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Donna Haraway - Manifiesto Cyborg

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El	Manifiesto	Cyborg,	 considerado	 un	 hito	 en	 el	 desarrollo	 de	 la	 teoría	 del
feminismo	 posthumanista,	 critica	 las	 nociones	 tradicionales	 de	 feminismo,
particularmente	los	enfoques	feministas	en	políticas	identitarias,	y	promueve
en	 reemplazo	 una	 coalición	 a	 través	 de	 afinidad.	 La	 metáfora	 del	 cyborg
llama	a	las	feministas	a	moverse	más	allá	de	los	conceptos	tradicionales	de
género,	feminismo	y	política.
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Donna	Haraway
Manifiesto	Cyborg
ePub	r1.0
Titivillus	04.08.17
ebookelo.com	-	Página	3
Título	original:	A	Cyborg	Manifesto
Donna	Haraway,	1984
Traducción:	Manuel	Talens
Editor	digital:	Titivillus
ePub	base	r1.2
ebookelo.com	-	Página	4
Las	 páginas	 que	 siguen	 son	 un	 esfuerzo	 blasfematorio	 destinado	 a	 construir	 un
irónico	mito	político	fiel	al	feminismo,	al	socialismo	y	al	materialismo.	La	blasfemia
requiere	que	una	se	tome	las	cosas	muy	en	serio	y,	para	mí,	es	el	mejor	referente	que
puedo	adoptar	desde	 las	seculares	 tradiciones	religiosas	y	evangélicas	de	 la	política
norteamericana	—incluido	el	feminismo	socialista—.	Por	eso,	este	trabajo	es	mucho
más	auténtico	que	si	surgiese	como	mito	e	 identificación.	La	blasfemia	nos	protege
de	la	mayoría	moral	interna	y,	al	mismo	tiempo,	insiste	en	la	necesidad	comunitaria.
La	blasfemia	no	es	apostasía.	La	ironía	se	ocupa	de	las	contradicciones	que,	incluso
dialécticamente,	 no	 dan	 lugar	 a	 totalidades	 mayores,	 y	 que	 surgen	 de	 la	 tensión
inherente	 a	 mantener	 juntas	 cosas	 incompatibles,	 consideradas	 necesarias	 y
verdaderas.	 La	 ironía	 trata	 del	 humor	 y	 de	 la	 seriedad.	 Es	 también	 una	 estrategia
retórica	y	un	método	político	para	el	que	yo	pido	más	respeto	dentro	del	feminismo
socialista.	En	el	centro	de	mi	irónica	fe,	mi	blasfemia	es	la	imagen	del	cyborg.
Un	 cyborg	 es	 un	 organismo	 cibernético,	 un	 híbrido	 de	 máquina	 y	 organismo,	 una
criatura	de	realidad	social	y	también	de	ficción.
La	 realidad	 social	 son	 nuestras	 relaciones	 sociales	 vividas,	 nuestra	 construcción
política	 más	 importante,	 un	 mundo	 cambiante	 de	 ficción.	 Los	 movimientos
internacionales	feministas	han	construido	la	‘experiencia	de	las	mujeres’	y,	asimismo,
han	 destapado	 o	 descubierto	 este	 objeto	 colectivo	 crucial.	 Tal	 experiencia	 es	 una
ficción	 y	 un	 hecho	 político	 de	 gran	 importancia.	 La	 liberación	 se	 basa	 en	 la
construcción	 de	 la	 conciencia,	 de	 la	 comprensión	 imaginativa	 de	 la	 opresión	 y,
también,	de	lo	posible.	El	cyborg	es	materia	de	ficción	y	experiencia	viva	que	cambia
lo	que	importa	como	experiencia	de	las	mujeres	a	finales	de	este	siglo.
Se	 trata	 de	 una	 lucha	 a	muerte,	 pero	 las	 fronteras	 entre	 ciencia	 ficción	 y	 realidad
social	son	una	ilusión	óptica.
La	 ciencia	 ficción	 contemporánea	 está	 llena	 de	 cyborgs	 —criaturas	 que	 son
simultáneamente	animal	y	máquina,	que	viven	en	mundos	ambiguamente	naturales	y
artificiales.
La	 medicina	 moderna	 está	 asimismo	 llena	 de	 cyborgs,	 de	 acoplamientos	 entre
organismo	y	máquina,	 cada	 uno	 de	 ellos	 concebido	 como	un	 objeto	 codificado,	 en
una	intimidad	y	con	un	poder	que	no	existían	en	la	historia	de	la	sexualidad.	El	‘sexo’
del	 cyborg	 restaura	 algo	 del	 hermoso	 barroquismo	 reproductor	 de	 los	 helechos	 e
invertebrados	 (magníficos	 profilácticos	 orgánicos	 contra	 la	 heterosexualidad).	 Su
reproducción	 orgánica	 no	 precisa	 acoplamiento.	 La	 producción	moderna	 parece	 un
sueño	laboral	de	colonización	de	cyborgs	que	presta	visos	 idílicos	a	 la	pesadilla	del
taylorismo.	La	guerra	moderna	es	una	orgía	del	cyborg	codificada	mediante	las	siglas
C3-1	—el	comando	de	control	de	comunicaciones	del	servicio	de	inteligencia—,	un
asunto	 de	 84	 billones	 de	 dólares	 dentro	 del	 presupuesto	 norteamericano	 de	 1984.
Estoy	 argumentando	 en	 favor	 del	 cyborg	 como	 una	 ficción	 que	 abarca	 nuestra
realidad	social	y	corporal	y	como	un	recurso	imaginativo	sugerente	de	acoplamientos
muy	fructíferos.	La	biopolítica	de	Michel	Foucault	es	una	flácida	premonición	de	la
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política	del	cyborg,	un	campo	muy	abierto.
A	 finales	 del	 siglo	 XX	—nuestra	 era,	 un	 tiempo	 mítico—,	 todos	 somos	 quimeras,
híbridos	 teorizados	y	 fabricados	de	máquina	y	organismo;	 en	unas	palabras,	 somos
cyborgs.	 Éste	 es	 nuestra	 ontología,	 nos	 otorga	 nuestra	 política.	 Es	 una	 imagen
condensada	 de	 imaginación	 y	 realidad	 material,	 centros	 ambos	 que,	 unidos,
estructuran	 cualquier	 posibilidad	 de	 transformación	 histórica.	 Según	 las	 tradiciones
de	la	ciencia	y	de	la	política	‘occidentales’	—tradiciones	de	un	capitalismo	racista	y
dominado	por	 lo	masculino,	 de	 progreso,	 de	 apropiación	 de	 la	 naturaleza	 como	un
recurso	para	las	producciones	de	la	cultura,	de	reproducción	de	uno	mismo	a	partir	de
las	 reflexiones	del	otro—,	 la	 relación	entre	máquina	y	organismo	ha	sido	de	guerra
fronteriza.	 En	 tal	 conflicto	 estaban	 en	 litigio	 los	 territorios	 de	 la	 producción,	 de	 la
reproducción	 y	 de	 la	 imaginación.	 El	 presente	 trabajo	 es	 un	 canto	 al	 placer	 en	 la
confusión	de	 las	fronteras	y	a	 la	responsabilidad	en	su	construcción.	Es	 también	un
esfuerzo	para	contribuir	a	la	cultura	y	a	la	teoría	feminista	socialista	de	una	manera
postmoderna,	no	naturalista,	y	dentro	de	la	tradición	utópica	de	imaginar	un	mundo
sin	géneros,	sin	génesis	y,	quizás,	sin	fin.	La	encarnación	del	cyborg	—situada	fuera
de	 la	 historia	 de	 la	 salvación—	 no	 existe	 en	 un	 calendario	 edípico	 que	 tratara	 de
poner	término	a	las	terribles	divisiones	genéricas	en	una	utopía	simbiótica	oral	o	en
un	apocalipsis	post	edípico.	En	Lacklein,	un	manuscrito	inédito	sobre	Jacques	Lacan,
Melanie	Klein	y	la	cultura	nuclear,	Zoé	Sofoulis	dice	que	los	monstruos	más	terribles
y,	 quizás,	 más	 prometedores	 en	 mundos	 de	 cyborgs	 se	 encuentran	 encarnados	 en
narrativas	 no	 edípicas	 con	 una	 lógica	 distinta	 de	 la	 represión,	 que	 necesitamos
entender	para	poder	sobrevivir.
El	 cyborg	 es	 una	 criatura	 en	 un	 mundo	 post	 genérico.	 No	 tiene	 relaciones	 con	 la
bisexualidad,	 ni	 con	 la	 simbiosis	 preedípica,	 ni	 con	 el	 trabajo	 no	 alienado	 u	 otras
seducciones	propias	de	la	totalidad	orgánica,	mediante	una	apropiación	final	de	todos
los	poderes	de	las	partes	en	favor	de	una	unidad	mayor.	En	un	sentido,	no	existe	una
historia	del	origen	del	cyborg	según	la	concepción	occidental,	lo	cual	resulta	ser	una
ironía	 ‘final’,	 puesto	 que	 es	 también	 el	 terrible	 telos	 apocalíptico	 de	 las	 cada	 vez
mayores	 dominaciones,	 por	 parte	 de	 occidente,	 del	 individuo	 abstracto.	 Es,	 para
terminar,	un	ser	no	atado	a	ninguna	dependencia,	un	hombre	en	el	espacio.	Según	el
sentido	humanístico	occidental,	una	historia	que	trate	del	origen	depende	del	mito	de
la	 unidad	 original,	 de	 la	 plenitud,	 bienaventuranza	 y	 terror,	 representados	 por	 la
madre	fálica	de	la	que	todos	los	humanos	deben	separarse.
Las	tareas	del	desarrollo	individual	y	de	la	historia	son	los	poderosos	mitos	gemelos
inscritos	 para	 nosotros	 con	 fuerza	 inusitada	 en	 el	 psicoanálisis	 y	 en	 el	 marxismo.
Hilary	Klein	ha	argüido	que	tanto	el	uno	como	el	otro,	a	través	de	sus	conceptos	del
trabajo,	de	la	individuación	y	de	la	formación	genérica,	dependen	del	argumento	de	la
unidad	original,	a	partir	de	la	cual	debe	producirse	la	diferenciación,	para,	desde	ahí,
enzarzarse	en	un	drama	cada	vez	mayor	de	dominación	de	la	mujer	y	de	la	naturaleza.
El	cyborg	elude	el	paso	de	la	unidad	original,	de	identificación	con	la	naturaleza	en	el
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sentido	 occidental.	 Se	 trata	 de	 una	 promesa	 ilegítima	 que	 puede	 conducir	 a	 la
subversión	de	su	teleología	en	forma	de	guerra	de	las	galaxias.
El	 cyborg	 se	 sitúa	 decididamente	 del	 lado	 de	 la	 parcialidad,	 de	 la	 ironía,	 de	 la
intimidad	y	de	la	perversidad.	Es	opositivo,	utópico	y	en	ninguna	manera	inocente.	Al
no	 estar	 estructurado	 por	 la	 polaridad	 de	 lo	 públicoy	 lo	 privado,	 define	 una	polis
tecnológica	 basada	 parcialmente	 en	 una	 revolución	 de	 las	 relaciones	 sociales	 en	 el
oikos,	 la	célula	familiar.	La	naturaleza	y	la	cultura	son	remodeladas	y	la	primera	ya
no	puede	ser	un	recurso	dispuesto	a	ser	apropiado	e	incorporado	por	la	segunda.	La
relación	para	 formar	 todos	con	partes,	 incluidas	 las	 relacionadas	con	 la	polaridad	y
con	la	dominación	jerárquica,	son	primordiales	en	el	mundo	del	cyborg.	A	la	inversa
de	Frankenstein,	el	cyborg	no	espera	que	su	padre	lo	salve	con	un	arreglo	del	jardín
(del	Edén),	es	decir,	mediante	la	fabricación	de	una	pareja	heterosexual,	mediante	su
acabado	en	una	totalidad,	en	una	ciudad	y	en	un	cosmos.	El	cyborg	no	sueña	con	una
comunidad	que	siga	el	modelo	de	la	familia	orgánica	aunque	sin	proyecto	edípico.	El
cyborg	no	reconocería	el	Jardín	del	Edén,	no	está	hecho	de	barro	y	no	puede	soñar
con	volver	a	convertirse	en	polvo.	Quizás	sea	por	eso	por	lo	que	yo	quisiera	ver	si	el
cyborg	es	capaz	de	subvertir	el	apocalipsis	de	volver	al	polvo	nuclear	impulsado	por
la	compulsión	maníaca	de	nombrar	al	Enemigo.	Los	cyborgs	no	son	irreverentes,	no
recuerdan	el	cosmos,	desconfían	del	holismo,	pero	necesitan	conectar:	parecen	tener
un	 sentido	 natural	 de	 la	 asociación	 en	 frentes	 para	 la	 acción	 política,	 aunque	 sin
partidos	 de	 vanguardia.	 Su	 problema	 principal,	 por	 supuesto,	 es	 que	 son	 los	 hijos
ilegítimos	 del	 militarismo	 y	 del	 capitalismo	 patriarcal,	 por	 no	 mencionar	 el
socialismo	de	 estado.	Pero	 los	bastardos	 son	a	menudo	 infieles	 a	 sus	orígenes.	Sus
padres,	después	de	todo,	no	son	esenciales.
Volveré	 a	 la	 ciencia	 ficción	de	 los	cyborgs	 al	 final	 de	 este	 trabajo.	Ahora,	 quisiera
señalar	 tres	 rupturas	 limítrofes	 cruciales	 que	 hacen	 posible	 el	 siguiente	 análisis	 de
política	ficción	(ciencia	política).	A	finales	de	este	siglo	en	la	cultura	científica	de	los
Estados	Unidos,	la	frontera	entre	lo	humano	y	lo	animal	tiene	bastantes	brechas.	Las
últimas	playas	vírgenes	de	la	unicidad	han	sido	polucionadas,	cuando	no	convertidas
en	 parques	 de	 atracciones.	 Ni	 el	 lenguaje,	 ni	 el	 uso	 de	 herramientas,	 ni	 el
comportamiento	 social,	 ni	 los	 acontecimientos	 mentales	 logran	 establecer	 la
separación	entre	lo	humano	y	lo	animal	de	manera	convincente.	Mucha	gente	ya	no
siente	la	necesidad	de	tal	separación.	Más	aun,	bastantes	ramas	de	la	cultura	feminista
afirman	 el	 placer	 de	 conectar	 lo	 humano	 con	 otras	 criaturas	 vivientes.	 Los
movimientos	 de	 defensa	 de	 los	 derechos	 de	 los	 animales	 no	 son	 negaciones
irracionales	 de	 la	 unicidad	 humana,	 sino	 un	 reconocimiento	 claro	 de	 la	 conexión	 a
través	de	la	desacreditada	ruptura	entre	la	naturaleza	y	la	cultura.
Durante	 los	 dos	 últimos	 siglos,	 la	 biología	 y	 la	 teoría	 evolucionista	 han	 producido
simultáneamente	organismos	modernos	como	objetos	de	conocimiento	y	reducido	la
línea	que	separa	a	los	humanos	de	los	animales	a	un	débil	trazo	dibujado	de	nuevo	en
la	 lucha	 ideológica	 de	 las	 disputas	 profesionales	 entre	 la	 vida	 y	 la	 ciencia	 social.
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Dentro	 de	 este	 contexto,	 la	 enseñanza	 del	 creacionismo	 cristiano	 debería	 ser
considerada	y	combatida	como	una	forma	de	corrupción	de	menores.
La	 ideología	 determinista	 biológica	 es	 sólo	 una	 posición	 abierta	 en	 la	 cultura
científica	 para	 defender	 los	 significados	 de	 la	 animalidad	 humana.	 Las	 gentes	 con
ideas	políticas	radicales	tienen	mucho	campo	disponible	ante	ellas	para	contestar	los
significados	de	la	ruptura	de	fronteras[1].	El	cyborg	aparece	mitificado	precisamente
donde	la	frontera	entre	lo	animal	y	lo	humano	es	transgredida.	Lejos	de	señalar	una
separación	de	los	seres	vivos	entre	ellos,	los	cyborgs	señalan	apretados	acoplamientos
inquietantes	y	placenteros.	La	bestialidad	ha	alcanzado	un	nuevo	rango	en	este	ciclo
de	cambios	de	pareja.
La	segunda	distinción	que	hace	aguas	es	 la	que	existe	entre	(organismos)	animales,
humanos	y	máquinas.	Las	máquinas	precibernéticas	podían	estar	encantadas,	existía
siempre	en	ellas	el	espectro	del	fantasma.	Tal	dualismo	estructuraba	el	diálogo	entre
el	 materialismo	 y	 el	 idealismo	 establecido	 por	 una	 progenie	 dialéctica,	 llamada
espíritu	 o	 historia,	 según	 gustos.	 Pero,	 básicamente,	 las	 máquinas	 no	 poseían
movimiento	 por	 sí	 mismas,	 no	 decidían,	 no	 eran	 autónomas.	 No	 podían	 lograr	 el
sueño	humano,	sino	sólo	imitarlo.	No	eran	un	hombre,	un	autor	de	sí	mismo,	sino	una
caricatura	 de	 ese	 sueño	 reproductor	 masculinista.	 Pensar	 lo	 contrario	 era	 algo
paranoico.	Ahora,	ya	no	estamos	tan	seguros.	Las	máquinas	de	este	fin	de	siglo	han
convertido	 en	 algo	 ambiguo	 la	 diferencia	 entre	 lo	 natural	 y	 lo	 artificial,	 entre	 el
cuerpo	y	la	mente,	entre	el	desarrollo	personal	y	el	planeado	desde	el	exterior	y	otras
muchas	 distinciones	 que	 solían	 aplicarse	 a	 los	 organismos	 y	 a	 las	 máquinas.	 Las
nuestras	están	inquietantemente	vivas	y,	nosotros,	aterradoramente	inertes.
La	 determinación	 tecnológica	 es	 sólo	 un	 espacio	 ideológico	 abierto	 para	 los
replanteamientos	 de	 las	máquinas	 y	 de	 los	 organismos	 como	 textos	 codificados,	 a
través	 de	 los	 cuales	 nos	 adentramos	 en	 el	 juego	 de	 escribir	 y	 leer	 el	mundo[2].	 La
‘textualización’	 de	 todo	 en	 la	 teoría	 postestructuralista	 y	 postmodernista	 ha	 sido
condenada	por	marxistas	y	feministas	socialistas	a	causa	de	su	desprecio	utópico	por
las	 relaciones	 vivas	 de	 dominación	 que	 se	 esconde	 en	 el	 ‘juego’	 de	 la	 lectura
arbitraria[3].	Es	verdad	que	 las	 estrategias	postmodernistas,	 al	 igual	que	el	mito	del
cyborg,	 subvierten	 miríadas	 de	 totalidades	 orgánicas	 (por	 ejemplo,	 el	 poema,	 la
cultura	primitiva,	el	organismo	biológico),	en	unas	palabras,	que	la	certeza	de	lo	que
cuenta	como	naturaleza	—una	fuente	de	introspección	y	una	promesa	de	inocencia—
se	 halla	 socavada,	 ya	 probablemente	 sin	 remedio.	 La	 autorización	 trascendente	 de
interpretación	 se	 ha	 perdido	 y,	 con	 ella,	 la	 base	 ontológica	 de	 la	 epistemología
‘occidental’.	 Pero	 la	 alternativa	 no	 es	 el	 cinismo	 o	 la	 falta	 de	 fe,	 es	 decir,	 alguna
versión	 de	 la	 existencia	 abstracta	 como	 los	 informes	 del	 determinismo	 tecnológico
que	 muestran	 la	 destrucción	 del	 ‘hombre’	 por	 la	 ‘máquina’	 o	 la	 ‘acción	 política
significativa’	a	través	del	‘texto’.	Lo	que	vayan	a	ser	los	cyborgs	es	una	interrogación
radical.	Las	respuestas	son	un	asunto	de	vida	o	muerte.	Tanto	los	chimpancés	como
los	artefactos	poseen	su	propia	política.	¿Por	qué	no	nosotros?	(de	Waal	1982,	Winner
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1980).
La	 tercera	distinción	se	desprende	de	 la	 segunda:	 los	 límites	entre	 lo	 físico	y	 lo	no
físico	 son	 muy	 imprecisos	 para	 nosotros.	 Los	 libros	 populares	 de	 física	 sobre	 las
consecuencias	de	la	teoría	cuántica	y	el	principio	de	indeterminación	son	una	especie
de	equivalente	científico	popular	de	las	novelas	de	Arlequín	en	tanto	que	señal	de	un
cambio	 radical	 en	 la	 heterosexualidad	blanca	 en	 los	Estados	Unidos:	 se	 equivocan,
pero	 tratan	 del	 asunto	 clave.	 Las	 máquinas	 modernas	 son	 la	 quintaesencia	 de	 los
aparatos	microelectrónicos:	están	en	todas	partes,	pero	son	invisibles.	La	maquinaria
moderna	 es	 un	 advenedizo	 dios	 irreverente	 que	 se	 burla	 de	 la	 ubicuidad	 y	 de	 la
espiritualidad	del	Padre.
El	chip	de	silicio	es	una	superficie	para	escribir,	está	diseñado	a	una	escala	molecular
sólo	perturbada	por	el	ruido	atómico,	la	interferencia	final	de	las	partituras	nucleares.
La	escritura,	el	poder	y	la	tecnología	son	viejos	compañeros	de	viaje	en	las	historias
occidentales	 del	 origen	 de	 la	 civilización,	 pero	 la	 miniaturización	 ha	 cambiado
nuestra	 experiencia	 del	 mecanismo.	 La	 miniaturización	 se	 ha	 convertido	 en	 algo
relacionado	con	el	poder:	lo	pequeño	es	más	peligroso	que	maravilloso,	como	sucede
con	los	misiles.	Comparemos	los	aparatos	de	televisiónde	los	años	50	o	las	cámaras
fotográficas	 de	 los	 70	 con	 las	 pantallas	 televisivas	 que	 se	 atan	 a	 la	 muñeca	 a	 la
manera	 de	 un	 reloj	 o	 con	 las	manejables	 videocámaras	 actuales.	 Nuestras	mejores
máquinas	están	hechas	de	rayos	de	sol,	son	ligeras	y	limpias,	porque	no	son	más	que
señales,	 ondas	 electromagnéticas,	 una	 sección	 de	 un	 espectro,	 son	 eminentemente
portátiles,	móviles	—algo	 que	 produce	 un	 inmenso	 dolor	 humano	 en	Detroit	 o	 en
Singapur.	 La	 gente,	 a	 la	 vez	material	 y	 opaca,	 dista	mucho	 de	 ser	 tan	 fluida.	 Los
cyborgs	son	éter,	quintaesencia.
La	 ubicuidad	 y	 la	 invisibilidad	 de	 los	 cyborgs	 son	 la	 causa	 de	 que	 estas	máquinas
sean	tan	mortíferas.	Políticamente	son	tan	difíciles	de	ver	como	materialmente.	Están
relacionadas	con	 la	conciencia	—o	con	su	simulación[4].	Son	significantes	 flotantes
que	se	desplazan	en	camiones	a	través	de	Europa,	bloqueados	más	efectivamente	por
las	brujerías	de	 las	desplazadas	y	poco	naturales	mujeres	Greenham	—que	 leen	 los
hilos	de	araña	del	poder	 inherentes	al	cyborg—,	que	por	 el	 trabajo	militante	de	 las
viejas	 políticas	 masculinas,	 cuyos	 votantes	 naturales	 necesitan	 puestos	 de	 trabajo
relacionados	con	el	armamento.
En	última	 instancia,	 la	 ciencia	 ‘más	dura’	 trata	 del	 reino	de	 la	mayor	 confusión	de
fronteras,	 el	 reino	 de	 los	 puros	 números,	 del	 puro	 espíritu:	 C3-1,	 es	 decir,	 la
criptografía	 y	 el	 mantenimiento	 de	 secretos	 poderosos.	 Las	 nuevas	 máquinas	 son
limpias	 y	 ligeras,	 y	 sus	 artífices,	 devotos	 del	 sol	 que	 están	 llevando	 a	 cabo	 una
revolución	 científica	 asociada	 con	 el	 sueño	 nocturno	 de	 la	 sociedad	 postindustrial.
Las	 enfermedades	 evocadas	 por	 estas	 limpias	 máquinas	 ‘no	 son	 más’	 que	 los
minúsculos	cambios	en	el	código	de	un	antígeno	en	el	sistema	inmunitario,	‘no	más’
que	 la	 experiencia	 del	 estrés.	 Los	 ágiles	 dedos	 de	 las	mujeres	 ‘orientales’,	 la	 vieja
fascinación	de	las	muchachas	victorianas	anglosajonas	por	las	casitas	de	muñecas	y	la
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atención	forzada	de	las	mujeres	hacia	lo	pequeño	toman	una	nueva	dimensión	en	este
mundo.	 Pudiera	 ser	 que	 apareciese	 una	 Alicia	 cyborg	 que	 tuviera	 en	 cuenta	 estas
nuevas	 dimensiones	 y	 que,	 irónicamente,	 no	 fuese	 otra	 que	 la	 poco	 natural	 mujer
cyborg	que	fabrica	chips	en	Asia	y	que	practica	el	baile	en	espiral[5]	en	la	cárcel	de
Santa	Rita,	cuyas	unidades	construidas	darán	lugar	a	eficaces	estrategias	opositivas.
Así,	el	mito	de	mi	cyborg	trata	de	fronteras	transgredidas,	de	fusiones	poderosas	y	de
posibilidades	 peligrosas	 que	 gentes	 progresistas	 pueden	 explorar	 como	 parte	 de	 un
necesario	 trabajo	político.	Una	de	mis	premisas	es	que	la	mayoría	de	los	socialistas
norteamericanos	y	de	las	feministas	ven	profundos	dualismos	entre	mente	y	cuerpo,
animal	y	máquina,	idealismo	y	materialismo	en	las	prácticas	sociales,	formulaciones
simbólicas	 y	 artefactos	 físicos	 asociados	 con	 la	 ‘alta	 tecnología’	 y	 con	 la	 cultura
científica.	Desde	One-Dimensional	Man	(El	hombre	unidimensional,	Marcuse,	1964)
hasta	The	Death	of	Nature	(La	muerte	de	la	naturaleza,	Merchant,	1980),	los	recursos
analíticos	desarrollados	por	progresistas	han	insistido	en	el	necesario	dominio	de	las
técnicas	y	han	hecho	hincapié	en	un	imaginado	cuerpo	orgánico	que	integre	nuestra
resistencia.	Otra	de	mis	premisas	es	que	la	necesidad	de	unidad	de	la	gente	que	trata
de	resistir	la	intensificación	universal	del	dominio	no	ha	sido	nunca	tan	aguda	como
ahora.	Pero	una	desviación	ligeramente	perversa	en	la	perspectiva	podría	permitimos
luchar	mejor	por	significados,	así	como	por	otras	formas	de	poder	y	de	placer	en	las
sociedades	tecnológicas.
Desde	una	perspectiva,	un	mundo	de	cyborgs	es	la	última	imposición	de	un	sistema
de	control	en	el	planeta,	la	última	de	las	abstracciones	inherentes	a	un	apocalipsis	de
Guerra	 de	 Galaxias	 emprendida	 en	 nombre	 de	 la	 defensa	 nacional,	 la	 apropiación
final	de	los	cuerpos	de	las	mujeres	en	una	masculinista	orgía	de	guerra	(Sofía,	1984).
Desde	otra	perspectiva,	un	mundo	así	podría	tratar	de	realidades	sociales	y	corporales
vividas	en	las	que	la	gente	no	tiene	miedo	de	su	parentesco	con	animales	y	máquinas
ni	de	identidades	permanentemente	parciales	ni	de	puntos	de	vista	contradictorios.	La
lucha	política	consiste	en	ver	desde	las	dos	perspectivas	a	la	vez,	ya	que	cada	una	de
ellas	 revela	 al	 mismo	 tiempo	 tanto	 las	 dominaciones	 como	 las	 posibilidades
inimaginables	desde	otro	lugar	estratégico.	La	visión	única	produce	peores	ilusiones
que	 la	 doble	 o	 que	 monstruos	 de	 muchas	 cabezas.	 Las	 unidades	 ciborgánicas	 son
monstruosas	e	ilegítimas.	En	nuestras	presentes	circunstancias	políticas,	difícilmente
podríamos	esperar	mitos	más	poderosos	de	resistencia	y	de	reacoplamiento.
Me	 gusta	 imaginar	 al	 LAG	 —Livennore	 Action	 Group—	 como	 una	 especie	 de
sociedad	cyborg	dedicada	a	convertir	de	manera	realista	los	laboratorios	que	encarnan
y	vomitan	con	más	ímpetu	las	herramientas	del	apocalipsis	tecnológico,	dedicadas	a
construir	 una	 forma	 política	 que	 trate	 de	 mantener	 juntos	 a	 brujas,	 ingenieros,
ancianos,	perversos,	cristianos,	madres	y	leninistas	durante	el	tiempo	necesario	para
desarmar	al	estado.
Fisión	Imposible	es	el	nombre	del	grupo	afín	en	mi	pueblo	(Afinidad:	relación	no	por
lazos	de	sangre,	 sino	por	elección,	atracción	de	un	grupo	químico	nuclear	por	otro,
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avidez).[6]
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Identidades	fracturadas
Se	ha	convertido	en	algo	difícil	calificar	el	feminismo	de	cada	una	añadiendo	un	solo
adjetivo	o,	incluso,	insistir	en	cualquier	circunstancia	sobre	el	nombre.	La	conciencia
de	 exclusión	 debida	 a	 la	 denominación	 es	 grande.	 Las	 identidades	 parecen
contradictorias,	 parciales	 y	 estratégicas.	 El	 género,	 la	 raza	 y	 la	 clase,	 con	 el
reconocimiento	de	sus	constituciones	histórica	y	social	ganado	tras	largas	luchas,	no
bastan	por	sí	solos	para	proveer	la	base	de	creencia	en	la	unidad	‘esencial’.	No	existe
nada	en	el	hecho	de	ser	‘mujer’	que	una	de	manera	natural	a	las	mujeres.	No	existe
incluso	 el	 estado	 de	 ‘ser’	mujer,	 que,	 en	 sí	mismo,	 es	 una	 categoría	 enormemente
compleja	 construida	 dentro	 de	 contestados	 discursos	 científicosexuales	 y	 de	 otras
prácticas	 sociales.	 La	 conciencia	 de	 género,	 raza	 o	 clase	 es	 un	 logro	 forzado	 en
nosotras	por	la	terrible	experiencia	histórica	de	las	realidades	sociales	contradictorias
del	patriarcado,	del	colonialismo	y	del	capitalismo.	Y,	¿quién	cuenta	como	‘nosotras’
en	mi	propia	retórica?	¿Qué	identidades	están	disponibles	para	poner	las	bases	de	ese
poderoso	mito	político	llamado	‘nosotras’?	¿Qué	podría	motivar	nuestra	afiliación	a
tal	 colectividad?	 La	 dolorosa	 fragmentación	 existente	 entre	 las	 feministas	 (por	 no
mencionar	la	que	hay	entre	las	mujeres)	en	todos	los	aspectos	posibles	ha	convertido
el	concepto	de	mujer	en	algo	esquivo,	en	una	excusa	para	la	matriz	de	la	dominación
de	 las	 mujeres	 entre	 ellas	 mismas.	 Para	 mí	—y	 para	 muchas	 que	 comparten	 una
localización	 histórica	 similar	 dentro	 de	 cuerpos	 blancos,	 profesionales,	 de	 clase
media,	 femeninos,	 radicales,	 norteamericanos	 y	 de	 mediana	 edad—	 las	 fuentes	 de
crisis	 en	 la	 identidad	política	hacen	 legión.	La	historia	 reciente	de	gran	parte	de	 la
izquierda	 y	 del	 feminismo	 norteamericanos	 ha	 sido	 una	 respuesta	 a	 esta	 crisis
consistente	en	divisiones	sin	fin	y	en	búsquedas	de	una	nueva	y	esencial	unidad.	Pero,
también,	 ha	 habido	 un	 creciente	 reconocimiento	 de	 otra	 respuesta	 a	 través	 de	 la
coalición	—afinidad—	y	no	ya	de	la	identidad[7].
Chela	Sandoval	(s.	f.,	1984),	a	partir	de	una	consideración	de	los	momentos	históricos
específicos	 en	 la	 formación	 de	 la	 nueva	 voz	 política	 llamada	 mujer	 de	 color,	 ha
teorizado	 un	 modelo	 esperanzador	 de	 identidad	 política	 llamado	 ‘conciencia
opositiva’,	 nacido	 de	 las	 capacidadespara	 leer	 hilos	 de	 araña	 de	 poder	 que	 tienen
aquellos	a	quienes	se	les	rehúsa	una	pertenencia	estable	en	las	categorías	sociales	de
raza,	 sexo	o	clase.	 ‘Mujeres	de	color’	—un	nombre	contestado	en	 sus	orígenes	por
aquellas	que	serían	incorporadas	en	él,	así	como	una	conciencia	histórica	para	realizar
la	 ruptura	 sistemática	 de	 todos	 los	 signos	 masculinos	 en	 las	 tradiciones
‘occidentales’—	 construye	 una	 especie	 de	 identidad	 postmodernista	 a	 partir	 de	 la
otredad,	 de	 la	 diferencia	 y	 de	 la	 especificidad.	 Esta	 identidad	 postmodernista	 es
totalmente	 política,	 a	 pesar	 de	 lo	 que	 pueda	 decirse	 de	 cualquier	 otro
postmodemismo.	La	conciencia	opositiva	de	Sandoval	trata	de	lugares	contradictorios
y	de	calendarios	heterocrónicos,	no	de	relativismos	o	pluralismos.
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Sandoval	 pone	 el	 énfasis	 en	 la	 falta	 de	 cualquier	 criterio	 esencial	 para	 identificar
quién	es	una	mujer	de	color.	Señala	que	la	definición	de	este	grupo	ha	consistido	en	la
apropiación	 consciente	 de	 la	 negación.	 Por	 ejemplo,	 una	 chicana	 o	 una	 mujer
norteamericana	negra	no	han	podido	nunca	hablar	en	tanto	que	mujer	o	que	persona
negra	o	como	pertenecientes	al	grupo	chicano.
Por	 lo	 tanto,	 estaban	 en	 la	 parte	más	 baja	 de	 la	 cascada	 de	 identidades	 negativas,
dejadas	 fuera	 incluso	 por	 las	 privilegiadas	 categorías	 autoriales	 de	 oprimidos
llamados	‘mujeres	y	negros’	que	reclamaban	importantes	revoluciones.	La	categoría
‘mujer’	 negaba	 a	 todas	 las	mujeres	 no	 blancas;	 ‘lo	 negro’	 negaba	 a	 toda	 gente	 no
negra,	así	como	a	las	mujeres	negras.	Pero	tampoco	había	un	‘ella’,	una	singularidad,
sino	un	mar	de	diferencias	entre	las	norteamericanas	que	han	afirmado	su	identidad
histórica	 como	mujeres	 norteamericanas	 de	 color.	 Esta	 identidad	marca	 un	 espacio
autoconcientemente	construido	que	no	puede	afirmar	la	capacidad	de	actuar	sobre	la
base	de	la	identificación	natural,	sino	sobre	la	de	coalición	consciente	de	afinidad,	de
parentesco	 político[8].	 Al	 contrario	 de	 las	 ‘mujeres’	 de	 algunas	 corrientes	 del
movimiento	feminista	de	los	Estados	Unidos,	no	existe	naturalización	de	la	matriz,	o
al	menos	 eso	 es	 lo	 que	 Sandoval	 sugiere	 que	 es	 únicamente	 obtenible	 a	 través	 del
poder	de	la	conciencia	opositiva.
Los	argumentos	de	Sandoval	deben	ser	tomados	como	una	poderosa	formulación	para
las	feministas	fuera	del	desarrollo	universal	del	discurso	anticolonialista,	es	decir,	el
discurso	 que	 disuelve	 a	 ‘occidente’	 y	 su	 más	 alto	 producto,	 el	 que	 no	 es	 animal,
bárbaro	 o	 mujer:	 el	 Hombre,	 es	 decir,	 el	 autor	 de	 un	 cosmos	 llamado	 Historia.
Mientras	 lo	 oriental	 es	 deconstruido	 política	 y	 semióticamente,	 las	 identidades	 de
occidente	se	desestabilizan,	incluidas	las	de	las	feministas[9].	Sandoval	defiende	que
la	‘mujer	de	color’	no	tiene	posibilidades	de	construir	una	unidad	eficaz	que	no	sea	la
réplica	 de	 los	 sujetos	 revolucionarios	 imperializantes,	 totalizantes	 de	 anteriores
marxistas	 y	 feministas,	 que	 no	 afrontaron	 las	 consecuencias	 de	 la	 desordenada
polifonía	salida	de	la	descolonización.
Katie	King	 ha	 puesto	 énfasis	 en	 los	 límites	 de	 identificación	 y	 en	 los	mecanismos
político/poéticos	de	identificación	construidos	en	el	interior	de	la	lectura	del	‘poema’,
ese	 núcleo	 generativo	 del	 feminismo	 cultural.	King	 critica	 la	 persistente	 tendencia,
entre	las	feministas	contemporáneas	de	diferentes	‘momentos’	o	‘conversaciones’	en
la	 práctica	 feminista,	 a	 taxonomizar	 el	 movimiento	 femenino	 para	 hacer	 que	 las
propias	tendencias	políticas	parezcan	ser	el	telas	del	todo.	Estas	taxonomías	tienden	a
rehacer	 la	 historia	 feminista	 para	 que	 ésta	 semeje	 una	 lucha	 ideológica	 entre	 tipos
coherentes	 que	 persisten	 a	 través	 del	 tiempo,	 especialmente	 esas	 típicas	 unidades
llamadas	 feminismo	 radical,	 liberal	 y	 socialista.	 Literalmente,	 todos	 los	 otros
feminismos	 son	 ya	 incorporados,	 ya	 marginalizados,	 normalmente	 mediante	 la
construcción	de	una	ontología	explícita	y	una	epistemología[10].	Las	taxonomías	del
feminismo	 producen	 epistemologías	 para	 fiscalizar	 la	 desviación	 de	 la	 experiencia
femenina	oficial.	Y,	por	supuesto,	la	‘cultura	femenina’	—al	igual	que	sucede	con	las
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mujeres	de	color—	es	conscientemente	creada	por	mecanismos	que	inducen	afinidad.
Los	rituales	de	poesía,	de	música	y	de	ciertas	formas	de	práctica	académica	han	sido
prominentes.	 Las	 políticas	 de	 raza	 y	 de	 cultura	 en	 el	movimiento	 femenino	 de	 los
Estados	Unidos	están	íntimamente	entrelazadas.
El	logro	común	de	King	y	de	Sandoval	es	haber	aprendido	cómo	fabricar	una	unidad
político/poética	 sin	 basarse	 en	 una	 lógica	 de	 apropiación,	 de	 incorporación	 ni	 de
identificación	taxonómica.
Irónicamente,	las	luchas	teórica	y	práctica	contra	la	unidad-a-través-de-la-dominación
o	contra	la	unidad-a-través-de-la-incorporación,	no	sólo	socavan	las	justificaciones	en
favor	 del	 patriarcado,	 del	 colonialismo,	 del	 humanismo,	 del	 positivismo,	 del
esencialismo,	del	cientifismo	y	de	otros	ismos	que	no	echamos	de	menos,	sino	todas
las	exigencias	de	una	posición	orgánica	o	natural.
Pienso	 que	 los	 feminismos	 radicales	 socialistomarxistas	 han	 socavado	 también
sus/nuestras	 propias	 estrategias	 epistemológicas	 y	 que	 esto	 es	 un	 paso	muy	 válido
para	poder	imaginar	posibles	unidades.	Resta	por	saber	si	todas	las	‘epistemologías’,
tal	 como	 los	 occidentales	 las	 han	 conocido,	 nos	 fallan	 en	 la	 tarea	 de	 construir
afinidades	eficaces.
Es	 importante	 señalar	 que	 los	 esfuerzos	 para	 construir	 posiciones	 revolucionarias,
epistemologías	 como	 logros	 de	 gente	 dedicada	 a	 cambiar	 el	 mundo,	 han	 formado
parte	del	proceso	que	muestra	los	límites	de	la	identificación.	Las	ácidas	herramientas
de	 la	 teoría	postmodernista	y	 las	constructivas	herramientas	del	discurso	ontológico
sobre	 los	 asuntos	 revolucionarios	 pueden	 ser	 vistas	 como	 aliados	 irónicos	 para
disolver	 los	 entes	 occidentales	 con	 el	 fin	 de	 sobrevivir.	 Somos	 extraordinariamente
conscientes	 de	 lo	 que	 significa	 tener	 un	 cuerpo	 históricamente	 constituido.	 Pero	 la
pérdida	de	la	inocencia	en	nuestro	origen	tampoco	está	acompañada	de	expulsión	del
Jardín	 del	 Paraíso.	Nuestra	 política	 pierde	 la	 indulgencia	 de	 la	 culpabilidad	 con	 la
naiveté	 de	 la	 inocencia.	 Pero	 ¿cuál	 será	 el	 aspecto	 de	 otro	 mito	 político	 para	 el
feminismo	socialista?	¿Qué	clase	de	política	podría	abrazar	construcciones	parciales,
contradictorias,	 permanentemente	 abiertas	 de	 entes	 personales	 y	 colectivos,
permaneciendo	al	mismo	tiempo	fiel,	eficaz	e,	irónicamente,	feminista	y	socialista?
No	 conozco	 otro	momento	 de	 la	 historia	 en	 que	 hubiese	más	 necesidad	 de	 unidad
política	para	afrontar	con	eficacia	las	dominaciones	de	‘raza’,	‘género’,	‘sexualidad’	y
‘clase’.	Tampoco	sé	de	otro	tiempo	en	que	la	clase	de	unidad	que	podríamos	ayudar	a
construir	 pudiera	 haber	 sido	 posible.	 Ninguna	 de	 ‘nosotras’	 tiene	 ya	 la	 capacidad
simbólica	 o	material	 para	 dictar	 la	 forma	 de	 realidad	 a	 cualquiera	 de	 ‘ellas’.	O,	 al
menos,	‘nosotras’	no	podemos	argüir	inocencia	para	practicar	tales	dominaciones.	Las
mujeres	 blancas,	 incluyendo	 a	 las	 feministas	 socialistas,	 descubrieron	 (es	 decir,
fueron	forzadas	a	darse	cuenta	a	patadas	y	gritando)	la	no	inocencia	de	la	categoría
‘mujer’.	Esta	 conciencia	 cambia	 la	 geografía	 de	 todas	 las	 categorías	 anteriores,	 las
desnaturaliza	 de	 igual	 manera	 que	 el	 calor	 desnaturaliza	 una	 frágil	 proteína.	 Las
feministas	del	cyborg	tienen	que	decir	que	‘nosotras’	no	queremos	más	matriz	natural
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de	 unidad	 y	 que	 ninguna	 construcción	 es	 total.	 La	 inocencia,	 y	 la	 subsecuente
insistencia	 en	 la	 victimización	 como	 única	 base	 de	 introspección	 han	 hecho	 ya
bastante	daño.
Pero	el	sujeto	revolucionario	construidodebe	dar	también	reposo	a	la	gente	de	finales
de	 este	 siglo.	 En	 la	 lucha	 por	 las	 identidades	 y	 en	 las	 estrategias	 reflexivas	 para
construirlas,	se	abre	la	posibilidad	de	tejer	algo	más	que	un	manto	para	el	día	después
del	apocalipsis	que	tan	proféticamente	termina	la	historia	de	la	salvación.
Tanto	 los	 feminismos	 marxista	 socialista	 como	 radical	 han	 naturalizado	 y
desnaturalizado	 de	 manera	 simultánea	 la	 categoría	 ‘mujer’	 y	 la	 conciencia	 de	 las
vidas	 sociales	 de	 las	 ‘mujeres’.	 Quizás	 una	 caricatura	 esquemática	 pueda	 resaltar
ambas	 acciones.	 El	 socialismo	marxiano	 se	 encuentra	 enraizado	 en	 un	 análisis	 del
trabajo	remunerado	que	revela	una	estructura	de	clase.	La	consecuencia	de	la	relación
de	 salario	es	una	alienación	 sistemática,	puesto	que	el	 trabajador	 (sic)	 se	encuentra
disociado	 del	 producto	 de	 su	 trabajo.	 La	 abstracción	 y	 la	 ilusión	 regulan	 el
conocimiento	y,	la	dominación,	la	práctica.	El	trabajo	es	la	categoría	eminentemente
privilegiada	que	permite	al	marxista	sobreponerse	a	la	ilusión	y	encontrar	ese	punto
de	 vista	 necesario	 para	 cambiar	 el	mundo.	El	 trabajo	 es	 la	 actividad	 humanizadora
que	marca	 al	 hombre,	 una	 categoría	 ontológica	 que	 permite	 el	 conocimiento	 de	 un
sujeto	y,	de	ahí,	el	conocimiento	de	la	subyugación	y	de	la	dominación.
Como	buen	hijo,	el	feminismo	socialista	avanzó	aliándose	con	las	estrategias	básicas
del	marxismo.	El	primer	logro	de	los	feminismos	marxistas	y	socialistas	fue	expandir
la	 categoría	 de	 trabajo	 para	 acomodar	 lo	 que	 algunas	mujeres	 hacían,	 incluso	 si	 la
relación	salarial	estaba	subordinada	a	una	visión	más	comprensiva	del	trabajo	bajo	el
patriarcado	 capitalista.	 Particularmente,	 el	 trabajo	 de	 las	 mujeres	 en	 el	 hogar	 y	 la
actividad	 femenina	 como	madres	 (es	 decir,	 la	 reproducción	 en	 el	 sentido	 feminista
socialista)	 se	 adentró	 en	 la	 teoría	 con	 la	 autoridad	 de	 la	 analogía	 con	 el	 concepto
marxiano	de	trabajo.	La	unidad	de	las	mujeres	se	sustenta	aquí	en	una	epistemología
basada	en	la	estructura	ontológica	del	‘trabajo’.	El	feminismo	marxista	socialista	no
‘naturaliza’	 la	 unidad,	 sino	 que	 es	 un	 logro	 posible	 basado	 en	 una	 posibe	 posición
enraizada	 en	 las	 relaciones	 sociales.	 El	 acto	 esencializador	 se	 encuentra	 en	 la
estructura	 ontológica	 del	 trabajo	 o	 de	 su	 análogo,	 la	 actividad	 femenina[11].	 La
herencia	del	humanismo	marxiano,	 con	 su	 ser	 eminentemente	occidental,	 es	 lo	que
me	resulta	difícil.	La	contribución	de	estas	 fórmulas	ha	sido	el	énfasis	puesto	en	 la
responsabilidad	diaria	de	las	mujeres	para	construir	unidades,	más	que	naturalizarlas.
La	 versión	 de	Camerino	MacKinnnon	 (1982,1987)	 del	 feminismo	 radical	 es,	 en	 sí
misma,	una	caricatura	de	las	tendencias	apropiatorias,	incorporizantes	y	totalizadoras
de	 las	 teorías	 occidentales	 de	 la	 acción	 en	 busca	 de	 dentidad[12].	 Fáctica	 y
políticamente,	 es	 falso	 asimilar	 a	 la	 versión	 de	 MacKinnon	 todos	 los	 diversos
‘momentos’	 o	 ‘conversaciones’	 en	 las	 políticas	 femeninas	 recientes	 llamadas
feminismo	 radical.	 Pero	 la	 lógica	 teleológica	 de	 su	 teoría	 muestra	 cómo	 una
epistemología	 y	 una	 ontología	 —incluidas	 sus	 negaciones—	 borran	 la	 diferencia
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política.	La	reescritura	de	la	historia	del	campo	polimorfo	llamado	feminismo	radical
es	 sólo	 uno	 de	 los	 efectos	 de	 la	 teoría	 de	 MacKinnon.	 El	 efecto	 mayor	 es	 la
producción	de	una	teoría	de	la	experiencia,	de	la	identidad	de	las	mujeres,	que	resulta
ser	una	especie	de	apocalipsis	desde	cualquier	punto	de	vista	revolucionario.	Es	decir,
la	totalización	construida	dentro	de	este	cuento	de	feminismo	radical	logra	su	fin	—la
unidad	de	las	mujeres—	implantando	la	experiencia	de	un	testimonio	hacia	un	no-ser
radical.	En	cuanto	a	las	feministas	socialistomarxistas,	la	conciencia	es	un	logro,	no
un	hecho	natural.	Y	la	teoría	de	MacKinnon	elimina	algunas	dificultades	construidas
dentro	de	los	sujetos	humanistas	revolucionarios,	pero	al	costo	de	un	reduccionismo
radical.
MacKinnon	dice	que	el	feminismo	adoptaba	necesariamente	una	estrategia	analítica
diferente	del	marxismo,	contemplando	primero	no	 la	estructura	de	clase,	 sino	 la	de
sexo/género	y	su	relación	generativa,	la	constitución	de	los	hombres	y	la	apropiación
sexual	de	 las	mujeres.	 Irónicamente,	 la	 ‘ontología’	de	MacKinnon	construye	un	no-
sujeto,	un	no-ser.	El	deseo	de	otro,	no	el	trabajo	del	yo,	es	el	origen	de	la	‘mujer’.	Por
consiguiente,	desarrolla	una	teoría	de	la	conciencia	que	pone	en	vigor	lo	que	cuenta
como	experiencia	 de	 las	 ‘mujeres’:	 cualquier	 cosa	 que	nombre	 la	 violación	 sexual,
más	 aun,	 la	 propia	 sexualidad	 por	 lo	 que	 respecta	 a	 las	 ‘mujeres’.	 La	 práctica
feminista	 es	 la	 construcción	de	 esta	 forma	de	 conciencia,	 es	decir,	 el	 conocimiento
propio	es	un	yo-que-no-es.
Perversamente,	 la	 apropiación	 sexual	 en	 este	 feminismo	 posee	 aún	 el	 estatuto
epistemológico	de	trabajo,	es	decir,	el	punto	desde	el	que	debe	fluir	un	análisis	capaz
de	contribuir	a	cambiar	el	mundo.	Pero	la	objetificación	sexual,	no	la	alienación,	es	la
consecuencia	 de	 la	 estructura	 de	 sexo/género.	 En	 el	 reino	 del	 conocimiento,	 el
resultado	de	la	objetificación	sexual	es	ilusión	y	abstracción.	No	obstante,	una	mujer
no	está	simplemente	alienada	de	su	producto,	sino	que,	en	el	sentido	más	profundo,
no	 existe	 como	 sujeto,	 o	 incluso,	 como	 sujeto	 potencial,	 puesto	 que	 no	 posee	 su
existencia	como	mujer	para	la	apropiación	sexual.	Ser	constituida	por	el	deseo	de	otro
no	es	la	misma	cosa	que	ser	alienada	en	la	separación	violenta	del	trabajador	y	de	su
producto.
La	teoría	radical	de	la	experiencia	de	MacKinnon	es	totalizadora	en	el	grado	máximo
y,	 más	 que	 marginalizar,	 oblitera	 la	 autoridad	 de	 cualquier	 otro	 discurso	 o	 acción
políticos	de	las	mujeres.	Es	una	totalización	que	produce	lo	que	el	propio	patriarcado
occidental	nunca	pudo	lograr,	la	conciencia	de	las	feministas	de	la	no	existencia	de	la
mujer	 excepto	 como	 producto	 del	 deseo	 masculino.	 Creo	 que	 MacKinnon	 dice
correctamente	que	ninguna	versión	marxiana	de	 la	 identidad	puede	dar	 lugar	 a	una
unidad	firme	de	 las	mujeres.	Pero	al	 resolver	el	problema	de	 las	contradicciones	de
cualquier	sujeto	revolucionario	occidental	para	los	fines	feministas,	pone	en	marcha
una	doctrina	de	la	experiencia	aun	más	autoritaria.	Si	mi	queja	contra	las	posiciones
socialistomarxianas	 se	basa	 en	 su	borradura	 involuntaria	de	 la	diferencia	polivocal,
inasimilable	y	radical	que	salta	a	la	vista	en	la	práctica	y	el	discurso	anticolonialistas,
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la	 borradura	 voluntaria	 por	 parte	 de	 MacKinnon	 de	 toda	 diferencia	 mediante	 el
mecanismo	de	la	no-existencia	esencial	de	las	mujeres	no	es	tranquilizante.
En	 mi	 taxonomía,	 que	 como	 cualquier	 otra	 es	 una	 reinscripción	 de	 la	 historia,	 el
feminismo	 radical	 puede	 acomodar	 todas	 las	 actividades	de	 las	mujeres	 nombradas
por	 las	feministas	socialistas	como	formas	de	 trabajo,	sólo	si	 la	actividad	puede	ser
sexualizada	de	alguna	manera.	La	reproducción	tenía	diferentes	tonos	de	significado
para	 las	 dos	 tendencias,	 una	 enraizada	 en	 el	 trabajo	 y	 la	 otra	 en	 el	 sexo,	 y	 las	 dos
llamaban	 ‘falsa	 conciencia’	 a	 las	 consecuencias	 de	 dominación	 e	 ignorancia	 de	 la
realidad	social	y	personal.
Más	allá	de	las	dificultades	o	de	las	contribuciones	en	el	razonamiento	de	cualquier
autor,	 ni	 el	 punto	 de	 vista	 de	 las	 feministas	 marxianas	 ni	 el	 de	 las	 radicales	 han
tendido	a	abrazar	el	estatuto	de	una	explicación	parcial.	Ambos	estaban	constituidos
ordinariamente	como	totalidades.	La	explicación	occidental	ha	pedido	lo	mismo.	¿De
qué	otra	manera	podría	el	autor	occidental	 incorporar	a	sus	otros?	Cada	uno	trataba
de	anexar	otras	formas	de	dominación	expandiendo	sus	categorías	básicas	mediante
la	analogía,	el	listado	simple	o	la	suma.	El	embarazososilencio	sobre	la	raza	entre	las
feministas	 socialistas	 y	 las	 radicales	 blancas	 fue	 una	 consecuencia	 políticamente
devastadora.	 La	 historia	 y	 la	 polivocalidad	 desaparecen	 dentro	 de	 taxonomías
políticas	que	tratan	de	establecer	genealogías.	No	había	sitio	estructural	para	la	raza
(o	para	cualquier	otra	cosa)	en	la	teoría	que	proclamaba	revelar	la	construcción	de	la
categoría	 mujer	 y	 el	 grupo	 social	 mujer	 como	 un	 todo	 unificado	 o	 totalizable.	 La
estructura	de	mi	caricatura	se	parece	a	lo	siguiente:
feminismo	socialista	—estructura	de	clase	 //	 salario	de	 trabajo	 //	alienación	 trabajo,
por	analogía,	reproducción,	por	extensión,	sexo,	por	adición,	raza	feminismo	radical
—	 estructura	 de	 género//apropiación	 sexual	 //	 objetificación	 sexo,	 por	 analogía,
trabajo,	por	extensión,	reproducción,	por	adición,	raza
En	 otro	 contexto,	 la	 teórica	 búlgaro-francesa	 Julia	 Kristeva	 proclamaba	 que	 las
mujeres	 aparecían	 como	un	grupo	histórico	 después	 de	 la	 segunda	guerra	mundial,
junto	 con	 otros	 grupos,	 como	 la	 juventud.	 Sus	 fechas	 son	 dudosas,	 pero	 ahora
estamos	 acostumbradas	 a	 recordar	 que	 como	 objetos	 del	 conocimiento	 y	 como
actores	históricos,	la	‘raza’	no	existió	siempre,	la	‘clase’	tiene	una	génesis	histórica	y
los	‘homosexuales’	son	bastante	nuevos.	No	es	accidental	que	el	sistema	simbólico	de
la	familia	del	hombre	—y,	por	 lo	 tanto,	de	 la	esencia	de	 la	mujer—	se	rompa	en	el
mismo	 momento	 en	 que	 las	 redes	 que	 conectan	 a	 los	 seres	 humanos	 en	 nuestro
planeta	son	múltiples,	cargadas	y	complejas.	El	‘capitalismo	avanzado’	es	inadecuado
para	 transportar	 la	estructura	de	este	momento	histórico.	En	sentido	 ‘occidental’,	el
fin	del	hombre	está	en	juego.	No	es	accidental	que	la	mujer	se	desintegre	en	mujeres
de	 nuestro	 tiempo.	 Quizás	 las	 feministas	 socialistas	 no	 eran	 substancialmente
culpables	de	producir	la	teoría	esencialista	que	suprimió	la	particularidad	femenina	y
los	 intereses	contradictorios.	Creo	que	nosotras	 lo	hemos	sido,	al	menos	a	causa	de
nuestra	participación	 irreflexiva	en	 la	 lógica,	en	 los	 lenguajes	y	en	 las	prácticas	del
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humanismo	 blanco	 y	 mediante	 la	 búsqueda	 de	 un	 terreno	 de	 dominación	 para
asegurarnos	nuestra	voz	revolucionaria.	Ahora	tenemos	menos	excusas,	pero	a	través
de	 la	 conciencia	 de	 nuestros	 fracasos,	 corremos	 el	 riesgo	 de	 caer	 en	 diferencias
ilimitadas	y	de	ceder	ante	la	confusa	tarea	de	hacer	conexiones	parciales,	pero	reales.
Algunas	diferencias	son	agradables,	otras	son	polos	de	sistemas	mundiales	históricos
de	dominación.	La	‘epistemología’	trata	de	conocer	la	diferencia.
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La	informática	de	la	dominación
En	 esta	 búsqueda	 de	 una	 posición	 epistemológica	 y	 política,	 quisiera	 bosquejar	 un
cuadro	de	posible	unidad,	sacado	de	los	principios	socialistas	y	feministas	del	diseño.
El	marco	para	mi	bosquejo	está	 fijado	por	 la	extensión	y	por	 la	 importancia	de	 los
reajustes	 en	 las	 relaciones	 sociales,	 a	nivel	mundial,	 con	 la	 ciencia	y	 la	 tecnología.
Me	inclino	por	una	política	enraizada	en	demandas	de	cambios	fundamentales	en	la
naturaleza	 de	 la	 clase,	 la	 raza	 y	 el	 género,	 en	 un	 sistema	 emergente	 de	 un	 orden
mundial	 análogo	 en	 su	novedad	y	objetivos	 al	 creado	por	 el	 capitalismo	 industrial.
Vivimos	 un	 cambio	 desde	 una	 sociedad	 orgánica	 e	 industrial	 hacia	 un	 sistema
polimorfo	 de	 información,	 desde	 el	 trabajo	 al	 juego,	 un	 juego	 mortal.
Simultáneamente	materiales	e	ideológicas,	las	dicotomías	pueden	ser	expresadas	en	la
siguiente	lista	de	transiciones	desde	unas	dominaciones	jerárquicas	confortablemente
viejas	 hasta	 las	 aterradoras	 nuevas	 redes	 que	 he	 llamado	 la	 informática	 de	 la
dominación:
Representation
Bourgeois	novel,	realism
Organism
Depth,	integrity
Heat
Biology	as	clinical	practice
Physiology
Small	group
Perfection
Eugenics
Decadence,	Magic	Mountain
Hygiene
Microbiology,	tuberculosis
Organic	division	of	labour
Functional	specialization
Reproduction
Organic	sex	role	specialization
Biological	determinism
Community	ecology
Racial	chain	of	being
Scientific	management	in	home/factory
Family/Market/Factory
Family	wage
Public/Private
Nature/Culture
Co-operation
Freud
Sex
Labour
Mind
Second	World	War
White	Capitalist	Patriarchy
Simulation
Science	fiction,	postmodernism
Biotic	Component
Surface,	boundary
Noise
Biology	as	inscription
Communications	engineering
Subsystem
Optimization
Population	Control
Obsolescence,	Future	Shock
Stress	Management
Immunology,	AIDS
Ergonomics/cybernetics	of	labour
Modular	construction
Replication
Optimal	genetic	strategies
Evolutionary	inertia,	constraints
Ecosystem
Neo-imperialism,	United	Nations	humanism
Global	factory/Electronid	cottage
Women	in	the	Integrated	Circuit
Comparable	worth
Cyborg	citizenship
Fields	of	difference	
Communicatins	enhancemenet
Lacan
Genetic	engineering
Robotics
Artificial	Intelligence
Star	Wars
Informatics	of	Domination
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Esta	 lista	 sugiere	 varias	 cosas	 interesantes.	 Primero,	 los	 objetos	 de	 la	 columna
derecha	no	pueden	ser	codificados	como	‘naturales’,	una	comprobación	que	subvierte
asimismo	la	codificación	naturalista	de	la	columna	izquierda.
Ideológica	 o	 materialmente,	 no	 es	 posible	 volver	 atrás.	 No	 solamente	 ‘dios’	 ha
muerto,	 sino	 también	 la	 ‘diosa’,	 o	 los	 dos	 han	 sido	 revivificados	 en	 los	 mundos
cargados	de	microelectrónica	y	de	políticas	biotecnológicas.	En	relación	con	objetos
tales	 como	 los	 componentes	 bióticos,	 una	 ya	 no	 deberá	 pensar	 en	 términos	 de
propiedades	 esenciales,	 sino	 de	 diseño,	 de	 dificultades	 limítrofes,	 de	 tasas	 de
movimiento,	de	 lógicas	de	 sistema,	de	costo	de	disminución	de	 las	dificultades.	La
reproducción	sexual	es	una	más	entre	otras	estrategias	de	perpetuación,	con	costos	y
beneficios	en	tanto	que	función	del	sistema	ambiental.
Las	 ideologías	 de	 la	 reproducción	 sexual	 no	 pueden	 razonablemente	 defender	 las
nociones	 de	 sexo	 y	 de	 papel	 sexual	 como	 aspectos	 orgánicos	 de	 objetos	 naturales
tales	como	organismos	y	familias,	pues	esas	opiniones	serían	tachadas	de	irracionales
e,	irónicamente,	veríamos	a	ejecutivos	que	leen	Playboy	y	a	feministas	radicales	que
luchan	 contra	 la	 pornografía	 convertidos	 en	 extraños	 compañeros	 de	 cama	 al
denunciar	juntos	la	irracionalidad.
Al	igual	que	con	las	razas,	las	ideologías	que	tratan	de	la	diversidad	humana	tendrán
que	ser	formuladas	en	 términos	de	frecuencias	de	datos,	como	grupos	sanguíneos	o
coeficientes	de	inteligencia.	Es	‘irracional’	invocar	conceptos	como	lo	primitivo	o	lo
civilizado.	Para	liberales	y	radicales,	la	búsqueda	de	sistemas	sociales	integrados	da
paso	 a	 una	 nueva	 práctica	 llamada	 ‘etnografía	 experimental’,	 en	 la	 que	 un	 objeto
orgánico	 se	 disipa	 en	 favor	 de	 un	 juego	 escrito.	 A	 nivel	 de	 la	 ideología,	 vemos
traducciones	de	racismo	y	colonialismo	a	lenguas	de	desarrollo	y	subdesarrollo,	tasas
y	dificultades	de	modernización.
Objetos	 y	 personas	 pueden	 ser	 considerados	 en	 términos	 de	 desmontar	 o	 volver	 a
montar,	ninguna	arquitectura	‘natural’	obstaculiza	el	diseño	del	sistema.	Los	distritos
financieros	en	 todas	 las	 ciudades	del	mundo,	 así	 como	 las	 zonas	de	elaboración	de
exportaciones	y	de	libre	comercio,	proclaman	este	hecho	elemental	del	‘capitalismo
tardío’.	 El	 universo	 de	 objetos	 que	 pueden	 ser	 conocidos	 científicamente	 debe	 ser
formulado	como	problemas	en	la	ingeniería	de	las	comunicaciones	(para	los	gestores)
o	teorías	del	texto	(para	aquellos	que	resistirán).	Ambos	son	semiologías	cyborg.
Una	debería	esperar	estrategias	de	control	que	se	concentrasen	en	condiciones	límites
e	 interfaces,	 en	 tasas	 de	 flujo	 entre	 fronteras	 y	 no	 en	 la	 integridad	 de	 los	 objetos
naturales.	 La	 ‘integridad’	 o	 la	 ‘sinceridad’	 del	 ser	 occidental	 cede	 el	 paso	 a
procedimientos	de	decisión	y	a	sistemas	de	expertos.
Por	ejemplo,las	estrategias	de	control	aplicadas	a	las	capacidades	de	las	mujeres	para
dar	a	luz	a	nuevos	seres	humanos	serán	desarrolladas	en	el	interior	de	los	lenguajes	de
control	de	la	población	y	de	optimización	del	logro	de	objetivos	con	vistas	a	cargos
directivos	 individuales.	 Las	 estrategias	 de	 control	 serán	 formuladas	 en	 términos	 de
tasas,	costos	de	las	dificultades,	grados	de	libertad.
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Los	 seres	 humanos,	 como	 cualquier	 otro	 componente	 o	 subsistema,	 estarán
localizados	 en	 un	 sistema	 arquitectural	 cuyos	 modos	 básicos	 de	 operación	 son
probabilísticos,	 estadísticos.	No	existen	objetos,	 espacios	o	 cuerpos	 sagrados	por	 sí
mismos,	cualquier	componente	puede	ser	conectado	con	cualquier	otro	si	la	pauta	y	el
código	 correctos	 pueden	 ser	 construidos	 para	 el	 procesamiento	 de	 señales	 en	 un
lenguaje	 común.	 El	 intercambio	 en	 este	 mundo	 trasciende	 la	 traducción	 universal
llevada	 a	 cabo	 por	 los	 mercados	 capitalistas	 que	 Marx	 analizó	 de	 manera	 tan
brillante.	 La	 patología	 privilegiada	 que	 afecta	 a	 todos	 los	 componentes	 de	 este
universo	 es	 el	 estrés,	 la	 ruptura	 de	 comunicaciones	 (Hogness,	 1983).	 El	 cyborg	 no
está	 sujeto	 a	 la	 biopolítica	 de	 Foucault,	 sino	 que	 simula	 políticas,	 un	 campo	 de
operaciones	mucho	más	poderoso.
Este	 análisis	 de	 los	 objetos	 científicos	 y	 culturales	 del	 conocimiento	 que	 han
aparecido	 históricamente	 desde	 la	 segunda	 guerra	 mundial	 nos	 prepara	 a	 conocer
algunas	insuficiencias	del	análisis	feminista	que	ha	funcionado	como	si	los	dualismos
orgánicos	 y	 jerárquicos	 que	 controlan	 el	 discurso	 en	 ‘occidente’	 desde	 Aristóteles
estuviesen	 todavía	 en	 funcionamiento.	 Han	 sido	 canibalizados	 o,	 como	 diría	 Zoé
Sofía	 (Sofoulis),	 ‘tecnodigeridos’.	 Las	 dicotomías	 entre	 la	 mente	 y	 el	 cuerpo,	 lo
animal	y	lo	humano,	el	organismo	y	la	máquina,	lo	público	y	lo	privado,	la	naturaleza
y	 la	 cultura,	 los	 hombres	 y	 las	 mujeres,	 lo	 primitivo	 y	 lo	 civilizado	 están	 puestas
ideológicamente	 en	 entredicho.	 La	 situación	 actual	 de	 las	 mujeres	 es	 su
integración/explotación	 en	 un	 sistema	 mundial	 de	 producción/reproducción	 y	 de
comunicación	llamado	informática	de	la	dominación.	El	hogar,	el	sitio	de	trabajo,	el
mercado,	la	plaza	pública,	el	propio	cuerpo,	todo,	puede	ser	dispersado	y	conectado
de	manera	 polimorfa,	 casi	 infinita,	 con	 enormes	 consecuencias	 para	 las	mujeres	 y
para	otros,	consecuencias	que,	en	sí	mismas,	son	muy	diferentes	en	gentes	diferentes
y	que	convierten	a	 los	poderosos	movimientos	 internacionales	de	oposición	en	algo
difícil	 de	 imaginar,	 aunque	 esencial	 para	 la	 supervivencia.	 Un	 camino	 importante
para	 reconstruir	 las	 políticas	 feministas	 socialistas	 es	 a	 través	 de	 la	 teoría	 y	 de	 la
práctica	 dirigidas	 a	 las	 relaciones	 sociales	 de	 ciencia	 y	 de	 tecnología,	 incluidos	 los
sistemas	de	mito	y	de	significados	que	estructuran	nuestras	imaginaciones.
El	 cyborg	 es	 una	 especie	 de	 yo	 personal,	 postmoderno	 y	 colectivo,	 desmontado	 y
vuelto	a	montar.	Es	el	yo	que	las	feministas	deben	codificar.
Las	 tecnologías	 de	 las	 comunicaciones	 y	 las	 biotecnologías	 son	 las	 herramientas
decisivas	 para	 darle	 nuevas	 utilidades	 a	 nuestros	 cuerpos.	 Estas	 herramientas
encarnan	y	ponen	en	vigor	nuevas	 relaciones	 sociales	para	 las	mujeres	 a	 través	del
mundo.	 Las	 tecnologías	 y	 los	 discursos	 científicos	 pueden	 ser	 parcialmente
comprendidos	 como	 formalizaciones,	 por	 ejemplo,	 como	momentos	 congelados	 de
las	 fluidas	 interacciones	 sociales	 que	 las	 constituyen,	 pero	 deberían	 asimismo	 ser
vistos	como	instrumentos	para	poner	significados	en	vigor.	La	frontera	entre	mito	y
herramienta,	 entre	 instrumento	 y	 concepto,	 entre	 sistemas	 históricos	 de	 relaciones
sociales	 y	 anatomías	 históricas	 de	 cuerpos	 posibles,	 incluyendo	 a	 los	 objetos	 del
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conocimiento,	 es	 permeable.	 Más	 aun,	 mito	 y	 herramienta	 se	 constituyen
mutuamente.
Además,	 las	 ciencias	 de	 las	 comunicaciones	 y	 las	 biologías	 modernas	 están
construidas	 por	 una	 misma	 intención,	 la	 traducción	 del	 mundo	 a	 un	 problema	 de
códigos,	una	búsqueda	de	un	lenguaje	común	en	el	que	toda	resistencia	a	un	control
instrumental	 desaparece	 y	 toda	 heterogeneidad	 puede	 ser	 desmontada,	montada	 de
nuevo,	invertida	o	intercambiada.
En	 las	 ciencias	 de	 la	 comunicación,	 la	 traducción	 del	 mundo	 a	 un	 problema	 de
codificación	 puede	 ser	 ilustrada	 mirando	 a	 los	 sistemas	 de	 teorías	 cibernéticas
(controlados	mediante	realimentación)	aplicados	a	la	tecnología	telefónica,	al	diseño
de	ordenadores,	al	despliegue	de	armamentos	o	a	la	construcción	y	al	mantenimiento
de	bases	de	datos.	En	 cada	 caso,	 la	 solución	 a	 las	preguntas	 claves	 se	basa	 en	una
teoría	de	 lenguaje	y	de	control.	La	operación	clave	es	 la	determinación	de	tasas,	de
direcciones	 y	 de	 probabilidades	 de	 fluido	 de	 una	 cantidad	 llamada	 información.	El
mundo	 esta	 subdividido	 por	 fronteras	 diferentemente	 permeables	 a	 la	 información.
Ésta	es	esa	especie	de	elemento	cuantificable	(unidad,	base	de	unidad)	que	permite	la
traducción	 universal	 y,	 por	 lo	 tanto,	 un	 poder	 instrumental	 sin	 estorbos	 (llamado
comunicación	 eficaz).	 La	 amenaza	 mayor	 a	 tal	 poder	 es	 la	 interrupción	 de	 la
comunicación.	 Cualquier	 ruptura	 del	 sistema	 es	 una	 función	 del	 estrés.	 Lo
fundamental	de	esta	tecnología	puede	ser	condensado	en	la	metáfora	C3-1,	centro-de-
control-de-comunicación	 e-inteligencia,	 el	 símbolo	 militar	 de	 su	 teoría	 de
operaciones.
En	 las	biologías	modernas,	 la	 traducción	del	mundo	a	un	problema	de	codificación
puede	 ser	 ilustrada	 por	 la	 genética	 molecular,	 por	 la	 ecología,	 por	 la	 teoría
evolucionista	sociobiológica	y	por	la	inmunología.	El	organismo	ha	sido	traducido	a
problemas	 de	 codificación	 genética	 y	 de	 lectura.	 La	 biotecnología,	 que	 es	 una
tecnología	de	la	escritura,	informa	ampliamente	de	la	investigación[13].
En	un	sentido,	los	organismos	han	cesado	de	existir	como	objetos	del	conocimiento,
dando	 lugar	 a	 componentes	 bióticos,	 por	 ejemplo,	 instrumentos	 especiales	 para	 el
procesamiento	 de	 la	 información.	 Posiciones	 similares	 en	 la	 ecología	 podrían	 ser
examinadas	 indagando	 la	 historia	 y	 la	 utilidad	 del	 concepto	 de	 ecosistema.	 La
inmunobiología	y	las	prácticas	médicas	asociadas	son	ricos	ejemplos	del	privilegio	de
la	 codificación	 y	 del	 reconocimiento	 de	 sistemas	 como	 objetos	 del	 conocimiento,
como	 construcciones	 de	 realidad	 corporal	 para	 nosotros.	 La	 “biología	 aquí	 es	 una
especie	de	criptografía.	La	investigación	es,	por	fuerza,	una	especie	de	actividad	de	la
inteligencia.	 Abundan	 las	 ironías.	 Un	 sistema	 estresado	 termina	 por	 fracasar,	 no
puede	reconocer	la	diferencia	entre	el	yo	y	el	otro.	Los	bebés	humanos	con	corazones
de	mandril	provocan	una	perplejidad	ética	nacional,	tanto	en	los	activistas	en	favor	de
los	 derechos	 de	 los	 animales	 como	 en	 los	 guardianes	 de	 la	 pureza	 humana.	En	 los
Estados	Unidos,	los	homosexuales	y	los	drogadictos	que	se	pinchan	en	vena	son	las
víctimas	 ‘privilegiadas’	 de	 una	 terrible	 enfermedad	 del	 sistema	 inmunitario	 que
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señala	 (inscribe	 en	 el	 cuerpo)	 una	 confusión	 de	 fronteras	 y	 de	 polución	 moral
(Treichler,	1987).
Pero	estas	excursiones	dentro	de	las	ciencias	de	la	comunicación	y	de	la	biología	se
han	 efectuado	 en	 un	 nivel	 enrarecido.	 Existe	 una	 realidad	 mundana,	 ampliamente
económica,	que	está	en	línea	con	mi	opinión	de	que	esas	ciencias	y	esas	tecnologías
indican	 transformaciones	 fundamentales	 en	 la	 estructura	 del	 mundo	 para	 nosotros.
Las	 tecnologías	 de	 las	 comunicaciones	 dependen	 de	 la	 electrónica.	 Los	 estados
modernos,	las	compañías	multinacionales,	el	poder	militar,	los	aparatos	del	estado	del
bienestar,los	sistemas	por	satélite,	 los	procesos	políticos,	 la	fabricación	de	nuestras
imaginaciones,	 los	 sistemas	 de	 control	 del	 trabajo,	 las	 construcciones	 médicas	 de
nuestros	cuerpos,	 la	pornografía	comercial,	 la	división	internacional	del	 trabajo	y	el
evangelismo	 religioso	dependen	 íntimamente	de	 la	 electrónica.	La	microelectrónica
es	la	base	técnica	del	simulacro,	es	decir,	de	las	copias	sin	original.
La	microelectrónica	hace	de	intermediario	en	las	traducciones	del	trabajo	a	rebotica	y
a	tratamiento	de	textos,	del	sexo	a	ingeniería	genética	y	a	tecnologías	reproductivas	y
de	 la	 mente	 a	 inteligencia	 artificial	 y	 a	 procedimientos	 de	 decisión.	 Las	 nuevas
biotecnologías	preocupan	más	que	la	reproducción	humana.	La	biología	en	tanto	que
poderosa	 ciencia	de	 la	 ingeniería	para	 el	 nuevo	diseño	de	materiales	y	de	procesos
tiene	implicaciones	revolucionarias	en	la	industria,	quizás	hoy	día	más	obvias	dentro
de	las	áreas	de	la	fermentación,	de	la	agricultura	y	de	la	energía.	Las	ciencias	de	la
comunicación	 y	 la	 biología	 son	 construcciones	 de	 objetos	 técnico-naturales	 del
conocimiento	 en	 las	 que	 la	 diferencia	 entre	máquina	 y	 organismo	 es	 poco	 precisa.
Mente,	 cuerpo	 y	 herramienta	 se	 encuentran	 en	 términos	 muy	 íntimos.	 La
organización	material	 ‘multinacional’	 de	 la	 producción	 y	 de	 la	 reproducción	 de	 la
vida	diaria	y	 la	organización	simbólica	de	 la	producción	y	de	 la	reproducción	de	 la
cultura	 y	 de	 la	 imaginación	 parecen	 igualmente	 implicadas.	 Las	 imágenes
mantenedoras	de	los	límites	entre	base	y	superestructura,	público	y	privado	o	material
e	ideal	nunca	tuvieron	un	aspecto	más	débil.
He	utilizado	la	imagen	que	da	Rachel	Grossman	(1980)	de	las	mujeres	en	el	circuito
integrado	 para	 nombrar	 la	 situación	 de	 las	 mujeres	 en	 un	mundo	 tan	 íntimamente
reestructurado	 a	 través	 de	 las	 relaciones	 sociales	 de	 ciencia	 y	 de	 tecnología[14].
Utilicé	la	estrambótica	expresión	‘las	relaciones	sociales	de	ciencia	y	de	tecnología’
para	indicar	que	no	estamos	tratando	con	un	determinismo	tecnológico,	sino	con	un
sistema	histórico	que	depende	de	relaciones	estructuradas	entre	la	gente.	Pero	la	frase
debería	también	indicar	que	la	ciencia	y	la	tecnología	suministran	fuentes	frescas	de
poder,	que	necesitamos	 fuentes	 frescas	de	 análisis	y	 acción	política	 (Latour,	 1984).
Algunas	 de	 las	 nuevas	 versiones	 de	 raza,	 sexo	 y	 clase	 enraizadas	 en	 relaciones
sociales	 facilitadas	 por	 la	 alta	 tecnología	 pueden	 hacer	 que	 el	 feminismo	 socialista
sea	más	pertinente	a	efectos	de	una	política	progresista.
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La	economía	del	trabajo	casero	fuera	del	hogar
La	 ‘Nueva	 revolución	 industrial’	 está	 produciendo	una	 clase	 trabajadora	 en	 todo	 el
mundo,	así	como	nuevas	sexualidades	y	etnicidades.	La	gran	movilidad	del	capital	y
la	cada	vez	mayor	división	internacional	del	trabajo	se	entretejen	con	la	aparición	de
nuevas	colectividades	y	con	el	debilitamiento	de	los	grupos	familiares.	Estos	hechos
no	son	neutrales	desde	los	puntos	de	vista	de	género	y	raza.	Los	hombres	blancos	en
las	 sociedades	 industriales	 avanzadas	 son	 hoy	 muy	 vulnerables	 a	 la	 pérdida
permanente	 de	 sus	 empleos	 y	 las	mujeres	 no	 están	 desapareciendo	 de	 las	 listas	 de
empleo	a	un	ritmo	igual	que	los	hombres.	No	se	trata	únicamente	de	que	ellas	son,	en
los	países	del	tercer	mundo,	la	fuerza	de	trabajo	preferida	de	las	multinacionales	de
base	científica	que	se	ocupan	de	los	productos	para	la	exportación,	especialmente	la
electrónica,	 ya	 que	 el	 cuadro	 es	más	 sistemático	 y	 engloba	 a	 la	 reproducción,	 a	 la
sexualidad,	 a	 la	 cultura,	 al	 consumo	 y	 a	 la	 producción.	 En	 el	 emblemático	 Silicon
Valley,	muchas	vidas	de	mujeres	han	sido	estructuradas	en	base	a	sus	empleos,	y	sus
realidades	íntimas	incluyen	una	monogamia	heterosexual	en	serie,	la	negociación	de
los	 cuidados	médicos	 para	 sus	 hijos,	 lejanía	 con	 respecto	 a	 sus	 parientes	 o	 a	 otras
formas	 de	 comunidad	 tradicional,	 un	 alto	 grado	 de	 soledad	 y	 una	 enorme
vulnerabilidad	 económica	 conforme	 envejecen.	La	 diversidad	 racial	 y	 étnica	 de	 las
mujeres	en	Silicon	Valley	da	 lugar	a	un	microcosmos	de	conflictivas	diferencias	en
cultura,	familia,	religión,	educación	y	lengua.
Richard	Gordon	ha	denominado	a	esta	situación	la	‘economía	del	trabajo	casero’[15].
Aunque	incluye	el	fenómeno	del	trabajo	casero	literal	que	emerge	con	el	ensamblaje
electrónico.	 Cordón	 llama	 ‘economía	 del	 trabajo	 casero’	 a	 la	 reestructuración	 del
trabajo	que,	en	general,	posee	las	características	que	antes	tenían	los	empleos	de	las
mujeres,	empleos	que	sólo	eran	ocupados	por	éstas.	El	 trabajo,	 independientemente
de	que	lo	lleven	a	cabo	hombres	o	mujeres,	está	siendo	redefinido	como	femenino	y
feminizado.	El	término	‘feminizado’	significa	ser	enormemente	vulnerable,	apto	a	ser
desmontado,	 vuelto	 a	 montar,	 explotado	 como	 fuerza	 de	 trabajo	 de	 reserva,	 estar
considerado	 más	 como	 servidor	 que	 como	 trabajador,	 sujeto	 a	 horarios	 intra	 y
extrasalariales	que	son	una	burla	de	la	jornada	laboral	limitada,	llevar	una	existencia
que	está	siempre	en	los	límites	de	lo	obsceno,	fuera	de	lugar	y	reducible	al	sexo.	El
hecho	de	matarse	trabajando	en	la	oficina	es	una	vieja	estrategia	que	ahora	se	aplica	a
los	antiguos	 trabajadores	privilegiados.	No	obstante,	 la	economía	del	 trabajo	casero
no	se	refiere	solamente	a	un	matarse	en	la	oficina	en	gran	escala,	ni	 tampoco	niega
que	estén	apareciendo	nuevas	áreas	de	superespecialización	incluso	para	las	mujeres
y	 los	 hombres	 que	 antes	 se	 encontraban	 excluidos	 de	 estos	 puestos,	 sino	 que	 la
fábrica,	el	hogar	y	el	mercado	están	integrados	en	una	nueva	escala	y	que	los	puestos
de	 las	 mujeres	 son	 fundamentales	 y	 necesitan	 ser	 analizados	 con	 respecto	 a	 las
diferencias	 entre	 las	 mujeres	 y	 a	 las	 relaciones	 entre	 hombres	 y	 mujeres	 en
situaciones	diferentes.
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La	 economía	 del	 trabajo	 en	 casa,	 en	 tanto	 que	 estructura	 organizativa	 capitalista
mundial,	 es	 la	 consecuencia	 y	 no	 la	 causa	 de	 las	 nuevas	 tecnologías.	 El	 éxito	 del
ataque	 sobre	 los	 privilegiados	 puestos	 de	 trabajo	 sindicados	 masculinos,
generalmente	ocupados	por	 la	raza	blanca,	está	relacionado	con	el	poder	que	tienen
las	nuevas	tecnologías	de	la	comunicación	para	integrar	y	controlar	el	trabajo	a	pesar
de	 la	 amplia	 dispersión	 y	 de	 la	 descentralización.	Las	 consecuencias	 de	 las	 nuevas
tecnologías	se	reflejan,	para	las	mujeres,	en	la	pérdida	del	salario	familiar	masculino
(si	es	que	en	algún	momento	tuvieron	acceso	a	éste)	y	en	las	nuevas	características	de
sus	propios	empleos,	que	se	están	volviendo	intensivos	al	tener	que	compaginar,	por
ejemplo,	el	trabajo	y	el	cuidado	de	sus	hijos.
Los	nuevos	arreglos	económicos	y	tecnológicos	están	asimismo	relacionados	con	el
desfalleciente	 estado	 del	 bienestar	 y	 con	 la	 consiguiente	 intensificación	 de	 las
exigencias	que	se	hacen	a	las	mujeres	para	que	se	mantengan	a	sí	mismas	y	ayuden
en	el	mantenimiento	de	los	hombres,	de	los	niños	y	de	los	ancianos.	La	feminización
de	 la	 pobreza	—generada	 por	 el	 desmantelamiento	 del	 estado	 del	 bienestar,	 por	 la
economía	del	trabajo	casero	en	el	que	los	empleos	estables	son	raros,	y	mantenida	por
la	 suposición	 de	 que	 los	 salarios	 que	 ganan	 las	 mujeres	 no	 serán	 compensados
mediante	un	aumento	en	los	de	los	hombres	dedicado	al	cuidado	de	los	hijos—	se	ha
convertido	en	algo	preocupante.	Las	causas	de	los	hogares	presididos	una	mujer	están
en	función	de	la	raza,	de	la	clase	o	del	sexo,	pero	su	generalización	cada	vez	mayor
da	 pábulo	 a	 coaliciones	 femeninas	 en	 muchos	 temas.	 No	 es	 algo	 nuevo	 que	 las
mujeres	 emplean	 normalmente	 parte	 de	 su	 vida	 diaria	 en	 función	 de	 su	 forzado
estatuto	de	madres.	La	integración	dentro	de	la	economía	capitalista,	que	se	basa	cada
vez	más	en	los	productos	bélicos,	es	nueva.	Porejemplo,	la	presión	que	existe	sobre
las	 mujeres	 negras	 norteamericanas	 que	 han	 escapado	 del	 apenas	 pagado	 servicio
doméstico	 y	 que	 ahora	 tienen	 cada	 vez	 más	 empleos	 en	 trabajos	 de	 oficina	 y
similares,	tiene	grandes	implicaciones	para	la	continua	pobreza	forzada	con	empleo.
La	mujeres	adolescentes	en	 la	áreas	 industrializadas	del	 tercer	mundo	son	cada	vez
más	la	única	fuente	de	ingresos	de	sus	familias,	mientras	que	el	acceso	a	la	tierra	se
hace	cada	vez	más	problemático.	Estos	acontecimientos	tendrán	progresivamente	más
y	mayores	consecuencias	en	la	psicodinámica	y	en	la	política	del	género	y	de	la	raza.
Dentro	 de	 este	 marco	 de	 tres	 grandes	 etapas	 del	 capitalismo	 (comercial/industrial
temprano,	 monopolio,	 multinacional),	 unido	 al	 nacionalismo,	 al	 imperialismo	 y	 al
multinacionalismo	 y	 relacionado	 con	 los	 tres	 periodos	 estéticos	 dominantes	 de
Jameson	 —realismo,	 modernismo	 y	 postmodemismo—,	 yo	 quisiera	 decir	 que	 las
formas	 específicas	 de	 las	 familias	 se	 relacionan	 dialécticamente	 con	 formas	 del
capital	 y	 con	 sus	 concomitantes	 políticos	 y	 culturales.	 Aunque	 vividas	 de	 manera
problemática	y	desigual,	las	formas	ideales	de	estas	familias	podrían	resumirse	como
1.	 la	familia	de	núcleo	patriarcal,	estructurada	por	la	dicotomía	entre	lo	público	y
lo	privado	y	acompañada	por	la	ideología	burguesa	de	esferas	separadas	y	por	el
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feminismo	burgués	anglo-norteamericano	del	siglo	XIX;
2.	 la	familia	moderna	condicionada	(o	puesta	en	vigor)	por	el	estado	del	bienestar	y
por	 instituciones	 como	 el	 salario	 familiar,	 con	 un	 florecimiento	 de	 ideologías
heterosexuales	afeministas,	incluyendo	sus	versiones	radicales	representadas	en
el	Greenwich	Village	alrededor	de	la	primera	guerra	mundial;	y
3.	 la	‘familia’	de	la	economía	del	trabajo	casero	con	su	estructura	oximorónica	de
hogares	 con	 cabeza	 de	 familia	 femeninos	 y	 su	 explosión	 de	 feminismos	 y	 la
intensificación	paradójica	y	erosión	del	propio	género.
Este	es	el	contexto	en	el	que	las	proyecciones	para	el	desempleo	estructural	a	nivel
mundial	que	surge	de	las	nuevas	tecnologías	son	parte	del	cuadro	de	la	economía	del
trabajo	casero.	Mientras	la	robótica	y	las	tecnologías	afines	lanzan	a	los	hombres	al
desempleo	en	los	países	‘desarrollados’	y	exacerban	la	imposibilidad	de	crear	puestos
de	 trabajo	 masculinos	 en	 el	 ‘desarrollo’	 del	 tercer	 mundo,	 y	 mientras	 la	 oficina
automatizada	 se	 convierte	 en	 la	 norma	 incluso	 en	 países	 con	 abundante	 oferta	 de
trabajo,	la	feminización	del	trabajo	se	intensifica.	Las	mujeres	negras	de	los	Estados
Unidos	saben	desde	hace	tiempo	lo	que	es	hacer	frente	al	subempleo	(feminización)
estructural	de	los	hombres	negros,	así	como	a	la	vulnerabilidad	de	su	propia	posición
en	la	economía	de	los	salarios.	Ya	no	es	un	secreto	que,	en	esta	estructura	económica,
la	 sexualidad,	 la	 reproducción,	 la	 familia	 y	 la	 vida	 comunitaria	 se	 encuentran
entrelazadas	de	mil	maneras	que	han	diferenciado	las	situaciones	de	las	mujeres	y	de
los	 hombres	 negros.	 Cada	 vez	 habrá	 más	 mujeres	 y	 más	 hombres	 luchando	 con
situaciones	similares,	lo	que	hará	necesarias	las	alianzas	intergenéricas	e	interraciales,
no	siempre	agradables,	en	asuntos	básicos	de	la	vida,	con	o	sin	empleo.
Las	nuevas	tecnologías	tienen	también	un	profundo	efecto	sobre	el	hambre	y	sobre	la
producción	 de	 alimentos	 para	 la	 subsistencia	 a	 través	 del	 mundo.	 Rae	 Lessor
Blumberg	(1983)	estima	que	las	mujeres	producen	alrededor	del	50%	de	estos[16].
Generalmente,	 las	 mujeres	 están	 excluidas	 de	 los	 beneficios	 resultantes	 de	 la
producción	 de	 bienes	 alimentarios	 de	 consumo	 utilizando	 alta	 tecnología,	 y	 sus
jornadas	de	trabajo	son	mucho	más	arduas	debido	a	sus	responsabilidades	para	hacer
que	 el	 pan	no	 falte	 en	 casa,	 lo	que	hace	 también	que	 sus	 situaciones	 reproductivas
sean	más	complejas.	Las	 tecnologías	de	 la	Revolución	verde	 influyen	en	otras	altas
tecnologías	de	la	producción	industrial,	alterando	las	divisiones	genéricas	del	trabajo
y	los	patrones	diferenciales	de	las	migraciones	genéricas.
Estas	 nuevas	 tecnologías	 parecen	 influir	 profundamente	 en	 las	 formas	 de
‘privatización’	 que	 Ros	 Petchesky	 (1981)	 ha	 analizado,	 en	 las	 cuales	 inciden
sinergísticamente	la	militarización,	las	ideologías	familiares	y	los	programas	políticos
de	derechas	y	 las	cada	vez	más	reforzadas	definiciones	de	propiedad	corporativa	(y
estatal)	 como	 algo	 privado[17].	 Las	 nuevas	 tecnologías	 de	 la	 comunicación	 son
fundamentales	para	la	erradicación	de	la	‘vida	pública’	para	todos,	lo	cual	facilita	el
crecimiento	rapidísimo	de	un	establecimiento	militar	permanente	de	alta	tecnología	a
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expensas	culturales	y	económicas	de	mucha	gente,	pero	especialmente	de	las	mujeres.
Las	 tecnologías	 tales	como	los	videojuegos	y	 los	 receptores	de	 televisión	altamente
miniaturizados	 parecen	 cruciales	 para	 la	 producción	 de	 las	 formas	modernas	 de	 la
‘vida	 privada’.	 La	 cultura	 de	 los	 videojuegos	 está	 sobre	 todo	 orientada	 a	 la
competición	 individual	 y	 a	 la	 guerra	 extraterrestre.	 Aquí	 son	 producidas
imaginaciones	genéricas	y	de	alta	 tecnología	que	pueden	dar	 lugar	a	 la	destrucción
del	planeta	y	a	una	huida	de	ciencia	ficción	de	sus	consecuencias.	La	militarización
va	más	allá	de	nuestras	 imaginaciones,	y	 las	otras	realidades	de	 la	guerra	nuclear	y
electrónica	son	ineludibles.	Estas	son	las	tecnologías	que	prometen	la	movilidad	más
grande	 y	 el	 intercambio	 perfecto	 y,	 que,	 de	 refilón,	 ayudan	 a	 que	 el	 turismo,	 esa
forma	 perfecta	 de	movilidad	 y	 de	 intercambio,	 emerja	 como	 una	 de	 las	 industrias
mundiales	más	en	boga.
Las	nuevas	tecnologías	afectan	a	las	relaciones	sociales	tanto	de	la	sexualidad	como
de	la	reproducción,	y	no	siempre	de	 la	misma	manera.	Los	 íntimos	 lazos	existentes
entre	sexualidad	e	instrumentalidad,	entre	percepciones	del	cuerpo	como	una	especie
de	máquina	maximizadora	para	uso	y	satisfacción	privada,	son	descritos	muy	bien	en
las	historias	de	origen	sociobiológico	que	ponen	el	énfasis	en	un	cálculo	genético	y
explican	la	inevitable	dialéctica	de	dominación	de	los	papeles	genéricos	masculinos	y
femeninos[18].	 Estas	 historias	 sociobiologicas	 dependen	 de	 una	 visión	 de	 alta
tecnología	del	cuerpo	como	un	componente	biótico	o	como	un	sistema	cibernético	de
comunicaciones.	Entre	las	muchas	transformaciones	de	las	situaciones	reproductoras
se	encuentra	la	médica,	a	través	de	la	cual	los	cuerpos	de	las	mujeres	tienen	fronteras
permeables	a	la	‘visualización’	y	a	la	‘intervención’.	Por	supuesto,	el	quién	controla
la	 interpretación	 de	 las	 fronteras	 corporales	 en	 la	 hermenéutica	médica	 es	 un	 tema
feminista.	 El	 espéculo	 ginecológico	 sirvió	 como	 un	 icono	 para	 las	 mujeres	 que
reclamaban	 sus	 cuerpos	 en	 los	 años	 70;	 esa	 herramienta	 es	 inadecuada	 hoy	 para
expresar	 nuestra	 necesaria	 política	 corporal	 en	 la	 negociación	 de	 la	 realidad	 en	 la
puesta	en	práctica	de	la	reproducción	cyborg.	La	ayuda	propia	no	es	suficiente.
Las	tecnologías	de	la	visualización	llaman	a	la	importante	práctica	cultural	de	la	caza
con	 la	 cámara	 y	 a	 la	 naturaleza	 depredadora	 de	 una	 conciencia	 fotográfica[19].	 El
sexo,	la	sexualidad	y	la	reproducción	son	actores	principales	en	los	sistemas	míticos
de	alta	 tecnología	que	estructuran	nuestras	 imaginaciones	de	posibilidad	personal	y
social.
Otro	aspecto	crítico	de	las	relaciones	sociales	de	las	nuevas	tecnologías	es	la	nueva
formulación	de	las	expectativas,	de	la	cultura,	del	empleo	y	de	la	reproducción	para	la
amplia	fuerza	de	trabajo	científico	y	técnico.	Un	enorme	peligro	social	y	político	es	la
formación	de	una	 estructura	 social	 altamente	bimodal,	 con	masas	de	hombres	y	de
mujeres	de	todos	los	grupos	étnicos,	pero	especialmente	del	de	color,	recluidos	en	la
economía	 del	 trabajo	 casero,	 en	 el	 analfabetismo	 de	 diferentesvariedades,	 en	 la
impotencia	 y	 en	 el	 desempleo	 general	 controlados	 por	 aparatos	 represivos	 de	 alta
tecnología	 que	 van	 desde	 la	 diversión	 hasta	 la	 vigilancia	 y	 la	 desaparición.	 Una
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política	feminista	socialista	adecuada	debería	dirigirse	a	 las	mujeres	que	ocupan	las
posiciones	laborales	privilegiadas,	principalmente	en	la	tecnología	y	en	la	producción
científica,	 que	 construyen	 los	 discursos	 científico-técnicos,	 los	 procesos	 y	 los
objetos[20].
Este	 asunto	 es	 sólo	 un	 aspecto	 de	 la	 búsqueda	 de	 la	 posibilidad	 de	 una	 ciencia
feminista,	 pero	 un	 aspecto	 importante.	 ¿Qué	 clase	 de	 papel	 constitutivo	 en	 la
producción	 del	 conocimiento,	 de	 la	 imaginación	 y	 de	 la	 práctica	 tienen	 los	 nuevos
grupos	 implicados	 en	 la	 ciencia?	 ¿Cómo	 pueden	 estos	 grupos	 aliarse	 con	 los
movimientos	progresivos	sociales	y	políticos?	¿Qué	clase	de	responsabilidad	política
puede	 ser	 construida	 para	 unir	 a	 las	 mujeres	 a	 través	 de	 las	 jerarquías
cientificotécnicas	que	nos	separan?	¿Existirán	maneras	de	desarrollar	políticas	para	el
desenvolvimiento	de	la	tecnología	y	de	la	ciencia	feministas	en	alianza	con	grupos	de
acción	antimilitar	para	la	reconversión	científica?	Muchos	trabajadores	científicos	y
técnicos	 en	 Silicon	Valley,	 incluidos	 los	 cowboys	 de	 la	 alta	 tecnología,	 no	 quieren
trabajar	en	la	ciencia	militar.
¿Podrían	 estas	 preferencias	 personales	 y	 estas	 tendencias	 culturales	 fundirse	 en
políticas	 progresivas	 entre	 la	 clase	 media	 profesional	 en	 la	 que	 las	 mujeres,
incluyendo	las	de	color,	empiezan	a	ser	numerosas?
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Las	mujeres	en	el	circuito	integrado
Voy	 ahora	 a	 resumir	 el	 cuadro	 de	 las	 posiciones	 históricas	 de	 las	 mujeres	 en	 las
sociedades	 industriales	 avanzadas,	 reestructuradas	 parcialmente	 a	 través	 de	 las
relaciones	sociales	de	la	ciencia	y	de	la	tecnología.	Si	alguna	vez	fue	ideológicamente
posible	caracterizar	las	vidas	de	las	mujeres	mediante	la	distinción	entre	los	campos
público	y	privado	—sugerida	por	imágenes	de	la	división	de	la	vida	de	la	clase	obrera
en	fábrica	y	hogar,	de	la	vida	burguesa	en	el	mercado	y	el	hogar	y	de	la	existencia	del
género	en	los	reinos	personales	y	políticos—	es	ahora	una	ideología	completamente
engañadora,	incluso	para	mostrar	de	qué	manera	ambos	términos	de	estas	dicotomías
se	 construyen	 mutuamente	 en	 la	 práctica	 y	 en	 la	 teoría.	 Prefiero	 una	 imagen	 de
cadena	 ideológica	 que	 sugiera	 la	 profusión	 de	 espacios	 e	 identidades	 y	 la
permeabilidad	de	las	fronteras	en	el	cuerpo	personal	y	en	el	político.	‘Encadenar’	es
tanto	 una	 práctica	 política	 como	 una	 estrategia	 de	 multinacional	 corporativa,
entretejer	es	para	los	cyborgs	opositivos.
Por	lo	tanto,	voy	a	volver	a	la	imagen	anterior	de	la	informática	de	la	dominación	y
dibujar	 una	 visión	 del	 ‘lugar’	 de	 las	mujeres	 en	 el	 circuito	 integrado,	 tocando	 sólo
unas	pocas	posiciones	sociales	idealizadas,	vistas	en	principio	desde	el	punto	de	vista
de	 las	 sociedades	 capitalistas	 avanzadas:	 hogar,	 mercado,	 puesto	 de	 trabajo
remunerado,	estado,	escuela,	clínica-hospital	e	iglesia.	Cada	uno	de	esos	idealizados
lugares	 se	 encuentra	 lógica	 y	 prácticamente	 implicado	 en	 los	 otros,	 de	 manera
análoga	 a	 la	 de	 una	 fotografía	 holográfica.	 Quisiera	 sugerir	 el	 impacto	 de	 las
relaciones	sociales	mediadas	y	puestas	en	vigor	por	las	nuevas	tecnologías	con	vistas
a	ayudar	en	la	formulación	del	necesario	análisis	y	del	trabajo	práctico.	No	obstante,
no	existe	un	‘lugar’	para	las	mujeres	en	estas	cadenas,	sólo	geometrías	de	diferencia	y
contradicción	cruciales	para	 las	 identidades	cyborgs	 de	 las	mujeres.	 Si	 aprendemos
cómo	 leer	 esas	 redes	 de	 poder	 de	 vida	 social,	 podremos	 aprender	 nuevos
acoplamientos,	nuevas	coaliciones.	No	hay	manera	de	leer	la	lista	siguiente	desde	una
posición	de	 ‘identificación’	de	un	yo	unitario.	La	consecuencia	es	 la	dispersión.	La
tarea	es	sobrevivir	en	la	diáspora.
Hogar:	Hogares	con	cabezas	de	familia	femenino,	monogamia	en	serie,	huida	de	los
hombres,	 ancianas	 solas,	 tecnología	 del	 trabajo	 doméstico,	 trabajo	 casero	 pagado,
resurgimiento	 de	 las	 fábricas	 domésticas	 donde	 seexplota	 al	 obrero,	 negocios	 en	 el
hogar	 enlazados	 por	 redes	 de	 telecomunicaciones,	 chalet	 electrónico,	 ausencia	 de
hogar	urbano,	emigración,	arquitectura	modular,	familia	nuclear	reforzada	(de	manera
simulada),	intensa	violencia	doméstica.
Mercado:	 Continuo	 consumo	 de	 trabajo	 por	 parte	 de	 las	mujeres,	 a	 las	 que	 se	 les
destina,	 para	 que	 la	 compren,	 la	 profusión	 de	 nuevos	 productos	 de	 las	 nuevas
tecnologías	 (sobre	 todo	 a	 causa	 de	 que	 la	 carrera	 competitiva	 entre	 las	 naciones
industrializadas	y	las	que	están	en	vías	de	industrialización,	para	evitar	un	peligroso
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desempleo	 de	 sus	 masas,	 necesita	 encontrar	 más	 y	 más	 nuevos	 mercados	 donde
dirigir	unos	bienes	de	consumo	que	cada	vez	son	menos	necesarios);	poder	de	compra
bimodal,	 de	 par	 con	 la	 publicidad	 puesta	 en	 el	 nuevo	 objetivo	 de	 los	 numerosos
grupos	 acomodados	 y	 olvido	 de	 los	 mercados	 de	 masas	 anteriores;	 importancia
creciente	de	los	mercados	informales	en	el	 trabajo	y	bienes	de	consumo	paralelos	a
las	estructuras	opulentas	de	los	mercados	de	la	alta	tecnología;	sistemas	de	vigilancia
a	través	de	transferencias	de	fondos	electrónicos;	abstracción	(conversión	en	un	bien
de	 consumo)	 intensa	 del	 mercado	 de	 la	 experiencia,	 resultando	 en	 teorías	 de	 la
comunidad	 utópicas	 e	 ineficaces	 o	 cínicas;	movilidad	 extrema	 (abstracción)	 de	 los
sistemas	 de	mercado	 y	 de	 financiación;	 interpenetración	 de	 los	mercados	 sexual	 y
laboral;	sexualización	intensificada	del	consumo	abstracto	y	alienado.
Puesto	 de	 trabajo	 remunerado:	 Continua	 e	 intensa	 división	 sexual	 y	 racial	 del
trabajo,	 pero	 crecimiento	 considerable	 del	 número	 de	 miembros	 en	 categorías	 de
trabajo	privilegiado	para	muchas	mujeres	blancas	y	gentes	de	color;	 impacto	de	 las
nuevas	 tecnologías	 en	 el	 trabajo	 de	 oficina	 de	 las	 mujeres,	 en	 los	 servicios,	 en	 la
manufacturación	(especialmente	de	 los	 textiles),	en	 la	agricultura,	en	 la	electrónica;
reestructuración	 internacional	 de	 las	 clases	 trabajadoras;	 puesta	 en	 marcha	 de
modificaciones	 de	 horario	 laboral	 para	 facilitar	 la	 economía	 del	 trabajo	 casero
(flexibilidad,	tiempo	parcial,	tiempo	extra,	ausencia	de	tiempo);	trabajo	casero	y	paro;
presiones	 cada	 vez	 mayores	 para	 estructuras	 salariales	 a	 dos	 niveles;	 cantidades
significativas	 de	 gente,	 a	 nivel	 mundial,	 en	 poblaciones	 dependientes	 de	 dinero
constante	 sin	 experiencia	 o	 sin	 esperanza	 de	 un	 empleo	 estable;	 la	mayoría	 de	 los
empleos	‘marginales’	o	‘feminizados’.
Estado:	 Erosión	 continuada	 del	 estado	 del	 bienestar;	 descentralizaciones	 con
aumento	 de	 la	 vigilancia	 y	 el	 control;	 nacionalidad	 a	 través	 de	 telemáticas;
imperialismo	 y	 poder	 político	 bajo	 forma	 de	 la	 diferenciación	 ‘riqueza	 de
información/pobreza	de	información’;	aumento	de	la	militarización	de	alta	tecnología
con	oposición	cada	vez	mayor	de	muchos	grupos	sociales;	reducción	de	los	puestos
de	 trabajo	en	el	 funcionariado	a	causa	de	 la	 intensificación	creciente	del	capital	del
trabajo	 de	 oficina,	 con	 implicaciones	 para	 la	 movilidad	 de	 las	 mujeres	 de	 color;
aumento	 de	 la	 privatización	 de	 la	 vida	 y	 de	 la	 cultura	 materiales	 e	 ideológicas;
integración	 íntima	 de	 la	 privatización	 y	 de	 la	 militarización,	 formas	 altamente
tecnológicas	de	 la	vida	personal	y	pública	del	capitalismo	burgués;	 invisibilidad	de
los	diferentes	grupos	 sociales	 entre	 ellos,	 unidos	 a	 los	mecanismos	psicológicos	de
creencia	en	enemigos	abstractos.
Escuela:	 Emparejamiento	 cada	 vez	 mayor	 de	 las	 necesidades	 del	 capital	 de	 alta
tecnología	y	de	la	educación

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