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Heinz Hartmann* M § Ensayos sobre la psicología del yo $ Heinz Hartmann1 v Ensayos sobre la psicología del yo Saludado por la crítica especializada como “probablemen te el libro más importante de psicoanálisis publicado en los últimos años”, Ensayos sobre la psicología del yo es una tentativa más por acercarse a una psicología general del comportamiento humano, meta entrevista por Freud justa mente cuando profundizaba en sus estudios sobre el yo y sus funciones. En el presente volumen, Hartmann reúne ensayos que abordan diversos aspectos de la teoría psicoanalítica y su vinculación con otras ramas del saber: el concepto de salud 3 en psicoanálisis, la aplicación de los conceptos analíticos a 2 la ciencia social, efestatuto científico deda teoría psicoana- g lítica, las diferencias entre la comprensión y la explicación ^ o los estudios psiquiátricos sobre los gemelos, son algunos " de ellos. Pero, sin duda alguna, el tema central del presen- 2 te libro es las funciones y el desarrollo del yo; un tema que 2 Freud consideró, desde sus primeros acercamientos a él, co- ^ mo extraordinariamente fecundo y vía para alcanzar una c nueva dimensión de la teoría psicoanalítica, y que, sin em- J bargo, no llegó a desarrollar. ^ El método utilizado por Hartmann para abordar los as- 8 pectos evolutivos, adaptativos, integrativos y económicos del *7.. yo, facilita el intercambio entre el conocimiento alcanzado 'g por el análisis y el obtenido por otros métodos psicoanalíti- V) Q eos. De ahí su importancia fundamental. r $1i 000 Fondo de Cultura Económica L Biblioteca de Psicología y Psicoanálisis Dirigida por Ramón de la Fuente ENSAYOS SOBRE LA PSICOLOGÍA DEL YO Traducción de Manuel de la Escalera HEINZ HARTMANN ENSAYOS sobre la psicología del yo a? FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO Primera edición en inglés, 1964 Primera edición en español, 1969 Primera reimpresión, 1978 Seguida reimpresión, 1987 Titulo original: Essays oh Ego Prychology C 1964, International Uníversilies Press, Nueva York D. R. O 1969, Formo na Cultura Económica D. R. © 1987, Fondo oe Cultura Económica, S. A. dc C. V. Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F. ISBN 968-16-0109-2 Impreso en México PREFACIO La primera parte de este volumen está compuesta por una se lección de ensayos sobre la teoría psicoanalítica, que fueron escritos y publicados entre 1939 y 1959. La segunda comprende algunas publicaciones de época anterior cuya preocupación pri mordial no era el desarrollo de las teorías analíticas, pero que, sin embargo, de un modo o de otro, me parece que contribuyen a ello. Los escritos contenidos en la Primera Parte se reprodu cen en orden cronológico y casi sin sufrir variación alguna, por lo que han resultado inevitables algunas repeticiones. Como estos ensayos —aun aquellos que forman la Primera Parte del libro— muestran el desarrollo de mi pensamiento durante un periodo de tiempo relativamente largo, la exposición de los mis mos temas difieren en ciertos casos de los escritos más antiguos a los más recientes. Por último, quiero advertir que sólo en muy contadas ocasiones se han añadido algunas referencias a trabajos efectuados después de la primera aparición de estos artículos por separado. Agradezco ai Dr. Stefan Betlheim su consentimiento para la publicación en este libro del trabajo que escribió en colabora ción conmigo (capítulo 17). También deseo dar las gracias a los traductores que acome tieron la ardua tarea de hacer la versión inglesa de aquellos escritos redactados y publicados originariamente en alemán. El difunto Dr. David Rapaport tradujo el capítulo 17; el profesor Jacob Needleman, del Departamento de Filosofía del San Fran cisco State College, tuvo a su cargo la traducción del capítulo 18; y el Dr. Lewis W. Brandt, del Departamento de Psicología de la Farleigh Dickinson University, tradujo los capítulos 19 y 20. Estoy agradecido en particular a Mrs. Lottie Maury Newman, tanto por sus muchas y valiosas sugerencias editoriales, como por la revisión de las traducciones. Y estimo, sobre todo, el am plio conocimiento de la materia que aportó en su tarea, asfe como la ayuda constante y la clara visión de su juicio. 7 INTRODUCCION Los trabajos que se incluyen en este libro tratan de varios aspec tos de la teoría psicoanalítica y, exceptuando unos cuantos, más específicamente del tema indicado por el título principal de la obra. No es éste el lugar adecuado para determinar en detalle su posición con respecto a las diversas tendencias del desarrollo de la psicología psicoanalítica, pero en algunos de dichos tra bajos se hace referencia a este punto con más extensión. La historia del pensamiento de Freud en sus últimos años, y en particular sobre la psicología del yo, ha sido trazada reiterada mente por mí mismo, por E. Kris y por Rapaport. Estos estu dios históricos describen en parte el trabajo del propio Freud y en parte el de contribuyentes posteriores. Aquí bastará con hacer constar que, a consecuencia del trabajo de Freud sobre el yo en los años veintes y treintas, atribuimos ahora al yo una mayor importancia dentro de la totalidad de la personalidad humana y hemos venido gradualmente subrayando tanto su in dependencia parcial como sus aspectos estructurales, dinámicos y económicos. El punto de vista estructural de Freud y, sobre todo, sus últi mas hipótesis sobre las funciones y el desarrollo del yo, añadie ron una nueva dimensión a la psicología psicoanalítica. Ellas señalaron que ésta podría expandirse mucho más, y pronto fue comprendida su verdadera fecundidad. Aun cuando en sus pos treros escritos ofreció un esbozo muy amplio de esta cuestión, ya no pudo conferirle el mismo género de elaboración sistemá tica que antes logró en otros capítulos del psicoanálisis. No obstante, Anna Freud dio, en vida del profesor, un paso impor tante en este sentido, con su sutil clasificación de los mecanis mos usados por el yo en su defensa contra los impulsos ins tintivos * y contra la realidad exterior. El efecto estimulador de estos trabajos, para el desarrollo clínico, teórico y técnico del psicoanálisis, ha sido amplio y penetrante. Mi primer acercamiento a algunas de las preguntas que se han hecho o que pueden hacerse en este nuevo terreno de investiga ción, quedó bien sentado en Ego Psychology and the Problem of Adaptation (1939).** En ciertos casos los trabajos recogidos en este libro representan un desarrollo de los puntos de vista y de las hipótesis que presenté en ese ensayo. El estudio consecuente del yo y de sus funciones prometió acercar más el análisis a la meta establecida por él, por Freud * Instinctual drive en el original. Con esta expresión trata Hartmann de captar en inelés el sentido de la voz alemana Trieb diferente a Instinkt, a la cual sí traduciría la palabra instinct (o la española instinto). Cap. 4 IR.J. ** Hay versión castellana. Pax, México, 1961 [R.3. 8 9INTRODUCCIÓN desde bacía tiempo; convertirlo en una psicología general, en el sentido más amplio de la palabra. La concienzuda investigación de los impulsos y de su desarrollo fue durante mucho tiempo el núcleo de la psicología psicoanalítica, a lo que se añadió pos teriormente un atento escrutinio de las actividades defensivas del yo. El siguiente paso consistió en ampliar el enfoque analí tico a las múltiples actividades del yo, que pueden quedar resu midas bajo el concepto de' "esfera libre de conflictos”. No obs tante, las funciones del yo así descritas pueden, en determinadas circunstancias, resultar secundariamente implicadas en conflic tos de diversos géneros. Y, por otra parte, ejercen muchas veces una influencia en las condiciones y resultados de los conflictos. Esto quiere decir que nuestros intentos de explicar situaciones concretas de conflicto habrán de considerar también a menudo elementos no conflictivos. Las observaciones y consideraciones anteriores pueden llevamos a unmejor entendimiento de la sa lud y sus logros, además de la comprensión del deterioro y distorsión de la función; área ésta que, hablando en sentido estricto, no había sido nunca tema privativo del psicoanálisis, a pesar de que éste haya hecho al mismo contribuciones esencia les. La ampliación del enfoque psicoanalítico de que hablo aquí, ha sido hasta ahora más fructífera probablemente en la obser vación directa por parte de los analistas del desarrollo del niño. Esto, evidentemente, presupone una teoría de la adaptación (y de la integración), que a su vez supone también una teoría de las relaciones objetuales y de las sociales en general. Semejante teoría de la adaptación será más útil para nuestros propósitos cuanto más claramente muestre la acción recíproca entre las funciones adaptativas y las funciones sintéticas (u organizado ras) y de qué modo las primeras facilitan o interfieren las se gundas y viceversa. En uno de sus últimos escritos (1937), Freud sugirió que no sólo los impulsos instintivos, sino también el yo pueden poseer un núcleo hereditario. Pienso que tenemos razones para supo ner que hay, en el hombre, aparatos innatos, que he denomi nado de autonomía primaria, y que tales aparatos autónomos primarios del yo y su respectiva maduración constituyen un fun damento para las relaciones con la realidad exterior. Entre di chos factores originados en el núcleo hereditario del yo, están también aquellos que sirven para postergar la descarga, es decir, que son de naturaleza inhibitoria, y pueden muy bien servir como modelos para defensas posteriores. Por otra parte, aunque no todas, muchas actividades del yo pueden ser seguidas genéticamente hasta sus determinantes en el ello o hasta los conflictos entre el yo y el ello. Sin embargo, en el curso del desarrollo, adquieren normalmente una cierta proporción de autonomía respecto a estos factores genéticos. Los logros del yo, bajo ciertas circunstancias, pueden ser rever- INTRODUCCION10 sibles, pero es importante saber que, en condiciones normales, muchos de ellos no lo son. El grado en que sus actividades han llegado a ser funcionalmente independientes de sus orígenes es esencial para el funcionamiento imperturbado del yo, y es el mismo grado en que estarán protegidas contra la regresión y la instintualización. Hablamos de los grados de esta indepen dencia del yo como de grados de autonomía secundaria. Este criterio —y me refiero a él aquí, porque en ocasiones no ha sido del todo comprendido— no implica ciertamente des deñar el punto de vista genético, tan fundamental en psicoaná lisis. Pero supone una diferenciación en nuestro enfoque de los procesos del desarrollo mental que supone también una diferen ciación más clara entre los conceptos de función y de génesis, la cual es particularmente necesaria en la psicología del yo. Hasta en las mismas funciones del yo, individualmente diferentes, puede haber diversos grados de autonomía secundaria. Ésta es una de las varias razones por las que no son sólo importantes las diferencias entre el yo y el ello, y entre el yo y el superyó, sino también las diferencias en el propio yo y la cooperación y antagonismos entre sus varias funciones (el concepto de conflic tos intrasistemáticos pertenece a este contexto). Tanto en un sentido general como cuando se estudian situaciones concretas de la vida mental, podemos hablar de una jerarquía de funcio nes y de estratos de motivación. La psicología del yo es impor tante para una psicología general no sólo porque añade ciertos estratos de motivaciones a otros conocidos desde hace tiempo en psicoanálisis, sino también porque sólo en este nivel llega el análisis a una comprensión más plena de los modos en que los diferentes estratos se relacionan. La última teoría de Freud sobre la angustia puede ser el mejor ejemplo de esto. Considera ciones estructurales y multidimensionales comparables, y en es pecial contrarias al conocimiento del yo humano, llevan también a una definición más pulcra no del campo psicoanalítico, pero sí del enfoque psicoanalítico como opuesto al "biológico”, y per miten comprender una distinción significativa entre el hombre y los animales inferiores: esa tajante diferenciación entre las funciones del yo y del ello en los seres humanos que excluye la ecuación funcional de los "instintos animales” con lo que en análisis se denomina "impulsos instintivos”. El estudio diferencial del yo sugiere también un ensancha miento del concepto de estructura, que se ha vuelto significativo al hablar de "estructuras en el yo” y de "estructuras en el superyó”. Esto se refiere, en contraste con "flexibilidad”, a una "estabilidad relativa" de las funciones, tal como se observa cla ramente, por ejemplo, en los automatismos. Todos estos problemas deben ser considerados también desde el punto de vista económico. Muchas de las actividades del yo están dirigidas al objeto. Una distinción aún más esclarecedora 11INTRODUCCIÓN es la existente entre las catexias de las funciones y las catexias de los contenidos. Y el concepto de catexia del yo (en oposición a la catexia del ello o del superyó) no coincide con la catexia del "sí mismo" (como opuesta a la catexia del objeto). He pro puesto, por lo tanto, que diferenciemos la catexia libidinal del "sí mismo", o de la "imagen de sí mismo" (la "autorrepresenta- ción"), de la catexia de las funciones del yo, y reservemos el término narcisismo para la primera. Freud había afirmado reiteradamente que el yo trabaja con energía desexualizada. A mí me parece razonable, como también a otros analistas, ampliar esta afirmación para incluir igual mente las energías derivadas de la agresión que, con la media ción del yo, pueden ser modificadas en forma análoga a la descxualización. El término neutralización se refiere, pues, al pro ceso mediante el cual tanto las energías Iibidinales como las agresivas se transforman desde lo instintivo en una modalidad no instintiva, o a los resultados de este cambio. (Deseo hacer mención, por razones de claridad, que el término energía neutra lizada, tal y como aquí se emplea, no es enteramente sinónimo del término "indiferente Energie Edition como "energía neutral”— que Freud utiliza en un pa saje de El yo y el ello). Con la ayuda de esta conceptuación podemos describir sin ambigüedades la distinción, clínicamente importante, de la sexualización (o instintivación en general) y de la neutralización. La autonomía secundaria y la neutralización están estrechamente relacionadas entre sí y con el principio de la realidad. Su desarrollo permite al yo efectuar tareas sintóni cas con la realidad, más allá de las presiones de la satisfacción de las necesidades. Son funciones biológicamente esenciales, si aceptamos la tesis de Freud de que en el hombre es primordial mente el yo el encargado de la autoconservación. Además, la neutralización de la agresión tiene una importancia particular desde que proporciona al hombre una salida al espantoso dilema de destruir los objetos o destruirse a sí mismo. Está justificado y es útil proponer diferentes etapas o grados de neutralización, es decir, estados transitorios entre lo instin tivo y la energía totalmente neutralizada. También podemos pre sumir que el funcionamiento óptimo de diferentes actividades del yo (por ejemplo, de las defensas de una parte y los procesos mentales de la otra) depende de los diversos matices de la neutralización. Estos grados parecen ser correlativos con estados transitorios en la reposición de los procesos primarios por los se cundarios; mas este punto evidentemente necesita una investi gación ulterior. Como acabo de decir, o dar a entender, sería equivocado espe rar que todas las actividades exitosas del yo trabajaran por * En alemán en el original. [R.] *» * —traducido en la Standard 12 INTRODUCCIÓN fuerza mejor con el máximo de neutralización. También es esto evidente, por ejemplo, en el caso delproceso de adaptación, pues hablando en un sentido funcional, el uso de las actividades del yo más altamente diferenciadas no garantizan por sí solas una adaptación óptima: pueden necesitarse funciones más primi tivas para complementarlas. Y hasta ocurre que el propio yo, para cumplir con sus metas, prescinda temporalmente de algunas de sus funciones más altamente diferenciadas. Esto lleva de nuevo al problema de la organización jerárquica de las funcio nes del yo. • • Una vez que el yo se ha desarrollado hasta ser un sistema separado de la personalidad, también ha acumulado una reserva de energía neutralizada, lo que quiere decir que las energías re queridas para sus funciones no necesitan depender enteramente de la neutralización ad hoc. Esto forma parte de su independen cia relativa de las presiones inmediatas internas o externas, y esta relativa independencia forma parte a su vez de una tendencia general en la evolución humana. Es posible que parte de la energía que utiliza el yo no se derive (mediante la neutraliza ción) de los impulsos, sino que pertenezca desde el mismo co mienzo al yo o a los precursores innatos de lo que posteriormente serán las funciones específicas del yo. Podemos hablar de esto como de la energía primaria del yo. Estas breves notas, que tienen el carácter de un sumario, de ben, por supuesto, renunciar a toda pretensión de ser completas. Pero también quiero decir que todos los problemas discutidos y todos los pensamientos adelantados en estos escritos no llegan a constituir una presentación sistemática de la psicología del yo y, mucho menos, una presentación sistemática de las teorías del psicoanálisis en general. El libro de texto sobre la psicología del yo sigue aguardando ser escrito. Pero una tendencia hacia una integración al menos parcial o "ajuste arquitectónico" de las teorías de que trato salta a la vista en un número considerable de capítulos de este libro. Exis te una coherencia interna entre ellos, una relación temática y una continuidad de enfoque suficientes para hacerme sentir que su publicación como una unidad se halla justificada y que, como lo deseo, será provechosa. En este punto puedo afirmar explícitamente que la preocupa ción predominante por la teoría no significa que se menosprecien los fundamentos clínicos del psicoanálisis, ni que la importancia que se da a la psicología del yo suponga una subestimación de otros aspectos de la teoría analítica. El desarrollo y esclareci miento de la teoría han demostrado'ser esenciales para el pro greso del análisis clínico; no obstante, un cierto grado de espe- cialización en materias de investigación ha ejercido un efecto saludable en el psicoanálisis, así como en otros campos. Por supuesto las "teorías por reducción”, frecuentes en varios escri- 13INTRODUCCIÓN tos de la actualidad, que basan sus intentos explicativos en sólo unos pocos entre los muchos factores que considero esencia les, difícilmente podrán evitar el peligro de la esterilidad. He aspirado, consecuentemente, a solucionar los problemas de la psicología del yo estudiándolos dentro del marco de los prin cipios básicos de la teoría psicoanalítica y confío haber acertado en esto. Algunos autores han apuntado el desarrollo de una teoría del yo, que desatiende las intuiciones básicas que debe mos a Freud sobre la psicología de los impulsos instintivos y sobre sus interacciones con las funciones del yo. Consideraría un intento de este género como manifiestamente carente de promesas. El método para abordar los aspectos evolutivos, integrativos, adaptativos y económicos del yo, que propongo en estos trabajos, puede muy bien facilitar el intercambio entre el conocimiento alcanzado en el análisis y el obtenido por los otros métodos psicológicos. Algunos de los conceptos que empleo fueron intro ducidos también con el propósito in mente de permitir una correlación más fácil de los datos analíticos con los obtenidos mediante la observación directa de los niños. Podría anticiparse asimismo que la tendencia analítica de que estoy tratando contie ne posibilidades para desarrollar proposiciones que pueden con vertirse en puntos de partida para la experimentación psicológica. Investigaciones recientes parecen confirmar estas esperanzas. PRIMERA PARTE 1. EL PSICOANALISIS Y EL CONCEPTO DE SALUD (1939) No faltaríamos a la verdad si afirmáramos que en los círculos psicoanalíticos se atribuye menos importancia a la distinción entre la conducta sana y la conducta patológica que fuera de esos círculos. No obstante los conceptos de "salud" y de "enfer medad" ejercen siempre una influencia "latente", por decirlo así, sobre nuestro pensamiento analítico habitual, y no deja de ser útil el intento de esclarecer las implicaciones de estos térmi nos. Además sería un error suponer que este tema posee sólo un interés teórico y que carece de toda significación práctica. Pues en muchas ocasiones, cuando ya se ha dicho y hecho todo, de penderá del concepto psicoanalítico de la salud el que recomen demos un periodo de tratamiento analítico o determinemos los cambios que nos gustaría ver producirse en un paciente, o que consideremos si puede darse por terminado un análisis — así que el asunto resulta importante como factor para nuestros jui cios sobre las indicaciones del presente. Diferencias de pers pectiva en este terreno conducirán finalmente a diferencias en nuestra técnica terapéutica, como la previó con toda claridad Emest Jones (1913) hace muchos años. Cuando el psicoanálisis estaba aún en la infancia, parecía cuestión relativamente sencilla definir la salud y la enfermedad mental. En esa época nos dimos cuenta, por primera vez, de los conflictos que dan origen a la neurosis y creimos que, de ese modo, habíamos conquistado el derecho a diferenciar la salud de la enfermedad. Pero posteriormente se descubrió que podía demostrarse que conflictos que habíamos llegado a mirar como patógenos existían también en las personas sanas; así quedó de manifiesto que la alternativa entre la salud y la enfermedad es taba determinada más bien por factores temporales y cuantita tivos. En una amplitud aún mayor que la de cualquiera otra consideración teórica, nuestra experiencia terapéutica nos obligó a admitir esta verdad, poniendo al descubierto que nuestros es fuerzos habían tenido un éxito muy variable y que no siempre fiemos podido aceptar las explicaciones corrientes - sobre la res ponsabilidad de este estado de cosas. Por último nos vimos forzados a llegar a la conclusión de que el factor cuantitativo de la fuerza de los impulsos instintivos y un factor cuantitati vo que reside en las funciones del yo habían adquirido aquí, al lado de otros factores por supuesto, una importancia que les era propia. Era evidente, además, que los mecanismos no eran patógenos como tales, sino sólo en virtud de su valor topográ fico en el espacio y de su valor dinámico en la acción, si puedo 17 EL PSICOANALISIS Y18 decirlo así. El proceso de modificación del concepto analítico original de la salud ha avanzado hasta una nueva fase gracias a la contribución de la psicología del yo, la cual ha ocupado, du rante casi veinte años, el primer término en el interés psicoanalí- tico. Pero cuanto más vayamos comprendiendo al yo y a sus maniobras y logros en sus tratos con el mundo exterior, tanto más tenderemos a convertir esas funciones de adaptación, reali zación, etc., en la piedra de toque del concepto de la salud. Sin embargo, una definición psicoanalítica de la salud ofrece ciertas dificultades que vamos ahora a examinar. Como es bien sabido, en ningún momento ha sido cosa fácil expresar lo que entendemos realmente por "salud" y por "enfermedad’’ y quizás ia dificultad en diferenciarlas sea aún mayor cuando se trata de las llamadas "enfermedades mentales” que cuando se trata de las físicas. Ciertamente la salud no es sólo un promedio esta dístico. De serlo tendríamosque tomar como patológicos los logros excepcionales de individuos aislados, lo cual sería contra rio a las formas de expresión corriente, aparte de que la ma yoría de las personas muestran características consideradas ge neralmente como patológicas (el ejemplo que se pone con más frecuencia es el de las caries dentales). Así pues, "anormal” en el sentido de desviación del promedio, no es sinónimo de "pa tológico". En los conceptos de salud que predominan más ampliamente, desempeñan un papel considerable las valoraciones subjetivas, sea explícita o implícitamente, y ésta es la razón principal de que tales conceptos, en especial cuando se refieren a la salud y a la enfermedad mentales, pueden variar considerablemente en periodos de tiempo diferentes y entre personas diferentes. Aquí el criterio se halla bajo la influencia de un factor subjetivo, que depende de las condiciones culturales y sociales y hasta de los valores personales. Dentro de. una sociedad uniforme estos cri terios mostrarían semejanzas muy acentuadas, pero esto no los privaría en lo más mínimo de su carácter subjetivo. "Salud” expresa generalmente la idea de perfección vital, lo cual ya im plica de por sí subjetividad en los juicios sobre ella. Un análi sis lógico del concepto de salud tendría que dedicar una atención especial a las valoraciones encamadas en las diferentes concep ciones de la salud.1 Pero no son éstas las únicas dificultades inherentes a una de* finición psicoanalítica de la salud. En tanto que consideremos que la ausencia de síntomas, por ejemplo, sirva de criterio para la salud mental, será comparativamente fácil en la práctica lle gar a una decisión. Pero hasta para establecer una norma así carecemos de bases objetivas absolutas en qué fundar nuestro i Para una exposición más detallada del problema, véase Hartmann {1960 a, 1960 b). EL CONCEPTO DE SALUD 19 juicio; pues no resulta fácil responder con sencillez a la pre gunta de si una manifestación mental dada es un síntoma de enfermedad o, por el contrario, ha de mirarse como un "logro". También es a menudo difícil decidir si la petulancia o la ambi ción de un individuo o la naturaleza de su elección de objeto son síntomas, en sentido neurótico, o bien rasgos de carácter que poseen un valor positivo para la salud. No obstante, esta norma nos proporciona, si no una base para un juicio objetivo, en todo caso el consenso de la opinión, lo que de ordinario basta para toda finalidad práctica. Pero la salud, tal y como se en tiende en psicoanálisis, es algo que significa mucho más que esto. A nuestro parecer, hallarse libre de síntomas de enfermedad no es suficiente para estar sano; y ciframos grandes esperan zas en los efectos terapéuticos del psicoanálisis. Pero a más de esto, el psicoanálisis ha sido testigo de la evolución de una serie de concepciones teóricas sobre la salud que muchas veces esta blecen normas muy severas. En consecuencia, hemos de interro gamos sobre lo que significa la salud en un sentido psicoanalítico. A modo de preámbulo deseamos observar que la misma rela ción del hombre con la salud y la enfermedad presenta a me nudo características de orden claramente neurótico. Cuando estos problemas se hallan en primerísimo término, uno se siente verdaderamente tentado de hablar de una "neurosis de salud". Esta idea ha servido de base a un estudio publicado reciente mente por Melitta Schmideberg (1938).3 Una característica so bresaliente en ciertos casos típicos bien señalados es su convio- ción de que disfrutan de una salud excelente, acompañada de una necesidad compulsiva de descubrir alejamientos en otros, sobre todo de tipo neurótico o psicótico, de su ideal de salud. Tales personas, en determinadas circunstancias, son capaces de llenar una útil función social, precisamente por la forma pecu liar de su neurosis, que los ha elegido para el papel de enferme ros sempiternos del prójimo. En su forma más simple, esta con ducta es de ordinario un mecanismo de proyección: viendo constantemente a los otros como enfermos necesitados de nuestra ayuda, se elude el reconocimiento de nuestra propia neurosis. Del mismo modo Freud expresó una vez la opinión de que muchos analistas aprendían posiblemente a absolverse a sí mismos del acatamiento personal de las obligaciones del análisis, exigiéndo selo a los otros. Sabemos también que una tendencia análoga a sobrestimar las reacciones neuróticas y psicóticas de nuestros semejantes forma parte de las crecientes penalidades de muchos psicoanalistas. Un rasgo común de las "neurosis de salud" con siste en que quienes las padecen no se permiten a sí mismos sufrir o sentirse enfermos o deprimidos (Schmideberg, 1938). Mas una * Véase también la observación efectuada por Glover en la discusión subsiguiente, citada en las páginas 128-130. EL PSICOANALISIS Y20 persona sana debe ser capaz de sufrir y de sentirse deprimida. Nuestra experiencia clínica nos ha enseñado las consecuencias de negar la enfermedad y el sufrimiento, de no ser capaz de admitir que uno también puede enfermarse y sufrir. Hasta es posible que una dosis limitada de sufrimientos y enfermedades sea parte in tegrante delesquema de la salud, digámoslo así, o, más bien, que la salud es~Nalcanzable sólo por caminos indirectos. Sabemos cómo la adaptación afortunada puede llevar a la inadaptación; podría citarse el desarrollo del superyó, como un excelente ejem plo, e igualmente otros muchos. Pero, inversamente, la inadapta ción puede llegar a ser una adaptación exitosa. Los conflictos típicos forman parte intrínseca del desarrollo "normal” y las perturbaciones en la adaptación están previstas en él. Hemos ha llado un estado de cosas semejante con relación al proceso tera péutico del análisis. Aquí la salud incluye claramente reacciones patológicas como medio para alcanzarla. Pero debemos volver al concepto de salud y preguntamos una vez más qué criterios poseemos en psicoanálisis para evaluar la salud y la enfermedad mentales. Ya hemos dicho que no identi ficamos la salud con la carencia de síntomas de enfermedad. Y todavía nos encontramos, no desde un punto de vista empírico, desde luego, pero sí desde un punto de vista pronóstico, en un terreno que es relativamente accesible si tomamos en cuenta en qué medida esa inmunidad a los síntomas es duradera y ca paz de resistir los choques. Pero las más amplias implicaciones que el término salud supone para nosotros y aquello a que aspira el análisis en este sentido, no es posible reducirlo fácilmente a una fórmula científica. Al mismo tiempo, encontramos buen nú mero de formulaciones teóricas y útiles que conciernen a los atributos del estado de salud al que deseamos llevar a nuestros pacientes con la ayuda de los métodos de que disponemos para el análisis. De estas formulaciones, la más general es la de Freud: "Donde estuvo el ello, estará el yo” (1923a) o la de Nunberg: "Las energías del ello se hacen más móviles, el superyó se vuelve más tolerante, y el yo se libera de la angustia, quedando resta blecida su función sintética" (1932, p. 360). Pero la distancia que media entre estas formulaciones, forzosamente esquemáticas, y la medición de los estados reales de salud mental, o del grado real de salud mental de que disfruta un individuo dado, es mucho mayor de lo que uno querría. No es nada fácil ajustar estas con cepciones teóricas de la salud a lo que nosotros de hecho deno minamos "estar sano”. Además se tiene la impresión de que las concepciones individuales de la salud difieren ampliamente entre los mismos psicoanalistas, de acuerdo con las metas que cada cual se ha fijado en base a sus propios puntos de vista sobre el desarrollo humano, y, como es natural, de acuerdo también con su filosofía, sus simpatías políticas, etc. Acaso en el futuro sea aconsejable proceder con cautela antes de pretender llegar a una 21EL CONCEPTO DE SALUD formulación teórica precisa del concepto de salud;de lo contra rio, correremos el riego de permitir que nuestras normas acerca de la salud dependan de nuestras preocupaciones morales y de otras aspiraciones subjetivas. Evidentemente, es esencial que se proceda siguiendo directrices puramente empíricas, es decir, exa minando desde el punto de vista de su estructura y desarrollo las personalidades de aquellos a quienes se considere en realidad sanos, en lugar de permitir que nuestras especulaciones teóricas nos dicten lo que "debemos" mirar como sano. Ésta es precisa mente la actitud adoptada por el psicoanálisis frente a las disci plinas normativas. No se pregunta si esas normas están justifica das, sino que concentra su atención en un problema totalmente diferente, a saber, en el problema de la génesis y la estructura de la conducta a la que de hecho, por la razón que fuere, se le ha asignado un lugar en una escala de valores positivos y negativos. Encima, los patrones teóricos de la salud son por lo general dema siado estrechos, en la medida en que subestiman la gran di versidad de tipos que en la práctica pasan por sanos. No es necesario decir que el análisis mismo posee también criterios destinados a servir como guías puramente prácticas, tales como los tests que se aplican con tanta frecuencia para medir la ca pacidad de realización y de goce. Pero aquí me he propuesto examinar con mayor detalle esos es quemas teóricos para la clasificación de la salud mental y de la enfermedad mental, que encontramos presentes, ya sea expresa mente o por implicación, en la literatura psicoanalítica; y con tal finalidad debemos preguntamos a nosotros mismos qué con ceptos de la salud han sido de hecho propuestos y no si ciertos conceptos "deben” ser propuestos. Estas descripciones de una persona sana o "adaptada biológicamente", si nos limitamos en teramente a los perfiles más amplios y generales, revelan un desarrollo pronunciado en dos direcciones. Apenas es preciso decir que, en ninguna de ellas, se trata meramente de un factor sub jetivo, de alguna predilección personal que logra expresarse; son siempre el resultado de una rica cosecha de experiencias clínicas y de experiencias, muy valiosas también, en el proceso analítico de la curación. Estas dos direcciones destacan, como meta del desarrollo y de la salud, por un lado la conducta racional y por el otro la vida instintiva. Esta doble orientación atrae ya nuestro interés, puesto que refleja el doble origen del psicoanálisis en la historia del pensamiento: el racionalismo de la era de la Ilustra ción y el irracionalismo de los románticos. La circunstancia de que esos dos aspectos sean exaltados en la obra de Freud refleja sin la menor duda una auténtica intuición del dualismo que, en efecto, anima el problema. Ahora bien, las concepciones analíticas de la salud, que se han desarrollado sobre la base de las sugeren cias freudianas, proceden con frecuencia a asignar una promi nencia indebida a uno de estos puntos a expensas del otro. EL PSICOANALISIS Y22 Cuando en el análisis se comete la equivocación de contraponer el ello, como la parte biológica de la personalidad, al yo, como su componente no biológico, se fomenta naturalmente la inclina ción a convertir la "vida” y la "mente” en valores absolutos. Si, además, reconocemos todos los valores biológicos como supre mos, nos habremos acercado de un modo peligroso a la enferme dad de nuestro tiempo, cuya naturaleza consiste en venerar el instinto y menospreciar la razón. No cabe duda de que estas ten dencias, que llevan a la glorificación del hombre instintivo y que en esta época asumen un cariz altamente agresivo y político, desempeñan un papel menos destacado en la literatura propia del psicoanálisis, o sometida a su influencia, que fuera de ella. Al otro extremo de la escala encontramos el ideal de una acti tud racionalista y entonces se nos ofrece el hombre "perfecta mente racional” como modelo de la salud y como una figura generalmente ideal. Este concepto de la salud mental merece ser . examinado más de cerca. Parece suficientemente claro que existen ciertas conexiones entre la razón y la adaptación afortunada; pero esta conexión no es tan sencilla como pretenden muchos trabajos psicoanalíticos. No deberíamos dar por supuesto que el reco nocimiento de la realidad equivale a adaptarse a la realidad. La actitud más racional no constituye necesariamente una condición óptima para los fines de la adaptación. Cuando decimos que una idea o'un sistema de ideas está "de acuerdo con la realidad”, esto puede significar que el contenido teórico del sistema es verdade ro; pero también que el traslado de esas ideas a la acción da como resultado conducirse de un modo apropiado a la ocasión. Una vi sión correcta de la realidad no es el único criterio para determi nar si la acción particular está de acuerdo con la realidad. Debe mos también considerar que un yo sano ha de ser capaz de servirse del sistema de control racional y al mismo tiempo de tener en cuenta el hecho de la naturaleza irracional de otras actividades mentales. (Esto forma parte de su función coordinadora u or ganizadora; véase el capítulo 3.) Lo racional debe incorporar lo irracional como un elemento para sus designios. Además, tenemos que admitir que el avance de la "actitud racional” no es unifor me, por decirlo así, a lo largo de un solo frente. Se tiene muchas veces la impresión de que un progreso parcial a este respecto trae consigo un retroceso parcial en otras direcciones. Ocurre evidentemente lo mismo con el proceso de la civilización como un todo. El progreso técnico puede muy bien ir acompañado de la regresión mental o puede realmente producirla por medio de los métodos masivos (Mannheim, 1935). Aquí sólo me es posi ble ofrecer estas ideas en sus líneas generales; pero en otro lugar las he desarrollado con más amplitud (1939a). Ellas nos muestran la necesidad de revisar aquellas concepciones analíticas que sos tienen que el individuo más racional (en el sentido corriente de la palabra) es también psicológicamente el más sano. 23EL CONCEPTO DE SALUD Existe otro criterio fundamental sobre la salud de la mente, válido para la psicología, pero de un carácter menos general, que posee un arraigo más firme en los conceptos estructurales del aná lisis ; me refiero al criterio de la libertad. Por libertad no se alude al problema filosófico del libre albedrío, sino más bien al estar libre de angustia y de emociones, o a la libertad para realizar una tarea. Corresponde a Waelder (1936b) el mérito de haber introdu cido este criterio en el psicoanálisis. Creo que en la raíz de esta concepción yace una idea bien fundamentada; sin embargo, hu biera preferido evitar el uso del término libertad, por ser tan equí voco en su significado y por haber sido tan excesivamente usado por los sucesivos filósofos. En el contexto presente, libertad signi fica sólo el control que se ejerce por medio del yo consciente y pre consciente y puede muy bien ser remplazado por esa definición. La movilidad o la plasticidad del yo es sin duda uno de los requi sitos previos de la salud mental, puesto que un yo rígido podría ser un obstáculo para el proceso de adaptación. Pero es conve niente añadir que un yo sano no ha de ser sólo plástico ni serlo en toda ocasión. Por importante que sea esta cualidad, parece hallarse subordinada a otra de las funciones del yo. Un ejemplo clínico esclarecerá este punto. Todos estamos familiarizados con el temor obsesivo del neurótico a perder su autocontrol, un factor que hace muy difícil para él el asociarse libremente. El fe nómeno de que nos ocupamos está todavía más claramente seña lado en las personas que, por temor de perder su yo, son incapa ces de llegar al orgasmo. Estas manifestaciones patológicas nos enseñan que un yo sano debe estar evidentemente en posición de permitirse algunas de sus funciones más esenciales, incluyendo entre ellas su "libertad’' paraser puesto fuera de acción en oca siones, de modo que pueda abandonarse a la "compulsión" (con trol central). Esto nos lleva al problema, hasta ahora casi entera mente descuidado, de una jerarquía biológica de las funciones del yo y a la noción de la integración de los opuestos, que ya encontramos al tratar del problema de la conducta racional. Creo que dichas consideraciones relativas a la movilidad del yo y a la desconexión automática de sus funciones vitales, nos han permitido efectuar progresos muy considerables hacia el descu brimiento de una condición importante de la salud mental. Los hilos que nos guían desde este punto hacia el concepto de fuerza del yo son claramente visibles. Pero no quiero ahora ocuparme de tema tan gastado.8 Debo ahora desarrollar esta exposición crítica de las concep ciones psicoanalíticas de la salud en una dirección que nos faculte para penetrar más profundamente en el terreno de la teoría del yo. Por razones obvias, el psicoanálisis se ha ocupado hasta 3 Para este v otros temas que se exponen en los párrafos siguientes, véase también Hartmann (1939a). EL PSICOANALISIS Y24 hoy principalmente de las situaciones en que el yo se encuentra en conflicto con el ello y el superyó y, más recientemente, con el mundo exterior. Ahora bien, en ocasiones nos topamos con la idea de que el contraste entre un desarrollo presidido por un conflicto y un desarrollo pacífico puede relacionarse automáticamente con el contraste que ofrecen la salud y la enfermedad mentales. He aquí una opinión enteramente equivocada: los conflictos forman parte integrante del desarrollo humano dado que proporcionan los estímulos necesarios. Tampoco la distinción existente entre las reacciones sanas y las patológicas corresponde a la que hay entre la conducta que se origina en las defensas y la que no. No obs tante, no es raro ni mucho menos encontrar en la literatura psico- analítica pasajes donde se sostiene que debe tomarse como patológico todo cuanto sea suscitado por las necesidades de la defensa, o resulte de una defensa desafortunada. Está perfec tamente claro, sin embargo, que una medida afortunada en re lación con las necesidades de la defensa puede ser un fracaso desde el punto de vista de los logros positivos, y viceversa. En realidad, nos estamos refiriendo aquí a dos enfoques distintos para clasificar los mismos hechos y no a dos series diferentes de hechos. Esta consideración no invalida nuestra experiencia de que es la función patológica la que ofrece el enfoque más pro vechoso de los problemas del conflicto mental. De modo seme jante, primero hubimos de familiarizamos con los mecanismos de defensa en su aspecto patógeno y sólo ahora hemos llegado gradualmente a entender el papel que desempeñan en el desarro llo normal. Se diría que no podemos apreciar adecuadamente el valor positivo o negativo que tales procesos tienen para la salud mental, mientras pensemos solamente en los problemas del conflicto mental y dejemos de considerar estos procesos tam bién desde el punto de vista de la adaptación. Si examinamos tales cuestiones más atentamente, en muchos casos haremos el interesante descubrimiento de que el camino más corto hacia la realidad no es siempre el más prometedor desde el punto de vista de la adaptación. Con frecuencia apren demos a encontrar nuestra orientación con respecto a la realidad por caminos descarriados, y que esto haya de ser así resulta algo inevitable y no un mero "accidente". Sin duda aquí se da una típica secuencia: el apartarse de la realidad lleva a un cre ciente dominio de ella. (En sus características esenciales este modelo se cumple ya en el proceso del pensamiento; la misma observación puede aplicarse a la actividad imaginativa, a la evita ción de situaciones insatisfactorias, etc.) La teoría de las neurosis ha presentado siempre el mecanismo del alejamiento de la rea lidad sólo en términos de procesos patológicos; pero el examen de este problema desde el punto de vista de la adaptación, nos enseñará que semejante mecanismo tiene un valor positivo para la salud (véase también A. Freud, 1936). 25EL CONCEPTO DE SALUD En relación con esto, un nuevo problema reclama nuestro in terés; me refiero a la forma en que empleamos los términos "regresión" y "regresivo" dentro del sistema analítico de cri terios para estimar la salud mental. Nos hemos habituado a pensar en la conducta regresiva como la antítesis de la conducta adaptada a la realidad. Todos estamos familiarizados con el pa pel que desempeña la regresión en la patogénesis y por esa mis ma razón no necesitaré ocuparme de ese aspecto del problema. Pero en la realidad de los hechos, hemos de distinguir entre las formas progresivas de la adaptación y las regresivas. No encon traremos dificultad para definir la adaptación progresiva; sig nifica una adaptación en la dirección del desarrollo. Pero asi mismo hay ejemplos de adaptaciones afortunadas que se han conseguido por medio de la regresión. Entre ellos tenemos muchos en la actividad de la imaginación; otro ejemplo más es el proporcionado por la actividad artística, así como por esos dispositivos simbólicos para facilitar el pensamiento que encon tramos hasta en la ciencia, en donde éste es de lo más estricta mente racional. No estamos preparados para percibir al primer golpe de vista por qué se da con tan relativa frecuencia el caso de que la adap tación se logre sólo mediante estos rodeos regresivos. Probable mente la posición verdadera sea que con su yo, especialmente tal y como se expresa en el pensamiento y la acción racionales, y en su función sintética y diferenciadora (Fuchs, 1936), el hom bre se halle provisto de un órgano de adaptación altamente diferenciado, pero que este órgano altamente diferenciado re sulta a las claras incapaz por sí mismo de garantizar un máxi mo de adaptación. Un sistema de regulación que opera al más alto nivel del desarrollo no es suficiente para mantener un equi librio estable; se requiere un sistema más primitivo para com pletarlo. Las objeciones que me siento obligado a elevar contra las defi niciones de la salud y de la enfermedad mentales, últimamente mencionadas (en conexión con los problemas de la defensa, de la regresión, etc.), pueden resumirse así: esas concepciones de la salud abordan el problema con excesivo apego a la perspectiva de las neurosis, o, más bien, están formuladas en términos de contraposición con las neurosis. Los mecanismos, etapas de des arrollo, modos de reacción, con los que nos hemos familiarizado • por el papel que desempeñan en el desarrollo de las neurosis, son relegados automáticamente al terreno de lo patológico; y la salud es caracterizada como un estado en el que esos elementos se hallan ausentes. Pero la contraposición así establecida con las neurosis no puede tener significado alguno mientras no consi gamos valorar el grado en que estos mecanismos, etapas de desarrollo y modos de reacción, se hallan activos en individuos sanos o en el desarrollo de aquellos que posteriormente lo serán; EL PSICOANALISIS Y26 es decir, mientras una "psicología normal" analítica brille aún por su ausencia. Es ésta una de las razones por las cuales el análisis de la conducta adaptada a la realidad es hoy considera do precisamente de tanta importancia. Debo añadir que la naturaleza arbitraria de tales definiciones de la salud y de la enfermedad mentales son con mucho menos evidentes en la literatura psicoanalítica, propiamente dicha, que en muchas de sus aplicaciones a las circunstancias sociales, a la actividad artística, a la producción científica, etc. Ahí donde entran en juego, con toda claridad, las valoraciones éticas, esté ticas y políticas, y se procede a hacer uso del concepto de salud con fines especiales, tiene que haber una amplitud mucho mayor para tales enjuiciamientos arbitrarios. Escamoteando diestra mente estos tipos de normas, resulta bastante fácil demostrarque aquellos que no comparten nuestra visión política o general de la vida son neuróticos o psicóticos, o que las condiciones sociales, a las cuales por alguna razón nos oponemos, han de ser consideradas como patológicas. Creo que todos vemos con clari dad que tales juicios —los compartamos personalmente o no— carecen de todo derecho a ser formulados en nombre de la cien cia psicoanalítica. Ahora ha quedado completamente claro para nosotros en qué sentido muchos de los conceptos de salud y de enfermedad, de que nos ocupamos en este escrito, se hallan más necesitados de ampliación; a saber, en la dirección de las relaciones del sujeto con la realidad y de su adaptación a ella. No pretendo sugerir que en esos intentos de formular una definición, de llegar a un concepto teórico de la salud, haya sido olvidado el factor adaptativo, ya que está muy lejos de ser ése el caso. Pero la forma en que se expresa el concepto mismo de adaptación, mues tra que se halla en muchos aspectos deficientemente definido; y, como ya lo he hecho notar, "la conducta adaptada a la rea lidad” ha ofrecido hasta ahora escasas oportunidades para ser abordada psicoanalíticamente. También es obvio que eso que designamos como salud o enfer medad está íntimamente ligado con la adaptación del individuo a la realidad (o, empleando una formulación muchas veces repe tida, con su sentido de autoconservación). Recientemente hice un intento de explorar con más profundidad los problemas con que se enfrenta el psicoanálisis en esta circunstancia (1939a). Aquí me limitaré a unas cuantas sugerencias que pueden parecer dig nas de consideración para estructurar una definición de la salud. El ajuste del individuo a la realidad puede hallarse en opo sición al de la raza. Ahora bien, es verdad que estamos habitua dos, desde el punto de vista de nuestras metas terapéuticas, a conceder un margen importante de prioridad a las exigencias de la adaptación del individuo sobre las de la raza. Pero si de bemos de insistir en la existencia de cierta conexión entre la 27EL CONCEPTO DE SALUD salud mental y la adaptación, nos veremos obligados a admitir, a la luz de nuestras anteriores observaciones, que el concepto de salud puede tener significados contradictorios según se pien se en él relacionándolo con el individuo o con la comunidad. Por otra parte, es conveniente distinguir entre la condición de estar adaptado y el proceso por el cual se logra la adaptación. Por último, debo señalar que dicha adaptación sólo es suscepti ble de ser definida en relación con alguna otra cosa, en referencia al medio circundante específico. El estado real de equilibrio alcanzado en un individuo dado no nos dice nada acerca de su capacidad de adaptación, en tanto no hayamos investigado sus relaciones con el mundo externo. Así, una “capacidad de realización y de goce" sin obstáculos, considerada sólo aislada mente, no nos dirá nada decisivo con respecto a la capacidad para adaptarse a la realidad. Por otro lado, las perturbaciones en nuestra capacidad de realización y de disfrute (por razones de simplicidad me atengo a estos criterios habituales) no deben ser valoradas únicamente como un indicio de fracaso en la adapta ción. En realidad, esto no era preciso decirlo y si lo menciono es porque en ocasiones se pasa por alto cuando se intenta formular una definición. Como un factor indispensable para evaluar las fuerzas de adaptación del individuo, debemos destacar las rela ciones de éste con un “ambiente promedio típico”. Y si vamos a establecer criterios de salud basados en la adaptación o en la capacidad para adaptarse, habrá que tener en cuenta todos estos aspectos del concepto de adaptación. Debemos insistir en que los procesos de adaptación son adecuados sólo dentro de un radio limitado de condiciones ambientales; y que los esfuerzos afortu nados para adaptarse a situaciones externas específicas pueden, por caminos indirectos, llevar al mismo tiempo a inhibiciones en la adaptación que afecten al organismo. Freud (1937a) caracterizaba hace poco este estado de cosas con una cita de Goethe: “La razón se vuelve sinrazón; lo benéfico, un tormento.” A la inversa, cuando la miramos desde este ángulo, la proposición de que la naturaleza del medio ambiente puede ser tal que un desarrollo patológico de la psique ofrezca una solu ción más satisfactoria que un desarrollo normal, pierde su ca rácter paradójico. Esta exposición, forzosamente condensada, tiene que hacer sin duda que las consideraciones aquí bosquejadas aparezcan un tanto áridas; pero estoy convencido de que ningún analista hallaría dificultad alguna en esclarecerlas con ejemplos tomados de su experiencia clínica. A propósito de esto querría insistir una vez más en que estaremos obviamente en mejor posición para relacionar todas estas definiciones con circunstancias con cretas y clínicamente manifiestas, aplicando así el concepto de salud de un modo inequívoco y digno de confianza, cuando, sea mos capaces de avanzar un poco más en el terreno de la "ps:- 28 EL PSICOANALISIS Y cología normal” analítica, en el análisis de la conducta adaptada. Creo que un examen más atento de los fenómenos de adaptación puede también ayudamos a evitar la oposición entre la concep ción "biológica” y la "sociológica” del desarrollo mental, que desempeña cierto papel en el análisis, pero que es fundamental mente estéril. Sólo cuando consideremos los fenómenos sociales de adaptación en su aspecto biológico, podremos realmente em pezar a "lograr una psicología correctamente situada en la jerar quía de la ciencia, es decir, como una ciencia biológica” (Jones, 1936). Es importante que nos percatemos con claridad tanto de que existe una estrecha relación entre adaptación y síntesis como de la amplitud de dicha relación. Un requisito previo de la adap tación afortunada es una "organización del organismo”, la repre sentación específica de lo que en la esfera mental ponemos en relación con la función sintética (y también con la función dife- renciadora, la cual, sin embargo, ha sido explorada menos com pletamente); por otra parte su eficacia dependerá sin duda de la medida en que la adaptación se logre. Es un proceso que visto "desde dentro” puede muchas veces aparecer como una perturbación de la armonía mental, pero que si se lo ve "desde fuera” hay que caracterizarlo como un trastorno de la adapta ción. Así también los conflictos instintivos están vinculados muy frecuentemente con una relación perturbada con el medio am biente. A este respecto es también significativo que el mismo proceso de defensa sirva comúnmente a la doble finalidad de adquirir dominio sobre los instintos y de alcanzar una acomoda ción con el mundo exterior. Al tratar así de hacer de la adaptación, y en especial de la síntesis, la base de nuestro concepto de la salud, creemos haber llegado a un concepto de la salud "evolutivo". Y de hecho esto representa una contribución psicoanalítica al concepto de la salud menta] que no debe ser subestimada. Pero por otra parte, un concepto que relaciona el grado de salud mental con el grado de desarrollo alcanzado realmente (equiparando el factor del control racional y, en el plano instintivo, el logro de la etapa genital como un requisito previo de la salud) sufre de ciertas limitaciones, cuando menos por lo que respecta al yo, limita ciones a las que he aludido brevemente. Resumiendo: Me he esforzado por exponer y dilucidar cierto número de puntos de vista que ha adoptado de hecho el psico análisis para llegar al concepto de salud, ya sea expresamente o por implicación. De una manera unilateral procedí a destacar, a fin de fijar en ellas casi exclusivamente la atención, esas condi ciones de la salud mental que se consideran relacionadas con el yo. Intencionalmcnte me he limitado de este modo. Me parece que han existido buenas razones para que la psicología del ello no haya logrado proporcionamos una clave delos problemas de 29EL CONCEPTO DE SALUD la salud mental. Además al efectuar mi estudio desde el punto de vista del yo, me encuentro en posición de discutir ciertos problemas de la teoría del yo que no tienen definitivamente menos importancia que la cuestión de nuestros criterios sobre la salud. La contribución que personalmente haya sido capaz de hacer para el desarrollo y la crítica posteriores de estas opinio nes, no nos capacita ciertamente para formular un concepto de la salud mental en términos simples, inequívocos y terminantes. Pero confío en que nos ayudará a discernir con toda claridad en qué dirección deben desarrollarse esos prolegómenos para una futura teoría analítica de la salud. 2. PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA (1944) Es evidente hoy en día que muchos problemas pertenecientes a las ciencias sociales no sólo pueden, sino deben ser considera dos desde el punto de vista psicológico. Los resultados del psico análisis y de la psicología y psiquiatría no analíticas están siendo consultados en grado creciente por los sociólogos. Del mismo modo los psicólogos y psiquiatras, en particular los psicoanalis tas, han invadido el campo de la sociología. Se reclaman los servicios del psicólogo también cuando se discuten problemas prácticos, tales como cuestiones de educación, de criminología, de mora!, propaganda o temas análogos. Sería de esperar que cualquier psicólogo que no se limite a expresiones aisladas de la personalidad humana, o a sus capas superficiales, como ocurría en algunas de las escuelas psico lógicas más antiguas, tendrán finalmente que enfrentarse con la tarea de explicar la relación del individuo con su medio social; por otra parte, todo abordamiento sociológico ha de basarse en ciertos supuestos concernientes a la estructura y la conducta de la personalidad humana. La sociología en realidad es un estudio de la conducta humana, aun cuando se limite sólo a uno de sus aspectos. Por lo tanto, es completamente plausible que la socio logía halle su base en las leyes de la psicología. Los primeros conceptos sobre la sociedad usados por los psicólogos, y los de la personalidad humana empleados por los sociólogos, eran altamente esquemáticos y, debido a eso, no particularmente fruc tíferos. Esos conceptos pocas veces iban más allá del punto a donde podía llegarse por medio del sentido común, dentro de las condiciones de una educación media. Varios sociólogos, des ilusionados con los métodos de la psicología científica en boga de ese tiempo, crearon una psicología propia que se adaptaba mejor a sus necesidades. Al hacerlo, siguieron el camino tomado por los pedagogos, criminólogos y esteticistas, quienes igual mente se encontraban en situación desventajosa por la ausencia de un conjunto de conocimientos empírico y sistemático de esas funciones de la personalidad que eran de interés destacado para ellos. No toda psicología, ni aun aquella que puede ofrecer resulta dos correctos y verificables, está cualificada para responder a las preguntas de la ciencia social. Muchas escuelas psicológicas han desdeñado por completo las relaciones sociales del individuo. Hablan de las leyes que rigen los procesos de pensamiento sin tomar en consideración el mundo a que el pensamiento se refie re; hablan de las leyes de la afectividad, descuidando los objetos 30 31PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA de las emociones y las situaciones que las provocan. £n otras palabras, no toman en cuenta los objetos concretos en relación a los cuales se produce la conducta, o a las raíces de la conducta en situaciones vitales concretas. Esto se debe a que estudian al individuo como si estuviera completamente aislado del mundo de los fenómenos sociales. Los fenómenos psicológicos de grupo son, por lo tanto, completamente inaccesibles a este tipo de enfo que psicológico, pues semejante separación del individuo del mundo en que vive es enteramente artificial. Esta tendencia ha sido un serio obstáculo en el desarrollo de la psicología, no sólo en las aplicaciones sociales, sino en muchos otros contextos también. Frcud y el psicoanálisis dieron a la ciencia un cambio definitivo de dirección. Sin duda, a fines del siglo pasado, pocos estudiosos habrían podido anticipar que la base para una psicología de las relaciones entre los seres humanos fuera a provenir del estudio de las neurosis. Y como ocurrió en realidad, a través del nuevo enfoque del problema de la neurosis -—un enfoque completa mente ajeno a la atmósfera del laboratorio psicológico—, la com plejidad plena de las relaciones de un individuo con sus prójimos, como objetos de amor, de odio, de temor y de rivalidad, se convirtió de pronto en el foco principal de interés psicológico, probablemente sin que Freud haya previsto la dirección que su trabajo tomaría. Como lo acabamos de indicar, el abordamiento de este campo se efectuó mediante la patología y, más allá de ésta por el estudio de los impulsos instintivos humanos, de su desarrollo, transformaciones e inhibiciones. Desde entonces, el análisis se ha desarrollado convirtiéndose en una psicología gene ral, que incluye también el análisis de la conducta normal y de otras estructuras psíquicas. El hecho, sin embargo, de que el psicoanálisis tenga este origen, de que haya empezado como una psicología de los fenómenos mentales "irracionales" y de lo inconsciente, o más bien del ello, fue, en conjunto, decisivo para su desarrollo, así como para el de la psicología social. Es evi dente que una psicología que analiza sólo el interés consciente del individuo por el poder, la posición social, el deseo de lu cro, etc., ignorando las raíces de esos intereses en el ello, tiene que resultar demasiado estrecha para hacer justicia a la extra ordinaria variedad de los fenómenos sociales que requieren elu cidación. Aun muchas formas de conducta que parecen "racio nales" adoptan un aspecto diferente si no se ven como fenóme nos aislados, sino a la luz de la conducta total del individuo. En términos psicoanalíticos diríamos que aparecen a una luz dife rente cuando los observamos no sólo bajo el aspecto del yo, sino también bajo los aspectos del ello y del superyó. Podemos preguntar: ¿en qué forma la relación de un indivi duo con sus prójimos y con la "sociedad” entra en la esfera del psicoanálisis? En primer lugar, las relaciones amorosas del hom- PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA32 bre, en el sentido más amplio de la palabra, es decir, desde las manifestaciones sensuales hasta las sublimadas (la amistad, por ejemplo), y la protesta de la sociedad contra muchas formas de expresión sexual, captó el interés de quienes trabajan en ese campo. Posteriormente, el psicoanálisis trabó contacto también con otros tipos de relaciones, tales como las tendencias agresi vas y las identificaciones, que se volvieron igualmente impor tantes en la psicología de grupo. El enfoque esencial para la com prensión de estos fenómenos, aquí como en cualquiera otra parte del psicoanálisis, fue el genético. El estudio del desarrollo de las relaciones objetuales humanas ha sido una de las partes más importantes del análisis desde sus comienzos. La forma en que el niño aprende a elegir y reconocer los objetos y la forma en que estas relaciones objetuales infantiles, mediante repeticio nes, desplazamientos, inversiones y demás, influyen decisivamen te en las relaciones amorosas del adulto tanto como en sus relaciones sociales, dentro de la vida profesional y política, cons tituye uno de los temas principales de la experiencia analítica, que hasta la fecha aún no ha sido plenamente agotado. Aquí escojo sólo un grupo de problemas que parecen ofrecer una base adecuada para ciertas reflexiones. El bebé, desde el momento de su nacimiento (en realidad hasta antes), está en contacto constante con su contorno social, y durante un largo periodo de tiempo su vida depende de esos primeros contactos. Pero al principio la criatura no conoce ob jeto algunoen un sentido psicológico. El proceso de la verdadera cristalización de los objetos sigue a un periodo en el que hubo una notable falta de diferenciación en todas las reacciones, y se produce en estrecha conexión con las necesidades de los im pulsos instintuales, de una parte, y con el desarrollo del yo, de la otra. El reconocimiento del mundo de los objetos se basa parcialmente en el remplazamiento (o modificación) del princi pio del placer por el principio de realidad y dependencia de la cre ciente madurez y fortaleza del yo. Freud descubrió que el des amparo y la dependencia prolongados del niño del mundo adulto tiene dos consecuencias principales, que son importantes desde el punto de vista de su desarrollo. Esta temprana dependencia suscita una diferenciación de gran alcance entre el ello y el yo y fomenta las posibilidades de maduración del yo, así como el proceso de aprender. Pero dicha dependencia también acrecienta la importancia del peligro exterior, tanto como la de aquellos objetos que ofrecen protección, hasta un grado desconocido entre los animales inferiores. Considerando esta dependencia completa del cuidado y la protección de otros, es natural que la necesidad de amor del hombre y su temor de perder el amor del objeto estén fuertemente desarrollados. Es evidente que los hallazgos analíticos de este género son de gran importancia para la sociología. Al mismo tiempo, cuando 33PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA se miran desde el ángulo de la adaptación, la maduración y el aprendizaje, ofrecen un campo que es esencial en la biología humana. La relación del bebé con su madre, la institución del principio de realidad, los cambios en los tipos de gratifica ción instintiva, pueden ser todos descritos "biológicamente" así como "sociológicamente”. Hay, por supuesto, elementos a los cuales esto no puede aplicarse, tales como la dotación instintiva, la constitución del yo, la maduración, etc. Lo cierto es que el psicoanálisis está particularmente interesado en el estudio psico lógico de tales factores "sociales”, que a la vez son de impor tancia "biológica”. Me doy cuenta perfectamente del carácter vago de estos términos, y podría ser de lo más fácil afirmar que estos campos diferentes pueden hallar su lugar en el marco de la sociología, al igual que en el de la biología. Si me concentro aquí en el enfoque sociológico, es porque el tema que trato así lo requiere. Pero no subestimo las implicaciones biológicas de di chos temas. La dependencia y desamparo, que tienen tan larga duración en el niño, son fenómenos que vemos en todos los seres huma nos, sin atender a su cultura y civilización, aun cuando si se com paran rigurosamente pueden no ser idénticos. La forma en la cual el mundo del adulto enfrenta estos problemas difiere, sin embargo, en las diversas civilizaciones. Además, en una civiliza ción dada, el problema no es tratado de la misma manera por todas las familias y aun en la misma familia habrá una variación de un hijo al siguiente. Entre estos factores, pues, hay algunos que son constantes y otros que son variables. No coinciden en absoluto con los factores biológicos y sociológicos. Se puede llegar a los valores promedios, característicos de cualquiera civilización específica con respecto a las fronteras entre ambos, o a la manera, el grado y el tiempo en que los impulsos del niño muy pequeño son controlados por las influencias culturales, o las satisfacciones y frustraciones que el niño experimenta duran te el proceso y el desarrollo peculiar de su yo, el cual reconcilia con mayor o menor éxito las demandas del mundo exterior con sus necesidades infantiles. (Esto es verdad aun cuando en cada caso desempeñan su papel otros factores, tales como el consti tucional y el del desarrollo.) Así como Freud hizo que fueran útiles para la antropología los resultados del psicoanálisis (de esto nos ocuparemos posteriormente), en este contexto se puede emplear la antropología con et fin de resolver problemas ana líticos. Bajo la influencia del psicoanálisis, los antropólogos comenzaron a tomar en consideración los factores arriba expues tos y otros pertenecientes a la misma esfera. Sucede que, como en otras ciencias sociales, conceptos basados en la experiencia analítica sacan a la luz nuevos hechos y nuevas relaciones, y que la nueva manera de plantear las preguntas evoca nuevas res puestas, las que a su vez han resultado de importancia en la PSICOANÁLISIS Y SOCIOLOGIA armazón psicoanalítica. La plasticidad de la condición del niño pequeño y sus límites, el grado en que puede o no ser influido por los factores culturales, se hallan mejor delimitados por los estudios antropológicos que por individualidades analizadoras de la misma cultura. En dichos problemas la antropología tiene cierta validez experimental y puede, en ciertos casos, contribuir con material que confirmará o negará los supuestos psico- analfticos. El aspecto histórico del pensamiento psicoanalítico impide que el análisis sea nada más una doctrina de "la naturaleza del hom bre" en el sentido en que, por ejemplo, los filósofos del siglo xvm consideraban este problema. El psicoanálisis se preocupa por las modificaciones que las condiciones cambiantes ejercen so bre las situaciones y tributos generalmente humanos. Entre esas condiciones y los factores sociales desempeñan un papel único. Aun cuando podamos anticipar la presencia de impulsos instin tivos agresivos en todas las personas, no podemos llegar a la conclusión de que una expresión completamente delineada de estos impulsos, el bélico por ejemplo, haya de ser inevitable en la historia de la humanidad. La expresión de las tendencias agre sivas básicas está determinada por factores que pueden cambiar en el transcurso de las generaciones. Por otra parte, la nega ción de todos los elementos constantes entre aquellos que puede demostrarse que tienen una influencia en el proceso de llegar a ser hombre está, naturalmente, en contradicción con la expe riencia. El psicoanálisis puede ir más allá y demostrar que el ello, el yo y el superyó presentan resistencias de diversos grados a las influencias del mundo externo y particularmente a las que provienen de factores culturales. También nos da el psicoanálisis una idea del modo en que el yo y el superyó pueden modificarse, y del mismo modo nos ofrece una firme indicación de la tenaci dad con que el ello se opone a las influencias del mundo exterior. (No deseo ocuparme en este momento de las transformaciones típicas del ello durante el desarrollo del individuo y de la posi bilidad de influir en el ello mediante el proceso terapéutico del análisis.) En cualquier caso, deseo destacar no sólo que Freud reconoció plenamente la importancia de los factores sociales en el desarrollo del carácter y de la neurosis, sino que fue el pri mero que les proporcionó un sitio científicamente comprensible en las diversas regiones de la psicología y la psicopatología. Acaso fuera provechoso agrupar la gran diversidad de modos por los cuales la conducta del individuo puede ser afectada por factores culturales —cuando menos desde dos puntos de vista diferentes— comenzando con los estratos de la personalidad en que esos factores ejercen una influencia. Ellos pueden, junta mente con otras influencias, codeterminar la estructura central de la personalidad, provocando, por ejemplo, el establecimiento temprano de formaciones de reacción específicas, o pueden co- 34 35PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA determinar el grado de severidad del superyó o el grado de. movilidad del yo. Por otra parte, su efecto puede ejercerse un poco más allá del núcleo de la personalidad. Individuos de la mis ma (o más correctamente, de análoga) constitución e historia infantil serán, sin embargo, impulsados por canales de desarro llo diferentes, según que pertenezcan a una sociedad de una estructura social o de otra y, en esa sociedad, a uno o a otro nivel social, porcuanto que las frustraciones y posibilidades de sublimación, etc., son una característica de la sociedad y del nivel social. (Se da por sabido que no tomo en consideración factores • que no son psicológicos.) Así pues, hay factores culturales que no influyen a la estructura mental de una persona o el modo me diante el cual resuelve sus conflictos, sino sólo a las capas superficiales de la personalidad, por ejemplo, la elección de racionalizaciones, el lenguaje conceptual, ciertos contenidos men tales, etc. Esta distinción sirve meramente para concretar nues tro problema y militar contra la tendencia que considera los factores sociales equivalentes frente a connotaciones psicológicas completamente diferentes. Hay por supuesto transiciones entre los tres grupos de factores que he mencionado. Otra contribu ción igualmente indispensable para la organización de los hechos sociales, de acuerdo con su significación psicológica, consiste en observar sus efectos específicos sobre el ello, el yo y el superyó. Si, por ejemplo, nos enfrentamos con esta pregunta: ¿cuáles son los factores culturales que ejercen una influencia en la fre cuencia y en el tipo de la neurosis?, se debe tomar en considera ción muchos de los grupos de factores mencionados antes, con forme a su importancia individual. El hecho de que la neurosis es el resultado específico de un conflicto entre los impulsos instintivos y el yo y el superyó, sigue siendo la característica psicológica básica de la neurosis cuando se la considera etio- lógicamente. Sin embargo, hay transformaciones del tipo de los fenómenos neuróticos. Los cambios en las formas de las neurosis en la civilización occidental durante la última genera ción, por ejemplo, sugieren que la estructura profunda de la personalidad ha sido modificada por condiciones culturales. Además diversos factores sociales desempeñan su papel. Esto se demuestra por el hecho de que el mismo tipo de neurosis tendrá implicaciones diferentes para personas que vivan en situaciones sociales y económicas diferentes. Por último, existe una diferencia en la sintomatología de las neurosis en las distin tas civilizaciones, lo que tiene que ver exclusivamente con el contenido (la elección del objeto de la angustia en las fobias, por ejemplo). La relativa importancia de los elementos socia les, cuando se comparan con los otros factores que ejercen una influencia en la génesis y forma de la neurosis, es un pro blema que no deseo abordar en este momento. He puesto este ejemplo sólo para mostrar en qué forma debemos dispo- PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA ner de conceptos tales como "cultura", "civilización” y "for mas de sociedad”, que se definen primariamente no por el sis tema conceptual de la psicología, sino por el de otras ciencias al estudiar las relaciones mutuas entre el hombre y la sociedad. No deseo continuar en la senda de volverme cada vez más espe cífico a este respecto, pero me gustaría enfocar una caracterís tica general de estas relaciones mutuas. Presentemos el pro blema mediante una comparación con ciertas observaciones instructivas que tienen que ver con la teoría de la neurosis. Sabe mos que en la histeria la elección del órgano afectado es en parte determinada por las características físicas particulares del órgano. Freud- definió esto como condescendencia somática. Existe una relación análoga entre la estructura mental del indi viduo y el medio social que lo rodea. Esto nos da el derecho de ha blar de condescendencia social, por la que entendemos el hecho de que los factores sociales deben describirse también psicoló gicamente de tal modo que se demuestren sus efectos selectivos, los cuales operan en la dirección de la selección y la realización de ciertas tendencias y su expresión, y de ciertos principios de desarrollo entre ellos los que, en cualquier momento dado, son potencialmente demostrables en la estructura del individuo. Es tos procesos selectivos se hallan presentes en todas las etapas del desarrollo humano. Por lo tanto, estamos primordialmente interesados en esta pregunta: ¿de qué manera y en qué grado una estructura social dada trae a la superficie, provoca o refuerza ciertas tendencias instintivas o ciertas sublimaciones, por ejemplo? Por otra parte, la forma en que las diferentes estructuras sociales facilitan la solución de ciertos conflictos psíquicos por una participación —mediante la acción o la fantasía— de realidades sociales da das, merece también una investigación especial. Tomemos un ejemplo que se adentra ya en la patología. Freud (1924b) des cribió un tipo de persona (masoquistas morales), en el cual la moralidad se sexualiza y los conflictos habituales entre el yo y el superyó se expresan regresivamente en las relaciones sociales y contra las instituciones del mundo exterior. Tales personas esperan e incitan a que las hagan sufrir y las castiguen quienes representan a los padres, a las autoridades personales e imper sonales y al destino. Viviendo en un sistema autoritario absoluto —que sería intolerable para otros tipos de personalidad— se torna posible para una persona así hallar una solución a sus conflictos utilizando la realidad. Hay, entonces, un gran número de personas cuya conducta so cial activa representa no una acción racional, sino una "exhi bición” (acting out), que es más o menos neurótica en relación con la realidad social. En tal "actuación” repiten situaciones de la infancia y tratan de utilizar su conducta social para resolver conflictos intrapsíquicos. Se utiliza también una firme confianza 36 37PSICOANALISIS Y SOCIOLOGIA en la realidad para dominar el miedo. Esto puede tener, aun que no necesariamente, el carácter de un síntoma. También de pende de las peculiaridades del medio social el que los conflic tos y las tensiones angustiosas sean superados por la conducta social. Por otra parte, en ocasiones una modificación de la es tructura social que limita esta actividad o que, por ejemplo, hace más difíciles ciertas actividades sublimadas, lleva a una reaparición de aquellos conflictos que fueron temporalmente do minados y sirve para precipitar una neurosis. (Naturalmente, esto es verdad sólo donde hubo situaciones en la infancia que predispusieron a la persona a desarrollar una neurosis así.) Las posibilidades de adaptación de la misma estructura psíqui ca (o aproximadamente la misma) pueden ser diferentes en tipos de sociedad diferentes y entre clases sociales diferentes. Deter minado grado del carácter compulsivo, por ejemplo, que en cier to grupo o en presencia de determinadas instituciones se mani fiesta como una perturbación adaptativa, produciendo lo que podríamos llamar una falla social, puede, en otras condiciones sociales, no sólo no interferir con el cumplimiento de deberes so ciales esenciales, sino ser realmente responsable de ellos. Si miramos el problema siguiendo las líneas directrices de que nos hemos ocupado hasta ahora, podremos considerar las distintas posibilidades para resolver el conflicto y los diversos grados de estabilidad psíquica que la estructura social ofrece al individuo. Por otra parte, es posible pasar por alto enteramente la cuestión de cuál sea la contribución del medio social a la elaboración del modelo de conducta específico, a la resolución de los conflictos y al grado de equilibrio alcanzado, y formular otra cuestión: ¿cuáles son las funciones sociales que son accesibles, ya sea fácil mente o con dificultad, o que no son accesibles en absoluto, en cualquier encuadre social dado para toda estructura de la per sonalidad dada, independientemente de la manera en que esta estructura se haya desarrollado? (Me reduzco aquí al lado psico lógico del problema.) Apenas hace falta indicar que esta pre gunta puede ser contestada solamente ceteris paribus, pues un gran número de factores no psicológicos, económicos y de otro género, participan en el proceso. Así podemos decir: la relación entre
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