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Enfermedades cardiovasculares en mujeres

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Enfermedades cardiovasculares 
en mujeres
77
Martha Gulati y C. Noel Bairey Merz
Diferencias sexuales, de género y genéticas Cardiopatía isquémica en mujeres, 1747 Prevención de la enfermedad
en la enfermedad cardiovascular, 1744 Injertos de derivación arterial coronaria cardiovascular, 1752
Factores de riesgo cardiovascular y cirugía valvular, 1750 Conclusión, 1754
en mujeres, 1744 Enfermedad arterial periférica, 1750 Bibliografía, 1754
Evaluación del riesgo de enferm edad Insuficiencia cardíaca, 1751
cardiovascular, 1747 A rritm ia y m uerte súbita cardíaca, 1752
La enfermedad cardiovascular (ECV) sigue siendo la causa principal 
de muerte entre las mujeres: más mujeres que hombres han fallecido 
anualmente a causa de ECV desde 1984 en EE. UU., siendo la enfermedad 
arterial coronaria (EAC) la responsable de 401.495 muertes de mujeres 
en 2009.1 Un total de 42.900.000 mujeres viven con alguna forma de 
ECV, incluida la hipertensión, y el riesgo vital para el desarrollo de ECV 
de una mujer de 40 años de edad se estima que es de 1 cada 2 -co n un 
riesgo de 1 cada 3 para el desarrollo de EAC, de 1 cada 5 para el desa­
rrollo de insuficiencia cardíaca, y de 1 de cada 5 de sufrir un accidente 
cerebrovascular a lo largo de la vida-.1 Desde 2001, la mortalidad debida a 
enfermedades cardíacas ha disminuido continuamente entre las mujeres, 
pero entre las más jóvenes (<45 años), la mortalidad debida a cardiopatías 
realmente ha aumentado.
Hay diferencias tanto sexuales (biológicas) como de género (sociocultu- 
rales) en la ECV, y las diferencias en cuanto a pronóstico entre mujeres y 
hombres se deben a diversas variables, entre las que se encuentran facto­
res de riesgo de ECV específicos en mujeres, diferencias en las estrategias 
de tratamiento y manejo de las mujeres de cara a la prevención primaria 
y secundaria de la ECV, y diferencias fisiopatológicas de la ECV.
A pesar del hecho de que más mujeres que hombres hayan fallecido 
por ECV en EE. UU., no fue hasta 1991 cuando los National Institutes of 
Health (NIH) estableció la política de que todos los ensayos sufragados 
por los NIH deberían incluir a mujeres y a hombres en los estudios de 
enfermedades que afecten a ambos sexos. La mayoría de los estudios sobre 
mujeres y ECV comenzaron tras esta orden del Dr. Bemadine Healy, direc­
tor de los NIH en ese momento. Aunque la conciencia de que la ECV como 
causa líder de fallecimiento de las mujeres se ha incrementado desde 1997 
a 2012 (30 frente a 56%, P < 0,001), se ha mantenido subóptima desde 
2006, en particular en las minorías raciales y étnicas. La conciencia de los 
médicos del riesgo de las mujeres para la ECV tampoco es un objetivo. En 
un estudio de 2007, solo el 71% de los médicos internistas y ginecólogos 
entrevistados respondieron correctamente a todas las 13 preguntas que 
evaluaban el conocimiento sobre factores de riesgo cardíaco.
D IFEREN CIA S SEXUALES, DE G ÉNERO Y GEN ÉT ICA S 
EN LA EN F ER M ED A D CA R D IO V A SC U LA R
El Institute of Medicine ha definido el sexo como «la clasificación de los 
seres vivos, generalmente como masculinos o femeninos de acuerdo con 
sus órganos y funciones reproductores asignados según el complemento 
cromosómico».2 Las diferencias sexuales se deben a diferencias biológicas 
reales en la estructura y función de los sistemas cardiovasculares de 
hombres y mujeres, al contrario que las diferencias de género, que tienen 
su origen en la autorrepresentación de la persona debida a los papeles 
psicosociales y de comportamiento impuestos por la sociedad.
No se han definido hasta la fecha marcadores genéticos predictores de 
ECV en mujeres. El Women's Health Genome Study monitorizó pros­
pectivamente a 19.313 mujeres de raza blanca durante una mediana 
de 12,3 años con el fin de valorar si una puntuación de riesgo genético 
podría mejorar la evaluación del riesgo predecible de las mujeres más allá 
de los factores de riesgo tradicionales.3 No se logró demostrar ninguna 
mejoría en la predicción del riesgo de ECV en las mujeres con su exhaus­
tiva puntuación de riesgo genético basada en la literatura. Ello resultó 
cierto ya se extendieran los efectos del componente genético para incluir 
polimorfismos que actuaran sobre fenotipos intermedios o se restringieran 
1 7 4 4 s° l° a aquellos directamente asociados con los pronósticos de ECV.
FACTORES DE R IESG O C A RD IO V A SC U LA R 
EN MUJERES (v. tam bién cap ítu lo 42) 
Factores de r ie sgo e stab lecidos 
de enferm edad card iovascu lar
Edad
La edad predice con fuerza la ECV y, específicamente, la EAC. La preva­
lencia de ECV aumenta con la edad tanto entre los hombres como entre 
las mujeres, pero los episodios de EAC entre las mujeres aparecen en 
promedio aproximadamente 10 años antes que entre los hombres. La EAC 
aumenta entre las mujeres mayores de 60 años de edad, y una de cada 
tres mujeres de más de 65 de años de edad presenta evidencia de EAC, a 
diferencia de una de cada ocho mujeres de entre 45 y 64 años de edad. El 
National Cholesterol Education Program Adult Treatment Panel (NCEP 
ATP III) considera la edad de 55 años o más como un factor de riesgo 
para las mujeres, en comparación con los 45 años para los hombres. No 
obstante, la máxima diferencia sexual en cuanto a mortalidad por EAC se 
observa en las mujeres de edad media relativamente jóvenes, en quienes 
la mortalidad debida a un infarto agudo de miocardio (IAM) es el doble 
que la de los hombres de edad equiparable; por el contrario, no se aprecian 
diferencias entre hombres y mujeres de edad avanzada.
Antecedentes familiares
Los antecedentes de EAC en un familiar de primer grado aumentan el 
riesgo. Las directrices del NCEP ATP DI y de la American Heart Associa­
tion (AHA) para la prevención de ECV en las mujeres definen historia 
familiar de EAC prematura como el antecedente de un familiar de primer 
grado con EAC antes de los 65 años de edad para las mujeres y de los 
55 años en el caso de los hombres. La EAC prematura en familiares 
femeninos de primer grado es un factor de riesgo familiar relativamente 
más potente que la EAC en familiares masculinos. Además, mujeres 
clasificadas como de bajo riesgo para EAC (utilizando la Puntuación de 
Riesgo de Framingham), pero con una hermana con EAC prematura, 
es más probable que presenten evidencia de EAC subclínica según el 
calcio arterial coronario, basándose en un estudio sobre 102 mujeres 
asintomáticas. La guía de 2010 de la American College of Cardiology 
Foundation (ACCF)/AHA para la evaluación del riesgo cardiovascular 
en adultos asintomáticos recomienda que se obtengan los antecedentes 
familiares de EAC para la determinación del riesgo cardiovascular en todos 
los pacientes adultos asintomáticos.
Hipertensión
La prevalencia global de hipertensión es mayor en las mujeres que en los 
hombres, pero varía con la edad. Basándose en los datos de la National 
Health and Nutrition Examination Survey (NHANES), antes de la edad 
de 45 años, más mujeres que hombres presentan hipertensión. Entre los 
45 y los 64 años de edad, los hombres y las mujeres tienen una preva­
lencia de hipertensión similar, pero desde los 65 años en adelante, las 
mujeres muestran una mayor prevalencia de hipertensión que los hom­
bres. En las mujeres que toman anticonceptivos orales, la hipertensión es 
de dos a tres veces más frecuente que en las mujeres que no los toman, 
y su utilización eleva la presión sanguínea 7-8 mmHg en promedio, 
aunque esto se tolera típicamente bien y no se asocia con el desarrollo 
futuro de ECV.4
El estudio NHANES realizado de 1999 a 2004 demostró que las mujeres 
hipertensas tenían mayor probabilidad de ser tratadas que los hombres,
2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos
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pero resultaba menos probable que lograran un control de la presión 
sanguínea. Además de una mayor prevalencia de hipertensión en las 
mujeresde edad avanzada, el control de la presión sanguínea también 
resulta peor en esta población. En el estudio Women's Health Initiative 
Observational Study, solo el 29% de las mujeres hipertensas de 70 a 79 
años de edad tenían una presión sanguínea menor que 140/90 mmHg 
en comparación con el 41 y el 37% de aquellas de entre 50 y 59 años de 
edad y de entre 60 y 69 años de edad, respectivamente.
La hipertensión se asocia a un mayor riesgo de desarrollo de IC conges­
tiva, pero este riesgo parece ser mayor entre las mujeres. A partir de los estu­
dios Framingham Heart Study y Framingham Offspring Study, el riesgo de 
desarrollo de IC en aquellos con hipertensión frente a personas normotensas 
era aproximadamente el doble en los hombres y el triple en las mujeres.
Las mujeres que han sufrido accidentes cerebrovasculares tienen mayor 
probabilidad que los hombres de presentar antecedentes de hipertensión.3 
Esto resulta especialmente importante, porque el riesgo durante la vida 
de un accidente cerebrovascular es mayor en las mujeres que en los hom­
bres por su mayor esperanza de vida y porque los índices de accidente 
cerebrovascular aumentan sustancialmente con la edad.
Diabetes
La diabetes es un factor de riesgo de EAC relativamente mayor para 
mujeres que para hombres; aumenta el riesgo de la mujer para EAC de 
tres a siete veces, mientras que el aumento es solo de dos a tres veces 
en los hombres diabéticos.6 Además, el riesgo de EAC mortal entre las 
mujeres diabéticas es 3,5 veces superior al de las mujeres no diabéticas, 
que es mayor que el riesgo en los hombres diabéticos (el riesgo es 2 veces 
mayor entre los hombres diabéticos que en los no diabéticos).6
La American Diabetes Association (ADA) sugiere valorar el cribado 
para diabetes en las mujeres y los hombres de más de 45 años de edad y 
repetirlo cada 3 años si los resultados son normales. Para las mujeres con 
antecedentes de diabetes gestacional, el cribado de diabetes debe comen­
zar 6-12 semanas después del parto y, posteriormente, cada 1-2 años.7
Dislipidemia
La dislipidemia es más frecuente en las mujeres; más de la mitad de 
las mujeres de EE. UU. tienen un colesterol total mayor de 200 mg/dl, 
y el 36% presenta un colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad 
(LDL-C) superior a 130 mg/dl. De manera notable entre las mujeres, 
cambios adversos del perfil lipídico acompañan la menopausia, entre 
los que se incluyen niveles aumentados de colesterol total, LD L-C y 
triglicéridos, y niveles disminuidos de colesterol unido a lipoproteínas de 
alta densidad (HDL-C); resulta incierto qué parte del empeoramiento se 
debe al envejecimiento frente a la menopausia.8
Las directrices de la ATP IV consideran el LDL-C el objetivo primario 
del tratamiento con estatinas para reducir el colesterol de cara a reducir 
la ECV. Más aún, la guía de 2010 de la ACCF/AHA para la evaluación de 
riesgo cardiovascular en adultos asintomáticos no recomienda la medición 
de los perfiles de lipoproteínas mediante espectroscopia por resonancia 
magnética, apolipoproteínas, y el tamaño y densidad de las partículas para 
la valoración de adultos asintomáticos. Estas directrices recomiendan la 
medición del panel de lípidos en ayunas y el tratamiento de los pacientes 
con ECV establecida, diabetes o LDL-colesterol > 190 mg/dl con dosis 
de moderadas a altas de estatinas. Para los pacientes no incluidos en 
estos tres grupos, las directrices recomiendan el cálculo del riesgo de 
enfermedad cardiovascular ateroesclerótica (ECVAE).8a
El HDL-C predice la ECV tanto en los hombres como en las mujeres, 
quizá más en las mujeres. En el estudio Framingham, los hombres en el 
cuartil más inferior de HDL-C (HDL < 36 mg/dl) presentaron un 70% de 
mayor riesgo de infarto de miocardio (IM) que aquellos que se hallaban 
en el cuartel de HDL-C más alto (HDL > 53 mg/dl). Sin embargo, este 
riesgo era aún más intenso para las mujeres con bajo HDL-C. Las mujeres 
en el cuartil de FIDL-C mínimo (HDL < 46 mg/dl) presentaron un riesgo 
de seis a siete veces mayor de episodios coronarios que aquellas situadas 
en el cuartil de máximo HDL-C (HDL > 67 mg/dl), incluso tras realizar 
ajustes para otros factores de riesgo. Los niveles de HDL-C en las mujeres 
son un promedio de aproximadamente 10 mg/dl mayores que los de los 
hombres a lo largo de sus vidas. Las directrices reflejan esta diferencia 
y especifican un nivel de HDL-C deseable de 50 mg/dl en mujeres en 
contraposición con 40 mg/dl en hombres.9
Tabaquismo
En 2009, el 23,1% de los hombres y el 18,3% de las mujeres indicaron 
© uso de tabaco, lo que les sitúa en un mayor índice de riesgo de ECV. El
tabaquismo puede resultar más nocivo en las mujeres que en los hombres. 
Las mujeres fumadoras fallecen 14,5 años antes que las no fumadoras, 
mientras que los hombres fumadores mueren 13,2 años antes que los no 
fumadores. El abandono del tabaquismo reduce sustancialmente el riesgo; 
el riesgo de mortalidad en antiguos fumadores disminuye casi hasta el de 
los que nunca han fumado 10-14 años después de dejar el tabaquismo.
El uso de anticonceptivos orales conjuntamente con el tabaquismo 
comporta un riesgo incluso mayor de IM que el que supone el tabaquis­
mo de forma aislada, lo que se cree que está relacionado con efectos 
protrombóticos. Fumar 25 o más cigarrillos al día aumenta el riesgo de 
las mujeres de 12 a 32 veces. Los anticonceptivos hormonales de tercera 
generación parecen presentar un menor riesgo que el de las generaciones 
previas y cuarta.
Actividad física/condición física
La inactividad física es un factor de riesgo habitual para EAC, pero el 
comportamiento sedentario es más habitual en las mujeres que en los 
hombres (33,2 frente a 29,9%), y la inactividad aumenta con la edad, 
aunque el sesgo del sexo en los instrumentos de medición de la actividad 
física que no valoran las actividades domésticas como cocinar, limpiar y 
atender a los niños puede justificar las diferencias observadas. Solo el 
17,1% de las mujeres cumplen estas directrices, en contraposición con 
el 24,9% de los hombres, en la National Health Interview Survey de 
2011.1 Entre la NHANES de 1988-1994 y la NHANES de 2001-2006, 
la proporción de mujeres que realizaban actividad física 12 o más veces 
al mes disminuyó del 49 al 43%. La inactividad física es un factor de 
riesgo de ECV, dada su asociación con presión sanguínea más elevada, 
peor colesterol, peor metabolismo de la glucosa y peor estado de salud 
mental. La inactividad también contribuye a la obesidad. La inactividad 
física es un factor de riesgo independiente; el estudio Nurses' Health 
Study encontró que las mujeres que caminaban 30-45 min tres veces a la 
semana reducían su riesgo de IM en un 50%, independientemente de su 
edad. En un metaanálisis de los estudios sobre actividad física en mujeres, 
se apreció un 43% de menor riesgo para nueva EAC en las mujeres del 
grupo de máxima actividad física frente al de las mujeres menos activas.
En el St. James Women Take Heart Project, las mujeres asintomáticas 
que no llegaron a alcanzar 5 equivalentes metabólicos (MET, del inglés 
metabolic equivalents) en un protocolo Bruce tenían un riesgo tres veces 
aumentado de fallecimiento en comparación con las mujeres que alcanza­
ban más de 8 MET. El riesgo de fallecimiento en las mujeres asintomáticas 
y sintomáticas cuya capacidad de ejercicio era inferior al 85% del valor 
predicho para su edad era, al menos, el doble que el de las mujeres cuya 
capacidad de ejercicio era del 85% o superior al valor predicho para su 
edad.111 Se puede estimar la evaluación del estado físico previsible para 
la edad utilizando el nomograma validado de la figura 77-1.
NOMOGRAMA DEL PORCENTAJE DE CAPACIDAD 
DE EJERCICIO NORMAL PARA LA EDAD
FIG URA 77-1 Nomograma del porcentaje de capacidad de ejercicio predicha por 
edad en mujeres asintomáticas. Una línea trazada desde la edad de la paciente en la 
escala de la izquierda hasta el valor de MET en la escala de la derecha se cruzaráen el 
punto correspondiente al porcentaje de capacidad de ejercicio predicha para la paciente 
para la edad. (Tomado de Gulati M, Black HR, Shaw U, etal: The prognostic value o f a 
nomogram for exercise capacity in women. N Engl J Med 353:468, 2005.) 1745
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Factores de r ie sgo em ergentes
Síndrome metabólico
Los datos de la NHANES entre 2003 y 2006 indican que el 32,6% de las 
mujeres cumplían los criterios de síndrome metabólico. Además, aquellas 
con síndrome metabólico muestran un mayor riesgo de desarrollo de ECV, 
y esta asociación es más potente en las mujeres, con un riesgo relativo de 
EAC de 2,63 en comparación con 1,98 en los hombres.
Obesidad
La obesidad, definida como un índice de masa corporal (IMC) mayor de 
30 kg/m2, es epidémica en EE. UU., con una estimación de la NHANES 
de 2009-2010 del 36% de las mujeres. La incidencia creciente de diabetes 
está estrechamente asociada con la obesidad. Los datos del Framingham 
Heart Study demostraron que la incidencia de diabetes se había doblado 
a lo largo de los últimos 30 años, más espectacularmente en la década de 
los noventa y primariamente en individuos con un IMC superior a 30 kg/m2. 
En el Nurses' Health Study, la obesidad fue el predictor más potente de 
diabetes. Las mujeres con un IMC de 35 kg/m2 o mayor tenían un riesgo 
relativo de diabetes casi 40 veces superior al de las mujeres con un EMC 
inferior a 23 kg/m2.11 El patrón de obesidad parece estar relacionado con 
la ECV: una circunferencia abdominal por encima de 89 cm, indicativa de 
obesidad visceral, está relacionada con un riesgo elevado de ECV, mientras 
que un IMC elevado por sí solo no lo está.12
La obesidad se asocia a un aumento de la mortalidad por ECV, demos­
trando los datos de la NHANES de 2004 un riesgo un 13% mayor de 
fallecimiento cardiovascular en las mujeres obesas frente a aquellas con 
un IMC normal. La obesidad también se asocia a una disminución de la 
esperanza de vida en las mujeres, como demostró el Framingham Heart 
Study, en el que se encontró que las mujeres no fumadoras de 40 años 
de edad perdían 7,1 años de esperanza de vida como resultado de la 
obesidad. A pesar de estos datos, la obesidad no es un factor de riesgo 
independiente para ECV, aunque está fuertemente asociada a muchos 
de los factores de riesgo de EAC tradicionales. De manera notable, el 
sobrepeso, definido como un IMC mayor de 25, pero sin la obesidad, 
definida como mayor de 30, está asociado a una menor mortalidad y 
fallecimientos por ECV que en aquellas personas con peso normal. Los 
estudios previos en mujeres en quienes se midió tanto la obesidad como 
la condición física han sugerido que las mujeres obesas que se encuentran 
en una buena condición física no tienen un riesgo elevado y, al contrario, 
que las mujeres delgadas que no están en buena condición física tienen 
el riesgo elevado.13
Proteína C reactiva de alta sensibilidad
Resulta incierto si la proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) 
es un factor de riesgo causal de ECV, pero puede mejorar la detección 
del riesgo en las mujeres.14 En el Women's Health Study, un modelo de 
predicción de riesgo global que incluyó la CRPas mejoró la predicción 
del riesgo de ECV.14 En un estudio de mujeres aparentemente sanas, 
aquellas con síndrome metabólico y niveles de CRPas mayores de 3 mg/1 
presentaban casi un riesgo doble de episodios cardiovasculares futuros en 
comparación con aquellas con síndrome metabólico y una CRPas inferior 
a 3 mg/1. La medición de la CRPas no está recomendada actualmente para 
la valoración del riesgo rutinario en las mujeres, sino que es más bien una 
opción para aquellas en situación de rango de riesgo intermedio basado 
en la Framingham Risk Score.
Enfermedades autoinmunes (v. también capítulo 84)
La inflamación sistémica asociada a las enfermedades autoinmunes puede 
acelerar la ateroesclerosis. Se han asociado la artritis reumatoide (AR) y 
el lupus eritematoso sistémico (LES) con un riesgo relativo significativa­
mente aumentado de ECV. Las mujeres de 18 a 44 años de edad con LES 
tienen una probabilidad 2,27 veces mayor que sus pares equiparables por 
edad sin LES de tener que ingresar hospitalariamente por un IAM, una 
probabilidad 3,8 veces mayor de ser hospitalizadas por IC congestiva y 
una probabilidad 2,05 veces mayor de ingresar por un accidente cerebro- 
vascular. Las mujeres de 35 a 44 años de edad con LES en el Framingham 
Offspring Study tenían una probabilidad 50 veces mayor de presentar un 
IAM que las mujeres de la misma edad sin LES.
Síndrome del ovario poliquístico
Exclusivo de las mujeres, el síndrome del ovario poliquístico (SOPQ) se 
1746 asocia con el desarrollo de muchos rasgos de síndrome metabólico, así
como con resistencia a la insulina, aunque los familiares masculinos de 
primer grado también parecen presentar más resistencia a la insulina. Las 
mujeres con el SOPQ tienen una prevalencia aumentada de alteración 
de la tolerancia a la glucosa, síndrome metabólico y diabetes, cuando se 
las compara con mujeres sin SOPQ. Incluso aunque resulte incierto que 
el SOPQ sea un factor de riesgo independiente, datos recientes apoyan 
esta posibilidad.15
Amenorrea hipotalámica funcional
Hasta un 10% de las mujeres premenopáusicas presentan disfunción ová­
lica documentada, y la mayor proporción presenta disfunción hormonal 
subclínica. La amenorrea hipotalámica funcional (AHF) puede causar dis­
función ovárica premenopáusica, la cual se produce cuando las hormonas 
liberadoras de gonadotropinas aumentan, lo que aumenta, por tanto, la 
hormona luteinizante en forma de frecuencia de pulsos y causa amenorrea 
e hipoestrogenemia. En un extenso estudio de cohortes, las mujeres con 
irregularidades menstruales presentan un aumento del riesgo del 50% 
para EAC no mortal y mortal en comparación con las mujeres con ciclos 
menstruales regulares. Datos adicionales de las mujeres sometidas a una 
angiografía coronaria indican que la AHF se asocia con ateroesclerosis 
coronaria prematura16 y que el uso de tratamiento anticonceptivo oral 
puede ofrecer protección.17 Estos hallazgos sugieren que la amenorrea 
y las irregularidades del ciclo menstrual pueden ser un factor de riesgo 
de ECV en mujeres.
Preeclampsia e hipertensión asociada a la gestación
Las mujeres con preeclampsia tienen un riesgo 3,6-6,1 veces superior 
para el desarrollo de hipertensión y un riesgo 3,1-3,7 veces mayor para el 
desarrollo de diabetes.18 La preeclampsia también es un factor de riesgo 
para futuros accidentes cerebrovasculares isquémicos. Las mujeres con 
antecedentes de preeclampsia tienen, aproximadamente, el doble de 
riesgo de posterior cardiopatía isquémica (CI), accidente cerebrovascular 
y episodios tromboembólicos venosos a lo largo de los 5 -10 años pos­
teriores a la gestación.19
Diabetes gestacional
Los antecedentes de diabetes gestacional doblan el riesgo de diabetes 
en los primeros 4 meses posteriores al parto y se mantienen como un 
factor de riesgo a lo largo de toda la vida para diabetes y ECV.7 Niveles de 
glucosa en ayunas por encima de 121 mg/dl o superiores durante la ges­
tación aumentan 21 veces el riesgo de diabetes en el puerperio inmediato.
Tratamiento del cáncer de mama
Los avances recientes en el tratamiento del cáncer de mama han llevado 
a una mejoría de la supervivencia, pero han elevado el riesgo de ECV 
(v. tam bién capítulo 69).211 Los tratamientos para el cáncer de mama se 
asocian a grados variables de lesión cardiovascular directa, en conjun­
ción con los cambios de hábitos de vida que también reducen la reserva 
cardiovascular.211 Resulta incierto si el cáncer de mama globalmente o los 
tratamientos específicos para el cáncer de mama per se emergen como 
factores de riesgo de ECV, pero este tema está adquiriendo cada vez 
más importancia parael tratamiento de las mujeres que sobreviven a la 
neoplasia mamaria. Se necesitan estudios adicionales de cara a establecer 
los riesgos relativo y absoluto, así como estrategias de evaluación óptima 
y tratamiento, para los especialistas cardiovasculares, que cada vez serán 
más demandados para que valoren y traten a estas mujeres.
Tratamiento reproductivo hormonal
El American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) y la 
Organización Mundial de la Salud (OMS) han publicado directrices sobre 
la elegibilidad clínica para el uso de contracepción. Para la mayoría de 
mujeres que se encuentran sanas y libres de ECV y de factores de riesgo 
cardiovascular, el uso de una combinación contraceptiva de estrógenos- 
progestágenos se asocia con bajos riesgos relativo y absoluto de ECV. 
Las mujeres fumadoras y con hipertensión incontrolada, CI y obesidad 
presentan un nivel inaceptable de riesgo asociado con los anticonceptivos 
orales.4
La ECV en la menopausia aparece en asociación con una mayor carga 
de factores de riesgo de ECV establecido.21 Incluso aunque se ha man­
tenido la hipótesis de que el tratamiento hormonal posmenopáusico 
reduce la incidencia de ECV, múltiples ensayos clínicos aleatorizados no 
encontraron que el tratamiento hormonal o con moduladores selectivos 
de los receptores de estrógenos (MSRE) prevengan de forma primaria o
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secundaria la ECV. Las «Effectiveness-Based Guidelines for the Prevention 
of Cardiovascular Disease in Women— 2011 Update: A Guideline from 
the American Heart Association» establecen que el tratamiento de res­
titución hormonal y los MSRE no deben ser utilizados para la prevención 
primaria o secundaria de ECV, y que son una intervención de clase HI, 
con nivel de evidencia A.
EVALU AC IÓ N DEL R IESG O DE EN FER M ED A D 
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INTERHEART, un extenso estudio de casos y controles, valoró la asocia­
ción de múltiples factores de riesgo con el riesgo de IM y comparó el riesgo 
relativo de su asociación por sexos.22 Este estudio encontró que nueve 
factores englobaban el 94% de riesgo de IAM atribuible a la población 
para las mujeres y el 90% para los hombres. Estos factores de riesgo 
incluían el índice apo B/apo A -I, tabaquismo, hipertensión, diabetes, 
obesidad abdominal, factores psicosociales (índice de puntuación basado 
en la depresión, estrés en casa o en el trabajo, estrés financiero, y acon­
tecimientos vitales y una puntuación control), ingesta de fruta y verdura, 
ejercicio y consumo de alcohol. La diabetes y los factores psicosociales 
tuvieron una mayor asociación con el riesgo de IAM en mujeres, mientras 
que el ejercicio, el consumo de frutas y verduras y un consumo moderado 
de alcohol se asociaban con una mayor prevención del IAM en las mujeres 
que en los hombres (fig. 77-2).22
Las directrices recomiendan el uso de una puntuación de riesgo global 
(tal como la Puntuación de Riesgo de Framingham) con múltiples factores 
tradicionales de riesgo cardiovascular para todos los adultos asintomáticos 
sin antecedentes clínicos de ECV como indicación de clase I. También 
existen otras escalas de puntuación del riesgo (v. capítulo 42). La Rey­
nolds Risk Score calcula el riesgo en las mujeres y los hombres; incluye la 
CRPas y los antecedentes familiares como factores de riesgo y considera 
los episodios cerebrovasculares como el resultado. La escala europea 
Systematic Coronary Risk Evaluation (SCORE) incluye la variabilidad 
geográfica dentro de los países europeos como métrica de calibración.
Los datos de la NHANES mostraron que un modelo de riesgo de tipo 
Framingham resultaba útil en mujeres para la predicción de episodios 
cardiovasculares, con una estadística C de 0,829. Sin embargo, su focali- 
zación en estimaciones de riesgo a 10 años hace que la Framingham Risk 
Score resulte menos útil en las mujeres más jóvenes. Una focalización en 
el riesgo vital completa de ECV puede determinar una mejor forma de 
valorar el riesgo en las mujeres.
Las directrices específicas para mujeres recomiendan la estratificación 
de las mujeres en tres categorías -alto riesgo, en riesgo y riesgo óptim o-y 
hacen hincapié en el riesgo a lo largo de toda la vida de ECV en mujeres
(tabla 77-1). El estado de «alto riesgo» viene definido por la presentación 
de uno o más estados de alto riesgo, incluidos la presencia clínica de 
EAC, ECV, enfermedad arterial periférica (EAP), aneurismas de la aorta 
abdominal, nefropatía crónica en estado terminal, diabetes mellitus o 
un riesgo predicho a 10 años para ECV del 10% o mayor -u n umbral 
significativamente más bajo para la definición de alto riesgo que el punto 
de corte del 20% utilizado en directrices previas y en las de la NCEP ATP 
m -. El estado «en riesgo» viene definido por la presencia de uno o más de 
los factores de riesgo enumerados, así como por la evidencia de ateroes­
clerosis subclínica avanzada (p. ej., calcificaciones coronarias, placas 
carotídeas o aumento del espesor de intima-media), escasa capacidad 
de ejercicio en la prueba de cinta sin fin y/o anormal recuperación de la 
frecuencia cardíaca tras detener el ejercicio, enfermedad del colágeno 
vascular sistémica autoinmune (p. ej., LES o AR), y antecedentes de pree­
clampsia, diabetes gestacional o hipertensión inducida por la gestación. 
El «riesgo óptimo» incluye colesterol total inferior a 200 mg/dl, presión 
sanguínea por debajo de 120/80 mmHg, glucemia en ayunas inferior a 
100 mg/dl, IMC por debajo de 25 kg/m2, ausencia de tabaquismo, cum­
plimiento de los objetivos de actividad física y realización de una dieta (v. 
tabla 77-1). Las nuevas directrices de ECVAE sugieren que se considere 
a las mujeres para tratamiento hipolipemiante con estatinas cuando el 
riesgo de ECVAE a 10 años supere el 7,5%, de manera similar al umbral 
de tratamiento para los hombres.83
CARD IO PAT ÍA IS Q U É M IC A EN MUJERES 
S ín tom as de isquem ia
Los síntomas de la isquemia miocárdica incluyen típicamente dolor u 
opresión torácica, posiblemente junto con otros síntomas, entre los que 
se encuentran dolor opresivo que se irradia hacia el cuello, hombro, brazo, 
espalda o mandíbula; palpitaciones, disnea; quemazón cardíaca; náuseas; 
vómitos; dolor abdominal; diaforesis y mareo (v. tam bién capítulo 50). 
La evidencia sugiere diferencias sexuales en la percepción del sínto­
ma por las cuales las mujeres son «atípicas». Canto et al. analizaron 
69 estudios de síntomas en pacientes con síndrome coronario agudo 
(SCA) y apreciaron ausencia de dolor o de molestias torácicas con mayor 
frecuencia en las mujeres que en los hombres (37 frente a 27%).23 Según 
el National Registry of Myocardial Infarction, las mujeres -particularmente 
mujeres jóvenes- presentaban una mayor incidencia que los hombres de 
IAM sin dolor torácico (42 frente a 31%, P < 0,001).24 Las mujeres más 
jóvenes también mostraban tasas de mortalidad hospitalaria más altas 
en comparación con los hombres. Los síntomas pueden ser a menudo 
inespecíficos o menos graves, y pueden incluir disnea, dolor o molestias 
en otras localizaciones del cuerpo, como el brazo, el hombro, el centro de
Factor 
de riesgo
Sexo Control (%) Caso (%) Odds ratio (IC al 99%) RAP (IC al 99%)
Tabaquismo M 9,3 20,1 2,86 (2,36-3,48) 15,8% (12,9-19,3)
actual H 33 53,1 3,05 (2,78-3,33) 44% (40,9-47,2) ■
Diabetes M 7,9 25,5 4,26 (3,51-5,18) 19,1% (16,8-21,7)
H 7,4 16,2 2,67 (2,36-3,02) 10,1% (8,9-11,4) *
Hipertensión M 28,3 53 2,95 (2,57-3,39) 35,8% (32,1-39,6) -a-
H 19,7 34,6 2,32 (2,12-2,53) 19,5% (17,7-21,5) ■
Obesidad M 33,3 45,6 2 ,26(1,9-2 ,68) 35,9% (28,9-43,6)
abdominal H 33,3 46,5 2,24 (2,03-2,47) 32,1% (28-36,5) •
índice M - 3,49 (2,41-5,04) 40% (28,6-52,6)
psicosocial H 2,58 (2,11-3,14) 25,3% (18,2-34)
Frutas/verduras M 50,3 39,4 0,58 (0,48-0,71) 17,8% (12,9-24,1)
H 39,6 34,7 0,74 (0,66-0,83) 10,3% (6,9-15,2)
Ejercicio M 16,5 9,3 0,48 (0,39-0,59) 37,3% (26,1-50)
H 20,315,8 0,77 (0,69-0,85) 22,9% (16,9-30,2) -■
Alcohol M 11,2 6,3 0,41 (0,32-0,53) 46,9% (34,3-60) —■—
H 29,1 29,6 0,88 (0,81-0,96) 10,5% (6,1-17,5) ■
índice Apo B/ M 14,1 27 4,42 (3,43-5,7) 52,1% (44-60,2) — m—
Apo A-1 H 21,9 35,5 3,76 (3,23-4,38) 53,8% (48,3-59,2)
-■ -M ujeres
Hombres
0,25 0,5 1 2 4 8 
ODDS RATIO (IC al 99%)
“ I
16
FIGURA 77-2 Riesgo relativo asociado a factores de riesgo cardíaco en mujeres y en hombres del estudio INTERHEART: una comparación de casos y controles del riesgo relativo 
de IM basado en el sexo. RAP, riesgo atribuible a la población. (Tomado de Yusuf S, Hawken S, Ounpuu SD, et al: Effect o f potentially modifiable risk factors associated with 
myocardial infarction in 52 countries [the INTERHEART study]: Case-control study. Lancet 364:937, 2004.) 1747
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T A B L A 77-1 Clasificación del riesgo de enfermedad cardiovascular en mujeres
IX
Alto riesgo (>1 estado de alto riesgo) EAC clínicamente manifiesta 
ECV clínicamente manifiesta 
EAP clínicamente manifiesta 
Aneurisma de la aorta abdominal 
Nefropatía terminal o crónica 
Diabetes mellitus
Riesgo predicho a 10 años de ECV > 10%
En riesgo (>1 factor de riesgo) Tabaquismo
PAS > 120 mmHg, PAD > 80 mmHg o hipertensión tratada
Colesterol total > 200 mg/dl, HDL-C < 50 mg/dl o en tratamiento por dislipidemia
Obesidad, particularmente adiposidad central
Mala dieta
Inactividad física
Antecedentes familiares de ECV prematura en familiares de primer grado en hombres <55 años de edad o en mujeres 
<65 años de edad 
Síndrome metabólico
Evidencia de ateroesclerosis subclínica avanzada (p. ej., calcificación coronaria, placas carotídeas o espesor 
intima-media aumentado)
Escasa capacidad física en la prueba de cinta sin fin y/o recuperación anómala de la frecuencia cardíaca tras finalizar 
el ejercicio
Enfermedad del colágeno vascular autoinmune sistémica (p. ej., LES, AR)
Antecedentes de preedampsia, diabetes gestacional o de hipertensión inducida por el embarazo
Salud cardiovascular ideal (todos estos) Colesterol total < 200 mg/dl (sin tratamiento)
PS < 120/<80 mmHg (sin tratamiento)
Glucemia en ayunas < 100 mg/dl (sin tratamiento)
IMC < 25 kg/m2 
No fumadora
Dieta saludable (similar a DASH)
ESTADO DE RIESGO
PAD, presión arterial diastólica; PAS, presión arterial sistólica; PS, presión sanguínea.
Modificado de Mosca L, Benjamin EJ, Berra K, etal: Effectiveness-based guidelines for the prevention o f cardiovascular disease in women—2011 update: A guideline from the 
American Heart Association. Circulation 123:1243, 2011.
la espalda, la mandíbula o el epigastrio; indigestión; náuseas o vómitos; 
diaforesis; desmayos, mareos o síncope; fatiga, debilidad generalizada
o palpitaciones.23 El estudio W ISE25 confirmó una alta prevalencia de 
síntomas atípicos; síntomas más frecuentes, incluidos los de reposo; 
y síntomas más relacionados con el estrés en las mujeres.25
D ia gn óst ico de enferm edad arteria l obstructiva 
coronaria en m ujeres
En sentido amplio, las mujeres premenopáusicas con síntomas deben 
ser consideradas de bajo riesgo. Las mujeres sintomáticas en su quinta 
década de la vida deben considerarse con riesgo de bajo a intermedio 
para EAC si son capaces de llevar a cabo actividades rutinarias de la vida 
diaria (ARVD). Si la realización de ARVD se ve comprometida, a una 
mujer en la sexta década de la vida se la eleva a la categoría de riesgo 
intermedio de EAC. Las mujeres en la séptima década de la vida también 
son consideradas, en general, con riesgo intermedio de CI, mientras que 
las mujeres de 70 años en adelante son consideradas como de alto riesgo 
de EAC. Las directrices indican que las mujeres con bajo riesgo de EAC 
no son candidatas a evaluación diagnóstica; en casos excepcionales, se 
recomienda un electrocardiograma (ECG) de esfuerzo rutinario como 
prueba de elección.26 Las mujeres con riesgo de bajo a intermedio son 
candidatas para el ECG de esfuerzo si tienen una capacidad funcional 
estimada de al menos 5 MET o más. Las mujeres con riesgo de intermedio 
a elevado para EAC con hallazgos anómalos en un ECG de reposo de 12 
derivaciones deben ser remitidas para un estudio de imagen no invasivo 
de EAC, incluidos estudios de imagen de perfusión miocárdica (IPM) con 
estrés farmacológico, ecocardiografía, resonancia magnética cardiovas­
cular o angiografía coronaria por tomografía computarizada (ACTC). Las 
mujeres en riesgo alto de EAC con síntomas estables pueden ser remitidas 
para un estudio de imagen en estrés de cara a la evaluación funcional de 
su carga isquémica y como guía de los tratamientos antiisquémicos pos­
teriores a la prueba (fig. 77-3).26
La precisión disminuida de la respuesta ECG al ejercicio para la predic­
ción de la EAC en mujeres puede deberse a cambios más frecuentes en 
reposo del segmento ST-onda T, un menor voltaje en el ECG y factores 
hormonales, como los estrógenos endógenos en mujeres premenopáusi­
cas. Su sensibilidad y especificidad para el diagnóstico de EAC obstructiva 
en las mujeres se sitúan en un rango entre el 31 y el 71%, y entre el 66 y 
1748 el 86%, respectivamente. No obstante, una prueba de ECG en estrés con
ejercicio negativa tiene un valor diagnóstico considerable. Aunque las 
mujeres presentan un valor predictivo positivo más bajo del descenso del 
segmento ST en la prueba de ejercicio para EAC obstructiva que los hom­
bres (47 frente a 77%, P < 0,05), las mujeres sintomáticas y los hombres 
muestran un valor predictivo negativo similar del descenso del segmento 
ST (78 frente a 81%). Por ello, aunque las mujeres tienen más probabilidad 
de presentar un ECG de ejercicio falso positivo, una prueba de estrés con 
ejercicio negativa resulta útil para descartar EAC obstructiva. Una mujer 
con un ECG de ejercicio negativo y una capacidad física normal tiene 
una supervivencia libre de episodios excelente y un bajo riesgo de EAC 
obstructiva.11’ El ensayo clínico What Is the Optimal Method for Ischemia 
Evaluation in Women (WOMEN) puso de manifiesto que las mujeres 
con capacidad funcional evaluadas por síntomas de dolor torácico tenían 
pronósticos similares a 2 años ya se las asignara aleatoriamente a ECG 
durante el ejercicio o a IPM (P = 0,59),27 y ello apoya una estrategia del 
ECG en la que los estudios de imagen en estrés se limitan a las mujeres 
con hallazgos anormales en el ECG de reposo.
Los procedimientos diagnósticos, incluidos IPM en estrés, ACTC 
y angiografía coronaria invasiva, exponen a las mujeres a radiación 
ionizante. Para todas las mujeres restantes -e n particular las mujeres 
premenopáusicas de bajo riesgo- se aplican pruebas alternativas sin 
exposición a la radiación (p. ej., ECG) o no se realiza prueba alguna. Las 
directrices hacen énfasis en varios principios esenciales para guiar la 
remisión de las mujeres para la realización de IPM, ACTC y angiografía 
coronaria, que incluyen la justificación de su utilización, la optimización 
de la reducción de la dosis y una base de conocimientos adecuada que 
oriente su utilización. El seguimiento de estas directrices y de los criterios 
de uso adecuado puede limitar la exposición a la radiación de mujeres, lo 
que reduce el riesgo de cáncer.
M á s allá de la enferm edad arterial coronaria 
obstructiva: la paradoja de la p a to lo g ía 
isquém ica cardíaca en m ujeres
Las mujeres presentan menos EAC obstructiva anatómica y tienen mejor 
conservación de la función del ventrículo izquierdo a pesar de mayores 
índices de isquemia miocárdica y de mortalidad que los hombres.25,28 
Los datos del WISE y de otros estudios implican reactividad adversa de 
las arterias coronarias,29 disfunción microvascular coronaria y erosión 
de placas/microembolización30 como elementos que contribuyen a la
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MUJERES CON SOSPECHA DE SINTOMAS CARDIACOS
índice estimado de riesgo de CI
Riesgo intermedio de CI
Sin alteraciones en reposo del segmento ST
Riesgo intermedio-alto de CI
Alteraciones en reposo del 
segmento ST o incapacidad funcional
PECSF, primera estrategia
Evalúe AVD 
o IEAD
Estrategia de estudios de 
imagen selectivos
ECG alterado o indeterminado
Estudios de imagen de 
primera estrategia
Estudios de imagen en estrés
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ACTC
Informe estandarizado de alteraciones 
de riesgo de bajo a alto
Bajo 
riesgo
Evaluación 
Considere de síntomas 
estudio de no EAC 
imagen de EAC
Anómalo, pero no 
de alto riesgo
Alto riesgo
índice de tratamiento de CIE según las 
directrices de práctica clínica
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Reevaluación por Angiografía 
imagen selectiva según diferida 
los síntomas según los
síntomas
FIGURA 77-3 Algoritmo para mujeres con síntomas de dolor torácico de novo y: 1) riesgo bajo a intermedio de CI, y 2) riesgo 
intermedio a alto de CI. CIE, cardiopatía isquémica estable; IEAD, Inventario estado de actividad de Duke; PECSF, prueba de ejercicio 
en cinta sin fin. (Tomado de Mieres JH, Gulati M, Bairey Merz N, et al: Role o f noninvasive testing in the dinical evaluation o f 
women with suspected ischemic heart disease: Consensus statement from the Cardiac Imaging Committee, Council on Clinical 
Cardiology, and the Cardiovascular Imaging and Intervention Committee, Council on Cardiovascular Radiology and Intervention, 
American Heart Association. Circulation 2014 (in press).)
fisiopatología específica de las mujeres de la isquemia miocárdica. Por 
tanto, el conocimiento más allá de la descripción anatómica de la EAC 
obstructiva puede aportar importantes pistas para la detección de la 
isquemia miocárdica y el tratamiento de las mujeres. Por estas razones, 
el término CI es más útil que EAC cuando se analiza a las mujeres y sus 
formas de EAC.
Síndrome coronario agudo y angina
El tratamiento médico óptimo es el mismo para las mujeres y los hom ­
bres en las directrices para IM con elevación del segmento ST (IMCEST), 
el IM sin elevación del segmento ST (IMSEST) y la angina crónica.31 No 
obstante, las mujeres reciben a menudo un tratamiento médico menos 
intensivo o menor asesoramiento sobre hábitos de vida, lo que al final 
influye en el pronóstico. Las diferencias sexuales tienen lugar en el uso y 
momento de aplicación de la cateterización y revascularización cardíacas, 
lo que se asocia a peores resultados en las mujeres tras un SCA o un 
IM. Basándose en la evaluación más reciente del cumplimiento de las 
directrices para el tratamiento del IMCEST, hay diferencias sexuales en 
la agresividad del tratamiento y tienen un impacto en la mortalidad de 
las mujeres. Las mujeres más jóvenes (< 45 años) y de mayor edad (>45 
años) con IM tienen menos probabilidades de recibir inhibidores de la 
enzima conversora de la angiotensina o bloqueantes de los receptores 
de angiotensina al alta y tratamiento hipolipemiantes, tener una presión 
sanguínea inferior a 140/90 mmHg al alta, recibir endoprótesis o tener 
un tiempo desde el ingreso hasta la dilatación con balón de 90 min o 
menos o un tiempo desde el ingreso hasta la aplicación del tratamiento 
trombolítico de 30 min o menos. Se produjo una interacción significativa 
entre edad y sexo (P = 0,03) para muerte hospitalaria, de forma que la 
disparidad sexual fue mayor en la cohorte más joven frente a la cohorte de 
mayor edad. Se apreció una interacción similar del tiempo entre el ingreso 
y el tratamiento trombolítico, de forma tal que las mujeres más jóvenes 
sufrían el mayor retraso (odds ratio para el retraso > 30 min en las mujeres 
frente a los hombres, 1,73; intervalo de confianza [IC] al 95%, 1,21-2,45 
[más jóvenes]; frente a una odds ratio de 1,08; IC al 95%, 1-1,18 [mayor 
edad], P interacción = 0,003), con significativamente menos mujeres de 
45 años o menos logrando un tiempo entre el ingreso y el tratamiento 
trombolítico objetivo de 30 min o menos.32 
Una estrategia invasiva obtuvo una reducción del objetivo final com- 
© puesto de fallecimiento, IM o SCA repetido en ambos sexos, pero resultó
más beneficiosa en las mujeres con 
marcadores biológicos positivos (33% 
de reducción del riesgo). Las muje­
res también tienen una mortalidad 
mayor que los hombres con las inter­
venciones percutáneas coronarias 
(IPC) tras IMCEST y IMSEST.33 Por 
el contrario, el uso de fibrinólisis en 
las mujeres se asocia con una menor 
mortalidad o de IM no letal a 30 días 
que en los hombres, los cuales reci­
bieron enoxaparina frente a heparina 
no fraccionada.
Los estudios han documentado un 
aumento del riesgo de hemorragia 
en las mujeres sometidas a IPC que 
recibieron inhibidores de las gluco- 
proteínas Ilb/IIIa. Mientras que los 
hombres se benefician de los inhibi­
dores de las glucoproteínas Ilb/IIIa, 
las mujeres sufren más lesiones. Los 
estudios previos han sugerido que 
el elevado riesgo de hemorragia en 
las mujeres está relacionado con el 
tamaño corporal, y que la función 
renal y la diferencia sexual en cuanto 
a hemorragia desaparecen cuando 
se ajustan las dosis para la edad y la 
función renal.
El patrón persistente de mayor 
mortalidad y peores resultados car­
diovasculares en las mujeres frente 
a los hombres con CI está más pro­
bablem ente relacionado con el uso 
subóptimo de la guía de tratamiento en las mujeres en riesgo a pesar de 
la evidencia de que la aplicación de la guía de tratamiento tras un SCA 
reduce la disparidad en la mortalidad en las mujeres.34 Esta disparidad se 
mantiene a pesar de fuertes evidencias de que el manejo del SCA y de la 
angina crónica mediante un tratamiento médico intensivo beneficia por 
igual a ambos sexos. Nosotros y otros autores hemos mantenido la hipóte­
sis de que el «patrón femenino» de CI, caracterizado por una carga de EAC 
obstructiva relativamente menor y conservación de la fracción de eyección 
del ventrículo izquierdo (FEVI), representa un «síndrome de Yentl», por 
el que resulta relativamente menos probable que se reconozca y trate a 
las mujeres que a los hombres con un «patrón masculino» de CI.35 Las 
directrices actuales para IMCEST, IMSEST y angina crónica no presentan 
diferencias por sexos, lo que sugiere que los esfuerzos para mejorar la 
aplicación de las directrices en la práctica podrían mejorar los pronósticos 
de la CI en las mujeres.31
Cardiopatía isquémica no obstructiva
Las mujeres con signos y síntomas de isquemia miocárdica tienen una 
menor probabilidad de EAC que los hombres. El estudio WISE demostró 
que el 57% de las mujeres con síntomas y signos de isquemia no presentan 
EAC obstructiva evidente en la angiografía coronaria.36 De las mujeres 
sin EAC obstructiva, más de la mitad continuarán con signos y síntomas 
de isquemia miocárdica, tendrán ingresos hospitalarios repetidos y serán 
sometidas a angiografías coronarias repetidas -todo lo cual tiene impacto 
sobre los recursos sanitarios-37 Las mujeres con dolor torácico y EAC no 
obstructiva presentan una mayor mortalidad y de episodios cardiovas­
culares adversos que la mujeres asintomáticas, lo que subraya, por tanto, 
el hecho de que el pronóstico de las mujeres con síntomas y signos de 
isquemia no es benigno, incluso aunque no presenten EAC obstructiva 
o muestren unas arterias coronarias angiográficamente «normales».38
La EAC no obstructiva también es frecuente en las mujeres con SCA.
El National Cardiovascular Data Registry ha demostrado que las posibi­
lidades de EAC obstructiva son un 50% menores en las mujeres que van 
a ser sometidas a una angiografía coronaria que en los hombres.28 Otros 
registros de SCA han demostrado que las mujeres presentan EAC no 
obstructiva más frecuentemente que los hombres; aparece en el 10-25% 
de las mujeres frente al 6-10% de los hombres. En el contexto de un SCA, 
unas arterias coronarias «normales» no tienen un pronóstico benigno; 
el 1,4 millones de episodios de SCA por año, 600.000 de los cuales se 1749
E
nfermedades 
cardiovasculares 
en 
m
ujeres
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Disfunción sistólica
Movimiento regional de la pared -
Perfusión segmentaria disminuida
Disfunción diastólica
Microinfarto/fibrosis miocárdica
Alteración del metabolismo/respuesta 
anómala del segmento ST
Perfusión subendocárdica disminuida -
Disfunción ---------------
endotelial y microvascular
Tiempo de exposición £ 
Término próximo —
la discordancia en aporte/demanda de oxígeno miocárdico 
----------------------------------------------------------► Prolongado
FIGURA 77-4 Modelo de angina microvascular en mujeres.
producen en mujeres, se traducen en 60.000 a 150.000 mujeres con SCA 
y EAC no obstructiva. A pesar de la menor EAC obstructiva, las mujeres 
-particularmente las mujeres jóvenes- tienen un pronóstico peor tras un 
SCA. Aunque se ha atribuido el peor pronóstico en las mujeres a la edad 
avanzada y el aumento de las comorbilidades,25 además del escaso uso 
de medicación salvadora y de tratamientos en las mujeres, si se controlan 
tales variables, aún se demuestran diferencias sexuales persistentes.39
S ín d ro m e card íaco X y a n g in a m ic rova scu la r
La disfunción microvascular coronaria puede explicar los frecuentes 
(atípicos) síntomas paradójicos observados, la evidencia de isquemia y los 
resultados adversos en las mujeres. El síndrome cardíaco X, caracterizado 
por signos y síntomas de isquemia sin EAC obstructiva, ha sido descrito 
desde hace mucho tiempo como más prevalente en las mujeres. El estudio 
WISE documentó que al menos la mitad de las mujeres con el síndrome 
cardíaco X tienen disfunción microvascular coronaria, la cual ocasiona 
los resultados adversos de CL40 En la figura 77-4 se muestra un modelo 
hipotético de angina microvascular en las mujeres. Aunque la relación 
entre disfunción microvascular coronaria y ateroesclerosis epicárdica 
no se conoce completamente, una hipótesis actual es que se trata de un 
único proceso patológico en el cual la respuesta a la lesión de la íntima 
puede variar debido a diferencias sexuales en la remodelación vascular y 
la reactividad vascular.
M io c a rd io p a t ía de takotsubo
La miocardiopatía de takotsubo (y. tam bién capítulo 25) debe consi­
derarse en las mujeres como parte del diagnóstico diferencial del SCA 
(v. tam bién capítulos 51 a 53). Las características iniciales de la miocar­
diopatía de takotsubo se parecen a las de la isquemia miocárdica tras la 
rotura aguda de una placa, pero la miocardiopatía de takotsubo tiene una 
apariencia típica consistente en alteraciones diferenciadas del movimiento 
regional de la pared en ausencia de enfermedad coronaria obstructiva 
significativa, y frecuentemente aparece tras un estrés emocional signi­
ficativo o un procedimiento médico. Esta denominación japonesa está 
basada en la similitud del aspecto del ventrículo izquierdo con la forma de 
una trampa japonesa para pulpos. Entre otros nombres que se han dado 
a esta enfermedad se incluyen «síndrome de abombamiento ventricular 
transitorio», «síndrome de abombamiento apical del ventrículo izquierdo», 
«miocardiopatía inducida por estrés», «miocardiopatía ampulosa» y «sín­
drome del corazón roto». La miocardiopatía de takotsubo se estima que 
aparece en el 1-2% de los pacientes con SCA, siendo mujeres más del 90% 
de los casos.41 El mecanismo fisiopatológico exacto de la miocardiopatía de 
takotsubo es desconocido, pero un exceso de catecolaminas probablemente 
desempeña un papel principal. El tratamiento preciso de esta enfermedad 
sigue siendo incierto, sin ensayos clínicos específicos aleatorizados hasta 
1750 la fecha sobre el tratamiento de esta no tan infrecuente enfermedad.
INJERTOS DE DER IVAC IÓ N 
ARTER IAL C O RO N A R IA 
Y C IRU G ÍA VALVULAR
Tanto los hombres como las mujeres son habi­
tualmente sometidos a injertos de derivación 
arterial coronaria (IDAC) para el tratamiento 
de la EAC obstructiva en EE. UU. Las mujeres 
suponen, aproximadamente, el 25% del número 
total de procedimientos anuales de IDAC.1 Los 
pronósticos tras un IDAC difieren persisten­
temente según el sexo, con mayor morbilidad 
y mortalidad perioperatorias de las mujeres 
frentes a los hombres, aunque este hallazgo se 
explica típicamente por diferencias de base en 
edad, factores de riesgo, comorbilidades y dis­
función del ventrículo izquierdo. Las mujeres 
presentan mayor depresión postoperatoria y 
pueden tener una peor calidad de vida 1 año 
después de procedimientos de IDAC,42 aunque 
resulta incierto si estos problemas tienen rela­
ción con sesgos relacionados con el sexo.
No se han establecido directrices específicas 
según el sexo para la patología de las válvulas 
cardíacas y la cirugía valvular, pero hay datos 
sobre pronóstico específico según el sexo tras 
una cirugía valvular. Las m ujeres que son 
sometidas a la sustitución de una válvula aórtica (SVA) presentan una 
mayor edad media que los hombres (68,3 ± 12,3 frente a 64,3 ± 14,1 
años). Aunque las mujeres presentaron más accidentes cerebrovasculares 
tardíos tras la SVA, sufrieron m enos reintervenciones y tuvieron una 
mejor supervivencia global a largo plazo que los hombres. Las mujeres y 
los hombres que van a someterse a SVA (aislada o junto con una IDAC) 
no presentaron diferencias sexuales en cuanto a mortalidad a 30 días o a
1 año. El sexo femenino se asoció a mejor supervivencia a corto y largo 
plazo tras la intervención a través de un catéter de la válvula aórtica, si 
bien las mujeres tuvieron más complicaciones ilíacas (9 frente a 2,5% en 
los hombres, P = 0,03).43 Rara la cirugía de sustitución de la válvula mitral, 
independientemente del tipo de válvula (mecánica o prótesis biológica), 
las mujeres presentan mejor supervivencia a largo plazo que los hombres.
EN F ER M ED A D ARTER IAL PER IFÉRICA
La EAP tiene una elevada prevalencia en las mujeres de EE. UU.; aumenta 
con la edad y se encuentra en un rango desde el 2% a los 40 años hasta 
incluso el 25% en las mujeres de 80 o más años de edad (v. tam bién 
capítulo 58) z14 A pesar de su prevalencia, la conciencia de esta situación es 
la menor entre los factores de riesgo de ECV y las otras formas de ECV, con 
tres de cada cuatro personas en EE. UU. que no conocen la EAP. La EAP 
de las extremidades inferiores se asocia a igual morbilidad y mortalidad 
y a comparables costes sanitarios que la Cl y el accidente cerebrovascular 
isquémico. Se puede evaluar la EAP utilizando el índice tobillo-brazo 
(ITB), y se realiza el diagnóstico de EAP cuando dicho ITB es inferior a 0,9.
Los síntomas de la EAP pueden diferir entre los sexos. La manifestación 
fundamental de la EAP es la claudicación intermitente. No obstante, ha 
aumentado el reconocimiento de que las mujeres pueden no presentar 
los síntomas clásicos e incluso pueden no presentar síntomas en la EAP. 
Como en otras ECV, parece existir una prolongada «fase de latencia» en la 
EAP que puede progresar a lo largo del tiempo. Como se demostró en 
el estudio Women's Health and Aging Study (WHAS), que incluyó a 933 
mujeres incapacitadas de 65 o más años de edad, 328 (35%) presentaron 
un ITB menor de 0,9, y el 63% de aquellas con EAP no mostraron síntomas 
en las piernas durante el ejercicio. La EAP asintomática parece ser apro­
ximadamente el doble de frecuente en las mujeres que en los hombres.
A pesar de presentar menos síntomas de EAP, una vez diagnosticada, 
las mujeres parecen presentar mayor afectación funcional debida a EAP 
que los hombres. En una cohorte de 560 personas con EAP y claudicación 
intermitente, la distancia en la cinta de ejercicio hasta la aparición de 
síntomas de claudicación intermitente fue un 33% menor, y la distancia 
caminada en la cinta sin fin fue un 23% más corta en las mujeres que en 
los hombres.
Aunque las mujeres tienen más alteración de la capacidad funcional, 
los hombres con isquemia crítica de losmiembros tienen el doble de 
probabilidad que las mujeres para ser sometidos a revascularización de
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FIGURA 77-5 Prevalencia de IC por sexo y edad (NHANES: 2007 a 2010). (Tomado de 
Go AS, Mozaffarian D, Roger VL, etal: Heart disease and stroke statistics—2013 update: 
A report from the American Heart Association. Circulation 127:e6, 2013.)
acuerdo con el análisis de un único centro. Más recientemente, la mis­
ma institución demostró que no había diferencias sexuales en las tasas 
de revascularización de pacientes con EAP,45 al contrario que en otros 
registros actuales.46 Múltiples estudios han indicado una supervivencia 
similar libre de amputación tras la revascularización de una extremidad 
inferior por EAP en las mujeres y en los hombres, pero en los pacientes 
diabéticos con EAP, las tasas de amputación parecen realmente más 
bajas en las mujeres que en los hombres. Las diferencias sexuales tras la 
revascularización por EAP de una extremidad inferior han sido inconsis­
tentes, pero el sexo es, con frecuencia, un motivo de confusión para 
morbilidad, edad y factores de procedimiento que tienen un impacto 
sobre la mortalidad perioperatoria, y tales factores deben ser tenidos en 
cuenta cuando se están considerando procedimientos de revascularización 
en las mujeres con EAP.44
Otras formas de EAP tam bién muestran diferencias sexuales. La 
enfermedad arterial mesentérica es de lejos mucho más frecuente en las 
mujeres, con aparición de más del 70% de los casos de isquemia intestinal 
crónica en las mujeres y con dos tercios de las manifestaciones agudas 
en las mujeres de edad avanzada.44 Sin tratamiento, la isquemia intes­
tinal aguda es casi siempre mortal, pero incluso con tratamiento tiene 
aún una mortalidad de aproximadamente el 70%. La estenosis de las 
arterias renales y los aneurismas aórticos abdominales son mucho más 
frecuentes en los hombres que en las mujeres. Como los aneurismas de 
la aorta abdominal se asocian con menor frecuencia a mortalidad en las 
mujeres, no se recomienda el cribado de las mujeres asintomáticas, al 
contrario que en los hombres.
INSUFICIENCIA CARDÍACA
La IC afecta a 5,1 millones de personas en EE. UU., y casi la mitad son 
mujeres (v. tam bién capítulos 23 a 25). En 2010, 32.847 fallecimientos 
de mujeres se debieron a IC, lo que supone más muertes en las mujeres 
que en los hombres (58,2 frente a 41,8%).1 La prevalencia de la IC aumen­
ta con la edad, con más mujeres que hombres afectadas por IC pasados 
los 79 años de edad (fig. 77-5). Aunque el riesgo a lo largo de toda la vida 
de desarrollo de IC en una persona de 40 años de edad no es diferente 
entre sexos (1 a 5), el riesgo vital para el desarrollo de IC en una persona 
de 40 años de edad sin un IM previo es de 1 a 6 para las mujeres y de 1 
a 9 para los hombres.47
Los factores de riesgo asociado con IC y la fisiopatología subyacente 
difieren por sexos. Las mujeres con IC presentan más hipertensión, pato­
logía valvular y trastornos tiroideos que los hombres, pero son menos 
propensas a padecer EAC. Incluso aunque la EAC obstructiva sea menos 
frecuente en las mujeres, es un factor de riesgo más fuerte que la hiper­
tensión para el desarrollo de IC. Los factores de riesgo exclusivos de las 
mujeres incluyen toxicidad cardíaca por los fármacos quimioterápicos 
utilizados para el tratamiento del cáncer de mama y la miocardiopatía 
periparto. Las mujeres con IC aguda descompensada tienen el doble 
de posibilidades que los hombres de mantener la función del ventrículo 
izquierdo o de presentar una IC con fracción de eyección conservada 
(ICFEc). Incluso las mujeres con una alteración de la FEVI mantendrán 
una mayor FEVI que los hombres. De manera notable, las mujeres con IC
tienen una peor calidad de vida, peor capacidad funcional, más ingresos 
hospitalarios por IC y depresiones más frecuentes. No obstante, la super­
vivencia global es mejor para las mujeres que para los hombres con IC. 
Este hallazgo no solo se debe a que las mujeres tengan más ICFEc porque 
las tasas de mortalidad por IC no están relacionadas con la conservación 
o alteración de la fracción de eyección en ninguno de los sexos, aunque 
aquellos con miocardiopatía isquémica tienen un peor pronóstico.
Miocardiopatía periparto
La miocardiopatía periparto produce alteración de la FEVI durante el 
último mes de la gestación o en los 5 m eses posteriores al parto sin 
cardiopatía preexistente ni causa identificable (v. tam bién capítulo 78). 
Se estima su incidencia en 1 de cada 4.000 embarazos, y se asocia con 
ciertos factores de riesgo, que incluyen edad materna avanzada, origen 
africano, paridad elevada, embarazo gemelar, utilización de tocolíticos y 
pobreza.48 Tras el diagnóstico, la FEVI se recupera aproximadamente en la 
mitad de casos en 6 meses, pero en el 20% se deteriora y bien fallecen o 
requieren un trasplante cardíaco. La recuperación parece relacionada con 
una disminución menos grave de la FEVI.47 El riesgo durante embarazos 
posteriores no está del todo aclarado, pero, en un análisis retrospectivo 
de 44 pacientes con miocardiopatía periparto en una gestación previa, 
la FEVI disminuyó en el siguiente embarazo tanto en aquellas mujeres 
que habían recuperado la función del ventrículo izquierdo (del 56 ± 7% 
al 49 ± 10%; P = 0,002) como en aquellas otras con alteración persistente 
de la FEVI (del 36 ± 9% al 32 ± 11%; P = 0,08).
Diagnóstico de insuficiencia cardíaca
En términos de diagnóstico de IC aguda, los Studies of Left Ventricular 
Dysfunction (SOLVD) demostraron que las mujeres con una alteración 
sistólica de la FEVI tenían más probabilidades que los hombres de pre­
sentar edemas, elevación de la presión venosa yugular y un tercer ruido de 
galope S3. Por el contrario, el Acute Decompensated Heart Failure Natio­
nal Registry (ADHERE) no mostró diferencias sexuales en los signos y 
síntomas iniciales de la IC aguda, y el estudio incluyó a 54.674 mujeres, lo 
que suponía más de la mitad de los casos registrados. La diferencia de este 
estudio frente a otros puede deberse a la forma en que ADHERE estaba 
buscando específicamente IC descompensada de forma aguda más que 
síntomas crónicos. Hay diferencia sexual en el marcador biológico péptido 
natriurético cerebral (BNP), que se utiliza para diagnosticar IC. Los valores 
de base del BNP son más altos en las mujeres que en los hombres, pero 
un BNP mayor de 500 pg/ml parece ser predictor de fallecimiento más 
potente en las mujeres con IC que en los hombres. Se necesitan estudios 
adicionales para delinear, comprender y utilizar las diferencias sexuales 
en cuanto a estos marcadores biológicos.
Tratamiento de la insuficiencia cardíaca
El tratamiento de la IC puede beneficiar por igual a ambos sexos, pero 
la menor representación de las mujeres en los estudios sobre IC y la 
mayor prevalencia de ICFEc en las mujeres contribuyen a nuestra falta 
de evidencias con respecto al tratamiento de la IC en las mujeres.47 Los 
estudios clínicos Candesartan in Heart Failure: Assessment of Reduction 
in Mortality and Morbidity (CHARM), junto con otros, demostraron que 
las mujeres tenían mayor probabilidad de conservar la función ventricular 
izquierda (50%) que los hombres (35%).22 Globalmente, los tratamientos 
de la IC basados en la evidencia están infrautilizados en ambos sexos y, 
aunque resulta menos probable que las mujeres los reciban frente a los 
hombres, esta disparidad no se traduce en una mayor tasa de ingresos 
hospitalarios o de mortalidad por IC. Es menos probable que se adminis­
tren a las mujeres fármacos vasoactivos, pero los hombres y las mujeres 
tienen iguales duración de los ingresos hospitalarios y tasas de mortalidad 
intrahospitalarias ajustadas por edad por IC.
La prevención primaria y secundaria de la muerte súbita cardíaca en 
la IC mediante la utilización de dispositivos desfibriladores automáti­
cosimplantables (DAI) demuestra diferencias sexuales. Los DAI están 
infrautilizados en ambos sexos, de manera particular en las mujeres. 
Las mujeres susceptibles de su uso, en particular las mujeres de raza 
negra, tienen menos probabilidades que los hombres de recibir un DAI 
(42,4 frente a 26,5%, P < 0,0001). El uso de DAI aumentó a lo largo del 
tiempo, y las diferencias raciales desaparecieron hacia 2009, pero las dis­
paridades sexuales se han mantenido.49 Ninguno de los ensayos clínicos 
aleatorizados sobre DAI incluyó un número suficiente de mujeres para 
permitir un análisis sobre diferencias sexuales. Todos los estudios hasta la 
actualidad carecen de la potencia para detectar diferencias sexuales, pero
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los DAI no demuestran con claridad beneficios en cuanto a mortalidad 
para las mujeres.49 Las mujeres presentan tasas de implantación similares, 
pero también tienen índices de complicaciones mayores tanto a 45 días 
como a 1 año (odds ratio, 1,78; IC al 95%, 1,24-2,58; P = 0,002; y cociente 
de riesgos [CR], 1,91; IC al 95%, 1,48-2,47; P < 0,001, respectivamente), 
aunque no hubo diferencias sexuales en cuanto a mortalidad. Las com­
plicaciones precoces afectaron a la recolocación de los electrodos en 
los hombres y a la sustitución de los mismos en las mujeres, mientras 
que las complicaciones tardías para ambos sexos incluyeron infección 
del bolsillo y tormenta eléctrica (a menudo relacionada con los elec­
trodos). Además, las mujeres tenían menos probabilidades de recibir un 
tratamiento adecuado mediante choque o marcapasos antitaquicardia 
que los hombres (CR, 0,69; IC al 95%, 0,51-0,93; P = 0,015; y CR, 0,73; IC 
al 95%, 0,59-0,9; P = 0,003, respectivamente). Estas diferencias pueden 
ser debidas a diferencias sexuales en cuanto a tamaño corporal, retraso 
en la evaluación de las mujeres, o simplemente a diferencias innatas en 
la respuesta a la enfermedad.
Los tratamientos de resincronización cardíaca (TRC) resultan benefi­
ciosos tanto para los hombres como para las mujeres con IC y un com­
plejo QRS ancho. En el estudio Comparison of Medical Therapy, Pacing, 
and Defibrillation in Heart Failure (COMPANION), las mujeres que 
fueron sometidas a TRC tuvieron una mayor reducción del objetivo final 
combinado de mortalidad total o ingreso hospitalario por cualquier causa 
que las mujeres que solo recibieron tratamiento médico. Aunque pocos 
estudios han descrito datos específicos de sexo, se han confirmado estos 
mismos hallazgos en un análisis retrospectivo del estudio Cardiac Re- 
synchronization-Heart Failure (CARE-HF).
Trasplante cardíaco
Se realizan trasplantes cardíacos con mucha menor frecuencia en las 
mujeres que en los hombres,50 con solo el 28% de los trasplantes en 
EE. UU. en 2011 correspondientes a las mujeres. Esto se puede deber 
a la mayor edad de las mujeres con IC y a diferencias en las elecciones 
relacionadas con el trasplante. La supervivencia tras un trasplante parece 
ser ligeramente peor en las mujeres que en los hombres, y el intervalo 
entre las supervivencias aumenta ligeramente con el tiempo (tasa de 
supervivencia de las mujeres frente a los hombres: 1 año, 86 frente a 88%;
3 años, 76 frente a 79%; 5 años, 68 frente a 72%).47
A R R IT M IA Y MUERTE SÚBITA C A R D ÍA C A
Importantes diferencias sexuales en la electrofisiología cardíaca tienen 
impacto en las arritmias y la muerte súbita cardíaca (v. también parte V).51 
Comenzando en la pubertad, las mujeres tienen frecuencias cardíacas en 
reposo más altas que los hombres. También presentan intervalos QT más 
largos y un mayor riesgo de torsades de pointes inducidas por fármacos.32 
En la ta b la 77-2 se recogen las diferencias relacionadas con el sexo en 
las taquicardias supraventriculares. La taquicardia por reentrada nodal 
auriculoventricular (AV) es dos veces más frecuente en las mujeres que 
en los hombres, al contrario que la taquicardia por reentrada AV, como la 
que se ve en el síndrome de Wolff-F^rkinson-White, que es más habitual 
en los hombres. Cuando se comparan con los hombres, las mujeres con 
fibrilación auricular tienen un mayor riesgo de accidente cerebrovascular y 
resulta menos probable que reciban anticoagulación o que sean sometidas 
a procedimientos ablativos. Las mujeres tienen un menor riesgo global 
de muerte súbita cardíaca y es menos probable que presenten EAC obs­
tructiva en el momento de la muerte súbita cardíaca.31
PREVENCIÓ N DE LA E N FER M ED A D 
C A RD IO V A SC U LA R
Las directrices para la prevención de la ECV en mujeres están basadas en 
las «Effectiveness-Based Guidelines for the Prevention of Cardiovascular 
Disease in Women— 2011 Update: A Guideline from the American Heart 
Association» y la 2013 ACC/AHA Guideline on the Assessment of Cardio­
vascular Risk, que se fundan en estudios basados en la evidencia, pero que 
también recogen observaciones del «mundo real».53,54 Las mujeres con un 
riesgo predicho a 10 años del 7,5% o mayor son actualmente consideradas 
elegibles para tratamiento hipolipemiante con estatinas.83 Directrices 
previas específicas de mujeres sugieren que aquellas mujeres con un 
riesgo del 10% o mayor son consideradas de alto riesgo (v. tabla 77-1).
Las recomendaciones sobre hábitos de vida son parte de cualquier 
estrategia de prevención para las mujeres e incluyen recomendaciones de 
1752 ejercicio concretas. Las directrices actuales animan a la realización de al
TA B L A 7 7 -2 Sexo de los pacientes en relación con diferentes 
tipos de taquicardia supraventricular
ODDS RATIO
TIPO DE ARRITMIA Hombre Mujer (HOMBRES/MUJERES)
Taquicardia auricular
Paroxística 
Incesante
Taquicardia del nodo AV 
Tipo común 
Tipo infrecuente 
Vías accesorias
Abiertas
Ocultas
Lentas
Rápidas
Taquicardia de 
movimiento circular
Fibrilación auricular
Fibrilación ventricular
Taquicardia de BRI 
de tipo Mahaim 
AV, auriculoventricular; BRI, bloqueo de rama izquierda.
Modificado de Rodríguez LM, de Chillou C, SchlapferJ, etal: Age at onset and gender 
o f patients with different types o f supraventricular tachycardias. Am J Cardiol 70:1213, 
1992.
menos 150 min de ejercicio moderado o 75 min de ejercicio intenso por 
semana. Además, las directrices hacen énfasis en que el beneficio para 
la ECV es mayor cuanto más ejercicio y que las mujeres que necesitan 
perder peso deben acumular un mínimo de 60-90 min de actividad física al 
menos de intensidad moderada en la mayoría y preferiblemente en todos 
los días de la semana. Se aconseja a las mujeres que realicen actividades 
aeróbicas durante al menos 10 min durante cada sesión de ejercicio. 
También se recomiendan para todas las mujeres ejercicios de resistencia 
y de fortalecimiento al menos 2 días a la semana. Junto con el ejercicio, 
las directrices ofrecen recomendaciones dietéticas concretas para todas 
las mujeres basadas en la dieta Dietary Approaches to Stop Hypertension 
(DASH). Estas recomendaciones incluyen frutas y verduras, 4,5 piezas 
o más al día; fibra, 30 g/día (1,1 g fibra/10 g de hidratos de carbono); 
alimentos integrales, 3 raciones al día; azúcar, 5 o menos dosis (1 cucha­
rada sopera) por semana; nueces, 4 porciones o más por semana; grasas 
saturadas, menos del 7% de la ingesta energética total; colesterol, menos 
de 150 mg/día; y sodio, menos de 1.500 mg (1 cucharada pequeña) al día. 
A las mujeres se les aconseja que tomen dos porciones de pescado azul 
por semana (1 porción = 100 g). Las directrices aconsejan a las mujeres 
no fumar y que deben evitar el humo medioambiental del tabaco.
Estas directrices recomiendan el tratamiento con ácido acetilsalicílico 
(75-325 mg/día) para las mujeres en riesgo alto de CI a no ser que esté 
contraindicada. El ácido acetilsalicílico en el mismo rango de dosis es 
razonable en las mujeres con diabetes mellitus. Si una mujercon ries­
go alto tiene indicación, pero es intolerante al tratamiento con ácido 
acetilsalicílico, debe sustituirse por clopidogrel. El ácido acetilsalicílico 
resulta útil para la prevención primaria en las mujeres de 65 o más años 
de edad (81 mg diarios o 100 mg en días altemos) si la presión sanguí­
nea está controlada para reducir el riesgo de accidente cerebrovascular 
isquémico. Puede resultar razonable considerar el tratamiento con ácido 
acetilsalicílico para las mujeres de menos de 65 años de edad para la pre­
vención del accidente cerebrovascular isquémico si presentan alto riesgo 
de accidente cerebrovascular. En la f ig u ra 77-6 se perfilan las directrices 
para la prevención primaria y secundaria de la ECV. Este algoritmo incluye 
recomendaciones específicas para la prevención del accidente cerebrovas­
cular en las mujeres con fibrilación auricular (v. tam bién capítulo 38).
Se desaconsejan ciertos tratamientos específicos, enumerados como 
intervenciones de clase El, ya sea porque no se ha demostrado el beneficio 
de su efectividad o porque los riesgos superan cualquier potencial benefi­
cio. Entre estos tratamientos están los de restitución hormonal fuera de las
12 18 0,66
11 8 1,37
51 109 0,47
0 5 0
211 106 1,99
61 31 1,96
12 4 3 
49 27 1,81 
81 49 1,31
51 15 1,58
11 1 5,06
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FIGURA 77-6 Estrategias de tratamiento preventivo de la enfermedad cardiovascular en mujeres.
indicaciones para síntomas menopáusicos, los suplementos de vitaminas 
antioxidantes, los suplementos de ácido fólico (excepto durante los años 
de gestación para prevenir los defectos del tubo neural en los niños), y 
el uso rutinario de ácido acetilsalicílico en las mujeres sanas de menos 
de 65 años de edad.
La rehabilitación cardíaca hace referencia a las intervenciones coor­
dinadas multidisciplinarias diseñadas para optimizar el funcionamiento 
© físico, psicológico y social del paciente cardíaco, además de estabilizar,
enlentecer o incluso revertir la progresión de los procesos ateroescleróticos 
subyacentes. La rehabilitación cardíaca mejora consistentemente las 
medidas objetivas de capacidad funcional, reduce los síntomas anginosos, 
facilita la disminución del riesgo de ECV y mejora el bienestar psicosocial 
de ambos sexos. Esta intervención también mejora la calidad de vida 
y el cumplimiento del tratamiento médico, y reduce la morbilidad y 
mortalidad. La rehabilitación cardíaca está infrautilizada en EE. UU., con 
una tasa de participación estimada de solo el 10-20% de los pacientes 1753
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elegibles, siendo las m ujeres particularm ente poco referidas a ella V con 20 ■ Jories LW/ Haykowsky MJ, Swartz JJ, et al: Early breast cancer therapy and cardiovascular injury, / 
L U-1- J j j 1 4. 1 ■ 1 . ■ , - , /, 55 Am Coll Cardiol 50:1435,2007.
m enos probabilidad de com pletarla incluso aunque hayan sido incluidas.55 21 Polotsky m Polotsky AJ; Metabolic implkations of menopause, Semin Reprod Med 28:426,2010.
CONCLUSIÓN
Las diferencias sexuales y de género en la epidemiología, características 
clínicas, tratamiento y resultados de la ECV revisadas en este capítulo 
subrayan varias razones por la que todos los facultativos deben ser cons­
cientes de estas disparidades e intenten superarlas. Esta información debe 
facilitar a los profesionales sanitarios el diagnóstico de ECV en las mujeres 
de forma más efectiva y aportarles estrategias de tratamiento basadas en 
la evidencia para ambos sexos.
A G R A D E C IM IE N T O S
Este trabajo fue apoyado por contratos con el National Heart, Lung and 
Blood Institute (Nos. N01-HV-68161, N01-HV-68162, N01-HV-68163, 
N 01-H V-68164); becas del National Institute on A ging (U0164829, 
U01HL649141, U01HL649241, T32HL69751,1R03AG032631); la beca 
del General Clinical Research Center (GCRC) M 01-RR00425 del National 
Center for Research Resources; y por becas de la Gustavus and Louis 
Pfeiffer Research Foundation, Danville, NJ; el Women's Guild of Cedars- 
Sinai Medical Center, Los Ángeles; la Ladies Hospital Aid Society of 
Western Pennsylvania, Pittsburgh; el QMED, Inc., Laurence Harbor, NJ; 
el Edythe L. Broad Women's Heart Research Fellowship, Cedars-Sinai 
Medical Center, Los Ángeles; el Barbra Streisand Women's Cardiovas­
cular Research and Education Program, Cedars-Sinai Medical Center, 
Los Ángeles; el Linda Joy Pollin Women's Healthy Heart Program, Los 
Ángeles; y la Society for Women's Health Research (SWHR), Washington, 
D. C. (CNBM); así como por el apoyo de las familias de Sarah Ross Soter 
y de Mary y Churchill Hodges (MG).
B ib lio g ra f ía
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