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La comprensión de contenidos científicos en estudiantes universitarios Karla Fabiola Acuña Juan José Irigoyen Miriam Yerith Jiménez ISBN 978-607-96359-0-9 La comprensión de contenidos científicos en estudiantes universitarios Karla Fabiola Acuña Juan José Irigoyen Miriam Yerith Jiménez Esta obra está editada bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0) © 2013. Karla Fabiola Acuña Meléndrez, Juan José Irigoyen Morales, Miriam Yerith Jiménez. © 2013. Qartuppi, S. de R.L. de C.V. http://www.qartuppi.com 01 (800) 4040 600 ISBN 978-607-96359-0-9 Ilustraciones, Gráficas y Diseño de portada: León Felipe Irigoyen Comité Científico y de Revisión Técnica: Dra. María Oliva Márquez Sánchez. Universidad Autónoma de Madrid. Dr. Abel Leyva Castellanos. Universidad Autónoma de Sinaloa. Dra. Guadalupe Mares Cardenas. Universidad Nacional Autónoma de México. Dra. María Antonia Padilla Vargas. Universidad de Guadalajara. Mtro. León Felipe Irigoyen. Universidad de Sonora. Mtro. Luis Alberto Quiroga Baquero. Universidad Católica de Colombia. Referencia sugerida: Acuña, K., Irigoyen, J.J. y Jiménez, M. (2013). La comprensión de contenidos científicos en estudiantes universitarios. Hermosillo: Qartuppi. Prólogo Capítulo 1 Problemática de la Educación en México Consideraciones sobre algunas reformas educativas en México, propuestas curriculares por competencias Definición de competencia como disposición Capítulo 2 Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos Aproximación al estudio del comportamiento científico Elementos que componen el Modelo de la Práctica Científica Individual Aproximaciones al estudio de la enseñanza–aprendizaje de contenidos científicos: Implicaciones psico–pedagógicas Propuesta para el análisis del proceso enseñanza–aprendizaje: Interacciones didácticas Índice 7 11 20 27 35 42 51 61 68 79 81 97 113 133 149 174 193 195 211 235 Capítulo 3 Análisis de los modos lingüísticos en la comprensión de contenidos científicos Definición de comprensión Análisis de la interacción estudiante–objetos referentes Capítulo 4 Aproximación metodológica al análisis de la comprensión de contenidos científicos Estudio 1 Estudio 2 Estudio 3 Capítulo 5 Implicaciones para la planeación de interacciones didácticas de contenidos científicos Referencias Índice Onomástico Prólogo Para un universitario es crítico ser capaz de dominar el lenguaje técnico de su disciplina, ello implica que pueda ejercitar, por lo menos, los modos lingüísticos de hablar, leer y escribir, empleando con fluidez tal, el lenguaje. Y hasta ahora se ha asumido que los estudiantes de nivel medio y superior, por el solo hecho de haber logrado llegar a tales niveles, son capaces de leer comprensivamente, pero varios estudios han demostrado que comúnmente dichas poblaciones son incapaces de hacer contacto con materiales técnicos. A pesar de tal situación, el entrenamiento en habilidades lecto–escritoras es más un efecto colateral que un objetivo central en los planes curriculares universitarios. Por ello, es fundamental analizar cómo pueden los estudiantes universitarios ser capaces de comprender contenidos científicos para que ello permita diseñar herramientas didácticas efectivas que permitan el ejercicio de habilidades lecto–escritoras en estos niveles académicos. Y justamente ese es el objetivo del presente libro, estudiar la comprensión de contenidos científicos en estudiantes universitarios analizando la dimensión psicopedagógica del ámbito educativo, es decir, la relacionada con el proceso de enseñanza–aprendizaje de contenidos científicos, particularmente la vinculada con las interacciones del estudiante con los referentes mediados por el profesor. Una de las grandes virtudes del libro es que no sólo se queda en el análisis, sino que además presenta una propuesta en la que se señalan cuáles serían las condiciones idóneas para la adquisición de desempeños efectivos y variados en ámbitos disciplinares específicos. Ello garantiza que su publicación, dados sus contenidos, enriquecerá enormemente el área y cubrirá un vacío en el desarrollo científico. Y seguramente, por su calidad, rigor metodológico y propuestas, este libro rápidamente se convertirá en una referencia obligada para los que trabajan en el tema de la educación y afines. En el Capítulo 1 se hace una exhaustiva y clarificadora descripción de la problemática actual de la Educación en México analizando el impacto de algunas reformas educativas, como la propuesta de los planes curriculares por competencias, analizando sus resultados y concluyendo que desafortunadamente el panorama no es nada alentador, dado que la implementación de tales estrategias no ha logrado modificar el sistema educativo en su conjunto, en breve no existen evidencias de que lo que se ha hecho a la fecha haya logrado Acuña, Irigoyen, Jiménez.8 incidir en la calidad del aprendizaje de los estudiantes. Los autores señalan que ello puede deberse a que “no es posible hablar de calidad si no se recuperan indicadores de desempeño efectivo a nivel de gestión, y del proceso de enseñanza– aprendizaje, que permitan contrastar el grado de correspondencia entre lo planeado como criterio normativo y las prácticas educativas cotidianas”. Por otra parte, en el Capítulo 2 se examina la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos centrándose en el análisis de la práctica científica desde una dimensión psicopedagógica, proponiendo para ello el uso, como herramienta heurística, del Modelo de la Práctica Científica Individual (MPCI). Algo sumamente interesante y valioso de este capítulo es la propuesta de analizar el proceso de enseñanza-aprendizaje a partir de las interacciones didácticas como el segmento analítico para las interacciones educativas (episodios instruccionales), noción que definen “como el intercambio recíproco entre sujetos (docente y estudiante) y objetos o situaciones referentes (materiales de estudio) en condiciones definidas por el ámbito de desempeño (disciplina o profesión)”. Esta manera de analizar el fenómeno, y de intervenir en éste para resolver los problemas de enseñanza-aprendizaje, no sólo en el nivel medio y superior, sino en cualquiera, cuenta con todos los elementos críticos de este fenómeno, lo que podría garantizar su éxito. Por otro lado, en el Capítulo 3, se analizan los efectos de exponer a los estudiantes a diferentes modos lingüísticos en la comprensión de contenidos científicos, concretamente en lo relativo a las interacciones de los alumnos con los objetos referentes, en este caso, con materiales de divulgación científica. Destaca la manera en que los autores conceptualizan a la comprensión como “la interacción entre el estudiante y los objetos referentes (materiales de estudio, por ejemplo, texto, video, conferencia, gráfico, material multimedia) en condiciones definidas por el área de conocimiento, los requerimientos a cumplir en la interacción (explicitados por los saberes conceptuales, instrumentales y de medida de dicha área de conocimiento) y las condiciones situacionalmente necesarias para que la interacción entre éstos pueda ocurrir”. Propuesta que tiene la gran ventaja de desmitificar a la comprensión dejando de concebirla “como un evento oculto al margen de aquello que se comprende y de las condiciones que posibilitan o interfieren en su ocurrencia”, y por lo tanto, como un fenómeno no susceptible de análisis. Aquí los autores proponen estudiar el proceso formativo 9 del estudiante a partir de su exposición al discurso didáctico del profesor, el cual lo pone en contacto con saberes conceptuales y/o procedimentales que requieren el ejercicio de distintas modalidades lingüísticas (observar, escuchar, leer, señalar, hablar y escribir). En el Capítulo 4 se hace una propuesta metodológica para el análisis de la comprensión de contenidos científicos. El gran valor de ésta es quepermite, de una manera objetiva y medible, analizar la comprensión de materiales científicos de estudiantes universitarios exponiéndolos a diferentes tipos de contenidos (objetos referentes), modalidades lingüísticas (escribir y hablar) identificando el nivel funcional en el que se desempeñan (intrasituacional, extrasituacional o transituacional), con el objeto de contestar tres preguntas: ¿cuál es el efecto de la explicitación del criterio de ajuste en la comprensión de estudiantes universitarios ante un material de estudio (objeto referente) con contenidos científicos? ¿cuál es el efecto de presentar variaciones en la secuencia de las modalidades lingüísticas (escribir–hablar, hablar– escribir) en la comprensión de materiales (objetos referentes) con contenidos científicos? y ¿cuál es el efecto de presentar dos modalidades del objeto referente (texto o audio) en el nivel funcional de comprensión de estudiantes universitarios? Los resultados mostraron que: a) la explicitación del criterio tiene un efecto facilitador sobre la comprensión de contenidos científicos, b) las tareas que implicaban a los estudiantes menor grado de desligamiento fueron en las que éstos presentaron mayor porcentaje de aciertos, c) cuando los alumnos se exponían a la lectura de los materiales científicos su desempeño era mejor que cuando los escuchaban, y por otra parte, d) cuando la ejecución implicaba hablar el desempeño era mucho mejor que cuando el criterio de logro requería escribir, y finalmente, e) un dato sumamente interesante fue el hallazgo de que el desempeño de los participantes pareció depender más del modo lingüístico, del tipo de tarea y su nivel funcional implicado, que del contenido particular de los materiales científicos empleados. En el Capítulo 5 se hace un análisis de cuáles podrían ser las implicaciones de los hallazgos de los diferentes estudios realizados para la planeación de interacciones didácticas de contenidos científicos. Para ello proponen “analizar concretamente las relaciones que se establecen entre: docente–estudiante–objetos referentes, docente–objetos referentes, estudiante–objetos referentes, y estudiante–objetos referentes–docente, con lo que se recupera el sentido psicopedagógico del proceso de enseñanza–aprendizaje”. Acuña, Irigoyen, Jiménez.10 Además de lo ya señalado, hay dos aspectos sumamente valiosos en el presente libro, la propuesta que los autores hacen respecto de cómo debe ser concebida la evaluación de desempeños académicos, y algo adicional, que es fundamental, dado el momento de transición que se está viviendo, la posibilidad de aplicar los hallazgos relativos a los modos lingüísticos en los procesos de enseñanza-aprendizaje mediante las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs). En relación al primer aspecto, en la presente obra se enfatiza que es indispensable que al estudiante se le expliciten los criterios de logro que deberá cubrir al realizar cada una de las actividades que se le indican, lo que implica que de la estrategia empleada en la enseñanza necesariamente deberá derivarse la modalidad de evaluación. Ello incluso debe ir más allá, implica que el proceso de enseñanza-aprendizaje y el de la evaluación no pueden y no deben involucrar momentos separados. Son y deben ser uno solo. Se debe evaluar conforme a lo que se enseña. Finalmente, a pesar de que cada vez es más común el empleo de materiales multimedia como herramientas didácticas en los procesos de enseñanza-aprendizaje, sus efectos han sido poco explorados, por lo que el análisis sistemático de los efectos del empleo de diferentes materiales científicos en distintos modos lingüísticos realizado en el presente libro es de gran valor dado que aporta datos confiables que podrían permitir el uso eficiente de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) en el proceso educativo gracias a la presentación de los materiales a los que se expone a los estudiantes en el modo lingüístico pertinente. Es decir, para que la inclusión de las nuevas tecnologías probabilicen o auspicien cumplir con los objetivos del proceso de enseñanza-aprendizaje, se deberán “plantear de forma clara los objetivos instruccionales, el perfil competencial requerido en cierto momento curricular, el nivel competencial que se requiere establecer, el tipo de material u objeto referente a presentar y los criterios de evaluación que serán requeridos”. He ahí el gran reto que para la educación plantea esta valiosa obra. • María Antonia Padilla Vargas Guadalajara, Jalisco, México. Octubre, 2013. Capítulo 1 Problemática de la Educación en México (Página en blanco) Problemática de la Educación en México 13 La calidad de la educación de un país, y en particular la relacionada con la formación científica y tecnológica, es fundamental en cualquier intento por superar los desafíos que implican la competitividad global en el siglo XXI. La formación en estos ámbitos, incide en que un país pueda revertir el desempleo, la exclusión social y abatir aquellos elementos que generan índices de desarrollo muy bajos en comparación con el resto de la población, como sucede por ejemplo, con las comunidades indígenas. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2009), en México el 38% padece pobreza alimentaria; 46% no ha concluido la primaria y la mitad de los hogares de este grupo, gastan 30% de sus ingresos en salud. Se reconoce, por ejemplo, que el conocimiento científico incrementa los niveles de bienestar de la población (el efecto se observa en mayor salud y mejoramiento general en los estándares de vida de los miembros de una sociedad), además el conocimiento sobre educación, salud, ecología, economía son elementos indispensables en la solución de problemas sociales, y para el desarrollo de los procesos productivos. Diversos estudios muestran que las sociedades alfabetizadas científicamente son más fuertes económicamente, ya que una ciudadanía mejor informada puede ser innovadora y más crítica de los productos y servicios de la ciencia (Domínguez, 2012). Sin embargo, a pesar de que se reconocen los beneficios que se derivan de la ciencia y la tecnología, en México no se han logrado avances relevantes en este sentido, a pesar de esfuerzos significativos hay importantes rezagos en comparación con los niveles de desarrollo de otros países (Domínguez, 2012; Fuentes y Sánchez, 1989). Las evaluaciones internacionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), han encontrado que los mexicanos que cursan niveles de enseñanza básica, presentan niveles muy bajos en competencias de lectura, matemáticas y ciencias (OCDE, 2001, 2003, 2006, 2009, 2011). Estos repertorios son fundamentales para los niveles educativos subsiguientes y por lo tanto, para la formación de estudiantes en ámbitos disciplinares particulares. Estos indicadores educativos internacionales permiten ilustrar la Acuña, Irigoyen, Jiménez.14 condición que guarda la educación en nuestro país en comparación con los logros alcanzados en relación con otros sistemas educativos, y niveles alcanzados dentro del propio sistema educativo mexicano, tanto en el área de ciencias como en lectura, matemáticas y expresión escrita. El panorama general de los repertorios de estudiantes mexicanos tanto en estudios internacionales y nacionales nos indica que uno de los principales problemas que enfrenta la educación en México, es el nivel de deserción y rezago en los diferentes niveles de formación. El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2009) al seguir la trayectoria escolar de generaciones nacidas entre 1988-2002, mostró que del 98% de alumnos que ingresan a primaria1, sólo el 13% terminaron estudios de licenciatura. A más de una década, estos resultados no se han modificado significativamente. Por este motivo, desde las últimas décadas del siglo XX, la preocupación por la calidad de la educación escolar ha aumentadode manera significativa en México, lo cual se ha traducido en diferentes estrategias de actuación, tanto a nivel de gestión, curricular, como a nivel de proceso de enseñanza–aprendizaje. Al respecto, Martínez (2010) señala que el sistema de educación en México a pesar de que ha realizado grandes esfuerzos para mejorar su calidad en los últimos años no ha logrado todavía éxitos tangibles. El autor explica que el trabajo que se ha venido realizando toma en consideración particularmente dos vías. En la primera, se pone el término calidad educativa como el eje de las políticas en el sistema, y en la segunda, la instrumentación de diversos sistemas de evaluación. La evaluación se ha impulsado de manera sobresaliente –como un mecanismo para mejorar los problemas persistentes en el sistema educativo–, aunque se considera que en México el esfuerzo se ha dirigido hacia la Educación Básica –preescolar, primaria y secundaria– (Calderón, 2009; 2011) y en menor medida a los demás niveles de formación. 1 Cifras proporcionadas por el INEE en México indican que alrededor de 33 millones de personas mayores de 15 años muestran diferentes grados de rezago (es decir, que no ha alcanzado el nivel educativo que se considera básico), desde analfabetismo hasta deserción escolar, durante los años de la educación básica. Problemática de la Educación en México 15 Desafortunadamente, los resultados de las evaluaciones no han logrado incidir en el sistema educativo, aún cuando las estrategias de evaluación son amplias y diversas (INEE, 2009). Por ejemplo, se presentan datos sobre escuelas, matrícula, gasto educativo, evaluaciones del rendimiento escolar, evaluaciones de los conocimientos o del desempeño profesional de los docentes, diagnósticos o evaluaciones de impacto de programas educativos. En tres décadas, el sistema educativo mexicano pasó de tener información parcial de algunos aspectos del sistema, a una generación amplia de datos que año con año se obtienen y de manera cada vez más frecuente, se difunden. A pesar de ello, no existen evidencias de que los ejercicios de evaluación que se están llevando a cabo mejoran la calidad educativa (Fernández y Midaglia, 2005; Martínez, 2010). Para autores como Orozco, Olaya y Villate (2009), la calidad de la educación, más que un propósito y/o una estrategia ha venido a constituir un discurso, convirtiéndose en retórica que la sitúa como un fin en sí misma. Así, la calidad no puede ser asumida únicamente como aquella relacionada con la eficiencia del sistema educativo, como un asunto de estándar de mínimos. Ésta debiera concebirse como una práctica evaluativa coherente respecto a los aspectos normativos, de gestión, psicopedagógicos y su concreción en prácticas cotidianas definidas de manera clara y precisa. Se considera que lograr la calidad de las instituciones de educación, implica intervenir pertinentemente en las diferentes dimensiones del proceso educativo, en donde sólo la planeación y evaluación sistemática de los criterios normativos y su implementación en las prácticas instruccionales cotidianas, incidirán en la calidad de la educación. En otro momento se han expuesto (Acuña, Irigoyen y Jiménez, 2011) algunas normativas de calidad tanto internacionales (como por ejemplo, el Programa de Educación para Todos del PNUD2) como nacionales (el Programa Sectorial de Educación –México– 2007-2012) y los niveles de mínima correspondencia entre el decir y el hacer en el proceso educativo que se han venido implementando en las aulas mexicanas. Ahí se discuten 2 El PNUD, creado en 1965, pertenece al sistema de Naciones Unidas y su función es contribuir a la mejora de la calidad de vida de las naciones. El PNUD promueve el cambio y conecta los conocimientos, la experiencia y los recursos necesarios para ayudar a los pueblos a forjar una vida mejor (PNUD, 2009). Acuña, Irigoyen, Jiménez.16 algunas reflexiones en función de resultados obtenidos en investigaciones recientes, y la poca concordancia que existe entre los aspectos normativos y los desempeños académicos. En la discusión se retoma a la evaluación como recurso de reflexión y análisis de centros, de actores y de procesos, señalándose que si esto no ocurre se continuarán planteando ideales en nuestras políticas educativas que si bien en algunos casos se corresponden con la dinámica social o con requerimientos de corte internacional, no logran incidir en la calidad del aprendizaje de los estudiantes. En este sentido, se considera que se requiere caracterizar y evaluar (con indicadores claros) las condiciones existentes en las diferentes instituciones educativas (sistemas y subsistemas) en México, a la que se enfrentan directores, administradores, profesores y alumnos todos los días en sus centros de trabajo, para que de esta manera se formulen normativas de calidad congruentes y coherentes con las necesidades del escenario educativo mexicano. De tal manera, que dada la complejidad de los problemas del ámbito educativo, el abordaje del mismo debiera darse de manera complementaria por las distintas disciplinas científicas (la biología, la psicología, la sociología, entre otras); cada una de ellas aportando a partir de sus dimensiones analíticas formas de segmentar y analizar el fenómeno bajo estu- dio, no perdiendo de vista el nivel analítico del que se parte (definición de objeto), que le dan sentido a la instrumentación o al abordaje de una problemática particular dentro de cada área de conocimiento específica. La pertinencia para el abordaje de un problema lo “otorga” el fenómeno bajo estudio, a partir de las preguntas que requieren ser contestadas y la manera en cómo podría abordarse cierta problemática desde su dimensión analítica. Así, lograr la calidad educativa de las instituciones de educación, implica reconocer e intervenir pertinentemente a las diferentes dimensiones que confluyen en el proceso educativo, en donde sólo la planeación y relación pertinente de los criterios normativos institucionales, el currículo académico, los programas de materia, los objetivos instruccionales, entre otros, determinarán si el desempeño de los estudiantes formados se corresponde coherentemente con los criterios curriculares y los requerimientos que su entorno social establece (ver Figura 1). Problemática de la Educación en México 17 En este sentido, se sugiere que la evaluación debiera de ser el nodo y/o el punto de enlace para diagnosticar y retroalimentar el funcionamiento en cada uno de estos aspectos y/o dimensiones analíticas que confluyen en el ámbito educativo. En otro espacio, se ha señalado (Acuña et al. 2011) que no existe una cultura de la evaluación sistemática en el sistema educativo mexicano, de lo que ocurre en las aulas, de los materiales, de los contenidos, de lo que los docentes hacen, de las modalidades de las interacciones didácticas Figura 1. Representa los elementos que conforman los niveles de análisis del proceso de enseñanza–aprendizaje (recuperado de Irigoyen 2006, p. 125) y ajustada por los autores. Objeto referente Docente Estudiante Currículo Criterios normativos institucionales Objetivo instruccional Dominio disciplinar / ámbito funcional de desempeño Acuña, Irigoyen, Jiménez.18 implementadas y por lo tanto, del aprendizaje de los desempeños requeridos. Solamente una evaluación que recupere estos aspectos, podrá retroalimentar al sistema educativo en su conjunto. De esta manera el concepto de calidad no debiera presentarse separado al de evaluación. El concepto de calidad usado en el ámbito educativo “calidad educativa” es una categoría que debiera permitir conocer si se están cumpliendo los objetivos planteados. Por ello, es necesario la construcción de indicadores que permitan desarrollar formas pertinentes de evaluación para la modificación del sistema educativo en su conjunto3. Se requiere una clara definición conceptual de “calidad educativa” y la construcción de referentes empíricos en cadauno de los niveles analíticos que confluyen en el ámbito educativo. De esta manera, no es posible hablar de calidad si no se recuperan indicadores de desempeño efectivo a nivel de gestión, administración y del proceso de enseñanza– aprendizaje, que permitan contrastar el grado de correspondencia entre lo planeado como criterio normativo y las prácticas educativas cotidianas. Para ello, los criterios administrativos, de gestión e instruccionales deberán ser congruentes con la concepción de lo que se pretende formar tanto a nivel de conocimiento técnico, como actitudinal y social. Es importante enfatizar que estos indicadores no se imponen unos sobre otros, sino por el contrario, más bien se complementan para lograr caracterizar y evaluar la calidad de las instituciones de educación superior; en donde indicadores de tipo político–administrativo posibilitan evaluar y plantear mejoras a las instituciones para el cumplimiento de sus objetivos, y de igual manera, los indicadores de tipo pedagógico–didáctico posibilitan retroalimentar el proceso educativo, y de esta manera, cumplir mejor y con mayor pertinencia con los objetivos institucionales, y de nivel de formación. Lamentablemente, la evaluación de instituciones y programas educativos se ha centrado, con demasiada frecuencia, en la sola evaluación aislada de los factores o insumos del 3 Martínez (2010) describe de manera muy atinada seis experiencias en la construcción de indicadores y met- odologías para evaluar centros educativos. Problemática de la Educación en México 19 proceso de enseñanza–aprendizaje: instalaciones, planes de estudio, profesorado, alumnado; dando respuestas a problemas aislados, y ha prestado poca atención a la integración de los resultados de la evaluación. En palabras de Reyes (1997) “ […] si bien los recursos son indispensables para lograr la eficacia educativa, por lo general no explican la mejora de las cosas. Más recursos no se convierten automáticamente en mejora […] En la calidad de los productos y en la eficacia del proceso también intervienen –y de manera muy importante– otros factores, tales como la naturaleza y características del proceso educativo mismo (el trabajo real que ejecutan estudiantes y maestros) y diversos elementos complejos del entorno social, material y cultural del programa y de la institución” (p. 18). El presente manuscrito se centra en la dimensión psicopedagógica del ámbito educativo, es decir, aquella relacionada con el proceso de enseñanza–aprendizaje de contenidos científicos, particularmente la vinculada con las interacciones del estudiante con los referentes mediados por el profesor. En este sentido, se presenta una propuesta que permite recuperar el sentido psicopedagógico del proceso de enseñanza–aprendizaje, y por lo tanto, analizar cuáles son las condiciones idóneas para la formación de desempeños efectivos y variados en ámbitos disciplinares específicos. Acuña, Irigoyen, Jiménez.20 Consideraciones sobre algunas reformas educativas en México, propuestas curriculares por competencias En México, con la finalidad de mejorar la calidad del sistema educativo y de responder a los desafíos sociales de los últimos tiempos, un importante movimiento de reformas ha tenido lugar: en 2004 en Educación Preescolar, en 2008 en Educación Básica, en 2004 en Educación Media Superior (Secretaría de Educación Pública -SEP-, 2006; Subsecretaría de Educación Media Superior -SEMS-, 2008)4. Estas reformas e implementación de nuevos currículos en algunos casos, han adoptado el enfoque por competencias (como paradigma de formación centrado en el estudiante), partiendo del supuesto de una transformación en cuanto al quehacer educativo en torno a la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación. Diversos autores han señalado, por ejemplo, que la modificación de las formas de evaluación constituye el punto de partida para una transformación en profundidad de la práctica educativa y para una verdadera reforma curricular (Barrón, 2005; Coll, Barbera y Onrubia, 2000). En esta búsqueda por mejorar los indicadores de calidad de la educación, el tema del enfoque por competencias ha estado cada vez más presente en las discusiones sobre los distintos niveles del sector educativo (prácticamente en todos los países europeos y en mu- chos latinoamericanos), a tal grado que se le considera como una propuesta para el cambio de las instituciones escolares en la sociedad del conocimiento, así como medio para lograr una formación integral, con equidad y para toda la vida (Coll, 2007; Zabala y Arnau, 2007). Díaz-Barriga y Rigo (2000) señalan que la Educación Basada en Competencias (EBC) surge del interés por establecer una vinculación entre la escuela y la vida, entre lo que el alumno aprende en las aulas y sus actividades fuera de ella. Intenta relacionar estrechamente la teoría y la práctica, como una vinculación entre el saber decir y el saber 4 La fase de capacitación de la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) inicia en 2008, aún cuando la reforma curricular de los bachilleratos tecnológicos comenzó propiamente en 2004. De hecho la reforma ya se anunciaba en el Programa Nacional de Educación 2000-2006. Problemática de la Educación en México 21 hacer. Al respecto Coll (2007) comenta: “El concepto competencia y los enfoques basados en competencias tienen elementos interesantes que constituyen un avance en la manera de plantearse, afrontar y buscar soluciones a algunos de los problemas y de las dificultades más acuciantes con los que se enfrenta la educación escolar en la actualidad” (p. 34). Los aspectos más importantes que este autor sugiere para abordar la “complejidad” de la educación escolar son: la funcionalidad del aprendizaje, la integración de los distintos tipos de conocimientos y la importancia del contexto, los cuales se describen a continuación. El primer aspecto es la funcionalidad de los aprendizajes, el cual se presenta como uno de los rasgos distintivos de las nuevas tendencias educativas, en donde el aprendizaje que se desea promover tenga sentido tanto en términos de los repertorios de los estudiantes, así como de los requerimientos disciplinares y sociales en el momento de formación. La importancia de la funcionalidad del aprendizaje como uno de los rasgos distintivos del aprendizaje “significativo” ha sido subrayada en numerosas ocasiones por las teorías constructivistas del aprendizaje escolar (Ausubel, 2002). Asimismo, otra de las propuestas educativas vigentes derivada de estas teorías es la enseñanza situada (para una revisión exhaustiva de la propuesta ver F. Díaz-Barriga, 2006). El segundo aspecto es la necesaria integración de distintos tipos de conocimientos (conceptuales y factuales, procedimentales y actitudinales; Coll, 2007). De esta manera, se propone que la formación en el ámbito científico deberá considerar las distintas modalidades del saber decir y del hacer (como modalidades lingüísticas: observar, escuchar, leer, señalar, hablar y escribir, ver Camacho, Irigoyen, Gómez, Jiménez y Acuña, 2007; Fuentes y Ribes, 2001; Pérez-Almonacid y Quiroga, 2010). Una de las discusiones al respecto enfatiza que se ha preferenciado una orientación hacia las habilidades técnico–instrumentales, y no así hacia una propuesta de formación general y sólida (F. Díaz-Barriga, 2006), en donde se enfatice la generación de desempeños involucrando las diferentes modalidades lingüísticas. Adicionalmente, autores como Irigoyen, Jiménez y Acuña (2007); Padilla (2006) señalan que: “Es importante que los contenidos Acuña, Irigoyen, Jiménez.22 científicos sean enseñados de manera conjunta con las formas de comportamiento que llevaron a la obtención de dichos productos ya que conceptos y procedimientos resultan inseparables, y a menudo las distinciones demasiado rígidas al respecto pueden servirle al profesor para ordenar su actividad docente, pero no son realistas con respecto a la enseñanza y los criterios deevaluación del aprendizaje en términos del hacer, del decir, del decir sobre el hacer, del hacer respecto al decir y del decir acerca del decir” (Irigoyen et al. 2007, p. 39). Así, cuando hablamos del desempeño ante contenidos científicos (concepto de competencia) se implican necesariamente aspectos conceptuales e instrumentales, aún cuando en algunos momentos de la formación se enfaticen más cierto tipo de saberes (declarativo o actuativo); es decir, el decir y el hacer no son dos cosas separadas sino más bien modalidades del saber. El tercer aspecto es la importancia del contexto. Al respecto es necesario enfatizar que las competencias no pueden desligarse de los contextos de la práctica en los que se adquieren y se aplican. Por ello se plantea la necesidad de enseñar a los alumnos a poder aplicar (transferir) lo aprendido en una situación concreta a otras situaciones distintas. Zabala y Arnau (2007) mencionan que para identificar los mecanismos que intervienen en un desempeño competente, es necesario partir de la necesidad de una situación única y compleja en un contexto determinado “situación única, ya que, por muy parecidas que sean las circunstancias, éstas nunca serán iguales; y compleja, ya que en la mayoría de las ocasiones el número de variables que en ella participan y sus relaciones serán múltiples” (p. 40). En otro espacio, se ha documentado (Irigoyen, Acuña y Jiménez, 2010) que el comportamiento competente implica continuar desempeñándose efectivamente estableciendo una equivalencia funcional entre situaciones diferentes a las entrenadas originalmente, e incluso de ser capaz de identificar y proponer ejemplares en los que dicha relación funcional se mantenga. Según la Real Academia Española (RAE), el término de competencia tiene varios significados: a) como oposición o rivalidad entre dos o más personas que aspiran a obtener la misma cosa; b) como situación de empresas que rivalizan en un mercado ofreciendo Problemática de la Educación en México 23 o demandando un mismo producto o servicio; c) como incumbencia y d) como pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado. La definición de competencia de la que se parte en este documento corresponde a esta última acepción: ser experto o tener conocimiento suficiente acerca de algo. Podemos decir entonces, que el concepto de competencia refiere a la disposición para actuar efectivamente ante condiciones variantes. Las definiciones del concepto de competencia –en el ámbito educativo– básicamente se han utilizado en dos sentidos: como capacidad o como disposición a actuar en determinadas condiciones. A continuación se describe brevemente cuáles son las implicaciones de estas acepciones y la pertinencia que guardan estos planteamientos para el establecimiento y evaluación de la formación de desempeños competentes en un área de conocimiento. De acuerdo con el proyecto DeSeCo (Definition and Selection Competences: Theorical and Conceptual Foundations) de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE, 2002), una competencia es: “la capacidad para responder a las exigencias individuales o sociales o para realizar una actividad o una tarea […] Cada competencia reposa sobre una combinación de habilidades prácticas y cognitivas interrelacionadas, conocimientos, motivación, valores, actitudes, emociones y otros elementos sociales y de comportamiento que pueden ser movilizados conjuntamente para actuar de manera eficaz” (p. 8). Perrenoud (2004) propone una definición del concepto de competencia en este mis- mo sentido: como la capacidad de movilizar varios recursos cognitivos para hacer frente a un tipo de situaciones, insistiendo en cuatro aspectos: 1) las competencias no son en sí mismas conocimientos, habilidades o actitudes, aunque movilizan e integran tales recursos, 2) esta movilización sólo resulta pertinente en situación, y cada situación es única, 3) pasa por ope- raciones mentales complejas, sostenidas por esquemas de pensamientos, los cuales permiten determinar y realizar un acción relativamente adaptada a la situación, 4) las competencias profesionales se crean, en formación, pero también a merced de la búsqueda cotidiana del practicante, de una situación de trabajo a otra. Acuña, Irigoyen, Jiménez.24 En estas definiciones ser competente se interpreta como equivalente a ser capaz. Ser capaz significa tener cabida, y los usos en esta dirección se han utilizado como equivalentes a facultades o capacidades contenidas en el individuo que lo hacen poder llevar a cabo la solu- ción en una situación problema (la mayoría de las veces sólo referida a aspectos conceptuales y no de instrumentación). Por su parte, Ribes (2006) ha discutido la lógica del uso del con- cepto de competencia y sus implicaciones para la formación y práctica profesional. El autor destaca que: “Ser competente implica tener la atribución para tratar acerca de algo o resolver algo, ser experto o tener conocimiento acerca de algo” (p. 20). En ese sentido, ser competente no es simplemente aplicar un conjunto de conocimientos a una situación, es poder organizar la actividad para ajustarse efectivamente a las características de la situación (pero porque se ha hecho con anterioridad), es decir, un desempeño que es efectivo en condiciones variantes5. De esta manera, el concepto de competencia se aplica cuando, además de que es estipulado un requerimiento de logro, se especifica la manera o maneras de obtenerlo. Una competencia, desde este punto de vista, consiste en desempeños que satisfacen criterios diferenciados, criterios que incluyen el logro a cumplir y la(s) manera(s) de hacerlo. Por ello, la competencia es un concepto que vincula por una parte los criterios de ajuste que se imponen en los diferentes momentos curriculares y el desempeño que deberá exhibirse para el cumplimiento de estos criterios, sea este conceptual, metodológico, instrumental y/o actitudinal. Así, es posible caracterizar desempeños competentes en los estudiantes en formación en el ámbito científico a partir del ajuste efectivo del comportamiento del estudiante a los criterios de logro como condiciones variantes en: tipo de tarea, modalidad lingüística y nivel funcional (Irigoyen et al. 2007; Mateos y Flores, 2008; Morales, Cruz, León, Arroyo y Carpio, 2010). Para lo cual, se propone que en los diferentes niveles de enseñanza, el alumno sea expuesto a actividades y tareas variadas y funcionalmente “significativas” que 5 El desempeño efectivo y variado se refiere cuando el comportamiento cumple con éxito los requerimientos solicitados en diferentes momentos y situaciones problema. Problemática de la Educación en México 25 les permitan la adquisición de los repertorios efectivos requeridos para el ámbito disiciplinar específico. En este tenor, Ruiz (2009) menciona lo siguiente: “generar un profesional que llene las expectativas que de él se tienen y resuelva problemas en un medio laboral real que demanda conocer e interactuar de un modo coherente, no se conseguirá simplemente tras exponer al aspirante profesional a constantes disertaciones por parte de uno o más docentes, o a la lectura y disertación de tratados” (p. 292). Bajo el enfoque por competencias, lo que se plantea es un aprendizaje que se puede transferir a diferentes situaciones inéditas. Autores como Zabala y Arnau (2007) han insistido en que hasta este momento se ha auspiciado un aprendizaje reproductivo y descontextualizado, así como una enseñanza expositiva, en donde los desempeños de los estudiantes no pueden dar respuesta satisfactoria a situaciones reales, dado que estas situaciones nunca se promovieron en condiciones de formación, citando en extenso: “Optar por una educación en competencias representa la búsqueda de estrategias de enseñanza que sitúen su objeto de estudio en la forma de dar respuesta satisfactoria a situaciones reales, y por lo tanto complejas. Dado que estas situacionesreales nunca serán aquellas con las que se ha de encontrar el alumno en la realidad, podríamos aceptar, en cualquier caso, que las aplicaciones concretas de las competencias, las del futuro, no pueden enseñarse, pero sí pueden enseñarse los esquemas de actuación de las competencias y su selección y práctica en distintos contextos generalizables” (p. 42). Los autores señalan que una dificultad en la enseñanza bajo este enfoque está dada por la forma de auspiciarlas, ya que estas estrategias implicarían actividades muy alejadas de la tradición escolar. Esta práctica se ha sustentado en la transmisión verbal y en la re- producción más o menos literal de lo aprendido en exámenes convencionales –típicamente de reproducción de la información–, lo cual no permite de ninguna manera diferenciar los desempeños de los estudiantes ni instrumentar criterios de evaluación variantes que permita establecer contacto con las características diferenciales de cada uno de ellos; aspectos funda- mentales para el aprendizaje de las competencias (Zabala y Arnau, 2007). Acuña, Irigoyen, Jiménez.26 Sin duda que la propuesta de la formación bajo un enfoque por competencias, intenta plantear de una manera distinta la concepción e implementación de la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación, enfatizando de forma clara los desempeños efectivos ante condiciones variantes, tanto en los docentes como en los estudiantes, y por lo tanto, las condiciones necesarias para la ocurrencia de dichos de desempeños. Ribes (2011) por su parte, ha señalado la pertinencia de la planeación de competen- cias, pero siempre y cuando el significado de un término como el de competencia, se vincu- le lógicamente con las categorías de una teoría científica acerca del comportamiento, que permita tener un sentido unívoco –como concepto técnico– y su ubicación –como categoría abstracta– dentro de una teoría del desarrollo psicológico y como dimensión psicológica en la educación. Problemática de la Educación en México 27 Definición de Competencia como disposición El término competencia se vuelve un concepto técnico de enlace o de interfase entre una teoría general de proceso (Ribes y López, 1985), el lenguaje técnico de la descripción del desarrollo psicológico de un individuo y la relación con el proceso de enseñanza–aprendizaje. Este concepto es definido como: “Las competencias conductuales son clases interactivas definidas en términos de las propiedades morfológicas de los eventos de estímulo y de respuesta. En este sentido, una misma competencia, entendida como disponibilidad interactiva respecto a morfologías de conducta y eventos, puede tener funcionalidad en diferentes niveles de organización cualitativa de la conducta” (Ribes y López, 1985, p. 65). La evolución psicológica se da entonces, como proceso, en la transición de los niveles funcionales más “simples” a los más “complejos”. El desarrollo competencial, que en esencia define al proceso psicológico, es sustan- cialmente diferencial y desigual en la exhibición de competencias a diferentes niveles funcio- nales, intra y entre sujetos. Bajo este supuesto, el desarrollo de competencias no es un proceso lineal, sino variable, dependiendo de cada situación de aprendizaje y de las habilidades y competencias requeridas para el cumplimiento del criterio en una situación específica, lo que hace necesario analizar el nivel funcional de contacto del sujeto con objetos, eventos o situaciones específicas en los distintos momentos de formación. Por lo tanto, la investigación del aprendizaje escolar debiera dirigirse a determinar aquellas condiciones necesarias y suficientes bajo las cuales el desempeño del individuo en interacción con el profesor y los objetos referentes satisface “nuevos” criterios. Por ello, el análisis de competencias (como desempeño efectivo y variado) no puede ser evaluado en un sólo momento o en una sola modalidad, ya que el concepto de competencia esta referido a colecciones de hechos en condiciones variantes, por lo tanto, no puede ser analizada como evento único, ya que lo que se observa es el cumplimiento en casos o situaciones concretas de los criterios que las definen. El análisis de competencias (como colección de ocurrencias) Acuña, Irigoyen, Jiménez.28 sólo es posible con evaluaciones que permitan monitorear los cambios en el comportamien- to de los estudiantes ante criterios morfológicos o funcionales variantes, por ejemplo, que impliquen distintos niveles de complejidad (nivel funcional), tipos de tarea y modalidades lingüísticas. Además, el concepto de competencia como concepto técnico, debe incluir bajo la perspectiva del presente manuscrito, dos aspectos: 1) la especificación del desempeño y, 2) la explicitación de los criterios que dicho desempeño debe satisfacer. En otras palabras, se aprende a ser competente en la medida en que se aprenden desempeños y criterios de ejer- cicio de los diferentes saberes (conceptuales, procedimentales y de medida). Este concepto implica necesariamente un desempeño efectivo –como tendencia– ante condiciones variantes (Ribes, 2006). En palabras del autor “Ser competente implica te- ner la atribución para tratar acerca de algo o resolver algo, ser experto o tener conocimiento acerca de algo. Ser competente, por consiguiente, se refiere a que se puede hacer algo porque ya se ha hecho por que se tiene conocimiento de lo que se tiene que hacer” (p. 20). Así, lo que finalmente se observa no es la competencia sino los desempeños del estudiante como ajustes efectivos, es decir, como la disposición a ajustarse a criterios cambiantes de forma efectiva. Por ello, como lo señalan Martín y Coll (2003) las competencias como las capacida- des de ajuste efectivo, no son directamente evaluables. Hay que elegir las situaciones adecua- das para trabajarlas, definir la secuencia y el grado propio de los distintos niveles y cursos, para poder establecer indicadores precisos de logro, y acertar en las tareas que finalmente se le pide al alumno que realice, para de esta manera caracterizar los desempeños competentes de los estudiantes. Así, la evaluación de competencias –académicas– para no confundirla con el mero ejercicio repetitivo no debiera soslayar lo siguiente: a) las características específicas del pro- blema; b) las características de la situación problema; c) características específicas del des- empeño, y d) la complejidad del desempeño requerido; considerando el ámbito funcional de desempeño y el objetivo instruccional específico. Problemática de la Educación en México 29 Tomando en consideración esta lógica, Ribes (2008) señala que las reformas educa- tivas se han planteado de manera errónea desde tres perspectivas diferentes: por una parte, unas han propuesto métodos de enseñanza que fomenten la libertad y libre expresión de las capacidades de los educandos, con base únicamente en concepciones intuitivas acerca de la naturaleza cognoscente del ser humano, y sobre todo de cuáles son las condiciones idóneas para el aprendizaje; por otra parte, se ha supuesto que el mejoramiento de la educación pasa por la incorporación creciente de tecnologías audiovisuales y computacionales, que facilitan y aumentan el flujo de información que recibe y puede buscar el educando, y por último, el abordaje más frecuente consiste en la actualización y estructuración expositiva de los contenidos de enseñanza, y la actualización y capacitación de las destrezas didácticas de los profesores. A continuación en las siguientes líneas se describen estas tres perspectivas. En 2004 entró en vigor una Reforma Curricular en los bachilleratos tecnológicos que si bien se anun- ciaba desde el Programa Nacional de Educación 2000-2006, se concretó en ese año. Con la puesta en marcha de la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), los docentes de este ciclo enfrentan nuevos desafíos entre los que sobresalen: instrumentar un marco curricular común con base en desempeños terminalessegún ciertas competencias genéricas, disciplinares y profesionales establecidas de antemano y asumir ellos mismos el compromiso de cumplir con un perfil que les exige, entre otras cosas: “enseñar a aprender”, “dominar y estructurar los saberes para facilitar experiencias de aprendizaje significativo”, y “planificar los procesos de enseñanza atendiendo al enfoque por competencias en contextos disciplinares, curriculares y sociales amplios” (SEP, s/f). En la RIEMS sobresalen dos ejes discursivos que privilegian, por un lado, prácticas educativas basadas en competencias y, por el otro, un enfoque pedagógico constructivista, sin que necesariamente los profesores tengan claro el concepto mismo de competencia, y lo que implica en el trabajo cotidiano de aula un enfoque constructivista (López y Tinajero, 2009). Acuña, Irigoyen, Jiménez.30 Con respecto a las concepciones de aprendizaje de docentes, Sánchez (2005) llevó a cabo un estudio con el objetivo de conocer las concepciones de aprendizaje de docentes universitarios y profesionales no docentes a fin de compararlas. Su muestra fueron profesores con conocimiento sobre el aprendizaje, profesores legos en el aprendizaje y profesionales no docentes legos en el aprendizaje. Los resultados evidencian elementos compartidos en las concepciones de los profesores y legos. Además de la presencia de elementos incoherentes en algunas concepciones de los docentes con formación en aprendizaje. La autora concluye que estos resultados parecieran reafirmar que las concepciones de los docentes, aunque tengan contacto con contenidos científicos, muchas veces son reconstrucciones que realizan de sus prácticas cotidianas. En relación con la perspectiva del mejoramiento de la educación dado el desarrollo y promoción de Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs), se presupone que la incorporación de las tecnologías en las aulas permite (por si misma) mejorar el aprendizaje de los alumnos. No obstante, se han analizado los usos reales de las TICs, y su impacto en la práctica educativa, en donde la diferencia entre los diversos usos no radica en las características de los recursos tecnológicos utilizados, sino en la incidencia que los usos de estas herramientas tienen sobre las interacciones didácticas, y por lo tanto, en el aprendizaje de los alumnos. Los resultados encontrados en el estudio de Coll, Mauri y Onrubia (2008) fueron interacciones áulicas en donde los usos de las TICs mostraron un efecto limitado en la transformación y mejora de las prácticas educativas, no modificando sustancialmente las formas de implementación, organización y evaluación desarrolladas a lo largo de las actividades de enseñanza. En este sentido, se ha expuesto en otros espacios (Irigoyen, Jiménez y Acuña, 2003) que la inserción de las nuevas tecnologías en la educación no ha generado una concepción diferente del proceso de enseñanza–aprendizaje. Sino que se ha recuperado como “regla” general que la instrucción en grupo y la enseñanza asistida por los medios audiovisuales son suficientes para el aprendizaje individual. Por el contrario, la inclusión de las nuevas Problemática de la Educación en México 31 tecnologías sólo se han visto reflejadas como un nuevo modo de presentar la información, reiteración de información en aula, contacto unidireccional, poco variante, en el cual las nuevas tecnologías únicamente han suplantado a la vieja pizarra, pero con la misma función. En relación a las estrategias de enseñanza y la actualización y capacitación de las destrezas didácticas de los profesores se considera que requieren ser replanteadas para propiciar el desarrollo de las habilidades y competencias pertinentes en los diferentes niveles de formación. En estudios llevados a cabo por Guevara (2008) se plantea que los procedimientos y las estrategias de enseñanza no están adaptados de manera óptima para la promoción y facilitación del aprendizaje (los estudios fueron llevados a cabo en educación básica). Irigoyen, Jiménez y Acuña (2004) realizaron un estudio para analizar el desempeño docente a nivel universitario, para lo cual evaluaron las categorías de planeación, evaluación de repertorios de entrada, ilustración y retroalimentación. Los resultados muestran a un docente cuya práctica es con mayor frecuencia discursiva, con pocas variaciones en el uso de materiales didácticos, así como en la modalidad de enseñanza y en criterios de evaluación. En cuanto a los cursos de actualización de profesores en relación con contenidos científicos y su enseñanza, autores como Alvarado (2007) y Alvarado y Flores (2010) enfatizan que estudios llevados a cabo con profesores muestran que los cursos de actualización no modifican sus concepciones acerca de la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación; los cambios se restringen al discurso (aprendizaje de nuevos nominativos), no reflejándose en una manera diferente de decir–hacer en la práctica en el aula. Por ejemplo, en un estudio llevado a cabo por López, Rodríguez y Bonilla (2004) se analizan las concepciones sobre el aprendizaje de la ciencia, y su relación con la práctica de los profesores de bachillerato del área de ciencias naturales, así como su posibilidad de transformación a partir de los Cursos Nacionales de Actualización –CNA– (ofrecidos por la SEP). Los resultados mostraron que independientemente de haber cursado o no los CNA, la mayoría de los profesores centran su práctica docente en los contenidos programáticos presentados en los libros de texto, por lo que el origen del Acuña, Irigoyen, Jiménez.32 conocimiento está en los contenidos de aprendizaje expuestos por ellos o en los encontrados en los libros, y no en el fenómeno científico mismo, dando como resultado la enseñanza de verdades absolutas y fortaleciendo así, una visión dogmática y ahistórica de los diferentes contenidos científicos. En todos los profesores se presentaron diferentes formas de evaluación del aprendizaje, sin embargo, todas ellas enfatizan desempeños que involucran memorización y reproducción de la información. Finalmente, como una de las conclusiones se presenta que los cambios parecen restringirse al discurso, no reflejándose en la práctica en el aula. En este mismo tenor, Fernández-Nistal, Pérez, Peña y Mercado (2011) llevaron a cabo un estudio para caracterizar las concepciones sobre enseñanza de los profesores de contenidos científicos de secundaria y su actuación en el aula. Los participantes manifestaron por ejemplo, que la evaluación forma parte de los procesos de enseñanza y aprendizaje, mencionando la necesidad de valorar el proceso que el alumno realiza, pero al mismo tiempo, se enfocaron a la evaluación de los resultados del aprendizaje. En relación al análisis entre las concepciones de enseñanza que presentaron los profesores en la entrevista y las concepciones obtenidas en el comportamiento observado, los resultados indican incoherencias entre ambos aspectos. Las implicaciones educativas de estos resultados se sitúan en el diseño de cursos de formación y actualización docentes dirigidos a un cambio –sustancial– que mejore las prácticas educativas que, en definitiva, son las que impactan en el aprendizaje de los estudiantes. Dentro de los documentos oficiales (UNESCO, 2007 –Educación para todos en 2015–) se insiste en ofrecer una educación integral, con el propósito de equilibrar la formación en valores ciudadanos, el desarrollo de competencias y la adquisición de conocimientos, a través de actividades regulares del aula, la práctica docente y el ambiente institucional. En estos documentos se enfatiza ampliar las oportunidades educativas, el propósito es una mayor igualdad de oportunidades educativas, de género, entre regiones y grupos sociales como indígenas, inmigrantes y emigrantes, así como personas con necesidades educativas especiales. Las preguntas al respecto serían ¿pero realmente se esta ofreciendo una educación integral?, ¿las prácticas educativasestán respondiendo a las necesidades del Siglo XXI? Problemática de la Educación en México 33 Es relevante considerar que la planeación de espacios educativos, deberá considerar que la enseñanza es grupal pero el aprendizaje es individual, y que por lo tanto, los haceres en las interacciones didácticas deberán partir de la consideración de individuos en el proceso educativo que responden diferencialmente en tiempo y modo a los referentes que se están pretendiendo establecer. En otro momento se han expresado (Acuña, Jiménez e Irigoyen, 2010) una serie de consideraciones sobre la planeación de espacios educativos para la forma- ción de estudiantes competentes. Se discute que una propuesta de revisión curricular no sólo implica la modificación de aspectos normativos y de gestión en el ámbito institucional, sino cambios sustanciales en las maneras en cómo se conciben y se implementan las interacciones didácticas (estrategias docentes, criterios de evaluación y modalidades de objetos referentes utilizados). Por una parte las evaluaciones realizadas a nivel internacional y regional muestran información relevante sobre la habilitación competencial de los estudiantes de los países desarrollados y en desarrollo. Cada vez son más numerosos los gobiernos que están llevando a cabo evaluaciones nacionales del aprendizaje. El 81% de los países desarrollados, el 50% de los países en desarrollo y el 17% de los países en transición (periodo del 2000-2006). Pero también se necesita recuperar indicadores en lo específico, de cómo se están disponiendo las condiciones de interacción didáctica en el aula, así como cuáles son los repertorios de los estudiantes cuando ingresan y egresan a los diferentes niveles de formación. Se requiere asimismo el perfil del personal docente y su seguimiento –en términos de indicadores con- cretos– a partir de programas de formación. De esta manera, enfrentar el rezago, ampliar la cobertura de los servicios educativos, elevar la calidad de la formación, mejorar su pertinencia, introducir cambios y anticipar necesidades y soluciones a los problemas previsibles, son algunos de los desafíos que requiere enfrentar la educación en México. Sin embargo, no es suficiente con situar el debate sobre la calidad en el centro de las políticas educativas y proyectar la necesidad de abordarla, sin tomar en cuenta que no existen acuerdos respecto al significado del término y cuáles serían Acuña, Irigoyen, Jiménez.34 las estrategias que deberían seguirse para alcanzar determinados estándares de calidad. Si se pretende lograr una educación de calidad, se deberá reflexionar sobre la caracterización del papel de los actores involucrados en el proceso educativo (administradores, gestores, profesores y alumnos), al formular las políticas educativas. Se requiere en este sentido, clarificar cuáles son los objetivos de la educación y cuáles serían los mecanismos para el cumplimiento de estos, así como también el reconocimiento de la individuación del estudiante, en donde éste, va interactuando con los objetos referentes y/o materiales de estudio en formas y ritmos distintos. Para ello, tanto los criterios administrativos, de gestión e instruccionales deberán ser congruentes con la concepción de lo que se pretende formar tanto a nivel de conocimiento técnico, actitudinal y social. La función de las instituciones educativas desde el punto de vista planteado en este manuscrito, más que ser la transmisora de conocimiento, deberá ser auspiciadora y generadora de individuos competentes en los distintos niveles de formación. En el caso de la Educación Superior, su objetivo es procurar la formación de profesionales, investigadores o docentes de las distintas áreas del saber, como mediadores expertos tanto para la generación de conocimiento, como en la resolución de problemas sociales en sus distintos campos. El reto entonces para la Educación Superior, es el establecimiento coherente de las competencias disciplinares en las distintas áreas de conocimiento. Así, las instituciones de educación superior enfrentan el reto de generar individuos con los repertorios suficientes que les permitan desempeñarse de manera eficiente en relación a las situaciones problema que su área de conocimiento les plantee, así como la posibilidad de transferir sus desempeños a las diferentes problemáticas y dar respuesta a las nuevas demandas sociales y del sector laboral. El presente manuscrito intenta reflexionar y hacer aportaciones en cuanto al proceso de enseñanza–aprendizaje desde una aproximación competencial. Permitiendo así, dar cuenta de los distintos momentos del desarrollo de competencias del estudiante al enfrentarse con los referentes disciplinares. • Capítulo 2 Aproximación a la enseñanza–aprendizaje de contenidos científicos (Página en blanco) 37Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos Los cambios tan acelerados que se viven en el ámbito mundial, en sus diferentes órdenes: económico, político, científico–tecnológico y sociocultural, plantean a las Instituciones de Educación Superior la revisión de su quehacer en forma integral. En este entorno de ace- lerados cambios, dichas instituciones se han visto forzadas a repensar sus fundamentos, a definir de nuevo sus misiones y medios, y a reorganizar sus funciones, para mantener el papel protagónico en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y la formación de profesionales de alto nivel. Uno de los principales desafíos de la sociedad del conocimiento para la enseñanza y el aprendizaje universitario, es formar individuos acordes a su tiempo, capaces de reflexionar acerca de la pertinencia de un problema con respecto a su disciplina de estudio, así como la de generar soluciones alternativas a los mismos, es decir, formar individuos competentes. Sin embargo, uno de los retos a vencer en la formación universitaria es la provisionalidad de los saberes, como rasgo que caracteriza la nueva dinámica social, incluso cuando se habla de la formación en disciplinas especializadas, como lo es la formación en los ámbitos científicos. Por ello, los procesos de formación de los noveles estudiantes de las distintas disciplinas científicas (y tecnológicas) deberán modificarse tanto en concepción como en instrumentación, si se desea que se superen los desafíos de la competitividad global en el siglo XXI. Rocha y Landa (2012) en este tenor comentan lo siguiente: “vivimos una época en que la educación sigue siendo el reto a vencer, en especial para las instituciones de educación superior” (p. 17). En este sentido, López (2001) señala que: “El mundo contemporáneo exige versatilidad en la formación profesional. La acumulación de saberes sin que medien procesos comprensivos relacionados con la vida cotidiana de cada profesión, pone en riesgo la eficacia de la enseñanza universitaria, sobre todo ahora cuando lo que se ha dado en llamar sociedad del conocimiento ha puesto en primer orden la exigencia de apertura de las instituciones de educación superior; por un lado, en los modos como los actores escolares se han de relacionar para discernir los saberes constituidos, y por el otro, el uso de los aprendizajes durante los procesos de formación universitaria” (p. 171). Acuña, Irigoyen, Jiménez.38 De esta manera se plantea la necesidad de formar profesionales competentes para la exigencia del mundo contemporáneo, por ejemplo, la capacidad para trabajar ante situaciones de cambio, de trabajo en equipo e interacciones mediadas por diversas tecnologías que también están en constante variación, además la necesidad de habilidades y competencias de innovación y de generación de conocimiento. Una sociedad que no sea capaz de producir su propio conocimiento estará condenada a la dependencia, tanto científica como tecnológica, y por consecuencia, económica. En la llamada sociedad del conocimiento, la educación superior es un agente clave en los procesos de modernización de todos lospaíses del mundo. Como fue señalado en la Conferencia Regional de la UNESCO en 1996: “la educación general, y la superior en particular, deben ser instrumentos esenciales de valor estratégico para enfrentar exitosamente los desafíos del mundo moderno y para formar ciudadanos capaces de construir una sociedad más justa y abierta” (p. 11). Amaya (2006) menciona que el desarrollo económico contemporáneo demanda principalmente: conocimiento científico, información, avances tanto en la tecnología dura (maquinaria, instrumentos y procedimientos técnicos para la producción) como en tecnología blanda (organización y administración de la producción y del trabajo), así como exigencias de incremento de la competitividad en los mercados de bienes y servicios. De esta manera, lograr derivar conocimiento científico para un país, requiere de especialistas que analicen las variables y procesos que se involucran en la formación de nuevos científicos, para de esta manera habilitar a los individuos en la generación de nuevo conocimiento. Por ello, el presente manuscrito centra su discusión en el análisis de la práctica científica a partir de una dimensión psicopedagógica, es decir, como ocurre (o debiera ocurrir) la formación de noveles estudiantes en relación a contenidos científicos, como práctica científica individual. El análisis que se ilustra es a nivel universitario, porque se considera éste un espacio fundamental para la formación de noveles científicos; pero sin duda, buena parte de la discusión y propuestas pueden ser aplicadas a otros niveles de formación. 39Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos La práctica científica como actividad profesionalizada, es un fenómeno que se inicia en el siglo XX. Su profesionalización se vió acompañada por la institucionalización de su enseñanza en el nivel universitario. A partir de ello, la universidad se convirtió en el espacio por excelencia para formar a los nuevos científicos y tecnólogos (Ribes, 2009). De esta manera las Instituciones de Educación Superior tienen como encargo espe- cial, el auspicio, generación y aplicación del conocimiento, sin embargo, una de las principa- les problemáticas de los últimos años en el ámbito educativo (no sólo a nivel universitario) es la formación de estudiantes en contenidos científicos. Al respecto, Benito (2009) señala: “en los últimos años se ha instalado con especial énfasis el interés por indagar los motivos de la creciente crisis de la educación científica, manifestada en las dificultades de aprendizaje de los alumnos, quienes parecen aprender menos ciencia de la que se les enseña, a la vez que presentan menor interés por lo que aprenden. A ello se suma la sensación de frustración por parte de los docentes acerca del éxito de sus esfuerzos por la enseñanza de las ciencias” (p. 28). Así, en los últimos años se ha producido un notable incremento de las críticas a los fines, métodos y formas que han adoptado la enseñanza y el aprendizaje escolar en general, y el de los contenidos científicos en particular. Benito (2009) enfatiza que gran parte de las críticas coinciden en señalar: a) Que después de tantos años de escolarización los estudiantes no obtienen ni el conocimiento ni las estrategias necesarias para el manejo de información de contenidos científicos. Por ejemplo, Mares, Hickman, Cabrera, Caballero y Sánchez (2009) e Irigoyen et al. (2009) realizaron dos estudios con el propósito de hacer una caracterización de estudiantes de primer ingreso a la carrera de Psicología de dos universidades públicas de México. En estos estudios los autores evaluaron las condiciones económicas, sociales y académicas; a partir de la aplicación de una evaluación conformada por 7 secciones: 1) datos sociodemográficos, 2) trayectoria escolar, 3) nivel de conocimiento del ámbito disciplinario, 4) dominio de programas de cómputo, 5) cultura general, 6) aptitud para la ciencia y 7) comprensión de lectura Acuña, Irigoyen, Jiménez.40 en el idioma inglés. Los resultados del desempeño de los estudiantes coinciden en ambas instituciones, en términos de porcentajes muy similares en cuanto a una capacidad deficiente en la prueba de aptitud para la ciencia, y en competencia lectora específicamente en lo que concierne a la lectura de gráficos, la argumentación con base en la información de un texto y la comunicación de ideas complejas. b) Otra crítica a la enseñanza–aprendizaje de contenidos científicos es, que gran parte del tiempo de enseñanza se ocupa en la transmisión de conocimientos y destre- zas que en poco tiempo quedarán obsoletas. Autores como Galicia, Sánchez, Pavón y Mares (2005) y Varela (2002), señalan que los programas instruccionales en niveles básico y medio, se han centrado en la enseñanza de contenidos, dejando a un lado la enseñanza de procesos de abstracción o desarrollo de habilidades de razonamiento; repertorios fundamentales particularmente para la enseñanza–aprendizaje de las ciencias. c) La siguiente nota, es que una parte importante del proyecto educativo se ocupa en potenciar una cultura científica idealizada y alejada sustancialmente de lo que ocurre realmente en el quehacer científico. En este sentido, autores como Irigoyen et al. (2007), Morales, Pacheco, Canales, et al. (2010) y Silva y Morales (2008) discurren sobre las maneras tradicionales de concebir la enseñanza de la ciencia –como la mera reiteración de información– y enfatizan que ésta debiera de implicar el ajuste gradual del comportamiento del futuro practicante de ciencia a los criterios disciplinares específicos, en coordinación con un experto en la disciplina. De esta manera, el estudiante va aprendiendo las prácticas científicas, en los espacios científicos y ajustándose a los criterios científicos, es decir, aprende ciencia practicándola como formas de decir y hacer (señalar, leer, hablar, escribir). d) Un aspecto adicional es, que no existe ninguna garantía que el conocimiento enseñado en las aulas, proporcione habilidades y competencias que cualifiquen a los estudiantes para la inserción en el sistema profesional y/o productivo. 41Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos En relación a este aspecto se puntualiza, que uno de los problemas con el manejo de lenguajes formales (repertorios necesarios para el uso o manejo de lenguajes científicos), es que la enseñanza de éstos se ha centrado en el contenido de las materias o áreas y no en las formas de decir y hacer como desarrollo de las habilidades y competencias científicas. Galicia et al. (2005) plantean la necesidad de proponer que en los diferentes niveles de formación particularmente en los primeros grados de educación básica, se implementen estrategias instruccionales que puedan funcionar como antecedentes importantes para alcanzar un dominio de los lenguajes científicos y formales. Este es uno de los aspectos más relevantes que se sustenta en el presente manuscrito a manera de propuesta, que las prácticas científicas se aprenden como cualquiera de las demás prácticas (p.e. prácticas filosóficas, de sentido común), como un saber (es) que tiene sentido dentro de contextos particulares. Toda vez que las nuevas necesidades educativas apuntan hacia la formación de individuos que se ajusten a circunstancias y problemas cambiantes, es necesario caracterizar las condiciones situacionales y disposicionales que permiten auspiciar el intercambio efectivo y pertinente del estudiante con los contenidos científicos. A continuación se describen cuales son las prácticas conductuales implicadas en el quehacer científico, según el Modelo de la Práctica Científica Individual –MPCI– (propuesto por Ribes, 1993; Ribes, Moreno y Padilla, 1996; Padilla, 2006), y de esta manera proponer cuales serían las formas más pertinentes para el auspicio de desempeños competentes dentro de un ámbito o dominio disciplinar. Acuña, Irigoyen, Jiménez.42 Aproximación al estudio del comportamientocientífico Al aproximarse al estudio del comportamiento científico, se encuentra que la actividad científica ha sido mitificada (Padilla, Buenrostro y Loera, 2009), por lo menos en dos sentidos, los cuales se describen en las siguientes líneas. Por una parte, se ha mantenido a lo largo de la historia que el conocimiento científico es el único verdadero y que las demás formas de conocimiento (p.e. filosófico, religioso, mitológico, de sentido común), son más que maneras distorsionadas del saber acerca del mundo y de nosotros mismos. En el devenir de la historia, el ser humano ha buscado describir y explicar los fenómenos de la naturaleza y la relación que guarda con ellos. De ahí que la Ciencia, la Filosofía, el Arte y la Mitología, se hayan constituido como sistemas de conocimiento que han intentado explicar dichos fenómenos. Estas formas de conocimiento (filosófico, científico) deberán entenderse como una construcción social mediada lingüísticamente. La Ciencia como sistema de conocimiento constituye al igual que la Filosofía, una manera de responder y describir la “realidad”. Consiste fundamentalmente en una organización de experiencias reguladas convencionalmente, y que han sido verificadas con el mayor número de hechos que representan una relación más parsimoniosa, congruente y coherente de su objeto de estudio; esto es, conservando una semántica y una sintáctica que permitan una clara descripción de pertinencia con su objeto de estudio. En un principio, el conocimiento del mundo se articulaba en una sola matriz compleja que aglutinaba información e interpretaciones respecto a todos los fenómenos de la naturaleza y la sociedad. La filosofía y la ciencia griegas constituyen el mejor ejemplo de estas visiones integradas del universo. Con el transcurso del tiempo por distintas condiciones sociales (es decir, por la progresiva organización social y de las relaciones de producción), se llegaron a diferenciar los sistemas de generación del conocimiento y de su aplicación social. Así, se originaron tres grandes núcleos de conocimiento: la Ciencia (y su vinculación 43Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos Figura 2. Presenta los diferentes tipos de conocimiento (recuperada de Tamayo, 2005, p. 14) y modificada por los autores. eventual con la tecnología), la Mitología (vinculada a la religión) y la Filosofía (como un saber argumentativo y comprensivo), como se muestra en la Figura 2. Pero, ¿qué relación guarda la Ciencia con otros modos de conocimiento? Para Johannes (1978), la respuesta se relaciona con la cultura. Citando al autor, éste nos plantea lo siguiente: “Todas estas formas de conocimiento están entrelazadas por un vínculo común, que reside en su objeto […] Todas ellas quieren en el fondo dar una interpretación de la realidad, forjar una concepción del universo. Lo que las diferencia es el origen de esta concepción” (p. 8). Así entonces, estas formas de conocimiento se constituyeron a partir de la interpretación dada a los fenómenos estudiados, diferenciándose por los criterios de validación social de cada uno de ellos. Se considera que la diferenciación de la Ciencia con otros modos de conocimiento, no es una cuestión de juicios de valor, sino un requerimiento formal. Esta ha de hacerse en los términos de la función social que desempeñan las distintas prácticas de conocimiento, mismas que son ordenadas de acuerdo con criterios objetivos (la pertinencia semántica y sintáctica de los conceptos utilizados), donde la objetividad viene dada por una convención, como acuerdos acerca de qué propiedades del objeto de conocimiento son contrastadas con los criterios de objetividad y validación en ciencia. En el caso de las prácticas que se dan en el ámbito científico, autores como Carpio, Pacheco, Canales y Flores (2005), López (1994) y Padilla (2006) enfatizan que éstas son similares a las que ocurren con otras prácticas culturales, en donde la práctica científica es generada, ejercitada, aprendida y auspiciada por individuos concretos en circunstancias Tipos de Conocimiento: Mitológico Filosófico Explicación de Científico Fenómenos de la naturaleza Acuña, Irigoyen, Jiménez.44 definidas por criterios de organización y valoración específicos. Por lo cual, dicha práctica no puede analizarse al margen del momento sociohistórico en el que se da, ya que los criterios de valoración y por lo tanto, de validación del conocimiento son distintos para cada época. Por ejemplo, en la historia se observa como ciertas formas de conocimiento científico se han desarrollado de un modo más prolífero que en otros, en el período renacentista se facilitaba el desarrollo de disciplinas como la Biología y Medicina, contrario al período de la Edad Media (en la que cabe destacar la fuerte influencia de las concepciones metafísicas), siendo esta época un período de poca o casi nula actividad científica. Por lo tanto, en cualquier intento por analizar la práctica científica, se requiere considerar que el conocimiento científico está permeado por los criterios de validación del momento en que es (o fue) planteado. Un ejemplo de ello lo constituye Galileo Galilei al ser obligado a retractarse de su Teoría Heliocéntrica (Siglo XVII). Padilla et al. (2009) en este mismo tenor comentan: “quienes desean incursionar en la actividad científica como profesión se sorprenden al escuchar que la ciencia es subjetiva en cuanto a que se trata de una actividad humana de naturaleza social. Pero que también es objetiva porque la obtención del conocimiento ocurre según un conjunto de criterios con los que es posible trascender lo aparente e inmediato de lo observado” (p. 6). En este sentido, las instituciones sociales y académicas (p.e. gremiales científicas) han creado los criterios de validación de cada uno de los modos de conocimiento actualmente conocidos, es decir, la actividad científica es creada y compartida convencionalmente mediante una serie de prácticas significativas. Por su parte, Kantor (1990) destaca la influencia que la cultura ejerce sobre las teorías y la práctica científica a través del tiempo, señalando que la concepción del hombre acerca de los objetos, ha cambiado conforme la sociedad lo hace, de manera que si se retrocede en el tiempo, por ejemplo a la antigua Grecia, la época medieval, la edad media, o el renacimiento mismo, y se comparan con los conocimientos de la era contemporánea, es posible estimar cómo gran cantidad de teorías han sido modificadas o destituidas a través 45Aproximación a la enseñanza-aprendizaje de contenidos científicos de la historia a partir de nuevas maneras de referir, relacionar e integrar los productos del conocimiento científico. Así, es necesario enfatizar, que la valoración e interpretación de los hechos, así como la percepción y descripción de los diferentes objetos de conocimiento, no pueden analizarse al margen de su momento sociohistórico, por ello, en ciencia el criterio de objetividad no tiene un sentido absoluto, más bien siempre constituye un proceso continuo de objetivización, y no un dato fijo y definitivo (Schaff, 1974). Kantor (1980) enfatiza que la ciencia progresa fundamentalmente de dos formas: 1) mediante el descubrimiento de eventos desconocidos (a través de la investigación); y 2) mediante la revaloración de los eventos en base a criterios mejorados1. Esto deja a un lado la idea de que la ciencia sólo implica productos, como conocimiento científico (p.e. informes de nuevas patentes, artículos de divulgación científica, entre otros). Esto es fundamental para concebir a la ciencia no solamente como producto, como algo estático y lineal, sino también como las prácticas de los investigadores cuando están haciendo ciencia y cómo estas prácticas son afectadas por aspectos económicos y sociales de todo tipo. Por ejemplo, el tipo de financiamiento y aspectos de socialización del saber científico, por mencionar algunos. Esto es esencial cuando
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