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Rev. psicol. Arequipa ISSN 2221-786X 2011, 1(2), 134-143 
Recibido: 02-07-11 / Aceptado: 15-08-11 
 
 
APORTES DE LA PSICOLOGÍA A LA 
SEGURIDAD INDUSTRIAL Y LA SALUD 
OCUPACIONAL 
 
Walter Lizandro Arias Gallegos 
Universidad Católica San Pablo 
 
 
RESUMEN 
 
El presente artículo explora los aportes de la psicología a la seguridad 
industrial y la salud ocupacional a partir de sus necesidades y 
limitaciones, en tanto que es un campo nuevo y emergente en América 
Latina. Los aportes se reseñan en temas como ergonomía, entrenamiento 
y capacitación del personal, diseño de programas de prevención de 
riesgos e involucramiento del trabajador con las normas de seguridad, 
atención profiláctica de los trabajadores y la intervención del psicólogo en 
situaciones de emergencias y desastres. 
 
Palabras clave: Seguridad industrial, salud ocupacional, psicología 
industrial. 
 
ABSTRACT 
 
This article explores the contributions of psychology to industrial safety 
and occupational health from their needs and limitations, so it is a new 
field in Latin America. The psychology contributions are reviewed in 
topics such as ergonomy, working personnel training, risk prevention 
programs designed and workers involving with safety rules, prophylactic 
attention to workers and psychologist intervention in emergency and 
natural or industrial disaster situations. 
 
Key words: Industrial safety, occupational health, industrial psychology. 
 
 
Correspondencia: walterlizandro@hotmail.com 
 
 
 
 
 135 
 
Introducción 
 
La salud ocupacional y la seguridad industrial conforman un binomio 
inseparable que garantiza la minimización de los riesgos laborales y la 
prevención de accidentes en el trabajo (Cortés, 2002). Por riesgo laboral se 
entiende la probabilidad de que ocurran lesiones a las personas, daños al medio 
ambiente o pérdidas en los procesos y equipos dentro de un contexto laboral. 
Los accidentes laborales en cambio, son aquellos hechos lesivos o mortales que 
tienen lugar durante la jornada de trabajo y que se caracterizan por ser violentos 
y repentinos, pero prevenibles (Ramírez, 1986). Mientras que los accidentes 
son evitables, los riesgos están siempre presentes y a veces sólo es posible 
neutralizarlos o minimizarlos a través de capacitaciones y señalizaciones que 
cumplen una función preventiva más que anuladora. Por tanto, puede decirse 
que no hay puesto de trabajo que no conlleve riesgos laborales (De la Poza, 
1990). 
Por otro lado, cabe decir que si bien la salud ocupacional y la seguridad 
industrial están indisolublemente relacionadas, no son lo mismo. Ray Asfahl 
(2000) expone las diferencias entre la seguridad industrial y la salud 
ocupacional, señalando que la primera se ocupa de los efectos agudos de los 
riesgos, mientras que la segunda se ocupa de los efectos crónicos. La seguridad 
industrial se concentra en los actos y las condiciones inseguras, mientras que la 
salud ocupacional se concentra en los riesgos de la salud, y como lógica 
consecuencia, la seguridad industrial estudia los accidentes y los riesgos 
laborales con un enfoque preventivo y de investigación, en tanto que la salud 
ocupacional estudia las enfermedades ocupacionales basándose en el 
diagnóstico precoz y el tratamiento pertinente. Asimismo, la salud ocupacional 
abarca la higiene industrial, la medicina del trabajo y la salud mental 
ocupacional; mientras que la seguridad industrial abarca la ergonomía y el 
análisis de ambiente. 
Es importante distinguir la una de la otra, ya que en el presente artículo se 
tratarán ambos temas como fenómenos de interés para los psicólogos, que 
recientemente están siendo investigados y tomados en cuenta como parte de la 
actividad profesional de los psicólogos industriales en el Perú y particularmente 
en Arequipa. En ese sentido, nos centraremos en un primer momento, en las 
cifras y la información que versa sobre la seguridad industrial y la salud 
ocupacional para bosquejar las principales limitaciones y potencialidades de 
este campo de reciente interés en Latinoamérica, en tanto que luego nos 
detendremos en la intervención que han tenido los psicólogos en materia de 
seguridad, contribuyendo con la reducción de accidentes laborales y la 
prevención de riesgos ocupacionales. 
 
La seguridad industrial y la salud ocupacional en contexto 
La seguridad industrial se ha consolidado como profesión y goza ya de 
reconocimiento social a través del marco legal que se ha desarrollado en torno 
al tema, en diversos países. Pero también es cierto que el desarrollo de la 
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seguridad es desigual en los países industrializados y en aquellos que se 
encuentran en vías de desarrollo. Murray y López calcularon que en América 
Latina y el Caribe el 3.2 por ciento de las muertes de 1990 se relacionan con el 
trabajo cuyo porcentaje es el más alto en todo el mundo. Por otro lado, la 
Organización Panamericana de la Salud indica que el envenenamiento por 
plaguicidas y el dolor lumbar son los problemas más importantes en América 
Latina, además de las enfermedades infecciosas, el ruido, la intoxicación por 
metales pesados y la exposición a agentes cancerogénicos (Kales, 2004). 
En ese sentido, el problema de la seguridad y la salud ocupacional de 
América Latina no parece tener una base legal, ya que desde principios del 
siglo XX los países de América Latina han promulgado las primeras leyes en 
materia de seguridad. Según Jorge Letayf y Carlos González (1994) la primera 
ley de seguridad en Perú y Salvador se aprobó en 1911, en Uruguay en 1914; 
en Chile, Colombia y Panamá en 1916; en Brasil en 1919, en Ecuador en 1921, 
en Venezuela en 1923, en Costa Rica y Bolivia en 1924, en Paraguay en 1927, 
en Nicaragua en 1930, en México en 1931, en República Dominicana en 1932, 
en Guatemala en 1946 y en Honduras en 1952. 
Sin embargo, a pesar de la temprana institucionalización de la seguridad 
en torno a un aparto jurídico que le valida y le regula, los índices de 
accidentabilidad en América Latina son preocupantes. Según Jácome (2004), 
los países andinos tienen los índices más elevados de inseguridad en diversos 
aspectos, incluyendo la seguridad industrial. En México, el año 2002, en 
804,389 empresas con un total de 12’112,405 trabajadores ocurrieron 302,970 
accidentes de trabajo y se registraron 4,511 enfermedades laborales, murieron 
1,053 obreros y 19,304 quedaron incapacitados (Anaya, 2006). En un estudio 
realizado en Cuba, se encontró que del año 1993 al año 1997 se registraron 
12,522 accidentes laborales sólo en la provincia de Villa Clara (Gómez y 
Orihuela, 1999). 
En ese sentido, aunque existen leyes que velan por la seguridad en todos 
los países, muchas veces estas no se cumplen. Esto supone un reto social muy 
grande ya que la seguridad debe de ser parte de nuestra cultura de vida y no 
sólo la expresión de normas para el trabajo (Díaz et al., 2008). Por ejemplo, 
basándose en las leyes colombianas, Leonardo Briceño (2003) realizó un 
estudio en 120 empresas de Bogotá y Valle del Cauca, y encontró que sólo el 
42.5 por ciento contaba con un programa de salud ocupacional y sólo la mitad 
tenía reglamento de higiene y seguridad. Estas deficiencias se relacionan con el 
hecho de que muchas empresas implementan normas de seguridad sólo con la 
finalidad de cumplir con las leyes, mas no con la convicción de contribuir 
responsablemente con la sociedad desde sus actividades productivas. Se 
persigue el ahorro de gastos como consecuencia de los accidentes, pero no se 
pretende la realización del trabajador como persona. Por tanto las medidas de 
seguridad que se implementan tienen un alcance limitado que generan una falsa 
seguridad en los trabajadores; hecho que trae más perjuicios que beneficios 
(Asfahl, 2000). 
Un reto de vital importancia se relaciona con el tamaño de las empresas, 
ya que por lo general, la ley no obliga a que empresas conmenos de 20, 25 o 50 
trabajadores, según sea el país; cuenten con un programa de seguridad y salud 
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ocupacional. Cuando es en estas empresas donde debido a la poca organización 
y la escasa tecnología, se presenta mayor índice de accidentes (Briceño, 2003). 
Situación similar se observa en empresas de trabajo temporal, ya que por dicha 
condición están más expuestas a riesgos laborales (Arbués, 2001). Otro reto 
tiene que ver con la extensión del marco legal de la seguridad que abarque más 
sectores de producción como la agricultura y no sólo la industria, la 
construcción y la minería como ocurre en Perú. Legislar y normar la seguridad 
y la salud ocupacional de los agricultores es de suma importancia en países 
poco industrializados, donde la agricultura es una actividad predominante, 
como ocurre en América Latina. De hecho, la agricultura emplea a más de la 
mitad de trabajadores del mundo y registra más del 50 por ciento de los 
accidentes mortales, lesiones y enfermedades profesionales (Anaya, 2006). 
Por otro lado, podemos decir que la salud ocupacional es un campo más 
estudiado que la seguridad industrial y que éste se encuentra en manos de 
médicos, psicólogos y otros profesionales de la salud, en lugar de los ingenieros 
de seguridad. Precisamente, de las profesiones de la salud, la psicología es una 
de las ciencias que más puede colaborar tanto con la salud ocupacional como 
con la seguridad industrial, más aún hoy en día en que la salud mental 
ocupacional supone un nuevo reto para la seguridad industrial, ya que forma 
parte de los factores de riesgo psicosocial en el trabajo. Esta nueva perspectiva 
de la salud ocupacional se debe en parte a los trabajos pioneros de Elton Mayo 
(1880-1949). Mayo inicia sus estudios sobre los efectos de la iluminación en la 
producción en la Western Electric Company en 1924 y encontró que la gente 
produce con eficiencia sólo con una intensidad luminosa de 3 bujías-pie y que 
el factor que más incidía en la productividad eran las relaciones humanas 
(Dunnette y Kirchner, 1973). Con estos hallazgos que daban importancia al 
factor humano y con el énfasis que puso Heinrich en los actos inseguros, los 
estudios de seguridad empezaron a mudar desde enfoques de ingeniería 
centrados en los factores físicos a enfoques más psicológicos centrados en los 
trabajadores. 
 
Aportes de la psicología a la seguridad y la salud ocupacional 
Vivimos hoy en día, contextos laborales muy diferentes a los de hace unas 
décadas atrás. La globalización de los mercados, la tecnologízación de los 
medios de comunicación, el surgimiento de formas inéditas de organización 
empresarial y la naturaleza cambiante de la fuerza de trabajo; han generado un 
nuevo perfil del trabajador del siglo XXI (Robbins, 2004; Chiavenato, 2009). 
Algunas de las cualidades para el trabajo que eran útiles hace unos años, ya no 
son primordiales hoy. En la actualidad se busca pues trabajadores con 
iniciativa, capacidad de adaptación, sólidos valores, responsabilidad, 
creatividad, liderazgo y madurez emocional para relacionarse con los otros 
(Goleman, 2010). 
El trabajo también ha cambiado. Las exigencias son más mentales que 
físicas, de modo que el capital intelectual tiene más valor que el capital 
económico. En función de ello el trabajo ha sido categorizado en manual, 
intelectual y de dirección (De la Poza, 1990). Sin embargo, aunque la 
tecnología acelera y facilita la carga laboral, también puede desencadenar 
 138 
tecnoestrés (Gareca et al., 2007). En ese sentido, el estrés es una nueva variable 
que afecta la salud de los trabajadores, tanto física como mentalmente, además 
de mermar su productividad; ya que el estrés se asocia a la fatiga y ésta a su vez 
se correlaciona negativamente con el rendimiento de los trabajadores 
(Rodríguez et al., 2004). Por otro lado, no son pocos los autores e 
investigadores que asocian el estrés con la accidentabilidad (Ramírez, 1986; De 
la Poza, 1990; Schultz, 1991; Guillén et al., 2000; Robbins, 2004; Pereda et al., 
2006; Velázquez, 2008). De hecho, diversas variables psicosociales propias del 
trabajo como el clima organizacional, la comunicación, el mobbing, el 
liderazgo descendente, la satisfacción laboral, las relaciones humanas entre 
compañeros y superiores; son causas de accidentes. Por ello, en los últimos 
años han tomado mayor relevancia los enfoques psicológicos de la seguridad 
(Asfahl, 2000) que se basan en los conocimientos que provee la psicología para 
entrenar a los trabajadores, motivarlos y diseñar ambientes o equipos más 
adecuados que les brinden tanto confort como seguridad. 
Con este panorama, la psicología ha cobrado más y más importancia en 
los escenarios laborales. Desde los estudios pioneros de Walter Dill Scott en 
1903 o la publicación del libro The psychology of industrial efficiency de Hugo 
Münsterberg en 1913, la psicología industrial se ha constituido en una de las 
ramas de la psicología más provechosas para la sociedad y en especial para las 
empresas y la industria. La psicología industrial, reconocida por la APA como 
rama formal de la psicología en 1945 (Smith y Wakeley, 1977), ha ampliado 
sus tareas clásicas según las demandas de la época, y se ha llegado a convertir 
en una ciencia imprescindible para la seguridad industrial. 
En ese sentido, el trabajo de los psicólogos industriales es ver si los 
sistemas de producción se diseñan óptimamente para permitir que los 
operadores humanos procedan con el mínimo de error y el máximo de 
eficiencia (Dunnette y Kirchner, 1973). Para ello, intervienen en el diseño de 
equipos de trabajo y de protección personal, así como en el diseño de controles. 
De hecho, los psicólogos industriales especializados en ergonomía han 
diseñado los paneles de control de los aviones y los autos. También han hecho 
estudios sobre las señales de seguridad, eligiendo las dimensiones, los colores y 
los estímulos pertinentes que den la advertencia para cada caso (Ramírez, 
1986). Estas decisiones se toman en función de valoraciones psicofísicas sobre 
las sensaciones, la percepción, la atención, la cognición y los movimientos 
(Nivel, 2003). Por ejemplo, E. A. Fleishman identificó ya en 1962, once 
capacidades psicomotoras usadas en el trabajo industrial: precisión de control, 
coordinación de multimiembros, orientación de respuesta, tiempo de reacción, 
rapidez del movimiento del brazo, grado de control, destreza manual, destreza 
de dedos, firmeza de brazo-mano, rapidez de muñeca-dedo y puntería 
(Dunnette y Kirchner, 1973). 
Otra de las contribuciones de la psicología a la seguridad industrial se 
observa en los procesos de selección, evaluación y entrenamiento del personal 
(Chiavenato, 2009). La enseñanza programada por ejemplo, es un método muy 
eficiente para la capacitación de personal. También lo son los métodos de 
simulación, de instrucción oral, las dramatizaciones, el entrenamiento en 
habilidades sociales, los sucesos críticos, etc. El entrenamiento y la 
 139 
capacitación son fundamentales para la prevención de riesgos ocupacionales. 
En Estados Unidos el 90 por ciento de las empresas entrenan a sus empleados, 
en especial si son nuevos. De hecho, sólo las compañías de Estados Unidos 
gastaron más de 134 mil millones de dólares en el entrenamiento y desarrollo 
del empleado el 2009 (Díaz y Salas, 2010). En ese sentido los psicólogos 
intervienen en el diseño y ejecución de programas de entrenamiento (Islas y 
Meliá, 1991). La evaluación y supervisión de los trabajadores es igualmente 
esencial en la prevención de accidentes. Alrededor del 75 por ciento de las 
empresas tiene un sistema formal de evaluación de puestos. La evaluación del 
personal está basada en pruebas de conocimiento, la satisfacción laboral, la 
puntuación de la supervisión, la productividad y el costo del entrenamiento. En 
ese sentido, tanto la evaluación como la selecciónde personal, tienen el fin de 
ubicar a los trabajadores en puestos de trabajo acordes con sus características y 
habilidades. Los psicólogos deben de considerar las diferencias individuales de 
los trabajadores para realizar la colocación de cada uno de ellos en los puestos 
que aseguren su máximo rendimiento con el mínimo de riesgo (Smith y 
Wakeley, 1977). Para ello, se diseñan programas de entrenamiento y desarrollo 
individual y de equipo tomando como base la psicología cognitiva y la teoría de 
las organizaciones (Díaz y Salas, 2010). 
Con respecto a la prevención de accidentes, los psicólogos también han 
desarrollado programas basados en el análisis funcional de la conducta con el 
fin de reducir los accidentes en el trabajo. En una empresa siderúrgica, los 
procedimientos de análisis conductual consiguieron el incremento de un 74 por 
ciento en uso de protectores auditivos. J. Komaki et al. lograron incrementar las 
conductas seguras en una fábrica de pasteles de Estados Unidos. B. L. Hopkins 
consiguió reducir el tiempo de exposición a los carcinógenos y W. M. Rothon 
utilizó el método de condicionamiento operante skinneriano para promover el 
cumplimiento de las normas de seguridad en una mina. Finalmente, D. Zohar et 
al. consiguieron el aumento de un 60 por ciento del uso de protectores auditivos 
en una industria siderometalúrgica de Haifa (López y Veloz, 1990). 
En Latinoamérica, Álvaro Jiménez (1978) aplicó diversas técnicas de 
análisis conductual en una empresa mexicana y logró aumentar la 
productividad con un record limpio de accidentes durante el periodo que duró 
su estudio. López y Veloz (1990) emplearon reforzadores positivos en 914 
trabajadores de tres empresas chilenas, consiguiendo reducir el índice de 
accidentes en un 62.8 por ciento, mediante el programa “Green Card” que se 
basa en el sistema conductual de economía de fichas, creado por Ayllon y 
Azrin en 1968 (Hothersall, 1997). Los resultados de esta experiencia se dejaron 
sentir desde sus etapas iniciales y se extendieron a lo largo del tiempo, 
generando un ahorro promedio de 100,000 dólares americanos. En otra empresa 
de Chile, Ugalde (2000) aplicó también, con muy buenos resultados, un 
programa para el mejoramiento de conductas seguras con un enfoque de equipo 
que comprende la designación de roles tales como miembros, observadores, 
guías, monitores y coordinadores; entre los trabajadores participantes. 
En nuestra localidad, se debe mencionar los trabajos de Belén Salvatierra, 
que ha desarrollado con éxito, talleres de motivación para el involucramiento 
con la prevención de riesgos, talleres para el desarrollo de comportamientos 
 140 
asertivos sobre la seguridad laboral, etc. en trabajadores de las minas del Perú 
(Salvatierra, 2011b); todo ello a partir de la identificación del perfil psicológico 
de 5,790 mineros que trabajan en minas subterráneas y de tajo abierto 
(Salvatierra, 2011a). Además, Belén Salvatierra lleva investigando la 
problemática psicosocial del minero desde hace más de 20 años, lo que le ha 
permitido sentar un importante precedente en el Perú y publicar diversos textos 
y documentos que recogen sus hallazgos y experiencias, dentro del campo de la 
seguridad (Salvatierra, 2000, 2001). 
Por otro lado, los psicólogos también han estudiado las variables que 
favorecen el involucramiento del trabajador con las normas de seguridad 
(Martínez, 1990). En ese sentido, para cambiar el desempeño de las personas en 
materia de seguridad, primero se deben de cambiar sus actitudes. En otras 
palabras, si se desea generar una cultura de seguridad, debe llegarse a conocer 
las motivaciones, necesidades, intereses y creencias de los trabajadores 
(Ugalde, 2000). Puede decirse con respecto a este tópico, que los estudios 
psicológicos en materia de seguridad son básicamente descriptivos, 
correlacionales y experimentales; y que implican intervenciones de tipo 
cognitivo-conductual para hacer que los empleados, obreros u otros 
trabajadores asuman las normas de seguridad en sus centros laborales. En un 
estudio descriptivo efectuado en la localidad de Arequipa, Arias (2011) por 
ejemplo, determinó las causas por las cuales los obreros de construcción no 
usan los equipos de protección personal, siendo la formación de hábitos un 
proceso esencial en el cumplimiento de estas normas. 
Desde enfoques investigativos de tipo correlacional y experimental, los 
psicólogos han hecho propuestas teóricas que explican las causas de las 
conductas inseguras o actos inseguros, relacionándolos con factores cognitivos 
como el modelo de P. Hansen-Curtis, o con las actitudes y la motivación como 
el modelo de P. J. Leather. Asimismo, M. Deloy basó su aproximación teórica 
en el modelo de las atribuciones para explicar los razonamientos de causalidad 
de los trabajadores frente a los accidentes (Islas y Meliá, 1991). 
Además, los psicólogos industriales también han realizado labores de 
atención y consejería psicológica con fines profilácticos orientados a los 
trabajadores. Ahora bien, históricamente, el primer programa de consejo en la 
industria fue introducido en enero de 1914 por Henry Ford en la Ford Motor 
Company. Pero el programa más exitoso de consejo de empleados que tuvo una 
elevada aceptación fue el de la Western Electric Company con más de 20,000 
entrevistas efectuadas entre 1920 y 1930. Este programa fue dirigido por 
científicos sociales de la Universidad de Harvard, entre los que figuraba Elton 
Mayo (Dunnette y Kirchner, 1973). Estas actividades resultan beneficiosas para 
los obreros y empleados porque son espacios en los que reciben consejos y 
aprenden técnicas de relajación o de afrontamiento, que ejercen una influencia 
indirecta y positiva en la seguridad de la empresa, al paliar los efectos del 
estrés, promoviendo la salud mental y el bienestar psicológico de los 
trabajadores (Laca et al., 2006). 
Cabe mencionar que la consulta psicológica en el trabajo es hoy en día un 
servicio esencial para los trabajadores, pues es un hecho que los trabajadores 
que presentan problemas psicológicos de diversa índole, también tienen un bajo 
 141 
rendimiento, se ausentan con más frecuencia, aumentan su consumo de alcohol, 
padecen enfermedades psicosomáticas y tienen mayor riesgo de sufrir 
accidentes. Plummer y Hinkle realizaron un estudio con operadoras de teléfono 
y encontraron que las empleadas con más registros de ausencias, tenían también 
mayores desórdenes emocionales que sus colegas que no tenían tantas faltas 
(Dunnette y Kirchner, 1973). Y es que el estrés laboral es una condición muy 
recurrente en nuestros días que se asocia con el deterioro de la salud y con el 
riesgo psicosocial en el trabajo. Además, el estrés se ha asociado con el 
consumo de alcohol, el tabaquismo y el uso de drogas ilegales (Arias, en 
prensa). En Estados Unidos por ejemplo, se estima que el 10 por ciento de la 
fuerza laboral tiene problemas de alcoholismo y que ello representa un costo de 
9 mil millones de dólares anuales para la economía de ese país y de las 
empresas (Schultz, 1991). Otros estudios también identifican que la 
insatisfacción laboral se relaciona con el agotamiento emocional y el estrés 
laboral (D’Anello et al., 2003). En ese sentido, el agotamiento emocional es un 
síntoma del síndrome de burnout que surge como consecuencia del estrés 
crónico en el trabajo. Aunque suele tener más incidencia en enfermeras, 
médicos, policías y profesores; ya existen ciertos estudios que sugieren que los 
especialistas de prevención de riesgos laborales, se encuentran entre las 
profesiones con mayor riesgo psicosocial para padecer este síndrome (Gil-
Monte et al., 2006), así como el personal administrativo (Fernández, 2010). 
Finalmente, los psicólogos también pueden aportar al campo de la 
seguridad industrial y la salud ocupacional, en casos de emergencias y desastres 
(Sigales, 2006a),ya que estos trágicos eventos se asocian con la vivencia de 
estrés intenso, que suele derivar en estados de estrés postraumático o en otras 
condiciones de insanidad mental, desde desórdenes neuróticos hasta trastornos 
de tipo psicótico (Sigales, 2006b). Para contrarrestar ello, los psicólogos y otros 
profesionales de la salud mental han desarrollado diversas técnicas de 
intervención para personas que han padecido desastres naturales o bien 
accidentes industriales de proporciones catastróficas. Entre estas técnicas se 
tiene el briefing, defusing, debriefing, etc.; como parte del Critical Incident 
Stress Management (Valero, 2002). 
Todas estas intervenciones que realiza el psicólogo en el ámbito de la 
seguridad industrial devienen en lo que hoy se conoce como “seguridad basada 
en el comportamiento” ya que están orientadas a incrementar la tasa de 
ocurrencia de conductas seguras de parte de los trabajadores para que se 
reduzca la incidencia de accidentes en el trabajo. Sin embargo, dado que el 
trabajo del psicólogo abarca además, aspectos motivacionales, cognitivos y 
emocionales; así como contribuciones en el campo de la ergonomía, la salud 
ocupacional, la psicohigiene laboral, etc. preferimos utilizar la expresión 
enfoque psicológico de la seguridad, como hacen otros autores (Asfahl, 2000). 
 
Comentario final 
Desde los enfoques centrados en la tecnología y el error humano, la 
seguridad industrial y la salud ocupacional se han integrado para desembocar 
en ambos casos, en enfoques psicológicos, que privilegian una variedad de 
aspectos actitudinales, motivacionales y conductuales de los trabajadores (Díaz 
 142 
et al., 2008). Es en este contexto que la psicología ha encontrado un nuevo 
espacio para extender sus planteamientos teóricos a nuevos campos del 
conocimiento y aplicar sus técnicas y métodos para reducir la incidencia de 
accidentes en la industria a través de la promoción de la salud mental, la 
responsabilidad y el autocuidado. Así, en los últimos veinte años las 
contribuciones de la psicología en la prevención de accidentes de trabajo en 
América Latina, ha aumentado en aspectos como el comportamiento, los 
grupos y la dirección de recursos humanos, etc. (Acquardo et al., 2007). Y es 
que la seguridad industrial y la salud ocupacional son ahora campos 
indisolubles (Rodellar, 1999), que requieren de la atención de diversos sectores 
y del aporte de diversas profesiones, siendo la psicología una ciencia que puede 
contribuir con los trabajadores a través de la aplicación de sus conocimientos, 
métodos y técnicas; para reducir el riesgo psicosocial y prevenir la ocurrencia 
de accidentes laborales. 
 
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