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La Europa del siglo XIX 1815-1914 - Bruun, G

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INTRODUCCióN 
El siglo XIX fue la gran era de la expansión europea. 
Durante 300 afios, a continuación de los viajes de Co­
lón, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonía 
europea corrió sobre los mares. Durante 10 generacio­
nes, intrépidos exploradores, comerciantes y coloniza­
dores izaron sus velas en los puertos del Viejo Mundo 
para establecer los amplios fundamentos de los impe­
rios de ultramar. Sin embargo, sólo en el siglo x1x, 
cuando la ciencia occidental puso "un cinturón alrededor 
de la tierra", fue.cuando los europeos recibieron su plena 
herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus es­
pectaculares conquistas eclipsaron todos los prólogos 
históricos, aunque puedan encontrarse precedentes li­
mitados, por ejemplo, en la propagación de la cultura he­
lénica después del siglo 1v d. c. Pero la civilización 
helénica estuvo circunscrita al ámbito del Mediterrá­
neo, mientras que la hegemonía de los europeos mo­
dernos· se extendió hasta que todos los cont.inentes de 
la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre 
los afias de 1815 y de 1914, el mundo ingresó en una 
nueva era .de integración global, a impulsos de la téc­
niqi occidental� era que, sin excesiva exageración, podría 
calificarse de era europea. Antes de que terminara el 
siglo XIX, la civilización . europea dominaba o chocaba 
contra cada segmento del globo, y todos los gru,pos im­
po�tantes de la población mundial habían recibido fa 
., huella de la cultura occidental, o habfan experimentado 
su presión. 
Para los pueblos de Europa, el periodo transcurri­
do entre 1815 y 1914 fue una era de progresos tan 
notables, en cada uno de los países del continente, que 
tasi se cegaron a la influencia constantemente crecien-
\ te que su economía ejercía en ultramar. Fue un pcrio-
9 
10 lN'l'lWDUCClóN 
do que no se vio dañado por guerras prolongadas, () 
gravemente debilitadoras; fue un siglo dt!rante :l. c_ual
las energías acumulativas de Eur?Pª pudieron d_mgme 
a empresas constructivas y el capital y la población ex­
cedentes encontraron inversiones lucrativas en otros 
continentes. Cáda generación disfrutó de un aumento 
de riqueza y de co1no�idad, de una amr1iació_n de las
oportunidades económicas y de un me¡oram1en�o en 
los niveles de alimentación, salud y saneamreoto. 
Con cada década, nuevos avances técnicos acelera� 
ron la mecanización de lá industria, nuevas ciudades 
dibujaron contra el cielo sus anárquicas siluetas y nuevos 
niveles de producción se alcanzaron en las fábricas y 
talleres. Pero los índices más significativos del progre­
so no fueron ni políticos, ni económicos, sino demo-­
gráficos. A lo largo del _siglo XI�, la pobla_ción de Eu­
ropa aumentó, por térmrno medio, a un r!b�o ele tres 
:i cuatro por ciento anual, tasa de crec1m1ento que 
nunc,1 :intes había alcanzado una población tan vasta, 
durante un periodo tan prolongado. 
Este desarrollo fenomenal de la población consti­
tuyó uno de los factores decisivos de la supremacía 
europea. Cálculos generales convienen en que la po­
blación ele Europa, en 1815, ascendía a cerca de 
200 000 000; en el siglo x1x, esta cifra se duplicó de so­
bra, hasta alcanzar un total de 460 000 000 hacia 1914. 
Otros continentes registraron también un excepcional 
aumento numérico durante el mismo' espacio de tiem­
po, pero los europeos superaron a todos. En 1815, las 
personas que vivían dentro de los límites geográficos de 
Enropn constituían, quizá, una quinta parte de la po­
bhición mundial; hacia 1914, constituían un cuarto. 
Para comprender la naturaleza singular de este triunfo 
es preciso señalar que todos los demás continentes ri­
vales poseían una tasa de natalidad general más alta que 
h1 Europ:1 clcl siglo xrx. Los europeos modificaron el 
INTRODUCCIÓN 11 
equilibrio demog-ráfico del globo, no elevando su tasa 
de natalidad, sino más bien disminuyendo su coeficien­
te de mortalidad. 
Sin embargo, lns cifras correspondientes a Europn, 
por sí solas, no son suficientes para indicar toda la 
magnitud del logro europeo en materia de crecimiento 
de la población. Entre la caída de Napoleón, en 1815, 
y el estallido de la primera Guerra Mundial, en 1914, 
más de 40 000 000 de emigrantes abandonaron sus 
patrias europeas para establecerse en otros continentes. 
Las consecuencias de esta vasta migración hicieron que 
los europeos se convirtieran, en gran parte, en una raz;1 
extraeuropea. En 1815 había menos de 20 000 000 de 
personas nacidas en Europa o de sangre predominan­
temente europea al otro lado de los mares. Hacia 1914, 
el total se había multiplicado diez veces, hasta sumar 
cerca de 200 000 000. 
Este incremento y dispersión de los europeos duran­
te el siglo x1.:x: fue un reflejo fiel de su espíritu impe­
rial. Hacia 1914 había tantas personas de ascendencia 
europea fuera de Europa, como habitantes había teni­
do este continente el siglo anterior. O, para decirlo ele 
otra manera, alrededor de 1914, de cada tres europeos, 
uno vivía en ultranlar. Como ya dije, los -460 000 000 
de habitantes de Europa en esa fecha constituían una 
cuarta parte de la población mundial. Si a esta cifra se 
suman los 200 000 000 de personas de sangre europea 
que vivían en el exterior, se ve claramente que, en el 
año de 1914, vivían cerca de 700 000 000 de personas 
de ascendencia europea. La cepa racial de éste, el más 
pequeño de los continentes, contando a sus hijos emi­
grantes, y a los descendicn tes de éstos, había llegado a 
constituir un tercio del género humano. 
Datos estadísticos como los que he mencionado ha­
cen ver con claridad que una narración equilibrada de 
la Europa del siglo XIX debe exceder los estrechos lími-
Constanza
Resaltado
12 lNfRODUCCION 
tú de la escena europea. Los··actos ·principales ·del dra­
ma todavfa se representaban ahí, pero· la esfera de su 
acción se había ampliado hasta comprender una magna 
Europa, más allá de los mares. Habfa pasado el día 
en que los anales coloniales podían tratarse como ep[. 
· logo de los acontecimientos europeos. Los lazos pol�­
ticos que en otro tiempo habían ligado•al Nuevo y al
Viejo Mundo se· cortaron o a,pojaron �acia-_J815. La_sciúdades levantadas en los vastos y casi desiertos tem.;
torios ocupados habían crecido· basta, alcanzar mag:nitu�des soberanas y convertirse en los nucleos de n_ac10nes
independientes. Sin ·embargo, aun ]as más remotas c�
munidades fronterizas fundadas por la iniciativa europea
se consideraban a sf mismas como vástagos de una cul­
tura paterna viva, como atestiguan tan a menudo sus
nostálgicos toponfmicos. Sus tradiciones y sus técnicas
reconocían su origen en el otro lado del mar, y-po,dían
rastrearse a lo largo de los siglos; sus rafees alcanzaban·
hasta los monasterios medievales, que en otro tiempo
motearon el círculo en expansión de ·1a cristiandad; sus
defensas recordaban los campamentos romanos que
marcaron los bordes de un imperium anterior. En el
· siglo xix, las dilatadas colonias del Viejo Mundo esta­
ban llegando a su madurez y convirtiéndose en domi­
nios .o en repúblicas, pero eran todavía los custodios de
una civilización com(m y los herederos del legado eu­
ropeo.
En las páginas siguientes se seguirán paso a paso
las aventuras de estos pueblos europeos de ultramar,·
junto con las de las naciones del Viejo Mundo. La
influencia de Europa en el mundo fue, desde el prin­
cipio, un proceso interdependiente y recíproco. A me-.
dida que fue desenvolviéndose la comunidad atlántica,
la civilización europea se fue convirtiendo en algo vasto
y vago, para lo que no podía encontrarse un nombre
satisfactorio; pero el espíritu de esta cultura occiden-
.,. 
INTRODUCCióN 1 3 
tal común estableció el tipo de desarrollo en regiones 
todavía más remotas, como Suráfrica, Australia y el 
Extremo Oriente. En Europa misma, la exportación 
de ideas y de técnicas, de capital y de poblacíón, ejer­
ció una influencia continua y creciente a lo largo del 
si�lo XIX. La ·gran inversión del capital europeo con­
tribuyó a explotar los recursos de otroscontinentes y 
convuti6 a Europa, en un sentido, e� el "banquero �el 
mundo" mientras que la competencia de las potencias 
europea; para obtener concesiones y territorios en Afri­
ca y en Asía inténsificó a veces las tensiones interiores 
europeas. La historia de Europa del siglo xrx se con­
virtió eii un· drama de presiones crecientes y políticas 
concurrentes, que alcanzaron su clímax dentro del mar­
co de un equilibrio precario. Al siglo xx le tocó en 
suerte heredar el desenlace violento y trágico de estas 
aceleradas tendencias. 
I. REACCION POL1TICA Y PROGRESO
ECONóMICO (1815-30)
Más que el de 1800, el año de 1815 es el umbral lógi­
co de la Europa del siglo x.ix. Los tremendos golpes
de la Revolución francesa y de las Guerras napoleóni­
cas habían agrietado las rígidas instituciones del anti­
guo régimen. Cuando se calmaron los sacudimientos
y disminuyó el estruendo, los europeos se �ncontraron
viviendo en sitios antiguos reconstruidos a medias, a
medias empobrecidos, pero dentro de un marco más
amplio y con corredores más espacioso� que los de 1a
arquitectura estrecha que en su crecimiento habían .ex­
pansionado. Los estadistas de la Era de la Restaura­
ción, que repararon la resentida estructura después de
la caída de Napoleón, han sido acusados de planear
para el pasado y no para el futuro de la sociedad eu­
ropea. Es una acusación que los historiadores libera­
les, después de que ha pasado todo, se han complacido
a menudo en subrayar, pero es un cargo que descono­
ce casi por completo el espíritu y los propósitos del
acomodo que se produjo con la Restauración.
T fay que tener en cuenta que los estadistas rea'ccio­
narios que acudieron a Viena en 1814, para autentificar
el testamento revolucionario, no eran ni anticuarios ni
profetas; eran diplomáticos atormentados, enloquecidos
por los imperiosos problemas del presente. Su obietc,
era restablecer la paz después de un cuarto de siglo
de arbitrarios manejos políticos y de guerra casi ince­
sante; y decidieron, muy humanamente, que la seguri­
dad podría alcanzarse mejor invocando los principios
contrarrevolucionarios de la inmovilidad política y la
permanencia dinástica. Allí donde los viejos 1ímites so­
brevivieron y podían prestar un útil servicio, los repa­
raron. Pero su propósito fundamental no fue restaurar
14 
REACClóN Y PROGRESO (1815-30) 15 
las injusticias del antiguo régime�,. sino sus me�ora­bles virtudes, sobre todo los ben�fic1os de un gobierno
estable y la seguridad de un sistema de Estados en
equilibrio razonable. . Juzgados conforme a estos sobrios propó�1tos, losdiplomáticos que redactaron los tratados de V1�a fue­
ron hábiles estadistas. El arreglo general que idearon
fue subsecuentemente modificado en d��alle, _pero a lolargo de un centenar de años se mod1ftc6 sm rebasar
la órbita de sus fórmulas prudentes. El Congreso de b
Paz había sido convocado, como reconoció su secreta­
rio Friedrich Gentz, para dividir entre . los victorios_oslos despojos del vencido, delicada operación que se �Je­
cutó prestando la debida atención a la compe�sac16n
recíproca, y sin rencor ni espíritu de venga�za 1�nece­sarios. Después de 1815, las grandes potencias evitaron
recurrir a las armas durante C€rca de 40 años¡ y, cuando
se produjeron guerras, se libraron P?r obje�vos limita­
dos y fueron conflictos que se pudieron aislar y a los
qu; nunca se les permitió alcanzar proporciones ruino­
sas y agotadoras. A pesar de numerosos defectos, �1arreglo alcanzado en Viena puede verse, en p�r�pecb­
va, como la puerta de un siglo d: poder, estab1hdad y
expansión. Abrió el más largo periodo exento de guerra
general que Europa hnbía conocido desde 1� �poca de
la paz romana, de los siglos r y n de la era cnshana.
La forma de la historia cwupen después de 1815
dependió del juego recínrrv.., de tres factores principa­
les, uno político, ótro naval _y otro má� e�on6mico. Elfactor politice fue el ascendiente trans1tono_ de las _cua­tro potencias victori.os¡¡s, Inglaterra, Austria, Rusia vPrusia. Ec1ipsada Francia, estos "Cuatro Grandes" es­
tuvieron en situación de redibujar el mapa de Europa
hasta darle casi todns las formn� que pudieran parecer­
les mutuamente aceptables. El segundo fac_tor, igual­mente importante para dar forma a cualqlller arreglo
16 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 
realista fue el de la supremacía naval de Inglaterra. En 
ningun; parte del globo existía una armada, o una 
alianza de fuerzas navales, que fuera lo suficientemente 
fuerte como para desafiar al seftorfo inglés de los m�res. 
El tercer factor, m�os evidente para la m�yoría de los 
diplomáticos europeos, pero 9-ue en potenc� era e1 más poderoso de todos como árbitro de los destinos de Eu­
ropa fue la me�i7.aci6n de la industria. Las "lóbre- · 
gas fábricas de Satán" esta�an a punto de liberar ·sus 
rítmicas energías y la máquma de vapor esperaba para 
transformar la V1da económica europea. Estimar la 
influencia de estos tres factores no es nada fácil, y 
el método que he adoptado consis!e en considerarlas 
individualmente, en el orden mencionado. 
La reconstrucción política del continente era una 
preocupación primordial para los gobiernos de Austria, 
Rusia y Prusia. Austria, cuatro veces derrotada por las 
aplastantes campatias napoleónicas, mostró un sorpren­
dente poder de recuperación; y la elección de Viena 
para el Congreso de la Paz fue el tdbuto que se _pagóa este prestigio renacido. La elección fue un tnbuto 
también al esp(ritu emprendedor de Klemens von 
Me.tternich, el Ministro de Relaciones Exteriores de 
Austria, que desplegó sus talentos sociales y diplomá­
ticos como cicerone de los delegados reunidos. Metter­
nich se consideraba predestinado a "apuntalar una casa 
en ruinas". Y temfa, con razón, que el reino de los 
Habsburgos se desintegraría si las corrientes naciona­
listas y liberales, provocadas por la Revolución · fran­
cesa, se desbordaban de nuevo para inundar Europa. El 
Imperio del Danubio se había conveitido en un ana­
cronismo histórico en la era de los estados nacionales; 
pues, aunque por su extensión y su población Austria 
era una gran potencia, su sociedad seguía siendo feudal 
y aristocrática, y sus 'dispares segmentos comprendían 
minorías alemanas, magyares, polacas, checas, croatas, 
REACClóN Y PROGRESO (1815-30) 17 
italianas y ?tras más de �e?or importancia. Sin em­bargo el tinte de la trad1c1ón era fuerte, el orgul1o 
dinástico de los Habsburgos más fuerte todavía, y �1 colapso del imperiunJ francés habla hecho de Austna 
el campeón predestinado de las fuerzas conservadoras . 
Cuando Viena fue la anfitriona de Europa en 1814-15, 
las recepciones fueron tan brillantes, la músi�a. tan se­ductora, las mujeres tan hermosas � el prestigio de la 
corte austriacn, aparentemente,. tan inexpugna?le c�moantes. El imperio Habsburgo mgresó en Sll _ c1do final 
bafiado en el dorado resplandor de un vera�1ll0 de San· Martín que parecía ser el retorno de la pnmavern·. 
Externamente por lo menos, Austria no pareda ha­
ber cambiado mucho bajo los rudos golpes de la era 
revolucionaria. Las distantes provinci:is bcl�.1s (los Paí­
ses Bajos austriacos) se habían. perdido para siempre, 
pero en compensación, los Habsb�rgos conserva�an los territorios de la fenecida República de Venecia y la 
provincia de Lombardía. El Sacro Imperio Romano, 
no revivió ( esa ficción arcaica se había desbarat�do e?
1806), pero Austria encabezó una nueva creación. di­plomática la Confederación Alemana. Era una liga, 
poco apr;tada, de 38 Estados al_emanes, cuyos g?bier­nos enviaron delegados a una dieta que se reuma en 
Ji'rancfort del Meno. Las esperam.as de instituciones 
más liberales y de una unión nacional más estrecha, 
que habían encendido muchos corazones alemanes en 
el fervor del Freiheitskrieg, se vieron frustradas por esta 
débil convención. Aunque la carta constitucional de la 
Confederación Alemana ofreció "una forma de gobier­
no representativo" a los E_sG!dos m(emb:o.s, la presiónaustriaca anuló en la práctica esta d1spos1c1ón. 
Al igual queAustria, Prusia r�cupcró en Viena el 
perdido prest!gio y el regate� temtonal sumó par�e de 
Sajonia y toda la Pomerama sueca a las posesiones 
de los Hohenzo11ern. Pero los esfuerzos bélicos contra 
t8 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 
los franceses habían agotado los limitados recursos del 
Estado prusiano, que necesitaba una d�cada, o más, de 
convalecencia. De manera que Prus1a llevó a cabo 
una prudente poHtica de atrincheramiento y re�u�era­ción después de 1815, en tanto que Austna dicto su 
voluntad a los Estados alemanes menores y fijó el tono 
de la política en la Europa _Central. ·Los intereses rusos estuvieron representados en Vie­
na por el zar Alejandro I en persona. La personalidad 
de este "Hamlet coronado" al que Napoleón llamó 
"bizantino mañoso", desconcertó a sus contemporáneos. 
Parecía incongruente que el autócrata de t_odas las R�­sias abrigara sentimiento� au�énti�amente liberales. Sm 
embargo, Alejandro hab1a chscutido con Napoleón en 
contra de la monarquía hereditaria, y habia sol_ici�doa Thomas J eilerson informes· acerca de la Co�sti_tuc16n
de los Estados Unidos, cuando la palabra repubhca era 
anatema para süs principescos cole_gas: En el corazóndel zar, los impulsos de un humamtano luchaban con­
tra los cálculos de un estad'ista, y hasta el año de 1820 
siguió soñando con una consti�u_ción liberal para _Ru­
sia. Pero e1 arrastre de la trad1c19n resultó demasiado
fuerte la reacción trinnfó y después de la muerte de 
Alcja�dro, en 1825, su hermano Ni�olás _I le as�g�róa Metternich que los fogonazos del 1iberahsmo m1sbco 
no vo)verían a ilumínar el horizonte oriental de Europa. 
La Rusia zarista, al igual que Austria y Pmsi�, tenía 
poco que ganar y mucho que perder s1 se levantaba 
de nue1,10 la marejada r,evoludonaria. Los monarcas Ite­
reditarios de San P-etersburgo, Viena y Berlín estaban 
tácitamente unidos por intereses y problemas semejan­
tes, pt1esto qtte todos tenfan que vigilar a minorías des­
contentas, y a todos les habfan tocado pedazos del 
desmembrado Estado polaco. La "cuarta partición" 
de Polonia, consumada en Viena, le dio la mayor parte 
a Rusia, y Alejandro creó una monarnuía constitucionaJ 
REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 19 
polaca, que lo tenía a él como rey. Puesto que había 
conservado también Finlandia, de la que se habían 
apoderado sus ejércitos en 1809, y Besarabia, que se les 
había quitado a los turcos en 1812, Rusia salió de 
las guerras revolucionarias con conquistas más extensas 
que cualquier otra potencia continental. 
Mientras los representantes de los "cuatro grandes" 
se reunían a puerta cerrada, dedicados a la tarea ele 
repartir Europa, los delegados de los Estados secunda­
rios hacían antesala. Sabían que la suerte de las nacio­
nes más pequefias dependía de dos cuestiones: del deseo 
de castigar a los príncipes que habían permanecido lea­
les a Napoleón durante largo tiempo, y del deseo de 
"contener" a Francia en el futuro, bloqueando los pun­
tos más probables de expansión francesa. De esta ma­
nera, Dinamarca perdió Noruega, con su millón de ha­
bitantes, que pasó a poder de Suecia, pues esta última 
había sabido abandonar previsoramente la causa fran­
cesa ya desde 1812. Sajonia, elevada a la dignidad de 
reino por Napoleón, cedió dos quintas partes de su te. 
rritorio a Prusia. Para bloquear la expansión francesa 
por el noreste, tres millones de belgas y más de un mi­
llón de holandeses se convirtieron en súbditos de Gui­
llermo I de la casa de Orange, pa1ra formar el reino ele 
los Países Bajos Unidos. En el sureste, se contrarrestó 
un posible resurgimiento de la presión francesa garan­
tizando la independencia de Suiza, y fortaleciendo el 
reino de Piamonte-Cerdeña, donde se restauró la casa 
de Sabaya y al que se le entregó la difunta Repúbli­
ca de Génova para darle más peso. Decididamente, los 
hacedores de la paz de 1815 no querían saber nada con 
las repúblicas. Lombardía y Venecia pasaron a ser pro­
vincias de los Habsburgos. En Nápoles, un pretendien­
te Barbón, Fernando I, fue coronado rey de las Dos 
Sicilias; mientras que, en la Italia Ccn tr,1 l, los Estad ns 
papales volvieron a estar sujetos, una vez más, a la fé-
20 REACCION Y PROGRESO (1815-30) 
rula temporal del papa Pío VII. El principio .de la 
legitimidad triunfó igualmente en la península ibérica: 
Femando VII recuperó el trono espafiol y Portugal que-
dó sujeto a la casa de Braganza. . . . . Sin embargo, la más notable re1vmd1cac1ón _del prin­cipio de la legitimidad fue el retomo de Luis XVIII 
a París, donde proclamó su firme voluntad de soldar la 
cadena del tiempo, cortada por el "fatal interludio" de 
la Revolución francesa. El imperturbable Talleyrand; 
que habfa abandonado a Napoleón para pasarse al lado 
de los Borbones, se presentó en Viena como el ministro 
plenipotenciario de Luis XVIII, y llevaba la legitimidad 
como su carta de triunfo. Convenció a los "cuatro 
grandes" de que sería una contradicción de principio 
ofrecerle a Luis XVIII un reino truncado: Francia de­
bía devolverse intacta a los Barbones, La inesperada 
fuga de Napoleón de su exilio en la isla de Elba,. y su 
breve recuperación del poder durante los "Cien Días", 
demostró que muchos franceses �o se habían arrepen­
tido y este ''último vuelo del águila" hizo que los aliados 
trataran con mayor severidad a Fr;1ncia. Después de 
Waterloo, Napoleón fue enviado a Santa Elena, los lí­
mites franceses se redujeron de nuevo y se le. impuso 
una indemnización de 700 000 000 de francos a la te­
mible y perturbadora nar.ió�. Pero tres años más tar­
de, cuando el gobierno Borbón parecía estar sólidamen­
te establecido, los ejércitos de ocupación se retiraron 
y se permitió a Francia sumarse a las cu;itro potencias 
victoriosas en una quíntuple alianza. 
Siete años después de \Vaterloo, se le ofreció al 
régimen de Luis XVIII una oportunidad especial de 
demostra.r su genuino conservadurismo. El Congreso 
de Verona ( con la inconformidad del gobierno inglés), 
autorizó a· Luis para enviar un ejército francés a Espa­
íia, y suprimir allí las manifestaciones liberales, con el 
objeto de apuntalar el vacilante trono del despreciable 
' .
1 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 21 · 
Borbón que fue l,;e:-nantl� VII. �1 péndulo de la polí­tica exterior francesa hab1a recorrido un arco ,completo 
desde aquel día, d�safiante, treinta añ?s antes, en quela Primera Repubhca Francesa declaro In guerra a �o­
das los reyes. Francia ya no era la "nación rcvoluc1?­naria", y la músicn prohibida ele la Mar�cllesa parec1n ser el eco moribundo ele un sucfio fant.�stico. En 1821, 
Napoleón 1irnrió �n San ta �lena. �u hijo_ y her��ero,"el Aguilucho", cnado en Viena bc1JO la mirada v1g1lan­
te de Mettemich, era la sombra de un gran hombre, tm 
joven desdichado y destinado a una mu�rte prematura. El lcgitimismo había triunfado, la reacción estaba a In 
orden del día y Europa se había recuperado del "vene­
no de las ideas francesas". 
Habiendo vencido a Napoleón y restablecido la paz, 
los gobiernos inglés, ruso, austriaco y prusiano concer­
taron en 1815 un pacto ele amistad de 20 nños. Sus vo­
ceros subrayaron la intención ele conscr\'ar intacto el 
acuerdo de paz y perpetua{ el Concierto de Europa. atra\'és del ''gobierno mediante conferencias". En Aqu1s­
grán (1818) la maquinnrfa internacional r�chinó, mas siguió funcionando. Pero en la Co�fercn�1a �e Tro�­
pau y Laibach ( 1820-21) el gobierno mglcs 1�1am-. festó ya su inconformiclad con sus aliados continen­
tales en materia de inten·ención conjunta en los asuntos 
de l;s naciones perturbadas. Mettemich y sus colegns 
conservadores se alarmaron por las ngitaciones estudian­
tiles en las -universidndes alemanas y pnr los estallidos 
revolucionnrios en Nápoles y en España. A pesar clcl 
disentimiento inglés, los gobiernos de Austrin, Prusia 
y Rusia, respaldaron el "Protocolo de Troppau" en �I que se declaró que cualquier Estado que hubiese su_fn­do un cambio de gobierno a través de una revoluc16n 
quedaría excluido <lel Concierto Europ7o. Cua�dolastres potencias votaron en favor de la intervención en 
. Espafia, Inglaterra se negó a cooperar. George Canning, 
22 REACCióN. Y PROGRESO (1815-30) 
que fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores de 
Inglaterra, después del suicidio de Castlereagh (1822) 
separó a Inglaterra del "areópago europeo", y el Con� 
gres? de Verona de ese año sefialó la bifurcación de los c�m!�os. De tal modo, la �u·ádruple_ Alianza perdiósignificado an_tes de trans?umda la m1f-ad de sus pr0-­yecbldos �O anos., _y el g0bierno tory en Londres, odiadepor los hbera1es ingleses, se convirtió en la esperanza 
ele los libera]es de1 ex.terioi. 
01 cqanudar Inglaterra su política tradicional de ais­
larmento, el 
1
s�sterna del_ Congreso quedó anulado. Elexaltado espmt:1 pos?é�co �e 1815 se había evapora­do, y su expresión mas idealista, la Santa Alianza, pro­
puesta _p_or Aleja�d�o I de Rusia, estaba muerta ya. Laproposición mes1amca que hizo Alejandro a sus coJe­
gas, �e que ''e� único principio de fuerza, ya sea entre 
los d1chos gobiernos o entre sus súbditos, debería ser 
�¡ de p_res�a�s�, servicios recíprocos", había sido aceptadoen pnncrp10. P?r la m�yoría d.e sus colegas príncipes,pero_ no e¡erció rnfluenc1a. ma�1fíesta en sus políticas.H��1� 1822, el recordado idealismo y el espíritu de sa­cnfi�10 de los años de guerra habían cedido su lugar a los calculas y las componendas de paz. Canning recibió 
de buen grado el retomo a la diplomacia más realis­
ta de ''cada nación para s� y Dios para todos", e Ingla­
terra reanudó su marcha independiente en fos asuntos 
europeos y mundiales. 
Al debilita'.se el Con�ierto Europeo, el segundo fac­
tor q�e menc1?né antenormen�e .-el predominio delpodeno naval mglés- se convubó en una influencia 
decisiva, especialmente cuando operó contra la alianza 
conscrva�ora. E� el corazón de Europa, los gobiernos de Au�tna: Prusia y Rusia �odrían hacer su voluntad, per� ?mgun Esta�o que tuviera costas, o un comercio mantm_10, o colo�ias en ultramar, podría pasar por alto la presión naval inglesa. Fernando VII de España no 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) )' -> 
tardó en aprender esto cuando Canning otorgó recono­
cimientQ condicional (1822) a los gobiernos estableci­
dos por los rebeldes coloniales españoles, en Suraméri­
ca, donde los esforzados trabajos de Simón Bolívar, el 
Libertador, y de José de San Martín, habían establecido 
repúblicas independientes desde Caracas hasta Chile. 
Las potencias conservadoras simpatizaban con la "legí­
tima" pretensión de Feman.do al dominio de la América 
española; el gobierno ruso ofreció sus bar::os para trans­
portar una fuerza punitiva al Nuevo Mundo. Pero la 
ayuda inglesa a los rebeldes, y el dominio inglés de los 
mares, hizo impracticable tal expedición. El comercio 
con las nuevas repúblicas les estaba rindiendo pingües 
beneficios a 1os ingleses, y los emprendedores banque­
ros londinenses habían encontrado prometedores cam­
·pos de inversión en la América Latina. No tenían deseo
alguno de que España reafirmara un rígido monopolio
económico sobre su perdido imperio de cerca de
4 000 000 de millas cuadradas, y 12 .o 15 millones dr:
habitantes.
La explotación colonial europea del Nuevo Mundo
estaba llegando a su término, y 
I 
fue una nación dc1
Nuevo Mundo, como debiera ser, 1a que proclamó este
hecho ante los gabinetes europeos. En su informe anual
al Congreso de los Estados, en 1823, el Presidente:
James Monroe declaró que era "un principio en el que
están comprendidos los derechos y los intereses de los
Estados Unidos, el de que los continentes americanos,
por la libre e independiente condición que han cobrado
y mantienen, no habrán de ser considerados en lo suc�­
sivo :orno sujetos �e una futura colonización por partede ninguna potencia europea". 
El incentivo inmediato de esta histórica declaración
fue una proposición que el gobierno ruso había hecho
a I�glaterra_y_a los Es�ados Unidos para que las tresnaciones defm1ernn sus mtereses en la costa del Pacífico
Constanza
Resaltado
26 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 
de la América del Norte. Pero un motivo más apre­
miante que la declaración de Monroe, fue el temor de 
que España, con el respaldo de la alianza europea, re­
cupcrn�a el dominio de las repúblicas americanas, q11e 
tan recientemente habían proclamado su independencia. 
El si�tema político de las monarquías europeas, afirmó 
enfáticamente el presidente, era en esencia diferente 
del de las Américas. Y así declaró que "la sinceridad 
y las amistosas 'relaciones que existen entre los Estados 
Unidos y esas potencias, nos obligan a declarar que 
consideraremos cualquier intento de su parte por ex­
tender su sistema a cualquier porción de este hemisfe­
rio como peligroso para nuestra paz y seguridad". 
Esta atrevida admonición a los soberanos aliados 
proferida por una república novel, no habda modifica: 
do por sí sola sus intenciones. La doctrina Monroe se 
convirtió en piedra anglillar de la po1ítica exterior de 
los E�tados Unidos porque la �espaldó el poderío de la 
flota rn�lesa. E_n efecto, Canmng había propuesto unadec)arac1ón coniu_nta anglonorteamericana, pero los es­
tadistas de Washmgton desconfiaban de las intenciones 
inglesas. Tal como se dio a conocer, el mensaje de 
Monroe cobró la forma �e un gesto independiente, irn­
p_ort�nte sobre todo en virtud de sus posteriores ampli­f1cac1ones. El Congreso de los Estados Unidos no rati­
ficó la de�l�ración por �l momento, y las -potencias 
europeas h1c1eron como s1 la desdeñaran. Pero subsis­
tió el hecho de que Inglaterra y los Estados Unidos 
h�bían indicado su inte1�ción común, aunque indepen­
cl_1ente, de preservar la libertad en las repúblicas ame­
ricanas españolas. Como consecuencia inmediata de 
esto, Espnñ� perdió toda oportunidad de recuperar las 
redas colomales, que durante tan largo tiempo habían 
sostenido su enfermiza economía. Pero tuvo un se­
gundo resultado de importancia mucho mayor y más 
permancn te. La exclusión de la presión europea y de 
1 
.1 
1 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 27 
los ejércitos europeos del Nuevo Mundo significó que, 
durante un siglo, los Estados Unidos se libraron de la 
carga de mantener un gran ejército para defender sus 
fronteras. Las ligeras contribuciones y la considerable 
libertad individual, que los norteamericanos llegaron a 
apreciar tan altamente, no fueron del todo el resultado 
de sus liberales instituciones republicanas. Más bien, 
el desarrollo de esas instituciones dependió de la inexis­
tencia de vecinos fuertes y militantes, y de la seguridad 
que le otorgó su aislamiento político y geográfico. 
Amerika, du hast es besser, observó Goethe con su acos­
tumbrada visión, y predijo que llegaría el dfa en que 
las naciones del Nuevo Mundo emularían las realiza­
ciones del Viejo, y en que sus bajeles juntarían el co­
mercio de ambos océanos a través del abierto Istmo 
de Panamá. 
Habiendo asegurado su libertad, las repúblicas ame­
ricanas creyeron al principio que deseaban vivir para 
sí mismas. "En las guerras de las potencias europeas, por 
cuestiones que a ellas concernían, no hemos tomado 
parte alguna -declaró Monroe-, ni conviene a nues­
tra política el hacerlo." Pero la ruptura de los vínculos 
políticos no hizo desaparecer los ]azos cultmales y eco­
nómicos que ligaban .t las Américas con Europa. ·Hacia 
181 S, los Estados Unidos habían llevado a cabo ya varias 
campafías contra las flotas piratas de Trípoli y Argel, 
en defensa de su comercio en el Mediterráneo; y diez 
años más tarde el Mediterráneo atrajo de nuevo la aten­
ción americana cuando los griegos se rebelaron contra 
sus amos turcos. La creación de sociedades filoheléni­
cas, desde Boston hasta Buenos Aires, nos indica que 
los americanos cultos habían leído su Heródoto con 
�anta asiduidad como sus primos europeos, y estaban 
igualmente dispuestos a identificar a los griegos moder­
n_os con los antiguos atenienses y a los turcos con los 
persas. La causa de la independencia griega conmovió 
2� REACCióN Y PROGRESO' (1815-30)poderosamente a todos los hombres ele cultura clásica 
e impulsos liberales, combinación de sentimientos que 
habría de inquietar n los estadistas conservadores que se 
esforzaban por mantener a Europa en el ct1lto de la 
inmovilidad. · 
El primer impulso de Mettcrnich fue dejar que la 
rebelión griega se extinguiera por sí · misma "más allá 
del ámbito de la civilización". El sultán turco, Mah­
mud 11, no podía pedir nada nfejor, y dejó manos, li­
bres a sus comandantes en Morca para establecer la paz 
a como diera lugar. Pero la prolongada resistencia de 
los griegos se ganó la admiración de la cristiandad, y en 
l 827 Inglaterra, Rusia y Francia se unieron para arbi­
trar en la lucha que ya llevaba seis afios. Cuando los 
turccs -se negaron a negociar, las fuerzas navales de 
las tres potencias destruyeron una flota turcoegipcia 
en la Bahfa de Navarino, y en 1829 el tratado de Adria-. 
nópolis garantizó fa independencia de Grecia. La repú­
blica· que habían proclamado los griegos se transformó 
subsecucntemente en una· monarquía y un príncipe bá­
varo fue coronado en las ruinas de la Acrópolis con el 
título de Otto I, rey de los helenos. Las repúblicas, al 
parecer, todavía no estaban de moda. Pero se había 
perdonado una ·rebelióH, se había cambiado un gobierno 
mediante la víolencia y se'habfa creado un núevo Esta­
do nacional. Los liberales se llenaron de esperanzas por 
esta brecha abierta en los bastiones del con.servaduris­
mo, .y la rebelión griega se convirtió en el primer estre-, 
mecimiento de una erupción política general. Un año 
después de1 tratado de Adrianópolis, corrieron por tod,1 
Europa los fuegos revolucionarios de 1830. 
La señal para e.sta nueva serie de insurreciones popu­
lares provino, muy adecuadamepte, de París. Luis XVIII 
habfa mantenido un satisfactorio equilibrio entre las 
fuerzas liberales y reaccionarias, sujetándose a una car­
ta constitucional, pero murió en 1824 dejando en el . 
REACCIÓN Y PROGRESO (18};.30) 29 
trono a su int�ansigentc hermano Carlos X. En el pla­
zo de cinco años, Carlos cometió toda una serie de crasos 
errores, que nos recuerdan el aciago reinado �e. Jaco­bo II en Inglaterra. Qniso recompen�ar a In v1e¡a no­
bleza francesa a· expensas de-1a burg_u�ia en asce?so, �e­safió a las Cámaras al designar a mm1stros reacc1onnnos 
y, por último, intentó un golpe ele Estado. imponiendo 
la censura de prensa, disolviendo la Cámara de Diputa­
dos y privando del derecho de voto a tres cumtas partes 
del electorado. Estns ordenanzas del 26 de julio ele 
1830 fueron los t'1ltimos edictos oficiales de Carlos. 
Cuatro días más tarde, Parfs quedó en manos de una 
turba insmgerite, la bandera tricolor se izó en Notre-
Dame y el rey tuvo que huir. · . "Caballeros, ensillad vuestros caballos, Francia se
halla de nuevo en revolución", exclamó Nicolás I cuan­
do llegaron a San Pctersburgo hls noticias de los días 
de julio. Mettemich demostró menos resolución. Las 
noticias ele París lo hundieron en una inusitada depre­
sión, y. como Federico Guillermo 111 de Prusia se mos­
traba tan vacilante como siempre, el Protocolo de Trop­
pau fue letra muerta. Amenazas más apreminntes no 
tardaron ·en convertir a la intervetJCÍÓn conjunta de las 
potencias del Este en una arriesgada aventura, por ln 
menos, puesto que la revolución de julio provocó una 
reacción en cadena, que encendió rebeliones en Bél�i­
ca, Suiza, Italia, los diversos Estados alemanes y Polo­
nia. Los gobiernos austriaco, ruso y prusiano no podí_an 
permitirse avanzar por la Europa occidental, c.1'1nde le� 
liberales habían capturado y sostenido un terreno im­
portante en el fermento de 1830-32. Estos logros libe­
rales se estudiarán en el siguiente capítulo: su influen­
cia se extendió en el futuro. Pero en la Europa central 
y oriental el peso del pasado no pudo levantarse fácii­
inentc, y las rebeliones de 1830 tcrmín::irnn al106:1das 
en sangre y frustración. Todas las fuerzas principales, 
30 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 
políticas, militares, económicas y geográficas, prescri­
bían allí tal resultado negativ9. Después de 1830, Euro­
pa quedó dividida, más evidentemente que antes, en 
un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo 
de gobiernos parlamentarios occidentales y una liga de 
monarquías autoritarias orientales. La fuente principal 
del poderío liberal fue una poderosa burguesía; allí 
donde una clase media agresiva no pudo tomar las rien­
das del gobierno, el movimiento liberal se derrumbó. 
Era 1ógíco que Inglaterra y Francia fueran las pri­
meras potencias que se apartaran de l'a ciega rigide:i; del 
pr_ograma de la Restauración. lnglatetra abandqnó laaltanza europea en 1822, por la cuestión espa"ñola. Fran­
cia desafió a las monarquías conservadoras en 1830, con 
un cambio de dinastía. Ambas naciones eran económi­
camente progresistas; ambas se habían desprendido de 
las instituciones semifeudales, y de las anacrónicas dis­
tinciones sociales de siglos anteriores; ambas simpa tiza­
ban con vecinos menos avanzados, que buscaban la 
emancipación política y procararse gobiernos responsa­
bles. En la primera mitad del xrx, existió un profundo 
conflicto ideológico que dividió a la Europa liberal de 
la conservadora, un conflicto provocado e intensifica­
do por la irresistible expansión de las nuevas fuerzas 
económicas. Los pueblos de la Europa noroccidcnt�l. 
con los ingleses a la cabeza, habían desarrollado insti­
tuciones de gobierno representativo. Pero en la Europa 
central y oriental e] más viejo sistema de] despotismo 
monárquico luchaba todavía por mantenerse; y el em­
pleo del ingreso nacional, e] mando del ejército, la cen­
sura ele la prensa y las libertades individuales quedaban 
en manos de ministros que no eran responsables ante 
la nación, sino ante la corona. En los Estados reac©ie­
narios de Europa e] pueblo era todavía vasallo, mientras 
que en los Estmlos Hbcrales los súbditos se habían con­
vertído en ciudadanos. 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 31 
Allí dond� el cetro había pasado de manQs de un 
�ona�ca absoluto a fas de un pueblo s�berano,, e� poderc¡ecutivo estaba encamado ep un gabinete mm1sterial, 
responsable ante una mayoría parlamentaria. Esta tran­
sición polítiqi fue el signo exteri'or y tangible de Lma 
revo1uci611 ecoJ)ómic.a y social. Significó que la estruc­
tura de clases, heredada de la Edad Media, la estrati­
fic_a7ión_ de la sociedad en castas, que ponía a ]os grupospnv1legiados de nobles y del clero en oposición a la 
vasta mayoría de desheredados estaba cediendo su Ju 
gar a otra estructura de clases, fundada en un sistema 
económico más dinámico. La economía capitalista ha­
bfa creado tres nuevas clases, una minoría capitalista, 
cuya fuerza y cuyas ganancias provenían primordial­
mente ,de las inversiones, �na ''clase media", quedepend1a· en parte de la propiedad y en parte del pago 
P?r los servicios, y una mayoría proletaria, cuyos indi­
viduos carecían casi por completo de recursos en forma 
de tierras y de ahorros, y vivían totalmente de sus sala­
rios. A medida que los más antiguos grupos privilegia­
dos, los nobles_ � el el;�º' fueron suplantados y despo­se!dos, el. domm10 politice pasó ·a poder de una nuevrianstocrac1a en ascenso 
.
• la de los I capitalistas, que se
aliaron con la alta burguesía para establecer una forma
de gobierno que salvaguardaría su riqueza v su influcn­
ci�. La filosofía que se creó para justificar éste dcsplaza­
m1ento del poder ocultaba una contradicción implícita, 
y encerraba una negación de la justicia, que desacreditó 
la síntesis burguesa, puesto que el credo liberal predica­
ba )a igu?ldad de todos los ciudadanos ante la ley, pero 
el liberaltsmo, en la práctica, ocultó muv frecuentemen­
te, detrás de una fachada de reformas democráticas la 
concentración del superávit económico en manos' de 
una minoría cada vez más reducida. Para los críticos 
hostiles, 1a evolución del sistema capitalista no cm mu­
cho mejor que la sustitución de la servidumbre agraria 
32 REACCIÓN Y PROGRESO(1815-30) 
P?r la servidumbre industrial, y afirmaron que el go­
bierno del nuevo régimen seguía siendo lo mismo que 
el del régim�n antiguo; "la a'onspirnción de los pocos 
contra los mnchos". 
. E1 clesarrollo de la economía capih1lista en Europa 
puede entenderse como las tres fases consecutivas ,de 
un mismo movimiento. El primer periodo, desde fines 
de la �dad �.Jcdia hasta los últimos a_f'ios. del siglo xvm,fue pnmord1almente unn era de capitalismo comercial. 
� ésta la siguió un intervalo aproximadamente de medio 
siglo, durnnte el cual el capitalismo industrial desem­
peM un valioso papel, y _m�<;h?s _empresarios destacadosaumentaron su mfluencrn m�irtiendo su exceso de ri­
queza en las industrias recientemente mecanizadas y en 
l�s. transportes a vapor. Después de 1850, el importan­t�s1111? papel desempeñado por los bancos y las agencias 
fmac1e�as, que ª. �ravés de los préstamos y l¡t emisión de acciones participaron en el control de los negocios 
inic,ió la fase del c�pitalismo financiero, que duró hast;el siglo xx. Es obvio que no se pueden dar fechas exac­
tas para señalar el momento preciso de la transición 
d�s�e u�a fase hasta la siguiente, pero es conveniente d1strngu1r las· formas que Ja. empresa capitalista cobré 
en estos periodos sucesivos. 
Los años n:anscurridos desde 1815 hasta 1830 que­
�lan comprendidos dentro del periodo del capitalismo 
�ndust�ial. A medida qt�e se ·multiplicaron las nueva� invenciones y que la aplicación de la energía mecánica 
�evolucion6_1a industria de los b_ilados y tejidos, los due­nos de Hbncas, que no eran miopes, hicieron fortunas 
y h:i� ciudades crecieron como hongos -alrededor de la; fábnc�s. �l aprovec�rnr esta dornda oportunidad, los em­presarios. m&leses disfrutaron de ventajas que los situa­ron medio siglo adelante de sus competidores continen­
tn,lcs_. El comercio el� exportación de Inglaterra se habíatnpl1cado en el periodo revolucionario (1789-1815), y 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 33 
las ganancias se concentraron en las manos de los hom­
bres que tuvieron la visión y la iniciativa suficientes 
para flotar sobre las olas del futuro. El hierro y el car­
bón de una civilización industrial se encontraban en 
Inglaterra en los lugares convenientes. Las Leyes de 
Cercamientos ( más de .un millón de hectáreas se cerca­
ron entre 1802 y 1844) ·crearon propiedades agrícolas 
más grandes y eficaces, pero arrojaron a miles de apar­
ceros y pequef'i'os terratenientes a las ciudades en busca 
de trabajo, y de esta manera proporcionaron �na abun­
dante mano de obra barata. Los mecánicos ingleses 
-i�ua1aban y probablemente sobrepasaban a los del con­
tinC?te, y existía capital inglés para financiar las nuevasfábncas. Además, Inglaterra tenía materias primas y
dominaba los. mercados y las rutas de transporte. Unaarmada _dommante, un extenso imperio colonial y
?ºª ·manna mercante más grande que todas las demás
1untas, aseguraron 1a llegada constante de suminis­
tros y 1� fácil �portación de los productos industrialesa los. _che�tes distantes. Por último, para rematar estacombmación excepcional de jefatura colonial comercial 
irldtistrlal, marf�a. y naval, In_glaterra pasó a desem:pefiar el papel pnnc1pal en las finanzas internacionales 
y Londres sustituyó a Amsterdam corno centro bancari�
de Europa. Hacia 1815, el Banco de Inglaterra era el
más grande centro de depósito del mundo, y cuando
reaoudó l�s pagos en especie, en 1819, sus billetes fue­
ron el úmco papel moneda negociable que circuló por
toda Europa a su valor nominal en oro.
El lidera�� económico inglés, después de 1815, au­mentó las d1f1cultades con que se enfrentaron los de­
más grupos de _hombres de negocios europeos. Franciapodría haber sido �n emprendedor Y. temible rival en los mercados mundiales. Pero el comercio francés ha­
bía _q�edado paralizado por los largos años del bloqueomarítimo, y no recuperó hasta 1825 el volumen de co-
H REACCION Y PROGRESO (1815-30) 
mcrcio exterior que había tenido en 1789. La industria 
francesa que estuvo en libertad de explotar. los merca­
dos eur;peos mientras duró el poderío de Napoleón, pa­
deció un violento retroceso al caer el emperador, y no 
podía competir favorablemente con la corriente �e rna­
nufacturns inglesns que se lanzó sobre el conbnente 
cunndo la pnz abrió nucv;imente sus puertas al comer­
cio. El capital frnncés era tímido, los fundidores fran­
ceses usalnin todavía mndcra, aunque tenían carbón, y 
los industriales frnnccscs se contentaban con los clientes 
locales, cuando sólo los mercados nacionales podían 
justificar las instnlaciones y la inversión que requería 
la producción en gran e�cala. La revolució
1
n había l�rn­
pindo c1 terreno, cmnnc1pado a la bt!rguesia, y ab�hdo 
los aranceles internos v bs obstrncc1oncs burocráticas. 
Sin embargo, Francia. �m país de más de 500 000 kiló­
metros cunclrndos y 30 000 000 de habitantes ( dos veces 
la st1pcrficic y la población de Inglaterra), no podía 
hacer frente a la competencia de los tejidos ingleses o 
del trigo ruso. Los agricultores y los industriales· fran­
ceses 11idieron mayor protección para conserv�r sus 
mercados locales, y luego ni siquiera pudieron satisfa­
cer estas limitadas demandas. La carencia de capital 
demoró indudablemente el surgimiento de b industria 
en nr,ln escalo en Frnncin. Pero un gobierno m;Ís avi­
sad; e interesado en París podría h¡ibcr estimulado a 
los inversionistas, limitando sus respons:ihilidadcs y sua­
vi?.anclo !:is leyes de bancarrota, o pudo haber propor­
cionndo préstílmos o subsidios para equipar fundiciones 
m;'1s cficnccs y fábricas mnyores. En Bélgica, donde 
cstaclistils ele m,ís ;implia visi611 dirigieron el programa 
económico, la mecanización de la industria hizo progre­
sos m:ís nípidos, especialmente después de que los bel­
r.:,1s �e rchcbiron contrn s11 forzaclu unión con los holan­
tlcscs en 18',0. l\fienlras los frnnccses seguían en estado 
de ,1p:1lh1, ílélgica se puso a la cnhcza de toda Europa 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) ·35
en materia de construcción de ferrocarriles, y las pri­
meras líneas fueron empresas estatales, inteligentemente 
planeadas para estimular el comercio y fomentar la in­
dustria. 
Al este del Rin, las industrias embrionarias crea­
das por la era del vapor se enfrentaron al obstáculo del 
separatismo político, pnesto que lns Alemanias se ha­
llaban todavía divididas en cerca de 38 fragmentos y 
no podía existir un mercado nacional mientr¡is perdu­
rara este fraccionamiento. Las ventajas que reportnría 
la adopción de una moneda uniforme, una política aran­
celaria uniforme, un sistema unifom1e de leyes comer­
ciales y de pesas y medidas, predispuso a los hombres 
de negocios alemanes en favor de la consolidación po­
lítica. Cuando el arreglo reaccionario de 1815 posp11so 
indefinidamente esta esperanza, el gobierno prusiano 
se lanzó a ampliar los fundamentos económicos parn 
la nacionalidad, a pesar de la oposición de Viena y d� 
algunos Estados alemanes del sur. En 1818, todos los 
artículos industriales que entraran en cualquiera de 
los dispersos dominios de los Hohenzollern, quedaron 
sujetos a un -moderado impuesto de 10 % ad valorem,
en tanto que una pesada contribución por concepto de 
tránsito se impuso a las mercancías que p:1st1ban a tra­
vés de las zonas controladas por los prusianos. Esta 
presión económica persunclió a los gobiernos de varios 
Estados alemanes vecinos de que les convenía ingresar 
en la unión aduanera. En el plazo de una generación, 
el Zollverein abarcó la mayor parte de] norte de Ale­
mania, y convirtió la zona en un mercado libre ink­
rior en el que prevalecía la uniformidad fiscal. Todos 
los productos que entraban en esta zona quedaban 
sujetos al arancel común, y los ingresos recaudados por 
este concepto se distribuían entre los Estados miembros 
del ZoZlverein, proporcion�ilmcntc a su poblnción. 
Fuera de los países mencionados -Inglaterra, Fran-
36 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 
cía, Bélgica y las Alemanias- la transformación indus­
trialhabía dejado pocas huellas en el panorama europeo 
hacia 1830. Los transportes y las comunicaciones eran 
todavía lentos y costosos, limitados por la capacidad 
de la diligencia, de la barcaza fluvial y del buque de 
vela. Cuatro quintas partes de- Ja población europea 
vivía semiaislada en un medio rural.. Las ciudades ha­
bían rebasado sus antigµas murallas, pero no se habían 
desprendido de su belleza arcaica, semimedieval. · La 
panorámica de las ciudades estaba todavía dominada 
por )as torres de )as iglesias, visibles a leguas de distan­
cia, en un cielo claro, "brillantes y resplandecientes en. 
el aire sin humo". Inclusive en Inglaterra, donde el 
industrialismo había hecho los mayores avances, el pa­
lio del humo de las fábricas no había tendido todavía 
su oscuro dosel, y la urbanización de la sociedad, que 
había de convertir a cuatro de cada cinco ingleses en 
habitantes de ciudad en el plazo de un siglo, aguardaba 
todavía el futuro. 
EJ examen de su literatura y de su arte nos mues­
tra cuán poco influyeron en e) pensamiento y en la cul-
, tura de la época las nacientes energías de la era in­
dustrial. Los poetas y los filósofos que influyeron más 
poderosamente en el pensamiento europeo, después de 
1815, criticaban como siempre a la sociedad de la épo­
ca, pero cuando se ponían a proyectar un mundo mejor 
profetizaban la forma de las cosas por venir casi exclu­
sivamente en función de sus propias preconcepciones 
literarias. Pocos pensadores manifestaron un auténtico 
interés, o una comprensión honda de las tendencias 
económicas de los tiempos, de las nuevas fuerzas que 
estaban cambiando la cultura europea, predominante­
n:ien te agraria desde sus inmemoriales orígenes, bast1 
convertirla en una civilización industrial sin precedente 
en la historia del mundo. 
Las principales corrientes intelectuales de la era de 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 37 
la Restauración estuvieron enturbiadas por pedantes 
giros y una desilusi?n ampli�m�nte difundida fue el 
espíritu que prevaleció. Trans1tona�ente, pare?ía como 
si todas las resplandecientes generalidades del siglo xvm 
se hubiesen ernpafiado. La bósqucda _racionalista de unproyecto de sociedad perfecta y ¡ealizable había abor­
tado. Los sofiadores revolucionarios, que .habían con­cebido un paraíso lógico para una humanidad rege�c­
rada, habían caído en descrédito. Cuando la espléndida 
visión se disolvió en la luz de todos los d{as, W ords­
worth compuso una endecha nostálgica a la brillante y 
engafiadora alba de 1789. 
In which the meagre, stale, forbidding ways 
Of custom, law, and statute �ook at once 
The attractíon of a country m romance. 
fEn que las estériles, rancias, aborrecibles formas/ 
De la costumbre, la ley y el estatuto cobraron de gol­
pe/El atractivo de un país de fábula.] 
Como a la mayoría de los hombres de su generación, 
la experiencia ha�ía serepado a Wordsworth, y ac�p­
tó el arreglo de la Restau�aci6� como una �an�acción 
necesaria, un sensato matnmomo de convemenc1a con­
traído sobre la tumba de un suefio. Shcllcy podía to­
davía insistir, con inspirado desafío, en que los poetas 
eran "los legisladores no reconocidos del mundo", pero 
hacia 1815 eran legisladores sin mandato. Los pue­
blos de Europa tenían que a¡r�nder de nuevo a d�po­
sitar su confianza en los pnncipes y en los prosaicos 
administradores que los príncipes nombraban. En las 
cortes de la Restauración, los reformadores que se acerca­
ban con el proyecto de una Utopía no encontraron me­
cenas. "A la clase de los sofiadores --dijo Metternich 
con pomposa superfluidad- nunca he pertenecido". 
Una incurable desconfianza de los periodistas, y en 
38 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 
cspcc:i�il de los autores que tcnian ideas atrevidas, in­
fectó los círculos oficiales de la sociedad de la Restau­
racjón, Los monarcas ya no honraban a ]os caba11eros 
de la pluma que atacaban los abusos sociales, como Fe­
derico el Grande y Catalina de Rusia habían honrado 
en otro tiempo a Voltaire y a Diderot. y Por el con trn­
rio, después de 1815, los críticos atrevidos del Estado 
y de la Iglesia se crearon dificultades con los censo­
res y con la policía secreta, y a los profesores liberales. se 
les echó de sus cá te<lras eu las universidades. Inclusive 
en Inglaterra, el "pánico de la Revoluci6n francesa" 
inspiró las Seis Leyes de 1819, que restringían las reu­
niones públicas, autorizaban el decomiso de artículos 
sediciosos o blasfemos y sujetaron los panfletos a un 
gravoso impuesto del timbre: Estos intentos de caUar 
la prensa y dominar las críticas produjeron pocos efec­
tos apreciables, pero intensificaron sin duda el estado 
de ánimo febril y frustrado de muchos intelectuales 
europeos en este invierno de su descontento. 
El espíritu del romanticismo, que ya había vivifica­
do a la literatura y el arte europeos en el último cuar­
to del siglo xvm, alcanzó su apoge0 en las décadas inme­
diatai:uente po�terior�s. a 1815. Ningún .freno impuesto a la msurge11c1a pohtrca podía detener la rebelión ro­
mán ben¡ por el contrario, parecía como si las almas fo­
gosas, a las que se había privado ele la oportunidad de 
realizar sus sueños, se aplicuran con mayor intensidad 
a soñar sus acciones . El romanticismo era un manto de 
mt'.tl�iplcs c�l?res, no casa�a c?n el unifor.me ele ningún p:,irtido polib.co; pero sahsfac1a las necesidades de una 
generación a la que el golpe tremendo de prodigiosos 
a con tecimicn tos ba bía sacado de sus verdades conven­
cionn lcs. Los grandes esfuerzos cokcth·os, como la 
Revolución francesa, dejan un vncío a su paso. La im,i 
ginación europea, hastiada de las realidades c0.::t;::m­
poráneas, buscó un escape en las novelas históricas 
REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 39 
idealizadas de \1/alter Scott. en los dr:tmas de Schilkr, 
en la lírica, las baladas y los romances .de autores perse­guidos por sus fantasías, desde Colendg� hasta Man­zoni, y desde Herder hasta Heine, que vieron. una luz que nunca se posó so�re. el J'mu º, sO�)[e la tierra. Sesuele decir que e1 mov1m1ento rómanhc� fu� una re?�­lión contra las estériles vefdades de la ciencia y la ng 1-
dez de las fórmulas clásicas, y hay algo de verdad en 
esto, por cuanto el romanticismo .1'.a?ló la lengua delcorazón y repudió �as ��rm�s artifmalcs �n , f�vor deun "arte impremeditado . Sm embargo, h1storic�m�n­te es más importante sefialar que, aunque lns asp1rnc10-
n�s de los autores románticos trillnforon a menudo 
sobre la lógica y la razón, también es cierto que n_o triunfaron sobre mucho más. Los héroes de la tragedw 
romántica como sus creadores poéticos, busc:.iron un"1 
vida más �11á de la vida y un amor más allá del amor, 
y se encontraron condenados a un desti.�o com.ún: lafrustración. Cuando toda una genernc10n a�nga en 
su corazón a tales héroes frustrados, el histonado� se ve obligado a buscar la e�p_licación r:1 no en los fines estéticos sino en las cond1ct0nes sociales. 
Geo;g Brandes, el critico lit�rnri_� danés, reh1cion�este espíritu de derrota y de abchcac1011 con los efecto�
de la Revolución francesa, dando a entender que \.1 
desaparición de las barreras s�ciaks hab!a dejado a los jóvenes ambiciosos e impres10nabks sin t:n2 excusa conveniente para explicar el frncnso en su bnsqucda ele 
la fama. A modo de vc.ngnnza, cncontrnron un desde­
ñoso solaz en la repudiación del mu11<lo que no lo� 
sabía apreciar y al que no habí,111 podido conc¡uist11 .. 
Esta explicación es seductora, pcr� .,;o ahonda lo st_t!t­ciente . La generación que sobrevino a 1J RcYolnc1�nfrancesa había sido testigo de un supremo (lS.tlto dcl 
espíritu humano, que se lrnbí.a estrella.do contn.i los lx1s­tiones de la desigunl<lad social. Hacia 1815, toch1s bs 
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