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Raúl Mora Reporte de lectura. Marc Bloch – La historia, los hombres y el tiempo. En la lectura, Bloch deja bastante claro que el concepto de historia lleva en si una densidad asociada al mal uso (o sobreuso) de la palabra. Cuando corrige y afirma de absurdo el pensamiento que la “historia es la ciencia del pasado”, deja entendido que el problema viene del mismo lenguaje tradicional y sus mismas limitaciones pues lo entiende como el estudio de un cambio o proceso en términos relativos al tiempo, obviamente pasado. En su ejemplo con el geólogo busca explicar de cómo el proceso de nombrar y demostrar los conocimientos de un fenómeno en este caso de una ciencia de la tierra falla en el momento que deja de lado la explicación y contexto histórico bajo la acción humana, pues establece tácitamente que el suelo responde a necesidades de una sociedad y este se convierte a una obra eminentemente histórica. Es entonces cuando el autor establece sin rodeos su tesis: el objeto de estudio de la historia son los hombres. Lo que implica a él, es plantear la pregunta acerca de dónde se ubicaría esta disciplina, bajo el yugo metodológico y duro de las ciencias o bajo la suavidad y la subjetividad del arte. Al presentar sutilmente su postura, es la misma respuesta en sí, pues al saber utilizar la “finura del lenguaje y un color adecuado en el tono verbal”, traduce las realidades de un mundo tangible a uno donde el espíritu y sus contrastes son imposibles de ajustar a una “medida matemática”. Después de asentar la primera base a su “ciencia de los hombres”, procede a argumentar que todo está sujeto a la imposición perpetua y absoluta del tiempo donde todo habita, continua y transcurre en él. Al mismo tiempo, pone en perspectiva el problema que genera el mismo ante la relatividad del conocimiento mismo donde uno se pregunta incluso si es válido pensar en el derecho de antigüedad. Identifica también al “elefante en el cuarto”, cuando expone al ídolo de la tribu de una corriente de historiadores (los hermenéuticos, ¿quizás?) sobre su obsesión con las fuentes originales y de olvidar los orígenes. Más aún, los mismos procesos de causa y consecuencia, es ahí otra vez que el mismo lenguaje limita y da pie a la ambigüedad que para Bloch, es peligrosa. Todo esto suma su postura que en síntesis nos propone entender con racionalidad que los límites entre lo actual y lo inactual están a solo un juego de “resonancias sentimentales” y a su vez, lejos de estar delimitadas por un intervalo de tiempo matemático frio. Lo que más me gusta al cierre del capítulo son, a mi parecer, las máximas de estandarte en la historia y que muestran esta dicotomía a lo relativo que son las delimitaciones del tiempo: Comprender el presente por el pasado y comprender el pasado por el presente. Creo entonces que Bloch deja evidente que para llegar a la historia se requiere una sensibilidad histórica que solo se puede generar a través de un conocimiento profundo y sin prejuicios de lo que fue, es y será.
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