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Neira Cruz, X.A. (ed.), Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
campUSCulturae - Universidade de Santiago de Compostela, 2016, pp. 129-141
Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: 
Flores y Blancaflor
Carmen F. Blanco Valdés
Universidad de Córdoba 
En una de sus obras escritas en latín, las Genealogiae, Boccaccio dice sentirse «creato 
dalla natura alle poetiche meditazioni». Su cultura es básicamente la de un autodidacta 
y desde su infancia el futuro escritor se dedica al estudio y a la lectura de libros a través 
de los cuales construye los fundamentos de su educación intelectual, una educación 
que comienza a tejerse, precisamente, durante su estancia napolitana. 
Su obra de juventud nacía bajo el signo de una decidida voluntad retórica, retomando 
los géneros de la literatura clásica latina: el Teseida quería ser un poema épico, una 
elegía en prosa la Fiammetta, una novela pastoral el Ameto y una novela de aventuras y 
de amores el Filocolo.
En cualquier caso debemos aclarar que esta obra juvenil, si bien remitía a un clasicismo 
intencional, pertenece por completo al espíritu cultural del Trecento italiano: un mundo 
burgués que desarrollaba la creación de un nuevo tipo de hombre —el mercante— y que 
además de haber extinguido las estructuras económicas y políticas de un mundo feudal, 
había elaborado una concepción burguesa de la vida laica y fundada en la idea del valor 
del hombre sobre la importancia del dinero.
En Nápoles, centro importante de intercambio comercial —y cultural— con el Imperio 
bizantino y sede universitaria de la Italia meridional, Boccaccio se forma literariamente 
(Padoan, 1978; Alfano, D’Urso, Perricioli, 2012)). De hecho, son numerosos los aspectos 
del Filócolo que remiten a este profundo y rico bagaje cultural (Blanco Valdés, 2004: 
20-25), entre ellos, para el argumento que nos interesa, las compilaciones de interés 
histórico y geográico del fraile veneciano Paolino Minorita, uno de los primeros 
maestros de Boccaccio en Nápoles o las de Paolino Veneto, consejero del rey Roberto y 
obispo de Pozzuoli y que le habrían ayudado para escribir los complejos itinerarios que 
aparecen en la obra y sobre los cuales nos detendremos particularmente: me reiero al 
viaje de Blancalor, a la peregrinatio amoris de Flores o al exilio de Fileno. 
En esta obra de juventud, la función didáctica y erudita se mezcla desde las primeras 
páginas con una sensación de experimentalismo continuo en el que parece poder 
encontrarse en ciernes toda las salidas narrativas que más tarde harán de Boccaccio 
uno de los narradores más excelsos de la literatura. Boccaccio, sobre la común historia 
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
principal de los dos jóvenes, desliza con su pluma una rica y compleja trama de digresiones 
eruditas, históricas y mitológicas. 
Entre sus fuentes podemos contar con algunos volúmenes que son la base de su erudición 
narrativa como el famoso repertorio del ejemplario medieval, los Factorum et dictorum 
memorabilum de Valerio Máximo. Pero también podemos encontrar numerosas referencias 
eruditas a Virgilio y su Eneida, al Ovidio del Ars amandi y sobre todo de las Metamorfosis, 
a Lucano y su Farsalia, Estacio y la Tebaida y, cómo no, a Dante y a la Commedia. Éste era 
el canon tradicional en la época de Boccaccio y a él alude el joven escritor. A ello hay que 
añadir todo el ilón que le era más propio y más cercano: el género narrativo propio de las 
Canciones de gesta y de los roman, de los lais y de los fabliaux. 
Se trata de la salida literaria, a través de un claro proceso de contaminatio, que le permite 
plasmar el bagaje cultural adquirido por nuestro escritor en su estancia napolitana. 
Todo ello hace que el Filócolo se presente, como antes apuntábamos, como la obra de 
juventud que resume todos aquellos intereses del joven Boccaccio y que más tarde 
irán apareciendo distribuidos metódicamente en el resto de sus obras; una especie de 
síntesis de toda su experiencia futura como escritor.
Pero no sólo desde el punto de vista de las fuentes podemos encontrar ese proceso de 
experimentación. También desde la perspectiva de las técnicas narrativas Boccaccio hace 
uso de estructuras precedentes y que habían gozado de gran éxito como los distintos marcos 
narrativos, desde el marco narrativo dialógico o el expediente narrativo de una historia 
marco o cornice que permita la ligazón lógica de las narraciones —como en el episodio de 
las cuestiones de amor— y los relatos in itinere, —como veremos particularmente— en los 
que la historia se construye entorno al itinerario de un protagonista (o protagonistas) que 
normalmente está connotado por multitud de aventuras y acontecimientos.
La historia que nos presenta Boccaccio retoma, en su estructura horizontal, la leyenda 
de Flores y Blancalor (Blanco Valdés, 2004: 30) para narrarnos las aventuras amorosas 
de esos dos jóvenes, cuyo amor virtuoso, al estilo de los grandes amores clásicos, triunfa 
inalmente pese a las muchas adversidades y contratiempos que son ideados para que 
los dos enamorados se separen y su amor, en consecuencia, sea imposible. 
El paso del tiempo se irá marcando a través de perífrasis temporales que recurren a la 
mitología y a las constelaciones para situar tanto los momentos concretos —generalmente 
las estaciones del año— como el transcurrir mismo del tiempo. Norma general de 
Boccaccio en esta obra es el interrelacionar los hechos narrados con el imaginario tópico 
de las estaciones, de tal modo que la marcha de Flores a Montorio tiene lugar en otoño; 
en invierno comienza la peregrinación de Flores en busca de su Blancalor; y en primavera 
suceden los hechos más signiicativos y felices de la historia: el enamoramiento del joven 
escritor, el famoso episodio de las cuestiones de amor, el encuentro y casamiento de los 
dos jóvenes, la llegada a Roma o la coronación.
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
En su estructura formal la obra se encuentra dividida en cinco libros, de los cuales el 
primero funciona como un prólogo a la historia concreta, es el antefacto de la historia: 
los padres de Blancalor, Lelio y Julia, van en peregrinación al santuario del Apóstol 
Santiago (Libro I: primer viaje), en las costas occidentales de Hesperia, para rendir 
gracias por el hijo que esperan. Por instigación del miserable rey cuyo reino circunda el 
Aqueronte, el rey Felice, padre de Flores, es falsamente informado de que enemigos 
suyos, cristianos, se dirigen a su reino para atacarlo. Sobre el modelo de la Farsalia de 
Lucano —casi una copia literal del VII libro—, se describe la batalla en la que muere 
Lelio y en la que Julia es hecha prisionera, padres del Blancalor. Conducida a la corte 
del rey, dará a luz a una hija, el mismo día en que también nacerá el hijo del rey. Termina 
este libro pues con el nacimiento de los dos jóvenes y con las palabras que la reina 
dirige a la recién nacida Blancalor1: 
 Puesto que a tu madre no le ha agradado estar más tiempo entre nosotros, tú en su lugar, serás para 
mí una querida hija y para mi hijo su querida compañera y familiar por siempre.
a las que acompaña la voz premonitoria del narrador: 
 Muchas veces, en los tiempos venideros, lamentaría la reina tales palabras, las cuales fueron 
llevadas a su mente inconscientemente, por un espíritu profético. (Libro I, cap. 42)
Por su parte uno de los modos más efectivos de conocer el espacio narrativo será a 
través de los viajes. Como ya hemos apuntado, el antefacto narrativo arranca de viaje 
que Lelio y Julia desean hacer al Santuario de Santiago Apóstol para rendirle gracias por 
el futuro hijo que durante tanto tiempo habían deseado. 
Retomando la leyenda de Santiago Matamoros, la denominación que usa Boccaccio 
para referirse a esta zona geográica es «los mares de Hesperia» nombre dado por los 
romanos a España y, en concreto, la primera mención viene dela mano de la leyenda 
que cuenta la milagrosa transformación de la nave en la que el Apóstol Santiago viajaba 
hacia España, convertida en una tabla de mármol: 
 Por lo que el Hijo de Dios, habiendo liberado a muchos de los prisioneros del Inierno y habiendo 
regresado junto a su Padre, mandó a sus principales caballeros a repartir su palabra. Y para que 
la parte más extrema de Poniente oyese sus santas obras, eligió a uno de sus mayores súbditos, 
el que más fuerte le parecía para poder resistir las insidias que le esperaban; y sobre los mares de 
Hesperia lo hizo transportar en una tabla de mármol. Éste, llegado a aquella extraña región, con 
la fuerza de la suma deidad, emprendió grandes batallas en contra de los que más se resistían, 
conquistando muy pronto grandes victorias y revistiendo a muchos de las nuevas y celestiales 
armas. Finalmente, después de mucho combatir, encontró una tropa muy resistente y sin torcer 
la mirada ni temor alguno, aceptó humilde y devotamente el deinitivo golpe de Átropo; y al cielo, 
tan ansiado durante tanto tiempo, ofreció su santa y gloriosa alma. Sus discípulos, tras haber 
presenciado su pasión, cogieron las reliquias del mártir y las sepultaron con gran veneración y 
muchas lágrimas en un lugar notable. Y para eterna memoria suya, no muy lejos de donde rompe 
1. Todas las citas del texto boccacciano se hacen por la traducción al español (Blanco Valdés, 2004), con la intención 
de facilitar la lectura de las mismas. 
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
el mar en Occidente, ediicaron sobre su venerable cuerpo un gran templo, al cual llamaron por 
su nombre y en el que devotamente arden los fuegos que rinden homenaje al sumo Júpiter. Y 
porque el allí enterrado no sólo fue en vida el más irme resistente a las falsas creencias sino 
que, sobre todo, después de su muerte, se convirtió en justo defensor de sus ieles, Júpiter en 
su servicio y tras las debidas oraciones, obraba maravillosos milagros, por lo que la fama de este 
Dios occidental comenzó a resonar por todo el universo. En breve tiempo atravesó las cálidas 
aguas del oriental Ganges, fue maniiesta en las ardientes arenas de Libia e igualmente conocida 
en las heladas nieves polares. Y ello porque, no con responsos, como suelen hacer los falsos 
dioses, sino con verdaderas acciones, socorría a los más necesitados y a los que devotamente lo 
llamaban: y por todo esto su santa fama resuena en todo el mundo (Libro I, cap. 3).
Establecida en el imaginario boccacciano la fama de este lugar y del que tales milagros 
obraba, la acción se inicia con un procedimiento común de los textos narrativos: a 
través de la referencia de su fama y con fórmulas de introducción del tipo «oyó contar, 
decir, me han dicho, contado, yo he visto…» que ofrecen a lector un sentido histórico y 
de realismo cotidiano: Lelio solicita a este santo hombre que le conceda la gracia de un 
hijo bajo promesa de peregrinar a su santo templo. Posteriormente, conocido el feliz 
hecho, decide emprender el camino prometido: 
 Estando Lelio un día muy pensativo y concentrado en este deseo, oyó contar de aquel Dios que 
moraba lejano sobre los litorales de Hesperia maravillosas cosas hechas por él […] —¡Oh generoso 
Dios que sobre los litorales occidentales dejaste tu santo cuerpo y el alma ofreciste al sumo Júpiter!, 
recibe mis palabras, dignas de ser atendidas en tu presencia; y dado que a ninguno que solicite de ti 
devotamente un justo don se lo niegas, no niegues mi súplica si es justa, sino que concédemela […] 
La cual cosa, si Él me la concede, yo te prometo y juro por el alma de mi padre y por la deidad del 
sumo Júpiter, que tus lejanos templos serán visitados por mí personalmente y que tus altares con 
devotos fuegos serán iluminados (Libro I, cap. 5).
Cuando Lelio y Julia emprenden el viaje, Felice, padre de Flores, nombrado por Boccaccio 
como «regidor de los reinos de Hesperia» y cuya corte hispana sitúa en Sevilla, es 
falsamente informado que los integrantes de esa compañía son en realidad enemigos 
de su pueblo, decide atacarlos, muere Lelio y Julia es hecha prisionera. El primer libro 
concluye con el enamoramiento de los dos jóvenes, un amor que es inducido por Citerea, 
que envía a su hijo para despertar el amor en los muchachos, cuyos espíritus estaban en 
condición de poder recibirlo a causa de la lectura del «santo libro de Ovidio». 
La historia del amor y desencuentro se narra en una sucesión cronológica de 
acontecimientos, a lo largo del segundo, tercer y cuarto libros. 
El segundo libro comienza con la separación de los jóvenes, tras la marcha de Flores a 
Montorio (segundo viaje) con la excusa de su formación intelectual: 
 Como sabéis, nosotros tenemos aquí cerca, a Ferramonte, duque de Montorio, a nosotros unido 
por consanguinidad, y en ninguna otra parte de nuestro reino se hace más solemne estudio que en 
Montorio. Nosotros, con la excusa del estudio, podemos enviar allí a Flores diciéndole que deberá 
permanecer durante un tiempo: y de esta manera se le irá de la mente la muchacha al no poder verla 
[…] (Libro II, cap. 8).
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
en el que el lugar de destino se visualiza como la sede de un studium: 
 Y para emprender esta ciencia no te será necesario ir en busca de Helicón2, ni de los solícitos 
estudios de Atenas, ni de ningún otro lejano país, ya que muy cerca de aquí hay una ciudad llamada 
Montorio, dotada de muchas distracciones… (Libro II, cap. 10).
Fracasado el intento de separación, los reyes urden una serie de intrigas en contra de 
la vida de Blancalor a quien Flores, en los capítulos inales del segundo libro, logra 
salvar. Da comienzo así el tercer libro con la pretensión de la reina de que el joven Fileno 
«un joven caballero noble y apuesto, adornado de virtuosas costumbres y al cual se le 
ocultaba el ardoroso amor que había entre Flores y Blancalor» (Libro III, cap.16) logre 
enamorar a la joven. 
La historia de Fileno es particular y en ella Boccaccio despliega buena parte de su saber 
geográico. Como a menudo sucede en las obras de Boccaccio los hados del destino 
obran su prodigio y «la Fortuna, no contenta con todas las tribulaciones de Flores, 
condujo a Fileno a Montorio pocos días después de la victoria obtenida» (Libro III, 
cap. 17). De este modo Flores comprende que los suspiros y la felicidad de Fileno, tan 
contraria a la suya, proceden del amor que le profesa a Blancalor. En un arranque de 
ira provocado por los celos, Flores decide darle muerte, tras lo cual, una voz misteriosa 
informa a Fileno que debe huir para evitar su destino. Comienza así ese viaje de exilio 
que llevará a Fileno por una buena parte de la geografía italiana hasta su llegada inal a 
un lugar que en el imaginario Boccaccesco se identiica con Certaldo, su ciudad natal: 
«Cuando Apolo hubo sus rayos escondido y la octava esfera fue de las ininitas luces 
llena3, Fileno, con solitario paso, inició la desconsolada fuga» (Libro III, cap. 33).
Ahora bien, como veremos a continuación, la descripción geográica de los lugares 
se hace a través de datos históricos signiicativos de los mismos, de tal modo que la 
erudición de la que hace gala Boccaccio no tiene parangón. Los espacios se extienden y 
se convierten en recorridos no sólo geográicos, sino sobre todo culturales y literarios. 
Lo importante en su narrativa no es indagar en sus conocimientos geográicos sino 
más bien en las modalidades narrativas que vehiculizan esos conocimientos. Y un 
buen ejemplo de todo ello es el extenso capítulo en el que Boccaccio narra el viaje 
de Fileno, sin destino alguno, como un peregrino errante en busca de un lugar de 
acogida. Ello le permite trazar un itinerario histórico y cultural por el país itálico, 
tomando cono fuentes primarias los datos obtenidos en la Eneida Virgiliana y en la 
crónica de Villani. El viaje se inicia en la sede real, Marmorina, y concluye en Certaldo, 
ciudadnatal de Boccaccio, cuando era tan solo un cerro agreste. Este viaje traslada 
al lector a través del Véneto, Lombardía, Toscana, Lacio, Abruzos, nuevamente Lacio, 
2. Monte de Grecia en el que vivían las musas.
3. Perífrasis temporal: por la noche. Según la cosmología medieval la octava esfera es la de las estrellas ijas. Las otras 
siete esferas estarían compuestas por los siete planetas: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Tal es 
la conformación del Paraíso en la Divina Commedia.
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
Campania, Umbria, y nuevamente Toscana, en donde Fileno considera concluida su 
peregrinación, al haber encontrado el lugar idóneo para su dolor: Certaldo. Se trata 
de un viaje con inal no deinido, ya que Fileno va en busca de algún lugar que le sirva 
como refugio de dolor; lo cual ayuda a Boccaccio para deleitarse en la geografía e 
historiografía de su propio país: 
 Habiendo visto una y otra orilla del Baquilione4, llegó hasta las antiguas murallas construidas 
por el anciano Antenor, dentro de las cuales vio el lugar donde el viejo cuerpo, con justo epitaio, 
reposaba5. Siguiendo hacia delante, en pocas horas llegó hasta el lugar de origen del ya mencionado 
Antenor, situado en las saladas olas de las partes extremas del mar de Adriano6. En aquel lugar 
tan poco irme, subió sobre una pequeña embarcación y buscó la tierra. Una vez hubo llegado a la 
antiquísima ciudad de Ravena, ascendió por el Po con sus arenas doradas y llegó hasta la ciudad 
antiguamente fundada por Manto en los solitarios pantanos7. Pero aquí, sintiéndose demasiado 
cercano de lo que él con más fuerza se alejaba, se quedó poco tiempo. Entonces comenzó a subir 
por las colinas de los montes Apeninos y después, descendiendo desde aquéllas, llegó hasta la 
llanura y se dirigió de nuevo hacia las montañas, entre las cuales desciende el robusto Muñón8. 
Una vez allí vio el antiguo monte en el que Dárdano y Sículo, de Italo, su hermano, se despidieron 
para emprender su peregrinación9. Poco más adelante vio las cenizas que habían quedado de 
Atila, lagelado después de la malvada masacre cometida contra los pocos y nobles ciudadanos 
de la ciudad ediicada sobre las reliquias del valeroso cónsul Florín, allí miserablemente asesinado 
4. Río del Véneto, donde también está Verona. En el texto Marmorina. 
5. Antenor héroe troyano compañero y consejero del anciano Príamo. Se trata de la ciudad de Padua (Véneto), pues 
se creía que en esta ciudad había sido sepultado su cuerpo dentro de un sarcófago adornado con una inscripción 
fúnebre. Tal hecho aparece atestiguado por Giovanni Villani en su Cronica (I, 17).
6. Golfo de Venecia, sobre el Adriático: probablemente es Adria (Cfr. Eneida, I, 242-246).
7. Mantua, en Lombardía.
8. Aluente del Arno, en Toscana.
9. Cortona, en Toscana, donde, según la historiografía medieval, permanecería Ítalo, fundador del reino itálico. Ítalo 
reinó en el país con tanta justicia y prudencia que, en agradecimiento, se dio a su reino el nombre de Italia. Este 
nombre se fue extendiendo posteriormente por toda la parte meridional (llamada hasta entonces Ausonia) y pronto 
por la totalidad de la península.
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
por los secuaces de Catilina10. Mostrando cierta compasión ante aquéllas, de allí se partió y sin 
mantener un caminar directo, llegó errando hasta Chiusi, en la cual Porsenna, según lo que fue 
dicho, había obligado a todo el reino a obedecerlo por la fuerza11. Siguiendo hacia adelante, no muy 
lejos vio la concavidad del monte Aventino donde Caco escondió los toros robados a Hércules, los 
cuales fueron arrastrados hasta la cueva por la cola12. Después de muchos esfuerzos llegó hasta 
la excelentísima ciudad de Roma, en la que se vio invadido muchas veces por la admiración al 
contemplar las magníicas cosas, imposibles de imaginar por ningún otro intelecto sino las ve: allí 
vio el Tíber, al cual los dioses concedieron innumerables gracias; vio las antiguas murallas de Alba 
Longa13 y todo lo que era notable en la región. No deteniéndose aquí, dirigió sus pasos hacia el 
mediodía: dejó tras de sí los elevados Alpes y los montes a los cuales esperó la oscura destrucción 
de la noble sangre de Águila14 y llegó hasta Gaeta, eterna memoria de la querida nodriza de Eneas15. 
Desde allí llegó, a través de las saladas olas, hasta Pozzuoli, habiendo visto antes las antiguas Bayas 
y sus tempestuosas playas, puestas allí, para satisfacción de los hombres, por los dioses16. Desde 
aquel lugar, después de haber visto la cuna de Sibila17, llegó hasta Parténope; pero allí tampoco se 
detuvo sino que buscó los campos de los Samnitas y vio su ciudad18. Durante su marcha, volviendo 
sobre sus propios pasos, vio la antigua tierra, sede del campamento de Capis19; y yéndose de allí 
llegó hasta los salvajes y fríos montes Abruzos, en medio de los cuales estaba Sulmona, patria del 
poeta Ovidio. Entrando en ella, comenzó a decir:
 —¡Oh ciudad querida por cualquier otra nación por tu ciudadano! ¿Cómo pudo en ti nacer y crecer 
un hombre, en el cual tanta amorosa llama ha vivido, como la que vivió en Ovidio, siendo tú tan fría 
y rodeada de frías montañas?
 Y dicho esto, reverencialmente, por medio de ella pasó.
 Continuando su desgraciado camino, se encontró en Perusa20; y marchándose de allí, sin saber 
dónde dirigirse, llegó hasta las mismas puertas de Onci, donde las claras aguas del Elsa vio brotar y 
comenzar un nuevo río21, y descendiendo por ellas llegó hasta aquel lugar en el que el Agliena, que 
nace en las grutas de Semifonte, con aquéllas se mezcla y pierde su nombre22. Allí, mirando a su 
alrededor, vio una bellísima llanura. Doblando hacia la derecha y haciendo del Agliena su guía, no 
muy lejos del río vio un pequeño montículo, el cual se elevaba sobre la llanura, que daba forma a una 
10. Florencia. Atila había destruido Florencia para reconstruir Fiesole y poder vengar así al romano Catilina.
11. Pequeña ciudad al sureste de Toscana. Para el pasaje de Porsenna (Cfr. Eneida, VIII, 644-652).
12. Caco era hijo de Vulcano. Robó fraudulentamente un rebaño de toros a Hércules y cambió las herraduras a las 
reses para que pareciese que caminaban en dirección contraria y no se pudiera saber que el lugar de destino era la 
cueva excavada en el Aventino (Cfr. Eneida, VIII, 185-212).
13. Ciudad en el Lacio fundada por Eneas (Cfr. Eneida, I, 270-271).
14. Los Apeninos en torno a la ciudad de L’Aquila en los Abruzos. Esta ciudad fue destruida en el año 1259 por Manfredo 
de Suabia, hijo de Federico II y reconstruida por Carlos d’Anjou en el año 1265, bajo propuesta de Clemente IV. 
15. En el golfo de Gaeta, en el Lazio. Ciudad que se llamó así en recuerdo de la nodriza de Eneas (Cayeta), que allí 
murió y fue sepultada (Cfr. Eneida, VII, 1-4).
16. Al lado de Nápoles, en Campania. Las playas de Bayas se encuentran en el actual golfo de Nápoles, sin duda, una 
de las zonas más bellas de Italia. Sobre estas últimas (Cfr. Ovidio, Arte de amar, I, 255).
17. La Sibila de Cumas.
18. Benevento, también en Campania.
19. Capua, en Campania. Capis, compañero de Eneas y fundador de Capua.
20. Capital de Umbria.
21. Nuevamente en Toscana, en el valle del Elsa. Este río es recordado por Dante por sus aguas calcáreas en Purg. XXXIII, 
67. Boccaccio hablará más adelante (Libro V, cap. 8) de las blancas conchas que rodean su curso. También hará referencia 
a este particular fenómeno en otras obras como en el De montibus, Bucolicum carmen y en las Genealogie.
22. En italiano moderno el nombre del río es Aniene. En Certaldo, Toscana. 
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
vieja y antigua colina. En aquel lugar jamás ningún hacha había sido empleada, ni durante mucho 
tiempo había sido visitado por las gentes de los alrededores, sino sólo por los antiguos habitantes 
en su error de buscar los no conocidos diosesque en aquel sitio se solían adorar. En él entro Fileno 
y no encontrando vía ni sendero, pues todo lo ocupaban las viejas raíces y las elevadas zarzas, con 
mucho esfuerzo subió, hasta lo más elevado del pequeño montículo. Allí encontró un viejo templo 
en el que habían crecido plantas silvestres y que tenía todas sus paredes cubiertas de verde musgo. 
Aun así, ni siquiera el paso de los años había estropeado las imágenes de los falsos dioses que allí 
estaban cuando el hijo de Júpiter bajó del cielo a la tierra con las nuevas armas, con las cuales se 
conquista el vivir eterno. Delante de aquél, había un prado cubierto de hierba fresca, muy agradable 
si se comparaba con el otro lugar. Allí se detuvo Fileno y allí se quedó durante mucho tiempo. 
Mirando a su alrededor y pensando detenidamente, decidió detener allí su huida; y en aquel lugar, 
sin temor a ser escuchado, llorar sus infortunios (Libro III, cap. 33). 
Es más que evidente, tras el viaje realizado por Fileno por la geografía italiana que 
Boccaccio se propone representar un espacio geográico reconocido y iltrado a través 
de la memoria literaria y biográica. 
No así en el caso del viaje del protagonista, Flores, tras la búsqueda de Blancalor en 
el que el espacio es el Mediterráneo y el oriente mítico y en donde echará mano de las 
fuentes que podría tener a su alcance, ente ellas el Milione de Marco Polo, la Speculum 
historiae de Vincenzo di Beauvais, le Leggenda aurea de Iacopo di Varazze, así como de 
los relatos de los mercantes y las cartas geográicas que hubo podido consultar en la 
Biblioteca de los Anjou, entre ellas las ofrecidas por Paolino Veneto. 
El viaje de Flores, convertido en Filócolo para ocultar su propia personalidad, se 
relata a lo largo del libro IV, cuando el protagonista comienza su peregrinatio amoris 
en busca de su amada Blancalor, vendida a uno mercaderes que la transportan al 
lejano oriente. 
El relato del viaje de Blancalor no se describe; pero sí se dan datos que serán 
fundamentales para que Flores pueda seguir sus pasos, y se adivinan ya las magniicencias 
del lugar último de destino:
 Si lo que te desconsuela es el buscar nuevas costas, imaginando que esos lugares son extranjeros 
y carentes de todo tipo de deleites, de los cuales quizá tu Marmorina te parecía llena, te engañas, 
puesto que allí donde nosotros te llevamos es lugar rico en bienes preciosos, lleno de valerosa 
gente y en el cual quizá la Fortuna te conceda más pronto tu deseo de lo que lo hubiera hecho en el 
lugar de dónde vienes (Libro III, cap. 50). 
En busca de Alejandría, meta inal del viaje, la nave que transporta a Blancalor hace algunas 
paradas: la primera en «la isla que oprime la orgullosa cabeza de Tifeo23. Allí, teniendo 
necesidad de refrescarse, en el mismo lugar en que Anquises acabó sus días24, atracaron» 
(Libro III, cap. 54). La segunda parada es en la isla de Rodas y la última en Alejandría. 
23. Se reiere a Sicilia. Tifeo era uno de los Titanes que se alzaron contra Júpiter para destronarlo. Júpiter lo hundió 
bajo el Etna y allí yace enterrado
24. Trápani, donde murió Anquises, padre de Eneas
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
El viaje de Flores / Filócolo, como dijimos, se relata en el IV libro, una parte fundamental 
del cual es el famoso episodio de las trece cuestiones de amor25. La búsqueda, la 
quête, ayuda a ratiicar deinitivamente el amor entre los dos jóvenes; pero para el 
discurso que nos interesa, este viaje, esta peregrinación amorosa de Filócolo, le dará la 
ocasión a Boccaccio para recrear no sólo muchos de los episodios históricos y lugares 
más signiicativos de Italia, sino y sobre todo, para recrear el fastuoso, imaginario y 
espléndido mundo oriental, como cuando pasa a describir las excelencias de la Torre del 
Árabe en la que se encuentra retenida Blancalor. 
En este sentido recuerdo las palabras de Roberta Morosini (2010) cuando señala, 
recogiendo el sentir de otros muchos estudiosos, que el medio oriente es para Boccaccio 
más una categoría cultural que una entidad geográica, tal y como podemos comprobar 
en la descripción que hace de la Torre en la que se encuentra retenida Blancalor: 
 La torre donde las doncellas están, como vosotros entrando en el puerto habréis podido ver, es 
tan alta que casi parece poder tocar las nubes y muy grande es también por todas sus partes. Y 
creo igualmente que el sol, que todo lo ve, jamás ha visto una torre tan bella, ya que por fuera está 
recubierta con mármoles blancos, rojos y negros y otros muchos colores, desde arriba hasta abajo, 
magistralmente trabajados. Además, en su interior, gracias a una gran cantidad de ventanas, hay 
mucha luz; las cuales ventanas están divididas por pequeñas columnas no de mármol, sino de oro 
puro, y las contraventanas no son de madera sino de ino y reluciente cristal.
 Todo esto se hace evidente desde fuera a los visitantes. Pero dentro tiene bastantes más admirables 
cosas, las cuales, para quien no las haya visto, imposible le parece de creer que existan al oírlas 
enumerar. Dentro hay cien habitaciones bellísimas, iluminadas todas ellas por una agradable luz, y 
muchos salones.
 De entre todos los salones, uno hay que creo que sea la cosa más noble que jamás se haya visto. 
Tiene prácticamente la misma anchura de la gran torre y está rodeado por veinticuatro columnas 
de pórido de distintos colores, entre las cuales algunas hay tan claras que mirándolas puede verse 
todo lo que en la sala se hace. Las bóvedas de esta sala apoyan sobre capiteles de oro que cierran 
a su vez las ricas columnas, las cuales también sobre losas de oro se sustentan. Estas bóvedas son 
pesadas por el mucho oro y, mirándolas, en ellas no se ve otra cosa sino piedras preciosas. En esta 
25. La imagen del mapa de Europa procede de la obra Theatrum Orbsi Terrarum, de Abraham Ortelius, atlas editado 
por primera vez en Amberes 1570. La edición de la imagen es la de 1612, obra conservada en la Biblioteca Nacional de 
España. Consultable en Biblioteca Digital Hispánica: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000049972 
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
sala, en las paredes que la rodean, todas aquellas historias que recordadas pueden ser por la actual 
memoria, todas ellas se pueden ver inamente talladas y adornadas con oro y piedras; y sobre todas 
ellas está escrito lo que las iguras inferiores representan. También allí se ven todos nuestros dioses, 
honorablemente situados sobre las demás iguras, y junto a ellos los antepasados de nuestro 
mariscal también pueden verse. En esta sala no se come sino sobre mesas de oro y a ninguna vajilla, 
si no es de oro, se le permite la entrada.
 Yo no podría describiros por completo lo que es esta sala. ¿Qué más puedo deciros sino que toda la 
sala hasta el suelo y el suelo mismo es de oro y piedras preciosas? En ésta come frecuentemente el 
mariscal con tu Blancalor y con las demás doncellas.
 También en esta torre, entre las cien habitaciones, una hay que en belleza supera a todas las demás. 
¡Ciertamente sólo aquélla en la cual residen Júpiter y Juno en los celestiales reinos, podría a ésta 
parangonarse! Ella tiene un tamaño apropiado y goza de esta propiedad: que ninguno puede entrar 
allí tan melancólico que mirando al techo de la habitación, donde un magistral artesonado de 
oro, zairos, esmeraldas, rubíes y otras piedras pueden verse, dichoso y alegre no se vuelva. Justo 
enfrente de la puerta, sobre una columna, la cual cualquier hombre que la viera juzgaría que de 
fuego es a primera vista, pues tan rojo es su resplandor, se posa el hijo de Venus, desnudo y con 
dos grandes alas de oro, muy hermoso a la vista. Tiene éste en la mano izquierda un arco y en la 
derecha saetas, y parece que a todos los que por allí pasan los quiera asaetear. Sin embargo él no 
tiene los ojos vendados, como otros lo representan, sino que los tiene bien bonitos y la pupila 
de cada uno de ellos es un carbúnculoque impide que en esta habitación se haga la oscuridad, 
pues luminosa y clara, como herida por los rayos del sol, la tiene siempre. Alrededor de él, en las 
paredes, cosas jamás sobre él hechas, están pintadas. En las cuatro esquinas de la habitación hay 
cuatro grandes árboles de oro, cuyos frutos son esmeraldas, perlas y otras piedras; y con tal arte 
están hechos que cuando un hombre con una vara golpea el tallo de alguno de ellos, no hay ningún 
pájaro que oyéndolo no cante dulcemente, y volviéndolo a golpear se callan. En medio de esta 
habitación, sobre cuatro leones de oro, hay un lecho elaborado con maril de elefantes hindúes, 
que se adorna con una cama, apropiada a tal tipo de lecho, cerrada por cortinas, las cuales yo jamás 
habría creído que pudiesen ser tan ricas y bellas. También en ella hay un agradable perfume que el 
hombre entrando allí huele suavemente.
 En esta habitación y en este lecho duerme sola Blancalor. Y esta particular gracia sobre las demás 
recibe, porque en belleza y costumbres las supera a todas, si bien también todas las demás muy 
honorablemente están, cada una en su habitación (Libro IV, cap. 85).
Es quizá aquí, en este viaje, en donde encontramos al Boccaccio más erudito, al mejor 
informado y documentado, ya que el itinerario que discurre por Italia lo hace a lo largo 
y entre dos zonas que él podría conocer bien: la Toscana y la Campania. Pero a partir de 
aquí, cuando Flores embarca hacia Alejandría, pasando por la isla de Rodas y por Creta, 
comienza a funcionar todo el aparato imaginario y fantástico del escritor, pero con la 
precisión geográica propia de quien pudiera y pareciera conocer tales lugares. Por otro 
lado, esta peregrinatio amoris es una recreación de toda una larga tradición literaria 
que utiliza el desplazamiento del héroe como excusa para la narración de los hechos 
del protagonista, facilitando contemporáneamente la inserción de historias paralelas 
a la acción principal. Así, mientras el viaje de Fileno era fundamentalmente histórico-
geográico, el de Filócolo será episódico. Por tierra desde Marmorina hasta Certaldo, 
en donde, tras haberle sido indicado por una voz divina el itinerario que deberá seguir 
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
para encontrar a su amada, encuentra a Fileno —convertido en fuente por el llanto— 
que proféticamente le señala las varias etapas de su viaje y el encuentro con su amada: 
 Tú, yéndote mañana de este lugar, llegarás hasta Alfeo donde la enviada nave te espera. Y en 
ella, después de algunas diicultades, llegarás hasta la isla del fuego, donde nuevas tendrás sobre 
lo que vas buscando. Después, yéndote de allí, llegarás, tras muchos imprevistos, al lugar en el 
que aquélla, a quien tú buscas, vive; y allí no sin mucho miedo y peligro, pero sin daño alguno, 
la deseada cosa poseerás. Honra este lugar, puesto que de aquí se partirá aquél que todas tus 
aventuras, con memorables versos, hará conocer a los ignorantes, y cuyo nombre está lleno de 
gracia (Libro IV, cap. 1).
Por mar desde Alfeo (Pisa) hasta la isla de Fuego (Sicilia): «ordenando que hacia la 
isla de fuego la nave pusiese rumbo. Eolo ayudaba con sus fuerzas al madero y con él 
Zéiro a los deseados lugares los empujaba, y también Neptuno pacíico su reino tenía, 
por lo que Filócolo y sus compañeros hacia el nuevo camino contentos iban» (Libro 
IV, cap. 6). En Sicilia, tiene lugar el encuentro decisivo con Sísife (que había acogido 
a Blancalor durante su viaje), quien le informa del itinerario que deberá seguir, pero 
con escala obligada en Nápoles al encallar allí la nave sobreviviente del naufragio: locus 
amoenus para el encuentro del protagonista con Fiammetta y la corte de amor: «Los 
mercaderes que con ellos la llevaron, me dijeron que deberían ir a Rodas y desde allí 
hasta Alejandría; y así creo que han hecho» (Libro IV, cap. 77).
Comienza así su iter fuera ya de las fronteras conocidas, por el Mediterráneo, en busca 
de Alejandría, meta inal del viaje. La primera parte del viaje inicia en Sicilia, pasa por 
las islas griegas y llega hasta Rodas, donde la compañía se encuentra con Belisano, que 
les informa nuevamente del itinerario que deben seguir:
 Navega pues Filócolo. Y cada día que pasa, más los vientos se aceleran y toman fuerza en ayuda 
de Filócolo, de tal modo que en poco tiempo, dejando atrás las islas de Gozo y Malta, se abren mar 
adentro alejándose de la costa. Pero a causa de la falta de viento y para llegar hasta Rodas, se desvió 
del camino de Alejandría y pasando por Crava, Venedigo, Cetri, Sechilo y Pondico, encontró la antigua 
tierra de Minos, de la cual Saturno fue expulsado por su hijo26. Después permaneció todavía algún 
día en Candia y marchándose de allí, por Caposermon, Casso y Scarpanto pasó rápidamente y llegó 
hasta Trachilo y desde allí hasta Lendego27. Allí entraron con la nave en el golfo y echaron anclas bajo 
profundas rocas (Libro IV, cap. 78).
El viaje, sin mayor extensión en el relato de la última etapa, concluye en Alejandría: 
 Subidos sobre la nave, entregaron las velas a los prósperos vientos, los cuales sanos y salvos, en 
poco tiempo, hasta el puerto de Alejandría los llevaron. Aquí bajaron a tierra, entregando a las 
profundidades el ancla, y hacia la casa de un gentil hombre de Alejandría, amigo íntimo de Belisano, 
llamado Darío, se dirigieron (Libro IV, Cap. 80). 
26. La tierra de Minos es Creta. Las islas, todas ellas islas de Grecia, serían las actuales Schiza, Vevetiko, Kithira, 
Andikithira y Pondikonissi. 
27. Candia es la isla de Creta (aunque antiguamente se llamaba también Candia a la actual capital de Creta Iraklio). La 
otras localidades serían Cabo Sideros (extremo noreste de la isla de Creta) y las islas de Kassos y Karphatos. Marchándose 
de Creta llegaría hasta la isla de Rodas desembarcando en Cabo Lardhos, punta sur de la ciudad de Lindos.
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Viajes y caminos: relaciones interculturales entre Italia y España
Virginio Bertolini (1968) ha indagado sobre las posibles fuentes que podría haber utilizado 
el joven Boccaccio para la descripción tan minuciosa del viaje por el Mediterráneo, con 
datos geográicos más precisos si lo comparamos con el mismo itinerario trazado por 
Blancalor o con el de los padres de ésta en su camino hacia el santuario de Santiago de 
Compostela. Según este autor, descartadas una serie de cartas geográicas de Paolino 
Veneto en las que no aparecen tales indicaciones por ningún lado, probablemente el 
joven Boccaccio, que entonces vivía en Nápoles, hubiera podido recoger tales datos del 
ambiente de los mercaderes, acostumbrados a hacer el viaje entre Nápoles y Alejandría. 
En concreto se trataría del Liber secretorum fidelium Crucis de Marín Sanudo il Vecchio 
(veneciano al igual de Paolino) y más particularmente de las cartas geográicas que 
aparecen al inal del mismo: Mapa di mari mediterráneo.
Tras el encuentro deinitivo entre los dos jóvenes, comienza el viaje de vuelta que se 
relata ya en el último de los libros y que sirve para cerrar el círculo, no sólo de los dos 
protagonistas, que ahora realizan juntos el viaje y cuya meta inal es, como lo había sido 
al principio, el santuario del Apóstol Santiago, sino también de todas las otras historias 
que habían quedado abiertas. De tal modo que si el primero de los libros funcionaba 
como un prólogo, éste viene a ser el epílogo. Con el regreso de los dos jóvenes junto 
con toda su compañía, se van cerrando aquellas historias que habían quedado en 
suspense, como la de los enamorados Fileno o Caleón, sobre quien recaerá el honor de 
fundar la ciudad de Certaldo, lugar natal de Boccaccio; o la de los orígenes familiares 
de Blancalor, de la cual ya sabíamos que era noble, aunque sólo ahora se concluye este 
capítulo. 
Sirve además el quinto libro para ver inalmente completada la educación del joven, 
no sólo como hombre, amante y caballero, o como intelectual —tras las enseñanzas de 
Calmeta—, sino sobre todo como buencristiano —con la ayuda de Hilario que le abre 
los horizontes de la verdadera fe. 
Una vez asumida la recta fe, el viaje se completa con la peregrinación nuevamente, y 
ahora con éxito, a Santiago de Compostela, motivo, si recordamos, desencadenante de 
toda la acción de los ya esposos Flores y Blancalor, pero pasando a la ida y a la vuelta 
por Córdoba; a la ida para dejar al padre, que siente ya próxima su muerte, y a la vuelta 
para asistir a la muerte del mismo. En Córdoba (en época de Boccaccio sede del califato 
más poderoso del mundo árabe) Flores será coronado como nuevo rey cristiano. De allí 
partirán sin destino deinido y vivirán felices para siempre. 
En estos últimos capítulos el viaje sirve sólo para marcar desplazamientos necesarios 
para la perfecta conclusión de la historia; de hecho los desplazamientos se suceden 
con suma rapidez. El narrador no se detiene en deleitarse ni con la historia de 
los lugares ni con la descripción de los mismos, como había sucedido en las otras 
ocasiones: 
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Blanco Valdés, C. Boccaccio, el espacio narrativo y los viajes: Flores y Blancaflor
 Una vez que la triste estación hubo concluido y que la dulce primavera, traída por Febo, había con 
nuevas y bellas hierbecillas y lores revestido la tierra y los árboles, a Flores le entraron deseos de 
visitar el santo templo, al cual Lelio no había podido llegar con su Julia. Y para ello se dispusieron 
Menilio e Hilario y junto con Blancalor comenzaron el deseado camino. El viejo rey, que durante 
mucho tiempo había permanecido en Marmorina, sintió ganas de ir a Córdoba. Y él y la reina, junto 
con Flores, hasta aquélla llegaron y allí ellos se quedaron, quedándose con el pequeño Lelio. Y 
Flores y los suyos siguieron su camino cabalgando. (Libro V, cap. 87) […] Y no estando muy distantes, 
al poco tiempo al deseado templo llegaron, en el cual ellos entraron y ofrecieron grandes dones y 
rezaron piadosas oraciones, regresando sobre sus pasos (cap. 91) […] Y ninguna cosa había sin su 
agradable señal cuando la gran iesta por la futura coronación de Flores dio comienzo en Córdoba 
(cap. 97).
Como conclusión podríamos apuntar que Flores es un personaje diseñado conforme al 
canon medieval en lo que a su formación se reiere: recibe básicamente una educación 
escolástica con un diseño pedagógico que comienza en Ovidio y en la gramática 
(ciencias menores) y que, tras su marcha a Montorio, que, como dijimos, Boccaccio 
recrea como la sede de un studium, continúa con las mayores (matemáticas y ilosofía). 
Cuando concluye su historia como amante desesperado, Flores —cuyo amor por su 
amada y su búsqueda le habían hecho formarse como perfecto amante cortés y como 
caballero— encontrará al inal la salvación, ya que termina encontrando la verdadera 
fe, completando con ella su formación como hombre, como amante, como caballero y 
como buen cristiano, de tal modo que podríamos proponer que el viaje / los viajes se 
proponen como paideia, como formación de los diferentes personajes masculinos como 
Fileno y Flores. Es la misma búsqueda que también realiza el narrador que acompaña en 
todo momento a su héroe, encontrándose al inal del camino con una obra que resume 
toda su experiencia y que le abrirá las puertas interiores hacia su propio estilo; una obra 
que, en deinitiva, lo ha ayudado a superar las diferentes experiencias artísticas.
BIBLIOGRAFÍA
•	 Alfano, G – D’Urso, T. – Perricioli Saggese, A. (2012) (eds.) Boccaccio angioino: 
materiali per la storia culturale di Napoli nel Trecento. Bruxelles: Peter Lang.
•	 Bartolini, V. (1968), «Le carte geograiche nel Filocolo», Studi sul Boccaccio, V, pp. 211-225.
•	 Blanco Valdés, C.F. (2004), Giovanni Boccaccio. El Filócolo (edición y traducción), 
Madrid: Gredos. 
•	 Morosini, R. (2012) (ed.), Boccaccio geógrafo: un viaggio nel Mediterraneo tra le città, 
i giardini e il modo di Giovanni Boccaccio. Firenze: Marco Pagliai. 
•	 Padoan, G. (1978) «Mondo aristocratico e mondo comunale nell’ideologia e nell’arte 
di Giovanni Boccaccio», Il Boccaccio, le Muse, il Parnaso e l’Arno, Firenze: Olschki, pp. 
1-91.

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