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DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS: Visiones de Reflexión EDITADO POR Edgar Serna M. DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS: Visiones de Reflexión EDITADO POR Edgar Serna M. © INSTITUTO ANTIOQUEÑO DE INVESTIGACIÓN, IAI MEDELLÍN, ANTIOQUIA Copyright © 2011 Instituto Antioqueño de Investigación IAITM Except where otherwise noted, content in this publication is licensed under the Creative Commons Attribution, NonCommercial, ShareAlike 3.0 Unported License, available at http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0 Primera edición, Noviembre de 2011 ISBN 978-958-44-9438-2 Instituto Antioqueño de Investigación IAI is trademarks of the Organización eserna.com. All other trademarks are property of their respective owners. The information, findings, views, and opinions contained in this publication are those of the authors and do not necessarily reflect the views of Instituto Antioqueño de Investigación. IAI does not guarantee the accuracy of any information provided herein. Instituto Antioqueño de Investigación www.eserna.com/iai.html Medellín – Antioquia http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/ http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/ http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0 http://www.eserna.com/ http://www.eserna.com/iai.html iv | P á g . CONTENIDO vi PRÓLOGO 9 VISIÓN UNO PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA: ESTADO ACTUAL 13 VISIÓN DOS PODER FORMAR 21 VISIÓN TRES FORMACIÓN DE MAESTROS: RETOS 29 VISIÓN CUATRO MAESTROS DEL SIGLO XXI: COMPETENCIAS PROFESIONALES 39 VISIÓN CINCO CONDICIONANTES DE LA EVALUACIÓN 45 VISIÓN SEIS FORMAR: POR QUÉ Y PARA QUÉ 53 VISIÓN SIETE FORMACIÓN: CONCEPTO DE CALIDAD 59 VISIÓN OCHO TIEMPOS DE CAMBIO Y UNIVERSIDAD 65 VISIÓN NUEVE NIVELES DE APRENDIZAJE Y COMPETENCIAS 69 VISIÓN DIEZ COMPETENCIAS CURRICULARES Y DESARROLLO PROFESIONAL 81 VISIÓN ONCE FORMACIÓN E INVESTIGACIÓN 93 VISIÓN DOCE DESARROLLO DE COMPETENCIAS MÁS ALLÁ DE LA FORMACIÓN 99 CONCLUSIONES 104 REFERENCIAS v | P á g . Hypatia of Alexandria Ὑπατία (b. ca. AD 350–370, d. March 415) vi | P á g . PRÓLOGO La formación de maestros ha sido en todas las épocas de la formación institucionalizada una actividad con problemas específicos, distintos a los de cualquier otra profesión. Baste con recordar el hecho de que los maestros van a trabajar en la escuela misma, es decir, desarrollarán su oficio prácticamente en el mismo lugar en el cual se han formado: la escuela. El triunfo del liberalismo contenido en las ideas de la revolución francesa generó, entre otras cosas, la aparición de las profesiones liberales. El profesional podía establecer actos de comercio con su saber, ya no dependería de mecenas, del favor de algún noble o del favor de alguna institución. En el caso de los maestros no fue del todo así, pues la masificación de los procesos formativos obligó a los estados nacionales a establecer escuelas para toda la población. Los maestros tuvieron en la escuela el lugar natural de su ejercicio profesional; además, por las nuevas obligaciones de los estados, se establecieron escuelas específicas para la formación de maestros. Estos hechos, por lo demás, impulsaron el surgimiento de la pedagogía moderna. La tarea de la formación pasó a ser algo más que un arte. Así tenemos tres rasgos distintivos de la formación de maestros: 1) se produce en establecimientos especiales, 2) los maestros formados están orientados a trabajar en establecimientos muy semejantes a aquellos en los cuales estudiaron y 3) la actividad que desarrollarán se fundamenta en una ciencia emergente. Por otra parte, la asignación de funciones a la escuela cambia con la época y según las ideas y modos culturales dominantes en cada sociedad. La sociedad de comienzos del siglo XXI se caracteriza por un importante proceso de innovación tecnológica y de intercomunicación creciente entre países, grupos y sectores: el llamado fenómeno de la globalización. En este contexto, a la escuela se le pide una nueva función: preparar para vivir y trabajar en un contexto cambiante, turbulento dicen algunos, de manera tal que los hombres formados no dependan tanto de un conjunto de saberes pues tienen un alto grado de obsolescencia, sino de la capacidad de aprender contenidos nuevos sin volver a la escuela y de la capacidad de comprender y resolver retos, problemas y situaciones inéditas. vii | P á g . Consecuentemente, a los maestros se les plantean problemas diferentes y nuevos. La materia de su actividad de por sí es cambiante y, además, tienen una nueva función: formar para aprender. Es decir, ahora es clave que los estudiantes aprendan a desarrollar procesos cognoscitivos para ser aplicados a situaciones inéditas y no sólo aplicaciones del conocimiento. Es una nueva función del maestro porque no se forma igual –tampoco se aprende igual– un conocimiento establecido, probado y comprobado, que una habilidad, una actitud o lo que más demanda la sociedad actual: una competencia. Competencia es adquirir una capacidad. Se opone a la calificación orientada a la pericia material, al saber hacer. La competencia combina esa pericia con el comportamiento social. Por ejemplo, se puede considerar competencia la aptitud para trabajar en equipo, la capacidad de iniciativa y la de asumir riesgos. Las competencias no sólo se aprenden en la escuela, resultan también del empeño y el desempeño del trabajador que, por sus cualidades innatas o subjetivas adquiridas, combina los conocimientos teóricos y los prácticos que lo llevan a adquirir la capacidad de comunicarse, de trabajar con los demás, de afrontar y de solucionar problemas y de mejorar la aptitud para las relaciones interpersonales. Las competencias suponen cultivar cualidades humanas para adquirir, por ejemplo, capacidad de establecer y mantener relaciones estables y eficaces entre las personas. Competencia es algo más que una habilidad, es el dominio de procesos y métodos para aprender de la práctica, de la experiencia y de la intersubjetividad. En lo que sigue en este texto se describe una visión de los retos a vencer en la formación de maestros y de estudiantes de cara a estas nuevas funciones de la escuela y de los maestros mismos; ya no basta con formar docentes capaces de trabajar en escuelas para todos –con grupos numerosos– y orientadas, en términos generales, para formar profesionales liberales. Ahora la sociedad pide formar maestros capaces de facilitar en los estudiantes aprendizajes para la vida, para ser personas, para un oficio y, sobre todo, estudiantes capaces de aprender por sí mismos. Las visiones en que se divide este documento tienen como objetivo convertirse en fuente de inspiración para realizar una autorreflexión viii | P á g . acerca del verdadero papel del maestro en la formación de los estudiantes del siglo XXI y para analizar y adquirir compromisos con las exigencias actuales de la sociedad del conocimiento, en las que se esgrime una nueva filosofía formativa y participativa. Es fundamental adaptarnos para no convertirnos en repetidores de conocimiento y, cuando se realice un proyecto docente, pensar en las competencias que se deben abarcar y en las que se debes formar; entonces, estaremos siendo consecuentes con un estudiante ávido, pero desorientado, en medio de un mundo globalizado. ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 9 | P á g . VISIÓN UNO Nicolás Copérnico Mikołaj Kopernik (19 Feb. 1473 – 24 May 1543) Visiones de reflexión 10 | P á g . PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA: ESTADO ACTUAL [1] Desde las primeras postulaciones teóricas de la didáctica[2] se proyectó como una normatividad muy estructurada, con sólidas prescripciones sobre el “saber hacer” del maestro para lograr un “deber ser” del modelo pedagógico propuesto. El supuesto básico era que dados un maestro, un estudiante y un contenido, se podía modificar al estudiante, aplicando cierto método para acercarlo a un ideal socialmente apetecido. Comenio (1562–1670), Alsted (1588–1638) y Andreae (1586-1654) representan esa larga tradición pedagógica, la de las utopías. Surgida en el siglo XVII, la didáctica de Comenio expresa los intereses de una burguesía en ascenso y satisface tres demandas inmediatas: 1. Capacitación diferenciada: comercio, administración, etc. 2. Reestructurar las estructuras de poder legitimando las nuevas formas. 3. Instaurar un modelo secularizado de sociedad adaptando a las nuevas generaciones mediante metodologías científicas, dejando a la filosofía la cuestión de las finalidades educativas. El valor era la eficiencia: tiempo y economía. Históricamente, la didáctica surge ligada al desarrollo de la escuela pública y casi como una demanda de ella: se necesitan maestros que sepan qué y cómo enseñar a los estudiantes. Pero lo que se olvidó este origen fue de su relación estrecha con las políticas formativas de los sectores de poder, no ajena a lo que ocurre en el aula. Comenio critica la escuela y propone reformarla con base a tres fundamentos: 1. Orden y método: para que la escuela funcione como un reloj. 2. Facilidad: para formar y formar. 3. Solidez: para enseñar y formar. Todo esto nos remite a la idea del disciplinamiento de Foucault [3], para el cual las disciplinas marcan el significado del poder: el sujeto aprende acerca de la autoridad y la jerarquía más que por discursos, por la construcción cotidiana de hábitos y costumbres incluidos en los dispositivos escolares: cuerpos limpios y ordenados, la mirada del maestro que lo ve todo desde la tarima, tareas organizadas en tiempos fijos, etc. Comenio critica los castigos, pero los sustituye por la DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 11 | P á g . vigilancia. Durante los tres siglos que duró este enfoque hubo sin embargo algunas discontinuidades, como la de Rousseau en el siglo XVII. El objeto de la didáctica fue evolucionando por estas rupturas, más que como resultado de una evolución natural de dicha disciplina. No obstante existen ciertas continuidades, como la racionalidad técnica, diferente según cada contexto histórico. La "Pansofía" de Comenio implica una visión ordenada del mundo con Dios como principio ordenador supremo. El hombre puede conocer las leyes que gobiernan el mundo según un método inductivo y los maestros deben imprimir esos conocimientos en los estudiantes ya desde pequeños. Surge así una tradición de la didáctica como técnica: al maestro se le instruye sobre el qué y el cómo formar, mediante un “método universal”. Comenio propone dos cosas: 1) una concepción racionalista normativa –orientación del hombre según una cosmovisión- conocimiento como resultado del esfuerzo individual y no como producto social– y 2) el “saber hacer” debe ser con relación a una finalidad explícita. Al maestro sólo le resta ejecutar el modelo. Aparece el interés técnico planteando una organización racional de los medios para alcanzar los fines. Luego empiezan las didácticas que indican el “cómo hacer”, pero que trasladan el problema de los fines a la filosofía de la formación. Sacristán habló de una taylorización del proceso formatico, centrado en fragmentos de textos y buscando un máximo rendimiento. Habermas habla de la ciencia y la tecnología como ideología [4]. El capitalismo legitima su modelo “desde abajo” desde una racionalidad instrumental- estratégica, dejando de lado una legitimación desde arriba: lo que interesa es cómo se hacen las cosas, no sus fines, que permanecen encubiertos. La secularización avanza, la religión se convierte en algo privado, surgen ideologías en sentido restringido que sustituyen las tradicionales legitimaciones del poder invocando a la ciencia moderna, la cual se vuelve interdependiente de la técnica. Desde finales del siglo XIX, los países capitalistas acentúan la intervención del estado para asegurar el sistema y convierten a la ciencia y a la tecnología en fuerzas productivas y legitimadoras del poder político. Aunque los intereses sociales aún determinan el Visiones de reflexión 12 | P á g . progreso técnico, la ciencia y la tecnología definen al sistema social como una totalidad, por lo que el desarrollo del sistema parece estar determinado por el progreso científico-técnico. A nivel formativo se produce una segmentación o corte entre medios y fines: el maestro aplica técnicas científicas desconociendo sus fundamentos y sus finalidades, pero eso sí: son científicas; esta racionalidad técnica funciona como legitimadora. En Brasil, comienza a replantearse el objeto de la didáctica entendido como la formación-aprendizaje sin considerar los contenidos ni las peculiaridades propias del maestro, de la disciplina, de cada estudiante y de cada contexto histórico y social [5]. Las teorías del aprendizaje de la psicología no suelen tener que ver con las situaciones de aprendizaje en el aula. El objeto de la didáctica se debe construir y una primera aproximación puede serlo el acontecer cotidiano llamado clase escolar. Los estudios del interaccionismo simbólico tomaron este objeto como un microcosmos –mirada micro– aislado del entorno extraescolar, como si la escuela fuera una isla. Como señaló la nueva sociología de la educación en Gran Bretaña, el sistema escolar está situado en una organización social compleja que lo determina; no obstante tiende a escamotearse esta relación entre didáctica y política formativa –mirada macro. Ambas miradas se desentienden no obstante de los contenidos del aprendizaje, su presentación, su articulación y su puesta en forma didáctica [6]. A lo sumo se ven desde el ángulo de distribución de poderes y saberes –mirada macro– o desde una situación interactiva –mirada micro. Comenio planteó la didáctica como una cuestión técnica y otros, como Chevallard, como una ingeniería didáctica [7]. Pero si aún no está claro el objeto de estudio de la didáctica, menos se puede afirmar si es o no una técnica. Se sugiere la idea de la didáctica no como algo rígido, racional, sino como una actividad donde debe realimentarse permanentemente la teoría con la práctica cotidiana de formar, dando paso a una actividad creadora, no mecánica ni enajenante. Ser maestro es una construcción permanente y una permanente reflexión crítica acerca de la propia actividad. Estas ideas pueden contribuir a delinear el objeto de estudio de la didáctica. ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 13 | P á g . VISIÓN DOS Galileo Galilei (15 Feb. 1564 – 8 Jan. 1642) Visiones de reflexión 14 | P á g . PODER FORMAR [8] La enseñabilidad es una característica derivada del estatuto epistemológico de cada ciencia o disciplina, referida a sus rasgos de racionalidad y de sintaxis, de contenido teórico y de experiencias que distingue el abordaje de sus problemas y condiciona específicamente la manera cómo cada disciplina puede o debe enseñarse [9]. La enseñabilidad responde a la pregunta acerca de ¿por qué las matemáticas requieren enseñarse de manera diferente a la historia? Naturalmente, entender por qué y cómo una ciencia requiere de una enseñanza particular todavía no es la solución a los problemas pedagógico-didácticos sin los cuales la formación no puede realizarse. El diseño didáctico para una materia específica requiere fundamentarse por lo menos tres dominios de conocimiento imprescindibles: 1) condiciones de enseñabilidad para cada disciplina, enfoque o teoría pedagógica que inspira el proceso, 2) la identificacióny 3) la descripción de las condiciones sico-socio-culturales que enmarcan la mentalidad del estudiante respecto de su aprendizaje de la materia y de su formación. Ninguno de estos tres dominios de conocimiento puede confundirse con el otro, ni puede ser ignorado por el maestro cuando se propone diseñar didácticamente la “enseñanza” de una disciplina o saber particular con miras a la formación de sus estudiantes. Igualmente, no habrá enseñanza verdaderamente formativa si el maestro, “experto” en una disciplina, no se ocupa y reflexiona al menos intuitivamente sobre qué se propone con su enseñanza, cómo es que sus estudiantes crecen y avanzan en su formación, cuáles serán las reglas que presiden su relación con los estudiantes, cuáles experiencias y contenidos son más importantes para su desarrollo y con qué técnicas es mejor enseñar cada contenido según su especificidad. He aquí el enfoque o dominio pedagógico imprescindible para una buena formación. Tampoco habrá verdadera enseñanza mientras el maestro no se dirija a sus estudiantes concretos, mientras no se ocupe de ellos, de sus ideas y conocimientos previos acerca el tema de la enseñanza, de sus expectativas de aprendizaje y de formación, de sus experiencias previas, de sus obstáculos y prejuicios epistemológicos respecto de la DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 15 | P á g . materia y de sus intereses y motivaciones vitales, individuales, sociales y profesionales. El maestro no forma a entes abstractos sino a personas individuales; el que se forma no es un sujeto universal, el aprendizaje es concreto y subjetivo y se subordina a cada acción mental individual del estudiante. Su reconocimiento configura un tercer dominio sobre las condiciones de aprendizaje específicas del estudiante que le permitirán al maestro planear y diseñar su estrategia didáctica. La enseñabilidad de una disciplina se deriva no sólo de las condiciones de comunicación que regulan la interacción entre los especialistas de la misma comunidad científica sino, sobre todo, de las características propias de su rigor, de su racionalidad, de su secuencia y su lógica interna, de las reglas que constituyen la sintaxis de sus proposiciones, de sus grados y niveles de epistemologización, de su lenguaje empírico, en fin, de todos aquellos rasgos que caracterizan la disciplina y a la vez condicionan, matizan y sugieren el orden, el énfasis, el abordaje y el contenido sustancial y prioritario que provocan la curiosidad y el interés formativo del maestro desde la estructura científica misma objeto de enseñanza. Por esto ese maestro no podrá formular una didáctica pertinente y específica mientras no domine la ciencia que pretende enseñar. Considera Flórez Ochoa, que sólo después de que el maestro identifica las condiciones de enseñabilidad propias de una disciplina podrá ejercer su dominio pedagógico. Un modelo pedagógico es una herramienta conceptual inventada por el hombre para entender mejor alguna cosa; un modelo es la representación del conjunto de relaciones que describen un fenómeno. Un modelo pedagógico es una representación de las relaciones que predominan en la experiencia de formar. Un modelo pedagógico, como representación de una teoría pedagógica, también es un paradigma que puede coexistir con otros dentro de la pedagogía y que organiza la búsqueda de los investigadores hacia nuevos conocimientos en el campo. Toda teoría pedagógica trata, por lo menos, de responder simultáneamente y de manera sistemática y coherente estas cinco cuestiones: 1. ¿Qué tipo de hombre queremos formar? 2. ¿Cómo es que el hombre crece y se desarrolla? Visiones de reflexión 16 | P á g . 3. ¿Con qué experiencias? 4. ¿Quién señala el proceso: el maestro o el estudiante? 5. ¿Con qué métodos y técnicas se puede alcanzar mayor eficacia? Diferentes especialistas podrían responder una sola de estas preguntas, pero la especialidad del maestro es abordarlas todas a la vez de forma transdisciplinar. Aunque en el fondo siempre se encuentra el concepto de formación como concepto clave y unificador de toda pedagogía, a continuación se proponen cinco criterios de elegibilidad que permiten distinguir una teoría, propiamente pedagógica, de otra que no lo es: 1. Caracterizar el proceso de formación del hombre, de humanización de los jóvenes, en el desarrollo de aquellas dimensiones constitutivas de la formación en su dinámica y secuencia. 2. Definir el concepto de hombre que se pretende formar y sus metas de formación humana. 3. Describir el tipo de experiencias formativas que se privilegian para afianzar e impulsar el proceso de desarrollo incluyendo los contenidos curriculares. 4. Describir las regulaciones que permiten "enmarcar" y cualificar las interacciones entre el estudiante y el maestro en la perspectiva del logro de las metas de formación- 5. Describir y prescribir métodos y técnicas diseñables y utilizables como modelos de acción eficientes en la práctica formativa. Estos parámetros, o criterios de elegibilidad, responden de manera coherente y sistemática toda teoría pedagógica, como respuesta a las cinco preguntas esenciales que se han hecho históricamente los pedagogos, desde Comenio hasta nuestros días. Al hacer referencia a los modelos que representan las teorías pedagógicas, o enfoques pedagógicos de mayor difusión e importancia, se destaca el modelo pedagógico romántico, el cual sostiene que el contenido más importante del desarrollo del estudiante es lo que procede de su interior y, por consiguiente, el centro y eje de la formación es el interior del estudiante. El ambiente pedagógico debe ser el más flexible posible para que el estudiante despliegue su interioridad, sus cualidades y sus habilidades naturales en maduración y se proteja de lo inhibidor e inauténtico que proviene del exterior, cuando se le inculcan o transmiten DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 17 | P á g . conocimientos, ideas y valores, estructurados por los demás, a través de presiones programadas que violarán su espontaneidad. El desarrollo natural del estudiante se convierte en la meta y, a la vez, en el método de la formación. El maestro mismo debe liberarse de los fetiches del alfabeto, de las tablas de multiplicar y de la disciplina y ser sólo un auxiliar o un amigo de la expresión libre, original y espontánea de los estudiantes. Por otra parte, el modelo pedagógico progresista, base del contructivista, es la meta formativa por la que cada individuo accede, progresiva y secuencialmente, a la etapa superior de su desarrollo intelectual de acuerdo con las necesidades y condiciones propias. El maestro debe crear un ambiente estimulante de experiencias que le faciliten al estudiante su acceso a las estructuras cognoscitivas de la etapa inmediatamente superior. En consecuencia, el contenido de dichas experiencias es secundario; no importa tanto que el estudiante no aprenda a leer y a escribir, siempre y cuando contribuya al afianzamiento y al desarrollo de sus estructuras mentales. Dewey y Piaget son los máximos inspiradores de este modelo. El modelo pedagógico social propone el desarrollo máximo y multifacético de las capacidades e intereses del individuo. Tal desarrollo está determinado por la sociedad, por la colectividad en la cual el trabajo productivo y la formación están íntimamente unidos, para garantizar no sólo el desarrollo del espíritu colectivo sino el conocimiento científico polifacético y politécnico y el fundamento de la práctica para la formación científica de las nuevas generaciones. El desarrollo intelectual no se identifica con el aprendizaje, como creen los conductistas, ni se produce independientemente del aprendizaje de la ciencia, como creen los constructivistas. Sus representantes más destacados son Makarenko, Freinet y en América Latina Paulo Freire.Como se puede observar, el enfoque pedagógico que asuma el maestro para formar en una ciencia no puede reducirse a los procedimientos técnicos que utiliza en la clase. La perspectiva pedagógica es mucho más abarcante e inicia su despliegue perspicaz desde que el maestro identifica las condiciones de enseñabilidad de la disciplina y comienza a utilizarlas como puntos de partida para diseñar el plan de formación de sus estudiantes. Esto puede implicar diseñar la formación en un orden distinto e incluso contrario al científico, Visiones de reflexión 18 | P á g . enfatizar en unos temas y relegar otros, cuestionar y formular problemas que para el científico son axiomas o presupuestos triviales o prejuicios implícitos, encontrar motivos de reflexión en procedimientos que para el científico son meramente técnicos e incluso activar preguntas en los estudiantes que son consideradas impertinentes en la versión actual y formalizada de la ciencia; incluso la relación entre los conceptos teóricos y su confirmación empírica podrá siempre replantearse y reconsiderarse pedagógicamente, más allá del rigor positivista del investigador, pues de lo que se trata no es de formarse los resultados del científico sino formar pensadores competentes de la materia, indagadores, según la opción pedagógica que haya asumido el maestro. Queda entonces aclarado que este primer nivel de pedagogización no puede confundirse ni con las condiciones de enseñabilidad que caracterizan el estatuto epistemológico de cada disciplina, ni con la aplicación didáctica que se ejecuta en la formación real. El segundo nivel de pedagogización ocurre cuando el maestro, conocedor de sus estudiantes concretos y específicos, de su nivel de comprensión de los conceptos requeridos o afines para entender la materia, consiente de sus necesidades, intereses, motivaciones, expectativas y experiencias previas académicas y no académicas relacionadas con su materia objeto de enseñanza, se dispone a planear la formación real no para sujetos universales y abstractos sino para individuos concretos y situados aquí y ahora y de cuya actividad e interacción estimulada por sus propuestas de enseñanza habrá de derivarse un mejor nivel de dominio de la materia y, a la vez, un mayor nivel de reflexión, de autonomía y de sensibilidad para consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Cuando el maestro identifica a sus estudiantes y reconoce sus limitaciones y recursividades individuales, puede diseñar experiencias, traducir el tema al lenguaje requerido y planear y secuenciar actividades, estímulos y retos que le permitan al estudiante, individualmente y con el apoyo del grupo, cuestionar sus propias ideas y abrirse a la búsqueda de nuevos caminos de conocimiento, confiado en su propia acción y en su propia reflexión. El maestro es un diseñador de ayudas oportunas, de preguntas y cuestionamientos que generan el conflicto cognitivo; de secuencias de pasos previsibles y de mapas de caminos posibles en los que el estudiante probablemente encontrará DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 19 | P á g . encrucijadas y tomará decisiones más o menos plausibles que el maestro necesita reconocer, no para reemplazar al estudiante en su búsqueda sino para ayudarlo cuando se encierre en un callejón sin salida. El diseño de actividades, recorridos y ayudas oportunas y pertinentes para el aprendizaje de cada estudiante es el diseño didáctico, el segundo nivel de enseñanza imprescindible para la realización de la buena formación [10]. Lo más importante de la enseñabilidad, como una propiedad derivada del estatuto epistemológico de cada disciplina, es que sus rasgos de racionalidad, comunicabilidad y orden propios, permiten configurar una pauta orientadora, una señal "ejemplar" que le suministra al maestro un punto de partida y un apoyo disciplinar específico para romper con sus recetas, métodos y diseños generales y abstractos de la didáctica general convencional y disponerlo a diseñar sus procesos formativos de manera específica, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada temática disciplinar y sus repercusiones para el aprendizaje de estudiantes concretos. Mucho se ha hablado en la teoría educacional de la conveniencia de que los maestros también sean estudiantes. Existe una aceptación muy generalizada acerca de que la capacidad de enseñabilidad que tiene un maestro debe estar mediada de alguna forma por un proceso de reflexión, en el que el maestro esté abierto a aprender de otros y desde otros puntos de vista, diferentes al propio. El posmodernismo y la pedagogía crítica comparten esta perspectiva. El primero se caracteriza por una radical "indecidibilidad", donde se exige que el maestro se mantenga siempre con actitud abierta a lo que aún no ha llegado. Los maestros deben suspender los juicios definitivos en el aula y aceptar que en la conciencia de todo discurso, formación cultural u orden socio-político, las posiciones pueden ser arbitrarias y que se manifiestan a través de la exclusión o la asimilación. La pedagogía crítica aplica esta práctica, por ejemplo, apoyando la noción del diálogo en la formación, debido a que se representa un continuo intercambio de comunicaciones a través del cual los participantes obtienen una comprensión más completa del mundo, de ellos mismos y de los otros, e insiste en una formación recíproca en la que el significado y el valor no sean abiertamente negativizados. Visiones de reflexión 20 | P á g . En resumen, al trabajar con las dificultades de este método y con base en la naturaleza aporética de la fenomenología hegeliana, ¿cómo se puede explicar el concepto de enseñabilidad? ¿Será posible convencernos nosotros mismos, como profesores y como estudiantes, de que tenemos a nuestra disposición los modelos reflexivos para utilizarlos en el aula? El consenso general es que sí. Para tener una visión más amplia y poder ofrecer respuestas auto-convincentes a estos interrogantes, podemos referirnos a la descripción de la naturaleza especulativa de la relación maestro-esclavo en la Fenomenología de Hegel y, posteriormente, utilizar esa relación para criticar la falta de reconocimiento a la enseñabilidad en otras tres obras: “La pedagogía del Oprimido” de Freire, “Insinuaciones de post-modernidad” de Bauman, y “Pensando otra vez: La educación después de post- modernismo” de Blake. ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 21 | P á g . VISIÓN TRES Marie Curie Maria Salomea Skłodowska (7 November 1867 – 4 July 1934) Visiones de reflexión 22 | P á g . FORMACIÓN DE MAESTROS: RETOS [11] Las nuevas funciones y las demandas al maestro repercuten en su formación misma y se suman a la complejidad propia de este campo. Una forma de analizar esa repercusión es a partir de la característica de "no dejar la escuela", propia de la formación de maestros. Esa peculiaridad es fuente de varias tensiones [12]: 1) entre la teoría y la práctica, 2) entre lo objetivo y lo subjetivo y 3) entre pensamiento y acción. Vale la pena detenernos en dichas tensiones para ubicar los retos propiciados por las nuevas funciones. Tensión entre teoría y práctica Es quizá la más importante. El estudiante de una escuela de maestros requiere dominar la filosofía y la teoría del aprendizaje, de la conducta humana, del desarrollo de la persona y de la escuela, tanto en sus aspectos psicológicos como en la dimensión social o sociológica. Formar y suscitar aprendizajes en personas concretas supone dominar cómo y por qué se lleva a cabo el acto formativo. Además, debe dominarse la teoría de las materias en las cuales se pretende propiciar el aprendizaje. Por otro lado el maestro, en la práctica, se enfrenta a hechos no conocidos durante su formación, pues el desarrollo real de la vida escolar se da en medio de situacionesmúltiples y, muchas veces, únicas. El maestro, para enfrentar esa situación, recurre a su intuición y así conforma un saber práctico, que entra en tensión con la teoría aprendida en la escuela. El maestro, en su formación y luego en su actividad profesional, se encuentra con dos fuentes de incertidumbre: por un lado el "estado del arte" en la materia del hecho educativo aún es precario y de otro lado el maestro, en su acción, se enfrenta a la incertidumbre acerca de la consecución del logro buscado o pretendido. Veamos algunos detalles: Durante muchos años los trabajos por desentrañar los secretos del hecho formativo asumieron un supuesto que resultó, a la larga, pernicioso. Se trata del supuesto de que una persona que “sabe” puede, por ese sólo hecho, “enseñar” a los que no saben. Sin duda el saber previo de la materia, susceptible de ser enseñada, es necesario pero no basta. Dominar la materia no asegura otro dominio: los inconmensurables procesos personales por los cuales trascurre el esfuerzo de formar. Asumir ese supuesto llevó a considerar el hecho DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 23 | P á g . formativo como un acto de carácter técnico y, por tanto, todo el problema se redujo a prescribir las conductas del maestro ante el estudiante. La formación se pobló de normas y de reglas fijas casi inmutables y cuya aplicación se exigía de manera dogmatista. Esta concepción de la formación retrasó, si así queremos verlo, la indagación de los problemas formativos en la docencia. Fue necesario que pasara un largo tiempo: esperar la consolidación de la sociología y de la psicología, esperar la aplicación de los hallazgos de ambas a la formación y reconocer los aportes de los pedagogos y de los maestros insignes, para romper con aquel supuesto y asumir otra concepción del hecho formativo, ahora como acto intencional. De ahí la relativa novedad y precariedad del conocimiento acumulado con relación a la formación en cuanto acción intencional objetiva. La segunda fuente de incertidumbre nace de que nadie puede asegurar que una persona, expuesta a la docencia, consiga formarse, sea lo que sea que esto signifique. Tal incertidumbre no es nueva ya que antes tampoco era posible ofrecer tal seguridad, la diferencia está en que ahora se acepta dicha incertidumbre. El fracaso escolar se atribuía a la falta de voluntad o de facultades del estudiante; hoy cada vez son más y mejor identificadas las causas del fracaso y, por fortuna, las soluciones al mismo. Aceptada esa doble incertidumbre como fiel e inseparable compañera del maestro, es más claro cómo la formación teórica del maestro pide la experiencia práctica de la docencia. Si formar es un acto intencional, si sobre la naturaleza de los procesos formacionales usados o disponibles en las personas la ciencia aún es pobre y si la docencia se realiza con y entre personas, no puede dudarse de la importancia de la experiencia como fuente de conocimiento y, por tanto, de formación. Aquí se encuentra la tensión: la experiencia sin teoría no puede convertirse en conocimiento. Son necesarias ambos aspectos: teoría y práctica. ¿Cuánta experiencia requiere un estudiante para titularse como maestro capaz de ejercer profesionalmente la docencia? ¿Cuánta teoría necesita? Desde luego, la cuestión no es de cantidades sino de un proceso complejo de formar desde la experiencia, teorizando, aplicando la teoría aprendida y practicando lo teorizado para validarlo. También es una cuestión de ejecución. Practicar la docencia enfrenta al maestro en formación a situaciones inéditas, no conocidas y no Visiones de reflexión 24 | P á g . previstas en la teoría, tal cual se presentan durante la acción del maestro y, por tanto, ese maestro se enfrenta de pronto a la necesidad de recurrir no a sus aprendizajes teóricos sino a otros recursos personales, para darle continuidad y vigencia al hecho mismo de ser maestro. Aquí se encuentra la fuente de la nueva experiencia que, si se recupera, sistematiza, teoriza, confronta y valida, será fuente de conocimiento. Sin embargo, el maestro no podrá teorizar, sin conocimiento de las teorías, los conceptos y las nociones pertinentes a los problemas suscitados en la docencia. Por eso ambos términos son requisitos para la formación; sin embargo, no pueden ir cada uno por su lado sin articularse entre sí. Es cierto que el maestro tendrá por sí y en sí mismo la tarea de integrar ambos términos, pero la tensión no se resuelve por ese hecho. Se debe resolver de manera intencional en la racionalidad misma del proceso de formación de maestros. La formación de un maestro, “técnico” o “profesional”, dependerá de cómo se resuelva esta tensión y, para nuestra visión, las competencias, la solución de la tensión es crucial justo porque tanto la adquisición de competencias como su formación dependen de una articulación eficaz y pertinente de las operaciones de teorizar y de practicar. La formación de maestros debe reconocer a la práctica formativa como objeto de conocimiento en sus dimensiones de práctica política, escolar y áulica; incluir entre las tareas de los estudiantes la reflexión sobre la práctica, indagar acerca de sus dimensiones y formular conocimiento a partir de la experiencia empírica de los problemas que emergen de la práctica, para integrar al hecho práctico la teorización propia y las teorías externas. Así el maestro adquirirá la competencia de “formar de su práctica” y podrá facilitarla a sus estudiantes. Tendrá la competencia para resolver la tensión entre el "capital activo" producido en la práctica y el "capital pasivo" del conocimiento acuñado en teorías sistemáticas especializadas y así podrá ir de los hechos a los problemas y de los problemas al estudio de sus dimensiones y a la definición de los criterios de cambio y las propuestas de acción [12]. Tensión entre objetivo y subjetivo Otra cara del mismo problema está en el objetivismo, heredado del siglo XIX y en el cual, todavía hoy, se encuentra inmersa la formación de DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 25 | P á g . maestros. En la misma medida en que se sustentó el supuesto técnico, se sustentó el objetivismo en la formación de maestros, pues se trataba de formar para "un saber hacer" prescriptivo. Todo era reducible al cumplimiento de normas objetivas cuya eficacia estaba probada por el uso y la costumbre y el supuesto éxito alcanzado. Para nada se veía, como hoy, que los problemas de la práctica maestro dependen de los sujetos que los definen. Tampoco que la formación y el aprendizaje suponen una reestructuración perceptiva y que el proceso formativo se desarrolla entre sujetos y con sujetos y que reestructura los modos de pensar, percibir y actuar de quienes aprenden. La pretensión objetiva y prescriptiva del acto técnico entra en tensión con el hecho formativo intencional, en el cual la dimensión de la subjetividad es clave pues son los sujetos estudiantes quienes se forman y lo hacen junto con los sujetos maestros. Optar por el sujeto, junto con la experiencia práctica, valida y hace indispensable que los sujetos maestros verbalicen los propios supuestos, las experiencias mismas y los puntos de vista personales para someterlos a la crítica metódica, ahora sí, usando la teoría objetiva. Así, los significados del sujeto serán la clave del proceso y no las normas prescriptivas venidas de una teoría desligada del sujeto. Y el sujeto estudiante adquirirá una nueva competencia: significar y re-significar su práctica y sus conceptos. Otras competencias que están incluidas en este proceso son: aceptar las limitaciones de las propias explicaciones, abrirse a comprender otros puntos de vista, superar el dogmatismo y el esquematismo y reflexionar cuidadosamente sobre las consecuencias de su acción en lo personal, intelectual y sociopolítico. De ahíla importancia, para adquirir estas competencias, de incluir en la formación de maestros propósitos para estimular la capacidad de cuestionar sus propias teorías venidas del paso por la escuela y de la historia escolar y personal, de confrontar supuestos con los productos de su acción, de reflexionar sobre el conocimiento desde diversos puntos de vista y de desarrollar la autonomía de pensamiento. Si el maestro adquiere en su formación un espíritu de crítica metódica y una capacidad para comparar distintos enfoques y para revisar supuestos y consecuencias, podrá evitar las rutinas "técnicas" que pierden sentido al repetirse sin medida. Podrá aspirar a generar y también a formar en nuevas Visiones de reflexión 26 | P á g . alternativas y en nuevos valores, es decir, será un maestro atento a la consecución de competencias. Esta tensión subsiste hoy. Los maestros suelen tener problemas para manejar los procesos subjetivos, para escuchar al otro, para producir la formación desde el universo cultural de los sujetos estudiantes, para detectar la heterogeneidad de perspectivas y para trabajar los procesos subyacentes a la dinámica de grupo escolar. Por esto mismo urge enfrentar la incorporación de lo subjetivo tanto en la formación de maestros como en la docencia misma, en cuanto acto formativo en general. De otro modo será imposible conseguir la adquisición de competencias. Tensión entre pensamiento y acción Poner el centro de la formación de maestros en el "saber hacer" ocultó los procesos de pensamiento propios del proceso de formación- aprendizaje. La orientación a un tipo de acción técnica aunada al objetivismo llevó casi por concomitancia inmediata a una formación de carácter memorístico y enciclopédico, en la cual ciertas operaciones del pensamiento sencillamente se subordinaban a la prescripción. Utilizar diversas fuentes de información, confrontar conductas, comportamientos y conceptos, organizar datos, reflexionarlos por sí mismo y en grupo, enjuiciarlos, comprobarlos y valorarlos, son operaciones de alto valor formativo. Equivalen a pensar y formar a pensar. Sin embargo, la docencia es una esclava de los hechos cotidianos. Los problemas escolares demandan una solución inmediata y activa; no pueden esperar. La acción tiene primacía sobre el pensamiento cuando se observa acríticamente la docencia. La inmediatez es fuente de rutinas y las rutinas de costumbres sin sentido y de ahí a la muerte de la iniciativa y la creatividad no hay sino un paso. La formación del maestro es complaciente con este centro en el "saber hacer" pues, finalmente, el maestro es quien debe tratar todos los días con el grupo escolar. De la renuencia a pensar se pasa a la renuncia del pensamiento, nada más funesto para enfrentar el reto de las competencias y de las nuevas funciones de la escuela y del maestro. Si ponemos el centro en la práctica –acción intencional objetiva [13]– será fácil caer en cuenta de que esa cotidianidad es fuente de DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 27 | P á g . conocimiento. Por ejemplo, las rutinas, las muletillas o las respuestas intuitivas de los maestros a las mil y una situaciones del aula se pueden entender como hechos susceptibles de convertirse, si se recuperan y sistematizan, en datos. Recuperar esos datos significa la posibilidad de darles un tratamiento reflexivo para operar el pensamiento. Además, se tendrá una base para mejorar la acción. Una competencia significa convertir la acción cotidiana en fuente de reflexión y de conocimiento. Otros ejemplos pueden ser: la elaboración de proyectos propios, las iniciativas de mejora, la participación en el aula y otros semejantes. Obviamente, el maestro en formación debe utilizar su propia experiencia de estudiante para desarrollar la capacidad de pasar de una acción espontánea a una reflexión cognitiva. El resultado de resolver esta tensión llevará de una visión disciplinaria y activista del aula a la posibilidad de establecer un control racional de las situaciones formativas cotidianas del aula. Los nuevos tiempos y el cambio de época según algunos, exigen del maestro nuevas funciones. Ya no es argumento la característica de "no salir de la escuela" para evitar en la formación del maestro los elementos de práctica, subjetividad y pensamiento necesarios para que los estudiantes adquieran competencias y dominen la capacidad de formar en competencias a sus futuros estudiantes. Formar en la práctica, establecer y mantener relaciones interpersonales duraderas, percibir los afectos, explicitar los supuestos y confrontarlos, trabajar en equipo, convertir la acción cotidiana en fuente de conocimiento y controlar racionalmente su comportamiento social, son sólo algunas de esas nuevas competencias. Los maestros deben adquirirlas en su formación para convertirlas en la base y para facilitarlas en los sujetos a quienes ellos formarán. Desde hace mucho tiempo se ha abordado la formación desde un punto de vista abstracto, como si formar tuviera que ver sólo con “transmitir” un conocimiento estéril a estudiantes sin cuerpo en un contexto no-histórico y no-social. Sin embargo, la situación actual es completamente diferente. Los maestros juegan un papel importante en la sociedad y su trabajo está sujeto a una serie de presiones internas desde su lugar de trabajo y externas de parte de la sociedad, que influyen en su papel, su público objetivo, es decir, sus estudiantes y en el tema que trabajan. El aula, lejos de ser un sistema cerrado, libre de influencias externas, es intrínsecamente moldeada y formada por una serie de influencias que definen su naturaleza y sus Visiones de reflexión 28 | P á g . operaciones. El trabajo de los maestros de hoy ha sufrido un cambio considerable y es el reflejo de las nuevas presiones que les presentan retos específicos tanto a ellos como a las instituciones de formación. ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 29 | P á g . VISIÓN CUATRO Leonardo da Vinci Leonardo di ser Piero da Vinci (April 15, 1452 – May 2, 1519) Visiones de reflexión 30 | P á g . MAESTRO DEL SIGLO XXI: COMPETENCIAS PROFESIONALES [14] La doble faceta maestro-investigador del maestro de hoy le exige una correcta preparación, tanto para la adquisición de conocimientos y su actualización, como para el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas exigibles en una sociedad en cambio permanente. En esta visión se ofrece un estudio a las nuevas competencias de los maestros y de cómo su desarrollo profesional se encuentra sometido al influjo de la sociedad de la información y del conocimiento. Asimismo, se reclama la capacitación de estos profesionales en el dominio y la explotación didáctica de las nuevas tecnologías tras reconocer que, con su auxilio, se puede lograr la mejora de los procesos de formación y de aprendizaje en sintonía con los cambios que se operan en la sociedad y en el individuo de hoy. El creciente desarrollo de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, el acelerado cúmulo de información y la omnipresencia de las comunicaciones en el entorno social, contribuyen a que en el ámbito formativo se lleven a cabo necesarias transformaciones para adecuarse a una sociedad en estado de cambio permanente, con nuevas necesidades y valores. Los nuevos desafíos y demandas hacia las escuelas y los maestros surgen a partir de expectativas nuevas y ampliadas sobre las escuelas. La investigación sobre la formación y el aprendizaje muestra la necesidad de gestionar clases cada vez más diversas en términos étnicos, lingüísticos y culturales. Estos nuevos desafíos y demandas requieren nuevas capacidades y conocimientos por parte de los maestros. La situación actual es dinámica y variada y las escuelas se organizan de forma diferente, en términostanto de tareas como de responsabilidades asignadas a los maestros y a la diferenciación de roles entre maestros. El alcance de estos desafíos y demandas y el ritmo de los cambios, hacen que la actual situación sea diferente respecto de años anteriores. Los maestros deben ser capaces de acomodarse a continuos cambios – pragmáticos en algunos países– tanto en el contenido de sus procesos formativos como en la forma de formar mejor [15]. Ante estos desafíos surgen numerosos interrogantes: ¿Las nuevas tecnologías transformarán radicalmente la manera en que tiene lugar la DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 31 | P á g . formación? ¿Qué competencias deberá asumir el maestro para dar respuesta a la sociedad del siglo XXI? ¿Están suficientemente preparados estos profesionales para asumir el reto tecnológico para la formación de las futuras generaciones? ¿La integración curricular de las nuevas tecnologías en el marco de la educación formal contribuirá a mejorar los procesos de formación-aprendizaje? No cabe duda de que las nuevas tecnologías están transformando la ecología del aula y las funciones de los maestros y de que estos cambios están induciendo una mutación sistemática en las teorías y en las prácticas didácticas. El desarrollo tecnológico actual nos está situando ante un nuevo paradigma de la formación que da lugar a nuevas metodologías y a nuevos roles de los maestros. Si consideramos el hecho de que numerosos estudios corroboran que, después de los factores familiares, la capacidad del maestro es el factor determinante más influyente en el éxito de los estudiantes, con independencia de su nivel socioeconómico, se justifica que centremos nuestra atención en definir las competencias que habrán de desempeñar estos profesionales ante el reto y las demandas que plantea la sociedad del siglo XXI. Escolano [16], al definir la profesión del maestro lo hace en torno a tres roles básicos: El rol técnico. Que permite identificar a los maestros como expertos habilitados para guiar el aprendizaje de los estudiantes conforme a determinadas reglas metódicas de reconocida solvencia. Este rol ha ido incorporando a algunas funciones que desbordan la docencia clásica, como las relacionadas con la tutoría, la gestión didáctica y la innovación. Su identidad se define por una tarea de claro matiz tecnológico, según la cual el maestro sería un “Ingeniero de la Formación”. El rol asociado con los aspectos éticos y socializadores de la profesión. El maestro es un agente de primer orden en el proceso de socialización metódica de los estudiantes en el tejido social. Los valores, actitudes y otras pautas de conducta que exhiben o conducen, constituyen un marco de referencia normativo para las personas en formación. Por otra parte, como juez evaluador, el maestro desempeña una función fundamental de control social al legitimar a través del sistema de evaluaciones, calificaciones y grados los prerrequisitos del orden meritocrático e influir en las Visiones de reflexión 32 | P á g . estrategias de reproducción, movilidad, igualitarismo y compensación. El rol vinculado con la satisfacción de las necesidades de autorrealización de los individuos en formación y de sus demandas de bienestar. Este rol enlaza algunas tradiciones bien enraizadas en el mundo pedagógico, como las que enfatizan el papel del maestro como preceptor, partenaire o terapeuta. En esta aproximación a los roles del maestro podemos cuestionarnos: ¿Puede el maestro actual ser al mismo tiempo un profesional eficaz, un ingeniero de la formación, un juez justo y un buen compañero? No cabe duda de que el maestro de este milenio deberá abordar otras nuevas tareas, desde una actitud abierta a los múltiples acontecimientos e informaciones que se generan a su alrededor. Y es que el cambio tecnológico se produce a gran velocidad y requiere por parte de los profesionales un esfuerzo de adaptación, actualización y perfeccionamiento permanente. Actualmente no se puede considerar a los maestros como almacenes del saber y por lo tanto dispensadores omnipotentes del conocimiento. La cantidad de información que existe sobre cualquier tema es de tal envergadura que es imposible pensar que existan personas que pretendan saber todo de todo. Afortunadamente, están los medios electrónicos para ayudar con esos volúmenes de información. En la sociedad de la información el modelo de maestro, cuya actividad se basa en la clase magistral, está obsoleto. Las redes telemáticas pueden llegar a sustituir al maestro si éste se concibe como un mero transmisor de información, debido a que en esas redes tienen gran capacidad para almacenar información y desde ellas se puede adaptar a las necesidades particulares de cada estudiante. El maestro no puede ni debe competir con otras fuentes informativas, sino erigirse en elemento aglutinador y analizador de las mismas. En el momento que vivimos no basta con saber el contenido de la materia para formar bien. El maestro debe ser un conocedor de su materia y además debe ser un experto gestor de información sobre la misma, un buen administrador de los medios a su alcance y, desde esta orientación, dinamizar el aprendizaje de sus estudiantes. Esta es una ayuda eficaz para la gestión de la información que aceleradamente se genera en la DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 33 | P á g . sociedad de la información y la comunicación con las Nuevas Tecnologías. Desde esta perspectiva se desprende un cambio importante en el rol del maestro, quien pasará de ser expositor a guía del conocimiento y, en última instancia, a ejercer como administrador de medios, entendiendo que estos medios constituyen un aporte muy significativo al cambio o innovación de la formación debido a que generan nuevas posibilidades de expresión y de participación. Ellos han contribuido a la recreación de las relaciones entre maestros y estudiantes, poniendo en crisis al maestro informador, para dar cabida al maestro-animador, al comunicador, al coordinador, al facilitador del aprendizaje, dejando de ser el estudiante el receptor pasivo de información para convertirse en el agente-actor del proceso formativo con expresión y comunicación propias (Escotet). El nuevo rol del maestro, con relación al uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, se muestra en la Tabla 1, en la que se especifican las características y tareas del maestro desde dos modelos formativos contrapuestos. Tabla 1. El nuevo rol del maestro Modelo tradicional Modelo tecnológico El maestro como instructor. Se pone énfasis en la “enseñanza”. Maestro aislado. Suele aplicar los recursos sin diseñarlos. Didáctica basada en la exposición y con carácter unidireccional. Sólo la verdad y el acierto proporcionan aprendizaje. Restringe la autonomía del estudiante. El uso de nuevas tecnologías está al margen de la programación. El maestro como mediador. Se pone énfasis en el aprendizaje. El maestro colabora con el equipo. Diseña y gestiona sus propios recursos. Didáctica basada en la investigación y con carácter bidireccional. Utiliza el error como fuente de aprendizaje. Fomenta la autonomía del estudiante. El uso de nuevas tecnologías está integrado en el currículo. El maestro tiene competencias básicas en TIC. Para hacer más adecuado, exitoso y atractivo el proceso de aprendizaje de los estudiantes el perfil del maestro debe configurarse como el de un profesional atento a todas las posibilidades de Visiones de reflexión 34 | P á g . comunicación que el medio le ofrece; un profesional que revisa críticamente su propia práctica desde la reflexión de sus intervenciones como maestro y que puede ayudar a sus estudiantes a “formar a formar” en una sociedad cambiante y en constante evolución. Latarea del maestro se dirige a que los estudiantes aprendan por ellos mismos y, para lograr este propósito, realizan numerosos trabajos prácticos y de exploración. Frente al maestro centrado en la transmisión de conocimiento, asentado en bases de poder, conciencia social y política, aparece la figura del maestro facilitador, entendido como aquel maestro capaz de preparar oportunidades de aprendizaje para sus estudiantes. Atendiendo a las nuevas teorías psico-pedagógicas sobre el aprendizaje, el maestro se ha convertido en alguien que pone, o debería poner, al alcance de sus estudiantes los elementos y herramientas necesarias para que ellos mismos vayan construyendo su conocimiento y participando de forma activa en su propio proceso de aprendizaje. La figura del maestro se entiende más como un tutor del proceso de aprendizaje. Con la integración de nuevas tecnologías en el ámbito formativo, las aulas en las que son debidamente explotadas se convierten en un espacio abierto e interactivo que permite asegurar el derecho a una formación para todos, sin límites ni fronteras y en las que las nuevas tecnologías son la semilla del cambio. Desde este enfoque el maestro adopta una función más de gestor del aprendizaje de sus estudiantes que de transmisor de conocimiento. El conocimiento se ha vuelto dinámico, lo que compromete a inducir destrezas y estrategias a los estudiantes. La relación entre lo que se sabe y lo que se es capaz de formar cambia día a día acerca a los estudiantes al aprendizaje a lo largo de la vida. Ante estos incesantes cambios debemos tomar una actitud de estar al día, prepararnos para los cambios y no establecer puntos de llegada sino procesos de evolución. En este marco y a partir de las competencias básicas que debe tener todo maestro: dominio de la materia que imparte (competencia cultural), cualidades pedagógicas (habilidades didácticas, tutoría, técnicas de investigación-acción, conocimientos psicológicos y sociales), habilidades instrumentales y conocimiento de nuevos lenguajes y características personales (madurez, seguridad, autoestima, equilibrio emocional, empatía), el maestro Marqués [18] sintetiza las principales funciones que los maestros deben realizar hoy: DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 35 | P á g . Planificar cursos. Conocer las características individuales y grupales de sus estudiantes; diagnosticar sus necesidades de formación; diseñar el currículo. Diseñar estrategias de formación y aprendizaje. Preparar estrategias didácticas que incluyan actividades motivadoras, significativas, colaborativas, globalizadoras y aplicativas y que consideren la utilización de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación. Buscar y preparar recursos y materiales didácticos. Diseñar y gestionar los recursos. Proporcionar información y gestionar el desarrollo de las clases manteniendo el orden. Informar a los estudiantes de las fuentes de información, los objetivos, contenidos, metodología y evaluación de la asignatura que hayan sido previamente contrastados. Motivar al estudiantado. Despertar la curiosidad e interés de los estudiantes hacia los contenidos y actividades relacionadas con la asignatura. Hacer partícipes a los estudiantes. Incentivar la presentación pública de algunos de los trabajos que realizan. Facilitar la comprensión de los contenidos básicos. Ser ejemplo de actuación y portador de valores. Asesorar en el uso de recursos. Orientar la realización de actividades. Prestar asesorías presenciales y/o virtuales. Realizar trabajos con los estudiantes. Implicarse en la realización de trabajos colaborativos con los estudiantes. Evaluar. Evaluación formativa y sumativa, fomentando la autoevaluación de los estudiantes y de las intervenciones de otras áreas y maestros. Fomentar actitudes necesarias en la Sociedad de la Información. Actitud positiva y crítica hacia las Tecnologías de la Información y de la Comunicación; valoración positiva del pensamiento divergente, creativo y crítico así como del trabajo autónomo, ordenado y responsable: trabajo cooperativo. Adaptación al cambio, saber des- formar. Trabajos de gestión. Realizar trámites burocráticos; colaborar en la gestión del centro utilizando las ayudas tecnológicas. Visiones de reflexión 36 | P á g . Formación continua. Actualización en conocimientos y habilidades didácticas; mantener contactos con otros colegas y fomentar la cooperación e intercambios. Contacto con el entorno. Conocer la realidad del mundo laboral al que accederán los estudiantes; mantener contacto con el entorno escolar. En el informe del Consejo Escolar de Castilla La Mancha sobre “El educador en la sociedad del siglo XXI” [19], se señalan algunos rasgos que definen el modelo de maestro que demanda la sociedad de este siglo: Formador que forma a la persona para vivir en sociedad, desarrollando un aprendizaje integral que incluye la formación de conocimientos, procedimientos y actitudes. Que oriente a los estudiantes simultáneamente a la realización de sus tareas de enseñanza. Formador democrático, abierto a la participación, justo en sus actuaciones, tolerante. Motivador capaz de despertar en los estudiantes el interés por el saber y por desarrollarse como personas. Capacitado para formar desde la reflexión sobre su propia experiencia. Implicado con su profesión, vocacionado, que busca contribuir a mejorar la situación social a través de su ejercicio profesional. Se precisan nuevos profesionales del aprendizaje, con un papel y un estatus re-definidos. Los profesionales de la formación deberán re- orientar sus objetivos en función de la cultura circundante, así como sus procedimientos y técnicas. Necesitan cambiar su manera de trabajar, tanto individual como en equipo, su relación con la organización del centro y la manera de acceder a la información que requieren. A tenor de las actuales circunstancias tecnológicas, culturales y sociales el maestro deberá responder a los objetivos de la formación de las generaciones del siglo XXI. Siguiendo a Salinas [20] esos objetivos son: Preparar para un trabajo cada vez más versátil, capaz de responder a las cambiantes necesidades mediante las destrezas básicas necesarias: formación para el trabajo. DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 37 | P á g . Entender la realidad que le toca vivir y entenderse así mismo, cambiar al aprendizaje a cómo vivir en una sociedad tecnificada: formación para la vida. Comprender el impacto de la ciencia y la tecnología en todos los aspectos de la sociedad que requiere, además de las disciplinas tradicionales, un punto de vista más global y mediante una formación para la responsabilidad ambiental y para el desarrollo armonioso de las relaciones intra e inter-sociedades: formación para el mundo. Desarrollar el análisis crítico de tal manera que impulse la capacidad de comprender conceptos y desarrollarlos por sí mismo: favorecer la creatividad, las destrezas físicas y sociales y en particular las comunicativas y organizativas: formación para el auto-desarrollo. Formar para un uso constructivo del tiempo de ocio y al mismo tiempo que la formación se convierta en una actividad placentera: formar para el ocio. En estos objetivos se observa una clara presencia de los nuevos medios de información y comunicación, así como del desarrollo del análisis crítico y de la creatividad. Esto hace necesarias ciertas destrezas y capacidades a la hora de manejar esas potentes herramientas, dado que la capacitación tecnológica del maestro se está convirtiendo en un imperativo, en consonancia con nuestro tiempo y dejando de lado prejuicios y resistencias infundadas que nos pueden hacer creer que las nuevas tecnologías puedan desplazar o suplantar el papel de los maestros. Loque sí se afirma, cada vez con mayor fuerza, es que el maestro con dominio de nuevas tecnologías desplazará al maestro que no tenga dicha capacidad. Podemos apuntar algunas competencias tecnológicas básicas en la profesión del maestro que potencian su desarrollo profesional para el siglo XXI: Tener una actitud crítica, constructiva y positiva hacia las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, por que forman parte de nuestro tejido social y cultural. Conocer las posibilidades de las nuevas tecnologías para mejorar su práctica como maestro. Visiones de reflexión 38 | P á g . Aplicar las NTIC en el ámbito educativo tanto en tareas relacionadas con la gestión de los centros educativos como en la organización de los procesos de enseñanza-aprendizaje que se desarrollan en el aula. Seleccionar, utilizar, diseñar y producir materiales didácticos con TIC que promuevan la adquisición de aprendizajes significativos y que conviertan el aula en un laboratorio desde el que se fomenta el protagonismo y la responsabilidad de los estudiantes. Utilizar con destreza las TIC, tanto en actividades profesionales como personales. Integrar las TIC en la planificación y el desarrollo del currículo como recurso didáctico mediador en el desarrollo de las capacidades del estudiante, fomentando hábitos de investigación, observación, reflexión y autoevaluación que permitan profundizar en el conocimiento y a formar a formar. Promover en los estudiantes el uso de las TIC como fuente de información y vehículo de expresión de sus creaciones. Desarrollar proyectos de trabajo colaborativo con una actitud solidaria, activa y participativa. En consecuencia, un profesional comprometido con la formación deberá actuar preparando a las nuevas generaciones para que convivan con los medios y promoviendo la participación y la reflexión crítica en su uso e interpretación. No se puede seguir formando a las generaciones del futuro con las herramientas que formaron parte de nuestro pasado. Mi derecho a no cambiar termina justo allí donde comienza el derecho de mis estudiantes: tener el mejor maestro que llevo dentro. ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 39 | P á g . VISIÓN CINCO Isaac Newton Sir Isaac Newton (4 Jan. 1643 – 31 Mar 1727) Visiones de reflexión 40 | P á g . CONDICIONANTES DE LA EVALUACIÓN [21] En términos generales, los factores más importantes que condicionan la evaluación son: Prescripciones legales La evaluación está condicionada por disposiciones legales que la inspiran y la regulan. Estas disposiciones están penetradas de una filosofía que da sentido a la forma de practicar la evaluación. Además, unifican los momentos, la nomenclatura y los contenidos de la misma. El maestro no puede hacer la evaluación de la manera que se le antoje, en el momento que quiera, con la nomenclatura que considere oportuna y sobre los aspectos que se le antojen. Supervisiones institucionales La forma de hacer la evaluación está supervisada por diversos agentes que velan por el fiel cumplimiento de la norma. Es cierto que cada maestro realiza la evaluación desde una perspectiva particular y con determinada actitud, pero nadie le libra de seguir las pautas reguladoras. Puede tener un criterio contrario a la norma, pero se ve obligado a cumplirla. Presiones sociales La evaluación que realizan los maestros en las instituciones está sometida a presiones de diverso tipo. Por una parte, al tener el conocimiento un valor de cambio, además del valor de uso que lo convierte en interesante, práctico o motivador, la calificación que obtiene el estudiante se convierte en un salvoconducto cultural. La familia del estudiante se interesa por los resultados obtenidos en la evaluación. Por otra parte, la comparación entre las calificaciones obtenidas hace que los maestros se vean clasificados por los resultados del proceso. La sociedad no es ajena a los resultados de esa clasificación que compara y jerarquiza. Las calificaciones obtenidas y reflejadas en el expediente académico acompañan al estudiante durante toda su trayectoria profesional. Al comenzar un curso determinado maestro le pidió a sus estudiantes que respondieran por escrito a esta cuestión: ¿Cómo me defraudaría mi maestro durante el curso? El maestro también escribió un texto sobre la interrogación recíproca: ¿Cómo me defraudarían mis DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 41 | P á g . estudiantes durante el curso? Cuando se leyeron ambos textos, el maestro les dijo, entre otras cosas, que lo defraudarían si les viese tan interesados por la calificación que el aprendizaje fuese una cuestión marginal o anecdótica. Se comenta que en todos los procesos de selección de personal las empresas, muchas veces, tienen en cuenta el expediente académico del candidato. ¿Cómo no obsesionarse por las calificaciones? Entonces, se debe conformar una comisión mixta, de estudiantes, maestros, administrativos y el Estado, para responder a esta otra cuestión, en absoluto baladí: ¿Cómo nos defrauda el sistema a todos? Condiciones organizativas En primer lugar, la evaluación se realiza con condicionantes determinados, como el tiempo disponible, el grupo de personas evaluadas, el estímulo profesional consiguiente, la tradición institucional, las exigencias del currículo, las técnicas disponibles, la formación recibida, la cultura organizativa, entre otras. En segundo lugar, la evaluación tiene, entre otros, dos componentes básicos: 1) el de comprobación de los aprendizajes realizados. Este componente, en sí, ya es muy problemático [21] y no resulta fácil saber cuándo y cómo ha realizado el estudiante los aprendizajes pretendidos. 2) El de explicación o atribución, que muy poco se tiene en cuenta y que no es menos importante. En efecto, la evaluación viene a decir implícitamente que cuando el aprendizaje no se produce se debe a la exclusiva responsabilidad del que aprende: es torpe, es vago, está mal preparado, tiene poca base, tiene pocos medios, tiene malas influencias, no tiene ayudas, tiene distractores importantes, está inmerso en problemas, no tiene suficiente motivación, no domina las técnicas de estudio necesarias, se pone nervioso al realizar las pruebas... Obsérvese que pocas veces se responsabiliza a la institución o a los maestros del fracaso que tienen los estudiantes aunque, en algunas ocasiones sea evidente su influencia en el hecho. Por ejemplo, pensemos en el caso de dos maestros que imparten cursos paralelos, de la misma asignatura, en el mismo centro y cuyos estudiantes han sido divididos en dos grupos. Los que forman el grupo de la A a la L obtienen resultados satisfactorios en la evaluación y los de la L a la Z fracasan con estrépito. ¿No se puede atribuir nada de los resultados a la actuación de los maestros? ¿Hay que pensar que los estudiantes más Visiones de reflexión 42 | P á g . torpes o más perezosos se agrupan por las iniciales de sus apellidos? La explicación se hace más inquietante si el hecho se repite año tras año. Sin embargo, cada estudiante se hace cargo de su fracaso asumiendo toda la responsabilidad y todas las consecuencias del mismo. En tercer lugar, es conveniente recordar que el conocimiento académico tiene un doble valor. Por una parte, tiene valor de uso, es decir, es útil, tiene sentido, posee relevancia y significado, despierta interés, genera motivación y, por otra parte, tiene valor de cambio, es decir, se puede canjear por una calificación, por una nota. Cuando predomina el valor de uso, lo que importa de verdad es el aprendizaje, pero, cuando tiene gran incidencia el valor de cambio, es porque lo único que de verdad importa es aprobar. Todo maestro debe preguntarse a diario: ¿Cuántos de mis estudiantes estarán aquí por el deseo y el gusto deformarse, o por el interés intrínseco de lo que aprenden y cuántos por la imperiosa necesidad de obtener un certificado? Ironiza Gelner [22], acerca de los títulos académicos, relata una divertida anécdota: por las afueras de la ciudad de Edimburgo paseaba un individuo excéntrico que se entretenía en preguntar a la gente: - ¿Usted está bien de la cabeza? Las personas solían contestar desconcertadas, pero seguras, que sí, que estaban cuerdas. Pero él seguía con su interrogatorio: - ¿Me lo puede acreditar? La respuesta de los interpelados se cargaba de asombro. No sabían cómo podía acreditar, así de pronto, esa respuesta afirmativa. Pero él decía: - Pues yo sí lo puedo acreditar de forma inequívoca. Y sacaba de su cartera un documento que decía en su cabecera: Certificado de alta del manicomio. Es decir, que es el título y solamente el título quien acredita socialmente que se han adquirido determinados saberes o de que se poseen ciertas destrezas. De ahí su importancia. Es necesario hacer hincapié en el papel que desempeña la evaluación dentro del currículo. De alguna manera condiciona todo el proceso de formación/aprendizaje. Cuando el énfasis acaba situándose en la consecución de buenas calificaciones es porque el interés que tiene el conocimiento es, cuando menos, secundario. El valor de uso y el valor de cambio no tienen por qué ser antagónicos, pero la práctica DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 43 | P á g . pervertida puede exclusivizar el interés por las calificaciones. Se puede observar con preocupación cómo estudiantes, incluso grupos enteros, forcejean con el maestro para que se vean menos temas, para que el programa sea más corto, para que sea más fácil aprobar, a costa de que el aprendizaje sea también menor o de que no exista. Se puede comprobar fácilmente cómo los estudiantes desean irse pronto de vacaciones, hacer puentes entre días festivos y de retrasar el comienzo de las clases; con tal de que no se amenace el “aprobado”, todo es aceptable. En cuarto lugar, la forma de practicar la evaluación potencializa o debilita un tipo u otro de operaciones intelectuales, según los criterios que fije el evaluador. Si se pide jerarquizar por orden de complejidad intelectual las tareas de la Tabla 2 –todas importantes, todas necesarias– está claro que el orden tendrá carácter descendente: la de menor potencia será memorizar y la de mayor potencia crear. Tabla 2. Tareas intelectuales Memorizar Formar algoritmos Comprender Estructurar Comparar Analizar Argumentar Opinar Investigar Crear Ahora bien, si se observa qué orden ocupan estas tareas en las pruebas y en exigencia de la evaluación, probablemente el orden esté invertido. De esta manera, la evaluación estará puesta al servicio de las tareas intelectualmente más pobres. Es decir, la estructura de tareas está muy vinculada a la naturaleza del fenómeno evaluador [23]. La complejidad que encierra el proceso de evaluación es tan grande que resulta sorprendente el reduccionismo con el que frecuentemente se practica en el marco de las instituciones. Una de las causas de la simplicidad es un reduccionismo lingüístico que confunde examen con evaluación y calificación. En efecto, poner una nota no es un proceso de Visiones de reflexión 44 | P á g . evaluación, como no lo es la simple medición de la longitud de una mesa. Otra causa de la simplificación proviene de la selección de los contenidos evaluables. ¿Por qué sólo conocimientos y destrezas? ¿Por qué no actitudes y valores? Una tercera causa es la pretendida tecnificación que despoja a la evaluación de dimensiones más complejas como justicia, diversidad, emotividad... ******* DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 45 | P á g . VISIÓN SEIS Arquímedes de Siracusa Ἀρχιμήδης (287 a. C. – 212 a. C.) Visiones de reflexión 46 | P á g . FORMAR: POR QUÉ Y PARA QUÉ [24] Hoy más que nunca la sociedad le exige a la formación respuestas rápidas y efectivas, no sólo para cumplir sus propios fines sino para atender urgencias del contexto. Desde incrementar la productividad, alfabetizar en las nuevas tecnologías, adiestrar para el trabajo y hacer las personas más empleables, hasta combatir la corrupción y humanizar las relaciones sociales. Existe un imaginario social que le demanda a los procesos formativos todo lo que otros protagonistas de la vida social no quieren o no pueden hacer. A veces estas demandas esconden el abandono de responsabilidades irrenunciables, por los que deben resolverlas. Otras veces son una apuesta de esperanza hacia el futuro. Muchos países, con los cambios en los procesos formativos de la última década, intentan actualizarse y dar respuestas a los miles de estudiantes que actualmente realizan su formación. Se habla, en el contexto de una formidable revolución científico-tecnológica, de la sociedad del conocimiento, donde la formación es la clave. Pero frecuentemente se observan sociedades contra el conocimiento, que privilegian el impacto de las sensaciones a la reflexión y a la vivencia profunda, la información fragmentada al pensamiento, el entretenimiento al trabajo y al estudio cotidiano, el vértigo de la diversión a la alegría del encuentro y el sálvese quien pueda a la solidaridad como camino de progreso personal. Frente a este contexto, los propios estudiantes son quienes se preguntan ¿Por qué y para qué la formación? El por qué se pregunta desde un presente de fuertes cambios personales y sociales, hace a las motivaciones profundas y tiene que ver con un contexto que frecuentemente siembra confusión y desánimo en los más jóvenes, haciéndolos prisioneros del egoísmo organizado en consumismo y amplificando por los medios de comunicación que ofrecen, como deseables, patéticos modelos de vida adulta. El para qué tiene que ver con el futuro, con la esperanza de un proyecto de vida, con un horizonte de sentido. Pero el porqué y el para qué suponen ante todo un ejercicio de memoria del pasado: conciencia de quién soy, conciencia de gratitud para los que me ayudaron –familia, amigos, maestros– a ser conciencia del sentido profundo de la vida. DE LAS COMPETENCIAS, LA FORMACIÓN, LA INVESTIGACIÓN Y OTRAS 47 | P á g . En las prácticas cotidianas actuales se les está pidiendo a los procesos formativos que haga de todo: que desempeñe el papel que le corresponde a la familia, a los partidos, al Estado, a las comunidades, a las organizaciones. Todos estos espacios de socialización están entrelazados, pero ninguno suple al otro. Quizá podría hacerlo de alguna manera, pero ya conocemos la progresiva orfandad en la que camina la escuela y la soledad en que se encuentra el maestro. ¿Cuál es, entonces, la función de la formación? La escuela no tiene como función dictar “asignaturas”, “transmitir” conocimientos, llenar al estudiante de un montón de fragmentos de cultura general: fragmentos de matemáticas, de biología, de historia; cada maestro, al asumir su compromiso como “maestro” en una institución se hace responsable de los fines que persigue la escuela: la formación como un proceso personal, fundamentado en una concepción integral de la persona humana y, como afirma una filosofa y politóloga alemana: Si le repugna esta responsabilidad, más vale que se dedique a otra cosa y que no estorbe. A menudo, los maestros se enfrascan en el propósito de convertir sus asignaturas en el “coco” de la escuela, sienten satisfacción cuando el estudiante tiembla y a veces también cuando se “raja”. Esto significa que están desorientados, que “estorban” y que es mejor “que se dediquen a otra cosa”. A los maestros no les corresponde especializar a nadie, no les corresponde graduar filósofos, literatos o químicos, ni campeones de fútbol, sino personalidades maduras y equilibradas de forma “permanente” día a día
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