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134 Rev. psicol. Arequipa ISSN 2221-786X 2011, 1(2), 134-143 Recibido: 02-07-11 / Aceptado: 15-08-11 APORTES DE LA PSICOLOGÍA A LA SEGURIDAD INDUSTRIAL Y LA SALUD OCUPACIONAL Walter Lizandro Arias Gallegos Universidad Católica San Pablo RESUMEN El presente artículo explora los aportes de la psicología a la seguridad industrial y la salud ocupacional a partir de sus necesidades y limitaciones, en tanto que es un campo nuevo y emergente en América Latina. Los aportes se reseñan en temas como ergonomía, entrenamiento y capacitación del personal, diseño de programas de prevención de riesgos e involucramiento del trabajador con las normas de seguridad, atención profiláctica de los trabajadores y la intervención del psicólogo en situaciones de emergencias y desastres. Palabras clave: Seguridad industrial, salud ocupacional, psicología industrial. ABSTRACT This article explores the contributions of psychology to industrial safety and occupational health from their needs and limitations, so it is a new field in Latin America. The psychology contributions are reviewed in topics such as ergonomy, working personnel training, risk prevention programs designed and workers involving with safety rules, prophylactic attention to workers and psychologist intervention in emergency and natural or industrial disaster situations. Key words: Industrial safety, occupational health, industrial psychology. Correspondencia: walterlizandro@hotmail.com 135 Introducción La salud ocupacional y la seguridad industrial conforman un binomio inseparable que garantiza la minimización de los riesgos laborales y la prevención de accidentes en el trabajo (Cortés, 2002). Por riesgo laboral se entiende la probabilidad de que ocurran lesiones a las personas, daños al medio ambiente o pérdidas en los procesos y equipos dentro de un contexto laboral. Los accidentes laborales en cambio, son aquellos hechos lesivos o mortales que tienen lugar durante la jornada de trabajo y que se caracterizan por ser violentos y repentinos, pero prevenibles (Ramírez, 1986). Mientras que los accidentes son evitables, los riesgos están siempre presentes y a veces sólo es posible neutralizarlos o minimizarlos a través de capacitaciones y señalizaciones que cumplen una función preventiva más que anuladora. Por tanto, puede decirse que no hay puesto de trabajo que no conlleve riesgos laborales (De la Poza, 1990). Por otro lado, cabe decir que si bien la salud ocupacional y la seguridad industrial están indisolublemente relacionadas, no son lo mismo. Ray Asfahl (2000) expone las diferencias entre la seguridad industrial y la salud ocupacional, señalando que la primera se ocupa de los efectos agudos de los riesgos, mientras que la segunda se ocupa de los efectos crónicos. La seguridad industrial se concentra en los actos y las condiciones inseguras, mientras que la salud ocupacional se concentra en los riesgos de la salud, y como lógica consecuencia, la seguridad industrial estudia los accidentes y los riesgos laborales con un enfoque preventivo y de investigación, en tanto que la salud ocupacional estudia las enfermedades ocupacionales basándose en el diagnóstico precoz y el tratamiento pertinente. Asimismo, la salud ocupacional abarca la higiene industrial, la medicina del trabajo y la salud mental ocupacional; mientras que la seguridad industrial abarca la ergonomía y el análisis de ambiente. Es importante distinguir la una de la otra, ya que en el presente artículo se tratarán ambos temas como fenómenos de interés para los psicólogos, que recientemente están siendo investigados y tomados en cuenta como parte de la actividad profesional de los psicólogos industriales en el Perú y particularmente en Arequipa. En ese sentido, nos centraremos en un primer momento, en las cifras y la información que versa sobre la seguridad industrial y la salud ocupacional para bosquejar las principales limitaciones y potencialidades de este campo de reciente interés en Latinoamérica, en tanto que luego nos detendremos en la intervención que han tenido los psicólogos en materia de seguridad, contribuyendo con la reducción de accidentes laborales y la prevención de riesgos ocupacionales. La seguridad industrial y la salud ocupacional en contexto La seguridad industrial se ha consolidado como profesión y goza ya de reconocimiento social a través del marco legal que se ha desarrollado en torno al tema, en diversos países. Pero también es cierto que el desarrollo de la 136 seguridad es desigual en los países industrializados y en aquellos que se encuentran en vías de desarrollo. Murray y López calcularon que en América Latina y el Caribe el 3.2 por ciento de las muertes de 1990 se relacionan con el trabajo cuyo porcentaje es el más alto en todo el mundo. Por otro lado, la Organización Panamericana de la Salud indica que el envenenamiento por plaguicidas y el dolor lumbar son los problemas más importantes en América Latina, además de las enfermedades infecciosas, el ruido, la intoxicación por metales pesados y la exposición a agentes cancerogénicos (Kales, 2004). En ese sentido, el problema de la seguridad y la salud ocupacional de América Latina no parece tener una base legal, ya que desde principios del siglo XX los países de América Latina han promulgado las primeras leyes en materia de seguridad. Según Jorge Letayf y Carlos González (1994) la primera ley de seguridad en Perú y Salvador se aprobó en 1911, en Uruguay en 1914; en Chile, Colombia y Panamá en 1916; en Brasil en 1919, en Ecuador en 1921, en Venezuela en 1923, en Costa Rica y Bolivia en 1924, en Paraguay en 1927, en Nicaragua en 1930, en México en 1931, en República Dominicana en 1932, en Guatemala en 1946 y en Honduras en 1952. Sin embargo, a pesar de la temprana institucionalización de la seguridad en torno a un aparto jurídico que le valida y le regula, los índices de accidentabilidad en América Latina son preocupantes. Según Jácome (2004), los países andinos tienen los índices más elevados de inseguridad en diversos aspectos, incluyendo la seguridad industrial. En México, el año 2002, en 804,389 empresas con un total de 12’112,405 trabajadores ocurrieron 302,970 accidentes de trabajo y se registraron 4,511 enfermedades laborales, murieron 1,053 obreros y 19,304 quedaron incapacitados (Anaya, 2006). En un estudio realizado en Cuba, se encontró que del año 1993 al año 1997 se registraron 12,522 accidentes laborales sólo en la provincia de Villa Clara (Gómez y Orihuela, 1999). En ese sentido, aunque existen leyes que velan por la seguridad en todos los países, muchas veces estas no se cumplen. Esto supone un reto social muy grande ya que la seguridad debe de ser parte de nuestra cultura de vida y no sólo la expresión de normas para el trabajo (Díaz et al., 2008). Por ejemplo, basándose en las leyes colombianas, Leonardo Briceño (2003) realizó un estudio en 120 empresas de Bogotá y Valle del Cauca, y encontró que sólo el 42.5 por ciento contaba con un programa de salud ocupacional y sólo la mitad tenía reglamento de higiene y seguridad. Estas deficiencias se relacionan con el hecho de que muchas empresas implementan normas de seguridad sólo con la finalidad de cumplir con las leyes, mas no con la convicción de contribuir responsablemente con la sociedad desde sus actividades productivas. Se persigue el ahorro de gastos como consecuencia de los accidentes, pero no se pretende la realización del trabajador como persona. Por tanto las medidas de seguridad que se implementan tienen un alcance limitado que generan una falsa seguridad en los trabajadores; hecho que trae más perjuicios que beneficios (Asfahl, 2000). Un reto de vital importancia se relaciona con el tamaño de las empresas, ya que por lo general, la ley no obliga a que empresas conmenos de 20, 25 o 50 trabajadores, según sea el país; cuenten con un programa de seguridad y salud 137 ocupacional. Cuando es en estas empresas donde debido a la poca organización y la escasa tecnología, se presenta mayor índice de accidentes (Briceño, 2003). Situación similar se observa en empresas de trabajo temporal, ya que por dicha condición están más expuestas a riesgos laborales (Arbués, 2001). Otro reto tiene que ver con la extensión del marco legal de la seguridad que abarque más sectores de producción como la agricultura y no sólo la industria, la construcción y la minería como ocurre en Perú. Legislar y normar la seguridad y la salud ocupacional de los agricultores es de suma importancia en países poco industrializados, donde la agricultura es una actividad predominante, como ocurre en América Latina. De hecho, la agricultura emplea a más de la mitad de trabajadores del mundo y registra más del 50 por ciento de los accidentes mortales, lesiones y enfermedades profesionales (Anaya, 2006). Por otro lado, podemos decir que la salud ocupacional es un campo más estudiado que la seguridad industrial y que éste se encuentra en manos de médicos, psicólogos y otros profesionales de la salud, en lugar de los ingenieros de seguridad. Precisamente, de las profesiones de la salud, la psicología es una de las ciencias que más puede colaborar tanto con la salud ocupacional como con la seguridad industrial, más aún hoy en día en que la salud mental ocupacional supone un nuevo reto para la seguridad industrial, ya que forma parte de los factores de riesgo psicosocial en el trabajo. Esta nueva perspectiva de la salud ocupacional se debe en parte a los trabajos pioneros de Elton Mayo (1880-1949). Mayo inicia sus estudios sobre los efectos de la iluminación en la producción en la Western Electric Company en 1924 y encontró que la gente produce con eficiencia sólo con una intensidad luminosa de 3 bujías-pie y que el factor que más incidía en la productividad eran las relaciones humanas (Dunnette y Kirchner, 1973). Con estos hallazgos que daban importancia al factor humano y con el énfasis que puso Heinrich en los actos inseguros, los estudios de seguridad empezaron a mudar desde enfoques de ingeniería centrados en los factores físicos a enfoques más psicológicos centrados en los trabajadores. Aportes de la psicología a la seguridad y la salud ocupacional Vivimos hoy en día, contextos laborales muy diferentes a los de hace unas décadas atrás. La globalización de los mercados, la tecnologízación de los medios de comunicación, el surgimiento de formas inéditas de organización empresarial y la naturaleza cambiante de la fuerza de trabajo; han generado un nuevo perfil del trabajador del siglo XXI (Robbins, 2004; Chiavenato, 2009). Algunas de las cualidades para el trabajo que eran útiles hace unos años, ya no son primordiales hoy. En la actualidad se busca pues trabajadores con iniciativa, capacidad de adaptación, sólidos valores, responsabilidad, creatividad, liderazgo y madurez emocional para relacionarse con los otros (Goleman, 2010). El trabajo también ha cambiado. Las exigencias son más mentales que físicas, de modo que el capital intelectual tiene más valor que el capital económico. En función de ello el trabajo ha sido categorizado en manual, intelectual y de dirección (De la Poza, 1990). Sin embargo, aunque la tecnología acelera y facilita la carga laboral, también puede desencadenar 138 tecnoestrés (Gareca et al., 2007). En ese sentido, el estrés es una nueva variable que afecta la salud de los trabajadores, tanto física como mentalmente, además de mermar su productividad; ya que el estrés se asocia a la fatiga y ésta a su vez se correlaciona negativamente con el rendimiento de los trabajadores (Rodríguez et al., 2004). Por otro lado, no son pocos los autores e investigadores que asocian el estrés con la accidentabilidad (Ramírez, 1986; De la Poza, 1990; Schultz, 1991; Guillén et al., 2000; Robbins, 2004; Pereda et al., 2006; Velázquez, 2008). De hecho, diversas variables psicosociales propias del trabajo como el clima organizacional, la comunicación, el mobbing, el liderazgo descendente, la satisfacción laboral, las relaciones humanas entre compañeros y superiores; son causas de accidentes. Por ello, en los últimos años han tomado mayor relevancia los enfoques psicológicos de la seguridad (Asfahl, 2000) que se basan en los conocimientos que provee la psicología para entrenar a los trabajadores, motivarlos y diseñar ambientes o equipos más adecuados que les brinden tanto confort como seguridad. Con este panorama, la psicología ha cobrado más y más importancia en los escenarios laborales. Desde los estudios pioneros de Walter Dill Scott en 1903 o la publicación del libro The psychology of industrial efficiency de Hugo Münsterberg en 1913, la psicología industrial se ha constituido en una de las ramas de la psicología más provechosas para la sociedad y en especial para las empresas y la industria. La psicología industrial, reconocida por la APA como rama formal de la psicología en 1945 (Smith y Wakeley, 1977), ha ampliado sus tareas clásicas según las demandas de la época, y se ha llegado a convertir en una ciencia imprescindible para la seguridad industrial. En ese sentido, el trabajo de los psicólogos industriales es ver si los sistemas de producción se diseñan óptimamente para permitir que los operadores humanos procedan con el mínimo de error y el máximo de eficiencia (Dunnette y Kirchner, 1973). Para ello, intervienen en el diseño de equipos de trabajo y de protección personal, así como en el diseño de controles. De hecho, los psicólogos industriales especializados en ergonomía han diseñado los paneles de control de los aviones y los autos. También han hecho estudios sobre las señales de seguridad, eligiendo las dimensiones, los colores y los estímulos pertinentes que den la advertencia para cada caso (Ramírez, 1986). Estas decisiones se toman en función de valoraciones psicofísicas sobre las sensaciones, la percepción, la atención, la cognición y los movimientos (Nivel, 2003). Por ejemplo, E. A. Fleishman identificó ya en 1962, once capacidades psicomotoras usadas en el trabajo industrial: precisión de control, coordinación de multimiembros, orientación de respuesta, tiempo de reacción, rapidez del movimiento del brazo, grado de control, destreza manual, destreza de dedos, firmeza de brazo-mano, rapidez de muñeca-dedo y puntería (Dunnette y Kirchner, 1973). Otra de las contribuciones de la psicología a la seguridad industrial se observa en los procesos de selección, evaluación y entrenamiento del personal (Chiavenato, 2009). La enseñanza programada por ejemplo, es un método muy eficiente para la capacitación de personal. También lo son los métodos de simulación, de instrucción oral, las dramatizaciones, el entrenamiento en habilidades sociales, los sucesos críticos, etc. El entrenamiento y la 139 capacitación son fundamentales para la prevención de riesgos ocupacionales. En Estados Unidos el 90 por ciento de las empresas entrenan a sus empleados, en especial si son nuevos. De hecho, sólo las compañías de Estados Unidos gastaron más de 134 mil millones de dólares en el entrenamiento y desarrollo del empleado el 2009 (Díaz y Salas, 2010). En ese sentido los psicólogos intervienen en el diseño y ejecución de programas de entrenamiento (Islas y Meliá, 1991). La evaluación y supervisión de los trabajadores es igualmente esencial en la prevención de accidentes. Alrededor del 75 por ciento de las empresas tiene un sistema formal de evaluación de puestos. La evaluación del personal está basada en pruebas de conocimiento, la satisfacción laboral, la puntuación de la supervisión, la productividad y el costo del entrenamiento. En ese sentido, tanto la evaluación como la selecciónde personal, tienen el fin de ubicar a los trabajadores en puestos de trabajo acordes con sus características y habilidades. Los psicólogos deben de considerar las diferencias individuales de los trabajadores para realizar la colocación de cada uno de ellos en los puestos que aseguren su máximo rendimiento con el mínimo de riesgo (Smith y Wakeley, 1977). Para ello, se diseñan programas de entrenamiento y desarrollo individual y de equipo tomando como base la psicología cognitiva y la teoría de las organizaciones (Díaz y Salas, 2010). Con respecto a la prevención de accidentes, los psicólogos también han desarrollado programas basados en el análisis funcional de la conducta con el fin de reducir los accidentes en el trabajo. En una empresa siderúrgica, los procedimientos de análisis conductual consiguieron el incremento de un 74 por ciento en uso de protectores auditivos. J. Komaki et al. lograron incrementar las conductas seguras en una fábrica de pasteles de Estados Unidos. B. L. Hopkins consiguió reducir el tiempo de exposición a los carcinógenos y W. M. Rothon utilizó el método de condicionamiento operante skinneriano para promover el cumplimiento de las normas de seguridad en una mina. Finalmente, D. Zohar et al. consiguieron el aumento de un 60 por ciento del uso de protectores auditivos en una industria siderometalúrgica de Haifa (López y Veloz, 1990). En Latinoamérica, Álvaro Jiménez (1978) aplicó diversas técnicas de análisis conductual en una empresa mexicana y logró aumentar la productividad con un record limpio de accidentes durante el periodo que duró su estudio. López y Veloz (1990) emplearon reforzadores positivos en 914 trabajadores de tres empresas chilenas, consiguiendo reducir el índice de accidentes en un 62.8 por ciento, mediante el programa “Green Card” que se basa en el sistema conductual de economía de fichas, creado por Ayllon y Azrin en 1968 (Hothersall, 1997). Los resultados de esta experiencia se dejaron sentir desde sus etapas iniciales y se extendieron a lo largo del tiempo, generando un ahorro promedio de 100,000 dólares americanos. En otra empresa de Chile, Ugalde (2000) aplicó también, con muy buenos resultados, un programa para el mejoramiento de conductas seguras con un enfoque de equipo que comprende la designación de roles tales como miembros, observadores, guías, monitores y coordinadores; entre los trabajadores participantes. En nuestra localidad, se debe mencionar los trabajos de Belén Salvatierra, que ha desarrollado con éxito, talleres de motivación para el involucramiento con la prevención de riesgos, talleres para el desarrollo de comportamientos 140 asertivos sobre la seguridad laboral, etc. en trabajadores de las minas del Perú (Salvatierra, 2011b); todo ello a partir de la identificación del perfil psicológico de 5,790 mineros que trabajan en minas subterráneas y de tajo abierto (Salvatierra, 2011a). Además, Belén Salvatierra lleva investigando la problemática psicosocial del minero desde hace más de 20 años, lo que le ha permitido sentar un importante precedente en el Perú y publicar diversos textos y documentos que recogen sus hallazgos y experiencias, dentro del campo de la seguridad (Salvatierra, 2000, 2001). Por otro lado, los psicólogos también han estudiado las variables que favorecen el involucramiento del trabajador con las normas de seguridad (Martínez, 1990). En ese sentido, para cambiar el desempeño de las personas en materia de seguridad, primero se deben de cambiar sus actitudes. En otras palabras, si se desea generar una cultura de seguridad, debe llegarse a conocer las motivaciones, necesidades, intereses y creencias de los trabajadores (Ugalde, 2000). Puede decirse con respecto a este tópico, que los estudios psicológicos en materia de seguridad son básicamente descriptivos, correlacionales y experimentales; y que implican intervenciones de tipo cognitivo-conductual para hacer que los empleados, obreros u otros trabajadores asuman las normas de seguridad en sus centros laborales. En un estudio descriptivo efectuado en la localidad de Arequipa, Arias (2011) por ejemplo, determinó las causas por las cuales los obreros de construcción no usan los equipos de protección personal, siendo la formación de hábitos un proceso esencial en el cumplimiento de estas normas. Desde enfoques investigativos de tipo correlacional y experimental, los psicólogos han hecho propuestas teóricas que explican las causas de las conductas inseguras o actos inseguros, relacionándolos con factores cognitivos como el modelo de P. Hansen-Curtis, o con las actitudes y la motivación como el modelo de P. J. Leather. Asimismo, M. Deloy basó su aproximación teórica en el modelo de las atribuciones para explicar los razonamientos de causalidad de los trabajadores frente a los accidentes (Islas y Meliá, 1991). Además, los psicólogos industriales también han realizado labores de atención y consejería psicológica con fines profilácticos orientados a los trabajadores. Ahora bien, históricamente, el primer programa de consejo en la industria fue introducido en enero de 1914 por Henry Ford en la Ford Motor Company. Pero el programa más exitoso de consejo de empleados que tuvo una elevada aceptación fue el de la Western Electric Company con más de 20,000 entrevistas efectuadas entre 1920 y 1930. Este programa fue dirigido por científicos sociales de la Universidad de Harvard, entre los que figuraba Elton Mayo (Dunnette y Kirchner, 1973). Estas actividades resultan beneficiosas para los obreros y empleados porque son espacios en los que reciben consejos y aprenden técnicas de relajación o de afrontamiento, que ejercen una influencia indirecta y positiva en la seguridad de la empresa, al paliar los efectos del estrés, promoviendo la salud mental y el bienestar psicológico de los trabajadores (Laca et al., 2006). Cabe mencionar que la consulta psicológica en el trabajo es hoy en día un servicio esencial para los trabajadores, pues es un hecho que los trabajadores que presentan problemas psicológicos de diversa índole, también tienen un bajo 141 rendimiento, se ausentan con más frecuencia, aumentan su consumo de alcohol, padecen enfermedades psicosomáticas y tienen mayor riesgo de sufrir accidentes. Plummer y Hinkle realizaron un estudio con operadoras de teléfono y encontraron que las empleadas con más registros de ausencias, tenían también mayores desórdenes emocionales que sus colegas que no tenían tantas faltas (Dunnette y Kirchner, 1973). Y es que el estrés laboral es una condición muy recurrente en nuestros días que se asocia con el deterioro de la salud y con el riesgo psicosocial en el trabajo. Además, el estrés se ha asociado con el consumo de alcohol, el tabaquismo y el uso de drogas ilegales (Arias, en prensa). En Estados Unidos por ejemplo, se estima que el 10 por ciento de la fuerza laboral tiene problemas de alcoholismo y que ello representa un costo de 9 mil millones de dólares anuales para la economía de ese país y de las empresas (Schultz, 1991). Otros estudios también identifican que la insatisfacción laboral se relaciona con el agotamiento emocional y el estrés laboral (D’Anello et al., 2003). En ese sentido, el agotamiento emocional es un síntoma del síndrome de burnout que surge como consecuencia del estrés crónico en el trabajo. Aunque suele tener más incidencia en enfermeras, médicos, policías y profesores; ya existen ciertos estudios que sugieren que los especialistas de prevención de riesgos laborales, se encuentran entre las profesiones con mayor riesgo psicosocial para padecer este síndrome (Gil- Monte et al., 2006), así como el personal administrativo (Fernández, 2010). Finalmente, los psicólogos también pueden aportar al campo de la seguridad industrial y la salud ocupacional, en casos de emergencias y desastres (Sigales, 2006a),ya que estos trágicos eventos se asocian con la vivencia de estrés intenso, que suele derivar en estados de estrés postraumático o en otras condiciones de insanidad mental, desde desórdenes neuróticos hasta trastornos de tipo psicótico (Sigales, 2006b). Para contrarrestar ello, los psicólogos y otros profesionales de la salud mental han desarrollado diversas técnicas de intervención para personas que han padecido desastres naturales o bien accidentes industriales de proporciones catastróficas. Entre estas técnicas se tiene el briefing, defusing, debriefing, etc.; como parte del Critical Incident Stress Management (Valero, 2002). Todas estas intervenciones que realiza el psicólogo en el ámbito de la seguridad industrial devienen en lo que hoy se conoce como “seguridad basada en el comportamiento” ya que están orientadas a incrementar la tasa de ocurrencia de conductas seguras de parte de los trabajadores para que se reduzca la incidencia de accidentes en el trabajo. Sin embargo, dado que el trabajo del psicólogo abarca además, aspectos motivacionales, cognitivos y emocionales; así como contribuciones en el campo de la ergonomía, la salud ocupacional, la psicohigiene laboral, etc. preferimos utilizar la expresión enfoque psicológico de la seguridad, como hacen otros autores (Asfahl, 2000). Comentario final Desde los enfoques centrados en la tecnología y el error humano, la seguridad industrial y la salud ocupacional se han integrado para desembocar en ambos casos, en enfoques psicológicos, que privilegian una variedad de aspectos actitudinales, motivacionales y conductuales de los trabajadores (Díaz 142 et al., 2008). Es en este contexto que la psicología ha encontrado un nuevo espacio para extender sus planteamientos teóricos a nuevos campos del conocimiento y aplicar sus técnicas y métodos para reducir la incidencia de accidentes en la industria a través de la promoción de la salud mental, la responsabilidad y el autocuidado. Así, en los últimos veinte años las contribuciones de la psicología en la prevención de accidentes de trabajo en América Latina, ha aumentado en aspectos como el comportamiento, los grupos y la dirección de recursos humanos, etc. (Acquardo et al., 2007). Y es que la seguridad industrial y la salud ocupacional son ahora campos indisolubles (Rodellar, 1999), que requieren de la atención de diversos sectores y del aporte de diversas profesiones, siendo la psicología una ciencia que puede contribuir con los trabajadores a través de la aplicación de sus conocimientos, métodos y técnicas; para reducir el riesgo psicosocial y prevenir la ocurrencia de accidentes laborales. REFERENCIAS Acquardo, D.; Soro, G. y Zanotta, T. (2007). La seguridad, ¿se aprende? Psicología y formación sobre seguridad en los lugares de trabajo. Revista de Psicodidáctica, 12(1), 107-120. Anaya, A. (2006). Diagnóstico de seguridad e higiene del trabajo. Listados de verificación basados en la normatividad mexicana. 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