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INTRODUCCióN El siglo XIX fue la gran era de la expansión europea. Durante 300 afios, a continuación de los viajes de Co lón, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonía europea corrió sobre los mares. Durante 10 generacio nes, intrépidos exploradores, comerciantes y coloniza dores izaron sus velas en los puertos del Viejo Mundo para establecer los amplios fundamentos de los impe rios de ultramar. Sin embargo, sólo en el siglo x1x, cuando la ciencia occidental puso "un cinturón alrededor de la tierra", fue.cuando los europeos recibieron su plena herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus es pectaculares conquistas eclipsaron todos los prólogos históricos, aunque puedan encontrarse precedentes li mitados, por ejemplo, en la propagación de la cultura he lénica después del siglo 1v d. c. Pero la civilización helénica estuvo circunscrita al ámbito del Mediterrá neo, mientras que la hegemonía de los europeos mo dernos· se extendió hasta que todos los cont.inentes de la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre los afias de 1815 y de 1914, el mundo ingresó en una nueva era .de integración global, a impulsos de la téc niqi occidental� era que, sin excesiva exageración, podría calificarse de era europea. Antes de que terminara el siglo XIX, la civilización . europea dominaba o chocaba contra cada segmento del globo, y todos los gru,pos im po�tantes de la población mundial habían recibido fa ., huella de la cultura occidental, o habfan experimentado su presión. Para los pueblos de Europa, el periodo transcurri do entre 1815 y 1914 fue una era de progresos tan notables, en cada uno de los países del continente, que tasi se cegaron a la influencia constantemente crecien- \ te que su economía ejercía en ultramar. Fue un pcrio- 9 10 lN'l'lWDUCClóN do que no se vio dañado por guerras prolongadas, () gravemente debilitadoras; fue un siglo dt!rante :l. c_ual las energías acumulativas de Eur?Pª pudieron d_mgme a empresas constructivas y el capital y la población ex cedentes encontraron inversiones lucrativas en otros continentes. Cáda generación disfrutó de un aumento de riqueza y de co1no�idad, de una amr1iació_n de las oportunidades económicas y de un me¡oram1en�o en los niveles de alimentación, salud y saneamreoto. Con cada década, nuevos avances técnicos acelera� ron la mecanización de lá industria, nuevas ciudades dibujaron contra el cielo sus anárquicas siluetas y nuevos niveles de producción se alcanzaron en las fábricas y talleres. Pero los índices más significativos del progre so no fueron ni políticos, ni económicos, sino demo- gráficos. A lo largo del _siglo XI�, la pobla_ción de Eu ropa aumentó, por térmrno medio, a un r!b�o ele tres :i cuatro por ciento anual, tasa de crec1m1ento que nunc,1 :intes había alcanzado una población tan vasta, durante un periodo tan prolongado. Este desarrollo fenomenal de la población consti tuyó uno de los factores decisivos de la supremacía europea. Cálculos generales convienen en que la po blación ele Europa, en 1815, ascendía a cerca de 200 000 000; en el siglo x1x, esta cifra se duplicó de so bra, hasta alcanzar un total de 460 000 000 hacia 1914. Otros continentes registraron también un excepcional aumento numérico durante el mismo' espacio de tiem po, pero los europeos superaron a todos. En 1815, las personas que vivían dentro de los límites geográficos de Enropn constituían, quizá, una quinta parte de la po bhición mundial; hacia 1914, constituían un cuarto. Para comprender la naturaleza singular de este triunfo es preciso señalar que todos los demás continentes ri vales poseían una tasa de natalidad general más alta que h1 Europ:1 clcl siglo xrx. Los europeos modificaron el INTRODUCCIÓN 11 equilibrio demog-ráfico del globo, no elevando su tasa de natalidad, sino más bien disminuyendo su coeficien te de mortalidad. Sin embargo, lns cifras correspondientes a Europn, por sí solas, no son suficientes para indicar toda la magnitud del logro europeo en materia de crecimiento de la población. Entre la caída de Napoleón, en 1815, y el estallido de la primera Guerra Mundial, en 1914, más de 40 000 000 de emigrantes abandonaron sus patrias europeas para establecerse en otros continentes. Las consecuencias de esta vasta migración hicieron que los europeos se convirtieran, en gran parte, en una raz;1 extraeuropea. En 1815 había menos de 20 000 000 de personas nacidas en Europa o de sangre predominan temente europea al otro lado de los mares. Hacia 1914, el total se había multiplicado diez veces, hasta sumar cerca de 200 000 000. Este incremento y dispersión de los europeos duran te el siglo x1.:x: fue un reflejo fiel de su espíritu impe rial. Hacia 1914 había tantas personas de ascendencia europea fuera de Europa, como habitantes había teni do este continente el siglo anterior. O, para decirlo ele otra manera, alrededor de 1914, de cada tres europeos, uno vivía en ultranlar. Como ya dije, los -460 000 000 de habitantes de Europa en esa fecha constituían una cuarta parte de la población mundial. Si a esta cifra se suman los 200 000 000 de personas de sangre europea que vivían en el exterior, se ve claramente que, en el año de 1914, vivían cerca de 700 000 000 de personas de ascendencia europea. La cepa racial de éste, el más pequeño de los continentes, contando a sus hijos emi grantes, y a los descendicn tes de éstos, había llegado a constituir un tercio del género humano. Datos estadísticos como los que he mencionado ha cen ver con claridad que una narración equilibrada de la Europa del siglo XIX debe exceder los estrechos lími- Constanza Resaltado 12 lNfRODUCCION tú de la escena europea. Los··actos ·principales ·del dra ma todavfa se representaban ahí, pero· la esfera de su acción se había ampliado hasta comprender una magna Europa, más allá de los mares. Habfa pasado el día en que los anales coloniales podían tratarse como ep[. · logo de los acontecimientos europeos. Los lazos pol� ticos que en otro tiempo habían ligado•al Nuevo y al Viejo Mundo se· cortaron o a,pojaron �acia-_J815. La_sciúdades levantadas en los vastos y casi desiertos tem.; torios ocupados habían crecido· basta, alcanzar mag:nitu�des soberanas y convertirse en los nucleos de n_ac10nes independientes. Sin ·embargo, aun ]as más remotas c� munidades fronterizas fundadas por la iniciativa europea se consideraban a sf mismas como vástagos de una cul tura paterna viva, como atestiguan tan a menudo sus nostálgicos toponfmicos. Sus tradiciones y sus técnicas reconocían su origen en el otro lado del mar, y-po,dían rastrearse a lo largo de los siglos; sus rafees alcanzaban· hasta los monasterios medievales, que en otro tiempo motearon el círculo en expansión de ·1a cristiandad; sus defensas recordaban los campamentos romanos que marcaron los bordes de un imperium anterior. En el · siglo xix, las dilatadas colonias del Viejo Mundo esta ban llegando a su madurez y convirtiéndose en domi nios .o en repúblicas, pero eran todavía los custodios de una civilización com(m y los herederos del legado eu ropeo. En las páginas siguientes se seguirán paso a paso las aventuras de estos pueblos europeos de ultramar,· junto con las de las naciones del Viejo Mundo. La influencia de Europa en el mundo fue, desde el prin cipio, un proceso interdependiente y recíproco. A me-. dida que fue desenvolviéndose la comunidad atlántica, la civilización europea se fue convirtiendo en algo vasto y vago, para lo que no podía encontrarse un nombre satisfactorio; pero el espíritu de esta cultura occiden- .,. INTRODUCCióN 1 3 tal común estableció el tipo de desarrollo en regiones todavía más remotas, como Suráfrica, Australia y el Extremo Oriente. En Europa misma, la exportación de ideas y de técnicas, de capital y de poblacíón, ejer ció una influencia continua y creciente a lo largo del si�lo XIX. La ·gran inversión del capital europeo con tribuyó a explotar los recursos de otroscontinentes y convuti6 a Europa, en un sentido, e� el "banquero �el mundo" mientras que la competencia de las potencias europea; para obtener concesiones y territorios en Afri ca y en Asía inténsificó a veces las tensiones interiores europeas. La historia de Europa del siglo xrx se con virtió eii un· drama de presiones crecientes y políticas concurrentes, que alcanzaron su clímax dentro del mar co de un equilibrio precario. Al siglo xx le tocó en suerte heredar el desenlace violento y trágico de estas aceleradas tendencias. I. REACCION POL1TICA Y PROGRESO ECONóMICO (1815-30) Más que el de 1800, el año de 1815 es el umbral lógi co de la Europa del siglo x.ix. Los tremendos golpes de la Revolución francesa y de las Guerras napoleóni cas habían agrietado las rígidas instituciones del anti guo régimen. Cuando se calmaron los sacudimientos y disminuyó el estruendo, los europeos se �ncontraron viviendo en sitios antiguos reconstruidos a medias, a medias empobrecidos, pero dentro de un marco más amplio y con corredores más espacioso� que los de 1a arquitectura estrecha que en su crecimiento habían .ex pansionado. Los estadistas de la Era de la Restaura ción, que repararon la resentida estructura después de la caída de Napoleón, han sido acusados de planear para el pasado y no para el futuro de la sociedad eu ropea. Es una acusación que los historiadores libera les, después de que ha pasado todo, se han complacido a menudo en subrayar, pero es un cargo que descono ce casi por completo el espíritu y los propósitos del acomodo que se produjo con la Restauración. T fay que tener en cuenta que los estadistas rea'ccio narios que acudieron a Viena en 1814, para autentificar el testamento revolucionario, no eran ni anticuarios ni profetas; eran diplomáticos atormentados, enloquecidos por los imperiosos problemas del presente. Su obietc, era restablecer la paz después de un cuarto de siglo de arbitrarios manejos políticos y de guerra casi ince sante; y decidieron, muy humanamente, que la seguri dad podría alcanzarse mejor invocando los principios contrarrevolucionarios de la inmovilidad política y la permanencia dinástica. Allí donde los viejos 1ímites so brevivieron y podían prestar un útil servicio, los repa raron. Pero su propósito fundamental no fue restaurar 14 REACClóN Y PROGRESO (1815-30) 15 las injusticias del antiguo régime�,. sino sus me�orables virtudes, sobre todo los ben�fic1os de un gobierno estable y la seguridad de un sistema de Estados en equilibrio razonable. . Juzgados conforme a estos sobrios propó�1tos, losdiplomáticos que redactaron los tratados de V1�a fue ron hábiles estadistas. El arreglo general que idearon fue subsecuentemente modificado en d��alle, _pero a lolargo de un centenar de años se mod1ftc6 sm rebasar la órbita de sus fórmulas prudentes. El Congreso de b Paz había sido convocado, como reconoció su secreta rio Friedrich Gentz, para dividir entre . los victorios_oslos despojos del vencido, delicada operación que se �Je cutó prestando la debida atención a la compe�sac16n recíproca, y sin rencor ni espíritu de venga�za 1�necesarios. Después de 1815, las grandes potencias evitaron recurrir a las armas durante C€rca de 40 años¡ y, cuando se produjeron guerras, se libraron P?r obje�vos limita dos y fueron conflictos que se pudieron aislar y a los qu; nunca se les permitió alcanzar proporciones ruino sas y agotadoras. A pesar de numerosos defectos, �1arreglo alcanzado en Viena puede verse, en p�r�pecb va, como la puerta de un siglo d: poder, estab1hdad y expansión. Abrió el más largo periodo exento de guerra general que Europa hnbía conocido desde 1� �poca de la paz romana, de los siglos r y n de la era cnshana. La forma de la historia cwupen después de 1815 dependió del juego recínrrv.., de tres factores principa les, uno político, ótro naval _y otro má� e�on6mico. Elfactor politice fue el ascendiente trans1tono_ de las _cuatro potencias victori.os¡¡s, Inglaterra, Austria, Rusia vPrusia. Ec1ipsada Francia, estos "Cuatro Grandes" es tuvieron en situación de redibujar el mapa de Europa hasta darle casi todns las formn� que pudieran parecer les mutuamente aceptables. El segundo fac_tor, igualmente importante para dar forma a cualqlller arreglo 16 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) realista fue el de la supremacía naval de Inglaterra. En ningun; parte del globo existía una armada, o una alianza de fuerzas navales, que fuera lo suficientemente fuerte como para desafiar al seftorfo inglés de los m�res. El tercer factor, m�os evidente para la m�yoría de los diplomáticos europeos, pero 9-ue en potenc� era e1 más poderoso de todos como árbitro de los destinos de Eu ropa fue la me�i7.aci6n de la industria. Las "lóbre- · gas fábricas de Satán" esta�an a punto de liberar ·sus rítmicas energías y la máquma de vapor esperaba para transformar la V1da económica europea. Estimar la influencia de estos tres factores no es nada fácil, y el método que he adoptado consis!e en considerarlas individualmente, en el orden mencionado. La reconstrucción política del continente era una preocupación primordial para los gobiernos de Austria, Rusia y Prusia. Austria, cuatro veces derrotada por las aplastantes campatias napoleónicas, mostró un sorpren dente poder de recuperación; y la elección de Viena para el Congreso de la Paz fue el tdbuto que se _pagóa este prestigio renacido. La elección fue un tnbuto también al esp(ritu emprendedor de Klemens von Me.tternich, el Ministro de Relaciones Exteriores de Austria, que desplegó sus talentos sociales y diplomá ticos como cicerone de los delegados reunidos. Metter nich se consideraba predestinado a "apuntalar una casa en ruinas". Y temfa, con razón, que el reino de los Habsburgos se desintegraría si las corrientes naciona listas y liberales, provocadas por la Revolución · fran cesa, se desbordaban de nuevo para inundar Europa. El Imperio del Danubio se había conveitido en un ana cronismo histórico en la era de los estados nacionales; pues, aunque por su extensión y su población Austria era una gran potencia, su sociedad seguía siendo feudal y aristocrática, y sus 'dispares segmentos comprendían minorías alemanas, magyares, polacas, checas, croatas, REACClóN Y PROGRESO (1815-30) 17 italianas y ?tras más de �e?or importancia. Sin embargo el tinte de la trad1c1ón era fuerte, el orgul1o dinástico de los Habsburgos más fuerte todavía, y �1 colapso del imperiunJ francés habla hecho de Austna el campeón predestinado de las fuerzas conservadoras . Cuando Viena fue la anfitriona de Europa en 1814-15, las recepciones fueron tan brillantes, la músi�a. tan seductora, las mujeres tan hermosas � el prestigio de la corte austriacn, aparentemente,. tan inexpugna?le c�moantes. El imperio Habsburgo mgresó en Sll _ c1do final bafiado en el dorado resplandor de un vera�1ll0 de San· Martín que parecía ser el retorno de la pnmavern·. Externamente por lo menos, Austria no pareda ha ber cambiado mucho bajo los rudos golpes de la era revolucionaria. Las distantes provinci:is bcl�.1s (los Paí ses Bajos austriacos) se habían. perdido para siempre, pero en compensación, los Habsb�rgos conserva�an los territorios de la fenecida República de Venecia y la provincia de Lombardía. El Sacro Imperio Romano, no revivió ( esa ficción arcaica se había desbarat�do e? 1806), pero Austria encabezó una nueva creación. diplomática la Confederación Alemana. Era una liga, poco apr;tada, de 38 Estados al_emanes, cuyos g?biernos enviaron delegados a una dieta que se reuma en Ji'rancfort del Meno. Las esperam.as de instituciones más liberales y de una unión nacional más estrecha, que habían encendido muchos corazones alemanes en el fervor del Freiheitskrieg, se vieron frustradas por esta débil convención. Aunque la carta constitucional de la Confederación Alemana ofreció "una forma de gobier no representativo" a los E_sG!dos m(emb:o.s, la presiónaustriaca anuló en la práctica esta d1spos1c1ón. Al igual queAustria, Prusia r�cupcró en Viena el perdido prest!gio y el regate� temtonal sumó par�e de Sajonia y toda la Pomerama sueca a las posesiones de los Hohenzo11ern. Pero los esfuerzos bélicos contra t8 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) los franceses habían agotado los limitados recursos del Estado prusiano, que necesitaba una d�cada, o más, de convalecencia. De manera que Prus1a llevó a cabo una prudente poHtica de atrincheramiento y re�u�eración después de 1815, en tanto que Austna dicto su voluntad a los Estados alemanes menores y fijó el tono de la política en la Europa _Central. ·Los intereses rusos estuvieron representados en Vie na por el zar Alejandro I en persona. La personalidad de este "Hamlet coronado" al que Napoleón llamó "bizantino mañoso", desconcertó a sus contemporáneos. Parecía incongruente que el autócrata de t_odas las R�sias abrigara sentimiento� au�énti�amente liberales. Sm embargo, Alejandro hab1a chscutido con Napoleón en contra de la monarquía hereditaria, y habia sol_ici�doa Thomas J eilerson informes· acerca de la Co�sti_tuc16n de los Estados Unidos, cuando la palabra repubhca era anatema para süs principescos cole_gas: En el corazóndel zar, los impulsos de un humamtano luchaban con tra los cálculos de un estad'ista, y hasta el año de 1820 siguió soñando con una consti�u_ción liberal para _Ru sia. Pero e1 arrastre de la trad1c19n resultó demasiado fuerte la reacción trinnfó y después de la muerte de Alcja�dro, en 1825, su hermano Ni�olás _I le as�g�róa Metternich que los fogonazos del 1iberahsmo m1sbco no vo)verían a ilumínar el horizonte oriental de Europa. La Rusia zarista, al igual que Austria y Pmsi�, tenía poco que ganar y mucho que perder s1 se levantaba de nue1,10 la marejada r,evoludonaria. Los monarcas Ite reditarios de San P-etersburgo, Viena y Berlín estaban tácitamente unidos por intereses y problemas semejan tes, pt1esto qtte todos tenfan que vigilar a minorías des contentas, y a todos les habfan tocado pedazos del desmembrado Estado polaco. La "cuarta partición" de Polonia, consumada en Viena, le dio la mayor parte a Rusia, y Alejandro creó una monarnuía constitucionaJ REACCióN Y PROGRESO (1815-30) 19 polaca, que lo tenía a él como rey. Puesto que había conservado también Finlandia, de la que se habían apoderado sus ejércitos en 1809, y Besarabia, que se les había quitado a los turcos en 1812, Rusia salió de las guerras revolucionarias con conquistas más extensas que cualquier otra potencia continental. Mientras los representantes de los "cuatro grandes" se reunían a puerta cerrada, dedicados a la tarea ele repartir Europa, los delegados de los Estados secunda rios hacían antesala. Sabían que la suerte de las nacio nes más pequefias dependía de dos cuestiones: del deseo de castigar a los príncipes que habían permanecido lea les a Napoleón durante largo tiempo, y del deseo de "contener" a Francia en el futuro, bloqueando los pun tos más probables de expansión francesa. De esta ma nera, Dinamarca perdió Noruega, con su millón de ha bitantes, que pasó a poder de Suecia, pues esta última había sabido abandonar previsoramente la causa fran cesa ya desde 1812. Sajonia, elevada a la dignidad de reino por Napoleón, cedió dos quintas partes de su te. rritorio a Prusia. Para bloquear la expansión francesa por el noreste, tres millones de belgas y más de un mi llón de holandeses se convirtieron en súbditos de Gui llermo I de la casa de Orange, pa1ra formar el reino ele los Países Bajos Unidos. En el sureste, se contrarrestó un posible resurgimiento de la presión francesa garan tizando la independencia de Suiza, y fortaleciendo el reino de Piamonte-Cerdeña, donde se restauró la casa de Sabaya y al que se le entregó la difunta Repúbli ca de Génova para darle más peso. Decididamente, los hacedores de la paz de 1815 no querían saber nada con las repúblicas. Lombardía y Venecia pasaron a ser pro vincias de los Habsburgos. En Nápoles, un pretendien te Barbón, Fernando I, fue coronado rey de las Dos Sicilias; mientras que, en la Italia Ccn tr,1 l, los Estad ns papales volvieron a estar sujetos, una vez más, a la fé- 20 REACCION Y PROGRESO (1815-30) rula temporal del papa Pío VII. El principio .de la legitimidad triunfó igualmente en la península ibérica: Femando VII recuperó el trono espafiol y Portugal que- dó sujeto a la casa de Braganza. . . . . Sin embargo, la más notable re1vmd1cac1ón _del principio de la legitimidad fue el retomo de Luis XVIII a París, donde proclamó su firme voluntad de soldar la cadena del tiempo, cortada por el "fatal interludio" de la Revolución francesa. El imperturbable Talleyrand; que habfa abandonado a Napoleón para pasarse al lado de los Borbones, se presentó en Viena como el ministro plenipotenciario de Luis XVIII, y llevaba la legitimidad como su carta de triunfo. Convenció a los "cuatro grandes" de que sería una contradicción de principio ofrecerle a Luis XVIII un reino truncado: Francia de bía devolverse intacta a los Barbones, La inesperada fuga de Napoleón de su exilio en la isla de Elba,. y su breve recuperación del poder durante los "Cien Días", demostró que muchos franceses �o se habían arrepen tido y este ''último vuelo del águila" hizo que los aliados trataran con mayor severidad a Fr;1ncia. Después de Waterloo, Napoleón fue enviado a Santa Elena, los lí mites franceses se redujeron de nuevo y se le. impuso una indemnización de 700 000 000 de francos a la te mible y perturbadora nar.ió�. Pero tres años más tar de, cuando el gobierno Borbón parecía estar sólidamen te establecido, los ejércitos de ocupación se retiraron y se permitió a Francia sumarse a las cu;itro potencias victoriosas en una quíntuple alianza. Siete años después de \Vaterloo, se le ofreció al régimen de Luis XVIII una oportunidad especial de demostra.r su genuino conservadurismo. El Congreso de Verona ( con la inconformidad del gobierno inglés), autorizó a· Luis para enviar un ejército francés a Espa íia, y suprimir allí las manifestaciones liberales, con el objeto de apuntalar el vacilante trono del despreciable ' . 1 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 21 · Borbón que fue l,;e:-nantl� VII. �1 péndulo de la política exterior francesa hab1a recorrido un arco ,completo desde aquel día, d�safiante, treinta añ?s antes, en quela Primera Repubhca Francesa declaro In guerra a �o das los reyes. Francia ya no era la "nación rcvoluc1?naria", y la músicn prohibida ele la Mar�cllesa parec1n ser el eco moribundo ele un sucfio fant.�stico. En 1821, Napoleón 1irnrió �n San ta �lena. �u hijo_ y her��ero,"el Aguilucho", cnado en Viena bc1JO la mirada v1g1lan te de Mettemich, era la sombra de un gran hombre, tm joven desdichado y destinado a una mu�rte prematura. El lcgitimismo había triunfado, la reacción estaba a In orden del día y Europa se había recuperado del "vene no de las ideas francesas". Habiendo vencido a Napoleón y restablecido la paz, los gobiernos inglés, ruso, austriaco y prusiano concer taron en 1815 un pacto ele amistad de 20 nños. Sus vo ceros subrayaron la intención ele conscr\'ar intacto el acuerdo de paz y perpetua{ el Concierto de Europa. atra\'és del ''gobierno mediante conferencias". En Aqu1s grán (1818) la maquinnrfa internacional r�chinó, mas siguió funcionando. Pero en la Co�fercn�1a �e Tro� pau y Laibach ( 1820-21) el gobierno mglcs 1�1am-. festó ya su inconformiclad con sus aliados continen tales en materia de inten·ención conjunta en los asuntos de l;s naciones perturbadas. Mettemich y sus colegns conservadores se alarmaron por las ngitaciones estudian tiles en las -universidndes alemanas y pnr los estallidos revolucionnrios en Nápoles y en España. A pesar clcl disentimiento inglés, los gobiernos de Austrin, Prusia y Rusia, respaldaron el "Protocolo de Troppau" en �I que se declaró que cualquier Estado que hubiese su_fndo un cambio de gobierno a través de una revoluc16n quedaría excluido <lel Concierto Europ7o. Cua�dolastres potencias votaron en favor de la intervención en . Espafia, Inglaterra se negó a cooperar. George Canning, 22 REACCióN. Y PROGRESO (1815-30) que fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, después del suicidio de Castlereagh (1822) separó a Inglaterra del "areópago europeo", y el Con� gres? de Verona de ese año sefialó la bifurcación de los c�m!�os. De tal modo, la �u·ádruple_ Alianza perdiósignificado an_tes de trans?umda la m1f-ad de sus pr0-yecbldos �O anos., _y el g0bierno tory en Londres, odiadepor los hbera1es ingleses, se convirtió en la esperanza ele los libera]es de1 ex.terioi. 01 cqanudar Inglaterra su política tradicional de ais larmento, el 1 s�sterna del_ Congreso quedó anulado. Elexaltado espmt:1 pos?é�co �e 1815 se había evaporado, y su expresión mas idealista, la Santa Alianza, pro puesta _p_or Aleja�d�o I de Rusia, estaba muerta ya. Laproposición mes1amca que hizo Alejandro a sus coJe gas, �e que ''e� único principio de fuerza, ya sea entre los d1chos gobiernos o entre sus súbditos, debería ser �¡ de p_res�a�s�, servicios recíprocos", había sido aceptadoen pnncrp10. P?r la m�yoría d.e sus colegas príncipes,pero_ no e¡erció rnfluenc1a. ma�1fíesta en sus políticas.H��1� 1822, el recordado idealismo y el espíritu de sacnfi�10 de los años de guerra habían cedido su lugar a los calculas y las componendas de paz. Canning recibió de buen grado el retomo a la diplomacia más realis ta de ''cada nación para s� y Dios para todos", e Ingla terra reanudó su marcha independiente en fos asuntos europeos y mundiales. Al debilita'.se el Con�ierto Europeo, el segundo fac tor q�e menc1?né antenormen�e .-el predominio delpodeno naval mglés- se convubó en una influencia decisiva, especialmente cuando operó contra la alianza conscrva�ora. E� el corazón de Europa, los gobiernos de Au�tna: Prusia y Rusia �odrían hacer su voluntad, per� ?mgun Esta�o que tuviera costas, o un comercio mantm_10, o colo�ias en ultramar, podría pasar por alto la presión naval inglesa. Fernando VII de España no REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) )' -> tardó en aprender esto cuando Canning otorgó recono cimientQ condicional (1822) a los gobiernos estableci dos por los rebeldes coloniales españoles, en Suraméri ca, donde los esforzados trabajos de Simón Bolívar, el Libertador, y de José de San Martín, habían establecido repúblicas independientes desde Caracas hasta Chile. Las potencias conservadoras simpatizaban con la "legí tima" pretensión de Feman.do al dominio de la América española; el gobierno ruso ofreció sus bar::os para trans portar una fuerza punitiva al Nuevo Mundo. Pero la ayuda inglesa a los rebeldes, y el dominio inglés de los mares, hizo impracticable tal expedición. El comercio con las nuevas repúblicas les estaba rindiendo pingües beneficios a 1os ingleses, y los emprendedores banque ros londinenses habían encontrado prometedores cam ·pos de inversión en la América Latina. No tenían deseo alguno de que España reafirmara un rígido monopolio económico sobre su perdido imperio de cerca de 4 000 000 de millas cuadradas, y 12 .o 15 millones dr: habitantes. La explotación colonial europea del Nuevo Mundo estaba llegando a su término, y I fue una nación dc1 Nuevo Mundo, como debiera ser, 1a que proclamó este hecho ante los gabinetes europeos. En su informe anual al Congreso de los Estados, en 1823, el Presidente: James Monroe declaró que era "un principio en el que están comprendidos los derechos y los intereses de los Estados Unidos, el de que los continentes americanos, por la libre e independiente condición que han cobrado y mantienen, no habrán de ser considerados en lo suc� sivo :orno sujetos �e una futura colonización por partede ninguna potencia europea". El incentivo inmediato de esta histórica declaración fue una proposición que el gobierno ruso había hecho a I�glaterra_y_a los Es�ados Unidos para que las tresnaciones defm1ernn sus mtereses en la costa del Pacífico Constanza Resaltado 26 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) de la América del Norte. Pero un motivo más apre miante que la declaración de Monroe, fue el temor de que España, con el respaldo de la alianza europea, re cupcrn�a el dominio de las repúblicas americanas, q11e tan recientemente habían proclamado su independencia. El si�tema político de las monarquías europeas, afirmó enfáticamente el presidente, era en esencia diferente del de las Américas. Y así declaró que "la sinceridad y las amistosas 'relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias, nos obligan a declarar que consideraremos cualquier intento de su parte por ex tender su sistema a cualquier porción de este hemisfe rio como peligroso para nuestra paz y seguridad". Esta atrevida admonición a los soberanos aliados proferida por una república novel, no habda modifica: do por sí sola sus intenciones. La doctrina Monroe se convirtió en piedra anglillar de la po1ítica exterior de los E�tados Unidos porque la �espaldó el poderío de la flota rn�lesa. E_n efecto, Canmng había propuesto unadec)arac1ón coniu_nta anglonorteamericana, pero los es tadistas de Washmgton desconfiaban de las intenciones inglesas. Tal como se dio a conocer, el mensaje de Monroe cobró la forma �e un gesto independiente, irn p_ort�nte sobre todo en virtud de sus posteriores amplif1cac1ones. El Congreso de los Estados Unidos no rati ficó la de�l�ración por �l momento, y las -potencias europeas h1c1eron como s1 la desdeñaran. Pero subsis tió el hecho de que Inglaterra y los Estados Unidos h�bían indicado su inte1�ción común, aunque indepen cl_1ente, de preservar la libertad en las repúblicas ame ricanas españolas. Como consecuencia inmediata de esto, Espnñ� perdió toda oportunidad de recuperar las redas colomales, que durante tan largo tiempo habían sostenido su enfermiza economía. Pero tuvo un se gundo resultado de importancia mucho mayor y más permancn te. La exclusión de la presión europea y de 1 .1 1 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 27 los ejércitos europeos del Nuevo Mundo significó que, durante un siglo, los Estados Unidos se libraron de la carga de mantener un gran ejército para defender sus fronteras. Las ligeras contribuciones y la considerable libertad individual, que los norteamericanos llegaron a apreciar tan altamente, no fueron del todo el resultado de sus liberales instituciones republicanas. Más bien, el desarrollo de esas instituciones dependió de la inexis tencia de vecinos fuertes y militantes, y de la seguridad que le otorgó su aislamiento político y geográfico. Amerika, du hast es besser, observó Goethe con su acos tumbrada visión, y predijo que llegaría el dfa en que las naciones del Nuevo Mundo emularían las realiza ciones del Viejo, y en que sus bajeles juntarían el co mercio de ambos océanos a través del abierto Istmo de Panamá. Habiendo asegurado su libertad, las repúblicas ame ricanas creyeron al principio que deseaban vivir para sí mismas. "En las guerras de las potencias europeas, por cuestiones que a ellas concernían, no hemos tomado parte alguna -declaró Monroe-, ni conviene a nues tra política el hacerlo." Pero la ruptura de los vínculos políticos no hizo desaparecer los ]azos cultmales y eco nómicos que ligaban .t las Américas con Europa. ·Hacia 181 S, los Estados Unidos habían llevado a cabo ya varias campafías contra las flotas piratas de Trípoli y Argel, en defensa de su comercio en el Mediterráneo; y diez años más tarde el Mediterráneo atrajo de nuevo la aten ción americana cuando los griegos se rebelaron contra sus amos turcos. La creación de sociedades filoheléni cas, desde Boston hasta Buenos Aires, nos indica que los americanos cultos habían leído su Heródoto con �anta asiduidad como sus primos europeos, y estaban igualmente dispuestos a identificar a los griegos moder n_os con los antiguos atenienses y a los turcos con los persas. La causa de la independencia griega conmovió 2� REACCióN Y PROGRESO' (1815-30)poderosamente a todos los hombres ele cultura clásica e impulsos liberales, combinación de sentimientos que habría de inquietar n los estadistas conservadores que se esforzaban por mantener a Europa en el ct1lto de la inmovilidad. · El primer impulso de Mettcrnich fue dejar que la rebelión griega se extinguiera por sí · misma "más allá del ámbito de la civilización". El sultán turco, Mah mud 11, no podía pedir nada nfejor, y dejó manos, li bres a sus comandantes en Morca para establecer la paz a como diera lugar. Pero la prolongada resistencia de los griegos se ganó la admiración de la cristiandad, y en l 827 Inglaterra, Rusia y Francia se unieron para arbi trar en la lucha que ya llevaba seis afios. Cuando los turccs -se negaron a negociar, las fuerzas navales de las tres potencias destruyeron una flota turcoegipcia en la Bahfa de Navarino, y en 1829 el tratado de Adria-. nópolis garantizó fa independencia de Grecia. La repú blica· que habían proclamado los griegos se transformó subsecucntemente en una· monarquía y un príncipe bá varo fue coronado en las ruinas de la Acrópolis con el título de Otto I, rey de los helenos. Las repúblicas, al parecer, todavía no estaban de moda. Pero se había perdonado una ·rebelióH, se había cambiado un gobierno mediante la víolencia y se'habfa creado un núevo Esta do nacional. Los liberales se llenaron de esperanzas por esta brecha abierta en los bastiones del con.servaduris mo, .y la rebelión griega se convirtió en el primer estre-, mecimiento de una erupción política general. Un año después de1 tratado de Adrianópolis, corrieron por tod,1 Europa los fuegos revolucionarios de 1830. La señal para e.sta nueva serie de insurreciones popu lares provino, muy adecuadamepte, de París. Luis XVIII habfa mantenido un satisfactorio equilibrio entre las fuerzas liberales y reaccionarias, sujetándose a una car ta constitucional, pero murió en 1824 dejando en el . REACCIÓN Y PROGRESO (18};.30) 29 trono a su int�ansigentc hermano Carlos X. En el pla zo de cinco años, Carlos cometió toda una serie de crasos errores, que nos recuerdan el aciago reinado �e. Jacobo II en Inglaterra. Qniso recompen�ar a In v1e¡a no bleza francesa a· expensas de-1a burg_u�ia en asce?so, �esafió a las Cámaras al designar a mm1stros reacc1onnnos y, por último, intentó un golpe ele Estado. imponiendo la censura de prensa, disolviendo la Cámara de Diputa dos y privando del derecho de voto a tres cumtas partes del electorado. Estns ordenanzas del 26 de julio ele 1830 fueron los t'1ltimos edictos oficiales de Carlos. Cuatro días más tarde, Parfs quedó en manos de una turba insmgerite, la bandera tricolor se izó en Notre- Dame y el rey tuvo que huir. · . "Caballeros, ensillad vuestros caballos, Francia se halla de nuevo en revolución", exclamó Nicolás I cuan do llegaron a San Pctersburgo hls noticias de los días de julio. Mettemich demostró menos resolución. Las noticias ele París lo hundieron en una inusitada depre sión, y. como Federico Guillermo 111 de Prusia se mos traba tan vacilante como siempre, el Protocolo de Trop pau fue letra muerta. Amenazas más apreminntes no tardaron ·en convertir a la intervetJCÍÓn conjunta de las potencias del Este en una arriesgada aventura, por ln menos, puesto que la revolución de julio provocó una reacción en cadena, que encendió rebeliones en Bél�i ca, Suiza, Italia, los diversos Estados alemanes y Polo nia. Los gobiernos austriaco, ruso y prusiano no podí_an permitirse avanzar por la Europa occidental, c.1'1nde le� liberales habían capturado y sostenido un terreno im portante en el fermento de 1830-32. Estos logros libe rales se estudiarán en el siguiente capítulo: su influen cia se extendió en el futuro. Pero en la Europa central y oriental el peso del pasado no pudo levantarse fácii inentc, y las rebeliones de 1830 tcrmín::irnn al106:1das en sangre y frustración. Todas las fuerzas principales, 30 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) políticas, militares, económicas y geográficas, prescri bían allí tal resultado negativ9. Después de 1830, Euro pa quedó dividida, más evidentemente que antes, en un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo de gobiernos parlamentarios occidentales y una liga de monarquías autoritarias orientales. La fuente principal del poderío liberal fue una poderosa burguesía; allí donde una clase media agresiva no pudo tomar las rien das del gobierno, el movimiento liberal se derrumbó. Era 1ógíco que Inglaterra y Francia fueran las pri meras potencias que se apartaran de l'a ciega rigide:i; del pr_ograma de la Restauración. lnglatetra abandqnó laaltanza europea en 1822, por la cuestión espa"ñola. Fran cia desafió a las monarquías conservadoras en 1830, con un cambio de dinastía. Ambas naciones eran económi camente progresistas; ambas se habían desprendido de las instituciones semifeudales, y de las anacrónicas dis tinciones sociales de siglos anteriores; ambas simpa tiza ban con vecinos menos avanzados, que buscaban la emancipación política y procararse gobiernos responsa bles. En la primera mitad del xrx, existió un profundo conflicto ideológico que dividió a la Europa liberal de la conservadora, un conflicto provocado e intensifica do por la irresistible expansión de las nuevas fuerzas económicas. Los pueblos de la Europa noroccidcnt�l. con los ingleses a la cabeza, habían desarrollado insti tuciones de gobierno representativo. Pero en la Europa central y oriental e] más viejo sistema de] despotismo monárquico luchaba todavía por mantenerse; y el em pleo del ingreso nacional, e] mando del ejército, la cen sura ele la prensa y las libertades individuales quedaban en manos de ministros que no eran responsables ante la nación, sino ante la corona. En los Estados reac©ie narios de Europa e] pueblo era todavía vasallo, mientras que en los Estmlos Hbcrales los súbditos se habían con vertído en ciudadanos. REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 31 Allí dond� el cetro había pasado de manQs de un �ona�ca absoluto a fas de un pueblo s�berano,, e� poderc¡ecutivo estaba encamado ep un gabinete mm1sterial, responsable ante una mayoría parlamentaria. Esta tran sición polítiqi fue el signo exteri'or y tangible de Lma revo1uci611 ecoJ)ómic.a y social. Significó que la estruc tura de clases, heredada de la Edad Media, la estrati fic_a7ión_ de la sociedad en castas, que ponía a ]os grupospnv1legiados de nobles y del clero en oposición a la vasta mayoría de desheredados estaba cediendo su Ju gar a otra estructura de clases, fundada en un sistema económico más dinámico. La economía capitalista ha bfa creado tres nuevas clases, una minoría capitalista, cuya fuerza y cuyas ganancias provenían primordial mente ,de las inversiones, �na ''clase media", quedepend1a· en parte de la propiedad y en parte del pago P?r los servicios, y una mayoría proletaria, cuyos indi viduos carecían casi por completo de recursos en forma de tierras y de ahorros, y vivían totalmente de sus sala rios. A medida que los más antiguos grupos privilegia dos, los nobles_ � el el;�º' fueron suplantados y despose!dos, el. domm10 politice pasó ·a poder de una nuevrianstocrac1a en ascenso . • la de los I capitalistas, que se aliaron con la alta burguesía para establecer una forma de gobierno que salvaguardaría su riqueza v su influcn ci�. La filosofía que se creó para justificar éste dcsplaza m1ento del poder ocultaba una contradicción implícita, y encerraba una negación de la justicia, que desacreditó la síntesis burguesa, puesto que el credo liberal predica ba )a igu?ldad de todos los ciudadanos ante la ley, pero el liberaltsmo, en la práctica, ocultó muv frecuentemen te, detrás de una fachada de reformas democráticas la concentración del superávit económico en manos' de una minoría cada vez más reducida. Para los críticos hostiles, 1a evolución del sistema capitalista no cm mu cho mejor que la sustitución de la servidumbre agraria 32 REACCIÓN Y PROGRESO(1815-30) P?r la servidumbre industrial, y afirmaron que el go bierno del nuevo régimen seguía siendo lo mismo que el del régim�n antiguo; "la a'onspirnción de los pocos contra los mnchos". . E1 clesarrollo de la economía capih1lista en Europa puede entenderse como las tres fases consecutivas ,de un mismo movimiento. El primer periodo, desde fines de la �dad �.Jcdia hasta los últimos a_f'ios. del siglo xvm,fue pnmord1almente unn era de capitalismo comercial. � ésta la siguió un intervalo aproximadamente de medio siglo, durnnte el cual el capitalismo industrial desem peM un valioso papel, y _m�<;h?s _empresarios destacadosaumentaron su mfluencrn m�irtiendo su exceso de ri queza en las industrias recientemente mecanizadas y en l�s. transportes a vapor. Después de 1850, el important�s1111? papel desempeñado por los bancos y las agencias fmac1e�as, que ª. �ravés de los préstamos y l¡t emisión de acciones participaron en el control de los negocios inic,ió la fase del c�pitalismo financiero, que duró hast;el siglo xx. Es obvio que no se pueden dar fechas exac tas para señalar el momento preciso de la transición d�s�e u�a fase hasta la siguiente, pero es conveniente d1strngu1r las· formas que Ja. empresa capitalista cobré en estos periodos sucesivos. Los años n:anscurridos desde 1815 hasta 1830 que �lan comprendidos dentro del periodo del capitalismo �ndust�ial. A medida qt�e se ·multiplicaron las nueva� invenciones y que la aplicación de la energía mecánica �evolucion6_1a industria de los b_ilados y tejidos, los duenos de Hbncas, que no eran miopes, hicieron fortunas y h:i� ciudades crecieron como hongos -alrededor de la; fábnc�s. �l aprovec�rnr esta dornda oportunidad, los empresarios. m&leses disfrutaron de ventajas que los situaron medio siglo adelante de sus competidores continen tn,lcs_. El comercio el� exportación de Inglaterra se habíatnpl1cado en el periodo revolucionario (1789-1815), y REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 33 las ganancias se concentraron en las manos de los hom bres que tuvieron la visión y la iniciativa suficientes para flotar sobre las olas del futuro. El hierro y el car bón de una civilización industrial se encontraban en Inglaterra en los lugares convenientes. Las Leyes de Cercamientos ( más de .un millón de hectáreas se cerca ron entre 1802 y 1844) ·crearon propiedades agrícolas más grandes y eficaces, pero arrojaron a miles de apar ceros y pequef'i'os terratenientes a las ciudades en busca de trabajo, y de esta manera proporcionaron �na abun dante mano de obra barata. Los mecánicos ingleses -i�ua1aban y probablemente sobrepasaban a los del con tinC?te, y existía capital inglés para financiar las nuevasfábncas. Además, Inglaterra tenía materias primas y dominaba los. mercados y las rutas de transporte. Unaarmada _dommante, un extenso imperio colonial y ?ºª ·manna mercante más grande que todas las demás 1untas, aseguraron 1a llegada constante de suminis tros y 1� fácil �portación de los productos industrialesa los. _che�tes distantes. Por último, para rematar estacombmación excepcional de jefatura colonial comercial irldtistrlal, marf�a. y naval, In_glaterra pasó a desem:pefiar el papel pnnc1pal en las finanzas internacionales y Londres sustituyó a Amsterdam corno centro bancari� de Europa. Hacia 1815, el Banco de Inglaterra era el más grande centro de depósito del mundo, y cuando reaoudó l�s pagos en especie, en 1819, sus billetes fue ron el úmco papel moneda negociable que circuló por toda Europa a su valor nominal en oro. El lidera�� económico inglés, después de 1815, aumentó las d1f1cultades con que se enfrentaron los de más grupos de _hombres de negocios europeos. Franciapodría haber sido �n emprendedor Y. temible rival en los mercados mundiales. Pero el comercio francés ha bía _q�edado paralizado por los largos años del bloqueomarítimo, y no recuperó hasta 1825 el volumen de co- H REACCION Y PROGRESO (1815-30) mcrcio exterior que había tenido en 1789. La industria francesa que estuvo en libertad de explotar. los merca dos eur;peos mientras duró el poderío de Napoleón, pa deció un violento retroceso al caer el emperador, y no podía competir favorablemente con la corriente �e rna nufacturns inglesns que se lanzó sobre el conbnente cunndo la pnz abrió nucv;imente sus puertas al comer cio. El capital frnncés era tímido, los fundidores fran ceses usalnin todavía mndcra, aunque tenían carbón, y los industriales frnnccscs se contentaban con los clientes locales, cuando sólo los mercados nacionales podían justificar las instnlaciones y la inversión que requería la producción en gran e�cala. La revolució 1 n había l�rn pindo c1 terreno, cmnnc1pado a la bt!rguesia, y ab�hdo los aranceles internos v bs obstrncc1oncs burocráticas. Sin embargo, Francia. �m país de más de 500 000 kiló metros cunclrndos y 30 000 000 de habitantes ( dos veces la st1pcrficic y la población de Inglaterra), no podía hacer frente a la competencia de los tejidos ingleses o del trigo ruso. Los agricultores y los industriales· fran ceses 11idieron mayor protección para conserv�r sus mercados locales, y luego ni siquiera pudieron satisfa cer estas limitadas demandas. La carencia de capital demoró indudablemente el surgimiento de b industria en nr,ln escalo en Frnncin. Pero un gobierno m;Ís avi sad; e interesado en París podría h¡ibcr estimulado a los inversionistas, limitando sus respons:ihilidadcs y sua vi?.anclo !:is leyes de bancarrota, o pudo haber propor cionndo préstílmos o subsidios para equipar fundiciones m;'1s cficnccs y fábricas mnyores. En Bélgica, donde cstaclistils ele m,ís ;implia visi611 dirigieron el programa económico, la mecanización de la industria hizo progre sos m:ís nípidos, especialmente después de que los bel r.:,1s �e rchcbiron contrn s11 forzaclu unión con los holan tlcscs en 18',0. l\fienlras los frnnccses seguían en estado de ,1p:1lh1, ílélgica se puso a la cnhcza de toda Europa REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) ·35 en materia de construcción de ferrocarriles, y las pri meras líneas fueron empresas estatales, inteligentemente planeadas para estimular el comercio y fomentar la in dustria. Al este del Rin, las industrias embrionarias crea das por la era del vapor se enfrentaron al obstáculo del separatismo político, pnesto que lns Alemanias se ha llaban todavía divididas en cerca de 38 fragmentos y no podía existir un mercado nacional mientr¡is perdu rara este fraccionamiento. Las ventajas que reportnría la adopción de una moneda uniforme, una política aran celaria uniforme, un sistema unifom1e de leyes comer ciales y de pesas y medidas, predispuso a los hombres de negocios alemanes en favor de la consolidación po lítica. Cuando el arreglo reaccionario de 1815 posp11so indefinidamente esta esperanza, el gobierno prusiano se lanzó a ampliar los fundamentos económicos parn la nacionalidad, a pesar de la oposición de Viena y d� algunos Estados alemanes del sur. En 1818, todos los artículos industriales que entraran en cualquiera de los dispersos dominios de los Hohenzollern, quedaron sujetos a un -moderado impuesto de 10 % ad valorem, en tanto que una pesada contribución por concepto de tránsito se impuso a las mercancías que p:1st1ban a tra vés de las zonas controladas por los prusianos. Esta presión económica persunclió a los gobiernos de varios Estados alemanes vecinos de que les convenía ingresar en la unión aduanera. En el plazo de una generación, el Zollverein abarcó la mayor parte de] norte de Ale mania, y convirtió la zona en un mercado libre ink rior en el que prevalecía la uniformidad fiscal. Todos los productos que entraban en esta zona quedaban sujetos al arancel común, y los ingresos recaudados por este concepto se distribuían entre los Estados miembros del ZoZlverein, proporcion�ilmcntc a su poblnción. Fuera de los países mencionados -Inglaterra, Fran- 36 REACCióN Y PROGRESO (1815-30) cía, Bélgica y las Alemanias- la transformación indus trialhabía dejado pocas huellas en el panorama europeo hacia 1830. Los transportes y las comunicaciones eran todavía lentos y costosos, limitados por la capacidad de la diligencia, de la barcaza fluvial y del buque de vela. Cuatro quintas partes de- Ja población europea vivía semiaislada en un medio rural.. Las ciudades ha bían rebasado sus antigµas murallas, pero no se habían desprendido de su belleza arcaica, semimedieval. · La panorámica de las ciudades estaba todavía dominada por )as torres de )as iglesias, visibles a leguas de distan cia, en un cielo claro, "brillantes y resplandecientes en. el aire sin humo". Inclusive en Inglaterra, donde el industrialismo había hecho los mayores avances, el pa lio del humo de las fábricas no había tendido todavía su oscuro dosel, y la urbanización de la sociedad, que había de convertir a cuatro de cada cinco ingleses en habitantes de ciudad en el plazo de un siglo, aguardaba todavía el futuro. EJ examen de su literatura y de su arte nos mues tra cuán poco influyeron en e) pensamiento y en la cul- , tura de la época las nacientes energías de la era in dustrial. Los poetas y los filósofos que influyeron más poderosamente en el pensamiento europeo, después de 1815, criticaban como siempre a la sociedad de la épo ca, pero cuando se ponían a proyectar un mundo mejor profetizaban la forma de las cosas por venir casi exclu sivamente en función de sus propias preconcepciones literarias. Pocos pensadores manifestaron un auténtico interés, o una comprensión honda de las tendencias económicas de los tiempos, de las nuevas fuerzas que estaban cambiando la cultura europea, predominante n:ien te agraria desde sus inmemoriales orígenes, bast1 convertirla en una civilización industrial sin precedente en la historia del mundo. Las principales corrientes intelectuales de la era de REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 37 la Restauración estuvieron enturbiadas por pedantes giros y una desilusi?n ampli�m�nte difundida fue el espíritu que prevaleció. Trans1tona�ente, pare?ía como si todas las resplandecientes generalidades del siglo xvm se hubiesen ernpafiado. La bósqucda _racionalista de unproyecto de sociedad perfecta y ¡ealizable había abor tado. Los sofiadores revolucionarios, que .habían concebido un paraíso lógico para una humanidad rege�c rada, habían caído en descrédito. Cuando la espléndida visión se disolvió en la luz de todos los d{as, W ords worth compuso una endecha nostálgica a la brillante y engafiadora alba de 1789. In which the meagre, stale, forbidding ways Of custom, law, and statute �ook at once The attractíon of a country m romance. fEn que las estériles, rancias, aborrecibles formas/ De la costumbre, la ley y el estatuto cobraron de gol pe/El atractivo de un país de fábula.] Como a la mayoría de los hombres de su generación, la experiencia ha�ía serepado a Wordsworth, y ac�p tó el arreglo de la Restau�aci6� como una �an�acción necesaria, un sensato matnmomo de convemenc1a con traído sobre la tumba de un suefio. Shcllcy podía to davía insistir, con inspirado desafío, en que los poetas eran "los legisladores no reconocidos del mundo", pero hacia 1815 eran legisladores sin mandato. Los pue blos de Europa tenían que a¡r�nder de nuevo a d�po sitar su confianza en los pnncipes y en los prosaicos administradores que los príncipes nombraban. En las cortes de la Restauración, los reformadores que se acerca ban con el proyecto de una Utopía no encontraron me cenas. "A la clase de los sofiadores --dijo Metternich con pomposa superfluidad- nunca he pertenecido". Una incurable desconfianza de los periodistas, y en 38 REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) cspcc:i�il de los autores que tcnian ideas atrevidas, in fectó los círculos oficiales de la sociedad de la Restau racjón, Los monarcas ya no honraban a ]os caba11eros de la pluma que atacaban los abusos sociales, como Fe derico el Grande y Catalina de Rusia habían honrado en otro tiempo a Voltaire y a Diderot. y Por el con trn rio, después de 1815, los críticos atrevidos del Estado y de la Iglesia se crearon dificultades con los censo res y con la policía secreta, y a los profesores liberales. se les echó de sus cá te<lras eu las universidades. Inclusive en Inglaterra, el "pánico de la Revoluci6n francesa" inspiró las Seis Leyes de 1819, que restringían las reu niones públicas, autorizaban el decomiso de artículos sediciosos o blasfemos y sujetaron los panfletos a un gravoso impuesto del timbre: Estos intentos de caUar la prensa y dominar las críticas produjeron pocos efec tos apreciables, pero intensificaron sin duda el estado de ánimo febril y frustrado de muchos intelectuales europeos en este invierno de su descontento. El espíritu del romanticismo, que ya había vivifica do a la literatura y el arte europeos en el último cuar to del siglo xvm, alcanzó su apoge0 en las décadas inme diatai:uente po�terior�s. a 1815. Ningún .freno impuesto a la msurge11c1a pohtrca podía detener la rebelión ro mán ben¡ por el contrario, parecía como si las almas fo gosas, a las que se había privado ele la oportunidad de realizar sus sueños, se aplicuran con mayor intensidad a soñar sus acciones . El romanticismo era un manto de mt'.tl�iplcs c�l?res, no casa�a c?n el unifor.me ele ningún p:,irtido polib.co; pero sahsfac1a las necesidades de una generación a la que el golpe tremendo de prodigiosos a con tecimicn tos ba bía sacado de sus verdades conven cionn lcs. Los grandes esfuerzos cokcth·os, como la Revolución francesa, dejan un vncío a su paso. La im,i ginación europea, hastiada de las realidades c0.::t;::m poráneas, buscó un escape en las novelas históricas REACCIÓN Y PROGRESO (1815-30) 39 idealizadas de \1/alter Scott. en los dr:tmas de Schilkr, en la lírica, las baladas y los romances .de autores perseguidos por sus fantasías, desde Colendg� hasta Manzoni, y desde Herder hasta Heine, que vieron. una luz que nunca se posó so�re. el J'mu º, sO�)[e la tierra. Sesuele decir que e1 mov1m1ento rómanhc� fu� una re?�lión contra las estériles vefdades de la ciencia y la ng 1- dez de las fórmulas clásicas, y hay algo de verdad en esto, por cuanto el romanticismo .1'.a?ló la lengua delcorazón y repudió �as ��rm�s artifmalcs �n , f�vor deun "arte impremeditado . Sm embargo, h1storic�m�nte es más importante sefialar que, aunque lns asp1rnc10- n�s de los autores románticos trillnforon a menudo sobre la lógica y la razón, también es cierto que n_o triunfaron sobre mucho más. Los héroes de la tragedw romántica como sus creadores poéticos, busc:.iron un"1 vida más �11á de la vida y un amor más allá del amor, y se encontraron condenados a un desti.�o com.ún: lafrustración. Cuando toda una genernc10n a�nga en su corazón a tales héroes frustrados, el histonado� se ve obligado a buscar la e�p_licación r:1 no en los fines estéticos sino en las cond1ct0nes sociales. Geo;g Brandes, el critico lit�rnri_� danés, reh1cion�este espíritu de derrota y de abchcac1011 con los efecto� de la Revolución francesa, dando a entender que \.1 desaparición de las barreras s�ciaks hab!a dejado a los jóvenes ambiciosos e impres10nabks sin t:n2 excusa conveniente para explicar el frncnso en su bnsqucda ele la fama. A modo de vc.ngnnza, cncontrnron un desde ñoso solaz en la repudiación del mu11<lo que no lo� sabía apreciar y al que no habí,111 podido conc¡uist11 .. Esta explicación es seductora, pcr� .,;o ahonda lo st_t!tciente . La generación que sobrevino a 1J RcYolnc1�nfrancesa había sido testigo de un supremo (lS.tlto dcl espíritu humano, que se lrnbí.a estrella.do contn.i los lx1stiones de la desigunl<lad social. Hacia 1815, toch1s bs G Bruun000 G Bruun001 G Bruun002 G Bruun003 G Bruun004 G Bruun005 G Bruun006 G Bruun007 G Bruun008 G Bruun009G Bruun010 G Bruun011 G Bruun012 G Bruun013 G Bruun014 G Bruun015 G Bruun016 G Bruun017 G Bruun018 G Bruun019 G Bruun020 G Bruun021 G Bruun022 G Bruun023 G Bruun024 G Bruun025 G Bruun026 G Bruun027 G Bruun028 G Bruun029 G Bruun030 G Bruun031 G Bruun032 G Bruun033 G Bruun034 G Bruun035 G Bruun036 G Bruun037 G Bruun038 G Bruun039 G Bruun040 G Bruun041 G Bruun042 G Bruun043 G Bruun044 G Bruun045 G Bruun046 G Bruun047 G Bruun048 G Bruun049 G Bruun050 G Bruun051 G Bruun052 G Bruun053 G Bruun054 G Bruun055 G Bruun056 G Bruun057 G Bruun058 G Bruun059 G Bruun060 G Bruun061 G Bruun062 G Bruun063 G Bruun064 G Bruun065 G Bruun066 G Bruun067 G Bruun068 G Bruun069 G Bruun070 G Bruun071 G Bruun072 G Bruun073 G Bruun074 G Bruun075 G Bruun076 G Bruun077 G Bruun078 G Bruun079 G Bruun080 G Bruun081 G Bruun082 G Bruun083 G Bruun084 G Bruun085 G Bruun086 G Bruun087 G Bruun088 G Bruun089 G Bruun090 G Bruun091 G Bruun092 G Bruun093 G Bruun094 G Bruun095 G Bruun096 G Bruun097 G Bruun098 G Bruun099 G Bruun100 G Bruun101 G Bruun102 G Bruun103 G Bruun104 G Bruun105 G Bruun106 G Bruun107 G Bruun108 G Bruun109 G Bruun110 G Bruun111 G Bruun112 G Bruun113 G Bruun114 G Bruun115
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