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Reporte de lectura El principe

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Reporte de lectura.- El príncipe
MAQUIAVELO, Nicolás (1532), “El príncipe” (2da. Edición, octubre 2015) Editores Mexicanos Unidos. S. A.
 “Mi propósito es presentar las cosas como son en realidad y no como las cree el vulgo.” 
 Nicolás Maquiavelo
El libro de El Príncipe es dedicado a Lorenzo de Médici o Lorenzo el magnífico, quien fue príncipe de Florencia aproximadamente en 1470, Maquiavelo le otorga como regalo su vasto conocimiento de las acciones de los hombres con el fin de que llegue a la grandeza.
La obra consta de 26 capítulos en los cuales se va a analizando de manera práctica y crítica cómo es que se debe gobernar haciendo énfasis en todos las características y elementos de los principados, así como todas sus variantes. Maquiavelo hace uso de datos históricos como argumento para todas sus posturas al mismo tiempo que juzga de manera objetiva cómo es que se debe reaccionar ante diversas situaciones.
A continuación me daré a la tarea de analizar el libro de El Príncipe de manera detallada y por capítulos siendo esta la única forma que considero eficaz para explicar cada uno de los temas contenidos omitiendo por supuesto las referencias históricas que considero innecesarias.
I.- De las distintas clases de principados y de la forma en que se adquieren.
En este breve capítulo se habla de que todos los Estados que ejercen soberanía sobre los hombres son repúblicas o principados, de los últimos existen dos tipos; principados heredados o nuevos. De ambos pueden ser adquirir dominios por las armas propias o ajenas, por la fortuna o por la virtud.
II.- De los principados hereditarios.
Menciona el autor que es más fácil conservar un Estado hereditario, que uno nuevo ya que el pueblo está acostumbrado a ser gobernado por alguna dinastía. En cambio cuando se presenta un nuevo príncipe corre el riesgo de cometer faltas al pueblo ya que no es conocido por éste y a su vez el príncipe “legitimo” podría reconquistar su Estado porque el pueblo ve natural ser gobernado por él y no le tomaría trabajo alguno.
III.- De los principados mixtos.
Los principados mixtos son aquellos que no son enteramente nuevos y poseen un miembro añadido a un principado antiguo ya poseído.
Estos principados tienen las mismas dificultades para su conservación que los principados nuevos. Algunas de las situaciones que menciona el autor que se deben evitar son, conquistar territorios rebelados, conquistar principados con costumbres e idioma diferentes, ocupación militar, la entrada a extranjeros poderosos y darle poder a la iglesia.
Para lograr conservar los principados mixtos propone, en el caso de los que no están acostumbrados a vivir libres es eliminar a la dinastía del príncipe y el pueblo olvidará su gobierno en tanto que se respeten sus costumbres y privilegios. Cuando se adquieren principados con idioma y costumbres diferentes, lo ideal para conservarlos es residir en ellos debido a que si surge algún conflicto se puede solucionar en cuanto inicie. Así mismo recomienda la conquista de colonias porque el pueblo es más fiel y menos peligroso debido a que son pobres y están aislados. Por último aconseja no ayudar a otro a hacerse poderoso ya que podía causar su propia ruina.
IV.- Por qué el reino de Darío, ocupado por Alejandro, no se sublevó contra los sucesores de éste, después de su muerte.
Aquí se hace una comparación entre un principado en el que se gobierne con ayuda de ministros, los cuales son elegidos de entre sus siervos y otro que es asistido por nobles, quienes le deben su puesto a la antigüedad de su linaje. Este último lo considera peligroso puesto que los nobles tienen súbditos propios que les tienen natural afecto y pueden provocar rebeliones, en cambio cuando se tiene ministros estos reconocen al príncipe como único soberano.
V.- Cómo hay que gobernar las ciudades o principados que, antes de ser ocupados, se regían por sus propias leyes.
Presenta tres formas de conservar estos Estados; destruirlo, radicarse en él y dejarlo regir por sus propias leyes obligándolo a pagar un tributo y estableciendo un gobierno encargado únicamente de velar la conquista, en este se asegura su conservación al hacerla gobernar por sus ciudadanos. 
Si no se aplica alguna de estas tres formas, el príncipe será aplastado por la cuidad con rebeliones en nombre de la libertad. 
En el caso de las repúblicas sólo hay dos formas de conservarlas, destruirlas o radicarse en ellas.
VI.- De los principados nuevos que se adquieren con las armas propias y el talento personal.
Los principados nuevos son más o menos difíciles de conservar según sea la habilidad del príncipe que los adquiere. Si un hombre se convierte en príncipe de la nada, presupone algún talento o suerte que lo haya llevado a serlo, por ello se ve obligado a residir en el territorio adquirido. Los hombres que han llegado a ser príncipes por sus virtudes lo han logrado debido a que supieron aprovechas las oportunidades que se les presentaron al valerse de sus méritos. 
En cambio los hombres que se convierten en príncipes por medio de las armas y los conservan sin sobresaltos, tienen dificultades por parte de las leyes y costumbres que se ven obligados a implantar. Al implantar nuevas leyes se transforma en enemigo a los que se beneficiaban con las vejas leyes y no se logra amistad con los que se beneficiarán con las nuevas, por lo que se corre el riesgo de que surjan rebeliones.
VII.- De los principados nuevos que se adquieren con armas y fortuna de otros.
Se habla brevemente de los principados que son obtenidos como regalo o son comprados, estos no son conservados puesto que es necesaria la voluntad y fortuna de quienes provienen. También se habla de los estados que son formados repentinamente y no se sostienen pues no tienen raíces ni pueden ser consolidados.
El que haya obtenido un Estado con armas y apoyo ajeno debe ser un hombre hábil y prudente para poder arraigarlo y así sentar las bases para asegurar su grandeza.
VIII.- De los que llegaron al principado mediante crímenes.
Se hace referencia a todos aquellos que ascienden al principado por medio de perversidades y delitos, algunos adquieren la soberanía por sus grados militares que se ganaron a costa de muchos sacrificios y peligros, otros matando a los ciudadanos, traicionando amigos. Ellos nunca alcanzarán la gloria a fuerza de sus crueldades y maldades. 
IX.- Del principado civil.
Es aquel que se conquista por ayuda o petición del pueblo o los nobles, el cual surge del choque entre los que no quieren ser oprimidos y los opresores. Cuando los nobles no pueden hacerle frente al pueblo concentran todo su poder en uno de ellos y lo vuelven príncipe para que este los beneficie. En cambio cuando el pueblo no puede hacerle frente a la autoridad de los nobles ceden su autoridad a uno de ellos para que los defienda. En el primero de los casos es más difícil mantener al príncipe en el poder porque los nobles que lo llevaron al poder se consideran sus iguales y no obedecen sus órdenes, al mismo tiempo un príncipe jamás podrá dominar al pueblo cuando lo tenga por enemigo y podría ser abandonado por éste, en cambio si se tiene por enemigo a los nobles se podrían no sólo abandonarlo sino también rebelarse en su contra. Necesariamente el príncipe tiene que vivir con el pueblo que gobierna, debe además escoger bien a los grandes que estarán a su lado, debe honrar y amar a los que estén a su lado en todo momento y son de buen criterio, mientras que se debe cuidar de los que piensan más en sí mismos porque esperan la adversidad para destruirlo.
X.- Cómo deben medirse las fuerzas de todos los principados.
En este capítulo se analiza la capacidad del príncipe de valerse por sí mismo, considerando a los que o por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quienquiera que se atreva a atacarlos les da consejosa lo largo del libro. En cambio, a los que no pueden presentar batalla al enemigo en campo abierto y se ven obligados a refugiarse entre sus muros, les aconseja que abastezcan su ciudad y refuercen sus muros. También menciona que un príncipe que gobierne una ciudad fuerte y al que el pueblo no odie, no puede ser atacado, pero en dado caso de que fuese atacado no duraría mucho puesto que el pueblo no olvidaría a su príncipe y podrían rebelarse.
XI.- De los principados eclesiásticos.
Menciona que éstos pueden ser adquiridos con dificultad por valor o por suerte, sin embargo no es necesaria ninguna de las anteriores para defenderlos debido a que se apoyan en las instituciones religiosas, estos príncipes son los únicos que tienen Estados y no los defienden ni tampoco les son arrebatados de manera que son principados seguros y felices. Esto se debe a que están regidos por leyes superiores, inspiradas por el Señor.
XII.- De las distintas clases de milicias y de los soldados mercenarios.
Aquí se explican las distintas formas de ataque y defensa que pueden ser necesarias en los diferentes Estados. Aconseja que se deben tener tropas propias y que las mercenarias y auxiliares son peligrosas e inútiles puesto que son ambiciosos, desleales, no tienen disciplina y no son motivados más que por el dinero. El príncipe debe dirigir a sus tropas ya que sólo los príncipes y repúblicas armadas pueden hacer grandes progresos. 
XIII.- De los soldados auxiliares, mixtos y propios.
Este tipo de tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, en cambio para quién solicita de sus servicios, puesto que si se gana con ellos, se corre el riesgo de convertirse en su prisionero. Aconseja que estas tropas auxiliares son más peligrosas que las mercenarias porque obedecen ciegamente a sus amos. Maquiavelo señala que “en las tropas mercenarias hay que temer sobre todo las derrotas; en las auxiliares, los triunfos”. Concluye que sin milicias propias no hay principado seguro, entendiéndose que éstas son compuestas por súbditos o ciudadanos servidores del príncipe.
XIV.- De los deberes de un príncipe para con la milicia.
Aquí se habla de cuáles deben ser las actitudes y posiciones que el príncipe debe ejercer sobre sus tropas, a fin de ejercer realmente como el comandante en jefe de ellas, procurando su fidelidad y respeto, pues son ellas las que garantizarán mantener el poder. Además habla de que un buen príncipe debe entender sobre asuntos militares valiéndose del estudio de la historia para ser estimado por sus hombres y así mismo que se establezca una mutua confianza.
XV.- De aquellas cosas por las cuales los hombres, especialmente los príncipes, son alabados o censurados.
En este capítulo Maquiavelo da indicaciones acerca de cómo debe comportarse un príncipe, primero hace énfasis en que el príncipe debe aprender a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo a la necesidad. Un príncipe no puede poseer todas las virtudes de un ser humano, puesto que lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parce vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad.
XVI.- De la prodigalidad y la avaricia.
Maquiavelo expone los pros y los contras de dar a conocer la virtud de la liberalidad ante su pueblo, de forma exagerada, por lo que considera que se debe ser moderado o prudente en cuanto a ejercer esta virtud, para así evitar el odio y repudio de sus gobernados. Un príncipe debe reparar poco con tal de que ello le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y no mostrarse tacaño.
XVII.- De la crueldad y la clemencia; y si es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado.
El autor afirma que, todo príncipe debe ser tenido como un hombre compasivo, y no cruel. Considera que el príncipe debe ser amado y temido, mas nunca odiado, y antes de ser amado lo más importante es ser temido; en este sentido, debe cuidar que el temor no lleve al odio de su pueblo.
XVIII.- De qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas.
Comienza por decir que el príncipe que cumple con la palabra dada es digno, pero luego aclara que la experiencia ha demostrado que estos no han sido fieles su palabra y que han recurrido a la astucia para engañar a sus gobernados, y así lograr sus fines.
“Digamos que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra con la fuerza.”
Considera que, primero hay que recurrir a las leyes pero hay oportunidades en que hay que aplicar la fuerza, dependiendo de las situaciones, y si dichas circunstancias lo favorecen o lo perjudican.
XIX.- Cómo se debe evitar el odio y el descontento.
Se hace mención de las cosas que hacen odioso a un príncipe como el apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, porque la mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos. Hace despreciable el ser considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime e irresoluto. Contrario a lo anteriormente planteado, el príncipe debe tener mucha astucia, y preservarse como un hombre con grandeza y fortaleza.
El príncipe debe temer dos cosas: en el interior, que le subleven los súbditos, en el exterior a los extranjeros. Debe pues mantener en todos los medios satisfecho al pueblo.
XX.- Si las fortalezas y muchas otras cosas que los príncipes hacen con frecuencia son útiles o no.
Señala las acciones que emprende el príncipe para mantener seguros sus Estados, como lo son: el desarme de sus súbditos, la división de las tierras, entre otras; acciones que él critica enérgicamente. Al mismo tiempo, el autor afirma que, la mejor fortaleza es no ser odiado por el pueblo, porque por muchas fortalezas que tengas, si el pueblo lo odia, no se salvará.
“Elogiaré tanto a quien construya fortalezas como a quien no las construya, pero censuraré a todo el que, confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el pueblo.”
XXI.- Cómo debe comportarse un príncipe para ser estimado.
El príncipe debe ingeniarse por parecer grande e ilustre en cada uno de sus actos, debe ser capaz de ser amigo o enemigo franco, es decir, que sabe declararse abiertamente en favor de uno o en contra de otro. Nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a terceros, sólo cuando las circunstancias lo obligan. Se mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes, dará seguridad a los ciudadanos para que puedan dedicarse tranquilamente a sus profesiones, debe conseguir que el pueblo tenga una sensación de seguridad con respecto a él; dede darle a conocer a sus gobernados el reconocimiento de sus talentos y honrarlos, entre otras cosas.
XXII.- De los secretarios del príncipe.
Es de gran importancia para el príncipe el escoger a sus ministros, sean buenos o malos va a depender de la prudencia del príncipe. Principalmente, considera que los ministros deben ser leales y sus acciones deben ir dirigidas al bienestar de su señor, todo esto fortalecerá la imagen del principado y su consolidación. Nunca se debe confiar en un ministro que piensa más en sí mismo. El príncipe para mantener constante la fidelidad de sus ministros debe honrarlos, enriquecerlos y colmarlos de cargos de modo que se logre una dependencia entre ambos para crear confianza.
XXIII.- Cómo huir de los aduladores.
Considera importante hablar de este tema debido a que abundan en todas las cortes. Para evitar la adulación se debe hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad. Un príncipe prudente debe preferir rodearse de los hombres de buen juicio de su Estado, para lograrlo debe escuchar sus opiniones y analizarlas con detenimiento.
Un príncipe debe preguntar a menudo, escuchar con paciencia la verdad acerca de las cosas sobre las cuales ha sido interrogado y ofenderse cuando se entera de que alguien no la ha dicho por temor. 
XXIV.- Por qué los príncipes de Italia perdieron sus Estados.
Se hace un recuento histórico de las causas que han llevado a los monarcas italianos a perder sucesivamente el poder, analiza la virtud y a la fortuna, con el objeto de demostrar que la virtud y la audacia tienen un lugarmuy importante en el desarrollo y conclusión de la lucha política.
XXV.- Del poder que tiene la fortuna en los asuntos humanos y cómo enfrentarlos.
Maquiavelo dice que la fortuna se manifiesta con todo su poder donde no hay virtud preparada para resistirla y dirige sus ímpetus donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla, también señala que la fortuna sólo debe ser encargada de menos de la mitad de nuestras acciones y de lo demás se debe encargar nuestro libre albedrío. 
El príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece en cuanto ella cambia, es feliz el que concilia su manera de actuar dependiendo de las circunstancias que se le presenten y del mismo modo es desdichado el que no logra armonizar una cosa con la otra. Concluye que si las circunstancias y los acontecimientos se presentan de tal modo que el príncipe que es cauto y paciente se ve favorecido, su gobierno será bueno y él será feliz, más si cambian está perdido, porque no cambia al mismo tiempo que su proceder. el hombre cauto fracasa cada vez que es preciso ser impetuoso. Considera que es preferible ser impetuoso y no cauto.
XXVI.- Exhortación a liberar a Italia de los bárbaros.
En este último capítulo, después de haber abordado todos los temas relacionados a los principados se propone exhortar a los líderes italianos a continuar la lucha por regresar al poder, librando la patria de los bárbaros y extranjeros, retornando éste a manos legítimas italianas.
En conclusión el libro de El Príncipe manifiesta una separación entre la moral y la política ya que no sólo analiza las formas de principados y características sino que hace una introspección del comportamiento humano y juzga a los hombres como malos por naturaleza y así se deslinda de la moral dando consejos que aunque sean perjudiciales son válidos en tanto el príncipe triunfe. Nos da una visión cruda y técnica de cómo, según su criterio debe comportarse un gobernante para controlar a su pueblo valiéndose de estrategias que el príncipe debe emplear tanto en su vida pública como privada. 
En mi opinión este libro tiene no sólo valor político, sino también antropológico, filosófico e histórico debido a que aunque su objetivo es guiar a un gobernante en materia política se apoya de los hechos históricos analizando su lado humano lo que enriquece el contenido. Considero que se debe leer de manera objetiva para tener una noción clara de que el pensamiento del autor no es malo en sí mismo, él lo que pretende es dar a conocer cómo sin importar las consecuencias se puede llegar al poder, lo cual era muy relevante para las circunstancias que se estaban viviendo en su tiempo.