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E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS: ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA?* BRUCE M. BAGLEY La administración del presidente George W. Bush (2001-2009) sos- tenía al final de su segundo mandato que Estados Unidos estaba "ga- nando" la "guerra contra las drogas" que había durado décadas1. Los úl- timos informes de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas (ONDCP) y del Departamento de Estado indicaban como signos de progreso los records en las incautaciones de cocaína y en la erradicación en Colombia, además del desbaratamiento de las redes de contrabando en Colombia y México. "En el extranjero, los esfuerzos en contra de la droga han reducido poco a poco los canales que traen cocaína a los Estados Unidos" afirmaba la ONDCP en el informe de la Estrategia Nacional contra las Drogas en 2008. Pronunciamientos similares acerca del progreso en la guerra contra las drogas han sido emitidos de manera repetida por casi todos los gobiernos de Estados Unidos desde la admi- nistración Nixon, quien en 1973 afirmaba que Estados Unidos había dado vuelta la página de la adicción y el uso de drogas. En 1990, el "zar antidrogas" William Bennett, opinaba que Estados Unidos estaba en el "camino a la victoria" en cuanto al abuso de las drogas. A comienzos de 2007, la ONDCP indicó que el breve incremento del precio de la cocaí- na era una clara evidencia del "éxito" de la guerra contra las drogas. Sin embargo, en 2007, los estadounidenses, sólo el 4.5% de la pobla- ción mundial, consumían casi el 60% de la producción ilegal de droga. Más aún, en Estados Unidos las drogas ilícitas, incluyendo la marihua- na, la cocaína, la heroína, las metanfetaminas y otras drogas sintéticas * Este texto fue traducido por María Mercedes Gómez. 1 Los datos de la Oficina Política Nacional de Control de Drogas (ONDCP) durante la década de 2000 pueden ser consultados en http://www.whitehousedru- gpolicy.gov E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 284 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 285 como el éxtasis, son, en 2009, más disponibles, más puras y más baratas que hace 25 años. De hecho, a pesar de que en los años recientes en Estados Unidos hubo una cierta disminución en el uso total de drogas, especialmente entre los adolescentes (de 11,6 a 9,8% desde 2002 y una similar reduc- ción en el consumo de marihuana de 8,2% a 6,7%) la tendencia a largo plazo no es positiva. Si se extiende el análisis 15 años atrás, hasta 1992 cuando el índice de consumo de drogas por adolescentes era sólo 5,3% y el de marihuana 3,4%, es claro que a pesar de que ha disminuido un poco en los últimos 5 años, el uso de drogas por adolescentes es hoy casi el doble de lo que era hace 15 años. Sin embargo, los índices de uso de drogas en Estados Unidos no son excepcionalmente altos si se los compara con los de otros países capita- listas desarrollados. Aproximadamente uno de cada quince estadouni- denses de más de 12 años usa actualmente alguna droga ilícita. Este es un dato mucho menor al registrado por ejemplo en Gran Bretaña y es similar al de España. La prevalencia en Estados Unidos y en Europa es más alta entre adolescentes mayores y jóvenes adultos, trepando hasta cerca del 40% de uso entre los estudiantes de último año de secundaria. La mayoría de los estadounidenses que prueba las drogas sólo las usa en contadas ocasiones y después las deja. El típico consumidor de largo plazo fuma marihuana y generalmente deja de hacerlo en algún mo- mento entre los 25 y los 30 años. Lo que estos datos no captan bien es el modelo negativo de compor- tamiento que acompaña el uso de drogas y se traduce en altos costos so- ciales, especialmente en los crímenes por drogas, en los efectos nocivos sobre la salud, en la mortalidad prematura y la pérdida de productividad económica. Estos problemas vinculados a la droga tienden a ser peores en Estados Unidos que en otros países ricos por la cantidad de estado- unidenses que son dependientes de drogas altamente adictivas y caras como la cocaína (en particular el crack), la heroína, y las metanfetami- nas. La marihuana, es por mucho, la droga más ampliamente usada en Estados Unidos, pero produce sólo una pequeña porción de los costos asociados al uso de drogas, en gran medida porque los costos de la ma rihuana son relativamente bajos y su distribución y venta generan bajos niveles comparativos de crimen y violencia. El uso compulsivo de drogas caras y altamente adictivas en Esta dos Unidos es el legado de cuatro grandes "epidemias" de drogas que se desarrollaron en el país durante las últimas cinco décadas. El t érmino "epidemia de drogas" se usa acá para subrayar el hecho de que el uso de drogas es un comportamiento aprendido, transmitido de una persona a otra. En efecto, las pruebas disponibles indican de manera inequívoca que son los amigos o familiares que usan drogas, más que los agresivos proveedores y traficantes los responsables principales de la iniciación al uso de las drogas. En una epidemia de drogas los índices de iniciación en un área determinada suben dramáticamente cuando usuarios nuevos de drogas muy contagiosas inician a amigos y compañeros. Pero al me- nos con la heroína, la cocaína y el crack, los adictos de largo plazo no son especialmente contagiosos. Con frecuencia están socialmente aislados de nuevos usuarios porque revelan los aspectos negativos y las conse- cuencias de la adicción. En la etapa siguiente de la epidemia, usualmen- te durante la década siguiente o en un tiempo menor, se presenta una caída rápida de la iniciación porque disminuye la población susceptible debido a que hay menos personas que no usan drogas o porque la repu- tación de las drogas se empaña debido al mayor conocimiento sobre las consecuencias adversas vinculadas al uso prolongado de un determinado tipo de droga. En la tercera etapa, el número de usuarios dependientes se estabiliza y normalmente disminuye de manera gradual durante los años siguientes. La primera epidemia moderna de drogas en Estados Unidos invo- lucró la heroína. Tuvo un comienzo rápido, a finales de la década de 1970, principalmente en algunas grandes ciudades y con mayor fuerza entre comunidades urbanas negras e hispanas. El retorno de los sol- dados estadounidenses de Vietnam, en donde la heroína era abierta- mente disponible, parece haber sido un factor importante. El número anual de nuevos usuarios de heroína en Estados Unidos tuvo un nivel máximo a comienzos de la década de 1970 y luego cayó en casi el 50% a finales de la década y se mantuvo bajo hasta mediados de la década de 1990 cuando comenzó una nueva epidemia de esa droga. Para muchos usuarios la primera epidemia fue letal y para los que sobrevivieron, las consecuencias de su adicción les generaron severos impedimentos de salud y el impedimento insuperable de conseguir un empleo productivo. La cocaína en polvo fue la fuente de la segunda epidemia de dro- gas en Estados Unidos. Esta epidemia fue más larga y alcanzó un pico más alto que la epidemia de la heroína. Propagada de manera ampliaa través de todas las razas y clases sociales, la iniciación a la cocaína alcanzó su punto máximo a comienzos de la década de 1980 E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 286 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 287 y cayó bruscamente, en casi un 80%, a finales de esa década. La de- pendencia siempre sigue a la iniciación y el uso de la cocaína se hizo más preponderante a mediados de la década en la medida en que el grupo de quienes experimentaban con la droga crecía. El número de usuarios dependientes alcanzó la cima en 1988 y decayó moderada- mente a partir de entonces, durante la década de 1990 y a comienzos de 2000. La tercera epidemia implicó el uso del crack. A pesar de estar clara- mente vinculado con el polvo de cocaína, la epidemia del crack (cocaína fumable) se concentró en las minorías urbanas. El momento del inicio varió según la ciudad. En Los Angeles y Nueva York, por ejemplo, co- menzó alrededor de 1982. En Chicago, en 1988. Sin embargo, en todas las ciudades de Estados Unidos en las que hubo una iniciación de la epi- demia de crack durante la década de 1980, ésta parece haber alcanzado su pico en dos años y parece haber dejado una vez más a la población con un problema de adicción crónico y devastador. La cuarta epidemia importante de drogas que azotó a Estados Uni- dos implicó el uso de metanfetaminas. Esta epidemia se extendió gra- dualmente del oeste al este durante la década de 1990 y comienzos de 2000 y afectó a dos terceras partes del país, principalmente a las regiones en las que la cocaína era menos común. Ya había alcanzado su pico y se había estabilizado en la costa Oeste cuando comenzaba la expansión rápida en los valles de los ríos Mississippi y Ohio a mediados de la dé- cada de 1990. En 2008 todavía no había infectado a la mayor parte de la costa Este. Ha habido otras epidemias (por ejemplo la del éxtasis), pero la he- roína, la cocaína (incluyendo el crack) y las metanfetaminas son respon- sables probablemente del 90% de los costos sociales asociados con el uso de drogas ilícitas en Estados Unidos durante los últimos cincuenta años. Es importante señalar que la caída pronunciada de los precios de la heroína y la cocaína en las calles de Estados Unidos desde finales de la década de 1970 no provocó nuevas epidemias que involucraran esas drogas. La iniciación en las drogas sube cuando los precios bajan, pero cuando una droga adquiere mala reputación es improbable que comien- ce una nueva epidemia, incluso si los precios se mantienen bajos. Un factor importante para la protección contra una nueva explosión de una droga, al menos por unos años, es la información acerca de las conse- cuencias negativas de su uso. I. Balance general de veinticinco años de políticas de control de drogas en Estados Unidos El Gobierno de los Estados Unidos gasta miles de millones de dóla- res por año en el control de las drogas. John Walters, el "zar antidrogas" de la administración Bush, estableció que los gastos federales en contra de las drogas ascendieron a USS 12.5 mil millones en 2006. Este total excluye gastos federales clave como el costo de procesos federales por drogas y encarcelamiento de prisioneros, que para la mayoría de los ana- listas deberían estar incluidos. Dejar esos costos fuera permite a Was- hington asegurar hoy que las políticas antidrogas de Estados Unidos igualan las políticas de reducción de la oferta (la mayoría de persecu- ción) y las políticas de reducción de la demanda (la mayoría de preven- ción y tratamiento). Incluir los gastos federales de los procesos federales y los costos de prisión, sin embargo, aumenta los costos anuales federales contra las drogas a aproximadamente US$ 17 mil millones por año. El Estado y los gobiernos locales en Estados Unidos gastan aún más, así que el total de los costos de la "guerra contra las drogas" ha excedido probablemente los USS 40 mil millones anuales durante los últimos años. El gasto total de la "guerra contra las drogas" en todos los niveles del Gobierno de los Estados Unidos durante los últimos veinticinco años se aproxima a la innecesaria y astronómica suma de US$ 1 billón. ¿Qué tipo de programas de control de drogas funciona, si alguno funciona? ¿Qué programas tienen una mejor relación costo-beneficio? Acá se analizarán los principales elementos o aspectos de las políticas de drogas de Estados Unidos con un énfasis en el control de la demanda en Estados Unidos. Para establecer el contexto de la evaluación de las estrategias de control de la demanda es necesario empezar con un breve repaso y análisis de los programas de control de la oferta en Estados Unidos, incluyendo la erradicación e interdicción. II. Control de la oferta y programas de interdicción La mayoría de los programas antinarcóticos se concentran en la aplicación de las normas coercitivas, especialmente en contra de los vendedores y traficantes. Es interesante que un énfasis similar sea nor- malmente característico de las campañas contra las drogas de los paí- ses con aproximaciones menos prohibicionistas y punitivas, incluyendo Holanda. A pesar de que la erradicación y la sustitución de cultivos en E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 288 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 289 los países de origen y fuera del territorio de Estados Unidos, especial- mente en las repúblicas andinas de Colombia, Perú y Bolivia, reciben el mayor espacio en la cobertura mediática, significan relativamente poco en términos del presupuesto federal de drogas (aproximadamente US$ 1.000 millones en 2006). Los esfuerzos de interdicción; el decomiso de cargamentos de droga y el arresto de "muías" o correos entrando a Estados Unidos, recibe mayores fondos; aproximadamente US$ 3.000 millones en 2006. En la práctica, durante los últimos veinte años, la erradicación, la sustitución de cultivos en los países de origen, o los esfuerzos de inter- dicción no han demostrado capacidad de generar algo más que una re- ducción transitoria del consumo de drogas en los Estados Unidos (o en Europa en este caso). Tampoco ofrecen una promesa de mayor eficiencia en el futuro próximo. Estas políticas se concentran en la desintegración de las fases iniciales de las cadenas de producción y distribución cuando las drogas ilícitas son aún relativamente baratas y fáciles de reemplazar porque hay mucha tierra, trabajo y rutas alternativas disponibles para permitir la adaptación de los traficantes a las políticas y tácticas del Es- tado en contra de las drogas. En efecto, esta desintegración produce incrementos marginales en los costos del cultivo, refinamiento y contra- bando de las drogas ilícitas y no logran que la producción y el tráfico de drogas pierdan la suficiente rentabilidad para desestimular a las organi zaciones criminales transnacionales involucradas. III. La aplicación coercitiva de la ley y encarcelaciones La mayor parte de los recursos para el control de las drogas en Esta- dos Unidos está destinada a la aplicación coercitiva de las leyes que las prohíben. Entre1980 y 1990, se propagó la dependencia de las drogas y se multiplicaron rápidamente las violentas organizaciones de tráfico y mercado a la vez que el número de encarcelaciones por drogas fue de 210.000. Entre 1990 y 2000 los problemas vinculados a la droga co- menzaron a reducirse, pero los encarcelamientos continuaron creciendo a pesar incluso del descenso en los índices de consumo, adicción y crí- menes relacionados con las drogas. Para 2007 la población carcelaria en Estados Unidos era de 2.200.000, la mitad de los cuales lo estaba por delitos vinculados a las drogas, (la mayoría no violentos). La justificación de la severidad de los castigos para los crímenes vinculados a las drogas afirma que los altos índices de encarcelamiento reducirían el uso y los problemas de las drogas. La teoría sostiene que la estricta aplicación de las leyes eleva los riesgos de traficar con drogas y así conduce a muchos traficantes a dejar el negocio. Además hace que los que continúan con el negocio suban los precios por el aumento en los riesgos. Con esta lógica el precio de las drogas ilícitas debería subir. Sin embargo, las tendencias del precio durante los últimos veinticinco años han seguido la dirección opuesta, es decir, han bajado. Por supuesto que es posible que los precios hayan bajado aún más de no haber sido por la masiva aplicación de la ley, como argumentan varios funcionarios. Sin embargo, incluso aceptando esa tesis contra fáctica, observando los inmensos costos que implica el encarcelamiento de tantos estadouni- denses por crímenes no violentos vinculados con la droga, (alrededor de US$ 30.000 a 40.000 por preso por año dependiendo del estado) para muchos analistas es evidente que el crecimiento de las encarcelaciones no es una política de control de drogas con una buena relación costo- beneficio. Más aún, no hay absolutamente ninguna evidencia que apoye la idea de que una más estricta aplicación de la ley haya hecho que la cocaína o cualquier droga sean de más difícil acceso para los estadounidenses. La fracción de estudiantes de secundaria que informan que la cocaína está disponible a pedido ha permanecido estable en 50% durante los últimos veinte años. 85% de los estudiantes de secundaria han afirmado de ma- nera consistente lo mismo en relación con la marihuana. ¿Por qué entonces, frente a una evidencia tan abrumadora de que el énfasis en la aplicación estricta de ley, especialmente en las encarcela- ciones de quienes cometen delitos no violentos vinculados con la droga, no funciona bien y no presenta una buena relación costo-beneficio, el gobierno federal sigue insistiendo en esa estrategia? Cualquier expli- cación adecuada a este dilema requiere que el estudioso incursione en las dinámicas intermésticas2 de la formulación de políticas de drogas en los Estados Unidos contemporáneos. Para decirlo brevemente, se ponen en juego al menos cuatro niveles diferentes de explicación. Primero, es obvio que en la política contra las drogas de Estados Unidos hay un alto grado de dependencia de las decisiones pasadas, esto es, esas decisiones tomadas en el pasado marcan la política presente y hacen que las modi- ficaciones o las desviaciones de la actual estrategia y táctica prohibicio- 2 Con este término se expresa la relación estrecha entre los asuntos domésticos e internacionales producida por la globalización (Nota de! Traductor). E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 290 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 291 nistas y punitivas sean difíciles, sino imposibles, de adoptar por parte de los tomadores de decisión. A pesar de que es posiblemente válida, esta explicación no da res- puesta a la pregunta de por qué el Gobierno de Estados Unidos tomó ese camino particular en primer lugar y por qué es tan difícil de cambiar hoy cuando se está frente a una importante evidencia empírica acerca de que la estrategia no está siendo exitosa en prevenir o reducir sustantiva- mente el uso y abuso de las drogas en la sociedad estadounidense. Una primera aproximación a una explicación más comprehensiva involucra el estudio del trasfondo puritano y religioso que tiene el rechazo al uso de las drogas. La sociedad en Estados Unidos es muy religiosa: todas las sectas protestantes, especialmente los grupos evangélicos, los católicos, los judíos y los musulmanes condenan unánimemente el uso de las dro- gas. Esta condena moral a las drogas pesa mucho en contra de cualquier cambio de aproximación en la política dominante actual anclada en la prohibición y el castigo. Segundo, las casi cinco décadas de epidemias cíclicas de drogas han reforzado de manera decidida el rechazo a las drogas basado en convic- ciones religiosas de la región central de Estados Unidos. El voto de la clase media ha reflejado y reforzado actitudes prohibicionistas rígidas y preferencias políticas de la mayoría de los votantes estadounidenses. En breve, los padres en Estados Unidos creen que sus hijos van a caer en la próxima epidemia de droga y usan su voto para apoyar las políticas prohibicionistas con la esperanza de que sus familias puedan quedar protegidas de tal peligro. Tercero y último, los acuerdos institucionales y electorales del sis- tema político en el cual la totalidad de la Cámara de Representantes (435 miembros) debe ser elegida o reelegida cada dos años, hace que experimentar con alternativas a las actuales políticas punitivas y prohi- bicionistas sea totalmente imposible. Cualquier Representante que de fienda públicamente una política no represiva puede perder la siguiente elección, lo que trunca cualquier posibilidad de incorporar críticas al proceso de elaboración de políticas del Congreso. El hecho de que una tercera parte del Senado (100 miembros por un período de seis años) deba presentarse a elección es también limitante, incluso si lo es un poco menos. El resultado final es que la innovación en las políticas contra las drogas en los niveles nacional o federal es virtualmente imposible e impermeable frente a las evaluaciones hechas sobre bases empíricas que concluyen que las políticas actuales no están funcionando. Al contrario, la política contra las drogas a nivel de los gobiernos estaduales está mucho más inclinada a la innovación. Esto se debe en gran medida al hecho de que los estados, más que el Gobierno Federal, soportan la mayor parte del peso administrativo y los costos derivados de la ejecución de las políticas federales actuales, tales como los encar- celamientos. El resultado es que estados como California, Nueva York y Florida han empezado a experimentar con las políticas de reducción de daños en lugar de las punitivas, en especial para los casos de los crímenes cometidos por jóvenes y sin usar la violencia. Los relativamente nuevos tribunales de drogas que surgieron en varios estados durante las últimas décadas y la Proposición n° 36 de California (que impone tratamiento antes que cárcel para los crímenes no violentos vinculados con la drogas) parecen prometer una reforma a las políticas contra las drogas a nivel de los estados en los próximos años. Presentaremos a continuación algunos de estos nuevos programas. IV. Prevención y educación La Corporación RAND, que estudia los programas de prevención en Estados Unidos, ha encontrado que los programas de prevención son al menos doce veces más eficientes en la reducción del uso de las drogas por parte de los estudiantes de primaria y secundaria por cada dólar gastado que los programas enfocadosen la oferta o los programas de interdicción3. A pesar de estos resultados positivos, es verdad que las evaluaciones empíricas no han demostrado que los programas de prevención más usados en las escuelas de Estados Unidos (por ejemplo el programa DARE4) tengan impactos significativos, de largo plazo, en la reducción del uso de las drogas entre la juventud de Estados Unidos. En efecto, incluso los programas de prevención más sofisticados parecen sólo producir descensos modestos y temporales en el consumo entre adolescentes que tienden a diluirse al final de la secundaria, o inmedia- tamente después de la graduación. Dado que un gran número de estos programas contemplan sólo 30 horas de contacto con los estudiantes, no es sorprendente que sean rela- 3 Los resultados de varias investigaciones sobre el uso de drogas publicados en los últimos veinte anos por la Drug Policy Research Center de la Corporación RAND pueden se consultados en: http://www.rand.org/multi/dprc/ 4 Sobre el Drug Abuse Resistance Education program ver, http://www.dare.com/ home/default.asp E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 292 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 293 tivamente inefectivos para contrarrestar los efectos a favor de la droga que tiene la socialización con amigos y familiares, el cine y la televisión que son conocidos estímulos para la iniciación. Pero incluso recono- ciendo las limitaciones inherentes a esos programas, los costos presu- puestales por estudiante involucrado en los programas de prevención en las aulas son tan bajos que son moderadamente positivos en términos de costo-beneficio. Para mejorar la efectividad general de la prevención en la escuela, muchos expertos afirman que es necesario empezar temprano en los primeros años de primaria y continuar a lo largo de toda la secundaria, que sean dinámicos e interactivos en lugar de un discurso en el que los destinatarios tienen una actitud pasiva y que el número de horas de con- tacto sea incrementado sustantivamente. Además, muchos expertos sos- tienen que estos programas deben extenderse más allá de la secundaria bajo el modelo de educación pública continuada para jóvenes adultos. Las campañas antidrogas a través de los medios de comunicación no han mostrado, de acuerdo con investigaciones empíricas, ningún efecto sobre los patrones de uso de las drogas. Las evaluaciones de las cam pañas de los medios en contra de las drogas son obviamente difíciles y problemáticas porque es casi imposible aislar un grupo que no esté afectado por otros factores y medir de manera precisa el impacto que esas campañas tienen sobre él. Sin embargo, evaluaciones conocidas de las campañas de los medios (como la Westat y la de Annenberg School of Communications sobre la cara y ampliamente vista campaña telcvisi va contra las drogas5) indican que esos esfuerzos publicitarios no tienen efectos discernibles en el uso de drogas en Estados Unidos. De acuerdo con lo que se sabe sobre los de los ciclos pasados de las epidemias de drogas en Estados Unidos, especialmente en relación con las dinámicas de iniciación, estabilización y reducción gradual del uso, hay pocas dudas acerca de que la información acerca de los efec- tos negativos del abuso de las drogas es de fundamental importancia para la efectiva reducción de su uso en la sociedad estadounidense. Este conocimiento parece indicar entonces que campañas de información públicas, permanentes y ampliamente difundidas son más eficientes en el largo plazo que los caros, cortos y pretensiosos comerciales de tele- visión que parecen preferir las autoridades de Estados Unidos. Llegar a diversos grupos étnicos, raciales, etarios y de clase con mensajes apropia- 5 Ver, http: www.westat.com y http: www.annenberg.usc.edu dos, diseñados para comunicar a los diversos segmentos de la población estadounidense de manera precisa, y en un lenguaje comprensible y re- producible, información empírica sobre las drogas podría por lo menos reducir los ciclos de las futuras epidemias de drogas en Estados Unidos y en otros países también. Dado que la curva de aprendizaje de cada generación de nuevos usuarios de drogas conlleva problemas diferentes de comunicación, las campañas no sólo deben ser permanentes y con- stantes, sino que deben además ser actualizadas y modificadas de acu- erdo con los patrones de consumo de la juventud. V. Tratamiento y rehabilitación En Estados Unidos los programas de tratamiento han sido sometidos a evaluaciones empíricas exhaustivas durante las dos últimas décadas. En 2004, por ejemplo, aproximadamente un 1.100.000 consumidores siguie- ron algún tipo de tratamiento de su adicción. Los gastos del Gobierno federal ascendieron a US$ 2.400 millones y los gobiernos de los cincuenta estados gastaron una cifra similar para un presupuesto general por este concepto de US$ 6 mil millones. Los adictos a la heroína usualmente reciben metadona (sustituto sintético de la heroína). Los otros consu- midores en tratamiento reciben alguna forma de terapia psicológica. La mayoría abandona el programa antes de terminar el tratamiento y, entre los que lo completan, más de la mitad reincide en el consumo durante los cinco años siguientes o en menor tiempo. No obstante, las evaluaciones de los tratamientos en contra de las drogas muestran una buena relación costo-beneficio y esto es así por- que la mayoría de quienes entran a estos programas, especialmente los usuarios de heroína y cocaína, cometen graves delitos. Al menos mien- tras están en tratamiento, su uso de las drogas decae de la mano de su propensión a cometer delitos. Esta reducción en los delitos vinculada a los programas de tratamiento ayuda a las comunidades en las que viven los adictos tanto como a ellos mismos. Con los resultados positivos de estos programas es difícil entender por qué es tan limitada su disponibilidad en Estados Unidos. En un año normal, sólo 850.000 ó 1.000.000 de los tres o cuatro millones de con- sumidores de heroína, cocaína o metanfetamina tienen acceso a estos programas de tratamiento. Más sorprendente y preocupante aún es el hecho de que la admi- nistración Bush, después de dos décadas de aumentos constantes, re- E st e m a te ri a l e s p a ra u so d e l o s e st u d ia n te s d e l a U n iv e rs id a d N a ci o n a l d e Q u il m e s, s u s fi n e s so n e x cl u si v a m e n te d id á ct ic o s. P ro h ib id a s u r e p ro d u cc ió n p a rc ia l o t o ta l si n p e rm is o e sc ri to d e l a e d it o ri a l co rr e sp o n d ie n te . 294 BRUCE M. BAGLEY POLÍTICAS DE CONTROL DE DROGAS ILÍCITAS EN ESTADOS UNIDOS ¿QUÉ FUNCIONA Y QUÉ NO FUNCIONA? 295 dujo los recursos de prevención de USS 1.860 millones en el año fis- cal 2007 a US$ 1.570 millones en el año fiscal 2008; una reducción de US$ 283.900.000. Desde el año fiscal 2002, el total de recursos federales para la prevención de las drogas decayó en casi 21% o, en US$ 421.300.000. A partir de ese mismo año los recursos totales del go- bierno federal para reducirla demanda se redujeron en USS 163.200.000. En el mismo período, los recursos destinados a detener la entrada de drogas a Estados Unidos y a desmantelar los mercados en el extranjero aumentó a un total de US$ 2.480 millones. Desde 2002, sólo los gastos en interdicción se extendieron a US$ 1.380 millones. Los recursos de interdicción involucran ahora el 25% del total delpresupuesto federal para drogas del año fiscal 2008. El tratamiento contra las drogas, como alternativa al encarcelamien- to se ha vuelto una respuesta de la que se habla más de lo que se imple- menta. Los tribunales de drogas, cuyos jueces buscan persuadir y obligar jurídicamente a quienes delinquen con drogas a entrar y permanecer en programas de tratamiento, ofrecen promesas de mayor cumplimiento, pero sólo brindan soluciones modestas e incrementales porque los crite- rios de selección para la admisión a esos programas son restrictivos y por lo general excluyen a los delincuentes violentos y reincidentes. La Proposición n° 36 de California, que permite a muchos de los detenidos por primera vez por posesión de drogas (no por tráfico) ser enviados a un tratamiento en lugar de a la cárcel, ha sido exitosa, parti- cularmente en la reducción del encarcelamiento de los infractores por primera vez sin el aumento paralelo de los índices de crímenes. Esos programas sólo se ocupan de los infractores menos serios, los no violen tos, y por eso sólo se dirige a un espectro limitado de los crímenes por drogas. VI. Conclusiones Las promesas iniciales hechas por el candidato George W. Bush (promesas nunca cumplidas por su administración) revelan un balance general negativo de la "guerra contra las drogas" en Estados Unidos. Sus prioridades en la política contra las drogas eran equivalentes a las que prevalecieron hace dos décadas durante la administración del presidente Ronald Reagan (1981-1989) cuando la clave de la estrategia de Estados Unidos era limitar la oferta de drogas. De la manera en que se omter- prete el presupuesto federal de drogas para el año fiscal 2008, Estados Unidos continúa claramente poniendo el énfasis en la interdicción y los programas internacionales para controlar la oferta como mecanismo privilegiado para resolver los problemas de droga del país. Sin embargo, ningún presupuesto federal, de ningún partido, puede darse el lujo de ignorar la abrumadora cantidad de investigaciones que demuestran que sólo una aproximación que haga un equilibrio entre los programas de reducción de la oferta y la demanda tienen un efecto real en los patrones de consumo y los costos sociales. Este es quizás el desafío mayor de la administración del presidente Barack Obama en relación con los nar- cóticos: repensar la estrategia de los Estados Unidos y reorganizar las políticas contra las drogas a nivel doméstico e internacional.
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