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'r f \\1 I 1\\ 1 I 48 Hombres ante la misoginia: miradas criticas Lerner, Gerda (1986), TIre Creation of Patriarchy, Nueva York, Oxford Uruversity Press.Lucrecio Caro, Tito (1969), De la naturaleza de las cosos, Madrid, España-Calpe. Malino wski , B. (1948), Una teoría científica de la cultura Y otros ensayos, Buenos Aires, Sudamericana. Marx, C. (1984), El Capital, t. L, México, Siglo XXL _ y Federico Engels (1987), La ideología alerruma, México, Grijalbo. Morg an , Lewis Henry (1993), La sociedad antigua, México, eNeA. Olympe de Gouges (1993), "Déclaration des droits de la femme et de la citoyenn e " (1791), en Olympe de Gouges. Ecrits Politiques 1788-1791 y 1791-1793, t. 1 Y 2, París, Éditions C6té-fernmes.Ovidio Nason. 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Una contradicción posible Leonardo Olivos Santoyo* Introducción El trabajo que a continuación se presenta tiene como propósito desentrañar dos problemas implícitos en el enunciado con el que se intitula el artículo. Un primer núcleo contradictorio se refiere a la factibilidad de reconocer una identi- ficación genuina de los hombres en el ideario y la cultura feminista. Es decir, reflexionar sobre la adhesión de algunos hombres dentro del paradigma filosófi- co y político que ha puesto en cuestión la supremacía masculina y los privilegios de los hombres en el mundo. Una visión de las relaciones entre hombres y muje- res vista desde ciertas perspectivas como antagónica a la identidad y a los dere- chos masculinos. La segunda dimensión del problema parte del reconocimiento de hombres feministos y devela los sedimentos misóginos presentes en las concepciones y en las prácticas de quienes se han propuesto contribuir a las transformaciones demo- cráticas ae-género. La e~istencia de hombres que se ostentan distiiitos a fa mayo- . ría, partidarios de las libertades y los derechos de las mujeres pero quienes al mismo tiempo y de manera contradictoria reproducen creencias, ideas y valores misóginos con los cuales emprenden acciones encaminadas a construir equidad. Abordar estos problemas haciendo hincapié en su cualidad contradictoria obedece a la necesidad de pensar las identidades de género como productos de múltiples determinantes que configuran hombres y mujeres sincréticos. Ello sig- • Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. 49 50 Hombres ante la misoginia: miradas críticas nifica trascender lecturas dicotómicas que plantean disyunti vas irreconciliables, po<la cuales los v",o"", ° son hom"''' ° f,,,,",,,'o,,, mamo<"",ó,;no< °bien tener una postura democrática con respecto a las mujeres. Pensar estos proce- sos a través de claves que reconozcan dicho sincretismo posibilita comprender, dentro de contextos de mayor complejidad, las inconsistencias e incongruen- cias de los hombres en procesos de cambio y permite poner a discusión los núcleos duros hechos de misoginia Ysexismo que impensados permean las obras de aquellos que protagonizan nuevas formas de ser hombre en el mundo. Los hombres frente al feminismo A contracorriente de los dictados prevalecientes en el sentido común que diso- cian las necesidades, los intereses, las aspiraciones Y los valores propios de los hombres del pensamiento feminista y, más aún, hacen de éstos, campos de lu- cha política de la llamada guerra de sexos, elijo una lectura que pondera al femi- nismo como perspectiva filosófica Y política de dimensiones civilizatorias. Un 'j,,,i"O de ",oco", •• da ae In"1"'" en la qu' los homb,es, "propiado, del monopolio de la universalidad, hemos sido sujetos de reflexión, así como llama- dos a participar en la dimensión libertaria preconizada en los horizontes de futuro que aquí se dibujan. 1 El objetivo primordial del pensamiento feminista ha sido visibilizar a las mujeres cubiertas por un velo milenario de silencios Y displicencia. Así, en tanto paradigma cognitivo, ha procurado el andamiaje categórico Y conceptual para relevar las múltiples experiencias, espacios y tiempos de las mujeres. En su bús- queda por explicar las condiciones Y situaciones vividas por éstas, el feminismo ha desarrollado también lecturas que posibilitan pensar a los hombres. Mirados a través de este prisma, el hombre dejó de ser el sujeto trascendente de la activi- dad intelectual, la encarnación del absoluto humano, representante natural de , Celia Amorós define así el contenido de la filosofía, a partir de esa pretensión totalizante, realiza la crítica a las notables exclusiones acontecidas en el campo del conocimiento, la autoconciencia de la especie, ironiza, ha sido la autoconciencia de un pequeño club (AmorÓS, 2000). 1 En tanto heredero del pensamiento crítico, señala Nancy Fraser, el feminismo conlleva una dimensión política ligada a la acción de un movimiento social objetor del sistema de dominación patriarcal. Así, no implica un análisis inocente y sin intenciones sobre la realidad. Como dirá Celia Amor6s, al describir, politiza la realidad (Fraser, 1990; Amo rós , 2000). La misoginia en el contexto histórico 51 todas y de todos. Las feministas demostraron la arbitrariedad y la contingencia de este movimiento histórico por el cual la parte se tomó por el todo y los hom- bres fueron confrontados a mirarse como productos sociales dotados de género. Esta revolución paradigmática preocupada sustancialmente por la vida de las mujeres dio cuenta de los hombres desde una perspectiva crítica que, por principio, interpeló al androcentrismo tanto en el pensamiento como en las prác- ticas e instituciones de la sociedad, la economía, la política y la cultura. En ese primer nivel, el feminismo constituyó un movimiento que descentró al hombre de las metanarrativas humanas. Por lo tanto, los varones encontraron un nicho importante en sus enunciados y discursos, redimensionados en su parcialidad de seres dotados de cuerpo sexuado y de un armazón de significados socialmen- te construidos. La recodificación que los hombres han realizado de esta interpelación se ha tematizado dentro de un abanico de posibilidades diversas. Primeramente y de manera extendida, siguió prevaleciendo una actitud de indiferencia ante el de- safío. Como si nada hubiera sucedido, los pactos entre los hombres continuaron sígnados por la exclusión de la otra mitad de la humanidad. Mientras, el hom- bre permaneció como la unidad de medida del universo y por consiguiente de las sociedades. Una segunda reacción, difundida sobre todo en el mundo anglo- sajón, se caracterizó por emprender una ofensiva virulenta en contra del femi- nismo y de aquellas mujeres que se descolocaban de los espacios tradicionales.' negándose a continuar siendo heterodesignadas por los varones. Una tercera opción, popularizada también en los países de habla inglesa, colocó en el centro de sus preocupaciones el sufrimiento de los hombres por la prevalencia de socie- dades sin padre y el protagonismo de las mujeres en la educación de los hijos. Una cuarta respuesta la ha dado un movimiento que, desde el no lugar,4 com- partió con la tercera ola de feminismo su denuncia al patriarcadoy a las normas heterosexistas que condenaron todo disenso erótico-afectivo al mundo de la ) Esto que por cierto prurito en el lenguaje se designa como lugares tradicionales han sido significados en otros contextos, radicalizando las consecuencias devastadoras para la vida de las mujeres como cautiverios (Lagarde, 2000). • Entre otros, Jacques Ranciére encuentra en lo que denomina el ordenamiento policiaco o policía, el momento de la política por el que el orden se impone e instituye los nombres, los lugares y las jerar- quías,simultáneamente, irracional iza a grupos e individuos y los expropia de logos y lugar en el mundo. Eneste no lugar, grupos y colectividades como las minorías religiosas o étnicas, las clases trabajadores y las mujeres, han quedado subsumidos bajo lógicas victoriosas que estructuran y eternizan una realidad que se presenta como dada (Ranciére, 1996). '¡',\I ~ \\ d\ .: II \ \1\ 11" 52 Hombres ante la misoginia: miradas críticas patología Y la antinatura. Finalmente, otros hombres han recogido el descentra- miento para emprender una autorreflexión crítica de la omnipresencia masculi- na. Así, atendiendo a los conceptos y categorías legadas de la tradición feminista, realizan estudios e investigaciones implicados en las premi sas transformado ras que, en clave de equidad e igualdad, entraña el feminismo.; , Serán en estas últimas dos vertientes donde se prefiguran varones potencial- mente identificados con el plano prescriptivo de la narración feminista. Proceso de reconocimiento que, dicho sea de paso, no guarda una consecución lógica. Es decir, lejos de estar inscrito en el orden de lo necesaria, parece ser resultado de factores causales y otras contingencias. Sobre todo, fruto de una serie de contra- dicciones por las cuales es posible identificar tensiones misóginas dentro de va- rones que han adoptado al feminismo como paradigma teórico Y político. A ello volveremos más adelante.El feminismo implica, así mismo, una filosofía ética y política que no sólo refiere a los hombres en la medida que los relativiza a ser uno más del conjunto humano. Éste, al explicar los mecanismos históricos mediante los cuales los hom- bres y lo masculino se alzaron como representación de la humanidad Yal hablar sobre todo de las experiencias de las mujeres, sus espacios y sus tiempoS coloca- dos en la inmanencia Y la alteridad, se significó dentro de un sistema de domi- nación, nombrado por el feminismo radical como patriarcado. 6 Dicho patriarcado se concibió como un sistema en extremo complejo, articulado en múltiples nive- les, cuya cualidad transhistórica Y transcultural le ha posibilitado anidar en aquellos sedimentos de lo social interdictos de ser visto, es decir, invisibilizados Y denegados por aparecer como parte de lo naturalmente dado? . s Para una revisión más exhaustiva del estado que guarda el debate en torno a las masculinidades (Olivos, 2003)., Lacategoría patriarcado es retomada por Kate Millet de la obra de Max Weber, quien a su vez la acuñó para dar cuenta de la forma de dominación prevaleciente en las sociedades pastoriles donde el poder recaía directamente en los padres o señores de la casa (Barbieri, 1997). Para quienes rescatan la perti- nencia y centralidad del patriarcado dentro del pensamiento feminista lo conciben como un arde" social de poder basado en la supremacía y el dominio de los hombres sobre las mujeres. Un sistema ,1(' dominio que, pese a las especificidades que pueda cobrar en distintas sociedades Ysus transformacio- nes en el transcurso del tiempO, guarda una dimensión universal (Lagarde, 1997). , El orden de género, dirá Ana María fernández, resulta uno de esos fenómenos que 'pese a que acontece Yse reitera precisamente en su inmediatez, es sin embargo difícil reparar en ello; son situado- \ nes que se apartan del campO del entendimiento, lo invisible, entonces, no es lo oculto sino lo negado, lo interdicto de ser visto' (fernández, 1990). La misoginia en el contexto histórico 53 En este nivel de análisis, los hombres reaparecen en el núcleo de la proble- mática. Así, en tanto teoría del poder centrada en el eje de la sexualidad, el feminismo ubica la inscripción de las relaciones de dominio-subordinación en los cuerpos de los hombres, por un lado, y de las mujeres, por el otro. De esta suerte, la narrativa feminista contextualiza en una lógica del poder la trascen- dencia, mismidad y centralidad del sujeto hombre. Más que un hecho neutro, producto del devenir natural de las cosas, la condición central de los varones ha sido el resultado de arreglos seculares de poder basados en la expropiación, explotación, subordinación y dominio de las mujeres. Los hombres individual y colectivamente, tanto en la privacidad de las relaciones íntimas como en los espacios visibles de la política, el desarrollo económico o la producción cultural aparecen dotados de poderes y privilegios en relación inversa a la situación que guardan las mujeres. La crítica a la estructura jerárquica y desigual de las relaciones de género y la ubicación de los sujetos que vienen protagonizando estas relaciones coloca a los hombres en un lugar, por decir lo menos, incómodo. No sólo significa estar cuestionado en la centralidad de la vida misma sino también develarnos como parte de un colectivo que ejerce múltiples formas de poder destinadas al someti- miento y la explotación de las mujeres. Detrás del heroísmo con el que la historia oficial ha contado las hazañas de los forjadores de la patria, de los pensadores o mesías, el feminismo muestra una dimensión oscura sobre la cual pende la tras- cendencia masculina y el protagonismo histórico de 'los varones. De esta mane- ra, la posibilidad de convertirse en sujetos de la historia y de actuar en los ámbitos relevantes de la vida pública se ha asentado gracias a la confinación de las otras en el espacio doméstico; a la conversión de la mujeres en sujetas de la reproduc- l' ción social y su transformación en seres para los otroe,B Trascender en la vida, política, artística o científica ha sido factible para los hombres en la medida que disponen de aquellas quienes resuelvan sus necesidades materiales y simbólicas, muchas de las veces devaloradas e invisibles como la alimentación, el cuidado de hijas e hijos, los quehaceres sentimentales y emotivos, la satisfacción sexual, etcétera. El feminismo atañe a los varones de manera crítica. Implica poner en el cen- tro de las discusiones los poderes y privilegios sobre los que se ha sustentado la , En Muier, locura y sociedad, franca Basaglia analiza rasgos característicos de la condición de las mujeres entre los que destaca el ser cuerpo para otros, ser el objeto nutricio en tanto madre pero también el cuerpo del deseo y la satisfacción de los otros (Basaglia y Kanoussi, 1983), 54 Hombres ante la misoginia: miradas críticas primacía masculina, de la cual. en cierta medida, todos resultamos subsidiarios. I En ese plano meramente analítico, la narración feminista coloca a los hombres en el colectivo de los seres en el poder. Si bien los varones pueden experimentar situaciones de opresión y dominio, cuentan con ese plus de género derivado de su investidura de hombre que, dentro de las sociedades patriarcales, los coloca en una situación de superioridad frente a las mujeres. Un obrero de la industria maquiladora, explotado y carente de cualquier derecho, contará en su hogar con una mujer sobre la cual ejercer poder en ese reducido coto que le deja el capitalismo.El feminismo, al enunciar problemas en clave de injusticias. implicó un pri- mer momento de amenaza para la dominación masculina. La radicalidad del cuestionamiento y, en consecuencia, los riesgos que entrañaba resultaron más agudos debido al carácter de este pensamiento. En tanto inscrito dentro de la tradición crítica, el feminismo implicó, como se ha señalado, una práctica ética y política transformadora del mundo. En concreto, acciones tendientes a des- montar la opresión de género. Algunas prácticas se han insertadoen el plano de los derechos Y la ciudadanía, otras en el mundo de vida a través de formas de la socialización Y la conformación de identidades alternativas, otras más como posiciones estéticas desafiantes del orden patriarcal Y otras tantas dentro del ámbito de la generación de conocimientos Ysaberes vindicativos de la experien- cia y la vida de las mujeres.Estas dimensiones de la praxis feminista tendieron a subvertir el orden que, por tradición, mantenían las relaciones de género en el ámbito público y tam- bién en el privado. Las reacciones ante lo que se interpretó como un ataque en contra de los hombres resultaron inmediatas. La difusión mediática y masiva de los postulados feministas despojados de su impronta ilustrada, reducidos a mera ideología de la excelencia de las mujeres Y la maldad ontológica de los hombres, popularizaron entre los varones Y también entre las mujeres la idea del feminis- mo como una postura equivalente al machismo. Echando mano de visiones mar- ginales y esencialistas producidas por ciertos feminismos,9 el pensamiento , El manifiesto de Valerie Solanas, famosa por atentar contra la vida del artista underground Andy Warhol, es una las evidencias socorridas por las corrientes misóginas en Estados Unidos para probar el carácter androfóbico de lo que llaman el feminismo radical. El manifiesto resulta una compilación de argumentos viscerales hechos a la medida de los detractores del feminismo, entre otros, se sostiene la idea de que los hombres somos un accidente biológico, una X incompleta, seres deficientes y emocio- nalmente limitados. Ver Solanas Valerie. http://pi.twentythree.uslsolanas.html La misoginia en el contexto histórico 55 feminista, todo, quedó inscrito en las mentalidades de muchos como una políti- ca supremacista de las mujeres, profundamente antagónica de los hombres y sus derechos. Los hombres en el feminismo La construcción del reconocimiento de los hombres en el ideario político y ético del feminismo ha resultado, como podrá imaginarse, una empresa llena de vici- situdes. En primer término, ha implicado una lectura que opta por recuperar su carácter ilustrado y subrayar la orientación crítica hacia el sistema de relaciones de género y no contra los varones, como suele recibirse. En esa medida, la acla- ración hecha por las propias feministas para comprender su paradigma en tan- to teoría de poder y perspectiva radical de la democracia ha posibilitado a ciertos varones ubicarse dentro de esta corriente como aliados y no como los antagonis- tas de una ideología antihombre. Sin embargo, la tradición de varones solidarios con la causa de las mujeres se remonta al origen mismo del feminismo. De manera individual o colectiva, a través de su pensamiento o de su participación en las acciones protagonizadas por éstas, algunos hombres, siempre en notable minoría, han estado presentes en las luchas y conquistas a lo largo de las distintas oleadas. Entre los aportes notables se encuentra la obra de Poullain de la Barre, reconocida como funda- dora del legado ilustrado del feminismo, quien al radicalizar las premisas carte- sianas argumentó a favor de la capacidad intelectual de las mujeres, encontrando en los prejuicios y la costumbre la razón de su condición sometida. 10 Otras con- tribuciones para el desarrollo ulterior de dos de las corrientes más significativas del feminismo, realizadas también por hombres, fueron los trabajos de [ohn Stuart Mill, especialmente en La sujeción de la mujer donde, en clave liberal, defiende el sufragio femenino, y Federico Engels, de cuyas premisas se desarrolló con poste- rioridad el feminismo socialista y las explicaciones que dieron cuenta de la ex- plotación especifica de las mujeres." La oleada feminista de los años setenta trajo consigo la renovación y la mul- tiplicación de las experiencias colectivas de hombres dispuestos a edificar nue- 10 Para una registro, véase en Amorós (2000), "Historia del pensamiento feminista'. 11 Catherine MacKinnon realiza un análisis pormenorizado de las tradiciones liberal y socialistas dentro del feminismo, sus límites y sus alcances (MacKinnon, 1989). 56 Hombres ante /a misoginia: miradas críticas vos pactos con las mujeres. Hombres indignados ante la desigualdad prevale- ciente, influencia dos por alguna colega, una familiar o una amiga; hombres que en carne propia habían sufrido formas de opresión por parte de otros varones, debido a su color de piel, su religión o preferencia sexual; hombres que experi- mentaron un sentido de culpa ante los privilegios gozados o quienes vieron con horror la violencia que eran capaces de desplegar." En esas movilizaciones, centradas en la sexualidad, los hombres de los paí- ses desarrollados inauguraron grupos y colectivos donde se dieron a la tarea de acompañar y hacer suyas las reivindicaciones tanto del movimiento de libera- ción de las mujeres como de las aspiraciones enunciadas por las agrupaciones lésbico-gays que por primera vez salían a la luz pública. Al acompañar en sus demandas tanto a gays como a feministas, estos núcleos se convirtieron en espa- cios que por primera vez posibilitaron el ejercicio de una autorreflexivilidad en torno a la condición masculina, recuperando para ello claves analíticas y meto- dológicas de las feministas radicales. Este proceso significó una ruptura con la actuación tradicional de aquellos hombres que habían manifestado su compromiso con las causas de las mujeres; varones quienes venían participando en las movilizaciones motivados por diver- sas razones, las cuales, sin embargo, remitían invariablemente a las necesidades, a los intereses o a la problemática de las otras, sin derivarse de alú cuestionamientos personales en tanto varones o a su lugar en las relaciones de poder de género. A partir. de los años setenta, los varones encuentran las vías para colocarse en pri- mera persona dentro de la agenda política y el pensamiento feminista, comen- zando por desentrañar los significados y las consecuencias de ser hombre en un sistema patriarcal, los privilegios y beneficios, pero también los costos. En esa década, los hombres comienzan a comprometer su subjetividad y la condición de lo masculino, a situarse en la reflexión, las accionese iniciativas desplegadas. Los recursos cognítivos. afectivo s y políticos del momento empuja- ban más allá de la mera actitud solidaria de los hombres con las mujeres. Los hilos concretos que implicaban a los varones con ese sistema transhistórico de dominio patriarcal comenzaron a develarase. Un elemento clave para desarro- llar esa experiencia lo constituyeron los grupos de autoconciencia que, inaugu- rados por las feministas, fueron retornados con menor envergadura por hombres 12 Para contar con una visión más profunda de este argumento con el que Kaufman explica la existencia de hombres que se acogen en el feminismo, véase Kaufman (1997:75-76). La misoginia en el contexto histórico 57 quienes, en experimentos sirrúlares, revisaron de manera crítica la masculinidad dominante, el poder, la violencia y sus relaciones con las mujeres. La metodolOgía explorada en esos grupos de autorreflexión consistió en pro- blematizar, a través de la experiencia personal, los temas abordados. De tal suerte, el patriarcado, la violencia o la homofobia resultaron aspectos estructurales de la realidad que a su vez tenían concreción en la vida personal de cada uno de los involucrados. El poder o la masculinidad implicaban más que una dimensión abstracta o una cualidad encarnada en los otros, una realidad vibrante disfruta- da o padecida en carne propia. De tal manera, el feminismo de los años setenta generó secuelas en los hombres quienes por primera vez se pensaban a sí mismos en tanto hombres y, desde esa condición, edificaron los cirrúentos con los cuales comenzarían a tejer los nuevos pactos con las mujeres y con otros hombres. Estas experiencias inaugurales derivaron en dos quehaceres Sustantivos, dis- tintos e interconectados que, de igual forma, siguieron los pasos de lasmujeres feministas. Por un lado, las introspecciones significaron el piso fundante de las acciones propiamente políticas, la semilla de lo que serían las acciones en el terre- no de la sociedad civil y las organizaciones ciudadanas de hombres Con trabajo de género. Entre ellas destacan por su envergadura, la campaña del listón blan- co en Canadá con la que los hombres se manifiestan públicamente en contra de la violencia hacia las mujeres y el proyecto editorial Achilles' Heel, en Inglate- rra, donde se buscó promover visiones afirmativas y positivas de la masculini- dad. 13 Paralelamente, las autorreflexiones maduraron en inquietudes de índole académica que, transformadas en cátedras e investigaciones, exploraron de ma- nera crítica las masculinidades y emprendieron estudios desde diversas áreas de conocirrúento sobre los hombres miradas en tanto constructos de género. La experiencia en México y la construcción de la identidad feminista Aquello que durante los años setenta y ochenta resultó una corriente académica y política de hombres proveníentes del mundo de habla inglesa comenzó a uní- 1) En la revista Achilles' Heel (Talón de Aqui/es) se reunieron diversos hombres que provenían de la izquierda y tenian una proximidad abierta con el feminismo. La revista constituye hasta la fecha una de las iniciativas editoriales mejor consolidadas de hombres reflexionando en torno a los hombres. Dejó de circular en los años ochenta, algunos de sus articulas pueden consultarse de forma integra gracias al los recursos de interne!. La dirección electrónica es http://www.achillesheeUreeuk.com/ I \ ~\ \\\ 1\:1 58 Hombres ante la misoginia: miradas críticas versalizarse, en los años noventa, en Latinoamérica Y en particular en nuestro país, sus derivas emergieron con notoriedad tanto en los espacios académicos como en el territorio de la política ciudadana. En México, como en el resto del mundo, la tradición crítica de la masculinidad nace ligada al feminismo Y a las feministas; son hombres próximos en sus relaciones vitales a mujeres militantes y académicas sumergidas dentro de este paradigma. Son hombres, por tanto, que en su cotidianidad viven una interpelación constante a sus privilegios Y a sus poderes; exigidos, además, a realizar transformaciones en el ámbito público como en el privado en términos de equidad, democracia e igualdad. Son varo- nes que al igual que sus pares ingleses o estadounidenses provienen de la iz- quierda, las luchas por los derechos humanos Ycuentan con recursos propios de seres ilustrados, acceso a conocimientos, información Y saberes. Al igual que en el resto del mundo, en México constituyen una expresión en extremo minoritaria de hombres de clase media urbana. No obstante, a pesar de lo reducido de su número, ello no ha redundado en la conformación de una tendencia homogénea, una identidad colectiva perfectamente configurada, sin fisuras o contradicciones internas. De entrada, utilizar un denominati vo global para intentar comprender estos procesos emergentes puede significar un seve- ro problema en el nivel más elemental de la construcción de una identidad colectiva, el de reconocimiento Y autorreconocimiento. Seguramente muchos de los hombres a los que ubico dentro de este incipiente movimiento de varones críticos de la masculinidad objetarán su inclusión y se mostrarán aun más rea- cios a nombrase pro feministas o feministos. De hecho, en nuestro país, como en el resto del mundo, uno de los debates abiertos gira en torno a ese nombre dado para significar las actividades Y quehaceres de hombres a favor de la equidad de género. La disputa del nombre más que las implicaciones formales guarda un vinculo directo con cierto déficit iderititario. Reconocerse Y recono- cer a otros como parte de un grupo de pertenencia, como parte de una corrien- te histórica, constituyentes de un sujeto político y social constituye uno de los talones de Aquiles de estos grupos de hombres, quizá resulte uno de los facto- res que juega en contra de su visibilización tanto política como dentro del ám- bito académico.Este problema tiene diversos niveles de los que sólo apuntaré alguno. Existe un nivel en donde los protagonismos, la competencia, el desconocimiento Y la descalificación del trabajo de otros, formas tradicionales de relacionarse entre los hombres dentro de una cultura jerárquica, autoritaria Y patriarcal, juegan La misoginia en el contexto histórico 59 un papel importante para la ausencia de una configuración identitaria fuerte. Así, por ejemplo, dentro de la academia, lugar donde por momentos el trabajo solitario se torna en una exigencia vital, es común pretender empezar de cero y hacer tabla rasa del legado feminista y de los aportes de otros hombres que nos han antecedido. Los académicos mexicanos buscaremos autorizamos en los anglosajones o reconocemos en la tradición de los franceses como Bourdieu, pero difícilmente podrá existir una interlocución fluida con los pares de nuestra propia universidad. La precariedad de la autoidentificación tiene otras aristas que apuntan a una de las preguntas centrales del presente trabajo: ¿es posible hablar de hom- bres feministas? Como es de esperarse, la controversia al respecto posee un ca- rácter teórico, pero también guarda relación con el posicionamiento ético y político de cada uno de los hombres colocados dentro de esta tendencia. He escuchado en voz de académicos, reconocidos por su compromiso con las tareas democrá- ticas de género, establecer una diferencia entre su práctica de investigación y el feminismo, a la cual se le considera ante todo como una postura política. Los ecos positivistas de nuestras disciplinas resuenan con fuerza. En ese sentido, al feminismo se le percibe como una ideología y una práctica ética y política que uno puede sostener pero desvinculada del quehacer de investigación. Ser hom- bre feminista es una opción personal legitima para expresada en la plaza públi- ca o suscribir una petición pero conlleva riesgos a la hora de pretender generar conocimiento. La neutralidad ideológica, la búsqueda de objetividad y una críti- . ea a los excesos de la llamada ciencia comprometida se encuentran en el trasfondo de esta postura sostenida por ciertos académicos. Existimos otros que asumimos las implicaciones y las consecuencias políticas .de nuestros estudios y sin cortapisas reivindicamos el legado feminista tanto en sus componentes analíticos como en los normativos. Ello a pesar de los riesgos anunciados, entre otros, por Bourdieu, en el sentido de que "las buenas causas no pueden servir - necesariamente - de justificación epistemológica y de que nada impide al mejor de los movimientos sociales realizar una mala ciencia y, por ende, mala política, si no se logra convertir las disposiciones subversivas en inspiración crítica, en primer lugar de sí mismo" (Bourdieu, 2000:137-138). Más allá de la discusión epistemológica implicada, estas posiciones diver- gentes dentro del pequeño nicho académico ilustran la falta de consensos míni- mos en términos de identidad y dificultan la posibilidad para hablar de un colectivo. 60 Hombres ante la misoginia: miradas críticas ¿Existen hombres feministos? La dimensión teórica del debate Existe un nivel de la discusión en torno a la pertinencia del enunciado de hom- bres feministas que guarda un carácter, digámoslo así, más teórico. Como arri- ba se señ.aló, los sujetos del análisis feminista así como sus sujetos políticos han sido sustantivamente las mujeres. Hemos visto también cómo los hombres son nombrados por el feminismo Y cómo ciertos varones a lo largo de los tiempoS se han sumado a las luchas de las mujeres. No obstante, trascendiendo las reaccio- nes más viscerales que provoca en muchos asumirse como hombres feministas, existe dentro de las contribucio·nes más destacadas al estudio de las masculini- dades una objeción cuyo argumento radica en pensar la imposibilidad de una subjetividad feminista masculina en tanto los varones no somoS los sujetos del dominiosexista. El feminismo, en ese sentido, es una cuestión de las mujeres sobre la cual los varones podemos mantenernos solidarios pero sin pretender ir más allá. En estricto apego a la teoría, lo correcto será hablar de una identidad pro feminista de los hombres. En la medida en que carecemos de esas experien- cias vividas en nuestra historia y en nuestros cuerpos, lugares donde se inscribe la opresión patriarcal. la categoría feminista en los hombres parece un montaje ficticio, falto de congruencia y de posibilidades de ser auténtico." Bajo otra lógica argumental. Victor Seidler expresa también su recelo a la idea del trabajo feminista de los hombres. El autor considera que si bien el femi- nismo ha resultado de provecho para los varones al ponerlos en contacto con sus sentimientos, provoca secuelas negativas cuando implícitamente proscribe la ira y el resentimiento por considerarlos opresivos. por otra parte, Seidler en- cuentra ciertas veces radicalizadas en el feminismo la fuente de imágenes dañi- nas acerca de los hombres, las cuales lejos de contribuir a los procesos de transformación generan resistencias Y refuerza los conservadurismos masculi- nos. Éstos, entre otros motivos, se alzan detrás de la tendencia en los estudios de la masculinidad de convertirse en un campo cada vez más independiente de la órbita feminista. Seidler enfatiza en que ello r.epresenta un momento necesario " En una entrevista realizada a Daniel Cazés (2002), éste comentÓ que en un encuentro de hombres convocado por el instituto de las mujeres del País Vasco, el consenso de los ahí reunidos giró en ese sentido, los varones son profeministas. La argumentación se centró en esos términos de hombres apoyando la lucha de las mujeres y cuestionando el poder de ellos sobre ellas. Kaufman expone que esta forma de análisis sugiere que aunque este apoyo o cuestionamiento sean fundamentales, no constituyen asuntos singulares o problemas centrales para los hombres. Véase Kaufman (1997:80-81). La misoginia en el contexto histórico 61 para que los hombres sientan la urgencia de explorar por sí mismos su masculi- nidad y descubrir lo que ella les revela, aprender a adquirir confianza para ex- teriorizar su vulnerabilidad, leída como virtud y no como signo de debilidad." A pesar de las objeciones, me gustaría desarrollar algunas ideas para abonar en el sentido de reconocer las posibilidades de los hombres en la tradición ferni- nista. Mis objetivos son proporcionar pistas identitarias que permitan construir con mayor celeridad y asertividad nuestro referente colectivo (independiente- mente de ubicamos en la academia o en la política ciudadana) y confrontar lo que creo representan indicios de una misoginia prevaleciente entre nosotros, interdictos de ser vistos y por ende de ser discutidos. Retorno para ello la crítica realizada por Marta Lamas al mujerismo, prevale- ciente sobre todo durante los primeros momentos del feminismo de la segunda ola. De acuerdo con la autora, las concepciones mujeristas esencializaron el hecho de ser mujer, idealizando su condición y mitificando las relaciones que entre ellas establecían (Lamas, 2000:82-83). Las premisas que implícitamente susten- taron esta forma de pensamiento y de acción política reprodujeron por otra vía la idea de la biología como el campo determinante de la experiencia y la con- ciencia. En consecuencia, el cuerpo se volvió la dimensión privilegiada de la que se derivaron creencias, valores y normas, específicas y consecuentes con dicho plano material. Tener cuerpo de mujer supuso pensar y actuar políticamente como mujer. Como ha demostrado el mismo pensamiento feminista, el hecho femenino resulta un constructo social e histórico y no la manífestación de una esencia biológica. Las ideologías y las múltiples formas de conciencia que cru- zan transversalmente a las mujeres lejos se encuentran de permanecer supedi- tadas a esos cuerpos. La conciencia, en esa medida, se significa como un proceso ···-de construcción individual y colectivo y no la emanación natural determinada por la posición en el lugar de trabajo o en la división social de géneros. Si bien la conciencia ética y política se edifica, los cimientos se arraigan den- tro de condiciones y situaciones históricas, por lo tanto, la conciencia tampoco puede considerarse como un proceso de autonornia individual ni mucho menos un entramado que se edífique y deconstruya a voluntad de los individuos. La proximidad que algunos hombres han establecido con las corrientes feministas " En su obra La sinrazón masculina, Seidler se preocupa por cuestionar a la modernidad y al sujeto de ésta en la medida que subordinaron todos los demás recursos y bienes humanos a la razón. Por ello, el valor que en este discurso adquieren los sentimientos y la estructura afectiva vindicada entre otras por el feminismo (Seidler, 2000). 62 Hombres ante la misoginia: miradas críticas está mediada por múltiples determinantes relativas a la historia personal de cada uno de los individuos. No obstante, vistas desde una perspectiva sociológi- ca, las peculiaridades tienen semejanzas sobre las cuales se trazan análisis que explican dentro de contextos de mayor envergadura y de carácter social lo que puede aparecer simplemente como datos biográficos aislados. Como la crítica al mujerismo ha advertido, no existen razones inscritas en el orden de lo necesario por las que se explique una toma de postura feminista emanada del hecho de contar con un cuerpo femenino. En esa misma lógica podrán extraerse conclusiones en el sentido de que el cuerpo masculino no conde- na irremediablemente a los hombres a ser depredadores innatos o violadores potenciales. Si el cuerpo no es destino y las adscripciones politic~s, éticas, ideoló- gicas e intelectuales pertenecen al terreno de las condiciones sociales, las volunta- des colectivas e individuales y las transformaciones históricas, existe un primer plano de soporte para afirmar la posibilidad del feminismo en los hombres. Sin ahondar en el tema, me parece que detentar cuerpo de varón no ha garan- tizado evitar a ciertos hombres quedar colocados en los niveles inferiorizados de la jerarquía partriarcal y de ese modo convertirse en seres incompletos Ydeficita- rios de una hombría verdadera. Históricamente, los estigmas han girado en torno al color de piel, la condición social, la religión o la preferencia sexual. Tengo la impresión de que buena parte de nosotros hemos padecido agravios de este tipo cuyos efectos, mediados por otros factores, nos han descolocado de las visiones dominantes de ser hombre Y brindado recursos afectivos e intelectuales para generar empatía con las mujeres sujetas del dominio masculino. Al seguir las claves analíticas y conceptuales del feminismo, los varones com- prometidos con los estudios de las masculinidades han vislumbrado consecuen- cias explicativas así como emancipatorias para ellos mismos, por lo que algunos se unplicaron en el paradigma más allá del apoyo a la lucha de las mujeres. La propia categoría de género abrió una veta de exploración allí donde por exce- lencia permeó la imagen absoluta del hombre en tanto sinónimo de humanidad. Los hombres comenzaron a vislumbrarse diversos y específicos, prosiguiendo a identíficar las consecuencias dañinas provocadas por el orden patriarcal en sus propias vidas.Trascender las opciones binarias que han simplificado en extremo las rela- ciones de opresión de género, para reconocer la complejidad de dimensiones existentes de poder social y de carencia del mismo entre los hombres, comenzó por arrogar luces y explicar el descolocamiento de esos mismos que habían abra- zado la causa de las mujeres con anterioridad. Ahondando en el estudio crítico La misoginia en el contexto histórico 63 de los hombres, se comprendió que la masculinidad en tanto diversa excedía al poder. Penetrar en el universo de los varones precisó hacer tabla rasa de aque- llos esquemas que ontologizaron a todos y a cada uno en el centro mismo del dominio. En su lugar, seprocedió a enunciar nuevos postulados sobre la base de incorporar la multiplicidad de relaciones políticas que los hombres establecen con las mujeres y con otros hombres, bajo una perspectiva compleja y contra- dictoria. Si bien, de acuerdo con Michael Kimmel. la definición hegemónica de la virilidad es "un hombre en el poder, un hombre con poder y un hombre de poder" (Kirnmel, 1997:75-76). Ante todo, ello ha significado una definición que da cuenta de un ideal regulativo existente en tanto disposiciones normativas que inciden sobre la identidad y la actuación de los varones. Ese fantasma regu- lativo se develó para los especialistas del tema en una fuente de tensión perma- nente y en uno de los centros hemorrágicos que hoy en día enfrentan los modelos tradicionales de la masculinidad. Las experiencias contradictorias del poder entre los hombres, llamadas así por Kaufman, tienen parte de su origen en este horizonte normativo imposible de verificarse en la mayoría de los hombres. Si sólo algunos son capaces de alzarse en el pináculo de los poderes, el resto está condenado a saberse incompleto, deficitario o averiado. Una primera arista de la contradicción está dada por el deseo de pertenecer y la puesta en cuestión del ingreso y la permanencia en el selecto ámbito los hombres realmente verdaderos para el grueso de los varones. En tanto sistema jerárquico, el patriarca do grada a los hombres en categorías de virilidad, lo que resulta un mecanismo estructural de sistema que permite su reproducción. El estigma y la puesta en cuestión de la masculinidad juegan una ".,·función central en tanto mecanismos para garantizar la prevalencia de ciertas formas hegemónicas de ser hombre. Nadie quiere ser menospreciado, de valorado o mofado en su hombría, la amenaza de la estigmatización tiene gran poder disciplinario y sobre todo refuerza las lealtades de los hombres para con todo aquello que se normaliza como lo masculino. El precio lo pagan quienes son minorizados y se les declara anómalos, los hombres quienes por distintas razo- nes han sido objeto de discriminación y violencia, pero que entre sus formas de resistencia han podido irracionalizar la opresión masculina, desde el lado de los hombres, tal como lo ha demostrado el movimiento de liberación homosexual. Sin entrar en detalles, otro de los ángulos de la contradicción propuesta por '!Kaufman estriba en la imposibilidad que los hombres concretos tienen de alcan- ,tzar los ideales de masculinidad hegemónicos. Lograr el reconocimiento sobre la 64 Hombres ante la misoginia: miradas críticas base de criterios idealizados ha significado, por principio, una cuantiosa inver- sión de energías vitales para los hombres. Asimismo, mientras el valor del reco- nocimiento está más próximo a la quintaesencia de lo masculino, su búsqueda coloca a los varones, por lo general, en situaciones de riesgo. Las pruebas donde se sintetizan los atributos más altos de la virilidad se encuentran invariablemen- te atravesados por la violencia y un latente daño a sus cuerpoS, a su seguridad y a su salud. Pienso en los deportes extremos o de equipoS, pero también en la guerra como el evento por excelencia donde se convoca a los hombres a probar su valor.El lado oscuro del poder proviene también del dolor causado de perseguir una fantasía y pretender encarnar un ideal que, en tanto eso, será siempre in- aprehensible. Los hombres en su carrera por la plena hombría, comprobarán que los éxitos indiscutiblemente serán parciales. Ansiedad Yfrustración se develan como la otra cara de la moneda de las conquistas precarias que cruzan la afir- mación y el reconocimiento de la identidad masculina. Así como el poder y los privilegios son bctibles de ser disputados, en la vida de cada individuo el control que se ejerce sobre las mujeres Y sobre otros hom- bres resulta susceptible de subvertirse en cualquier momento. Esta última di- mensión de los efectos indeseados del poder, explorado tanto por los núcleos de hombres críticos como por las corrientes mitopoéticas, refiere al costo interno que a los hombres les significa mantener un sistema de dominación. Desde estas dos perspectivas se afirma que el poder ligado a las formas tradicionales de masculinidad guarda una relación entreverada con el dolor y la dependencia. El núcleo de la argumentación radica en evidenciar cómo el proceso de sociali- zación masculina exige la supresión de ciertos sentimientos Y de ciertas necesi- dades por considerarse inconsistentes como la esencia varonil. En consecuencia, ser hombre en el mundo precisa de eliminar-emociones que lo muestren frágil y vulnerable. Soterrados los sentimientos Y los requerimientos afectivos, en lugar de cancelarse, emergen radicalizados en esas formas ligadas a una subjetividad hecha para el poder. Se espera de los varones que expresen hostilidad, descon- fianza, agresividad y fortaleza. El abanico de las emociones permitidas y alenta- das para ellos se concentra sólo en estas posibilidades. Kaufman encuentra que el ejercicio del poder patriarcal tiene su origen no sólo en la necesidad de mantener y aumentar los privilegios sino también se genera ante la exposición de los hombres al dolor, la incertidumbre Y el temor que nacen de la misma búsqueda del poder (Kaufman, 1997). Ante situaciones que se viven adversas, los hombres recurren al poder para asegurarse control La misoginia en el contexto histórico 65 sobre las cosas, no obstante, el costo que pagan los hombres siempre es grande. Aislamiento, soledad, falta de calidez y de solidaridad de los vinculas entre los hombres, violencia y autoviolencia forman parte de los saldos negativos del do- minio masculino. En este punto las fronteras entre las perspectivas críticas y aquellas conservadoras pueden ser resbaladizas. Si bien la centralidad en la idea de las experiencias contradictorias ha sido lograr una implicación propia de los hombres en el discurso de género, el énfasis en los costos y el dolor puede con- ducir a visiones victimistas y autocomplacientes que desdibujen la parte del poder en los hombres. Sumarse a los cambios preconizados por el feminismo tiene una dimensión de solidaridad ante la dominación sistemática de la que han sido sujetas las mujeres. Sin embargo, también existen elementos de incumbencia directa para la vida de los hombres ya que el patriarcado aun con todas sus recompensas y privilegios se ha develado perjudicial y dañino para ellos. lnsistir en el carácter contradictorio y enfatizar en los trasfondos negativos del poder masculino, pese a los riesgos de incurrir en victimizar a los hombres, me parece, provee de razo- nes para alentarlos a sumarse a las transformaciones e implicarse como sujetos sociales e históricos en esa empresa encabezada por las feministas para des- montar el orden patriarcal. Sin perder de vista que el proyecto feminista es sustancialmente una empre- sa democratizadora y creadora de ciudadarúa para las mujeres, las contradic- ciones de poder delinean algunas pistas para reivindicar como asignaciones también para los hombres los asuntos que aquí se analizan y se proponen. Esta perspectiva, me parece, reconoce con mayor congruencia el legado femirústa y la obra intelectual de las mujeres como una teoría social de la que somos tributa- rios. Los hombres que estudiamos las..masculinidades, desde una perspectiva-de género y fuera de ella, tenemos esa posibilidad debido a los estudios emprendi- dos por las mujeres. No sólo porque a partir de ellos se nos confrontó a miramos en esa parcialidad nunca antes explorada, sino también porque, ya sea para profundizar en los estudios críticos o para refutar las prernisas feministas, los estudiosos y activistas han recogido categorías y conceptos, muchas de las veces sin el crédito debido ni el reconocimiento para éstas. Asumir al feminismo como un asunto también de los hombres, además de sus implicaciones éticas y políticas, tiene el propósito de reconocemos, de forma explícita, como parte de una tradición que tiene en las femirústasa sus principa- les contribuyentes. Hacer de los hombres y de las masculinidades un campo de estudios, investigación y políticas resulta factible, hoy en día, debido al pensa- Il¡I\I.. ' \ :, I \¡ ,i 1 11 66 Hombres ante /a misoginia: miradas criticas miento de las feministas quienes, al desentrañar la condición de vida de las mujeres, posibilitaron las claves para el desarrollo de perspectivas que han re- flexionado sobre los varones a partir de sus especificidades de género. Descono- cer esto u omitir lo, me parece, ha sido producto de la misoginia persistente aun dentro de los hombres más críticos y feministos. Una aproximación a los significados de la misoginia Bajo una primera lectura, podrá suponerse y hasta asegurarse que la adscrip- ción de los hombres dentro de las corrientes del feminismo los colocan en un lugar más allá de los influjos de la misoginia. En ese sentido, se entiende al femi- nísmo y a la misoginia corno partes de una relación radicalmente antitética, se podrá ser lo uno o lo otro, pero de ninguna maner'a ostentar las dos cualidades en un mismo tiempO. Sin embargo, suponemos que en tanto fenómenos que atañen a la cultura, a la formación de identidades Y de subjetividades, se trata de procesos complejos en los cuales lo paradójiCO se expresa en las historias de vida de hombres Y mujeres, en sus mentalidades, ideologías, gustos estéticos, normas éticas y hasta creencias religiosas. La identidad de género, lejos de esca- parse a esta complejidad, guarda, a decir de Marcela Lagarde, una dimensión sincrética.16El rescate del sincretismo no significa el hallazgo de una coartada que per- mita entender Y justificar la prevalencia de actitudes de menosprecio y descali- ficación hacia las mujeres entre hombres ilustrados Y de corazón feminista. En tanto herramienta analítica, nos permite nombrar la persistencia de esos prejui- cios en aquellos que nos suponemos y nos hemoS creído más allá. De .quienes confiando en el co~ocirniento, los saberes y e~ una 'política de avanzada nos pensamoS inmunes a la misoginia Y por tanto, actuamOS muchas veces sin decir- lo y sin hacer conciencia de ello en contra de los derechos Y la dignidad de las mujeres.Un primer elemento para poner a discusión se relaciona con la necesidad de romper el mito de colocamos por encima de los prejuicioS que aquejan sólo a los otros hombres. AdemáS de criticar cierta arrogancia latente entre ilustrados Y " En esta categoría, Marcela Lagarde devela el conflicto presente en la conformación identitaria de todas las mujeres contemporáneas, entre una ética de la entrega Y una de la mismidad. Entre ser seres para /01 otros Y seres para sí mismas (Lagarde, 2001 y 2001-2002). La misoginia en el contexto histórico 67 progresistas. Esto nos permite dimensionar el carácter de lo que, por no tener mejor nombre, llamamos prejuicio, pero que, en el caso de la misoginia, se ase- meja a un sistema en extremo complejo de ideologías que han trascendido los tiempos y permeado una diversidad de culturas con tal fuerza que todo indica nos enfrentamos a un problema de dimensiones universales." Sin entrar en detalles sobre el carácter de la misoginia, me gustaría apuntar algunos aspectos con el propósito de comprender su universalidad y entender la fuerza con la que están permeadas las identidades de género tanto de hombres como de mujeres, de hombres y mujeres feministas de elementos misóginos. Para comenzar me gustaría descolocar la misoginia del lugar donde su pro- pia etimología la circunscribe, el espacio de las fobias, los odios, lo que en última instancia atañe sólo a factores psicológicos formativos de las identidades. No pretendo con ello desconocer la dimensión psicológíca inmersa en el asunto sino más bien sacar la discusión del terreno de lo patológico, de lo que finalmente, desde ciertas perspectivas, termina siendo privativo de sujetos anórnicos, enfer- mos y disfuncionales. En suma, casos aislados clínica mente tratables. La misoginia pertenece al terreno de los constructos sociales por 10 que no puede ser atributo exclusivo de individuos disfuncionales. Por otra parte, si de algo valen los esquemas funcionalistas, con ellos podemos afirmar que la miso- ginia tiene una utilidad de primera magnitud dentro de un sistema de domina- ción de géneros. La misoginia en tanto ideología que permea distintos niveles de lo social, que se insertan tanto en las relaciones sociales como en la esfera institu- cional, se convierte en las razones, las creencias y los saberes que dan soporte a la desigualdad entre mujeres y hombres y permiten su reproducción al infinito. La misoginia entonces es funcional al orden de géneros. La utilidad que ella le significa a la. reproducción al sistema deviene .de su propia laxitud y maleabi- lidad. No estamos frente a un cuerpo de ideas de ideas coherentes entre sí, es decir, ante un sistema ideológico homogéneo. De hecho, el éxito en la perdura- bilidad de las mísoginías se relaciona con las formas en las que se expresa prefe- rentemente. Es decir, en lugar de conocimientos, que por otra parte los hay, disputables a través de la razón, el grueso de la misoginia anida en creencias, sentimientos y valores prerreflexivos, todos ellos situados en los intersticios del sentido común. 11 En su trabajo Misogyni, David Gilmore realiza una extensa investigación antropológica e histórica paradocumentar las distintas formas que adquiere la misoginia en diversas civilizaciones y tiempos. Una constante que puede tener una base religiosa pero que refuncionaliza el discurso científico moderno. 68 Hombres ante la misoginia: miradas críticas La factura de la miso'guua lejos de reducirse a sentimientos Yactos motivadoS por el odio, el menosprecio o la fobia hacia las mujeres se expresa en un amplio espectro de matices, incluso algunos de los cuales se han legitimado como de- mostraciones que halagan al bello sexo. La misoginia pasa por todas las expresio- nes de abierta hostilidad a las mujeres, a sus cuerpoS, a sus ideas y a sus obras. No obstante, la virulencia es sólo una de sus formas; existen manifestaciones más sutiles, casi imperceptibles, donde la misoginia no se encarna en machos chovinis tas , simplemente resulta de la exclusión, la omisión Yla invisibilización de las mujeres. Es un hecho tan naturalizado que forma parte de los discursos hegemónicos de las ciencias, la política Y las artes, entre otras actividades hu- manas. . •.<Las múltiples formas de expresión y representación social del abanico misó- gino se encuentran ancladas en la desigualdad que ha signado las relaciones entre mujeres Y hombres a lo largo de los tiempos. La misoginia es producto y producente de ese orden de dominio intergenérico por el que las mujeres han sido sujetas de opresión, explotación Y marginación por parte de los hombres. En esa medida, los actos y manifestaciones que nos ocupan están asentados en este hecho político. La misoginia da cuenta de la relación, la crea Y la refuerza a través de los claroscuros por los cuales la mujer Y lo femenino se encuentran invariablemente por debajo del hombre Y lo masculino. Aquí estriba la posibili- dad y, en resumidas cuentas, se encuentra el subtexto de los miles de chistes donde se ridiculiza el cuerpo, los sentimientos o las ideas de las mujeres, las canciones en contra de ellas, los ensayos filosóficos de Schopenh auer Y Nietzs- che. la poesía romántica, Y por supuesto la pomografía y el cine gore más cerca- nos a nuestra experiencia vital.Bajo todas sus expr~~iones la misoginia ¡;enten¡;:ia la. qesvalorización de las mujeres, su inferioridad ética, moral. física e intelectual. Su trascendencia en- tonces radical en ser cuerpos para servimos, musas para inspiramos, otredad para diferenciamos. Temidas o idolatradas serán todo menoS nuestras iguales. Como se señaló, el éxito de trascender al tiempo Y permanecer en el seno de las culturas tanto del Norte como del Sur residió en haberse sedimentado Ytrans- formado en certezas inapelables, constitutivas del sentidocomún. Esparcidos con extraordinaria amplitud, los discursoS de la misoginia no conocen de clase, edad, sexo o religión. En distintos grados, forman parte del horizonte cultural de hombres sabios y doctos, políticos de izquierda, Y desde luego de aquelloS que hacemos trabajo de género con claves de equidad e igualdad. / La misoginia en el contexto histórico 69 En efecto, los hombres como las mujeres, hemos sido educados para pensar y actuar dando por hecho la supremacía masculina y la inferioridad de las mu- jeres. Con seguridad puedo creer que dentro de los hombres reunidos alrededor del feminismo difícilmente podrán hacerse eco las formas más cerriles de hosti- lidad en contra de las mujeres, ello no significa estar exentos de sus aspectos más sutiles. Me parece entonces que la índole de los sedimentos misóginos en las conciencias y en las prácticas de los hombres feministas pertenecen a estas ex- presiones de carácter casi imperceptible. La importancia de su tematización tie- ne que ver con las consecuencias políticas entrañadas de sostener una posición y una práctica tendientes a la construcción de nuevos pactos intragenéricos, obviando aspectos potencialmente dañinos para los derechos y la dignidad de las mujeres y en consecuencia para la horizontalidad de los mismos pactos. Las contradicciones del poder y el reciclamiento de la misoginia Un primer elemento que me gustaría poner a consideración se refiere a uno de los aspectos implicados en las llamadas experiencias contradictorias de poder, Cuan- do los hombres problematizan sobre la nocividad de las formas dominantes de ser hombre en el mundo, uno de los resultados ha sido la generación de políti- cas centradas en la autocomplacencia y la victimización. Así, por ejemplo, al" gunos varones que allá por los años setenta comenzaron a reflexionar acerca de la socialización masculina hicieron énfasis en la dureza y la rigidez deman- dados por los estereotipos dominantes, los cuales precisan de seres duros y asertivos, carentes de sentimientos y de emociones. De esas aproximaciones se - derivaron experiencias colectivas de índole terapéutica y confesional, donde se--'" optó por el desarrollo de las sensibilidades masculinas y de las cuales emana- ron agendas que hablaron de los derechos perdidos de los hombres, del rescate de las figuras paternas y de pasada se generaron nuevos argumentos para acu- sar a las madres y a las esposas por perpetuar los roles tradicionales y el dolor de los hombres. El pensamiento de Robert Bly y la perspectiva mitopoética ilustran el deve- nir de una corriente nacida de la contracultura y de la ola feminista de los años setenta en Estados Unidos. Una corriente donde a partir de remontar el dolor se privilegiaron los vínculos entre los hombres, convirtiéndose en espacios autorre- La misoginia en el contexto histórico 71 70 Hombres ante la n;iSoginia: miradas críticas ,,,,od.l", ""o." de .utoe"ti" Ysobre todo de """ivilid. d 'o ioroo.1 poder masculino esgrimido contra de las mujeres. IB La tentación de acentuar los costos del poder e invisibilizar los beneficios es una de las delgadas líneas por la cual los hombres feminiStas caminan, constru- y'O cooodmi'o"" Y"do~' politie". L" "p"eu,iooo> de pávil'gi" la di- mensión del dolor, los sacrificios, en suma, las consecuencias negativas del poder p"ligucoo una eua!idadvietim.d. de lo, bomb'" qu' h"'o inhue,""O' los llamados a la responsabilidad respecto a la dominación de género en contra de las mujeres y a trabajar de manera honesta Y profunda en acciones para des- montar las micra y las macro estructuras de la desigualdad. Sin negar los trasfondos oscuros del poder, la perspectiva relacional implica- da en la categoría de género, y con ello la ponderación del poder como elemento central en el análisis Y en las perspectivas políticas, se presenta como herra- mienta necesaria para evitar nuevas exclusiones de las mujeres surgidas de la autorreferencialidad misógina que puede desprenderse de ese regodearse en el dolor.Uno de los reclamos que las colegas feministas nos hacen a los hombres tan- to en la academia como en los espacios de participación ciudadana se refiere al p,lig ea poteod.l qu' o"'''v'" de una u,mp.dóo p.tti""l 'o "e "mpo te- mático construido por ellas. Esa observación tiene varias dimensiones de análi- sis. La primera de ellas palpable sobretodo en el campo de la creación de los saberes es la falta de reconocimientos explícitos del origen de las categorías, los conceptos y las metodologias que para el estudio de los hombres se vienen ex- plo,,"do. Lal"mada de .teodóo .puota. "'" omi>ioo"qu' lo' inv"bg.do res y académicoS realizamoS de las contribuciones intelectuales de las mujeres sin las cuales sería imposible nuestro trabajo. No quiero decir. que ello sea una tendencia generalizada; sin embargo, existen ejemplos de los que se ha comen- zado a nombrar como nuevas expropiaciones al trabajo de las mujeres. El no enunciar con nombre y apellido las contribuciones supone continuar con esa práctica extendida entre los hombres de no considerar a las mujeres corno geo,cado," de conocimi'otoYpo' ,1mi,mo""to ,"on" una vi';' id" mi· \ \ \ I sógina asentada de que los hombres tenemos el monopolio de la razón y el pen- samiento. Ligado a lo anterior, otro fenómeno impregnado de contenidos rnisóginos refiere a la legitimidad que el discurso feminista adquiere cuando los emisores somos hombres, especialmente si es nombrado como perspectiva de género. El problema podría ser imputable a los públicos sobre los que prevalecen imagina- rios en los que la autoridad es propiedad de los varones; no obstante, es frecuente que los feministas capitalicemos este hecho en beneficio personal o de nuestros grupos. Suele suceder que sólo los hombres pueden acceder a espacios vetados para las feministas, ello puede convertirse en un movimiento estratégico vital para socializar saberes, valores éticos y políticos en los cotos del conservadurismo descaradamente misógino.'? Sin embargo, resulta un hecho que necesita ser re- flexionado y discutido con las mujeres feministas. Es necesario también un de- bate interno en el que no se puede obviar que gran parte de legitimidad gozada por nosotros de viene de ese plus de género que suponemos atacar y desmante- lar. Reconocer que a la menor provocación los feministas nos colocamos en ese lugar asignado tradicionalmente a los hombres y asumir las consecuencias que de esa elección pueden desprenderse para la lucha por la equidad de géneros. Un tercer nivel del cuestionarniento a las tendencias expropiatorias radica en la distribución de los recursos financieros para el trabajo que realizan las mujeres y aquellos protagonizados por nosotros. Uno de los efectos 'causados por la socialización y los consensos en tomo a la llamada perspectiva de género ha sido la incorporación de los hombres en las políticas y en los estudios que antes dieron cuenta primordialmente de las mujeres. En los años ochenta y so- bre todo en los noventa del siglo pasado, esa perspectiva se fue imponiendo como directriz normativa dentro de las políticas de los organismos multilatera- les, las agencias internacionales de cooperación así como los centros de investi- gación y estudios profesionales. Entonces se decidió que el género debía hablar y: dar cuenta tanto de mujeres como de hombres, ello impactó en los subsidios, las recursos financieros, las becas y premios destinados con anterioridad al de- " En una entrevista realizada a Eduardo Liendro (2003), entonces coordinador general del Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias (Coriac), a propósito de una pregunta sobre las críticas feministas al grupo en el sentido de usufructuar una legitimidad por el hecho de ser hombres, respondió que ello se fundamenta en razones válidas sobre las que los hombres tendrán que realizar una autocrítica pero también mencionó cómo esa propia legitimidad tenía un valor instrumental que podría ser provechoso para la causa de la equidad e igualdad entre los géneros." Scott Coltrane encuentra en la utilización del poder como herramienta analítica la diferencia funda- mental entre las corrientes mitopoéticas como las de Robert Bly y la perspectiva de los hombres feminiS- tas como Kaufman Y Kimmel. Véase Coltrane (199B). Otros autores como Daniel Cazés subrayan la necesidad de relevar las relaciones de poder intergenérico como una de las herramientas metodológ i - cas fundamentales para el estudio de los hombres. Véase Cazés (1998b). / 1\\1\11 '.Ili , 72 Hombres ante la misoginia: miradas críticas sarroll o de proyectos y programas para las mujeres. A partir de esas decisiones los escasoS financiamientos, tanto públicos como privados, destinados a temas de género debían contemplar partidas diseñadas en términOS de equidad para favorecer a los desiguales.Si bien todo lo anterior es una síntesis apretada de lo sucedido, lo cierto es que las suspicacias Y malestares del arribo de los hombres a los trabajos de géne- ro se deben en cierta medida al problema de los reCursos. Los hombres, dicen algunas feministas, llegamos, como de costumbre, cuando la mesa está servida, cuando la construcción de los temas Y problemáticas ligadas a las inequidades de género se han puesto en la mesa de discusiones políticas Y los estados nacio- nales han tenido que hacer algo al respecto. Cuando el trabajo arduo se ha llevado a cabo, aparecen los hombres disputando los financiamientos, muchas de las veces, en detrimento de las instituciones y proyectos creados por Y para las mujeres.La concurrencia de esas opiniones ha sido tal que dentro de los propios hom- bres feministas existen voces de alerta que previenen sobre su eventualidad. Da- niel Cazés (1998b) llama a cobrar conciencia de las consecuencias de aceptar financiamientos y ocupar espacioS en detrimento de las investigaciones de y para las mujeres. Ello, de acuerdo con el autor, debe constituir un principio epistemológico, ético y político de la investigación de género. En México, el gru- po pionero de acción por la equidad Coriac (s/ f) tiene entre sus lineamientos internos no competir por fondos destinados a acciones afirmativas de las muje- res. Especialmente en el delicado terreno de la lucha en contra de la violencia, Coriac ha optado por esquemas de autofinanciamiento como un mecanismo para responsabilizar a los usuarios de los servicios y no tener necesidad de recu- rrir a recursoS que pudieran lesionar programas destinados a las víctimas de la violencia. ' ".-Un último aspecto de los resabios misóginos que las feministas develan en nosotros tiene lugar en la proximidad de las relaciones cuerpo a cuerpo que mujeres Y hombres insertos en nuevos pactos por la igualdad sostenemos. Se demanda congruencia a los varones protagonistas de los procesos de transfor- mación social, congruencia entre lo que se dice y lo que se hace y congruencia también entre los compromisos públicos y aquellos que se celebran de manera privada. El feminismo ha irracionalizado el orden dicotómico que escindió lo público de lo privado, las razones de estructura afectiva Y emocional. En con- cordancia con esos cuestionamiento, la exigencia se sustenta en la integralidad de las transformaciones que se buscan alcanzar, si bien se reconoce que son \W: ;,..~I' La misoginia en el contexto histórico 73 procesos en construcción permeados de síncretismo, ello no puede resultar una coartada para no desmontar en todos sus matices la misoginia y la desigualdad de las relaciones entre mujeres y hombres. He escuchado a mujeres mostrar mayores recelos de los hombres autoprocIamados progresistas e ilustrados que de los otros que sin mayor reparo asumen a cabalidad su conservadurismo pa- triarcal, al menos con éstos sabe a qué atenerse. En cambio de los progresistas históricamente se han recibido desencantadoras sorpresas. Ni los revoluciona- rios franceses ni los camaradas de todas las izquierdas pactaron con las muje- res, en ese sentido la suspicacia con los varones feministas tiene razones poderosas y enraizadas. Es difícil hacer formulaciones para des trabar estos problemas, no obstante, de nueva cuenta la crítica y la autocrítica, la capacidad de interpelar y dejarse interpelar razonadamente despejan un camino donde las mísoginías duras y sutiles podrán ser desmontadas, así como las relaciones de dominio y opresión que hoy constituyen las relaciones entre mujeres y hombres. Conclusiones A lo largo del artículo se mostraron las razones teóricas, éticas y políticas por las cuales se afirma factible la existencia de hombres comprometidos en la cons- trucción democrática de género. Si bien, desde esta perspectiva, ello se percibe como un proceso emergente, hay indicios que ubican el fenómeno como parte de un continuo histórico, cuyos orígenes se remontan al nacimiento del feminis- mo ilustrado." Desde entonces, de manera casi imperceptible y en notable mi- noritaria, se registran corrientes de hombres quienes generan o bien se suman a -las acciones encaminadas a transformar la condición de las mujeres y, en esa medida, la posición de los hombres en las relaciones de género. En ese marco, el feminismo constituye la teoría filosófica y política que ha dado cuenta de ese sistema de dominio basado en la supremacía de los hombres y la subordinación de las mujeres. Una filosofía que, al nombrar las formas y los espacios donde se verifica el poder, crea problemáticas sociales y horizontes de lO "El feminismo es un hijo no deseado de la ilustración", señala Amelia Valcárcel. Con estas palabras, la feminista española reconoce que al radical izar las premisas de la modernidad ilustrada: la razón y la igualdad -entre otros, de Poullain de la Barre y de Olympe de Gouges-, convirtieron los discursos que hablaron de la excelencia de las mujeres en obras que dieron origen al feminismo propiamente dicho, una interpretación de la realidad que conlleva su denuncia y pautas para su transformación. '\', ;. ~~ "-"t", ¡ .~~., ~ • "~,O .,:' ~~ ..•.rtr . ; 1 _~---"..:...-..\ ,¡:...;..;...--:- ; _;. " 'e.:..... ~' .•.~ ';:'",;¡\\ ; , LI I~i 74 Hombres ante la misoginia: miradas críticas :'I~¡1,· ,1: vida alternativos, libres de opresión, violencia y desigualdad, tanto para las mu- jeres como para los hombres. En esa media, el feminismo ha sido el referente teórico y también político de los esfuerzos protagonizados por mujeres y hom- bres para transformar democráticamente el sistema de relaciones de género. Por lo tanto, no podría ser otra fuente de la cual los hombres hayan extraído las claves analíticas y la metodología para reflexionar acerca de la condición mas- culina, encontrando razones propias para convertirse en críticos del poder pa- triarcal y protagonizar su desmontaje. En tanto identidad política y en tanto paradigma teórico, el feminismo ha implicado a los hombres, y los hombres se han hecho aquí de un espacio. No obstante, muchas resistencias de factura misógína siguen permeando la cons- trucción de los pactos de equidad y democracia entre los géneros. Este artículo tuvo como finalidad nombrar algunos de los reductos misóginos con el objetivo de hacerlos parte de la agenda de los hombres, es decir, parte de los análisis y de las acciones de quienes, tanto en la academia como en las organizaciones ciuda- danas, realizan un trabajo con y para los hombres. Discutir los valores, las ideo- logías y las prácticas en donde impensadas aniden expresiones de sexismo y misoginia, sobre todo cuando se capitalizan políticamente a través del prestigio, de los recursos financieros y de una interlocución privilegiada, en detrimento de las posiciones conseguidas por las feministas. La idea del sincretismo resulta una clave valiosa para entender el estado que guardan las identidades de género modernas, permite comprender la compleji- dad e inconsistencia de estos hombres que, si bien hacen suyas las causas femi- nistas, no se escapan de estar permeados de valores mísóginos, de reproducirlos y utilizarlos para su beneficio. Pensamos sincréticos nos ayuda a develarnosen esas contradicciones, nombrarlas y ubicarlas lejos de esquemas individualizantes, para así poderlas desmontar en los ámbitos públicos y también en los privados. ... 1 [, ;11,¡ 11.,. 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Pero el sentido del término no está claramente definido, ni en el lenguaje corriente ni en el ámbito científico. Sabemos de la voz, de su raíz griega y de la existencia desde mucho tiempo atrás de un pensamiento misógino - id est, que desprecia u odia a las mujeres. En la mayor parte de las investigaciones que se ocupan del tema se señalan ejemplos de la literatura, y se cita que desde Hornero, la mujer debía obedecer las órdenes del varón de la familia -padre, hermano, marido o incluso hijos- Ysu mundo (supuestamente natural) era el hogar y las tareas del ámbito domés- tico (Sáiz Ripoll, 2004). Esta autora destaca diversos ejemplos en la producción clásica,. renacentista y del Siglo de Oro (desde el Arcipreste de Talavera hasta Quevedo y Gracián, sin olvidar a los erasmistas).' Kate Millet no es menos rotun- 'El Colegio de México. I Los humanistas seguidores de Erasmo de Rotterdam, preocupados por el desarrollo humano y la enseñanza, prohibían esta profesión a la mujer: 'puesto que la mujer es un ser flaco [...1según mostró Eva[...1que por muy poco se dejó embobar por el demonio, no conviene que enseñe, no sea que [... 1 persuadida de una opinión falsa, con su autoridad de maestra inAuya en sus oyentes y arrastre fácilmen- tea los otros a su propio error" (Luis Vives, 'De la mujer cristiana', en Obras completas, 1947, t. 1:991, citado por Sáiz Ripoll). 77 ,. Hombres ante la misoginia: miradas críticas Comité editorial del CEIICH Luis Benítez-Bribiesca Norma Blazquez Graf Daniel Cazés Menache Enrique Contreras Suárez Rolando García Boutigue Rogel io López Torres [ohn Saxe-Fernández Isauro Uribe Pineda Guadalupe Valencia García Dan ¡el Cazés Menache Fernando Huerta Rojas Coordinadores ~wl!J GW Primera edición: 2005 Primera reimpresión: 2008 índice 1.La misoginia en el contexto histórico e Daniel Cazés Menache e Fernando Huerta Rojas e Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM e Plaza y Valdés, S. A. de C. V. Plaza y Valdés, S. A. de C. V. Manuel María Contreras 73. Colonia San Rafael México, D. F., 06470. Teléfono: 5097 20 70 ed ito ri al@plazayvaldes.com www.plazayvaldes.com La misoginia: ideología de las relaciones humanas. Una introducción _ 11 Daniel Cazés Menache Hambres feministas y misóginos. Una contradicción posible _ 49 Leonardo Olivos Santoyo De la misoginia y otras dominaciones _ 77 Nelson Minello Martini Misoginia: la identidad y los nombres de la violencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 Raymundo Mier Garza Psiquiatras, psicoanalistas y otros misóginos _ 103 Mario Zumaya López-Aguado Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita de 105 editores. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F. 11.La misoginia en las políticas públicas Ilustración de portada: Lorena Salcedo Bandala Edición a cargo de: Concepción Alida Casale Núñez La presencia de la misoginia en el fenómeno de la inseguridad. . . . . . . . . . . . .. 129 René Alejandro Jiménez Ornelas La misoginia y los derechos humanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 149 Emilio Álvarez-Icaza Longoria La misoginia en el discurso y acción de los hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 161 Roberto Garda Salas Calle de Las Eras 30, B 28670, Villaviciosa de Odán Madrid, España. Teléfono: 91665 89 59 madrid@plazayvaldes.com www.plazayvaldes.es ISBN: 970-722-430-4 Impreso en México I Printed in Mexico 111.La misoginia y las representaciones sociales I Finuras y sutilezas misóginas en "el juego del hombre" . Fernando Huerta Rojas Internet, simulación y redefinición corporal. La experiencia ciberfeminista, el performance y los chats . Antulio Sánchez Carda Algunos mensajes miságinos en canciones populares comerciales . Alberto Zárate Rosales 191 213 227 1. La misoginia en el contexto histórico
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