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, t. ! ANNA FREUD ' i 1, 1; ~ ~,> r', I \ ~I ~ IJ . r ~ I NORMALIDAD .y PATOLOGIA .EN LA NI~EZ Z3~IN Vl N VI~OlOlVd-A~' . aVallV'W~ON biblioteca de psicología profunda editorial paiClós e \ Descarga mas libros en: http://librosdejoe.blogspot.com o busca en la web: librosdejoe http://librosdejoe.blogspot.com/ http://librosdejoe.blogspot.com/ NORMALIDAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA 1. Karen Horney LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE NUESTRO TIEMPO 2. Anna Freud EL YO Y LOS MECANISMOS DE DEFENSA 3. C. G. Jung PSICOLOGIA y RELlGION 4. C. G. Jung PSICOLOGIA y EDUCACION 5. J. C. Flügel PSICOANALlSIS DE LA FAMILIA 6. C. G. Jung LA PSICOLOG IA DE LA TRANSFERENCIA 7. C. G. Jung SIMBOLOS DE TRANSFORMACION 8. C. G. Jung ENERGETICA PSIQUICA y ESENCIA DEL SUEÑO 9. E. Kris PSICOANALlSIS y ARTE 10. C. G. Jung - R. Wi lhelm EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO 11. O. Rank EL MITO DEL NACIMIENTO DEL HEROE 12. C. G. Jung - W. Pauli LA INTERPRETACION DE LA NATURALEZA Y LA PSIQUE 13. E. Neumann ORIGENES E HISTORIA DE LA CONCIENCIA 14. C. G. Jung ARQUETIPOS E INCONSCIENTE COLECTIVO 15. O. Rank EL TRAUMA DEL NACIMIENTO 16. C. G. Jung FORMACIONES DE LO INSCONSCIENTE 17. H. Racker ESTUDIOS SOBRE TECNICA PSICOANALlTICA 18. A. Garma PSICOANALlSIS DEL ARTE ORNAMENTAL 19. L. Grlnberg CULPA y DEPRESION Estudio psicoanalitico 20. A. Garma PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS 21. O. Fenichel TEORIA PSICOANALlTICA DE LAS NEUROSIS 22. Marie Lange r MATERNIDAD y SEXO 23. Harry Guntrip ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD E INTERACCION HUMANA 24. Hanna Segal INTRODUCCION A LA OBRA DE MELANIE KLEIN 25. W. R. Bion APRENDIENDO DE LA EXPERIENCIA 26. E. Jones LA PESADILLA 27. L. Grinberg, M. Langer y E. Rodrigu é PSICOANALlSIS EN LAS AMERICAS El proceso analítico. Transferencia y contratransferenc ia 28. Carlos A. Paz ANALlZAB ILlDAD 29. C. G. Jung PSICOLOGIA y SIMBOLlCA DEL ARQUETIPO 30. A. Garma NUEVAS APORTACIONES AL PSICOANALlSIS DE LOS SUEÑOS 31. Arminda Aberastury APORTACIONES AL PSICOANALlSIS DE NIÑOS 32. A. Garma EL PSICOANALlSIS Teoría, clínica y técnica 33. R. W. White EL YO Y LA REALIDAD EN LA TEORIA PSICOANALlTICA 34. M. Tractenberg LA CIRCUNCiSION Un estudio psicoanalítico sobre las mutilaciones genitales 35. W. Reich LA FUNCION DEL ORGAS MO 36. J. Bleger SIMBiOSIS y AMB IGüEDAD 37. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder EL PACIENTE Y EL ANALISTA 38. M. Abadi y otros LA FASCINACION DE LA MUERTE Panorama, dinamismo y prevención del suicidio 39. Sandor Rada PSICOANALlSIS DE LA CONDUCT A 40 . Anna Freud NORMALIDAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ Volumen 40 ANNA FREUD NORMALIDAD Y PATOLOGIA , EN LA NIÑEZ Evaluación del desarrollo Vers:ión castellana de Humberto Nágera EDITORIAL PAIDOS Buenos Aires · , Título del original inglés: NORMALITY AND PATHOLOGY IN CHILDHOOD Assessments of Development Copyright 1965, by Internatíonal Universities Press , lnc. © 1971 by Arma Freud Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 1;¡' edición, 1973 La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema "Multígraph", mimeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola de- rechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. © Copyright de todas las ediciones en castellano by EDITORIAL PAIDOS S.A.I.C.F. Defensa 599, 3er. piso Buenos Aires INDICE Reconocimientos, 9 Nota del traductor, 10 1. El criterio psicoanalítico de la infancia: en el pasado y el presente, 11 Las reconstrucciones en los análisis de los adultos y sus aplicaciones, 11 El advenimiento del análisis de niños y sus consecuencias, 15 La observación directa al servicio de la psicología psicoa- nalítica del niño, 16 Ir. Las relaciones entre el análisis de niños y el de adultos, 27 Los principios terapéuticos, 27 Las tendencias curativas, 28 Técnica, 29 La dependencia infantil como un factor en el análisis de adultos y niños, 40 El equilibrio entre las fuerzas internas y externas obser- vado por el analista de niños y por el de adultos, 44 lIT La evaluación de la normalidad en la niñez, 49 El descubrimiento temprano de los agentes patógenos: pre- vención y pronóstico, 49 La traslación de los hechos externos a las experiencias internas, 50 Cuatro campos diferentes entre el niño y el adulto, 52 El concepto de las líneas del desarrollo, 54 La regresión como un principio del desarrollo normal, 76 IV. Evaluación de la patología. Parte 1. Algunas consideraciones generales, 89 La evaluación descriptiva y la evaluación metapsicológica, 90 Terminología estática y terminología evolucionista, 93 Criterios para evaluar la severidad de la enfermedad, 96 La evaluación basada en el desarrollo y su significación, 100 La evaluación por medio del tipo de ansiedad y de conflicto, 105 La evaluación por medio de características generales, 107 Un perfil metapsicológico del niño, 110 V. Evaluación de la patología. Parte II. Algunos preestadios infantiles de la psicopatología adulta, 119 Las neurosis infantiles, 119 Los trastornos del desarrollo, 123 Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías diagnósticas en la niñez, 131 La homosexualidad como una categoría diagnóstica en los trastornos de la infancia, 145 Otras perversiones y adicciones como categorías diagnós- ticas en la infancia, 155 VI. Las posibilidades terapéuticas, 167 La terapia psicoanalítica clásica para adultos: su extensión y definición, 168 La terapia psicoanalítica para niños: su fundamento, 170 Conclusiones, 181 BIBLIOGRAFÍA, 183 RECONOCIMIENTOS Puesto que la mayor parte de este libro está basada en las experiencias clínicas obtenidas en los distintos departamentos de la Hampstead Child-Therapy Clinic, tengo una enorme deu- da de gratitud con la señorita Helen Ross, la doctora Muriel Gardiner y el doctor K. R. Eissler por haber establecido, orde- nado y ayudado incansablemente a esta organización y con la Field Foundation, la Foundations Fund for Research in Psy- chiatry, el Freud Centenary Fund, la Grant Foundation, el Flora Haas Estate, la Newland Foundation, la Old Dominion Foundation, el William Rosenwald Family Fund y la Taco- nic Foundation, por el generoso apoyo que han brindado a lo largo de muchos años. Tengo una deuda similar con los analistas y terapeutas de niños de la Clínica por haber puesto a mi disposición el material de análisis obtenido de sus pequeños pacientes. Una sección del libro, "Un perfil metapsicológico del niño" (que figura en el capítulo 4) fue presentada a la consideración del National Institute for Mental Health en Washington, en 1961, como base posible para futuros estudios en la Hampstead Clinic y tal investigación, bajo el título de "Evaluación de la patología infantil" ha sido subvencionada desde entonces por el Public Health Service Grant N9 M-5683, MH (1, 2, 3). Otras secciones, compiladas y completadas para servir a este pro- yecto, son: "El concepto de las líneas del desarrollo" (capítulo 3) y "Asocialidad, delincuencia y criminalidad como categorías diagnósticas en la niñez" (capítulo 5). Las secciones "La evaluación de los trastornos de la ni- ñez" y "El concepto de las líneas del desarrollo" aparecieron como comunicaciones preliminares en The Psychoanalytic Study of the Child, volúmenes XVII y XVIII, mientras que "La regresión como un principio del desarrollo mental" fue publicada en el Bulletin of the Menninger Clinic, vol. XXVII. · A. F. Nota del Traductor He aceptado la responsabilidad de traducir este libro de Anna Freud, como un modesto homenaje de admiración y gra- titud a su persona, de quien he tenido la fortuna de ser discí- pulo y colaborador ya por varios años, en la Hampstead Child- Therapy Clinic and Course (Londres) que ella dirige. Es por esto que tengo la esperanza de que la traducción castellana haga justicia a la edición original inglesa deesta importante contribución al psicoanálisis en general y más es- pecialmente al psicoanálisis de niños. Me resta sólo decir que en el caso de un número limitado de términos he encontrado ciertas dificultades en la traduc- ción por no existir equivalentes en español, tal como sucede, por ejemplo, con el término inglés "toddler". En el caso del término "cathexis", que es usualmente traducido como "carga", he decidido introducir el término "catexis" como una corrup- ción del inglés, dado que "carga" resulta una traducción insa- tisfactoria en muchos contextos. En cuanto a las citas de Sigmund Freud que aparecen en la obra, he utilizado la edición española de sus Obras Completo», traducida por Ballesteros. Citas de otros autores las he tradu- cido directa y libremente del inglés. HUMBERTo NÁGERA I EL CRITERIO PSICOANALITICO DE LA INFANCIA: EN EL PASADO Y EL PRESENTE LAS RECONSTRUCCIONES EN LOS ANALISIS DE LOS ADULTOS Y SUS APLICACIONES Desde el comienzo del psicoanálisis, cuando se determinó que los "histéricos padecen principalmente por causa de sus recuerdos",* los analistas han manifestado más interés en el pasado de sus pacientes que en sus experiencias presentes, y más aún en las etapas de crecimiento y desarrollo que en aquélla de la madurez. Esta preocupación por las primeras experiencias de la vida hizo pensar que se convertirían en expertos especialistas en problemas de la niñez, aun cuando se ocuparan solamente del tratamiento de adultos. Sus conocimientos de los procesos de la evolución mental y su comprensión de la interacción entre las fuerzas externas e internas que forman la personalidad del individuo, permitían suponer que estarían capacitados automáti- camente para entender en todos aquellos casos en que se du- dara del normal funcionamiento de -Ia estabilidad emocional del niño. En lo que respecta a la primera etapa del psicoanálisis, un examen de la bibliografía demuestra que muy poco se hizo, concretamente, para confirmar estas esperanzas. En aquella época, los esfuerzos se dedicaron totalmente a la búsqueda de información y a perfeccionar la técnica que ponía al descu- bierto nuevos hechos, tales como la secuencia de las fases del desarrollo de la libido (oral, anal, fálica), el complejo de * Véase Breuer y Freud, "On the Psychical Mechanism of Hysteri- cal Phenomena: Preliminary Communication" (1893). Standard Edition, vol. Ir, pág. 7. 11 Edipo y el de castración, la amnesia infantil, etcétera. Puesto que estos importantes descubrimientos tuvieron origen en de- ducciones efectuadas en el análisis de adultos, el método de "reconstruir" los acontecimientos de la infancia se estimaba suficiente, y era empleado coherentemente para obtener los da- tos que constituyen el núcleo de la psicología psicoanalítica del niño en el momento presente. Por otra parte, después de una o dos décadas de ese tra- bajo, algunos analistas se aventuraron más allá de la obtención de datos y comenzaron a aplicar el nuevo conocimiento al campo de la crianza del niño. La tentación de realizar esta ex- periencia resultaba casi irresistible. Los análisis terapéuticos de adultos neuróticos no dejaban ninguna duda sobre la in- fluencia negativa de muchas de las actitudes de los padres y del ambiente, y de acciones tales como la falta de fidelidad en materia sexual, los niveles de exigencias morales excesivamente altos, irrealistas, la severidad o indulgencia extremas, las frus- traciones, los castigos o la conducta seductora. Parecía posible extirpar algunas de estas amenazas de la siguiente generación de niños mediante la educación de los padres y la modificación de las condiciones de crianza, y planear, por lo tanto, lo que se llamó "educación psicoanalítica" que serviría para prevenir la neurosis. Los intentos por alcanzar este objetivo han continuado hasta ahora, a pesar de que algunas veces sus resultados fue- ron confusos y difíciles. Cuando los observamos retrospectiva- mente después de un período de más de 40 años, los considera- mos como una larga serie de ensayos y errores. Mucha de la incertidumbre que acompañaba estos experimentos resultaba inevitable. En aquella época no era posible tener un profundo insight de toda la complicada red de impulsos, afectos, rela- ciones objetales, aparatos del yo, con sus funciones y defensas, internalizaciones e ideales, con las interdependencias recíprocas entre el ello y el yo y las deficiencias resultantes del desarrollo, las regresiones, las angustias, formaciones de compromiso y las distorsiones del carácter. El caudal de conocimientos psicoana- líticos fue en aumento gradual al sumarse cada pequeño des- cubrimiento al efectuado anteriormente. La aplicación de los conocimientos pertinentes a los problemas de crianza y a la prevención de las enfermedades mentales tuvo que efectuarse también paso a paso, siempre siguiendo atenta y lentamente el trabajoso camino. A medida que se realizaban nuevos descu- brimientos de los agentes patógenos en la labor clínica, o se arribaba a ellos mediante cambios e innovaciones en el pen- samiento teórico, eran convertidos en consejos y preceptos para padres y educadores, y llegaban a formar una parte integrante de los conceptos psicoanalíticos para la crianza. La secuencia de estas extrapolaciones es ahora bien co- 12 nocida. Así, en la época en que el psicoanálisis puso gran énfasis en la influencia seductora que ejercía el compartir el lecho de los padres y en las consecuencias traumáticas de presen- ciar las relaciones sexuales entre ellos, se les aconsejó que evitaran la intimidad física con sus hijos y también realizar el acto sexual en presencia aun de los más pequeños. Cuando se comprobó en el análisis de adultos que vedar el acceso a la información sexual era responsable de muchas inhibiciones inte- lectuales, se aconsejó brindar una completa información se- xual desde una edad temprana. Cuando al buscar la causa de los síntomas histéricos, la frigidez, la impotencia, etcétera, se los vinculó con las prohibiciones y las consiguientes represiones del sexo en la niñez, la educación basada en el psicoanálisis in- cluyó en su programa una actitud permisiva y benévola en relación con las manifestaciones de sexualidad pregenital in- fantil. Cuando la nueva teoría de los instintos definió que tam- bién la agresión es un instinto básico, se aconsejó que la tole- rancia se extendiera a las tempranas manifestaciones de violenta hostilidad del niño, a los deseos agresivos y de muerte mani- festados contra padres y hermanos, etcétera. Cuando se reco- noció que la ansiedad jugaba un papel primordial en la for- mación sintomática, se hicieron todos los esfuerzos posibles para tratar de disminuir el temor de los hijos frente a la au- toridad de los padres. Cuando se demostró que al sentimiento de culpabilidad correspondía un determinado grado de tensión de las estructuras internas, la respuesta fue una eliminación de todas aquellas medidas educacionales que conducían a la formación de un superyó severo. Cuando el nuevo punto de vista estructural de la personalidad responsabilizó al yo del mantenimiento del equilibrio interno, se destacó la necesidad de propiciar en el niño el desarrollo de fuerzas en el yo lo suficientemente intensas como para resistir las presiones de los instintos. Finalmente, en la época actual, cuando las investigaciones analíticas se dirigen hacia los acontecimientos iniciales del primer año de vida destacando su importancia, estos insights específicos son traducidos en nuevas y, en algunos aspectos, revolucionarias técnicas para el cuidado de los niños. Este lento y elaborado proceso hizo que la educación psico- analítica careciese de sistematización. Más aún, sus preceptos cambiaban de dirección continuamente enfatizando en un prin- cipio la libre expresión de los instintos, más tarde la fortaleza del yo, para luego insistir nuevamente en la normalidad de las relaciones libidinales. En esta incesante búsqueda de los agentes patógenos y de las medidas preventivas, siempre pa- recía queel último descubrimiento analítico prometía una mejor y definitiva solución de los problemas. . De los consejos dados a los padres durante todos estos años, 13 unos eran coherentes entre sí; otros resultaban contradictorios y mutuamente excluyentes y algunos de ellos demostraron ser mucho más beneficiosos de lo esperado. Así por ejemplo, la educación psicoanalítica cuenta entre sus éxitos la mayor co- municación y confianza entre padres e hijos, a las cuales se llegó gracias a la que la educación sexual se había iniciado con mayor honestidad. Otra victoria se obtuvo respecto de la terquedad y el negativismo de los primeros años que des- aparecieron casi completamente tan pronto como fueron re- conocidos los problemas de la fase anal, y el control de los esfínteres comenzó a plantearse no tan precozmente ni con tanto rigor como en épocas anteriores. También ciertos trastornos re- lacionados con la alimentación infantil dejaron de existir des- pués que los problemas alimentarios y del destete fueron mo- dificados para adecuarlos más apropiadamente con las necesi- dades orales. Asimismo, al quedar atenuados los conflictos en relación con la masturbación, la succión de los dedos y otras actividades autoeróticas, fueron resueltas algunas perturbacio- nes del sueño (por ejemplo, las dificultades para conciliarlo). Por otra parte, no faltaron desilusiones y sorpresas. Fue algo inesperado comprobar que hasta las informaciones sexuales mejor planteadas y formuladas con las palabras más simples no eran inmediatamente aceptadas por los niños, y que se afe- rraban persistentemente a lo que tuvimos que reconocer como sus propias teorías sexuales, en las cuales se traduce la genita- lidad adulta en los términos adecuados de oralidad, analidad, violencia y mutilación. Igualmente inesperado resultó el hecho de que la desaparición de los conflictos acerca de la masturba- ción tenían, además de sus consecuencias beneficiosas, algunos efectos colaterales indeseables en la formación del carácter, al eliminar problemas que, a pesar de 'sus aspectos patógenos, servían también como campo de entrenamiento moral (Lampl- de Groot, 1950). Sobre todo, librar al niño de la ansiedad re- sultó una tarea imposible. Los padres dieron 10 mejor de sí mismos tratando de disminuir el temor que inspiraban a los hijos, para encontrarse con que lo que estaban logrando era aumentar los sentimientos de culpabilidad de éstos, es decir, el miedo exagerado del niño en relación con su propia con- ciencia. Por otra parte, cuando se atenuaba la severidad del superyó, se producía en los niños la más profunda de todas las ansiedades, es decir, la ansiedad de los seres humanos que se sienten sin protección frente a la presión de sus instintos. Resumiendo: a pesar de numerosos avances .parcíales, la educación psicoanalítica no logró convertirse en el instrumento profiláctico que todos esperábamos. Es cierto que los niños que crecieron bajo su influencia son en muchos aspectos dife- rentes de las generaciones anteriores, pero no están más libres de ansiedad o de conflicto, y por consiguiente no menos ex- 14 I¡ puestos a sufrir de trastornos neuróticos u otras formas de enfermedades mentales. En realidad, esto no hubiera debido sorprendernos si no fuese que en algunos autores el optimismo y el entusiasmo por el trabajo profiláctico predominó sobre la aplicación estricta de los principios psicoanalíticos. De acuerdo con estos últimos, no existe la posibilidad de la "prevención de la neurosis". La división misma de la perso- nalidad en ello, yo y superyó se nos presenta con una estruc- tura psíquica en la cual cada parte tiene sus derivaciones, sus alianzas, sus fines y su modo de funcionamiento específi- cos. Por definición, las distintas fuerzas psíquicas se encuen- tran en conflicto entre sí, lo cual da lugar a los desajustes in- ternos que se manifiestan en nuestra mente consciente como conflictos mentales. Estos últimos existen, por consiguiente, donde quiera que el desarrollo de la estructura de la persona- lidad alcanza un cierto grado de complejidad. Naturalmente que hay casos en que "la educación psicoanalítica" ayuda al niño a encontrar soluciones adecuadas que contribuyen a su salud mental; pero también existen muchos otros en los que los desajustes internos no pueden prevenirse, convirtiéndose luego en el punto de partida de distintas manifestaciones de desarrollo patológico. EL ADVENIMIENTO DEL ANALISIS DE NIÑOS Y SUS CONSECUENCIAS Algunas dudas e incertidumbres que imperaban en este campo se desvanecieron mediante la aplicación del psicoaná- lisis de niños, que de esta manera se acercó así un poco más al ideal fijado desde su comienzo: un servicio de especialistas en niños. Con la ·aparición del psicoanálisis infantil surgió una fuente complementaria de material para el desarrollo de una psicología psicoanalítica de la niñez y para la integración de los dos tipos de información, directa y reconstruida, que con- virtió así a esta disciplina en una tarea sumamente provechosa: al mismo tiempo que la reconstrucción de los sucesos' de la infancia a través del análisis de los adultos conservaba su lugar, se añadieron las reconstrucciones de los análisis de los niños mayores y los hallazgos de los análisis de los niños en edades más tiernas. Pero el análisis de niños aportó mucho más. Ade- más de estudiar las "interacciones entre el ambiente concreto del niño y el desarrollo de sus capacidades", facilitó el estudio "de una gran cantidad de información de carácter íntimo con- cerniente a la vida del niño", de manera tal que "las fantasías de éste así como sus experiencias diarias se hicieron accesibles a la observación". No todos .estos datos eran exclusivos; algunos eran ya familiares a los educadores y observadores analítica- 15 mente orientados, pero la entrevista analítica con los mnos y el uso adecuado de la información por el especialista prove- yeron el contexto en el que las ensoñaciones y los temores nocturnos, los juegos y otras creaciones expresivas del niño se hicieron comprensibles en su exacta posición dentro del devenir de su experiencia diaria en el hogar y en la escuela, y fueron definidos en una forma mucho más concreta que nunca.' Afor- tunadamente, en el análisis del niño pequeño, los complejos infantiles y las perturbaciones que éstos crean en sus mentes son todavía accesibles a la observación directa y no alejados de la mente consciente por obra de la amnesia o de la distorsión debida a recuerdos encubridores. El ajustado y prolongado estudio de la niñez basado en el análisis de niños le ofrece al especialista analítico un criterio sobre el desarrollo de la personalidad, que difiere sutilmente del de los colegas que conocen al niño sólo a través del análisis de adultos. Los analistas de niños, por consiguiente, no solamente ofrecen confirmaciones de ciertas proposiciones analíticas, como se esperaba que hicieran desde el principio, sino que también ayudan a decidir en aquellos casos en que "se han propuesto hipótesis alternativas por los métodos reconstructivos"; 2 y pue- den intentar cambiar, con éxito, el énfasis puesto erróneamente en determinadas cuestiones y en corregir ciertos puntos de vista (véase A. Freud, 1951). Además, como espero demostrarlo posteriormente, el analista hace su propia contribución a la metapsicología y a la teoría de la terapia psicoanalítica. LA OBSERVACION DIRECTA AL SERVICIO DE LA PSICOLOGIA PSICOANALITICA DEL NIÑO En sus escritos teóricos, los analistas tardaron cierto tiem- po para llegar a la conclusión de que la psicología psicoanalítica (y especialmente la psicología psicoanalítica del niño) "no está limitada a lo que puede descubrirse mediante el empleo del método psicoanalítico" (Heinz Hartmann, 1950 a). No fue así en el terreno práctico. Inmediatamente después de la pu- blicación de los Tres ensayos sobre una teoría sexual (S. Freud, 1905), la primera generación de analistas comenzó a hacer observaciones e informar sobre la conducta de sus pacientes en relacióncon detalles tales como la sexualidad infantil, el complejo de castración y el de Edipo. Algunos maestros y asis- tentes sociales (maestros jardineros, maestros de primaria y 1 Estas referencias provienen de Ernst Kris (1950, pág. 28); véase también Ernst Kris (1951). 2 Ernst Kris (1950), refiriéndose a un trabajo de Robert Waelder (1936) . 16 encargados de delincuentes y criminales juveniles) trabajaban en este sentido en las décadas de 1920 y 1930, mucho antes de que estos estudios llegaran a abordarse en forma sistemática, tal como aconteció después de la Segunda Guerra Mundial." No obstante, en lo referente a la observación fuera de la situación psicoanalítica, el analista que está acostumbrado a trabajar con material reprimido e inconsciente tiene que sobre- ponerse a ciertas dudas antes de desplazar su interés hacia la conducta manifiesta. En este sentido, puede resultar útil el recordar de qué manera se han desarrollado a través de los años las relaciones entre el psicoanálisis y la observación di- recta.' El interrogante de si la observación directa superficial de la mente puede penetrar dentro de la estructura, funciona- miento y contenido de la personalidad, ha sido contestado en diferentes épocas de distintas maneras, pero de modo cada vez más positivo, especialmente en cuanto concierne al insight de la evolución del niño. Aunque no puede rastrearse una secuen- cia histórica clara, existen numerosos aspectos y factores que de modo consecutivo o simultáneo han sido importantes a este respecto. La exclusiva concentración del analista en las motivaciones inconscientes ocultas En los inicios del trabajo psicoanalítico y antes de la apli- cación del análisis de niños, existía una fuerte tendencia a mantener el carácter negativo y hostil de las relaciones entre el análisis y las observaciones superficiales directas. Era aquélla la época del descubrimiento del inconsciente y del desarrollo gradual del método psicoanalítico, factores ambos que se en- contraban íntimamente ligados entre sí. La tarea de los pio- neros analíticos consistía más en remarcar la diferencia entre la conducta observable y 10s impulsos ocultos que en señalar las similitudes, y lo que es aun más importante, en confirmar, ante todo, la existencia de esas motivaciones inconscientes ocul- tas. Todavía más, este trabajo debía llevarse a cabo a pesar de la oposición de un público que se negaba a aceptar la existencia de un inconsciente al cual la conciencia no tiene libre acceso, o la posibilidad de que ciertos factores pueden influir en la mente sin que estén expuestos a la observación. Los legos tendían a confundir las trabajosas interpretaciones del material que ocurren durante el proceso analítico con una supuesta ca- s Véase Bernfe1d, Aichhorn, Atice Balint, A. Freud, así como las numerosas publicaciones en el Zeítschríft für psychoanalytísche Piida- gogik. Viena, Internationa1er Psychoana1ytischer Verlag, 1927-1937. 4 Véase también Heinz Hartmann (1950 a). 17 pacidad sobrenatural para descubrir los más recónditos se- cretos de un desconocido por medio de una simple mirada, creen- cia en la que persistían a pesar de todas las aseveraciones en sentido contrario. El analista depende de su laborioso y lento método de observación, y sin él no irá más allá que un bacte- riólogo que, privado de su microscopio, pretende ver los ba- cilos a simple vista. Los psiquiatras clínicos olvidaban un poco las diferenciacio- nes, por ejemplo, entre la manifiesta violación sexual de una niña por su padre psicótico y las tendencias inconscientes la- tentes del complejo de Edipo, al referirse al primero y no al segundo como un "hecho freudiano". En un recordado caso crí- minal," un juez llegó a utilizar la ubicuidad de los deseos de muerte de los hijos en contra de sus padres como parte de la acusación, sin tener en cuenta la existencia de las alteraciones mentales que pueden convertir los impulsos inconscientes y reprimidos en una intención consciente y descargarse en acción. Los psicólogos académicos por su parte trataron de verifi car o negar la validez del complejo de Edipo por medio de inves- tigaciones y cuestionarios, es decir, utilizando métodos que por su misma naturaleza son incapaces de franquear las barreras que median entre el consciente y el inconsciente y de llegar así a descubrir en los adultos el sedimento de la represión de los impulsos emocionales de la infancia. Tampoco se hallaba la nueva generación de analistas de ese período totalmente exenta de la tendencia a confundir el contenido del inconsciente con sus derivados manifiestos. Por ejemplo, en los cursos sobre la interpretación de los sueños una de las tareas más difíciles para los profesores, que persistió durante años, fue demostrar la diferencia entre el contenido latente y el manifiesto de un sueño; que el deseo inconsciente no aparece en el contenido manifiesto sin antes disfrazarse me- diante una elaboración onírica, y que el contenido consciente es representativo del contenido oculto solamente de manera in- directa. Aun más; en su ansiedad por traspasar los límites de lo consciente y de cubrir el espacio existente entre la superficie y lo profundo, muchos analistas trataron de descubrir, por me- dio del estudio de las manifestaciones superficiales, a los que experimentan impulsos inconscientes específicos, o fantasías in- cestuosas o sadomasoquistas, angustia de castración, deseos de muerte, etc., intento que en aquella época no era factible y por consiguiente originaba conclusiones erróneas. No es sorprendente, entonces, que en estas condiciones todos los estudiantes de psi- coanálisis fueran aconsejados en contra del método de obser- vación superficial, enseñándoseles a no eludir el proceso de desenvolvimiento de las represiones del paciente y a desintere- (; El caso Halsmann. 'véase S. Freud (1931). 18 sarse de métodos que solamente podían constituir una amenaza contra la tarea principal del profesional, consistente en per- feccionar la técnica analítica. , Los derivados del inconsciente como material para la observación Con el transcurso del tiempo, el aporte de nuevos descu- brimientos y factores importantes contribuyó a modificar la firme actitud que existía hacia la observación superficial. Des- pués de todo, lo que el analista explora con el propósito de intervenir terapéuticamente no es el inconsciente mismo sino sus derivados. El medio analítico contiene, por supuesto, los elementos necesarios que incitan y favorecen a la producción de estos derivados mediante el completo relajamiento al que el paciente se somete; 'la suspensión de sus facultades críticas que posibilitan las asociaciones libres; la eliminación del movi- miento, que permite verbalizar aun los impulsos más peligrosos sin ningún riesgo; el ofrecimiento del analista para recibir la transferencia de sus experiencias, etcétera. A pesar de que con estas disposiciones técnicas los derivados del inconsciente apa- recen en mayor número 'Y se manifiestan con una secuencia más ordenada, las eclosiones del inconsciente profundo y las in- cursiones en el consciente no ocurren sólo durante las sesiones analíticas. En cuanto el analista se apercibe de esta presencia constante, opta por incluirlas también como "material". En los adultos, encontramos los lapsus verbales, los actos fallidos y sintomáticos que revelan impulsos preconscientes o inconscien- tes; los símbolos oníricos y los sueños típicos cuyo contenido oculto se puede develar sin necesidad de laboriosas interpreta- ciones. En los niños, más fácilmente aún, encontramos los sim- ples sueños de realización que revelan los deseos subyacentes; también las ensoñaciones conscientes, que nos informan con muy poca distorsión sobre su desarrollo libidinal. Las fantasías he- roicas o de rescate constituyen ejemplos que demuestran que el niño ha alcanzado la cumbre de sus impulsos masculinos; el romance familiar y las fantasías que lo acompañan (Dorothy Burlingham, 1952) que caracterizan el proceso de desilusión del niño conrespecto a sus padres, en el período de latencia; las fantasías de recibir castigos físicos que evidencian la fijación sadomasoquista de la fase anal en la sexualidad infantil. Siempre existieron analistas dispuestos más que otros a utilizar estos signos tal como se manifiestan para arribar al contenido inconsciente. Incidentalmente esto los puede limitar como terapeutas, ya que la facilidad con que interpretan tales indicadores suele tentarlos a continuar su tratamiento sin una colaboración total del paciente y a tomar atajos hacia el íncons- 19 ciente ignorando las resistencias; en definitiva, aplicando un procedimiento que se opone a la mejor tradición del psicoaná- lisis. Pero esta intuición para lo inconsciente -que puede con- vertir a un buen analista en un analista "descabellado"- es el atributo más útil del observador analítico quien, por su me- dio, puede utilizar manifestaciones superficiales, áridas y sin interés como material significativo. Los mecanismos de defensa como material de obser vación La imagen que manifiestan los niños y los adultos se hace aun más transparente para el analista cuando extiende su aten- ción desde el contenido del inconsciente y sus derivados (im- pulsos, fantasías, imágenes, etcétera) hacia los métodos em- pleados por el yo para mantenerlos alejados de la conciencia. Aunque estos mecanismos son automáticos y no conscientes en sí mismos, los resultados que producen son manifiestos y fá- cilmente individualizados por el observador. Por supuesto, si la represi:ón es el mecanismo de defensa del yo escudriñado, nada puede observarse en la superficie excepto la ausencia de aquellas tendencias que, de acuerdo con la concepción de normalidad del analista, serían ingredien- tes necesarios de la personalidad. Cuando, por ejemplo, los padres describen a su pequeña hij a como "cariñosa, resignada, dócil",e1 analista observará la notoria ausencia de las exigen- cias, avaricias y agresiones propias de la niñez. En donde los progenitores remarcan el "cariño hacia los bebés" de sus hijos mayores, el analista deberá investigar el destino de los celos ausentes. Cuando un niño es descripto apropiadamente por los padres como "falto de curiosidad y desinterés en cuestiones tales como las diferencias de los sexos, el origen de los bebés, la relación entre los padres", resulta obvio que una batalla in- terna ha tenido lugar con el resultado, entre otros, de la extin- ciónen la mente consciente de una normal curiosidad sexual. Afortunadamente, existen otros mecanismos de defensa que posibilitan lograr al observador resultados más sustanciales. Entre ellos se encuentran en primer término las denominadas formaciones reactivas que, por definición, atraen la atención del observador a la contraparte reprimida de aquello que se exhibe de manera manifiesta. La excesiva preocupación de un niño pequeño "porque su padre tiene que ausentarse por la noche, cuando hay neblina", etcétera, es una clara indicación de la existencia de reprimidos deseos de muerte; como lo es también su ansiosa vigilia nocturna escuchando la respiración de los hermanos que quizá "puedan morir inadvertidamente mientras duermen". Cualidades tales como vergüenza, disgusto y compasión sabemos que el niño llega a adquirirlas como re- 20 sultado de luchas internas contra el exhibicionismo, el placer en la suciedad y la crueldad; la aparición de éstas en la super- ficie son, por consiguiente, un valioso indicador para diagnos- ticar el destino de estos componentes de los impulsos instintivos; De modo similar, las sublimaciones pueden interpretarse con facilidad en los significativos impulsos primitivos de los que son desplazadas. Las proyecciones en los niños pequeños de- muestran su sensibilidad frente a una no deseada multitud de cualidades, actitudes, etcétera. Educados en la experiencia que adquirieron dentro de su profesión, los analistas se manifiestan cada vez más atentos a la aparición de ciertas particulares combinaciones de acti- tudes; es decir, de determinados tipos de personalidad que pueden ser identificados mediante la observación directa y de los que se pueden extraer valiosas deducciones. Estos cauces hacia la comprensión se abrieron paso a través del insight ob- tenido sobre las raíces genéticas del carácter obsesivo, en donde la manifestación de la tendencia al orden, a la limpieza, a la obstinación, a la puntualidad, a la parsimonia, a la indecisión, al atesorar, al coleccionar, etcétera, pone al descubierto las ten- dencias sádico-anales inconscientes, de las que derivan las in- clinaciones anteriormente nombradas. No había razón para su- poner que este particular aspecto, el primero que fue estudiado, sería el único ente comunicante entre la superficie y lo pro- fundo. Pero era razonable esperar "que también otras cuali- dades del carácter se nos muestran como residuos o productos reactivos de determinadas formaciones pregenitales de la libido" (S. Freud, 1932, vol. Il). En efecto, desde la época en que se escribió el pasaje arriba citado, muchas de estas expectativas fueron confirmadas, sobre todo las pertenecientes a tipos de carácter oral y uretral, y es- pecialmente aquéllas relacionadas con los niños. Si un pequeño exhibe fallas tales como insaciabilidad, voracidad, avidez, ape- gamiento, es exigente y egoísta en SUS! relaciones objetales, desarrolla temores de ser envenenado, siente repulsa hacia ciertos alimentos, etc., resulta obvio que el punto crítico en su desarrollo y que amenaza a su progreso, es decir, su punto de fijación, yace en la fase oral. Si exhibe vehementes ambiciones asociadas con una conducta impulsiva, el punto de fijación debe ser localizado en la zona uretral. En todos estos casos, los lazos entre el contenido reprimido del ello y las estructuras manifiestas del yo son tan fijos e inmutables que una simple ojeada de la superficie es suficiente para permitir al analista llegar a conclusiones relacionadas con los hechos y actos pre- sentes o pasados en los, de otro modo, ocultos repliegues de la mente. 21 Items de la conducta infantil como material para observación A través de los años surgió "una creciente concientización apreciativa sobre el valor que la función de los signos y de las señales de la conducta pueden tener para el observador" (Hartmann, 1950 a). Como un derivado del análisis infantil, muchas de las acciones y preocupaciones propias del niño se tornaron comprensibles, de tal manera que cuando se aprecian pueden descifrarse, de la contraparte inconsciente de la cual se derivaron, a su correcta interpretación. La claridad de las for- maciones reactivas ha estimulado a los especialistas analíticos a coleccionar elementos complementarios que tienen iguales e inalterables relaciones fijas con impulsos específicos del ello y sus derivados. Tomando una vez más como punto de partida el hecho de que la tendencia al orden, a la exactitud, a la puntualidad, a la limpieza y la falta de agresividad son indicaciones manifies- tas de pasados conflictos con las tendencias anales, es posible señalar indicadores de conflictos similares en la fase fálica. Estos son la timidez y la modestia, que representan formaciones reac- tivas y como tales son una reversión completa de las tendencias exhibicionistas previas; existe además una conducta descripta comúnmente como bufonada o payasada, que en los análisis se ha revelado como una distorsión del exhibicionismo fálico, con tendencia a lucir desplazada del aspecto positivo del individuo y hacia alguno de sus defectos. La exagerada masculinidad y la agresión ruidosa son sobrecompensaciones que delatan al te- mor subyacente de la castración. Las quejas de maltrato y dis- criminación representan una clara defensa contra los deseos y fantasías propias del carácter pasivo. Cuando el niño se queja de un excesivo aburrimiento, podemos estar seguros que ha re- primido enérgicamente las fantasías masturbatorias e incluso la masturbación misma. El estudio de la conducta infantil durante la enfermedad orgánica también permitearribar a conclusiones con respecto a su estado mental. Un niño enfermo puede tratar de buscar alivio en el medio o evadiéndose a través del sueño; uno u otro tipo de reacción delata algunos aspectos relacionados con el estado de su narcisismo mensurado con la intensidad de su in- terés y su relación con el mundo de los objetos. La sumisión pasiva a las órdenes del médico, aceptando las restricciones de la dieta, del movimiento, etc., que a menudo se atribuye erróneamente a una supuesta madurez, es la resultante del placer regresivo que se experimenta al ser cuidado y atendido mientras se permanece pasivo o bien es un sentimiento de culpa, o sea del significado que el niño le da a su enfermedad aceptán- dola como un castigo que sus actitudes previas han originado y que bien se merece. Cuando un niño enfermo se atiende impa- 22- cientemente a sí mismo como un hipocondríaco, el hecho indica de modo palpable su sentimiento de que su madre no se interesa lo suficiente por él y de encontrarse insatisfecho con la pro- tección y atención que se le brinda. La observación de las actividades infantiles típicas durante los juegos también permite recoger información en cuanto a su mundo interno. Las conocidas ocupaciones sublimadas de pintar, modelar y jugar con agua y arena señalan que el punto de fijación está ubicado hacia las zonas anal y uretral. El desar- mado de los juguetes para tratar de ver lo que tienen adentro delata la curiosidad sexual. Es incluso significativa la manera en que el ,infante juega con sus trenes: sea que su mayor placer se derive de escenificar choques (como símbolo de las relaciones sexuales de los padres), o cuando se concentra preferente- mente en la 'construcción de túneles y vías subterráneas (ex- presando de este modo su interés por el interior del cuerpo humano); sea que sus automóviles y ómnibus tienen que trans- portar grandes cargas (como un símbolo del embarazo de la madre), como cuando la velocidad y el funcionamiento ade- cuado son su mayor interés (símbolos de la eficiencia fálica). La posición favorita del niño en la cancha de fútbol indica sus particulares relaciones con los otros niños en el lenguaje sim- bólico del ataque, la defensa, la habilidad o incapacidad para competir, para desempeñarse con éxito, para adoptar un rol masculino, etc. La locura por los caballos de algunas niñas señala sus deseos autoeróticos primitivos (si su placer se encuentra circunscr ípto al movimiento rítmico sobre el caballo); a su identificación con la tarea protectora de la madre (si lo que disfruta especialmente es el atender al bienestar del caballo); a su envidia del pene (si se identifica con el grande y poderoso animal y 10 trata como si fuera una parte de su propio cuerpo) ; a sublimaciones fálicas (si su ambición consiste en dominar al caballo, en exhibir sus habilidades al montarlo, etcétera). La conducta de los niños con respecto a la comida revela mucho más al observador entrenado que una simple "fijación en la fase oral", con la que se relaciona comúnmente a la mayoría de los displaceres ante ciertos alimentos y en la cual el apetito exagerado hasta la gula es la manifestación que más obviamente la representa. Examinando en detalle la conducta infantil son notorios también otros elementos por igual de signi- ficativos. Sobre todo, dado que los desarreglos con respecto a la alimentación son trastornos del desarrollo 6 relacionados con fases particulares y con los niveles de desarrollo del ello y del yo, su observación y discriminación detallada llena a la perfección el cometido como señal indicadora de los desniveles de la conducta. 6 Véase el capítulo V. 23 Aún quedan por analizar las manifestaciones dentro del área de la vestimenta, de la que se puede extraer valiosa orien- tación. Es bien sabido que el exhibicionismo puede trasladarse del cuerpo hacia las ropas, apareciendo superficialmente como una actitud vanidosa. Si está reprimida, la reacción es opuesta y se manifiesta como negligencia en el vestir. Una sensibilidad exagerada con respecto al material para vestimenta que es rígido y "pincha" indica un erotismo reprimido de la piel. En las niñas, el disgusto ante su anatomía se revela por la manera con que evitan las ropas femeninas, los volados, los adornos, o si no, como lo opuesto: un deseo excesivo por ropas osten- tosas y caras. Esta multitud de actitudes, atributos y reacciones se ma- nifiesta abiertamente en la vida diaria del niño, dentro del ho- gar, en la escuela o en todo lugar que el observador elija. Dado que cada uno de estos elementos se encuentra relacionado ge- néticamente con el derivado específico del impulso del cual se originaron, permiten la deducción de formulaciones directas partiendo desde la conducta del niño, en relación con los con- flictos e intereses que juegan un papel central en la parte oculta de su mente. De hecho, existe tal cantidad de datos relacionados con la conducta que pueden utilizarse provechosamente, que los ana- listas de niños deben evitar la confusión que determinan. Por un lado este tipo de deducciones no son aptas para su empleo terapéutico o, para expresarlo con mayor claridad, son inútiles desde el punto de vista terapéutico. Fundamentar con ellas las interpretaciones simbólicas, equivaldría a ignorar las defensas del yo contrapuestas a los contenidos inconscientes; estosig- nifica incrementar las ansiedades del paciente y endurecer sus resistencias, para cometer en corto término el error técnico de omitir la interpretación analítica propiamente dicha. En segundo lugar, la extensión de este insight no debe sobrevalorarse. Al lado de elementos de conducta que nos resul- tan claros, existe una multitud de otras motivaciones que se derivan, no de una fuente específica e invariable, sino a veces de uno u otro impulso subyacente sin que estén relacionadas específicamente con ninguno de ellos. Por consiguiente, sin el análisis estas formas de conducta no son concluyentes. El yo bajo observación Dentro de los campos estudiados y con el solo empleo de los métodos descriptos anteriormente, el observador directo se encuentra en notoria desventaja comparado con el analista, pero con la inclusión de la psicología del yo en la tarea psico- analítica su situación mejora decisivamente. Por cuanto el yo 24 y el superyó son estructuras conscientes e inequívocas, la obser- vación superficial se convierte en un instrumento de explora- ción idóneo que colabora en la investigación de lo profundo. No existe controversia alguna en cuanto al empleo de la observación directa, fuera de la sesión analítica, con respecto a la esfera libre de conflictos del yo, es decir, los distintos apa- ratos del yo para la percepción y recepción de estímulos. A pesar de que el resultado de sus funciones es de primordial impor- tancia para la internalización, identificación y formación del superyó, por ejemplo, para procesos que son accesibles sola- mente durante el trabajo analítico, el observador externo puede medirlos, así como el nivel de maduración que han alcanzado. Aun más, en lo que respecta a las funciones del yo, el ana- lista logra similares satisfacciones tanto por medio de la ob- servación interna como externa de la condición analítica. Por ejemplo, el control del yo sobre las funciones motrices y el desarrollo del lenguaje por parte del niño, pueden evaluarse a través de la simple observación superficial. La memoria se mide por medio de tests en cuanto a su eficiencia y extensión, mientras que se requiere la investigación analítica para medir su dependencia del principio del placer (para recordar lo pla- centero y olvidar lo desagradable). La integridad o las defi- ciencias de esta prueba de la realidad se revelan en la conducta. La función de síntesis, por otra parte, no es aparente y su daño debe determinarse mediante el análisis, excepto en los casos de fallas graves y notorias. La observación directa o superficial y la exploración ana- lítica o de profundidad se complementan también en relación con aspectos vitalescomo las distintas formas de funcionamiento mental. El descubrimiento de un proceso primario y secunda- rio (el primero gobierna al mecanismo del sueño y la formación de síntomas y el segundo el pensamiento consciente y racional) se debe, por supuesto, a la investigación analítica. Pero una vez establecidos y descriptos, la diferencia entre ambos procesos puede determinarse rápidamente, por ejemplo mediante la ob- servación extraanalítica de niños en su segundo año de vida, o de púberes y adolescentes con inclinaciones delictivas. En estas dos situaciones infantiles se pueden observar rápidas al- ternancias entre estos dos tipos de funcionamiento: en los perío- dos de calma mental la conducta es gobernada por los procesos secundarios, pero cuando algún impulso (de satisfacción sexual, de agresión, de posesión, etc.) se vuelve urgente, son los pro- cesos primarios de funcionamiento quienes toman el control. Finalmente, existen campos donde la observación directa, en contraste con la exploración analítica, es el método de elec- ción. Las limitaciones al análisis 7 están determinadas, en parte, 7 Véase también Heinz Hartmann (1950 a). 25 por los medios de comunicación que se encuentran a dísposición del niño, y en parte por lo que hay de recuperable en la trans- ferencia analítica adulta y que puede utilizarse para la re- construcción de las experiencias infantiles. Aun más importante que ese enunciado es la carencia de un camino que conduzca desde el análisis hasta el período preverbal. En años recientes, la observación directa en esta área ha ampliado el conocimiento del analista con respecto a la relación madre-hijo y al impacto que las influencias ambientales producen en el niño durante su primer año de vida. Es necesario destacar que las variadas formas de la angustia inicial por la separación se detectaron por vez primera en los internados, casas cuna, hospitales, etc., y no en las sesiones analíticas. Estos insights hablan a favor del método de observación directa. Por otra parte, conviene re- cordar que los observadores no lograron ninguno de estos ha- llazgos sino después de haber sido entrenados analíticamente, y que hechos vitales, como la secuencia del desarrollo de la libido y los complejos infantiles, a pesar de sus derivados ma- nifiestos, no fueron detectados por los partidarios de la obser- vación directa antes de ser reconstruidos a través del trabajo analítico. También existen otras áreas, en donde la observación di- recta, los estudios longitudinales y el análisis de niños trabajan en estrecha colaboración. Puede obtenerse una mayor cantidad de información si los cuidadosos registros de la conducta en la época infantil se comparan posteriormente con los resultados de la observación analítica del antiguo bebé, ahora infante; o si el análisis del niño pequeño sirve como introducción para un estudio longitudinal detallado de la conducta manifiesta. Constituye otra ventaja el hecho de que en tales experimentos la aplicación de los dos métodos -el analítico en oposición al de la observación directa- sirve para determinar su necesaria evaluación," 8 Véanse a este respecto los estudios realizados por Ernst y Ma- rianne Kris en el Child Study Center, Yale University, E.U.A., y en la Hampstead Child-Therapy Clinic, Londres, Inglaterra. 26 11 LAS RELACIONES ENTRE EL ANALISIS DE NI~OS y EL DE ADULTOS LOS PRINCIPIOS TERAPEUTICOS Aunque las diferencias entre el análisis de niños 1 y el de adultos se hicieron notorias de manera gradual, los analistas de niños no se apresuraron a proclamar su independencia de los procedimientos técnicos clásicos. Por el contrario, la tendencia definida que se seguía, normalmente, consistía en enfatizar la similitud o cuasi-identidad de los dos procesos. Era casi una cuestión de prestigio para los analistas que también administraban tratamiento a los niños, sostener que los principios terapéuticos 2 eran idénticos a los que se utilizaban en el análisis de adultos. Referidos al análisis de niños, estos principios involucraban: 1. no hacer uso de autoridad y eliminar, en la medida de lo posible, la sugestión como un elemento del trata- miento; 2. descartar la abreaccíón como un instrumento terapéutico; 3. mantener la manipulación (manejo) de los pacientes en un nivel mínimo, es decir, interferir solamente en la vida del niño cuando existen influencias de naturaleza lesiva o potencialmente traumática (seductivas); 4. considerar como legítimos instrumentos del proceso te- 1 Todo lo que en esta obra expongo acerca del análisis de niños, se refiere solamente al método con el cual estoy relacionada y no a nin- guna otra técnica, teoría o variedad derivada de aquél. 2 Véase Edward Bibring (1954). 27 rapéutico al análisis de la resistencia y de la transfe- rencia y a la interpretación del material inconsciente. Con la técnica del análisis de niños gobernada por estas consideraciones, los profesionales podían sentirse satisfechos de que no hubiera mejor definición para sus actos que la em- pleada en el análisis clásico: analizar las resistencias del yo antes que el contenido del ello, permitiendo el libre movimiento entre el ello y el yo de la labor de interpretación a medida que se va obteniendo el material; accionar desde la superficie hacia lo profundo; ofrecerse como objeto de transferencia para la revivificación e interpretación de fantasías y actitudes in- conscientes; analizar, en la medida de lo posible, los impulsos en estado de frustración, evitando así que sean actuados y sa- tisfechos; esperar que disminuya la tensión no a través de una catarsis sino mediante el material que surge desde el nivel de funcionamiento de los procesos primarios hasta los procesos secundarios del pensamiento; en suma, vertiendo el contenido del ello en el contenido del yo. LAS TENDENCIAS CURATIVAS Aun si el análisis de niños fuera idéntico al de adultos en relación con los principios que regulan el manejo de la si- tuación, ambos permanecen distintos en lo que concierne a otras condiciones terapéuticas básicas. De acuerdo con una feliz formulación de E. Bibring (1937), el psicoanálisis de adul- tos debe su buen resultado terapéutico a la liberación de ciertas fuerzas que normalmente están presentes dentro de la estruc- tura de la personalidad y que actúan espontáneamente para lograr la curación. Estas "tendencias curativas", como las de- nomina ese autor, se activan bajo la influencia del tratamiento en beneficio del análisis, y están representadas por .las ape- tencias innatas del paciente, tendientes a completar su desarro- llo, a obtener satisfacción de los impulsos y a repetir expe- riencias emocionales; por su preferencia hacia la normalidad; por su capacidad para asimilar e integrar experiencias y por proyectar en los objetos parte de su propia personalidad. Es precisamente en todos estos aspectos que los niños di- fieren de los adultos, y estas diferencias afectan necesariamente a las reacciones terapéuticas que experimentan los dos tipos tratados. El paciente neurótico adulto anhela aquella normali- dad que le ofrece posibilidades de placer sexual y de éxitos profesionales, mientras que para el niño "la curación" no le causa placer ya que presupone adaptarse a una realidad desagra- dable, renunciar a una inmediata realización de sus deseos y a las gratificaciones secundarias. Las tendencias del adulto a 28 repetir experiencias emocionales, que son importantes para el establecimiento de la transferencia, se complican en el niño por su marcado interés en experiencias nuevas y en nuevas relacio- nes objetales. Los procesos de asimilación e integración, de gran utilidad durante la fase de elaboración, son neutralizados en el niño por el énfasis puesto por la "adecuación del yo" sobre mecanismos opuestos tales como la negación, proyección, aisla- miento y desdoblamiento del yo. La apetencia de gratificar el impulso -que explica las periódicas oleadas provenientes del ello y que es indispensable para la producción de material en general- es tan pronunciadaen el niño que se convierte en un obstáculo y no en una ventaja, durante su análisis. En efecto, el psicoanálisis de niños recibiría poca ayuda por parte de las fuerzas curativas, si no fuera por una excepción que restaura el equilibrio. Por definición y debido a los procesos de madu- ración, la apetencia por completar el desarrollo es muchísimo más marcada durante la inmadurez que en ninguna otra etapa posterior de la vida. En el adulto neurótico, la libido y la agre- sión, simultáneamente con lascontracatexis oponentes, están atrapadas en su sintomatología; la energía instintiva nueva, tan pronto como se produce, es forzada en la misma dirección. Por el contrario, la incompleta personalidad del niño permanece en un estado de fluidez. Los síntomas que sirven para solucio- nar conflictos en un determinado nivel de desarrollo, resultan completamente inútiles en la fase siguiente y son abandonados. Las energías libidinal y agresiva están en continuo movimiento y más fácilmente dispuestas que en los adultos, a circular a través de los nuevos canales abiertos por la terapia analítica. Así, donde la patología no es demasiado severa, el analista de niños con frecuencia se pregunta, después de la satisfactoria terminación de un tratamiento, hasta qué punto la mejoría es el resultado de las medidas terapéuticas o en qué medida se debe a los procesos de maduración y a los progresos espontáneos del desarrollo. TECNICA Comparados con problemas tan esenciales, las discutidas diferencias técnicas entre el análisis de adultos y el de niños aparecen casi como de importancia secundaria. Es de esperarse que debido a su inmadurez, los niños no posean muchas de las cualidades y actitudes que en los adultos se consideran indis- pensables para emplear el tratamiento psicoanalítico: que ca- rezcan de insight con respecto a sus anormalidades; que por consiguiente no experimenten el mismo deseo de curarse ni idéntico tipo de alianza terapéutica; que habitualmente su yo esté del lado de 'sus resistencias; que no decidan por sí mismos 29 para miciar, continuar o completar el tratamiento; que su relación con el analista no sea exclusiva, sino que incluya a los padres, quienes deben sustituir o complementar el yo y superyó del niño en varios aspectos. Toda descripción del aná- lisis de niños es aproximadamente sinónimo de los esfuerzos necesarios para vencer y neutralizar estas dificultades. La ausencia de asociaciones libres Las características de la niñez anteriormente mencionadas, tan importantes como son, juegan un pequeño papel dentro de las diferencias existentes en la metodología del análisis de adultos con respecto al de niños, al compararlas con un factor esencial: la incapacidad o carencia de inclinación del niño para producir asociaciones libres. Los niños pueden relatar sueños y ensoñaciones al igual que los adultos, pero en ausencia de asociaciones libres falta la vía que conduzca con certeza desde el contenido manifiesto al latente. Pueden comunicarse ver- balmente, después de hesitaciones iniciales, pero la carencia de asociaciones libres no les permite traspasar los confines de la mente consciente. Esta actitud irreconciliable hacia la asociación libre se encuentra en todos los niños, sea porque no confían lo suficiente en la fuerza de su yo como para permitir la su;- presión de la censura, sea porque no confían del todo en los adultos como para ser completamente honestos con ellos. En mi opinión, no hemos encontrado a través de los años una solución para remediar este problema. Los juegos con ju- guetes, el dibujo, la pintura, la puesta en escena de juegos fan- tásticos y la actuación en la transferencia han sido aceptados en reemplazo de las asociaciones libres y, faute de mieux, los analistas de niños han tratado de convencerse de que consti- tuyen sustitutos válidos. En realidad esto no es cierto. Una de las desventajas consiste en que algunos de estos sustitutos elaboran principalmente material simbólico, cuya interpretación introduce en el análisis de niños elementos de duda, de incer- tidumbre y de arbitrariedad. Otra desventaja consiste en que bajo la influencia de la presión del inconsciente el niño actúa en vez de verbalizar, lo que infortunadamente limita la si- tuación analítica. Mientras que la libertad de asociación verbal es ilimitada siempre que esté restringida la motricidad, este principio no es válido cuando se producen ciertas acciones mo- trices dentro o fuera de la transferencia. Cuando el niño pone en peligro su propia seguridad o la del analista o causa daños importantes a la propiedad, o trata de seducir o forzar la se- ducción, el analista no puede evitar su interferencia, a pesar de su paciencia extrema y de sus mejores intenciones y aun cuando sabe que podría recoger mucho material de naturaleza 30 vital a través de esa conducta infantil. Las palabras, los pen- samientos y las fantasías, al igual que los sueños, no influyen de manera directa en la vida real, pero no sucede lo mismo con las acciones. Tampoco ayudará prometer a los pequeños pacientes que podrán liberarse de todas las restricciones du- rante la sesión analítica y, para hablar con la licencia que se concede en el análisis de adultos, "que harán lo que quieran". El niño pronto convencerá al analista de que esa libertad no es factible y que no se puede mantener una promesa de ese tipo. Otra diferencia entre las dos técnicas surge por sí sola, diferencia a la cual no se le ha prestado mucha atención. Mien- tras que las asociaciones libres parecen liberar las fantasías sexuales, la libertad de acción -aun relativa- actúa de ma- nera similar con respecto a las tendencias agresivas. Los niños fundamentalmente realizan el acting out en la transferencia y, por consiguiente, la agresión o el aspecto agresivo de sus ten- dencias pregenitales, que los lleva a agredir, golpear, patear, escupir y provocar al analista. Técnicamente esto crea dificul- tades, dado que una parte del valioso tiempo del tratamiento debe dedicarse a controlar la agresión desencadenada por la tolerancia analítica inicial. Teóricamente esta relación entre el acting out y la agresión puede originar una idea errónea acerca de la proporción entre la libido y la agresión infantiles. Es un hecho indiscutible, por supuesto, que este acting out que no es interpretado o cuya interpretación no se acepta, no resulta beneficioso. A pesar de que es una expresión infantil normal, no conduce a un insight o a cambios internos, aunque el criterio opuesto, remanente del período catártico del psico- análisis, haya persistido en el análisis de niños en varios países, mucho tiempo después de haber sido abandonado en el análisis de adultos. Interpretación y verbalización El criterio de que la tarea del analista para interpretar el material inconsciente es la misma en niños que en adultos ne- cesita corregirse y aclararse aunque, obviamente, es cierto en un aspecto. También con los niños la finalidad del análisis con- siste en ampliar el campo consciente sin lo cual no puede au- mentarse el control del yo. Esta finalidad debe lograrse aun cuando la ausencia de asociación libre y la intensidad del acting out obstaculicen la técnica del análisis. La diferencia entre las dos técnicas no reside entonces en el objetivo, sino en el tipo de material que se debe interpretar. En los adultos, el material para analizar ha estado durante lar- gos períodos bajo los efectos de la represión secundaria, es decir, que se deben derribar las defensas contra los derivados 31 del ello, que se expulsaron de la conciencia en un determinado momento. Solamente entonces avanza hacia la interpretación de los elementos que se hallan bajo represión primaria, que son preverbales, que nunca han formado parte del yo organi- zado y que no pueden "recordarse" sino solamente revivirse dentro de la transferencia. Aunque este procedimiento es idén- tico para niños mayores, difiere en los más pequeños en quie- nes la proporción entre los elementos del primero y segundo tipos, y también el ordende su aparición, se encuentra invertida. , El yo del niño pequeño es el responsable, durante su des- arrollo, de dominar, por un lado, su orientación en el mundo exterior y por el otro, los estados emocionales caóticos que experimenta; y gana sus victorias y progresa a medida que comprende esas impresiones, las expresa en pensamientos y palabras, y las somete a procesos de tipo secundario. Los niños más pequeños concurren al tratamiento analí- tico con este desarrollo demorado o incompleto debido a ra- zones variadas. En ellos, el proceso de interpretación propia- mente dicho está unido a la verbalización de muchos impulsos de los que serían capaces de tomar conciencia como tales (por ejemplo, bajo la represión primaria) pero que no han podido alcanzar aún el estado yoico, la toma de conciencia ni la ela- boración secundaria. Anny Katan :(1961) ha señalado la importancia de estas verbalizaciones en las etapas primarias del desarrollo e insiste en que la fecha de formación del superyó depende hasta cierto punto del período en que el pequeño adquiere la capacidad de sustituir los procesos secundarios del pensamiento por procesos primarios; que la verbalización es requisito preyio e indispen- sable para elaborar los procesos secundarios del pensamiento; que la verbalización de las percepciones del mundo exterior precede a la del contenido del ámbito interno, y que esto último a su vez determina la prueba de la realidad y el control del yo sobre los impulsos del ello. En efecto, el insight del papel que juega la verbalización en el desarrollo no es, en modo alguno, nuevo en las técnicas analíticas; S. Freud lo señala cuando dice: "el hombre que por primera vez lanzó una palabra de abuso a su enemigo en lugar de una lanza fue el fundador de la civilización" (1893, pág. 36) ,;, Mientras que la verbalización como parte de la interpreta- ción de lo inconsciente reprimido pertenece al análisis de todas las edades, la verbalización en el sentido señalado más arriba juega un papel específico en el análisis de niños muy pequeños o con retraso, detención o deficiencias graves del desarrollo del yo. * Traducción directa de la Standard Edition. 32 Resistencias Con respecto a la resistencia, resultaron fallidas las esperan- zas iniciales de que la tarea del analista sería fácil. El inconsciente del niño no probó estar menos estrictamente separado de lo cons- ciente que el de los adultos. No se logra con más facilidad la oleada de derivados del ello hacia la superficie y hacia la sesión analítica. Por el contrario, las fuerzas que se oponen al análisis son quizá mayores en los niños que en los adultos. Las resistencias en el análisis de adultos se reconocen por lo general relacionadas con los procesos internos o acciones que las determinan. El yo resiste al análisis para proteger las defen- sas, sin las cuales el displacer, la ansiedad y el sentimiento de culpa tendrán que volver a enfrentarse. El superyó se opone a la licencia concedida por el análisis a pensamientos y fantasías que pueden amenazar su existencia. Los derivados de los impulsos dentro o fuera de la transferencia, aunque liberados por el pro- ceso analítico, actúan como resistencias en contra si son presio- nados para descargarse a través dela acción en vez de controlarse una vez que han servido al propósito del insight. El ello mismo se resiste al cambio puesto que está unido al principio de la re- petición. Los niños comparten estas legítimas resistencias con el adulto, algunas de ellas intensificadas, modificadas y exagera- das, y agregan además las dificultades y obstáculos específicos de las situaciones interna y externa de un individuo en desarro- llo. Se debe tener en cuenta: 1. Que el niño no recurre al análisis por propia voluntad ni suscribe el contrato con el analista, y por lo tanto tampoco se siente obligado a aceptar sus reglas. 2. Que el niño no formula criterios sobre ninguna situa- ción, y entonces la molestia, la tensión y la ansiedad pro- vocadas por el tratamiento pesan más en su mente que la idea de un provecho futuro. 3. Que siendo normal para su edad, prefiere actuar y como resultado el "acting out" domina el análisis, excepto cuando se trata de niños obsesivos." 4. Que el equilibrio del yo inmaduro es inestable entre las presiones internas y externas y entonces el niño se siente más amenazado por el análisis que el adulto y mantiene sus defensas con mayor rigídez," Este criterio se aplica a la niñez en general pero se experimenta con mayor in- tensidad al comienzo de la adolescencia. Para detener 3 Véase más arriba: la acción en lugar de la asociación libre. 4 Véase más arriba: el rechazo de la asociación libre. 33 el aumento de los impulsos de la cercana adolescencia, el adolescente refuerza sus defensas y por consiguiente su resistencia al análisis. 5. Que durante el curso de la niñez los métodos más pri- mitivos de defensa continúan junto a los más elabora- dos, por lo que la r esist encia del yo está aumentada en comparación con el adulto. 6. Que habitualmente el yo del niño se une a sus resis- tencias, y así tiende a desertar del análisis, sobre todo en aquellas etapas en que aumentan las presiones desde el material inconsciente o por transferencia negativa intensa, y lo lograría si no fuera por la decisión y el apoyo de los padres. 7. Que la necesidad de sobrepasar y rechazar el pasado es más intensa durante algunas etapas del desarrollo y en- tonces sus resistencias al análisis fluctúan en concor- dancia. Un ejemplo es la fase de transición entre el pe- ríodo edípico y el de latencia. De acuerdo con las impo- siciones del desarrollo, el pasado infantil se clausura en este punto, se le vuelve la espalda y queda cubierto por la amnesia; pero según las reglas del análisis, debe mantenerse la comunicación con el pasado. De aquí el choque entre estos dos objetivos. Para el niño neurótico o con trastornos de otro tipo la necesidad de tratamiento no disminuye durante esta etapa, pero sí su deseo de continuarlo. Lo mismo sucede durante la adolescencia, cuando el adolescente necesita separarse de los objetos de su infancia, mientras que el análisis promueve la revivi- ficación de las relaciones objetales en la transferencia. El paciente lo experimenta como una amenaza especial y con frecuencia determina la interrupción abrupta del tratamiento. 8. Que todos los niños tienden a externalizar los conflictos internos en batallas con el ambiente, y por ello prefie- ren las soluciones ambientales a los cambios internos. Cuando esta defensa predomina, el niño manifiesta una renuencia absoluta a someterse al análisis, actitud que a menudo se confunde con una "transferencia negativa" y que (sin éxito) es interpretado como tal. En resumen, el analista de niños debe enfrentar muchas situaciones difíciles en el curso del tratamiento, que ponen a dura prueba su idoneidad, pero el hecho que más le afecta es que durante largos períodos del análisis tiene que proseguir sin el apoyo que significa la alianza terapéutica con el paciente. 34 Transferencia Como fruto de mi experiencia, de la eliminación de la fase de introducción (excepto en casos seleccionados) y del empleo inicial deliberado del análisis de las defensas (Bornstein, 1949) he modificado mi opinión anterior de que la transferencia en la niñez estaba restringida a "reacciones transferenciales" úni- cas y que no alcanzaba por completo el carácter de una "neu- rosis de transferencia". No obstante, aún no estoy convencida de que lo que denominamos neurosis de transferencia en los niños equivalga a la variedad adulta en todos los aspectos. La solución de este problema es más difícil, pues se encuentra os- curecida por dos de las particularidades del análisis de niños mencionadas más arriba: la ausencia de las asociaciones libres impide que toda la evidencia de la transferencia aparezca en el material y, debido a la tendencia infantil a actuar en vez de asociar, la transferencia agresiva es demasiado pronunciada y oscurece la transferencia libidinal. Encuanto al tratamiento de adultos, la posición con res- pecto a la transferencia ha sido tema de controversia en los últimos años. Algunos de nosotros todavía adherimos a la creen- cia más ortodoxa de que al comienzo del tratamiento existe una relación real (médico-paciente) que de manera gradual y pr ogresiva se deforma a través de elementos regresivos, agresi- vos y libidinales acoplados que son transferidos desde el pasado del paciente hacia el analista, y que este proceso continúa hasta que en la neurosis de transferencia definitivamente establecida, la relación irrealística sumerge por completo a la real. Esperamos que se restablezca la primera relación al fina- lizar el tratamiento, después de separados los elementos infan- tiles por medio de la interpretación, y después que el fenómeno de la transferencia haya alcanzado la meta que se propone: proveer de insight al paciente. Una opinión más corriente espera poner las manifestaciones transferenciales en evidencia desde el comienzo del análisis, con el requisito de interpretarse como tales y no solamente en comparación con las actitudes realísticas que reemplazan. Desde que se consideran de primordial importancia, acaban por ocupar el lugar de casi todas las demás fuentes del material analítico, y se convierten en el "camino real hacia el inconsciente", un título de honor que en el pasado estaba reservado a los sueños. En algunos casos extremos, el compromiso del analista con estos aspectos del tratamiento es tan grande que corre el riesgo de olvidar que la transferencia constituye un medio y no un fin terapéutico. Considero que este último criterio acerca de la transferencia está basado en tres presunciones: 35 a) que todo lo que sucede en la estructura de la personali- dad de un paciente puede analizarse según sus rela- ciones objetales con el analista; b) que todos los niveles de las relaciones objetales son igualmente accesibles a la interpretación, a los que puede modificar hasta idéntica medida; e) que la única función de las figuras ambientales es la de recibir las catexis libidinales y agresivas. Al examinar estas presunciones a la luz de la experiencia del analista de niños, quizá puedan aclarar a su debido tiempo su importancia en los adultos. El analista de niños como un objeto nuevo En el análisis de niños más que en el de adultos resulta obvio que la persona del analista es utilizada de diversas ma- neras por el paciente. Como se ha dicho anteriormente," todos los individuos a me- dida que se desarrollan y maduran sienten la necesidad de experiencias nuevas que es tan intensa como la apetencia a la repetición. La primera es parte importante del equipo normal del niño; no obstante, los problemas neuróticos alteran la ba- lanza en favor de la segunda. El niño sometido al análisis ve en el analista un objeto nuevo y lo trata como tal, en tanto exista una parte sana de su personalidad, y utiliza al analista para la repetición, es decir, para la transferencia toda vez que su neurosis u otros trastornos entren a discutirse. Esta doble re- lación es de difícil manejo para el analista: si acepta la condi- cíón de objeto nuevo, diferente de los padres, está indudable- mente interfiriendo con las reacciones transferenciales. Si, en cambio, ignora o rechaza este aspecto de la relación, desencanta al pequeño en sus esperanzas que él considera legítimas. Tam- bién puede ser que el analista interprete ciertos aspectos de la conducta del niño como transferenciales, lo que en realidad no es así. Dos de los elementos esenciales del entrenamiento téc- nico de todos los analistas de niños son aprender a distinguir esta superposición y a actuar cuidadosamente según los papeles que le son impuestos. Este elemento del "objeto nuevo", es decir, de actitudes hacia el analista que no son el resultado de transferencias, tam- bién se observa en el análisis de adultos y es útil destacarlas. Pero la necesidad de experiencias nuevas en el individuo ma- duro no es tan central ni tan poderosa como en el niño. Cuando 5 Véase el capítulo "Las tendencias curativ-as". 36 esta necesidad es parte integrante de su relación con el ana- lista, por lo general está al servicio de la función de resistencia. El analista de niños como objeto de la transferencia libidinal y agresiva En relación con la transferencia propiamente dicha y du- rante el curso del análisis los niños, al igual que los adultos, repiten y escenifican alrededor de la persona del analista por medio de la regresión, sus relaciones objetales provenientes de todos los niveles de su desarrollo. El narcisismo, la fase de la unidad biológica con la madre, de la satisfacción de las ne- cesidades, de la constancia objetal, de la ambivalencia, las fases oral, anal y fálico-edípica, todas contribuyen con ele- mentos que forman parte de la situación de tratamiento en un momento determinado, a menudo en un orden invertido, pero también de acuerdo con el tipo de trastorno, es decir, con la profundidad de la regresión en que el niño se encuentra al comenzar el tratamiento. Además de suministrar información con respecto a los niveles o fases que han tenido un papel im- portante en la patogénesis individual, cada una de las diversas tendencias transferidas colorea la situación analítica de una manera especial. La autosuficiencia narcisista se manifiesta bajo la forma de una separación del mundo de los objetos, in- cluido el analista, es decir, como una barrera opuesta al esfuerzo analítico. Las actitudes simbióticas reaparecen como el deseo de una completa e ininterrumpida unión con el analista; en los adultos esto se expresa a menudo con el deseo de ser hipno- tizado. La re-emergencia de la dependencia anaclítica consti- tuye una dificultad de carácter especial durante el análisis, y se disfraza con el deseo de ser ayudado, pero hace recaer toda la responsabilidad de esa ayuda en la persona del analista. El paciente !(niño o adulto) por su parte, está pronto a interrumpir la relación emocional con el analista cuando éste le impone esfuerzos y sacrificios. El retorno a las actitudes orales reem- plaza las exigencias del paciente frente al analista, tanto como el descontento por todo lo que éste le ofrece (en el niño, con respecto al material para el juego, etc.; en el adulto, con respecto a la atención que se le brinda); la transferencia de las tenden- cias anales es la responsable de la obstinación del paciente, la retención del material, las provocaciones, la hostilidad y los ataques sádicos que dificultan la tarea del analista, no con las asociaciones libres del adulto pero sí con el acting out de los pequeños. La necesidad de ser amado y el temor a la pérdida del objeto también se transfieren bajo la manifestación de una sugestibilidad y complacencia hacia el analista; a pesar de su apariencia superficial positiva, el analista teme a ambas ten- dencias, y este ' temor es justificado pues son responsables de 37 las falsas mejorías transferenciales. En suma, la pregenitalidad y las tendencias preed ípicas introducen en la relación de trans- f eren cia una gama complet a de elementos cuasi "resistentes" y negativos. Por otro lado están los elementos benefic iosos que aportan la aparición de transferencias de la constancia objetal y las actitudes que pertenecen al complejo de Edipo positivo y negativo, coordinados con el logro alcanzado por el yo de autoobservación, insight y funcionamiento de los procesos se- cundarios. Todo esto consolida la alianza terapéutica con el analista, ayudándola a soportar las vicisitudes del tratamiento. De acuerdo con el razonamiento anterior, los elementos preedípicos de la transferencia deben interpretarse antes que los edípicos, lo que quizá se considere como una variación de la técnica inicial de Freud, que recomendaba analizar la transfe- rencia en el punto en que es empleada con propósitos de re- sistencia. Este criterio es válido, por supuesto, tanto para el análisis de niños como de adultos. Para el analista de niños, esta situación explica algunas de las
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