Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Traducir el psicoanálisis ~ INTERPRETACIÓN, SENTIDO Y TRANSFERENCIA ( \ . . -- ~- • • ' ' Y'¡_J . , .. / ¡/ • • --1. • • • •• • •. NÉSTOR A. BRAUNSTEIN 1 trJ ~ •.-4 · ~ u trJ S:: · ~ Q ) ......-4 J-4 'ro ~ ~ rJ ) Q S:: ro ~ ~ J-4 o ...... ~ u > . C ll o .... · ~ = trJ '"O Cll 0-,¡ •.-4 = ...... . . S:: .... = ......-4 Q ) o Q ) rJ ) u ... ~ S:: ... o · ~ •.-4 u u ~ ~ ...... Q ) "'' J-4 ~ ~ J-4 Q ) ~ ...... S:: ~ - N éstor A. Braunstein Traducir el psicoanálisis Interpretación, sentido y transferencia pARAD ISO EDITORES <MÉXICO) ·¡ Colección Continente Negro A CARGO DE ALEJANDRO CERDA RUEDA Primera edición: 2012 D.R. © 2012 Paradiso editores S.A. de C.V. Cuidado de la edición: Juan Carlos H. Vera Diseño de portada: Luis Hori González Diseño editorial: Alejandra Torales ISBN 978-607-95531-7-3 Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico Quedan prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos. Prólogo. Condensación y desplazamiento Sería fácil decir que este libro es una recopilación de artículos. Fácil y erróneo. Háy seis textos, claramente diferenciados, es verdad. El espacio que ocupan está bien delimitado por el número de las pági- nas que, obviamente, no se repiten y por los saltos en la secuencia de los capítulos. No obstante, así como es clara la delimitación de los textos, hay que tener en cuenta que todos ellos crecieron y fue- ron modificando sus rasgos a lo largo de una gestación de años, conectándose, dejando testimonio de sus distintos estadios de ela- boración en publicaciones sucesivas y en traducciones donde los enunciados nunca se repetían. Con el tiempo se fueron expandien- do, corrigiendo, aceptando la influencia del diálogo con los -colegas y alumnos, actualizando con nuevas referencias. Son, hay que decir- lo así, sextillizos interactivos. La primera inducción tuvo lugar en 2001, en un coloquio sobre "a teología" y, a su vez, el título que recibió esa contribución era una frase que venía corroyendo mi espíritu y desafiando mi ingenio des- de que la publiqué en 1993: "Existe el sentido, pero no el Sentido del sentido en que el sentido nos hace creer". ¿Qué es el"sentido" para un psicoanalista y qué relación tiene su actividad con la del herme- neuta? ¿En qué y cómo es que "la interpretación de los sueños" se distingue de una donación de sentido a lo que aparentemente es in- conexo (nonsensical) o parece estar escrito en una lengua extranjera? Dar sentido, dar otro sentido cambiando el primero, reconocer la multiplicidad de los sentidos de cada afirmación, de cada palabra escuchada y de cada letra leída, es equivalente a "interpretar". Inter- pretar, incluso, eso que parece lo más ajeno al sentido: el sueño. El psicoanalista es un intérprete, es decir, un traductor. Traducir, inter- pretar y dar sentido son actividades emparentadas aunque no son sinónimos, aunque nombran diferentes actos de palabra (speech acts). 7 Prólogo 8 No en balde, antes aun de 2001, para conmemorar el cente- nario de la Traumdeutung, piedra fundamental del edificio psi- coanalítico, habíamos publicado en un artículo periodístico un texto intitulado "La traducción de los sueños". No en balde ese artículo encabezó la recopilación que llevó como título Por el camino de Freud. Señalábamos allí que Deutung, interpretación, es una derivación de deutsche, término en alemán a su propia lengua. Deuten, interpretar, es poner en lengua vernácula lo que está escrito en lenguas ya muertas como el latín. Interpretar es, pues, traducir. ¿Y cómo internarse en el psicoanálisis, práctica de interpre- tación, sino leyendo sus palabras con los significantes origina- rios, es decir, los usados por Freud en sus escritos? Uno de los varios caminos que deben transitarse para ponerse en el camino de "devenir psicoanalista" (eso que uno nunca llega a "ser"), es el de aventurarse en los inciertos senderos de ese dialecto es- pecial que Freud debió configurar para hacerse entender por sí mismo y por los demás. Nadie duda de que el psicoanálisis tuvo que crear su propio vocabulario para llegar a existir y necesi- tó hacerlo redefiniendo palabras ya usadas, desgastadas, por el uso corriente. Así surgieron "nuevas" palabras que eran, en rea- lidad, antiguas: inconsciente, yo, ello, preconsciente, pulsión, represión, perversión, histeria, libido, representación, etcétera. Redefinidas, las palabras tenían que definir sus relaciones re- cíprocas pues, como sucede en cualquier lengua y en cualquier dialecto, ninguna palabra significa nada si no es en relación con las demás del mismo idioma y según el contexto de la frase en que se las utiliza. La recepción internacional del psicoanálisis fue avasalladora. Para criticarlo o ensalzarlo, en el campo de la medicina y en todos los terrenos de la cultura, sus términos se incorporaron al lenguaje de las más diversas y, en apariencia, alejadas disciplinas. El saber occidental fue conmovido de raíz y todas las lenguas tuvieron que aceptar nuevas palabras o agre- gar acepciones a las ya existentes para dar cuenta de la insólita e inesperada novedad que llamaba a sus puertas. El psicoanálisis nació usando palabras desgastadas por el uso (¿de dónde las l'n\fogo 9 sacaría, sino de los diccionarios ya existentes?), pero obligó a revolucionar el vestuario de las lenguas que lo recibieron. No hay disciplina que no haya modificado y enriquecido su termi- nología por la irrupción del saber freudiano. Había que escuchar a Freud y leerlo con sus propios signifi- cantes; esa fue la tarea inicial y esencial de Lacan para su "retor- no a Freud", pues las malas traducciones y la variabilidad de los vocablos hacían del psicoanálisis una ensalada lingüística impo- sible de transmitir a quienquiera que fuese. Aun hoy en día, los franceses no tienen una versión confiable de la obra del funda- dor de la disciplina. La lengua española recibió también las ense- ñanzas vienesas y tuvo en ello mejor, aunque desigual, fortuna. Por eso, traducir el psicoanálisis supone una práctica, una experiencia, un sufrimiento, un goce del traductor que se enfren- ta con la misión imposible de verter "de" una lengua fuente (el alemán de Freud, el inglés de Klein y Winnicott, el francés de Lacan), cada uno de ellos hablando y escribiendo en el dialecto del psicoanálisis "a" otra lengua blanco, la lengua del destino al que se apunta, que es, en nuestro caso, el español de Castilla. Así comienza la interacción de los sextillizos con el primer capítulo titulado "La traducción de lo intraducible en psicoanálisis". En efecto, el psicoanálisis decimos, como el cristianismo, es un pro- ducto de "sus" traducciones. En los dos sentidos del genitivo. El psicoanálisis no hubiera podido trascender (ni mucho menos afrontar la ordalía del fascismo) sin la acción del tra- ductor. En el primer capítulo se abordan el tema general de esa rama del saber literario para la que se inventó el nombre, claro aunque híbrido y malsonante, de "traductología" y las vicisitu- des inacabadas e inacabables de la versión del texto freudiano al castellano, superando, también en nuestro caso, la ordalía del fascismo, el español que conocemos como "franquismo", que hubiera, de buena gana, acabado con nuestra disciplina. Este libro lleva las huellas de largos períodos que hemos de- dicado a la tarea de traducir y de revisar las traducciones de nuestros propios escritos. También de escuchar a los autores básicos, los poetas, en sus lenguas originales, en las mejores y .~-----------------------------··--·--------------•¡ 1 Prólogo 10 peores traducciones, de oír a especialistas entregados a la tra- ducción, de leer a Benjamin, a Ortega, a Steiner, a Berman. Sí; y también de oír a nuestros analizantes, perplejos a la búsque- da del sentido de sus propios sueños, de sus propias palabras, de su propia historia y su propio destino. Y de afinar el oído para escuchar las voces del canto, las cambiantes versiones de un mismo texto (por ejemplo, las incontables misas en latín, un soneto de Shakespeare o un poema de Baudelaire) en manos de diferentes compositores de música. Otro sí digamos, también de escuchar a nuestros lectores, a nuestros alumnos, a nuestros dis- cutidores y objetores, a nuestros colegas en otras ramas del ár- bol psicoanalítico. Traducir: una vida dedicada a la traducción. Inacabable, hemos dicho, unendliche. Pues no hay el Sentido, pues los sentidos son siempre parciales y corren detrás de los enunciados sin encontrar otra cosa que su deficiencia. Pues los originales están finiquitados pero sus traducciones son siempre precarias, mezquinas, transitorias. Ese es el tema del segundo capítulo. No hay un Ser supremo que sancione el sentido final de una frase y ni siquiera de una palabra. El saber puede ser "supuesto" a un sujeto pero éste debe resignarse a vivir en el páramo en que nació, el de la ausencia de una palabra rectora. Debe aceptar la deriva que, al ser la de los significantes que lo marcan, es la de él mismo. Lo grave no es carecer del Sentido último; lo grave es creer que no se carece de él, creer que se lo ha aprehendido, que la búsqueda ha concluido. (Lo grave no es la castración, lo grave es creer que no se ha pasado por ella.) Eso lleva al tercer capítulo y a la tercera cuestión: "El dios de los psicoanalistas" donde se intenta definir la (a}teología del psicoanálisis. Si el Sentido no existe, entonces los sentidos dados a un enunciado cualquiera son precarias propuestas de inter- pretación. Responden a la creencia de que lo dicho "posee" un sentido, un cierto sentido que vendrá del otro, del que escucha el enunciado, que sabrá devolverlo como interpretación des- pués de traducirlo a un lenguaje superior, a un metalenguaje (que no existe) acabando con la ambigüedad y la polivalencia de todo enunciado. Para los psicoanalistas, independientemen- Prólogo 11 te de su credo personal, Dios no preexiste sino que post-existe como consecuencia de un decir. Dios no es creador sino creado y su requisito es la creencia de que el otro, ese al que se le pide que entienda, comprende lo que uno no sabe de su propio decir. En psicoanálisis esa creencia se llama trans-ferencia, en alemán Über-tragung. Über, como el inglés over, en español: sobre (como en "sobrevivir" o "superyó") y Tragung que tiene la misma raíz que nuestro traer. Übertragung, traer-sobre, transferir, llevar a una posición superior, colocar en ese lugar al intérprete, al tra- ductor, al psicoanalista. La transferencia es también un efecto, por lo tanto, de la creencia en la traducción "exacta" que daría sentido a "oraciones" incomprensibles como las dichas en una lengua foránea, como los extravagantes recuerdos de lo soñado en la noche anterior. El cuarto capítulo aborda esta misma cuestión y lo hace a partir de un ejemplo privilegiado: el personaje intermediario entre el Dios del monoteísmo y los hombres, el portador de la Ley, el profeta que la recibe del Uno y la lleva a los otros: Moisés. En ese "gran hombre", creador de su propio pueblo, se intere- saron al mis:mo tiempo y sin saber uno lo que hacía el otro, dos nuevos profetas: Freud, en el psicoanálisis, y Schoenberg, en la música. Ambos estaban intrigados por un mismo enigma: cómo transmitir la idea sin degradarla por medio de las imágenes y las palabras, cómo alcanzar lo real desprendiéndose de las ré- moras de lo imaginario y lo simbólico. En otras palabras, cuál es el contenido último de ese mandamiento supremo e irrealizable ("inhumano", dice Steiner) que prohíbe la representación. Nue- vamente: cómo traducir, interpretar, dar sentido, sin degradar ni traicic;mar a la idea de un goce que está más allá de los sentidos de las frases y de los (¿cinco?) sentidos del cuerpo viviente. El quinto de estos séxtuples confronta estas limitaciones de lo imaginario y de lo simbólico para integrar lo real de la vida, de la vida del cuerpo habitado por el lenguaje que es el de todos nosotros, a través de un interlocutor inesperado: Karl Popper, responsable de la ingeniosa idea de que no hay un mundo sino tres: el de las cosas, el de las representaciones mentales (subje- Prólogo 12 tivas) de las cosas y el del conocimiento (objetivo) de las leyes que relacionan a las cosas entre sí y son productos de la mente humana. Para Popper, entre las cosas y las leyes hay un mundo intermedio que es el de la "mente" que traduce las sensaciones provenientes del mundo exterior en un saber siempre crecien- te que se manifiesta en leyes científicas independientes de las creencias de los autores de sus enunciados. A la concepción tri- nitaria de Popper proponemos oponer la topología lacaniana ("los tres de Lacan") que articula, no "tres mundos" diferentes sino tres registros de la experiencia que no se traducen de uno a otro sino que están armados de modo tal que ninguno funciona sin los otros dos: lo imaginario, lo simbólico y lo real unidos de manera inextricable en el ser que habla. ¿Cuál es la consecuen- cia de esta concepción? Mientras que el planteo popperiano da fundamento a una epistemología (y a una concepción del mun- do) positivista que permite pasar de las cosas a las representa- ciones sensoriales y de éstas a las leyes abstractas, la topología lacaniana niega la separación de esos "mundos" y desbroza el terreno para otra epistemología (y otra concepción del mundo) negativista fundada no en los datos de los sentidos, sino en la di- ferencia diacrítica entre los significantes. Las cosas no son en sí ni tienen sentido si no es a través de los signos. Las ciencias del signo, a diferencia de las ciencias naturales (¿cómo podría haber una ciencia que sea "natural" y no un producto del lenguaje?), postulan que no hay más que diferencias, negatividades y que lo único que es "positivo" es la ausencia, la diferencia que sepa- ra y distingue a un signo de todos los demás. Entre esas ciencias del signo, el psicoanálisis se ocupa del inconsciente "estructura- do como un lenguaje", es decir, como un sistema de diferencias. Llegamos así a la cuestión y al problema del conflicto de las interpretaciones (o de las traducciones) o de las formas de ana- lizar (de traducir). ¿Qué sucede con los relatos de un análisis? ¿Cómo cambia la historia si esa narración es hecha por el ana- lista o por el analizante? ¿Puede establecerse una analogía entre traducir a diferentes lenguas un mismo texto y analizarse con un analista de distinta orientación un mismo paciente? ¿Cómo Prólogo 13 relatan los análisis los analistas y cómo los analizantes? Si el tex- to de lo que se dice en un análisis (por ejemplo, un sueño) es considerado como "fuente", como "original": ¿cuál es el efecto que sobre ese discurso produce la manera de escucharlo y la manera de intervenir (de traducir) del psicoanalista? ¿Por qué es que Lacan, con su propuesta del pase, excluye al analista del juicio sobre lo sucedido y lo alcanzado en un análisis y deja esa función en manos de los no analistas, es decir, del sujeto que da testimonio de su experiencia y de sus "pasadores"? ¿Qué efec- tos tiene transitar "de un analista a otro"? Culmina así el recorrido de esta indagación (enquete, recher- che) en los meandros del psicoanálisis qu~ se liga íntimamente con la otra, realizada de manera simultánea, que es la investi- gación de la memoria y que se "tradujo" ya en una trilogía de volúmenes. Capítulo l. La traducción de lo intraducible en psicoanálisis A}acques Nassif, amigo porque traductor, traductor porque amigo, presente encada línea de este ensayo. He sido honrado, y un poco abrumado, con el ( en)cargo de respon- sable académico de la traducción al español de una obra monumen- tal: el Vocabulario Europeo de las ideas filosóficas. Diccionario de los intra- ducibles.1 En un principio acepté, movido por el entusiasmo que me produjo imaginar lo que aprenderíamos todos formando un equipo de traductores expertos y yo, en particular, al dejarme enseñar por ellos acerca de uno de los enigmas mayores de la filosofía y el psi- coanálisis, uno de esos problemas que siempre me cautivaron: el de cómo es posible expresar con las palabras de una lengua la diferencia inexorable que se manifiesta siempre entre la palabra empleada por un pensador y otra palabra, en apariencia homóloga, que pretende ser su conversión a un idioma diferente. Por otra parte, el centro confeso de la obra desde su título mismo no residía en lo traducible sino en los vocablos en tanto que intraducibles. Creía -creo- quepo- ner una obra semejante a disposición del público hispanohablante era una tarea magna de la cultura. A poco andar pude comprender que lá tarea exigiría más de mí en tiempo y capacidades de lo que me podía responsablemente comprometer, y renuncié a continuar como coordinador, aunque no a colaborar en el empeño de lograr una versión aceptable de este deslumbrante producto salido de una investigación filosófica excepcional. Así como, en una casa, un mueble no tiene un ser, sino que al ser se lo recibe de su relación con la habitación en donde se le ha puesto y con los demás muebles que allí se encuentran, y así como una plan- ta del jardín depende de aquellas que comparten el suelo con ella, ' Barbara Cassin (ed.), Vocabulaire Européen des philosophies. Dictionnaire des intradui- sibles. París, Seuil-Le Robert, 2004. 15 ~~~·...._,_.._._._,_,,L0~'-0''''''''''~''' '''''''' Néstor A. Braunstein 16 del mismo modo, una palabra depende de su lugar en la frase, en el texto y en la lengua en que es dicha. Por sí misma, ella nada significa ... o puede significar lo que uno quiera si la frase es suficientemente larga. ¿Habrá que traducir a otra lengua la palabra aislada (verbum) o el sentido (sensum) que ella tiene den- tro de la proposición en la que aparece? ¿Y si la palabra tiene varios sentidos o el sentido depende del entendimiento del tra- ductor y de su manera de interpretarlo, como casi siempre su- cede? ¿Cuál es y en qué lengua se escribe una palabra unívoca, desprendida del peso de la polisemia? Todo concepto filosófico se carga de la historia de los equívocos que le han precedido, de la significación asignada en el lenguaje corriente, de los auto- res que lo han utilizado y de sus vínculos con la obra en donde ocupa un cierto espacio teórico. Nunca queda un término con una significación definitivamente asentada en un vocabulario de la filosofía; cada uno de ellos tiene, no sólo un pasado y un presente, sino también un futuro que se juega cada vez que se recurre a él. La traducción es un trasplante conceptual de un hu- mus lingüístico, supuestamente "natural", a otro de composi- ción distinta y siempre, en variable medida, incompatible con el primero. No queda excluida la posibilidad, tal como sucede con los humanos, de que la planta desterrada y desolada se arraigue con vigor renovado en la tierra de su ostracismo. La metáfora "or- gánica" o "vegetal", de la vida de la palabra traducida o de la frase interpretada y de su adaptación al "ambiente" de la nueva organización lingüística es una incertidumbre siempre pendien- te para el traductor: ¿infunde él una nueva vitalidad o la quita al hacer una "transferencia" entre lenguas diferentes? La primera e inmensa dificultad que plantea la traducción es la intuitiva ingenuidad de creer que es posible "trasplantar" (transferir, trasladar, convertir, desplazar) un texto y verterlo en otra lengua donde funcionará de la misma manera que en la len- gua en que fue pensado y utilizado por primera vez; creer que puede haber una "identidad" entre el original y su traducción, que nada grave sucederá por su transferencia (Übertragung, pién- sese en el sentido psicoanalítico de esa palabra) a otro suelo, a La traducción de lo intraducible en psicoanálisis 17 otro idioma. Todos sabemos que la traducción inmediata, sin fallas, ni pérdida es, más que un ideal, un mito, la imagen mis- ma de un imposible. Al cambiar el sonido y el contexto cambian también el sentido, especialmente si el significante nada signifi- ca sino en la trama de las palabras que le preceden y le siguen en la frase. Cada palabra en una frase depende del resto del siste- ma de la lengua donde se inscribe bajo la forma de "traducida" y no del lugar que ocupaba en el"original". El destino de todo discurso es perderse, quedar lost in translation.2 Duele admitir que el organismo viviente de un texto se muere en el momento de desplazarlo de su suelo natal, y que toda traducción obliga a realizar algo así como un trabajo de duelo (Trauerarbeit) por el original que ha sido despedazado y recompuesto. No resucitará. La duda es: ¿podrá el original conseguir una nueva vida en otra lengua, y cuál será el precio que deberá pagar por la mudanza? Incluso pudiese ocurrir que se le vea renacer robustecido y más vigoroso aun después de la extirpación y reinjerto, superando las barreras inmunitarias impuestas por la nueva lengua. (Deje- mos que las metáforas "orgánicas" infiltren nuestras reflexiones "lengua jeras", aunque las malas lenguas digan que la palabra hablada vivifica lo que la letra mata.) . Comencemos con un ejemplo complicado y a la vez ele- mental. El sustantivo "mente" (del latín mens, en inglés: mind) no existe en alemán, ni en francés. Ni Freud, ni Lacan pudieron haberlo utilizado en el momento de escribir: sus respectivas len- guas maternas no lo permitían. ¿Es legítimo que un traductor de sus escritos al español, o al inglés, haga aparecer la palabra inexistente -"mente"-, que no existe en la "lengua fuente" (la 2 ¿Cómo eludir aquí el concepto del objeto a de La can, ese saldo perdido en el decurso vital, lo que emana del ser y es para siempre irrecuperable, causa del deseo y objeto plus de goce que moviliza todas las búsquedas ulteriores? ¿Qué relación hay entre el objeto a y lo que se perdió al hacer una traducción, un saldo o resto que se produce a medida que se avanza, en la vida, en el texto? ¿No vive el traductor a la sombra del objeto a, de un objeto sin cuerpo, de ese real que no tiene imagen en el espejo y que no puede decirse, pues trasciende a toda palabra? _.~..._~_._ .. .__....._~_._,_. .. _,,._._u_.,,._,. .. ,,,,,,,,,_.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, Néstor A. Braunstein 18 original, la traducida, la que está sometida y resiste a los empe- ños del traductor), pero que sí existe en la "lengua blanco" (la secundaria, traductora, activa y selectiva), en las frases donde esos fundadores de la discursividad psicoanalítica usaron térmi- nos corno Geist, Seele, Gemüt, -en Freud-, esprit, ame, psychisme, psychogénese -en Lacan-? ¿Puede el adjetivo "mental" -que sí existe en francés a pesar de que no exista el sustantivo del cual se deriva- corresponder a psychische, geistig o seelische, en alemán, y que el traductor prefiera el vocablo "mental" -más laico- a los conceptos de "psíquico" y "anímico", que serían más preci- sos en una traducción literal del alemán, pero que están cargados de seculares resonancias míticas, escolásticas y religiosas? Por la ausencia de un término que corresponda a ese mens la- tino, usual y usado en la mayoría de las lenguas europeas con las notables excepciones del francés y del alemán, se produce un efecto de indeterminación cada vez que se han de traducir las palabras Seele (alma), seelische (anímico), tan frecuente en los es- critos de Freud. La ambigüedad se revela en el discurso de los autores que escriben en esas otras lenguas, lenguas de la "otre- dad" psicoanalítica -si se admite que laalemana es consustan- cial a la disciplina, pues en ella nació-, cada vez que deben ele- gir entre "anímico" y "mental". Si la lengua de origen (lengua source: fuente, traducida) no tiene una palabra que sí existe en la lengua de destino (lengua cible: blanco, traductora), se choca, en el momento de sustituir el original por el texto traducido, no sólo con un problema en la lengua blanco: se revela un trastor- no de difurninación del sentido que afecta también al texto de origen que no queda incólume después de pasar por la ordalía de la traducción. La alternativa textual que pone de manifiesto el traductor (al español o al inglés) llenando el vacío lexical de la lengua fuente (el alemán) se convierte, por su esmero corno lector-intérprete (eso es lo que llega a ser el traductor de toda obra seria), en un "síntoma" de la lengua original y del autor, de Freud en este caso. El "síntoma lingüístico" no se hace evidente sino en el momento de intentar una nueva versión (¿verterlo o per-vertirlo?), cuando se destierra el concepto a un suelo que 1 .11/raducción de lo intraducible en psicoanálisis 19 no es el del origen. La palabra mind (mens), por no existir en ale- mán, hace de cualquiera, y de todos, sus presuntos equivalentes "síntomas" en el vocabulario del propio Freud. El traductor -el buen traductor- comprende que un aspecto esencial de su ta- rea consiste en hacer sufrir al autor, en contaminarlo, llegando al extremo de revelar déficits en la lengua del original, mostran- do incluso sus eventuales insuficiencias. El Vocabulario que dirige Barbara Cassin es justo y generoso en sus referencias al psicoanálisis y los problemas que la disci- plina freudiana aporta a la cuestión de la traducción, en general, y al conjunto del vocabulario filosófico, a partir de la introduc- ción paradigmática del "inconsciente" (Unbewusst, literalmente: insabido) freudiano. No redundaremos -sería otro terna- en la actividad constante del psicoanalista corno "traductor" (Über- sef<;er) de los sueños o las formaciones sintomáticas que se reve- lan en su práctica clínica, una práctica bajo transferencia (Über- tragung), que lo lleva al ejercicio de la interpretación (Deutung)/ actividad obviamente ligada a la traducción (Übersef<;ung).4 Tra- ducción, transferencia e interpretación son conceptos íntimamente relacionados entre sí y nos conformarnos con dejar apuntada esta vecindad entre lo "intraducible", objeto y terna del Diccio- nario de Cassin a partir del título mismo, y la imposible tarea del psicoanalista puesto a "traducir" e "interpretar" el lenguaje de los procesos primarios en términos de los procesos secundarios, las dos lenguas más incompatibles entre sí que existen, ya que una de ellas se erige en contra de la otra y manifiesta activamente 3 Néstor Braunstein, Por el camino de Freud. México, Siglo XXI, 2001, pp. 11-17. 4 La célebre "carta 52" de Sigmund Freud a Wilhelm Fliess plantea la existencia del psiquismo en su conjunto como una sucesión de sistemas de inscripción que requieren traducción -y sufren por "pérdidas en la traducción"- entre los registros de signos perceptivos (Ps), del sistema inconsciente (le) y el sis- tema preconsciente (Prc), interpuestos entre la percepción y la conciencia con participación de procesos diferenciados en unos y otros (primarios y secun- darios) y del sistema de la lengua al pasar (ser traducidos) de uno a otro. El tema está extensamente tratado (con algunas diferencias) en dos textos: Jacques Derrida, L'écríture et la différence. París, Seuil, 1967, pp. 310-316 y N. Braunstein, El goce. Un concepto lacaníano. México, Siglo XXI, 2006. ---------------------------..D..... ~·-~~~ ............................................................... . Néstor A. Braunstein 20 su resistencia a la traducción. El inconsciente es, por su esencia y existencia, lo que resiste a la traducción: existe, "estructura- do 'como un lenguaje", para que sea dicho y se haga oír lo que la palabra hablada en otro lenguaje, en un lenguaje "otro", no puede expresar. La traducción es una resistencia al inconsciente y sus modos idiosincrásicos -poéticos- de decir oscuramente, como a través de un papel opaco, por metáforas y metonimias, sueños y síntomas. Por otra parte, dado el carácter dialógico - conversacional- de la interpretación, nunca un enunciado in- terpretativo podría ser llamado "justo" en sí, sino que siempre dependerá del momento y de la respuesta del analizan te. Habría que subrayar esta situación paradójica puesta en evidencia por el significante mismo de "analizante": quien verdaderamente traduce es el que recibe la interpretación, como si dijésemos, en otros términos, en otro contexto, el lector. La ambición literaria del psicoanalista no equivale a la de un autor-traductor que co- munica mensajes o significados, sino a la de una esfinge que plantea sus enigmas y espera las respuestas que procederán del receptor. La suya es una estética donde la recepción es un mo- mento esencial. Una estética bajo transferencia (Übertragung). Valga la referencia freudiana: la estructura de la traducción es similar a la del chiste. Hay un texto original que se quiere trans- mitir, interviene un narrador, alguien que lo cuenta o lo traduce; el relato está destinado a una "tercera persona", aquel en quien el chiste se "realiza", el que lo escucha, que es donde el chiste alcanza su verdadera ex:istencia al ser sancionada por la risa del auditorio o público. Es imposible "explicar" o "traducir" el chis- te basándose en su "sentido". La sustancia del mot d'esprit, de la palabra ingeniosa, está en otra parte: en el equívoco lógico, gra- matical u homofónico, exactamente igual que la interpretación psicoanalítica. Nada ilustra mejor las dificultades y la pérdida (o la imposibilidad) de la traducción que la experiencia de con- tar o escuchar chistes hablados en lenguas foráneas. Históricamente, debemos partir de un hecho indubitable: el psicoanálisis surge íntegramente en el terreno de la lengua alemana (¡qué difícil es traducir los Witzen [chistes] del libro 1 '' '' rlfllll'l'irín de lo intraducible en psicoanálisis 21 l'pónimo de Freud!) y viene cargado (a la vez que lastrado) por todas las posibilidades de ese idioma.5 Es bueno señalar que el fundador de la disciplina tuvo un excelente conocimiento, y puso sus empeños antes de dedicarse a la práctica que lo haría célebre, de la traducción: del inglés (Stuart Mill), del francés (Char- mt), del español (Cervantes), del griego antiguo (Sófocles), y del latín (Virgilio). El psicoanálisis nace en alemán pero sus óvulos vienen fecundados por la cultura europea entera que se da cita en las páginas que Freud escribe. El vocabulario freudiano es un "vocabulario europeo de las filosofías", armado por lenguas que se dan cita y hasta se entreveran en sus textos. La obra de Freud, concitó casi desde el principio, un fervo- roso interés mundial. En 1909, él viajó de Viena a los Estados Unidos, y allí pronunció sus conferencias en alemán que fueron rápidamente traducidas al inglés en una versión que el propio Freud hizo de ellas. En los dos años siguientes, sus cinco leccio- nes fueron traducidas al holandés, al ruso, al polaco y al húnga- ro. A partir de 1913, los artículos y libros de Freud se traducen a todas las lenguas europeas. Con la conceptualidad psicoana- lítica, una "nueva lengua" (newspeak) había nacido y ella exigía ser vertida para la "comprensión" de quienes hablaban antes en otros dialectos: médicos, filósofos, psicólogos, etcétera, que discurrían en las "lenguas naturales" de los europeos. La pri- mera traducción de la Traumdeutung fue hecha al inglés en ese año (1913) por Abraham Arden Brm. José Ortega y Gasset, pro- fundo conocedor del alemán y autor de uno de los textos más incisivos que se escribieron sobre la traducción antes de 1940,6 fue quien indujo hacia 1920, a un amigo y discípulo suyo, Luis López-Ballesteros/ a traducir al español lasobras completas de 5 Cf Georges-Arthur Goldschmidt, Quand Freud voit la mer. Freud et la langue allemande I. París, Buchet-Chastel, 1999. 6 José Ortega y Gasset, "La miseria y el esplendor de la traducción", en La Nación, Buenos Aires, 1937. Reproducido en Obras Completas, vol. 5. Madrid, Alianza/Revista de Occidente, 1983, pp. 431-452. 7 El 7 de mayo de 1923, Freud le escribía a Luis López-Ballesteros: "Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal Don Quijote en el original .. ~~ ................. ~~~ .................. ..._.._.......,.__.,.._,_._.L~._..,,,.,..koO.-o'"=L,OO-'-'-'""' Néstor A. Braunstein 22 Freud, en vida del autor, muchos años antes de que estuviesen terminadas. Su versión, completada después de la guerra, en Buenos Aires, por Ludovico Rosenthal, sigue, aún hoy, siendo admirable.8 A sus incontables virtudes se debe la favorable aco- gida que tuvo Freud en Latinoamérica (no en España, donde el psicoanálisis fue aplastado tras el estallido de la guerra civil con sus funestas consecuencias). Esta inesperada ventura de la len- gua española (un azar, podría decirse, si tal cosa existiese, una contingencia o "circunstancia" con nombre propio, el de Ortega y Gasset) puede compararse con los infortunios del psicoanálisis en Francia (en la lengua francesa) que nunca, ni aun hoy, ha lle- gado a disponer de una traducción confiable del texto de Freud. Freud, es bien sabido, tuvo una curiosa relación con la lengua española y estuvo al tanto de esa "primera" traducción de sus "obras completás" a una lengua extranjera.9 "No hay mal que por bien no venga", dice nuestro prover- bio. La imposibilidad de leer a Freud en su lengua original, hizo que muchos analistas franceses, Lacan entre los primeros, se lanzasen con vehemencia sobre los textos de Freud en alemán y los problematizacen haciendo aparecer en ellos nuevas facetas, cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana. Gra- cias a esta afición juvenil puedo ahora -ya en avanzada edad- comprobar el acierto de su versión española de mis obras, cuya lectura me produce siempre un vivo agrado por la correctísima interpretación de mi pensamiento y la ele- gancia del estilo". Todo parece indicar que esta carta fue escrita directamente en español por Freud. Sigmund Freud, "Carta al señor Luis López-Ballesteros y de Torres", en Obras completas, t. XIX. Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1984, p. 291. 8 Un relato lúcido y completo de las vicisitudes de la traducción de Freud al español puede encontrarse en Hugo Vezzetti, "Freud en langue espagnole", en Revue international d'histoire de la psychanalyse, núm. 4, 1991, pp. 189-207. 9 Sobre la relación de Freud con el castellano hay dos referencias ineludibles: Sylvie Sesé-Léger, "Freud et le castillan", en Europe, núm. 954, 2008, pp. 100-112 y Rubén Gallo, Freud's Mexico. Cambridge, Massachusetts, MIT Press, 2010, pp. 157-198. Ambos autores señalan la importancia de la relación juvenil de Freud con Eduard Silberstein y el papel que en ella jugaba el castellano como "lengua de la inclinación amorosa". Ambos señalan la intensidad pasional de la comu- nicación entre los dos jóvenes. /.11 tmducción de lo intraducible en psicoanálisis 23 descubriendo riquezas ocultas, subrayando conceptos que ha- bían pasado desapercibidos para todos los comentaristas, crean- do nuevos términos en francés, violentando a la lengua blanco (cible) de la traducción para hacerla admitir ciertos usos contra- rios a sus convenciones. El resultado es la lectura del texto de Freud por parte de Lacan y las de sus epígonos comprometidos en el "retorno a Freud". Entre los trabajos franco-freudianos, sobresalen los excelentes estudios sobre cada una de las pala- bras propias de Freud o de aquellas a las que Lacan cambió en su significación y alcances. Hablo del Vocabulaire de la psycha- nalyse de Laplanche y Pontalis,10 contemporáneo de la edición conjunta de los Écrits de Lacan.11 Por no tener una traducción aceptable, toda una generación de psicoanalistas franceses se convirtió en meticulosa y crítica lectora de Freud en alemán. El judío austriaco, inventor del inconsciente, salió renovado y más brillante después de los desvelos incalculables de sus "pasado- res" al francés. Nachtriiglich (efecto retardado), Verleugnung (re- negación) y Verwerfung (rechazo) pasaron a ser conceptos esen- ciales. Lo simbólico, lo imaginario y lo real, inventados como "registros" por Lacan, llegaron para fecundar y, muchas veces, desviar el vocabulario de Freud. Las discusiones acerca de la traducción al francés de términos como Unheimlich (ominoso), Entstellung (desfiguración), Anlehnung (apuntalamiento/apoyo), Trieb (pulsión), Instinkt (instinto), Wunsc~ (deseo), Verneinung (negación), Lust (placer), Unterdrückung (supresión), Vorstellun- grepriisentanz (representante-representación), etcétera, se hicie- ron inacabables. Después de cada tropiezo con la dificultad para traducir el psicoanálisis, los conceptos de Freud salían revitali- zados. Las distintas alternativas de traducción se convertían en el verdadero concepto, el que surgía de una polémica acerca de las variedades posibles del significante que habría de ser el pre- ferido. Cada significante era insuficiente; todos juntos, en su di- 10 Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse. París, PUF, 1967. (Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor, 1981). 11 Jacques Lacan, Écrits. París, Seuil, 1966. (Escritos 1 y 2. México, Siglo XXI, 2009). ______________________________ __;:¡a......~---------------~~~Oo>O~OOOOUOOOOOOOOoOOOOOOOO.O<OOOOOOOoooooo.oooooooooooooo Néstor A. Braunstein 24 sonancia, eran el concepto de Freud. Finalmente aprehendido ... porque intraducible. Más aun, el empeño de los lectores france- ses tenía como referente el original freudiano en tiempos en que ya había sido publicada la traducción de la "edición estándar" al inglés. En esos tiempos, funcionaba ya como lengua "oficial" del psicoanálisis, a través de la Asociación Psicoanalítica Inter- nacional (IPA, por sus siglas en inglés), la lengua de Shakespeare tal como la manejaban muchos psiocanalistas de Europa central que habían desembarcado en los Estados Unidos. De modo que en la posguerra, los términos de Freud y del psicoanálisis de- bían ser sometidos a una triple lectura: la del original alemán, la del academismo angloamericano y la de los meticulosos lectores franceses, conocedores y portavoces de la nueva lingüística es- tructural. Los lectores en español, multiplicados en la segunda mitad del siglo xx, tenían que tornar en cuenta esa estereofonía freudiana y adoptar decisiones en cuanto al uso de cada voca- blo. La práctica de la traducción había creado un nuevo modo de leer y practicar el psicoanálisis, y engendrado una inagotable literatura del comentario. Con el ascenso del fascismo, el alemán fue desplazado como lengua fundamental del psicoanálisis. El francés nunca dispuso de una traducción homogénea. España era marginal y la editorial que publicaba las obras de Freud debió someterse a la censu- ra del franquismo; el oscurantismo ultramontano secuestró allí al psicoanálisis. El inglés, en el que Freud escribía con fluidez, donde los grupos ingleses y norteamericanos tenían preemi- nencia cuantitativa y cualitativa, a la vez que destacaban por su producción original, debía, por las contingencias de la historia, llegar a ser la lengua blanco del psicoanálisis. Virginia Woolf (nacida Stephen) y su marido, Leonard Woolf, del grupo litera- rio de Bloomsbury, fundaron en 1917la empresa Hogarth Press que, además de mantener su propio catálogo, se convirtió en una editorial poderosa justamente por tener los derechos para la traducción de Freud al inglés, convertida en un best-seller del siglo. El trabajo de James y Alix Strachey, miembros, ellos tam- bién, del grupo de Bloomsbury, criticable como lo es en muchos /.11 traducciónde lo intraducible en psicoanálisis 25 aspectos por algunas insólitas elecciones y por las innovacio- nes terminológicas (por ejemplo, instinct para Trieb [pulsión], cathexis para Besetzung [investidura], ego y superego para Ich [yo] y Überich [superyó], id para Es [ello]) fue, en otros puntos, tam- bién ejemplar. Sus empeños desembocaron en una edición dota- da de un aparato crítico que manejaba con sabiduría las referen- cias cruzadas, que ubicaba correctamente las citas y alusiones que germinan en el texto freudiano, que corregía atribuciones erróneas y que incluía unos muy completos índices analíticos, onomásticos y cronológicos. La edición en inglés cumplió con lo anunciado: fue una auténtica Standard Edition of the Complete Psy- chological Works de Sigmund Freud que ha servido de referen- cia para todas las traducciones ulteriores y hasta -¡logro ma- ravilloso!- para dar integridad y coherencia a las mismísimas ediciones de Freud en alemán que pudieron publicarse después de terminada la segunda guerra. Nuevamente la lengua españo- la salió beneficiada, por cuanto una refrescante edición de las Obras completas, traducida por José Luis Etcheverry, en Buenos Aires, para la editorial Amorrortu entre 1976 y 1980, incorpo- raba el erudito aparato crítico de la edición estándar en inglés, conservaba muchos de los hallazgos literarios de la versión de López-Ballesteros, y demostraba sensibilidad a las aportaciones polémicas y las objeciones al trabajo de Strachey que provenían del psicoanálisis francés orientado por Lacan. ¿Qué hemos hallado por medio de estas rápidas referencias a la obra de Freud, fundante del psicoanálisis, y las vicisitudes de su traducción a las lenguas europeas12 que desvelan a la mi- sión de Barbara Cassin y sus colaboradores? Llegamos a dos conclusiones en apariencia contradictorias: 1) que los conceptos del psicoanálisis no pueden ser entendidos ni trabajados si se igno- ran los vericuetos del original en alemán;B y 2) que la obra de 12 Hemos obviado las desventuras de las traducciones al ruso, al italiano y al holandés. 13 Nótese que no decimos que se debe "saber" o "manejar" el alemán, aunque eso siempre sería conveniente, sino que se deben conocer los orígenes y destinos 011".&.<1--~~ ........ ;0o;II-..0'"~'"~"-0..L<OLOO ...... U O LO.&oO.Oo o> oo•oo.a•• o o •~•~•••• o •~• Néstor A. Braunstein 26 Freud, punto de referencia ineludible al que siempre se debe regresar, es un efecto retroactivo de las traducciones más o menos afortunadas que ella ha recibido. Freud, el de hoy, en el mundo entero, es lo que Freud escribió ... más lo que los traductores hicieron con sus textos. Las distintas maneras de "entender" y trans-ducir, o trans- decir, un significante entran a menudo en conflicto. Los traduc- tores oscilan y proponen términos diferentes cuando no crean neologismos. Un buen ejemplo en psicoanálisis es el término forclusión (jorclusion), una palabra francesa del lenguaje jurídi- co, jamás usada en el sentido francés por Freud, que torna un nuevo sentido cuando se la "encaja" en un texto de psicoaná- lisis. El traductor al español (o a cualquier otra lengua) se en- cuentra, entonces, con una dicotomía: ¿utiliza la palabra que en castellano corresponde a esa noción jurídica (preclusión) o entiende que el uso lacaniano del término es, en el dialecto del psicoanálisis, una invención, un neologismo al que la palabra "preclusión" del diccionario de la lengua española mantendría a distancia? ¿Tendrá el psicoanalista hispanohablante que admi- tir ese neologismo - forclusión- que se ha desprendido de su ancestro filológico leguleyo y se convierte en un significante ori- ginal, resultado de una cierta intuición de Lacan al per-verter, de manera transgresiva, el vocablo freudiano que es Verwerfung? ¿Se aceptará la metáfora lacaniana corno una innovación lingüís- tica? Creernos que sí. La forclusión en psicoanálisis no es la pre- clusión de los juristas: la lengua española se ha enriquecido con una aportación insólita, freudo-lacaniana. El neologismo hace camino al andar. Nuestra afirmación de que una traducción puede regre- sar sobre el original, corregirlo y enriquecerlo es arriesgada. Tropezarnos aquí con un objetor y con una objeción difícil de solventar. En este punto hemos de discrepar abiertamente con en alemán de las palabras que maneja Freud. Ese es U):lO de los méritos máximos del Vocabulaire de la psychanalyse, ya mencionado, de Laplanche y Pontalis. 1 ,,, tmducción de lo intraducible en psicoanálisis 27 Walter Benjamín, 14 el más profundo pensador de la teoría de la traducción y la "tarea del traductor", cuando dice: "Es evidente que una traducción, por buena que sea, nunca puede significar nada para el original" ("Dass eine Übersetzung niemals, so gut síe auch seí, etwas für das Original zu bedeuten vermag, leuchtet ein"). El uso del "evidente" (einleuchten) y del "nunca" (niemals) son en sí sintomáticos: manifiestan la trepidación del autor al pro- poner su enunciado: esas dos partículas fueron injertadas (y l'sta es mi interpretación del enunciado, revelador del sujeto de la enunciación) para responder a sus propios reparos, en otras palabras, para tranquilizarse. Hemos de pensar la afirmación de Benjarnin dando el merecido espacio al meduloso comenta- rio de su texto que debernos a Antaine Berrnan. 15 El punto de partida del filósofo alemán parece una evidencia incontrover- tible: la obra poética, sagrada o filosófica es un monumento: está ahí, inamovible e incólume a cualquier traducción, a sus derivaciones textuales, a todo comentario, exégesis o paráfra- sis. Las maneras de leerla o entenderla, una vez establecido el texto "original", son infinitas y todas ellas son perecederas; es más, están destinadas a apilarse unas sobre otras y a ser susti- tuidas por nuevas versiones o interpretaciones. La obra puede desear (verlangen) la traducción pero desdeña su resultado: ella, siendo única, es inagotable y contiene en sí todas las posibles lecturas y reescrituras. Más aun: toda obra es traducible en el sentido de que admite y pide esas infinitas versiones que desa- fían a las eventuales huestes de habitantes de lenguas extrañas, ávidos de lanzarse sobre ella. Siendo traducible, sin embargo, la obra encierra un núcleo interno, tal vez lo esencial (Kern ihres Wesen [el núcleo de su ser, su Id, ello]) que es lo intraducible. En 14 Walter Benjamín, "La tarea del traductor", en Angelus novus. Barcelona, Ed- hasa, 1971, p. 129. Es una pieza filosófica fundamental, una referencia insosla- yable, sobre la que insistiremos en las páginas siguientes. 15 Antoine Berman, L'ilge de la traduction. "La tilche du traducteur" de Walter Ben- jamin. Un commentaire. Saint Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 2008. Agradezco a Jacques Nassif el conocimiento de ese comentario imprescindible para nuestro tema. Néstor A. Braunstein 28 otras palabras, el original conlleva su traducibilidad y encie- rra una intraducibilidad a la que debe plegarse y doblegarse el traductor. La traducción decaerá con el tiempo y deberá ser sustituida por una nueva para adaptarse a los cambios en la lengua blanco. La lengua fuente, la del original, podrá cambiar (como el francés de Montaigne, el español del Poema del Mio Cid, o el inglés de Milton}, pero las obras en sí son insensibles a esas transformaciones lingüísiticas mientras que las traduc- ciones deberán ser reformadas para seguir el ritmo de la his- toria. La fec;undidad de la obra depende de su traducibilidad, de sus imprevisibles destinos en cada idioma que la recibe. La traducción es una condición para su vida y su sobrevida. Ejem- plo para infinitas reflexiones es el de las dos novelas de James Joyce: mientras que Ulysses puede ser traducida a cualquier lengua, enfrentando incontables aprietos y aceptando costosas losses in translation (pérdidas en la traducción), Finnegans Wake es tan intraducible que los intentos realizados16tocan lo carica- tura! a pesar del ingente e ingenuo esfuerzo desplegado en "la tarea". Todos los textos de Freud son traducibles y la mayoría de los de La can también, aunque hay algunos (por ejemplo, Littura- terre o L 'étourdit) que tienden a parecerse a ese legendario Finne- gans Wake, que pone en riesgo su propia existencia como obra por el hecho mismo de ser intraducible. ¿Cómo podría perpetuarse y ser perenne una obra que es por naturaleza intraducible? ¿No es esa una obra estéril? Bien sabemos que la obra no se desvive sino que se sobrevive en sus traducciones que -pretende Ben- jamín y yo me resisto a aceptar- no significan ya nada para el original. Hay que aceptar en toda traducción un saldo irremisi- blemente lost, pero la pérdida no hace inane el resultado. Supe- rando dificultades, el traductor descubre nuevos ángulos para la luz que ilumina las páginas del original, permite que se lo lea en un poliglotismo imprevisto por el autor. 16 Cf James Joyce, Finnegans Wake. Trad. Víctor Pozanco. Barcelona, Lumen, 1993. l.tl traducción de lo intraducible en psicoanálisis 29 Por eso, pese a los señalados fracasos e insuficiencias, sin ser impecable -todo lo contrario- es valioso el trabajo realiza- do por el poeta Tomás Segovia que aceptó la ardua misión de traducir los Escritos de Lacan, y que impulsó a los siempre pre- visibles Beckmessers a contar las fallas, fallas reales, sí, que dan a los carreteros caminos para transitar por las rutas trazadas por los reyes. 17 Gracias al poeta mexicano La can llegó al mundo de habla hispana. Marcar las insuficiencias de su versión es tarea útil a,unque secundaria, secundaria aunque útil, que compete al psicoanalista bilingüe. Las primeras traducciones son siempre prematuras y defectuosas. Están destinadas a fracasar (desfa- llecer) para luego ser corregidas. Hablando de la traducción no podemos dejar de que Freud recurre a esta imagen en la célebre carta 52 a Fliess: "El rehusamiento (Versagung) de la traducción es aquello que clínicamente se llama represión" .18 Lo traducible, el original del recuerdo, queda inédito, al acecho, aguarda la superación del obstáculo, el levantamiento (Aufhebung) de la re- presión para que la verdad inconsciente, una representación contenida en estado latente, salga a la luz. Mientras tanto, eso que no alcanzó a ser traducido, se manifiesta como síntoma. El síntoma es un texto a la espera del imprimatur, del permiso de la censura, en souffrance ("en sufrimiento", como se dice en fran- cés). En el plano de las obras literarias nos hallamos ante una situación análoga: el texto original está "ante la Ley", anhelan- 17 J. Lacan, op. cit .. Traducción de Tomás Segovia. Marcelo Pasternac, 1236 er- rores, erratas, omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español. México, Epeele, 2000. M. Pasternac, "Aspects de l'édition des Écrits de Lacan en espa- gnol", en Littoral, núm. 13, 1984, pp. 63-76. 18 José Luis Etcheverry traduce de manera muy discutible "denegación de la traducción". Versagung es vertido por él de manera indistinta como "frustra- ción" o "denegación", mientras que el muy freudiano vocablo Verneinung del artículo epónimo de 1924 es traducido como "negación". S. Freud, "Carta 52", en op. cit., t. 1, p. 276. La traducción francesa dice défaillence, desfallecimiento de la traducción; no está mal. ¡Qué hermoso ejemplo de poliglotismo: Versagung: ¿es frustración, negación, denegación, desfallecimiento, rehusamiento, desde- cimiento? Todo ello. La multiplicación de posibilidades enriquece a la única palabra usada por Freud . .._ _________________________ ;.;L...~------------~--···--.~·~· ......... -................................. . Néstor A. Braunstein 30 do una "verdadera traducción" que atraviese la barrera de lo intraducible. Espera su oportunidad para mostrar sus virtudes; el momento llegará con la cabal madurez de la obra, cuando el cambio del ambiente cultural, que la propia obra por su mera presencia acarrea, permita que se oiga la novedad del texto. Para ello necesita del auxilio del traductor ... aunque sea traidor y fallido. Nos encontramos en un terreno que los psicoanalistas co- nocemos gracias a otra analogía. Freud nos ha enseñado -cosa que todos sabemos sin necesidad de citar la nota al pie de la pá- gina- que un sueño es interpretable hasta un cierto punto, un punto infrangible, que constituye un ombligo (Kniibel) presente en todo sueño, un tropiezo con lo no reconocido (unerkannten) o insondable que comunica con lo real, más allá de lo simbólico y de lo imaginario, al que la interpretación no alcanza. Decimos sin hesitar que "ombligo" es lo intraducible después del máximo esfuerzo por cumplir "la tarea del traductor". Éste no se esfuer- za por llegar a descifrar el contenido "completo" y tampoco se queja por su impotencia para alcanzarlo, sino que se enfrenta con la imposibilidad real de la traducción. La tarea del traduc- tor consiste en pasar de la impotencia (imaginaria) a la imposibilidad (real). Al chocar con lo intraducible, sabe que alcanzó la meta y sólo le cabe recurrir a la cita (entre paréntesis) de las palabras del original o interpolar una "nota al pie de página", donde se- ñala la imposibilidad de ir más allá. Su cita textual o su comen- tario echan una nueva luz sobre el escrito original que no sufre, sino que se refresca con la barrera de la intraducibilidad. ¿No llegó también el autor hasta un punto infranqueable y debió re- currir a una metáfora como, por ejemplo, esta del "ombligo del sueño"? ¿Qué quiere decir "ombligo" sino que hasta allí llegó el decir de Freud y también sus posibilidades de analizar un sueño y todos los sueños? La meta de cualquier traducción es alcanzar el punto de intraducibilidad ... tal como sucede en el análisis de los sueños. ¿Y si nos arriesgamos a extender la analogía y deci- mos que el original es un "contenido manifiesto", y que todas las traducciones posibles y efectuadas son "contenidos latentes" 1.11 traducción de lo intraducible en psicoanálisis 31 de esos originales, desafíos a los traductores a las distintas len- guas19 habladas en el planeta del psicoanálisis? Al afirmarlo no hacemos sino refrendar una consagrada aunque debatible sino- nimia: la que existe entre interpretación y traducción, ese hueso duro de roer para la hermenéutica desde Schleiermacher hasta Gadamer y Ricoeur. El corolario es patente y aboga por nuestra manera de leer a Freud y a Benjamin, a Lacan y a los diversos traductores de todos ellos: la traducción no se opone ni comple- menta a la obra sino que, como suplemento del original, puede llegar a mostrar cierta "verdad" oculta del texto fuente cuan- do señala el tropiezo con el núcleo intraducible. El "original" se leerá en el futuro anterior: "habrá sido" a partir del cumpli- miento cabal de "la tarea del traductor" ... o la del psicoanalista que escucha el sueño. De todos modos, seguirá siendo cierto que el original es la fuente de la que brotan todas las traducciones y es el fulcro sobre el que se asientan todas las lecturas, todas las versiones que no dejan de ser secundarias, derivadas, des- cendientes. Esas lecturas piden, exigen y obligan el retomo a ... al texto fundacional e inmarcesible de Platón, de Descartes, de Nietzsche, de Freud. Las traducciones son puntos finales de tra- yectorias; los originales son puntos de partida de los que salen mil caminos. La radicalidad, ser fons et origo, es el impresciptible privilegio del original. La importancia de las traducciones para el original se com- prueba, igualmente, con un ejemplo ilustre, artificial y famoso: el"Pierre Menard" de Borges que sí incide sobre el texto de Cer- vantes, su referencia "olvidada". "El texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infi- nitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la ambigüedad es una riqueza.)".20 Más aun: toda lectura -y no 19 Soy conciente de la ambigüedad:las diferentes lenguas "naturales" (alemán, español, etcétera) y las diferentes "lenguas" (¿las llamaremos "dialectos"?) psi- coanalíticas (freudiana, kleiniana, junguiana, lacaniana, etcétera). 20 Jorge Luis Borges, "Pierre Menard, autor del Quijote", en Obras completas, vol. l. Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 449. Recalco el doble adverbio "casi infini- Néstor A. Braunstein 32 sólo toda traducción- es una intervención sobre el original y lo compromete en su materialidad literal. El verdadero creador de lo insólito se revela, justamente, en la fecundidad de las inusi- tadas lecturas transformadoras que emanan de su texto. Es este el sitio reservado a la noción del Nachtriiglichkeit, colocada por Lacan en un lugar capital de su "retorno a Freud" al traducirla como apres-coup. Los escritos reciben los impactos retroactivos de sus traducciones, sean ellas fieles o peregrinas. Que lo diga, si no, el texto bíblico nunca acabado de traducir, abierto siempre a nuevos empecinamientos destinados a triunfracasar. Cabe aducir otro ejemplo palmario: Sófocles escribe to dei- nótaton en lo que se conoce como el "elogio del hombre" del segundo coro de Antígona, y una buena mayoría de los traduc- tores vierte, correctamente, la frase como "nada que sea más maravilloso que el hombre". A esa proposición del trágico griego . y de sus intérpretes, sin embargo, le sucede un accidente im- previsto e imprevisible. Al comenzar el siglo XIX, HOlderlin de- cide (en un "acto traductivo") traducir deinótaton por ungehuer (monstruoso).21 En su visión-versión, atormentada y romántica, se lee: "Nada que sea más monstruoso que el hombre". Muchos, por ejemplo, George Steiner, consideran que la traducción de Holderlin, en el siglo XIX, es superior al texto mismo de Sófocles: "Los comentaristas modernos estiman que el texto de Holderlin representa, tanto el mayor grado de comprensión recreadora de Sófocles como una intuición inigualada de la significación de la tragedia griega".22 Heidegger, en su Introducción a la metafisica,Z3 dedica unos párrafos luminosos a la intervención transgresiva de Hólderlin que dice "la verdad" del original de Sófocles, y propone convertir el ungehuer en unheimlich ("pavoroso", en tamente" que es el colmo de la ambigüedad de la que se habla a continuación rozando el oximoron. ¿Puede una traducción llegar a ser "casi infinitamente" más rica que el original? 21 Friedrich H6lderlin, L'Antigone de Sophocle. París, Christian Bourgois, 1978. 22 George Steiner, Después de Babel. México, FCE, 1996, p. 334. 23 Martín Heidegger, Introducción a la metafísica. Buenos Aires, Nova, 1977, pp. 185-186. ¡,, twd11!'ciún de lo intraducible en psicoanálisis 33 ¡,, l'dición en español, "siniestro" en la del texto epónimo de hcud [1919] de López-Ballesteros, "ominoso" en la de Etcheve- rry). Pretendo ubicarme en la estela de Holderlin, Heidegger y l;rcud, y acepto ese equivalente inquietante del unheimlich para dl•cir: "Nada es más siniestro que el hombre".24 ¿"Maravilloso", "monstruoso" o "siniestro"? ¿Hablamos del texto, del autor o del traductor? ¿Cómo no va a afectar la traducción al original? ¿No está el original expuesto y a la espera de traducciones que desplieguen sus posibilidades provocando la sorpresa de un de- l'i r no estandarizado que rebasa las convenciones de la propia k•ngua en que fue escrito? ¿Puede una traducción cambiar el mundo de la cultura? N a da menos es lo que propone Steiner al referise a ese riesgoso tránsito del heleno de Sófocles al alemán de Holderlin: No es exagerado decir que es un texto fundamental para la hermenéutica moderna, para la teoría y la práctica de la semántica. Antígona lleva al extremo la radicalización de los medios lexicales y sintácticos, el pasaje de las convenciones secuenciales y lógicas y de la referencialidad externa del discurso ordinario a una coherencia internalizada de la metáfora y de las agrupaciones de imágenes que hacen de esta obra tardía de Holderlin uno de los fundamentos de la modernidad.25 El ejemplo muestra el cumplimiento óptimo de "la tarea del traductor" que no consiste en adecuar el texto original (fuente) a la lengua de destino (blanco), sino en violentar a ésta para que haga lugar a un pensamiento foráneo. Para ese marxista místico que fue Benjamín, el pecado mayor de un traductor es la preten- sión de "servir al lector" facilitándole el trabajo del acceso a un 24 N. Braunstein, "Nada que sea más siniestro (unheimlich) que el hombre", en N. Braunstein (ed.), A medio siglo de "El malestar en la cultura" de Sigmund Freud. México, Siglo XXI, 1981, pp. 191-228. 25 G. Steiner, Les Antigones. París, Gallimard, 1986, pp. 74-75. (Antígonas. Barce- lona, Gedisa, 2009) . ... ______________________ _...~----------·~--~~_,~ ... ~ ... ~ ..... ., ............................................. < Néstor A. Braunstein 34 texto. "La mala traducción puede definirse como la transmisión inexacta de un contenido no esencial".26 Es claro que Benjamin se refiere a una obra innovadora en el campo teórico o filosófico, también a la poesía, no a cualquier texto: el texto sagrado es el paradigma del texto a traducir hasta el choque con su intradu- cibilidad. Comenta Berman: "La vida de la 'religión' está tan íntimamente ligada a la traducción que no se la puede concebir sin ella, y la vida de la traducción está tan íntimamente ligada a la de la religión que todas las 'grandes' traducciones tienen un fundamento religioso" ,27 Para evitar equívocos diríamos que no son únicamente los textos religiosos los que chocan con la in- traducibilidad sino todos aquellos que son fundadores de dis- cursividad.28 Las noticias periodísticas o las clases repetitivas de un maestro que se apega al saber constituido son, casi siempre, íntegramente traducibles. (-¿Casi siempre?- Sí; hasta el mo- mento en que ellos recurren a la cita de un decir original del filósofo, del poeta, del estadista.) Lo fundamental del sueño y del texto poético es lo que en ellos hay de intraducible; con lo real del texto, su "ombligo", la roca viva, lo intraducible, hemos topado. Cuando la traducción, desfasada en el tiempo, siempre tardía, siempre en retraso, vuelve sobre el original y lo quiebra haciendo que cada uno de sus cristales se transforme en un nue- 26 W. Benjamín, op. cit., p. 128. 27 A. Berman, op. cit., p. 127. Berman pone la palabra "religión" entre comillas. Su afirmación, ¿es válida solo para las traducciones de términos religiosos o incluye también a la filosofía y al psicoanálisis? La respuesta a esa pregunta viene de inmediato "Son textos sagrados incluso si no 'creemos' en ellos. Im- porta poco si estamos o no religiosamente ligados a ellos". Lo ilustra con ejem- plos: "Las traducciones de Píndaro y de Sófocles por HOlder !in son religiosas. Como también lo son la del Paraíso perdido de Mil ton por Chateaubriand o la de Baudelaire por S. George. Religión, aquí, debe entenderse en un sentido muy amplio, como todo aquello que se relaciona con los vínculos del hombre y la totalidad del mundo. Por eso importa el concepto de fidelidad" (p. 128). Con- fieso que me cuesta encontrar ejemplos de traducciones trascendentales y no solo buenas traducciones al español. ¿Quizás Tomás Sáinz traduciendo a Bem- hard, Sebald y otros escritores alemanes? ¿Borges en el monólogo de Molly, en Faulkner, en Kafka, en Woolf? 28 Michel Foucault, "Qu'est-ce qu'un auteur? ",en Littoral, núm. 9, 1983, p. 17. /.a traducción de lo intraducible en psicoanálisis 35 vo sol y brille por separado, cuando la traducción modifica a la cultura de cuyo seno surgió y desde esa nueva encrucijada del significante se abre el camino para regresar al original, entonces no solo es la obra sino la cultura misma la que resulta metamor- foseada por la acción fecunda del traductor. Él sabe extraer, de las galerías excavadas en el duro mineral del pensamiento, el precioso metal inmanente a la obra misma que yacía sepultadoy olvidado en la oscuridad del texto. La mayor confusión que reina en torno a "la tarea del traduc- tor" concierne a la noción de "comunicación". El lector ingenuo (y a veces alguno que debería ser especializado) limita la misión del traductor a la transmisión del sentido. Jean Allouch cae en el extremo de oponer la transcripción (del sonido) y la translite- ración (de la letra) a la traducción que se ocupa solamente de la "transmisión del sentido" de un texto.29 Formula esa distinción sin tener en cuenta en momento alguno, ni hacer referencia al artículo parteaguas de Benjamin, un texto que no puede ser ig- norado por alguien que pretende abordar el tema con conoci- miento de causa. Allouch olvida lo que ya hemos marcado: lo esencial de una obra traducida es el impacto producido por lo intraducible y que es precisamente ahí, en el sinsentido, don- de la traducción alcanza su mayor esplendor. "La traducción se cumple -sin abolirse- en el espacio de la intraducibilidad".30 Para cualquier teórico cándido que desconozca el aporte psi- coanalítico, "el lenguaje es un instrumento de comunicación, la obra es un mensaje y la traducción una transmisión interlin- güística de esa comunicación, de modo que ciertos teóricos ha- cen de la traducción la comunicación de una comunicación" .31 Debemos afirmar, adelantándonos a lo que estableceremos en el recordatorio siguiente de nuestro itinerario, que la interpre- tación y la traducción no son sirvientes sino que operan contra el sentido, desconstruyéndolo. La traducción se ocupa del senti- 29 Jean Allouch, Lettre pour lettre. Transcrire, traduire, translittérer. París, Éres, 1984. 30 A. Berman, op. cit., p. 53. 31 Ibid. ' p. 47 . ......___ ~ -··--,~ .. ~ ................................................ . Néstor A. Braunstein 36 do cuando olvida su esencia. Pongo énfasis en la palabra porque nos hallamos ahora en un terreno ya balizado (por Heidegger): hay dos concepciones incompatibles de la verdad: una empírica, tradicionat aristotélica, que define a la verdad como adequatio reí et intellectus, correspondencia entre la mente y la realidad; la otra, acorde con la experiencia del psicoanálisis, es la promovi- da por Heidegger y refrendada en muchos textos de Lacan: la verdad entendida como desocultamiento del ser, de-velamiento, aletheia, rescate del olvido. Cuando la traducción es inesencial, por ejemplo, en el periodismo, se trata, efectivamente, de trans- mitir el sentido de las frases o los discursos para un público que funciona como "destinatario". En cambio, la auténtica traduc- ción, la de obras y no la de "mensajes", es revelación, comentario enriquecedor, rejuvenecimiento del original (Verjüngung, en el decir de Goethe) que no sale indemne sino transformado de la . ordalía a la que lo expone "la tarea del traductor". La obra no "encuentra" al traductor: lo llama, lo desea, lo exige y, de ser necesario, lo engendra. Aquí encontramos una más de las mu- chas analogías que venimos destacando: la que existe entre "el acto psicoanalítico"32 y "el acto traductivo" como creadores de un nuevo sujeto que no existía previamente, efecto de ese acto. ¿Tendrá también el traductor "horror de su acto"? Sabemos del loco destino de Holderlin cuando acabó con la traducción de las tragedias de Sófocles. Al asumir por un tiempo la tarea de coordinar a los traducto- res del Vocabulaire, dirigido por Cassin, pude confirmar lo que todos saben: el mejor traductor, con contadas excepciones, es el que conoce a fondo la lengua fuente en la que se escribió el texto, en este caso el francés, pero tiene a la lengua blanco, en nuestro caso el español de Castilla (en su variante mexicana), como len- gua materna. Pasa así también con la escritura. Salvo confirma- torias excepciones (Conrad, Nabókov, Canetti, Bianciotti), los 32 J. Lacan, Le Sémínaíre. Livre xv1. L'acte psychanalytique. Versión mimeografiada. Transcripción sin pie de imprenta de Anne Porge, Jean-Guy Godin y Patrick V alas. 1 ,, 1111d ucción de lo intraducible en psicoanálisis 37 buenos escritores producen sus textos en la lengua materna y Sl' les ve torpes y urgidos de corrección cuando escriben en una lmgua ajena aunque estén familiarizados con ella. Utilizando el vocabulario propuesto por Jean-René LadmiraP3 -y discrepando con sus conclusiones- sostendremos que los filentistas (que privilegian al texto original de la lengua traducida, f'asiva en cuanto padece y nada puede hacer ante la traducción) han mostrado sus ventajas con relación a los blanquistas (respe- tuosos de la lengua blanco que es la traductora, activa en cuanto actúa sobre el original y le da una nueva forma). Esto es la lengua traduciente mientras que la del original es la lengua traducida. En la posición de Benjamín -ya anticipada-la postura de Ladmiral sólo se aplica en relación con el contenido, o sea, lo "no esencial" (y no original) del texto que se traduce. Diríamos que hay un sig- nificado que se pretende "comunicar" al lector. El"contenido" es lo que se traduce: sobre ese material el traductor debe dar pie a que el lector encuentre -si puede- el silencio, el misterioso nú- cleo u ombligo del texto que no puede ser dicho con otras pala- bras que las del idioma original. Alguna vez Lacan dijo que Freud llegó en ciertas oportunidades a no comprenderse a sí mismo a fuerza de querer ser comprendido, a fuerza de "traducirse" para el público lector. Derrida también se expresó de manera contun- dente al respecto: "Lo que resta como intraducible queda como la base de la única cosa a traducir, la única cosa traducible. Lo que debe ser traducido de aquello que es traducible no puede ser sino lo intraducible".34 Así sucede tanto en el sueño como en la vigilia: · 13 Jean-René Ladmiral, Traduíre: théoremes pour la traductíon. París, Gallimard, 1994. Ahí se lee: "Hay dos maneras fundamentales de traducir : aquellos a quienes llamo fuentístas (sourciers) se adhieren al significante de la lengua y privile- gian la lengua-fuente; mientras que aquellos a quienes llamo blanquistas (cíblistes) ponen el acento no sobre el significante y ni siquiera sobre el significado sino sobre el sentido, no de la lengua sino del habla o del discurso, al que se tratará de traducir poniendo en acción a los medios propios de la lengua blanco. Entre los "fuentistas" ubicaré a Walter Benjamin, Henri Meschonnic o Antoine Berman; y entre los "blanquistas" a Georges Mounin, Efim Etkind y yo mismo". 34 J. Derrida, "Ulysses Gramophone. Hear say 'yes' in Joyce", en Acts of Lítera- ture. Derek Attridge (ed.). Nueva York, Routledge, 1992, pp. 257-258. ...~.~, ...... .,._._...,.,._._._.,._..._,._~o,, ...... ~ •••••.• ,. ... ~_._.·-· u.·~ ............... _..··~ ... . L_ Néstor A. Braunstein 38 ese es el hueso del durazno que es la ciencia de Freud. "La tarea (Aufgabe) del traductor" lo lleva a topar con lo imposible, y reco- nocer ahí el obstáculo. La misión del traductor es la de producir una Aufhebung del original. Aufhebung, el más intraducible de los conceptos de Hegel: conservación, inclusión, rebasamiento, resci- sión, superación, anulación, abolición, supresión. No una de esas palabras d~l castellano: todas juntas para dar cuenta del concepto. Si la esencia de "la tarea" lleva a topar con lo intraducible ¿es posible traducir? O, en términos de Freud, ¿es posible gobernar, educar, psicoanalizar? Arriesguemos una respuesta: porque es imposible es necesario; no se puede no practicar esas operacio- nes. Vale la pena resumir ciertas premisas: 1) Toda obra es traducible, o sea: admite y clama por la tra- ducción. 2) La traducibilidad es constitutiva de la obra. Si no es tra- ducible, ni obra es. 3) Toda obra es un desafío: reclama un traductor idóneo. 4) Toda obra (original) acaba encontrando un "ombligo" de real intraducible; su esencia. 5) Toda obra es necesaria; el traductor es contingente. Será su suerte la de encontrarlo. 6) La esencia de toda traducción esel encuentro con lo intradu- cible y la manera de tramitado, de articular ese encuentro. 7) Existen y entran en juego el deseo y el goce del traductor en el choque con lo imposible. Hay que caminar en la aporía. "En un sentido nada es in- traducible pero en otro sentido todo lo es; la traducción es otro nombre de lo imposible. En otro sentido de la palabra 'traduc- ción' por supuesto y, de uno de estos sentidos al otro, me es fácil mantenerme siempre firme entre esas dos hipérboles que en el fondo son la misma y se traducen además una en la otra" .35 35 J. Derrida, El monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Buenos Aires, Ma- nantial, 1997, p. 80. In traducción de lo intraducible en psicoanálisis 39 Llega el momento de proponer ciertos enunciados que tienen L'n cuenta al psicoanálisis y que pueden aportar algo al debate de los "traductólogos", divididos por la polémica entre fuentistas (sourcistes) y blanquistas (ciblístes). La "lengua blanco" es la bien llamada "lengua materna" del escritor y del traductor tradicio- nales, respetuosos ambos de los usos y convenciones del idioma en el que escriben el texto que será publicado. Al aceptar la tarea y firmar el contrato con la casa editorial, el traductor tradicional (traditore) se impone, con humildad, un doble deber de fidelidad y sumisión sin poder cumplir con los dos a la vez: el primero, hacia el texto original y su autor al que no podrá corregir ni remendar con interpolaciones, ni suprimir partícula alguna,36 y un segundo deber, hacia la lengua de destino, la lengua blan- co, cuyas convenciones fonológicas, morfológicas, semánticas, gramaticales y sintácticas intentará respetar corno si de leyes coercitivas se tratase y pedirá disculpas en el caso de atreverse a desafiadas. El traductor entra al discutible servicio del lector, supuestamente impregnado de la lengua blanco e ignorante de la lengua fuente,37 en un callado pacto contra el original. Tratará de preservar el sentido en función de una presunta comprensión y transmisión de las "intenciones comunicativas" (¡Qué horror! ¿Quién podría conoceras?) del autor. No está mal... salvo cuan- do la obra es realmente "sagrada", original, origen de lo diferente. 36 Nótese que el traductor no asume deber alguno para con la lengua del origi- nal, pues la obediencia o las transgresiones a sus leyes son responsabilidad del autor; el traductor no se inmiscuye en ese aspecto de la obra. 37 La teoría más elemental de la traducción sostiene que ese trabajo se hace para quien no comprende el original. Benjamin transforma la afirmación en interro- gante "¿Se hace acaso una traducción pensando en los lectores que no entien- den el idioma original?" (W. Benjamin, op. cit., p. 127), aunque sería más lógico traducir su "Gilt eine Übersetzung den Lesern die das Original nicht verstehen?" como "¿Vale la traducción para los lectores que no entienden el original?" Es dudoso que la traducción, según entiendo la pregunta de Benjamin, se haga para esos lectores, pues no se trata de la comunicación ni del sentido, sino de lo nuevo y de lo intraducible que la traducción, tanto como el original, sacan a la luz. En el mismo sentido, en el análisis no se interpreta "para" el analizante, para transmitirle un sentido, sino para hacer surgir lo impensado. ,._._. ...... ~..-.---.-~-'"-"""-"~"-""-" .~_,_._.~. ··~ ,_._ ... _._,. _._. ••• ·~-'-·~~ ._.. -~. '-' ••• -~. ~_._.cl(_lfi Néstor A. Braunstein 40 En ese punto caduca la utilidad del traductor "fiel". El desafío es, según deduzco del decir de Borges en un momento genial, conseguir que "el original sea infiel a la traducción".38 Holderlin lo consiguió con Sófocles. Baudelaire, no pocas veces, con Poe. Lacan, a menudo, con Freud. El texto escrito en la lengua fuente es la instancia definitiva: se le debe respetar en todo momento y es a sus palabras que el traductor debe someterse, produciendo un nuevo escrito que se adecue a las convenciones que rigen en su lengua materna, esa lengua blanco en la que su trabajo será leído. Alcanza reputa- ción de "buen" traductor, según los usos y costumbres vigen- tes, el que transmite la información del original siguiendo las prescripciones de la lengua de aquellos a quienes el nuevo texto parece o debería estar destinado, los lectores de sus páginas en- tregadas a esa doble docilidad. ¿Es una traspolación psicoana- lítica proponer que su situación es comparable a la del hijo que debe acatar al padre, al"autor de sus días", y también a la del mismo hijo que debe expresarse correctamente en términos de las disposiciones de la lengua de la madre? Si aceptásemos esta hipótesis de un triángulo "edípico" encontraríamos que los fuentistas preconizan la conveniencia de violentar (violar) a la len- gua materna y se identifican con aquellos aspectos del padre que resultan inaceptables en los términos de la madre, mientras que los dóciles blanquistas se preocupan por limar y suprimir las asperezas de los enunciados del padre para domesticarlo y dejar que sea gobernado por los convencionalismos, por las fá- ciles recompensas de la comprensión y el reconocimiento que otorgan los infantilizados lectores cuando se les facilita el enten- dimiento del texto en los términos de su "lengua materna". De tal modo, el clásico traduttore traditore se entiende como una fatalidad (un double bind) inherente al trabajo del traductor que es llevado a una aporía insalvable. Por una parte, él tiene que 38 J. L. Borges, "Sobre el Vathek de William Beckford", en Obras completas, vol. 2. Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 732. La traducción de lo intraducible en psicoanálisis 41 aceptar esa doble servidumbre que impone una doble cobardía: debe traducir sin pérdidas ni interpolaciones, sin intentar corre- gir al original, '-m texto con el que se siente (o no) personalmen- te comprometido, al que se ha conectado por las más variadas razones: las meramente crematísticas, el sentimiento de un de- ber hacia su materna comunidad lingüística, la respuesta a un desafío signado por la anunciada imposibilidad de llegar a un buen fin, el juego tiznado de perversión de producir un nuevo texto más bello o más expresivo que el original, la competencia imaginaria y neurótica con las versiones disponibles del mismo original, etcétera. Por otra parte, debe producir un nuevo texto que sea respetuoso de esa lengua de la madre, el blanco de la traducción, con sus convenciones semánticas y sintácticas. El do- uble bind del que hablamos, la exigencia contradictoria, es la de pasar entre dos abismos desigualmente criminales: el parricidio que implicaría anular la originalidad del padre por respeto a la lengua materna y el matricidio ejercido sobre esa lengua cuan- do, en el decir de Benjamín, "permite que la lengua extranjera sacuda con violencia"39 a las convenciones formales del decir modoso. En cualquier caso, el traductor de un pensamiento o de una obra innovadora es, en lo· imaginario, un asesino. Solo las versiones interlineares y el ajustado y preciso aparato crítico po- drán ... ¿Qué? ¿Impedir el crimen? ¡No! Exhibir sus circunstan- cias y las armas utilizadas en el momento de perpetrarlo. Es así como se abre un fértil abismo: el espacio al pie de página para las necesarias "notas del traductor" que expresan el embarazo y la vergüenza por la versión que propone. Son las "confesiones", ora de la impotencia del traductor, ora de la imposibilidad de la traducción. "Confesiones" que, a su vez, deberán administrarse con parsimonia para no saturar al lector con el relato de los in- eludibles infortunios y desventuras de cualquier traducción. Conviene, de todos modos, suavizar las exageraciones trági- cas de nuestro párrafo anterior. Es imposible que un traductor 39 W. Benjamín, op. cit., p. 141. '""''"·.._.,,""'"'""" .. .,.._,u_,. .. _ • ..,,.,_..._ .. ~_._._. '-'-•~-~~-'-'·••••• • •• • .~ • ·~ • "-'~-~ • • • • • • • • • • • •• ·~-· Néstor A. Braunstein 42 mate al autor
Compartir