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Tabla de contenido pliegue frontal pagina del titulo La página de derechos de autor Tabla de contenido Editor en jefe prefacio introducción Parte I: El Lugar del Hábito en el Comportamiento Capítulo 1 Los hábitos como funciones sociales Capítulo 2 Hábito y voluntad Capítulo Tres Carácter y Comportamiento Capítulo Cuarto Costumbres y hábitos Capítulo V Costumbres y Moral Capítulo 6 Hábitos y Psicología Social Parte II El Lugar del Impulso en el Comportamiento Capítulo 7 Impulso y cambio de hábito Capítulo 8 La plasticidad del impulso El capítulo nueve cambia la naturaleza humana Capítulo 10 Los impulsos y el conflicto entre hábitos Capítulo 11 Clasificación de los instintos Capítulo 12 Sin instintos solos Capítulo Trece Impulso y Pensamiento Parte III El lugar de la razón en la acción Capítulo catorce Hábito y razón Capítulo 15 Psicología del pensamiento Capítulo 16 La naturaleza del pensamiento Capítulo 17 Pensar y calcular Capítulo 18 La singularidad del bien Capítulo 19 La naturaleza de los objetos Capítulo 20 La naturaleza de los principios Capítulo 21 Deseo y razón Capítulo 22 Presente y futuro Parte IV Conclusión Capítulo 23 Lo bueno de la actividad Capítulo 24 La moralidad es la moralidad humana Capítulo 25 ¿Qué es la libertad? Capítulo 26 La moralidad es la moralidad de la sociedad Prefacio a la edición de la biblioteca moderna de 1930 Posdata a la edición revisada pliegue trasero contraportada Datos de catalogación de libros en publicación (CIP) Naturaleza humana y comportamiento: una introducción a la psicología social / (EE. UU.) John Dewey, traducido por Luo Yuejun.—Shanghai: East China Normal University Press, 2019 ISBN 978-7-5675-9735-8 Ⅰ.①Personas… Ⅱ.①Sobre…②Luo… Ⅲ.①Sobre la naturaleza humanaⅣ.①B82-061 Núcleo de datos CIP de la biblioteca de edición de China (2019) No. 261348 Obras escogidas de Dewey Naturaleza humana y comportamiento: una introducción a la psicología social Autor (Estados Unidos) John Dewey Traductor Luo Yuejun Editor responsable Zhu Huahua Corrector responsable Wang Liping Diseño del marco Lu Xiaohong Publicado por East China Normal University Press Dirección No. 3663, Zhongshan North Road, Shanghái Código postal 200062 Sitio web www.ecnupress.com.cn Tel 021-60821666 Fax Administrativo 021-62572105 Teléfono de atención al cliente 021-62865537 Teléfono de tienda (pedido por correo) 021-62869887 Dirección Crossing Xianfeng Road, East China Normal University, No. 3663 Zhongshan North Road, Shanghái Tienda en línea http://hdsdcbs.tmall.com Impreso por Shanghai Siwei Digital Graphics Co., Ltd. Formato 890×1240 32 Hoja 9.75 Recuento de palabras 186 mil palabras Edición Enero 2020 Primera Edición Impreso en enero de 2020 por primera vez ISBN 978-7-5675-9735-8 Con un precio de 48,00 RMB Editor Wang Yan (Si encuentra que hay un problema con la calidad de impresión de esta edición del libro, envíelo de vuelta al centro de atención al cliente de esta agencia para su reemplazo o llame al 021-62865537) Editor en jefe prefacio introducción Parte I: El Lugar del Hábito en el Comportamiento o Capítulo 1 Los hábitos como funciones sociales o Capítulo 2 Hábito y voluntad o Capítulo Tres Carácter y Comportamiento o Capítulo Cuarto Costumbres y hábitos o Capítulo V Costumbres y Moral o Capítulo 6 Hábitos y Psicología Social Parte II El Lugar del Impulso en el Comportamiento o Capítulo 7 Impulso y cambio de hábito o Capítulo 8 La plasticidad del impulso o El capítulo nueve cambia la naturaleza humana o Capítulo 10 Los impulsos y el conflicto entre hábitos o Capítulo 11 Clasificación de los instintos o Capítulo 12 Sin instintos solos o Capítulo Trece Impulso y Pensamiento Parte III El lugar de la razón en la acción o Capítulo catorce Hábito y razón o Capítulo 15 Psicología del pensamiento o Capítulo 16 La naturaleza del pensamiento o Capítulo 17 Pensar y calcular o Capítulo 18 La singularidad del bien o Capítulo 19 La naturaleza de los objetos o Capítulo 20 La naturaleza de los principios o Capítulo 21 Deseo y razón o Capítulo 22 Presente y futuro Parte IV Conclusión o Capítulo 23 Lo bueno de la actividad o Capítulo 24 La moralidad es la moralidad humana o Capítulo 25 ¿Qué es la libertad? o Capítulo 26 La moralidad es la moralidad de la sociedad o Prefacio a la edición de la biblioteca moderna de 1930 Posdata a la edición revisada Editor en jefe Con motivo del 160 aniversario del nacimiento de Dewey y el 100 aniversario de la visita de Dewey a China, East China Normal University Press lanzó "Obras seleccionadas de Dewey", que tiene un significado conmemorativo muy importante. En los últimos cien años, mirando la historia del pensamiento occidental y el desarrollo académico, la influencia de Dewey no solo no se ha convertido en una cosa del pasado; Como dijo el Sr. Hu Shi: "Aunque el Sr. Dewey se haya ido, su influencia siempre existirá, y florecerá con flores más brillantes y dará frutos más abundantes en el futuro". En China, el destino de Dewey puede describirse como giros y vueltas. Solo en un pasado no muy lejano, los talentos chinos finalmente se deshicieron de la interferencia no académica, tomaron una actitud seria y se enfrentaron al valor académico de Dewey. Por lo tanto, hay un estudio en profundidad y una traducción completa de las obras de Dewey. East China Normal University Press siempre ha otorgado gran importancia a la traducción y publicación de las obras de Dewey. Anteriormente ha publicado las versiones chinas de "The Complete Works of Dewey" (39 volúmenes) y "Selected Works of Dewey" (6 volúmenes). Sobre esta base, se lanzó "Obras seleccionadas de Dewey" (12 tipos). Tal énfasis y concentración son raros y admirables en la industria editorial en el país y en el extranjero. Tal vez los lectores se pregunten, ¿por qué necesita lanzar "Obras seleccionadas" cuando se publican "Obras completas" y "Obras seleccionadas"? Nuestra consideración es: "Obras completas" es demasiado grande para los lectores comunes, ya sea por el costo de compra o por la ocupación del espacio, es insoportable. Sin embargo, debido al espacio limitado de la "Antología", es imposible incluir algunas obras importantes en su totalidad. La publicación de "Obras Seleccionadas" puede compensar estas deficiencias de "Obras Completas" y "Obras Seleccionadas". La traducción es un proceso interminable de mejora continua, aprovechando esta publicación "Seleccionada", hemos realizado nuevas correcciones y revisiones a la traducción original, tratando de hacerla más confiable. Pero sabemos que, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, inevitablemente surgirán problemas de un tipo u otro por diversas razones. Esperamos sinceramente que nos des tu consejo para que la traducción de las obras de Dewey sea perfecta. Finalmente, nos gustaría agradecer a Wang Yan, presidente de East China Normal University Press, y a Zhu Huahua, editor. La traducción al chino y la publicación de las obras de Dewey han recibido un fuerte apoyo de East China Normal University Press, como siempre, y el editor Zhu Huahua ha dedicado mucho esfuerzo a esto. Sin ese apoyo y dedicación, no habría ningún conjunto de "Obras seleccionadas de Dewey" frente a los lectores. Liu Fangtong Chen Yajun 28 de enero de 2019 en la Universidad de Fudan prefacio En la primavera de 1918, di tres conferencias en la West Memorial Foundation por invitación de Leland Stanford, Jr. Uno de los temas incluidos en el ámbito de los requerimientos de la Fundación es el de la acción y el destino humanos. A pedido de la fundación, estas conferencias serán publicadas, por lo que este libro es el producto final. Sin embargo, estas notas de lectura de la conferencia se reelaboraronmás tarde y se hicieron adiciones sustanciales. Se añade una introducción y una conclusión al libro. Se suponía que las notas de la conferencia se enviarían para su publicación dentro de dos años. Sin embargo, debido a mis viajes, se me hizo difícil cumplir estrictamente con el tiempo de publicación estipulado; estoy muy agradecido con los líderes universitarios, quienes gentilmente no solo me permitieron extender el tiempo, sino que también me trataron con cortesía cuando di conferencias Tal vez sea necesaria una pequeña explicación del subtítulo de este libro. No es la intención de este libro tratar de la psicología social. Sin embargo, plantea la seria creencia de que si bien el papel del impulso y la inteligencia es clave para comprender la actividad mental individual, la comprensión de los hábitos y los diferentes tipos de hábitos sigue siendo una de las claves para comprender la psicología social. El impulso y el intelecto están subordinados al hábito, pues la mente sólo puede concebirse concretamente como un sistema de creencias, deseos y propósitos formado por la interacción de dotes biológicas y circunstancias sociales. John Dewey febrero de 1921 introducción "Una vez que se le da un mal nombre a alguien, nunca se puede borrar". [1] La naturaleza humana se ha convertido en objeto de la mala fama que los moralistas profesionales le han dado, por lo que los resultados son naturalmente consistentes con el proverbio. La naturaleza humana siempre ha sido vista con suspicacia, miedo, acritud y, a veces, entusiasmo por sus posibilidades, pero solo cuando éstas se contrastan con su realidad. Parece haber sido tan mal tratado que el imperativo moral es podar y suprimir la naturaleza humana; si puede ser reemplazada por otra cosa, se considera buena. Hemos estado asumiendo que la moralidad sería completamente innecesaria si no fuera por la debilidad inherente del hombre que lo lleva a la depravación. Algunos escritores de mentes más amistosas han atribuido la presente denigración a los teólogos por defender la alabanza de Dios degradando al hombre. No hay duda de que los teólogos han tomado una visión más pesimista del hombre que el paganismo y el secularismo. Sin embargo, esta explicación no duró mucho. Debido a que estos teólogos son seres humanos, probablemente no habrían tenido ningún impacto si sus audiencias humanas no les hubieran respondido de alguna manera. La moralidad se ocupa en gran medida del control de la naturaleza humana. Cuando tratamos de controlar algo, somos muy conscientes de lo que está obrando en nuestra contra. Así, los moralistas pueden verse inducidos a ver la naturaleza humana como mala tanto por su renuencia a someterse al control como por su rebelión contra sus cadenas. Pero esta explicación solo plantea otra pregunta: ¿Por qué la moral establece reglas tan ajenas a la naturaleza humana? Los fines en los que insiste, las reglas que impone, son después de todo los productos naturales de la naturaleza humana. Entonces, ¿por qué la naturaleza humana los detesta tanto? Además, las reglas solo se pueden obedecer y los ideales se pueden realizar si apelan a algo en la naturaleza humana y evocan una respuesta positiva en la naturaleza humana. Exaltar sus diversos códigos morales menospreciando a la humanidad es sin duda suicida. De lo contrario, involucran a la naturaleza humana en interminables guerras civiles y la ven como un lío de fuerzas en conflicto sin esperanza. Entonces, lo que tenemos que pensar es la naturaleza y el origen de ese control sobre la naturaleza humana que siempre ha preocupado a la moral. Y, cuando hacemos esta pregunta, el hecho que se nos impone es la existencia de clases. El control se ha atribuido a la oligarquía. La indiferencia hacia la regulación ha crecido en la división entre gobernados y gobernantes. Los padres, los sacerdotes, los caciques y los censores sociales han proporcionado metas ajenas a aquellos a quienes les fueron impuestas, es decir, a la juventud, a los laicos y al pueblo llano; el pueblo hace y maneja las reglas, y las masas las siguen a regañadientes, en una manera tolerable. Todo el mundo sabe que los buenos muchachos son los que causan la menor molestia posible a sus mayores, y como la mayoría de ellos causan muchos problemas, deben ser traviesos por naturaleza. En términos generales, las buenas personas siempre han sido aquellas que hacen lo que se les dice que hagan, y no desear la obediencia es una señal de que algo está mal en su naturaleza. Pero no importa hasta qué punto los que tienen autoridad hayan convertido las reglas morales en instrumentos de supremacía de clase, cualquier teoría que atribuya el origen de las reglas al diseño deliberado es falsa. Una cosa es aprovechar las condiciones cuando ya existen y otra muy distinta crearlas para aumentar el beneficio. Debemos investigar el hecho puro de la distinción social entre el bien y el mal. Decir que las condiciones sociales surgen por casualidad es ver que no son producidas por la razón. La falta de comprensión de la naturaleza humana es la razón número uno para ignorar esto. La falta de perspicacia siempre termina en desprecio o adoración irracional. Cuando las personas no tienen un conocimiento científico de la naturaleza de la naturaleza, sucumben pasivamente a ella o buscan controlarla de manera mágica. Lo que no puede ser entendido no puede ser gobernado sabiamente, debe ser forzado a obedecer desde afuera. Para razonar, la opacidad de la naturaleza humana equivale a creer en sus irregularidades inherentes. Así, el declive de la autoridad política de la oligarquía social ha estado acompañado por el aumento del interés en la ciencia de la naturaleza humana, lo que significa que la composición y función de las fuerzas humanas proporcionan una base para conceptos e ideales morales. Comparada con las ciencias naturales, nuestra ciencia de la naturaleza humana aún no está completamente desarrollada y, en consecuencia, la moral relacionada con la salud, la utilidad y la felicidad del desarrollo humano también es rudimentaria. Cuando la naturaleza humana se asocia con el conocimiento científico, este libro analiza las etapas del cambio ético que se relacionan con los aspectos empíricos de la naturaleza humana. Podemos desear prever la naturaleza general de este cambio examinando los males que resultan de la separación real de la moralidad y la fisiología y psicología humanas. No hay sólo una patología del mal, sino una patología del bien, es decir, la patología del bien que se concibe por esta escisión. La maldad de las buenas personas, que en su mayoría sólo se registra en las novelas, es la venganza de la naturaleza humana por los insultos que se le imponen en nombre de la moralidad. Primero, la moralidad, separada de sus raíces positivas en la naturaleza humana, debe ser principalmente negativa. De hecho, el énfasis está en evitar el mal y huir del mal, enfatizando el no hacer las cosas y obedeciendo los tabúes. La moralidad negativa toma muchas formas, al igual que hay muchos tipos temperamentales diferentes que sucumben a ella. Su forma más común es la adopción de un carácter neutral protector, es decir, de una insipidez. Porque si un hombre no da gracias a Dios tanto como los otros, pero mil dan gracias a Dios tanto como los otros, entonces este hombre no pasará desapercibido como los otros. La libertad de la censura social esel signo habitual de la bondad, ya que muestra que se ha evitado el mal. Ese reproche es más fácil de absolver a uno pasando desapercibido siendo como todos los demás. La moral convencional es una moral monótona en la que lo único fatal es la atención. Si ha conservado alguna característica interesante es porque algunas de sus cualidades naturales no han disminuido en cierta medida. Hacerse tan simpático es pretencioso y la gente no se lo cree. La misma psicología que marca al criminal como un paria permanente de la sociedad hace que sea parte de ser un caballero no obligar abiertamente a otros a aceptar la virtud. Los puritanos nunca son amados, ni siquiera en una sociedad puritana. Si hay dolor, las masas prefieren ser buena compañía que buena gente. Se prefiere un mal educado a una idiosincrasia excéntrica, y deja de ser un mal. Una moralidad que ignora flagrantemente la naturaleza humana y termina enfatizando las cualidades más comunes de la naturaleza humana exagera el instinto de rebaño al que obedece. Los defensores profesionales de la moralidad han sido duros consigo mismos, pero creen que es suficiente que las masas eviten el mal conspicuo. Una de las cosas más instructivas en toda la historia humana es el sistema de reconocimiento, tolerancia, mitigación del castigo y suspensión de la ejecución, inventado para las masas por la Iglesia Católica, la moralidad sobrenatural autorizada. La exaltación de la superioridad espiritual sobre todas las cosas naturales es atemperada por una tolerancia organizada de las imperfecciones del cuerpo. Estar de acuerdo en que existe una tierra lejana de una realidad enteramente idealizada es admitir que sólo es posible para unos pocos. El protestantismo, en todas sus formas excepto en las más fervientes, ha logrado el mismo resultado mediante una separación estricta de la religión y la moralidad; se convierte en una moralidad social sobre el comportamiento cotidiano. Siempre hay naturalezas más toscas y poderosas que no pueden domarse a sí mismas al nivel requerido de obediencia prosaica. La moral convencional les parece una futilidad ordenada, aunque por lo general ignoran su actitud, aunque respaldan con entusiasmo la moral popular para que sea más fácil gobernar a la multitud. Su único criterio es el éxito, que es explicar y lograr varias cosas. Ser bueno es, para ellos, prácticamente sinónimo de ineficacia, la realización y el logro son sus propias justificaciones. Ellos saben por experiencia que aquellos que tienen éxito obtienen mucho perdón, y que estas personas exitosas dejan su bondad a los estúpidos, a los que ellos creen que son tontos. Su naturaleza gregaria encuentra su plena expresión en la abierta admiración de todas las instituciones establecidas como guardianes de los intereses ideales, avenidas de plena expresión. O encuentran que son portadores elegidos de una moral superior y andan sujetos a leyes legales particulares. La hipocresía, en el sentido de que la mala voluntad se oculta deliberadamente con fuertes declaraciones contra la virtud, es una de las cosas más improbables que pueden suceder. Pero la combinación en el mismo individuo de una naturaleza fuertemente impuesta y una afición a la aprobación popular, cuando se enfrenta a la moralidad convencional, está destinada a producir lo que los críticos llaman hipocresía. Otra reacción a la separación de la moralidad de la humanidad es celebrar románticamente el impulso natural como algo superior a todas las pretensiones morales. Hay quienes no tienen la fuerza perdurable del ejercicio de la voluntad para romper la tradición y utilizarla para sus propios fines, pero combinan la sensibilidad con un fuerte deseo. Se centran en los factores tradicionales de la moralidad y creen que toda moralidad es una convención social (convencionalidad) que obstaculiza el desarrollo individual. Aunque los apetitos son las cosas más ordinarias de la naturaleza humana, en absoluto especiales, ni en absoluto individuales, equiparan la satisfacción ilimitada de los apetitos con la libre realización del individuo. En la medida en que la pasión conmociona a las clases medias, ven en la sumisión a la pasión una declaración de libertad. La necesidad urgente de reevaluar la moralidad se burla de la noción de que evitar la abolición de la moralidad tradicional es un resultado positivo. Mientras que los tipos ejecutivos se enfocan en las condiciones de gobierno de la realidad para manejarlas, esta secta todavía abandona la razón objetiva por el sentimiento y se retira a una camarilla de almas liberadas. Hay otros que se toman en serio la noción de que la moralidad está separada de la realidad cotidiana de la humanidad y hacen todo lo posible por respetarla. Estas personas están preocupadas por el egocentrismo espiritual. Están totalmente inmersos en su estado de carácter y preocupados por la pureza de sus motivos y la bondad de su alma. La exaltación del egoísmo que a veces acompaña a este tipo de preocupaciones puede producir una crueldad perniciosa que supera a todas las demás formas de egoísmo conocidas. En otros casos, el pensamiento obstinado y persistente del reino ideal engendra una insatisfacción morbosa con el entorno de uno, o lo impulsa a uno a retirarse en vano a un mundo interior donde todos los hechos son claros. Las necesidades de las condiciones reales son así ignoradas, o tratadas a medias, porque idealmente son muy bajas y bajas. Hablar del mal y hacer esfuerzos serios para cambiarlo muestra una psicología inferior. O bien, el ideal se convierte en un santuario, un refugio y una forma de escapar de las pesadas responsabilidades. De varias maneras, las personas están viviendo gradualmente en dos mundos: uno es el mundo real y el otro es el mundo ideal. Algunas personas están atormentadas por este sentimiento conflictivo. Otros alternan constantemente entre los dos, compensando la carga del ascetismo necesario para ser miembro del reino ideal al incursionar alegremente en los placeres de la realidad. Si pasamos de los efectos concretos sobre el carácter a las cuestiones teóricas, elegimos discusiones sobre el libre albedrío como una consecuencia típica de la separación de la moralidad de la naturaleza humana. La gente está cansada de discusiones inútiles y está ansiosa por descartarlas como una metafísica elaborada. Sin embargo, contiene en sí mismo la más práctica de todas las cuestiones morales, a saber, la naturaleza de la libertad y los medios para su realización. La separación de la moralidad de la naturaleza humana ha conducido a una separación de la naturaleza humana en su moralidad de otras naturalezas, de los hábitos y esfuerzos de la sociedad cotidiana que se encuentran en las tendencias de los asuntos, la vida cívica, la amistad y la recreación. Estas cosas se consideran, en el mejor de los casos, como lugares donde se deben aplicar las ideas morales, no donde se estudiarán las ideas morales y se generará la energía moral. En resumen, la ruptura entre la moralidad y la naturaleza humana termina con el impulso de la moralidad interior desde el exterior público y la luz del sol hacia la vida interior oscura y secreta. La importancia de la discusión tradicional sobre el libre albedrío es que refleja con precisión la separación de la actividad moral de la naturaleza humana y la vida pública. Uno tiene que pasar de la teoría moral a la lucha humana universal por la libertad política, la libertad económica, la libertad religiosa y la libertad de pensamiento, expresión, reunión y creencia para encontraruna realidad significativa en la idea del libre albedrío. Así, uno se encuentra saliendo de la atmósfera sofocante y cerrada de la conciencia interior hacia el mundo exterior. El precio pagado por confinar la libertad moral a una esfera interna casi cortó el vínculo entre la ética y la política y la economía. El primero se ve como una colección de exhortaciones edificantes, mientras que el segundo se ve como algo que tiene que ver con la conveniencia, pero esta conveniencia está divorciada de la cuestión más amplia del bien. En resumen, hay dos escuelas de reforma social. Uno se basa en una moralidad que brota de una libertad interior, algo misteriosamente confinado dentro de la personalidad. Declara que la única forma en que los hombres pueden cambiar el sistema es purificar sus propias mentes, y que cuando se logre este cambio de mentalidad, el cambio del sistema seguirá naturalmente. La otra escuela niega la existencia de tal fuerza interna y argumenta que si la admitimos, hemos negado toda libertad moral. Sostiene que las personas se convierten en lo que son a través de las fuerzas de las circunstancias, que la naturaleza humana es completamente maleable y que no se puede hacer nada hasta que cambien las instituciones. Evidentemente, esto, como apelar a la integridad interior y la benevolencia, hace que esta consecuencia no tenga esperanza. Porque no proporciona una forma de cambiar el entorno. Nos hace retroceder al azar que suele disfrazarse de inevitabilidad de la historia o de la evolución, y cree que algún tipo de cambio violento simbolizado por la guerra civil conducirá a una súbita época de prosperidad. Podemos trazar una alternativa entre estas dos teorías. Podemos reconocer que todo comportamiento es una interacción entre elementos de la naturaleza humana y el entorno natural y social. [2] Función . Entonces veremos el progreso en ambos sentidos, y veremos la libertad que se encuentra en esa interacción que mantiene un entorno en el que los deseos y las elecciones humanas se consideran valiosos. De hecho, hay fuerzas no sólo dentro del individuo sino también fuera del individuo. Aunque son muy frágiles en comparación con las fuerzas externas, pueden estar respaldados por una especie de razón que prevé y planifica. Cuando vemos este problema como un problema de juicioso ajuste, el problema se transforma de un problema de personalidad en un problema de ingeniería, el establecimiento del arte de la educación y la orientación social. Hay algo materialista en las ciencias naturales, y todavía existe la noción de que la moralidad se degrada porque está estrechamente relacionada con las cosas materiales. Si una facción se levantara para afirmar que la gente debería limpiar completamente sus pulmones antes de respirar, encontraría muchos partidarios entre los moralistas profesionales. Porque ignorar la ciencia que trata concretamente con los hechos del entorno natural y social conduce a una desviación de la fuerza moral hacia una privacidad irreal dentro de un yo irreal. Es imposible decir cuánto de la miseria evitable en el mundo se debe al hecho de que las ciencias naturales son consideradas sólo como naturales. Tampoco podemos decir cuánta servidumbre innecesaria en el mundo se debe a la idea de que los problemas morales pueden resolverse en la conciencia o en el sentimiento humano, lo que excluye el estudio de los hechos y la aplicación de conocimientos especializados en la industria, el derecho y la política. La ciencia encontró su aplicación no en la fabricación y el transporte, sino en la guerra. Estos hechos perpetúan indefinidamente los aspectos más dolorosos y brutales de la guerra y la industria moderna. Toda señal de ignorar el potencial moral de las ciencias naturales se basa en la conciencia humana más allá de un enfoque en las interacciones entre el hombre y la naturaleza que deben dominarse si se quiere lograr la libertad. Dirige el intelecto a una ávida preocupación por una vida irreal, puramente interior, o intensifica la dependencia de repentinos estallidos de afecto sentimental. Las multitudes acudían en torno al ocultismo en busca de ayuda. Las personas educadas se burlaron con desdén de esto. Si se dieran cuenta de cómo recurrir a lo oculto revela la lógica práctica de sus propias creencias, como dice el proverbio, podrían convertir sus alegrías en preocupaciones. Ambos se basan en una división entre los conceptos morales y las emociones y los hechos cognoscibles de la vida, las personas y el mundo. No pretendemos que una teoría moral basada en las realidades de la naturaleza humana y el estudio de su relación específica con las ciencias naturales elimine el esfuerzo y el fracaso moral. No convierte la vida moral en una simple cuestión de caminar por un bulevar bien iluminado. Todas las acciones son una violación del futuro y lo desconocido. El conflicto y la incertidumbre son las características últimas. Pero una moralidad basada en la atención a los hechos y guiada por el conocimiento de esos hechos, al menos identificará puntos de esfuerzo efectivo y concentrará los recursos disponibles en estos puntos de esfuerzo. Acabaría con el intento imposible de vivir en dos mundos inconexos. Eliminaría no sólo la distinción fija entre la moral y la política y la industria, sino también la que existe entre el hombre y la naturaleza. Una ética basada en el estudio de la naturaleza humana en lugar de ignorarla encontraría que los hechos sobre las personas son continuos con el resto de los hechos en la naturaleza, y así uniría la ética con la física y la biología. Encontrará que la naturaleza y las actividades del individuo están estrechamente relacionadas con las de otras personas, vinculando así la ética con el estudio de la historia, la sociología, el derecho y la economía. Tal moralidad no resuelve automáticamente los problemas morales, ni elimina automáticamente la confusión. Pero nos permitirá plantear el problema de tal forma que la acción pueda ser dirigida audaz y sabiamente hacia su solución. No garantizará que no fracasemos, pero hará del fracaso una fuente de inspiración. No nos asegurará que no surgirán en el futuro dilemas morales de la misma magnitud, pero nos acercará a problemas siempre recurrentes con una riqueza de conocimiento creciente que agrega un valor significativo a nuestras acciones, incluso cuando fallamos abiertamente, porque seguiremos actuando. Hasta que se reconozcan la moralidad y la naturaleza humana, y su unidad con las circunstancias, ya no recurriremos a la experiencia pasada para resolver los problemas más apremiantes y difíciles de la vida. El conocimiento preciso y extenso solo continúa funcionando cuando se trata de dificultades puramente técnicas. Sólo un juicioso reconocimiento de la continuidad de la naturaleza, el hombre y la sociedad garantizará el desarrollo de una moral que sea más seria que fanática, más ambiciosa que sentimental, más acorde con la realidad que sentimental, no conservadora, más racional que utilitaria, idealista más que romántico. [1] El texto original es: "Dale un mal nombre a un perro y cuélgalo". También se puede traducir como "las palabras de la gente son terribles" o "si quieres imponer un delito, no hay por qué preocuparse". ". La traducción de la sección al chino de "Naturaleza y comportamiento humanos" traducida por el Sr. Jiang Wenbin adopta este último método de traducción. Publishing House, 1966, página 1. Además, en el proceso de traducción de este libro, la traducción del chino del Sr. Jiang Wenbin se hizo referencia a la versión. - traductor [2] El texto original en inglés usacursiva para indicar énfasis, y este libro usa cursiva. - traductor Parte I: El Lugar del Hábito en el Comportamiento Capítulo 1 Los hábitos como funciones sociales Es útil comparar los hábitos con funciones fisiológicas como la respiración y la digestión. Es cierto que las funciones físicas como la respiración y la digestión son naturales, mientras que los hábitos se adquieren. Sin embargo, aunque esta diferencia es importante en muchas situaciones, no puede ocultar el hecho de que los hábitos son en muchos aspectos como funciones fisiológicas, especialmente en cuanto requieren que el organismo esté en armonía con su entorno. La respiración es, en efecto, una cuestión tanto del aire como de los pulmones; la digestión es tanto del alimento como del tejido estomacal. Ver, por supuesto, incluye la acción de la luz, así como la acción de los ojos y el nervio óptico. Caminar implica no solo el funcionamiento de las piernas, sino también el funcionamiento del suelo; el habla requiere no solo los órganos vocales sino también el aire físico, la compañía humana y una audiencia. Podemos convertir el uso biológico de la palabra "función" en uno matemático, y decir que las actividades naturales como la respiración y la digestión, así como las actividades adquiridas como el habla y la honestidad, no son sólo el resultado de la acción de las circunstancias, y de hecho del individuo. Todos son productos de la interacción de la estructura de un organismo o tendencias adquiridas con su entorno. El mismo aire que bajo ciertas condiciones levanta olas sobre el agua o destruye edificios, bajo otras condiciones limpia la sangre y esparce ideas. El resultado depende de sobre qué actúa el aire. El entorno social opera a través de impulsos innatos, y así surgen el habla y las costumbres morales. En general, existen razones específicas y fundadas para atribuir la conducta a quien la emite directamente. Pero sería tan engañoso convertir esta relación particular en una creencia peculiar, como lo sería pensar que la respiración y la digestión son asuntos enteramente internos del cuerpo humano. Para encontrar una base racional para la discusión moral, debemos darnos cuenta desde el principio de que la función y el hábito son formas de usar y sintetizar las circunstancias, y que las últimas tienen tanto que decir como las primeras. Podemos expresar la misma idea diciendo que los hábitos son artes, tomando prestado un término menos técnico que en un contexto biológico. Estos hábitos incluyen las facultades de los órganos sensoriales y motores, la astucia o el oficio y el material objetivo. Absorben energía objetiva y, en última instancia, controlan el medio ambiente. Lo que requieren es orden, disciplina y habilidad en el desempeño. Tienen un principio, un desarrollo y un final. Cada etapa marca un progreso en el uso de materiales y herramientas, y cada una marca un progreso en la puesta en uso activo de los materiales. Nos reiríamos de cualquiera que dijera que era un maestro tallador de piedra, pero pensara que la habilidad era solo suya, independientemente de los objetos de apoyo y las herramientas. Sin embargo, estamos moralmente acostumbrados a tales tonterías. Se considera que las disposiciones morales pertenecen únicamente al ego y, por lo tanto, el ego está separado de su entorno natural y social. Limitando la moralidad al carácter, y luego separando el carácter del comportamiento, la motivación del comportamiento real, toda la moralidad se desarrolla a partir de este núcleo. La conciencia de la similitud de la acción moral con la función y el oficio elimina lo que hace que la moralidad sea subjetiva e "individualista" y, por lo tanto, la devuelve a la realidad. Si la moral todavía anhela el cielo, también anhelará el cielo real, no otro mundo. La honestidad, la pureza, la malicia, la irascibilidad, la valentía, la frivolidad, la laboriosidad y la irresponsabilidad no son propiedad de un solo individuo; son adaptaciones efectivas de las habilidades de uno a las fuerzas que lo rodean. Todas las virtudes y todos los vicios son hábitos de síntesis de fuerzas objetivas, producto de la interacción entre los elementos constitutivos del carácter individual y los suministrados por el mundo exterior. Pueden estudiarse objetivamente como funciones fisiológicas, y varían con factores individuales o sociales. Si un individuo existe solo en el mundo, formará sus hábitos en un vacío moral (es decir, se le considera imposible formar hábitos). El hábito le pertenecerá solo a él o, en lo que respecta a las fuerzas de la naturaleza, será solo suyo. El deber y la virtud serán solo suyos. Pero como la costumbre contiene el apoyo de las condiciones circundantes, una asociación de hombres semejantes, o un cuerpo particular, es siempre cómplice antes y después de este hecho. Una persona hace una determinada actividad, y luego esta actividad suscita diferentes reacciones a su alrededor, algunos la aprueban, algunos se oponen, algunos protestan, algunos alientan, algunos participan y algunos la detienen. Incluso esta postura dejada a una persona es una respuesta definitiva. La envidia, la envidia y la imitación son todas cómplices y las situaciones neutras no existen. El comportamiento es siempre algo en lo que las personas participan, que es lo que lo distingue de los procesos biológicos. El comportamiento debe ( debería ) ser un comportamiento social, pero este no es un "debería" (debería) en el sentido ético. Ya sea un buen comportamiento o un mal comportamiento, es social. En la medida en que la disociación de los pecados cometidos por otros anima a otros a actuar de manera mala, es también una forma de participar en el pecado. No hacer nada para prevenir el mal al no prestar atención al mal es en sí mismo una forma de ayudar al mal. El deseo del individuo de mantener su conciencia libre de corrupción moral por la distancia puede ser, en efecto, un medio para causar el mal y responsabilizar al individuo por ello. En algunos casos, sin embargo, la resistencia pasiva puede ser la forma más eficaz de disuadir a los malhechores, o el malhechor puede sentirse profundamente avergonzado al recompensar al malhechor con el bien. El sentimiento por el criminal, "perdonar" al criminal debido a la intensidad de la emoción, también es responsable de la creación del criminal. Pero asumiendo que el dolor del castigo es suficiente independientemente de las consecuencias específicas, esta visión no solo no toca la causa original del crimen, sino que también se convierte en una nueva causa de venganza y crueldad. Si una teoría abstracta de la justicia necesita ser "probada" por una ley que no tiene en cuenta la enseñanza y el cambio del perpetrador, entonces esa teoría es una negación de la responsabilidad, casi como entender al criminal como una víctima que sufre. mismo resultado. Los cursos de acción que simplemente culpan a un hombre como si su mala voluntad fuera la única causa de su mal, y aquellos que perdonan los crímenes debido a su participación en condiciones sociales que dan lugar a malas tendencias, son similares para separar al hombre de sus circunstancias, su alma Una forma de separación ilusoria del mundo. Siempre hay varias razones para un comportamiento, pero estas razones no son excusas. La cuestión de la causalidad es una cuestión de naturaleza más que de moralidad, excepto cuando se trata de consecuencias futuras. Las excusas y las condenas son necesariamente ambas consideradas como razones para acciones futuras. Por el momento, rindámonos a la emoción del resentimiento y luego "racionalicémosla" viéndola como una confirmación de la justicia. Toda nuestra tradición de justiciapunitiva por lo general ignora el papel de la sociedad en causar el crimen; simplemente se suscribe a la creencia de que el libre albedrío metafísico está en funcionamiento. Al matar al malhechor o encerrarlo en una casa de piedra, nos permitimos olvidar que nació gracias a nuestra cooperación con él. La sociedad se absuelve de responsabilidad culpando al criminal, quien a su vez culpa a las circunstancias previamente desfavorables, la seducción ajena, la falta de oportunidad y la persecución por parte de la ley y los funcionarios. Ambos son correctos, aparte de la característica general de que ambos lados se culpan mutuamente. Pero el efecto en ambos es devolver todo el problema a un papel causal anterior, una forma de negarse a introducir el problema en un juicio moral genuino. Porque la moralidad tiene que lidiar con acciones que aún están bajo nuestro control, que aún deben realizarse. Muchos pecados son cometidos por un malhechor, pero esto no nos absuelve de responsabilidad por su influencia y otros efectos de la manera en que es tratado, ni nos absuelve de responsabilidad por las condiciones bajo las cuales las personas forman el hábito deliberado del mal. .responsabilidad solidaria. Necesitamos distinguir entre cuestiones naturales y cuestiones morales. El primero se preocupa por lo que ha sucedido y cómo sucedió. Considerar esta pregunta es una parte integral de la ética. Si no podemos responderla, no podemos explicar qué fuerzas están en juego o cómo guiar nuestras acciones para mejorar las condiciones ambientales. Hasta que conozcamos las circunstancias que nos ayudan a formar los caracteres que aprobamos y oponemos, nuestros esfuerzos por crear uno y anular otro serán ciegos e irregulares. Las cuestiones morales, sin embargo, se refieren al futuro, que está en la esperanza. Contentarse con declarar juicios de mérito y demérito sin hacer referencia al hecho de que nuestros juicios son los hechos mismos que producen consecuencias, y que su valor depende de sus consecuencias, es una evasión arrogante. pasiones, como se han entregado aquellos a quienes hemos condenado. El enigma moral está cambiando los factores que ahora afectan los resultados futuros. Para cambiar el carácter real o la voluntad de otro hombre, debemos cambiar las circunstancias objetivas que están incorporadas a sus hábitos. Nuestros propios sistemas de juicio, nuestros propios sistemas de alabanza y censura, de premiar el bien y castigar el mal, son parte de las condiciones ambientales. En la vida real, se reconoce mucho el papel que juegan los factores sociales en la formación de los rasgos de personalidad. Uno de estos reconocimientos es nuestra costumbre de categorizar a la sociedad. Caracterizamos a pobres y ricos, habitantes de guetos y líderes industriales, habitantes del campo y suburbanos, funcionarios, políticos, profesores y miembros de razas, grupos y partidos. Estos juicios suelen ser demasiado crudos para ser de mucha utilidad. Sin embargo, muestran que en realidad somos conscientes de los rasgos de personalidad en función de la situación social. Cuando generalizamos esta intuición y actuamos sabiamente sobre ella, tenemos la garantía de darnos cuenta de que es solo cambiando las condiciones del entorno, que una vez más se convierten en nuestra propia forma de lidiar con lo que juzgamos, de malo a bueno. La idea de que no podemos cambiar los hábitos directamente es bastante rara. Sin embargo, podemos cambiar los hábitos indirectamente cambiando las condiciones ambientales, eligiendo y sopesando juiciosamente las cosas a las que prestamos atención y las cosas que afectan la satisfacción de nuestros deseos. Un salvaje apenas puede moverse por la jungla. Sin embargo, caminar civilizadamente es tan complejo que es simplemente imposible caminar sin un camino suave. Necesita semáforos, estaciones centrales, agencias de gestión del tráfico y medios de transporte rápidos y rápidos, así como un entorno preparado y adecuado. Sin tal entorno, incluso con las mejores intenciones subjetivas y las inclinaciones benévolas, la civilización degeneraría una vez más en barbarie. La eterna nobleza del trabajo y el arte radica en su efecto a largo plazo en la remodelación del entorno en el que se basan tan vitalmente la seguridad y el progreso futuros. Los individuos son como malas hierbas en el suelo, hay momentos en que florecen y otros en que se marchitan. Sin embargo, los resultados producidos por su trabajo son duraderos y permiten el desarrollo ulterior de actividades más significativas. Es por gracia y no por nosotros mismos que vivimos vidas civilizadas. La antigua noción de que la gratitud es la base de todas las virtudes tiene sentido. La lealtad a todo lo que hace posible una vida virtuosa bajo ciertas circunstancias es el comienzo de todo progreso. Lo mejor que podemos hacer por la posteridad es transmitir ambientes vírgenes con algún nuevo significado agregado, que permitan mantener hábitos de vida dignos y elegantes. Nuestros hábitos individuales se convierten en eslabones de la interminable cadena humana. Su significado depende de las circunstancias que hemos heredado de nuestros antepasados. Los frutos de nuestro trabajo adquieren significado cuando anticipamos su papel en el mundo en el que vivirán nuestros sucesores. No importa cuánto se haya hecho, siempre hay más por hacer. Solo podemos preservar y transmitir nuestro propio patrimonio reinventando continuamente el medio ambiente. Tratad el pasado con piedad, no por nuestro propio bien, ni por el bien del pasado, sino por el bien del presente; sólo cuando el presente es seguro y próspero podemos crear un futuro mejor. Aunque las exhortaciones, los sermones, las reprimendas y los deseos y sentimientos interiores del individuo se han desvanecido, sus hábitos persisten porque sintetizan en sí mismos las circunstancias objetivas de la situación. Así acompañará nuestras actividades . Podemos anhelar la abolición de la guerra, la justicia en la industria y una mayor igualdad de oportunidades para todos; pero ninguna predicación de la buena voluntad o la regla de oro, o el cultivo del amor y la igualdad, no logrará estos resultados... Debemos cambiar los arreglos y sistemas objetivos. No solo debemos cambiar el corazón de los hombres, sino también el medio ambiente. Pensar de otra manera es asumir que podemos cultivar flores en el desierto o conducir una motocicleta en la selva. Ambas cosas pueden pasar, y no es un milagro, pero primero tenemos que cambiar las selvas y los desiertos. En la costumbre, sin embargo, varios factores idiosincrásicos o subjetivos son importantes. Las flores de amor pueden ser el primer paso en la construcción de cisternas y canales de riego. La motivación del deseo y el esfuerzo son los principales motivadores para cambiar el entorno. Aunque las exhortaciones, los consejos y la guía personales son estímulos débiles en comparación con lo que emana constantemente de las fuerzas impersonales y las convenciones ambientales impersonales, tal vez pongan en movimiento a estas últimas. El gusto, la apreciación y el esfuerzo brotan siempre de alguna situación objetiva de la realidad. Están respaldados por condiciones objetivas y representan la liberación de algo previamente realizado para que siga siendo útil en actividades posteriores. Una verdadera apreciación de la belleza de las flores no surge de una conciencia encerrada en sí misma, sino que reflejaun mundo en el que han crecido hermosas flores y han sido amadas. Gustos y deseos representan hechos objetivos preexistentes que se repiten en acciones que garantizan permanencia y continuidad. El deseo por las flores viene después del gusto real por ellas, pero viene antes del trabajo de hacer crecer flores en el desierto, antes del cultivo de flores. Todo ideal está detrás de la realidad, pero los ideales no son meras imitaciones de las imágenes internas de la realidad. Establece de forma más sólida, general y completa la imagen de un bien que antes se experimentaba de manera indeterminada, contingente y fugaz. Capítulo 2 Hábito y voluntad Es un hecho importante que para comprender el lugar único del hábito en la actividad, debemos considerar los malos hábitos de todo tipo, como la ociosidad, el juego, el alcoholismo y el abuso de drogas. Cuando pensamos en los hábitos mencionados anteriormente, nos vemos obligados a asociarlos con deseos e impulsos. Pero cuando pensamos en los hábitos en términos de caminar, tocar un instrumento, escribir a máquina, los vemos más como habilidades especializadas que existen independientemente de nuestras inclinaciones, que carecen de urgencia. Vemos estos hábitos como instrumentos pasivos que esperan ser puestos en juego por fuerzas externas. Un mal hábito implica una disposición innata a la acción, y también implica dominación y control sobre nosotros. Nos hace hacer cosas de las que nos avergonzamos, cosas que nos decimos a nosotros mismos que no debemos hacer. Ignora por completo nuestra determinación y nuestras decisiones conscientes. El hábito tiene este poder cuando somos honestos con nosotros mismos porque es una parte muy íntima de nosotros mismos. Nos domina porque somos hábitos. Nuestro amor propio y nuestra negativa a enfrentar la realidad, tal vez combinados con un sentido de un yo no realizado pero potencialmente mejor, nos lleva a sacar el hábito de nuestras mentes y verlo como una fuerza maligna que de alguna manera nos conquista. Satisfacemos nuestra presunción recordando que los hábitos no se formaron a propósito, nunca quisimos ser holgazanes, jugadores o libertinos. Pero si no hay una intención definida, ¿qué oportunidad se desarrolla para ser profundamente lo que somos? Los rasgos de un mal hábito resultan ser los más instructivos de todos los hábitos y de nosotros mismos. Nos enseñan que todos los hábitos son emociones, que todos los hábitos tienen una fuerza motriz, que las disposiciones resultantes de muchas acciones específicas son una parte más íntima y fundamental de nosotros mismos que elecciones vagas, generales y conscientes. Todos los hábitos exigen algún tipo de actividad; constituyen el yo. Hábito es voluntad, en cualquier sentido inteligible de la palabra "voluntad". Forman nuestros deseos reales y nos brindan la capacidad de ser efectivos. El hábito gobierna nuestra mente, determina qué pensamientos emergerán y serán convincentes, y cuáles pasarán de lo manifiesto a lo oculto. Podemos pensar en el hábito como una herramienta en una caja, esperando la determinación consciente de usarlo. Sin embargo, no son lo mismo que medios. El hábito es un medio activo, un medio de expresión, un modo de acción dinámico y dominante. Necesitamos distinguir entre materiales, herramientas y medios reales. Estrictamente hablando, los clavos y las tablas no son medios para hacer cajas. No son más que el material del que está hecha la caja. Incluso las sierras y los martillos son medios solo cuando se usan en alguna manufactura real; de lo contrario, son herramientas o medios potenciales. Se convierten en medios de realidad sólo cuando se asocian con ojos, brazos y manos en una operación específica. Correspondientemente, los ojos, los brazos y las manos se convierten en medios reales sólo en la acción activa. Y, siempre que aparecen en acción, es con materiales y energías externas. Si no hay un soporte externo más allá de sí mismo, entonces los ojos solo miran sin expresión y las manos solo se agitan torpemente. Son medios sólo en la medida en que entran en la organización de las cosas que independientemente alcanzan fines definidos. Estas organizaciones son hábitos. Este hecho también se puede dividir en dos. Los materiales externos y los órganos corporales, así como los propios órganos psíquicos, no pueden ser medios sino en un sentido contingente con un "si". Deben usarse en armonía unos con otros antes de que se conviertan en medios prácticos o hábitos. Esta declaración parece utilizar un lenguaje técnico para formular un lugar común. Pero la creencia en la brujería ha desempeñado un papel importante en la historia humana, y la esencia de toda brujería es suponer que se pueden obtener resultados sin la ayuda de las fuerzas humanas y las condiciones naturales que interactúan entre sí. El deseo de lluvia, tal vez tentando a la gente a agitar ramas de sauce y rociar agua, es una respuesta natural e inofensiva. Pero los hombres continuaron creyendo que sus acciones tenían el poder de provocar la lluvia directamente, sin la concurrencia de condiciones naturales intermedias. Esto es brujería, aunque sea natural o espontánea, no es inocente. Obstaculiza el estudio intelectual de las condiciones de trabajo y desperdicia en vano el deseo y el esfuerzo humanos. Aunque las formas vulgares de práctica supersticiosa han dejado de existir, la creencia en la brujería no ha cesado. El principio de la brujería se encuentra siempre que se desea obtener un fin sin el control intelectual de los medios, y lo mismo ocurre cuando se supone que los medios existen pero están muertos e ineficaces. En la ética y la política aún prevalece esta expectativa; y, aun en los aspectos más importantes de la acción humana, aún se encuentra bajo la influencia de la brujería. Pensamos que teniendo un afecto lo suficientemente fuerte por algo, por un deseo muy firme, podemos obtener el resultado deseado, como la implementación efectiva de una buena decisión, o la paz entre las naciones, o la buena voluntad en la industria. Sin embargo, ignoramos la inevitabilidad de varias condiciones objetivas que trabajan juntas, e ignoramos el hecho de que este tipo de acción conjunta solo puede confirmarse en una investigación precisa y a largo plazo. O, por el contrario, imaginamos que podemos lograr estos resultados mediante máquinas externas, mediante herramientas o medios potenciales, sin la correspondiente acción de los deseos y capacidades humanos. Estas dos creencias falsas y contradictorias suelen coexistir en la misma persona. El hombre que piensa que su virtud es su propio logro personal es probablemente también el hombre que piensa que por leyes puede poner el temor de Dios entre los demás, y por edictos y prohibiciones y hacerlos hombres buenos. Un amigo me habló recientemente de una superstición que prevalece incluso entre las personas educadas. Sostienen que si a las personas se les dice qué hacer, si se les muestra el propósito correcto , entonces todo lo que se requiere para realizar la acción correcta es la voluntad o el deseo a los ojos de la persona que está a punto de actuar. Utiliza el asunto de la postura corporal como ilustración: supongamos que se le dice a un hombre que se mantenga erguido, todo lo que se requiere de su parte es deseo y esfuerzo, y el acto se lleva a cabo. Esta creencia, argumenta, es igual a la magia primitiva en que ignora los medios involucrados en el logro del fin. Continúa diciendo que el predominio deesta creencia, partiendo de la falsa idea del control del cuerpo, se extiende al control de la mente y el carácter, convirtiéndose así en el mayor obstáculo para el progreso de una sociedad inteligente. Bloquea el camino porque nos desvía de la investigación intelectual sobre el descubrimiento de los medios que producirán el fin deseado, de la invención intelectual para la adquisición de los medios. En resumen, ignora la importancia de los hábitos intelectualmente controlados. Podemos citar sus ilustraciones de la verdadera naturaleza del propósito o imperativo natural y su cumplimiento para contrarrestar los conceptos erróneos actuales. [1] para comparar. Una persona con mala postura habitual se dice a sí misma, o se le dice, que se ponga de pie. Si responde, tensa los músculos, realiza ciertos movimientos, y se dice que efectivamente se logra el resultado deseado; y, mientras la persona recuerda la idea o la orden, se mantiene la postura. Considerando el supuesto aquí hecho, esto implica que los medios o condiciones de influencia requeridas para el logro de un fin existen independientemente de la costumbre establecida; medio. Uno puede pensar que los medios están ahí para que no mantenerse erguido se deba enteramente a la falta de propósito y deseo. Ahora, de hecho, un hombre que puede estar de pie derecho puede hacerlo, y sólo un hombre que puede estar de pie derecho puede hacerlo. En el primer caso es innecesario el mandato de la voluntad, en el segundo es inútil. Una persona que no puede pararse correctamente no puede desarrollar el hábito de pararse correctamente, es decir, un hábito activo y poderoso. Las insinuaciones habituales de que sus errores son meramente negativos, que es simplemente incapaz de hacer lo correcto, que la voluntad puede convertir el fracaso en bien, son absurdas. Uno podría pensar que, siendo "un esclavo de beber whisky", era simplemente un hombre que no podía beber agua. Una vez establecidas las condiciones para producir malos resultados, y mientras esas condiciones existan, se producirán malos resultados. No pueden ser negados por un esfuerzo directo de la voluntad más de lo que las condiciones que producen sequía pueden ser disipadas por fantasías sobre el viento. Esperar que un fuego se apague cuando se le ordena que deje de arder es como suponer que un hombre puede mantenerse erguido por la acción directa del pensamiento y el deseo. El fuego solo se puede extinguir cambiando varias condiciones ambientales objetivas; lo mismo debe corregirse por mala postura. Por supuesto, cuando una persona actúa con la idea de estar de pie, algo sucede. Estuvo de pie por un rato en una postura diferente, sólo que en una mala postura diferente. Entonces, no estaba acostumbrado a esta postura de pie diferente, lo que demostró que estaba de pie en la postura correcta. Sin embargo, hay muchas malas formas de pararse, y él simplemente cambia la forma habitual por una mala forma compensatoria exactamente opuesta. Cuando somos conscientes de este hecho, es tentador suponer que existe porque el control sobre el cuerpo es tangible y, por lo tanto, externo a la mente y la voluntad. Trasladando este mandato al carácter y la mente, se supone que la idea de un fin, y el deseo de alcanzarlo, tendrá efectos inmediatos. Después de darnos cuenta de que, en el caso de las acciones corporales, el hábito debe intervenir entre el deseo y la ejecución, todavía fantaseamos que el hábito puede ser inútil en el caso de las acciones mentales y morales. El resultado final, por lo tanto, es hacernos distinguir más claramente entre la actividad inmoral y la moral, y llevarnos a limitar esta última estrictamente al reino secreto e invisible. Pero, de hecho, la formación de ideas y su ejecución dependen del hábito. Si podemos formarnos una idea correcta sin un hábito correcto, es probable que la llevemos a cabo sin tener en cuenta el hábito. Un deseo, sin embargo, adquiere forma definida sólo en la medida en que está asociado con una idea, y una idea toma forma y mantiene su continuidad sólo cuando un hábito la sustenta detrás de ella. Sólo cuando un hombre ha logrado el acto de ponerse de pie puede saber exactamente qué aspecto tiene una postura correcta; y sólo sobre esta base puede evocar las ideas necesarias para su ejecución real. El acto debe preceder al pensamiento, y un hábito debe preceder al poder para despertarlo a voluntad. La psicología ordinaria invierte este estado real de cosas. Los pensamientos e ideas sobre el propósito no surgen espontáneamente. No existe un concepto puro e intachable de significado o propósito. La razón pura, no afectada por el hábito anterior, es una ficción, y también lo es el sentimiento puro, que forma ideas e ideas, no afectado por el hábito. Las sensaciones y las ideas, que son la "materia prima" del pensamiento y el propósito, también se ven afectadas por los hábitos que se manifiestan en las acciones que dan origen a las sensaciones y los significados. Generalmente se admite que el pensamiento, o lo que es más intelectual en nuestros conceptos, depende de la experiencia previa. Pero quienes atacan la idea del pensamiento puro no afectado por la experiencia suelen equiparar la experiencia con las sensaciones impresas en la mente en blanco. Por lo tanto, reemplazan la teoría del pensamiento puro con la teoría de las sensaciones puras y puras, y hacen de estas sensaciones puras la sustancia de todos los conceptos, propósitos y creencias. Pero las cualidades sensoriales distintas e independientes, lejos de ser el elemento original, son el producto de un análisis que maneja con gran destreza una gran cantidad de recursos especializados y científicos. La capacidad de distinguir elementos sensoriales definidos en cualquier dominio es la mejor evidencia de un alto grado de formación previa, es decir, de hábitos adecuados. Una cantidad moderada de observación de un niño será suficiente para revelar que incluso distinciones tan toscas como negro, blanco, rojo y verde son el resultado de largos períodos de manejo activo de las cosas en el proceso de establecer hábitos. No es una simple cuestión de tener un sentimiento claro. Tener un sentido de claridad no es más que una marca de entrenamiento, habilidad y hábito. Admitir, por lo tanto, que la idea de, digamos, estar de pie depende de los datos de los sentidos es admitir que depende de las actitudes habituales que gobiernan los datos de los sentidos concretos. Los hábitos como mediadores filtran todo el material que llega a nuestras percepciones y pensamientos. Sin embargo, este filtrado no es una purificación química, sino un reactivo que añade nuevas propiedades y reordena lo obtenido. Es cierto que nuestras ideas dependen de la experiencia, y también nuestras sensaciones, de las cuales ambas experiencias dependen es la actividad del hábito, al principio del instinto. De modo que nuestros propósitos y mandatos de acción (ya sean naturales o morales) se nos comunican a través de la refracción de los hábitos corporales y morales que sirven como medio. La incapacidad de pensar correctamente es lo suficientemente impactante como para atraer la atención de los moralistas. Pero una falsa psicología los ha llevado a explicarlo en términos del necesario conflicto de cuerpo y mente, sin mostrar que nuestras ideas de pensamiento pueden al menos depender de nuestros hábitos, así como nuestras acciones dependen de nuestros pensamientos conscientes y propósitos mismos. Solo el hombre que puede mantener la posturacorrecta tiene el material para formar la idea de estar de pie, que puede servir como punto de partida de un comportamiento correcto. Sólo aquellos que están acostumbrados a ser buenos pueden saber qué es el bien. Los sentidos inmediatos, aparentemente instintivos, de la dirección y el propósito de varias líneas de acción son, de hecho, sentidos de hábitos que operan bajo la conciencia inmediata. En la psicología de las ilusiones de la percepción hay muchos casos de distorsiones del objeto observado inducidas por el hábito. El mismo hecho explica el elemento intuitivo en el acto de juzgar, es decir, un elemento de valor o inutilidad que corresponde a la naturaleza del hábito predominante. Porque, como señaló Aristóteles, la percepción moral no enseñada de un hombre bueno suele ser digna de confianza, pero la percepción moral no enseñada de un hombre malo no lo es (debería haber añadido, al evaluar quién es un buen hombre y quién es un buen juez, debe tenerse en cuenta no sólo la influencia de los hábitos personales, sino también la influencia de las costumbres sociales). Lo que es cierto de los hábitos de los que depende la ejecución de una idea es también cierto de la formación y naturaleza de esa idea. Supongamos, por casualidad, que una idea o un propósito perfectamente concreto -concreto, no meramente verbalmente correcto- viene a la mente cuando una persona de hábitos incorrectos se esfuerza por actuar en consecuencia. Obviamente, esta idea solo puede implementarse en virtud de un mecanismo que ya existe. Si esto es defectuoso o tergiversado, entonces las mejores intenciones del mundo producirán malos resultados. En ausencia de otra maquinaria, uno supondría que una máquina defectuosa también produciría una buena cantidad de bienes simplemente porque se le solicitó. Vemos en todas partes que la estructura y el diseño del medio utilizado afecta directamente el trabajo realizado. Si hay un mal hábito y la "voluntad" o la mente tiende hacia un buen resultado, lo que realmente sucede es una perversión o una inversión completa de la manifestación habitual del error, una compensación en la dirección opuesta. La negación de este hecho conduce únicamente a la separación de la mente y el cuerpo, ya la suposición de que los mecanismos psíquicos o "mentales" son de tipo diferente a los de la actividad corporal y existen independientemente de ellos. Tan arraigada está esta noción que incluso las teorías "científicas" como el psicoanálisis moderno sostienen que los hábitos mentales pueden manipularse mediante alguna manipulación puramente psíquica sin referencia a las distorsiones de la sensación y la percepción debidas a tendencias corporales indeseables. Se pueden encontrar errores, por otro lado, en la noción del neurofisiólogo "científico" de que para corregir el comportamiento lo único que se debe hacer es buscar una célula enferma particular o un área local afectada independientemente del complejo orgánico de las partes dañadas. . Los medios son medios, son mediaciones, términos medios. Para comprender este hecho, es necesario discutir la habitual visión dualista de medios y fines. Visto desde una etapa remota de desarrollo, el "fin" no es más que una serie de acciones; La distinción entre medios y fines surge sólo cuando se consideran las líneas de los modos de acción propuestos , la serie de acciones relacionadas en el tiempo. Se considera que el "fin" es el acto final, mientras que el medio es el acto realizado antes de él en el tiempo. Para lograr un propósito, debemos desviar nuestra atención de él y enfocarnos en la próxima acción a realizar. Tenemos que hacer de este acto un propósito. Las únicas excepciones a esta declaración son aquellos casos en que la costumbre establecida dicte el curso de esta serie de acciones. Todo lo que necesita hacer es pedirnos que comencemos con él. Pero cuando el fin propuesto incluye alguna desviación del comportamiento habitual o su corrección, como en el caso de estar de pie, lo principal es encontrar algún comportamiento diferente al habitual. Detectar e implementar este comportamiento inusual es el "propósito" al que debemos dedicar todo nuestro ser. De lo contrario, simplemente repetiremos lo que ya hemos hecho, haciendo caso omiso de nuestras órdenes conscientes. La única forma de lograr este descubrimiento es flanqueando. Tenemos que dejar incluso de tener la idea de estar de pie. Aferrarse a esta idea es fatal porque nos compromete a establecer hábitos falsos. Tenemos que encontrar un acto bajo nuestro control que no esté conectado a ningún pensamiento sobre estar de pie. Tenemos que dedicarnos a otra cosa, que por un lado nos impide caer en una mala postura habitual, y por otro lado se convierte en el comienzo de una serie de acciones que nos pueden llevar a la postura correcta. [2] Lo que está haciendo un alcohólico que ha estado pensando en no beber es lo que puede hacer que su bebida suceda. Está comenzando con la estimulación de su hábito. Luego, debe encontrar algún interés positivo o curso de acción que prevenga la cadena de beber y lo lleve al fin deseado ideando otro curso de acción. En resumen, el verdadero propósito del hombre es descubrir algún curso de acción, que no tenga nada que ver con la bebida o el hábito de estar de pie, y que lo lleve a donde quiere ir. El descubrimiento de esta otra serie de acciones es a la vez su medio y su fin. Hasta que las personas no se tomen muy en serio las conductas intermedias y las vean como fines, cualquier esfuerzo que hagan por cambiar hábitos es una pérdida de tiempo. Entre las acciones intermedias, la más importante es la acción siguiente . Los primeros o primeros medios son los fines más importantes que hay que descubrir. Fin y medio son dos nombres diferentes para una misma realidad. Estos dos nombres no se refieren a una división real, sino a una distinción de juicio. Sin comprender este hecho, no podemos entender la naturaleza de las costumbres, ni podemos ir más allá de las distinciones usuales entre conducta moral e inmoral. "Propósito" es el nombre de una serie de acciones tratadas en un sentido colectivo, como la palabra "ejército". Y "medios" es el nombre de la misma serie de actos tratados en un sentido individual, como este soldado o ese oficial. Pensar en el propósito significa extender y expandir nuestra visión del acto a realizar; significa ver el siguiente acto a la vista sin permitir que ocupe todo el campo de visión. Tener presente el propósito significa que no debemos dejar de pensar en nuestra próxima acción hasta que hayamos desarrollado una idea razonable y definitiva del curso de acción sobre el cual basarla . Además, llegar a un fin lejano significa ver el fin como una serie de medios. Decir que un fin es remoto o inalcanzable, que de hecho es un fin después de todo, es decir que hay muchos obstáculos y distracciones entre nosotros y él. Sin embargo, si todavía es un propósito distante, entonces es solo un propósito, un sueño. Tan pronto como lo planeamos, tenemos que empezar a trabajar hacia atrás en nuestras mentes. Tenemos que cambiar el qué hacer por el cómo hacerlo, es decir, por los medios de los que dependemos. Entonces, el propósito reaparece como una serie de "lo que sucede a continuación", y lo más importante que sucede a continuación es lo más cercano al estado actual del acto. Sólo cuando los fines se transforman en medios pueden ser claramente pensados o intelectualmente definidos, y mucho menos ejecutados. Simplemente por su propósito, es vago, indistinto y solo da una impresión general. Hasta que no elaboramos mentalmente un curso de acción, no sabemos qué es lo que realmente estamos buscando. Es posible que Aladdin con su lámpara mágica no necesite convertir los fines en medios, pero nadie más puede hacerlo. Ahora bien, lo más cercano a nosotros, los medios a nuestra disposición, es el hábito. Cierto hábito, obstaculizado por las circunstancias, es la fuente del propósito. Es también el medio básico para lograr este fin. El hábito es motivador, moviéndose siempre hacia algún fin o resultado, ya sea que se conciba como un fin a la vista o no. Un hombre que puede caminar, de hecho puede caminar, y un hombre que puede hablar, de hecho puede hablar, aunque solo sea consigo mismo. ¿Cómo se concilia esta afirmación con el hecho de que no siempre caminamos o hablamos, que nuestros hábitos a menudo parecen latentes e ineficaces? Esta inactividad sólo se aplica a la actividad abierta , visible y manifiesta. En realidad, cada hábito opera en todos los estados de vigilia, pero, como un miembro de la tripulación que se turna en el timón, lo hace solo ocasionalmente o rara vez, convirtiéndose en un rasgo típico de dominancia en el comportamiento. El hábito de caminar se manifiesta en lo que uno ve cuando permanece quieto, incluso en sueños. El reconocimiento de la distancia y dirección de las cosas desde donde están en reposo es, obviamente, una demostración de esta afirmación. El hábito del movimiento está latente en la medida en que el hábito de ver algo definido delante de nosotros contrarresta u oculta el hábito del movimiento. Sin embargo, contrarrestar no es inhibir. El movimiento es energía potencial, no en ningún sentido metafísico sino en un sentido físico, y en este último sentido tanto la energía potencial como la cinética deben tenerse en cuenta en cualquier descripción científica. Por eso todo lo que un hombre tiene por costumbre hacer y hacer y pensar es diferente de lo que hace y piensa. Este hecho es reconocido en la psicología actual, pero erróneamente asociado con la sensación. Tal cosa como el carácter no podría existir si no fuera por la operación continua de todos los hábitos en cada acto, no habría nada más que una masa de actos aislados, y una masa suelta de actos aislados. El carácter es el resultado de la interpenetración de los hábitos. Si cada hábito existiera en un espacio aislado y funcionara independientemente o bajo la influencia de otros hábitos, el carácter no existiría. Es decir, el comportamiento carecería de unidad y sería meramente una yuxtaposición de respuestas no relacionadas a situaciones aisladas. Pero como las circunstancias se superponen, como las situaciones son continuas, y como las distantes entre sí contienen elementos similares, a menudo se producirán cambios sucesivos entre los hábitos. Un hombre puede traicionarse a sí mismo con una mirada o un gesto. La personalidad sólo puede entenderse a través de la mediación del comportamiento individual. Por supuesto, la interpenetración nunca es la historia completa. En ninguna parte es esto más evidente que en lo que llamamos fuerza de carácter. La integración (integración) es una terminación, no un dato. En un carácter débil, incierto y vacilante, diferentes hábitos se alternan, pero no se expresan. La continuidad o intensidad de un hábito no es propiedad suya, sino que se ve reforzada por la fuerza de otros hábitos absorbidos en sí mismo. La especialización de los hábitos rutinarios se opone siempre al punto de vista de la interpenetración. No es raro que las personas tengan una mente de "jaula de palomas". Los diversos estándares y métodos que utilizan para juzgar cuestiones científicas, religiosas y políticas son evidencia del estrechamiento y aislamiento de los hábitos de comportamiento. Incapaz de soportar con éxito la carga del pensamiento y el esfuerzo necesarios para unir las tendencias en conflicto, el carácter erige barreras entre los diferentes sistemas de gustos y disgustos. El estrés emocional propenso al conflicto se evita no reajustándolo sino trabajando para limitarlo. Sin embargo, hay excepciones a la generalidad. En la conciencia, no en la acción, tal persona logra disociar completamente las diversas formas de responder. Sus personalidades están marcadas por las cicatrices que resultan de esta escisión. La modificación mutua de los hábitos nos permite definir la naturaleza de la situación moral. No es necesario ni prudente pensar siempre en la interacción de diferentes hábitos, es decir, en el efecto de un hábito particular sobre el carácter: el nombre de toda la interacción. Tales consideraciones distraen la atención del difícil problema de desarrollar un hábito influyente. Un hombre que está aprendiendo francés, o ajedrez, o ingeniería, se dedica de todo corazón a su vocación particular, estará perplejo por la constante indagación sobre su efecto en su carácter, y se verá abrumado por ello. Es como un ciempiés, incapaz de viajar debido a que trata de pensar en el movimiento de cada pierna en relación con todas las demás piernas. Ciertos hábitos, naturalmente, deben darse por sentado en un momento dado. Su actividad no es una cuestión de juicio moral. Se consideran profesionales, recreativas, profesionales, higiénicas o económicas, artísticas más que morales. Forzarlos a la moralidad, oa influencias ocultas en todos los aspectos del carácter, es cultivar la inocencia moral o la pretensión. Sin embargo, cualquier conducta, incluso la que comúnmente se considera insignificante, exige, por hábito y carácter, consecuencias tales que a veces exigen que la conducta sea juzgada desde el punto de vista del todo, antes de someterse al escrutinio moral. Reconocer cuándo los juicios morales no se utilizan para diferenciar el comportamiento y cuándo el comportamiento está sujeto a un juicio moral es en sí mismo un factor más importante en la moralidad. El punto importante es que esta distinción relativamente pragmática o intelectual entre moralidad e inmoralidad se ha fijado como una distinción invariable y absoluta, de modo que algunos comportamientos populares se consideran siempre morales. Otras acciones siempre se consideran inmorales. Pero darnos cuenta de que un hábito está relacionado con otros nos impide cometer este error fatal. Porque nos permitirá ver que el carácter es el nombre de la interacción eficiente de los hábitos; los efectos acumulativos causados por él exigirán atención en cualquier momento. Por la forma en que hemos estado usando la palabra "hábito", parece distorsionar un poco su uso convencional. Pero necesitamos un término para aquella actividad humana que es afectada por actividades precedentes y que en este sentido es adquirida; que incluye dentro de sí misma cierta sistematización u ordenación de la actividad humana; esta actividad humana es saliente hacia el exterior y dinámica en su naturaleza, y dispuesta a manifestarse abiertamente, esta actividad humana funciona de cierta forma suprimida y subordinada, aun cuando no sea claramente dominante. La costumbre, incluso en su uso ordinario, se acerca más a la designación de estos hechos que cualquier otra palabra. Las palabras "actitud" e "inclinación" también pueden usarse si reconocemos estos hechos. Pero es más probable que estas palabras sean engañosas que la palabra costumbre, si nosotros mismos ignoramos en primer lugar los hechos ya enumerados bajo el nombre de costumbre. Pues este último expresa claramente el significado de funcionamiento y actualidad. Las actitudes y tendencias en el lenguaje cotidiano implican algo latente y oculto, algo que requiere un estímulo positivo externo
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