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Fundamentos y experiencias de la Práctica Profesional Supervisada en Evaluación y Diagnóstico psicológico infanto-juvenil. Fac. de Psicología, UNT. Gronda, N, Coronel, P., Ponce, M., Salcedo, A., Llugdar A., Malsenido, G. INTRODUCCIÓN Las Prácticas Profesionales Supervisadas constituyen un proceso educativo transformador que contribuye a la producción de conocimiento nuevo, que vincula críticamente el saber académico con las necesidades de la población. Proceso que tiende a promover formas asociativas y grupales que aportan a superar problemáticas significativas a nivel social y que permite orientar líneas de investigación y planes de enseñanza, generando compromiso universitario con la sociedad y con la resolución de sus problemas. En su dimensión pedagógica, las prácticas supervisadas constituyen una metodología de aprendizaje integral y humanizadora, con un contacto directo del alumno con la realidad social. Ello suele generar en los estudiantes un sentido de pertinencia del conocimiento académico al que han accedido y una comprensión mejor de las relaciones de ese conocimiento con el saber y los problemas de la población. Tales experiencias fomentan entonces el involucramiento y la participación en los procesos de aprendizaje. De esta manera, constituyen un aporte esencial para formar universitarios comprometidos con la sociedad, con capacidad y vocación para mejorarla (Universidad de la República, Rectorado 2010). CARACTERÍSTICAS DE LA PRÁCTICA El objetivo de las Prácticas Profesionales Supervisadas (PPS) es favorecer que los estudiantes articulen el saber académico a la prestación de servicios, estableciendo una relación dialógica entre los contenidos académicos y las demandas de la comunidad, y retroalimentando a través de su experiencia la conexión entre la Universidad y el medio (Universidad Nacional de Tucumán, Facultad de Psicología, 2011). Entre los desafíos que plantea este tipo de PPS, cabe citar que las secuencias de aprendizaje no siguen la lógica teórico-académica, sino que se organizan a partir de un problema emergente de una realidad concreta (Giorgi, 2002) y ello va a exigir al docente y al alumno una aplicación crítica de los conocimientos previamente aprendidos, flexibilidad y cambio de estrategias. Esta propuesta de trabajo comprende dos grandes aristas: por un lado, brindar al alumno la posibilidad de ejercitar su rol profesional como psicólogo evaluador y por otro, ofrecer a la comunidad un servicio para la identificación temprana de problemáticas psicológicas y psicosociales infanto-juveniles. Como ha señalado con acierto Sendin (2000) la Evaluación Psicológica en la infancia y adolescencia es una forma eficaz de intervención preventiva, y de allí el valor de estas Prácticas Profesionales Supervisadas en Evaluación Psicológica Infanto-juvenil. A partir del año 2012, los alumnos de la Facultad de Psicología UNT, cuentan con un innovador Programa de la Carrera que, enmarcado en el Plan de Mejora para la Psicología, propone las denominadas Prácticas Profesionales Supervisadas (PPS) de manera obligatoria ubicadas en los últimos años de cursado de la carrera, y proporciona a los alumnos practicantes la posibilidad de hacer evaluación y diagnóstico psicológico a niños y adolescentes desde los 6 hasta los 16 años de edad. En ese marco, la PPS en Evaluación y Diagnóstico Psicológico Infanto - Juvenil se inicia en el segundo cuatrimestre del año 2016 con tres grandes ejes de trabajo: capacitación teórico-práctica intensiva, salidas al campo y supervisiones. En relación al primer eje, la PPS dispone de dispositivos de trabajos teórico-prácticos a fin de profundizar los conocimientos adquiridos en Evaluación y Diagnóstico Psicológico, Psicología Evolutiva, Psicopatología Infantil, Psicología Clínica y de articularlos con un caso clínico. De esta manera, poder contextualizar el problema de la familia consultante en un marco ecológico y cultural específico. Las salidas al campo se desarrollan, desde una perspectiva interinstitucional e intersectorial, en los denominados Centros Integradores Comunitarios (CICs) gracias a un convenio establecido con la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, en una escuela pública y en dos ONGs que asisten a niños en situaciones de vulnerabilidad y alto riesgo de la provincia de Tucumán. La Facultad de Psicología de la UNT cuenta con actas acuerdos con las instituciones arriba mencionadas. Una vez en terreno, se acompaña a los estudiantes a las instituciones designadas, garantizando la accesibilidad de los espacios y concurrencia de pacientes mediante la coordinación permanente de los docentes de la cátedra con los responsables de dichos establecimientos. Finalmente, se brindan 3 horas semanales de supervisiones obligatorias de los casos, de modo presencial y con seguimiento permanente a través de un aula virtual. La supervisión se realiza en forma individualizada con cada alumno practicante, con el objetivo de planificar el proceso, seleccionar las pruebas a administrar, corregir y analizar los protocolos, proporcionar actualización bibliográfica según cada caso, planificar las entrevistas de devolución y confeccionar los informes. Estos espacios de supervisión son esenciales para garantizar tanto la calidad del servicio a brindar como la formación del alumno. El rol docente se transforma y pasa de la clásica enunciación de contenidos a la de guía de los procesos que se dan en terreno y ello va a exigirle flexibilidad y cambio de estrategias (Giorgi, 2002). El alumno realiza un proceso que se inicia con la toma de contacto con la familia consultante mediante la técnica de la entrevista, que provee datos para el diseño de la batería diagnóstica que se administrará. Entonces, haciendo uso de su juico clínico, toma la decisión de qué tests y técnicas emplear de modo de generar información para poner a prueba las hipótesis que ha ido formulando a lo largo de la administración de la entrevista inicial. En dicho proceso, la labor del tutor/supervisor será la de intentar transmitir al practicante experiencias clínicas, o dicho de otro modo, impulsar la construcción del juicio clínico, fundamental para el desempeño de la práctica profesional. Sin embargo, si bien conocen la teoría de las técnicas y tests, muchas veces encuentran dificultades para situarse clínicamente en el caso, integrando sus conocimientos. DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DE LA POBLACIÓN BENEFICIARIA Se tomarán para el análisis los casos de aquellos pacientes que atravesaron completamente el proceso de Evaluación Psicológica en el marco de la Práctica Profesional Supervisada en Evaluación y Diagnóstico Infanto Juvenil en el segundo cuatrimestre de 2016 (agosto a noviembre). Los mismos conforman un total de 12 casos y se caracterizan por: ● La situación de vulnerabilidad social de los niños y niñas, que provienen de hogares de Nivel Económico Social bajo (NES bajo). Viven bajo condiciones de pobreza y dificultades de acceso a la satisfacción de necesidades básicas, con carencias nutricionales, afectivas y familiares, y falta de estímulos para el aprendizaje. ● El predominio de pacientes de sexo femenino, en una proporción de 2 mujeres por cada 1 varón (Ver Tabla 1). Se ha visto en otros estudios que esta diferencia por sexo es más acentuada mientras menor es el niño, tendiéndose a la igualdad de consultas entre ambos sexos a medida que la edad aumenta (Almonte, 2003). ● La franja etaria de mayor consulta corresponde a niños y niñas que poseen entre 6 y 8 años de edad y que concurren al ciclo básico del nivel escolar primario, representando el 42% del total de la población asistida. Un 33% corresponde a consultantes de 12 a 15 años, en la etapa de inicio de la adolescencia. Por último, la menor concurrencia responde al 25% restante del total, son niñosque asisten a los últimos años de la primaria (pre-adolescencia) con 9, 10 y 11 años (Ver Tabla 2). La frecuencia de consultantes en el inicio de la etapa escolar ha sido observado en otras investigaciones (Almonte, 2003) donde se plantea que esta distribución se asocia al nuevo contexto al cual se enfrentan los niños, docentes y padres, que comienzan a visualizar diferencias al comparar el rendimiento de los niños con sus pares en distintas áreas: cognitivas, emocionales y conductuales. Los docentes tienden a ser los primeros en detectar dificultades del desarrollo en los niños, realizando la derivación pertinente para evaluar la situación de manera integral y obtener recomendaciones acerca de las estrategias adecuadas para acompañar al niño, tanto en el ámbito familiar como en el escolar. ● En cuanto a los motivos de consulta, predominan aquellos casos que consultan por la presencia de Comportamiento Disfuncional. Esta categoría es la más numerosa y abarca un 42% del total de los casos (Ver Tabla 3). El resto de los motivos de consulta se dividen en las siguientes categorías con sus respectivos porcentajes: Bajo rendimiento escolar (25 %); Presunción de discapacidad intelectual (25 %) y Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (8%). Se infiere que estos podrían ser en la actualidad las demandas y problemas de mayor incidencia. RESULTADOS DE LOS PROCESOS DE EVALUACIÓN. EL DIAGNÓSTICO. Las clasificaciones son modos de organizar grandes cantidades de información. Diagnosticar significa, literalmente, distinguir o conocer aparte. Este término, en el ámbito de la Psicología se refiere a atribuir una categoría diagnóstica a un determinado cuadro, tal como se describe en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM, APA) o en la Clasificación de las Enfermedades Mentales (CIE). Además, el término diagnóstico puede hacer referencia a una elaboración y a formulaciones diagnósticas, obtenidas mediante una evaluación psicológica (Coronel, 2016). En el proceso de determinar la normalidad o anormalidad psicológica infantojuvenil, es necesario utilizar, además de los criterios habituales de normalidad (estadístico, social, axiológico), el criterio de normalidad del desarrollo. El concepto de desarrollo es central en el estudio de la psicología y de la psicopatología del niño. Estos hacen referencia a cómo se espera que sea un comportamiento en una etapa y a lo largo de los años. Así, la mayoría de los niños de una determinada edad y sexo manifiestan un repertorio de conductas similares. Esta observación debe tener en cuenta el criterio de edad cronológica y el contexto socioeconómico y cultural (Jiménez Hernández, 1995). Es por esto que se incorpora el concepto de Psicopatología del Desarrollo. La misma puede ser entendida como una disciplina que brinda un marco desde el cual entender tanto el desarrollo normal como las desviaciones del comportamiento (Coronel, 2016). La valoración de un comportamiento como normal o patológico dependerá de la frecuencia, duración e intensidad. Jiménez Hernández (1995) considera que al tener en cuenta estos tres aspectos, la valoración del comportamiento se realiza por exceso o por defecto. Los excesos en el comportamiento son definidos como cualquier comportamiento del niño o la niña cuya tasa de aparición, duración o intensidad exceda los patrones socialmente aceptados, deseabilidad o adecuación dentro de un contexto determinado. Los déficits se refieren a la ausencia de un comportamiento esperado. Igualmente, se habla de déficits en aquellos comportamientos aprendidos pero que no se realizan lo suficientemente bien o con la suficiente frecuencia y aquellos comportamientos de baja probabilidad de ocurrencia. De esta manera, un comportamiento patológico es aquel que se desvía de las normas sociales discretas y que ocurre con una frecuencia, duración e intensidad tales que los adultos que rodean al niño lo consideran como excesivo o insuficiente. En este sentido, las clasificaciones dimensionales (Achenbach, 1991) derivan de estudios empíricos de síntomas y signos. Estos estudios factoriales evalúan la tendencia de comportamientos específicos que se presentan agrupados en dimensiones del comportamiento. Desde un punto de vista psicométrico, las dimensiones resultantes de los análisis factoriales de segundo orden son las escalas denominadas de banda ancha. Estas últimas representan dos tipos de síndromes: unos de problemas internalizantes y otros externalizantes. En el presente trabajo encontramos una mayor representación en los diagnósticos de problemas externalizantes (33% Ver Tabla 4). Se trata de comportamientos asociados a la expresión de conflictos emocionales hacia afuera, es decir, a la exteriorización de la agresión o descarga impulsiva (Achenbach, 2008). La dimensión externalizante está relacionada con síntomas de agresividad, déficit de atención, hiperactividad y conducta desorganizada, que afectan la habilidad del niño para establecer relaciones con los pares y adultos. Tradicionalmente llamados “Problemas de conducta” (Semrud- Clikerman, 2007) se caracterizan por comportamientos disruptivos en las relaciones con otros, implican un contacto transgresor a las normas y conductas desafiantes muy significativas. Teniendo en cuenta que los niños provienen de contextos familiares y sociales vulnerables, puede señalarse que los sucesos estresantes en la vida del niño, como las privaciones afectivas y socioeconómicas, el estrés que eso provoca en las figuras parentales y repercute en los estilos de crianza, pueden precipitar la aparición de estos comportamientos disfuncionales. El hecho de diagnosticarlos tempranamente debe llevar a una intervención terapéutica y social a fin de evitar su cristalización. Esto se encuentra en íntima relación con la edad de mayor porcentaje de los consultantes, los cuales se encuentran en edad escolar, ya que el comportamiento social se aprende y es durante el proceso de socialización, que los niños y adolescentes adquieren pautas de comportamiento, creencias, normas, valores, costumbres y actitudes propias de la familia y del grupo social y cultural al que pertenecen. Las niñas y niños que son socialmente competentes son apreciados por sus compañeros y amigos, resultan agradables a los adultos y, a largo plazo obtienen mayores éxitos escolares y una mejor adaptación social. En cambio, la incompetencia social se relaciona con un variado abanico de desajustes y dificultades entre las cuales estarían la baja aceptación, rechazo, aislamiento, problemas emocionales y escolares (Monjas Casares, 2000, 2004; Monjas Casares & González Moreno, 1998; Hops&Greenwood, 1988; Laad&Asher, 1985). En segundo lugar de frecuencia encontramos el diagnóstico de Discapacidad Intelectual (17%). Se trata de un trastorno que comienza durante el período de desarrollo y que incluye limitaciones del funcionamiento intelectual como también del comportamiento adaptativo en los dominios conceptual, social y práctico (DSM V). En todos los casos se cumplían los siguientes criterios: A. Deficiencias de las funciones intelectuales, como el razonamiento, la resolución de problemas, la planificación, el pensamiento abstracto, el juicio, el aprendizaje académico y el aprendizaje a partir de la experiencia, confirmados mediante la evaluación clínica y pruebas de inteligencia estandarizadas individualizadas (WISC IV). B. Deficiencias del comportamiento adaptativo que producen fracaso del cumplimiento de los estándares de desarrollo y sociocultural es para la autonomía personal y la responsabilidad social. Limitando el funcionamiento en actividades de la vida cotidiana, como la comunicación y la vida independiente en el hogar y la escuela. C. Inicio de las deficienciasintelectuales y adaptativas durante el período de desarrollo. El proceso de diagnóstico ha abarcado una descripción de las habilidades de cada niño, su conducta adaptativa, y no sólo de sus limitaciones y necesidades de apoyo. Es necesario señalar que esta frecuencia responde a que los niños derivados por las instituciones fueron seleccionados en función de las urgencias de los mismos y sus familias, se trata de niños que ya asistían a Escuelas de Educación Especial pero requerían un proceso de evaluación formal para poder obtener un diagnóstico certero y multidimensional, y acogerse así a los derechos correspondientes por su discapacidad. Uno de los puntos críticos en la enseñanza-aprendizaje del proceso de evaluación psicológica es la confección de informes psicológicos. Ello supone que el alumno debe poner en marcha habilidad para jerarquizar datos y para realizar complejos procesos de análisis-síntesis (Klopfer, 1980[1960]). Si bien se brinda al alumno bibliografía actualizada, tanto como diversos modelos y ejemplos, surge permanentemente la dificultad para lograr síntesis conceptuales escritas de los casos, más aún cuando los destinatarios son otros profesionales derivantes (docente, fonoaudiólogo, neurólogo infantil). En estas situaciones el entrenamiento se complejiza, exigiendo otra jerarquización de datos, otra selección de la información, que a su vez no está desvinculada del juicio clínico y de la experiencia. Por todo lo anteriormente expuesto la figura del tutor es considerada la clave en este tipo de experiencias prácticas. CONCLUSIONES Según la Asociación de Unidades Académicas de Psicología (AUAPSI), la formación académico-profesional del Psicólogo comprende tanto la adquisición de conocimientos y capacidades básicas e instrumentales de la disciplina, como la integración de conocimientos y su aplicación a las distintas áreas de práctica profesional. Estos objetivos se han alcanzado en la PPS, altamente valorada por los alumnos, tanto por la posibilidad de ejercitar su rol profesional, ofreciendo a la comunidad un proceso de evaluación psicológica que en sí mismo entraña características preventivas, como en el acompañamiento personalizado de los tutores supervisores docentes. Respecto a esto último, se considera que en este tipo de prácticas las actividades de supervisión, a cargo de un psicólogo tutor especializado, son esenciales para garantizar tanto la calidad del servicio a brindar como la formación del alumno. Así, la supervisión de los casos clínicos se realiza en forma individualizada, brindando apoyo, orientación y herramientas al alumno para favorecer la construcción de habilidades y competencias pertinentes a la Evaluación Psicológica en niños y adolescentes. La PPS en Evaluación y Diagnóstico Infanto-Juvenil permite llevar a cabo acciones eficaces para dar respuestas y posibles soluciones a las necesidades por parte de la población, lo que requiere del compromiso y la inclusión del psicólogo en el ámbito social; y ello va a exigir al docente y al alumno una aplicación crítica de los conocimientos previamente aprendidos, flexibilidad y cambio de estrategias. De este modo, el alumno será capaz de establecer la conexión entre el mundo académico y el mundo del trabajo, favoreciendo un espacio de transición, promotor de nuevos aprendizajes significativos. Anexo Tabla 1. Distribución de los niños y adolescentes evaluados según sexo Sexo N % Femenino 8 67 Masculino 4 33 Total 12 100 Tabla 2. Distribución de los niños y adolescentes evaluados según edad EDAD N % 6 a 8 5 42 9 a 11 3 25 12 a 14 4 33 Total 12 100 Tabla 3. Distribución de los niños y adolescentes evaluados según motivo de consulta Motivo de Consulta N % Presunción de Discapacidad 3 25 Bajo rendimiento escolar 3 25 Trastorno por déficit de atención con hiperactividad 1 8 Comportamiento disfuncional 5 42 Total 12 100 Tabla 4. Distribución de los niños y adolescentes evaluados según diagnóstico DIAGNÓSTICO N % Discapacidad Intelectual 2 17 Perturbación emocional. Predominio de conductas externalizantes 4 33.2 Trastorno específico del aprendizaje con problemas en la lectura. 1 8.3 Trastorno específico del aprendizaje con problemas en la escritura. 1 8.3 Perturbación emocional severa. 1 8.3 Perturbación Emocional. Predominio de conductas iternalizantes. 1 8.3 Otra enfermedad (Epilepsia) 1 8.3 Trastorno negativista desafiante 1 8.3 Total 12 100 BIBLIOGRAFÍA Achenbach, T. 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