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Agresores y víctimas
Peter Randall
Desclée De Brouwer
BU YING
ENTRE ADULTOS
BULLYING ENTRE ADULTOS
Agresores y víctimas
www.medilibros.com
Peter Randall
155
BULLYING ENTRE ADULTOS
Agresores y víctimas
C r e c i m i e n t o p e r s o n a l
C O L E C C I Ó N
Título de la edición original:
Adult Bullying. Perpetrators and Victims
© Traducido de la edición original inglesa publicada por Routledge,
una compañía del grupo Taylor and Francis, 1997
Traducción: Guillermo Lapiedra
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2011
Henao, 6 - 48009 Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y 
transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de 
sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.
cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra.
Printed in Spain - Impreso en España
ISBN: 978-84-330-2486-2
Depósito Legal: BI-1110-11
Impresión: RGM, S.A. - Urduliz
www.edesclee.com
mailto: info@edesclee.com
www.cedro.org
ÍNDICE
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
1. Bullying entre adultos: definición y circunstancias . . . . . 13
2. El refuerzo positivo del bullying . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
3. Déspotas locales: el bullying en el vecindario . . . . . . . . . 71
4. Bullying en el lugar de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
5. Creación de la personalidad acosadora . . . . . . . . . . . . . . . 137
6. Creación de la personalidad víctima . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
7. Comprometer a los empresarios contra el acoso laboral 191
8. Prevención y resolución del bullying en el lugar de
trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
9. Prevención del bullying en la comunidad . . . . . . . . . . . . . 267
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
9
PREFACIO
El origen de este libro no debe buscarse tanto en el estudio aca-
démico de la agresión como en el descubrimiento sorprendente de 
que muchas víctimas adultas necesitan ayuda tan desesperada-
mente que están dispuestas a recurrir a una línea telefónica creada 
para atender a niños. Cuando mi colega Mike Donohue y yo pu -
simos en marcha un proyecto municipal para combatir el bullying1
1. Bullying es un vocablo inglés que designa al acto de causar daño intenciona-
damente a otros, recurriendo a la violencia verbal, la agresión física u otros 
medios más sutiles de coerción tales como la manipulación. Se utiliza prefe-
rentemente, aunque no exclusivamente, para referirse al acoso en los colegios 
e institutos. No disponemos de un equivalente exacto en español, y lo más 
común es traducirlo por “acoso escolar”. En este libro, sin embargo, no resul-
ta posible aplicar este expediente, ya que la intención del autor es justamente 
hacer extensivo el término a las relaciones entre adultos: resulta carente de 
sentido hablar del “acoso escolar entre adultos”, como es manifiesto. Otra 
traducción, tal vez la más exacta, sería “matonismo” (la conducta de quien 
quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror, según el DRAE). Con 
todo, hemos descartado esa opción por tratarse de un término desusado. La 
palabra “acoso” en general, sin adjetivar (escolar, sexual, laboral…), habría 
sido una buena candidata de no ser porque el autor del libro distingue entre 
bullying y harassment, que es el término que más apropiadamente se pue-
de traducir por “acoso”, y establece una gradación entre ellos: el primero es 
más fuerte que el segundo, e incluye un componente de agresión o amenaza 
10
e incluimos una línea telefónica como parte de sus servicios, nos 
sorprendió enormemente encontrar que una tercera parte de las 
llamadas eran de adultos que pedían ayuda para ellos mismos, 
porque estaban sufriendo acoso e intimidación.
Al escuchar sus casos, descubrimos que el bullying entre adul-
tos constituye una realidad impactante, desconocida por la mayo-
ría de la población. El bullying sigue viéndose como un problema 
para los niños en los colegios, y la mayoría de la gente ni siquiera 
sospecha el alcance, la gravedad y profundidad del dolor que gene-
ra entre los adultos todos los días y en casi todas partes. Los acosa-
dores adultos son el azote del lugar de trabajo, los vecindarios y las 
familias, y crean entornos contaminados donde mengua la autoes-
tima, se pierde la confianza y se impide el desarrollo de las capaci-
dades. Las víctimas también experimentan una gran vergüenza 
por su incapacidad para controlar sus propias vidas una vez que 
han caído en las manos de acosadores más fuertes que ellos. Hasta 
que no comienzan a hablar con otras víctimas o con asesores que 
conozcan la especificidad del problema, no caen en la cuenta de 
que no están solos y de que hay una solución. 
Este libro prepara el terreno para hallar estas soluciones, las 
mejores de las cuales consisten en estrategias preventivas, basadas 
en el conocimiento de la naturaleza del bullying entre adultos. Está 
escrito con el propósito principal de generar ese conocimiento, par-
tiendo de una consideración de lo que es realmente el bullying 
entre adultos y continuando con un examen de cómo y por qué 
física. A la vista de que el término inglés bullying es ya suficientemente cono-
cido y utilizado tanto en la literatura especializada como en el periodismo, 
hemos optado, pues, por dejarlo sin traducir. No obstante, utilizaremos los 
derivados del término “acoso” (“acosador”, etc.) para traducir los derivados 
del término bullying, así como el propio sustantivo “acoso” cuando no haya 
lugar a ambigüedad. [N. de T.]
BULLYING ENTRE ADULTOS
11
PREFACIO
algunas personas se convierten en acosadoras y otras se convierten 
en víctimas. Esto proporciona la base para una descripción del 
bullying entre adultos en los dos lugares en que principalmente 
hace su aparición: el lugar de trabajo y el vecindario.
Para ofrecer esas descripciones y fundamentarlas teóricamente, 
hemos recurrido a un gran número de estudios de casos personales. 
Se trata de clientes de servicios organizados por mis colegas y por 
mí mismo, y sirven no solo para ilustrar los temas principales de 
este libro, sino también para demostrar la importancia del proble-
ma del bullying entre adultos. La valentía de estos clientes al admi-
tir su condición de víctimas es digna de encomio. Les agradezco 
que me hayan permitido incluir sus situaciones en este libro. 
Agradezco asimismo los enormes esfuerzos llevados a cabo por 
mis colegas Mike Donohue, Vic Mason, Tim Allcott y Jon Parker, 
cuyos trabajos con este tipo de víctimas me sirvieron de inspira-
ción. Como integrantes de un equipo de la Universidad de Hull 
que trabaja para el Programa de Asistencia al Trabajador, han desa-
rrollado enfoques cognitivo-conductuales innovadores para estu-
diar los problemas que sufren las víctimas, enfoques que se mere-
cen un detallado examen en otro libro. Agradezco también el apo-
yo que he recibido de Lesley Towner, un esforzado director de 
Asistencia al Trabajador, que me ha ayudado mucho con la sección 
sobre las políticas y procedimientos diseñados para prevenir y 
paliar el acoso laboral. Finalmente, debo dar las gracias al pequeño 
ejército de personas de todas las condiciones sociales que han con-
tribuido con su tiempo, su apoyo y su pericia a examinar y abordar 
los problemas de bullying que sacamos a la luz en varias pequeñas 
comunidades. Albergo la esperanza de que este libro contribuirá a 
estimular la investigación intensiva necesaria para que podamos 
llegar a comprender plenamente la naturaleza del bullying entre 
12
BULLYING ENTRE ADULTOS
adultos y, de este modo, definir las estrategias que han de ponerse 
en práctica en todas partes para detener lo que se ha convertidoen 
una epidemia oculta de agresión deliberada.
13
BULLYING ENTRE ADULTOS
Definición y circunstancias
La agresión es algo demasiado corriente en nuestra sociedad 
moderna, pluralista y competitiva. Aunque la mayoría de nosotros 
no hemos sufrido la letal violencia de la guerra, el terrorismo ni la 
brutalidad que acompaña al crimen, sí que nos hemos encontrado 
ocasionalmente con conductas que describiríamos como agresivas. 
Hay una gran variedad de ellas, desde la grosería verbal hasta la 
amenaza de violencia o el contacto físico doloroso, pasando por los 
rumores que nos conciernen, el chismorreo malintencionado o el 
rechazo abierto por parte de nuestros familiares o compañeros de 
trabajo. La agresión, bien en forma de violencia física, bien en for-
ma de hostigamiento taimado, es un lamentable componente de la 
naturaleza humana.
Es difícil definir qué es exactamente la agresión. Y esta falta de 
definición ha hecho extremadamente dificultoso su estudio siste-
mático. Es probable que esta dificultad haya sido una causa, al 
menos parcial, de la aparente indiferencia con que reaccionamos 
ante formas de agresión sutiles y no tan sutiles en el lugar de traba-
jo y en el vecindario. No parece razonable utilizar la misma pala-
1
14
BULLYING ENTRE ADULTOS
bra, “agresión”, para referirnos tanto a los que unos vecinos enoja-
dos se hacen el uno al otro a través de la valla del jardín, como a la 
destrucción intencionada de cientos de vidas por parte de terroris-
tas, los disturbios callejeros o el horror de la limpieza étnica. 
Sin embargo, a pesar de la dificultad de dar con una definición 
operativa, la palabra “agresión” provoca un efecto en todos noso-
tros; en un nivel u otro, la entendemos y podemos utilizarla para 
comunicarnos con los demás. Probablemente, la mayoría de noso-
tros, incluyendo a los psicólogos como yo mismo, aceptaríamos la 
vieja definición de agresión de Buss (1961): “una conducta que pro-
porciona estímulos nocivos a otro organismo”. La mayoría estaría-
mos de acuerdo en que lo que calificamos como agresión involucra 
la estimulación desagradable de un ser humano por parte de otro u 
otros, ya sea que adopte la forma de un puñetazo que te rompe un 
hueso, ya la de un insulto pronunciado desde el otro lado de la 
mesa durante la comida de Navidad. Y también incluiríamos en lo 
que entendemos por agresión el bullying en todas sus variantes, 
porque la mayoría estaríamos de acuerdo en que, aparte de cual-
quier otra cosa que los acosadores puedan hacer, ciertamente nos 
proporcionan estímulos nocivos. 
Lamentablemente, la frecuencia con que nos encontramos con 
una agresión está creciendo; este es el caso, sin duda, de los conflic-
tos en los lugares de trabajo. En los Estados Unidos el problema ya 
es extremo. Por ejemplo, el “Instituto Nacional para la Seguridad y 
la Salud en el Trabajo” registró, durante los siete primeros meses de 
1993, más de mil asesinatos en el lugar de trabajo, seis millones de 
amenazas y más de dos millones de agresiones físicas a trabajado-
res (Van Aalten, 1994). Una investigación del “Centro para el Con-
trol de las Enfermedades” muestra que en los Estados Unidos cada 
semana se cometen quince asesinatos en el lugar de trabajo, lo que 
15
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
convierte al asesinato en la tercera causa de muerte en el trabajo. 
Para las mujeres, este estudio demuestra que es la principal causa 
de muerte en el trabajo. A la vista de estas estadísticas, no es sor-
prendente que uno de cada cuatro trabajadores en los Estados Uni-
dos afirme haber sido acosado, atacado o amenazado en el trabajo 
al menos una vez en un período de un año (Jonson e Indvik, 1996).
Estos hechos y otros relacionados hacen de los Estados Unidos 
uno de los lugares donde más homicidios se cometen, con un índice 
diez veces mayor que el del Reino Unido (Olsen, 1994). No obstan-
te, este dato no es un motivo para la autocomplacencia de los britá-
nicos, ya que el índice es demasiado alto en el Reino Unido. En una 
investigación aún inédita he podido leer que uno de cada cuatro 
adultos residentes en barrios deprimidos afirman haber sido acosa-
dos o atacados por sus vecinos. La mayoría de ellos no pedía ayuda 
a la policía porque estaban demasiado atemorizados.
Aquellos que encuentran los resultados de estas investigaciones 
sorprendentemente elevados quieren saber de dónde procede toda 
esta agresividad y por qué están creciendo sus índices. Según algu-
nos autores (por ejemplo, Kelleher, 1995), una de las causas princi-
pales del incremento de la agresividad en la sociedad es la cultura 
del espectáculo. Su libro se refiere a Estados Unidos, pero, dada la 
fuerte influencia que ese país ejerce sobre la industria del espectá-
culo del resto del mundo, es razonable pensar que sus conclusio-
nes pueden, en algún grado, extrapolarse a cualquier otro país. 
La televisión constituye una influencia especialmente poderosa. 
En 1991, los estudios al efecto indicaban que 237 millones de esta-
dounidenses tenían acceso diario a programas televisivos. Sus apa-
ratos de televisión permanecían encendidos entre cuatro y ocho 
horas diarias, de manera que la capacidad de influencia de la tele-
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BULLYING ENTRE ADULTOS
visión es masiva. Esta influencia no siempre es positiva. La “Aso-
ciación Psicológica de América” estimó ese mismo año que los ado-
lescentes de trece años habían visto, por término medio, más de 
cien mil actos violentos en la televisión, de los cuales aproximada-
mente ocho mil fueron asesinatos. El mismo informe también cons-
tataba que en los dibujos animados infantiles aparece, por término 
medio, un acto violento cada quince segundos, cifra que puede 
incrementarse en torno a un 10% en una década. 
Incluso si descontamos las otras fuentes de violencia a las que 
está expuesta la población (cine, vídeos, muchos deportes, novelas, 
comics, etc.), esta avalancha de violencia se introduce en la vida del 
98% de nosotros como una forma de espectáculo. Y la mayor parte 
de las veces, se presenta como algo atractivo. Así, el héroe de una 
famosa serie de películas no se distingue por su ingenio o su capa-
cidad intelectual, sino por la cantidad de criminales que aniquila, 
de muy variadas maneras, aunque todas igualmente sangrientas.
La violencia en televisión engendra además un área de la indus-
tria juguetera muy rentable, con todo tipo de muñecos armados 
hasta los dientes, diseñados para luchar y mutilarse entre sí. Miem-
bros y cabezas extraíbles permiten un horrendo realismo. Los 
padres aceptan tanto los juguetes como las películas por su capaci-
dad de entretener, sin pararse a considerar las consecuencias a lar-
go plazo. Hace tiempo reuní las pruebas disponibles con respecto a 
la violencia en la pantalla y escribí varios artículos dirigidos al 
público no especializado, con el objeto de explicar sus efectos a los 
padres (uno de esos artículos se incluye como apéndice a este capí-
tulo). Recibí muchas cartas de agradecimiento, pero casi otras tan-
tas de queja por haber hecho sentirse culpables a los padres que 
dejan a sus hijos frente a la televisión mientras ellos atienden a sus 
propios asuntos.
17
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
Es poco común fijarse en el otro lado de la violencia en la panta-
lla. Una razón es que resulta poco probable que los productores de 
los programas renuncien a los enormes ingresos generados por la 
violencia mediática, y otra razón es que la nuestra no es una cultu-
ra amante de la paz. La historia de las Islas Británicas está empapa-
da de sangre, muerte y masacres, y todavía hoy en día se siguen 
celebrando los agresivos vestigios del colonialismo. Por lo tanto, la 
no violencia se ve como algo negativo.
¿Qué es el bullying?
No existen definiciones del bullying comúnmente aceptadas. A 
pesar de que las personas adultas tienen las ideas claras acerca de 
este tema, existe una disparidad considerable. Generalmente, sepiensa que es suficiente definirlo enumerando las conductas pro-
pias del bullying entre adultos. La siguiente es una muestra repre-
sentativa de las respuestas de un determinado vecindario cuando 
se les pidió que definieran el bullying: 
“En el trabajo, es cuando el jefe me pone en ridículo delante de 
los demás”.
“Bullying es cuando los miembros de la familia S… nos gritan 
palabrotas por la calle”.
“Es lo que me ocurre cuando abro el buzón y me encuentro 
excrementos de perro dentro”.
“Es lo de pegar palizas a los asiáticos que viven en el barrio”.
“Es cuando los adolescentes bloquean la acera y tienes que 
andar por la calzada”.
Ninguna de estas descripciones dice lo que es el bullying, se 
limitan a mencionar algunas de sus manifestaciones. También los 
18
BULLYING ENTRE ADULTOS
investigadores definen el bullying de varias maneras diferentes. 
Veamos los siguientes ejemplos:
“Un estudiante está siendo acosado o victimizado cuando es 
expuesto, repetidamente y a lo largo de un periodo de tiempo, a accio-
nes negativas por parte de otro u otros estudiantes”. (Olweus, 1980)
“El bullying puede ser descrito como el abuso sistemático de 
poder”. (Smith y Sharp, 1994)
“El bullying es la agresión repetida, verbal, psicológica o física, 
ejercida por un individuo o grupo contra otros”. (Pautas para combatir 
la conducta acosadora en las escuelas de Primaria y Post-primaria, 1993)
La principal similitud entre estas definiciones es la indicación 
de que el bullying es repetido o sistemático, no una acción aislada, 
sino una sucesión de eventos abiertamente agresivos. 
No obstante, el bullying contiene algo más que el factor de la 
agresión repetida. Está también la intención de infligir dolor en 
cualquier forma que el acosador escoja, como revela el siguiente 
estudio de un caso particular:
Estudio de caso
James, de 30 años, tiene una larga historia de agresividad que se 
remonta a la época del parvulario. Con los años, ha conseguido 
ejercer su agresividad de forma indirecta. Ahora es el cabecilla de 
un pequeño grupo de jóvenes que lo admiran y que, siguiendo sus 
instrucciones, intimidan físicamente a ciertos “blancos fáciles” para 
sacarles dinero. James se costea con ese dinero su adicción a la 
cocaína. 
¿Es este un caso de bullying entre adultos? El 89% de las perso-
nas que contestaron un test que llevé a cabo (Randall, 1994) respon-
19
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
dieron que sí lo era, bien inmediatamente o bien tras reflexionarlo 
un rato. Tuvieron en cuenta que, aunque James no llevaba él mis-
mo a cabo la agresión, sí que la planeaba con la intención de obte-
ner un beneficio de ella. 
Debemos contrastar este caso con un segundo estudio:
Estudio de caso
Sally, de 28 años, es una madre con tres hijos a los que atender. 
Los tres son menores de seis años y Sally tiene dificultades para 
controlarlos. Sus juegos ruidosos y sus gritos provocan las quejas 
de los vecinos. Ya han tenido lugar varias discusiones violentas 
entre Sally y los vecinos. La policía ha tenido que intervenir en dos 
ocasiones, después de que ella golpeara a otras mujeres con oca-
sión de esas discusiones. Estas mujeres habían criticado su manera 
de manejar a los niños.
El mismo grupo de personas en la encuesta opinaron que en 
este caso se trataba de una agresión impulsiva, más que de bullying 
propiamente dicho. Tal como lo expresaron los encuestados, la 
diferencia entre estos dos casos es que Sally no había planificado 
los daños que infligió, sino que lo hizo impulsivamente. 
Muchos ejemplos de agresión humana deben ser analizados de 
ese modo; lo cual nos lleva a la conclusión de que, sean cuales sean 
las otras características que el bullying pueda tener y la forma que 
pueda adoptar, los acosadores son siempre individuos agresivos 
que generan dolor o miedo al dolor intencionadamente (Randall, 
1991). Por esta razón, la definición operativa de bullying que aquí 
vamos a emplear es la siguiente:
El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado 
de causar daño físico o psíquico a otros.
20
BULLYING ENTRE ADULTOS
Mientras que esta definición pone el énfasis en la agresión y la 
intención, no se refiere a los factores de repetición o frecuencia, a 
diferencia de las definiciones citadas anteriormente. Hay una bue-
na razón para ello. La conducta agresiva no tiene por qué ser regu-
lar o repetida para poder ser calificada como bullying. Considere-
mos el siguiente ejemplo de un hombre de 27 años, trabajador 
social en un hospital psiquiátrico en Florida:
Estudio de caso
Creo que a causa de mi baja estatura, tanto los pacientes como 
los empleados han intentado intimidarme varias veces en el pasa-
do. Normalmente sé cómo arreglármelas, pero un enfermero jefe 
realmente corpulento pudo conmigo. Me llamó a su despacho y, 
sin mediar palabra, me propinó un puñetazo en el estómago. A 
continuación, puso una aguja apuntándome a un ojo y me dijo que 
si no obedecía todas sus órdenes sin rechistar, ya sabía lo que me 
esperaba. Esa fue la única vez que me agredió, pero a partir de 
entonces me propuse no contrariarlo nunca.
Este es un caso claro de bullying y, sin embargo, la víctima lo 
sufrió una sola vez. A esto se suele responder que lo importante 
aquí es el miedo a que se repita la agresión, no tanto el incidente 
ocurrido. En muchos casos esto es así, tal como señalan muchas 
víctimas, pero se trata más de una característica de las víctimas y 
de su interpretación de la personalidad de los acosadores, que de 
una característica de la conducta misma. 
La cuestión de la intención como componente esencial del 
bullying es algo en lo que están de acuerdo la mayoría de las vícti-
mas. Saben que son víctimas porque sus acosadores los han elegido 
para que lo sean. Este aspecto es destacado también en una defini-
21
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
ción anterior de agresión, ofrecida hace años por los psicólogos 
sociales. Por ejemplo, Dollard (1939) definió la agresión como “un 
acto cuyo objetivo es perjudicar a un organismo” (p. 11). El término 
“objetivo” implica la motivación y el esfuerzo por causar daño, de 
modo que la agresión se entiende como la conducta final de una 
secuencia motivada de actividades. Dollard concluyó que la emi-
sión de estímulos nocivos tiene que ser intencional, y estableció 
una distinción entre las víctimas de acciones impulsivas e irrespon-
sables, por un lado, y las de acciones deliberadamente agresivas, 
por el otro. 
Muchos psicólogos conductistas, sin embargo, se oponen a la 
inclusión de la intencionalidad en este tipo de definiciones. Por 
ejemplo, Buss (1961) cree que es innecesario incluir el concepto men-
talista de intención en la definición de agresión, porque no hay 
modo de someter a escrutinio científico un concepto de este tipo. Sin 
embargo, la palabra “agresión” es también, sin duda, un concepto 
mentalista, puesto que no es más que una etiqueta verbal adscrita a 
determinados tipos de conducta que proporcionan estímulos agresi-
vos. Parece inevitable tomar en consideración a la intención en cual-
quier discurso sobre el bullying. Puede ocurrir perfectamente que 
una persona sufra dolor como efecto de la conducta de otra persona 
sin que eso signifique necesariamente que esta última sea agresiva. 
Por ejemplo, un médico que está tratando con quimioterapia a un 
paciente aquejado de cáncer está intencionadamente haciendo algo
que causa dolor y molestias a ese paciente, pero su motivación no es 
agresiva, sino todo lo contrario. Pero el jefe de cocina que propina 
un cachete en la nuca frecuentemente a sus jóvenes y atemorizados 
camareros está, sin duda, queriendo causarles dolor.
El concepto de intención viene acompañado de expectativa. No 
se trata solamente de que los acosadores tengan la intención de 
22
BULLYING ENTRE ADULTOS
hacer daño, sino que también esperan que su conducta hará daño. 
Por consiguiente, los agresores deben pensar que tienen una proba-bilidad mayor que cero de que su agresión “dañe” a su objetivo 
(Kaufmann, 1970). En la guerra, ningún soldado dispararía su fusil 
si creyera que no tiene ninguna posibilidad de alcanzar a un ene-
migo. De manera semejante, la encargada de una tienda no intenta-
rá extender rumores maliciosos acerca de una de sus empleadas si 
no piensa que hay posibilidades de que esos rumores lleguen a 
oídos de alguien y hagan algún daño. La expectativa y la intención 
van de la mano, y no resulta sorprendente que sean ingredientes 
esenciales de todas aquellas conductas calificadas como agresivas. 
Por consiguiente, si volvemos a la definición operativa de bullying, 
resulta evidente que comparte tres componentes principales con 
las definiciones operativas de agresión:
1. Tanto el bullying como la agresión implican la emisión delibera-
da de estímulos nocivos de una persona hacia otra.
2. Estos estímulos se emiten con la plena intención de dañar al
receptor, la víctima.
3. El acosador actúa de ese modo únicamente cuando está conven-
cido de que esos estímulos nocivos alcanzarán su objetivo.
Admito que esta definición es operativa solo en la mayoría de 
los casos, que hay otras formas de agresión y de bullying que no 
encajan completamente con estas tres características principales. 
Hay, por ejemplo, un tipo de agresión que se lleva a cabo impulsi-
vamente, provocada por la ira, y que a menudo se manifiesta en 
comportamientos no calculados y sin sentido, no dirigidos a infli-
gir un daño particular. Sin embargo, la mayoría estará de acuerdo 
en que la definición previamente ofrecida de bullying, que contiene 
estas características, encaja con la mayor parte de sus propias expe-
23
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
riencias. En consecuencia, esta definición operativa será la que uti-
lizaré en las consideraciones acerca del bullying que se llevan a 
cabo en este libro. 
Agresión instrumental y agresión afectiva
Es evidente que existe una multiplicidad de antecedentes y con-
secuencias que estimulan y mantienen las distintas variedades de 
conducta agresiva que sufren las víctimas. Pero podemos conside-
rar que hay dos clases determinadas de agresión que abarcan la 
mayoría de los casos de agresión. La agresión afectiva es la que va 
acompañada por fuertes emociones negativas. La ira es un estado 
emocional que estimula la conducta agresiva. Se suele considerar 
que la ira es una condición que primero inicia y después mantiene 
la conducta agresiva. Por lo común, la ira surge a partir de una pro-
vocación, y la agresión tiene como objetivo infligir un perjuicio o 
un daño al provocador (Feshbach, 1964). Esta agresión altamente 
emocional viene acompañada por distintos cambios en el sistema 
nerviosos central y autónomo (o vegetativo), que originan un incre-
mento del flujo sanguíneo que riega la musculatura, elevan la pre-
sión sanguínea y las pulsaciones, dilatan las pupilas y disminuyen 
el flujo de sangre que riega las vísceras (Johansson, 1981).
Resulta evidente a cualquiera que se haya encolerizado y, a 
pesar de ello, no se haya comportado de forma agresiva, que este 
sentimiento de ser provocado no tiene por qué causar indefectible-
mente una conducta agresiva, incluso en las ocasiones en que la 
emoción subyacente de ira es muy fuerte. Ocurre con frecuencia 
que las víctimas de bullying se enfadan e incluso se enfurecen, pero 
a pesar de ello se sienten incapaces, por la razón que sea, de tomar 
represalias contra aquellos que les atormentan. Este tipo de reac-
24
BULLYING ENTRE ADULTOS
ción no se limita a las víctimas. De hecho, Berkowitz (1983) sostiene 
que la agresión caracterizada por la violencia efectiva no está nece-
sariamente motivada por la ira o cualquier otra emoción fuerte. Él 
ve las conductas agresivas como parte de redes asociativas, que 
pueden llegara a ser muy extensas, en las que emociones, disposi-
ciones y cogniciones asociadas con acciones agresivas pueden ser 
estimuladas por otros factores con los que hayan estado estrecha-
mente asociadas. 
Esto nos lleva a considerar la agresión instrumental, que es un tipo 
de conducta que carece de una base emocional fuerte, pero que pue-
de llegar a ser extremadamente agresiva. Puede agredirse a otros 
con toda la intención de dañarlos sin estar necesariamente encoleri-
zado con ellos. La agresión instrumental es un medio para algún fin 
deseado, distinto del de causar daño. El atraco de un banco o la 
defensa propia son ejemplos obvios de agresión instrumental. La 
defensa de la nación en tiempos de guerra es también un ejemplo de 
agresión instrumental encaminada al mantenimiento de los dere-
chos territoriales y civiles de los países enfrentados. Otro uso común 
de la agresión instrumental es el intento por parte del agresor de 
establecer o conservar alguna modalidad de poder sobre la otra per-
sona (Tedeschi, 1983). No resulta sorprendente, por consiguiente, 
que al tratar a pacientes con disfunciones psicológicas relacionadas 
con el estrés, un antecedente común a todas ellas sea el haber sufri-
do actos altamente agresivos que se llevaron a cabo simplemente 
con el objetivo de establecer sobre ellas alguna forma de domina-
ción. La cuestión del “poder” es central aquí, y resulta difícil encon-
trar ejemplos en los que el bullying no involucre una asimetría de 
poder a favor del acosador. En efecto, Olweus (1993) dice con res-
pecto al bullying que, por encima de cualquier otra característica 
que pueda tener, debe existir siempre una asimetría de poder. 
25
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
A partir de estas descripciones de la agresión afectiva e instru-
mental, vemos que el bullying incluye a ambas, según cuáles sean 
las motivaciones del acosador. Esta vinculación, intrínseca al 
bullying, entre los dos tipos de agresión queda ilustrada por los 
dos siguientes estudios de casos particulares:
Estudio de caso: La agresión afectiva en el bullying
A sus 35 años, Judith era consciente de su disposición a la envi-
dia. Había sido un rasgo de su adolescencia, que le dio no pocos 
problemas en el instituto. Más adelante, cuando empezó a trabajar 
en un banco, este rasgo de su carácter no tardó en ganarle la antipa-
tía de sus compañeros de trabajo: no aguantaban sus continuas 
invectivas dirigidas a su inacabable serie de blancos. 
Se había esforzado por ponerle un freno. Ciertamente, su matri-
monio con un hombre tranquilo y el nacimiento de su hija cuando 
ella tenía 25 años contribuyeron mucho a suavizar la ira que sentía 
cada vez que conocía a gente que era “mejor” que ella en algún res-
pecto, según su propia percepción. 
Cuando su hija tenía 10 años e iba siendo más independiente, su 
marido trabajaba cada vez más tiempo fuera. La influencia mode-
radora de los dos se debilitó a medida que pasaba menos tiempo 
con ellos. Una pareja joven se instaló en la casa contigua, y Judith 
descubrió que la mujer también trabajaba en un banco y que había 
ascendido hasta un puesto equivalente al suyo en una tercera parte 
del tiempo que ella necesitó para ello. 
Judith no pudo aceptarlo. Se sintió insultada y avergonzada. 
Sus viejas costumbres de acosadora afloraron con violencia a la 
superficie. Emprendió una campaña destructiva extendiendo 
rumores acerca de la mujer por todo el vecindario. 
26
BULLYING ENTRE ADULTOS
Al principio se limitaba a comentarios groseros acerca de las 
minifaldas de su vecina, pero pronto comenzaron los comenta-
rios vagos que sugerían que tenía un amante. Inevitablemente, 
los rumores llegaron a oídos del marido y, durante un breve 
período, eso provocó una gran tensión y desconfianza en la 
joven pareja. Llegado ese punto, Judith se había creído sus pro-
pias mentiras, de manera que no se echó atrás ni siquiera al ser 
confrontada con la propia pareja. La mujer estaba muy angustia-
da. Ella y su marido terminaron mudándose. Judith se sintió jus-
tificada.
La agresión que está a la base de este ejemplo de bullying es cla-
ramente de la variedadafectiva. Fuertes emociones negativas pre-
ceden a la conducta de acoso, pero también está claro que Judith no 
reaccionó a ellas impulsivamente. En vez de ello, moderó cuidado-
samente su conducta, de forma que su agresión fuese indirecta y 
calculada para hacer el máximo daño.
Estudio de caso: La agresión instrumental en el bullying
Cuando su tercer hijo empezó a ir al colegio, Danielle volvió a 
trabajar como contable. Tenía entonces 37 años. Se sentía mayor en 
comparación con las otras trabajadoras de la Oficina de Subvencio-
nes del Ayuntamiento, mucho más jóvenes que ella. La jefa de su 
oficina, Linda, doce años menor que ella, se había opuesto a su 
contratación. El primer día de trabajo, Linda le dijo que no quería 
tener en su oficina a gente de la edad de Danielle y que estaba dis-
puesta a intentar que se marchara o que la transfirieran. A partir de 
ese momento:
27
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
fuera ni un minuto antes de la hora ni llegara un minuto más
tarde;
Danielle resistió siete meses y después pidió un traslado. El día 
que se fue, Linda le dijo que no se trataba de nada personal. Sim-
plemente no le gustaba la gente mayor y tenía que demostrar su 
oposición a que hubieran contratado a Danielle sin su aprobación.
Esta es una agresión instrumental. Hay poca emoción negativa, 
pero una fuerte determinación de ganar a toda costa. La víctima 
podría haber sido cualquiera que se hallase en las mismas circuns-
tancias. 
Estos dos casos muestran que el bullying puede ser tanto afecti-
vo como instrumental. Pero en ambos casos hay un blanco que es 
dañado por una persona más poderosa, el acosador, y una conduc-
ta que tiene la intención de dañar. 
Bullying o harassment
Adams (1992) señala que siendo el bullying en el trabajo una de 
las mayores causas de estrés en los trabajadores, en general ha tar-
dado en ser reconocido. Una de las razones de este hecho, según 
me han indicado algunos directivos, ha sido la resistencia a aceptar 
el término “bullying” como una calificación adecuada para el tipo 
de abuso que la gente suele sufrir en el trabajo o en el vecindario. El 
término “bullying” se asocia únicamente con la infancia y con las 
dificultades que las víctimas sufren en el colegio o de camino al 
colegio. Esto hace que no se contemple como una posible circuns-
28
BULLYING ENTRE ADULTOS
tancia estresante en la vida adulta. La actitud subyacente podría 
expresarse así: “Puede ocurrirles a los niños, pero no a los adultos”. 
Adams (1992) sostiene que por eso las víctimas no reciben el sufi-
ciente apoyo. En vez de ayudarlas a liberarse del acosador, se espe-
ra de ellas que “se calmen” y “no toleren más tonterías”. Lo que 
para la víctima es una horrible y estresante persecución, al que lo 
contempla desde fuera no le parece más que una desavenencia 
entre dos o más personas.
Un ámbito en el que las víctimas sí reciben una atención especial 
y, por consiguiente, un apoyo especial en forma de políticas organi-
zativas es el del acoso sexual (sexual harassment) que sufren las muje-
res. La clara motivación sexual que está a la base de la conducta de 
algunos hombres para con sus colegas femeninas ha permitido 
designarlo sin miedo como una forma de acoso. Es posible que por 
ello los jefes de personal estén dispuestos a aplicar el término 
harassment, en vez de “bullying”, a un abanico amplio de conduc-
tas agresivas, no solo a aquellas que pueden ser calificadas estricta-
mente como acoso sexual. Algunos jefes de personal me han dicho 
que harassment les parece un término más adecuado porque 
“bullying” está demasiado ligado a la agresión física que tiene lugar 
entre niños en los colegios. El harassment se ve como una forma de 
agresión más psicológica y más apta para describir los tipos de 
conducta que generan estrés en el trabajo.
Esto parece inicialmente correcto. Pero hay dos problemas sig-
nificativos que, si usamos harassment como sinónimo de bullying 
en el terreno de las relaciones entre adultos, puede hacernos per-
der de vista algunas de las formas de agresión que se producen 
habitualmente entre adultos. En primer lugar, la creencia de que el 
bullying en los colegios es un fenómeno restringido a ataques físi-
cos o amenazas de ataques físicos se tambalea ante las investiga-
29
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
ciones recientes que ponen de manifiesto la amplitud de las varie-
dades que el bullying presenta en el contexto del colegio (por ejem-
plo, Smith y Sharp, 1994). Aunque todavía no existe, que yo sepa, 
una investigación concreta que analice las similitudes entre el 
bullying infantil y el adulto, hay muchas pruebas de que cualquier 
relación entre adultos que podamos encontrar en el trabajo o en el 
vecindario se da también entre niños y adolescentes en el colegio o 
el vecindario. Los siguientes ejemplos (Randall, 1996) son de 
bullying en los contextos del trabajo y el colegio; se invita al lector 
a compararlos con los casos particulares de adultos que hemos 
ofrecido anteriormente en este mismo capítulo. Muestran con cla-
ridad la conducta agresiva en todas sus variantes y la intención de 
provocar daño que están a la base de toda conducta de bullying: 
“En cuanto descubrieron que yo no veía muy bien, se pusieron a 
quitarme mis cosas y a esconderlas. Empezó hace varios años ya. 
Cuando me pongo a buscarlas, cantan: ‘Culo de vaso siguiendo la 
pista’ y me golpean con las reglas”. 
(Alumno de 9 años de un colegio privado, apodado
“Culo de vaso” a causa de sus gafas de cristal grueso.)
“Jackie era mi mejor amiga. Luego nos peleamos por una tonte-
ría. Ella empezó a contar mentiras sobre mí. Decía: ‘Pásalo’. Ahora a 
dondequiera que vaya me llaman ‘zorra’ y ‘puta’. Incluso mi madre 
ha empezado a creerse esas historias. Me siento muy avergonzada”. 
(Alumna de 15 años en un instituto público mixto.)
“Robbie es el jefe de la banda. Disfruta haciéndote daño. Pero 
sabe muy bien cómo golpearte sin dejar marcas. Él y sus amigos te 
dan una bofetada o un codazo. Me lo hicieron tres veces la semana 
30
BULLYING ENTRE ADULTOS
pasada y a muchos más chicos también. Los profesores le han pillado 
más de una vez, pero él dice: ‘Sólo era una broma, mira: no hay seña-
les’. Y si no le das la razón en ese momento, después te la cargas”. 
(Chico de 15 años en un instituto público masculino.)
“Nuestra encargada es endiabladamente lista. La dirección 
piensa que es una supervisora excepcional, pero nos tiene a todos 
aterrorizados. Hasta donde yo sé, nunca ha pegado a nadie, pero te 
intimida mucho. Es tan escalofriante como el psicópata de El silen-
cio de los corderos. Basta con que se ponga a mi lado y me diga en 
voz baja que se va a encargar de mí y que su familia es muy renco-
rosa, para que casi me mee en los pantalones. Cada semana sale 
con algo distinto, como adjudicarme los peores turnos o encargar-
me de su parte de trabajo de embalaje, que ella detesta. Es realmen-
te lista, nunca deja ninguna prueba”.
(Trabajadora de 32 años en una fábrica de procesamiento 
de pescado.)
“Es un completo cabrón. Está siempre detrás de las chicas de la 
oficina, dándoles órdenes de mala manera. A mí no me grita. Pero 
me fastidia de otras maneras: no concediéndome los días de vaca-
ciones que prefiero, poniendo reparos a la calidad de mi trabajo. 
Un día en que mi marido estaba enfermo, llegué tarde al trabajo, 
fueron solamente diez minutos, pero él escribió “no respeta los 
horarios” en mi historial. Me he quejado a los de Igualdad de Opor-
tunidades en el Ayuntamiento, pero me dicen que si nadie más res-
palda mis testimonios, no hay nada que hacer”.
(Empleada del departamento de recursos financieros
de una autoridad local, 29 años.)
31
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
“Soy el único chino del colegio. Algunos de los chicos negros 
enseguida empezaron a llamarme ‘Ojos de serpiente’. Le decían a 
todo el mundo que mi madre huele a aceite de freír y a salsa desoja. Han conseguido que nadie quiera venir a mi casa”.
(Chico chino de 11 años en el sexto año de Primaria,
cuya familia tiene un establecimiento de comida para llevar.)
“Mis problemas de columna vertebral me hacen estar doblado y 
torcido. Algunas de las chicas empezaron a llamarme ‘Quasi’, por 
el jorobado de Notre Dame. Luego dijeron que mi padre me sodo-
miza sin necesidad de que yo me agache. Me quejé a la profesora, 
pero ella pensó que estaba mintiendo porque una de las chicas es 
hija de un amigo suyo, que es profesor en otro colegio”.
(Chico de 14 años alumno de un colegio público.)
“Sé que estoy gordo, pero ¿por qué tienen que hablar de ello con-
tinuamente? No huelo mal, sin embargo ellas dicen que sí. ¡Si soy 
más limpio que ellas! Y al mínimo comentario malicioso o sexista 
que haga acerca de las mujeres, ya están quejándose en Personal”.
(Trabajador de 23 años empleado en una oficina en que trabajan 
una mayoría de mujeres.)
“Cuando mis padres se separaron, ellos empezaron a meterse 
conmigo. Decían que mi padre había intentado ligar con todas las 
mujeres del pueblo. Y que la única que no se había enterado era mi 
madre. Ahora dicen que yo intento ligar con sus hermanas. Cuatro 
de ellos me han pegado varias veces porque una vez hablé con una 
chica que les gustaba. Me esperan en el camino de vuelta a casa, 
cuando no hay nadie”.
(Chico de 13 años en un instituto público mixto.)
32
BULLYING ENTRE ADULTOS
Los testimonios de niños y adolescentes que acabamos de citar 
ponen de manifiesto que en el colegio y en el camino de vuelta a 
casa existen exactamente los mismos tipos de bullying que entre 
los adultos. Puede que en la escuela primaria haya más agresiones 
físicas de las que encontramos en edades posteriores, pero, como 
hemos visto, la agresión física no es, en modo alguno, algo infre-
cuente en el lugar de trabajo de los adultos.
Y esa es la segunda razón para rechazar que el término 
harassment pueda cubrir todos los casos de bullying entre adultos. 
El acoso físico está presente en el lugar de trabajo, tal como los 
medios de comunicación han hecho llegar al público, especialmen-
te en el contexto de las Fuerzas Armadas:
Estudio de caso
El 23 de julio de 1993, The Guardian informaba de que un ex-sol-
dado del Primer Batallón del Regimiento Real de Gales había reci-
bido 8.000 libras de indemnización por los siete años en que había 
sido víctima de bullying. Es nieto de un soldado negro americano y 
se incorporó al ejército a los 16 años. Entre los varios abusos graves 
por motivos racistas a que fue sometido se incluía el haber sido 
declarado “culpable” de ser negro, después de lo cual fue rociado 
con lejía y orina, y refregado con cepillos. Estando de servicio en 
Alemania, se dirigían frecuentemente a él con la expresión “negra-
ta” y otras semejantes. Dejó el ejército en 1991 y desde entonces ha 
estado desempleado. La conclusión es que no ha quedado en con-
diciones de trabajar.
Estas consideraciones nos permiten volver a la definición de 
bullying que propusimos más arriba:
33
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado 
de causar daño físico o psíquico a otros.
Los siguientes casos constituyen ejemplos de cómo el bullying 
puede ser tanto físico como psicológico, puede durar más o menos 
tiempo, pero siempre con la intención de infligir daño.
Estudio de caso: Bullying prolongado en el lugar de trabajo
David, un trabajador que lleva largo tiempo empleado en una 
empresa química, tenía 51 años cuando se convirtió en una víctima 
de bullying. Era un buen trabajador y contaba con un buen expe-
diente. Se llevaba bien con sus superiores y con el resto del perso-
nal. Había acumulado primas y contaba con una buena pensión 
para el futuro.
La empresa atravesaba por un periodo de reorganización y 
reducción de plantilla. El jefe de sección de David fue remplazado 
por un hombre de unos 40 años que no tardó en hacerle saber a 
David que lo consideraba demasiado mayor para el trabajo y que 
se fuera buscando otra cosa.
David perdió a su ayudante administrativo y fue trasladado a 
un despacho más pequeño e incómodo, dos plantas debajo de don-
de debía realizar la mayor parte de su trabajo. A continuación, el 
nuevo jefe redactó una serie de informes de bajo rendimiento acer-
ca de David, y se dedicó a difundir discretamente su opinión de 
que David estaba “para el arrastre”. El nuevo jefe empezó a seguir 
a David por los pasillos y escaleras, donde chocaba intencionada-
mente contra él, le empujaba y le decía estar “deseando echarlo de 
la empresa de una patada en su viejo culo”. Tras diez meses de con-
tinuo hostigamiento, David dejó la empresa por motivos médicos. 
Ahora trabaja en el almacén de una empresa de electrónica.
34
BULLYING ENTRE ADULTOS
Estudio de caso: Bullying en el vecindario
El bullying entre vecinos no solo ocurre en los barrios proble-
máticos y degradados, como vemos en las películas o series.
Sula, enfermera y esposa de un médico nigeriano que trabaja en 
el Reino Unido, disfrutaba de su vida de clase media en una zona 
residencial de la ciudad. Mantenía buenas relaciones con los vecinos 
y solía hablar con las otras madres mientras esperaban a sus hijos a 
la salida del colegio privado donde estudiaba su hija mayor de 10 
años. Los problemas comenzaron cuando su hija empezó a destacar 
en las clases de equitación, superando con claridad a las dos hijas 
gemelas de una de las vecinas de Sula. Esta mujer era una directiva 
en una empresa local de alimentación, y se vanagloriaba de su habi-
lidad para arreglárselas perfectamente en un mundo masculino.
No podía soportar que sus hijas fueran derrotadas por “una 
negrita que, para empezar, no debería haber sido admitida en el 
club”. Comenzó a lanzar miradas hostiles a Sula, obstruyó el acce-
so a su garaje con un remolque, esparcía comentarios acerca de los 
“modales descuidados” de Sula hacia otros vecinos y gritaba a la 
hija de Sula por hacer, según ella, demasiado ruido en el jardín 
delantero. 
Sula le reconvino su actitud y, a partir de entonces, en privado 
pero de forma corrosiva, le dirigió insultos racistas con un fuerte 
componente sexual (“Supongo que tú y el cabrón negro que tienes 
como marido pasaréis toda la noche como perros en celo”). Sula 
estaba aterrorizada. Una vez la abordó en la entrada de su casa, la 
empujó contra la pared y le agarró ambos pechos, estrujándolos. 
El acoso terminó cuando el marido de Sula lo descubrió todo, 
varios meses más tarde. Habló con el marido de la acosadora, un 
35
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
hombre razonable, quien le dijo que este tipo de cosas ya había 
ocurrido anteriormente. 
Sula tardó en recuperarse. Desarrolló un entumecimiento emo-
cional y una pérdida de contacto con el entorno, tanto general como 
familiar. No podía evitar que le asaltase el recuerdo involuntario de 
los incidentes más graves. Finalmente, se le diagnosticó estrés post-
traumático. 
Estudio de caso: Acoso sexual en el lugar de trabajo
El acoso sexual (sexual harassment) es una de las formas más 
comunes de acoso en el lugar de trabajo en todo el mundo. Se con-
vierte en una potente forma de bullying en cuanto la víctima recha-
za las aproximaciones del acosador.
En las dos ocasiones en que el jefe de Sonia intentó acariciarla, 
ella le rechazó con un empujón. Éste pronto desvió sus atenciones 
hacia otra empleada (que las aceptó), pero no perdonó que Sonia 
las hubiera rehusado. 
Se ocupó de que no le concedieran las vacaciones en las fechas 
que ella había solicitado. Durante unos días Sonia llegó al trabajo 
con un ligero retraso a causa de una enfermedad de su hijo. Él 
extendió el rumor de que no era esa la causa real. Concedía privile-
gios a otras mujeres y anulaba los de Sonia. Cuando se encontraba 
con ella en algún lugar donde nadie pudiera verlos, como el cuarto 
de la fotocopiadora, amagaba un golpeen la cara de Sonia y gruñía 
imitando a un perro, después de lo cual se alejaba riéndose. 
Finalmente, el director de personal llamó a Sonia para comuni-
carle que debía mejorar su rendimiento o sería despedida. Ella mis-
ma decidió dejar la empresa y trabajar para la competencia. Su 
36
BULLYING ENTRE ADULTOS
nueva jefa es una mujer joven y simpática, madre de familia. Sonia 
afirma que la amabilidad que experimenta ahora casi ha curado el 
dolor de ser una víctima, aunque ciertamente no ha disminuido su 
odio hacia el acosador.
El próximo estudio de un caso particular refleja otro elemento 
importante presente en los relatos que hacen las víctimas de 
bullying en el trabajo, a saber: que los cargos directivos lo consien-
ten cuando les viene bien. A menudo esto es porque los actos del 
acosador o acosadores les beneficia directamente. La gente que cul-
pa a las víctimas de no ser lo suficientemente fuertes para valerse 
por sí mismas casi nunca son conscientes de la falta de apoyo que 
esas víctimas reciben por parte de sus jefes. Incluso allí donde se 
han puesto en funcionamiento medidas contra el acoso, ocurre con 
frecuencia que el acosador es más valioso para el jefe que la vícti-
ma. Así ocurrió en el siguiente ejemplo:
Estudio de caso: Los cargos directivos y su papel como obstáculo 
para la solución de los problemas de bullying
Jim es un hombre de 43 años con sobrepeso, empleado en una 
granja de cerdos. Se suponía que estaba al cargo de tres trabajado-
res más jóvenes, los tres en torno a 20 años, pero en realidad se con-
virtió en su víctima. Su peso era un constante motivo de bromas, 
cada día se referían a ello al menos diez veces, tomando a uno de 
los cerdos más gruesos por él. Le ponían la zancadilla de modo que 
cayera sobre los excrementos de los cerdos, y en tres ocasiones, 
estando los jóvenes borrachos, le mantuvieron en el suelo mientras 
simulaban extraerle la grasa de los michelines con unos alicates. 
Aunque no le hicieron realmente daño físico, se asustó mucho y se 
sintió profundamente avergonzado.
37
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
Después de tres meses así, informó al director de la granja de lo 
que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió fue breve y cruel: 
los jóvenes tenían razón en que estaba demasiado gordo, de modo 
que no debería extrañarle que se rieran de él. Además los tres jóve-
nes en cuestión eran muy trabajadores y estaban siempre dispues-
tos a hacer horas extras, a diferencia de Jim, que tenía una familia a 
la que atender. Le aconsejó a Jim que se buscase otro trabajo, cosa 
que él hizo. Jim dice que el mejor trabajo que ha hecho en su vida 
fue abandonar esa empresa. 
Según nos explicó, sentía como si sus agresores hubieran sido 
recompensados por su conducta. Conducta que su jefe aprobaba y, 
pasivamente, estimulaba.
El refuerzo del bullying
El próximo capítulo trata de la cuestión fundamental de por qué 
algunas personas se convierten en acosadores y necesitan abusar 
de las situaciones de desequilibrio de poder. Aunque no hay una 
respuesta clara a esta pregunta, lo que sí está claro es que todo aco-
so persistente es positivamente reforzado y que, en los casos en que 
el acosador ha elegido una víctima concreta, con frecuencia ocurre 
que se da una relación entre los dos cuya dinámica se basa en el 
refuerzo. El acosador obtiene algo que desea. A veces se trata sola-
mente del placer de ver a alguien sufrir o pasar miedo. Otras veces 
se trata de algo valioso, como parte de su propiedad, la renuncia a 
sus derechos de días de permiso o incluso una plaza de aparca-
miento. Con frecuencia el refuerzo consiste en la aprobación silen-
ciosa de un público de espectadores, que el acosador percibe como 
un atronador aplauso. Para otros acosadores, sobre todo mujeres, el 
premio es la construcción de una coalición de mujeres que piensan 
38
BULLYING ENTRE ADULTOS
de la misma manera, y cuya conducta contra las que piensan de 
otra manera se convierte en un apoyo mutuo. El siguiente estudio 
muestra un caso de este tipo:
Estudio de caso: Un alianza perversa
Kathy era una mujer trabajadora de 32 años, licenciada en 
Ciencias Sociales, que durante los últimos 8 años había desempe-
ñado distintas funciones administrativas. Cuando se convirtió en 
víctima acababa de incorporarse a la Oficina de Igualdad de Opor-
tunidades de una empresa importante de la administración muni-
cipal. Siempre había querido luchar por la igualdad de oportuni-
dades, porque tenía unas firmes convicciones feministas que había 
podido desarrollar con ocasión de su tesina de licenciatura sobre 
la opresión de las lesbianas. Ella misma no era lesbiana. Estaba 
casada con un hombre dos años mayor que ella. Estaban en un 
momento de su vida en común en que se planteaban seriamente 
fundar una familia. 
A Kathy le encantaba su trabajo en la Oficina, pero me contó 
que, retrospectivamente, se daba cuenta de que había cometido un 
grave error al mencionar a su supervisora y a sus dos compañeras 
de trabajo que estaba deseando tener hijos porque con ello “mi vida 
sería completa”. Me contó que su reacción ante este comentario fue 
glacial; una de sus compañeras simplemente se levantó, la miró 
airada y se marchó. Ella preguntó que qué pasaba y que si había 
dicho algo ofensivo. Le respondieron que si no se daba cuenta de lo 
que pasaba, quizá no debería seguir trabajando en esa sección.
“No sé cómo no me di cuenta”, me contó. “Las tres mujeres que 
había allí eran lesbianas militantes, y dos de ellas tenían una rela-
ción estable de al menos dos años”. Tal como descubrió más tarde, 
39
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
su supervisora y una de sus compañeras vivían juntas, mientras 
que la otra compañera acababa de romper una relación. Esta última 
fue la que salió intempestivamente de la habitación, obviamente 
molesta a causa del comentario de Kathy acerca de fundar una 
familia.
A partir de ese momento, las tres mujeres comenzaron a hacerle 
la vida imposible a Kathy. Pensó que se estaba volviendo paranoi-
ca, porque cada vez que entraba en un despacho donde estuvieran 
las tres juntas, dejaban inmediatamente de hablar y lo único que 
hacían era mirarla, sin apenas responder a sus intentos de entablar 
conversación. La supervisora comenzó a ser muy crítica con su tra-
bajo, normalmente en voz alta y siempre delante de sus otras dos 
compañeras. Kathy se encaró con una de ellas tras un incidente 
especialmente grosero, y le preguntó por qué se comportaba de esa 
manera. La respuesta fue directa y sin ambages: “No te queremos 
aquí, no eres una de las nuestras, sería mejor si te marcharas”.
Unos días más tarde, Kathy y su marido pidieron cita para 
ponerse las vacunas necesarias para viajar al Extremo Oriente. 
Querían disfrutar de unas buenas vacaciones antes de ponerse a 
intentar tener su primer hijo. La supervisora se las arregló para 
impedir que asistiera a esa cita, y lo mismo con las dos siguientes. 
Para poder ir finalmente con su marido a ponerse las inyecciones, 
Kathy tuvo que mentir y faltar un día al trabajo por una presunta 
indisposición. Entonces la jefa de sección quiso impedir que Kathy 
pudiera cogerse las vacaciones en las fechas que ella había solicita-
do, pero, dado que las había pedido con mucha antelación, el jefe 
de sección se las concedió pasando por encima de la supervisora. 
Como era de esperar, esto hizo que las cosas empeorasen. La rela-
ción entre Kathy y las otras tres mujeres cayó en picado. Kathy no 
soportaba más la situación, de modo que pidió una entrevista en 
40
BULLYING ENTRE ADULTOS
privado con la supervisora. Durante la entrevista, la supervisora 
salió enfurecida del despacho y llamó a su pareja, diciéndole que 
necesitaba una testigo de lo que Kathy estaba diciendo, y que iba a 
enviar una nota a la sección de personal solicitando que Kathy 
fuera trasladada a otro departamento. La supervisora estaba llo-
rando, pero su pareja, una mujer fornida,empujó a Kathy contra 
un archivador y le dijo: “Lárgate de este departamento. No quere-
mos verte más aquí. Para lo único que sirves es para que las demás 
nos riamos un rato de ti”. Kathy informó de este incidente al jefe 
de personal y solicitó que se pusiera en marcha el procedimiento 
previsto para los casos de acoso.
El empleado del departamento de personal con que habló Kathy 
fue muy simpático y la informó de que esta no era la primera vez 
que esas tres mujeres eran acusadas de victimizar a una mujer hete-
rosexual. Dos mujeres habían sido trasladadas fuera de ese depar-
tamento previamente por petición propia, pero no pusieron una 
queja formal. El empleado del departamento de personal dijo que 
se tomaría la declaración de Kathy como una queja formal y la 
acompañó al despacho del jefe de personal. Quien, de muy malos 
modos, dijo que de ningún modo pensaba iniciar un procedimien-
to de queja relacionado con trabajadores de la Oficina de Igualdad 
de Oportunidades, pues ésta ya le reportaba suficientes problemas 
con el resto de los directores ejecutivos, que opinaban que esa sec-
ción era un lujo innecesario. Aconsejó a Kathy que se trasladara a 
otra sección. Teniendo presente que muy pronto estaría embaraza-
da, Kathy accedió a su propuesta. En cuanto la noticia del traslado 
llegó a sus oídos, las otras tres mujeres se apresuraron a decirle a 
Kathy que estaban encantadas con su marcha y que no les importa-
ría en absoluto si nadie la remplazaba. Se sentían bien tal como 
estaban, no querían trabajar con hombres o mujeres heterosexua-
41
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
les. Kathy les contestó que esa actitud era una completa negación 
de las políticas de igualdad de oportunidades para aplicar las cua-
les se suponía que ellas estaban allí. La respuesta a esto fue una car-
cajada. La supervisora dijo que la igualdad de oportunidades esta-
ba muy bien para los demás, pero no para ellas.
Este caso constituye un ejemplo realmente complejo de coali-
ción en la que los reforzadores positivos están relacionados con el 
afecto de otros miembros del pequeño grupo implicado en el 
bullying, el ejercicio del poder para lograr un objetivo común, y el 
placer derivado de la humillación de la víctima. La complejidad y 
la índole de estos reforzadores positivos varía según la situación y 
dependen en gran medida de las características de ambos, el agre-
sor y la víctima. Por muy variados que puedan ser los casos de 
bullying y las personas involucradas en ellos, la única característica 
común a todos ellos es que el bullying proporciona beneficios, 
cuando menos a corto plazo, para el agresor. El próximo capítulo 
analiza por qué ciertas personas se convierten en acosadores para 
conseguir el tipo de eventos o circunstancias que actúan en ellos 
como refuerzos positivos.
Apéndice: efectos de la violencia en televisión sobre los niños y 
los adolescentes
Hace algunos años, entró en mi despacho una madre muy 
angustiada. Estaba llorando y le costaba poner en palabras su his-
toria. Su hijo estaba siendo acosado. Gravemente.
Aquello no era nada nuevo para mí; el bullying es un problema 
harto común, incluso entonces. Lo que convertía este caso en 
inusual era la manera de llevar a cabo el acoso. Los niños implica-
42
BULLYING ENTRE ADULTOS
dos tenían tan solo entre 8 y 9 años de edad, y su héroe era David 
Carradine.
Era la época en que ese actor estaba dando a conocer el kung-fu 
al mundo occidental. Los niños y adolescentes más jóvenes esta-
ban absolutamente entusiasmados. No había una composición 
escrita de tema libre en Primaria que no tratase del kung-fu. David 
Carradine era para esa generación lo que Roy Rogers había sido 
para la mía.
Desafortunadamente, lo que atraía a los niños era la representa-
ción estilizada de la violencia. La filosofía confuciana de la serie, 
con sus velas, sus monjes rasurados y sus reglas morales, no causa-
ba el más mínimo impacto en ellos. David Carradine constituía un 
atractivo modelo de comportamiento violento.
No me sorprendió descubrir que la pequeña víctima no era en 
realidad más que un saco de boxeo que los pequeños rufianes utili-
zaban para entrenar su kung-fu. Lo que sí me sorprendió fue lo 
seriamente que se tomaban su imitación aquellos pequeños acosa-
dores, el nivel de detalle y fidelidad al original que alcanzaban. 
Desde entonces, he constatado cómo ciertos personajes de la televi-
sión y de las películas “ponen de moda” la violencia. De esto es de 
lo que trata este artículo.
Todos los padres nos hemos asombrado alguna vez del efecto 
que ejerce la televisión sobre nuestros hijos. No puede ser de otra 
manera, pues ocupa una parte importante de sus vidas. Incluso en 
el colegio los maestros recurren a ella para poner vídeos. Cuando 
contemplo las reacciones de mi hijo de 5 años ante las escenas de 
violencia y sexo que se cuelan subrepticiamente en el rato que dedi-
camos a ver la televisión en familia, me siento a la vez contento y 
preocupado. Contento porque no parece tener ninguna reacción 
43
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
adversa, preocupado porque no las tenga. Por una parte, no quiero 
que esas escenas le afecten, pero, por otra parte, no quiero que se 
vuelva insensible y lo acepte como algo normal. 
Ahora que se aproximan las Navidades, la televisión nos ofrece-
rá su acostumbrada mezcla de mensajes para los niños, la misma 
de todos los años. Habrá películas acerca de renos que afrontan lo 
que sea con tal de conseguir regalos para los niños más pequeños y 
habrá también otras películas que muestren una violencia gratuita. 
En lo que concierne a la televisión, las Navidades son invariable-
mente un periodo espeluznante para mí, por culpa de la altísima 
concentración de “chicos buenos” haciendo las cosas más horribles 
que uno pueda imaginar a los “malos”. ¿Qué mensaje transmite 
esto a los niños?
Volveré a esta cuestión un poco más adelante, pero antes repase-
mos lo que se suele pensar acerca de la violencia en la televisión.
En primer lugar, hay disparidad de opiniones acerca de los efec-
tos que tiene sobre la gente. Algunos piensan que existe un vínculo 
directo entre lo que aparece en la pantalla y la conducta de la gente. 
La madre a quien me refería al comienzo de este artículo estaría 
completamente de acuerdo con este punto de vista. A continuación 
están aquellos que sostienen que no se da ningún vínculo, o al menos 
que no hay forma de demostrarlo. Por último, hay gente, como yo, 
que piensa que la cosa es más complicada y que la respuesta se 
encuentra más bien en un punto intermedio: algunos niños y adoles-
centes son afectados por lo que ven en televisión y otros no.
Un informe muy influyente, encargado por la Oficina de Salud 
Pública de los Estados Unidos, afirmó que la violencia en la televi-
sión está claramente asociada con la agresividad de niños y adoles-
centes. Esta investigación recibió el respaldo de otra igualmente 
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BULLYING ENTRE ADULTOS
persuasiva del Instituto Nacional Americano para la Salud Mental 
(Peral, Bouthilet y Lazar, 1982). Ambos informes afirmaban que 
disponemos de evidencias suficientes como para concluir que la 
violencia televisiva es un factor causal de la violencia infantil. Poco 
después, las películas de karate se hicieron muy populares en el 
Reino Unido y, coincidiendo con ello, fui testigo de una avalancha 
de serios incidentes de bullying inspirados en Bruce Lee. 
Pero mucha gente discrepó e hizo pública su opinión de que 
aquellos informes no eran correctos. El más influyente de estos 
informes contrarios apareció a finales de 1982, encargado por la 
Compañía Nacional Americana de Radiodifusión. Estoy seguro de 
que el lector encontrará similitudes con la campaña contra el taba-
quismo de 1980. Por un lado, tenemos a las instituciones encarga-
das de la salud pública diciendo: “Es malo para ti, desengánchate”; 
por el otro lado, a las principales industrias del sector respondien-
do: “Nohay nada demostrado acerca de efectos nocivos, continúa 
viendo lo que te gusta”.
Un importante estudio fue más allá y estudió las estadísticas de 
violencia criminal a lo largo de todo el país. La conclusión general 
fue que no existía ninguna relación entre la cantidad de horas que 
se ve la televisión y el número de crímenes. De hecho, ocurría lo 
contrario: cuanta más televisión, menor era el índice de criminali-
dad. Uno de los psicólogos que realizaron el estudio, Steven 
Messner (1986), sugirió que la razón de esta relación inversamente 
proporcional era que quien está viendo la televisión en casa no 
puede estar delinquiendo en la calle.
Como vemos, el asunto seguirá dando trabajo a los investigado-
res, pero, ¿qué hacemos nosotros al respecto, como padres respon-
sables? En mi opinión, lo mejor que podemos pensar es que la vio-
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BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
lencia en televisión afecta a algunos niños y a otros no. Hay muchas 
pruebas que apoyan este punto de vista. Por ejemplo, Wendy Jose-
phson (1987), una psicóloga social, llevó a cabo un experimento en 
el que constató que los chicos a quienes se había mostrado un frag-
mento de una película violenta antes de jugar un partido de hockey 
tenían más predisposición a actuar agresivamente después durante 
el partido que aquellos otros a los que se había mostrado una carre-
ra de coches. Los chicos más afectados por las imágenes, de todas 
formas, eran aquellos a quienes sus profesores habían clasificado 
como más agresivos. Dicho de otro modo, los chicos que eran ya 
agresivos por naturaleza fueron los más influidos por la violencia 
que habían presenciado.
Es un descubrimiento muy significativo, pues explicaría por 
qué diferentes investigadores habían llegado a resultados muy 
distintos. Según el tipo de chicos que testaron, encontraron efec-
tos o no. 
Pero hay algo más que el temperamento natural de los niños. 
Dos psicólogos, Kim Walter y Donald Morley (1991), estudiaron el 
efecto de la violencia en televisión sobre los adolescentes. Encon-
traron que sí que hay un efecto, pero que no es simple. El factor 
decisivo no es la cantidad de violencia que se ve, o su intensidad. El 
factor más importante es, por el contrario, si al adolescente le gusta
o no la violencia. Aquellos a los que les gusta, tienen muchas más 
probabilidades de ser agresivos después de verla en televisión.
Los padres son otro factor a tener en cuenta. El grado de agresi-
vidad tras la exposición a la violencia televisiva depende de si los 
padres aceptan o no esa agresividad. Sus opiniones al respecto 
pueden reducirla, aunque todavía no está del todo claro cómo 
exactamente. 
46
BULLYING ENTRE ADULTOS
Estos descubrimientos encajan con mis propias experiencias con 
familias en las que la violencia en la pantalla era un problema. 
Tomemos a una de ellas como ejemplo:
Estudio de caso
Clive tenía 10 años cuando fue arrestado por agresión. Era el 
líder de un pequeño grupo de chicos que habían estado viendo tres 
vídeos violentos seguidos. Su madre era quien le había dado los 
vídeos para que los vieran. Quería que estuvieran entretenidos 
mientras ella se iba de compras durante todo el día con su marido. 
Clive y sus amigos se fueron de casa al terminar el último vídeo y 
agredieron gravemente a dos niños menores que ellos. El ataque 
tuvo lugar en un parque a las seis de la tarde. Cuando se le pregun-
tó por qué lo había hecho, Clive no supo qué responder. Los niños 
les habían dicho alguna impertinencia y lo único que él hizo fue 
defender sus derechos, como había visto hacer a los “buenos” de 
las películas. Parte de su argumentación era que si su madre le 
había incitado a ver la violencia, entonces seguro que no podía ser 
tan mala. 
El lector pensará, probablemente, que Clive debe de ser un niño 
muy poco inteligente como para confundir la violencia que ha vis-
to en la televisión con situaciones de la vida real. Pero en realidad 
era un niño con una capacidad media. ¿Por qué le afectó entonces 
el espectáculo de la violencia?
Los estudios sobre la agresión infantil arrojan alguna luz sobre 
este enigma. La exposición repetida a la violencia televisiva, espe-
cialmente si los violentos son los “buenos” y son alabados por sus 
heroicas agresiones, crea, con el paso del tiempo, una asociación 
entre las razones que justifican la violencia en la ficción y las frus-
47
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
traciones del día a día. En efecto, el niño va “almacenando” la idea 
de acciones agresivas al lado de recuerdos de situaciones frustran-
tes comunes. 
Los psicólogos llaman a los esquemas almacenados “algorit-
mos”. Los usamos para todo tipo de actividades cotidianas en las 
que se den sucesos predecibles y necesitemos responder a ellos de 
una forma similar en todos los casos. Por ejemplo, el sonido del 
despertador es un desencadenante para que iniciemos una serie de 
actividades que terminará con nuestra salida hacia el trabajo. El 
esquema se repite de forma parecida todos los días y la ejecutamos 
con “el piloto automático puesto”.
El algoritmo de la agresión en niños pequeños se forma por la 
repetida exposición a poderosos modelos de comportamiento que 
les enseñan cómo cambiar el rumbo de las cosas a través de la vio-
lencia. No puede sorprendernos que los niños que se frustran con 
facilidad sean tan influenciables por lo que están viendo continua-
mente. Y tampoco debería sorprendernos que un psicólogo, Harry 
Hoberman (1990), abogue por que los medios estigmaticen a los 
actores que encarnan repetidamente personajes violentos. También 
sostiene que se debería enseñar a los padres a modificar los hábitos 
televisivos de sus hijos, no tolerando la violencia. 
Está claro, entonces, que a algunos niños les afectará la violencia 
televisiva estas Navidades, igual que les afecta cualquier otro día 
del año. Esos niños serán mayoritariamente chicos que se enfadan 
o frustran con facilidad. Necesitan unos padres responsables que 
apaguen la tele cuando aparece violencia, o al menos se la expli-
quen en términos de la vida real. Sin ese tipo de guía, algunos ter-
minarán como Clive. 
49
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
Introducción
Para entender por qué hay personas que utilizan el bullying 
como un medio para obtener refuerzo positivo, primero es preciso 
entender que la mayoría de ellas descubrieron en la infancia que el 
bullying tiene resultados positivos, y continuaron una vez adultos 
con esa conducta, aunque de modos más refinados. Ya hemos men-
cionado los estudios longitudinales de Olweus (1980) en conexión 
con esto. Más recientemente, Eron et al. (1987) hicieron un segui-
miento de 518 niños a partir de los 8 años que vivían al norte del 
Estado de Nueva York. Todos esos niños tienen ahora en torno a 40 
años. El preocupante resultado de estos estudios longitudinales es 
que los niños que a la edad de 8 años fueron designados como muy 
agresivos han cometido más crímenes, y crímenes más graves, como 
adultos. También han cometido más infracciones de tráfico, han 
recibido más condenas judiciales, y muestran una mayor tendencia 
al alcoholismo y al trastorno de personalidad antisocial. Asimismo, 
recurren más a distintos servicios de salud mental. Es digno de 
2
50
BULLYING ENTRE ADULTOS
atención que en la valoración inicial los niños que fueron clasifica-
dos como más agresivos tenían un cociente intelectual semejante, 
por término medio, al de aquellos que no fueron clasificados de ese 
modo. A la edad de 19 años, sin embargo, su conducta agresiva 
había empezado a obstaculizar el desarrollo de sus capacidades 
intelectuales, y sus logros iban gradualmente quedando atrás con 
respecto a los jóvenes no agresivos de su misma edad. Aún más 
relevante para nuestro tema, el bullying, es el informe de su evolu-
ción a la edad de 30 años, cuando ellos y sus parejas fueron entre-
vistados. Eron y suscolegas constataron una mayor presencia del 
comportamiento abusivo dentro de las relaciones y un aprendizaje 
deficiente de la conducta prosocial, hasta el punto de interferir con 
sus rutinas cotidianas. No solo tenían más probabilidades de com-
portarse abusivamente con sus parejas, sino que su conducta agre-
siva también echaba a perder sus opciones de promoción laboral, 
pues se les consideraba como disruptivos y agresivos. Esta es una 
clara prueba de que los niños agresivos se convierten en adultos 
agresivos con escasa capacidad de inhibir sus reacciones y una alta 
probabilidad de consecuencias negativas en prácticamente todas 
las esferas de la actividad humana, incluyendo la construcción de 
relaciones y el trabajo. 
Otros estudios (por ejemplo, Jacobson, 1992) han demostrado 
que la conducta acosadora temprana está fuertemente asociada con 
la violencia doméstica. En este estudio, las mujeres maltratadas 
describían como bullying lo que sus maridos hacían, con el maltra-
to físico como su peor manifestación. Aunque no hay todavía un 
estudio longitudinal que haya observado directamente cómo el 
bullying se convierte en maltrato físico, la evidencia de que dispo-
nemos indica una convergencia directa de las conductas de bullying 
y de maltrato físico a lo largo de la vida de un individuo. Hay más 
51
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
probabilidad de que un maltratador haya sido un delincuente agre-
sivo en su adolescencia, y además hay un vínculo constatable entre 
los acosadores adolescentes y una agresividad infantil temprana. 
Jacobson (1992) clasifica a los maltratadores en dos tipos: el tipo 
impetuoso, excesivamente reactivo; y el tipo frío, calculador, proac-
tivo, para quien el maltrato forma parte del sometimiento general 
de su pareja. Como veremos, entre los acosadores infantiles se dan 
asimismo dos tipos semejantes, lo cual permite suponer que el 
bullying y el maltrato físico son dos partes del ciclo vital de ciertos 
individuos.
Dado que las raíces del bullying adulto parecen estar firmemen-
te establecidas en la infancia, es necesario entender qué tipo de 
niños fueron los acosadores adultos si queremos rastrear el papel 
que juega el refuerzo positivo en su desarrollo.
El bullying en la infancia
Yo mismo he tenido ocasión de investigar varios cientos de 
situaciones de bullying y he podido examinar tanto a los acosado-
res como a las víctimas, así como comentar lo sucedido con sus 
padres. Basándome en esta considerable experiencia personal, he 
descubierto que los niños acosadores son diferentes en muchos 
modos de los que no lo son y, desde luego, también de sus víctimas. 
Como muchos otros investigadores (véase, por ejemplo, Dodge y 
Crack, 1990), he observado una determinada estructura cognitiva, 
una predisposición hostil distintiva que atribuye permanentemen-
te intenciones hostiles a los demás, por leve que sea la provocación. 
De hecho, a menudo no existe provocación, solamente una inven-
tada que sirva como excusa o justificación de la conducta agresiva 
52
BULLYING ENTRE ADULTOS
del acosador. Las víctimas cuentan penosas historias de cómo un 
empujón accidental al acosador en la cola del comedor es tomado 
como un insulto y una llamada a las armas. Los acosadores no pro-
cesan adecuadamente la información social. Parecen incapaces de 
llevar a cabo juicios realistas acerca de las intenciones de los demás. 
Invariablemente, estas intenciones son interpretadas como hostiles, 
lo cual conduce a la búsqueda de venganza. 
El motivo de la venganza permite al acosador mantener una 
actitud favorable hacia la violencia, y hacia el uso de la violencia u 
otras formas de agresión para resolver los problemas. Esta solución 
de los problemas a corto plazo actúa como un reforzador rudimen-
tario de conductas posteriores de bullying más refinado, que con-
vencen al acosador de que la agresión es la mejor solución a los 
problemas sociales, sea cual sea su grado de complejidad. Un rápi-
do desarrollo a partir de ese punto genera en ellos una fuerte nece-
sidad de dominar a los demás y de extraer satisfacción causándoles 
dolor. No está claro si esta necesidad se origina en la incapacidad 
que tienen los acosadores de desarrollar una conducta prosocial 
que les permita relacionarse adecuadamente con otros niños, o si es 
esta necesidad la que bloquea el desarrollo de la conducta proso-
cial. Sea cual sea la causa, no desarrollan actitudes prosociales efec-
tivas y, de este modo, no comprenden los sentimientos de los 
demás, lo cual les lleva a negar el sufrimiento que provocan. Ocu-
rre además, según mi experiencia, que muchos acosadores tienen 
una alta opinión de sí mismos. No tienen problemas de ansiedad, 
una emoción negativa en su forma extrema pero que en su versión 
más suave permite controlar la propia conducta. En vez de ello, se 
ven a sí mismos como superiores y poderosos. No son conscientes 
de lo que los otros niños piensan realmente de ellos. Son conscien-
tes de, y se complacen en, lo que los otros niños dicen de ellos en su 
53
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
presencia, pero parecen curiosamente ciegos a las muestras de anti-
patía y repugnancia susurradas a sus espaldas. Tal como ha descri-
to Olweus (1993), hasta el final de la escuela primaria o los prime-
ros años de secundaria los acosadores disfrutan de cierta populari-
dad, además de contar normalmente con dos o tres amigos íntimos, 
por lo general también niños agresivos. No obstante, según va 
pasando el tiempo, su popularidad entre el resto de los alumnos 
comienza a menguar, de manera que en los primeros años de su 
adolescencia sus únicas relaciones son otros “tipos duros”. Pueden 
lograr lo que desean por medio de su comportamiento acosador y 
son respetados por ello, pero este respeto se basa en el miedo y no 
gustan a los demás. 
Según la experiencia de muchos investigadores (por ejemplo, 
DeRosier et al., 1994), la confianza en sí mismos de los acosadores 
es por lo general lo suficientemente fuerte como para resistir ese 
rechazo procedente de la mayoría de sus compañeros. Esto proba-
blemente se debe al hecho de que son incapaces de percibirse a sí 
mismos correctamente en situaciones sociales, lo cual constituye 
un síntoma de su ceguera social. DeRosier et al. (1994) concluye que 
los acosadores tienen menos oportunidades que los niños no agre-
sivos de socializarse a través de la imitación de modelos tomados 
de entre sus iguales, porque los niños con habilidades prosociales 
normales no se acercan a ellos, debido a que les temen.
La selección de las víctimas
A medida que los niños agresivos amplían y refinan sus habili-
dades como acosadores, descubren que pueden obtener más fácil-
mente los reforzadores que persiguen si seleccionan a las víctimas 
que más probablemente proporcionen las consecuencias reforza-
54
BULLYING ENTRE ADULTOS
doras. La mayoría de los estudios muestran que hasta la edad de 7 
años los acosadores pueden encontrarse con un éxito limitado, 
como resultado de su falta de selección de víctimas específicas. Sin 
embargo, a partir de esa edad, tienden a escoger determinados 
niños como víctimas, niños que pueden adquirir una reputación de 
“lloricas” que los continúa victimizando durante el resto de su eta-
pa escolar (Randall, 1996).
Ladd (1990) sostiene que los acosadores llevan a cabo un proce-
so de selección para determinar qué niños serán las mejores vícti-
mas. Señala que al comienzo del curso escolar, cuando los niños no 
se conocen bien unos a otros, un 22% de ellos sufre al menos una 
experiencia de victimización. Pero al final del curso tan sólo un 8% 
son regularmente seleccionados por los acosadores, y estos son los 
que probablemente se convertirán en “lloricas”.
Cuanto menor es el niño, más probabilidades tiene de sufrir 
una agresión significativa dentro de su grupo de iguales. Los aco-
sadores eligen por sistema niños de menor edad y tamaño que 
ellos, comportamiento que presta credibilidad al estereotipo

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