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Reporte de Lectura María Fernanda Toscano Ramírez R.G Collingwood definió los fines de la historia así: “(La historia es la disciplina del) auto-conocimiento humano. Conocerse a sí mismo significa conocer que se puede hacer, y puesto que nadie sabe qué puede hacer hasta que intenta, la única pista para saber qué puede hacer el hombre es averiguar qué ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en este sentido que es el hombre.” Así pues, uno de los primeros fines de la historia es el conocimiento del hombre, el significado de su vida individual y también su vida colectiva con el transcurso del tiempo. La función de la historia es la de dotar de identidad a la diversidad de seres humanos que formaban la tribu, el pueblo, la patria o la nación desde los tiempos más remotos de México. Darle al pueblo un pasado común y por consiguiente una identidad colectiva quizá sea la función más antigua y constante de la historia. El objeto de la historia está hecho para seducir la imaginación de los hombres. El relato histórico tiene un atractivo muy grande, atrae al común de la gente y al curioso porque el relato histórico los transporta al misterioso lugar de los orígenes. Para el estudioso de la historia, conocer el pasado es adentrarse en formas de vida distintas, diversas culturas y medios naturales. Estudiar el pasado nos transporta a otros lugares, a familiarizarnos con entornos de vida diferentes y nos incita a tener una mente más abierta y romper las barreras de nuestro propio entorno social. Gracias al análisis de estos diversos momentos de la temporalidad, el estudio de la historia nos ha impuesto la carga de vivir conscientemente la brevedad de la existencia y nos hace darnos cuenta de lo temporales que somos. Así mismo la imaginación histórica se esfuerza por revivir lo que ha desaparecido, por imbuir permanencia a lo que poco a poco se desvanece. Al analizar los hechos ocurridos en el pasado, estamos obligados a considerarlos según sus propios valores, que son los valores del tiempo y el lugar donde esos hechos ocurrieron, más que una memoria del pasado, es un análisis crítico del pasado. Enseñamos a nuestros descendientes la historia propia y la de otros pueblos para hacerlos conscientes de que son parte de un proceso que se inició hace miles de años y por el que han transitado pueblos y civilizaciones distintos a los nuestros. Enseñamos el pasado porque fue modelo para lo que hoy es y para el futuro. En este sentido la enseñanza de la historia es adecuada para conocer los valores universales que han guiado a la humanidad y para transmitir identidad y valores nacionales.
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