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Breve historiografía de la formación de criminalistas en México
Rubén Leonardo Guerrero Macías
Escuela Normal Superior Federal de Aguascalientes
Correo: leonardo.guerrero@ensfa.edu.mx
Resumen:
La impartición de justicia es un aspecto que la sociedad actualmente reclama con mayor fuerza a los órganos responsables de la seguridad pública en México, sin embargo, estos han sido agobiados por la desencadenada ola de crimen y por tanto se ven rebasados en su capacidad de persecución del delito, de forma que buscan resultados inmediatos arriesgándose a inculpar inocentes. Por ello, se vuelve imprescindible hacer uso de técnicas y metodologías científicas que permitan enjuiciar a los responsables de los delitos y que de esta manera la población civil, recobre la certeza de justicia de los órganos de seguridad pública. Este tipo de motivos impulsan a reflexionar sobre la labor de los criminalistas en este país y a profundizar en una arista de relevancia de su quehacer formativo y académico. Con base en lo anterior, se expone en este trabajo, un breve análisis de la formación de criminalistas en México, su origen y los acontecimientos referidos en su enseñanza, desde los albores en el Siglo XX, las primeras instituciones especializadas, hasta la licenciatura en Ciencia Forense que fue aprobada en 2013 por el Consejo Universitario en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Palabras clave: Criminalística, formación de criminalistas, educación forense, formación de forenses.
Será necesario iniciar con la definición de criminalística como las ciencias naturales aplicadas con la finalidad de dar respuesta a preguntas que cualquier persona se plantea ante un suceso criminal. Ante tal situación habrá que determinar si ¿es en realidad un delito? en caso de serlo, se procede a preguntar: ¿cómo se cometió?, ¿cuándo se cometió?, ¿quién lo cometió? Y ¿dónde se cometió? Si bien lo más lógico es preguntarse ¿por qué se cometió el delito?, esa es un área bajo el control de la criminología, la cual estudia los aspectos psicológicos, ambientales, y sociales de la conducta criminal, “ésta es llamada también como Psicología Forense y estudia las conductas individuales o colectivas de los sujetos antisociales, busca las causas que han influido para que se lleve a cabo un acto antisocial tipificado en la ley penal o no” (Hikal, 2009, p. 2).
Entonces, para efectos de este artículo se entenderá que “la criminalística se centra en el estudio científico del delito con el objetivo de descubrir a su autor o autores, tratando de explicar, desde una perspectiva dinámica, todas aquellas circunstancias, de interés para la resolución judicial del delito” (Cartagena et al., 2016, p. 259), en ese tenor, la criminalística combina diferentes ciencias, disciplinas y técnicas en el ámbito forense, esta combinación implica métodos, protocolos e insumos con el fin de procesar un delito, su escena, y sus elementos para buscar la procuración de la justicia, y para tal resultado la criminalística cuenta con sus propias principios y procedimientos.
En la criminalística de campo en México pueden participar diferentes actores como los policías con capacidad de primer respondiente o con capacidad para procesar el lugar de intervención, peritos, médicos forenses, entre otros, dependiendo de las características del suceso. En general la criminalística de campo “se encarga del estudio, descripción y fijación del lugar del hecho o del hallazgo, así como del levantamiento y embalaje de los indicios y evidencias ahí encontrados” (Gutiérrez, 2017, p. 27), y aunque esta definición parezca sencilla, en realidad conlleva procesos complejos y delicados, a continuación, se realiza un breve recuento de la intervención criminalística para poner en perspectiva la formación de estos forenses. 
Según Cartagena et al., (2016) cuando el criminalista arriba al lugar de intervención inicia con la protección de la escena criminal, la cual es una de las tareas más complejas porque de esta depende prevenir la alteración del lugar y así evitar la contaminación de los indicios biológicos. El procesamiento de la escena involucra la observación como examen metódico, ordenado y legal de la escena, que se realiza con la finalidad de localizar los distintos indicios presentes; una escena criminal puede ser diferenciada en dos tipos básicos. La escena primaria corresponde al lugar donde se encontró el principal indicio, por otro lado, la escena secundaria se compone de los lugares distintos de la escena primaria que incluyen la localización de indicios relacionados (pp. 260, 263). 
Dichos indicios deben ser fijados antes de ser levantados, Cartagena et al., (2016) define la fijación como el registro completo del lugar de los hechos que incluye todos los elementos de interés criminal con el objetivo de tener elementos certeros para la recreación del estado de los objetos identificados en cualquier momento posterior; los métodos que se pueden emplear para fijar son variados y se ajustan al tipo de indicio, los peritos utilizan la narración escrita, la fotografía, el vídeo, los diagramas y dibujos (planimetría) por mencionar algunos (p. 264). 
Una vez fijados en su totalidad los elementos de la escena se pueden proceder al levantamiento de los indicios, para Cartagena et al., (2016) el levantamiento de los indicios implica que el equipo forense seleccione los medios técnicos y procedimentales apropiados para cada caso concreto buscando evitar la contaminación de los distintos elementos, incluso el perito debe evitar la manipulación excesiva para este fin. En cuanto un indicio es recogido este debe ser embalado, es decir, debe ser envasado en un recipiente adecuado, sellado y etiquetado, esto facilita el procesamiento correcto de los indicios y permite a los técnicos de laboratorio realizar análisis confiables (pp. 265, 267). Aquí entra en juego la criminalística de laboratorio “que utiliza todos los métodos y técnicas de laboratorio para el estudio, análisis e identificación de los indicios y evidencias encontrados en el lugar del hecho” (Gutiérrez, 2017, p.28). Por último, los criminalistas de campo deberían meditar en que momento es apropiado abandonar la escena, esta decisión debe constituir un examen crítico de lo realizado, de las medidas tomadas, de los documentos preparados, y los hallazgos obtenidos tratando de detectar errores antes de alejarse del lugar.
Ahora que se ha definido el punto de partida a continuación, se pretende exponer el origen de la criminalística desde la perspectiva de diferentes autores con la finalidad de entender la evolución social y consecuentemente pedagógica que permita analizar el tratamiento que México ha desarrollado para la criminalística. En primer lugar, Moreno (1977) considera que “la medicina forense es el tronco del cual se han desprendido la criminología, la psiquiatría forense y la criminalística, para constituirse posteriormente en disciplinas independientes con métodos propios y fines específicos” (Moreno, 1977, p. 379). Con la revelación de la medicina forense, como auxiliar en la impartición de justicia, se dio pie a la especialización de procesos relacionados con hechos delictivos, los cuales han evolucionado continuamente, desde los delitos del fuero común, hasta los cometidos por el crimen organizado. Sobre esta evolución en México “quizá el fenómeno más relevante fue que las organizaciones criminales expandieron su radio de acción hacia actividades extractivas de riqueza humana como la extorsión, el secuestro, el tráfico de migrantes y la trata de mujeres y menores” (Trejo, s.f., p. 71) en condiciones complejas que cada vez complican más la tarea para los peritos. 
Estudiosos de la criminalística como Rafael Moreno, Juventino Montiel, Alain Buquet, entre otros, coinciden “que los médicos forenses establecieron las bases científicas de la criminalística. De manera que se denomina a esta disciplina como la hija predilecta de la medicina legal” (Moreno, 1977, p. 381), la cual se consolidó gracias alavance histórico de técnicas y procedimientos. De acuerdo con Moreno (1977), desde el Siglo XVII se ha trabajado en la identificación de delincuentes desde los dibujos de las crestas papilares de Marcelo Malphighi en 1665, hasta las investigaciones de Lacassagne en 1900 de las marcas de bala y su relación con las armas específicas que posteriormente establecieron los fundamentos para la disciplina de la balística (pp. 379 – 381). 
 En segundo lugar, para Montiel (2017) el origen del término criminalística como nombre para las pesquisas guiadas de manera científica tiene su acepción gracias al doctor en Derecho Hanns Gross, quien a través de su obra Manual del juez, todos los sistemas de criminalística publicada en Austria en 1892, refirió a los métodos de investigación criminal como Criminalística, los cuales se constituyeron a partir de los saberes de disciplinas y ciencias como la antropometría, el argot criminal, la contabilidad, la criptográfica, el dibujo forense, la documentoscopia, el explosivo, la fotografía, la grafología, el hecho de tránsito ferroviario, la hematología, el incendio, la química legal, los interrogatorios y la propia medicina legal (pp. 23 – 25). Esta publicación fue traducida al español en Madrid de 1894 y en el año 1900 el abogado, político, historiador y periodista, el coronel Lázaro Pavía la edita y la renombra como Manual del Juez, para su versión latinoamericana. Este mismo año se adoptó dicho documento en México como un aliciente, debido a la falta de materiales útiles, que guiaran la certeza de la impartición de justicia, además recalcó la necesidad de reeducar a las personas especializadas en la investigación forense.
Por último, para cerrar esta síntesis sobre el origen de la Criminalística, se recurre a Buquet (2006), quien consideró a Edmond Locard, doctor en medicina y abogado, el creador de la Criminalística Moderna por haber utilizado a principios del Siglo XX en Francia, las huellas digitales como un sistema de identificación, hecho que le valió para ser reconocido como impulsor de la dactiloscopia fundamentada en la metodología de la medicina legal (p. 13). Locard llegó a ser el director del laboratorio de la policía técnica de Lyon (Francia), y también se le atribuye el principio de intercambio que dicta: «es imposible que un criminal actúe, especialmente en la tensión de la acción criminal, sin dejar rastros de su presencia» (Locard, 1935). En este sentido, la policía francesa determinó que el intercambio de material entre elementos es la base de la investigación forense, usando este principio, los científicos forenses pueden determinar dónde o con quién ha estado un sospechoso a través del análisis de indicios pequeños o microscópicos como fibras de tela, cabellos, arcilla, etcétera.
El énfasis al estudio científico de la evidencia biológica o no biológica, así como los trabajos referidos a la conducta criminal, despertaron, principalmente, en los órganos de impartición de justicia la necesidad de educar a sus futuros policías y médicos en estos aspectos; Moreno (1977) habla de cómo en el Siglo XX, se fundan en el mundo, las primeras escuelas de policías que tienen por objeto capacitar en las técnicas de criminalística para efectuar los exámenes científicos a la evidencia física (p. 381). Respecto a la especialización de médicos forenses mexicanos, Gutiérrez (2017) establece que en 1833 se fundó la Escuela de Ciencias Médicas, recinto donde se formalizó la cátedra de la medicina legal. Más tarde en 1871 el considerado fundador de la medicina legal en México, el doctor en medicina y catedrático de dicha escuela, Luis Hidalgo Carpio contribuyó significativamente asesorando a los legisladores en la elaboración del Código Penal y estableciendo la definición y la clasificación de las lesiones desde la perspectiva de la medicina forense, haciendo más estrecha la relación entre la ciencia forense y la ciencia del derecho en el país (p. 19).Dr. Luis Hidalgo Carpio
Continuando con el caso concreto de México, según González (2009) en la década de los años 20’s del Siglo XX, el profesor Benjamín Martínez conoció a Luis Lugo Fernández, este último aprendió el método ‘Vucetich’ directamente de Juan Vucetich, quien desarrolló y puso por primera vez en práctica, un sistema eficaz de identificación de personas por medio de sus huellas dactilares, de esta manera Lugo Fernández enseñó dicho método al profesor Martínez y juntos decidieron iniciar el primer gabinete de identificación criminalística en la ciudad de México. Gracias a los conocimientos sobre el método Vucetich, el profesor Martínez llegó a ser el jefe de la oficina de identificación criminalista, cargo con el que se autonombró introductor de la dactiloscopia[footnoteRef:1] en México. Tiempo después llegó a ser fundador del sistema del servicio de identificación judicial militar y del servicio de identificación de la policía de la ciudad de México, estableciendo el laboratorio de criminalística de la Jefatura de la Policía del Distrito Federal en 1926. Por este motivo se le considera pionero en la aplicación de las técnicas de criminalística, pues cumplían y mejoraron las normas de antropometría señaladas por el policía francés Alphonse Bertillón (p. 73). [1: Aunque la gran mayoría de las impresiones dactilares pueden hallarse en el lugar del hecho, en otros casos es necesario que los objetos que posiblemente tengan huellas latentes sean trasladados a los laboratorios para su reactivación utilizando polvos, vapores de yodo, cianoacrilato de sodio o por medio del rayo láser (Gutiérrez, 2017, p. 33)] 
Benjamín A. Martínez, criminalista, revisando las imágenes ampliadas de unas huellas digitales.
Sobre la trayectoria de Luis Lugo Fernández, Cortes (2010) describe que tras su antecedente como profesor de Benjamín A. Martínez, este se convirtió en uno de los primeros personajes que intervienen en la formación en ciencias forenses en el país. Con la fundación de la oficina de identificación en Mérida, Yucatán, inició su labor docente impartiendo el curso de criminalística y más tarde continua su enseñanza en el Distrito Federal (p. 73). Otros personajes que contribuyeron a la enseñanza formal de la criminalística fueron, según Montiel (2017), los policiólogos Carlos Roumagnac y Fernando Beltrán quienes, junto con varios especialistas de la época, en 1935 crearon la Escuela para Policías en el Distrito Federal, donde se impartía el curso de criminalística. Acerca de la Escuela para Policías, primero tuvo por nombre Escuela Técnica Policiaca, luego cambió a Escuela Científica de Policía y al final la nombraron Escuela de Técnica Policial (p. 27). Cuerpos de policías fuera de la escuela para policías recién inaugurada
 Para la década de los 40’s, se funda “la Sección de Investigaciones Especiales del Banco de México y por vez primera, realiza la selección técnica y capacitación científica (…) del cuerpo de investigadores” (Moreno, 1977, p. 385), este acontecimiento marca el origen básico pedagógico de la enseñanza forense con formato escolarizado, que probablemente estaba basado en la memorización por los antecedentes teóricos conductistas y tradicionales vigentes en ese tiempo. Una vez creada esta sección, diversos órganos de justicia como la Procuraduría General de Justicia (PGJ) crean departamentos dedicados a la capacitación forense. De hecho, con la creación del Servicio Médico Forense (SEMEFO) que entró en servicio el 24 de septiembre de 1960, durante la presidencia del Lic. Adolfo López Mateos, se marcó un énfasis en la importancia de la profesionalización del personal, porque en el mismo edificio se albergaba al Instituto de Ciencias Forenses, el cual contaba con tecnología que llegó a ser un modelo de vanguardia para América Latina y por lo tanto, necesitaba de personal bien capacitado. Para tal efecto, y según registros de Moreno (1977), se crea el Instituto Técnico de Capacitación Criminalística de la Procuraduría General de Justicia en 1961 (p. 386).Policiólogo Carlos Roumagnac
Si bienlos procesos educativos necesitan de tiempo suficiente para afianzarse, en el ámbito forense tuvieron que pasar diez años de prueba y error para la formación de criminalistas en México. Los primeros profesionales formados bajo un sistema escolarizado, aprendieron más de su experiencia en el trabajo de campo que en las aulas. Moreno (1977) indica cómo en 1971, en la Dirección General de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, nace el laboratorio de criminalística trayendo como consecuencia un impulso importante a la criminalística mexicana con la formación de verdaderos profesionales egresados de organismos de seguridad pública en Latinoamérica (p.387).
Continuando con las instituciones educativas especializadas, Moreno (1977) menciona que en 1964 la Procuraduría del D.F. y el SEMEFO, organizaron un curso de adiestramiento en medicina forense; mientras que la Facultad de Medicina, a través de la división de estudios superiores de la UNAM, impartió una especialización en medicina forense (p. 385), siendo éste el referente del interés de la UNAM por atender una necesidad social derivada de la impartición de justicia a través de procedimientos científicos. Esta misma facultad el 25 de enero de 2013 recibió la aprobación del plan de estudios de la licenciatura en Ciencia Forense por parte del Consejo Universitario. Esta licenciatura fue el producto de la colaboración de varias instituciones externas, como el Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO) de la Ciudad de México (CDMX), y de otras entidades académicas de la misma UNAM, por lo cual se ha posicionado como la oferta educativa más atractiva y seria en este ámbito por la calidad de sus docentes y por las investigaciones generadas. Dicho plan incluye la asignatura de criminalística en el quinto semestre, entre otras afines a la recolección, procesamiento y embalaje de indicios. Será necesario esperar a que las primeras generaciones de egresados se posicionen en el ejercicio de sus funciones para poder evaluar el programa y su impacto en la criminalística. Regresando a los antecedentes, otra institución de educación superior que contribuyó a establecer los cimientos de la enseñanza formal, fue la Universidad Veracruzana en la división Médico Biológica de su instituto de medicina forense que en 1977 inauguró la maestría en Medicina Forense. 
Además de las universidades, existen instituciones públicas de procuración y administración de justicia que dentro de sus servicios se encuentra la docencia, la capacitación y la actualización especializada en las ciencias forenses, como el Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO), o el Instituto de Formación Profesional (IFP), sin embargo, en esta breve historiografía se pretende hacer un hincapié especial a la formación de criminalistas, y en ese sentido se hace mención de aquellos institutos que han trabajado a favor de su desarrollo formativo . La primera mención es para el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), el cual se fundó en la ciudad de México en 1976, por un grupo de penalistas interesados en la divulgación de la investigación y la promoción de la enseñanza. Este instituto fue reconocido a partir del 2012 por la Procuraduría General de la República (PGR) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) como un centro público de investigación, el cual ofrece un abanico de diplomados, maestrías y doctorados en las ciencias penales, siendo la criminalística una línea importante de sus áreas de influencia.Ministerio público inspeccionando restos humanos
La segunda mención es para el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) que se creó en 1998, además de sus servicios forenses, desarrolla actividades de investigación y educativas, incluso con apoyo del Conacyt, el IJCF ofrece diplomados en criminalística y una especialidad en Dictaminación Pericial. Este instituto en la actualidad es un referente importante del trabajo desarrollado por los criminalistas, ya que se encuentra en un Estado de la República, que ha figurado en las noticias nacionales por atender casos controversiales de ejecuciones, desapariciones, y enfrentamientos continuos relacionados a los cárteles de la droga, lo cual ha impactado en un desorbitante número de indicios por procesar, incrementando su responsabilidad como órgano auxiliar de justicia y como institución formadora.
Por último, entre 2001 y 2006 el Instituto de Capacitación y Profesionalización en Procuración de Justicia Federal (ICAPPJF) ofreció el curso de especialización en criminalística de campo y en 2002 desarrolló los cursos de formación para peritos técnicos en criminalística. En un hecho relacionado, el Instituto de Capacitación y Profesionalización en Procuración de Justicia Federal (ICAP) concluyó el curso de formación de peritos técnicos en criminalística, de la Generación 2009:
donde se prepararon los peritos como auxiliares directos del Ministerio Público de la Federación en las labores de procuración de justicia, atribuyéndolos como los responsables de aportar las pruebas científicas confiables que ayuden al juzgador a conocer la verdad de los hechos (…) En este sentido el Instituto de Capacitación de la PGR trasmitió a esta generación los conocimientos técnicos, así como valores éticos mediante un programa integral que incluyó las especialidades de criminalística de campo, grafoscopía, hechos de tránsito, dactiloscopia y balística, como las herramientas que les permiten realizar sus funciones como peritos técnicos en la investigación criminalística (PGR, 2009).
Un cambio importante en México para la educación en el ámbito de la criminalística ocurrió durante 2008, cuando se aprobó la reforma al Artículo 20 del Capítulo I de los Derechos Humanos y sus garantías del Título Primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, estableciendo que el proceso penal será acusatorio y oral, reformado mediante el Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 2008 donde instaura el Sistema de Justicia Penal Acusatorio[footnoteRef:2] que dio inicio a nivel nacional en 2016. [2: El proceso se desarrolla a través de audiencias públicas y orales, que se videograban, facilitando la transparencia en la actuación de jueces y partes. Los intervinientes en una audiencia son: los jueces, el testigo, ministerio público, auxiliar de sala, defensor, asesor victimal, imputado y generalmente los criminalistas participan como testigo experto (perito).] 
Este sistema tiene su fundamento en la investigación científica, recalcando la necesidad de contar con profesionales que de acuerdo con su formación y sus antecedentes laborales, puedan acreditarse para presentar los dictámenes periciales ante el Juez o el Ministerio Público, incrementando la necesidad de expandir la oferta educativa en formación y en capacitación, especialmente en criminalística. Sosa, Romo y Suzuri (2017) refieren que con el fin de capacitar y actualizar a los servidores públicos, la PGR inauguró en 2014 el Instituto de Formación Ministerial, Policial y Pericial con el objetivo de capacitar a sus elementos en el Código Nacional de Procedimientos Penales y que tendría como segunda etapa a futuro, desarrollar las competencias especializadas de la investigación de un delito y de su litigio en un sistema oral de justicia (pp. 367, 368).
Actualmente en México, existen ofertas educativas sobre criminalística o sus ciencias afines, tanto en dependencias gubernamentales como en asociaciones y en universidades públicas y privadas, tales como: la Maestría en criminalística del Instituto Estatal de Seguridad Pública de Aguascalientes; la Maestría en Ciencias Forenses, en la Universidad de Guadalajara; la Especialidad en Medicina Legal, en la Facultad de Medicina de la UNAM; la Especialidad en Medicina Forense, en el Instituto Politécnico Nacional; y la Maestría en Medicina Forense, de la Escuela Militar de Graduados, por mencionar algunas. 
Pese a esto, “en México, el progreso de los sistemas forenses-educativoscon respecto a la criminalidad, se encuentran en desventaja total” (Gutiérrez, 2017, p. 136), no parece suficiente la cobertura educativa o la calidad de los egresados para enfrentar la exagerada carga de trabajo que tienen las fiscalías y considerando que en el ámbito forense se sigue promoviendo más la memorización que el desarrollo de competencias profesionales, los nuevos elementos de los departamentos de criminalística de campo y de criminalística de laboratorio, necesitarán un periodo de tiempo considerable para aclimatarse y aprender realmente sobre la marcha la aplicación de técnicas, protocolos y metodologías, lo cual agrava dicha desventaja.
Si bien existen varios factores que van en detrimento de la impartición de justicia como la corrupción, la simulación, la falta de recursos, entre otros, las cuestiones técnico-pedagógicas no pueden ser ignoradas o menos preciadas porque al final del día “es necesario ganarle la carrera a la delincuencia, respetando la dignidad humana, mediante sistemas educativos modernos, enérgicos y profesionales de las ciencias forenses, con personal adecuadamente capacitado” (Gutiérrez, 2017, p. 136). Dicho de otro modo la educación en habilidades, conocimientos y sobre todo la formación consiente de valores, junto a una oferta académica actualizada y suficiente, con estrategias de enseñanza y aprendizaje contemporáneas, son los andamios para la construcción de un sistema de justicia efectivo, que minimice la corrupción e impunidad y que proteja al civil, pues pareciera que el ciudadano común, está en desventaja ante la criminalidad al tener que atravesar por procesos inciertos, lentos o corrompidos.
Respecto a las ideas anteriores, en el libro de García y Bravo (2017) sobre el Estado del Arte de las ciencias forenses en México, la disertación de los autores sobre la enseñanza de las ciencias forenses en el capítulo titulado: El estado del arte de la enseñanza de la ciencia forense en México (pp. 365-386), Sosa, Romo y Suzuri (2017) hablan claramente de la necesidad de fortalecer la investigación educativa que tenga impacto en la reducción de la criminalidad y de la impunidad en los sistemas de justicia del país:
La escasez de programas de educación superior dedicados a la ciencia forense explica que, a propósito del tema de la enseñanza de esta ciencia o conjunto de ciencias, exista muy poca investigación educativa y escasa –por no decir nula– vinculación entre la investigación, la docencia y los servicios forenses, toda vez que facultades, las escuelas y los institutos públicos son los principales centros donde podría realizarse investigación de frontera en enseñanza de la ciencia forense. En comparación con otras disciplinas científicas con más historia, como la didáctica de la física o de la química, se genera poquísimo conocimiento sobre la enseñanza de lo forense y se aplica aún menos (Sosa, Romo y Suzuri en García y Bravo, 2017, pp. 374 – 375).
Es momento que los expertos en las ciencias de la educación incursionen en las ciencias forenses para romper la parálisis paradigmática que rodea las cátedras anecdóticas que implican procesos cognitivos básicos de conocer y comprender, y en el mejor de los casos el aplicar, para pasar a desarrollar un modelo de formación más que basado en una enseñanza práctica, centrada en la resolución de problemas y en el análisis de casos, y menos en la mecanización empírica. Los estudiantes tienen que desarrollar las competencias que les permitan, a través de las habilidades superiores del pensamiento (Analizar, Evaluar, Sintetizar, etc.), abordar las cuestiones de la investigación científica y llevarlas al contexto del derecho.
Tomando conciencia de la pasividad en el desarrollo de investigación didáctica con aplicación a las ciencias forenses y observando las características del sistema penal acusatorio en su modalidad de juicios orales, el siguiente paso es llevar la formación forense hacia una congruencia con el enfoque pedagógico por competencias y con la corriente constructivista que actualmente se trabaja en la educación mexicana, pero no sólo en el papel, sino también es necesario dar un seguimiento para asegurar que se siga en las aulas, el campo y los laboratorios. Esta congruencia apunta hacia la formación de profesionales con pensamiento crítico y capacidad de tomar decisiones, por eso es importante y necesario, desde la perspectiva legal y social, para el desarrollo del conocimiento técnico y científico, que el catedrático forense abrace esa pedagogía que “promueve la movilización de conocimientos, habilidades y valores, por lo que representa una oportunidad inmejorable para desarrollar y evaluar –formativamente- competencias forenses” (Sosa, 2017, p. 244), por lo tanto no se debe continuar formando criminalistas para el Siglo XXI con profesores del siglo XX y con metodologías de enseñanza del siglo XVII.
A través de este breve recorrido histórico y con la descripción de la oferta académica enfocada a la criminalística en México, se pone sobre le mesa la necesidad de realizar cambios en las instituciones formadoras de criminalistas las cuales deben poner especial atención en los procesos técnicos pedagógicos y en la calidad de las cátedras para asegurar que los criminalistas desarrollen sus competencias, y así iniciar cambios en los procesos del sistema de justicia mexicano, que deberá apostar por favorecer las condiciones del trabajo forense para que poco a poco se geste un cambio en la eficacia en la impartición de justicia.
Referencias
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Fotografías
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https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia%3A392329
Currículum Vitae 
Dr. Rubén Leonardo Guerrero Macías. Posee título de maestría en ciencias de la educación y doctorado en ciencias de la educación. Sus áreas de investigación son: 1) La formación docente; 2) La didáctica del inglés; y 3) La enseñanza de ciencia forense. Posee experiencia docente en educación normal y en posgrado, así como en la elaboración de reactivos para CENEVAL y DGESPE.

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