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Reporte de lectura Cronicas de una muerte anunciada

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REPORTE DE LECTURA “CRÓNICAS DE UNA MUERTE ANUNCIADA” Gabriel García Márquez
Santiago Nasar es un joven de 21 años, hijo del árabe Ibrahim Nasar y de Plácida Linero. Tras una noche de juerga que se había prolongado hasta pasados de las doce para festejar el matrimonio de Beyardo San Román y Ángela Vicario, Santiago Nasar fue al puerto a recibir al obispo, que luego pasó por el río sin detenerse, bendiciendo desde el barco a quienes habían ido a despedirse. A las siete con cinco minutos de la mañana, los gemelos Pedro y Pablo Vicario, hermanos de la novia, ya le habían degollado como a un cerdo. 
Ángela Vicario, a quien, hasta entonces, no se le había conocido ningún novio, había crecido junto con sus hermanos bajo el rigor de una “madre de hierro”, fue obligada por su padre y hermanos a casarse con Beyardo San Román, un hombre llegado a la ciudad en el año anterior y al que ella apenas y había visto.
Por la madrugada, apenas terminados los festejos de la boda, Beyardo devuelve a Ángela Vicario a la familia, porque al ir a consumir el matrimonio descubre que la novia no es virgen. Obligada por los suyos a confesar quien la ha deshonrado, Ángela da el nombre de Santiago Nasar, posiblemente porque “no pensó que sus hermanos se atreverían a ir en contra de él”. Ellos decían, que esa deshonra debía de pagarse con sangre, los hermanos Vicario tomaron de inmediato sus cuchillos que usan para destripar cerdos y salen en cusca de Santiago, con quien habían estado bebiendo hasta poco antes.
Actúan así obligados por los códigos de honor, pero realmente no desean vengarse, acudiendo a donde saben que Santiago no estará y diciendo a todo el mundo que van a matarle. Los hermanos Vicario no hicieron nada de lo que les convenía para matar a Santiago de inmediato y sin espectáculo público, sino que hicieron mucho más de lo imaginable para que alguien les impidiera matarlo, más no lo consiguieron.
A decir verdad, nunca hubo “una muerte más anunciada”. Lo fue incluso por medio de un papel introducido por debajo de la casa de la víctima; un papel que nadie vio, o nadie quiso ver, hasta después de anunciados los hechos. 
Los hermanos Vicario le esperaban en la puerta de su casa para que todos vieran; le avisan a Santiago desde un balcón que los Vicario se acercaban y rápidamente buscó un refugio en su casa, los hermanos le encuentran y le hincaron sus cuchillos. A Santiago solo le quedaron fuerzas para arrastrarse con las tripas de fuera a la cocina, y morir. Muchas cosas quedaron sin aclarar, como que si era verdad que él deshonró a Ángela. 
Desde el momento en que Bayardo San Román la devolvió a los suyos, a pesar de haberse casado sin estar enamorada, siempre sintió que “estaba en su vida para siempre”. Tiempo después, Ángela le empezó a escribir cartas cada mes, cada semana, por media vida. 
Finalmente, Bayardo regresa junto a ella. Llevaba una maleta de ropa para quedarse y la otra con casi dos mil cartas que ella le había escrito, ordenadas por fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores, todas sin abrir. Alejada de los rasgos del realismo mágico, la novela llega a comprender el cúmulo de fatales circunstancias que condujeron a un crimen tan fácilmente evitable y que nadie deseaba.