Logo Studenta

Normalidad y patología en la niñez

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

,
t.
! ANNA FREUD '
i
1,
1;
~
~,>
r',
I
\
~I
~
IJ .
r
~
I
NORMALIDAD
.y PATOLOGIA
.EN LA NI~EZ
Z3~IN Vl N
VI~OlOlVd-A~' .
aVallV'W~ON
biblioteca de psicología profunda
editorial paiClós
e
\
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Descarga mas libros en: 
 
 http://librosdejoe.blogspot.com 
 
 
o busca en la web: 
 librosdejoe 
 
http://librosdejoe.blogspot.com/
http://librosdejoe.blogspot.com/
NORMALIDAD Y PATOLOGIA
EN LA NIÑEZ
BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA
1. Karen Horney
LA PERSONALIDAD NEUROTICA
DE NUESTRO TIEMPO
2. Anna Freud
EL YO Y LOS MECANISMOS
DE DEFENSA
3. C. G. Jung
PSICOLOGIA y RELlGION
4. C. G. Jung
PSICOLOGIA y EDUCACION
5. J. C. Flügel
PSICOANALlSIS DE LA FAMILIA
6. C. G. Jung
LA PSICOLOG IA
DE LA TRANSFERENCIA
7. C. G. Jung
SIMBOLOS DE TRANSFORMACION
8. C. G. Jung
ENERGETICA PSIQUICA
y ESENCIA DEL SUEÑO
9. E. Kris
PSICOANALlSIS y ARTE
10. C. G. Jung - R. Wi lhelm
EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO
11. O. Rank
EL MITO DEL NACIMIENTO
DEL HEROE
12. C. G. Jung - W. Pauli
LA INTERPRETACION
DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE
13. E. Neumann
ORIGENES E HISTORIA
DE LA CONCIENCIA
14. C. G. Jung
ARQUETIPOS E INCONSCIENTE
COLECTIVO
15. O. Rank
EL TRAUMA DEL NACIMIENTO
16. C. G. Jung
FORMACIONES DE LO INSCONSCIENTE
17. H. Racker
ESTUDIOS SOBRE TECNICA
PSICOANALlTICA
18. A. Garma
PSICOANALlSIS DEL ARTE
ORNAMENTAL
19. L. Grlnberg
CULPA y DEPRESION
Estudio psicoanalitico
20. A. Garma
PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS
21. O. Fenichel
TEORIA PSICOANALlTICA
DE LAS NEUROSIS
22. Marie Lange r
MATERNIDAD y SEXO
23. Harry Guntrip
ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD
E INTERACCION HUMANA
24. Hanna Segal
INTRODUCCION A LA OBRA
DE MELANIE KLEIN
25. W. R. Bion
APRENDIENDO DE LA EXPERIENCIA
26. E. Jones
LA PESADILLA
27. L. Grinberg, M. Langer
y E. Rodrigu é
PSICOANALlSIS EN LAS AMERICAS
El proceso analítico.
Transferencia y contratransferenc ia
28. Carlos A. Paz
ANALlZAB ILlDAD
29. C. G. Jung
PSICOLOGIA y SIMBOLlCA
DEL ARQUETIPO
30. A. Garma
NUEVAS APORTACIONES
AL PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS
31. Arminda Aberastury
APORTACIONES AL PSICOANALlSIS
DE NIÑOS
32. A. Garma
EL PSICOANALlSIS
Teoría, clínica y técnica
33. R. W. White
EL YO Y LA REALIDAD
EN LA TEORIA PSICOANALlTICA
34. M. Tractenberg
LA CIRCUNCiSION
Un estudio psicoanalítico sobre las
mutilaciones genitales
35. W. Reich
LA FUNCION DEL ORGAS MO
36. J. Bleger
SIMBiOSIS y AMB IGüEDAD
37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder
EL PACIENTE Y EL ANALISTA
38. M. Abadi y otros
LA FASCINACION DE LA MUERTE
Panorama, dinamismo y prevención
del suicidio
39. Sandor Rada
PSICOANALlSIS DE LA CONDUCT A
40 . Anna Freud
NORMALIDAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ
Volumen
40
ANNA FREUD
NORMALIDAD
Y PATOLOGIA ,
EN LA NIÑEZ
Evaluación del desarrollo
Vers:ión castellana de
Humberto Nágera
EDITORIAL PAIDOS
Buenos Aires
· ,
Título del original inglés:
NORMALITY AND PATHOLOGY IN CHILDHOOD
Assessments of Development
Copyright 1965, by Internatíonal Universities Press , lnc.
© 1971 by Arma Freud
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
1;¡' edición, 1973
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea,
idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema "Multígraph",
mimeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola de-
rechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
©
Copyright de todas las ediciones en castellano by
EDITORIAL PAIDOS
S.A.I.C.F.
Defensa 599, 3er. piso Buenos Aires
INDICE
Reconocimientos, 9
Nota del traductor, 10
1. El criterio psicoanalítico de la infancia: en el pasado y el
presente, 11
Las reconstrucciones en los análisis de los adultos y sus
aplicaciones, 11
El advenimiento del análisis de niños y sus consecuencias,
15
La observación directa al servicio de la psicología psicoa-
nalítica del niño, 16
Ir. Las relaciones entre el análisis de niños y el de adultos, 27
Los principios terapéuticos, 27
Las tendencias curativas, 28
Técnica, 29
La dependencia infantil como un factor en el análisis de
adultos y niños, 40
El equilibrio entre las fuerzas internas y externas obser-
vado por el analista de niños y por el de adultos, 44
lIT La evaluación de la normalidad en la niñez, 49
El descubrimiento temprano de los agentes patógenos: pre-
vención y pronóstico, 49
La traslación de los hechos externos a las experiencias
internas, 50
Cuatro campos diferentes entre el niño y el adulto, 52
El concepto de las líneas del desarrollo, 54
La regresión como un principio del desarrollo normal, 76
IV. Evaluación de la patología. Parte 1. Algunas consideraciones
generales, 89
La evaluación descriptiva y la evaluación metapsicológica,
90
Terminología estática y terminología evolucionista, 93
Criterios para evaluar la severidad de la enfermedad, 96
La evaluación basada en el desarrollo y su significación, 100
La evaluación por medio del tipo de ansiedad y de conflicto,
105
La evaluación por medio de características generales, 107
Un perfil metapsicológico del niño, 110
V. Evaluación de la patología. Parte II. Algunos preestadios
infantiles de la psicopatología adulta, 119
Las neurosis infantiles, 119
Los trastornos del desarrollo, 123
Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías
diagnósticas en la niñez, 131
La homosexualidad como una categoría diagnóstica en los
trastornos de la infancia, 145
Otras perversiones y adicciones como categorías diagnós-
ticas en la infancia, 155
VI. Las posibilidades terapéuticas, 167
La terapia psicoanalítica clásica para adultos: su extensión
y definición, 168
La terapia psicoanalítica para niños: su fundamento, 170
Conclusiones, 181
BIBLIOGRAFÍA, 183
RECONOCIMIENTOS
Puesto que la mayor parte de este libro está basada en las
experiencias clínicas obtenidas en los distintos departamentos
de la Hampstead Child-Therapy Clinic, tengo una enorme deu-
da de gratitud con la señorita Helen Ross, la doctora Muriel
Gardiner y el doctor K. R. Eissler por haber establecido, orde-
nado y ayudado incansablemente a esta organización y con
la Field Foundation, la Foundations Fund for Research in Psy-
chiatry, el Freud Centenary Fund, la Grant Foundation, el
Flora Haas Estate, la Newland Foundation, la Old Dominion
Foundation, el William Rosenwald Family Fund y la Taco-
nic Foundation, por el generoso apoyo que han brindado a lo
largo de muchos años.
Tengo una deuda similar con los analistas y terapeutas
de niños de la Clínica por haber puesto a mi disposición el
material de análisis obtenido de sus pequeños pacientes.
Una sección del libro, "Un perfil metapsicológico del niño"
(que figura en el capítulo 4) fue presentada a la consideración
del National Institute for Mental Health en Washington, en
1961, como base posible para futuros estudios en la Hampstead
Clinic y tal investigación, bajo el título de "Evaluación de la
patología infantil" ha sido subvencionada desde entonces por
el Public Health Service Grant N9 M-5683, MH (1, 2, 3). Otras
secciones, compiladas y completadas para servir a este pro-
yecto, son: "El concepto de las líneas del desarrollo" (capítulo
3) y "Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías
diagnósticas en la niñez" (capítulo 5).
Las secciones "La evaluación de los trastornos de la ni-
ñez" y "El concepto de las líneas del desarrollo" aparecieron
como comunicaciones preliminares en The Psychoanalytic Study
of the Child, volúmenes XVII y XVIII, mientras que "La regresión
como un principio del desarrollo mental" fue publicada en el
Bulletin of the Menninger Clinic, vol. XXVII. ·
A. F.
Nota del Traductor
He aceptado la responsabilidad de traducir este libro de
Anna Freud, como un modesto homenaje de admiración y gra-
titud a su persona, de quien he tenido la fortuna de ser discí-
pulo y colaborador ya por varios años, en la Hampstead Child-
Therapy Clinic and Course (Londres) que ella dirige.
Es por esto que tengo la esperanza de que la traducción
castellana haga justicia a la edición original inglesa deesta
importante contribución al psicoanálisis en general y más es-
pecialmente al psicoanálisis de niños.
Me resta sólo decir que en el caso de un número limitado
de términos he encontrado ciertas dificultades en la traduc-
ción por no existir equivalentes en español, tal como sucede,
por ejemplo, con el término inglés "toddler". En el caso del
término "cathexis", que es usualmente traducido como "carga",
he decidido introducir el término "catexis" como una corrup-
ción del inglés, dado que "carga" resulta una traducción insa-
tisfactoria en muchos contextos.
En cuanto a las citas de Sigmund Freud que aparecen en la
obra, he utilizado la edición española de sus Obras Completo»,
traducida por Ballesteros. Citas de otros autores las he tradu-
cido directa y libremente del inglés.
HUMBERTo NÁGERA
I
EL CRITERIO PSICOANALITICO DE LA INFANCIA:
EN EL PASADO Y EL PRESENTE
LAS RECONSTRUCCIONES EN LOS ANALISIS
DE LOS ADULTOS Y SUS APLICACIONES
Desde el comienzo del psicoanálisis, cuando se determinó
que los "histéricos padecen principalmente por causa de sus
recuerdos",* los analistas han manifestado más interés en el
pasado de sus pacientes que en sus experiencias presentes, y
más aún en las etapas de crecimiento y desarrollo que en
aquélla de la madurez.
Esta preocupación por las primeras experiencias de la vida
hizo pensar que se convertirían en expertos especialistas en
problemas de la niñez, aun cuando se ocuparan solamente del
tratamiento de adultos. Sus conocimientos de los procesos de
la evolución mental y su comprensión de la interacción entre
las fuerzas externas e internas que forman la personalidad del
individuo, permitían suponer que estarían capacitados automáti-
camente para entender en todos aquellos casos en que se du-
dara del normal funcionamiento de -Ia estabilidad emocional
del niño.
En lo que respecta a la primera etapa del psicoanálisis,
un examen de la bibliografía demuestra que muy poco se hizo,
concretamente, para confirmar estas esperanzas. En aquella
época, los esfuerzos se dedicaron totalmente a la búsqueda de
información y a perfeccionar la técnica que ponía al descu-
bierto nuevos hechos, tales como la secuencia de las fases del
desarrollo de la libido (oral, anal, fálica), el complejo de
* Véase Breuer y Freud, "On the Psychical Mechanism of Hysteri-
cal Phenomena: Preliminary Communication" (1893). Standard Edition,
vol. Ir, pág. 7.
11
Edipo y el de castración, la amnesia infantil, etcétera. Puesto
que estos importantes descubrimientos tuvieron origen en de-
ducciones efectuadas en el análisis de adultos, el método de
"reconstruir" los acontecimientos de la infancia se estimaba
suficiente, y era empleado coherentemente para obtener los da-
tos que constituyen el núcleo de la psicología psicoanalítica del
niño en el momento presente.
Por otra parte, después de una o dos décadas de ese tra-
bajo, algunos analistas se aventuraron más allá de la obtención
de datos y comenzaron a aplicar el nuevo conocimiento al
campo de la crianza del niño. La tentación de realizar esta ex-
periencia resultaba casi irresistible. Los análisis terapéuticos
de adultos neuróticos no dejaban ninguna duda sobre la in-
fluencia negativa de muchas de las actitudes de los padres y
del ambiente, y de acciones tales como la falta de fidelidad en
materia sexual, los niveles de exigencias morales excesivamente
altos, irrealistas, la severidad o indulgencia extremas, las frus-
traciones, los castigos o la conducta seductora. Parecía posible
extirpar algunas de estas amenazas de la siguiente generación
de niños mediante la educación de los padres y la modificación
de las condiciones de crianza, y planear, por lo tanto, lo que se
llamó "educación psicoanalítica" que serviría para prevenir la
neurosis.
Los intentos por alcanzar este objetivo han continuado
hasta ahora, a pesar de que algunas veces sus resultados fue-
ron confusos y difíciles. Cuando los observamos retrospectiva-
mente después de un período de más de 40 años, los considera-
mos como una larga serie de ensayos y errores. Mucha de la
incertidumbre que acompañaba estos experimentos resultaba
inevitable. En aquella época no era posible tener un profundo
insight de toda la complicada red de impulsos, afectos, rela-
ciones objetales, aparatos del yo, con sus funciones y defensas,
internalizaciones e ideales, con las interdependencias recíprocas
entre el ello y el yo y las deficiencias resultantes del desarrollo,
las regresiones, las angustias, formaciones de compromiso y las
distorsiones del carácter. El caudal de conocimientos psicoana-
líticos fue en aumento gradual al sumarse cada pequeño des-
cubrimiento al efectuado anteriormente. La aplicación de los
conocimientos pertinentes a los problemas de crianza y a la
prevención de las enfermedades mentales tuvo que efectuarse
también paso a paso, siempre siguiendo atenta y lentamente el
trabajoso camino. A medida que se realizaban nuevos descu-
brimientos de los agentes patógenos en la labor clínica, o se
arribaba a ellos mediante cambios e innovaciones en el pen-
samiento teórico, eran convertidos en consejos y preceptos para
padres y educadores, y llegaban a formar una parte integrante
de los conceptos psicoanalíticos para la crianza.
La secuencia de estas extrapolaciones es ahora bien co-
12
nocida. Así, en la época en que el psicoanálisis puso gran énfasis
en la influencia seductora que ejercía el compartir el lecho
de los padres y en las consecuencias traumáticas de presen-
ciar las relaciones sexuales entre ellos, se les aconsejó que
evitaran la intimidad física con sus hijos y también realizar el
acto sexual en presencia aun de los más pequeños. Cuando se
comprobó en el análisis de adultos que vedar el acceso a la
información sexual era responsable de muchas inhibiciones inte-
lectuales, se aconsejó brindar una completa información se-
xual desde una edad temprana. Cuando al buscar la causa de
los síntomas histéricos, la frigidez, la impotencia, etcétera, se
los vinculó con las prohibiciones y las consiguientes represiones
del sexo en la niñez, la educación basada en el psicoanálisis in-
cluyó en su programa una actitud permisiva y benévola en
relación con las manifestaciones de sexualidad pregenital in-
fantil. Cuando la nueva teoría de los instintos definió que tam-
bién la agresión es un instinto básico, se aconsejó que la tole-
rancia se extendiera a las tempranas manifestaciones de violenta
hostilidad del niño, a los deseos agresivos y de muerte mani-
festados contra padres y hermanos, etcétera. Cuando se reco-
noció que la ansiedad jugaba un papel primordial en la for-
mación sintomática, se hicieron todos los esfuerzos posibles
para tratar de disminuir el temor de los hijos frente a la au-
toridad de los padres. Cuando se demostró que al sentimiento
de culpabilidad correspondía un determinado grado de tensión
de las estructuras internas, la respuesta fue una eliminación
de todas aquellas medidas educacionales que conducían a la
formación de un superyó severo. Cuando el nuevo punto de
vista estructural de la personalidad responsabilizó al yo del
mantenimiento del equilibrio interno, se destacó la necesidad
de propiciar en el niño el desarrollo de fuerzas en el yo lo
suficientemente intensas como para resistir las presiones de
los instintos.
Finalmente, en la época actual, cuando las investigaciones
analíticas se dirigen hacia los acontecimientos iniciales del
primer año de vida destacando su importancia, estos insights
específicos son traducidos en nuevas y, en algunos aspectos,
revolucionarias técnicas para el cuidado de los niños.
Este lento y elaborado proceso hizo que la educación psico-
analítica careciese de sistematización. Más aún, sus preceptos
cambiaban de dirección continuamente enfatizando en un prin-
cipio la libre expresión de los instintos, más tarde la fortaleza
del yo, para luego insistir nuevamente en la normalidad de
las relaciones libidinales. En esta incesante búsqueda de los
agentes patógenos y de las medidas preventivas, siempre pa-
recía queel último descubrimiento analítico prometía una
mejor y definitiva solución de los problemas. .
De los consejos dados a los padres durante todos estos años,
13
unos eran coherentes entre sí; otros resultaban contradictorios
y mutuamente excluyentes y algunos de ellos demostraron ser
mucho más beneficiosos de lo esperado. Así por ejemplo, la
educación psicoanalítica cuenta entre sus éxitos la mayor co-
municación y confianza entre padres e hijos, a las cuales se
llegó gracias a la que la educación sexual se había iniciado
con mayor honestidad. Otra victoria se obtuvo respecto de
la terquedad y el negativismo de los primeros años que des-
aparecieron casi completamente tan pronto como fueron re-
conocidos los problemas de la fase anal, y el control de los
esfínteres comenzó a plantearse no tan precozmente ni con tanto
rigor como en épocas anteriores. También ciertos trastornos re-
lacionados con la alimentación infantil dejaron de existir des-
pués que los problemas alimentarios y del destete fueron mo-
dificados para adecuarlos más apropiadamente con las necesi-
dades orales. Asimismo, al quedar atenuados los conflictos en
relación con la masturbación, la succión de los dedos y otras
actividades autoeróticas, fueron resueltas algunas perturbacio-
nes del sueño (por ejemplo, las dificultades para conciliarlo).
Por otra parte, no faltaron desilusiones y sorpresas. Fue
algo inesperado comprobar que hasta las informaciones sexuales
mejor planteadas y formuladas con las palabras más simples
no eran inmediatamente aceptadas por los niños, y que se afe-
rraban persistentemente a lo que tuvimos que reconocer como
sus propias teorías sexuales, en las cuales se traduce la genita-
lidad adulta en los términos adecuados de oralidad, analidad,
violencia y mutilación. Igualmente inesperado resultó el hecho
de que la desaparición de los conflictos acerca de la masturba-
ción tenían, además de sus consecuencias beneficiosas, algunos
efectos colaterales indeseables en la formación del carácter, al
eliminar problemas que, a pesar de 'sus aspectos patógenos,
servían también como campo de entrenamiento moral (Lampl-
de Groot, 1950). Sobre todo, librar al niño de la ansiedad re-
sultó una tarea imposible. Los padres dieron 10 mejor de sí
mismos tratando de disminuir el temor que inspiraban a los
hijos, para encontrarse con que lo que estaban logrando era
aumentar los sentimientos de culpabilidad de éstos, es decir,
el miedo exagerado del niño en relación con su propia con-
ciencia. Por otra parte, cuando se atenuaba la severidad del
superyó, se producía en los niños la más profunda de todas las
ansiedades, es decir, la ansiedad de los seres humanos que se
sienten sin protección frente a la presión de sus instintos.
Resumiendo: a pesar de numerosos avances .parcíales, la
educación psicoanalítica no logró convertirse en el instrumento
profiláctico que todos esperábamos. Es cierto que los niños
que crecieron bajo su influencia son en muchos aspectos dife-
rentes de las generaciones anteriores, pero no están más libres
de ansiedad o de conflicto, y por consiguiente no menos ex-
14
I¡
puestos a sufrir de trastornos neuróticos u otras formas de
enfermedades mentales. En realidad, esto no hubiera debido
sorprendernos si no fuese que en algunos autores el optimismo
y el entusiasmo por el trabajo profiláctico predominó sobre la
aplicación estricta de los principios psicoanalíticos.
De acuerdo con estos últimos, no existe la posibilidad de
la "prevención de la neurosis". La división misma de la perso-
nalidad en ello, yo y superyó se nos presenta con una estruc-
tura psíquica en la cual cada parte tiene sus derivaciones, sus
alianzas, sus fines y su modo de funcionamiento específi-
cos. Por definición, las distintas fuerzas psíquicas se encuen-
tran en conflicto entre sí, lo cual da lugar a los desajustes in-
ternos que se manifiestan en nuestra mente consciente como
conflictos mentales. Estos últimos existen, por consiguiente,
donde quiera que el desarrollo de la estructura de la persona-
lidad alcanza un cierto grado de complejidad. Naturalmente
que hay casos en que "la educación psicoanalítica" ayuda al
niño a encontrar soluciones adecuadas que contribuyen a su
salud mental; pero también existen muchos otros en los que
los desajustes internos no pueden prevenirse, convirtiéndose
luego en el punto de partida de distintas manifestaciones de
desarrollo patológico.
EL ADVENIMIENTO DEL ANALISIS DE NIÑOS
Y SUS CONSECUENCIAS
Algunas dudas e incertidumbres que imperaban en este
campo se desvanecieron mediante la aplicación del psicoaná-
lisis de niños, que de esta manera se acercó así un poco más al
ideal fijado desde su comienzo: un servicio de especialistas en
niños. Con la ·aparición del psicoanálisis infantil surgió una
fuente complementaria de material para el desarrollo de una
psicología psicoanalítica de la niñez y para la integración de
los dos tipos de información, directa y reconstruida, que con-
virtió así a esta disciplina en una tarea sumamente provechosa:
al mismo tiempo que la reconstrucción de los sucesos' de la
infancia a través del análisis de los adultos conservaba su lugar,
se añadieron las reconstrucciones de los análisis de los niños
mayores y los hallazgos de los análisis de los niños en edades
más tiernas. Pero el análisis de niños aportó mucho más. Ade-
más de estudiar las "interacciones entre el ambiente concreto
del niño y el desarrollo de sus capacidades", facilitó el estudio
"de una gran cantidad de información de carácter íntimo con-
cerniente a la vida del niño", de manera tal que "las fantasías
de éste así como sus experiencias diarias se hicieron accesibles
a la observación". No todos .estos datos eran exclusivos; algunos
eran ya familiares a los educadores y observadores analítica-
15
mente orientados, pero la entrevista analítica con los mnos y
el uso adecuado de la información por el especialista prove-
yeron el contexto en el que las ensoñaciones y los temores
nocturnos, los juegos y otras creaciones expresivas del niño se
hicieron comprensibles en su exacta posición dentro del devenir
de su experiencia diaria en el hogar y en la escuela, y fueron
definidos en una forma mucho más concreta que nunca.' Afor-
tunadamente, en el análisis del niño pequeño, los complejos
infantiles y las perturbaciones que éstos crean en sus mentes
son todavía accesibles a la observación directa y no alejados
de la mente consciente por obra de la amnesia o de la distorsión
debida a recuerdos encubridores.
El ajustado y prolongado estudio de la niñez basado en el
análisis de niños le ofrece al especialista analítico un criterio
sobre el desarrollo de la personalidad, que difiere sutilmente
del de los colegas que conocen al niño sólo a través del análisis
de adultos. Los analistas de niños, por consiguiente, no solamente
ofrecen confirmaciones de ciertas proposiciones analíticas, como
se esperaba que hicieran desde el principio, sino que también
ayudan a decidir en aquellos casos en que "se han propuesto
hipótesis alternativas por los métodos reconstructivos"; 2 y pue-
den intentar cambiar, con éxito, el énfasis puesto erróneamente
en determinadas cuestiones y en corregir ciertos puntos de
vista (véase A. Freud, 1951). Además, como espero demostrarlo
posteriormente, el analista hace su propia contribución a la
metapsicología y a la teoría de la terapia psicoanalítica.
LA OBSERVACION DIRECTA AL SERVICIO DE LA
PSICOLOGIA PSICOANALITICA DEL NIÑO
En sus escritos teóricos, los analistas tardaron cierto tiem-
po para llegar a la conclusión de que la psicología psicoanalítica
(y especialmente la psicología psicoanalítica del niño) "no
está limitada a lo que puede descubrirse mediante el empleo
del método psicoanalítico" (Heinz Hartmann, 1950 a). No fue
así en el terreno práctico. Inmediatamente después de la pu-
blicación de los Tres ensayos sobre una teoría sexual (S. Freud,
1905), la primera generación de analistas comenzó a hacer
observaciones e informar sobre la conducta de sus pacientes
en relacióncon detalles tales como la sexualidad infantil, el
complejo de castración y el de Edipo. Algunos maestros y asis-
tentes sociales (maestros jardineros, maestros de primaria y
1 Estas referencias provienen de Ernst Kris (1950, pág. 28); véase
también Ernst Kris (1951).
2 Ernst Kris (1950), refiriéndose a un trabajo de Robert Waelder
(1936) .
16
encargados de delincuentes y criminales juveniles) trabajaban
en este sentido en las décadas de 1920 y 1930, mucho antes de
que estos estudios llegaran a abordarse en forma sistemática,
tal como aconteció después de la Segunda Guerra Mundial."
No obstante, en lo referente a la observación fuera de la
situación psicoanalítica, el analista que está acostumbrado a
trabajar con material reprimido e inconsciente tiene que sobre-
ponerse a ciertas dudas antes de desplazar su interés hacia la
conducta manifiesta. En este sentido, puede resultar útil el
recordar de qué manera se han desarrollado a través de los
años las relaciones entre el psicoanálisis y la observación di-
recta.' El interrogante de si la observación directa superficial
de la mente puede penetrar dentro de la estructura, funciona-
miento y contenido de la personalidad, ha sido contestado en
diferentes épocas de distintas maneras, pero de modo cada vez
más positivo, especialmente en cuanto concierne al insight de
la evolución del niño. Aunque no puede rastrearse una secuen-
cia histórica clara, existen numerosos aspectos y factores que
de modo consecutivo o simultáneo han sido importantes a
este respecto.
La exclusiva concentración del analista en las motivaciones
inconscientes ocultas
En los inicios del trabajo psicoanalítico y antes de la apli-
cación del análisis de niños, existía una fuerte tendencia a
mantener el carácter negativo y hostil de las relaciones entre
el análisis y las observaciones superficiales directas. Era aquélla
la época del descubrimiento del inconsciente y del desarrollo
gradual del método psicoanalítico, factores ambos que se en-
contraban íntimamente ligados entre sí. La tarea de los pio-
neros analíticos consistía más en remarcar la diferencia entre
la conducta observable y 10s impulsos ocultos que en señalar
las similitudes, y lo que es aun más importante, en confirmar,
ante todo, la existencia de esas motivaciones inconscientes ocul-
tas. Todavía más, este trabajo debía llevarse a cabo a pesar de
la oposición de un público que se negaba a aceptar la existencia
de un inconsciente al cual la conciencia no tiene libre acceso,
o la posibilidad de que ciertos factores pueden influir en la
mente sin que estén expuestos a la observación. Los legos
tendían a confundir las trabajosas interpretaciones del material
que ocurren durante el proceso analítico con una supuesta ca-
s Véase Bernfe1d, Aichhorn, Atice Balint, A. Freud, así como las
numerosas publicaciones en el Zeítschríft für psychoanalytísche Piida-
gogik. Viena, Internationa1er Psychoana1ytischer Verlag, 1927-1937.
4 Véase también Heinz Hartmann (1950 a).
17
pacidad sobrenatural para descubrir los más recónditos se-
cretos de un desconocido por medio de una simple mirada, creen-
cia en la que persistían a pesar de todas las aseveraciones en
sentido contrario. El analista depende de su laborioso y lento
método de observación, y sin él no irá más allá que un bacte-
riólogo que, privado de su microscopio, pretende ver los ba-
cilos a simple vista.
Los psiquiatras clínicos olvidaban un poco las diferenciacio-
nes, por ejemplo, entre la manifiesta violación sexual de una
niña por su padre psicótico y las tendencias inconscientes la-
tentes del complejo de Edipo, al referirse al primero y no al
segundo como un "hecho freudiano". En un recordado caso crí-
minal," un juez llegó a utilizar la ubicuidad de los deseos de
muerte de los hijos en contra de sus padres como parte de la
acusación, sin tener en cuenta la existencia de las alteraciones
mentales que pueden convertir los impulsos inconscientes y
reprimidos en una intención consciente y descargarse en acción.
Los psicólogos académicos por su parte trataron de verifi car
o negar la validez del complejo de Edipo por medio de inves-
tigaciones y cuestionarios, es decir, utilizando métodos que por
su misma naturaleza son incapaces de franquear las barreras
que median entre el consciente y el inconsciente y de llegar así
a descubrir en los adultos el sedimento de la represión de los
impulsos emocionales de la infancia.
Tampoco se hallaba la nueva generación de analistas de
ese período totalmente exenta de la tendencia a confundir el
contenido del inconsciente con sus derivados manifiestos. Por
ejemplo, en los cursos sobre la interpretación de los sueños
una de las tareas más difíciles para los profesores, que persistió
durante años, fue demostrar la diferencia entre el contenido
latente y el manifiesto de un sueño; que el deseo inconsciente
no aparece en el contenido manifiesto sin antes disfrazarse me-
diante una elaboración onírica, y que el contenido consciente
es representativo del contenido oculto solamente de manera in-
directa. Aun más; en su ansiedad por traspasar los límites de
lo consciente y de cubrir el espacio existente entre la superficie
y lo profundo, muchos analistas trataron de descubrir, por me-
dio del estudio de las manifestaciones superficiales, a los que
experimentan impulsos inconscientes específicos, o fantasías in-
cestuosas o sadomasoquistas, angustia de castración, deseos de
muerte, etc., intento que en aquella época no era factible y por
consiguiente originaba conclusiones erróneas. No es sorprendente,
entonces, que en estas condiciones todos los estudiantes de psi-
coanálisis fueran aconsejados en contra del método de obser-
vación superficial, enseñándoseles a no eludir el proceso de
desenvolvimiento de las represiones del paciente y a desintere-
(; El caso Halsmann. 'véase S. Freud (1931).
18
sarse de métodos que solamente podían constituir una amenaza
contra la tarea principal del profesional, consistente en per-
feccionar la técnica analítica.
,
Los derivados del inconsciente como material
para la observación
Con el transcurso del tiempo, el aporte de nuevos descu-
brimientos y factores importantes contribuyó a modificar la
firme actitud que existía hacia la observación superficial. Des-
pués de todo, lo que el analista explora con el propósito de
intervenir terapéuticamente no es el inconsciente mismo sino
sus derivados. El medio analítico contiene, por supuesto, los
elementos necesarios que incitan y favorecen a la producción
de estos derivados mediante el completo relajamiento al que
el paciente se somete; 'la suspensión de sus facultades críticas
que posibilitan las asociaciones libres; la eliminación del movi-
miento, que permite verbalizar aun los impulsos más peligrosos
sin ningún riesgo; el ofrecimiento del analista para recibir la
transferencia de sus experiencias, etcétera. A pesar de que con
estas disposiciones técnicas los derivados del inconsciente apa-
recen en mayor número 'Y se manifiestan con una secuencia más
ordenada, las eclosiones del inconsciente profundo y las in-
cursiones en el consciente no ocurren sólo durante las sesiones
analíticas. En cuanto el analista se apercibe de esta presencia
constante, opta por incluirlas también como "material". En los
adultos, encontramos los lapsus verbales, los actos fallidos y
sintomáticos que revelan impulsos preconscientes o inconscien-
tes; los símbolos oníricos y los sueños típicos cuyo contenido
oculto se puede develar sin necesidad de laboriosas interpreta-
ciones. En los niños, más fácilmente aún, encontramos los sim-
ples sueños de realización que revelan los deseos subyacentes;
también las ensoñaciones conscientes, que nos informan con muy
poca distorsión sobre su desarrollo libidinal. Las fantasías he-
roicas o de rescate constituyen ejemplos que demuestran que
el niño ha alcanzado la cumbre de sus impulsos masculinos;
el romance familiar y las fantasías que lo acompañan (Dorothy
Burlingham, 1952) que caracterizan el proceso de desilusión
del niño conrespecto a sus padres, en el período de latencia;
las fantasías de recibir castigos físicos que evidencian la fijación
sadomasoquista de la fase anal en la sexualidad infantil.
Siempre existieron analistas dispuestos más que otros a
utilizar estos signos tal como se manifiestan para arribar al
contenido inconsciente. Incidentalmente esto los puede limitar
como terapeutas, ya que la facilidad con que interpretan tales
indicadores suele tentarlos a continuar su tratamiento sin una
colaboración total del paciente y a tomar atajos hacia el íncons-
19
ciente ignorando las resistencias; en definitiva, aplicando un
procedimiento que se opone a la mejor tradición del psicoaná-
lisis. Pero esta intuición para lo inconsciente -que puede con-
vertir a un buen analista en un analista "descabellado"- es
el atributo más útil del observador analítico quien, por su me-
dio, puede utilizar manifestaciones superficiales, áridas y sin
interés como material significativo.
Los mecanismos de defensa como material de obser vación
La imagen que manifiestan los niños y los adultos se hace
aun más transparente para el analista cuando extiende su aten-
ción desde el contenido del inconsciente y sus derivados (im-
pulsos, fantasías, imágenes, etcétera) hacia los métodos em-
pleados por el yo para mantenerlos alejados de la conciencia.
Aunque estos mecanismos son automáticos y no conscientes en
sí mismos, los resultados que producen son manifiestos y fá-
cilmente individualizados por el observador.
Por supuesto, si la represi:ón es el mecanismo de defensa
del yo escudriñado, nada puede observarse en la superficie
excepto la ausencia de aquellas tendencias que, de acuerdo
con la concepción de normalidad del analista, serían ingredien-
tes necesarios de la personalidad. Cuando, por ejemplo, los
padres describen a su pequeña hij a como "cariñosa, resignada,
dócil",e1 analista observará la notoria ausencia de las exigen-
cias, avaricias y agresiones propias de la niñez. En donde los
progenitores remarcan el "cariño hacia los bebés" de sus hijos
mayores, el analista deberá investigar el destino de los celos
ausentes. Cuando un niño es descripto apropiadamente por los
padres como "falto de curiosidad y desinterés en cuestiones tales
como las diferencias de los sexos, el origen de los bebés, la
relación entre los padres", resulta obvio que una batalla in-
terna ha tenido lugar con el resultado, entre otros, de la extin-
ciónen la mente consciente de una normal curiosidad sexual.
Afortunadamente, existen otros mecanismos de defensa que
posibilitan lograr al observador resultados más sustanciales.
Entre ellos se encuentran en primer término las denominadas
formaciones reactivas que, por definición, atraen la atención
del observador a la contraparte reprimida de aquello que se
exhibe de manera manifiesta. La excesiva preocupación de un
niño pequeño "porque su padre tiene que ausentarse por la
noche, cuando hay neblina", etcétera, es una clara indicación
de la existencia de reprimidos deseos de muerte; como lo es
también su ansiosa vigilia nocturna escuchando la respiración
de los hermanos que quizá "puedan morir inadvertidamente
mientras duermen". Cualidades tales como vergüenza, disgusto
y compasión sabemos que el niño llega a adquirirlas como re-
20
sultado de luchas internas contra el exhibicionismo, el placer
en la suciedad y la crueldad; la aparición de éstas en la super-
ficie son, por consiguiente, un valioso indicador para diagnos-
ticar el destino de estos componentes de los impulsos instintivos;
De modo similar, las sublimaciones pueden interpretarse con
facilidad en los significativos impulsos primitivos de los que
son desplazadas. Las proyecciones en los niños pequeños de-
muestran su sensibilidad frente a una no deseada multitud de
cualidades, actitudes, etcétera.
Educados en la experiencia que adquirieron dentro de su
profesión, los analistas se manifiestan cada vez más atentos
a la aparición de ciertas particulares combinaciones de acti-
tudes; es decir, de determinados tipos de personalidad que
pueden ser identificados mediante la observación directa y de
los que se pueden extraer valiosas deducciones. Estos cauces
hacia la comprensión se abrieron paso a través del insight ob-
tenido sobre las raíces genéticas del carácter obsesivo, en donde
la manifestación de la tendencia al orden, a la limpieza, a la
obstinación, a la puntualidad, a la parsimonia, a la indecisión,
al atesorar, al coleccionar, etcétera, pone al descubierto las ten-
dencias sádico-anales inconscientes, de las que derivan las in-
clinaciones anteriormente nombradas. No había razón para su-
poner que este particular aspecto, el primero que fue estudiado,
sería el único ente comunicante entre la superficie y lo pro-
fundo. Pero era razonable esperar "que también otras cuali-
dades del carácter se nos muestran como residuos o productos
reactivos de determinadas formaciones pregenitales de la libido"
(S. Freud, 1932, vol. Il).
En efecto, desde la época en que se escribió el pasaje arriba
citado, muchas de estas expectativas fueron confirmadas, sobre
todo las pertenecientes a tipos de carácter oral y uretral, y es-
pecialmente aquéllas relacionadas con los niños. Si un pequeño
exhibe fallas tales como insaciabilidad, voracidad, avidez, ape-
gamiento, es exigente y egoísta en SUS! relaciones objetales,
desarrolla temores de ser envenenado, siente repulsa hacia
ciertos alimentos, etc., resulta obvio que el punto crítico en su
desarrollo y que amenaza a su progreso, es decir, su punto de
fijación, yace en la fase oral. Si exhibe vehementes ambiciones
asociadas con una conducta impulsiva, el punto de fijación
debe ser localizado en la zona uretral. En todos estos casos, los
lazos entre el contenido reprimido del ello y las estructuras
manifiestas del yo son tan fijos e inmutables que una simple
ojeada de la superficie es suficiente para permitir al analista
llegar a conclusiones relacionadas con los hechos y actos pre-
sentes o pasados en los, de otro modo, ocultos repliegues de
la mente.
21
Items de la conducta infantil como material para observación
A través de los años surgió "una creciente concientización
apreciativa sobre el valor que la función de los signos y de
las señales de la conducta pueden tener para el observador"
(Hartmann, 1950 a). Como un derivado del análisis infantil,
muchas de las acciones y preocupaciones propias del niño se
tornaron comprensibles, de tal manera que cuando se aprecian
pueden descifrarse, de la contraparte inconsciente de la cual se
derivaron, a su correcta interpretación. La claridad de las for-
maciones reactivas ha estimulado a los especialistas analíticos
a coleccionar elementos complementarios que tienen iguales
e inalterables relaciones fijas con impulsos específicos del ello
y sus derivados.
Tomando una vez más como punto de partida el hecho de
que la tendencia al orden, a la exactitud, a la puntualidad, a
la limpieza y la falta de agresividad son indicaciones manifies-
tas de pasados conflictos con las tendencias anales, es posible
señalar indicadores de conflictos similares en la fase fálica. Estos
son la timidez y la modestia, que representan formaciones reac-
tivas y como tales son una reversión completa de las tendencias
exhibicionistas previas; existe además una conducta descripta
comúnmente como bufonada o payasada, que en los análisis se
ha revelado como una distorsión del exhibicionismo fálico, con
tendencia a lucir desplazada del aspecto positivo del individuo
y hacia alguno de sus defectos. La exagerada masculinidad y
la agresión ruidosa son sobrecompensaciones que delatan al te-
mor subyacente de la castración. Las quejas de maltrato y dis-
criminación representan una clara defensa contra los deseos y
fantasías propias del carácter pasivo. Cuando el niño se queja
de un excesivo aburrimiento, podemos estar seguros que ha re-
primido enérgicamente las fantasías masturbatorias e incluso
la masturbación misma.
El estudio de la conducta infantil durante la enfermedad
orgánica también permitearribar a conclusiones con respecto
a su estado mental. Un niño enfermo puede tratar de buscar
alivio en el medio o evadiéndose a través del sueño; uno u otro
tipo de reacción delata algunos aspectos relacionados con el
estado de su narcisismo mensurado con la intensidad de su in-
terés y su relación con el mundo de los objetos. La sumisión
pasiva a las órdenes del médico, aceptando las restricciones
de la dieta, del movimiento, etc., que a menudo se atribuye
erróneamente a una supuesta madurez, es la resultante del
placer regresivo que se experimenta al ser cuidado y atendido
mientras se permanece pasivo o bien es un sentimiento de culpa,
o sea del significado que el niño le da a su enfermedad aceptán-
dola como un castigo que sus actitudes previas han originado
y que bien se merece. Cuando un niño enfermo se atiende impa-
22-
cientemente a sí mismo como un hipocondríaco, el hecho indica
de modo palpable su sentimiento de que su madre no se interesa
lo suficiente por él y de encontrarse insatisfecho con la pro-
tección y atención que se le brinda.
La observación de las actividades infantiles típicas durante
los juegos también permite recoger información en cuanto a
su mundo interno. Las conocidas ocupaciones sublimadas de
pintar, modelar y jugar con agua y arena señalan que el punto
de fijación está ubicado hacia las zonas anal y uretral. El desar-
mado de los juguetes para tratar de ver lo que tienen adentro
delata la curiosidad sexual. Es incluso significativa la manera
en que el ,infante juega con sus trenes: sea que su mayor placer
se derive de escenificar choques (como símbolo de las relaciones
sexuales de los padres), o cuando se concentra preferente-
mente en la 'construcción de túneles y vías subterráneas (ex-
presando de este modo su interés por el interior del cuerpo
humano); sea que sus automóviles y ómnibus tienen que trans-
portar grandes cargas (como un símbolo del embarazo de la
madre), como cuando la velocidad y el funcionamiento ade-
cuado son su mayor interés (símbolos de la eficiencia fálica).
La posición favorita del niño en la cancha de fútbol indica sus
particulares relaciones con los otros niños en el lenguaje sim-
bólico del ataque, la defensa, la habilidad o incapacidad para
competir, para desempeñarse con éxito, para adoptar un rol
masculino, etc. La locura por los caballos de algunas niñas señala
sus deseos autoeróticos primitivos (si su placer se encuentra
circunscr ípto al movimiento rítmico sobre el caballo); a su
identificación con la tarea protectora de la madre (si lo que
disfruta especialmente es el atender al bienestar del caballo);
a su envidia del pene (si se identifica con el grande y poderoso
animal y 10 trata como si fuera una parte de su propio cuerpo) ;
a sublimaciones fálicas (si su ambición consiste en dominar al
caballo, en exhibir sus habilidades al montarlo, etcétera).
La conducta de los niños con respecto a la comida revela
mucho más al observador entrenado que una simple "fijación
en la fase oral", con la que se relaciona comúnmente a la
mayoría de los displaceres ante ciertos alimentos y en la cual
el apetito exagerado hasta la gula es la manifestación que más
obviamente la representa. Examinando en detalle la conducta
infantil son notorios también otros elementos por igual de signi-
ficativos. Sobre todo, dado que los desarreglos con respecto a
la alimentación son trastornos del desarrollo 6 relacionados con
fases particulares y con los niveles de desarrollo del ello y
del yo, su observación y discriminación detallada llena a la
perfección el cometido como señal indicadora de los desniveles
de la conducta.
6 Véase el capítulo V.
23
Aún quedan por analizar las manifestaciones dentro del
área de la vestimenta, de la que se puede extraer valiosa orien-
tación. Es bien sabido que el exhibicionismo puede trasladarse
del cuerpo hacia las ropas, apareciendo superficialmente como
una actitud vanidosa. Si está reprimida, la reacción es opuesta
y se manifiesta como negligencia en el vestir. Una sensibilidad
exagerada con respecto al material para vestimenta que es
rígido y "pincha" indica un erotismo reprimido de la piel. En
las niñas, el disgusto ante su anatomía se revela por la manera
con que evitan las ropas femeninas, los volados, los adornos,
o si no, como lo opuesto: un deseo excesivo por ropas osten-
tosas y caras.
Esta multitud de actitudes, atributos y reacciones se ma-
nifiesta abiertamente en la vida diaria del niño, dentro del ho-
gar, en la escuela o en todo lugar que el observador elija. Dado
que cada uno de estos elementos se encuentra relacionado ge-
néticamente con el derivado específico del impulso del cual
se originaron, permiten la deducción de formulaciones directas
partiendo desde la conducta del niño, en relación con los con-
flictos e intereses que juegan un papel central en la parte
oculta de su mente.
De hecho, existe tal cantidad de datos relacionados con la
conducta que pueden utilizarse provechosamente, que los ana-
listas de niños deben evitar la confusión que determinan. Por
un lado este tipo de deducciones no son aptas para su empleo
terapéutico o, para expresarlo con mayor claridad, son inútiles
desde el punto de vista terapéutico. Fundamentar con ellas las
interpretaciones simbólicas, equivaldría a ignorar las defensas
del yo contrapuestas a los contenidos inconscientes; estosig-
nifica incrementar las ansiedades del paciente y endurecer sus
resistencias, para cometer en corto término el error técnico de
omitir la interpretación analítica propiamente dicha.
En segundo lugar, la extensión de este insight no debe
sobrevalorarse. Al lado de elementos de conducta que nos resul-
tan claros, existe una multitud de otras motivaciones que se
derivan, no de una fuente específica e invariable, sino a veces
de uno u otro impulso subyacente sin que estén relacionadas
específicamente con ninguno de ellos. Por consiguiente, sin el
análisis estas formas de conducta no son concluyentes.
El yo bajo observación
Dentro de los campos estudiados y con el solo empleo de
los métodos descriptos anteriormente, el observador directo
se encuentra en notoria desventaja comparado con el analista,
pero con la inclusión de la psicología del yo en la tarea psico-
analítica su situación mejora decisivamente. Por cuanto el yo
24
y el superyó son estructuras conscientes e inequívocas, la obser-
vación superficial se convierte en un instrumento de explora-
ción idóneo que colabora en la investigación de lo profundo.
No existe controversia alguna en cuanto al empleo de la
observación directa, fuera de la sesión analítica, con respecto
a la esfera libre de conflictos del yo, es decir, los distintos apa-
ratos del yo para la percepción y recepción de estímulos. A pesar
de que el resultado de sus funciones es de primordial impor-
tancia para la internalización, identificación y formación del
superyó, por ejemplo, para procesos que son accesibles sola-
mente durante el trabajo analítico, el observador externo puede
medirlos, así como el nivel de maduración que han alcanzado.
Aun más, en lo que respecta a las funciones del yo, el ana-
lista logra similares satisfacciones tanto por medio de la ob-
servación interna como externa de la condición analítica. Por
ejemplo, el control del yo sobre las funciones motrices y el
desarrollo del lenguaje por parte del niño, pueden evaluarse a
través de la simple observación superficial. La memoria se
mide por medio de tests en cuanto a su eficiencia y extensión,
mientras que se requiere la investigación analítica para medir
su dependencia del principio del placer (para recordar lo pla-
centero y olvidar lo desagradable). La integridad o las defi-
ciencias de esta prueba de la realidad se revelan en la conducta.
La función de síntesis, por otra parte, no es aparente y su daño
debe determinarse mediante el análisis, excepto en los casos
de fallas graves y notorias.
La observación directa o superficial y la exploración ana-
lítica o de profundidad se complementan también en relación
con aspectos vitalescomo las distintas formas de funcionamiento
mental. El descubrimiento de un proceso primario y secunda-
rio (el primero gobierna al mecanismo del sueño y la formación
de síntomas y el segundo el pensamiento consciente y racional)
se debe, por supuesto, a la investigación analítica. Pero una vez
establecidos y descriptos, la diferencia entre ambos procesos
puede determinarse rápidamente, por ejemplo mediante la ob-
servación extraanalítica de niños en su segundo año de vida,
o de púberes y adolescentes con inclinaciones delictivas. En
estas dos situaciones infantiles se pueden observar rápidas al-
ternancias entre estos dos tipos de funcionamiento: en los perío-
dos de calma mental la conducta es gobernada por los procesos
secundarios, pero cuando algún impulso (de satisfacción sexual,
de agresión, de posesión, etc.) se vuelve urgente, son los pro-
cesos primarios de funcionamiento quienes toman el control.
Finalmente, existen campos donde la observación directa,
en contraste con la exploración analítica, es el método de elec-
ción. Las limitaciones al análisis 7 están determinadas, en parte,
7 Véase también Heinz Hartmann (1950 a).
25
por los medios de comunicación que se encuentran a dísposición
del niño, y en parte por lo que hay de recuperable en la trans-
ferencia analítica adulta y que puede utilizarse para la re-
construcción de las experiencias infantiles. Aun más importante
que ese enunciado es la carencia de un camino que conduzca
desde el análisis hasta el período preverbal. En años recientes,
la observación directa en esta área ha ampliado el conocimiento
del analista con respecto a la relación madre-hijo y al impacto
que las influencias ambientales producen en el niño durante
su primer año de vida. Es necesario destacar que las variadas
formas de la angustia inicial por la separación se detectaron por
vez primera en los internados, casas cuna, hospitales, etc., y
no en las sesiones analíticas. Estos insights hablan a favor del
método de observación directa. Por otra parte, conviene re-
cordar que los observadores no lograron ninguno de estos ha-
llazgos sino después de haber sido entrenados analíticamente,
y que hechos vitales, como la secuencia del desarrollo de la
libido y los complejos infantiles, a pesar de sus derivados ma-
nifiestos, no fueron detectados por los partidarios de la obser-
vación directa antes de ser reconstruidos a través del trabajo
analítico.
También existen otras áreas, en donde la observación di-
recta, los estudios longitudinales y el análisis de niños trabajan
en estrecha colaboración. Puede obtenerse una mayor cantidad
de información si los cuidadosos registros de la conducta en
la época infantil se comparan posteriormente con los resultados
de la observación analítica del antiguo bebé, ahora infante; o
si el análisis del niño pequeño sirve como introducción para
un estudio longitudinal detallado de la conducta manifiesta.
Constituye otra ventaja el hecho de que en tales experimentos
la aplicación de los dos métodos -el analítico en oposición al
de la observación directa- sirve para determinar su necesaria
evaluación,"
8 Véanse a este respecto los estudios realizados por Ernst y Ma-
rianne Kris en el Child Study Center, Yale University, E.U.A., y en la
Hampstead Child-Therapy Clinic, Londres, Inglaterra.
26
11
LAS RELACIONES ENTRE EL ANALISIS DE NI~OS
y EL DE ADULTOS
LOS PRINCIPIOS TERAPEUTICOS
Aunque las diferencias entre el análisis de niños 1 y el de
adultos se hicieron notorias de manera gradual, los analistas de
niños no se apresuraron a proclamar su independencia de los
procedimientos técnicos clásicos. Por el contrario, la tendencia
definida que se seguía, normalmente, consistía en enfatizar la
similitud o cuasi-identidad de los dos procesos.
Era casi una cuestión de prestigio para los analistas que
también administraban tratamiento a los niños, sostener que los
principios terapéuticos 2 eran idénticos a los que se utilizaban
en el análisis de adultos. Referidos al análisis de niños, estos
principios involucraban:
1. no hacer uso de autoridad y eliminar, en la medida de
lo posible, la sugestión como un elemento del trata-
miento;
2. descartar la abreaccíón como un instrumento terapéutico;
3. mantener la manipulación (manejo) de los pacientes
en un nivel mínimo, es decir, interferir solamente en
la vida del niño cuando existen influencias de naturaleza
lesiva o potencialmente traumática (seductivas);
4. considerar como legítimos instrumentos del proceso te-
1 Todo lo que en esta obra expongo acerca del análisis de niños,
se refiere solamente al método con el cual estoy relacionada y no a nin-
guna otra técnica, teoría o variedad derivada de aquél.
2 Véase Edward Bibring (1954).
27
rapéutico al análisis de la resistencia y de la transfe-
rencia y a la interpretación del material inconsciente.
Con la técnica del análisis de niños gobernada por estas
consideraciones, los profesionales podían sentirse satisfechos
de que no hubiera mejor definición para sus actos que la em-
pleada en el análisis clásico: analizar las resistencias del yo
antes que el contenido del ello, permitiendo el libre movimiento
entre el ello y el yo de la labor de interpretación a medida
que se va obteniendo el material; accionar desde la superficie
hacia lo profundo; ofrecerse como objeto de transferencia para
la revivificación e interpretación de fantasías y actitudes in-
conscientes; analizar, en la medida de lo posible, los impulsos
en estado de frustración, evitando así que sean actuados y sa-
tisfechos; esperar que disminuya la tensión no a través de
una catarsis sino mediante el material que surge desde el nivel
de funcionamiento de los procesos primarios hasta los procesos
secundarios del pensamiento; en suma, vertiendo el contenido
del ello en el contenido del yo.
LAS TENDENCIAS CURATIVAS
Aun si el análisis de niños fuera idéntico al de adultos en
relación con los principios que regulan el manejo de la si-
tuación, ambos permanecen distintos en lo que concierne a
otras condiciones terapéuticas básicas. De acuerdo con una
feliz formulación de E. Bibring (1937), el psicoanálisis de adul-
tos debe su buen resultado terapéutico a la liberación de ciertas
fuerzas que normalmente están presentes dentro de la estruc-
tura de la personalidad y que actúan espontáneamente para
lograr la curación. Estas "tendencias curativas", como las de-
nomina ese autor, se activan bajo la influencia del tratamiento
en beneficio del análisis, y están representadas por .las ape-
tencias innatas del paciente, tendientes a completar su desarro-
llo, a obtener satisfacción de los impulsos y a repetir expe-
riencias emocionales; por su preferencia hacia la normalidad;
por su capacidad para asimilar e integrar experiencias y por
proyectar en los objetos parte de su propia personalidad.
Es precisamente en todos estos aspectos que los niños di-
fieren de los adultos, y estas diferencias afectan necesariamente
a las reacciones terapéuticas que experimentan los dos tipos
tratados. El paciente neurótico adulto anhela aquella normali-
dad que le ofrece posibilidades de placer sexual y de éxitos
profesionales, mientras que para el niño "la curación" no le
causa placer ya que presupone adaptarse a una realidad desagra-
dable, renunciar a una inmediata realización de sus deseos y
a las gratificaciones secundarias. Las tendencias del adulto a
28
repetir experiencias emocionales, que son importantes para el
establecimiento de la transferencia, se complican en el niño por
su marcado interés en experiencias nuevas y en nuevas relacio-
nes objetales. Los procesos de asimilación e integración, de
gran utilidad durante la fase de elaboración, son neutralizados
en el niño por el énfasis puesto por la "adecuación del yo" sobre
mecanismos opuestos tales como la negación, proyección, aisla-
miento y desdoblamiento del yo. La apetencia de gratificar el
impulso -que explica las periódicas oleadas provenientes del
ello y que es indispensable para la producción de material en
general- es tan pronunciadaen el niño que se convierte en
un obstáculo y no en una ventaja, durante su análisis. En efecto,
el psicoanálisis de niños recibiría poca ayuda por parte de las
fuerzas curativas, si no fuera por una excepción que restaura
el equilibrio. Por definición y debido a los procesos de madu-
ración, la apetencia por completar el desarrollo es muchísimo
más marcada durante la inmadurez que en ninguna otra etapa
posterior de la vida. En el adulto neurótico, la libido y la agre-
sión, simultáneamente con lascontracatexis oponentes, están
atrapadas en su sintomatología; la energía instintiva nueva, tan
pronto como se produce, es forzada en la misma dirección. Por
el contrario, la incompleta personalidad del niño permanece
en un estado de fluidez. Los síntomas que sirven para solucio-
nar conflictos en un determinado nivel de desarrollo, resultan
completamente inútiles en la fase siguiente y son abandonados.
Las energías libidinal y agresiva están en continuo movimiento
y más fácilmente dispuestas que en los adultos, a circular a
través de los nuevos canales abiertos por la terapia analítica.
Así, donde la patología no es demasiado severa, el analista de
niños con frecuencia se pregunta, después de la satisfactoria
terminación de un tratamiento, hasta qué punto la mejoría es
el resultado de las medidas terapéuticas o en qué medida se
debe a los procesos de maduración y a los progresos espontáneos
del desarrollo.
TECNICA
Comparados con problemas tan esenciales, las discutidas
diferencias técnicas entre el análisis de adultos y el de niños
aparecen casi como de importancia secundaria. Es de esperarse
que debido a su inmadurez, los niños no posean muchas de las
cualidades y actitudes que en los adultos se consideran indis-
pensables para emplear el tratamiento psicoanalítico: que ca-
rezcan de insight con respecto a sus anormalidades; que por
consiguiente no experimenten el mismo deseo de curarse ni
idéntico tipo de alianza terapéutica; que habitualmente su yo
esté del lado de 'sus resistencias; que no decidan por sí mismos
29
para miciar, continuar o completar el tratamiento; que su
relación con el analista no sea exclusiva, sino que incluya a
los padres, quienes deben sustituir o complementar el yo y
superyó del niño en varios aspectos. Toda descripción del aná-
lisis de niños es aproximadamente sinónimo de los esfuerzos
necesarios para vencer y neutralizar estas dificultades.
La ausencia de asociaciones libres
Las características de la niñez anteriormente mencionadas,
tan importantes como son, juegan un pequeño papel dentro de
las diferencias existentes en la metodología del análisis de
adultos con respecto al de niños, al compararlas con un factor
esencial: la incapacidad o carencia de inclinación del niño para
producir asociaciones libres. Los niños pueden relatar sueños
y ensoñaciones al igual que los adultos, pero en ausencia de
asociaciones libres falta la vía que conduzca con certeza desde
el contenido manifiesto al latente. Pueden comunicarse ver-
balmente, después de hesitaciones iniciales, pero la carencia de
asociaciones libres no les permite traspasar los confines de la
mente consciente. Esta actitud irreconciliable hacia la asociación
libre se encuentra en todos los niños, sea porque no confían
lo suficiente en la fuerza de su yo como para permitir la su;-
presión de la censura, sea porque no confían del todo en los
adultos como para ser completamente honestos con ellos.
En mi opinión, no hemos encontrado a través de los años
una solución para remediar este problema. Los juegos con ju-
guetes, el dibujo, la pintura, la puesta en escena de juegos fan-
tásticos y la actuación en la transferencia han sido aceptados
en reemplazo de las asociaciones libres y, faute de mieux, los
analistas de niños han tratado de convencerse de que consti-
tuyen sustitutos válidos. En realidad esto no es cierto. Una
de las desventajas consiste en que algunos de estos sustitutos
elaboran principalmente material simbólico, cuya interpretación
introduce en el análisis de niños elementos de duda, de incer-
tidumbre y de arbitrariedad. Otra desventaja consiste en que
bajo la influencia de la presión del inconsciente el niño actúa
en vez de verbalizar, lo que infortunadamente limita la si-
tuación analítica. Mientras que la libertad de asociación verbal
es ilimitada siempre que esté restringida la motricidad, este
principio no es válido cuando se producen ciertas acciones mo-
trices dentro o fuera de la transferencia. Cuando el niño pone
en peligro su propia seguridad o la del analista o causa daños
importantes a la propiedad, o trata de seducir o forzar la se-
ducción, el analista no puede evitar su interferencia, a pesar
de su paciencia extrema y de sus mejores intenciones y aun
cuando sabe que podría recoger mucho material de naturaleza
30
vital a través de esa conducta infantil. Las palabras, los pen-
samientos y las fantasías, al igual que los sueños, no influyen
de manera directa en la vida real, pero no sucede lo mismo
con las acciones. Tampoco ayudará prometer a los pequeños
pacientes que podrán liberarse de todas las restricciones du-
rante la sesión analítica y, para hablar con la licencia que se
concede en el análisis de adultos, "que harán lo que quieran".
El niño pronto convencerá al analista de que esa libertad no
es factible y que no se puede mantener una promesa de ese tipo.
Otra diferencia entre las dos técnicas surge por sí sola,
diferencia a la cual no se le ha prestado mucha atención. Mien-
tras que las asociaciones libres parecen liberar las fantasías
sexuales, la libertad de acción -aun relativa- actúa de ma-
nera similar con respecto a las tendencias agresivas. Los niños
fundamentalmente realizan el acting out en la transferencia y,
por consiguiente, la agresión o el aspecto agresivo de sus ten-
dencias pregenitales, que los lleva a agredir, golpear, patear,
escupir y provocar al analista. Técnicamente esto crea dificul-
tades, dado que una parte del valioso tiempo del tratamiento
debe dedicarse a controlar la agresión desencadenada por la
tolerancia analítica inicial. Teóricamente esta relación entre el
acting out y la agresión puede originar una idea errónea acerca
de la proporción entre la libido y la agresión infantiles.
Es un hecho indiscutible, por supuesto, que este acting out
que no es interpretado o cuya interpretación no se acepta, no
resulta beneficioso. A pesar de que es una expresión infantil
normal, no conduce a un insight o a cambios internos, aunque
el criterio opuesto, remanente del período catártico del psico-
análisis, haya persistido en el análisis de niños en varios países,
mucho tiempo después de haber sido abandonado en el análisis
de adultos.
Interpretación y verbalización
El criterio de que la tarea del analista para interpretar el
material inconsciente es la misma en niños que en adultos ne-
cesita corregirse y aclararse aunque, obviamente, es cierto en
un aspecto. También con los niños la finalidad del análisis con-
siste en ampliar el campo consciente sin lo cual no puede au-
mentarse el control del yo. Esta finalidad debe lograrse aun
cuando la ausencia de asociación libre y la intensidad del acting
out obstaculicen la técnica del análisis.
La diferencia entre las dos técnicas no reside entonces en
el objetivo, sino en el tipo de material que se debe interpretar.
En los adultos, el material para analizar ha estado durante lar-
gos períodos bajo los efectos de la represión secundaria, es
decir, que se deben derribar las defensas contra los derivados
31
del ello, que se expulsaron de la conciencia en un determinado
momento. Solamente entonces avanza hacia la interpretación
de los elementos que se hallan bajo represión primaria, que
son preverbales, que nunca han formado parte del yo organi-
zado y que no pueden "recordarse" sino solamente revivirse
dentro de la transferencia. Aunque este procedimiento es idén-
tico para niños mayores, difiere en los más pequeños en quie-
nes la proporción entre los elementos del primero y segundo
tipos, y también el ordende su aparición, se encuentra invertida.
, El yo del niño pequeño es el responsable, durante su des-
arrollo, de dominar, por un lado, su orientación en el mundo
exterior y por el otro, los estados emocionales caóticos que
experimenta; y gana sus victorias y progresa a medida que
comprende esas impresiones, las expresa en pensamientos y
palabras, y las somete a procesos de tipo secundario.
Los niños más pequeños concurren al tratamiento analí-
tico con este desarrollo demorado o incompleto debido a ra-
zones variadas. En ellos, el proceso de interpretación propia-
mente dicho está unido a la verbalización de muchos impulsos
de los que serían capaces de tomar conciencia como tales (por
ejemplo, bajo la represión primaria) pero que no han podido
alcanzar aún el estado yoico, la toma de conciencia ni la ela-
boración secundaria.
Anny Katan :(1961) ha señalado la importancia de estas
verbalizaciones en las etapas primarias del desarrollo e insiste
en que la fecha de formación del superyó depende hasta cierto
punto del período en que el pequeño adquiere la capacidad de
sustituir los procesos secundarios del pensamiento por procesos
primarios; que la verbalización es requisito preyio e indispen-
sable para elaborar los procesos secundarios del pensamiento;
que la verbalización de las percepciones del mundo exterior
precede a la del contenido del ámbito interno, y que esto último
a su vez determina la prueba de la realidad y el control del yo
sobre los impulsos del ello. En efecto, el insight del papel que
juega la verbalización en el desarrollo no es, en modo alguno,
nuevo en las técnicas analíticas; S. Freud lo señala cuando
dice: "el hombre que por primera vez lanzó una palabra de
abuso a su enemigo en lugar de una lanza fue el fundador de
la civilización" (1893, pág. 36) ,;,
Mientras que la verbalización como parte de la interpreta-
ción de lo inconsciente reprimido pertenece al análisis de todas
las edades, la verbalización en el sentido señalado más arriba
juega un papel específico en el análisis de niños muy pequeños
o con retraso, detención o deficiencias graves del desarrollo
del yo.
* Traducción directa de la Standard Edition.
32
Resistencias
Con respecto a la resistencia, resultaron fallidas las esperan-
zas iniciales de que la tarea del analista sería fácil. El inconsciente
del niño no probó estar menos estrictamente separado de lo cons-
ciente que el de los adultos. No se logra con más facilidad la
oleada de derivados del ello hacia la superficie y hacia la sesión
analítica. Por el contrario, las fuerzas que se oponen al análisis
son quizá mayores en los niños que en los adultos.
Las resistencias en el análisis de adultos se reconocen por lo
general relacionadas con los procesos internos o acciones que
las determinan. El yo resiste al análisis para proteger las defen-
sas, sin las cuales el displacer, la ansiedad y el sentimiento de
culpa tendrán que volver a enfrentarse. El superyó se opone a
la licencia concedida por el análisis a pensamientos y fantasías
que pueden amenazar su existencia. Los derivados de los impulsos
dentro o fuera de la transferencia, aunque liberados por el pro-
ceso analítico, actúan como resistencias en contra si son presio-
nados para descargarse a través dela acción en vez de controlarse
una vez que han servido al propósito del insight. El ello mismo
se resiste al cambio puesto que está unido al principio de la re-
petición.
Los niños comparten estas legítimas resistencias con el
adulto, algunas de ellas intensificadas, modificadas y exagera-
das, y agregan además las dificultades y obstáculos específicos
de las situaciones interna y externa de un individuo en desarro-
llo. Se debe tener en cuenta:
1. Que el niño no recurre al análisis por propia voluntad
ni suscribe el contrato con el analista, y por lo tanto
tampoco se siente obligado a aceptar sus reglas.
2. Que el niño no formula criterios sobre ninguna situa-
ción, y entonces la molestia, la tensión y la ansiedad pro-
vocadas por el tratamiento pesan más en su mente que
la idea de un provecho futuro.
3. Que siendo normal para su edad, prefiere actuar y como
resultado el "acting out" domina el análisis, excepto
cuando se trata de niños obsesivos."
4. Que el equilibrio del yo inmaduro es inestable entre las
presiones internas y externas y entonces el niño se siente
más amenazado por el análisis que el adulto y mantiene
sus defensas con mayor rigídez," Este criterio se aplica a
la niñez en general pero se experimenta con mayor in-
tensidad al comienzo de la adolescencia. Para detener
3 Véase más arriba: la acción en lugar de la asociación libre.
4 Véase más arriba: el rechazo de la asociación libre.
33
el aumento de los impulsos de la cercana adolescencia,
el adolescente refuerza sus defensas y por consiguiente
su resistencia al análisis.
5. Que durante el curso de la niñez los métodos más pri-
mitivos de defensa continúan junto a los más elabora-
dos, por lo que la r esist encia del yo está aumentada en
comparación con el adulto.
6. Que habitualmente el yo del niño se une a sus resis-
tencias, y así tiende a desertar del análisis, sobre todo
en aquellas etapas en que aumentan las presiones desde
el material inconsciente o por transferencia negativa
intensa, y lo lograría si no fuera por la decisión y el
apoyo de los padres.
7. Que la necesidad de sobrepasar y rechazar el pasado es
más intensa durante algunas etapas del desarrollo y en-
tonces sus resistencias al análisis fluctúan en concor-
dancia. Un ejemplo es la fase de transición entre el pe-
ríodo edípico y el de latencia. De acuerdo con las impo-
siciones del desarrollo, el pasado infantil se clausura en
este punto, se le vuelve la espalda y queda cubierto
por la amnesia; pero según las reglas del análisis, debe
mantenerse la comunicación con el pasado. De aquí el
choque entre estos dos objetivos. Para el niño neurótico
o con trastornos de otro tipo la necesidad de tratamiento
no disminuye durante esta etapa, pero sí su deseo de
continuarlo.
Lo mismo sucede durante la adolescencia, cuando
el adolescente necesita separarse de los objetos de su
infancia, mientras que el análisis promueve la revivi-
ficación de las relaciones objetales en la transferencia.
El paciente lo experimenta como una amenaza especial
y con frecuencia determina la interrupción abrupta del
tratamiento.
8. Que todos los niños tienden a externalizar los conflictos
internos en batallas con el ambiente, y por ello prefie-
ren las soluciones ambientales a los cambios internos.
Cuando esta defensa predomina, el niño manifiesta una
renuencia absoluta a someterse al análisis, actitud que
a menudo se confunde con una "transferencia negativa"
y que (sin éxito) es interpretado como tal.
En resumen, el analista de niños debe enfrentar muchas
situaciones difíciles en el curso del tratamiento, que ponen a
dura prueba su idoneidad, pero el hecho que más le afecta es
que durante largos períodos del análisis tiene que proseguir
sin el apoyo que significa la alianza terapéutica con el paciente.
34
Transferencia
Como fruto de mi experiencia, de la eliminación de la fase
de introducción (excepto en casos seleccionados) y del empleo
inicial deliberado del análisis de las defensas (Bornstein, 1949)
he modificado mi opinión anterior de que la transferencia en
la niñez estaba restringida a "reacciones transferenciales" úni-
cas y que no alcanzaba por completo el carácter de una "neu-
rosis de transferencia". No obstante, aún no estoy convencida
de que lo que denominamos neurosis de transferencia en los
niños equivalga a la variedad adulta en todos los aspectos. La
solución de este problema es más difícil, pues se encuentra os-
curecida por dos de las particularidades del análisis de niños
mencionadas más arriba: la ausencia de las asociaciones libres
impide que toda la evidencia de la transferencia aparezca en
el material y, debido a la tendencia infantil a actuar en vez
de asociar, la transferencia agresiva es demasiado pronunciada
y oscurece la transferencia libidinal.
Encuanto al tratamiento de adultos, la posición con res-
pecto a la transferencia ha sido tema de controversia en los
últimos años. Algunos de nosotros todavía adherimos a la creen-
cia más ortodoxa de que al comienzo del tratamiento existe
una relación real (médico-paciente) que de manera gradual y
pr ogresiva se deforma a través de elementos regresivos, agresi-
vos y libidinales acoplados que son transferidos desde el pasado
del paciente hacia el analista, y que este proceso continúa hasta
que en la neurosis de transferencia definitivamente establecida,
la relación irrealística sumerge por completo a la real.
Esperamos que se restablezca la primera relación al fina-
lizar el tratamiento, después de separados los elementos infan-
tiles por medio de la interpretación, y después que el fenómeno
de la transferencia haya alcanzado la meta que se propone:
proveer de insight al paciente.
Una opinión más corriente espera poner las manifestaciones
transferenciales en evidencia desde el comienzo del análisis,
con el requisito de interpretarse como tales y no solamente en
comparación con las actitudes realísticas que reemplazan. Desde
que se consideran de primordial importancia, acaban por ocupar
el lugar de casi todas las demás fuentes del material analítico,
y se convierten en el "camino real hacia el inconsciente", un
título de honor que en el pasado estaba reservado a los sueños.
En algunos casos extremos, el compromiso del analista con estos
aspectos del tratamiento es tan grande que corre el riesgo de
olvidar que la transferencia constituye un medio y no un fin
terapéutico.
Considero que este último criterio acerca de la transferencia
está basado en tres presunciones:
35
a) que todo lo que sucede en la estructura de la personali-
dad de un paciente puede analizarse según sus rela-
ciones objetales con el analista;
b) que todos los niveles de las relaciones objetales son
igualmente accesibles a la interpretación, a los que
puede modificar hasta idéntica medida;
e) que la única función de las figuras ambientales es la
de recibir las catexis libidinales y agresivas.
Al examinar estas presunciones a la luz de la experiencia
del analista de niños, quizá puedan aclarar a su debido tiempo
su importancia en los adultos.
El analista de niños como un objeto nuevo
En el análisis de niños más que en el de adultos resulta
obvio que la persona del analista es utilizada de diversas ma-
neras por el paciente.
Como se ha dicho anteriormente," todos los individuos a me-
dida que se desarrollan y maduran sienten la necesidad de
experiencias nuevas que es tan intensa como la apetencia a la
repetición. La primera es parte importante del equipo normal
del niño; no obstante, los problemas neuróticos alteran la ba-
lanza en favor de la segunda. El niño sometido al análisis ve
en el analista un objeto nuevo y lo trata como tal, en tanto exista
una parte sana de su personalidad, y utiliza al analista para
la repetición, es decir, para la transferencia toda vez que su
neurosis u otros trastornos entren a discutirse. Esta doble re-
lación es de difícil manejo para el analista: si acepta la condi-
cíón de objeto nuevo, diferente de los padres, está indudable-
mente interfiriendo con las reacciones transferenciales. Si, en
cambio, ignora o rechaza este aspecto de la relación, desencanta
al pequeño en sus esperanzas que él considera legítimas. Tam-
bién puede ser que el analista interprete ciertos aspectos de la
conducta del niño como transferenciales, lo que en realidad no
es así. Dos de los elementos esenciales del entrenamiento téc-
nico de todos los analistas de niños son aprender a distinguir
esta superposición y a actuar cuidadosamente según los papeles
que le son impuestos.
Este elemento del "objeto nuevo", es decir, de actitudes
hacia el analista que no son el resultado de transferencias, tam-
bién se observa en el análisis de adultos y es útil destacarlas.
Pero la necesidad de experiencias nuevas en el individuo ma-
duro no es tan central ni tan poderosa como en el niño. Cuando
5 Véase el capítulo "Las tendencias curativ-as".
36
esta necesidad es parte integrante de su relación con el ana-
lista, por lo general está al servicio de la función de resistencia.
El analista de niños como objeto de la transferencia
libidinal y agresiva
En relación con la transferencia propiamente dicha y du-
rante el curso del análisis los niños, al igual que los adultos,
repiten y escenifican alrededor de la persona del analista por
medio de la regresión, sus relaciones objetales provenientes
de todos los niveles de su desarrollo. El narcisismo, la fase de
la unidad biológica con la madre, de la satisfacción de las ne-
cesidades, de la constancia objetal, de la ambivalencia, las
fases oral, anal y fálico-edípica, todas contribuyen con ele-
mentos que forman parte de la situación de tratamiento en
un momento determinado, a menudo en un orden invertido,
pero también de acuerdo con el tipo de trastorno, es decir, con
la profundidad de la regresión en que el niño se encuentra al
comenzar el tratamiento. Además de suministrar información
con respecto a los niveles o fases que han tenido un papel im-
portante en la patogénesis individual, cada una de las diversas
tendencias transferidas colorea la situación analítica de una
manera especial. La autosuficiencia narcisista se manifiesta
bajo la forma de una separación del mundo de los objetos, in-
cluido el analista, es decir, como una barrera opuesta al esfuerzo
analítico. Las actitudes simbióticas reaparecen como el deseo
de una completa e ininterrumpida unión con el analista; en
los adultos esto se expresa a menudo con el deseo de ser hipno-
tizado. La re-emergencia de la dependencia anaclítica consti-
tuye una dificultad de carácter especial durante el análisis, y
se disfraza con el deseo de ser ayudado, pero hace recaer toda
la responsabilidad de esa ayuda en la persona del analista. El
paciente !(niño o adulto) por su parte, está pronto a interrumpir
la relación emocional con el analista cuando éste le impone
esfuerzos y sacrificios. El retorno a las actitudes orales reem-
plaza las exigencias del paciente frente al analista, tanto como
el descontento por todo lo que éste le ofrece (en el niño, con
respecto al material para el juego, etc.; en el adulto, con respecto
a la atención que se le brinda); la transferencia de las tenden-
cias anales es la responsable de la obstinación del paciente, la
retención del material, las provocaciones, la hostilidad y los
ataques sádicos que dificultan la tarea del analista, no con las
asociaciones libres del adulto pero sí con el acting out de los
pequeños. La necesidad de ser amado y el temor a la pérdida
del objeto también se transfieren bajo la manifestación de una
sugestibilidad y complacencia hacia el analista; a pesar de su
apariencia superficial positiva, el analista teme a ambas ten-
dencias, y este ' temor es justificado pues son responsables de
37
las falsas mejorías transferenciales. En suma, la pregenitalidad
y las tendencias preed ípicas introducen en la relación de trans-
f eren cia una gama complet a de elementos cuasi "resistentes" y
negativos. Por otro lado están los elementos benefic iosos que
aportan la aparición de transferencias de la constancia objetal
y las actitudes que pertenecen al complejo de Edipo positivo
y negativo, coordinados con el logro alcanzado por el yo de
autoobservación, insight y funcionamiento de los procesos se-
cundarios. Todo esto consolida la alianza terapéutica con el
analista, ayudándola a soportar las vicisitudes del tratamiento.
De acuerdo con el razonamiento anterior, los elementos
preedípicos de la transferencia deben interpretarse antes que los
edípicos, lo que quizá se considere como una variación de la
técnica inicial de Freud, que recomendaba analizar la transfe-
rencia en el punto en que es empleada con propósitos de re-
sistencia. Este criterio es válido, por supuesto, tanto para el
análisis de niños como de adultos.
Para el analista de niños, esta situación explica algunas
de las

Continuar navegando