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El Pueblo que Testifica de Cristo - Darrell Robinson

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Un Método Naturaly Delicado de
Ayudar a Otros a Conocer a Cristo
e/ñebla amTiktific,a A<iCr$ta
Darrell W. Robinson
Prólogo por Billv C
Sin trucos. Sin manipulaciones.
Cómo testificar con facilidad y naturalidad del gozo
y la fe que usted ha encontrado en Cristo
¿Está cansado de sentirse culpable, tenso y torpe cuando quiere comunicar
a otros su fe en Cristo? En este libro el Dr. Darrell W. Robinson nos
inspira y nos muestra de qué manera podemos testificar del evangelio con
naturalidad allí donde vivimos, trabajamos y jugamos.
El pueblo que testifica de Cristo es un sistema novedoso que capacita al
cristiano para acercarse a la gente y anunciarles las buenas nuevas con
sencillez y efectividad. Estudiándolo aprendemos a escuchar a la gente,
prestarles atención con el amor de Cristo y predicarles con un mensaje
que se adapte a sus necesidades espirituales. Uno aprende a:
• experimentar una vida cristiana victoriosa
• descubrir el poder, propósito y gozo de Dios
• desarrollar relaciones significativas
• relacionarse profundamente con la gente que sufre
• hablarle Cristo con confianza y regocijo
El pueblo que testifica de Cristo está cargado de sugerencias que nos
permiten destrabar la vida cristiana abundante y compartir con otros su
gran riqueza. Con inspiradoras anécdotas y eminentemente prácticas
sugerencias nos llevan a poner en práctica la estrategia que el autor
propone.
Basta ya de sentir culpa o ansiedad. El pueblo que testifica de Cristo
ofrece las herramientas para poder participar con otros creyentes que
hablan de Jesús con gozo y entusiasmo.
El Dr. Darrell W. Robinson ha presidido el comité de
misiones de la Convención Bautista del Sur desde 1989. Es
un orador popular y un conferencista con más de treinta
años de experiencia en la evangelización y el entrenamiento
de discípulos en cuanto a la evangelización. Recibió su
doctorado en ministerio del Luther Rice Seminary en 1983
y es el autor de varias obras.
<2X
CARIBE
Categoría: Evangelización
ISBN 0-89922-339-7
II
78 899 223391
*Jñeblo auúSstifico. deQjtfo
Darrell W. Robinson
CARIBE
© 1996 EDITORIAL CARIBE
Una división de Thomas Nelson
P.O. Box 141000
Nashville, TN 37217, U.S.A.
Título del original en inglés:
People Sharing Jesús
© 1995 por Darrell W. Robinson
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Traductor: Miguel A. Mesías
ISBN: 0-89922-339-7
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial
de esta obra sin la debida autorización
de los editores.
Impreso en EE.UU.
Printed in U.S.A.
Dedicatoria
El pueblo que testifica de Cristo se dedica a la gloria de mi
Señor y Salvador Jesucristo y a quienes lo hallarán útil para
alcanzar a los perdidos para Él. Es mi oración que Dios use
este libro para equipar a muchos cristianos a hablar de Jesús
con más eficacia.
Estoy en deuda con muchas personas que influyeron en
mi vida y contribuyeron en mi comprensión de cómo hablar
de Cristo. Me siento muy agradecido a mi familia cristiana
y su estímulo, oraciones y respaldo. Mis padres, Woner y
Lillie Robinson, me guiaron a Jesús y me alentaron cuando
entregué mi vida al llamado de Dios para predicar a los
diecisiete años.
Mi esposa, Kathy, ha ministrado a mi lado durante
muchos años mientras aprendíamos y aplicábamos los
principios de El pueblo que testifica de Cristo en nuestras
vidas, en nuestro hogar y en nuestra iglesia. Kathy me
ayudó a guiar a nuestros cuatro hijos, Duane, Lori, Robin
y Loren, a ser testigos fieles. Ella ha brindado mucho
estímulo y ayuda para la organización y escritura de estos
materiales.
Agradezco la ayuda de mis amigos Len y Beverly Chil-
ton, quienes han modelado los principios de El pueblo que
testifica de Cristo en sus vidas y los han utilizado en su
ministerio de equipar creyentes para testificar de Jesús.
Beverly editó y ayudó a organizar el extenso bosquejo del
material. Gracias a Jean Smith que invirtió muchas horas
mecanografiándolo. Como mi secretaria, aprendió a practi-
car estos principios y es constante en llevar personas a Jesús.
Mientras arreglaba mi itinerario vía telefónica, guió a mi
agente de viajes hacia el Señor. El agente de viajes se unió a
la iglesia y creció en Jesús.
Mi corazón rebosa de gratitud hacia las personas en los
pastorados que he servido por su disposición de implemen-
tar con gran interés, centrado en Cristo y en las personas. El
pueblo que testifica de Cristo . Sobre todo, aprecio a mis amigos
Dan y Tommie Sue Sampson, quienes pusieron estos prin-
cipios en práctica mediante su estilo de vida. En una sesión
de torbellino de ideas. Dan y yo decidimos el título para este
libro.
Mi especial agradecimiento a mi secretaria, Virginia
Whitehead, por su ayuda en la computadora y en la edición;
y a Thad Hamilton, Thomas Wright y, especialmente, a
Jerry Pipes y Rick Nash por su excelente liderazgo en la
publicación de este libro.
Contenido
Prólogo xiii
Introducción xv
Primera sección: Usted ha recibido poder para
testificar de Cristo 25
Capítulo 1: Usted puede vivir abundantemente .... 29
Testificar de Cristo con éxito
Seis aspectos clave de la vida
abundante
Su enemigo es Satanás
Sus batallas ya están ganadas
Su poder viene del Padre
Su fracaso no es final
Su pasado no es un preludio del
futuro
Su clave para la vida abundante es la
alabanza
Capítulo 2: Usted puede lograr su propósito 43
Sea sensible a los incrédulos
Busque las oportunidades
Las oportunidades están en todas
partes
Las oportunidades son citas divinas
Esté alerta por los perdidos
Capítulo 3: Usted puede testificar de Cristo
con confianza 61
La Palabra de Dios
La obra del Espíritu Santo
El testimonio del creyente
Capítulo 4: Usted puede testificar de
Cristo sin intimidar 79
Guía para la conversación
Familia
Intereses
Religión
Mensaje
Cómo testificarle a un desconocido
Cómo testificarle a alguien conocido
Segunda sección: Usted tiene la responsabilidad
de testificar de Cristo 95
Capítulo 5: Usted testifica de Cristo a personas que le
importan a Dios 99
Las personas son centrales en el
propósito de Dios
De modo que vemos a las personas
No como medios hacia un fin
No como objetos
No como signos monetarios
No como números
Sino como individuos que Jesús ama
Por tanto escuchamos a las personas
Por tanto amamos a las personas
Capítulo 6: ¡Usted testifica de Cristo a personas que
actúan como lo hacen debido a que están
donde están! 113
Recuerde lo que significa estar
perdido
Recuerde ser sensible a los perdidos
Recuerde las consecuencias de estar
perdido
Perdidos: Bajo pecado
Perdidos: Espiritualmente muertos
Perdidos: Hijos de ira
Perdidos: Separados de Cristo
Perdidos: Sin Dios
Perdidos: Sin esperanza
Perdidos: Condenados
Perdidos: En contra de Cristo
Perdidos: En pecado
Perdidos: Hijos del diablo
Perdidos: Enemigos de Dios
Perdidos: Sin paz
Perdidos: Ciegos espiritualmente
Recuerde que los perdidos actuarán
como tales
Capítulo 7: Usted testifica de Cristo a las
personas a partir de donde están 131
El nivel de desconocimiento
El nivel de indiferencia
El nivel de hostilidad
El nivel de interés
El nivel de convicción
El nivel de conversión
El nivel de crecimiento
El nivel de debilitamiento espiritual
Capítulo 8: ¡Usted jamás falla cuando
testifica de Cristo! 149
Busca a los perdidos, se informa de
ellos
Los conoce
Derriba las barreras
Despierta convicción: La obra del
Espíritu Santo
Guía a la persona a atravesar la
experiencia de la conversión
Nutre a los creyentes
Tercera sección: Usted puede prepararse para
testificar de Cristo 157
Capítulo 9: Comprenda las etapas para
testificar de Cristo 159
La etapa de la preparación del
terreno
La etapa de la siembra
Sembrar con mira a la cosecha
Saturación: El principio de la
siembra de la semilla
Sembrar la Palabra de Dios
Cosechar en proporción a la
semilla sembrada
Siembra continua
La etapa del cultivo
La etapa de la cosecha
Capítulo 10: Comprenda los siete pasos de
conducir a una persona a Cristo 185
Primerpaso: Empiece la conversación
Segundo paso: Presente el plan de
salvación
Tercer paso: Pida a la persona que
acepte a Cristo
Cuarto paso: Guíe a la persona a orar
Quinto paso: Guíela a tener
seguridad
Sexto paso: Instruya al nuevo
creyente
Séptimo paso: Conservación de los
resultados
Capítulo 11: Comprenda cómo citar la Palabra
al testificar 205
Cómo usar un folleto de
evangelización
Ventajas de usar un folleto de
evangelización
Productos disponibles para testificar
Procedimientos para testificar de
Cristo
Practíquese en testificar de Cristo
Cómo usar la ilustración de la línea de
la vida
Cómo usar Juan 3
Confianza que crea el pasaje
Intereses que atiende el pasaje
Guía de conversación a través del
pasaje
Cómo dar su testimonio personal
El poder de su testimonio personal
Prepare su testimonio personal
Practique su testimonio personal
Conclusión: Testificar de Cristo: un modelo
de vida 233
Apéndice 239
Cómo testificar de Cristo a un niño
El concepto
Las condiciones
La conversación
Cómo testificar del mensaje de la cruz
Jesús arrestado en el huerto del
Getsemaní
Jesús juzgado ante el sumo
sacerdote
Jesús examinado ante Pilato por
primera vez
Jesús bajo burla ante Herodes
Jesús azotado por Pilato
Jesús crucificado en el Calvario
Jesús resucitado de entre los
muertos
Cómo testificar según el Camino Romano
Cómo testificar de Cristo a un ateo
Cómo usar las «Grandes preguntas de la
vida» para testificar de Cristo
Origen: «¿De dónde vengo?»
Propósito: «¿Por qué estoy aquí?»
Valores: «¿Cómo debo vivir?»
Destino: «¿A dónde iré cuando
muera?»
Prólogo
Al acercarnos todavía más al año 2000 con el sueño de
testificar de Cristo a cada persona en Estados Unidos y
alrededor del mundo, la necesidad apremiante de nuestro
tiempo es transformar a las multitudes que se hallan en
nuestras iglesias en un sensible ejército interesado en testi-
ficar de Cristo. Darrell Robinson, en su libro más reciente El
pueblo que testifica de Cristo, provee una herramienta práctica
para satisfacer esta necesidad. Con poder comunica esa
evangelización personal que brota naturalmente de un re-
bosante andar íntimo con Dios. A través de El pueblo que
testifica de Cristo usted hallará inspiración, conocimiento y
la confianza necesaria para testificar de Cristo con éxito.
Darrell Robinson le ayudará a experimentar la vida
abundante llena del Espíritu; a escuchar a otros y a testificar
de Cristo en su punto de necesidad; a obrar como socios del
Espíritu Santo para reconocer y aprovechar las oportunida-
des de todos los días para hablar de Jesús; para convertir las
conversaciones de todos los días en oportunidades para
hablar de Jesús sin temor ni manipulación; para guiar una
conversación hacia Jesús y hablar de las Buenas Nuevas de
varias maneras creativas con un método sencillo y fácil de
usar si es un principiante, y una amplia gama de opciones
si ya es un testigo experimentado.
El sueño de hablar del evangelio a toda persona en el
mundo antes del año 2000 es desafiante, pero no imposible.
Casi todos los creyentes vivimos en medio de personas que
sufren y que necesitan con desesperación conocer a Jesucris-
to como Señor y Salvador. Que Dios use El pueblo que testifica
de Cristo para animar y preparar a los creyentes en todas
Xlll
partes para testificar de Jesucristo de una manera cordial,
sin amenazas, donde viven, trabajan y juegan, y que todos
tengan una oportunidad de decir que sí a las demandas de
Cristo.
Billy Graham
XIV
Introducción
El pueblo que testifica de Cristo se basa en varias cosas
de las que me percaté en las Escrituras y que me guiaron
a interesarme en la participación constante de alcanzar a
las personas. Quien no tiene a Cristo está perdido. La
única esperanza de salvación se halla en Él. Los incrédu-
los necesitan el ministerio de creyentes interesados que
puedan testificar de Cristo en su punto de necesidad.
Como creyentes, tenemos la responsabilidad de ese mi-
nisterio.
Las relaciones son muy importantes para alcanzar a los
incrédulos. Los perdidos necesitan ser receptivos a la per-
sona que les testifica de Cristo y al evangelio. El tiempo que
lleva establecer una relación importante conducente a la
receptividad variará desde unos pocos minutos a varios
meses e incluso años. La obra del Espíritu Santo en la vida
del incrédulo y la actitud del creyente que testifica marcará
la diferencia.
Mi comprensión de la necesidad de testificar de una
manera centrada en Cristo y en la persona brotó de mi
experiencia de salvación y crecimiento testificando de Jesús
con las personas. Como joven que tuvo muy poca partici-
pación en la iglesia, mi timidez obstaculizó acercarme a
Cristo. Nunca alguien me testificó ni preguntó respecto a
mi relación con Dios. El tema de Cristo y la salvación era
bochornoso para mí, de modo que nunca saqué a colación
el asunto. Orar en voz alta fue algo que jamás hice. Después
de irme a la cama por la noche oraba en silencio antes de
dormir. Cuando iba a la iglesia, observaba que el predicador
oraba con las personas cuando tomaban la decisión de
XV
El pueblo que testifica de Cristo
aceptar a Cristo. Me sentía incómodo por el pensamiento de
orar en voz alta con alguien, sobre todo el predicador.
Otra barrera que enfrentaba era el temor de hacer una
profesión pública de fe, bautizarme e involucrarme en la
iglesia. Siempre me sentí incómodo yendo a la iglesia. Tenía
sentimientos profundos hacia Dios y un deseo de estar a
bien con Él, pero nunca me consideré religioso. Eso era algo
ajeno para mí. No podía orar en voz alta como la gente en
la iglesia. No podía cantar, ni participar en las conversacio-
nes sobre la Biblia ni las cosas espirituales, ni hacer nada
religioso. El pensamiento de pasar al frente de la iglesia y
hacer una decisión pública y luego ser bautizado me aterra-
ba. El agua no me llegaba más arriba de la rodilla en el oeste
de Texas donde vivía. Sin oportunidad de aprender a nadar
hasta mi adolescencia, temía que el pastor me sumergiera
en el agua. Sin embargo, desesperadamente quería recibir
a Jesús. En mi agonía de convicción producida por el Espí-
ritu Santo, dándome cuenta de que estaba perdido y temien-
do la muerte y el infierno, oraba en silencio por las noches
que Dios me perdonara y me salvara. Pero nunca tuve la
seguridad de que Él siquiera hubiera oído mi oración.
Necesitaba de alguien que me hablara personalmente de
Jesús. Necesitaba de alguien que me guiara por la experien-
cia de la conversión. Mis padres se percataron de mi nece-
sidad espiritual. Nuestra familia no asistía con regularidad
a la iglesia, aun cuando mis padres eran creyentes y estu-
vieron involucrados activamente en la iglesia. Con mucha
ternura me guiaron a orar en silencio y a recibir a Cristo.
Conscientemente confesé mis pecados a Cristo y le recibí
como mi Salvador y Señor.
Con Jesús en mi vida hallé el valor para confesarle pú-
blicamente y ser bautizado. ¡Le entregué mi vida a Él!
Determiné obedecerle a pesar de mis temores.
Al finalizar la secundaria, me casé con mi novia de la
secundaria. Ambos le entregamos nuestras vidas a Cristo y
al ministerio. Nos matriculamos juntos en la universidad.
Nuestro hijo nació mientras estudiábamos allí. Durante su
XVI
Introducción
embarazo, complicaciones revelaron que mi esposa, Betty,
sufría de una enfermedad terminal. Durante nuestros años
de universidad luchamos con su salud que se deterioraba.
Su condición requería transfusiones periódicas de sangre y
otro tratamiento médico. En esa época pastoreaba una igle-
sia pequeña como pastor estudiante y a tiempo parcial.
Tanto mi esposa como yo trabajábamos en varios empleos
para cubrir nuestros gastos en la universidad. Finalmente
Betty se puso tan enferma que no pudo trabajar más ni
asistir a clases. Durante mi último año su condición se
deterioró al punto de que tuve que llevarla de regreso a
nuestro pueblo natal de modo que nuestros padres la cui-
daran. La universidad de Baylor me concedió un permiso
especial para que cursaralos últimos tres cursos por corres-
pondencia. ¡Betty casi se muere esa primavera! Pero Dios la
levantó y alargó su vida otro año. A través del sufrimiento
y la dificultad. Dios nos enseñaba cómo vivir de día en día
dependiendo en Él.
Después de la graduación en la Universidad de Baylor,
mi gran deseo era pastorear a tiempo completo una iglesia.
Me recomendaron varias. Algunas iglesias mostraron inte-
rés. Pero cuando les contaba la condición de mi esposa,
nunca más volvía a oír de ellas. Ninguna iglesia quería un
pastor con una esposa enferma de muerte. Dolió por un
tiempo, pero llegamos a darnos cuenta de que Dios no nos
quería allí más de lo que ellos nos querían. Dios tenía un
lugar especial para nosotros. Un domingo frío prediqué
durante una tormenta de polvo en una iglesia rural muy
pequeña en nuestra área natal del oeste de Texas. Había
trece personas en la Escuela Dominical. La iglesia parecía
fría y muerta. Le dije a Betty que no pastorearía allí por nada
en el mundo. ¡Pero lo hice! ¡Fue la única iglesia que me
aceptó!
El salario de pastor era escaso. Para suplementar nuestro
ingreso acepté un trabajo de maestro en una escuela y como
entrenador en la comunidad. ¡Pronto se hizo evidente que
Dios nos dirigió al lugar de su provisión y de nuestra
XVII
El pueblo que testifica de Cristo
eficacia en el ministerio! Dios me puso donde había que
ministrar a la gente personalmente y alcanzarla para Cristo.
Conforme desarrollábamos relaciones en la comunidad
mediante el trabajo con la escuela, la gente empezó a venir
a la iglesia y a Cristo. Nos quisieron y nos cuidaron confor-
me nos dábamos a ellos. La iglesia cobró vida y creció tanto
espiritual como numéricamente. El templo se llenaba todos
los domingos con adoradores. Aprendí que para alcanzar a
las personas para Cristo es importante ir donde están, amar-
las y ministrarlas hablándoles de Jesús en su punto de
necesidad. Dios nos guió al lugar donde Él podía sustentar-
nos y al mismo tiempo hacernos crecer y usarnos.
A pesar de su enfermedad, Betty continuaba activa tes-
tificando, en el ministerio personal y en dedicado servicio
a Jesús. El médico nos aconsejó que le dejáramos ser tan
activa como quisiera. Dijo que nada que hiciera cambiaría
su condición. Ella sufrió intensamente por meses, pero
continuaba en su testimonio entusiasta. Su paciente sufri-
miento abrió la puerta para que Jesús entrara en muchos.
Llevábamos dieciséis meses en la iglesia cuando se presentó
la crisis. Me encontraba predicando en una reunión como a
ochenta kilómetros de distancia. Ella insistió en ir conmigo.
Tuvimos que detenernos varias veces en el camino debido
a sus náuseas. Esto fue el principio del fin. La llevamos a un
hospital a ciento sesenta kilómetros de distancia, donde
tendría la atención de un especialista en los riñones.
Durante sus diez días en el hospital, familiares y amigos
vinieron, oraron por nosotros y nos brindaron su apoyo.
Nuestra iglesia y otras iglesias nos dieron ofrendas para
ayudarnos con los gastos médicos. Incluso extraños nos
ayudaron con compasión. Desde su cama en el hospital los
creyentes recibían el ministerio y fortaleza al venir a minis-
trarle a ella. Personas perdidas recibieron a Cristo.
Conforme se acercaba el fin, mi corazón se llenaba de
sufrimiento. Una gran pesadumbre me llenó cuando me
dirigí a la capilla del hospital y caí de rodillas para buscar
el rostro de Dios. Oré que la sanara, pero de alguna manera
xviii
Introducción
no pude dejar allí el asunto. Tenía que añadir a mi oración
las palabras de Jesús: «No se haga mi voluntad, sino la
tuya». Al orar le pedí al Padre que la sanara si Él sabía que
eso sería lo mejor, pero que si no, que la libertara de su
sufrimiento y la llevara pronto a su hogar en el cielo. Por
más que quería que sanara, llegué a percatarme de que hay
algo mejor que la sanidad física. Dios se comprometió en
darnos lo mejor de lo mejor. Lo mejor de Él es desarrollarnos
y hacernos personas semejantes a su Hijo. Él hace que todas
las cosas obren para bien, para conformarnos a la imagen
de Cristo (Ro 8.28,29).
Era tarde el viernes cuando regresé a su habitación.
Hablamos brevemente, luego leí las palabras de Jesús: «No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar
para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis» (Jn 14.1-3). Oramos y nos abraza-
mos. Me dijo adiós y cerró sus ojos para nunca volver a
abrirlos. En silencio, temprano el lunes por la mañana exhaló
su último aliento y se fue de nosotros para estar con el Señor.
Conduje los ciento sesenta kilómetros hasta casa con
muchos pensamientos y aflicción en mi corazón y mente.
Sin embargo, tema un cierto sentido de gozo y paz al darme
cuenta de que ella estaba en su hogar con el Padre y que
jamás volvería a enfermarse. Nuestro hijo de cuatro años,
Duane, salió a recibirme cuando estacioné el coche frente a
la casa de mis padres.
—Papi, ¿dónde está mamá?—me preguntó.
—Hijo, ella está bien ahora—le dije— . Se ha ido a estar
con Jesús en donde nunca más volverá a enfermarse. No
regresará a nosotros, pero un día vamos a estar con ella en
el cielo.
Duane se metió bajo mis brazos con lágrimas en sus ojos
mientras caminábamos para entrar a la casa. Pareció enten-
XIX
El pueblo que testifica de Cristo
der de inmediato las profundidades de la verdad espiritual
que muchos adultos parecen no poder captar.
Betty vivió en abundancia y murió en victoria. Varias
personas confiaron en Cristo en su funeral. En todos esos
días de dificultad Dios me enseñó la prioridad de cuidar a
las personas en sus aflicciones y adversidades. Durante los
siguientes meses de dolor. Dios me sostuvo mediante la
oración, las promesas de su Palabra y el cuidado de su
pueblo. Durante ese tiempo leí un libro titulado Try Giving
Yourself Away [Trata de regalar de ti mismo], de David
Dunn. La tesis era que al tratar de regalar de uno mismo,
uno nunca puede hacerlo. Aprendí que crecemos no al
enfocar nuestros problemas, sino al dar de nosotros. En
medio de los problemas y las cargas más profundas de la
vida, las personas necesitan a Jesús. Testificar de Cristo
en el ministerio interesado en las personas en el punto de
su necesidad más profunda es una clave para el servicio
eficaz.
Llegué a darme cuenta de que amar a Jesús y a las
personas significa que haremos lo mejor posible para unir
las dos cosas. Para reducirlo a los términos más sencillos,
amar a Jesús y a las personas es el todo del cristianismo y
de la iglesia. Descubrí que a menos que me interesara
genuinamente por la persona a la que le hablo, a mi testi-
monio le faltará compasión y sinceridad. También, a menos
que estudie la Palabra de Dios, a mi testimonio le faltará
contenido. El testigo interesado en dar el mensaje de la
Palabra de Dios establece el equilibrio necesario para alcan-
zar a las personas.
Un año después de la muerte de Betty ingresé al semina-
rio para continuar mi preparación para el ministerio pasto-
ral y de evangelización. Mientras asistía al seminario conocí
y me casé con Kathy, una preciosa joven de Mississippi.
Dios me proveyó otra esposa de pastor ideal y una madre
para mi hijo. Me sentía lleno de felicidad y gratitud.
Inmediatamente después de nuestro matrimonio, mien-
tras estaba todavía en el seminario, ayudé a empezar una
XX
Introducción
nueva iglesia. Creció con rapidez hasta que se llenó el
edificio y en dos años llegó a ser una iglesia fuerte.
Kathy tenía la pesada responsabilidad de ser esposa de
pastor y madre de un escolar. Durante nuestro primer año
de matrimonio quedó embarazada y tuvo mucho valor. Por
su enfermedad física y tensión mental y emocional cayó
víctima de profunda depresión. Traté de hacer todo lo que
sabía por ayudarla. Nada parecía lograr algún efecto. Nin-
guno de los dos entendíamos el porqué detal abatimiento
y el porqué no podía librarse de él. Desesperada, ingresó en
un hospital buscando tratamiento. Su condición mejoró al
punto de poder andar, pero la depresión continuó durante
varios años hasta que recibió tratamiento por una afección
en la tiroides. Mediante firme determinación y fuerza que
procedía de su fe en el Señor resucitado y victorioso, conti-
nuaba desempeñando sus deberes como esposa y madre, y
ministrando a otros en el nombre de Cristo. Leyó mucho y
oró intensamente. Con el tiempo, la depresión la dejó me-
diante el ministerio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios y
una buena atención médica.
Durante todos esos años hubo muchas ocasiones en que
sentí tal agonía interna de impotencia que todo lo que hacía
era clamar: «Dios mío, ¡ayúdame! Confío en ti», y luego
seguir haciendo las cosas sencillas que sabía que Él quería
que hiciera. A pesar de la negrura de la depresión y de la
lobreguez que trae, Kathy y yo conocíamos la presencia de
Dios por fe. Simplemente continuamos avanzando por fe.
Kathy y yo experimentamos la realidad de que una vida
plena y significativa en Cristo no nos exime de las dificul-
tades. Es más, comprobamos que nuestro más grande cre-
cimiento espiritual casi siempre ocurre cuando atravesa-
mos nuestros más grandes conflictos. Tanto ella como yo
crecimos en Cristo a través de estas adversas experiencias.
Descubrí que Dios obra mediante toda experiencia para
hacernos crecer y darnos de su plenitud. Aun cuando Él no
nos hace estas cosas, las usa para hacernos desarrollar y
madurar para que seamos las personas que necesitamos ser.
XXI
El pueblo que testifica de Cristo
Descubrí que uno de los aspectos clave para una vida plena
y madura es enfocarse en el propósito de Dios y alcanzar en
ministerio a otros, antes que concentrarme en mí mismo y
en mis problemas.
El tiempo de depresión de Kathy también fue de deses-
peración para mí. Determiné aprender todo lo que podía
respecto a la enfermedad y sus problemas relacionados. Me
di cuenta de que para beneficiar a las personas tenía que ser
capaz de comprenderlas y comunicarme con ellas. Tomaba
numerosos cursos de sicología en la universidad y en el
seminario. Pero eso fue teórico. Ahora, por mi experiencia,
sentía la necesidad de comprender y comunicarme con las
personas que tenían problemas mentales y emocionales. Me
matriculé en el programa de consejería clínica pastoral en
el Mental Health/Mental Retardation Center [Centro de Salud
y Retraso Mentales] de nuestra área. Cada semana dedicaba
tiempo a la consejería en las unidades de siquiatría, asícomo
al estudio en el aula.
En un caso aconsejé a una persona que le diagnosticaron
esquizofrenia catatónica. Tenía gran dificultad para conver-
sar en algún nivel. Me sentía triunfador si lograba que dijera
una sola frase en una sesión de treinta minutos. Descubrí
que el silencio puede ser tan eficaz como las palabras al
comunicarse con las personas y alcanzarlas profundamente
en su punto de necesidad. Experimenté el valor de escuchar
lo que se dice y lo que no se dice, tanto en comunicación
verbal como no verbal, al testificar de Cristo. De este esce-
nario aprendí principios y técnicas que empecé a usar en la
preparación de otros para que los usaran al hablar del
evangelio.
La verdad brotó en mi mente de que muchas personas
necesitan tanto que se les escuche como que se les predique.
El equilibrio de interesarse por una persona y de hablar la
verdad y las promesas de la Palabra de Dios debe guiarnos.
Descubrir esto me llevó a toda una vida de estudio de cómo
comunicar con eficacia el evangelio a las personas. En El
pueblo que testifica de Cristo le haré partícipe de algunos prin-
XXII
Introducción
cipios aprendidos respecto a testificar de Cristo todos los
días de la vida, así como al participar en el alcance evange-
lizador planeado por la iglesia. Es mi oración que este libro
se use en la preparación de multitudes de creyentes a testi-
ficar de Cristo a los perdidos. Hoy en día, la manera de
alcanzar a las multitudes con el mensaje salvador, tal y
como fue la estrategia de Jesús en el primer siglo, es prepa-
rando e involucrando a todo el pueblo de Dios para testifi-
car de Cristo.
El pueblo que testifica de Cristo es metódico en su enfoque,
pero no es un método. Trata con perspectivas de la naturale-
za de las personas y lo que Dios tiene para ellas. En ese libro
aprenderá que usted puede vivir una vida abundante, puede
lograr su propósito, puede testificar de Cristo con confianza
y sin amenazas. Comenzamos a testificar de Cristo con
nuestra experiencia con Él. Es el desbordamiento natural de
la plenitud de Jesús morando en nosotros.
xxiii
¿te.
Primera sección
Usted ha recibido
poder para
testificar de Cristo
¡Se siente como un fracasado! Todo lo que intenta parece
resultarle mal. Empezó a ilusionarse con ser rico. Iba a hacer
lo que le daría la mayor cantidad de dinero en el menor
tiempo posible. Se dedicaría a robar bancos .
El futuro ladrón de bancos empezó a planear su estrate-
gia. Se quedaba hasta altas horas de la noche trabajando en
planes detallados, dibujando bocetos y repasando los pasos
que daría al robar el banco. Pero, en efecto, nunca parecía
decidirse a robar el banco. Planeaba cada noche, pero al
llegar la mañana, la ansiedad lo paralizaba otra vez.
Una noche determinó que la decisión estaba tomada.
Independientemente de lo que sintiera, se obligaría a robar
el banco a la mañana siguiente. Al otro día un ataque de
ansiedad lo paralizó otra vez. Por último, logró sobreponer-
se y se obligó a subir al automóvil y dirigirse al banco.
El renuente ladrón de bancos se quedó sentado en su
vehículo en el estacionamiento desde las diez de la mañana
hasta la una de la tarde tratando de obligarse a salir del
automóvil. Al final, descendió del automóvil y entró en el
banco. Acercándose a la ventanilla le entregó a la cajera su
pistola. Le colocó frente a sus ojos una bolsa de papel y le
dijo: «¡Asalte las manos! ¡Esto es un arriba!»
La perspectiva de testificar produce un efecto similar en
muchos creyentes. El temor y la ansiedad crean una barrera
25
El pueblo que testifica de Cristo
imaginaria que paraliza casi por completo al creyente. En-
tonces, cuando se hace algún intento de hablar de Jesús, este
ocurre con tanta tensión que cualquier palabra dicha puede
sonar muy rebuscada.
Gayle, una destacada líder de una iglesia dio rienda
suelta a su frustración: «¡Yo no puedo testificar!», dijo
desanimada. «Pero participaré en el seminario para testifi-
car e iré como compañera de oración si otra persona es la
que habla».
«Eso es bueno», respondió el pastor. «Confiaremos en
Dios y veremos lo que Él puede hacer».
Su pastor le pidió a Gayle, como líder de las mujeres, que
se preparara y que luego dirigiera el seminario para testifi-
car del resto de las mujeres. Con mucho temor y vacilación,
llegó a las clases del seminario para testificar. Mediante los
estudios bíblicos, el Espíritu Santo le recordó una amiga
incrédula y desarrolló en el corazón de Gayle una preocu-
pación por la salvación de ella. Después de mucha oración
esa semana, Gayle fue a ver a su amiga a pesar de su temor
y la condujo a Cristo. También guió a Cristo al esposo de la
amiga así como a su hijo. El domingo siguiente los tres
confesaron a Cristo y se unieron a la iglesia.
La mujer que «no podía testificar» continúa hablando de
Jesús. Condujo a su vecina a Cristo. Le habló de Jesús a su
propio hijo y a su tiempo a su padre. Ambos confiaron en
Cristo y le siguieron. Gayle aprendió a testificar de Cristo
con eficacia y a preparar a otras mujeres a hacer lo mismo.
Descubrió la realidad de que Dios la había dotado con todo
lo esencial para testificar de Cristo y conducir a las personas
a Él.
Dios ha dado a todo creyente una personalidad y talento
únicos para testificar de Cristo. Los capítulos 1 al 4 se
concentran en cómo Dios capacita a su pueblo para testifi-
car. Cada creyente puede testificar debidoa lo que Dios ha
hecho y hará. Él le ha provisto para toda una vida de
libertad en Cristo. Testificar eficazmente fluye de la presen-
cia y señorío de Cristo morando en nosotros.
26
Primera sección
La testificación cristiana no es un intento de meter a la
fuerza en otros ideologías y conceptos. Es el testimonio de
una persona interesada que experimenta el amor y la gracia
de Dios desempeñando la tarea asignada por el Todopode-
roso para comunicarles a otros su mensaje. Los cristianos
están en misión por Cristo para proclamar las buenas nue-
vas de lo que Él ha hecho para redimir a todas las personas
y darles vida en abundancia y eterna. Cada creyente está
dotado para testificar de Jesús con la Palabra de Dios y un
testimonio de su experiencia de salvación.
La autoridad para testificar no se basa en la aprobación
del mundo. A menudo el mundo ofrece resistencia al testi-
monio cristiano. No es raro que los inconversos intenten
intimidar a los creyentes para obligarlos a guardar silencio
respecto a Aquel que los ha hecho libres. La autoridad para
testificar viene de arriba. No vamos porque nos aguijoneen,
sino debido a que nuestro Soberano Señor nos envió (Mt
28.18-20).
La confianza para testificar es esencial para ser eficaces.
La confianza del creyente brota de su relación con Dios y de
una comprensión de lo que Él usa para atraer a las personas.
Dios usa un equipo de tres para alcanzar a los incrédulos
para Cristo. Usa la Palabra de Dios , la obra del Espíritu Santo
y el testimonio del creyente. Qué seguridad da saber que
cuando hablamos de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo la
usa para atraer a las personas a Cristo. Hablar de Jesús y de
su Palabra es el más grande privilegio que uno pueda tener.
Dios nos ha dotado con la capacidad de comunicamos.
Podemos hablar de Jesús. Al escuchar, crear armonía y hablar
sin amenazas, cualquier creyente puede testificar con eficacia.
Todos comunicamos. La clave es una dedicación a comunicar
el evangelio de Cristo. El capítulo 4 ofrece la ayuda de una
guía de conversación para testificar de Cristo. Está creada para
ayudar a cualquier creyente a testificar de Cristo a otros de
una manera natural y sin intimidación.
Al experimentar la vida abundante en Cristo, al darse
cuenta de que está en misión divina para testificar de Él, al
27
El pueblo que testifica de Cristo
saber cómo Dios obra para alcanzar a las personas y al darse
cuenta de que puede hablar de Jesús con naturalidad, le
dará confianza para testificar.
28
Capítulo 1
Usted puede vivir
abundantemente
¡Usted es HUPERNIKAOl ¿Y qué quiere decir tal cosa?
¡La vida se me vino encima! Estaba llegando al fondo. Mi
esposa había muerto pocas semanas antes. Estaba solo tra-
tando de criar a un hijo de cuatro años, trabajando como
pastor bivocacional 1 en una iglesia pequeña y a la vez
enseñando en una escuela. Financieramente luchaba por
pagar las cuentas del hospital y del funeral que acompaña-
ron a un largo período de deterioración antes de la muerte
de Betty.
Esa mañana caminaba por el plantel de la universidad
reflexionando en los preciosos recuerdos de mi querida
esposa. Regresé de visita a la universidad donde me gradué
el año anterior. Estoy seguro de que había lágrimas en mis
ojos mientras recordaba las deliciosas caminatas que dimos
juntos en estos mismos senderos no hacía mucho tiempo
atrás. Pensaba cuán rápidamente una situación de la vida
cambia y cómo nunca sentiría de nuevo a mi lado el resplan-
dor de su presencia.
Mi mente estaba atiborrada también con preguntas en
cuanto al futuro. «¿Qué voy a hacer? ¿Debería regresar a la
universidad de Baylor y prepararme para enseñar en una
1 Nota del Editor: Pastores que se ganan la vida en otros trabajos.
29
El pueblo que testifica de Cristo
universidad? ¿Debería ir al seminario y continuar prepa-
rándome para el ministerio pastoral y de evangelización?
¿Debería inclinarme a la capellanía? ¡Era un padre solo! ¿Me
querría alguna iglesia como su pastor?»
De súbito sentí un brazo sobre mis hombros. La voz dijo:
«Hijo, ¿cómo estás hoy?»
Alcé la cabeza para mirar a los ojos de un hombre alto
que en silencio caminaba junto a mí. Era uno de mis profe-
sores, el Dr. Kyle Yates. Uno de los hombres más amables,
más llenos de simpatía que jamás he conocido.
Hablamos unos momentos. Él me dijo palabras reconfor-
tantes y me señaló de nuevo Romanos 8.37: «Antes, en todas
estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel
que nos amó». Más tarde recordé un libro de texto que
escribió y me autografió. Firmó Kyle M. Yates , y debajo de
su nombre estaba la palabra griega hupernikao y luego la
referencia bíblica de Romanos 8.37.
De regreso a mi oficina me puse a estudiar el versículo.
Descubrí que las cuatro palabras en español «somos más
que vencedores» traducen una sola palabra griega: «¡Huper-
nikao!»
Huper quiere decir «más que, super o muy por encima».
Nikao significa «conquistador, ganador, vencedor».
Esta maravillosa palabra nos dice a usted y a mí que a
través de Jesús estamos muy por encima de cualquier con-
quistador que jamás ganara una victoria. En años recientes
la palabra nike se ha popularizado como la marca de artículos
deportivos. La implicación es esta: ¡los Nikes son vencedores!
Dios estaba imprimiendo en el corazón la victoria que
tema para mí incluso en esta situación. Mediante la oración,
el estudio de la Palabra de Dios y de varios libros significa-
tivos, Dios me mostró que la vida jamás volvería a ser la
misma para mí, pero que no tenía que ser así para que
experimentara su gozo y victoria. Me di cuenta de que
Aquel que me dio una vida significativa en el pasado,
todavía estaba en el trono. Obraba mediante todas las cosas
para realizar su propósito de hacerme semejante a Jesús (Ro
30
Usted puede vivir abundantemente
8.28). Por consiguiente, debido a Él, mi vida podía ser tan
significativa, o incluso más, en el futuro.
Debido a quién es Él en nosotros y lo que nosotros somos
en Él, somos hupernikaos. Tomé la decisión de apropiarme
de la victoria en Cristo, de ser un vencedor, debido a mi
posición en Aquel que me ama.
—¿Cuánto tiempo hace que has pasado todo un día sin
experimentar una sola victoria en tu vida?—esta pregunta
se le hizo a un creyente cuya vida irradiaba la presencia de
Jesús.
—¡Alrededor de treinta años, me parece! —fue la res-
puesta.
—¡Eso es fantástico! ¿Cómo has podido vivir así?—pre-
.
guntó el asombrado inquiridor.
El creyente maduro tenía una respuesta lista:
—Hace como treinta años hice el maravilloso descubri-
miento de que Cristo viviendo en mí en comunión inque-
brantable es la clave para que tener vida abundante. Es mi
pecado y desobediencia lo que interrumpe la comunión con
Él y me impide disfrutar de su presencia. De modo que
conscientemente tomé la decisión de no vivir ni una sola
hora con pecado en mi vida. He pecado muchas veces, por
supuesto, pero cada vez que lo hago, el Espíritu Santo me
convence e inmediatamente confieso el pecado y le rindo
mi vida a Él en obediencia. La plenitud de Cristo en mi vida
y el ininterrumpido flujo de su amor a través de mí es la
fuente diaria de poder y gozo.
Testificar Dios quiere que usted y yo ten-
de Cristo con éxito gamoséxitoal testificar de Jesu-— cristo. La definición de un testi-
monio exitoso, es decir, hablar de Jesús en el poder del
Espíritu Santo y dejar los resultados a Dios, es tanto emo-
cionante como liberadora.
La definición tiene tres partes: Primero, testificar eficaz-
mente es testificar de Jesús. Usted puede hacer varias cosas
31
El pueblo que testifica de Cristo
muy bien, incluso las que son necesarias para establecer una
relación conducente a testificar. Usted puede tener una vida
sólida, ministrar a las personas e invitarlas a la iglesia. Estas
y otras acciones positivas son importantes; pero esto es sólo
el comienzo. Usted en realidad no ha testificado a menos que
haya hablado de Cristo. Los inconversos no experimentarán
el perdón de Cristo a menos que alguien les habledel
evangelio que cambia vida.
Segundo, la testificación eficaz es hablar de Jesús en el
poder del Espíritu Santo. Usted puede confiar en que el Espí-
ritu Santo hará su obra al atraer a todo incrédulo a Cristo.
El Espíritu Santo llena la vida que está rendida a Él. Usa la
presentación del evangelio, el cual es poder de Dios para
salvación.
Tercero, testificar con eficacia es dejar los resultados a Dios.
Si la persona no recibe a Cristo inmediatamente, aún tiene
éxito el testimonio. Si siembra la semilla, puede confiar en
que Dios continuará obrando en la vida de la persona,
usando su testimonio. Debemos dejar a Dios los resultados
de nuestro testimonio.
Pero antes de que testifiquemos de Cristo, debemos tener
un sentido de su poder y presencia en nuestras vidas. Esta
vida en abundancia, vivir momento tras momento en comu-
nión íntima e inquebrantable con el Padre, habla más alto
que cualquier palabra que pronunciemos. Por otro lado,
una vida de desánimo y derrota destruirá nuestro testimo-
nio. Los perdidos se sentirán atraídos a Cristo si sus repre-
sentantes, usted y yo, irradiamos el amor y el poder de
nuestro Señor. Por consiguiente, la vida que llevamos más
las palabras que hablamos conforman nuestro testimonio.
La vida abundante en Cristo no depende de las circuns-
tancias, situaciones particulares, ni de lo que otros dicen o
hacen. Depende de nuestra comunión personal, inalterable
con el Padre. Es fácil desviarse a pensar que si tuviéramos
más tiempo, menos estrés en nuestro trabajo, o más estímu-
lo y ayuda de nuestros familiares, amigos o iglesia, experi-
mentaríamos victoria diaria. Pero las palabras de Pablo en
32
Usted puede vivir abundantemente
Filipenses 4.4 nos estremecen para que nos percatemos de
que Dios provee fortaleza personal para toda experiencia
de la vida: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos!» Pablo escribió estas palabras en la soledad de
una celda de una cárcel romana. (Algunos estiman que pasó
en la cárcel catorce de los aproximadamente veintiocho
años de ministerio.) En lugar de recorrer su celda lleno de
ansiedad, lamentando su suerte como preso del César, con-
fiadamente escribió como «preso en el Señor» (Ef 4.1). Y sus
cartas estremecieron el Imperio Romano desde sus cimientos.
Pablo no se amilanaba porque el César lo tuviera preso,
sentía que este era sólo un instrumento y que su encarcela-
miento era el propósito de Dios. Pablo era tan activo, que
quizás jamás se habría quedado quieto lo suficiente como
para escribir algunas de las epístolas del Nuevo Testamento
a menos que hubiera estado preso. Pero como resultado de
su fidelidad en medio del conflicto, sus palabras nos han
llegado a través de los siglos para animar a los creyentes y
para ganar a multitudes para Cristo.
Seis aspectos clave Dios desea que cada uno de
de la vida abundante sus hl'os viva en victoria todo
momento del día. El secreto
es un proceso sencillo pero poderoso. El proceso no requiere
meses, días, ni siquiera horas. Es más, la experiencia con
Dios puede ser súbita e instantánea, en el momento que el
corazón del creyente responde al Espíritu Santo. La pregun-
ta es: «¿Cómo puede ocurrir esto en una vida?»
Su enemigo es Satanás
No se deje engañar por el enemigo ni tampoco pase por
alto sus estrategias. El enemigo ataca de súbito y en forma
sutil. Pero, ¿quién es nuestro enemigo?
Dios no es nuestro enemigo. Él está de nuestro lado. Se
ha comprometido a darnos de lo mejor y lo más excelso.
33
El pueblo que testifica de Cristo
Obra en todo lo que nos ocurre para nuestro bien y para
conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8.28-31). Ha demos-
trado que está con nosotros al no escatimar ni a su Hijo. A
través de Él, Dios nos da libremente lo mejor (Ro 8.32). Dios
no tienta a nadie a pecar. Sin embargo, permite que seamos
probados para que nuestra debilidad aflore a la superficie
y crezcamos al sobreponernos a la prueba. La fe se fortalece
cuando se pone a prueba (Stg 1.2-6,12-15). Él nos asegura
que no nos dejará ser tentados más allá de nuestra capaci-
dad para resistir y soportar, y promete una vía de escape
(1 Co 10.13).
Entonces, ¿quién es nuestro enemigo? El diablo. Satanás,
es nuestro enemigo (2 Co 4.4; Stg 4.7; 1 P 5.8). Sus métodos
(artimañas) son engañosos (Ef 6.11,12). El diablo no es
omnisciente, pero sí astuto. Conoce nuestros defectos y
puntos vulnerables. Sabe exactamente en qué punto apelar.
El diablo usa una estrategia triple. Al atacar al creyente,
usa al mundo impío, sus filosofías y su apelación. «Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene
del Padre, sino del mundo» (1 Jn 2.16).
Primero, Satanás usa contra nosotros nuestros deseos
innatos. Dios nos da los impulsos de satisfacer la necesidad
de alimento, amor, aprobación, intimidad sexual y éxito.
Pero Satanás apela a que satisfagamos de una manera pro-
hibida por Dios estos deseos que Él nos dio. El deseo se
convierte en lujuria sólo cuando intentamos abandonar el
plan de Dios. Entonces la lujuria da a luz el pecado. «Sino
que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscen-
cia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, des-
pués que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte» (Stg 1.14,15).
Segundo, Satanás usa la apelación de las cosas que
vemos. Lo que el ojo ve afecta la mente. Mediante los deseos
de los ojos se plantan imágenes de mal.
34
Usted puede vivir abundantemente
En 1 Reyes 21 el rey Acab vio la floreciente viña que
pertenecía a su vecino. Ofreció comprar el huerto, pero
Nabot quería conservar la propiedad porque procedía de
su padre como herencia. El rey se enfadó y enfurruñó por
el campo que codiciaba pero no podía tener. Su esposa
tramó con él matar a Nabot y apropiarse de la viña. La
Escritura dice: «A la verdad ninguno fue como Acab, que
se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque
Jezabel su mujer lo incitaba» (1 R 21.25).
Incluso el rey David, el hombre conforme al corazón de
Dios, permitió que su vagabundo ojo le descarriara cuando
desde su terraza vio a la mujer de Urías bañándose.
Satanás quiere nuestros ojos para dirigir nuestros cora-
zones. Tales argumentos de Satanás atacan la vida de pen-
samiento del creyente.
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la
carne; porque las armas de nuestra milicia no son camales,
sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez que se levanta con-
tra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pen-
samiento a la obediencia a Cristo. (2 Co 10.3-5)
Mediante la ventana del ojo, entran pensamientos de
lujuria en la mente. Los deseos lujuriosos anidan en el
corazón. A través de ellos Satanás establece fortalezas en las
vidas de los creyentes. Estas son las bases de operación y
emponzoñamiento que Satanás usa para derrotarnos.
Tercero, Satanás usa el orgullo. El orgullo es la raíz de
toda clase de pecado (Stg 4.1-11). A Cristo se destrona de la
vida mediante un espíritu orgulloso. Satanás esgrime pode-
rosa influencia a través de la vieja vida egoísta del creyente.
El orgullo lleva al creyente a pensar y planear sin tener en
cuenta a Dios. «Porque cual es su pensamiento en su cora-
zón, tal es él» (Pr 23.7).
35
El pueblo que testifica de Cristo
Percátese de que Satanás continuará su campaña para
destruir su victoria en Cristo. Si puede hacerlo, anulará la
influencia de su vida y hará impotente su testimonio.
Sus batallas ya están ganadas
En la cruz, Jesús pagó de una vez por todas la deuda. La
victoria sobre el pecado se ha ganado para siempre. Apro-
píese del hecho de que por medio de la obra de Cristo
concluida, su muerte en la cruz y su resurrección, el pecado
ya no tiene poder sobre su vida. Satanás ya está derrotado.
Vivir con sentimientos de culpa sin resolver debido a
pecados pasados les roba a los creyentes la confianza inter-
na esencial paratestificar con eficacia. Aceptar lo que Jesús
hizo en su obra en la cruz liberta la conciencia del hijo de
Dios al experimentar el perdón. «¿Cuánto más la sangre de
Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de
obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Heb 9.14).
Debido a que Cristo vive en usted, tiene el potencial de la
victoria en la vida diaria sobre el pecado y Satanás (G1 2.20).
Su poder viene del Padre
Mediante la experiencia del nuevo nacimiento Dios da a
su hijo dos cosas: una relación y una comunión. La relación
es entre el Padre y el hijo. Cuando usted llega a ser un hijo
de Dios, le pertenece. Él es su Padre; y su cuerpo es su
morada. «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de
Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Co 6.19-20).
Como hijo recién nacido del Padre que mora en usted por
su Espíritu, tiene comunión íntima con Él.
Su relación con el Padre jamás cambia puesto que la
relación depende de la fidelidad del Padre. Dios es fiel para
36
Usted puede vivir abundantemente
guardar lo que se le ha entregado a Él (2 Ti 1.12). Una vez
que ha nacido de nuevo, una persona nunca dejará de ser
un hijo amado del Padre. Quizás sea un hijo desobediente,
pero todavía será su hijo. El Padre no desecha a sus hijos.
En lugar de eso, obrará en su vida para darle el poder de
vencer. «Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer» (Flp 2.13).
Mediante su Palabra y por medio del liderazgo del Espí-
ritu Santo, Dios guía a sus hijos en victoria, cumpliendo su
propósito en sus vidas (Ro 8.14). Sin embargo, si un hijo
persiste en la desobediencia. Dios disciplina a ese hijo (Heb
12.5-11). Su disciplina no es punitiva, sino correctiva y
redentora. La disciplina es su amor en acción para conducir
a su hijo al arrepentimiento, la limpieza y la abundancia.
A diferencia de la relación con el Padre, que nunca cam-
bia, la comunión sí cambia, puesto que esta depende de la
fidelidad del hijo hacia el Padre. Cuando somos desobe-
dientes, experimentamos conflicto interno y a la larga pue-
de llevarnos a la derrota espiritual.
Cuando muchacho nunca dudaba del cariño de mi papá.
A menudo, antes de salir de casa en algún viaje de negocios,
nos asignaba a mi hermano y a mí tareas que debíamos
cumplir mientras estaba de viaje. Sabíamos que siempre que
regresaba a casa nos traería una bolsita de golosinas. Salía-
mos a la carrera para recibirle cuando le veíamos llegar, es
decir, cuando hacíamos lo que nos encargaba. Si no, le
evitábamos. Si no había cumplido sus instrucciones, me
daba miedo verle. Como verá, todavía era mi papá, pero mi
desobediencia nos distanciaba. El sentimiento de distancia
continuaría hasta que admitiera mi desobediencia, pidiera
perdón e hiciera lo ordenado.
El poder en Cristo depende de mantener una comunión
íntima con Él, sin mancha de desobediencia. «Si me amáis,
guardad mis mandamientosf...] El que tiene mis manda-
mientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me
ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me mani-
festaré a él» (Jn 14.12,21).
37
El pueblo que testifica de Cristo
Su fracaso no es final
Cuando la desobediencia interrumpe esta dulce comu-
nión, no todo está perdido. Dios no nos abandona, sino que
provee un medio para que volvamos a Él.
En el momento del nuevo nacimiento, que es una labor
que el Espíritu Santo hace, el nuevo creyente le entrega a
Cristo los controles de su vida y el Espíritu lo llena. Cuando
el nuevo creyente peca, sin embargo, el Espíritu Santo toda-
vía mora en la vida, pero ya no tiene el control de ella. Es
residente, pero no presidente de su vida. Es un pasajero, ¡pero
no el pilotol
Cuando el pecado entra a su vida, se apaga el Espíritu
Santo así como el agua vertida sobre un fuego lo apaga. «No
apaguéis el Espíritu» (1 Ts 5.19). El pecado en la vida del
creyente entristece al Espíritu Santo. «Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura,
enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed
benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en
Cristo» (Ef 4.30-32). Cuando se entristece al Espíritu Santo,
Él comunica dolor, no gozo, a su espíritu. Vivir en un estado
de desobediencia es una existencia desalentadora, sin ale-
gría, para el creyente.
En 1 Juan 1 Dios nos ha descrito este triste estado: «Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a noso-
tros mismos, y la verdad no está en nosotros[...] Si deci-
mos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y
su palabra no está en nosotros» (vv. 8,10). Pero también
nos dice cómo puede restaurarse nuestra comunión con
Él: «Si confesamos nuestros pecados. Él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda mal-
dad» (v. 9).
¡Confesar sus pecados! La confesión es el acto de concor-
dar con Dios respecto a sus pecados. La palabra confesar es
un término gráfico en el idioma griego: homologeo. Homo
38
Usted puede vivir abundantemente
significa «lo mismo como» o «semejante». Logos quiere decir
«palabra», «hablar», «decir». Así, homologeo significa «decir
la misma palabra como» o «concordar» con Dios respecto a
su pecado. Llamar al pecado como Dios lo llama. Nombrar-
lo. Ser específico.
La naturaleza humana es renuente contra la confesión de
pecado. No quiere confesar. En lugar de eso, tiende a excu-
sarse, a racionalizar, a justificar, a esconderlo o a pasarlo por
alto, a echar a otros la culpa, o a negarlo. Sin embargo. Dios
dice que hay que confesar.
Un vendedor solía abultar su cuenta de gastos. Se con-
virtió en cristiano. Cada noche leía su Biblia y oraba. Estaba
creciendo; pero una noche halló difícil orar. La cuestión de
su cuenta de gastos persistía en interrumpirle sus pensa-
mientos. Había añadido varias cosas a la cuenta que no
pertenecían allí. Convicto, empezó a orar sobre el asunto.
«Dios mío, he estado adulterando mi cuenta de gastos.
Señor, he tomado dinero que no me pertenecía. ¡He robado!
¡Soy un ladrón! ¡Perdóname! ¡Limpíame!»
Al día siguiente, cuando se vio tentado a hacerlo de
nuevo, no pudo hacerlo. Dios le perdonó y limpió. Dios
perdona cuando sus hijos confiesan arrepentidos. Perdonar
quiere decir «borrar». El pecado «desaparece» como una
nube en el firmamento se desvanece ante sus ojos. Dios ni
siquiera los recuerda ya más. Los pone tan lejos como el
oriente está del occidente (Jer 31.34; Sal 103.12). Nos capa-
cita para que los dejemos atrás (Flp 3.13).
Dios no sólo perdona, sino que limpia al creyente cuando
este confiesa el pecado. «Limpiar» en griego es katarizo, es la
raíz de dos palabras en español. Cateterismo es un procedi-
miento médico para la remoción de impurezas del cuerpo.
Catarsis es un término sicológico aplicado a la acción de
descarga de emociones reprimidas para conseguir libera-
ción y alivio.
Cuando Dios lo limpia espiritualmente, elimina las im-
pureza espirituales de su vida interna. El pecado es ajeno a
la vida del creyente. Produce incomodidad y dolor. El dolor
39
El pueblo que testifica de Cristo
es un don de Dios para llamar la atención a la comunión
interrumpida de modo que el creyente resuelva el pecado
mediante el arrepentimiento y la confesión.
Para ilustrar, supóngase que una partícula de hierro se
mete en su ojo. Su cuerpo entero responde reaccionando por
instinto al peligro. Este dañino objeto extraño, que tiene el
potencial de causarle ceguera, es doloroso. Si no hubiera
dolor, el peligro pudiera pasar por alto. Involuntariamente
su ojo se cierra para protegerse. Sus conductos lagrimales
entran en acción para inundar el ojo y sacar el objeto extra-
ño. Si eso falla, su mano entra al rescate para sacarlo. Luegosu boca actúa para pedir auxilio. Sus pies lo llevan a recibir
ayuda. ¡Es una emergencia! ¡Hay que sacar la limadura!
El pecado es extraño y destructivo en la vida cristiana.
Mientras esté presente, el dolor y la desdicha también los
estarán. Dios permite el dolor que trae el pecado de modo
que se confiese y abandone. Mediante la limpieza provista
por la sangre de Cristo vertida en la cruz, El lo elimina de
su vida (1 Jn 1.7). Qué maravilloso es conocer su perdón y
limpieza.
Su pasado no es un preludio del futuro
Confiese a Dios sus pecados y aprópiese de su perdón y
limpieza. Entonces en oración, por fe, pídale que El le llene
de nuevo con el Espíritu Santo. Aprópiese del control de
Dios en su vida (Ef 5.18). Es la voluntad de Dios para todo
cristiano que sea lleno continuamente con su Espíritu. No
es asunto de emoción, aun cuando se afecten los sentimien-
tos. Es asunto de fe. Sencillamente confíe en Él y tómele la
Palabra de que le llenará según su deseo de plenitud (Jn
6.37-39).
Obedezca a Jesús (Jn 14.21). Avance actuando como si la
victoria fuera ya suya. ¡Eso es fe! La pregunta surge: «¿Qué
tal si peco otra vez?» Entonces confiese de nuevo. No espere
hasta que la carga del pecado le aplaste. No espere hasta el
domingo cuando asista a la iglesia. No espere hasta la noche
40
Usted puede vivir abundantemente
ni hasta el día siguiente ni algún otro tiempo conveniente.
Confiéselo inmediatamente, aprópiese de la plenitud del
Espíritu Santo y obedézcale. Practique la confesión de pe-
cados momento tras momento. Llegará el día cuando se
dará cuenta de que ha vencido totalmente el pecado me-
diante la presencia y el poder del Espíritu Santo.
De la historia de Texas viene el relato de la conversión
de Sam Houston. En un tiempo al héroe de Texas se le
llamaba «El viejo borracho». Cuando era gobernador de
Tennessee, su esposa lo dejó. Desesperanzado renunció a la
gobernación y trató de escapar de sus problemas yéndose a
vivir entre los cheroquíes. La mayor parte del tiempo se la
pasaba borracho. Se dice que los indígenas, al caminar por
la espesura, tenían que moverlo para quitarlo del sendero
donde se quedaba dormido por la borrachera.
Más tarde se fue a Texas, donde llegó a ser el gran héroe
de la revolución de Texas cuando desbarató el ejército
mexicano del general Santa Ana. El grito de batalla de
Houston, «¡Recuerden El Álamo!» ayudó a ganar la inde-
pendencia de Texas. Se casó con la hija de un predicador
bautista y más tarde aceptó a Cristo, pero todavía tenía
algunas de sus viejas tendencias. Un día, mientras cabalga-
ba por un sendero, su caballo tropezó. Houston espontánea-
mente lanzó maldiciones, volviendo a su viejo hábito. De
inmediato se sintió convicto de pecado. Se apeó de su
caballo, se arrodilló en el sendero y clamó el perdón de Dios.
Houston ya había recibido a Cristo, pero Dios le enseñaba
a vivir en comunión con Él momento tras momento. Y tan
pronto como el Espíritu de Dios le hizo darse cuenta de su
pecado, Sam Houston lo confesó.
Su clave para la vida abundante es la alabanza
Ahora, alabe a Dios en oración. Agradézcale que le per-
donó y limpió. Agradézcale que lo llenó de su Espíritu
Santo.
41
El pueblo que testifica de Cristo
Lea el Salmo 139.23,24: «Examíname, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si
hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino
eterno». Y sé que, como yo, el deseo de su corazón es que el
Espíritu Santo le haga sensible a su dirección. Usted quiere
entregarse de todo corazón a Él. Su deseo es estar a la
disposición de Él para que lo use para su gloria. Pídale que
le dé muchas oportunidades para hablarles a otros de Jesús.
Experimentar la plenitud de Cristo en su vida fortalecerá su
testimonio y permitirá que su poder fluya a través de usted.
Capítulo uno: Preguntas de repaso individual
1. ¿Cuál es la definición de testificar con éxito?
2. ¿De qué maneras puede una persona asegurarse de que
anda en el Espíritu? ¿Cuál es el peligro si falta alguno
de esos seis elementos de mantener comuniónmomento
tras momento?
3. Aun cuando es posible experimentar una comunión
quebrantada con Dios, ¿qué nos impide perder nuestra
relación con Él como nuestro Padre? (Si la comunión con
el Padre se interrumpe, ¿qué se requiere para restaurar-
la?)
4. ¿Por qué es necesario procurar tener una comunión
sólida con Dios para estar preparados para hablarle del
evangelio a otra persona?
42
Capítulo 2
Usted puede lograr
su propósito
Sea sensible a los Comprender que Dios ha capa-
incrédulos citado a todo creyente para tes-
tificar nos ayuda a concentrar-
nos en testificar de Cristo a todas las personas. Ellas necesi-
tan saber que Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos
(Le 19.10). Si nuestros corazones palpitan con el corazón de
nuestro Maestro, también lo harán por las personas aparta-
das de Él. Dios le ha dado a cada cristiano una experiencia
con Jesús para testificar. Él puede y usará la vida y palabras
de todo creyente para alcanzar a los incrédulos.
Los incrédulos no son enemigos. No necesitamos tratarlos
como tales. Los incrédulos manifiestan muchos tipos de con-
ductas. Las personas actúan como lo hacen debido a c¡ue están donde
están. El perdido actúa como tal debido a que está perdido. No
debemos condenarlos, ni intimidarlos, ni esquivarlos.
Tampoco debemos dejarnos intimidar por ellos.
Nuestro Señor nos ha asignado a cada uno la tarea de
alcanzar a los incrédulos. Son preciosos para Él. Nuestra
sensibilidad a las necesidades espirituales de los inconver-
sos es un factor primordial que determina si los alcanzamos
o no. Debemos llegar a estar conscientemente alertas e invo-
lucrarnos con personas a las cuales testifiquemos de Cristo.
Como creyentes individuales somos responsables ante Dios
por nuestra influencia en las vidas de los incrédulos.
Los nuevos creyentes que confiesan a Cristo como Sal-
vador y Señor quieren hablarles a otros de Él. Testificar es
43
El pueblo que testifica de Cristo
una expresión natural de nuestro amor y consagración a Él.
Inmediatamente después de su experiencia con Jesús, An-
drés hizo lo que cualquier persona haría: buscó a su herma-
no, Simón Pedro, y le trajo a Jesús (Jn 1.40-42).
Carlos, un joven ingeniero que trabajaba en la NASA
aceptó a Cristo como su Salvador. Dos días más tarde, al
discipularle, el amigo que le guió al Señor le dijo que Dios
quería usarle como testigo. Después que el amigo procedió
a definir lo que significaba testificar, Carlos quedó encanta-
do. «Ah, ¡ya lo he hecho! Después que invité a Cristo a mi
vida regresé al laboratorio y se lo conté a todo el mundo. Le
hablé de Jesús y algunos están interesados!» Después de
conocer a Jesús, era natural que Carlos les hablara de Él a
sus colegas de modo que ellos también le conocieran.
Cuando la iglesia del nuevo creyente pone un fuerte
énfasis en testificar, el fervor para ello continuará creciendo.
Si no, es muy probable que la chispa del deseo de hablar de
Jesús se adormecerá. Si usted se ha desalentado en cuanto
a testificar de Cristo, puede recobrar su interés espiritual
por los perdidos y animarse a alcanzarlos. Al orar y rendirse
al Espíritu Santo, Él convertirá la chispa en un fuego santo
para hablarles a otros de Jesús.
Cuando estaba en quinto grado, recibí en la escuela un
Nuevo Testamento de los Gedeones. A pesar de que aún no
había aceptado a Cristo, empecé a leerlo. Mateo 4.19 captó
mi atención: «Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres». Fue claro para mí entonces: Si
seguía a Jesús, sería un pescador de hombres. Si no pescaba,
no le seguía.
Un discípulo es un aprendiz y seguidor de Jesús. Jesús
vino y murió para que los perdidos pudieran conocerle. Si
aprendemos de Él y le seguimos, participaremos de la
pasión de Jesús porque las personas le conozcan.
La siguiente es una convincente parábola escrita por el
pastor John M. Drescher.
44
Usted puede lograr su propósito
Un ruego por pescar
Érase una vezun grupo que se llamaban los pescadores. Y he
aquí habían muchos peces en el agua por todos lados. Es más, el
área completa estaba rodeada de arroyos y lagos llenos de peces.
Y los peces tenían hambre.
Semana tras semana, mes tras mes y años tras años, los que se
llamaban pescadores se reunían y hablaban sobre su llamado a
pescar, la abundancia de peces y cómo pudieran realizar la pesca.
Año tras años definieron con cuidado lo que significaba pescar,
defendieron la pesca como una ocupación y declararon que este
oficio siempre debía ser una tarea primordial de los pescadores.
Continuamente buscaban nuevos y mejores métodos de pesca
y nuevas y mejores definiciones de pescar. Encima de eso decían:
«La industria pesquera existe por la pesca, así como el fuego existe
al arder». Les encantaban los lemas tales como «Pescar es la tarea
de cada pescador». Auspiciaban reuniones especiales llamadas
«Campañas de pescadores» y «El mes de la pesca para los pesca-
dores». Auspiciaban costosos congresos nacionales y mundiales
para tratar sobre la pesca y promoverla y oír todo sobre las
maneras de pescar, así como del nuevo equipo de pesca, señuelos
y cualquier otra nueva carnada que hubieran descubierto.
Estos pescadores construyeron grandes y hermosos edificios
llamados «Sedes de pesca». El ruego era que todo el mundo debía
ser un pescador y cada pescador debía pescar. Una cosa no hacían,
sin embargo. No pescaban.
En adición a sus reuniones regulares organizaron una junta
para enviar a pescadores a otros lugares donde había muchos
peces. La junta contrató personal y nombró comités y celebró
muchas reuniones para definir la pesca, para defenderla y decidir
en cuáles nuevos arroyos debían pensar. Pero el personal y los
miembros de los comités no pescaban.
Grandes, elaborados y costosos centros de capacitación se
construyeron cuyo propósito original y primordial era enseñar
a los pescadores cómo pescar. A través de los años se ofrecieron
cursos sobre las necesidades y la naturaleza de los peces, dónde
hallarlos, sus reacciones sicológicas y cómo acercarse y alimen-
tarlos. Los que enseñaban tenían doctorados en pescología,
pero los profesores no pescaban. Sólo enseñaban a pescar. Año
45
El pueblo que testifica de Cristo
tras año, después de tediosos estudios, muchos se graduaron y se
les concedió licencia para pescar. Los enviaron a pescar todo el
tiempo, algunos a aguas distantes llenas de peces.
Muchos que sintieron el llamado a ser pescadores respondie-
ron. Se les comisionó y se les envió a pescar. Pero como los
pescadores en el lugar natal, nunca pescaban. Como los pescado-
res allá en el lugar natal se involucraron en toda clase de ocupa-
ciones. Construyeron plantas para bombear agua para los peces
y tractores para abrir nuevos acueductos. Hicieron toda clase de
equipo para viajar aquí y allá para ver los criaderos de peces.
Algunos también dijeron que querían ser parte de la partida de
pesca, pero que se sentían llamados a proveer equipo de pesca.
Otros sintieron que su tarea era relacionarse con los peces de una
buena manera a fin de que los peces supieran la diferencia entre los
buenos y los malos pescadores. Otros sintieron que sencillamente
era suficiente decirle a los peces que eran buenos y amables vecinos.
Después de una entusiasta reunión sobre «La necesidad de
pescar», un joven salió de la reunión y se fue a pescar. Al siguiente
día informó que había atrapado dos peces muy buenos. Se le
honró por su excelente pesca y se le confeccionó un itinerario para
que visitara todas las grandes reuniones posibles de modo que
contara cómo lo hizo. Así que dejó de ir a pescar para tener tiempo
para contar su experiencia a otros pescadores. También se le
nombró para integrar la Junta General de Pescadores como per-
sona de considerable experiencia.
Ahora bien, es cierto que muchos pescadores se sacrificaron y
soportaron un sinnúmero de dificultades. Algunos vivían cerca
del agua y tenían que aguantar todos los días el hedor de los peces
muertos. Recibían el ridículo de algunos que se burlaban de sus
clubes de pescadores y de que decían ser pescadores y sin embar-
go nunca pescaban. Cuestionaban respecto a los que sentían que
no servía de gran cosa asistir a las reuniones semanales para
hablar de pesca. Después de todo, ¿no seguían al Maestro que dijo:
«Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres»?
Imagínense cuán dolidos se sintieron un día cuando una per-
sona sugirió que los que no pescaban en realidad no eran pesca-
dores, sin importar cuánto dijeran serlo. Sin embargo, parecía
cierto. ¿Es alguien un pescador si año tras año jamás pesca un pez?
¿Está alguien siguiendo si no pesca?
46
Usted puede lograr su propósito
Como la parábola de la pesca lo expresa, nuestra tendencia
humana es alejarnos de la evangelización antes que ir hacia
ella. En realidad, es fácil distraerse de hablar de Jesús a los
incrédulos debido a nuestras muchos intereses, responsabilida-
des y presiones.
Es crucial que los creyentes, individual o colectivamente, vol-
vamos a enfocar nuestra prioridad de alcanzar a otros en el
nombre de Cristo . 1
Busque las ¿Cuál, entonces, es su tarea? Des-
oportunidades cubrir a cada Persona Por la cual
-L es responsable y hablarle de Je-
sús en su punto de más profunda necesidad.
¿Por quiénes es responsable? ¡Por cada persona con que
se encuentra! Si tiene la oportunidad de escoger el tema de
conversación, deberá dirigirla hacia Jesús. Usted influye en
cada persona por lo que dice y por lo que no dice, por lo que
hace y por lo que deja de hacer. El Señor designó a Ezequiel
como «atalaya» de los que le rodeaban. Era su responsabi-
lidad «hablar para advertir al malo». Si no lo hacía y ellos
morían en sus pecados, se le demandaría su sangre (3.17-
19). Era responsable por ser fiel en proclamarles el mensaje
de Dios, ¡sea que escucharan o no!
Nosotros también somos responsables por proclamar las
buenas nuevas de salvación y por el espíritu con el cual las
entregamos. La respuesta de los oyentes no es el factor
decisivo para ver si les damos o no el mensaje. Es el mandato
de nuestro Maestro llevar el evangelio a cada persona.
La palabra testigo en el Nuevo Testamento esmuy similar
al término atalaya en el libro de Ezequiel. Todo creyente es
1 La estrategia de evangelización Total Church Life [Vida total de la iglesia] es un estudio
que se recomienda para este propósito. Basado en Hechos 1.8, el estudio enseña cómo
las iglesias pueden ayudar a sus vecinos a oír las buenas nuevas de perdón y libertad
mediante la fe en Cristo. Para alcanzar realmente una comunidad, la iglesia entera
necesita involucrarse. Su iglesia es una comunidad de creyentes y ustedes pueden
alcanzar sus vecindarios al testificar constantemente de Jesús.
47
i
El pueblo que testifica de Cristo
un atalaya y un testigo. Nuestra tarea es testificar; la tarea
de Dios producir resultados. Nuestra tarea es sembrar la
semilla; la de Dios es producir la cosecha. Usted puede
depender en que Dios hará su trabajo. Él no desea que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepenti-
miento. Pero Él usa personas para alcanzar a otros con el
evangelio. Llama a cada cristiano a hablar de Jesús. Y a
quienes el Señor llama, los equipa y capacita. Él nos ha
llamado a ser fieles, no necesariamente a tener éxito en traer
a otros a Él.
Las oportunidades están en todas partes
¿A quiénes debemos dar nuestro testimonio? D.L. Moody,
el famoso evangelista, dijo: «Veo a cada persona con la que
me encuentro como si tuviera una gran P en medio de su
frente. La considero perdida hasta que sé que es salva». ¿A
quién debe hablarle de Cristo? ¡A cualquier persona que
encuentre!
Usted no puede testificarle a la persona equivocada. Cada
persona con la que se cruza o está con Cristo o está sin Él.
Si usted le testifica a un creyente, encontrará a un nuevo
hermano. Pueden regocijarse juntos. Puede alentarle en el
Señor. Si el creyente ya es miembro de otra iglesia, puede
instarlea ser fiel y a dar frutos en ese lugar de servicio. Otros
aceptarán a Cristo e irán a alguna iglesia que no es la suya.
Esto también es positivo. El Espíritu Santo guiará a la
persona a una iglesia donde esa persona pueda crecer.
En Seúl, Corea, pasé por la aduana. No hablaba coreano,
pero tenía conmigo un folleto para testificar, «Pasos hacia
la paz con Dios», de Billy Graham, impreso en inglés y en
coreano. Sabía que muchos coreanos reconocerían el nom-
bre de Billy Graham debido a las cruzadas que celebró allí.
De modo que le pregunté al primer coreano que encontré
(un agente de aduanas): «¿Puedo hablarle de Jesucristo?
Este librito escrito por Billy Graham dice cómo puede cono-
cer a Cristo personalmente». Una gran sonrisa apareció en
48
Usted puede lograr su propósito
su cara. En inglés entrecortado dijo: «Yo cristiano también».
Me extendió la mano y me dio una calurosa bienvenida a
Corea. Qué alegría que la primera persona que encontré al
otro lado de la tierra sea un hermano. Pero me hubiera
perdido esa alegría si no le hubiera hablado de Jesús.
Si descubre que la persona no es creyente, el mensaje que
le dé es incluso más necesario. Puede ser un encuentro de
cosecha en el cual la persona acepta a Cristo o un encuentro
de sembrar semilla en el cual la semilla del evangelio se
recibe para echar raíz y crecer. Sin importar el tipo de
encuentro, puede depender en el Espíritu Santo para usar
su testimonio. Tal vez no logre conducir a esa persona al
Señor en ese tiempo, pero puede asegurarse de que le
prevee un mapa del camino.
Estaba un día en un edificio de oficinas, encorvado sobre
el lavamanos en el baño de hombres, lavándome la cara
después de visitar a un amigo que trabajaba en el edificio.
En unos minutos debía predicar en una iglesia cercana. De
súbito me di cuenta de que no estaba solo. Un hombre
estaba al otro lado con un trapeador en la mano. La turba-
ción vino: Testifícale. Entablé un debate: Ah, este no es un buen
momento. Estamos en los servicios sanitarios. De nuevo percibí
el acicate del Espíritu Santo: Testifícale. Otra vez discutí
mentalmente: Pero no tengo tiempo. Tengo que irme pronto para
la iglesia. Entonces vino la razón de peso: Tal vez tú seas el
último cristiano que este hombre encuentre antes de estar en la
presencia de Dios.
Percatándome de mi responsabilidad ante Dios por
aquel hombre, me sequé la cara con una toalla y me dirigí a
él.
—Amigo, ¿puedo hacerle una pregunta? —le dije. Ahora
bien, este no es mi método usual de testificar; pero movido
por el urgente incentivo del Espíritu Santo le pregunté de
zopetón—
:
¿Es salvo?
No sabía si él siquiera comprendía de lo que le hablaba.
Tan directamente como lo pregunté, replicó:
—No, ¡pero me gustaría serlo!
49
El pueblo que testifica de Cristo
En los cinco minutos siguientes él oró y recibió a Cristo
como su Salvador. Brevemente le expliqué los siguientes
pasos a dar. Prometió que al domingo siguiente le diría al
pastor de la iglesia a la que algunas veces asistía que había
aceptado a Cristo como Señor y Salvador.
Salí, moviendo mi cabeza por los caminos de Dios. ¡En
los servicios sanitarios! ¡Un testimonio directo y en frío por
una persona que se resistía al acicate del Espíritu Santo para
testificar de Jesús! ¡En tan corto tiempo! ¿Cómo sería? Todo
lo que puedo decir es que el Espíritu Santo preparó el
camino y su corazón estaba listo para recibir el mensaje.
Como alguien dijo: «¡No hay ninguna manera mala de
conducir personas a Jesús!» Dios usa un sinfín de métodos
para traer a un sinnúmero de personas a Cristo en infinidad
de lugares.
¿Sabe por qué muchos no reciben el perdón y la nueva
vida que Cristo les ofrece? Debido a que nadie les ha instado
a que lo hagan. Simplemente invítelos y deje que el Espíritu
Santo guíe.
Las oportunidades son citas divinas
Nuestro amante Padre celestial arregla citas divinas para
que hablemos de Jesús a menudo y en toda clase de lugares.
Una cita divina es cuando la senda de un testigo obediente
se cruza con la senda de una persona que busca a Dios. Los
testigos obedientes están a la disposición del Espíritu Santo
y son sensibles a las personas con las que se cruzan.
La pregunta es: «¿Cómo sabemos que alguien está bus-
cando?» No llevan una etiqueta en la solapa que dice:
«Buscador, ¡hábleme de Cristo!» Uno tiene que indagar cuál
es la puerta abierta para testificar de Jesús. (En el capítulo 4
mostraremos cómo guiar una conversación amable hacia el
tema de Jesús y conducir a la persona a la fe en Cristo.)
Cuando usted empieza a hablar de Cristo en una conversa-
ción, puede tratar de hacer preguntas y testificar, siempre
según el Espíritu Santo dirija. Si la puerta se abre, hable de
50
Usted puede lograr su propósito
Jesús en la medida de la receptividad de esa persona. Si una
puerta permanece cerrada, no intente abrirla a la fuerza.
¡Pruebe con otra puerta! Use un método diferente. (Se lo
mostraré en los capítulos 10 y 11.) Si la persona está buscan-
do a Dios, responderá, y usted podrá testificar de Jesús. Si
no, ponga a la persona en las manos del Espíritu Santo y
déjele a Dios los resultados.
Una cita divina
I
I
4
V
4
4
4
t t t
El perdido puede recibir a Cristo en cualquier
encuentro con un testigo obediente
^°ob8% ^
Cita divina Cita divina Cita divina
(Siembra las (Riega las (Dios
semillas semillas da
del evangelio) del evangelio) el crecimiento)
Recuerde, usted no testifica con eficacia hasta que no le
hable de Cristo a una persona.
51
El pueblo que testifica de Cristo
Esté alerta por los
perdidos
¿Dónde están los perdidos? Para
alcanzar las personas que nece-
sitan a Cristo, debe buscarlos.
Incluso Jesús tuvo que buscar a los perdidos antes de sal-
varlos. Él vino a buscar y a salvar a los perdidos (Le 19.10).
Fue a donde estaban y les dio la verdad que necesitaban.
Usted encontrará perdidos en la iglesia. Siguiendo la
dirección del Espíritu Santo, conozca a los visitantes y
busque maneras de guiarlos a Cristo. Decídase y participe
en las actividades especiales de evangelización que su igle-
sia planea para atraer a los incrédulos. Una de las mejores
maneras de testificar de Jesús con los incrédulos es invitar-
los a estas actividades. Sin embargo, en comparación, son
pocos los inconversos que asisten a las reuniones de las
iglesias. Como Jesús, debemos ir por «los caminos y por los
vallados» (Le 14.23) para buscarlos.
Usted encontrará perdidos en el lugar de trabajo. Pue-
de ser su jefe, sus colegas, amigos o con quienes se relaciona
en su negocio y esfera de influencia.
Una agente de bienes raíces creyente les mostró a una
pareja algunas casas. Durante el proceso de ayudarles a
encontrar la casa ideal, estableció una relación que le per-
mitió testificarles de Cristo sin intimidarlos. Después de
firmar las escrituras, hizo una cita para visitarlos en su
nueva casa. Al hacerlo, les dijo: «Me alegra mucho partici-
par de su emoción al hallar su nuevo hogar. Asimismo es
grato hacer negocio con ustedes. Pero hay otro tema que
siento que debo hablarles. Ustedes han adquirido una casa
terrenal. Es hermosa. Pero me gustaría tener el privilegio de
hablarles acerca de otro hogar incluso mejor. ¿Puedo ha-
blarles de su hogar eterno?» La pareja escuchó con atención
mientras ella les testificaba de Jesús y de su plan de salva-
ción. Después oraron con ella y recibieron a Cristo, hacién-
dole el Señor de sus vidas y de su nueva casa.
52
Usted puede lograr su propósito
Usted hallará perdidos entre sus contactos diarios.
Quizás sea un estudiante o un profesor donde estudia, un
médico o enfermera en el hospital, un dependiente en un
almacén, un ejecutivo en su lugar de comercio, un empleado
en la gasolinera, una mesera en el restaurante, etc. O una
persona perdida puede venir a su puerta. El cartero, el
plomero, el electricista, el exterminador de insectos, un
representante de ventas de puerta en puerta, o cualquier
persona que quizás sea una cita divina.
Usted hallará personas perdidas detrás

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