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Cap 4 Beforeheterosexuality Theinvention of heterosexuality USA University of Chicago Press

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Ficha de la cátedra “Nuevas presencias de la sexualidad: el debate sobre la construcción 
de la diferencia de los sexos” 
Libro: The invention of heterosexuality / La invención de la heterosexualidad 
Autor: Jonathan Ned Katz 
Año:1995 
 
Resumen traducido al español del capítulo: “Before Heterosexuality” / “Antes de la 
heterosexualidad”. 
Por Santiago Peidro 
 
Mirando hacia atrás 
 
 Si la palabra heterosexualidad no existió en Estados Unidos sino hasta 1892 
¿Cómo se pensaba, se hablaba y se organizaba socialmente la diferencia de los sexos y 
la sexualidad? ¿Es posible que antes del debut del término heterosexual, los 
norteamericanos del siglo XIX resolvieran la diferencia de los sexos, el erotismo y la 
reproducción de modos sustancialmente diferentes a los de hoy? 
 Históricamente, las formas de ordenar el sexo, los géneros y la sexualidad variaron 
radicalmente. Esa variación cuestiona la idea de una heterosexualidad esencial e 
invariable. La palabra heterosexual, según indica el autor, significaría en sí misma una 
forma histórica específica de organizar los sexos y los placeres. 
 
Amor terrenal y amor celestial 
 
 Los griegos son un ejemplo de sociedades donde la idea de “heterosexualidad” 
estaba ausente1. 
 Otro ejemplo de sociedad no organizada de acuerdo a parámetros de 
heterosexualidad son las colonias de Nueva Inglaterra entre los años 1607 y 1740. Aquí, 
la organización sexual estaba dominada por el imperativo de la reproducción. Las 
economías de la región de la Nueva Inglaterra eran frágiles y debían acrecentar su 
población y fuerza de trabajo. Los New Englanders se casaban antes que los Old 
Englanders para elevar la reproducción a tasas más altas incluso que las de Europa. Esta 
práctica matrimonial estaba fundamentada, o empujada, por una exhortación religiosa a 
multiplicarse y por un castigo legal a prácticas sexuales cuyo fin no fuera el reproductivo: 
sodomía, bestialismo, masturbación y adulterio. 
 En cuanto a los adúlteros cuyas prácticas sexuales fueran contra el imperativo 
 
1 Para más información ver Foucault, M. Historia de la sexualidad y Halperin. D. “Hay una historia de la sexualidad? 
En Giordano y Graham (comp.) Grafías de Eros. 
reproductivo, eran colgados junto a sus amantes por violar la exclusividad sexual del 
matrimonio. Los que no eran penados con la muerte, eran castigados con latigazos. 
Asimismo, algunas penas de muerte también se aplicaban a los sodomitas por 
considerarse una práctica hostil a la reproducción. 
 El binarismo operativo en esta sociedad puede resumirse entonces por el binomio 
productividad y esterilidad, y no se trataba de un erotismo entre personas del mismo sexo 
o sexo diferente. 
 Para estas sociedades, el hombre era considerado una semilla y la mujer un 
recipiente (seed holder). El desperdicio de esa semilla por el hombre era condenado, por 
tal motivo la masturbación estaba prohibida. Las relaciones sexuales entre mujeres no 
eran muy perseguidas ya que en ese caso no había desperdicio en relación a la 
productividad. 
 Esta sociedad no daba particular importancia a un sujeto definido por una atracción 
hacia alguien de un mismo sexo o sexo contrario. De este modo, el deseo erótico de un 
hombre hacia otro hombre no lo convertía a este en un ser especial. Lo condenable, 
específicamente, era la práctica sexual en sí misma por los motivos antes detallados. Así, 
en estas colonias, el deseo erótico por miembros de un mismo sexo no era constituido 
como desviado pues el desvío erótico por alguien del sexo contrario no era considerado 
como norma. Más allá del matrimonio, ninguna relación erótica era contemplada. 
 Desde esta misma perspectiva, los órganos sexuales no eran considerados como 
herramientas de placer, sino como órganos para la reproducción. Así, la sodomía era 
considerada el paradigma de la perversión por la energía desperdiciada en placer 
improductivo. 
 En resumen, los valores tradicionales de New England para ordenar los sexos, el 
erotismo y la reproducción, ofrece un ejemplo de una sociedad no dominada por la lógica 
heterosexual- homosexual tal como la conocemos hoy. 
 
La organización del verdadero amor de comienzos del siglo XIX 
 
 Una tercera sociedad, además de los griegos y los New Englanders, no organizada 
acorde a la ley heterosexual fue la norteamericana entre los años 1820 y 1850. De 
acuerdo con Katz, al comienzo del siglo XIX, la clase media urbana norteamericana 
luchaba aún por distinguirse de la decadente clase alta y de los placeres corporales de las 
clases bajas. La clase media, en cambio, apelaba a una sexualidad pura como 
característica principal. Hacia el final del siglo XIX, la clase media logró afirmar 
públicamente, en nombre de la naturaleza, su propia “heterosexualidad”. De este modo, la 
construcción de la clase media y la heterosexualidad fueron de la mano. 
 Ahora bien, a lo largo del siglo XIX, el placer no santificado a través del amor, era 
condenado. Además, la heterosexualidad y su “natural antítesis” la homosexualidad, 
estaban ausentes de los discursos sobre género y erotismo de la época. No eran 
categorías excluyentes de deseo, identidad y amor. Recién a comienzos del siglo XX los 
conceptos de heterosexualidad y homosexualidad emergieron como los significantes 
principales para la categorización de la sexualidad y la definición de la identidad personal, 
así como para la regulación de los deseos y las conductas. 
 En los comienzos del siglo XIX se prescribieron ideales particulares sobre la 
masculinidad y la feminidad fundando un culto de lo que fue “el verdadero hombre” y “la 
verdadera mujer”. En cuanto a este último ideal, estuvo caracterizado, de acuerdo con 
Barbara Welter, por la “pureza, asexualidad, respetabilidad y clase media”. Para otros 
autores citados por Katz, purificar el placer era una función importante para el ideal de 
amor verdadero de la clase media. A fin de cuentas, los ideales de “verdadero hombre” y 
“verdadera mujer” estaban asociados a la idea de “verdadero amor”. Finalmente, este 
ideal permitía a la clase media alejase de la promiscuidad de la clase alta y la animalidad 
de la clase baja, incluyendo esta última los vicios de la extranjeridad (italianos, irlandeses, 
asiáticos y africanos) 
 El verdadero amor funcionaba como un sistema jerárquico en cuyo tope se 
encontraba un intenso sentido de la espiritualidad lo suficientemente poderoso como para 
justificar el matrimonio, la reproducción y cualquier práctica no específicamente santa. De 
esta manera, el standard sexual reinante no distinguía entre relaciones entre personas de 
un mismo o diferente sexo, sino entre verdadero y falso amor. Este último estaba 
caracterizado por un sentimiento superficial y no lo suficientemente permanente o serio 
como para justificar prácticas sexuales o el matrimonio. 
 Consecuente con esta disposición, no había distinción entre el sexo biológicamente 
asignado y el socialmente construido. Bajo el primado del verdadero amor, el cuerpo 
humano era percibido, justamente, como aquel que expresaba amor. Al igual que entre los 
New Englanders, para las reglas de la reproducción de comienzos del siglo XIX, el pene y 
la vagina eran medios de procreación y no partes sexuales. Solamente luego del 
matrimonio podían ser tomadas para el placer en relación con el amor. Asimismo, la 
energía humana debía ser utilizada para el trabajo y la producción de niños, junto con el 
sostén del amor y la familia. De ningún modo debía ser gastada en actividad 
improductivas ligadas a placeres libidinosos. 
 La localización de la fuerza del amor, el sitio de engendramiento, la procreación y el 
sentimiento, era el sagrado santuario del verdadero amor a comienzos del siglo XIX, el 
hogar del verdadero hombre y la verdadera mujer. Este templo de pureza, de amor 
espiritual era amenazado por el monstruo de la masturbación,que arquetípicamente 
representaba la práctica ilícita por excelencia, por estar carente de amor y brindar placer 
improductivo. La prostitución femenina también era un arquetipo del placer sexual alejado 
del amor. Solo rara vez, otras figuras que hacían referencias a actos de placeres ilícitos 
eran tenidas en cuenta, tal como el caso del sodomita y la safista (a diferencia de lo que 
más tarde ocurriría con los homosexuales, estos dos últimos términos no tenían un 
antónimo definido como fue luego el de heterosexual). Las leyes definían a la sodomía 
como un acto oscuro, pero no hablaban de sodomitas como un tipo psicopatológico o 
criminal de persona. No se trataba de una definición de identidad personal y solo hacia 
finales del siglo XIX los sodomitas constituyeron un grupo sexual particular. 
 Dado que en los inicios del siglo XIX a la clase media no le preocupaban los 
pensamientos eróticos alejados del amor, no estaban aún preocupados por sexualidad 
normal e ideal entre personas de distinto sexo. En este mundo pre-freudiano, el amor no 
implicaba la sexualidad. El amor pasional estaba separado de la sensualidad y el placer. 
De este modo, relaciones homoeróticas pasionales entre amigos eran posibles sin temor 
a relaciones sodomitas o safistas. El amor espiritual y la pasión habitaban un espacio 
alejado del terrenal mundo de la sexualidad. El verdadero amor era promulgado 
legítimamente solo en el contexto del matrimonio y del legal y apropiado modo de 
procreación. La penetración pene-vagina era algo que no podía realizarse antes del 
matrimonio si es que se quería continuar siendo respetado. Y esto se aplicaba tanto a 
hombres como a mujeres. La fijación que la clase media de comienzos del siglo XIX tenía 
respecto de la relación sexual que incluía pene y vagina, implicaba que un gran número 
de actos placenteros que no incluyeran la penetración de esta particular parte del cuerpo 
femenino, no estuvieran entonces prohibidos y hasta ni siquiera fueran considerados 
como “sexuales”. De esta forma, muchas actividades eróticas eran permitidas 
precisamente porque no incluían la penetración vaginal. 
 A pesar de esto, lo cierto es que hacia finales del siglo XIX, la cantidad de 
nacimientos “legítimos” dentro de la clase media había declinado enormemente, por lo 
que de a poco fueron aceptando que se trataba de una batalla perdida. Hacia finales de 
este mismo siglo, el ya viejo standard del verdadero amor estaba perdiendo terreno frente 
a uno nuevo basado en el ideal erótico de las relaciones entre diferentes sexos llamado 
normal y heterosexual. 
 
La construcción del instinto sexual de finales del siglo XIX 
 
 Para comprender esto último, vale la pena considerar la evidencia que arroja el 
historiador Peter Gay junto a otros revisionistas, quienes sugieren que a medida que el 
siglo XIX avanzaba, los placeres y prácticas privadas de la clase media fueron alejándose 
más y más del ideal compartido del verdadero amor. Ya en el final del siglo XIX, cuando la 
clase media ya había asentado su posición social, sus miembros dejaron de sentir la 
necesidad imperiosa de distinguir la pureza sexual de su clase del erotismo de los ricos y 
los placeres de los pobres y los inmigrantes. En el final de siglo, al tiempo que la clase 
media protestante alcanzaba su felicidad terrenal, el ideal del amor verdadero entraba en 
conflicto con la consumación de placeres sexuales. Las miembros de esta clase de fines 
del siglo XIX necesitaban nombrar y justificar las prácticas eróticas privadas que estaban 
cada vez más diseminadas, prevalecientes y abiertas hacia el final del 1800. Así, el 
interés especial de la clase media encontraría su expresión en el concepto universal de la 
heterosexualidad. 
 La invención de la heterosexualidad, nombrada así públicamente y normalizada 
científica y éticamente, justificó las prácticas sexuales entre personas de sexos diferentes 
en la clase media. 
 
Entrando en términos. 
 
 La heterosexualidad y la homosexualidad no aparecieron de la nada en 1892. 
Estas dos categorías eróticas de sexo diferenciadas, estaban siendo construidas desde 
1860 hasta el final del siglo XIX. Hacia fines del 1800, en Alemania, Inglaterra, Francia, 
Italia y Estados Unidos, nuestra moderna e histórica idea de la heterosexualidad empezó 
a construirse. La experiencia de un placer apropiado y diferenciado por sexos de la clase 
media empezó a publicitarse, nombrarse y documentarse. 
 En el comienzo de la historia de la categoría de heterosexualidad sorprende el rol 
preponderante que ocuparon los primeros teóricos y defensores del amor entre personas 
del mismo sexo. En 1862, en Alemania, uno de los pioneros, el escritor Karl Heinrich 
Ulrichs empezó a producir nuevos nombres y teorías defendiendo el amor de un hombre 
que amaba a otro hombre, el Uranier. Al opuesto del Uranier, al verdadero hombre que 
amaba a una mujer lo llamó Dioning2. Más tarde incluyó a la Urninde, es decir, a la mujer 
que amaba otras mujeres. 
 El deseo erótico de los Uraniers (o Urnings) por otros hombres, de acuerdo con 
Ulrichs, era tan natural como el amor de los Dioning donde se incluían a los verdaderos 
hombre y verdaderas mujeres3. De esta manera, Uranier y Dioning son los antecedentes 
de homosexual y heterosexual. Comenzando en 1864, Ulrichs presentó sus teorías en 
doce libros reunidos bajo el título colectivo de Investigaciones sobre el enigma del amor 
entre hombres, escrito e impreso por su propia cuenta. 
 El verdadero hombre era aquel que tenía un cuerpo anatómicamente de hombre 
junto con sentimientos de amor hacia mujeres. El Uranier era un verdadero hombre, con 
los sentimientos de una verdadera mujer, es decir, poseía un cuerpo masculino y deseaba 
a otros hombres. 
 El significante “verdadero”, propio de la época Victoriana, unía biología con 
psicología. Los sentimientos eran pensados entonces como de hombre o de mujer en el 
mismo sentido que pene y clítoris: la anatomía y la psicología iban de la mano. El deseo 
hacia una mujer era considerado como un deseo masculino y viceversa. Un deseo sexual 
masculino podía habitar tanto un cuerpo masculino como femenino, y al revés. Desde esta 
perspectiva existía un único modo de desear, basado en el sexo contrario. Es decir, una 
sola “orientación sexual”. 
 La naturalidad explicada por Ulrichs lo llevó a sostener la idea de que los Uraniers 
no podían ser castigados por la ley que se basara en “fornicación antinatural”. 
 En una carta a Ulrichs del 6 de mayo de 1868, otro temprano reformador sexual, el 
escritor Karl Maria Kertbeny utilizó cuatro nuevos términos que el mismo había acuñado: 
monosexual, homosexual, heterosexual” y heterogenit. Esto significó el debut de los 
términos heterosexual y homosexual junto con otros dos términos que quedaron en 
desuso. Monosexual se refería a los masturbadores de ambos sexos, mientras que 
heterogenit se refería a los actos sexuales entre humanos y animales. La 
heterosexualidad, que incluía las relaciones entre hombres y mujeres también era definida 
por otro término por él impuesto, la Normalsexualität (sexualidad normal). 
 Heterosexualidad y normalidad sexual fueron por él definidos como las formas 
innatas de satisfacción sexual de la mayoría de la población. Sin embargo, la 
heterosexualidad de Kertbeny, junto con su sexualidad normal, no pretendía ser para 
 
2 El nombre remite a la sección de “El banquete de Platón” en el que se discuten dos tipos de amor, simbolizados por 
una Afrodita nacida de un hombre (Urano) y una Afrodita nacida de una mujer (Dione). 
3 Explicaba que el amor de los Uraniers era natural y biológico, resumido en la frase anima muliebris virili corpore 
inclusa (una psique femenina atrapada en un cuerpo masculino) 
nada normativa. Ambas categorías eran definidas por su ilimitada capacidad para la 
degeneración. El impulsosexual de los heterosexuales era para él más fuerte que el de 
los masturbadores, bestialistas u homosexuales, y esto explicaba la flojera y el libertinaje 
de los sexualmente normales. De acuerdo con Kertbeny, los heterosexuales participaban: 
 “tanto en el coito natural (tendiente a la procreación) como en el antinatural 
(cuyo fin no era la procreación). Ellos además son capaces de dejarse llevar 
hacia relaciones con seres de su mismo sexo. Además, los sexualmente 
normales no son menos proclives a la masturbación en caso de que no 
encuentren oportunidad de satisfacción con otros. Son especialmente 
propensos a asaltar sexualmente a varones pero especialmente a mujeres 
menores de edad, a dejarse llevar hacia el incesto, a permitirse el 
bestialismo...; e incluso a comportarse depravadamente con cadáveres si su 
auto control moral no se los impide. Y es solo entre los heterosexuales que 
existe ese especial variedad de personas que sedientos de sangre, solo 
pueden satisfacer su pasión a través de las heridas y la tortura.” 
 
 Los heterosexuales de Kertbeny no son ciertamente ejemplos de virtud. 
Considerando la posterior cooptación del término “heterosexual” por parte de la psiquiatría 
para afirmar la superioridad de las relaciones eróticas entre personas de sexo distinto, la 
heterosexualidad de Kertbeny al servicio de la emancipación homosexual es una de las 
mayores ironías sexuales de la historia. 
 La primera vez que Kertbeny publicó su nuevo término “homosexual” fue en el 
otoño de 1869, en un panfleto anónimo contra la adopción de la ley que intentaba 
sancionar la “fornicación antinatural” en Alemania. 
 La proclamación pública de la existencia homosexual, precedió la inauguración 
pública de la heterosexualidad. El primer uso público del vocablo heterosexual acuñado 
por Kertbeny ocurrió en Alemania en 1880, en un escrito que defendía la homosexualidad 
publicado por un zoólogo en un libro titulado El descubrimiento del alma. El término 
heterosexualidad apareció luego publicado en cuatro oportunidades durante 1889. Todas 
ellas en la cuarta edición alemana del libro Psicopatías sexuales de Krafft Ebbing. A través 
de este último autor, la palabra heterosexual pasó en tres años al inglés llegando a 
Norteamérica por primera vez en 1892. Ese año, un artículo del Dr. Kiernan, “Perversión 
sexual” retomó los “heterosexuales” de Krafft Ebbing para asociarlos con la perversión no 
reproductiva. 
 Influenciados particularmente por las primeras publicaciones de Ulrichs en su lucha 
contra la sanción de las leyes de sodomía, en 1869 los psiquiatras comenzaron a 
distinguir y teorizar ellos mismos acerca de la normalidad y anormalidad sexual. A pesar 
de que los artículos médico-legales sobre crímenes sexuales aparecieron en los años 50 
del siglo XIX, solo hacia finales de 1860 los profesionales médicos comenzaron a 
reclamar propiedad sobre los temas concernientes a la diferencia sexual y el erotismo, 
considerándose expertos en la materia. Así, fueron empezando a nombrar a los objetos 
de su interés. 
 En agosto de 1869, una publicación médica alemana editó un artículo del Dr. K.F.O. 
Westphal que por primera vez nombró a una emoción “sensación sexual contraria”4. Esta 
emoción era contraria al adecuado sentimiento sexual reproductivo de hombres y 
mujeres. La “sensación sexual contraria” de Westphal fue el primer (y se convirtió en el 
más conocido) candidato en la competencia de finales de siglo XIX para nombrar a la 
perversión. 
 En 1871, una publicación anónima que hizo un comentario del artículo de Westphal 
para la Revista de medicina mental de Londres, tradujo el término “Die konträre 
Sexualempfindung” como “propensión a la inversión sexual”. 
 En 1878, en un artículo de una revista italiana de medicina, el Dr. Tamassia usó 
por primera vez la frase “inversión sexual”. De este modo, este término se convirtió en el 
segundo participante en la contienda de clasificaciones aberrantes de fin de siglo. 
 En 1897, Havelock Ellis utilizó por primera vez “inversión sexual” en una 
publicación de habla inglesa. Como reformador sexual que era, Ellis intentó apropiar 
términos médicos y conceptos a la causa de la libertad de la expresión sexual. 
 Antes de la invención de la “heterosexualidad” el término “sensación sexual 
contraria” presupuso la existencia de una sensación sexual no contraria. El término 
“inversión sexual”, por su lado, presupuso un deseo sexual no invertido. Desde el 
comienzo de la medicalización, las sexualidades “contraria” e “invertida” fueron 
problematizadas. Esto inauguró una tradición de 100 años donde los sexualmente 
anormales y homosexuales fueron ubicados como enigmas mientras que los normales y 
heterosexuales fueron asumidos y aceptados. 
 En las últimas décadas del siglo XIX, el nuevo término “heterosexual” se introdujo 
al mundo a veces asociado a la perversión no reproductiva, a veces a lo “normal”, 
reproductivo y propio del erotismo entre las personas de sexos diferentes. La teorización 
de Sigmund Freud jugó un importante papel en la estabilización, publicación y 
 
4 La expresión es “Die konträre Sexualempfindung”. La Sexualempfindung no se usa mayoritariamente en alemán 
para referirse a los heterosexuales. Su connotación remite a la sutileza, a la “sensibilidad especial” que suele 
adjudicárseles a los homosexuales en la actualidad 
normalización del nuevo ideal heterosexual.

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