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Un Método Naturaly Delicado de Ayudar a Otros a Conocer a Cristo e/ñebla amTiktific,a A<iCr$ta Darrell W. Robinson Prólogo por Billv C Sin trucos. Sin manipulaciones. Cómo testificar con facilidad y naturalidad del gozo y la fe que usted ha encontrado en Cristo ¿Está cansado de sentirse culpable, tenso y torpe cuando quiere comunicar a otros su fe en Cristo? En este libro el Dr. Darrell W. Robinson nos inspira y nos muestra de qué manera podemos testificar del evangelio con naturalidad allí donde vivimos, trabajamos y jugamos. El pueblo que testifica de Cristo es un sistema novedoso que capacita al cristiano para acercarse a la gente y anunciarles las buenas nuevas con sencillez y efectividad. Estudiándolo aprendemos a escuchar a la gente, prestarles atención con el amor de Cristo y predicarles con un mensaje que se adapte a sus necesidades espirituales. Uno aprende a: • experimentar una vida cristiana victoriosa • descubrir el poder, propósito y gozo de Dios • desarrollar relaciones significativas • relacionarse profundamente con la gente que sufre • hablarle Cristo con confianza y regocijo El pueblo que testifica de Cristo está cargado de sugerencias que nos permiten destrabar la vida cristiana abundante y compartir con otros su gran riqueza. Con inspiradoras anécdotas y eminentemente prácticas sugerencias nos llevan a poner en práctica la estrategia que el autor propone. Basta ya de sentir culpa o ansiedad. El pueblo que testifica de Cristo ofrece las herramientas para poder participar con otros creyentes que hablan de Jesús con gozo y entusiasmo. El Dr. Darrell W. Robinson ha presidido el comité de misiones de la Convención Bautista del Sur desde 1989. Es un orador popular y un conferencista con más de treinta años de experiencia en la evangelización y el entrenamiento de discípulos en cuanto a la evangelización. Recibió su doctorado en ministerio del Luther Rice Seminary en 1983 y es el autor de varias obras. <2X CARIBE Categoría: Evangelización ISBN 0-89922-339-7 II 78 899 223391 *Jñeblo auúSstifico. deQjtfo Darrell W. Robinson CARIBE © 1996 EDITORIAL CARIBE Una división de Thomas Nelson P.O. Box 141000 Nashville, TN 37217, U.S.A. Título del original en inglés: People Sharing Jesús © 1995 por Darrell W. Robinson Publicado por Thomas Nelson, Inc. Traductor: Miguel A. Mesías ISBN: 0-89922-339-7 Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la debida autorización de los editores. Impreso en EE.UU. Printed in U.S.A. Dedicatoria El pueblo que testifica de Cristo se dedica a la gloria de mi Señor y Salvador Jesucristo y a quienes lo hallarán útil para alcanzar a los perdidos para Él. Es mi oración que Dios use este libro para equipar a muchos cristianos a hablar de Jesús con más eficacia. Estoy en deuda con muchas personas que influyeron en mi vida y contribuyeron en mi comprensión de cómo hablar de Cristo. Me siento muy agradecido a mi familia cristiana y su estímulo, oraciones y respaldo. Mis padres, Woner y Lillie Robinson, me guiaron a Jesús y me alentaron cuando entregué mi vida al llamado de Dios para predicar a los diecisiete años. Mi esposa, Kathy, ha ministrado a mi lado durante muchos años mientras aprendíamos y aplicábamos los principios de El pueblo que testifica de Cristo en nuestras vidas, en nuestro hogar y en nuestra iglesia. Kathy me ayudó a guiar a nuestros cuatro hijos, Duane, Lori, Robin y Loren, a ser testigos fieles. Ella ha brindado mucho estímulo y ayuda para la organización y escritura de estos materiales. Agradezco la ayuda de mis amigos Len y Beverly Chil- ton, quienes han modelado los principios de El pueblo que testifica de Cristo en sus vidas y los han utilizado en su ministerio de equipar creyentes para testificar de Jesús. Beverly editó y ayudó a organizar el extenso bosquejo del material. Gracias a Jean Smith que invirtió muchas horas mecanografiándolo. Como mi secretaria, aprendió a practi- car estos principios y es constante en llevar personas a Jesús. Mientras arreglaba mi itinerario vía telefónica, guió a mi agente de viajes hacia el Señor. El agente de viajes se unió a la iglesia y creció en Jesús. Mi corazón rebosa de gratitud hacia las personas en los pastorados que he servido por su disposición de implemen- tar con gran interés, centrado en Cristo y en las personas. El pueblo que testifica de Cristo . Sobre todo, aprecio a mis amigos Dan y Tommie Sue Sampson, quienes pusieron estos prin- cipios en práctica mediante su estilo de vida. En una sesión de torbellino de ideas. Dan y yo decidimos el título para este libro. Mi especial agradecimiento a mi secretaria, Virginia Whitehead, por su ayuda en la computadora y en la edición; y a Thad Hamilton, Thomas Wright y, especialmente, a Jerry Pipes y Rick Nash por su excelente liderazgo en la publicación de este libro. Contenido Prólogo xiii Introducción xv Primera sección: Usted ha recibido poder para testificar de Cristo 25 Capítulo 1: Usted puede vivir abundantemente .... 29 Testificar de Cristo con éxito Seis aspectos clave de la vida abundante Su enemigo es Satanás Sus batallas ya están ganadas Su poder viene del Padre Su fracaso no es final Su pasado no es un preludio del futuro Su clave para la vida abundante es la alabanza Capítulo 2: Usted puede lograr su propósito 43 Sea sensible a los incrédulos Busque las oportunidades Las oportunidades están en todas partes Las oportunidades son citas divinas Esté alerta por los perdidos Capítulo 3: Usted puede testificar de Cristo con confianza 61 La Palabra de Dios La obra del Espíritu Santo El testimonio del creyente Capítulo 4: Usted puede testificar de Cristo sin intimidar 79 Guía para la conversación Familia Intereses Religión Mensaje Cómo testificarle a un desconocido Cómo testificarle a alguien conocido Segunda sección: Usted tiene la responsabilidad de testificar de Cristo 95 Capítulo 5: Usted testifica de Cristo a personas que le importan a Dios 99 Las personas son centrales en el propósito de Dios De modo que vemos a las personas No como medios hacia un fin No como objetos No como signos monetarios No como números Sino como individuos que Jesús ama Por tanto escuchamos a las personas Por tanto amamos a las personas Capítulo 6: ¡Usted testifica de Cristo a personas que actúan como lo hacen debido a que están donde están! 113 Recuerde lo que significa estar perdido Recuerde ser sensible a los perdidos Recuerde las consecuencias de estar perdido Perdidos: Bajo pecado Perdidos: Espiritualmente muertos Perdidos: Hijos de ira Perdidos: Separados de Cristo Perdidos: Sin Dios Perdidos: Sin esperanza Perdidos: Condenados Perdidos: En contra de Cristo Perdidos: En pecado Perdidos: Hijos del diablo Perdidos: Enemigos de Dios Perdidos: Sin paz Perdidos: Ciegos espiritualmente Recuerde que los perdidos actuarán como tales Capítulo 7: Usted testifica de Cristo a las personas a partir de donde están 131 El nivel de desconocimiento El nivel de indiferencia El nivel de hostilidad El nivel de interés El nivel de convicción El nivel de conversión El nivel de crecimiento El nivel de debilitamiento espiritual Capítulo 8: ¡Usted jamás falla cuando testifica de Cristo! 149 Busca a los perdidos, se informa de ellos Los conoce Derriba las barreras Despierta convicción: La obra del Espíritu Santo Guía a la persona a atravesar la experiencia de la conversión Nutre a los creyentes Tercera sección: Usted puede prepararse para testificar de Cristo 157 Capítulo 9: Comprenda las etapas para testificar de Cristo 159 La etapa de la preparación del terreno La etapa de la siembra Sembrar con mira a la cosecha Saturación: El principio de la siembra de la semilla Sembrar la Palabra de Dios Cosechar en proporción a la semilla sembrada Siembra continua La etapa del cultivo La etapa de la cosecha Capítulo 10: Comprenda los siete pasos de conducir a una persona a Cristo 185 Primerpaso: Empiece la conversación Segundo paso: Presente el plan de salvación Tercer paso: Pida a la persona que acepte a Cristo Cuarto paso: Guíe a la persona a orar Quinto paso: Guíela a tener seguridad Sexto paso: Instruya al nuevo creyente Séptimo paso: Conservación de los resultados Capítulo 11: Comprenda cómo citar la Palabra al testificar 205 Cómo usar un folleto de evangelización Ventajas de usar un folleto de evangelización Productos disponibles para testificar Procedimientos para testificar de Cristo Practíquese en testificar de Cristo Cómo usar la ilustración de la línea de la vida Cómo usar Juan 3 Confianza que crea el pasaje Intereses que atiende el pasaje Guía de conversación a través del pasaje Cómo dar su testimonio personal El poder de su testimonio personal Prepare su testimonio personal Practique su testimonio personal Conclusión: Testificar de Cristo: un modelo de vida 233 Apéndice 239 Cómo testificar de Cristo a un niño El concepto Las condiciones La conversación Cómo testificar del mensaje de la cruz Jesús arrestado en el huerto del Getsemaní Jesús juzgado ante el sumo sacerdote Jesús examinado ante Pilato por primera vez Jesús bajo burla ante Herodes Jesús azotado por Pilato Jesús crucificado en el Calvario Jesús resucitado de entre los muertos Cómo testificar según el Camino Romano Cómo testificar de Cristo a un ateo Cómo usar las «Grandes preguntas de la vida» para testificar de Cristo Origen: «¿De dónde vengo?» Propósito: «¿Por qué estoy aquí?» Valores: «¿Cómo debo vivir?» Destino: «¿A dónde iré cuando muera?» Prólogo Al acercarnos todavía más al año 2000 con el sueño de testificar de Cristo a cada persona en Estados Unidos y alrededor del mundo, la necesidad apremiante de nuestro tiempo es transformar a las multitudes que se hallan en nuestras iglesias en un sensible ejército interesado en testi- ficar de Cristo. Darrell Robinson, en su libro más reciente El pueblo que testifica de Cristo, provee una herramienta práctica para satisfacer esta necesidad. Con poder comunica esa evangelización personal que brota naturalmente de un re- bosante andar íntimo con Dios. A través de El pueblo que testifica de Cristo usted hallará inspiración, conocimiento y la confianza necesaria para testificar de Cristo con éxito. Darrell Robinson le ayudará a experimentar la vida abundante llena del Espíritu; a escuchar a otros y a testificar de Cristo en su punto de necesidad; a obrar como socios del Espíritu Santo para reconocer y aprovechar las oportunida- des de todos los días para hablar de Jesús; para convertir las conversaciones de todos los días en oportunidades para hablar de Jesús sin temor ni manipulación; para guiar una conversación hacia Jesús y hablar de las Buenas Nuevas de varias maneras creativas con un método sencillo y fácil de usar si es un principiante, y una amplia gama de opciones si ya es un testigo experimentado. El sueño de hablar del evangelio a toda persona en el mundo antes del año 2000 es desafiante, pero no imposible. Casi todos los creyentes vivimos en medio de personas que sufren y que necesitan con desesperación conocer a Jesucris- to como Señor y Salvador. Que Dios use El pueblo que testifica de Cristo para animar y preparar a los creyentes en todas Xlll partes para testificar de Jesucristo de una manera cordial, sin amenazas, donde viven, trabajan y juegan, y que todos tengan una oportunidad de decir que sí a las demandas de Cristo. Billy Graham XIV Introducción El pueblo que testifica de Cristo se basa en varias cosas de las que me percaté en las Escrituras y que me guiaron a interesarme en la participación constante de alcanzar a las personas. Quien no tiene a Cristo está perdido. La única esperanza de salvación se halla en Él. Los incrédu- los necesitan el ministerio de creyentes interesados que puedan testificar de Cristo en su punto de necesidad. Como creyentes, tenemos la responsabilidad de ese mi- nisterio. Las relaciones son muy importantes para alcanzar a los incrédulos. Los perdidos necesitan ser receptivos a la per- sona que les testifica de Cristo y al evangelio. El tiempo que lleva establecer una relación importante conducente a la receptividad variará desde unos pocos minutos a varios meses e incluso años. La obra del Espíritu Santo en la vida del incrédulo y la actitud del creyente que testifica marcará la diferencia. Mi comprensión de la necesidad de testificar de una manera centrada en Cristo y en la persona brotó de mi experiencia de salvación y crecimiento testificando de Jesús con las personas. Como joven que tuvo muy poca partici- pación en la iglesia, mi timidez obstaculizó acercarme a Cristo. Nunca alguien me testificó ni preguntó respecto a mi relación con Dios. El tema de Cristo y la salvación era bochornoso para mí, de modo que nunca saqué a colación el asunto. Orar en voz alta fue algo que jamás hice. Después de irme a la cama por la noche oraba en silencio antes de dormir. Cuando iba a la iglesia, observaba que el predicador oraba con las personas cuando tomaban la decisión de XV El pueblo que testifica de Cristo aceptar a Cristo. Me sentía incómodo por el pensamiento de orar en voz alta con alguien, sobre todo el predicador. Otra barrera que enfrentaba era el temor de hacer una profesión pública de fe, bautizarme e involucrarme en la iglesia. Siempre me sentí incómodo yendo a la iglesia. Tenía sentimientos profundos hacia Dios y un deseo de estar a bien con Él, pero nunca me consideré religioso. Eso era algo ajeno para mí. No podía orar en voz alta como la gente en la iglesia. No podía cantar, ni participar en las conversacio- nes sobre la Biblia ni las cosas espirituales, ni hacer nada religioso. El pensamiento de pasar al frente de la iglesia y hacer una decisión pública y luego ser bautizado me aterra- ba. El agua no me llegaba más arriba de la rodilla en el oeste de Texas donde vivía. Sin oportunidad de aprender a nadar hasta mi adolescencia, temía que el pastor me sumergiera en el agua. Sin embargo, desesperadamente quería recibir a Jesús. En mi agonía de convicción producida por el Espí- ritu Santo, dándome cuenta de que estaba perdido y temien- do la muerte y el infierno, oraba en silencio por las noches que Dios me perdonara y me salvara. Pero nunca tuve la seguridad de que Él siquiera hubiera oído mi oración. Necesitaba de alguien que me hablara personalmente de Jesús. Necesitaba de alguien que me guiara por la experien- cia de la conversión. Mis padres se percataron de mi nece- sidad espiritual. Nuestra familia no asistía con regularidad a la iglesia, aun cuando mis padres eran creyentes y estu- vieron involucrados activamente en la iglesia. Con mucha ternura me guiaron a orar en silencio y a recibir a Cristo. Conscientemente confesé mis pecados a Cristo y le recibí como mi Salvador y Señor. Con Jesús en mi vida hallé el valor para confesarle pú- blicamente y ser bautizado. ¡Le entregué mi vida a Él! Determiné obedecerle a pesar de mis temores. Al finalizar la secundaria, me casé con mi novia de la secundaria. Ambos le entregamos nuestras vidas a Cristo y al ministerio. Nos matriculamos juntos en la universidad. Nuestro hijo nació mientras estudiábamos allí. Durante su XVI Introducción embarazo, complicaciones revelaron que mi esposa, Betty, sufría de una enfermedad terminal. Durante nuestros años de universidad luchamos con su salud que se deterioraba. Su condición requería transfusiones periódicas de sangre y otro tratamiento médico. En esa época pastoreaba una igle- sia pequeña como pastor estudiante y a tiempo parcial. Tanto mi esposa como yo trabajábamos en varios empleos para cubrir nuestros gastos en la universidad. Finalmente Betty se puso tan enferma que no pudo trabajar más ni asistir a clases. Durante mi último año su condición se deterioró al punto de que tuve que llevarla de regreso a nuestro pueblo natal de modo que nuestros padres la cui- daran. La universidad de Baylor me concedió un permiso especial para que cursaralos últimos tres cursos por corres- pondencia. ¡Betty casi se muere esa primavera! Pero Dios la levantó y alargó su vida otro año. A través del sufrimiento y la dificultad. Dios nos enseñaba cómo vivir de día en día dependiendo en Él. Después de la graduación en la Universidad de Baylor, mi gran deseo era pastorear a tiempo completo una iglesia. Me recomendaron varias. Algunas iglesias mostraron inte- rés. Pero cuando les contaba la condición de mi esposa, nunca más volvía a oír de ellas. Ninguna iglesia quería un pastor con una esposa enferma de muerte. Dolió por un tiempo, pero llegamos a darnos cuenta de que Dios no nos quería allí más de lo que ellos nos querían. Dios tenía un lugar especial para nosotros. Un domingo frío prediqué durante una tormenta de polvo en una iglesia rural muy pequeña en nuestra área natal del oeste de Texas. Había trece personas en la Escuela Dominical. La iglesia parecía fría y muerta. Le dije a Betty que no pastorearía allí por nada en el mundo. ¡Pero lo hice! ¡Fue la única iglesia que me aceptó! El salario de pastor era escaso. Para suplementar nuestro ingreso acepté un trabajo de maestro en una escuela y como entrenador en la comunidad. ¡Pronto se hizo evidente que Dios nos dirigió al lugar de su provisión y de nuestra XVII El pueblo que testifica de Cristo eficacia en el ministerio! Dios me puso donde había que ministrar a la gente personalmente y alcanzarla para Cristo. Conforme desarrollábamos relaciones en la comunidad mediante el trabajo con la escuela, la gente empezó a venir a la iglesia y a Cristo. Nos quisieron y nos cuidaron confor- me nos dábamos a ellos. La iglesia cobró vida y creció tanto espiritual como numéricamente. El templo se llenaba todos los domingos con adoradores. Aprendí que para alcanzar a las personas para Cristo es importante ir donde están, amar- las y ministrarlas hablándoles de Jesús en su punto de necesidad. Dios nos guió al lugar donde Él podía sustentar- nos y al mismo tiempo hacernos crecer y usarnos. A pesar de su enfermedad, Betty continuaba activa tes- tificando, en el ministerio personal y en dedicado servicio a Jesús. El médico nos aconsejó que le dejáramos ser tan activa como quisiera. Dijo que nada que hiciera cambiaría su condición. Ella sufrió intensamente por meses, pero continuaba en su testimonio entusiasta. Su paciente sufri- miento abrió la puerta para que Jesús entrara en muchos. Llevábamos dieciséis meses en la iglesia cuando se presentó la crisis. Me encontraba predicando en una reunión como a ochenta kilómetros de distancia. Ella insistió en ir conmigo. Tuvimos que detenernos varias veces en el camino debido a sus náuseas. Esto fue el principio del fin. La llevamos a un hospital a ciento sesenta kilómetros de distancia, donde tendría la atención de un especialista en los riñones. Durante sus diez días en el hospital, familiares y amigos vinieron, oraron por nosotros y nos brindaron su apoyo. Nuestra iglesia y otras iglesias nos dieron ofrendas para ayudarnos con los gastos médicos. Incluso extraños nos ayudaron con compasión. Desde su cama en el hospital los creyentes recibían el ministerio y fortaleza al venir a minis- trarle a ella. Personas perdidas recibieron a Cristo. Conforme se acercaba el fin, mi corazón se llenaba de sufrimiento. Una gran pesadumbre me llenó cuando me dirigí a la capilla del hospital y caí de rodillas para buscar el rostro de Dios. Oré que la sanara, pero de alguna manera xviii Introducción no pude dejar allí el asunto. Tenía que añadir a mi oración las palabras de Jesús: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Al orar le pedí al Padre que la sanara si Él sabía que eso sería lo mejor, pero que si no, que la libertara de su sufrimiento y la llevara pronto a su hogar en el cielo. Por más que quería que sanara, llegué a percatarme de que hay algo mejor que la sanidad física. Dios se comprometió en darnos lo mejor de lo mejor. Lo mejor de Él es desarrollarnos y hacernos personas semejantes a su Hijo. Él hace que todas las cosas obren para bien, para conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8.28,29). Era tarde el viernes cuando regresé a su habitación. Hablamos brevemente, luego leí las palabras de Jesús: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Jn 14.1-3). Oramos y nos abraza- mos. Me dijo adiós y cerró sus ojos para nunca volver a abrirlos. En silencio, temprano el lunes por la mañana exhaló su último aliento y se fue de nosotros para estar con el Señor. Conduje los ciento sesenta kilómetros hasta casa con muchos pensamientos y aflicción en mi corazón y mente. Sin embargo, tema un cierto sentido de gozo y paz al darme cuenta de que ella estaba en su hogar con el Padre y que jamás volvería a enfermarse. Nuestro hijo de cuatro años, Duane, salió a recibirme cuando estacioné el coche frente a la casa de mis padres. —Papi, ¿dónde está mamá?—me preguntó. —Hijo, ella está bien ahora—le dije— . Se ha ido a estar con Jesús en donde nunca más volverá a enfermarse. No regresará a nosotros, pero un día vamos a estar con ella en el cielo. Duane se metió bajo mis brazos con lágrimas en sus ojos mientras caminábamos para entrar a la casa. Pareció enten- XIX El pueblo que testifica de Cristo der de inmediato las profundidades de la verdad espiritual que muchos adultos parecen no poder captar. Betty vivió en abundancia y murió en victoria. Varias personas confiaron en Cristo en su funeral. En todos esos días de dificultad Dios me enseñó la prioridad de cuidar a las personas en sus aflicciones y adversidades. Durante los siguientes meses de dolor. Dios me sostuvo mediante la oración, las promesas de su Palabra y el cuidado de su pueblo. Durante ese tiempo leí un libro titulado Try Giving Yourself Away [Trata de regalar de ti mismo], de David Dunn. La tesis era que al tratar de regalar de uno mismo, uno nunca puede hacerlo. Aprendí que crecemos no al enfocar nuestros problemas, sino al dar de nosotros. En medio de los problemas y las cargas más profundas de la vida, las personas necesitan a Jesús. Testificar de Cristo en el ministerio interesado en las personas en el punto de su necesidad más profunda es una clave para el servicio eficaz. Llegué a darme cuenta de que amar a Jesús y a las personas significa que haremos lo mejor posible para unir las dos cosas. Para reducirlo a los términos más sencillos, amar a Jesús y a las personas es el todo del cristianismo y de la iglesia. Descubrí que a menos que me interesara genuinamente por la persona a la que le hablo, a mi testi- monio le faltará compasión y sinceridad. También, a menos que estudie la Palabra de Dios, a mi testimonio le faltará contenido. El testigo interesado en dar el mensaje de la Palabra de Dios establece el equilibrio necesario para alcan- zar a las personas. Un año después de la muerte de Betty ingresé al semina- rio para continuar mi preparación para el ministerio pasto- ral y de evangelización. Mientras asistía al seminario conocí y me casé con Kathy, una preciosa joven de Mississippi. Dios me proveyó otra esposa de pastor ideal y una madre para mi hijo. Me sentía lleno de felicidad y gratitud. Inmediatamente después de nuestro matrimonio, mien- tras estaba todavía en el seminario, ayudé a empezar una XX Introducción nueva iglesia. Creció con rapidez hasta que se llenó el edificio y en dos años llegó a ser una iglesia fuerte. Kathy tenía la pesada responsabilidad de ser esposa de pastor y madre de un escolar. Durante nuestro primer año de matrimonio quedó embarazada y tuvo mucho valor. Por su enfermedad física y tensión mental y emocional cayó víctima de profunda depresión. Traté de hacer todo lo que sabía por ayudarla. Nada parecía lograr algún efecto. Nin- guno de los dos entendíamos el porqué detal abatimiento y el porqué no podía librarse de él. Desesperada, ingresó en un hospital buscando tratamiento. Su condición mejoró al punto de poder andar, pero la depresión continuó durante varios años hasta que recibió tratamiento por una afección en la tiroides. Mediante firme determinación y fuerza que procedía de su fe en el Señor resucitado y victorioso, conti- nuaba desempeñando sus deberes como esposa y madre, y ministrando a otros en el nombre de Cristo. Leyó mucho y oró intensamente. Con el tiempo, la depresión la dejó me- diante el ministerio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios y una buena atención médica. Durante todos esos años hubo muchas ocasiones en que sentí tal agonía interna de impotencia que todo lo que hacía era clamar: «Dios mío, ¡ayúdame! Confío en ti», y luego seguir haciendo las cosas sencillas que sabía que Él quería que hiciera. A pesar de la negrura de la depresión y de la lobreguez que trae, Kathy y yo conocíamos la presencia de Dios por fe. Simplemente continuamos avanzando por fe. Kathy y yo experimentamos la realidad de que una vida plena y significativa en Cristo no nos exime de las dificul- tades. Es más, comprobamos que nuestro más grande cre- cimiento espiritual casi siempre ocurre cuando atravesa- mos nuestros más grandes conflictos. Tanto ella como yo crecimos en Cristo a través de estas adversas experiencias. Descubrí que Dios obra mediante toda experiencia para hacernos crecer y darnos de su plenitud. Aun cuando Él no nos hace estas cosas, las usa para hacernos desarrollar y madurar para que seamos las personas que necesitamos ser. XXI El pueblo que testifica de Cristo Descubrí que uno de los aspectos clave para una vida plena y madura es enfocarse en el propósito de Dios y alcanzar en ministerio a otros, antes que concentrarme en mí mismo y en mis problemas. El tiempo de depresión de Kathy también fue de deses- peración para mí. Determiné aprender todo lo que podía respecto a la enfermedad y sus problemas relacionados. Me di cuenta de que para beneficiar a las personas tenía que ser capaz de comprenderlas y comunicarme con ellas. Tomaba numerosos cursos de sicología en la universidad y en el seminario. Pero eso fue teórico. Ahora, por mi experiencia, sentía la necesidad de comprender y comunicarme con las personas que tenían problemas mentales y emocionales. Me matriculé en el programa de consejería clínica pastoral en el Mental Health/Mental Retardation Center [Centro de Salud y Retraso Mentales] de nuestra área. Cada semana dedicaba tiempo a la consejería en las unidades de siquiatría, asícomo al estudio en el aula. En un caso aconsejé a una persona que le diagnosticaron esquizofrenia catatónica. Tenía gran dificultad para conver- sar en algún nivel. Me sentía triunfador si lograba que dijera una sola frase en una sesión de treinta minutos. Descubrí que el silencio puede ser tan eficaz como las palabras al comunicarse con las personas y alcanzarlas profundamente en su punto de necesidad. Experimenté el valor de escuchar lo que se dice y lo que no se dice, tanto en comunicación verbal como no verbal, al testificar de Cristo. De este esce- nario aprendí principios y técnicas que empecé a usar en la preparación de otros para que los usaran al hablar del evangelio. La verdad brotó en mi mente de que muchas personas necesitan tanto que se les escuche como que se les predique. El equilibrio de interesarse por una persona y de hablar la verdad y las promesas de la Palabra de Dios debe guiarnos. Descubrir esto me llevó a toda una vida de estudio de cómo comunicar con eficacia el evangelio a las personas. En El pueblo que testifica de Cristo le haré partícipe de algunos prin- XXII Introducción cipios aprendidos respecto a testificar de Cristo todos los días de la vida, así como al participar en el alcance evange- lizador planeado por la iglesia. Es mi oración que este libro se use en la preparación de multitudes de creyentes a testi- ficar de Cristo a los perdidos. Hoy en día, la manera de alcanzar a las multitudes con el mensaje salvador, tal y como fue la estrategia de Jesús en el primer siglo, es prepa- rando e involucrando a todo el pueblo de Dios para testifi- car de Cristo. El pueblo que testifica de Cristo es metódico en su enfoque, pero no es un método. Trata con perspectivas de la naturale- za de las personas y lo que Dios tiene para ellas. En ese libro aprenderá que usted puede vivir una vida abundante, puede lograr su propósito, puede testificar de Cristo con confianza y sin amenazas. Comenzamos a testificar de Cristo con nuestra experiencia con Él. Es el desbordamiento natural de la plenitud de Jesús morando en nosotros. xxiii ¿te. Primera sección Usted ha recibido poder para testificar de Cristo ¡Se siente como un fracasado! Todo lo que intenta parece resultarle mal. Empezó a ilusionarse con ser rico. Iba a hacer lo que le daría la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible. Se dedicaría a robar bancos . El futuro ladrón de bancos empezó a planear su estrate- gia. Se quedaba hasta altas horas de la noche trabajando en planes detallados, dibujando bocetos y repasando los pasos que daría al robar el banco. Pero, en efecto, nunca parecía decidirse a robar el banco. Planeaba cada noche, pero al llegar la mañana, la ansiedad lo paralizaba otra vez. Una noche determinó que la decisión estaba tomada. Independientemente de lo que sintiera, se obligaría a robar el banco a la mañana siguiente. Al otro día un ataque de ansiedad lo paralizó otra vez. Por último, logró sobreponer- se y se obligó a subir al automóvil y dirigirse al banco. El renuente ladrón de bancos se quedó sentado en su vehículo en el estacionamiento desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde tratando de obligarse a salir del automóvil. Al final, descendió del automóvil y entró en el banco. Acercándose a la ventanilla le entregó a la cajera su pistola. Le colocó frente a sus ojos una bolsa de papel y le dijo: «¡Asalte las manos! ¡Esto es un arriba!» La perspectiva de testificar produce un efecto similar en muchos creyentes. El temor y la ansiedad crean una barrera 25 El pueblo que testifica de Cristo imaginaria que paraliza casi por completo al creyente. En- tonces, cuando se hace algún intento de hablar de Jesús, este ocurre con tanta tensión que cualquier palabra dicha puede sonar muy rebuscada. Gayle, una destacada líder de una iglesia dio rienda suelta a su frustración: «¡Yo no puedo testificar!», dijo desanimada. «Pero participaré en el seminario para testifi- car e iré como compañera de oración si otra persona es la que habla». «Eso es bueno», respondió el pastor. «Confiaremos en Dios y veremos lo que Él puede hacer». Su pastor le pidió a Gayle, como líder de las mujeres, que se preparara y que luego dirigiera el seminario para testifi- car del resto de las mujeres. Con mucho temor y vacilación, llegó a las clases del seminario para testificar. Mediante los estudios bíblicos, el Espíritu Santo le recordó una amiga incrédula y desarrolló en el corazón de Gayle una preocu- pación por la salvación de ella. Después de mucha oración esa semana, Gayle fue a ver a su amiga a pesar de su temor y la condujo a Cristo. También guió a Cristo al esposo de la amiga así como a su hijo. El domingo siguiente los tres confesaron a Cristo y se unieron a la iglesia. La mujer que «no podía testificar» continúa hablando de Jesús. Condujo a su vecina a Cristo. Le habló de Jesús a su propio hijo y a su tiempo a su padre. Ambos confiaron en Cristo y le siguieron. Gayle aprendió a testificar de Cristo con eficacia y a preparar a otras mujeres a hacer lo mismo. Descubrió la realidad de que Dios la había dotado con todo lo esencial para testificar de Cristo y conducir a las personas a Él. Dios ha dado a todo creyente una personalidad y talento únicos para testificar de Cristo. Los capítulos 1 al 4 se concentran en cómo Dios capacita a su pueblo para testifi- car. Cada creyente puede testificar debidoa lo que Dios ha hecho y hará. Él le ha provisto para toda una vida de libertad en Cristo. Testificar eficazmente fluye de la presen- cia y señorío de Cristo morando en nosotros. 26 Primera sección La testificación cristiana no es un intento de meter a la fuerza en otros ideologías y conceptos. Es el testimonio de una persona interesada que experimenta el amor y la gracia de Dios desempeñando la tarea asignada por el Todopode- roso para comunicarles a otros su mensaje. Los cristianos están en misión por Cristo para proclamar las buenas nue- vas de lo que Él ha hecho para redimir a todas las personas y darles vida en abundancia y eterna. Cada creyente está dotado para testificar de Jesús con la Palabra de Dios y un testimonio de su experiencia de salvación. La autoridad para testificar no se basa en la aprobación del mundo. A menudo el mundo ofrece resistencia al testi- monio cristiano. No es raro que los inconversos intenten intimidar a los creyentes para obligarlos a guardar silencio respecto a Aquel que los ha hecho libres. La autoridad para testificar viene de arriba. No vamos porque nos aguijoneen, sino debido a que nuestro Soberano Señor nos envió (Mt 28.18-20). La confianza para testificar es esencial para ser eficaces. La confianza del creyente brota de su relación con Dios y de una comprensión de lo que Él usa para atraer a las personas. Dios usa un equipo de tres para alcanzar a los incrédulos para Cristo. Usa la Palabra de Dios , la obra del Espíritu Santo y el testimonio del creyente. Qué seguridad da saber que cuando hablamos de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo la usa para atraer a las personas a Cristo. Hablar de Jesús y de su Palabra es el más grande privilegio que uno pueda tener. Dios nos ha dotado con la capacidad de comunicamos. Podemos hablar de Jesús. Al escuchar, crear armonía y hablar sin amenazas, cualquier creyente puede testificar con eficacia. Todos comunicamos. La clave es una dedicación a comunicar el evangelio de Cristo. El capítulo 4 ofrece la ayuda de una guía de conversación para testificar de Cristo. Está creada para ayudar a cualquier creyente a testificar de Cristo a otros de una manera natural y sin intimidación. Al experimentar la vida abundante en Cristo, al darse cuenta de que está en misión divina para testificar de Él, al 27 El pueblo que testifica de Cristo saber cómo Dios obra para alcanzar a las personas y al darse cuenta de que puede hablar de Jesús con naturalidad, le dará confianza para testificar. 28 Capítulo 1 Usted puede vivir abundantemente ¡Usted es HUPERNIKAOl ¿Y qué quiere decir tal cosa? ¡La vida se me vino encima! Estaba llegando al fondo. Mi esposa había muerto pocas semanas antes. Estaba solo tra- tando de criar a un hijo de cuatro años, trabajando como pastor bivocacional 1 en una iglesia pequeña y a la vez enseñando en una escuela. Financieramente luchaba por pagar las cuentas del hospital y del funeral que acompaña- ron a un largo período de deterioración antes de la muerte de Betty. Esa mañana caminaba por el plantel de la universidad reflexionando en los preciosos recuerdos de mi querida esposa. Regresé de visita a la universidad donde me gradué el año anterior. Estoy seguro de que había lágrimas en mis ojos mientras recordaba las deliciosas caminatas que dimos juntos en estos mismos senderos no hacía mucho tiempo atrás. Pensaba cuán rápidamente una situación de la vida cambia y cómo nunca sentiría de nuevo a mi lado el resplan- dor de su presencia. Mi mente estaba atiborrada también con preguntas en cuanto al futuro. «¿Qué voy a hacer? ¿Debería regresar a la universidad de Baylor y prepararme para enseñar en una 1 Nota del Editor: Pastores que se ganan la vida en otros trabajos. 29 El pueblo que testifica de Cristo universidad? ¿Debería ir al seminario y continuar prepa- rándome para el ministerio pastoral y de evangelización? ¿Debería inclinarme a la capellanía? ¡Era un padre solo! ¿Me querría alguna iglesia como su pastor?» De súbito sentí un brazo sobre mis hombros. La voz dijo: «Hijo, ¿cómo estás hoy?» Alcé la cabeza para mirar a los ojos de un hombre alto que en silencio caminaba junto a mí. Era uno de mis profe- sores, el Dr. Kyle Yates. Uno de los hombres más amables, más llenos de simpatía que jamás he conocido. Hablamos unos momentos. Él me dijo palabras reconfor- tantes y me señaló de nuevo Romanos 8.37: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Más tarde recordé un libro de texto que escribió y me autografió. Firmó Kyle M. Yates , y debajo de su nombre estaba la palabra griega hupernikao y luego la referencia bíblica de Romanos 8.37. De regreso a mi oficina me puse a estudiar el versículo. Descubrí que las cuatro palabras en español «somos más que vencedores» traducen una sola palabra griega: «¡Huper- nikao!» Huper quiere decir «más que, super o muy por encima». Nikao significa «conquistador, ganador, vencedor». Esta maravillosa palabra nos dice a usted y a mí que a través de Jesús estamos muy por encima de cualquier con- quistador que jamás ganara una victoria. En años recientes la palabra nike se ha popularizado como la marca de artículos deportivos. La implicación es esta: ¡los Nikes son vencedores! Dios estaba imprimiendo en el corazón la victoria que tema para mí incluso en esta situación. Mediante la oración, el estudio de la Palabra de Dios y de varios libros significa- tivos, Dios me mostró que la vida jamás volvería a ser la misma para mí, pero que no tenía que ser así para que experimentara su gozo y victoria. Me di cuenta de que Aquel que me dio una vida significativa en el pasado, todavía estaba en el trono. Obraba mediante todas las cosas para realizar su propósito de hacerme semejante a Jesús (Ro 30 Usted puede vivir abundantemente 8.28). Por consiguiente, debido a Él, mi vida podía ser tan significativa, o incluso más, en el futuro. Debido a quién es Él en nosotros y lo que nosotros somos en Él, somos hupernikaos. Tomé la decisión de apropiarme de la victoria en Cristo, de ser un vencedor, debido a mi posición en Aquel que me ama. —¿Cuánto tiempo hace que has pasado todo un día sin experimentar una sola victoria en tu vida?—esta pregunta se le hizo a un creyente cuya vida irradiaba la presencia de Jesús. —¡Alrededor de treinta años, me parece! —fue la res- puesta. —¡Eso es fantástico! ¿Cómo has podido vivir así?—pre- . guntó el asombrado inquiridor. El creyente maduro tenía una respuesta lista: —Hace como treinta años hice el maravilloso descubri- miento de que Cristo viviendo en mí en comunión inque- brantable es la clave para que tener vida abundante. Es mi pecado y desobediencia lo que interrumpe la comunión con Él y me impide disfrutar de su presencia. De modo que conscientemente tomé la decisión de no vivir ni una sola hora con pecado en mi vida. He pecado muchas veces, por supuesto, pero cada vez que lo hago, el Espíritu Santo me convence e inmediatamente confieso el pecado y le rindo mi vida a Él en obediencia. La plenitud de Cristo en mi vida y el ininterrumpido flujo de su amor a través de mí es la fuente diaria de poder y gozo. Testificar Dios quiere que usted y yo ten- de Cristo con éxito gamoséxitoal testificar de Jesu-— cristo. La definición de un testi- monio exitoso, es decir, hablar de Jesús en el poder del Espíritu Santo y dejar los resultados a Dios, es tanto emo- cionante como liberadora. La definición tiene tres partes: Primero, testificar eficaz- mente es testificar de Jesús. Usted puede hacer varias cosas 31 El pueblo que testifica de Cristo muy bien, incluso las que son necesarias para establecer una relación conducente a testificar. Usted puede tener una vida sólida, ministrar a las personas e invitarlas a la iglesia. Estas y otras acciones positivas son importantes; pero esto es sólo el comienzo. Usted en realidad no ha testificado a menos que haya hablado de Cristo. Los inconversos no experimentarán el perdón de Cristo a menos que alguien les habledel evangelio que cambia vida. Segundo, la testificación eficaz es hablar de Jesús en el poder del Espíritu Santo. Usted puede confiar en que el Espí- ritu Santo hará su obra al atraer a todo incrédulo a Cristo. El Espíritu Santo llena la vida que está rendida a Él. Usa la presentación del evangelio, el cual es poder de Dios para salvación. Tercero, testificar con eficacia es dejar los resultados a Dios. Si la persona no recibe a Cristo inmediatamente, aún tiene éxito el testimonio. Si siembra la semilla, puede confiar en que Dios continuará obrando en la vida de la persona, usando su testimonio. Debemos dejar a Dios los resultados de nuestro testimonio. Pero antes de que testifiquemos de Cristo, debemos tener un sentido de su poder y presencia en nuestras vidas. Esta vida en abundancia, vivir momento tras momento en comu- nión íntima e inquebrantable con el Padre, habla más alto que cualquier palabra que pronunciemos. Por otro lado, una vida de desánimo y derrota destruirá nuestro testimo- nio. Los perdidos se sentirán atraídos a Cristo si sus repre- sentantes, usted y yo, irradiamos el amor y el poder de nuestro Señor. Por consiguiente, la vida que llevamos más las palabras que hablamos conforman nuestro testimonio. La vida abundante en Cristo no depende de las circuns- tancias, situaciones particulares, ni de lo que otros dicen o hacen. Depende de nuestra comunión personal, inalterable con el Padre. Es fácil desviarse a pensar que si tuviéramos más tiempo, menos estrés en nuestro trabajo, o más estímu- lo y ayuda de nuestros familiares, amigos o iglesia, experi- mentaríamos victoria diaria. Pero las palabras de Pablo en 32 Usted puede vivir abundantemente Filipenses 4.4 nos estremecen para que nos percatemos de que Dios provee fortaleza personal para toda experiencia de la vida: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» Pablo escribió estas palabras en la soledad de una celda de una cárcel romana. (Algunos estiman que pasó en la cárcel catorce de los aproximadamente veintiocho años de ministerio.) En lugar de recorrer su celda lleno de ansiedad, lamentando su suerte como preso del César, con- fiadamente escribió como «preso en el Señor» (Ef 4.1). Y sus cartas estremecieron el Imperio Romano desde sus cimientos. Pablo no se amilanaba porque el César lo tuviera preso, sentía que este era sólo un instrumento y que su encarcela- miento era el propósito de Dios. Pablo era tan activo, que quizás jamás se habría quedado quieto lo suficiente como para escribir algunas de las epístolas del Nuevo Testamento a menos que hubiera estado preso. Pero como resultado de su fidelidad en medio del conflicto, sus palabras nos han llegado a través de los siglos para animar a los creyentes y para ganar a multitudes para Cristo. Seis aspectos clave Dios desea que cada uno de de la vida abundante sus hl'os viva en victoria todo momento del día. El secreto es un proceso sencillo pero poderoso. El proceso no requiere meses, días, ni siquiera horas. Es más, la experiencia con Dios puede ser súbita e instantánea, en el momento que el corazón del creyente responde al Espíritu Santo. La pregun- ta es: «¿Cómo puede ocurrir esto en una vida?» Su enemigo es Satanás No se deje engañar por el enemigo ni tampoco pase por alto sus estrategias. El enemigo ataca de súbito y en forma sutil. Pero, ¿quién es nuestro enemigo? Dios no es nuestro enemigo. Él está de nuestro lado. Se ha comprometido a darnos de lo mejor y lo más excelso. 33 El pueblo que testifica de Cristo Obra en todo lo que nos ocurre para nuestro bien y para conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8.28-31). Ha demos- trado que está con nosotros al no escatimar ni a su Hijo. A través de Él, Dios nos da libremente lo mejor (Ro 8.32). Dios no tienta a nadie a pecar. Sin embargo, permite que seamos probados para que nuestra debilidad aflore a la superficie y crezcamos al sobreponernos a la prueba. La fe se fortalece cuando se pone a prueba (Stg 1.2-6,12-15). Él nos asegura que no nos dejará ser tentados más allá de nuestra capaci- dad para resistir y soportar, y promete una vía de escape (1 Co 10.13). Entonces, ¿quién es nuestro enemigo? El diablo. Satanás, es nuestro enemigo (2 Co 4.4; Stg 4.7; 1 P 5.8). Sus métodos (artimañas) son engañosos (Ef 6.11,12). El diablo no es omnisciente, pero sí astuto. Conoce nuestros defectos y puntos vulnerables. Sabe exactamente en qué punto apelar. El diablo usa una estrategia triple. Al atacar al creyente, usa al mundo impío, sus filosofías y su apelación. «Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1 Jn 2.16). Primero, Satanás usa contra nosotros nuestros deseos innatos. Dios nos da los impulsos de satisfacer la necesidad de alimento, amor, aprobación, intimidad sexual y éxito. Pero Satanás apela a que satisfagamos de una manera pro- hibida por Dios estos deseos que Él nos dio. El deseo se convierte en lujuria sólo cuando intentamos abandonar el plan de Dios. Entonces la lujuria da a luz el pecado. «Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscen- cia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, des- pués que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» (Stg 1.14,15). Segundo, Satanás usa la apelación de las cosas que vemos. Lo que el ojo ve afecta la mente. Mediante los deseos de los ojos se plantan imágenes de mal. 34 Usted puede vivir abundantemente En 1 Reyes 21 el rey Acab vio la floreciente viña que pertenecía a su vecino. Ofreció comprar el huerto, pero Nabot quería conservar la propiedad porque procedía de su padre como herencia. El rey se enfadó y enfurruñó por el campo que codiciaba pero no podía tener. Su esposa tramó con él matar a Nabot y apropiarse de la viña. La Escritura dice: «A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba» (1 R 21.25). Incluso el rey David, el hombre conforme al corazón de Dios, permitió que su vagabundo ojo le descarriara cuando desde su terraza vio a la mujer de Urías bañándose. Satanás quiere nuestros ojos para dirigir nuestros cora- zones. Tales argumentos de Satanás atacan la vida de pen- samiento del creyente. Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son camales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta con- tra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pen- samiento a la obediencia a Cristo. (2 Co 10.3-5) Mediante la ventana del ojo, entran pensamientos de lujuria en la mente. Los deseos lujuriosos anidan en el corazón. A través de ellos Satanás establece fortalezas en las vidas de los creyentes. Estas son las bases de operación y emponzoñamiento que Satanás usa para derrotarnos. Tercero, Satanás usa el orgullo. El orgullo es la raíz de toda clase de pecado (Stg 4.1-11). A Cristo se destrona de la vida mediante un espíritu orgulloso. Satanás esgrime pode- rosa influencia a través de la vieja vida egoísta del creyente. El orgullo lleva al creyente a pensar y planear sin tener en cuenta a Dios. «Porque cual es su pensamiento en su cora- zón, tal es él» (Pr 23.7). 35 El pueblo que testifica de Cristo Percátese de que Satanás continuará su campaña para destruir su victoria en Cristo. Si puede hacerlo, anulará la influencia de su vida y hará impotente su testimonio. Sus batallas ya están ganadas En la cruz, Jesús pagó de una vez por todas la deuda. La victoria sobre el pecado se ha ganado para siempre. Apro- píese del hecho de que por medio de la obra de Cristo concluida, su muerte en la cruz y su resurrección, el pecado ya no tiene poder sobre su vida. Satanás ya está derrotado. Vivir con sentimientos de culpa sin resolver debido a pecados pasados les roba a los creyentes la confianza inter- na esencial paratestificar con eficacia. Aceptar lo que Jesús hizo en su obra en la cruz liberta la conciencia del hijo de Dios al experimentar el perdón. «¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Heb 9.14). Debido a que Cristo vive en usted, tiene el potencial de la victoria en la vida diaria sobre el pecado y Satanás (G1 2.20). Su poder viene del Padre Mediante la experiencia del nuevo nacimiento Dios da a su hijo dos cosas: una relación y una comunión. La relación es entre el Padre y el hijo. Cuando usted llega a ser un hijo de Dios, le pertenece. Él es su Padre; y su cuerpo es su morada. «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Co 6.19-20). Como hijo recién nacido del Padre que mora en usted por su Espíritu, tiene comunión íntima con Él. Su relación con el Padre jamás cambia puesto que la relación depende de la fidelidad del Padre. Dios es fiel para 36 Usted puede vivir abundantemente guardar lo que se le ha entregado a Él (2 Ti 1.12). Una vez que ha nacido de nuevo, una persona nunca dejará de ser un hijo amado del Padre. Quizás sea un hijo desobediente, pero todavía será su hijo. El Padre no desecha a sus hijos. En lugar de eso, obrará en su vida para darle el poder de vencer. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer» (Flp 2.13). Mediante su Palabra y por medio del liderazgo del Espí- ritu Santo, Dios guía a sus hijos en victoria, cumpliendo su propósito en sus vidas (Ro 8.14). Sin embargo, si un hijo persiste en la desobediencia. Dios disciplina a ese hijo (Heb 12.5-11). Su disciplina no es punitiva, sino correctiva y redentora. La disciplina es su amor en acción para conducir a su hijo al arrepentimiento, la limpieza y la abundancia. A diferencia de la relación con el Padre, que nunca cam- bia, la comunión sí cambia, puesto que esta depende de la fidelidad del hijo hacia el Padre. Cuando somos desobe- dientes, experimentamos conflicto interno y a la larga pue- de llevarnos a la derrota espiritual. Cuando muchacho nunca dudaba del cariño de mi papá. A menudo, antes de salir de casa en algún viaje de negocios, nos asignaba a mi hermano y a mí tareas que debíamos cumplir mientras estaba de viaje. Sabíamos que siempre que regresaba a casa nos traería una bolsita de golosinas. Salía- mos a la carrera para recibirle cuando le veíamos llegar, es decir, cuando hacíamos lo que nos encargaba. Si no, le evitábamos. Si no había cumplido sus instrucciones, me daba miedo verle. Como verá, todavía era mi papá, pero mi desobediencia nos distanciaba. El sentimiento de distancia continuaría hasta que admitiera mi desobediencia, pidiera perdón e hiciera lo ordenado. El poder en Cristo depende de mantener una comunión íntima con Él, sin mancha de desobediencia. «Si me amáis, guardad mis mandamientosf...] El que tiene mis manda- mientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me mani- festaré a él» (Jn 14.12,21). 37 El pueblo que testifica de Cristo Su fracaso no es final Cuando la desobediencia interrumpe esta dulce comu- nión, no todo está perdido. Dios no nos abandona, sino que provee un medio para que volvamos a Él. En el momento del nuevo nacimiento, que es una labor que el Espíritu Santo hace, el nuevo creyente le entrega a Cristo los controles de su vida y el Espíritu lo llena. Cuando el nuevo creyente peca, sin embargo, el Espíritu Santo toda- vía mora en la vida, pero ya no tiene el control de ella. Es residente, pero no presidente de su vida. Es un pasajero, ¡pero no el pilotol Cuando el pecado entra a su vida, se apaga el Espíritu Santo así como el agua vertida sobre un fuego lo apaga. «No apaguéis el Espíritu» (1 Ts 5.19). El pecado en la vida del creyente entristece al Espíritu Santo. «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (Ef 4.30-32). Cuando se entristece al Espíritu Santo, Él comunica dolor, no gozo, a su espíritu. Vivir en un estado de desobediencia es una existencia desalentadora, sin ale- gría, para el creyente. En 1 Juan 1 Dios nos ha descrito este triste estado: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a noso- tros mismos, y la verdad no está en nosotros[...] Si deci- mos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros» (vv. 8,10). Pero también nos dice cómo puede restaurarse nuestra comunión con Él: «Si confesamos nuestros pecados. Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda mal- dad» (v. 9). ¡Confesar sus pecados! La confesión es el acto de concor- dar con Dios respecto a sus pecados. La palabra confesar es un término gráfico en el idioma griego: homologeo. Homo 38 Usted puede vivir abundantemente significa «lo mismo como» o «semejante». Logos quiere decir «palabra», «hablar», «decir». Así, homologeo significa «decir la misma palabra como» o «concordar» con Dios respecto a su pecado. Llamar al pecado como Dios lo llama. Nombrar- lo. Ser específico. La naturaleza humana es renuente contra la confesión de pecado. No quiere confesar. En lugar de eso, tiende a excu- sarse, a racionalizar, a justificar, a esconderlo o a pasarlo por alto, a echar a otros la culpa, o a negarlo. Sin embargo. Dios dice que hay que confesar. Un vendedor solía abultar su cuenta de gastos. Se con- virtió en cristiano. Cada noche leía su Biblia y oraba. Estaba creciendo; pero una noche halló difícil orar. La cuestión de su cuenta de gastos persistía en interrumpirle sus pensa- mientos. Había añadido varias cosas a la cuenta que no pertenecían allí. Convicto, empezó a orar sobre el asunto. «Dios mío, he estado adulterando mi cuenta de gastos. Señor, he tomado dinero que no me pertenecía. ¡He robado! ¡Soy un ladrón! ¡Perdóname! ¡Limpíame!» Al día siguiente, cuando se vio tentado a hacerlo de nuevo, no pudo hacerlo. Dios le perdonó y limpió. Dios perdona cuando sus hijos confiesan arrepentidos. Perdonar quiere decir «borrar». El pecado «desaparece» como una nube en el firmamento se desvanece ante sus ojos. Dios ni siquiera los recuerda ya más. Los pone tan lejos como el oriente está del occidente (Jer 31.34; Sal 103.12). Nos capa- cita para que los dejemos atrás (Flp 3.13). Dios no sólo perdona, sino que limpia al creyente cuando este confiesa el pecado. «Limpiar» en griego es katarizo, es la raíz de dos palabras en español. Cateterismo es un procedi- miento médico para la remoción de impurezas del cuerpo. Catarsis es un término sicológico aplicado a la acción de descarga de emociones reprimidas para conseguir libera- ción y alivio. Cuando Dios lo limpia espiritualmente, elimina las im- pureza espirituales de su vida interna. El pecado es ajeno a la vida del creyente. Produce incomodidad y dolor. El dolor 39 El pueblo que testifica de Cristo es un don de Dios para llamar la atención a la comunión interrumpida de modo que el creyente resuelva el pecado mediante el arrepentimiento y la confesión. Para ilustrar, supóngase que una partícula de hierro se mete en su ojo. Su cuerpo entero responde reaccionando por instinto al peligro. Este dañino objeto extraño, que tiene el potencial de causarle ceguera, es doloroso. Si no hubiera dolor, el peligro pudiera pasar por alto. Involuntariamente su ojo se cierra para protegerse. Sus conductos lagrimales entran en acción para inundar el ojo y sacar el objeto extra- ño. Si eso falla, su mano entra al rescate para sacarlo. Luegosu boca actúa para pedir auxilio. Sus pies lo llevan a recibir ayuda. ¡Es una emergencia! ¡Hay que sacar la limadura! El pecado es extraño y destructivo en la vida cristiana. Mientras esté presente, el dolor y la desdicha también los estarán. Dios permite el dolor que trae el pecado de modo que se confiese y abandone. Mediante la limpieza provista por la sangre de Cristo vertida en la cruz, El lo elimina de su vida (1 Jn 1.7). Qué maravilloso es conocer su perdón y limpieza. Su pasado no es un preludio del futuro Confiese a Dios sus pecados y aprópiese de su perdón y limpieza. Entonces en oración, por fe, pídale que El le llene de nuevo con el Espíritu Santo. Aprópiese del control de Dios en su vida (Ef 5.18). Es la voluntad de Dios para todo cristiano que sea lleno continuamente con su Espíritu. No es asunto de emoción, aun cuando se afecten los sentimien- tos. Es asunto de fe. Sencillamente confíe en Él y tómele la Palabra de que le llenará según su deseo de plenitud (Jn 6.37-39). Obedezca a Jesús (Jn 14.21). Avance actuando como si la victoria fuera ya suya. ¡Eso es fe! La pregunta surge: «¿Qué tal si peco otra vez?» Entonces confiese de nuevo. No espere hasta que la carga del pecado le aplaste. No espere hasta el domingo cuando asista a la iglesia. No espere hasta la noche 40 Usted puede vivir abundantemente ni hasta el día siguiente ni algún otro tiempo conveniente. Confiéselo inmediatamente, aprópiese de la plenitud del Espíritu Santo y obedézcale. Practique la confesión de pe- cados momento tras momento. Llegará el día cuando se dará cuenta de que ha vencido totalmente el pecado me- diante la presencia y el poder del Espíritu Santo. De la historia de Texas viene el relato de la conversión de Sam Houston. En un tiempo al héroe de Texas se le llamaba «El viejo borracho». Cuando era gobernador de Tennessee, su esposa lo dejó. Desesperanzado renunció a la gobernación y trató de escapar de sus problemas yéndose a vivir entre los cheroquíes. La mayor parte del tiempo se la pasaba borracho. Se dice que los indígenas, al caminar por la espesura, tenían que moverlo para quitarlo del sendero donde se quedaba dormido por la borrachera. Más tarde se fue a Texas, donde llegó a ser el gran héroe de la revolución de Texas cuando desbarató el ejército mexicano del general Santa Ana. El grito de batalla de Houston, «¡Recuerden El Álamo!» ayudó a ganar la inde- pendencia de Texas. Se casó con la hija de un predicador bautista y más tarde aceptó a Cristo, pero todavía tenía algunas de sus viejas tendencias. Un día, mientras cabalga- ba por un sendero, su caballo tropezó. Houston espontánea- mente lanzó maldiciones, volviendo a su viejo hábito. De inmediato se sintió convicto de pecado. Se apeó de su caballo, se arrodilló en el sendero y clamó el perdón de Dios. Houston ya había recibido a Cristo, pero Dios le enseñaba a vivir en comunión con Él momento tras momento. Y tan pronto como el Espíritu de Dios le hizo darse cuenta de su pecado, Sam Houston lo confesó. Su clave para la vida abundante es la alabanza Ahora, alabe a Dios en oración. Agradézcale que le per- donó y limpió. Agradézcale que lo llenó de su Espíritu Santo. 41 El pueblo que testifica de Cristo Lea el Salmo 139.23,24: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno». Y sé que, como yo, el deseo de su corazón es que el Espíritu Santo le haga sensible a su dirección. Usted quiere entregarse de todo corazón a Él. Su deseo es estar a la disposición de Él para que lo use para su gloria. Pídale que le dé muchas oportunidades para hablarles a otros de Jesús. Experimentar la plenitud de Cristo en su vida fortalecerá su testimonio y permitirá que su poder fluya a través de usted. Capítulo uno: Preguntas de repaso individual 1. ¿Cuál es la definición de testificar con éxito? 2. ¿De qué maneras puede una persona asegurarse de que anda en el Espíritu? ¿Cuál es el peligro si falta alguno de esos seis elementos de mantener comuniónmomento tras momento? 3. Aun cuando es posible experimentar una comunión quebrantada con Dios, ¿qué nos impide perder nuestra relación con Él como nuestro Padre? (Si la comunión con el Padre se interrumpe, ¿qué se requiere para restaurar- la?) 4. ¿Por qué es necesario procurar tener una comunión sólida con Dios para estar preparados para hablarle del evangelio a otra persona? 42 Capítulo 2 Usted puede lograr su propósito Sea sensible a los Comprender que Dios ha capa- incrédulos citado a todo creyente para tes- tificar nos ayuda a concentrar- nos en testificar de Cristo a todas las personas. Ellas necesi- tan saber que Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos (Le 19.10). Si nuestros corazones palpitan con el corazón de nuestro Maestro, también lo harán por las personas aparta- das de Él. Dios le ha dado a cada cristiano una experiencia con Jesús para testificar. Él puede y usará la vida y palabras de todo creyente para alcanzar a los incrédulos. Los incrédulos no son enemigos. No necesitamos tratarlos como tales. Los incrédulos manifiestan muchos tipos de con- ductas. Las personas actúan como lo hacen debido a c¡ue están donde están. El perdido actúa como tal debido a que está perdido. No debemos condenarlos, ni intimidarlos, ni esquivarlos. Tampoco debemos dejarnos intimidar por ellos. Nuestro Señor nos ha asignado a cada uno la tarea de alcanzar a los incrédulos. Son preciosos para Él. Nuestra sensibilidad a las necesidades espirituales de los inconver- sos es un factor primordial que determina si los alcanzamos o no. Debemos llegar a estar conscientemente alertas e invo- lucrarnos con personas a las cuales testifiquemos de Cristo. Como creyentes individuales somos responsables ante Dios por nuestra influencia en las vidas de los incrédulos. Los nuevos creyentes que confiesan a Cristo como Sal- vador y Señor quieren hablarles a otros de Él. Testificar es 43 El pueblo que testifica de Cristo una expresión natural de nuestro amor y consagración a Él. Inmediatamente después de su experiencia con Jesús, An- drés hizo lo que cualquier persona haría: buscó a su herma- no, Simón Pedro, y le trajo a Jesús (Jn 1.40-42). Carlos, un joven ingeniero que trabajaba en la NASA aceptó a Cristo como su Salvador. Dos días más tarde, al discipularle, el amigo que le guió al Señor le dijo que Dios quería usarle como testigo. Después que el amigo procedió a definir lo que significaba testificar, Carlos quedó encanta- do. «Ah, ¡ya lo he hecho! Después que invité a Cristo a mi vida regresé al laboratorio y se lo conté a todo el mundo. Le hablé de Jesús y algunos están interesados!» Después de conocer a Jesús, era natural que Carlos les hablara de Él a sus colegas de modo que ellos también le conocieran. Cuando la iglesia del nuevo creyente pone un fuerte énfasis en testificar, el fervor para ello continuará creciendo. Si no, es muy probable que la chispa del deseo de hablar de Jesús se adormecerá. Si usted se ha desalentado en cuanto a testificar de Cristo, puede recobrar su interés espiritual por los perdidos y animarse a alcanzarlos. Al orar y rendirse al Espíritu Santo, Él convertirá la chispa en un fuego santo para hablarles a otros de Jesús. Cuando estaba en quinto grado, recibí en la escuela un Nuevo Testamento de los Gedeones. A pesar de que aún no había aceptado a Cristo, empecé a leerlo. Mateo 4.19 captó mi atención: «Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres». Fue claro para mí entonces: Si seguía a Jesús, sería un pescador de hombres. Si no pescaba, no le seguía. Un discípulo es un aprendiz y seguidor de Jesús. Jesús vino y murió para que los perdidos pudieran conocerle. Si aprendemos de Él y le seguimos, participaremos de la pasión de Jesús porque las personas le conozcan. La siguiente es una convincente parábola escrita por el pastor John M. Drescher. 44 Usted puede lograr su propósito Un ruego por pescar Érase una vezun grupo que se llamaban los pescadores. Y he aquí habían muchos peces en el agua por todos lados. Es más, el área completa estaba rodeada de arroyos y lagos llenos de peces. Y los peces tenían hambre. Semana tras semana, mes tras mes y años tras años, los que se llamaban pescadores se reunían y hablaban sobre su llamado a pescar, la abundancia de peces y cómo pudieran realizar la pesca. Año tras años definieron con cuidado lo que significaba pescar, defendieron la pesca como una ocupación y declararon que este oficio siempre debía ser una tarea primordial de los pescadores. Continuamente buscaban nuevos y mejores métodos de pesca y nuevas y mejores definiciones de pescar. Encima de eso decían: «La industria pesquera existe por la pesca, así como el fuego existe al arder». Les encantaban los lemas tales como «Pescar es la tarea de cada pescador». Auspiciaban reuniones especiales llamadas «Campañas de pescadores» y «El mes de la pesca para los pesca- dores». Auspiciaban costosos congresos nacionales y mundiales para tratar sobre la pesca y promoverla y oír todo sobre las maneras de pescar, así como del nuevo equipo de pesca, señuelos y cualquier otra nueva carnada que hubieran descubierto. Estos pescadores construyeron grandes y hermosos edificios llamados «Sedes de pesca». El ruego era que todo el mundo debía ser un pescador y cada pescador debía pescar. Una cosa no hacían, sin embargo. No pescaban. En adición a sus reuniones regulares organizaron una junta para enviar a pescadores a otros lugares donde había muchos peces. La junta contrató personal y nombró comités y celebró muchas reuniones para definir la pesca, para defenderla y decidir en cuáles nuevos arroyos debían pensar. Pero el personal y los miembros de los comités no pescaban. Grandes, elaborados y costosos centros de capacitación se construyeron cuyo propósito original y primordial era enseñar a los pescadores cómo pescar. A través de los años se ofrecieron cursos sobre las necesidades y la naturaleza de los peces, dónde hallarlos, sus reacciones sicológicas y cómo acercarse y alimen- tarlos. Los que enseñaban tenían doctorados en pescología, pero los profesores no pescaban. Sólo enseñaban a pescar. Año 45 El pueblo que testifica de Cristo tras año, después de tediosos estudios, muchos se graduaron y se les concedió licencia para pescar. Los enviaron a pescar todo el tiempo, algunos a aguas distantes llenas de peces. Muchos que sintieron el llamado a ser pescadores respondie- ron. Se les comisionó y se les envió a pescar. Pero como los pescadores en el lugar natal, nunca pescaban. Como los pescado- res allá en el lugar natal se involucraron en toda clase de ocupa- ciones. Construyeron plantas para bombear agua para los peces y tractores para abrir nuevos acueductos. Hicieron toda clase de equipo para viajar aquí y allá para ver los criaderos de peces. Algunos también dijeron que querían ser parte de la partida de pesca, pero que se sentían llamados a proveer equipo de pesca. Otros sintieron que su tarea era relacionarse con los peces de una buena manera a fin de que los peces supieran la diferencia entre los buenos y los malos pescadores. Otros sintieron que sencillamente era suficiente decirle a los peces que eran buenos y amables vecinos. Después de una entusiasta reunión sobre «La necesidad de pescar», un joven salió de la reunión y se fue a pescar. Al siguiente día informó que había atrapado dos peces muy buenos. Se le honró por su excelente pesca y se le confeccionó un itinerario para que visitara todas las grandes reuniones posibles de modo que contara cómo lo hizo. Así que dejó de ir a pescar para tener tiempo para contar su experiencia a otros pescadores. También se le nombró para integrar la Junta General de Pescadores como per- sona de considerable experiencia. Ahora bien, es cierto que muchos pescadores se sacrificaron y soportaron un sinnúmero de dificultades. Algunos vivían cerca del agua y tenían que aguantar todos los días el hedor de los peces muertos. Recibían el ridículo de algunos que se burlaban de sus clubes de pescadores y de que decían ser pescadores y sin embar- go nunca pescaban. Cuestionaban respecto a los que sentían que no servía de gran cosa asistir a las reuniones semanales para hablar de pesca. Después de todo, ¿no seguían al Maestro que dijo: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres»? Imagínense cuán dolidos se sintieron un día cuando una per- sona sugirió que los que no pescaban en realidad no eran pesca- dores, sin importar cuánto dijeran serlo. Sin embargo, parecía cierto. ¿Es alguien un pescador si año tras año jamás pesca un pez? ¿Está alguien siguiendo si no pesca? 46 Usted puede lograr su propósito Como la parábola de la pesca lo expresa, nuestra tendencia humana es alejarnos de la evangelización antes que ir hacia ella. En realidad, es fácil distraerse de hablar de Jesús a los incrédulos debido a nuestras muchos intereses, responsabilida- des y presiones. Es crucial que los creyentes, individual o colectivamente, vol- vamos a enfocar nuestra prioridad de alcanzar a otros en el nombre de Cristo . 1 Busque las ¿Cuál, entonces, es su tarea? Des- oportunidades cubrir a cada Persona Por la cual -L es responsable y hablarle de Je- sús en su punto de más profunda necesidad. ¿Por quiénes es responsable? ¡Por cada persona con que se encuentra! Si tiene la oportunidad de escoger el tema de conversación, deberá dirigirla hacia Jesús. Usted influye en cada persona por lo que dice y por lo que no dice, por lo que hace y por lo que deja de hacer. El Señor designó a Ezequiel como «atalaya» de los que le rodeaban. Era su responsabi- lidad «hablar para advertir al malo». Si no lo hacía y ellos morían en sus pecados, se le demandaría su sangre (3.17- 19). Era responsable por ser fiel en proclamarles el mensaje de Dios, ¡sea que escucharan o no! Nosotros también somos responsables por proclamar las buenas nuevas de salvación y por el espíritu con el cual las entregamos. La respuesta de los oyentes no es el factor decisivo para ver si les damos o no el mensaje. Es el mandato de nuestro Maestro llevar el evangelio a cada persona. La palabra testigo en el Nuevo Testamento esmuy similar al término atalaya en el libro de Ezequiel. Todo creyente es 1 La estrategia de evangelización Total Church Life [Vida total de la iglesia] es un estudio que se recomienda para este propósito. Basado en Hechos 1.8, el estudio enseña cómo las iglesias pueden ayudar a sus vecinos a oír las buenas nuevas de perdón y libertad mediante la fe en Cristo. Para alcanzar realmente una comunidad, la iglesia entera necesita involucrarse. Su iglesia es una comunidad de creyentes y ustedes pueden alcanzar sus vecindarios al testificar constantemente de Jesús. 47 i El pueblo que testifica de Cristo un atalaya y un testigo. Nuestra tarea es testificar; la tarea de Dios producir resultados. Nuestra tarea es sembrar la semilla; la de Dios es producir la cosecha. Usted puede depender en que Dios hará su trabajo. Él no desea que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepenti- miento. Pero Él usa personas para alcanzar a otros con el evangelio. Llama a cada cristiano a hablar de Jesús. Y a quienes el Señor llama, los equipa y capacita. Él nos ha llamado a ser fieles, no necesariamente a tener éxito en traer a otros a Él. Las oportunidades están en todas partes ¿A quiénes debemos dar nuestro testimonio? D.L. Moody, el famoso evangelista, dijo: «Veo a cada persona con la que me encuentro como si tuviera una gran P en medio de su frente. La considero perdida hasta que sé que es salva». ¿A quién debe hablarle de Cristo? ¡A cualquier persona que encuentre! Usted no puede testificarle a la persona equivocada. Cada persona con la que se cruza o está con Cristo o está sin Él. Si usted le testifica a un creyente, encontrará a un nuevo hermano. Pueden regocijarse juntos. Puede alentarle en el Señor. Si el creyente ya es miembro de otra iglesia, puede instarlea ser fiel y a dar frutos en ese lugar de servicio. Otros aceptarán a Cristo e irán a alguna iglesia que no es la suya. Esto también es positivo. El Espíritu Santo guiará a la persona a una iglesia donde esa persona pueda crecer. En Seúl, Corea, pasé por la aduana. No hablaba coreano, pero tenía conmigo un folleto para testificar, «Pasos hacia la paz con Dios», de Billy Graham, impreso en inglés y en coreano. Sabía que muchos coreanos reconocerían el nom- bre de Billy Graham debido a las cruzadas que celebró allí. De modo que le pregunté al primer coreano que encontré (un agente de aduanas): «¿Puedo hablarle de Jesucristo? Este librito escrito por Billy Graham dice cómo puede cono- cer a Cristo personalmente». Una gran sonrisa apareció en 48 Usted puede lograr su propósito su cara. En inglés entrecortado dijo: «Yo cristiano también». Me extendió la mano y me dio una calurosa bienvenida a Corea. Qué alegría que la primera persona que encontré al otro lado de la tierra sea un hermano. Pero me hubiera perdido esa alegría si no le hubiera hablado de Jesús. Si descubre que la persona no es creyente, el mensaje que le dé es incluso más necesario. Puede ser un encuentro de cosecha en el cual la persona acepta a Cristo o un encuentro de sembrar semilla en el cual la semilla del evangelio se recibe para echar raíz y crecer. Sin importar el tipo de encuentro, puede depender en el Espíritu Santo para usar su testimonio. Tal vez no logre conducir a esa persona al Señor en ese tiempo, pero puede asegurarse de que le prevee un mapa del camino. Estaba un día en un edificio de oficinas, encorvado sobre el lavamanos en el baño de hombres, lavándome la cara después de visitar a un amigo que trabajaba en el edificio. En unos minutos debía predicar en una iglesia cercana. De súbito me di cuenta de que no estaba solo. Un hombre estaba al otro lado con un trapeador en la mano. La turba- ción vino: Testifícale. Entablé un debate: Ah, este no es un buen momento. Estamos en los servicios sanitarios. De nuevo percibí el acicate del Espíritu Santo: Testifícale. Otra vez discutí mentalmente: Pero no tengo tiempo. Tengo que irme pronto para la iglesia. Entonces vino la razón de peso: Tal vez tú seas el último cristiano que este hombre encuentre antes de estar en la presencia de Dios. Percatándome de mi responsabilidad ante Dios por aquel hombre, me sequé la cara con una toalla y me dirigí a él. —Amigo, ¿puedo hacerle una pregunta? —le dije. Ahora bien, este no es mi método usual de testificar; pero movido por el urgente incentivo del Espíritu Santo le pregunté de zopetón— : ¿Es salvo? No sabía si él siquiera comprendía de lo que le hablaba. Tan directamente como lo pregunté, replicó: —No, ¡pero me gustaría serlo! 49 El pueblo que testifica de Cristo En los cinco minutos siguientes él oró y recibió a Cristo como su Salvador. Brevemente le expliqué los siguientes pasos a dar. Prometió que al domingo siguiente le diría al pastor de la iglesia a la que algunas veces asistía que había aceptado a Cristo como Señor y Salvador. Salí, moviendo mi cabeza por los caminos de Dios. ¡En los servicios sanitarios! ¡Un testimonio directo y en frío por una persona que se resistía al acicate del Espíritu Santo para testificar de Jesús! ¡En tan corto tiempo! ¿Cómo sería? Todo lo que puedo decir es que el Espíritu Santo preparó el camino y su corazón estaba listo para recibir el mensaje. Como alguien dijo: «¡No hay ninguna manera mala de conducir personas a Jesús!» Dios usa un sinfín de métodos para traer a un sinnúmero de personas a Cristo en infinidad de lugares. ¿Sabe por qué muchos no reciben el perdón y la nueva vida que Cristo les ofrece? Debido a que nadie les ha instado a que lo hagan. Simplemente invítelos y deje que el Espíritu Santo guíe. Las oportunidades son citas divinas Nuestro amante Padre celestial arregla citas divinas para que hablemos de Jesús a menudo y en toda clase de lugares. Una cita divina es cuando la senda de un testigo obediente se cruza con la senda de una persona que busca a Dios. Los testigos obedientes están a la disposición del Espíritu Santo y son sensibles a las personas con las que se cruzan. La pregunta es: «¿Cómo sabemos que alguien está bus- cando?» No llevan una etiqueta en la solapa que dice: «Buscador, ¡hábleme de Cristo!» Uno tiene que indagar cuál es la puerta abierta para testificar de Jesús. (En el capítulo 4 mostraremos cómo guiar una conversación amable hacia el tema de Jesús y conducir a la persona a la fe en Cristo.) Cuando usted empieza a hablar de Cristo en una conversa- ción, puede tratar de hacer preguntas y testificar, siempre según el Espíritu Santo dirija. Si la puerta se abre, hable de 50 Usted puede lograr su propósito Jesús en la medida de la receptividad de esa persona. Si una puerta permanece cerrada, no intente abrirla a la fuerza. ¡Pruebe con otra puerta! Use un método diferente. (Se lo mostraré en los capítulos 10 y 11.) Si la persona está buscan- do a Dios, responderá, y usted podrá testificar de Jesús. Si no, ponga a la persona en las manos del Espíritu Santo y déjele a Dios los resultados. Una cita divina I I 4 V 4 4 4 t t t El perdido puede recibir a Cristo en cualquier encuentro con un testigo obediente ^°ob8% ^ Cita divina Cita divina Cita divina (Siembra las (Riega las (Dios semillas semillas da del evangelio) del evangelio) el crecimiento) Recuerde, usted no testifica con eficacia hasta que no le hable de Cristo a una persona. 51 El pueblo que testifica de Cristo Esté alerta por los perdidos ¿Dónde están los perdidos? Para alcanzar las personas que nece- sitan a Cristo, debe buscarlos. Incluso Jesús tuvo que buscar a los perdidos antes de sal- varlos. Él vino a buscar y a salvar a los perdidos (Le 19.10). Fue a donde estaban y les dio la verdad que necesitaban. Usted encontrará perdidos en la iglesia. Siguiendo la dirección del Espíritu Santo, conozca a los visitantes y busque maneras de guiarlos a Cristo. Decídase y participe en las actividades especiales de evangelización que su igle- sia planea para atraer a los incrédulos. Una de las mejores maneras de testificar de Jesús con los incrédulos es invitar- los a estas actividades. Sin embargo, en comparación, son pocos los inconversos que asisten a las reuniones de las iglesias. Como Jesús, debemos ir por «los caminos y por los vallados» (Le 14.23) para buscarlos. Usted encontrará perdidos en el lugar de trabajo. Pue- de ser su jefe, sus colegas, amigos o con quienes se relaciona en su negocio y esfera de influencia. Una agente de bienes raíces creyente les mostró a una pareja algunas casas. Durante el proceso de ayudarles a encontrar la casa ideal, estableció una relación que le per- mitió testificarles de Cristo sin intimidarlos. Después de firmar las escrituras, hizo una cita para visitarlos en su nueva casa. Al hacerlo, les dijo: «Me alegra mucho partici- par de su emoción al hallar su nuevo hogar. Asimismo es grato hacer negocio con ustedes. Pero hay otro tema que siento que debo hablarles. Ustedes han adquirido una casa terrenal. Es hermosa. Pero me gustaría tener el privilegio de hablarles acerca de otro hogar incluso mejor. ¿Puedo ha- blarles de su hogar eterno?» La pareja escuchó con atención mientras ella les testificaba de Jesús y de su plan de salva- ción. Después oraron con ella y recibieron a Cristo, hacién- dole el Señor de sus vidas y de su nueva casa. 52 Usted puede lograr su propósito Usted hallará perdidos entre sus contactos diarios. Quizás sea un estudiante o un profesor donde estudia, un médico o enfermera en el hospital, un dependiente en un almacén, un ejecutivo en su lugar de comercio, un empleado en la gasolinera, una mesera en el restaurante, etc. O una persona perdida puede venir a su puerta. El cartero, el plomero, el electricista, el exterminador de insectos, un representante de ventas de puerta en puerta, o cualquier persona que quizás sea una cita divina. Usted hallará personas perdidas detrás
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