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UNIFICACION ITALIA Y ALEMANIA

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Marcela Sánchez Villabella
Las Unificaciones de Italia y Alemania
A mediados del siglo diecinueve surgen en Italia y en Alemania movimientos sociales que reclaman la unificación de la nación. A pesar de estar influenciados por el mismo marco político europeo que estaba impregnado por ideas nacionalistas, su configuración política, su realidad social y económica determinaron los diversos caminos que tomaron hacia su unidad.
Italia 
Los pueblos de la península italiana eran muy diferentes en carácter, sociedad, educación y economía. En el Norte existía un sector conservador y una burguesía con características liberales que propugnaba un nacionalismo que estaba en un principio centrado mayormente en su propia región. El Sur tenía una economía basada en la tierra con características feudales y altos niveles de analfabetismo. La unificación, sin embargo, en su larga trayectoria, desde que oficialmente empieza en 1859 hasta su conclusión en 1871, abarco a todo el territorio, puesto que aparte de ser un movimiento nacionalista, lo era también independentista.
Después de las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena oficialmente reestableció las antiguas monarquías italianas. Fue un acuerdo en favor de Austria que gobernó directamente Lombardía y Venecia e indirectamente por intermediario de sus soberanos: Toscana, Módena y Parma. Únicamente tres estados eran independientes: Piamonte-Cerdeña, Nápoles y los Estados Papales. 
El nacionalismo italiano empezó como un movimiento de liberación nacional por sociedades secretas independentistas, entre las cuales estaba Giovane Italia, dirigido por el creador y apologista del nacionalismo, Mazzini. En 1848, cuando los ejércitos austriacos reprimieron las revoluciones reclamando repúblicas independientes en la mayoría de las capitales italianas, se hizo evidente que era necesario el poder de las armas para expulsar a los austriacos y crear un Estado unificado.
 El rey del Piamonte, que había evolucionado hacia el liberalismo lideró la primera guerra de liberación que resultó infructuosa. Consecuentemente, en 1857 se creó la Sociedad Nacional Italiana para liberar a Italia. El primer ministro Cavour se convirtió en el artífice de la estrategia y Luis Napoleón III de Francia que clamaba estar en defensa de los nacionalismos y estaba agradecido al Piamonte por haber participado en la Guerra de Crimea, llegó a un acuerdo para luchar en contra de los austriacos. En el acuerdo de Plombières en 1858, se rehízo el mapa de Italia de acuerdo con sus designios: el Piamonte se extendería a Lombardía, Venecia, Parma, Módena y Romagna. Un reino en el centro de Italia se formaría incluyendo a Toscana, Umbría y los Marche; y el resto del territorio quedaría igual. Francia se quedaría, como compensación, con Saboya y Niza.
Después de las victorias de Francia en Magenta y Solferino y la entrada en Milán. Napoleón decidió hacer una tregua con Austria viendo que la situación se salía de control creando la posibilidad una coalición entre los sectores reaccionarios. En 1859 se firma el Tratado de Villafranca y el Piamonte anexa únicamente Lombardía. Un año después, sin embargo, las regiones de Italia central se unen al nuevo Estado.
La cesión de Saboya y Niza a Francia hizo estallar la ira de los revolucionarios, guiados por el gran militar independentista Garibaldi, que organizó una expedición desde Sicilia y por todo el sur de Italia. Retomando a Gildea fue, “un movimiento que puede ser interpretado como una venganza patriótica por la ‘diplomatización’ de la revolución”[footnoteRef:1]. Éste creó un levantamiento de campesinos de tal fuerza, que finalmente lo llevó a tomar Nápoles y los Estados Papales. Cavour, desbordado trató de controlar a Garibaldi y envió un ejército al centro de Italia. Una confrontación entre campesinos y conservadores iba a estallar pero Garibaldi aceptó entregar el poder al Norte, probablemente para evitar una guerra civil. [1: Robert Gildea, Barricades and Borders: Europe 1800-1914 (Oxford: Oxford University Press, 2003). 193.] 
En 1866, los italianos se unen a Prusia en su guerra en contra de Austria y después de la victoria prusiana, Venecia es cedida a Italia. Como los franceses eran los custodios militares de los Estados Papales, Roma es al final incorporada después de la derrota de Napoleón en la Guerra Franco-Prusiana en 1871. 
En el largo y arduo proceso que fue la unificación italiana, estuvo la estrategia diplomática planificada por Cavour en su primera etapa, pero en la segunda, existió una entusiasta improvisación hecha por los campesinos que incorporó la mitad del territorio. Retomando a Gildea[footnoteRef:2], tal vez no estaba en la mente de Garibaldi llevar a cabo una hazaña de esta magnitud, que teniendo en cuenta las circunstancias de la época, únicamente se hubiera podido llevar a cabo a través de una guerra. [2: Ibid 195.] 
Alemania
Los alemanes vivían en diferentes regiones: en el reino de Prusia, en el Imperio Austriaco y en la Confederación Alemana (una unión de estados sin soberano, cuya institución común era el parlamento de Frankfurt con delegados representativos de los diferentes reinos alemanes). A pesar de vivir en estados separados, la gente tenía una cultura y un nivel de vida relativamente homogéneos. El idioma era el vínculo más importante. El idioma alemán se hablaba, se escribía y se leía y a través de un proceso de comercialización e industrialización, se había desarrollado una clase media urbana que tenía acceso a los periódicos y participaba en sociedades culturales y asociaciones civiles. Se estaba consolidando una cultura común y en el espíritu que vino con el Romanticismo, la idea y el sentimiento nacional estaban echando raíces.
La primera intención de crear un Estado-nación fue hecho por la Confederación durante los años de la revolución (1948-49). Un levantamiento que concentró a liberales, obreros y campesinos pidiendo reformas económicas y sociales y reclamando un Estado constitucional centralizado desestabilizó a las instituciones. Consecuentemente, hubo un esfuerzo para formar una asamblea nacional para la redacción de una constitución, sin embargo, nunca lograron crear un ejecutivo central dotado de una burocracia y un ejército que le diera poder y autoridad. Los gobiernos no estuvieron dispuestos a hacer concesiones en las cuestiones centrales de la unidad alemana y al final grupos extremistas tomaron el poder en la asamblea. Después de este intento frustrado, se hizo evidente en la Confederación Alemana que únicamente Austria y Prusia tenían el poder para llevar a cabo la unificación nacional y su camino era ir con ambos estados para formar la “gran Alemania”, o sólo con Prusia para formar la “pequeña Alemania”.
La cuestión política de la unidad alemana se convirtió en un juego de poder entre y Austria y Prusia, sin embargo, éste último fue ganando poder político y económico. Después de un nuevo intento frustrado promovido por demócratas y liberales, esta vez en Prusia, quedó claro que los conservadores no iban a ceder.
Con la designación de Bismarck como primer ministro en 1862, la unificación se hizo posible gracias a sus maniobras diplomáticas y militares. Prusia derrotó a Dinamarca y después a Austria para incorporar a las provincias alemanas de Schleswig-Holstein. Esto debilitó la posición de Austria y abrió el paso para la solución de la “pequeña Alemania”. El nuevo Estado incluía Prusia, Schleswig-Holstein, Kurhessen, Nassau y Frankfurt y se llamó Nueva Confederación Alemana.
Después de la tensión provocada por Prusia en la candidatura de sucesión de un Hohenzollern, al trono de España, Francia fue a la guerra con Prusia –la guerra Franco-prusiana-. Los estados alemanes del Sur que ya tenían un fuerte sentimiento nacional se unieron a Prusia y Francia fue derrotada perdiendo los territorios Alsacia y Lorena. Como resultado de esto, los estados de habla alemana se incorporaron al naciente Estado. En 1871 la Constitución del Reich fue firmada. Esto fue el logro del conceptode Bismark de “la unificación de Alemania desde arriba”, por medio de la diplomacia y la guerra.
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Norman Davies[footnoteRef:3] en su análisis sobre nacionalismo hace una diferencia entre el nacionalismo iniciado desde “arriba” entre una elite política que proyecta sus valores hacia “abajo” y el nacionalismo popular que empieza desde las raíces de la sociedad, tratando de atraer el apoyo de las masas, antes que tratar de influenciar o derrocar el orden existente. [3: Norman Davies, Europe: a History, (Oxford: Oxford University Press, 1996). 812.] 
Siguiendo este criterio, tanto en Italia como en Alemania, la fuerza que impulso el nacionalismo empezó por las “raíces de la sociedad” con los movimientos revolucionarios de 1848-49. Estos levantamientos fueron liderados en su mayor parte por liberales, un vasto sector de la sociedad que estaba en contra de la elite en el poder: los conservadores. Los liberales no sólo reclamaban la unidad nacional sino reformas políticas y económicas. 
La idea del nacionalismo estaba de fuerte manera vinculada con el nuevo concepto de Estado de la ideología liberal, es decir, una institución que integrara a una nación dentro del marco de un Estado de Derecho. Esto daría a sus miembros una identidad, y un sentido de pertenencia como iguales. Los conservadores en el poder –en el norte de Italia y Alemania- se percataron que esto se había convertido en una necesidad e hicieron concesiones a las condiciones de su época. Otorgaron constituciones y entendieron la fuerza de un Estado unificado.
En la Europa del siglo diecinueve, los estados pequeños dependían de las grandes potencias. Su aquiescencia y apoyo era necesario para modificaciones en territorios y fronteras que pudieran cambiar el statu quo. Austria, Gran Bretaña, Francia, Prusia y Rusia manipulaban a los estados más pequeños a través de la diplomacia y la guerra de acuerdo con sus políticas, pero nunca al grado de crear un desequilibrio de poder entre ellos. Evitaban el conflicto, pero por razones tácticas, provocaron guerras innecesarias. La unificación de Italia y Alemania se logró por este juego de poderes. Los nacionalistas alemanes que tuvieron pocas alternativas ante el poder de Prusia lograron su unificación cuando ésta estuvo de su lado; y las esperanzas de los italianos dependieron del apoyo militar de Francia y Prusia. Cabe destacar como excepción la marcha de Garibaldi que fue una proeza lograda por el apoyo popular.
 Davies, Norman, Europe: a History, Oxford University Press, Oxford 1996.
 Gildea, Robert, Barricades and Borders: Europe 1800-1914, Oxford University Press, Oxford, 2003.
Mann, Golo, The History of Germany since 1788, Sydney, 1996.

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