona suele ser problemático ya que añade confusión a cualquier intento de una definición rigurosa y técnicamente manejable. Máxime si la etiqueta más que sugerir una patología laboral invita a pensar en falta de diligencia o en el más común de los vicios que reprocha una sociedad cada vez más salpicada del sentido calvinista de virtud: la pereza y la holgazanería. Para evitar esa confusión, la mayor parte de los escritos españoles sobre el tema evitan la expresión estar quemado y usan en su lugar la inglesa "burn out". Sin embargo,los autores de este libro, hacen un auténtico esfuerzo por imponer el término en nuestro idioma. Estoy convencido que los interesados en el mundo de las organizaciones terminarán beneficiándose de esa decisión. Al fin y al cabo, las ciencias sociales están plagadas de términos técnicos que se tomaron prestados del lenguaje coloquial. Además, esa coincidencia es el medio más rápido de generar y propagar la representación social de algo que es nuevo y viejo a la vez. Viejo porque reconocemos en esa metáfora un estado psicológico que nos resulta familiar. Nuevo, porque desde que a finales de la década de los setenta los psicólogos norteamericanos acuñaran esa expresión, han aparecido nuevas formas de comprender el fenómeno, de precisar sus causas y de profundizar en sus consecuencias. Ello ha supuesto la incorporación de factores y procesos psicológicos bien conocidos por los profesionales de la psicología (p. ej., la despersonalización, la falta de equidad, la pérdida de la ilusión de control, etc.) y la aceptación por la psicología internacional de esa nueva patología laboral. Los autores reflejan en estas páginas el alcance de este conocimiento y lo hacen de modo ordenado y con una lógica familiar a quienes están habituados 12 a leer textos de psicología científica. En consecuencia para Gil-Monte y Peiró está claro desde las primeras líneas, y así lo manifiestan, que se trata de una patología derivada más que de factores biogénicos, de características del ambiente físico (p. ej., el ruido, las condiciones higiénicas, las cualidades climáticas,...), de demandas derivadas del puesto de trabajo (cambio de turnos frecuentes, exposición a riesgos,...), de factores derivados de la implantación de nuevas tecnologías en las empresas, etc. Pero el aspecto más interesante de este problema, y al que se otorga aquí especial importancia, es al papel que juegan en esta patología las relaciones interpersonales. De acuerdo con los trabajos sobre el tema, las ocupaciones que requieren contacto frecuente con compañeros, supervisores, subordinados y/o usuarios contribuyen de modo significativo a la sensación de agotamiento emocional y de "estar quemado". Algo que no deja de ser disparatado en una cultura que siempre ha contemplado la falta de contacto con otros, el trabajo en aislamiento como alienante y como un obstáculo para el desarrollo de la conciencia. Lamentablemente, cuando se entra en contacto con la población laboral que reúne estas características (p. ej., maestros, enfermeras, policías, etc.) se tiene que dar la razón a quienes defienden la bondad del nuevo constructo. Otro recuerdo que me deja este libro está en que sus páginas lejos de ser una exposición tediosa o meramente descriptiva de "estar quemado" reflejan el compromiso de los autores por la salud integral del trabajador. Así, lejos de entrar en un debate estéril sobre la salud física vs. salud mental, Pedro Gil- Monte y José María Peiró escriben cada línea con el convencimiento de que un diagnóstico riguroso de la salud de un trabajador, especialmente en organizaciones de servicio, debe incluir pruebas que detecten este síndrome. Lamentablemente, la representación social de enfermedad/ausencia de salud apunta a síntomas con base orgánica reconocidos, pese a que vivimos en una sociedad que se preocupa más que nunca por los indicadores de calidad de vida. En este sentido, tiene razón Herzlich, cuando señala que la enfermedad, la salud y la muerte constituyen objetos cuyo carácter "natural", "físico" y "objetivo" es particularmente fuerte en nuestra cultura. Por consiguiente, una lectura atenta de estas páginas permitirá descubrir que además de psicosis y depresiones, consideradas como enfermedad en nuestro sistema público de 13 salud, existen estados psicológicos que podrían tenerse igualmente en consideración. Pero la visión sociogénica de esta nueva patología no acaba en la descripción de las causas y los facilitadores. Los autores dan un paso más allá proponiendo medidas preventivas y estrategias de intervención que están en correspondencia con esa visión: medidas básicamente psicosociales que refrendan que la causa no está en el interior sino en el medio social del individuo. Por ultimo, me gustaría resaltar un detalle que siempre se agradece en un libro de contenidos técnicos. Me refiero a la frescura y dinamismo con que se expresan cada una de las ideas que configuran el campo de este nuevo concepto. Gil-Monte y Peiró saben que están abriendo un sendero en el conocimiento sobre el bienestar humano y por ello presentan la información con un estilo ameno y atractivo. Así ocurre con los modelos integrales, normalmente confusos y difíciles de explicar, incluso para los propios especialistas. Y lo mismo puede decirse de la presentación de los resultados de las investigaciones. En este sentido, los autores lejos de creer que sólo lo árido y escrito en latín es profundo, demuestran su oficio y su sensatez a la hora de seleccionar lo importante y aplicarse con lo fundamental. Además, el modo en que están organizados todos los materiales contribuyen a que su lectura sirva de puesta a punto para los especialistas y de didáctica introducción a los que se arriman por primera vez a un tema sobre el que por desgracia todos oiremos hablar en el futuro. Ánimo, pues, al lector a penetrar en las páginas de este libro con el convencimiento de que con su lectura, aprenderán algo más del hombre y algo más de sí mismo. En este sentido, lo que el lector tiene en sus manos representa un viaje estimulante a un territorio del que aún se sabe poco pero cuyo contenido está expuesto con el estilo fluido e inteligente que hacen de su lectura un auténtico placer. Estoy convencido de que si el lector culmina su lectura llegará a la conclusión que buscan los autores: que el síndrome de estar quemado trasciende el concepto de estrés laboral y amenaza con convertirse en un problema social contemporáneo. 14 Armando Rodríguez Pérez 15 1.1. Introducción El concepto de "quemarse por el trabajo" (burnout) surgió en Estados Unidos a mediados de la década de los años setenta (Freudenberguer, 1974), para dar una explicación al proceso de deterioro en los cuidados y atención profesional a los usuarios de las organizaciones de servicios (organizaciones de voluntariado, sanitarias, de servicios sociales, educativas, etc.). A lo largo de estos años el síndrome de quemarse por el trabajo ha quedado establecido como una respuesta al estrés laboral crónico integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja (actitudes de despersonalización) y hacia el propio rol profesional (falta de realización personal en el trabajo), así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado (Maslach y Jackson, 1981). Esta respuesta ocurre con frecuencia en los profesionales de las organizaciones de servicios (médicos, maestros, funcionarios de prisiones, policías, trabajadores sociales, etc.) que trabajan en contacto directo con los usuarios de tales organizaciones (pacientes, alumnos, presos, indigentes, etc.). No obstante, el síndrome de quemarse por el trabajo no está necesariamente restringido a los profesionales de los servicios humanos. Maslach y Schaufeli (1993: 12), señalan que aunque este síndrome aparece como una psicopatología específica de estos ámbitos profesionales, el fenómeno ha sido descrito en otro tipo de profesionales como directivos y mandos intermedios de cualquier tipo de organizaciones, entrenadores y deportistas, e incluso ha sido estudiado fuera del ámbito laboral (v. g., en personal de voluntariado, activistas políticos y amas de casa). 16 La necesidad de estudiar el síndrome de quemarse por el trabajo viene unida a la necesidad de estudiar los procesos de estrés laboral, así como al reciente hincapié que las organizaciones han hecho sobre la necesidad de preocuparse más de la calidad de vida laboral que ofrecen a sus empleados. Como indica Peiró (1992: 11), actualmente resulta necesario considerar losaspectos de bienestar y salud laboral a la hora de evaluar la eficacia de una determinada organización, pues la calidad de vida laboral y el estado de salud física y mental que conlleva tiene repercusiones sobre la organización (v. g., absentismo, rotación, disminución de la productividad, disminución de la cali dad, etc.). Asimismo, y dado que la mayor incidencia del síndrome de quemarse por el trabajo se da en profesionales que prestan una función asistencial o social, el deterioro de su calidad de vida laboral también conlleva repercusiones sobre la sociedad en general. 1.2. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el trabajo No existe una definición unánimemente aceptada sobre el síndrome de quemarse por el trabajo pero, existe consenso en considerar que aparece en el individuo como una respuesta al estrés laboral crónico. Se trata de una experiencia subjetiva interna que agrupa sentimientos y actitudes, y que tiene un cariz negativo para el sujeto dado que implica alteraciones, problemas, y disfunciones psicofisiológicas con consecuencias nocivas para la persona y para la organización. En la delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el trabajo pueden diferenciarse dos perspectivas: la clínica y la psicosocial. La perspectiva clínica entiende el síndrome de quemarse como un estado al que llega el sujeto como consecuencia del estrés laboral. La perspectiva psicosocial apunta hacia su consideración como un proceso que se desarrolla por la interacción de características del entorno laboral y características personales. La diferencia estriba en que el síndrome de quemarse como estado entraña un conjunto de sentimientos y conductas normalmente asociadas al estrés laboral y, por el contrario, el síndrome de quemarse como proceso asume una secuencia de etapas o fases diferentes con sintomatología, a su vez, diferenciada. 17 1.2.1. Perspectiva clínica Desde un enfoque clínico, Freudenberguer (1974) señala que el síndrome de quemarse hace alusión a la experiencia de agotamiento, decepción y pérdida de interés por la actividad laboral que surge en los profesionales que trabajan en contacto directo con personas en la prestación de servicios como consecuencia de ese contacto diario con su trabajo. Este estado sería el resultado de gastarse por la pretensión persistente de un conjunto de expectativas inalcanzables (Freudenberguer, 1975). En esta misma perspectiva se pueden encuadrar, entre otros, Pines y Aroson (1988), quienes lo conceptualizan como un estado en el que se combinan fatiga emocional, física y mental, sentimientos de impotencia e inutilidad, sensaciones de sentirse atrapado, falta de entusiasmo por el trabajo y la vida en general, y baja autoestima. También se encuadra en esta perspectiva Fischer (1983), al considerar que el síndrome de quemarse debe ser entendido como un estado resultante del trauma narcisista que conlleva una disminución en la autoestima de los sujetos. 1.2.2. Perspectiva psicosocial Desde un enfoque psicosocial, la mayoría de los autores asumen la definición elaborada por Maslach y Jackson (1981), quienes señalan que el síndrome de quemarse debe ser conceptualizado como un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y falta de realización personal en el trabajo que puede desarrollarse en aquellas personas cuyo objeto de trabajo son personas en cualquier tipo de actividad. Aun que estos autores originalmente entienden el síndrome de quemarse como un estado, los trabajos desarrollados a partir de su definición han originado su posterior conceptualización como proceso. En esa definición, por agotamiento emocional se entiende la situación en la que los trabajadores sienten que ya no pueden dar más de sí mismos a nivel afectivo. Es una situación de agotamiento de la energía o los recursos emocionales propios, una experiencia de estar emocionalmente agotado debido al contacto "diario" y mantenido con personas a las que hay que 18 atender como objeto de trabajo (pacientes, presos, indigentes, alumnos, etc.). La despersonalización puede ser definida como el desarrollo de sentimientos negativos, y de actitudes y sentimientos de cinismo hacia las personas destinatarias del trabajo. Estas personas son vistas por los profesionales (enfermeras, trabajadores sociales, policías, maestros, funcionarios de prisiones, etc.) de forma deshumanizada debido a un endurecimiento afectivo, lo que conlleva que les culpen de sus problemas (v. g., al paciente le estaría bien merecida su enfermedad, al indigente sus problemas sociales, al preso su condena, etc.). La falta de realización personal en el trabajo se define como la tendencia de esos profesionales a evaluarse negativamente, y de forma especial esa evaluación negativa afecta a la habilidad en la realización del trabajo y a la relación con las personas a las que atienden. Los trabajadores se sienten descontentos consigo mismo e insatisfechos con sus resultados laborales. Entre los autores que abordan el síndrome de quemarse desde la perspectiva psicosocial están Golembiewski y colaboradores (e. g., Golembiewski, Munzenrider y Carter, 1983), Leiter (1988; 1992), Schaufeli y Dierendonck (1993), y Gil-Monte y colaboradores (Gil-Monte, 1994; Gil- Monte, Peiró y Valcárcel, 1995). Todos ellos conceptualizan este fenómeno como un síndrome de falta de realización personal en el trabajo, agotamiento emocional y despersonalización, pero se establecen diferencias entre ellos al considerar el orden secuencial en que aparecen estos síntomas (relación antecedentes-consecuentes) en el desarrollo del proceso de quemarse. Aunque conceptualizándolo de manera diferente a Maslach y Jackson, también otros autores asumen el síndrome de quemarse como proceso. Así, Price y Murphy (1984) entienden que el síndrome de quemarse, al contrario que un estado, es un proceso de adaptación a las situaciones de estrés laboral. Este proceso se caracteriza por sentimientos de fallo o desorientación profesional, desgaste y labilidad emocional, sentimientos de culpa por la falta de éxito profesional, frialdad o distanciamiento emocional, y aislamiento. Para Price y Murphy (1984) concebir el síndrome de quemarse como un estado ha dificultado su comprensión y la identificación de estrategias 19 adecuadas de afrontamiento. El primer problema lo plantea la propia "etiqueta". Decir que un profesional "está quemado" es un término impreciso. Este concepto tiene utilidad coloquial pero resulta difícil de operacionalizar y cuantificar. En segundo lugar, el término "estar quemado" sugiere un fenómeno estático, el final de un proceso, o su resultado. La concepción estática del síndrome dificulta que pueda ser entendido como una respuesta que se desarrolla como parte del proceso más amplio del estrés laboral en los profesionales de servicios. Como señala Rodríguez-Marín (1995: 188-189) desde la perspectiva psicosocial, el síndrome de quemarse por el trabajo no debe identificarse con estrés psicológico, sino que debe ser entendido como una respuesta a fuentes de estrés crónico que surgen de las relaciones sociales entre proveedores de los servicios y receptores de los mismos. Es un tipo particular de mecanismo de afrontamiento y autoprotección frente al estrés generado en la relación profesional-cliente, y en la relación profesional-organización. 1.3. Determinantes del síndrome de quemarse por el trabajo en las profesiones de servicio Como ha quedado expresado el síndrome de quemarse por el trabajo es una respuesta al estrés laboral crónico que se produce principalmente en el marco laboral de las profesiones que se centran en la prestación de servicios. El objetivo de estas profesiones es cuidar los intereses o satisfacer las necesidades del usuario, y se caracterizan por el trabajo en contacto directo con las personas a las que se destina ese trabajo. Los profesionales sanitarios (v. g., de enfermería, medicina o fisioterapia), los profesionales de la educación (v. g., profesores, maestros, educadores o cuidadores), los trabajadoressociales, los funcionarios de prisiones, o los policías, han sido identificados como colectivos ocupacionales proclives al desarrollo del síndrome de quemarse por el trabajo. El estrés en estas profesiones está compuesto por una combinación de 20 variables físicas, psicológicas y sociales. Son profesiones en las que inciden especialmente estresores como la escasez de personal, que supone sobrecarga laboral, trabajo en turnos, trato con usuarios problemáticos, en algunas de ellas contacto directo con la enfermedad, el dolor y la muerte, falta de especificidad de funciones y tareas lo que supone conflicto y ambigüedad de rol, falta de autonomía y autoridad en el trabajo para poder tomar decisiones, rápidos cambios tecnológicos, etc. Todos estos estresores han sido identificados en la literatura como antecedentes del síndrome de quemarse por el trabajo. Identificar las variables antecedentes del síndrome de quemarse supone considerar variables del entorno social, organizacional, interpersonal e individual específicas de estas profesiones. Al hablar de los antecedentes del síndrome de quemarse por el trabajo del entorno social, Mallet (1991: 36) señala que en los últimos años, en la profesión de enfermería han surgido nuevas leyes y estatutos que regulan el ejercicio de la profesión, al mismo tiempo se han formulado nuevos procedimientos para las tareas y funciones, han aparecido cambios en los programas de educación y formación de los profesionales, cambios en los perfiles demográficos de la población que requieren cambios en los roles, y aumento de las demandas de servicios de salud por parte de la población. Todos estos cambios han ocurrido con demasiada rapidez para ser asumidos por esa profesión. En el caso de la educación, Jenkins y Calhoun (1991) recogen un gran número de variables que aumentan el estrés laboral y los sentimientos de quemarse en maestros del sector público. Entre ellas cabe citar la falta de preparación y formación, la incompetencia de la administración pública para resolver los problemas del sector, expectativas irreales, o el problema de aulas masificadas. Por lo que se refiere al ámbito español, hay que añadir elementos como la pérdida del prestigio social que en décadas pasadas han detentado estas profesiones (v. g., pérdida de la autoridad de la figura del maestro), la masificación en el número de usuarios, la exigencia de una mejor calidad de vida por parte de la población general debido a un incremento en el nivel cultural de esa población, o la falta de profesionales para atender esas 21 exigencias por razones presupuestarias de las administraciones públicas. En el caso de los policías cabría resaltar la impotencia que se siente ante la liberación de presuntos delincuentes por parte de la Administración de Justicia al poco tiempo de su detención. La suma de estos elementos y el corto plazo en el que han ocurrido los cambios, unido a los problemas de índole económico de la administración, han llevado a estas profesiones a una situación en la que sus roles han quedado poco definidos para la po blación y para los propios profesionales. Ello genera severas disfunciones del rol (conflicto, ambigüedad y sobrecarga), problemas de desarrollo de carrera (imposibilidad de promoción, falta de seguridad en el puesto), sesgos negativos de los factores de clima organizacional (falta de participación en la toma de decisiones, falta de autonomía, excesiva formalización, falta de apoyo por parte de la dirección, etc.), condiciones laborales de riesgo, insuficiente nivel salarial, rápidas y complejas innovaciones tecnológicas, etc. Desde un nivel organizacional las profesiones señaladas se caracterizan por desarrollar un trabajo en organizaciones que responden al esquema de una burocracia profesionalizada. Según Mintzberg (1988) este tipo de organizaciones cuenta para su coordinación con la estandarización de las habilidades de sus miembros. Contrata a profesionales preparados y entrenados para la realización de las tareas y les otorga un control considerable sobre su propio trabajo. Además, estos profesionales trabajan con cierta independencia respecto de sus colegas y estrechamente vinculados a sus clientes. Este tipo de organizaciones basa su funcionamiento en la estandarización de comportamientos y procedimientos logrados mediante la profesionalización o socialización de los miembros. Uno de los procesos clave de funcionamiento es el proceso de diagnóstico, clasificación, o categorización de la situación que permite determinar el conjunto de habilidades relevantes y de las técnicas a utilizar para resolver el problema del usuario. También presentan estructuras muy descentralizadas, tanto horizontal como verticalmente, y una buena parte del poder (como poder del 22 experto) permanece en los profesionales, que son quienes deben resolver los problemas concretos de las personas a las que atienden. Esto hace que puedan controlar una gran parte de las decisiones relacionadas con su propio trabajo. Para Mintzberg (1988) las burocracias profesionalizadas requieren una serie de condiciones en el ambiente y en el clima organizacional para ser funcionales. Así, el ambiente en el que está inmersa la organización debe ser un ambiente estable para permitir que las habilidades y procedimientos puedan llegar a estandarizarse. Por otra parte, aunque los conocimientos en los que se basa la organización son complejos, los instrumentos que usa para aplicarlos no lo son, y conforme el sistema técnico va adquiriendo complejidad, la organización pierde su carácter de burocracia profesionalizada, determinado por un servicio de atención personalizada al usuario. Respecto al poder y la jerarquización, estas organizaciones requieren una distribución democrática del poder, de forma que el propio profesional ejerza el control sobre su trabajo y las decisiones que lo afectan. Los principales problemas que se generan en las burocracias profesionalizadas son los problemas de coordinación entre los miembros, la incompetencia de los profesionales, los problemas de libertad de acción, la incorporación de innovaciones y respuestas disfuncionales por parte de la dirección a los problemas organizacionales. La consecuencia de la falta de ajuste de la organización a su estructura genera además consecuencias que han sido identificadas como antecedentes del síndrome de quemarse por el trabajo. Entre ellas cabe citar la ambigüedad, el conflicto y la sobrecarga de rol, baja autonomía y rápidos cambios tecnológicos. Otra variable importante en este nivel es la socialización laboral. Según Peiró (1986: 347), la socialización laboral es "el proceso mediante el cual el nuevo miembro (de una organización) aprende la escala de valores, las normas y las pautas de conducta exigidas por la organización a la que se incorpora". En diferentes trabajos se ha señalado que el síndrome de quemarse por el trabajo se contagia entre los profesionales a través de mecanismos de modelado o aprendizaje por observación durante los procesos de socialización laboral (Edelwich y Brodsky, 1980: 26; Bandura, 1987: 23 409). Además, las condiciones actuales de cambio social por las que atraviesan estás profesiones (v. g., el surgimiento de nuevas leyes y estatutos que regulan el ejercicio de la profesión, nuevos procedimientos en la práctica de tareas y funciones, cambios en los programas de educación y formación, cambios en los perfiles demográficos de la población que requieren cambios en los roles, aumento de las demandas cuantitativa y cualitativa de servicios por parte de la población, etc.), han dado lugar a que las organizaciones en las que se desempeñan se desvirtúen como burocracias profesionalizadas generando disfunciones en el rol de sus profesionales. Asimismo, la masificación en la atención y el rápido avance tecnológico ha conllevado un trato impersonal de los usuarios de estos servicios y la pérdida del modelo de atención personalizada propio de este tipo de organizaciones. En el plano de las relaciones interpersonales,las relaciones con los usuarios y con los compañeros de igual o diferente categoría, cuando son tensas, conflictivas y prolongadas, van a aumentar los sentimientos de quemarse (McGrath, Reid y Boore, 1989). Asimismo, la falta de apoyo en el trabajo por parte de los compañeros y supervisores, o de la dirección o la administración de la organización, la excesiva identificación del profesional con el usuario, y los conflictos interpersonales con las personas a las que se atiende o sus familiares, son fenómenos característicos de estas profesiones que aumentan también los sentimientos de quemarse por el trabajo. A nivel del individuo, las características de personalidad vana ser una variable a considerar en relación a la intensidad y frecuencia de los sentimientos de quemarse. La existencia de sentimientos de altruismo e idealismo acentuados por la forma en que una parte importante de estos profesionales abordan su profesión podrían facilitar el proceso de quemarse (Edelwich y Brodsky, 1980). Este idealismo y los sentimientos altruistas lleva a los profesionales a implicarse excesivamente en los problemas de los usuarios y convierten en un reto personal la solución de los problemas. Ello va a conllevar que se sientan culpables de los fallos, tanto propios como ajenos, lo cual redundará en bajos sentimientos de realización personal en el 24 trabajo. Dado que los profesionales deben atender diariamente a usuarios con problemas similares, si no encuentran estrategias de afrontamiento efectivas, como el apoyo social en el trabajo o estrategias centradas en el problema, pueden generar sentimientos de frustración al tiempo que culparán al usuario del fracaso personal. Según Bandura (1987: 406-407), un mecanismo para actuar de forma agresiva y sin autocondenarse contra un estímulo aversivo, cuando éste es una persona, es la deshumanización o despersonalización. 1.4. El síndrome de quemarse por el trabajo en el marco contextualizador del estrés laboral Como se ha establecido, desde la perspectiva psicosocial, el síndrome de quemarse por el trabajo es definido como un síndrome cuyos síntomas son sentimientos de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal en el trabajo. Estos síntomas pueden desarrollarse en aquellos sujetos cuyo objeto de trabajo son personas en cualquier tipo de actividad, y es especialmente relevante en el caso de los profesionales de servicios de ayuda por su frecuencia, intensidad, y consecuencias para los usuarios y para los profesionales. El síndrome de quemarse por el trabajo debe ser entendido como una respuesta al estrés laboral que aparece cuando fallan las estrategias funcionales de afrontamiento que suele emplear el sujeto (v. g., afrontamiento activo, evitación,...), y se comporta como variable mediadora entre el estrés percibido y sus consecuencias. En los modelos de estrés laboral las respuestas al estrés se sitúan como variables mediadoras entre el estrés y sus consecuencias o efectos a más largo plazo. Así, el síndrome de quemarse por el trabajo es considerado un paso intermedio en la relación estrés- consecuencias del estrés de forma que, si permanece a lo largo del tiempo, el estrés laboral tendrá consecuencias nocivas para el individuo, en forma de enfermedad o falta de salud con alteraciones psicosomáticas (v. g., alteraciones cardiorespiratorias, jaquecas, gastritis y úlcera, dificultad para dormir, mareos y vértigos, etc.), y para la organización (v. g., deterioro del rendimiento o de la calidad asistencial o de servicio, absentismo, rotación no deseada, abandono, etc.). 25 Tomando como referencia los modelos transaccionales (Peiró y Salvador, 1993: 6), que entienden el estrés como un desequilibrio sustancial percibido entre las demandas del medio o de la propia persona y la capacidad de respuesta del individuo, se ha elaborado el modelo que aparece en la Figura 1.1, para incluir el síndrome de quemarse como respuesta al estrés laboral. Los estresores laborales elicitarán una serie de estrategias de afrontamiento que, en el caso de los profesionales cuyo objeto de trabajo son personas, deben ser efectivas para manejar las respuestas al estrés, pero también han de ser eficaces para eliminar los estresores, dado que los sujetos deben tratar diariamente con esa fuente de estrés. Cuando las estrategias de afrontamiento empleadas inicialmente no resultan exitosas, conllevan fracaso profesional y fracaso de las relaciones interpersonales con los sujetos hacia los que se destina el trabajo. Por ello, la respuesta desarrollada son sentimientos de baja realización personal en el trabajo y agotamiento emocional. Ante estos sentimientos el sujeto desarrolla actitudes de despersonalización como nueva forma de afrontamiento. De otra forma, si el sujeto no puede afrontar eficazmente los estresores, bien a través de estrategias activas, centradas en la emoción, o de cualquier otro tipo, y dado que no los puede evitar (pues ha de acudir diariamente al trabajo donde siempre encuentra problemas similares), desarrolla sentimientos de agotamiento emocional y baja realización personal y posteriormente actitudes de despersonalización. 26 Figura 1.1. Modelo para integrar el síndrome de quemarse por el trabajo dentro del proceso de estrés laboral. Debido a que para estos profesionales el rol laboral prescribe no adoptar actitudes cínicas, deshumanizadas, de indiferencia o impersonales hacia los usuarios, la despersonalización no es una estrategia de afrontamiento empleada inicialmente para afrontar el estrés. Es necesario que los estresores se perpetúen en el tiempo para que los sujetos la adopten. Ahora bien, en las actitudes de despersonalización hay que diferenciar dos aspectos. El primero de ellos, de carácter funcional, le posibilita al profesional no implicarse en los problemas del usuario, y por lo tanto realizar sobre éste todo tipo de acciones lesivas o negativas sin que por ello se vean afectados sus sentimientos. El segundo aspecto tendría un carácter disfuncional y comprende aquellas conductas que suponen dar a los usuarios un trato humillante, con falta de respeto e incluso vejatorio. 1.5. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el trabajo mediante la diferenciación de otros conceptos Un problema paralelo a la definición del síndrome de quemarse por el trabajo es el de su diferenciación de otros conceptos. Son frecuentes las diferenciaciones conceptuales frente a conceptos como tedio (Pines, Aronson y Kafry, 1981), depresión (Fischer, 1983), alienación (Cherniss, 1993; 27 Kalekin-Fishman, 1986), ansiedad (Leiter, 1990), insatisfacción laboral (Firth y Britton, 1989), fatiga (Pines, 1993), neurosis existencial (Pines, 1993), o desencanto (Peiró, González-Romá, Valcárcel y Ramos, 1992). Frente al concepto de tedio, Pines y col. (1981) han señalado que es aconsejable limitar el uso del término quemarse por el trabajo a profesiones de ayuda cuyos profesionales trabajan con personas como objeto de trabajo, y emplear el término tedio para referirse al mismo fenómeno en los sujetos que trabajan en otras ocupaciones. Sin embargo, esta sugerencia no ha sido tenida en cuenta y algunos investigadores usan la estimación del tedio como indicador del síndrome de quemarse, considerando ambos constructos como similares. Sin duda, este tipo de trabajos ha contribuido a enturbiar la conceptualización y delimitación del concepto de quemarse por el trabajo. En un primer momento, Pines y col. (1981: 15) consideraron que el tedio es el resultado de presiones físicas o psicológicas de carácter crónico y que el síndrome de quemarse por el trabajo es el resultado de una presión emocional de carácter crónico que se asocia a una intensa y prolongada implicación con las personas a las que se atiende pero, posteriormente han abandonado esta diferenciación y han señalado que el síndrome de quemarse engloba al tedio, de forma que éste es un síntoma de aquél (Pines y Aronson, 1988). En este sentido, Schaufeli y Dierendonck (1993) estudiaron la relaciónentre los dos constructos mediante técnicas de factorización. El tedio fue estimado con el "Burnout Measure" (BM) (Pines y Aronson, 1988) y el síndrome de quemarse con el "Maslach Burnout Inventory" (MBI) (Maslach y Jackson, 1986). Los autores concluyen que el BM sólo evalúa de forma similar al MBI los sentimientos de agotamiento emocional, pero no las otras dos dimensiones del MBI (despersonalización y baja realización personal en el trabajo), por lo que debe ser considerado como una medida de agotamiento. El tedio, según lo estima el BM, es una mezcla de agotamiento físico, agotamiento emocional y sentimientos de fatiga. Uno de los conceptos que más debate ha generado en relación a su diferenciación conceptual respecto del síndrome de quemarse por el trabajo ha sido el de depresión. El síndrome de quemarse por el trabajo y la 28 depresión presentan ciertas similitudes, como cansancio, retiro social, y sentimientos de fracaso. Además existe cierto solapa miento entre depresión y los sentimientos de agotamiento emocional. Ello ha originado que algunos autores los consideren sinónimos. Sin embargo, entre el síndrome de quemarse y la depresión existen diferencias consistentes. Leiter y Durup (1994) señalan que el síndrome de quemarse por el trabajo es fundamentalmente un constructo social que surge como consecuencia de las relaciones interpersonales y organizacionales, mientras que la depresión es un conjunto de emociones y cogniciones que tiene consecuencias sobre esas relaciones interpersonales. Mientras que los ítems que estiman el síndrome de quemarse por el trabajo atribuyen la causa de los problemas a la interacción con los sujetos objeto del trabajo (v. g., este trabajo me está endureciendo emocionalmente, trabajar todos los días con pacientes es una tensión para mí,...), los ítems que evalúan la depresión atribuyen esa experiencia negativa al propio sujeto y no hace referencia a contextos específicos. Por otra parte, Farber (1983a) señala que mientras que la depresión se acompaña en mayor medida de sentimientos de culpa, el síndrome de quemarse por el trabajo se acompaña de enfado, ira, y respuestas encolerizadas. Gran parte de este problema conceptual se deriva de la concepción del síndrome de quemarse como un estado. En relación a la alienación, Cherniss (1993) señala que el síndrome de quemarse no es alienación. La alienación es lo que ocurre cuando un sujeto tiene poca libertad para llevar a cabo una determinada tarea que es posible realizar, mientras que el síndrome de quemarse se desarrolla cuando un sujeto tiene demasiada libertad para llevar a cabo una tarea que es imposible realizar. Desde una perspectiva correlacional, Brookings, Boltob, Brown y McEvoy (1985) tras un análisis factorial con las escalas del "Maslach Burnout Inventory" (MBI) y una medida de alienación (entendida como el grado en que un sujeto percibe que su existencia no tiene un claro propósito y significado) concluyen que el MBI covaría muy poco con alienación, y que quemarse por el trabajo y alienación son constructos diferentes. Desde esta 29 misma perspectiva Kalekin-Fishman (1986) realiza un estudio correlacional entre alienación y quemarse con una muestra de maestros. El autor entiende alienación como la conciencia que tiene un sujeto de que existe una discrepancia entre sus deseos y las exigencias de la realidad, evaluándola con 5 dimensiones (impotencia, ausencia de identidad de tareas, ausencia de normas, aislamiento social y autoenajenación), mientras que el síndrome de quemarse es estimado como agotamiento emocional, baja productividad laboral y despersonalización. Los resultados presentan que alienación y quemarse por el trabajo son dos constructos diferentes. Mientras que la alienación está influida por variables de tipo organizacional y de la carrera del sujeto (tipo de política organizacional, cómo es el sistema de la organización, distribución de tareas, etc.), el síndrome de quemarse es un fenómeno específico de una profesión que está influido por variables situacionales. Al establecer la distinción entre ambos conceptos aparece que los sujetos que se implican en el trabajo, y tienen autonomía y variedad de tareas también llegan a experimentar sentimientos de quemarse. No es la organización en sí lo que determina que el sujeto se queme sino los efectos que ésta tiene en el proceso de interacción profesional-cliente. Al considerar la ansiedad, Cotton (1990: 29-30) señala que es un síndrome de aprehensión, tensión, malestar o desasosiego que experimenta un sujeto al anticipar un peligro especialmente cuando el origen de éste es desconocido. De esta forma la ansiedad puede ser una parte de la respuesta al estrés y puede ser considerada un rasgo de personalidad. El síndrome de quemarse es más amplio que el concepto de ansiedad y ésta puede formar parte de aquél. En este sentido Leiter (1990) recoge que el agotamiento (emocional o físico) ocurre cuando las exigencias de una situación exceden a las habilidades que una persona posee, mientras que la ansiedad es el resultado de que esa persona no posea las habilidades que requiere la situación. Por tanto, el agotamiento emocional (una de las dimensiones que caracterizan al síndrome de quemarse) refleja un exceso de exigencias de las habilidades del sujeto para la realización de las tareas (técnicas o de apoyo emocional), y es 30 diferente de la ansiedad. Otro concepto que aparece ligado al concepto de quemarse por el trabajo es el de insatisfacción laboral. Para Firth y Britton (1989) quemarse por el trabajo puede ser diferenciado de insatisfacción aunque ambos son experiencias psicológicas, internas y negativas. El término quemarse por el trabajo normalmente implica agotamiento o pérdida de energía o motivación por el trabajo. Además, supone también una actitud de despersonalización, y por ella precisamente se caracteriza, mientras que este aspecto no se da en la insatisfacción laboral. Idéntica opinión es expresada por Jayaratne y Chess (1983) cuando señalan que variables como la falta de confort es exclusiva de la insatisfacción, mientras que el agotamiento emocional y la despersonalización son factores que están estrictamente dentro del dominio del síndrome de quemarse. Desde una perspectiva correlacional, Maslach y Jackson (1981) establecen también el criterio de validez discriminante entre ambos constructos. En relación a la fatiga, Pines (1993) indica que una de las principales diferencias entre quemarse por el trabajo y la fatiga física es que el sujeto se recupera rápidamente de la fatiga pero no del síndrome de quemarse. Aunque los sujetos afectados por el síndrome sienten que se encuentran agotados físicamente describen esta fatiga de forma diferente a la experiencia de fatiga física. Así, mientras que el esfuerzo físico causa una fatiga que se acompaña de sentimientos de realización personal y en ocasiones de éxito, el síndrome de quemarse conlleva una experiencia negativa que se acompaña de un profundo sentimiento de fracaso. No cabe duda de que dada la complejidad del síndrome de quemarse por el trabajo, en algunos momentos, la distinción entre éste y cualquiera de los conceptos citados se hace difícil. El síndrome de quemarse entendido como un estado, y básicamente un estado de agotamiento emocional, se solaparía parcialmente con los síntomas anteriores o con otras posibles respuestas al estrés como tedio, tensión, conflicto, presión, nerviosismo, aburrimiento, agotamiento físico y psíquico, o cansancio. Sin embargo, el síndrome de quemarse, entendido como un proceso, supone una interacción de variables 31 afectivas o emocionales (agotamiento emocional y despersonalización), variables de carácter cognitivo-aptitudinal (falta de realización personal en el trabajo), y variables actitudinales (despersonalización y falta de realización personal en el trabajo). Estas variables se articulan entre sí en un episodio secuencial, con una relación de antecedentes-consecuentes, dentro del proceso más amplio de estrés laboral. Estaparticularidad hace del síndrome de quemarse por el trabajo algo diferente de esas otras respuestas al estrés entendidas como estados del individuo. Además, el síndrome de quemarse por el trabajo ha sido a veces confundido con el estrés, y ello ha dado lugar a la necesidad de establecer también sus diferencias. El estrés es entendido como un proceso que tiene efectos positivos y negativos para la vida del sujeto, mientras que el síndrome de quemarse sólo tiene efectos negativos (Farber, 1984; D'Aurora y Fimian, 1988). Es necesario que el sujeto experimente ciertos niveles de estrés para que inicie una acción, por otro lado, un grado limitado del mismo manejable por parte del sujeto, da energía para vivir. De hecho, en algunos trabajos se han establecido diferencias psicométricas factoriales entre estrés y el síndrome de quemarse por el trabajo (Caton, Grossnickle, Cope, Long y Mitchell, 1988). Un elemento más en favor de la delimitación conceptual del síndrome de quemarse respecto del concepto de estrés lo constituye la posibilidad de incluir el proceso de desarrollo del propio síndrome en el episodio más amplio del estrés laboral. En relación al proceso de estrés, el síndrome queda limitado a un estadio del desarrollo de ese proceso especialmente relevante para los profesionales de servicios de ayuda. Todos los autores están de acuerdo en considerar el síndrome de quemarse como una respuesta al estrés laboral y calificarlo como una forma de tensión, entendiendo por tensión aquellos cambios psicológicos y conductuales del estrés sobre la persona y que son resultado de la acción de uno o varios estresores. Se trata de una respuesta a corto o medio plazo, en relación a las consecuencias que a más largo plazo tiene el estrés crónico sobre las personas. 1.6. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo 32 Entre los estudios que abordan el síndrome de quemarse desde una perspectiva psicosocial se establecen diferencias al considerar el orden secuencial en que aparecen y se desarrollan los síntomas que lo integran (baja realización personal en el trabajo, agotamiento emocional y despersonalización). Las diferencias radican en el síntoma que presentan como primera respuesta al estrés laboral percibido, en la secuencia de progreso del síndrome a través de los diferentes síntomas, y en la explicación de los mecanismos de carácter cognitivo que emplea el sujeto en el proceso de quemarse. La validez relativa de estos modelos depende del lugar en que se ubican los síntomas dentro del proceso. Establecer el desarrollo correcto del proceso de quemarse es necesario para su identificación y prevención, así como para poder desarrollar estrategias adecuadas de intervención. El primer modelo que aparece en el literatura resultado de estudios empíricos es el desarrollado por Golembiewski, Munzenrider y Carter (1983). Para estos autores el síntoma inicial del síndrome es el desarrollo de actitudes de despersonalización, un mecanismo disfuncional de afrontamiento del estrés. Posteriormente los sujetos experimentan baja realización personal en el trabajo y a más largo plazo agotamiento emocional (Figura 1.2). Según Golembiewski y colaboradores, esta secuencia parece adecuada porque tratar a los sujetos como "objetos" mejora en muchos casos de forma sustancial, aunque temporalmente, los sentimientos de realización personal en el trabajo. Figura 1.2. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Golembiewski y col. (1983). Este modelo fue desarrollado desde el modelo de fases que aparece 33 representado en la Figura 1.3. Tomando como referencia las puntuaciones en las tres escalas del "Maslach Burnuot Inventory" (MBI) y tras dicotomizarlas en función de la media, los sujetos son asignados a un grupo en cada escala (alto vs. bajo) según la puntuación obtenida sea superior o inferior a la media. La combinación de la puntuación en las tres escalas determina la fase a la que es asignado el sujeto. Así, un sujeto que en las tres escalas puntúa por debajo de la media se considera que está en la primera fase del proceso de quemarse, si puntúa superior a la media en despersonalización, pero inferior en falta de realización personal en el trabajo y agotamiento emocional se considera en la segunda fase, y así sucesivamente, según muestra la Figura 1.3, hasta llegar a la fase 8 en la que el sujeto puntúa por encima de la media en las tres escalas del MBI. La progresión en las fases quedó establecida por comparación con las puntuaciones obtenidas por los sujetos en las variables antecedentes y consecuentes del síndrome. Figura 1.3. Modelo de fases de Golembiewski y col. (1983). Diferentes trabajos empíricos han dado apoyo a la secuencia de fases del modelo en diferentes profesiones (v. g., policías, enfermeras y directivos) y en diferentes países (v. g., Canadá y Japón) (Burke y Deszca, 1986; Golembiewski, Boudreau, Kim, Munzenrider y Park, 1990; Golembiewski, Scherb y Boudreau, 1993). Para desarrollar el síndrome, los sujetos no tienen que pasar necesariamente por todas las fases establecidas en el modelo. Según el 34 número de fases que atraviesa un sujeto se puede distinguir entre proceso agudo y proceso crónico. La instauración aguda del síndrome sería aquella en la que un sujeto pasa, por ejemplo, por las fases 1, 5 y 8, mientras que la instauración crónica correspondería a una situación en la que el sujeto pasa, por ejemplo, por las fases 1, 2, 4 y 8. Los propios autores señalan como defecto del modelo que no queda clara la forma en que un sujeto se recupera desde la fase 8, si de forma aguda o crónica. Por otra parte, Golembiewski y colaboradores piensan que las tres dimensiones no contribuyen por igual al síndrome de quemarse. Así, mientras que los sentimientos de despersonalización son considerados como la variable que menos contribuye, la falta de realización personal en el trabajo es considerada como un contribuyente de peso más moderado, y los sentimientos de agotamiento emocional la variable que más contribuye a que un sujeto desarrolle el síndrome. Otros autores también han criticado el modelo. Leiter (1989: 1993) señala que un déficit del modelo es clasificar a los sujetos en alto vs. bajo sentimientos de estar quemado sobre la base de dicotomizar las puntuaciones en las escalas del MBI, pues una variación de un punto puede hacer que un sujeto cambie de categoría con independencia de la subescala de la que provenga ese cambio en la puntuación. Por ejemplo, un cambio mínimo en la escala de agotamiento emocional puede hacer que un sujeto pase de la fase 1 a la 5. Otra crítica expresada por Leiter (1989; 1993) tiene que ver con la deficiencia metodológica que supone dicotomizar variables continuas, pues se reduce el número de posibles relaciones entre el síndrome y otras variables, y ello es particularmente problemático en el caso de estudios longitudinales y de intervención en torno al síndrome. Asimismo, Leiter (1993: 240-242) señala que la dimensión de agotamiento emocional explica el mayor porcentaje de varianza en las relaciones con otras variables cuando los resultados del MBI son tomados como una puntuación global, por ello, el modelo de fases de Golembiewski y colaboradores se basa en la covariación de las puntuaciones de agotamiento emocional con las variables consideradas y, no valora, las puntuaciones de los sujetos en las otras dos dimensiones. 35 Dadas las insuficiencias teóricas y metodológicas del modelo de Golembiewski y colaboradores, Leiter y Maslach (1988) han propuesto un modelo alternativo sobre el proceso de desarrollo del síndrome de quemarse. Según este modelo, como consecuencia de los estresores laborales, los sujetos desarrollan sentimientos de agotamiento emocional que posteriormente dan lugar a la aparición de una actitud despersonalizada hacia las personas que deben atender, y como consecuencia de ello pierden el compromiso personal de implicación en el trabajo. Esta situación hace que continúen los sentimientos de agotamientoemocional, que disminuya su realización personal y que el sujeto desarrolle el síndrome (Figura 1.4). En este modelo las actitudes de despersonalización son una variable mediadora entre los sentimientos de agotamiento emocional y los de baja realización personal en el trabajo. Leiter (1988) considera que, por su importancia, los sentimientos de agotamiento emocional son el elemento central del síndrome. Estos sentimientos generan despersonalización y falta de realización personal en el trabajo, además de otras consecuencias como falta de compromiso con el trabajo o aumento del absentismo. La despersonalización es vista como un intento fallido de manejar los sentimientos persistentes de agotamiento emocional a través del distanciamiento interpersonal. Figura 1.4. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Leiter y Maslach (1988). A diferencia del modelo de fases que fue establecido por un sistema de 36 covariación de las fases (comparación pair-wise) con variables antecedentes y consecuentes del síndrome. Este modelo ha sido establecido mediante ecuaciones estructurales. Con esta metodología, Leiter (1989) considera que el síndrome de quemarse por el trabajo puede ser incluido en los modelos generales de estrés laboral. Inicialmente se proponen como antecedentes del síndrome el volumen de comunicación formal y la falta de satisfacción laboral, mientras que el volumen de comunicación informal aliviaría los sentimientos de quemarse (Leiter, 1988; Leiter y Maslach, 1988). Posteriormente, se incorporan antecedentes como la sobrecarga laboral, los conflictos interpersonales, la falta de apoyo social en el trabajo, el déficit en las habilidades del sujeto (Leiter, 1991), el conflicto de rol (Leiter y Maslach, 1988), y consecuencias como la falta de compromiso con la organización (Leiter y Maslach, 1988; Leiter, 1991). Estos autores también hacen intervenir los diferentes tipos de estrategias de afrontamiento usadas por el sujeto frente al estrés (Leiter, 1991) para probar el modelo mediante ecuaciones estructurales. Las críticas al modelo provienen de Golembiewski (1989), quien sostiene que la despersonalización no puede ser considerada como una variable mediadora entre el agotamiento emocional y la falta de realización personal en el trabajo, pues esta consideración no puede explicar los resultados experimentales obtenidos por Golembiewski, Munzenrider y Stevenson (1986) que indican que sujetos con bajo agotamiento emocional y baja despersonalización expresan altos sentimientos de baja realización personal en el trabajo (fase 3 del modelo de fases). Además Golembiewski (1989) señala que el modelo de Leiter no explica cómo el síndrome se instaura progresivamente en los profesionales. Desde planteamientos empíricos, algunos trabajos han comparado la bondad de los modelos de Leiter y Maslach (1988) y de Golembiewski y col. (1983) para explicar el proceso del síndrome. Así, Lee y Ashforth (1993b), han puesto a prueba la viabilidad de los dos modelos en un estudio longitudinal (con 8 meses de diferencia entre tiempo 1 y tiempo 2), con una muestra de trabajadores de una agencia canadiense de servicios. Mediante 37 ecuaciones estructurales, los autores obtuvieron que ninguna de las dos perspectivas se ajustaba adecuadamente a los datos de su estudio, aunque el modelo de Leiter y Maslach (1988) resultó más consistente y presentó un mejor ajuste. Por otra parte, Gil-Monte y col. (1995) han realizado un estudio similar con una muestra de profesionales de enfermería, aunque de corte transversal. Los resultados de este último estudio presentaron que, para los diversos índices de ajuste global empleados, el modelo elaborado desde la perspectiva de Golembiewski y colaboradores ajustaba pobremente a los datos, mientras que el elaborado desde la perspectiva de Leiter y Maslach (1988) alcanzaba un ajuste adecuado. Sin embargo, los trabajos realizados por Leiter (1990; 1991) en los que se analizan las relaciones entre las dimensiones del MBI y una serie de variables antecedentes y consecuentes del síndrome mediante ecuaciones estructurales han presentado que la relación entre despersonalización y realización personal en el trabajo, inicialmente hipotetizada, no resulta significativa. Por ello, Leiter (1993) ha reformulado las relaciones hipotetizadas inicialmente entre las dimensiones del MBI y ha planteado un nuevo modelo (Figura 1.5). En el modelo de Leiter (1993) se mantiene la relación hipotetizada entre agotamiento emocional y despersonalización y los argumentos teóricos sobre los que inicialmente se estableció (Leiter y Maslach, 1988): los sentimientos de agotamiento emocional surgen como la respuesta inicial del sujeto a los estresores del entorno la boral, y cuando aumentan y se hacen crónicos los profesionales desarrollan actitudes de despersonalización como una forma de tratar con ellos. Pero, a diferencia del modelo anterior, en el nuevo modelo, Leiter (1993: 245) señala que los sentimientos de despersonalización no median la relación entre agotamiento emocional y realización personal en el trabajo. Por el contrario, el autor considera que los sentimientos de baja realización personal en el trabajo son una causa directa de los estresores laborales, en especial de la falta de apoyo social y de la falta de oportunidades para desarrollarse profesionalmente (v. g., cooperación de las personas hacia las que se trabaja, autonomía, participación en la toma de decisiones, etc.), y surgen de forma paralela a los sentimientos de 38 agotamiento emocional como respuesta del sujeto a esos estresores laborales. Además, no se hipotetiza ningún tipo de relación entre los sentimientos de realización personal en el trabajo y los de despersonalización. Figura 1.5. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Leiter (1993). Figura 1.6. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Lee y Ashforth (1993b). 39 Otra alternativa al modelo procesual de Golembiewski y col. (1983) ha sido desarrollada por Lee y Ashforth (1993b). Según estos autores, tanto la despersonalización como la falta de realización personal en el trabajo son consecuencia directa de los sentimientos de agotamiento emocional. A diferencia del modelo de Leiter y Maslach (1988), la despersonalización no es entendida como un mediador entre los sentimientos de agotamiento emocional y la falta de realización personal en el trabajo (Figura 1.6). Éste modelo, desde consideraciones metodológicas, es un modelo "post hoc" - elaborado para ajustar los datos de la muestra al modelo en función de los resultados obtenidos-. Ello conlleva ciertas reservas sobre la validez externa de los resultados. Posteriormente, el modelo ha sido probado por los propios autores (Lee y Ashforth, 1993a), y tampoco ha alcanzado un ajuste adecuado a los datos, resultando además no significativa en el modelo causal la relación establecida entre los sentimientos de agotamiento emocional y de baja realización personal en el trabajo. No obstante, esta perspectiva sobre el proceso del síndrome de quemarse por el trabajo también ha sido adoptada por otros autores (Dierendonck, Schaufeli y Sixma, 1994; Schaufeli y Dierendonck, 1993). Debido a las insuficiencias de las perspectivas anteriores, Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1995) han desarrollado una alternativa teórica a las presentadas. Para estos autores el proceso de desarrollo del síndrome de quemarse por el trabajo se inicia con el desarrollo de bajos sentimientos de realización personal en el trabajo y paralelamente altos sentimientos de agotamiento emocional. Las actitudes de despersonalización que siguen a esos sentimientos se consideran una estrategia de afrontamiento desarrollada por los profesionales ante la experiencia crónica de baja realización personal en el trabajo y agotamiento emocional (Figura 1.7). 40 Figura 1 .7. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1995). Esta perspectivaintegra el papel de las cogniciones y emociones como variables mediadoras en la relación entre el estrés laboral percibido y las respuestas actitudinales y conductuales. 1.7. Principales modelos explicativos del síndrome de quemarse por el trabajo Desde que el síndrome de quemarse por el trabajo apareció en la literatura de corte psicológico (Freudenberguer, 1974), han sido múltiples las perspectivas elaboradas para dar una explicación adecuada de su etiología como respuesta al estrés laboral. Un elemento crucial de este interés ha sido el creciente auge de las organizaciones de servicios tanto en el sector público como privado, en las que la calidad de la atención al usuario o al cliente es crítica para el éxito de la organización. Otro factor determinante es la atención puesta por las organizaciones en temas de bienestar psicológico y calidad de vida laboral. La necesidad de explicar el episodio del síndrome de quemarse por el 41 trabajo (relación de antecedentes-consecuentes de sus dimensiones), junto con la utilidad de integrarlo en marcos teóricos más amplios, que permitiesen explicar su etiología de manera satisfactoria, ha dado lugar a la aparición de diversos modelos teóricos. La característica fundamental de estos modelos es que han sido elaborados para explicar la etiología del síndrome de quemarse por el trabajo, entendido como una respuesta al estrés laboral crónico, desde marcos teóricos más amplios o diferentes a la propia teoría del síndrome. Estos modelos agrupan una serie de variables, consideradas como antecedentes y consecuentes del síndrome, y discuten a través de qué procesos los sujetos llegan a sentirse quemados. Las teorías consideradas provienen principalmente de la Psicología Social (v. g., teoría sociocognitiva del yo) y de la Psicología de las Organizaciones (v. g., teorías sobre el estrés laboral). Los intentos iniciales de elaborar modelos explicativos desde la Psicología Clínica, en concreto desde la teoría psicoanalítica (Fischer, 1983), no han tenido una continuidad posterior y han perdido su vigencia. En general, los modelos explicativos han considerado un conjunto importante de variables en su relación con las dimensiones del síndrome. Ello ha permitido arrojar cierta luz sobre sus diferentes aspectos y el posterior desarrollo de hipótesis. Un primer grupo de modelos se han desarrollado en el marco de la teoría sociocognitiva del yo. También hay que considerar los modelos elaborados desde las teorías del intercambio social. Finalmente, revisaremos los modelos elaborados desde la teoría organizacional, que consideran como antecedentes del síndrome a las disfunciones del rol, a la falta de salud organizacional, y a las variables como la estructura, la cultura y el clima. Una taxonomía de los diferentes modelos que se revisan a continuación aparece recogida en el Cuadro 1.1. 1.7.1. Modelos elaborados desde la teoría sociocognitiva del yo En el marco de la teoría sociocognitiva, desarrollada básicamente por los trabajos de Albert Bandura, se analizan los mecanismos psicológicos que intervienen en la determinación de la acción y el papel que desempeña el pensamiento autorreferente en el funcionamiento humano. Según esta teoría existen una serie de procesos de asociación mediante los que las 42 representaciones simbólicas se traducen en acciones adecuadas. CUADRO 1.1. Taxonomía de modelos del síndrome de quemarse por el trabajo. Los modelos elaborados para explicar la etiología del síndrome de quemarse por el trabajo bajo los auspicios de esta teoría, se caracterizan por recoger las ideas de A.Bandura según las cuales: a) Las cogniciones de los individuos influyen en lo que éstos perciben y hacen y, a su vez, estas cogniciones se ven modificadas por los efectos de sus acciones, y por la acumulación de las consecuencias observadas en los demás. b) La creencia o grado de seguridad por parte de un sujeto en sus propias capacidades determinará el empeño que el sujeto pondrá para conseguir sus objetivos y la facilidad o dificultad en conseguirlos, y también determinará ciertas reacciones emocionales, como la depresión o estrés, que acompañan a la acción. 43 Como ha quedado reflejado en el Cuadro 1.1, se han revisado tres modelos del síndrome de quemarse por el trabajo elaborados desde esta perspectiva teórica: modelo de competencia social de Harrison (1983), modelo de Cherniss (1993), y modelo de Thompson, Page y Cooper (1993). 1.7.1.1. Modelo de competencia social de Harrison (1983) Harrison (1983) señala que algunos de los principales factores asociados en la literatura al síndrome de quemarse por el trabajo son la competencia y la eficacia percibida. A partir de este planteamiento, asume que el síndrome de quemarse por el trabajo es fundamentalmente una función de la competencia percibida y en base a ello elabora el modelo que aparece en la Figura 1.8. Figura 1.8. Modelo de competencia social de Harrison (1983: 31). Para este autor la mayoría de los sujetos que empiezan a trabajar en profesiones de servicios de ayuda están altamente motivados para ayudar a los demás y tienen un sentimiento elevado de altruismo. Sin embargo, en su entorno laboral se encuentran con una serie de circunstancias que Harrison 44 califica como factores de ayuda, cuando facilitan la actividad del sujeto, o factores barrera, cuando la dificultan. Entre estos factores están la existencia de objetivos laborales realistas, el nivel de ajuste entre los valores del sujeto y la institución, la capacitación profesional (conocimientos y preparación), la toma de decisiones, ambigüedad de rol, disponibilidad y disposición de los recursos, retroalimentación recibida, sobrecarga laboral, etc. Según este modelo, en un principio la motivación para ayudar va a predeterminar la eficacia del sujeto en la consecución de los objetivos laborales, de forma que a mayor motivación del sujeto mayor eficacia laboral. Además, si en el entorno existen factores de ayuda, esta efectividad crecerá y redundará en un aumento de los sentimientos de competencia social del sujeto. Dado que estos sentimientos son altamente reforzantes para estos profesionales, pueden ser considerados como un gran factor de ayuda, de manera que aumentarán y mantendrán los sentimientos de eficacia e influirán de forma positiva en la motivación para ayudar. Por el contrario, cuando lo que los sujetos encuentran en el entorno son factores barrera, los sentimientos de eficacia disminuyen, porque el sujeto no acaba de conseguir sus objetivos, y esto afecta negativamente a la esperanza de conseguirlos. Al mantenerse esta situación en el tiempo se origina el síndrome de quemarse por el trabajo, que por retroalimentación facilita el desarrollo de los factores barrera, disminuye los sentimientos de eficacia percibida y la motivación para ayudar. Harrison (1983) señala que el modelo de competencia social es especialmente aplicable a los sujetos que han desarrollado expectativas muy elevadas sobre la consecución de los objetivos labora les, e intentan ayudar a los demás en situaciones en las que se requiere algo más que la simple motivación para alcanzar el éxito. Pines (1993) ha desarrollado un modelo similar al de Harrison, con la excepción de que Pines incorpora la idea de que sólo los sujetos que intentan darle un sentido existencial a su trabajo llegarán a quemarse. Por sentido existencial el autor entiende aquellos casos en que los profesionales justifican su existencia por la labor de carácter humanitario y de ayuda que desarrollan en su trabajo. Esta justificación hace que la vida tenga sentido para el sujeto, 45 pues las cosas que hace son útiles e importantes. Dado este prerrequisito, Pines (1993) señala que el síndrome de quemarse por el trabajo se desarrollará en los sujetos que se fijan grandes expectativas y altos objetivos en su vida profesional. Así, los sujetos muy motivados por su labor y altamente identificados con su trabajo, al que atribuyen un significado existencial, cuando fracasan en la consecuciónde sus objetivos, se frustran sus expectativas, y sienten que no es posible realizar una contribución significativa a la vida, desarrollan el síndrome de quemarse por el trabajo. Para Pines el síndrome es el resultado de un proceso de desilusión, un fallo en la búsqueda de un sentido para nuestra vida en sujetos altamente motivados hacia su trabajo. Según este autor, un sujeto que no esté inicialmente muy motivado puede experimentar estrés, alienación, depresión, o fatiga, pero no el síndrome de quemarse por el trabajo. 1.7.1.2. Modelo de Cherniss (1993) El modelo elaborado por Cherniss se basa en el modelo formulado por Hall (1976) para explicar las relaciones entre desempeño de tareas, sentimientos subjetivos de éxito o fracaso que experimenta el sujeto tras el desempeño, y las consecuencias que se derivan para la autoestima, la motivación, la satisfacción y la implicación laboral. Cherniss incorpora además las ideas de Bandura (1989) sobre autoeficacia para explicar la etiología del síndrome de quemarse por el trabajo. Según Hall (1976), la motivación y la satisfacción laboral aumentan cuando una persona experimenta sentimientos subjetivos de éxito en la realización de una tarea, aunque objetivamente esa tarea no esté bien realizada. Los sentimientos subjetivos de éxito llevan a que el sujeto se implique más en el trabajo, alcance objetivos más retadores, y sienta más autoestima. Por el contrario, cuando un sujeto no experimenta éxito tiende a desconectar y a huir. En estas situaciones, en las que el sujeto experimenta sentimientos de fracaso, se retira emocionalmente de la situación, disminuye su ejecución, aumenta su apatía y desinterés, se vuelve más materialista y desprecia el valor de las recompensas intrínsecas del puesto, defiende su 46 autoconcepto a través de mecanismos de defensa, se enfrenta a la organización y al final termina abandonándola. Siguiendo el modelo de Hall, Cherniss señala que el concepto de sentimientos de fracaso, describe adecuadamente los síntomas que posteriormente se han identificado como síndrome de quemarse por el trabajo (agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal en el trabajo) (ver Figura 1.9). Además, las características del ambiente que facilitan que el sujeto desarrolle sentimientos de éxito se corresponden con las características de las organizaciones que ayudan a prevenir el síndrome: organizaciones en las que existe un alto nivel de desafío, autonomía y control, retroalimentación de los resultados, y apoyo social del supervisor y de los compañeros. 47 Figura 1.9. Modelo explicativo de Cherniss (1993) (adaptado de p. 137). Por otra parte, según Cherniss (1993: 138), es posible establecer una relación causal desde la incapacidad del sujeto para desarrollar sentimientos de competencia o éxito personal y el síndrome de quemarse por el trabajo. Para ello, el autor incorpora la noción de "autoeficacia percibida" de Bandura 48 (1989), entendida como las creencias que las personas tienen sobre sus capacidades para ejercer un control sobre las situaciones que les afectan. Reconocer el papel central de la autoeficacia en la etiología del síndrome permite explicar por qué ciertas características del entorno laboral, tales como la baja autonomía, conducen especialmente al síndrome. El éxito y el logro de los objetivos personales por uno mismo aumenta los sentimientos de autoeficacia, mientras que el fallo en alcanzar estos objetivos conlleva sentimientos de fracaso, baja autoeficacia y puede dar lugar al desarrollo del síndrome de quemarse. Para Cherniss, se puede afirmar que existe una unión entre sentimientos de autoeficacia, compromiso y motivación, y entre aquélla y estrés. Los sujetos con fuertes sentimientos de autoeficacia percibida experimentan menos estrés en las situaciones de amenaza, y las situaciones son menos estresantes cuando los sujetos creen que pueden afrontarlas de manera exitosa. Debido a que el síndrome de quemarse es una respuesta al estrés, la relación entre autoeficacia y estrés sugiere además una relación con el síndrome de quemarse. 1.7.1.3. Modelo de Thompson, Page y Cooper (1993) Thompson y col. (1993) han elaborado un modelo explicativo del síndrome de quemarse por el trabajo basado en el modelo de autocontrol desarrollado por Carver y Scheier (1988) para explicar el proceso de estrés. Partiendo de este modelo, Thompson y col. (1993) circunscriben la etiología del síndrome a cuatro variables: las discrepancias entre las demandas de la tarea y los recursos del sujeto, el nivel de autoconciencia ("selffocus") del sujeto, sus expectativas de éxito, y sus sentimientos de autoconfianza. En este modelo la autoconciencia desempeña un papel fundamental en la etiología del síndrome. Esta variable es considerada un rasgo de personalidad, y se conceptualiza como la capacidad del sujeto de autorregular sus niveles de estrés percibido durante el desarrollo de una tarea dirigida a la consecución de un objetivo. Los sujetos con alta autoconciencia se caracterizan por una tendencia exagerada a autopercibirse y a concentrarse en 49 su experiencia de estrés, por lo que perciben mayores niveles de estrés que los sujetos con baja autoconciencia. El modelo de Thompson y col. (1993) (Figura 1.10) propone que el reconocimiento de las discrepancias percibidas o anticipadas entre demandas y recursos puede intensificar el nivel de autoconciencia en algunos sujetos, lo que afectará negativamente a su estado anímico (afecto) que consecuentemente, redundará en una falta de confianza percibida para resolver esas discrepancias, y en bajos sentimientos de realización personal en el trabajo. Cuando la consecución de los objetivos aparece continuamente frustrada, los sujetos que puntúan alto en el rasgo de autoconciencia y pesimismo tienden a resolver las dificultades retirándose de manera mental o conductual de la situación problemática. El retiro conductual de los profesionales denota una tendencia a abandonar progresivamente los intentos de reducir las discrepancias percibidas en el logro de los objetivos profesionales. Las conductas de despersonalización son consideradas en este modelo como un patrón de retiro conductual. Pero además, cuando los profesionales no pueden desarrollar estas conductas de abandono experimentan sentimientos de desamparo profesional que pueden dar lugar a un retiro psicológico. Dentro de este tipo de retiro encuadran los sentimientos de agotamiento emocional. La existencia de rasgos intensos de autoconciencia y pesimismo en los profesionales de servicios de ayuda que permanecen en sus profesiones, potencia el retiro del esfuerzo que deberían invertir para resolver las discrepancias, lo que supone una forma de distanciamiento frente a la experiencia o al riesgo de experimentar emociones ne gativas. Thompson y col. (1993) señalan que altos niveles de autoconciencia aumentan la experiencia de desilusión, frustración o pérdida. Por otra parte, la predisposición a adoptar unas expectativas optimistas de éxito en la resolución de las discrepancias puede reforzar la confianza de los sujetos en su habilidad para reducir las discrepancias existentes y así, promover su persistencia en los intentos de reducir la discrepancia. 50 Figura 1.10. Modelo de autocontrol de Thompson y col. (1 993). 1.7.2. Modelos elaborados desde las teorías del intercambio social Los modelos elaborados desde las teorías del intercambio social parten de 51 los principios teóricos de la teoría de la equidad (modelo de comparación social de Buunk y Schaufeli, 1993) o de la teoría de la conservación de recursos (modelo de Hobfoll y Fredy, 1993), y proponen que el síndrome de quemarse por el trabajo tiene su etiología, principalmente, en las percepciones de falta de equidad o de ganancia que desarrollan los sujetos como resultado del proceso de comparación social cuando se establecen relaciones interpersonales. Los profesionales de los servicios de ayuda establecen relaciones de intercambio (v. g., ayuda, aprecio,
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