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Guerra Fría y su Retórica
1 pag.
Descargado por Chelito Zamorano
(chelitozamorano7@gmail.com)
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Unidad IV. Guerra Fría y su Retórica. 
Fragmentos del libro de Josep Fontana. POR EL BIEN DEL IMPERIO. Una historia 
del mundo desde 1945. pp. 6-50. 
“/…/ el estudio de lo sucedido en estos años, que vienen a coincidir en gran 
medida con lo que se suele llamar la guerra fría, algo que la Wikipedia, 
reproduciendo una visión generalmente aceptada, define como el «enfrentamiento político, ideológico, 
económico, tecnológico y militar entre los bloques occidental�capitalista, liderado por los Estados Unidos, y 
oriental-comunista, liderado por la Unión Soviética». 
 Un enfrentamiento que desde el bando dirigido por los Estados Unidos, que fue finalmente el de los vencedores, se definía 
como un combate por las libertades individuales y el gobierno democrático contra el totalitarismo soviético. Mientras el 
bando de los perdedores lo presentaba, en contrapartida, como la lucha por un proyecto de sociedad socialista igualitaria 
contra la opresión del imperialismo capitalista. 
 Muy pronto me pude dar cuenta de que algunas cosas no encajaban bien en este esquema. Para empezar, de acuerdo con 
la visión establecida la guerra fría empezó en marzo de 1947, cuando el presidente norteamericano Truman enunció la 
doctrina que proclamaba la confrontación total contra el comunismo, y concluyó en diciembre de 1991, cuando culminó el 
proceso de disolución de la URSS. A partir de esta fecha no existía ya el enemigo que justificaba la existencia misma de tal 
guerra; el nuevo enfrentamiento, definido de manera muy confusa como la «guerra contra el terror», iba a tardar diez años 
en ofrecer un nuevo pretexto bélico. Pero aunque no hubiese enemigo identificable, tampoco hubo paz en estos años. /…/ 
 Cuando se comienza a ahondar un poco más en el conocimiento de estos años se van encontrando una serie de 
documentos y testimonios que cuentan otra cosa, y que mueven a pensar que el objetivo fundamental de la guerra fría fue 
en realidad, por una y otra parte, el de asegurar y extender a escala mundial un determinado orden político, económico y 
social, disfrazándolo como un combate entre «el mundo libre» y el «socialismo». En el bando encabezado por los Estados 
Unidos ese orden aparece definido en los primeros planteamientos de Truman como «el modo de vida americano» (lo que 
tanto en Truman como en su sucesor, Eisenhower, aparece ligado a la religión; el enemigo es «el comunismo ateo»), 
mientras después, y de manera más consistente, se define como el «sistema de libre empresa». Nunca se ha empleado, en 
cambio, el término «capitalismo», que era el que usaban para definirlo sus enemigos del llamado bando socialista. Incluso 
hoy, al cabo de tantos años de acabada la guerra fría, se mantiene el tabú: en marzo de 2010 el Departamento de Educación 
del Estado de Texas proponía que en los libros de texto se usase la expresión «sistema de libre empresa», porque 
consideraba que el término «capitalismo» tiene connotaciones negativas. 
 Desde el primer momento estuvo claro que para asegurar el funcionamiento de este sistema se precisaba mantener un 
clima de estabilidad política internacional bajo una hegemonía norteamericana. George Kennan, uno de los padres de la 
guerra fría, expresó uno de los condicionamientos fundamentales de esta necesidad en un documento interno de febrero 
de 1948: «Tenemos alrededor del 50 por ciento de la riqueza del mundo, pero solo el 6,3 por ciento de su población (…). En 
esta situación no podemos evitar ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra tarea real en el período que se aproxima es 
la de diseñar una pauta de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin detrimento de nuestra 
seguridad nacional». /…/ 
 El discurso del presidente —que hasta su secretario de Estado, George Marshall, encontró de un anticomunismo 
exagerado— fijaba lo que se llamará la «doctrina Truman»: «La política de los Estados Unidos ha de ser: dar apoyo a los 
pueblos libres que estén resistiendo las tentativas de sometimiento de que son objeto por parte de minorías armadas o por 
las presiones exteriores». En la medida en que parecía poner fin a los intentos de negociación con la Unión Soviética, la 
«doctrina Truman» podía considerarse como una declaración explícita y formal de guerra. Sus consecuencias, además, 
serían duraderas. Como ha dicho Bacevich: «En manos de sus sucesores la doctrina Truman se convirtió en un cheque en 
blanco para la intervención». Durante las cuatro décadas siguientes la supuesta obligación de Norteamérica de «dar apoyo 
a los pueblos libres» (algunos de ellos muy poco libres) «proporcionó cobertura moral y política para acciones abiertas y 
encubiertas, sensatas e insensatas, afortunadas o fracasadas en casi cualquier parte del mundo». 
Descargado por Chelito Zamorano
(chelitozamorano7@gmail.com)
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