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Anastasio Ovejero Bernal 0 I, !r··'' ~e· ,, \ ,, ra·• I > I ' l ~ > ' '"', : i !,/_ • r "" .. ,.J Y l:·a· '. p .. e r "s··m;' ·ro···., .-·-t·r·n; .·· 1r·:·d· 1·a· ·d·· 1 •. \. : \, , . ,' ) .. • , I '. ' l" 1'f·. i ' .· , l. r ' : . [ . ' Elementos para ·1a construcci6n de una psicologia pospositivista . ~ 11~1111111111111111 H~P 403.634-4 Dado que existen muchos libros -nunca demasiados- sobre Ortega, el lee- . tor se preguntar6 que para que uno m6s. Pues bien, la aportaci6n principal de este libro consiste preciscmente en una nueva lectura del fil6sofo rncdrilefio, lec- tura que acerca a Ortega a la mas candente y actual filosofia: el pensamiento posmoderno. Y posee tombien una segunda aportaci6n, derivada de la ante- rior: la aplicaci6n de esla nueva lectura de Ortega a las ciencias sociales en general y a la psicologla en particular, especialmente de cara a la construcci6n de una psicologla pospositivista que esle a la altura de los tiempos que ahora corren. Su aulor, Anastasio Ovejero Bernal, licenciado y doctor en Psicologla, y licen- ciado en Filosolio, por la Universidad Complutense de Madrid, es actualmente Cclecrolico de Psicologla Social de la Universidad de Oviedo y ha publicado casi un centenar de artlculos y trabajos en diversas revistas cienlificas, osi como una docena de libros entre los que destacan Psicologia Social de la Educaci6n (Barcelona, 1988), El aprendizaie cooperafivo en el au/a (Barcelona, 1990), El individuo en la masa (Oviedo, 1997), Las relaciones humanas (Madrid, 1998) o La Nueva Psicolo ia Social la actual Posmodernida9 (Ovied"""'o,_l.;...9_9....i9 _. __ _. .. ORTEGA Y LA POSMODERNIDAD Elementos para la construcci6n de una psicologfa pospositivista ORTEGA Y LA POSMODERNIDAD Elementos para la construcci6n de una psicologfa pospositivista Elementos para la construcci6n de una psicologfa pospositivista ORTEGA Y LA POSMODERNIDAD :::::> u 403.634-4 ' ANASTASIO lOVEJERO BERNM -· t- l L.. 2 2 JUL 2004' 1.- Crltica de fa razon tecnocientlfica, Eugenio Moya. 2.- Tiempo y sentido, Antonio Sanchez. 3.- La tradici6n uelada: Ortega y el pensamiento humanista, Francisco Jose Martin. 4.- La huida de Persefone. Maria Zambrano y el conflicto de fa tempo ralidad, Jose Ignacio Eguizabal. 5.- Espacios de neiaci6n. El legado critico de Adorno y Horkheimer, Pablo Lopez Alvarez. 6.- Pensando la mente. Perspectivas en Filosofia y Psicologta, Pedro Chacon Fuertes y Mariano Rodriguez Gonzalez. 7.- El enigma del movimiento. Una interpretaci6n de fas refaciones espaciotemporales vdlida para los macro y los microprocesos: La TMU, Alexis Jardines. 8.0rtega y fa posmodernidad Elementos para fa construccion de una psicologia pospositivista, Anastasio Ovejero Bernal. TfTULOS PUBLICADOS Coleccion Razon y Sociedad Dirigida por Jacobo Mufioz Elementos para la construcci6n de una psicologfa pospositivista ORTEGA Y LA POSMODERNIDAD :::::> u 403.634-4 ' ANASTASIO lOVEJERO BERNM -· t- l L.. 2 2 JUL 2004' 1.- Crltica de fa razon tecnocientlfica, Eugenio Moya. 2.- Tiempo y sentido, Antonio Sanchez. 3.- La tradici6n uelada: Ortega y el pensamiento humanista, Francisco Jose Martin. 4.- La huida de Persefone. Maria Zambrano y el conflicto de fa tempo ralidad, Jose Ignacio Eguizabal. 5.- Espacios de neiaci6n. El legado critico de Adorno y Horkheimer, Pablo Lopez Alvarez. 6.- Pensando la mente. Perspectivas en Filosofia y Psicologta, Pedro Chacon Fuertes y Mariano Rodriguez Gonzalez. 7.- El enigma del movimiento. Una interpretaci6n de fas refaciones espaciotemporales vdlida para los macro y los microprocesos: La TMU, Alexis Jardines. 8.0rtega y fa posmodernidad Elementos para fa construccion de una psicologia pospositivista, Anastasio Ovejero Bernal. TfTULOS PUBLICADOS Coleccion Razon y Sociedad Dirigida por Jacobo Mufioz IND ICE Ninguna parte de esta publicacion, incluido disefio de la cubierra, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por nin- gun medic, ya sea elecrrico, qulmico, mecanico, oprico, de grabaci6n o de forocopia, sin permiso previo de! editor. Impreso en Regar, S. A. Impreso en Espafia - Printed in Spain ISBN: 84-7030-860-2 Deposito Legal: M-35.580-2000 © Anastasio Ovejero Bernal, 2000 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2000 Almagro, 38 28010 Madrid Cubierta: A. Imbert IND ICE Ninguna parte de esta publicacion, incluido disefio de la cubierra, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por nin- gun medic, ya sea elecrrico, qulmico, mecanico, oprico, de grabaci6n o de forocopia, sin permiso previo de! editor. Impreso en Regar, S. A. Impreso en Espafia - Printed in Spain ISBN: 84-7030-860-2 Deposito Legal: M-35.580-2000 © Anastasio Ovejero Bernal, 2000 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2000 Almagro, 38 28010 Madrid Cubierta: A. Imbert [9] CAPfTIJLO IV ORTEGA y GASSET: UN PENSADOR PRE-POSMODERNO . 79 1. Inrroduccion 79· 2. Ortega y la crisis de la Modernidad 81 3. <Es Ortega un pensador posmoderno? 89 CAPiTULO III. ORTEGA y HEIDEGGER 57 1. Introducci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. .. . . .. .. . . 57 2. Onega y Heidegger: la fenomenologfa hermeneutica y existencialista . . . . . . .. . . . .... . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. ... ... ... . . . . . . .. . . 5 8 3. Supuesta prioridad de Ortega frente a Heidegger 67 4. Conclusion .. 75 CArfTuLO II. LAs FUENTES INTELECTUALEs DE ORTEGA 33 1. Introducci6n 33 2. Friedrich Nietzsche (1844-1900) 35 3. Georg Simmel (1858-1918) 37 4. Neokantismo de Marburgo 40 5. Whilhelm Dilthey (1833-1911) 42 6. La fenomenologfa 47 7. Conclusi6n 53 CAPfTULO PRIMERO. A.J..GUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFfA INTE- LECTUAL DE ORT.EGA 23 1. Introducci6n 23 2. Algunos dates biograficos . .. .. . .. . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . 24 3. La Guerra Civil y la «Segunda Navegaci6n» 29 4. Conclusion 31 13 lNTRODUCCI6N [9] CAPfTIJLO IV ORTEGA y GASSET: UN PENSADOR PRE-POSMODERNO . 79 1. Inrroduccion 79· 2. Ortega y la crisis de la Modernidad 81 3. <Es Ortega un pensador posmoderno? 89 CAPiTULO III. ORTEGA y HEIDEGGER 57 1. Introducci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. .. . . .. .. . . 57 2. Onega y Heidegger: la fenomenologfa hermeneutica y existencialista . . . . . . .. . . . .... . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .. ... ... ... . . . . . . .. . . 5 8 3. Supuesta prioridad de Ortega frente a Heidegger 67 4. Conclusion .. 75 CArfTuLO II. LAs FUENTES INTELECTUALEs DE ORTEGA 33 1. Introducci6n 33 2. Friedrich Nietzsche (1844-1900) 35 3. Georg Simmel (1858-1918) 37 4. Neokantismo de Marburgo 40 5. Whilhelm Dilthey (1833-1911) 42 6. La fenomenologfa 47 7. Conclusi6n 53 CAPfTULO PRIMERO. A.J..GUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFfA INTE- LECTUAL DE ORT.EGA 23 1. Introducci6n 23 2. Algunos dates biograficos . .. .. . .. . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . 24 3. La Guerra Civil y la «Segunda Navegaci6n» 29 4. Conclusion 31 13 lNTRODUCCI6N A mis hijos, Gonzalo y Andrea, abora que dejaron. rJ: ser nifios y que tengo que aprender de nuevo a conututr con ellos, ya adultos 221 199 210 213 191 191 192 196 174 188 165 165 167 172 154 161 129 129 131 142 fNDICE BrBLIOGRAFfA . CAPfTULO VIII. IMPLICACIONES DEL ORTEGA POSMODERNO PARA LA PSICOLOGfA (SOCIAL) . 1. Introducci6n . 2. Relaciones entre Filosoffa y Psicologfa . 3. Concepto de hombre en Ortega y Gasset .. 4. Ortega, un pensador contradictorio de gran utilidad para la psicologta (social) .. 5. ~Puede Ortega, pues, ser considerado psicosociologo? .. 6. Conclusion . CAPfTULO VII. ORTEGA y SU ESTUDIO DEL LENGUAJE . 1. Introduccion . 2. «Trayectoria linguisrica» de Ortega .. 3. Pensamienro y lenguaje .. 4. Lenguaje, vida y mundo enOrtega: el lenguaje come USO ...•••.•.•.•.........•.•.•••.•••••.•.•.•.•.•.•.•.••.••.•.•..••.•••••••.•.•.• 5. Conclusion . CAPfTULO VI. Socioconstruccionismo y psicologfa social de la ciencia en Ortega . 1. Introduccion . 2. Construccionismo social en Ortega . 3. Ortega y la psicologia social de la ciencia . 4. Mediraci6n de la tecnica: mediocridad del especialismo cientffico . 5. Conclusion . CAPfTULO V VrTALISMO Y PERSPECTIVIsMo: LA TEoRiA ORTEGUIA- NA DE LA VERDAD 105 1. Inrroduccion 105 2. El vitalismo en Ortega 106 3. Conocimiento y verdad en Ortega: el perspecrivismo orteguiano y sus relaciones con el enfoque sociohisto- rico en Psicologfa Social 112 4. Perspectivisrno y relativismo en Ortega...................... 120 5. Conclusiones 125 4. Algunos elementos posmodernos de Ortega 95 5. Conclusion 102 10 A mis hijos, Gonzalo y Andrea, abora que dejaron. rJ: ser nifios y que tengo que aprender de nuevo a conututr con ellos, ya adultos 221 199 210 213 191 191 192 196 174 188 165 165 167 172 154 161 129 129 131 142 fNDICE BrBLIOGRAFfA . CAPfTULO VIII. IMPLICACIONES DEL ORTEGA POSMODERNO PARA LA PSICOLOGfA (SOCIAL) . 1. Introducci6n . 2. Relaciones entre Filosoffa y Psicologfa . 3. Concepto de hombre en Ortega y Gasset .. 4. Ortega, un pensador contradictorio de gran utilidad para la psicologta (social) .. 5. ~Puede Ortega, pues, ser considerado psicosociologo? .. 6. Conclusion . CAPfTULO VII. ORTEGA y SU ESTUDIO DEL LENGUAJE . 1. Introduccion . 2. «Trayectoria linguisrica» de Ortega .. 3. Pensamienro y lenguaje .. 4. Lenguaje, vida y mundo en Ortega: el lenguaje come USO ...•••.•.•.•.........•.•.•••.•••••.•.•.•.•.•.•.•.••.••.•.•..••.•••••••.•.•.• 5. Conclusion . CAPfTULO VI. Socioconstruccionismo y psicologfa social de la ciencia en Ortega . 1. Introduccion . 2. Construccionismo social en Ortega . 3. Ortega y la psicologia social de la ciencia . 4. Mediraci6n de la tecnica: mediocridad del especialismo cientffico . 5. Conclusion . CAPfTULO V VrTALISMO Y PERSPECTIVIsMo: LA TEoRiA ORTEGUIA- NA DE LA VERDAD 105 1. Inrroduccion 105 2. El vitalismo en Ortega 106 3. Conocimiento y verdad en Ortega: el perspecrivismo orteguiano y sus relaciones con el enfoque sociohisto- rico en Psicologfa Social 112 4. Perspectivisrno y relativismo en Ortega...................... 120 5. Conclusiones 125 4. Algunos elementos posmodernos de Ortega 95 5. Conclusion 102 10 INTRODUCCI6N INTRODUCCI6N (15] Aunque es conocido que, por una serie de razones entre las que hay que destacar la Guerra Civil Espanola y sus consecuencias, la influencia de Ortega en las orientaciones dominantes de las cien- cias sociales -sobre todo en sociologfa y psicologfa- no ha sido, como sefiala Torregrosa (1985, pag. 55), todo lo que la hondura y clarividencia de su pensamiento permitfan, sin embargo, tambien es cierto que, en un cierto sentido, nuestro contexto inrelectual ha estado mas impregnado de Ortega de lo que suele creerse y de lo que suele admitirse. Bien a favor o bien en contra. Y eso ha sido lo peor: que pocos han sabido valorar a Ortega en su justa medida. En efecro, cuando en 1936 el ejercito se subleva, provocando una larga y sangrienta guerra civil, Ortega tenfa 53 afios, edad en que un pensador de su talla suele dar sus mejores frutos y cuando su influencia empieza a alcanzar sus mayores cotas, con la creaci6n de escuela, disdpulos, etc. Pero la guerra le privo a Ortega -y a nos- otros- de buena parte de eso. Por otro !ado, una larguisima y dura posguerra perrnitio ocupar las catedras universitarias y los foros publicos durante muchos afios a los vencedores, es decir, justa- mente a aquellos que, por razones varias, odiaban a Ortega (por su antiguo apoyo a la Republica, por su indiscurible laicismo, etc.). De ahi que, tras la guerra, se le criticara tan dura como injusta- mente, lo que, de rebote, Ilevo a sus disclpulos, la mayorfa en el exilio, a cerrar filas en torno a el, de tal manera que si ciegos y acrf- ticos fueron los ataques, casi tan ciega y visceral fue la defensa. En consecuencia, como dice Martin (1999, pag. 33), «a nivel filoso- fico, y entre otras cosas, el final de nuestra guerra civil supuso la derrota del orteguismo y el triunfo de una neoescolastica rancia de . la peor especie, arrogante e impreparada», que atac6 ferozmente a (15] Aunque es conocido que, por una serie de razones entre las que hay que destacar la Guerra Civil Espanola y sus consecuencias, la influencia de Ortega en las orientaciones dominantes de las cien- cias sociales -sobre todo en sociologfa y psicologfa- no ha sido, como sefiala Torregrosa (1985, pag. 55), todo lo que la hondura y clarividencia de su pensamiento permitfan, sin embargo, tambien es cierto que, en un cierto sentido, nuestro contexto inrelectual ha estado mas impregnado de Ortega de lo que suele creerse y de lo que suele admitirse. Bien a favor o bien en contra. Y eso ha sido lo peor: que pocos han sabido valorar a Ortega en su justa medida. En efecro, cuando en 1936 el ejercito se subleva, provocando una larga y sangrienta guerra civil, Ortega tenfa 53 afios, edad en que un pensador de su talla suele dar sus mejores frutos y cuando su influencia empieza a alcanzar sus mayores cotas, con la creaci6n de escuela, disdpulos, etc. Pero la guerra le privo a Ortega -y a nos- otros- de buena parte de eso. Por otro !ado, una larguisima y dura posguerra perrnitio ocupar las catedras universitarias y los foros publicos durante muchos afios a los vencedores, es decir, justa- mente a aquellos que, por razones varias, odiaban a Ortega (por su antiguo apoyo a la Republica, por su indiscurible laicismo, etc.). De ahi que, tras la guerra, se le criticara tan dura como injusta- mente, lo que, de rebote, Ilevo a sus disclpulos, la mayorfa en el exilio, a cerrar filas en torno a el, de tal manera que si ciegos y acrf- ticos fueron los ataques, casi tan ciega y visceral fue la defensa. En consecuencia, como dice Martin (1999, pag. 33), «a nivel filoso- fico, y entre otras cosas, el final de nuestra guerra civil supuso la derrota del orteguismo y el triunfo de una neoescolastica rancia de . la peor especie, arrogante e impreparada», que atac6 ferozmente a copilaci6n de hechos. Ninguna historia es inocente: Ia historia, que siempre se escribe desde el presente, es escrita por los vencedores: «quien selecciona del informe y caotico material a disposici6n e hil- vana en la narracion hist6rica es el vencedor de la contienda, como gustaba de repetir Michel Foucault con una afortunada rnetafora, Por eso, cada epoca tiene que rehacer y reescribir la historia, apro piarse de ella, ganar una ubicaci6n con sentido en el eje pasado- presente-fururo. Asi, cada epoca nos deja como historia propia el relate o Ios relatos que asume el punto de vista dominance» (Mar- tin, 1999, pag. 13). De ahl que, frente a quienes tan injusramente atacaron a Ortega, pero rarnbien frente a sus panegiristas disclpu- Ios, nosotros tenemos que reconstruir la obra de Ortega y extraer sus aportaciones para aplicarlas a diferentes campos, en este caso a la construcci6n de una psicologia social pospositivista, tarea que si por un lado no resulta facil, dado el escaso nurnero de psic6logos sociales que se han ocupado de este terna, por otro lado es alta- mente ilusionante, como lo es toda empresa pionera, principal- mente, por utilizar una terminologia orteguiana ya utilizada como tltulo de uno de los mejores estudios sabre la obra de Ortega, para los que tenemos voluntad de aventura intelectual. Y, como he di- cho, la tarea tiene algo de aventura intelectual a causa, como dice Torregrosa (1985, pag. 55), de que, a la hora de configurar areas concretas de las ciencias sociales pesaron mas orros facrores y otras orientaciones que las que hubieran podido derivarse mas amplia- mente del pensamiento de Ortega, como esel caso de los aspectos filosofico-rnetodologicos, en los que si se hubieran tenido en cuenta los consejos de Ortega nos hubieramos ahorrado muches pasos en falso y callejones sin salida en diferentes ciencias huma- nas, sobre rodo en la psicologfa social. Es mas, tales corrsejos tal vez tambien hubieran evitado la debil fundamentacion teorica de nues- tra disciplina e incluso la sinracion de crisis paradigmatica en que aun nos encontramos. Ahora bien, para entender mejor a Ortega, para captar mejor su talante posmoderno, asi coma para relacionar mejor su pensa- miento y su obra con la nueva psicologfa social, sera altamente util recordar antes las principales caracteristicas de las dos mas imper- tantes corrientes en que se dividio la ciencia social del siglo XIX (Ibanez, 1990): la francobritdnica, positivista; y la alemana, anti- positivista, en la que se insertaria, sin ambages, Ortega y Gasset: 17 1NTRODUCCI6N 1 Vease un resumen de estas polernicas en el lihro de II. Sevignano, 1984, pigs. 7-18; asf coma en Moron Arroyo, 1968, p:lgs. 10-28. Ortega y su obra, desnaturalizando totalmente sus ideas. Pues bien, «frente a tanto desprop6sito, la ciudadela orteguiana no encontro mejor defensa que la beateria de muchos presuntos orteguianos, lo que con gran acierto y fina ironia Cerezo Galan ha llamado la her meneutica venerativa de la obra de Ortega. Y esco habria de gravar sobre este pensamiento fresco y vivo como una losa de sepultura, pesada y fria, impidiendole acaso un desarrollo espontaneo y fiel a sf mismo. No ha sido poco el dafio que este discipulado ha hecho a Ortega, preocupados como estaban mas de ensalzar y defender la figura del maestro frente a los ataques que desde diversos frentes de nuestra vida nacional se le hadan, que de estudiar, incitar y des- arrollar su pensamiento» (Martin, 1999, pag. 34)1• Asl, entre unos y otros, nos impidieron conocer adecuadamente a Ortega y, por ranto, nos impidieron tambien poder valorarle justamente y en la medida que merecia, Sin embargo, frente a quienes afirrnaban acrl- ticamente la originalidad del pensamiento orteguiano, asi como frente a los que visceralmente se la negaban, contamos ya con una serie de estudios, entre los que destacan los de Mor6n Arroyo (1968), Cerezo (1984), Orringer (1979, 1984) y Benavides (1988), que han colocado esta polernica en el lugar que le corresponde, aquilatando con acierto la obra de Ortega, sacandola sobre todo de esa especie de aislamiento en que habia quedado sumida y conec- tandola con las corrientes de la filosofia y de la ciencia europeas de principios de siglo. En todo caso, existen muchas lecturas de Ortega -como de cualquier otro autor, aunque tal vez de el mas todavia-: jtantas como lectores de su obra hayal Yo pretendo hacer una lectura psi cosocio!Ogica de su obra, haciendo una aproximaci6n «desde den- tro» de sus textos, dejandolos hablar a ellos en la medida de lo po- sible, por lo que incluire muchas citas textuales del meditador de El Escorial, aunque, eso sf, ayudandorne para tal aproximaci6n del inestimable apoyo de tantos y tantos que, antes y mejor que yo, tarnbien se han acercado a la obra orteguiana. Por otra parte, como deda Nietzsche, no hay hechos sino in- terpretaciones. Y, por tanto, la historia no es en absolute una re- ANASTASIO OVEJERO BERNAL 16 copilaci6n de hechos. Ninguna historia es inocente: Ia historia, que siempre se escribe desde el presente, es escrita por los vencedores: «quien selecciona del informe y caotico material a disposici6n e hil- vana en la narracion hist6rica es el vencedor de la contienda, como gustaba de repetir Michel Foucault con una afortunada rnetafora, Por eso, cada epoca tiene que rehacer y reescribir la historia, apro piarse de ella, ganar una ubicaci6n con sentido en el eje pasado- presente-fururo. Asi, cada epoca nos deja como historia propia el relate o Ios relatos que asume el punto de vista dominance» (Mar- tin, 1999, pag. 13). De ahl que, frente a quienes tan injusramente atacaron a Ortega, pero rarnbien frente a sus panegiristas disclpu- Ios, nosotros tenemos que reconstruir la obra de Ortega y extraer sus aportaciones para aplicarlas a diferentes campos, en este caso a la construcci6n de una psicologia social pospositivista, tarea que si por un lado no resulta facil, dado el escaso nurnero de psic6logos sociales que se han ocupado de este terna, por otro lado es alta- mente ilusionante, como lo es toda empresa pionera, principal- mente, por utilizar una terminologia orteguiana ya utilizada como tltulo de uno de los mejores estudios sabre la obra de Ortega, para los que tenemos voluntad de aventura intelectual. Y, como he di- cho, la tarea tiene algo de aventura intelectual a causa, como dice Torregrosa (1985, pag. 55), de que, a la hora de configurar areas concretas de las ciencias sociales pesaron mas orros facrores y otras orientaciones que las que hubieran podido derivarse mas amplia- mente del pensamiento de Ortega, como es el caso de los aspectos filosofico-rnetodologicos, en los que si se hubieran tenido en cuenta los consejos de Ortega nos hubieramos ahorrado muches pasos en falso y callejones sin salida en diferentes ciencias huma- nas, sobre rodo en la psicologfa social. Es mas, tales corrsejos tal vez tambien hubieran evitado la debil fundamentacion teorica de nues- tra disciplina e incluso la sinracion de crisis paradigmatica en que aun nos encontramos. Ahora bien, para entender mejor a Ortega, para captar mejor su talante posmoderno, asi coma para relacionar mejor su pensa- miento y su obra con la nueva psicologfa social, sera altamente util recordar antes las principales caracteristicas de las dos mas imper- tantes corrientes en que se dividio la ciencia social del siglo XIX (Ibanez, 1990): la francobritdnica, positivista; y la alemana, anti- positivista, en la que se insertaria, sin ambages, Ortega y Gasset: 17 1NTRODUCCI6N 1 Vease un resumen de estas polernicas en el lihro de II. Sevignano, 1984, pigs. 7-18; asf coma en Moron Arroyo, 1968, p:lgs. 10-28. Ortega y su obra, desnaturalizando totalmente sus ideas. Pues bien, «frente a tanto desprop6sito, la ciudadela orteguiana no encontro mejor defensa que la beateria de muchos presuntos orteguianos, lo que con gran acierto y fina ironia Cerezo Galan ha llamado la her meneutica venerativa de la obra de Ortega. Y esco habria de gravar sobre este pensamiento fresco y vivo como una losa de sepultura, pesada y fria, impidiendole acaso un desarrollo espontaneo y fiel a sf mismo. No ha sido poco el dafio que este discipulado ha hecho a Ortega, preocupados como estaban mas de ensalzar y defender la figura del maestro frente a los ataques que desde diversos frentes de nuestra vida nacional se le hadan, que de estudiar, incitar y des- arrollar su pensamiento» (Martin, 1999, pag. 34)1• Asl, entre unos y otros, nos impidieron conocer adecuadamente a Ortega y, por ranto, nos impidieron tambien poder valorarle justamente y en la medida que merecia, Sin embargo, frente a quienes afirrnaban acrl- ticamente la originalidad del pensamiento orteguiano, asi como frente a los que visceralmente se la negaban, contamos ya con una serie de estudios, entre los que destacan los de Mor6n Arroyo (1968), Cerezo (1984), Orringer (1979, 1984) y Benavides (1988), que han colocado esta polernica en el lugar que le corresponde, aquilatando con acierto la obra de Ortega, sacandola sobre todo de esa especie de aislamiento en que habia quedado sumida y conec- tandola con las corrientes de la filosofia y de la ciencia europeas de principios de siglo. En todo caso, existen muchas lecturas de Ortega -como de cualquier otro autor, aunque tal vez de el mas todavia-: jtantas como lectores de su obra hayal Yo pretendo hacer una lectura psi cosocio!Ogica de su obra, haciendo una aproximaci6n «desde den- tro» de sus textos, dejandolos hablar a ellos en la medida de lo po- sible, porlo que incluire muchas citas textuales del meditador de El Escorial, aunque, eso sf, ayudandorne para tal aproximaci6n del inestimable apoyo de tantos y tantos que, antes y mejor que yo, tarnbien se han acercado a la obra orteguiana. Por otra parte, como deda Nietzsche, no hay hechos sino in- terpretaciones. Y, por tanto, la historia no es en absolute una re- ANASTASIO OVEJERO BERNAL 16 conocemos, han sido esencial e indiscutiblemente racionalistas, po- sitivistas y empiricistas. Pero han sido jusramente estas ciencias so- ciales, y precisamente por ser racionalistas, positivistas y empiricis- tas, las que entraron en una profunda crisis durante los afios 60 y 70 del presente siglo. Ese fue el caso, que conocemos bien, de la psicologfa social. Tai crisis de nuestra disciplina foe tan profunda que, como camino de salida de ella, se volvio los ojos hacia la otra tradici6n, que no habia quedado estancada en los siglos XVIII y XIX sino que, aunque minoritaria, tambien habfa ejercido una cierta in- fluencia en las ciencias sociales -y entre ellas en la psicologia y en la psicologia social- del siglo xx (psicoanalisis, psicologia feno- menol6gica, psicologia existencialisra, inreraccionismo simbolico, etnometodologia, etc.). Y desde este «giro antipositivisra» -por circunscribirnos exclusivamenre a nuestra disciplina- se estan re- cuperando esas otras psicologfas sociales que hemos mencionado (interaccionismo simbolico, emomerodologla etc. ) asi como pro- poniendose una nueva psicologfa social que serfa heredera de los ideales de la tradici6n alemana y de la obra de autores como Her- der, Dilthey, Simmel, Husserl, Heidegger, etc. (etogenia, psicolo- gfa social historica, psicologfa conversacional, etc.). Pues bien, es en este contexto en el que Ortega y Gasset ad- quiere una relevancia tal que, al menos a mi modo de ver, merece la pena hacer un esfuerzo no solo para recuperar muchas de sus ideas, sino incluso para basar en tales ideas la construcci6n de una nueva psicologia, de una psicologia abierrarnente posmoderna, dado que, como espero mostrar a lo largo de este libro, las rela- ciones de Ortega con la posmodernidad son mas estrechas de lo que suele creerse, hasta el punto de que incluso podemos llegar a considerarle, como minima, un autor pre-posmoderno, Al fin y al cabo, esta Nueva Psicologia Social es abiertamente posmoderna, al me- nos en el sentido de que se opone frontalmente a la Modernidad ya la Razon Moderna, asi coma a lo que ello significaba (creencia ciega en la raz6n absoluta, universalismo de los conocimientos y de las valores, fe en el progreso indefinido de la ciencia, etc.). Pues bien, tambien Ortega y su obra se incardinan esencialmente en una critica radical de la Modernidad y del Racionalismo Ilustrado, coma veremos mas detenidamente. Yes que, como trataremos de mostrar, Ortega era ya un autor posmoderno o, al menos, pre-pos- moderno. 19 lNTRODUCCI6N Es mas, ya hemos dicho que de las dos tradiciones rnenciona- das, foe la primera, la franco-britanica, la que realmente marc6, iY de que manera!, la trayectoria de las ciencias sociales durante mas de un siglo, de tal forma que tales ciencias sociales, tal como las a) Tradici6n francobritdnica: como una de las consecuencias de la Ilustracion, durante los primeros afios del siglo xrx fueron desarrollandose dos lineas con caracterfsticas similares, una en In- glaterra (el empirismo) y otra en Francia (el positivismo) que com- partfan una serie de rasgos coincidentes con lo que hoy denomi- nariamos «cientificismo» (fe ciega en la raz6n asl como rarnbien en el progreso, la ciencia debe buscar leyes universales, el merodo cien- tlfico tiene que ser el mismo para todas las ciencias, sean estas na- turales o sociales, la ciencia y la filosofla deben estar tajanternente separadas, etc.). En esta llnea se colocaran las ciencias sociales y rambien, en concreto, la psicologia social dominante, cienrificisra y positivista. b) Tradicion alemana: aunque a lo largo del siglo xrx las pre- misas y creencias de la Ilustraci6n fueron generalizandose y siendo cada vez mas dominantes, sin embargo hubo, sabre todo en Ale- mania, una serie de pensadores que, oponiendose a los ideales de la Ilustracion, inauguraron una manera diferente de ver a las cien- cias y de abordarlas, sabre todo a las ciencias sociales, aunque su influencia foe durante muchas decadas bastante insignificante, mu- cho menor, en todo caso, que la ejercida por la tradici6n franco- britanica, Sus rasgos centrales, oponiendose frontalmente a lo visto en la tradici6n anterior son los siguientes: historicismo, antimeca- nicismo a la hora de estudiar al ser humano, dado que este es un ser activo y libre, etc. Esta tradici6n, que tiene su origen princi- palmente en Herder, incluye a autores de la talla de Fichte, Hegel, Schleiermacher, Nietzsche, etc., asf coma, ya en la epoca en que Ortega estudiaba en Alemania y que por ello le influyeron direc- tamente, a Dilthey (1833-1911), Simmel (1858-1918), Husserl (1859-1938), etc. En esta tradici6n se forrnara Ortega y Gasset, asf como otros coetaneos suyos, con los que comparrio tantas cosas, como Lucacks o Heidegger, de tal forma que s6lo podremos en- tender su pensamiento dentro de esta tradici6n cultural, que, como ya hemos dicho y como veremos mejor, es eminentemente ale- mana. ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 18 conocemos, han sido esencial e indiscutiblemente racionalistas, po- sitivistas y empiricistas. Pero han sido jusramente estas ciencias so- ciales, y precisamente por ser racionalistas, positivistas y empiricis- tas, las que entraron en una profunda crisis durante los afios 60 y 70 del presente siglo. Ese fue el caso, que conocemos bien, de la psicologfa social. Tai crisis de nuestra disciplina foe tan profunda que, como camino de salida de ella, se volvio los ojos hacia la otra tradici6n, que no habia quedado estancada en los siglos XVIII y XIX sino que, aunque minoritaria, tambien habfa ejercido una cierta in- fluencia en las ciencias sociales -y entre ellas en la psicologia y en la psicologia social- del siglo xx (psicoanalisis, psicologia feno- menol6gica, psicologia existencialisra, inreraccionismo simbolico, etnometodologia, etc.). Y desde este «giro antipositivisra» -por circunscribirnos exclusivamenre a nuestra disciplina- se estan re- cuperando esas otras psicologfas sociales que hemos mencionado (interaccionismo simbolico, emomerodologla etc. ) asi como pro- poniendose una nueva psicologfa social que serfa heredera de los ideales de la tradici6n alemana y de la obra de autores como Her- der, Dilthey, Simmel, Husserl, Heidegger, etc. (etogenia, psicolo- gfa social historica, psicologfa conversacional, etc.). Pues bien, es en este contexto en el que Ortega y Gasset ad- quiere una relevancia tal que, al menos a mi modo de ver, merece la pena hacer un esfuerzo no solo para recuperar muchas de sus ideas, sino incluso para basar en tales ideas la construcci6n de una nueva psicologia, de una psicologia abierrarnente posmoderna, dado que, como espero mostrar a lo largo de este libro, las rela- ciones de Ortega con la posmodernidad son mas estrechas de lo que suele creerse, hasta el punto de que incluso podemos llegar a considerarle, como minima, un autor pre-posmoderno, Al fin y al cabo, esta Nueva Psicologia Social es abiertamente posmoderna, al me- nos en el sentido de que se opone frontalmente a la Modernidad ya la Razon Moderna, asi coma a lo que ello significaba (creencia ciega en la raz6n absoluta, universalismo de los conocimientos y de las valores, fe en el progreso indefinido de la ciencia, etc.). Pues bien, tambien Ortega y su obra se incardinan esencialmente en una critica radical de la Modernidad y del Racionalismo Ilustrado, coma veremos mas detenidamente. Yes que, como trataremos de mostrar, Ortega era ya un autor posmoderno o, al menos, pre-pos- moderno. 19 lNTRODUCCI6N Es mas, ya hemosdicho que de las dos tradiciones rnenciona- das, foe la primera, la franco-britanica, la que realmente marc6, iY de que manera!, la trayectoria de las ciencias sociales durante mas de un siglo, de tal forma que tales ciencias sociales, tal como las a) Tradici6n francobritdnica: como una de las consecuencias de la Ilustracion, durante los primeros afios del siglo xrx fueron desarrollandose dos lineas con caracterfsticas similares, una en In- glaterra (el empirismo) y otra en Francia (el positivismo) que com- partfan una serie de rasgos coincidentes con lo que hoy denomi- nariamos «cientificismo» (fe ciega en la raz6n asl como rarnbien en el progreso, la ciencia debe buscar leyes universales, el merodo cien- tlfico tiene que ser el mismo para todas las ciencias, sean estas na- turales o sociales, la ciencia y la filosofla deben estar tajanternente separadas, etc.). En esta llnea se colocaran las ciencias sociales y rambien, en concreto, la psicologia social dominante, cienrificisra y positivista. b) Tradicion alemana: aunque a lo largo del siglo xrx las pre- misas y creencias de la Ilustraci6n fueron generalizandose y siendo cada vez mas dominantes, sin embargo hubo, sabre todo en Ale- mania, una serie de pensadores que, oponiendose a los ideales de la Ilustracion, inauguraron una manera diferente de ver a las cien- cias y de abordarlas, sabre todo a las ciencias sociales, aunque su influencia foe durante muchas decadas bastante insignificante, mu- cho menor, en todo caso, que la ejercida por la tradici6n franco- britanica, Sus rasgos centrales, oponiendose frontalmente a lo visto en la tradici6n anterior son los siguientes: historicismo, antimeca- nicismo a la hora de estudiar al ser humano, dado que este es un ser activo y libre, etc. Esta tradici6n, que tiene su origen princi- palmente en Herder, incluye a autores de la talla de Fichte, Hegel, Schleiermacher, Nietzsche, etc., asf coma, ya en la epoca en que Ortega estudiaba en Alemania y que por ello le influyeron direc- tamente, a Dilthey (1833-1911), Simmel (1858-1918), Husserl (1859-1938), etc. En esta tradici6n se forrnara Ortega y Gasset, asf como otros coetaneos suyos, con los que comparrio tantas cosas, como Lucacks o Heidegger, de tal forma que s6lo podremos en- tender su pensamiento dentro de esta tradici6n cultural, que, como ya hemos dicho y como veremos mejor, es eminentemente ale- mana. ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 18 de esclarecer el c6mo y el porque del derrumbamiento del mundo moderno y la de poner las bases para una nueva cosmovisi6n, una nueva cosmovisi6n que explicara de otra manera el comporta- miento humano, la accum humana y las relaciones interpersonales y sociales, lo que nos lleva incluso a considerar a Ortega un psico- logo social «pre-posmoderno», como se constata claramente en al- gunos de sus principales escritos, como Ideas y creencias o El hom bre y la gente. Ahora bien, antes de seguir me creo obligado a especificar que entiendo aqui por posmodernismo, dado que es este un concepto tan polernico, yen que sentido digo que Ortega es posmoderno. Pues bien, parece existir un cierto consenso entre quienes se ocu- pan de estos temas en que, en el arnbiro del pensamienro, el pos- modernismo es un movimiento filosofico y cultural que pretende una critica feroz y radical de las ideas centrales de la Modernidad con la intencion de superarlas. En este sentido de crftica cultural y filos6fica Ortega es, a mi juicio y al menos en parte, indiscutible- mente posmoderno, coma veremos a lo largo de los siguientes ca- pltulos. 21 lNTRODUCCI6N En efecto, el paralelismo existente entre Ortega, o al menos una parte central de su obra, y el actual posmodernismo proviene, ante todo, de la clara conciencia que tuvo, ya desde sus primeros escri- tos, de vivir en un mundo en crisis. Tal conciencia, que provenia sin duda de la impronta que en el dej6 la lectura de Nietzsche, no hizo sino marcarse cada vez mas fuerte y profundamente a medida que avanzaba su vida yen ella iban dejando su huella una serie deacon- tecimientos y algunas lecturas fundamentales (teorla de la relativi- dad de Einstein, la lectura de Ser y tiempo, «fracaso» de la Repu- blica, Guerra Civil Espanola, Segunda Guerra Mundial, etc.). Yes que, como escribe Martin Serrano (1995, pig. 3), «la vida intelec- tual de Ortega transcurrio durante la primera rnitad de este si- glo xx, la cual se caracteriz6 por una serie de drasticos cambios que acontecieron en practicamente rodes los ambitos de lo humano. Transformaciones radicales sufrieron las principales ciencias -ff- sica, matematicas y l6gica, biolog!a- y los modos de convivencia social y polfrica del conjunto de las pafses europeos. Estos cambios no solo no podian pasar desapercibidos para una mente alerta como la de Ortega, sino que nuestro pensador fue quizas uno de los primeros que centr6 su meditaci6n en el intento de averiguar el sentido rec6ndito de estos profundos cambios, asf como en la deterrninacion del caracter de SUS causas ultimas». Al fin y al cabo, un espfritu tan sensible y tan repleto de curiosidad como el de Or- tega, que ademas perteneda a una Familia de grandes periodistas, no podia desentenderse de lo que ocurria a su alrededor. De ahl que siempre tuviera las antenas alerta para captar las corrientes de aire intelectual, vinieran de donde vinieran, sobre todo las proce- dentes de suelo aleman. Pues bien, todo ello le hizo a Ortega ir des- cubriendo que la causa de la crisis en que se encontraba radicaba justamente en que el y sus coeraneos estaban asistiendo al derrum bamiento def mundo moderno, es decir, al hundimiento de la cos- movisi6n que habia sostenido la vida humana desde el siglo XVII, estaban asistiendo, en suma, al final de la Modernidad La Moder- nidad empezaba ya a ser el pasado. De ah! que el se considerara a sf mismo «poco moderno y muy siglo XX». Esa era, a mi juicio sin ninguna duda, una forma de tomar partido par la posmodernidad. Y es que Ortega era, si no un posmoderno, si al menos, coma ya hemos dicho, un «pre-posmoderno», de forma que, como sefiala Martin Serrano, la tarea que Ortega cargo sobre sus espaldas fue la ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 20 de esclarecer el c6mo y el porque del derrumbamiento del mundo moderno y la de poner las bases para una nueva cosmovisi6n, una nueva cosmovisi6n que explicara de otra manera el comporta- miento humano, la accum humana y las relaciones interpersonales y sociales, lo que nos lleva incluso a considerar a Ortega un psico- logo social «pre-posmoderno», como se constata claramente en al- gunos de sus principales escritos, como Ideas y creencias o El hom bre y la gente. Ahora bien, antes de seguir me creo obligado a especificar que entiendo aqui por posmodernismo, dado que es este un concepto tan polernico, yen que sentido digo que Ortega es posmoderno. Pues bien, parece existir un cierto consenso entre quienes se ocu- pan de estos temas en que, en el arnbiro del pensamienro, el pos- modernismo es un movimiento filosofico y cultural que pretende una critica feroz y radical de las ideas centrales de la Modernidad con la intencion de superarlas. En este sentido de crftica cultural y filos6fica Ortega es, a mi juicio y al menos en parte, indiscutible- mente posmoderno, coma veremos a lo largo de los siguientes ca- pltulos. 21 lNTRODUCCI6N En efecto, el paralelismo existente entre Ortega, o al menos una parte central de su obra, y el actual posmodernismo proviene, ante todo, de la clara conciencia que tuvo, ya desde sus primeros escri- tos, de vivir en un mundo en crisis. Tal conciencia, que provenia sin duda de la impronta que en el dej6 la lectura de Nietzsche, no hizo sino marcarse cada vez mas fuerte y profundamente a medida que avanzaba su vida yen ella iban dejando su huella una serie deacon- tecimientos y algunas lecturas fundamentales (teorla de la relativi- dad de Einstein, la lectura de Ser y tiempo, «fracaso»de la Repu- blica, Guerra Civil Espanola, Segunda Guerra Mundial, etc.). Yes que, como escribe Martin Serrano (1995, pig. 3), «la vida intelec- tual de Ortega transcurrio durante la primera rnitad de este si- glo xx, la cual se caracteriz6 por una serie de drasticos cambios que acontecieron en practicamente rodes los ambitos de lo humano. Transformaciones radicales sufrieron las principales ciencias -ff- sica, matematicas y l6gica, biolog!a- y los modos de convivencia social y polfrica del conjunto de las pafses europeos. Estos cambios no solo no podian pasar desapercibidos para una mente alerta como la de Ortega, sino que nuestro pensador fue quizas uno de los primeros que centr6 su meditaci6n en el intento de averiguar el sentido rec6ndito de estos profundos cambios, asf como en la deterrninacion del caracter de SUS causas ultimas». Al fin y al cabo, un espfritu tan sensible y tan repleto de curiosidad como el de Or- tega, que ademas perteneda a una Familia de grandes periodistas, no podia desentenderse de lo que ocurria a su alrededor. De ahl que siempre tuviera las antenas alerta para captar las corrientes de aire intelectual, vinieran de donde vinieran, sobre todo las proce- dentes de suelo aleman. Pues bien, todo ello le hizo a Ortega ir des- cubriendo que la causa de la crisis en que se encontraba radicaba justamente en que el y sus coeraneos estaban asistiendo al derrum bamiento def mundo moderno, es decir, al hundimiento de la cos- movisi6n que habia sostenido la vida humana desde el siglo XVII, estaban asistiendo, en suma, al final de la Modernidad La Moder- nidad empezaba ya a ser el pasado. De ah! que el se considerara a sf mismo «poco moderno y muy siglo XX». Esa era, a mi juicio sin ninguna duda, una forma de tomar partido par la posmodernidad. Y es que Ortega era, si no un posmoderno, si al menos, coma ya hemos dicho, un «pre-posmoderno», de forma que, como sefiala Martin Serrano, la tarea que Ortega cargo sobre sus espaldas fue la ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 20 [23] Como deda Marx, el hombre escribe la historia, pero no le es dado elegir las circunstancias en que debe escribirla. Lo mismo dice Ortega, aunque en unos rerrninos mas existencialistas: al hombre no le queda mas remedio que hacer su propia vida, pero en unas circunstancias que el no ha elegido, sino que ya le son dadas. Es mas, sin entender esas circunstancias, no podrlarnos entender el yo. De ah! que, como escribla Ortega, «yo soy yo y mis circunstan- cias». Pues bien, sin emender las circunstancias que le tocaron a Ortega diffcilmente pcdrlamos entenderle ni a el ni a su obra ni el lugar que ocupo y sigue ocupando en la historia del pensamiento de nuestro pafs. Porque, coma escribe Rodriguez Ibanez (1998, pags. 263-264), «Ortega y Gasset constituye, sin duda, al igual que Unamuno en la filosoffa, la primera figura del pensamiento social espafi.ol del siglo xx; la tinica que ha trascendido con creces nues- tras fronteras en ese campo, aportando ideas propias y pasando a engrosar la n6mina de autores de peso de la comunidad interna- cional, algo que no se produda desde los tiempos de Balmes y Do- noso Cortes, nombres clave del pensamiento conservador antiilus- trado.» Veamos, pues, las circunstancias en las que Ortega tuvo que 1. INTRODUCCI6N Algunos apuntes sobre la biografla intelectual de Ortega CAPfTULO PRIMERO [23] Como deda Marx, el hombre escribe la historia, pero no le es dado elegir las circunstancias en que debe escribirla. Lo mismo dice Ortega, aunque en unos rerrninos mas existencialistas: al hombre no le queda mas remedio que hacer su propia vida, pero en unas circunstancias que el no ha elegido, sino que ya le son dadas. Es mas, sin entender esas circunstancias, no podrlarnos entender el yo. De ah! que, como escribla Ortega, «yo soy yo y mis circunstan- cias». Pues bien, sin emender las circunstancias que le tocaron a Ortega diffcilmente pcdrlamos entenderle ni a el ni a su obra ni el lugar que ocupo y sigue ocupando en la historia del pensamiento de nuestro pafs. Porque, coma escribe Rodriguez Ibanez (1998, pags. 263-264), «Ortega y Gasset constituye, sin duda, al igual que Unamuno en la filosoffa, la primera figura del pensamiento social espafi.ol del siglo xx; la tinica que ha trascendido con creces nues- tras fronteras en ese campo, aportando ideas propias y pasando a engrosar la n6mina de autores de peso de la comunidad interna- cional, algo que no se produda desde los tiempos de Balmes y Do- noso Cortes, nombres clave del pensamiento conservador antiilus- trado.» Veamos, pues, las circunstancias en las que Ortega tuvo que 1. INTRODUCCI6N Algunos apuntes sobre la biografla intelectual de Ortega CAPfTULO PRIMERO gundo, porque su dedicacion periodistica se imbrica de tal modo con el sentido de su obra que resulta consustancial a su mismo pro- yecto filosofico. Por ello dice Ortega: «Mi vocaci6n era el pensa- miento, el afan de claridad sobre las cosas. Acaso este fervor con- genito me hizo ver muy pronto que uno de los rasgos caracteristicos de mi circunstancia espafiola era la deficiencia de eso mismo que yo tenia que ser por Intima necesidad ... ». Ast, como sefiala Jose Luis Abellan (1991, pag. 187), «su teoria de la minorfa selecta y la fun- ci6n de esta en una sociedad de masas hay que entenderla a la luz de la ubicaci6n social de! propio Ortega», que, como hemos dicho, perteneda a la alta burguesfa madrilefia, Esas circunstancias explican perfectamente la rapidez con que curs6 sus estudios, Tras hacer el bachillerato en el colegio jesuita de Miraflores del Palo (Malaga), se licenci6 en Filosoffa en la Univer- sidad Central de Madrid en 1902, a sus diecinueve afios recien cum- plidos. Y dos afios despues, en 1904, a los veintiuno, se doctoro por esa misma Universidad, con una Tesis de contenido historico: Los terrores de! aiio mil Por orra pane, y como luego veremos, Iunda- mentales en su vida y en el desarrollo de su pensamiento fueron sus tres viajes de estudio a Alemania. El primero tuvo lugar en 1905, esrableciendose al principio en Leipzig. Pero su interes por conocer mejor el neokantismo que tanto exito tenia por aquellos afios, le llev6 a trasladarse, en su segundo viaje, a Berlin (1906) primero, donde estudio con Sirnmel, ya Marburgo despues (1906-1907), donde foe disclpulo de una de las mas grandes figuras del neokan- tismo, Hermann Cohen. Desde ese momento, ya no abandonari nunca la cultura alemana, cultura :que, por otra parte, habla estado influyendo poderosamente en el desde SU adolescencia, a rafz de SUS entusiasmadas lecturas de Nietzsche, autor que, como veremos, es- tara siempre presente en toda su obra. A nivel academico-profesional, aunque comenz6 siendo profe- sor en 1908 en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid im- partiendo clases precisamente de Psicologfa, L6gica y Erica, pronto, en 1910, ganarfa por oposicion la Catedra de Metaffsica de la Uni- versidad Central de Madrid, plaza que no abandonada hasta el es- tallido de la Guerra Civil. En 1911, ya catedratico de Metaffsica, y despues de contraer matrimonio con Rosa Spottorno, realiza Ortega su tercer viaje a Alemania, en concreto a Marburgo. En esta tercera estancia en Ale- 25 Al.GUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFIA INTELECTUAL ... Jose Ortega y Gasset naci6 en Madrid, el 9 de mayo de 1883, en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesfa intelec- rual madrilefia y que habfa jugado un importante papel en la epoca de la Restauracion. Por parte de madre, figuraba su abuelo Eduardo Gasset y Artime, que milito en la Union Liberal de O'Donnell pri- rnero, yen las filas democraticas despues, durante el «sexenio», Ile- gando a ser ministro de Ultramar en el reinado de Amadeo I; en 1857 fond6 El Imparcial. Su hijo, Rafael Gasset y Chinchilla, hered6 el periodico, manifestandose ardiente defensor del pro- grama de Joaqufn Costa, lo que le vali6 ser nombrado en 1900 ministro de Agricultura, Industria, Cornercio y Obras Publicas con el gabinete conservador de Francisco Silvela; posteriormente lleg6 a desempefiar nueve veces la misma cartera, la iiltima en 1922. Por orra parte, Ortega y Gasset heredo la inquietud periodis- tica que, en la rama de los Ortega, era aiin mas viva y entusiasta que en la de los Gasset. El abuelo, Ortega Zapata, habfa sido re- dactor de varios periodicos El Leon Espanol El Puente de Alco /ea, El Eco def Progreso« y su padre Ortega Munilla, seguira la misma lfnea, con mas entusiasmo y mayor exito, pasando a la his- toria como director que fue desde 1879 del suplemento literario «Los Lunes» de El Imparcial; en 1910 se convertira en director del periodico, Todo esto no debe hacernos olvidar que su vocaci6n li- teraria foe mucho mas amplia: autor de novelas, cuentos, folletines y una Iarga lista de narraciones, que le llevaran a un sill6n de la Real Academia de la Lengua en 1902. Dados estos antecedentes, no es extrafio que Ortega y Gasset diga con frecuencia a amigos y conocidos: «Naef sobre una rota- tiva», La frase es algo masque una metafora y que una mera anec- dota, primero porque la vivienda familiar se encontraba justamente encima de los locales de impresi6n del periodico El lmparcial y, se- 2. .ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS hacer su vida y escribir su propia historia. Porque, adernas, y de acuerdo con el «metodo biografico» propugnado por el propio Or- tega, no es posible separar vida y obra, pensamiento y aconteci- mientos, yo y circunstancia. De ahf que ya en este primer capfrulo intentemos nosotros unit ambas cosas. ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 24 gundo, porque su dedicacion periodistica se imbrica de tal modo con el sentido de su obra que resulta consustancial a su mismo pro- yecto filosofico. Por ello dice Ortega: «Mi vocaci6n era el pensa- miento, el afan de claridad sobre las cosas. Acaso este fervor con- genito me hizo ver muy pronto que uno de los rasgos caracteristicos de mi circunstancia espafiola era la deficiencia de eso mismo que yo tenia que ser por Intima necesidad ... ». Ast, como sefiala Jose Luis Abellan (1991, pag. 187), «su teoria de la minorfa selecta y la fun- ci6n de esta en una sociedad de masas hay que entenderla a la luz de la ubicaci6n social de! propio Ortega», que, como hemos dicho, perteneda a la alta burguesfa madrilefia, Esas circunstancias explican perfectamente la rapidez con que curs6 sus estudios, Tras hacer el bachillerato en el colegio jesuita de Miraflores del Palo (Malaga), se licenci6 en Filosoffa en la Univer- sidad Central de Madrid en 1902, a sus diecinueve afios recien cum- plidos. Y dos afios despues, en 1904, a los veintiuno, se doctoro por esa misma Universidad, con una Tesis de contenido historico: Los terrores de! aiio mil Por orra pane, y como luego veremos, Iunda- mentales en su vida y en el desarrollo de su pensamiento fueron sus tres viajes de estudio a Alemania. El primero tuvo lugar en 1905, esrableciendose al principio en Leipzig. Pero su interes por conocer mejor el neokantismo que tanto exito tenia por aquellos afios, le llev6 a trasladarse, en su segundo viaje, a Berlin (1906) primero, donde estudio con Sirnmel, ya Marburgo despues (1906-1907), donde foe disclpulo de una de las mas grandes figuras del neokan- tismo, Hermann Cohen. Desde ese momento, ya no abandonari nunca la cultura alemana, cultura :que, por otra parte, habla estado influyendo poderosamente en el desde SU adolescencia, a rafz de SUS entusiasmadas lecturas de Nietzsche, autor que, como veremos, es- tara siempre presente en toda su obra. A nivel academico-profesional, aunque comenz6 siendo profe- sor en 1908 en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid im- partiendo clases precisamente de Psicologfa, L6gica y Erica, pronto, en 1910, ganarfa por oposicion la Catedra de Metaffsica de la Uni- versidad Central de Madrid, plaza que no abandonada hasta el es- tallido de la Guerra Civil. En 1911, ya catedratico de Metaffsica, y despues de contraer matrimonio con Rosa Spottorno, realiza Ortega su tercer viaje a Alemania, en concreto a Marburgo. En esta tercera estancia en Ale- 25 Al.GUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFIA INTELECTUAL ... Jose Ortega y Gasset naci6 en Madrid, el 9 de mayo de 1883, en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesfa intelec- rual madrilefia y que habfa jugado un importante papel en la epoca de la Restauracion. Por parte de madre, figuraba su abuelo Eduardo Gasset y Artime, que milito en la Union Liberal de O'Donnell pri- rnero, yen las filas democraticas despues, durante el «sexenio», Ile- gando a ser ministro de Ultramar en el reinado de Amadeo I; en 1857 fond6 El Imparcial. Su hijo, Rafael Gasset y Chinchilla, hered6 el periodico, manifestandose ardiente defensor del pro- grama de Joaqufn Costa, lo que le vali6 ser nombrado en 1900 mi nistro de Agricultura, Industria, Cornercio y Obras Publicas con el gabinete conservador de Francisco Silvela; posteriormente lleg6 a desempefiar nueve veces la misma cartera, la iiltima en 1922. Por orra parte, Ortega y Gasset heredo la inquietud periodis- tica que, en la rama de los Ortega, era aiin mas viva y entusiasta que en la de los Gasset. El abuelo, Ortega Zapata, habfa sido re- dactor de varios periodicos El Leon Espanol El Puente de Alco /ea, El Eco def Progreso« y su padre Ortega Munilla, seguira la misma lfnea, con mas entusiasmo y mayor exito, pasando a la his- toria como director que fue desde 1879 del suplemento literario «Los Lunes» de El Imparcial; en 1910 se convertira en director del periodico, Todo esto no debe hacernos olvidar que su vocaci6n li- teraria foe mucho mas amplia: autor de novelas, cuentos, folletines y una Iarga lista de narraciones, que le llevaran a un sill6n de la Real Academia de la Lengua en 1902. Dados estos antecedentes, no es extrafio que Ortega y Gasset diga con frecuencia a amigos y conocidos: «Naef sobre una rota- tiva», La frase es algo masque una metafora y que una mera anec- dota, primero porque la vivienda familiar se encontraba justamente encima de los locales de impresi6n del periodico El lmparcial y, se- 2. .ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS hacer su vida y escribir su propia historia. Porque, adernas, y de acuerdo con el «metodo biografico» propugnado por el propio Or- tega, no es posible separar vida y obra, pensamiento y aconteci- mientos, yo y circunstancia. De ahf que ya en este primer capfrulo intentemos nosotros unit ambas cosas. ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 24 mismo en casa, se renuncia al derecho de hablar y de escoger, se renuncia al gusto propio y aun a la misma bravura tal co~o se po- see y se ejerce frente a Dios y los hombres, entre los prop1os c~atro muros» (pag. 16). Yen esa misma pagina, una nueva cita a Nietzs- che: «Se lee en Aurora: "Todo cambio intentado sobre esa cosa abs- tracta, el hombre, homo, por los juicios de individualidades pode- rosas, produce un efecto extraordinario e insensato sobre el gran nurnero?». Y vuelve a las dos cosas, a Nietzsche y a la psicologia colectiva, en un ardculo publicado en 1906 en El Imparcial con el dtulo de «Crltica barbara» (OC, l, 47): «En estas sociedades suele hablarse harto de eso que Haman "opinion piiblica", la cual -de- da Nietzsche- no es sino la suma de las perezas individuales».Y no mucho despues, en la segunda parte de u~ ~rtfculo publicad.o nuevamente en El lmparcial (e'Ieorla del clasicismo») vuelve a .c1- tar a Nietzsche, interpretando asi su «superhornbre»: «A estas in- tenciones de Kant, tan mesuradas y tan estrictas, ha buscado Nietzsche una imagen excesiva que ha llamado sobrehombre. Al menos creo que es esta SU unica interpretacion plausible: el sobre- hombre es el sentido del hombre porque es la mejora del hombre, y el hombre debe ser superado porque aun puede ser mejor» (OC, 1, 74). Esce sentido del superhombre sera el que subyacera a su reo- rfa supuestamente elitisra de la Rebeli6nde las masas. Es mas, Or- tega, en un articulo publicado poco despues, igualmente en El Im parcial, en 1908, dedicado a Nietzsche has ca en el titulo («El sobrehornbre»), yen que ya cita repetidamente a Simmel, ~rma que el a SUS 18 afios -y no solo el- era absolutarnente «ruetzs- cheano», de lo que, afiade, aun esta agradecido: «Todos los que no siendo actualmente demasiado viejos nos hemos dejado llevar desde la nifiez a un comercio superfluo y tenaz con las cosas del es- piritu encontramos en el recuerdo de n_uestros dieciocho afios una atm6sfera caliginosa y como un sol afncano que ~os tost6}a.s pa- redes de la morada interior. Fue aquella nuestra epoca de ruetzs- cheanos"; atravesabamos a la sazon, jocundamente cargados con los odrecillos olorosos de nuestra juventud, la zona t6rrida de Nietzs- che. Luego hemos arribado a regiones de mas suave y fecundo clima, donde nos hemos refrigerado el torrefacto esplritu con aguas de alguna perenne fontana clasica, y solo nos queda de aquella co- marca ideal recorrida, toda arena ardiente y viento de fuego, la re- membranza de un calor insoportable e injustificado. Y sin em- 27 ALGUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFIA INTELECTUAL ... 1 Salvo algunas pocas ciras extraldas de escritos orteguianos que no apara~en en sus Obras Comp/etas citaremos a Ortega segun estas Obras Comp/etas pu~hca- das en 1983 en Alianza (OC), seguido del mimero de volumen y de la pagma o paginas de donde se exrrae la cita. mania se da cuenta Ortega de que algo falla en la propuesta neo- kantiana, ya que no encaja bien con los hechos. Entonces apuesta por darles la razon a los hechos y revisar la teoria. Y se pasa a la fe- nomenologia: le interesan los hechos mismos. Asf, si el primer viaje fue para Ortega el del contacto con la cultura y el pensamiento ale- manes, y el segundo el de la influencia del neokantismo, el tercero sera el de la influencia de la fenomenologia. Este giro sera una clave absolutamente central en su pensamiento y en su «psicologfa so- cial». Ahora bien, Ortega adopto el rnetodo fenomenologico, que utilize a lo largo de toda su obra, pero sin aceptar las implicacio- nes epistemologicas que Husserl defendia. Eso explicarfa que Or- tega afirrnara mas tarde que abandono la fenomenologia ~n el mismo momento de conocerla y adoptarla. Ello era en parte cierto y en parte no, dado que, efectivamente, abandono la epistemolo- gia husserliana, pero no el metodo fenomenol6gico. Adernas, pronto cornenzo Ortega su labor intelectual de tal forma que, siguiendo la tradicion periodistica familiar, enseguida comenz6 a escribir sustanciosos articulos en la prensa, en los que, ya desde el principio, se van perfilando algunos de los derroteros que mas tarde transitaria. Asi, en SU primer articulo, cuando solo contaba con 19 afios, publicado en 1902 en Vida Nueua, con el ti tulo de «Glosas», escribia Ortega ( OC, 1, 13) 1: «Hablaba ayer con un amigo mlo, uno de esos hombres admirables que se dedican se- riamente a la caza de la verdad, que quieren respirar certezas me- taflsicas: un pobre hombre». Es mas, estas son las palabras con que comienzan sus Obras Comp/etas. El tambien sera toda su vida un metaffsico, sin esperanza alguna de certeza, mejor dicho, con la se- gura conviccion de que tales certezas no existen. Como vemos, pronto fue mostrando Ortega una cierta «querencia posmoderna». Y ya en este su primer artfculo, antes de viajar a Alemania, cita Ortega a Nietzsche: «En el teatro -dice Nietzsche- nose es hon- rado sino en cuanto masa; en cuanto individuo se rniente, se miente uno a sf mismo. Cuando se va al teatro, se deja uno a sf ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 26 mismo en casa, se renuncia al derecho de hablar y de escoger, se renuncia al gusto propio y aun a la misma bravura tal co~o se po- see y se ejerce frente a Dios y los hombres, entre los prop1os c~atro muros» (pag. 16). Yen esa misma pagina, una nueva cita a Nietzs- che: «Se lee en Aurora: "Todo cambio intentado sobre esa cosa abs- tracta, el hombre, homo, por los juicios de individualidades pode- rosas, produce un efecto extraordinario e insensato sobre el gran nurnero?». Y vuelve a las dos cosas, a Nietzsche y a la psicologia colectiva, en un ardculo publicado en 1906 en El Imparcial con el dtulo de «Crltica barbara» (OC, l, 47): «En estas sociedades suele hablarse harto de eso que Haman "opinion piiblica", la cual -de- da Nietzsche- no es sino la suma de las perezas individuales».Y no mucho despues, en la segunda parte de u~ ~rtfculo publicad.o nuevamente en El lmparcial (e'Ieorla del clasicismo») vuelve a .c1- tar a Nietzsche, interpretando asi su «superhornbre»: «A estas in- tenciones de Kant, tan mesuradas y tan estrictas, ha buscado Nietzsche una imagen excesiva que ha llamado sobrehombre. Al menos creo que es esta SU unica interpretacion plausible: el sobre- hombre es el sentido del hombre porque es la mejora del hombre, y el hombre debe ser superado porque aun puede ser mejor» (OC, 1, 74). Esce sentido del superhombre sera el que subyacera a su reo- rfa supuestamente elitisra de la Rebeli6n de las masas. Es mas, Or- tega, en un articulo publicado poco despues, igualmente en El Im parcial, en 1908, dedicado a Nietzsche has ca en el titulo («El sobrehornbre»), yen que ya cita repetidamente a Simmel, ~rma que el a SUS 18 afios -y no solo el- era absolutarnente «ruetzs- cheano», de lo que, afiade, aun esta agradecido: «Todos los que no siendo actualmente demasiado viejos nos hemos dejado llevar desde la nifiez a un comercio superfluo y tenaz con las cosas del es- piritu encontramos en el recuerdo de n_uestros dieciocho afios una atm6sfera caliginosa y como un sol afncano que ~os tost6}a.s pa- redes de la morada interior. Fue aquella nuestra epoca de ruetzs- cheanos"; atravesabamos a la sazon, jocundamente cargados con los odrecillos olorosos de nuestra juventud, la zona t6rrida de Nietzs- che. Luego hemos arribado a regiones de mas suave y fecundo clima, donde nos hemos refrigerado el torrefacto esplritu con aguas de alguna perenne fontana clasica, y solo nos queda de aquella co- marca ideal recorrida, toda arena ardiente y viento de fuego, la re- membranza de un calor insoportable e injustificado. Y sin em- 27 ALGUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFIA INTELECTUAL ... 1 Salvo algunas pocas ciras extraldas de escritos orteguianos que no apara~en en sus Obras Comp/etas citaremos a Ortega segun estas Obras Comp/etas pu~hca- das en 1983 en Alianza (OC), seguido del mimero de volumen y de la pagma o paginas de donde se exrrae la cita. mania se da cuenta Ortega de que algo falla en la propuesta neo- kantiana, ya que no encaja bien con los hechos. Entonces apuesta por darles la razon a los hechos y revisar la teoria. Y se pasa a la fe- nomenologia: le interesan los hechos mismos. Asf, si el primer viaje fue para Ortega el del contacto con la cultura y el pensamiento ale- manes, y el segundo el de la influencia del neokantismo, el tercero sera el de la influencia de la fenomenologia. Este giro sera una clave absolutamente central en su pensamiento y en su «psicologfa so- cial». Ahora bien, Ortega adopto el rnetodo fenomenologico, que utilize a lo largo de toda su obra, pero sin aceptar las implicacio- nes epistemologicas que Husserl defendia. Eso explicarfa que Or- tega afirrnara mas tarde que abandono la fenomenologia ~n el mismo momento de conocerla y adoptarla. Ello era en parte cierto y en parte no, dado que, efectivamente, abandono la epistemolo- gia husserliana, pero no el metodo fenomenol6gico. Adernas, pronto cornenzo Ortega su labor intelectual de tal forma que, siguiendo la tradicion periodistica familiar, enseguida comenz6 a escribir sustanciosos articulos en la prensa, en los que, ya desde el principio, se van perfilando algunos de los derroteros que mas tarde transitaria. Asi, en SU primer articulo, cuando solo contaba con 19 afios, publicado en 1902 en Vida Nueua, con el ti tulo de «Glosas»,escribia Ortega ( OC, 1, 13) 1: «Hablaba ayer con un amigo mlo, uno de esos hombres admirables que se dedican se- riamente a la caza de la verdad, que quieren respirar certezas me- taflsicas: un pobre hombre». Es mas, estas son las palabras con que comienzan sus Obras Comp/etas. El tambien sera toda su vida un metaffsico, sin esperanza alguna de certeza, mejor dicho, con la se- gura conviccion de que tales certezas no existen. Como vemos, pronto fue mostrando Ortega una cierta «querencia posmoderna». Y ya en este su primer artfculo, antes de viajar a Alemania, cita Ortega a Nietzsche: «En el teatro -dice Nietzsche- nose es hon- rado sino en cuanto masa; en cuanto individuo se rniente, se miente uno a sf mismo. Cuando se va al teatro, se deja uno a sf ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 26 La acusaci6n que a menudo se le hace a Ortega de ser conser- vador e incluso reaccionario, se basa fundamentalmente en las ac- titudes que mostro frente a la Guerra Civil y frente al franquismo, acontecimientos que, como sabemos, partieron nuestro pais en dos panes, siendo una de ellas, la de los vencidos, realmente macha- cada por la otra, la de los vencedores, y condenada al exilio cuando no a la cared o al pared6n de fusilamiento. No es de extrafiar que Ortega, que era ante todo, y al margen de sus juveniles devaneos socialistas, un liberal, sufriera lo indecible ante la siruacion que en coda Europa, y de forma mas drarnatica y hasta sangrante en Es- pafia, se le ofreda a la vista, situaci6n que, caracterizada por la ra- dicalizaci6n, poco se hermanaba con el liberalismo. No es extrafio tampoco que ante cal situacion, Ortega no se considerara a sf mismo ni de derechas ni de izquierdas: «Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hom- bre puede elegir para ser irnbecil: ambas, en efecto, son formas de la herniplejfa moral» (1930: La rebeli6n de las masas, OC, 4, 130). Por otra parte, no es de extrafiar que a Ortega, que tenia ya 53 afios cuando los militares se rebelaron en 1936 y que por entonces estaba totalmente imbuido de temores frente a las masas, le asus- tasen y, a su juicio, le dieran la raz6n, los sucesos de 1936. Ante esta situaci6n, Ortega era, indudablemente, conservador, en linea con sus ideas liberales, con su extracci6n social y con su posici6n privilegiada como intelecrual burgues que era, posici6n que sin duda el veia peligrar. Yes que, al menos a la altura de 1937, Or- tega era abiertamente antirrevolucionario, algo que, por otra pane, no era en el nuevo: «En las revoluciones intenta la abstracci6n su- blevarse contra lo concreto: por eso es consustancial a las revolu- 3. LA GUERRA CIVIL y LA «SEGUNDA NAVEGACl6N» justamente estos, elocuentemence posmodernos: Critica de la mo- dernidad-Antipositivismo-Revisi6n de la creencia en el progreso. Todo lo anterior fue pronto convirtiendo a Ortega en, cuando menos, un «pre-posrnoderno», por lo queen su obra pueden atis- barse muchas y fertiles aportaciones para la construcci6n de una nueva psicologia social, de una psicologia social abiertamente pos- moderna. 29 ALGUNOS APUNTES SOBRE LA BIOGRAFfA INTELECTUAL ... bargo, no debemos mostrarnos desagradecidos. Nietzsche nos foe necesario; si es que algo de necesario hay en nosotros, pobres cria- turas contingentes y dentro de los aranceles de la hiscoria univer- sal probablemente baladies. Nietzsche nos hizo orgullosos» (OC, 1, 91). Como vemos, pues, Nietzsche esta, ya desde sus mismos orf- genes, en la base de toda la obra orteguiana, convirtiendose en el leitmotiv de todos sus escritos. Sin Nietzsche, probablemente Or- tega no hubiera sido Ortega. En definitiva, aunque a mi modo de ver no es en absoluto cierto, como diran sus panegiristas disdpulos, que las ideas de Or- tega ya estaban -aunque aun sin desarrollar, en germen- en SUS primeros trabajos, sobre todo en las Meditaciones del Quijote (1914), sf se podian atisbar, ya en sus primeros articulos, algunas de las ca- racterlsticas de su obra posterior, a partir, fundamentalmente, de las siguientes tres premisas: su toma de postura ludica y deportiva frente al dramatismo vital de Unamuno, su anhelo de regeneracio- nismo para Espafia y, sobre todo, su indiscutible admiracion por Nietzsche. Por ultimo, tarnbien debemos subrayar que Ortega estuvo siempre atento al mundo que le rodeaba, a la circunstancia que le toc6 vivir, de cal forma que ya capt6 perfectamente -y no fueron muchos los que ya entonces lo captaron- los cambios que con- llevo la Primera Guerra Mundial, cambios realmente drasticos y de incalculables consecuencias, ya que suponian, ni mas ni rnenos, el final de una epoca que ya duraba tres siglos: el final de la Moder nidad. Despuntaba una sensibilidad nueva, como se constataba en la Iiteratura (Proust publico su A la busca del tiempo perdido entre 1913 y 1927; Joyce dio a la luz su Ulises en 1922), en la filosofia (Heidegger publica su Ser y tiempo en 1927), en Ffsica (Einstein elabor6 la teoria de Ia relatividad restringida en 1905 y Ia general en 1916; Heisenberg formula el principio de indeterminacion en 192 7; etcetera), en l6gica y maternatica (Godel formul6 el principio de incompletitud en 193 I), etc. En suma, Ortega se unio, y fue de los primeros en hacerlo, al Zeitgeist de los nuevos tiempos posrnoder- nos, de los tiempos que empezaban a enterrar la raz6n. moderna e ilustrada. No es por azar que ya en 1916 titulara el segundo ar- tfculo publicado en el Torno I de El Espectador, «Nada "moderno" y "muy siglo xx"», trabajo cuyo Indice incluia solo tres epigrafes, ANASTASIO OVEJERO BERNAL 28 La acusaci6n que a menudo se le hace a Ortega de ser conser- vador e incluso reaccionario, se basa fundamentalmente en las ac- titudes que mostro frente a la Guerra Civil y frente al franquismo, acontecimientos que, como sabemos, partieron nuestro pais en dos panes, siendo una de ellas, la de los vencidos, realmente macha- cada por la otra, la de los vencedores, y condenada al exilio cuando no a la cared o al pared6n de fusilamiento. No es de extrafiar que Ortega, que era ante todo, y al margen de sus juveniles devaneos socialistas, un liberal, sufriera lo indecible ante la siruacion que en coda Europa, y de forma mas drarnatica y hasta sangrante en Es- pafia, se le ofreda a la vista, situaci6n que, caracterizada por la ra- dicalizaci6n, poco se hermanaba con el liberalismo. No es extrafio tampoco que ante cal situacion, Ortega no se considerara a sf mismo ni de derechas ni de izquierdas: «Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hom- bre puede elegir para ser irnbecil: ambas, en efecto, son formas de la herniplejfa moral» (1930: La rebeli6n de las masas, OC, 4, 130). Por otra parte, no es de extrafiar que a Ortega, que tenia ya 53 afios cuando los militares se rebelaron en 1936 y que por entonces estaba totalmente imbuido de temores frente a las masas, le asus- tasen y, a su juicio, le dieran la raz6n, los sucesos de 1936. Ante esta situaci6n, Ortega era, indudablemente, conservador, en linea con sus ideas liberales, con su extracci6n social y con su posici6n privilegiada como intelecrual burgues que era, posici6n que sin duda el veia peligrar. Yes que, al menos a la altura de 1937, Or- tega era abiertamente antirrevolucionario, algo que, por otra pane, no era en el nuevo: «En las revoluciones intenta la abstracci6n su- blevarse contra lo concreto: por eso es consustancial a las revolu- 3. LA GUERRA CIVIL y LA «SEGUNDA NAVEGACl6N» justamente estos, elocuentemence posmodernos: Critica de la mo- dernidad-Antipositivismo-Revisi6n de la creencia en el progreso. Todo lo anterior fue pronto convirtiendo a Ortega en, cuando menos, un «pre-posrnoderno», por lo queen su obra pueden atis- barse muchas y fertiles aportaciones para la construcci6n de una nueva psicologia social, de una psicologia social abiertamente pos- moderna. 29 ALGUNOSAPUNTES SOBRE LA BIOGRAFfA INTELECTUAL ... bargo, no debemos mostrarnos desagradecidos. Nietzsche nos foe necesario; si es que algo de necesario hay en nosotros, pobres cria- turas contingentes y dentro de los aranceles de la hiscoria univer- sal probablemente baladies. Nietzsche nos hizo orgullosos» (OC, 1, 91). Como vemos, pues, Nietzsche esta, ya desde sus mismos orf- genes, en la base de toda la obra orteguiana, convirtiendose en el leitmotiv de todos sus escritos. Sin Nietzsche, probablemente Or- tega no hubiera sido Ortega. En definitiva, aunque a mi modo de ver no es en absoluto cierto, como diran sus panegiristas disdpulos, que las ideas de Or- tega ya estaban -aunque aun sin desarrollar, en germen- en SUS primeros trabajos, sobre todo en las Meditaciones del Quijote (1914), sf se podian atisbar, ya en sus primeros articulos, algunas de las ca- racterlsticas de su obra posterior, a partir, fundamentalmente, de las siguientes tres premisas: su toma de postura ludica y deportiva frente al dramatismo vital de Unamuno, su anhelo de regeneracio- nismo para Espafia y, sobre todo, su indiscutible admiracion por Nietzsche. Por ultimo, tarnbien debemos subrayar que Ortega estuvo siempre atento al mundo que le rodeaba, a la circunstancia que le toc6 vivir, de cal forma que ya capt6 perfectamente -y no fueron muchos los que ya entonces lo captaron- los cambios que con- llevo la Primera Guerra Mundial, cambios realmente drasticos y de incalculables consecuencias, ya que suponian, ni mas ni rnenos, el final de una epoca que ya duraba tres siglos: el final de la Moder nidad. Despuntaba una sensibilidad nueva, como se constataba en la Iiteratura (Proust publico su A la busca del tiempo perdido entre 1913 y 1927; Joyce dio a la luz su Ulises en 1922), en la filosofia (Heidegger publica su Ser y tiempo en 1927), en Ffsica (Einstein elabor6 la teoria de Ia relatividad restringida en 1905 y Ia general en 1916; Heisenberg formula el principio de indeterminacion en 192 7; etcetera), en l6gica y maternatica (Godel formul6 el principio de incompletitud en 193 I), etc. En suma, Ortega se unio, y fue de los primeros en hacerlo, al Zeitgeist de los nuevos tiempos posrnoder- nos, de los tiempos que empezaban a enterrar la raz6n. moderna e ilustrada. No es por azar que ya en 1916 titulara el segundo ar- tfculo publicado en el Torno I de El Espectador, «Nada "moderno" y "muy siglo xx"», trabajo cuyo Indice incluia solo tres epigrafes, ANASTASIO OVEJERO BERNAL 28 En definitiva, Ortega fue perfilando sus ideas e hilvanando su obra al hilo tantO de los acontecimientos politicos de SU epoca como de su compromiso con unos u otros de esos acontecirnien- tos. Asi, come nos recuerda Morin (1998), el interes por consrruir su propia sociologia, por ir mas alla de una reflexion sociol6gica al uso, coincide con el final de su fracasada experiencia polltica du- 4. C0Ncws16N (1984) queen 1936 «Ortega habla muerto coma intelectual en la muerte colecriva de Espafia.» Sin embargo, no estoy en absolute de acuerdo con R. Gray, quien en la edicion norteamericana de su li- bro Jose Ortega y Gasset: Un imperativo de la modernidad (The im perative of modernity, 1989), afirmaba que tras 1936 la obra de Or- tega carecio de la poderosa originalidad y de la calidad literaria del periodo anterior, afirmaci6n que el mismo, en la edici6n espafi.ola, solo cinco afios despues, pone en duda, afi.adiendo incluso que «aun bajo el peso de su enfermedad y el exilio posterior a 1936, es- cribio una extraordinaria cantidad de obras, muchas de las cuales desarrollaron y profundizaron las implicaciones de sus primeras teo- rias» (Gray, 1994, pag, 22). Es mas, afiado yo, es queen esa epoca public6 Ortega sus mejores y mas profundos trabajos o, al menos, -y ciertamente sin suponer una ruptura radical con su anterior etapa y bajo la fertil influencia de la lectura de Ser y tiemp() las obras mas interesantes para la nueva psicologfa social (Ideas y creen cias, conjunto de trabajos que habfa escrito hacia 1932, pero que se publicaron en 1940; Miseria y esplendor de la traduccion, 1937; Ensimismamiento y alteracion, 1939, donde se incluye tambien su Meditation de la tecnica; Sobre la razon historica, 1940; Historia como sistema, 1941; La idea de principio en Leibniz, 1947; Medita cion de Europa, 1949; y sobre todo El hombre y lagente, 1949-1950, etcetera). De hecho, aunque muchos exiliados espafioles se apaga- ron en la diaspora producida por la guerra y la posterior dictadura, Ortega continua su «segunda navegaci6n», a la que el mismo se ha- bia referido ya en 1932 en un prefacio a sus Obras. Y lo que es mas importante para el tema que aqui nos ocupa: esta navegaci6n, tras leer Ser y tiempo, la hace Ortega ya por aguas, al menos en cierta medida, posmodernas. 31 ALGUNOS APUNTES SOB RE LA BIOGRAFIA INTELECTUAL. .. ciones el fracaso. Los problemas humanos no son, como los astro- n6micos o los quimicos, abstractos. Son problemas de maxima co?creci6n, porque son hist6ricos. y el unico metodo de pensa- miento que proporciona alguna probabilidad de acierto en su ma- nipulaci6n es la "razon historica?» (1930: La rebelion de las masas, OC, 4, 134). Y poco mas adelante, afi.ade (pag, 136) que la razon historica «nos muestra la vanidad de toda revoluci6n general, de todo lo que sea intentar la transformaci6n subita de una sociedad y comenzar de nuevo la historia, come prerendian los confusiona- rios del 89. Al rnetodo de la revoluci6n opone el unico digno de la larga experiencia que el europeo actual tiene a su espalda. Las re- voluciones tan incontinentes en su prisa, hip6critamente generosa, de proclamar derechos, han violado siempre, hollado y roto, el de- recho fundamental del hombre, tan fundamental, que es la defini- ci6n misma de su sustancia: el derecho a la continuidad ... El hom- bre, en cambio, merced a su poder de recordar, acumula su propio pasado, lo posee y lo aprovecha. El hombre no es nunca un primer ho~bre; comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pre- terito amontonado. Este es el tesoro unico del hombre, su privile- gio y su sefial. Y la riqueza menor de este tesoro consiste en lo que de el parezca acertado y digno de conservarse: lo importante es la memoria de los errores, que nos permite no cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus erro- res, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios. Por eso Nietzsche define al hombre superior coma el ser "de la mas larga memoria''. Romper la continuidad con el pasado, querer co- menzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangutan». Ortega era indudablemente, repito, antirrevolucionario. Pero, ~eso era ser de derechas? Creo que no. Por el contrario, y sin lugar a du- das, era un profundo liberal burgues y laico, pero destacando de todo ello el adjetivo liberal con las connotaciones que se le quieran dar, positiva o negativamente. Era un liberal que a partir de 1931-1932, cuando ya frisaba los cincuenta, tomaba abierta postura frente y con- tra todo radicalismo y toda revoluci6n. Adernas, sin ninguna duda, 1936 supuso una ruptura drastica en la vida yen la obra de muches intelectuales espafi.oles. Tambien en la vida y en la obra de Ortega el comienzo de la Guerra Civil su- puso un cambio radical: no la muerte de su pensamiento, pero sf el final de su influencia. En este sentido afirma Pedro Cerezo ANASTASIO 0VEJERO BERNAL 30 En definitiva, Ortega fue perfilando sus ideas e hilvanando su obra al hilo tantO de los acontecimientos politicos de SU epoca como de su compromiso con unos u otros de esos acontecirnien- tos. Asi, come nos recuerda Morin (1998), el interes por consrruir su propia sociologia, por ir mas alla de una reflexion sociol6gica al uso, coincide con el final de su fracasada experiencia polltica du- 4. C0Ncws16N (1984) queen 1936 «Ortega habla muerto coma intelectual en la muerte
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