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Nuevas odas elementales - Pablo Neruda

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Pablo	 Neruda	 (1904-1973)	 es	 uno	 de	 los	 más	 grandes	 poetas
hispanoamericanos.	 Premio	 Nobel	 de	 Literatura	 en	 1971,	 su	 obra	 ha	 sido
traducida	 a	 prácticamente	 todos	 los	 idiomas.	 Nuevas	 odas	 elementales
integra,	junto	con	Odas	elementales	y	Tercer	libro	de	las	odas,	una	suerte	de
trilogía	 que	 vuelca	 su	 sensibilidad	 en	 el	 canto	 a	 las	 cosas	 sencillas	 y
elementales	 del	 mundo,	 nombrando	 y	 resaltando	 los	 objetos	 cotidianos	 a
partir	 de	 una	 aguda	 observación.	 Con	 su	 lenguaje	 rico	 y	 a	 la	 vez
deliberadamente	 simple,	 Neruda	 muestra	 otra	 fase	 de	 su	 deslumbrante
talento.
www.lectulandia.com	-	Página	2
Pablo	Neruda
Nuevas	odas	elementales
Trilogía	«Odas	elementales»	-	02
ePub	r1.0
Titivillus	14.11.15
www.lectulandia.com	-	Página	3
Pablo	Neruda,	1955
Editor	digital:	Titivillus
ePub	base	r1.2
www.lectulandia.com	-	Página	4
La	casa	de	las	odas
cincuenta	y	cinco,
desplegando	y	tañendo
mi	lira	obligatoria	y	rumorosa
y	adónde	va	mi	canto.
que	el	comprador	de	mitos
en	mi	casa	de	odas,
con	adobe	y	madera,
los	utensilios,
de	padre	y	madre	y	patria
en	las	paredes,
Pero	es	así	la	casa	de	mis	odas.
Yo	destroné	la	negra	monarquía,
la	cabellera	inútil	de	los	sueños,
del	reptil	mental,
y	dispuse	las	cosas
—agua	y	fuego—
de	acuerdo	con	el	hombre	y	con	la	tierra.
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Quiero	que	todo
empuñadura,
taza	o	herramienta.
Quiero	que	por	la	puerta	de	mis	odas
entre	la	gente	a	la	ferretería.
tablas	frescas,
acumulando	miel
en	las	barricas,
herradura,	arneses,
que	entre	aquí	todo	el	mundo,
que	pregunte,
que	pida	lo	que	quiera.
Yo	soy	del	Sur,	chileno,
de	los	mares.
No	me	quedé	en	las	islas,
No	me	quedé	sentado
en	ningún	sueño.
Regresé	a	trabajar	sencillamente
con	todos	los	demás
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y	para	todos.
Para	que	todos	vivan
hago	mi	casa
transparentes.
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Oda	al	aceite
Cerca	del	rumoroso
cereal,	de	las	olas
del	viento	en	las	avenas,
de	volumen	plateado,
severo	en	su	linaje,
corazón	terrestre:
por	los	dedos
innumerables,
de	la	naturaleza,
cielo	azul	con	cigarras,
con	sus	constelaciones	el	follaje:
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las	patrias	del	aceite,
de	Chacabuco,	en	Chile,
en	la	mañana
las	plumas	de	platino
contra	las	arrugadas
en	Anacapri,	arriba,
sobre	la	luz	tirrena,
la	desesperación	de	los	olivos,
y	en	el	mapa	de	Europa,
costa	negra	de	aceitunas
espolvoreada	por	los	azahares
como	por	una	ráfaga	marina.
recóndita	y	suprema
condición	de	la	olla,
pedestal	de	perdices,
llave	celeste	de	la	mayonesa,
suave	y	sabroso
sobre	las	lechugas
y	sobrenatural	en	el	infierno
de	los	arzobispales	pejerreyes.
Aceite,	en	nuestra	voz,	en
nuestro	coro,
suavidad	poderosa
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hay	sílabas	de	aceite,
útiles	y	olorosas
como	tu	fragante	materia.
No	sólo	canta	el	vino,
también	canta	el	aceite,
vive	en	nosotros	con	su	luz	madura
y	entre	los	bienes	de	la	tierra
tu	inagotable	paz,	tu	esencia	verde,
tu	colmado	tesoro	que	desciende
desde	los	manantiales	del	olivo.
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Oda	al	alambre	de	púa
alambre,	alambre…
hilo	de	Chile,
extensiones	baldías,
En	otros	sitios
trémulas	olas
hace	el	viento
sobre	el	trigo.
nutricia	y	poderosa
en	las	praderas
montes	desiertos,
no	hay	hombres,
no	hay	caballos,
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sólo	cercados,
En	otras	partes
como	el	tocado
de	la	codorniz,
como	la	gallina
un	nido	de	tractores:
tierras	enmudecidas,
tierras	ciegas,
tierras	sin	corazón,
tierras	sin	surco.
En	otras	partes	pan,
arroz,	manzanas…
En	Chile,	alambre,	alambre…
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Oda	a	la	araucaria	araucana
Alta	sobre	la	tierra
dura,	hermosa	araucaria
de	los	australes
torre	de	Chile,	punta
del	territorio	verde,
pabellón	del	invierno,
de	la	fragancia.
Ahora,	sin	embargo,
sino	por	el	racimo	de	tu	especie,
por	tu	fruta	cerrada,
por	tu	piñón	abierto.
sobre	los	indios
como	una	rosa	de	madera
el	colosal	puñado
la	mojada	tierra
harina,	pan	silvestre
del	indomable
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Ved	la	guerra:
los	guerreros
y	sus	caballos
de	galvánicas
de	los	desnudos
voz	del	fuego,	cuchillo
de	dura	piedra	parda,
lanzas	enloquecidas
en	el	bosque,
replegándose,
Entonces,	en	el	último
bastión	verde,
bajo	las	araucarias
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iban	diezmando
la	familia	salvaje.
terror	de	un	golpe
de	herraduras,
latido	de	una	hoja,
se	estremeció	allá	arriba
un	movimiento
rugió	como	una	ola
todo	el	follaje
una	marejada
se	rompieron
contra	la	tierra,	contra
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la	piedra	defendida
y	desgranaron
su	fruta,	el	pan	postrero
Así	la	Araucanía
sus	lanzas	de	agua	y	oro,
zozobraron	los	bosques
bajo	el	silbido
violentas	como	rachas,
incendiarias	del	Cacique:
piedra	quemada
y	flecha	voladora
al	invasor	de	hierro
en	el	camino.
de	bronce	con	espinas,
la	ensangrentada	estirpe,
la	tierra	defendida,
pan	de	valientes,
en	la	mojada	aurora
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corona	verde,
madre	de	los	espacios,
la	imponente
y	abandona	en	mi	canto
del	viento	que	te	toca,
y	huracanado	viento
para	que	las	legiones
de	tu	especie	en	mi	canto.
Árbol	nutricio,	entrégame
la	terrenal	argolla	que	te	amarra
a	la	entraña	lluviosa
tu	resistencia,	el	rostro
contra	la	envidia,
la	invasión,	la	codicia,
Tus	armas	deja	y	vela
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sobre	mi	corazón,
sobre	los	míos,
sobre	los	hombros
de	los	valerosos,
porque	a	la	misma	luz	de	hojas	y	aurora,
arenas	y	follajes,
yo	voy	con	las	banderas
profundo	de	mi	pueblo!
Araucaria	araucana,
aquí	me	tienes!
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Oda	a	la	arena
Arena	pura,	cómo
se	acumuló,	impalpable,
tu	grano	dividido
y	cinturón	del	mar,	copa	del	mundo,
pétalo	planetario,
fuiste	reuniendo	frente	al	alarido
de	olas	y	aves	salvajes
tu	anillo	eterno	y	tu	unidad	oscura?
Arena,	madre
él	en	tu	piedra	innumerable
depositó	el	racimo	de	la	especie,
con	sus	gritos	seminales
de	toro	verde	tu	naturaleza.
Desnudo	sobre
tu	fragmentaria	piel
tu	beso,	tu	susurro
recorriéndome
más	ceñidos	que	el	agua,
el	aire,	el	tiempo,
a	las	líneas	de	mi	cuerpo,
volviéndome	a	formar
por	la	playa	marina
el	hueco	de	mi	ser	queda	un	instante
en	tu	memoria,	arena,
hasta	que	aire,
borren	mi	peso	gris	en	tu	dominio.
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Sílice	demolida,
mármol	disperso,	aro
de	la	profundidad,
polvo	marino,
en	el	desierto,
circular	y	brillante
como	un	anillo,
hasta	que	el	viento	silba
y	aterrador	acude
la	piedra	demolida,
de	sal	y	soledad,
la	enfurecida	arena
suena	como	un	castillo
por	una	racha	de	violines,
por	una	tumultuosa
velocidad	de	espada	en	movimiento.
hasta	que	el	hombre
y	a	la	mezcla
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serenamente	acudes
construyendo
reunida	de	nuevo
la	voluntad	del	hombre.
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Oda	a	su	aroma
Suave	mía,	a	qué	hueles,
a	qué	estrella,	a	qué	hoja?
de	tu	pequeña	oreja
o	en	tu	frente
la	nariz	entre	el	pelo
buscando,	conociendo
la	raza	de	tu	aroma:
es	suave,	pero
no	es	flor,	no	es	cuchillada
de	clavel	penetrante
o	arrebatado	aroma
es	algo,	es	tierra,
maderas	o	manzanas,
de	la	luz	en	la	piel,
de	matutina	sombra
olor	de	piedra	y	río,
de	un	durazno,
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palpitación	secreta
que	recorrió	la	luna
de	tu	cuerpo,
de	tu	piel	estrellada,
el	pan	de	tu	contacto,
en	la	longitud
de	tu	luz	loca,
en	tu	circunferencia	de	vasija,
en	los	ojos	de	tus	senos,
entre	tus	anchos	párpados
y	tu	boca	de	espuma,
dejó	mi	mano
olor	de	tinta	y	selva,
sangre	y	frutos	perdidos,
de	olvidados	planetas,
papeles	vegetales,
mi	propio	cuerpo
en	la	frescura	de	tu	amor,	amada,
como	en	un	manantial
o	en	el	sonido
de	un	campanario
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entre	el	olor	del	cielo
de	las	últimas	aves,
de	tu	piel,	del	idioma
de	la	noche	en	tu	noche,
del	día	en	tu	mirada.
Desde	tu	corazón
como	desde	la	tierra
la	luz	hasta	la	cima	del	cerezo:
en	tu	piel	yo	detengo
la	ola	de	luz	que	sube,
la	fruta	sumergidaen	su	fragancia,
la	noche	que	respiras,
la	sangre	que	recorre
tu	hermosura
hasta	llegar	al	beso
que	me	espera
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Oda	a	la	bella	desnuda
Con	casto	corazón,	con	ojos
te	celebro,	belleza,
reteniendo	la	sangre
para	que	surja	y	siga
la	línea,	tu	contorno,
que	te	acuestes	en	mi	oda
como	en	tierra	de	bosques	o	en	espuma:
en	aroma	terrestre
o	en	música	marina.
Bella	desnuda,
tus	pies	arqueados
por	un	antiguo	golpe
del	viento	o	del	sonido
que	tus	orejas,
caracolas	mínimas
del	espléndido	mar	americano.
Iguales	son	tus	pechos
de	paralela	plenitud,	colmados
por	la	luz	de	la	vida,
tus	párpados	de	trigo
que	descubren
dos	países	profundos	en	tus	ojos.
La	línea	que	tu	espalda
en	pálidas	regiones
se	pierde	y	surge
en	dos	tersas	mitades
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y	sigue	separando
tu	hermosura
en	dos	columnas
de	oro	quemado,	de	alabastro	fino,
a	perderse	en	tus	pies	como	en	dos	uvas,
desde	donde	otra	vez	arde	y	se	eleva
el	árbol	doble	de	tu	simetría,
fuego	florido,	candelabro	abierto,
turgente	fruta	erguida
sobre	el	pacto	del	mar	y	de	la	tierra.
Tu	cuerpo,	en	qué	materia,
ágata,	cuarzo,	trigo,
se	plasmó,	fue	subiendo
como	el	pan	se	levanta
de	la	temperatura,
y	señaló	colinas
valles	de	un	solo	pétalo,	dulzuras
de	profundo	terciopelo,
hasta	quedar	cuajada
la	fina	y	firme	forma	femenina?
No	sólo	es	luz	que	cae
sobre	el	mundo
la	que	alarga	en	tu	cuerpo
su	nieve	sofocada,
sino	que	se	desprende
de	ti	la	claridad	como	si	fueras
encendida	por	dentro.
Debajo	de	tu	piel	vive	la	luna.
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Oda	al	cactus	de	la	costa
de	espinas	estrelladas,
cactus	de	las	arenas,
tu	salud	erizada:
la	bruma	carcomiendo
la	sal	tumbando	estatuas,
por	las	arrolladoras
plumas	de	la	tormenta,
entre	dos	piedras,
sin	ojos	y	sin	hojas,
sin	nidos	y	sin	nervios,
duro,	con	tus	raíces
como	argollas	terrestres
en	el	hierro	del	planeta,
una	minúscula
y	espinosa	cabeza
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sola	en	la	trepidante	oceanía,
en	el	huracanado	territorio.
Más	tarde	Agosto	llega,
la	primavera	duerme
confundida	en	el	frío
del	hemisferio	negro,
todo	en	la	costa	tiene
como	pianos,
derribada,	enlutada,
el	mundo	es	un	naufragio,
te	escogió	la	primavera
la	luz	sobre	la	tierra
dos	gotas	de	la	sangre
en	dos	de	tus	espinas	solitarias,
entre	piedras,
entre	tus	alfileres,
la	celeste	y	terrestre
lo	que	existe,	fragante,
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aéreo,	consumado,
lo	que	tiembla	en	las	hojas
del	limonero	o	entre
los	aromas	dormidos
de	la	imperial	magnolia,
de	todo	lo	que	espera
tú,	cactus	de	las	arenas,
pequeño	bruto	inmóvil,
tú	fuiste	el	elegido
antes	de	que	otra	flor	te	desafiara
de	tus	sagrados	dedos
se	hicieron	flor	rosada,
pétalos	milagrosos.
Así	es	la	historia,
de	mi	poema:
estés,	donde	vivas,
soledad	de	este	mundo,
de	la	furia	terrestre,
de	las	humillaciones,
con	tu	pequeño	ser	y	tus	raíces.
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desde	tu	corazón	un	rayo	rojo,
florecerás	también	una	mañana:
no	te	ha	olvidado	hermano,
no	te	ha	olvidado,
la	primavera:
yo	te	lo	digo,
yo	te	lo	aseguro,
porque	el	cactus	terrible,
hijo	de	las	arenas,
me	encargó	este	mensaje
para	tu	corazón	desconsolado.
y	me	lo	digo:
hermano,	hermana,
estoy	seguro:
No	nos	olvidará	la	primavera.
www.lectulandia.com	-	Página	30
Oda	a	los	calcetines
Me	trajo	Maru	Mori
que	tejió	con	sus	manos
dos	calcetines	suaves
como	liebres.
con	hebras	del
y	pellejo	de	ovejas.
Violentos	calcetines,
mis	pies	fueron
dos	pescados
dos	largos	tiburones
de	azul	ultramarino
por	una	trenza	de	oro,
dos	gigantescos	mirlos,
fueron	honrados
de	este	modo
tan	hermosos
que	por	primera	vez
mis	pies	me	parecieron
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como	dos	decrépitos
de	aquel	fuego
de	aquellos	luminosos
la	tentación	aguda
de	guardarlos
como	los	colegiales
las	luciérnagas,
como	los	eruditos
documentos	sagrados,
el	impulso	furioso
y	darles	cada	día
y	pulpa	de	melón	rosado.
Como	descubridores
que	en	la	selva
entregan	el	rarísimo
venado	verde
y	se	lo	comen
con	remordimiento,
y	me	enfundé
luego	los	zapatos.
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la	moral	de	mi	oda:
dos	veces	es	belleza
y	lo	que	es	bueno	es	doblemente
cuando	se	trata	de	dos	calcetines
en	el	invierno.
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Oda	a	la	cascada
De	pronto,	un	día
me	levanté	temprano
y	te	di	una	cascada.
sobre	la	tierra,
lo	que	vuela	en	el	aire,
bajo	la	tierra,
nada	tan	fugitivo,
nada	que	cante
como	una	cascada.
Ahí	la	tienes:
como	leona	blanca,
como	la	flor	del	fósforo,
con	cada	uno	de	tus	sueños,
pasajera	platería.
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de	un	molino
es	herido	crisantemo,
sino	realizadora
madre	del	pan	que	comes
te	pesará	lo	que	te	he	dado
porque	siempre
lo	que	te	di,	la	flor	o	la	madera,
la	palabra	o	el	muro
que	sostienen
todo	el	amor	errante	que	reposa
ardiendo	en	nuestras	manos,
pero	de	cuanto
dirá	en	su	idioma	cuanto
tú	y	yo	callamos,
contará	nuestros	besos
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Oda	a	la	cordillera	andina
De	nuevo	desde	arriba,
desde	el	cielo
apareciste,	cordillera
blanca	y	oscura	de	la	patria	mía.
Antes	el	grande	avión
cruzó	los	grandes	mares,
las	selvas,	los	desiertos.
Todo	fue	simetría,
todo	sobre	la	tierra
todo	desde	la	altura
hasta	que	en	medio
de	la	tierra	y	del	cielo
tu	nieve	planetaria
congelando	las	torres	de	la	tierra.
Volcanes,	cicatrices,
nieves	ferruginosas,
titánicas	alturas
cabezas	de	los	montes,
pies	del	cielo,
abismos	del	abismo,
la	cáscara	terrestre
metros	de	altura,
duros	como	un	diamante
las	venas,	los	ramales
de	la	sombra	y	la	nieve
sobre	la	enfurecida
tormenta	de	los	mundos
que	se	detuvo	hirviendo
y	en	el	silencio
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sus	mares	de	granito.
Patria,	puso	la	tierra
en	tus	manos	delgadas
su	más	duro	estandarte,
la	cordillera	andina,
hierro	nevado,	soledades	puras,
piedra	y	escalofrío,
y	en	tu	costado
como	flor	infinita	el	mar	te	ofrece
su	derramada	espuma.
Oh	mar,	oh	nieve,
de	mi	pequeña	patria,
al	hombre,	al	compatriota,
el	pan	de	tu	grandeza,
lo	unirás	al	destino
al	esplendor	sagrado
del	mar	y	su	energía.
Dura	morada,
el	rayo	de	tus	dones,
malherido	en	su	reino,
en	su	propia	fortaleza,
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harapiento	en	su	ámbito	de	oro,
conquistándolo,
defendiendo	la	nieve	de	su	estrella,
multiplicando	el	mar	y	sus	racimos,
extendiendo	el	silencio	de	los	frutos.
Cordillera,	colegio
el	candelabro	frío
soledades	de	nieve,
estuario	inmóvil,
las	piedras	de	tu	sueño,
y	en	ella,	en	la	nevada
de	las	acérrimas	alturas.
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Oda	al	cráneo
cuando	perdí
de	mi	ser	como	el	hueso
sangre	y	camino,
que	levantan	tu	sombra.
Más	tarde	el	lienzo	de	la	cama
blanca	como	la	luna
y	el	sueño	al	fin	pegándose
como	un	algodón	negro.
extendí	un	dedo	sigiloso,
bajé	por	las	costillas
y	únicamente
como	un	casco
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en	mi	edad,	en	viajes,	en	amores
me	miré	cada	pelo,
sin	ver	la	magnitud
torre	del	pensamiento,
el	coco	duro,
la	bóveda	de	calcio
como	una	caja	de	reloj
con	su	espesor	de	muro
minúsculos	tesoros,
vasos,	circulaciones
pulsos	de	la	razón,	venas	del	sueño,
gelatinas	del	alma,
el	pequeño	océano
el	penacho	profundo
las	circunvoluciones	arrugadas
como	una	cordillera	sumergida
la	voluntad,	el	pez	del	movimiento,
la	eléctrica	corola
las	algas	del	recuerdo.
Me	toqué	la	cabeza,
descubriéndola,
como	en	la	geología
sin	temblorosa	melodía	de	aves,
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el	cráneo,	el	tuyo,
la	espesura	protectora,
la	caja	fuerte,	el	casco
la	nuez	de	la	existencia.
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Oda	a	la	crítica	(II)
Toqué	mi	libro:
como	una	nave	blanca,
como	una	nueva	rosa,
para	mis	ojos
la	flor	del	pan	crecía
sobre	mi	libro:
me	cegué	con	mis	rayos,
me	sentí	demasiado
comencé	a	caminar
envuelto	en	nubes
una	sola	palabra
me	mostró	de	repente
cuanto	dejé	de	hacer
y	cuanto	pude
avanzar	con	mi	fuerza	y	mi	ternura
navegar	con	la	nave	de	mi	canto.
Volví	más	verdadero,
tomé	cuanto	tenía
y	cuanto	tienes,
cuantoanduviste	tú
sobre	la	tierra,
cuanto	vieron
luchó	tu	corazón	día	tras	día
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se	dispuso	a	mi	lado,
y	levanté	la	harina
la	flor	del	pan	acrecentó	su	aroma
Gracias	te	digo,
motor	claro	del	mundo,
de	la	velocidad,	aceite
de	la	eterna	rueda	humana,
espada	de	oro,	piedra
de	la	estructura.
Crítica,	tú	no	traes
la	espesa	gota
de	la	envidia,
la	personal	guadaña
o	el	ambiguo,	encrespado
del	café	rencoroso,
no	eres	tampoco	el	juego
del	viejo	tragasables	y	su	tribu,
de	la	feudal	serpiente
siempre	enroscada	en	su	exquisita	rama.
constructora,
burbuja	del	nivel,	línea	de	acero,
palpitación	de	clase.
Con	una	sola	vida
no	aprenderé	bastante.
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Con	la	luz	de	otras	vidas
vivirán	otras	vidas	en	mi	canto.
www.lectulandia.com	-	Página	44
Oda	a	la	Cruz	del	Sur
Hoy	14	de	abril,
se	conmovió	la	sombra,
se	enarboló	el	ciprés
de	las	estrellas,
las	hojas	de	la	noche
polvo	muerto
y	todo	quedó	limpio
y	tembloroso.
fue	la	sombra
en	Isla	Negra
de	mi	amada,
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levantó	un	brazo	apenas
y	como	un	rayo	de	ámbar
desde	la	tierra	al	cielo
cuatro	estrellas:
la	Cruz	del	Sur	inmóvil
sobre	nuestras	cabezas.
En	un	instante
se	apagaron	todos
y	sólo	vi	clavadas
al	cielo	solitario
cuatro	rosas	azules,
cuatro	piedras	heladas.
frente	al	viento
oceánico,	entre	las	dentelladas
del	Sur,	olvidado
sobre	el	pecho
de	la	noche	turgente,
constelación	marina,
de	las	casas	pobres,
lámpara	errante,	rombo
de	lluvia	y	terciopelo,
tijera	de	la	altura,
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posa	tus	cuatro	labios
en	tu	nocturno
a	las	islas	del	cielo,
a	las	vertientes
del	agua	de	la	noche,
madre	de	las	estrellas,
del	sol,	al	viejo	carro
cubierto	de	limones.
Y	no	me	respondió
la	Cruz	del	Sur:
siguió,	siguió	viajando
por	el	viento.
Dejé	la	lira	entonces
en	el	camino,
y	abracé	a	mi	amada
y	al	acercar	mis	ojos
cuatro	puntas
de	diamante	encendido.
La	noche	y	su	navío
y	besé	una	por	una
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Oda	al	día	inconsecuente
fue	azul	tu	corbata,
fue	el	vuelo	verde
una	racha	de	acero
las	esperanzas
la	última	o	la	primera
brilló	blanca	y	azul
como	un	revólver,
como	un	reloj	nocturno
conservó	un	minutero
turgente	y	negro	el	mar
cubrió	su	corazón
con	terciopelo
mostrando	de	repente
la	nevada	sortija
o	la	encrespada
rosa	de	su	radiante	desvarío.
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inquietamente	fijo
en	mi	ventana
cambiando	de	zapatos
para	ir	por	la	arena
o	hundirme	en	la	humedad,	entre	las	hojas
del	eucaliptus	rojo,
corvas	como	puñales	de	Corinto,
si	el	Arco	Iris,
que	como	una	bandera	mexicana
creció	hacia	Cartagena,
o	torre	de	tinieblas.
Un	fragmento
como	resto	volante
en	el	último	umbral
del	pánico	celeste.
tembló	de	lado	a	lado,
un	relámpago
corrió	como	un	lagarto
entre	las	vestiduras
y	de	golpe	cayó	todo	el	rocío
perdiéndose	en	el	polvo
la	diadema	salvaje.
Entre	las	nubes	y	la	tierra
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depositó	su	huevo	duro,
blanco,	liso,	obstinado,
y	un	gallo	verde
como	un	pino
como	si	desgranara
todo	el	maíz	del	mundo:
entró	por	las	ventanas
y	no	la	noche,	no	la	tempestuosa
claridad	indecisa
se	estableció	en	la	tierra,
sino	sencillamente
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Oda	al	diccionario
Lomo	de	buey,	pesado
cargador,	sistemático
te	ignoré,	me	vistió
la	suficiencia
y	me	creí	repleto,
y	orondo	como	un
melancólico	sapo
dictaminé:	«Recibo
del	Sinaí	bramante.
las	formas	a	la	alquimia.
El	gran	mago	callaba.
El	Diccionario,
viejo	y	pesado,	con	su	chaquetón
de	pellejo	gastado,
se	quedó	silencioso
sin	mostrar	sus	probetas.
después	de	haberlo	usado
de	declararlo
inútil	y	anacrónico	camello,
cuando	los	largos	meses,	sin	protesta,
me	sirvió	de	sillón
y	de	almohada,
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se	rebeló	y	plantándose
creció,	movió	sus	hojas
movió	la	elevación	de	su	follaje:
manzano,	manzanar	o	manzanero,
y	las	palabras
brillaban	en	su	copa	inagotable,
opacas	o	sonoras,
fecundas	en	la	fronda	del	lenguaje,
cargadas	de	verdad	y	de	sonido.
qué	maravilla
pronunciar	estas	sílabas
hueca,	esperando	aceite	o	ambrosía,
y	junto	a	ellas
Captura	Capucete	Capuchina
Capracio	Captatorio
que	se	deslizan	como	suaves	uvas
o	que	a	la	luz	estallan
como	gérmenes	ciegos	que	esperaron
en	las	bodegas	del	vocabulario
y	viven	otra	vez	y	dan	la	vida:
una	vez	más	el	corazón	las	quema.
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Diccionario,	no	eres
tumba,	sepulcro,	féretro,
túmulo,	mausoleo,
sino	preservación,
fuego	escondido,
plantación	de	rubíes,
perpetuidad	viviente
de	la	esencia,
granero	del	idioma.
Y	es	hermoso
recoger	en	tus	filas
hija	de	España,
como	reja	de	arado,
fija	en	su	límite
de	anticuada	herramienta,
con	su	hermosura	exacta
y	su	dureza	de	medalla.
que	allí	vimos	perdida
entre	renglones
y	que	de	pronto
se	hizo	sabrosa	y	lisa	en	nuestra	boca
como	una	almendra
o	tierna	como	un	higo.
Diccionario,	una	mano
de	tus	mil	manos,	una
de	tus	mil	esmeraldas,
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de	tus	vertientes	virginales,
magnánimos	graneros
en	el	momento
a	mis	labios	conduce,
al	hilo	de	mi	pluma,
De	tu	espesa	y	sonora
profundidad	de	selva,
cuando	lo	necesite,
un	solo	trino,	el	lujo
de	una	abeja,
un	fragmento	caído
de	tu	antigua	madera	perfumada
por	una	eternidad	de	jazmineros,
un	temblor,	un	sonido,
de	tierra	soy	y	con	palabras	canto.
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Oda	a	don	Diego	de	la	noche
buenas	noches:
un	poeta	perdido.
Aquella	puerta
me	golpeó	la	nariz
con	esa	rama
que	yo	tomé	por	una
criatura	excelente.
La	oscuridad	es	madre
el	poeta	perdido
que	una	estrella	de	fosforo
subió	o	bajó	—no	supe—
en	las	tinieblas.
Estaba	yo	en	el	cielo,
debía	dirigirme,
amigo	celestial
murió	hace	tanto	tiempo
y	anda	con	armadura:
En	el	infierno,
como	dos	lechuzas,
Baudelaire	y	Edgar	Poe,
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ignorarán	mi	nombre!
Miré	la	estrella
era	Don	Diego,
se	me	quedó	prendido
traspasándome
de	claridad	fragante,
en	las	tinieblas,
gracias,	estrella,	por	tus	cuatro	rayos,
por	tus	pétalos,
por	tus	cuatro
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Oda	a	la	erosión	en	la	Provincia	de	Malleco
Volví	a	mi	tierra	verde
y	ya	no	estaba,
se	había	marchado.
trémulos,	vastos	bosques,
provincias	montañosas,
tierra	y	fragancia	y	humus:
un	pájaro	que	silba,
en	su	caballo,
maitenes,	avellanos,
tempestuosos	raulíes,
laureles	que	en	el	cielo
desataron	su	aroma,
pájaros	de	plumaje
mojado	por	la	lluvia
que	un	grito	negro
de	la	espesura,
puras,	compactas,
lisas	como	lingotes,
duras	como	cuchillos,
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como	lanzas,
fuego	errante
duplicaba	una	gota
mojada,	cielo
grande,	raíces,
hojas,	silencio	verde,
tus	cicatrices,
la	capa	germinal
del	territorio,
como	si	lava	o	muerte
hubieran	roto
tu	sagrada	substancia
o	una	guadaña
en	tu	materno	rostro
hubiera	escrito
las	iniciales	del	infierno.
que	darás	a	tus	hijos,
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tu	naturaleza,
tu	matriz	materna,
entre	los	hombres?
Los	pájaros	cantores,
eran	preservadores
hijos	de	la	madera,
rapsodas	emplumados
te	previnieron.
es	el	cerril	oído
a	incendiar	las	entrañas
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la	eternidad	del	hambre.
Rozó	con	fuego
de	los	mañíos,
la	ciudad	del	raulí,	la	rumorosa
colmena	de	los	ulmos,
desde	las	raíces	quemadas,
se	va	la	tierra,
nada	la	defiende,
que	ya	nada	ni	nadie
puede	borrar	del	suelo:
quemada	fue	la	copa	originaria.
a	contener	la	muerte!
Chilenos	de	hoy,
ahora	mismo,	ahora,
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a	detener	el	hambre
a	renovar	la	selva
a	establecer	raíces,
a	plantar	la	esperanza,
a	sujetar	la	rama
conducta	de	soldado,
tus	deberes	rumorosos
tu	plenitud	profunda
de	ingeniero,
copas	verdes,
las	iglesias	del	follaje,
de	la	pajarería,
que	volverá	del	cielo,
regresará	a	la	boca	de	tus	hijos
el	pan	que	ahora	huye	con	la	tierra
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Oda	al	espacio	marino
Húmedo	el	corazón,	la	ola
pura,	certera,	amarga.
Dentro	de	ti	la	sal,
la	transparencia,
el	agua	se	repiten:
la	multitud	del	mar
y	no	sólola	playa
sino	tu	corazón	es	coronado
por	la	insistente	espuma.
Diez	años	o	quince	años,
llegué	a	estas	soledades,
en	la	perdida	arena,
y	como	arena	fui	desmenuzando
las	horas	de	mi	vida
grano	a	grano:
luz,	sombra,	sangre,	trigo,
repulsión	o	dulzura.
los	ladrillos,	las	puertas	de	la	casa,
con	la	humedad	y	el	paso
sino	que	con	mi	canto
y	con	la	espuma
que	insiste	en	las	arenas.
Con	mi	canto	y	el	viento
y	del	mar	y	las	piedras
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recogí	resistencia,
espacio	y	alas
para	el	sonido,
recogí	la	substancia
de	la	noche	marina.
Aquí	primero
levanté	el	alga	fría
ondulada	en	la	ola
o	el	caracol	de	Chile,
sumergida	cadera
como	vino	amarillo.
las	plantas	procelarias,
el	firmamento	fino
perdidas	en	la	duna,
en	la	calcárea
virginidad	rocosa:
de	la	ardiente	arena,
gruesas	hojas,	espinas,
flores	de	la	intemperie,
pegadas	a	la	tierra.
Sí,	las	flores,
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pero	detrás	de	todo
como	un	caballo
caballo	azul,	caballo
de	cabellera	blanca,
mucho	más	ancho
cinturón	frenético
de	tierra	y	cielo.
En	las	orillas
piedras	a	puñados,
edificios	de	roca
dispuestos	contra	el	mar	y	su	batalla,
socavados	por	una	misma	gota
repetida	en	los	siglos.
Contra	el	granito	gris
el	mar	estalla:
invasiones	de	espuma,
ejércitos	de	sal,
soldados	verdes
derribando	racimos	invisibles.
Espesos	buzos
de	la	profundidad:
la	nave	espera
en	el	vaivén	del	seno	de	la	ola,
de	palpitantes
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góticas	caracolas,
erizados	erizos:
de	la	mitología
en	su	escafandra,	pudo
bailar	con	las	medusas,
en	el	profundo	hotel
de	las	sirenas,
pero	ha	vuelto:	un	pequeño
pescador	de	la	orilla
sale	de	sus	zapatos
como	un	papel	o	un	pájaro.
de	mis	compañeros,
más	que	el	mar	es	la	tos
quien	los	golpea
y	como	en	redes	rotas
sus	difíciles	vidas
sin	unidad,	resbalan
se	ve	minúsculo
como	pulga	marina.
No	es	verdad.
en	las	piedras,	en
el	erial	marino
su	mansión	miserable,
de	las	tierras	desdentadas
con	trozos	de	latón,	con	tablas	rotas
puso	el	techo	sobre	los	hijos
y	salió	cada	día
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al	martillo,	al	cemento,
las	casas,	las	aduanas:
el	hombrecito
de	la	costa	elevó	las	estructuras
y	regresó	a	los	cerros,
Sí,	océano,	solemne
es	tu	insistente
vaticinio,	la	eternidad
del	canto	en	movimiento,
entra	en	mi	corazón,	barre	las	hojas
del	fallecido	otoño.
tu	desbordante	copa
como	en	la	roca
en	mi	pequeña	frente	de	poeta,
y	arena,	flores	duras,	aves
de	tempestad,	silbante	cielo,
rodean	mi	existencia.
Pero	el	minúsculo
hombre	de	las	arenas
es	para	mí	más	grande.
Ahora,	vedlo:
pasa	con	su	mujer,	con	cinco	perros
hambrientos,	con	su	carga
de	mar,	algas,	pescados.
Yo	no	soy	mar,	soy	hombre.
Yo	no	conozco	al	viento.
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Qué	dicen	estas	olas?
Y	cierro	mi	ventana.
bella	es	tu	voz,	de	sal	y	sol	tu	estatua,
para	el	hombre	es	mi	canto.
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Oda	a	las	estrellas
Serenas	piedras	puras
de	la	noche,	cubiertas
de	soledad,	vacías
para	el	hombre,
agujeros	horadados
en	el	diamante	negro,
del	terciopelo
espolvoreado
en	la	sombra,
de	qué	manera,
cómo	y	cuándo
serviréis	para	algo?
Estoy	cansado,
y	magnánima
Sois	las	más	primorosas
de	los	setenta	cielos,
con	zapatos	de	raso,
con	ojos	de	diamante,
que	no	saben
ni	manejar	tractores,
hasta	cuándo?
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llenas	de	racimos,
pero	embarazadas,
pero	queremos	una
llena	como	un	tonel
de	milenario	vino,
con	olor	a	camello,
a	buey,	a	vaca,
con	los	ladrillos	que	se	necesitan
para	construir	casas	a	las	viudas
de	los	obreros	muertos,
con	mantequilla	en	medio.
No	te	olvides,	poeta,
de	una	estrella
con	corderos,
con	ensaladas,
con	colchones,
de	una	con	mobiliario,
otra	con	libros!
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como	en	las	oficinas,
Escuchadme:
es	nuestra	estrella.
la	fecundaremos
hasta	que	esté	colmada
como	un	canasto	verde
con	los	dones
A	las	otras	estrellas!
A	la	espléndida	costa
de	los	nuevos	espacios
a	la	remota	estrella,
y	un	profundo	libro,
con	corazones	simples,
la	antigua	astronomía
vendrá	la	agricultura
de	los	astros,
los	senos	de	la	estrella,
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y	en	la	noche
mugirá	en	la	distancia
nuestra	ganadería.
de	mi	creciente	vida
más	hermosas
me	parecéis,	más	altas:
contempladas
a	través	de	la	fría	transparencia
de	la	noche	de	Chile.
que	mis	años	crecen
duermo	más	con	vosotras
innumerable,
en	esta	intimidad
dejadme	a	mí,
del	espacioso	tálamo
a	la	más	alta	altura
mi	mano	de	poeta
a	la	sombra	constelada,
a	las	remotas,	a	las	temblorosas
una	advertencia,	un	golpe
en	sus	glaciales
de	semillas	humanas,
una	carta,	una	oda
www.lectulandia.com	-	Página	71
www.lectulandia.com	-	Página	72
Oda	a	la	farmacia
Qué	olor	a	bosque
raíz	salió	la	esencia
del	boticario,
se	machacaron
que	producen
prodigiosos	ungüentos,
la	seca	solfatara
molió,	molió,	molió
del	copal	fabuloso:
se	hizo	cápsula,
machacó	diminutos
pétalos	de	bismuto,
esponjas	secas,
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de	su	farmacia
de	una	multiplicada
en	los	frascos,
la	nuez	vómica,
la	infernal	belladona
y	el	arcangelical	bicarbonato.
Luego	las	vitaminas
con	sus	abecedarios
sabios	anaqueles.
de	la	penicilina.
las	hormonas
su	sitio	en	la	farmacia.
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que	en	el	laboratorio
un	movimiento
de	la	vieja	farmacia:
a	la	instantánea	caja
de	inyecciones
y	concentra	una	cápsula	la	nueva
del	hombre	con	la	muerte.
Farmacia,	qué	sagrado
olor	a	bosque
y	a	conocimiento
profundidad	de	aromas
de	una	madera,
el	purísimo	polvo
de	un	veneno.
en	tu	ámbito	claro,
en	tu	universidad
de	frascos	y	cajones,
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la	hora	de	la	batalla	en	nuestro	cuerpo.
Farmacia,	iglesia
de	los	desesperados,
con	un	pequeño
en	cada	píldora:
a	menudo	eres
demasiado	cara,
de	un	remedio
cierra	tus	claras	puertas
con	la	boca	apretada
vuelven	al	cuarto	oscuro	del	enfermo,
que	llegue	un	día
Y	así	serán	mejores
serán	más	olorosos	los	sulfatos,
más	azul	el	azul	de	metileno
y	más	dulce	la	paz	de	la	quinina.
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Oda	a	las	flores	de	la	costa
Han	abierto	las	flores
silvestres	de	Isla	Negra,
no	tienen	nombre,	algunas
parecen	azahares	de	la	arena,
otras	encienden
en	el	suelo	un	relámpago	amarillo.
Soy	pastoral	poeta.
como	los	cazadores,
junto	al	mar,	en	la	noche.
Sólo	esta	flor,	sólo	estas
soledades	marinas
y	simple	como	rosa	de	la	tierra.
me	pidió	que	combatiera
y	organicé	mi	corazón	luchando
y	levantando	la	esperanza:
del	hombre	soy,	de	todos.
Deber	y	amor	se	llaman
mis	dos	manos.
entre	las	piedras
las	flores	que	esperaron
a	través	del	olvido
y	del	invierno
para	elevar	un	rayo	diminuto
de	luz	y	de	fragancia,
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al	despedirme
me	duele	dar	un	paso,
no	en	las	calles.
Soy	pastoral	poeta.
Pero	deber	y	amor	son	mis	dos	manos.
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Oda	a	la	gaviota
silbante	de	mi	oda.
bandera	de	dos	alas,
cuerpo	de	plata,
tu	insignia	atravesada
del	firmamento	frío,
serenata	del	vuelo,
flecha	de	nieve,	nave
tranquila	en	la	tormenta	transparente
elevas	tu	equilibrio
el	ronco	viento	barre
las	praderas	del	cielo.
Después	del	largo	viaje,
tú,	magnolia	emplumada,
triángulo	sostenido
por	el	aire	en	la	altura,
con	lentitud	regresas
tu	plateada	vestidura,
ovalando	tu	nítido	tesoro,
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volviendo	a	ser
botón	blanco	del	vuelo,
huevo	de	la	hermosura.
su	victoriosa	oda.
el	lujo	blanco
de	la	inútil	espuma.
fotógrafo	del	cielo.
nada	que	no	devores,
sobre	el	agua	del	puerto
como	perro	de	pobre,
detrás	del	último
pedazo	de	intestino
a	tus	hermanas	blancas,
la	despreciable	presa,
el	desarmado	cúmulo
de	basura	marina,
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las	descartadas
sobras	de	la	caleta.
lo	transformas
en	ala	limpia,
en	blanca	geometría,
en	la	estática	línea	de	tu	vuelo.
ancla	nevada,
te	celebro	completa:
con	tu	voracidad	abrumadora,
con	tu	grito	en	la	lluvia
o	tu	descanso
de	copo	desprendido
a	la	tormenta,
con	tu	paz	o	tu	vuelo,
mi	palabra	terrestre,torpe	ensayo	de	vuelo,
a	ver	si	tú	desgranas
tu	semilla	de	pájaro	en	mi	oda.
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Oda	al	hígado
déjame	darte	el	ala
de	tu	invisible
desde	tu	infatigable
y	encerrado	molino,
viva	y	oscura.
el	corazón	suena	y	atrae
la	partitura	de	la	mandolina,
los	hilos	y	los	gramos
de	la	vida,	los	últimos
las	íntimas	esencias.
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lleno	de	manos
midiendo	y	trasvasando
en	tu	escondida
de	alquimista.
de	hidrografía	roja,
de	la	más	peligrosa
profundidad	del	hombre,
allí	escondido
creció	en	tu	maquinaria,
recibió	alguna	gota
de	tu	elaboración
al	amor	agregaste
fuego	o	melancolía,
célula	equivocada
gastada	en	tu	trabajo
y	el	aviador	se	equivoca	de	cielo,
el	tenor	se	derrumba	en	un	silbido,
al	astrónomo	se	le	pierde	un	planeta.
Cómo	brillan	arriba
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los	hechiceros	ojos
el	filtro	y	la	balanza,
la	delicada	química
de	los	cambios	sutiles:
lo	ve	o	lo	canta,
o	desgasta	su	mortero,
los	ojos	de	la	rosa	se	acabaron,
el	clavel	marchitó	su	dentadura
y	la	doncella	no	cantó	en	el	río.
Austera	parte
de	mí	mismo,
como	si	fueras	juez,
fiel	implacable,
y	si	no	puedo
entregarme	amarrado	a	la	pureza,
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si	el	excesivo
o	el	vino	hereditario	de	mi	patria
perturbar	mi	salud
o	el	equilibrio	de	mi	poesía,
monarca	oscuro,
distribuidor	de	mieles	y	venenos,
regulador	de	sales,
de	ti	espero	justicia:
Amo	la	vida:	Cúmpleme!	Trabaja!
No	detengas	mi	canto.
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Oda	al	jabón
hasta	mi	cara
su	cándida	fragancia
de	dónde	vienes,
de	la	provincia
De	mi	prima?
De	la	ropa	en	la	artesa
entre	las	manos
estrelladas	de	frío?
ay,	de	aquéllas?
de	María	campestre?
De	las	ciruelas	verdes
De	la	cancha	de	fútbol
Hueles	a	enramada,
a	dulce	amor	o	a	torta
de	onomástico?	Hueles
a	corazón	mojado?
Qué	me	traes,
en	la	mañana,
antes	de	entrar	al	agua
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y	salir	por	las	calles
entre	hombres	abrumados
por	sus	mercaderías?
Qué	olor	de	pueblo
miel	de	muchachas	silvestres?
olor	del	almacén
de	ultramarinos
los	blancos	lienzos	fuertes
entre	las	manos	de	los	campesinos,
de	la	chancaca,
o	en	el	aparador	de	la	casa
un	clavel	rojo
como	un	rayo	rojo,
como	una	flecha	roja?
barata,	a	colonia
inolvidable,	de	peluquería,
a	la	provincia	pura,
al	agua	limpia?
jabón,	delicia	pura,
aroma	transitorio
y	naufraga	como	un
pescado	ciego
www.lectulandia.com	-	Página	87
en	la	profundidad	de	la	bañera.
www.lectulandia.com	-	Página	88
Oda	a	la	lagartija
Junto	a	la	arena
de	cola	enarenada.
De	qué	planeta
Del	más	lejano	frío?
ascendieron	tus	colores
en	una	enredadera?
con	dos	pequeños	ojos
los	ojos	de	la	piedra.
www.lectulandia.com	-	Página	89
légamo	taciturno
del	dragón	que	aniquila.
fría,	pequeña
eres	una	remota
cerca	de	la	frescura,
con	los	libros	cerrados.
El	agua	corre	y	canta.
El	cielo,	arriba,	es	una
corola	calurosa.
www.lectulandia.com	-	Página	90
Oda	a	una	lavandera	nocturna
Desde	el	jardín,	en	lo	alto,
miré	la	lavandera.
Era	de	noche.
Lavaba,	refregaba,
un	segundo	sus	manos
brillaban	en	la	espuma,
caían	en	la	sombra.
a	la	luz	de	la	vela
era	en	la	noche	la	única
lo	único	que	vivía:
sacudiéndose
en	la	espuma,
los	brazos	en	la	ropa,
el	movimiento,
la	incansable	energía:
el	movimiento,
cayendo	y	levantándose
con	precisión	celeste,
las	manos	sumergidas,
las	manos,	viejas	manos
que	lavan	en	la	noche,
hasta	tarde,	en	la	noche,
que	sacan	en	el	agua
de	los	cuerpos,
de	los	pies	que	anduvieron,
www.lectulandia.com	-	Página	91
y	ardían	en	su	pelo
y	era	la	noche,	el	cielo
de	la	lavandera,
que	encendía
y	descendiendo,
el	aire,	el	agua,
el	jabón	vivo,
la	magnética	espuma.
www.lectulandia.com	-	Página	92
de	la	ropa	en	sus	manos.
como	un	planeta.
lavando	en	el	silencio	nocturno	del	invierno,
www.lectulandia.com	-	Página	93
Oda	a	la	luna
Reloj	del	cielo,
la	eternidad	celeste,
mientras	tanto
los	altos	hornos,
se	estremece	en	su	lámina
el	hombre	busca,	hambriento,
su	estandarte,
se	agrupan	los	hermanos,
las	campanas,
las	telas	se	tejieron,
la	transparencia
a	los	cristales.
Mientras	tanto
www.lectulandia.com	-	Página	94
acción	de	platino,
sin	que	sepamos
son	tus	hombres,
si	en	la	mañana
leche	de	estrella	blanca,
de	corcho	anaranjado,
si	en	tus	praderas	corren
serpientes	biseladas,
hasta	quedar	ciegos
tu	implacable
al	monte	el	telescopio
y	pegamos	el	ojo
hasta	dormirnos:
no	te	desvistes,
no	enciendes
www.lectulandia.com	-	Página	95
una	sola	fogata,
hacia	otro	lado,
como	gota	en	la	nieve,
No	será,	no	será
que	te	amaron
tu	paz	de	piedra	pálida,
en	tu	luz	subterránea,	encenderá
en	tus	ojos	muertos,
fecundaremos
tu	estatura	helada
cosecharemos
www.lectulandia.com	-	Página	96
navegaremos
en	tu	océano	blanco,
de	los	hombres,
habrá	en	tu	nieve
descubrimiento
y	no	serás	inútil
del	árbol	de	la	noche,
como	la	espiga,
www.lectulandia.com	-	Página	97
Oda	a	la	luna	del	mar
de	uña	gastada
o	gancho	de	candado,
religiosa	oxidada
en	el	transcurso
de	las	metálicas
revoluciones:
transmigratoria,
del	pueblo	que	sacude
exterminados
y	allí,	cansada,	arriba,
con	tus	párpados	viejos,
www.lectulandia.com	-	Página	98
más	cansada,
mas	rellena	con	humo,
con	sangre,	con	tabaco,
con	infinitas	interrogaciones,
con	el	sudor	nocturno
de	las	panaderías,
la	única	muela
como	una	perla,
www.lectulandia.com	-	Página	99
por	una	aurora	eterna,
desposándote
sin	cesar	con	el	cielo,	con	el	aire,
con	el	viento	marino,
desarrollado	cada
por	el	interno	impulso
vital	de	la	marea,
limpia	como	las	uñas
Oh,	luna	de	los	mares,
de	mi	número
y	las	manchas
mi	corazón	cansado,
fresca,	recién	nacida
entre	las	olas,
y	me	duermo
www.lectulandia.com	-	Página	100
bajo	tu	esfera	limpia,
de	universal	reloj,
de	rosa	blanca.
nuevo,	recién	vestido,
lavado	por	tus	manos,
bueno	para	el	trabajo
Tal	vez	tu	paz,	tu	nimbo
entre	las	olas,
eterna,	renaciendo
con	la	sombra,
tienen	que	ver	conmigo
eternidad	de	plata
debe	mi	corazón
www.lectulandia.com	-	Página	101
Oda	a	la	lluvia	marina
El	ave	grande	cruza
entre	agua	y	agua,
sobre	el	océano	de	Chile.
como	roca	ondulada
el	agua	madre
y	como	desde	un	pino
en	movimiento
caen	agujas	verdes
desde	el	cielo.
de	mar	a	mar,
desde	los	archipiélagos
hasta	las	osamentas	amarillas
del	litoral	peruano,
y	es	como	flecha	el	agua
la	transparencia
el	agua	dulce
sobre	el	agua	amarga.
el	azul	mojado,
baila	el	albatros
en	el	aire	puro,
nave	orgullosa,	clave
de	la	ecuación	marina.
la	nevada	paloma	estercolaria,
la	golondrina	antártica,
www.lectulandia.com	-	Página	102
el	pájaro	playero,
cruzan	las	soledades,
las	olas	y	la	espuma
rechazan	y	reciben
la	inundación
por	tus	hebras
fue	bruñido	y	lavado
como	un	navío
se	prepara	en	la	costa,
de	fuerza	transparente
limpiaron	la	estructura,
brilló,	brilló	la	proa
terso,	en	la	luz	del	agua,
terminó	su	aspereza,
como	un	beso	en	su	frente
una	ola	aguda
como	un	erizo	de	cristal	salado
lo	retiró	del	sueño
y	bautizó	con	sal	su	desafío.
www.lectulandia.com	-	Página	103
Aguas,	en	esta	hora
de	soledad	terrestre,
activas	aguas	puras,
a	la	verdad,	eternas,
por	la	lección	y	el	movimiento,
por	la	sal	tempestuosa
y	por	el	ritmo	frío,
porque	el	pino	del	cielo
cristalino,	en	mi	frente,
porque	de	nuevo	existo,
firme,	recién	lavado
por	la	lluvia	marina.
www.lectulandia.com	-	Página	104
Oda	a	tus	manos
Yo	en	un	mercado
o	en	un	mar	de	manos
como	dos	aves	blancas,
entre	todas	las	aves:
vuelan	entre	las	manos,
navegan	en	el	aire,
transparentes,
a	mi	costado,
se	repliegan,	dormidas,	en	mi	pecho.
Diáfanas	son	delgadas
lúcidas	como
una	cristalería,
como	plumas	del	cielo.
Al	pan	también	y	al	agua	se	parecen,
al	trigo,	a	los	países	de	la	luna,
al	perfil	de	la	almendra,	al	pez	salvaje
que	palpita	plateado
de	los	manantiales.
Tus	manos	van	y	vienen
tocando	tenedores,
hacen	fuego	y	de	pronto	chapotean
www.lectulandia.com	-	Página	105
negra	de	la	cocina,
picotean	la	máquina	aclarando
el	matorral	de	mi	caligrafía,
clavan	en	lasparedes,
y	vuelven	otra	vez	a	su	blancura.
se	dispuso	en	la	tierra
que	durmiera	y	volara
sobre	mi	corazón
www.lectulandia.com	-	Página	106
Oda	a	Don	Jorge	Manrique
Adelante,	le	dije,
y	entró	el	buen	caballero
de	la	muerte.
Era	de	plata	verde
como	el	agua	marina.
Sus	manos	y	su	rostro
eran	de	trigo.
Habla,	le	dije,	caballero
oponer	sino	el	aire
a	tus	estrofas.
De	hierro	y	sombra	fueron,
de	diamantes
en	la	piedra,	en	el	agua,
en	el	idioma.
Entonces,	él	me	dijo:
morder	una	manzana,
www.lectulandia.com	-	Página	107
tocar	la	polvorosa
suavidad	de	la	harina.
Ay	si	de	nuevo
No	a	la	muerte
mi	palabra…
que	el	tiempo	oscuro
bajaron	y	bajaron
a	las	tumbas,
con	la	muerte.
Sentencia	y	oración	fueron	las	rosas
de	aquellas	enterradas
y,	solitario	trovador,
callado	en	las	moradas
todos	los	pasos	iban
a	una	solemne
que	no	está	solo	el	hombre.
En	sus	manos
como	si	fuera	un	duro
pan,	la	esperanza,
Miré	y	el	caballero
www.lectulandia.com	-	Página	108
Ya	no	estaba	en	la	silla.
Por	la	abierta	ventana
se	extendían	las	tierras,
la	lucha,	el	trigo,
Gracias,	dije,	Don	Jorge,	caballero.
Y	volví	a	mi	deber	de	pueblo	y	canto.
www.lectulandia.com	-	Página	109
Oda	al	niño	de	la	liebre
A	la	luz	del	otoño
levantaba	en	sus	manos
ni	una	lámpara
sino	una	liebre	muerta.
Los	motores	rayaban
la	carretera	fría,
los	rostros	no	miraban
de	los	cristales,
rápidos	dientes
que	relampagueaban
hacia	el	mar	y	las	ciudades,
con	su	liebre,
como	un	cardo,
como	una	piedrecita,
hacia	la	exhalación
de	los	viajeros.
www.lectulandia.com	-	Página	110
las	altas	cordilleras,
color	de	puma
del	niño	con	su	liebre,
dos	cuchillitos	negros,
ofreciendo	su	liebre
en	el	inmenso
www.lectulandia.com	-	Página	111
Oda	al	ojo
Poderoso	eres,	pero
una	pata	de	mosca,
la	mitad	de	un	miligramo
entró	en	tu	ojo	derecho
se	hizo	negro	y	borroso,
se	volvieron	escaleras,
los	edificios	se	cubrieron	de	humo,
tu	amor,	tu	hijo,	tu	plato
cambiaron	de	color,	se	transformaron
en	palmeras	o	arañas.
Cuida	el	ojo!
globo	de	maravilla,
pulpo	de	nuestro	abismo
la	luz	de	las	tinieblas,
como	nada	o	como	nadie,
pintor	francés,
revelador	de	asombro.
diste	nombre
www.lectulandia.com	-	Página	112
a	la	luz	de	la	esmeralda,
el	crecimiento
las	leyes	de	la	aurora,
adviertes	el	peligro,
te	encuentras	con	el	rayo
y	arde	en	el	corazón	la	llamarada,
milenario	molusco,
te	sobrecoges
al	ataque	del	ácido,
números	de	banqueros,
de	tiernos	colegiales	de	Turquía,
de	Paraguay,	de	Malta,
abarcas	olas,	ríos,
en	el	remoto	mar,	entre	los	barcos,
guardas	al	náufrago
más	azul	del	cielo
se	abre	por	otro	lado	como	un	túnel
a	la	indecisa	patria	de	los	sueños.
Yo	vi	un	muerto
www.lectulandia.com	-	Página	113
un	hombre	del	salitre,
hermano	de	la	arena.
En	una	huelga
con	sus	compañeros
lo	derribaron,	luego
volvía	a	las	arenas,
y	por	la	dura	pampa
y	desafiando	a	sus	verdugos.
Yo	me	incliné
para	tocar	su	rostro
y	en	las	pupilas
que	se	había	quedado
la	misma	que	llevaban
sus	hermanos
como	en	el	pozo
la	eternidad	humana
www.lectulandia.com	-	Página	114
como	fuego	escarlata,
indestructible.
y	cuando	una	vez	más	hacia	el	océano
fui	a	dirigir	las	cuerdas	de	mi	lira
tú	delicadamente
me	mostraste
qué	tonto	soy:	vi	la	vida,	la	tierra,
menos	mis	ojos.
dejaste	penetrar
bajo	mis	párpados
un	átomo	de	polvo.
Se	me	nubló	la	vista.
detrás	de	una	escafandra
me	dirigió	su	rayo
y	me	dejó	caer
como	a	una	ostra
Una	gota	de	infierno.
recobrando	la	vista	y	admirando
los	pardos,	espaciosos
ojos	de	la	que	adoro,
borré	mi	ingratitud	con	esta	oda
desconocidos	ojos
www.lectulandia.com	-	Página	115
Oda	al	olor	de	la	leña
Tarde,	con	las	estrellas
abiertas	en	el	frío
abrí	la	puerta.
El	mar
Como	una	mano
de	la	casa	oscura
salió	el	aroma
de	la	leña	guardada.
Visible	era	el	aroma
estuviera	vivo.
Como	si	todavía	palpitara.
como	una	vestidura.
como	una	rama	rota.
por	aquella	balsámica
www.lectulandia.com	-	Página	116
del	cielo	cintilaban
como	piedras	magnéticas,
y	el	olor	de	la	leña
como	unos	dedos,
como	un	jazmín,
como	algunos	recuerdos.
No	era	el	olor	agudo
la	ruptura	en	la	piel
del	eucaliptus,
los	perfumes	verdes
algo	más	secreto,
porque	aquella	fragancia
y	allí,	de	todo	lo	que	vi	en	el	mundo,
casa,	de	noche,	junto	al	mar	de	invierno,
allí	estaba	esperándome
de	la	rosa	más	profunda,
el	corazón	cortado	de	la	tierra,
que	me	invadió	como	una	ola
y	se	perdió	en	mí	mismo
cuando	yo	abrí	la	puerta
www.lectulandia.com	-	Página	117
www.lectulandia.com	-	Página	118
Oda	a	la	papa
no	naciste	con	barba,
no	eres	castellana:
somos	americanos,
somos	indios.
pulpa	pura,	purísima
en	tu	lluviosa
en	las	islas	mojadas
de	Chile	tempestuoso,
en	Chiloé	marino,
en	medio	de	la	esmeralda	que	abre
sobre	el	austral	océano.
www.lectulandia.com	-	Página	119
metal	muerto,
allí	en	la	oscura
suavidad	de	las	islas
el	cobre	y	sus	volcanes
ni	la	crueldad	azul
del	manganeso,
sino	que	con	su	mano,
como	en	un	nido
en	la	humedad	más	suave,
colocó	tus	redomas,
negra	como	águila	de	sepultura,
buscó	el	oro	salvaje
de	la	araucanía,
fueron	exterminadas,
sus	capitanes,
pero	cuando	a	las	piedras	de	Castilla
los	pobres	capitanes	derrotados,
levantaron	en	las	manos	sangrientas
no	una	copa	de	oro,
de	Chiloé	marino.
Honrada	eres
que	trabaja	en	la	tierra,
www.lectulandia.com	-	Página	120
compacta	como	un	queso
que	la	tierra	elabora
enemiga	del	hambre,
se	enterró	tu	bandera
en	el	frío	o	en	la	costa
anunciando	la	espesa
natalidad	de	tus	raíces.
Universal	delicia,
porque	eres	sorda
si	hablas	en	el	infierno
en	las	freidurías
de	los	puertos,
cerca	de	las	guitarras,
harina	de	la	noche
tesoro	interminable
de	los	pueblos.
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Oda	al	picaflor
chispa	de	agua,
incandescente	gota
qué	cosa	eres,
www.lectulandia.com	-	Página	122
Tal	vez	en	la	edad	ciega
de	la	fertilidad,
se	congeló	en	un	puño	de	antracita
y	se	matricularon	los	metales,
tal	vez	entonces
rodó	un	fragmento,
escama	cósmica,	una
del	incendio	terrestre
suspendiendo	tu	hermosura,
tu	iridiscente
y	rápido	zafiro.
minúscula	corola,
de	la	miel,	rayo	de	polen,
que	el	halcón
con	su	negra	emplumadura
www.lectulandia.com	-	Página	123
no	te	amedrenta:
como	luz	en	la	luz,
aire	en	el	aire,
en	el	estuche	húmedo
de	una	flor	temblorosa
de	que	su	miel	nupcial	te	decapite.
Del	escarlata	al	oro	espolvoreado,
el	amarillo	que	arde,
esmeralda	cenicienta,
al	terciopelo	anaranjado	y	negro
de	tu	tornasolado	corselete,
hasta	el	dibujo
espina	de	ámbar
pequeño	ser	supremo,
eres	milagro,
California	caliente
hasta	el	silbido
del	viento	amargo	de	la	Patagonia.
Semilla	de	sol
pétalo	de	los	pueblos	que	callaron,
de	la	sangre	enterrada,
www.lectulandia.com	-	Página	124
www.lectulandia.com	-	Página	125
Oda	a	pies	de	fuego
que	vas	y	vienes,
que	corres	las	escalas,
que	adelantas	al	viento.
ya	has	llegado,
y	junto	a	la	agresiva
cintura	de	la	costa,
arena,	piedra,	espinas,
en	los	bosques
pisando	troncos,	mudas
aguas	verdes,
o	en	las	calles
intransitables
suburbios,	pavimentos
de	alquitrán	fatigado,
se	deshilacha	como
tú,	por	calles	y	bosques,
bravía,	inagotable
www.lectulandia.com	-	Página	126
pequeñas	herramientas
dos	monedas
como	dos	campanitas,
dos	puños	entreabiertos,
dos	informes
dos	batracios
los	dos	luceros
hace	un	mes,	sólo	un	mes
de	la	zapatería.
www.lectulandia.com	-	Página	127
flor	amarilla	de	hermosura,
abierta	en	la	barranca,
o	enredadera	viva	en	el	ramaje,
la	calceolaria
o	como	el	amaranto	electrizado,
mi	cristalina,	mi	fragante,
así	tú,	floreciendo,	me	acompañas,
y	una	pajarería,	una	cascada
de	los	australes
Pies	de	Fuego!
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Oda	al	presente
como	una	tabla,
como	una	copa	nueva,
—del	pasado
telaraña—,	tocamos
con	los	dedos
está	viviente,
de	ayer	irremediable,
de	pasado	perdido,
está	creciendo
momento,	está	llevando
arena,	está	comiendo
en	nuestras	manos,
que	no	resbale,
que	no	se	pierda	en	sueños,
hasta	que	te	obedezca,
hazlo	camino,
www.lectulandia.com	-	Página129
corta	su	deliciosa
fragancia	de	madera
hazte	una	silla,
en	el	presente,
los	pies	en	la	madera
hasta	que	puedas
no	te	vayas	al	cielo,
las	manzanas,
no	las	nubes,
ir	por	el	cielo,	irse
hacia	el	pasado.
www.lectulandia.com	-	Página	130
como	una	estrella,
híncale	el	diente	y	ándate
silbando	en	el	camino.
www.lectulandia.com	-	Página	131
Oda	a	Paul	Robeson
él	aún	no	existía.
allí,	esperando.
se	apartó	de	la	sombra,
de	la	noche,	la	tierra
de	las	primeras	aguas.
Y	la	voz	de	Paul	Robeson
se	apartó	del	silencio.
Las	tinieblas	querían
sustentarse.	Y	abajo
crecían	las	raíces.
por	conocer	la	luz
las	plantas	ciegas,
el	sol	temblaba,	el	agua
era	una	boca	muda,
iban	transformándose;
se	adaptaban	al	viento
La	voz	del	hombre	fuiste,
desde	entonces
www.lectulandia.com	-	Página	132
y	el	canto	de	la	tierra
que	germina,
el	río,	el	movimiento
de	la	naturaleza.
Desató	la	cascada
su	inagotable	trueno
sobre	tu	corazón,	como	si	un	río
cayera	en	una	piedra
y	la	piedra	cantara
de	todos	los	callados,
hasta	que	todo	y	todos
hacia	la	luz	su	sangre,
y	tierra	y	cielo,	fuego	y	sombra	y	agua,
subieron	con	tu	canto.
se	oscureció	de	nuevo.
Terror,	guerra
la	llama	verde,
de	los	asesinados.
hacia	los	hornos
con	su	número
www.lectulandia.com	-	Página	133
y	sin	cabellos,
los	hombres,	las	mujeres,
los	ancianos,	los	niños
en	Polonia,	en	Ucrania,
en	Amsterdam,	en	Praga.
como	piedra	de	tumba
sobre	un	corazón	vivo,
como	una	mano	muerta
sobre	la	voz	de	un	niño.
tú,	Paul	Robeson,
se	oyó	sobre	la	tierra
del	agua	sobre	el	fuego,
la	solemne,	pausada,	ronca,	pura
voz	de	la	tierra
recordándonos
éramos	hombres,
que	compartíamos
el	duelo	y	la	esperanza.
nos	separó	del	crimen,
la	luz	de	las	tinieblas.
www.lectulandia.com	-	Página	134
en	Hiroshima
todo	el	silencio,
equivocado	en	una
ventana	fallecida,
ni	una	madre
niño	que	llora,
de	una	usina,
cayó	todo	el	silencio
de	la	muerte.
en	su	resurrección
en	su	esperanza,
www.lectulandia.com	-	Página	135
tu	corazón	de	río
que	el	silencio.
si	te	coronara
grande	en	tu	raza,
entre	tu	bella
de	música	y	marfil
que	sólo	para	oscuros
encadenados	por	los	amos	crueles,
Paul	Robeson,
el	cielo	con	tu	voz	sagrada,
para	los	pobres	negros,
sino	para	los	pobres
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los	pobres	indios,
te	quedaste	mudo
a	Pedro	o	a	Juan
le	pusieron	los	muebles
en	la	calle,	en	la	lluvia,
los	milenarios	sacrificadores
el	doble	corazón
de	los	que	ardieron
como	cuando
el	trigo	crece	en	tierra	de	volcanes
tu	canción:	caía
el	hombre	y	tú
lo	levantabas,
un	subterráneo
sostenía	la	luz
en	las	tinieblas,
el	postrer	rayo
el	trueno	inextinguible.
www.lectulandia.com	-	Página	137
El	pan	del	hombre,
tú	lo	defiendes,
La	luz	del	hombre,
y	de	las	nieves
de	los	Andes:
proteges	nuestra	luz.
para	todos	nosotros,
los	que	viven
clavando	clavos	con
viejos	martillos,
hilos	de	seda,
machacando	la	pulpa
www.lectulandia.com	-	Página	138
del	papel,	imprimiendo,
pueden	cerrar	los	ojos
a	media	noche,
entre	dos	torturas,
para	los	que	combaten
soledad	andina,
metros	de	altura.
que	no	tenían	voz
porque	llevaban
tu	voz	habla	por	ellos,
a	muchos	hombres
www.lectulandia.com	-	Página	139
en	los	magnéticos	Urales
y	en	la	perdida
de	mar	y	matorrales,
del	cazador	errante,
que	se	quedó	de	pronto	solo	con	su	guitarra,
Y	en	su	prisión	perdida,	en	Venezuela,
el	noble,	el	luminoso,
oyó	el	trueno	sereno
Porque	tú	cantas
saben	que	existe	el	mar
y	que	el	mar	canta.
Saben	que	es	libre	el	mar,	ancho	y	florido,
y	así	es	tu	voz,	hermano.
www.lectulandia.com	-	Página	140
Es	nuestro	el	sol.	La	tierra	será	nuestra.
Torre	del	mar,	tú	seguirás	cantando.
www.lectulandia.com	-	Página	141
Oda	a	la	rosa
a	esta	gallarda,	abierta,
a	su	profundidad	de	terciopelo,
al	estallido	de	su	seno	rojo.
que	renunciaba	a	ti,
que	no	te	canto,
que	no	eres	mía,	rosa,
voy	por	el	mundo
y	su	conflicto.
No	es	verdad,	rosa,
preferí	las	espigas,
preferí	ásperas	flores
de	matorral,	silvestres
desprecié	tu	erguida
el	raso	matinal
de	tu	corpiño,
la	indolente	insolencia
de	tu	agonía,	cuando
dejas	caer	un	pétalo
y	con	los	otros
continúas	ardiendo
hasta	que	se	esparció	todo	el	tesoro.
www.lectulandia.com	-	Página	142
Me	perteneces,
lo	que	hay	sobre	la	tierra,
cerrar	los	ojos
a	tu	copa	encendida,
cerrar	el	corazón	a	tu	fragancia.
Rosa,	eres	dura:
caer	la	nieve	en	mi	jardín:
paralizó	la	vida,
los	grandes	árboles
quebraron	sus	ramajes,
desnudo,	allí	en	el	frío,
parecido	a	la	tierra,
del	labrador,	del	barro,
de	la	escarcha,
puntual,	el	nacimiento
el	crecimiento	de	una	llamarada
tu	estallido	escarlata	o	tu	blancura,
todo	el	invierno
buscas	en	la	tierra,
www.lectulandia.com	-	Página	143
esplendor	de	la	luz,	labio	del	fuego,
lámpara	de	hermosura.
me	perteneces,
a	mí	y	a	todos,
tiempo	para	mirarte,
dedicar	a	tus	llamas
los	cuidados,
del	tiempo	consumido
sales	de	los	jardines
inquebrantable	y	victoriosa	eres
capullo	de	bandera.
Bajo	tu	resistente	y	delicado	pabellón	de	fragancia
la	grave	tierra	derrotó	a	la	muerte
y	la	victoria	fue	tu	llamarada.
www.lectulandia.com	-	Página	144
Oda	a	Jean	Arthur	Rimbaud
en	este	octubre
desgarrador	amigo.
en	mi	ventana
el	Pacífico	rompe
su	eterno	trueno	oscuro.
La	leña	que	arde	arroja
sobre	el	óvalo
de	tu	antiguo	retrato
un	rayo	fugitivo.
de	mechones	torcidos,
ojos	semi	cerrados,
boca	amarga.
como	soy,	como	creo
que	serías	ahora,
te	hable	de	agua	marina
y	de	leña	que	arde,
de	simples	cosas	y	sencillos	seres.
Te	torturaron
y	quemaron	tu	alma,
te	encerraron
en	los	muros	de	Europa
www.lectulandia.com	-	Página	145
herido	y	mudo,
Muy	bien,	otros	poetas
un	cuervo,	un	cisne,
un	pétalo	en	la	lira,
tú	dejaste	un	fantasma
sin	domicilio	fijo,
por	las	calles	de	Europa,
regresando	a	Marsella,
con	arena	africana
en	los	zapatos,
como	un	escalofrío,
ensangrentado,
con	los	bolsillos	rotos,
No	es	verdad
que	te	robaste	el	fuego,
con	la	furia	celeste
y	con	la	pedrería
www.lectulandia.com	-	Página	146
la	sencillez,	la	casa,
te	rechazaban,
te	cerraban	puertas,
y	volabas	entonces,
arcángel	iracundo,
a	las	moradas
y	moneda	a	moneda
sudando	y	desangrando
acumular	el	oro
para	la	sencillez,	para	la	llave,
para	la	quieta	esposa,
para	la	silla	tuya,
el	pan	y	la	cerveza.
sobre	las	telarañas
como	un	paraguas
se	cerraba	el	crepúsculo
y	el	gas	parpadeaba
Por	la	Commune	pasaste,
y	dio	tu	poesía
que	aún	suben	castigando
de	los	fusilamientos.
www.lectulandia.com	-	Página	147
la	guerra,	la	errabunda
cruz	de	Europa.
Por	eso	hoy,	a	cien	años
verdad	que	no	alcanzó
tu	frente	huracanada,
a	América	te	invito,
a	nuestros	ríos,
al	vapor	de	la	luna
sobre	las	cordilleras,
a	la	emancipación
de	los	obreros,
a	la	extendida	patria
de	los	pueblos,
de	los	racimos	y	de	las	espigas,
a	cuanto	el	hombre
conquistó	sin	misterio,
con	una	mano	y	otra,
A	ti	te	enloquecieron,
Rimbaud,	te	condenaron
y	te	precipitaron
Desertaste	la	causa
del	germen,	descubridor
del	fuego,	sepultaste
y	en	la	desierta	soledad
www.lectulandia.com	-	Página	148
Hoy	es	más	simple,	somos
países,	somos
los	que	garantizamos
el	crecimiento	de	la	poesía,
el	reparto	del	pan,	el	patrimonio
del	olvidado.	Ahora
www.lectulandia.com	-	Página	149
Oda	al	secreto	amor
ni	tu	voz,	ni	tu	pelo,
ni	tu	amor	han	hablado,
me	despido	y	camino
hacia	otro	lado
que	me	esperas.
de	mí	mismo,
de	algún	modo
que	tú	eres	mi	alegría.
a	través	del	pantalón	oscuro
del	papel,	de	la	luna
en	los	jazmines,
del	canto	en	la	cascada.
Tú,	sin	abrir	la	boca,
www.lectulandia.com	-	Página	150
tú,	cerrando	los	ojos,
tú,	custodiando
entre	las	hojas	negras
una	paloma	roja,
de	un	escondido	corazón,
suave	de	sombra	y	polen
entre	los	hombres,
en	las	librerías,
a	las	mujeres,
por	las	calles,
a	los	retratos,
que	vaya	y	vuelva
con	las	nuevas
www.lectulandia.com	-	Página	151
legumbres	del	mercado,
una	amapola:
una	amapola.
nuestro	secreto,
nuestra	clave,
cuando	no	estábamos	presentes,
es	sólo	una	amapola,
una	amapola.
oh	flor	secreta,
www.lectulandia.com	-	Página	152Oda	a	Septiembre
Mes	de	banderas,
mes	seco,	mes
con	quince	días	verdes,
con	quince	días	rojos,
a	medio	cuerpo
abres	de	golpe	las	ventanas,
mes	en	que	sale	al	sol
la	flor	de	invierno
y	moja	una	vez	más
corola	temeraria,
mes	cruzado	por	mil
flechas	de	lluvia
lanzas	de	sol	quemante.
para	que	bailes,
pone	bajo	tus	pies
la	hierba	estival
de	sus	alfombras,
y	en	tu	cabeza
un	arcoíris	loco,
una	cinta	celeste
Baila	septiembre,	baila
con	los	pies	de	la	patria,
canta	septiembre,	canta
de	los	pobres:
www.lectulandia.com	-	Página	153
son	amarillos,
otros	van	a	caballo	hacia	la	guerra,
tú,	septiembre,
eres	un	viento,	un	rapto,
una	nave	de	vino.
con	mi	pueblo,
baila	con	Chile,	con
la	primavera,
de	pámpanos	copiosos
y	de	pescado	frito.
Saca	del	arca
saca	de	tu	suburbio
de	tu	abandono
una	canción	florida,
de	tu	pecho	que	lucha
de	la	primavera,
la	patria	lo	adelanta
para	que	algo
te	suene	en	los	bolsillos:
www.lectulandia.com	-	Página	154
Oda	al	sol
No	conocía	el	sol.
Viví	en	invierno.
en	los	montes	australes.
el	firmamento	era
un	pálido	paraguas
sobre	el	techo,
sobre	las	hojas	negras
desde	los	desdentados
ventisqueros.
Después	crucé	los	climas.
Y	en	el	desierto,
redondo,	arriba,	solo,
el	sol	de	fuego
con	sus	deslumbradoras
el	león	en	su	círculo
la	flor	central
cristal	paterno,
www.lectulandia.com	-	Página	155
progenitor	planeta,
hirviendo	de	fuego,
consumiéndote
colérico	y	tranquilo,
fogón	y	fogonero,
con	los	viejos
ojos	de	América:
corazón	amarillo,
cuerpo	quemante,
zanahoria	ardiente,
la	primavera,
cola	de	ámbar,
y	se	derrama	el	trigo
pan	del	cielo,
www.lectulandia.com	-	Página	156
horno	sagrado,
estrella	blanca,
diamante	congelado
fuerte	fecundador,	potro	celeste,
seminal	semillero
tu	palpitante	pulso
desnudó	su	forma	verde
te	heredamos:
del	sol	y	de	la	tierra.
Los	hombres
así	fuimos	creados,
en	nuestra	sangre
tierra	y	sol	circulan
como	imanes	nutricios,
y	te	reverenciamos,
esfera	tutelar,	rosa	de	fósforo,
volcán	del	cielo,
padre	de	cordilleras,
tigre	germinador,
www.lectulandia.com	-	Página	157
patriarca	de	oro,
germen	total,	incubador	profundo,
gallo	del	universo.
www.lectulandia.com	-	Página	158
Oda	a	la	solidaridad
Y	allí	qué	hicieron?
Estás	de	acuerdo?
Algo	pasa	y	es	tu	culpa.
Pero	tú	no	sabrás.
yo	te	advierto.
dejar	así	las	cosas.
tienes	el	corazón?
Tú	tienes	boca.
Me	estás	mirando
de	manera	extraña.
que	de	repente
que	te	falta	una	mano,
o	la	esperanza.
es	posible,	Pedro
o	Juan	o	Diego,
que	perdieras
tan	necesario
sin	que	te	dieras	cuenta?
Qué	comías?
los	ojos	de	las	gentes?
a	un	tren,	a	una	barraca,
a	una	cocina,
www.lectulandia.com	-	Página	159
no	notaste	la	luz
enmascarada,
no	has	visto	que	las	manos
del	que	va	y	viene
no	sólo	son	sus	manos:
y	algo	que	buscaba?
A	ti,	no	mires
no	llamo	a	tu	vecino,
te	estoy	hablando.
Los	otros	me	dijeron:
estamos	solos».
recién	nacidas	de	la	primavera
«Qué	hace	Pedro?»
Yo	no	supe,	no	pude
el	pan	de	cada	día
y	el	cielo	con	estrellas
se	ha	perdido
www.lectulandia.com	-	Página	160
círculos,	arabescos,
anillos	de	humo	y	humo
son	las	vidas?
No	te	escapes.
me	ayudarás.	Un	dedo,
dedos,	signos,	palabras
caminen	y	trabajen
aparecerá	en	el	aire	inmóvil,
solidario	sonido	en	la	ventana,
estrella	en	la	terrible	paz	nocturna,
tú	dormirás	tranquilo,
tú	vivirás	tranquilo:
del	sonido	que	acude	a	la	ventana,
de	la	luz	que	rompió	la	soledad.
www.lectulandia.com	-	Página	161
Oda	a	Juan	Tarrea
Sí,	conoce	la	América,
En	el	desamparado
Perú,	saqueó	las	tumbas.
Al	pequeño	serrano,
al	indio	andino,
el	protector	Tarrea
pero	la	retiró	con	sus	anillos.
Arrasó	las	turquesas.
A	Bilbao	se	fue	con	las	vasijas.
se	colgó	de	Vallejo,
le	ayudó	a	bien	morir
un	pequeño	almacén
de	prólogos	y	epílogos.
ha	hablado	con	Pineda.
Es	importante.
Algo	andará	vendiendo.
Ha	«descubierto»
el	Nuevo	Mundo.
Descubramos	nosotros
a	estos	descubridores!
A	Pineda,	muchacho
ríos	ferruginosos,
panes	y	panaderos,
caminos	con	caballos,
a	nuestro	americano
www.lectulandia.com	-	Página	162
desde	España	con	boina
de	sotacura	y	uñas
de	prestamista,
lo	que	es	él,	lo	que	soy
y	lo	que	somos.
No	sabe	nada
«Así	es	América.
Éste	es	Rubén	Darío»,
poniendo	sobre	el	mapa
la	larga	uña	de	Euskadi.
Y	escribe	el	pobrecillo
Nadie	puede	leer
lo	que	repite,
pero	incansable
a	las	revistas,
entre	los	capitolios,
desde	las	academias,
en	todas	partes
sale	con	su	discurso,
con	su	berenjenal
de	vaguedades,
con	su	oscilante
de	tontas	teorías,
su	baratillo	viejo
de	saldos	metafísicos,
www.lectulandia.com	-	Página	163
de	seudo	magia
y	de	mesiánica
Es	lo	que	ahora	llevan
por	nuestras	inocentes
suplementos,
o	penúltimos
y	al	pobre	americano
una	inservible	y	necia
de	falso	Apocalipsis.
de	nuestros	ríos,
de	nuestras	soledades	espaciosas.
ándate	pronto.
No	me	toques.	No	toques
a	Darío,	no	vendas
a	Vallejo,	no	rasques
www.lectulandia.com	-	Página	164
Al	español,	a	la	española	amamos,
a	la	sencilla	gente
que	trabaja	y	discurre,
al	hijo	luminoso
al	capitán	valiente
deseamos.	Si	quieren
roturar	tierra	o	presidir	los	ríos,
sí,	vengan	ellos,
Tarrea,	vuelve
a	tu	cambalache
del	monasterio	pútrido,
la	puerta	del	Caudillo,
eres	su	emanación,
su	nimbo	negro,
su	viudedad	vacía.
a	tus	enterrados,	al	osario,
con	ociosos	lagartos,
picapedreros,	pobres
comedores	de	manzanas,
constructores
de	una	casa	sencilla,
ser	descubiertos,
la	cháchara	perdida
del	tonto	de	ultramar.
Vuélvete	ahora
www.lectulandia.com	-	Página	165
atlántico,	a	la	ría
mercantil,	marinera,
allí	sal	con	tu	cesta
de	monólogos
y	grita	por	las	calles
a	ver	si	alguien	se	apiada
tu	melancólica	mercadería.
Yo	no	puedo.
No	acepto	baratijas.
preocuparme	de	ti,	pobre	Tarrea.
Tengo	deberes	de	hombre.
Y	tengo	canto
para	tanto	tiempo
que	te	aconsejo
uña	y	lengua.
fue	mi	madre,
la	cordillera	andina,
fue	el	trueno	del	océano
sobre	mi	nacimiento,
vivo	en	mi	territorio,
www.lectulandia.com	-	Página	166
en	la	luz	de	mi	batalla,
hago	los	muros
de	mi	propia	casa,
a	la	piedra	con	mi	canto,
y	no	te	necesito
de	muertos,	capellán
de	fantasmas,
pálido	sacristán
chalán	de	mulas	muertas,
contra	baratija:
yo,	para	tu	desgracia,
he	andado,	he	visto,
www.lectulandia.com	-	Página	167
Oda	a	la	tipografía
Letras	largas,	severas,
como	el	mástil
de	confusión	y	turbulencia,
como	lebreles,
al	rectángulo	blanco
de	la	geometría,
en	el	menudo	acero
del	taller	junto	al	agua,
en	Flandes,	en	el	norte
caracteres	de	Aldus,
en	cuyas	aguas	madres,
navega	la	cursiva
curvando	el	alfabeto:
www.lectulandia.com	-	Página	168
de	los	descubridores
para	siempre	el	perfil	de	la	escritura.
las	manos	medioevales	avanzó	hasta	tus	ojos
de	rey	y	de	rocío.
como	si	fueran
dientes,	uñas,
metálicos	martillos
Golpearon	cada	letra,
pequeña	estatua	negra
en	la	blancura,
o	pie	estrellado
del	pensamiento	que	tomaba	forma
de	caudaloso	río
y	que	al	mar	de	los	pueblos	navegaba
la	desembocadura.
El	corazón,	los	ojos
de	los	hombres
se	llenaron	de	letras,
www.lectulandia.com	-	Página	169
y	el	viento	pasajero
o	permanente
levantó	libros
de	las	nuevas	pirámides	escritas
el	alfabeto	ardiendo,
las	consonantes	como
flores	curvas.
del	papel,	los	que	miraron
a	los	hombres
su	historia,	sus	amores,
esparciendo	de	pronto
la	lentitud	de	la	sabiduría
sobre	la	mesa
como	una	baraja,
de	los	siglos,
el	canto,	la	memoria,
la	parábola	ciega,
que	caminaron
y	encendieron,
que	navegaron
www.lectulandia.com	-	Página	170
que	despertaron
que	libertaron,
en	forma	de	paloma
rojas	sobre	la	nieve,
puntuaciones,
y	Villon	y	Berceo,
de	la	memoria
escrita	sobre	el	cuero
como	sobre	el	tambor
a	la	espaciosa	nave
a	la	tipografía
no	fue	sólo	belleza,
fue	paz	para	el	soldado,
bajó	a	las	soledades
el	volante	duro
y	clandestino,
lo	ocultó	en	los	repliegues
www.lectulandia.com	-	Página	171
sobre	la	tierra,
fue	su	palabra.
de	las	nuevas	banderas,
y	el	canto,	el	himno	ardiente
a	los	pueblos
de	pueblo	a	pueblo	fue	sobrellevando
su	autoridad	sonora
y	creció	en	la	garganta	de	los	hombreshasta	imponer	la	claridad	del	canto.
puros	perfiles,
www.lectulandia.com	-	Página	172
(cómo	puede	pasar
frente	a	esa	letra
sin	sentir	el	antiguo	escalofrío
del	sabio	moribundo?),
para	subir	al	cielo,
con	su	rostro	de	rayo,
de	tu	mirada,
de	la	joven	primavera
relumbra	el	alfabeto
www.lectulandia.com	-	Página	173
las	esmeraldas
escriben	tu	nombre
con	iniciales	frescas	de	rocío.
como	selva	o	diccionario
con	su	totalidad
en	la	rosa	se	lee,
están	llenas	de	letras
por	la	humedad	del	bosque
de	Isla	Negra,	en	la	noche,
el	firmamento	frío
diáfano	de	hermosura,
con	estrellas	capitales
y	minúsculas
y	exclamaciones
de	diamante	helado,
en	la	noche	de	Chile
austral,	perdido
en	las	celestes	soledades
como	en	un	libro
las	aventuras
www.lectulandia.com	-	Página	174
y	en	la	hierba
la	verde,	la	arenosa
de	la	tierra	agreste,
los	navíos,	los	rostros
de	tu	nombre
de	mis	apellidos.
y	en	el	jazmín
hasta	que	yo	descifro
de	la	amapola
son	las	exactas	flores	de	mi	canto.
www.lectulandia.com	-	Página	175
las	viejas	y	las	nuevas
palabras,	las	verdades
y	las	exploraciones,
un	pensamiento
para	el	que	las	ordena
y	las	levanta,
para	el	que	para
para	el	linotipista
con	su	lámpara
como	un	piloto
las	olas	del	lenguaje
los	vientos	y	la	espuma,
la	sombra	y	las	estrellas
una	vez	más	reunidos
contra	el	ala	nocturna
componiendo.
sólo	un	poeta
juego	de	la	razón,
el	movimiento
de	la	inteligencia.
No	descansas
www.lectulandia.com	-	Página	176
ni	de	invierno,
alguna	noche	o	huelga
o	fatiga	o	ruptura
bajas	de	nuevo	al	libro
o	al	periódico
de	pájaros	al	nido.
de	la	inteligencia.
seguid	cayendo
como	precisa	lluvia
en	mi	camino.
Letras	de	todo
letras	de	luz,	de	luna,
y	en	vosotras
no	sólo	el	pensamiento
y	el	combate,
sino	vuestros	vestidos,	sentidos
de	gloriosa	avena
www.lectulandia.com	-	Página	177
de	trigo	y	de	torre
como	tu	nombre
www.lectulandia.com	-	Página	178
Oda	al	trigo	de	los	indios
de	donde	tú	naciste.
de	mi	infancia
se	movía	la	tierra:
un	árbol	espinoso,
una	quebrada:
en	su	caballo.
Fui	a	los	cerros,	crucé
las	desembocaduras,
los	abruptos,	heridos
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sus	diademas	nevadas,
una	campana,
fuera	una	sola	rosa
estaba	el	trigo,
el	trigo	de	los	indios,
el	último,	el	menguado,
el	harapiento
de	la	pobre	Araucanía.
Vi	llegar	los	caciques,
ralos	bigotes,
menoscabados,
y	no	me	sonreían
para	el	último	rey
soy	extranjero.
la	cosecha	del	trigo.
www.lectulandia.com	-	Página	180
y	las	pobres	espigas
el	hambriento,
de	la	pobre	Araucanía.
como	cántaros
miraban	desde
desde	el	agua,
quemante	carcajada
era	como	dos	piedras
de	cereal,	de	pronto
www.lectulandia.com	-	Página	181
como	espectros
de	la	antigua	Araucanía,
de	la	pobreza,	mudos,
la	piedra	azul	del	cielo,
tierra	pobre	y	lluviosa,
aquellas	tierras
con	menos	tierra	y	trigo
en	cada	estío,
el	desgranado
pan	de	las	sementeras,
en	la	montaña,
sus	abogados	y	su	policía,
arrinconándolos
www.lectulandia.com	-	Página	182
con	sentencias,	providencias,
aconsejándoles	el	cielo
con	mejores	terrenos
Aquella	zona	verde
nieve,	arboledas,
aquella	tierra	con
ramos	de	avellano,
como	los	brazos	de	una	estrella,
mi	cuna,	mi	razón,
mi	nacimiento,
les	pregunto:
a	quién	le	doy	el	trigo,
a	quién	le	dejo
amigos	enemigos
del	español	Ercilla:
ya	nunca	más
ya	nunca	más	la	sangre,
sino	el	último
www.lectulandia.com	-	Página	183
pan	de	sus	hermanos,
por	los	cerros
los	lagos	acostados
bajo	el	fuego
de	los	viejos	volcanes
reclamando	en	su	canto
pidiendo	patria
para	sus	hermanos,
reconquistando
de	los	indios.
www.lectulandia.com	-	Página	184
Oda	a	Walt	Whitman
Yo	no	recuerdo
si	en	el	gran	sur	mojado
temible,	bajo	el	breve
grito	de	las	gaviotas,
toqué	una	mano	y	era
la	mano	de	Walt	Whitman:
con	los	pies	desnudos,
anduve	sobre	el	pasto,
sobre	el	firme	rocío
de	Walt	Whitman.
me	acompañó	esa	mano,
su	firmeza	de	pino	patriarca,	su	extensión	de	pradera,
y	su	misión	de	paz	circulatoria.
curva	del	capitel,
de	la	sabiduría,
me	enseñaste
a	ser	americano,
www.lectulandia.com	-	Página	185
de	los	cereales:
en	la	claridad
de	las	llanuras,
me	hiciste	ver
tutelar.	Del	eco
todo	lo	que	nacía,
galopando	en	la	alfalfa,
cortando	para	mí	las	amapolas,
acudiendo	en	la	tarde
a	las	cocinas.
desenterraste
contigo,	balanceando
la	negra	dignidad	de	su	estatura,
camino	conquistando
en	la	caldera,
www.lectulandia.com	-	Página	186
a	todas	las	esquinas	de	tu	pueblo
tuyo	llegó	de	visita
y	era	como	un	trozo
de	cuerpo	limpio
el	verso	que	llegaba,
tu	propia	barba	pescadora
o	el	solemne	camino	de	tus	piernas	de	acacia.
Pasó	entre	los	soldados
de	bardo,	de	enfermero,
de	cuidador	nocturno
de	la	respiración	en	la	agonía
y	espera	con	la	aurora
Buen	panadero!
Primo	hermano	mayor
de	mis	raíces,
que	sobre	el	pasto	tuyo
y	sus	germinaciones,
sin	gastar	tus	ojos.
www.lectulandia.com	-	Página	187
y	crueles	años	en	tu	patria:
persecuciones,
armas	envenenadas
y	guerras	iracundas,
no	han	aplastado
la	hierba	de	tu	libro,
el	manantial	vital
de	su	frescura.
que	asesinaron
se	acuestan	en	su	cama,
de	olorosa	madera
y	erigieron	un	trono
por	desventura	y	sangre
las	estaciones
desembarcaderos
un	agua	oscura
www.lectulandia.com	-	Página	188
pueblo	simple
se	congrega	cantando
de	tu	espaciosa	vida:
entre	los	pueblos	con	tu	amor	camina
el	desarrollo	puro
de	la	fraternidad	sobre	la	tierra.
www.lectulandia.com	-	Página	189
PABLO	NERUDA,	nacido	y	muerto	en	Chile	(Parral,	1904	-	Santiago,	1973),	ha	sido
sin	duda	una	de	las	voces	más	altas	de	la	poesía	mundial	de	nuestro	tiempo.	Desde	el
combate	 directo	 o	 desde	 la	 persecución	 y	 el	 exilio	 valerosamente	 arrostrados,	 la
trayectoria	del	poeta,	que	en	1971	obtuvo	el	premio	Nobel,	configura,	a	la	vez	que	la
evolución	de	un	intelectual	militante,	una	de	las	principales	aventuras	expresivas	de
la	lírica	en	lengua	castellana,	sustentada	en	un	poderío	verbal	inigualable,	que	de	la
indiscriminada	inmersión	en	el	mundo	de	las	fuerzas	telúricas	originarias	se	expandió
a	 la	 fusión	 con	 el	 ámbito	 natal	 americano	 y	 supo	 cantar	 el	 instante	 amoroso	 que
contiene	 el	 cosmos,	 el	 tiempo	 oscuro	 de	 la	 opresión	 y	 el	 tiempo	 encendido	 de	 la
lucha.	Una	mirada	que	abarca	a	la	vez	la	vastedad	de	los	seres	y	el	abismo	interior	del
lenguaje:	poeta	total,	Neruda	pertenece	ya	a	la	tradición	más	viva	de	nuestra	mayor
poesía.
www.lectulandia.com	-	Página	190
	Nuevas odas elementales
	La casa de las odas
	Oda al aceite
	Oda al alambre de púa
	Oda a la araucaria araucana
	Oda a la arena
	Oda a su aroma
	Oda a la bella desnuda
	Oda al cactus de la costa
	Oda a los calcetines
	Oda a la cascada
	Oda a la cordillera andina
	Oda al cráneo
	Oda a la crítica (II)
	Oda a la Cruz del Sur
	Oda al día inconsecuente
	Oda al diccionario
	Oda a don Diego de la noche
	Oda a la erosión en la Provincia de Malleco
	Oda al espacio marino
	Oda a las estrellas
	Oda a la farmacia
	Oda a las flores de la costa
	Oda a la gaviota
	Oda al hígado
	Oda al jabón
	Oda a la lagartija
	Oda a una lavandera nocturna
	Oda a la luna
	Oda a la luna del mar
	Oda a la lluvia marina
	Oda a tus manos
	Oda a Don Jorge Manrique
	Oda al niño de la liebre
	Oda al ojo
	Oda al olor de la leña
	Oda a la papa
	Oda al picaflor
	Oda a pies de fuego
	Oda al presente
	Oda a Paul Robeson
	Oda a la rosa
	Oda a Jean Arthur Rimbaud
	Oda al secreto amor
	Oda a Septiembre
	Oda al sol
	Oda a la solidaridad
	Oda a Juan Tarrea
	Oda a la tipografía
	Oda al trigo de los indios
	Oda a Walt Whitman
	Autor

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Júlia Maria Conrratt Silveira