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EL REALISMO DE XAVIER ZUBIRI EN EL HORIZONTE DEL SIGLO XXI José Alfonso Villa Sánchez (Coordinador) Este libro fue evaluado por pares académicos entre los meses de octubre de 2018 a enero de 2019 a solicitud del Consejo Editorial del Instituto de Investi- gaciones Filosóficas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, entidad que resguarda los dictámenes correspondientes. La publicación de este libro ha sido parcialmente apoyada por las siguientes dependencias: Programa de Fortalecimiento de la Calidad Educativa (pfce) 2019 de la Secre- taría de Educación Pública. Coordinación de la Investigación Científica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. El realismo de Xavier Zubiri en el horizonte del siglo xxi José Alfonso Villa Sánchez (coordinador) Primera edición: 2020 Diseño de la portada: Efraín Herrera D.R. © David Moreno Soto Editorial Itaca Piraña 16, Colonia del Mar, Alcaldía Tlahuac C.P. 13270, Ciudad de México. tel. (55) 58 40 54 52 www.editorialitaca.com.mx isbn Itaca: 978-607-8651-20-7 Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico Para Alicia, A. Emmanuel, y K. Sophía. Hoy estamos innegablemente envueltos en todo el mundo por una gran oleada de sofísitica. Como en tiempos de Platón y de Aristóteles, tam- bién hoy nos arrastran inundatoriamente el discurso y la propaganda. Pero la verdad es que estamos instalados modestamente, pero irrefra- gablemente, en la realidad. Por esto es necesario hoy más que nunca llevar a cabo el esfuerzo de sumergirnos en lo real en que ya estamos, para arrancar con rigor a su realidad aunque no sean sino algunas pobres esquirlas de su intrínseca inteligibilidad. X. Zubiri, Inteligencia sentiente. *Inteligencia y realidad. 11 ÍNDICE Presentación 15 i. sobre realidad e inteligencia sentiente Noología: ¿en qué está la novedad? Diego Gracia Guillén 21 Comentario a las tesis iniciales de Sobre la esencia José Alfonso Villa Sánchez 41 Universalidad y absolutidad en el pensamiento de Xavier Zubiri Víctor Manuel Tirado San Juan 91 Inteligencia sentiente y realidad estante Carlos Sierra Lechuga 137 El problema de las categorías en la filosofía de Xavier Zubiri Fernando E. Ortiz Santana 195 Análisis noológico como vía de acceso a la complejidad de lo real Luis Alfonso González Valencia 225 A tese da Trilogia da realidade em Xavier Zubiri a partir de uma nova leitura de Sobre a essência José Fernández Tejada Antonio Tadeu Cheriff dos Santos Felipe Cherubin 247 12 II. Variaciones desde la realidad Fenomenología y praxis Antonio González Fernández 285 Zubiri y el proyecto de filosofía de liberación de Ignacio Ellacuría Héctor Samour 305 Filosofía de la opción personal en Xavier Zubiri Jorge de la Torre López 349 Devenir noérgico de la razón psíquica Fernando Danel Janet 379 La experiencia de Dios: marcha intelectiva hacia el fundamento del poder de lo real Rafael Antolínez Camargo 411 Zubiri ante la ética fenomenológica de los valores: realidad y valor Pilar Fernández Beites 433 La noología de Xavier Zubiri y la educación en derechos humanos Mónica Fernández 445 Una aproximación al tema de la felicidad en Xavier Zubiri Marisol Muro Escobedo 459 La Paideia en Xavier Zubiri Samuel López Olvera 509 La teoría cuántica de campos y la filosofía de la realidad de Zubiri Thomas B. Fowler 523 13 iii. diálogos desde lo real Zubiri y la fenomenología. Una visión desde Husserl Agustín Serrano de Haro 553 Las nociones de intencionalidad, reducción y constitución en Husserl y Zubiri. Convergencias y divergencias Eduardo González di Pierro 573 Zubiri y Lonergan: una tormentosa relación Francisco V. Galán Vélez 585 El otro comienzo en filosofía. Más allá del hombre como medida de todas las cosas Ángel González Pérez 619 Apuntes comparativos sobre la metafísica de Zubiri y la ontología de Heidegger: ser, realidad y fundamento Juan Manuel Romero Martínez 667 Hacia una animalidad soberana (humanismo). Aportes desde la filosofía de Zubiri a la “correspondencia” Heidegger-Sloterdijk Víctor Hugo Malfavón Carrillo 693 Relectura de Juan de la Cruz a la luz de Xavier Zubiri Juan Patricio Cornejo Ojeda 711 Sobre los autores 747 15 PRESENTACIÓN Zubiri1 es un filósofo realista en un siglo xx marcado por el vitalismo, el neokantismo, la filosofía del lenguaje, la fenomenología, el historicis- mo, la ontología fundamental, el personalismo, el estructuralismo, el neoescolasticismo, el positivismo científico, el neomarxismo, etcétera; es decir, en un siglo antirrealista, y no pocas veces prejuiciosamente antirrealista, en sentido peyorativo. El siglo xx fue predominante- mente, en un extenso abanico de ideas que va de Husserl a Derrida y Vattimo, el siglo de las filosofías del sujeto —entiéndase éste como conciencia intencional, Dasein fáctico, etcétera— o de su disolución; un siglo, pues, moderno y posmoderno. En medio de una época con- vulsa, sea porque, llevado el cogito de Descartes a sus mayores alturas por Kant y Hegel, el siglo xx saca de él sus extremas consecuencias epistemológicas y políticas, o sea porque el yo queda desdibujado y de- liberadamente desvanecido en una multiplicidad desordenada de expe- riencias en la que todas las opiniones tienen el mismo valor y las cosas son del color del cristal con el que se miran, Zubiri es un filósofo rea- lista que se resiste tanto a la centralidad y protagonismo del yo como a su nivelación en metarrelatos pluralistas, igual que a su disolución en discursos empírico-relativistas. Pero esto no significa que su filosofía sea sólo una filosofía de resistencia, ni tampoco que el realismo que propugna esté propuesto bajo complejos reactivos y nostálgicos porque no está de moda. Ni la resistencia, ni la moda, ni algún otro tipo de com- 1 Nacido en 1898 y fallecido en 1983, en España, la vida de Xavier Zubiri transita la convulsa historia europea del siglo xx y sus búsquedas y tanteos, que en filosofía gene- raron todo tipo de movimientos intelectuales marcados en común, sin embargo, por un mayor o menor protagonismo del cogito o por su disolución. 16 El rEalismo dE XaviEr Zubiri plejo pueden ser los motores internos de una auténtica filosofía. Y la de Zubiri lo es porque se pregunta con genuino interés crítico y radical cómo son verdaderamente y en realidad las cosas en las que estamos ya instalados a la altura de estos tiempos. Por otro lado, se trata de un realismo al que no le puede convenir la etiqueta de ingenuidad pues se elabora asumiendo lo que de verdadero hay en la crítica de Kant a la idea de que la realidad es eso que está fuera del pensamiento que la piensa y es anterior e independiente de él; pero no se le concede al criticismo que sus tesis sean toda la verdad, no se le concede que las cosas sean meros fenómenos y correlatos objetivos del pensamiento, ni tampoco que el acceso a lo que sean las cosas en sí mismas esté vedado y clausurado de forma tan contundente. Tampoco es un mero realismo crítico, que sometiera a criba las condiciones epis- temológicas del sujeto para justificar las cosas y dejarlas pendiendo, de todas maneras, de esas condiciones. El de Zubiri es un realismo formal: ésta es su novedad y su diferencia con todo realismo, clásico y contem- poráneo, como es el caso del realismo especulativo. En una nota a pie de página de su estudio titulado “Contingencia absoluta y posibilidad radical. El realismo especulativo de Quentin Meillasoux”, Mario Teodo- ro Ramírez hace un breve pero completo resumen del llamado realismo especulativo: El “realismo especulativo” se conformó como un movimiento filosófico en 2007 a raíz de un coloquio en el Goldsmiths College, en Londres, 2007. En este evento participaron, además de Meillassoux, Iain Hamilton Grant, Ray Brassier y Graham Harman. El último propuso una variantedel realismo especulativo que llamó “ontología orientada a objetos”, corriente en la que se han inscrito otros filósofos como Levi Bryant, Steven Shaviro, Ian Bogost, Tristan Garcia, Jean Bennett. También se encuentran vinculados a la dis- cusión sobre el nuevo realismo Manuel de Landa, Catherine Malabou, Tom Sparrow, Günter Figal, Markus Gabriel (quien ha presentado críticas a la propuesta filosófica de Meillassoux) y Maurizio Ferraris.2 Por otro lado, el primero de los estudios de Graham Harman publi- cado en Hacia el realismo especulativo. Ensayos y conferencias, titu- lado “La teoría de los objetos en Heidegger y Whitehead”, señala que sus primeros impulsos hacia la ontología orientada a objetos vinieron de Whitehead y del “gran filósofo vasco-español Xavier Zubiri”.3 En el 2 Mario Teodoro Ramírez, “Contingencia absoluta y posibilidad radical. El realismo especulativo de Quentin Meillasoux”, en Eikasía. Revista de Filosofía, núm. 68, 2016, p. 143. 3 Graham Harman, Hacia el realismo especulativo. Ensayos y conferencias, Caja Ne- gra, Buenos Aires, 2015, p. 13. PrEsEntación 17 horizonte se puede vislumbrar, pues, la posibilidad de un diálogo fruc- tífero entre este realismo especulativo y el realismo formal de Zubiri, búsquedas sintomáticas del agotamiento de una modernidad cogitativa y correlacionista. Sin embargo, decir que en Zubiri se trata de un realismo formal es enunciar sólo la mitad de la tesis: hay que completar la afirmación aña- diendo que la realidad formal es siempre la realidad de un contenido preciso, concreto y determinado. El difícil arte de la filosofía primera consiste en mantener los énfasis que convenientemente subrayan de lo real su momento formal o su momento material, de contenido, según las exigencias del objeto de estudio. A bordear de distintas maneras este difícil equilibrio están dedicados los estudios de la primera parte del libro, iniciada por el trabajo de Diego Gracia en el que expone de mane- ra clara precisamente en qué está la novedad de la filosofía primera de Zubiri y cuáles son las perspectivas que esta novedad abre. La distinción en lo real entre formalidad y contenido se vuelve abso- lutamente productiva cuando la filosofía debe rendir más allá de lo que es primero en el orden del ser, del conocer y de los primeros principios porque permite hablar de lo real como aquello que es de suyo, tenga el contenido que sea. La segunda parte del libro está dedicada a explorar una serie de variaciones que vienen dadas por esa distinción entre rea- lidad como formalidad y como contenido en áreas de la filosofía práctica que van desde los actos hasta la pedagogía, pasando por temas como la persona, los valores, la ética, la felicidad, la psicología, Dios y la filoso- fía de la ciencia. Zubiri mantuvo un diálogo constante con la historia de la filosofía, de Tales a Heidegger, pero en la línea de lo que es primero. La tercera parte del libro da cuenta de sus encuentros, pero sobre todo de sus des- encuentros, con las conclusiones a las que llega Husserl, maestro al que Zubiri sigue en Investigaciones lógicas pero al que no le concederá ya nada a partir de Ideas (1913). Da cuenta esta parte también de la ma- nera en que Zubiri depende de las soluciones de Heidegger porque las rechaza en bloque y frente a él afirma una solución que sí va a las cosas mismas y no al sentido del ser del ente que pende de la comprensión abierta por el Dasein. Un diálogo también por venir es el que nos anun- cia Francisco Galán con el realismo propugnado por Bernard Lonergan. El horizonte es esa línea que recorta nuestra mirada cuando se le- vanta hacia lo que está por venirse o por irse y lo que hoy pueden ver nuestros ojos es que un mundo diferente es posible si somos capaces de hacernos cargo de esa realidad en la que ya estamos —modesta, pero irrefragablemente— instalados. Debo agradecer de manera muy sentida a quienes han apoyado este proyecto que, después de sortear dificultades por varios años, finalmen- 18 El rEalismo dE XaviEr Zubiri ta se ha podido concretar. En primer lugar a la Fundación Zubiri de Madrid, a Diego Gracia y Antonio González, por la posibilidad que tu- vimos en 2014 de organizar el V Congreso Internacional “Xavier Zubiri en el horizonte del siglo xxi”, en el Instituto de Investigaciones Filosó- ficas “Luis Villoro”, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia, México), del que salieron todos los estudios aquí pu- blicados. También en primer lugar debo agradecer al Dr. Mario Teodoro Ramírez, fundador del Instituto de Investigaciones Filosóficas, y a la sazón también su director, por el apoyo incondicional que proporcionó para que dicho congreso pudiera llevarse a efecto. Un apoyo muy signi- ficativo al proyecto editorial lo recibimos de la Maestría en Filosofía de la Cultura de la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, entonces coordinada por el Dr. Bernardo En- rique Pérez. La Coordinación de la Investigación Científica de la Uni- versidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a través del proyecto 2017 titulado “Sobre las tesis iniciales de Sobre la Esencia en Xavier Zubiri”, del proyecto 2018 “Xavier Zubiri y la crítica a la fenomenología de Husserl” y de las gestiones de la Dra. Ireri Suazo, apoyó de manera importante el proyecto. El apoyo del Dr. Eduardo González Di Pierro, actual director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, ha sido de- terminante para que podamos poner punto final al proyecto de reunir en una publicación estos trabajos sobre el realismo de Xavier Zubiri hacia finales de esta segunda década de siglo xxi. Morelia, 2019. i sobrE rEalidad E intEligEncia sEntiEntE 21 NOOLOGÍA: ¿EN QUÉ ESTÁ LA NOVEDAD? Diego Gracia I Zubiri presenta su noología como una disciplina nueva, distinta de las existentes hasta ahora. ¿Cuáles son éstas? La metafísica de la inteli- gencia de los antiguos, la teoría del conocimiento de los modernos y la fenomenología de los contemporáneos. ¿Quiere esto decir que la noo- logía es realmente una nueva disciplina o, por el contrario, un nuevo enfoque del problema del conocimiento, distinto de los tres aludidos? ¿O cabe pensar más bien que se trata de una variante dentro de alguna de ellas? Se ha intentado durante mucho tiempo ver la propuesta de Zubiri como una modificación de la metafísica de la inteligencia. Todos los intérpretes que lo han situado en la escolástica han pensado así. Hay otros que han interpretado su pensamiento desde la fenomenología. Zubiri habría sido un fenomenólogo y sus modificaciones al método no serían otra cosa que una más entre las muchas modificaciones que a lo largo del siglo xx se fueron haciendo del método fenomenológico. Pienso que todas esas posturas son incorrectas y que están basadas en prejuicios o sesgos en la lectura de Zubiri. De hecho, él no da pie para ellas. Más bien lo contrario. Se enfrenta con la escolástica, se enfrenta con la teoría del conocimiento y se enfrenta con la fenomenología. No hay un solo texto en que se presente a sí mismo como escolástico o como idealista o como fenomenólogo, a diferencia de lo que sucede con auto- res como Heidegger, Ricoeur o Levinas, que sí se declaran abiertamente 22 diEgo gracia fenomenólogos. ¿Por qué este silencio? ¿Es meramente táctico u obede- ce a causas más profundas? Ésta es la cuestión. Cabe preguntarse qué puede haber más allá o más acá de la fenome- nología. Para los fenomenólogos, la fenomenología es un procedimiento tan natural que les resulta imposible pensar que puede haber filosofía, y sobre todo filosofía seria, fuera de ese horizonte (a pesar de que Hus- serl lo veía como lo más antinatural del mundo). Pero si bien se mira, desde la fenomenología hasta el día de hoy han pasado muchas cosas, y cosas a tener en cuenta. Una primera es lo que cabe llamar el “constructivismo”, entendiendo por tal la tesis, derivada de los datos de la ciencia, que niegala exis- tencia de intuiciones de cualquier tipo, y con ello la posibilidad de un conocimiento inmediato e indubitable de las cosas. La ciencia ha hecho en este punto una labor de zapa tremendamente importante que los filósofos a veces menosprecian y se permiten no tener en cuenta. Cual- quier contenido que percibimos es el resultado de una construcción, tanto individual como social e histórica. Como dice Zubiri, “este” color, por ejemplo, no cobra la categoría de “esto”, es decir de contenido, más que a través de un proceso de “libre creación”, lo que generalmente se ha denominado “construcción”.1 No hay más que una manera de evitar este constructivismo, y es poner entre paréntesis la realidad, habida cuenta de su carácter contingente, y quedarse en la pura idealidad de las cualidades aprehendidas en tanto que tales cualidades. El problema es que esas cualidades son puramente ideales, carentes de toda reali- dad. Caso de concederles realidad, estaríamos ante una nueva versión del argumento ontológico. El constructivismo lleva necesariamente a “deconstruir” muchas teorías o prejuicios que nos atenazan. La deconstrucción es complicada porque resulta también antinatural, como cualquier otro tipo de pen- samiento crítico. Se trata de destruir, de deshacer lo que teníamos por conquistado, lo cual es siempre tarea en extremo cruenta. La decons- trucción hace que se nos mueva el suelo bajo los pies, como describió Ortega en Ideas y creencias. El problema es que para hacer filosofía hoy no sólo es preciso tener en cuenta los datos de la metafísica de la inteligencia, la teoría del co- nocimiento y la fenomenología, sino también los del constructivismo y el deconstruccionismo, en el sentido que se acaba de indicar. No parece correcto encerrarse en la pretendida evidencia del punto de partida que uno adopta, sea el que fuere, dando por supuesto que es inmune a la 1 Xavier Zubiri, Inteligencia y logos, pp. 96-97. noología: ¿En qué Está la novEdad? 23 crítica y a la deconstrucción, al menos si no se ha intentado probar con buenas razones lo contrario. ¿Qué se trata de deconstruir aquí? Puede responderse que la meta- física de la inteligencia, la teoría del conocimiento o la fenomenología, o todas. Pero, a mi entender, lo que deconstruye de veras Zubiri es la idea de “realidad”. Se lo interpreta generalmente mal porque se confunde lo que él entiende por realidad con el concepto vulgar o ingenuo de reali- dad, unas veces, y con el concepto filosófico, que sigue anclado, como el ingenuo, en los contenidos, cuando Zubiri hace consistir la realidad en formalidad. Éste es el punto decisivo. El padre del deconstructivismo en su versión más actual es Jacques Derrida. Pero el asunto viene, obviamente, desde muy lejos, sobre todo desde que Hegel acuñara en su forma actual la sentencia procedente de Spinoza que dice “omnis determinatio est negatio”.2 Cualquier nota positiva lleva dentro de sí su propia contradicción, y eso es lo que hace que cuando se eleva hasta el infinito y se aplica a Dios pierda todo su sentido. No sabemos lo que puede significar la justicia o la misericordia o el amor aplicados a Dios. Derrida ha sido el primero en aplicar sistemáticamente el “omnis determinatio est negatio” no a las proposiciones sobre Dios sino sobre las cosas del mundo. Cualquier denominación positiva, cualquier nom- bre común, como “rojo”, es una determinación, pero que pretende decir más de lo que puede decir. No darse cuenta de esto es en lo que consiste lo que Derrida llama la “filosofía de la presencia”. Toda determinación positiva dice más de lo que puede decir, y ese más es el origen de la metafísica de la presencia. Es una “construcción” falsa, y por eso hay que “deconstruirla”. ¿En qué consiste la deconstrucción? En identificar la “diferencia”, es decir el punto en el que se establece el salto que da siempre la filosofía de la presencia. A partir de aquí es como, por ejem- plo, hay que entender la crítica de Derrida a Husserl. Cabe preguntarse si la noología de Zubiri cae dentro de los límites de la filosofía de la presencia de que habla Derrida. Bueno será recordar que, para él, ahí están no sólo todos los filósofos clásicos, de Platón a Hegel, sino también Husserl y Heidegger. Mi tesis es que Zubiri no cae en el interior de la filosofía de la presen- cia. Y ello se debe a que llevó a cabo su propia “deconstrucción”. Tam- bién para él “omnis determinatio est negatio”, en el sentido de que toda nota de la cosa real, todo “contenido”, no se nos da en pura “presencia” 2 Véase Yitzhak Melamed, “‘Omnis determinatio est negatio’: Determination, Ne- gation and Self-Negation in Spinoza, Kant, and Hegel”, en Eckart Förster y Yitzhak Melamed (eds.), Spinoza and German Idealism, pp. 175-196. 24 diEgo gracia sino que está “construido”. Esto es lo que lo obliga a establecer la dis- tinción entre “formalidad” y “contenido”. La formalidad es el momento invariante precisamente porque el contenido es siempre resultado de una “libre creación”. No es que no haya contenido en la aprehensión primordial; es que ese contenido es un “este” que aún no es “esto”. La confusión del “este” con el “esto” es lo propio de las metafísicas de la presencia porque al identificar esos dos momentos consideran que el “esto” está presencialmente dado. Para Zubiri el “esto” no viene presen- cialmente dado sino que es el resultado de una libre creación. Cabría prensar que lo dicho no es suficiente para librar a Zubiri de las garras de la filosofía de la presencia habida cuenta de que acepta un momento invariante y fundamental, la formalidad de realidad, que no está construido sino que es simplemente actualizado y que consiste en mera actualización, como dice Zubiri. Pero éste es un error frecuente al interpretar a Derrida, el pensar que su deconstrucción desemboca en un completo arrealismo o incluso relativismo. En Deconstrucción y pragmatismo escribe: “Puede haber aquí y ahora sin presencia”.3 No es que esta expresión sea un prodigio de claridad, pero parece obvio que hay “algo”, digamos “realidad” entendida como formalidad, y por tanto “de suyo”, sin “presencia”. II Es sabia consigna la de comenzar a leer los libros por el principio. Pero ya no resulta tan obvio añadir que sólo muestran su verdadero rostro al final, una vez subida la pendiente y alcanzada la cima, que en este caso es el objetivo que el autor se propuso al escribirlo. Quizá por esto Pascal advirtió en uno de sus Pensamientos que lo último que uno establece al escribir un libro, es lo que debería exponer primero (“la dernière chose qu’on trouve en faisan un ouvrage, est de savoir celle qu’il faut mettre la première”).4 Quizá debiera ponerlo al principio, pero es lo cierto que muchas veces sólo se encuentra al final. Esto sucede en la mayoría de los libros creativos, también en los de filosofía, y por supuesto en el que va a ser el objeto de mi análisis, la trilogía de Zubiri sobre Inteligencia sentiente. En los libros, incluidos los de filosofía, sucede lo mismo que en las novelas de misterio, que sólo al final se descubre al culpable, o como en las piezas clásicas de teatro, en las que la solución del conflicto acon- 3 Jacques Derrida, “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo”, en Chantal Mouffe (comp.), Deconstrucción y pragmatismo, p. 161. 4 Blais Pascal, Pensées, 63, en Oeuvres complètes, p. 1101. noología: ¿En qué Está la novEdad? 25 tece en el tercer y último acto de la pieza. Conviene recordar que, como Aristóteles enseña en su Poética, una buena obra de teatro debe constar de tres partes, la primera de exposición del problema, una segunda en la que el conflicto alcanza su nudo, crisis o clímax, y la tercera con el desenlace o resolución.5 Este movimiento en tres actos se pliega muy bien a lo que se propuso e hizo Zubiri en su trilogía sobre la inteligencia. Las consecuencias de todo su enfoque se ven mucho más claramente al final que al principio. El final es, obviamente,el volumen que dedica a la razón. En él Zu- biri se enfrenta con el término que ha gozado de mayor vigencia a todo lo largo de la historia de la filosofía. Es el lógos griego, la ratio latina, la Vernunft alemana, el órgano que permite al ser humano conocer las cosas y conocerse a sí mismo de modo absoluto, alcanzando verdades puras, apodícticas, que es tanto como decir inmutables, necesarias y eternas. El modelo paradigmático de pensamiento racional es el propio de la matemática, y tal es la razón de que él haya sido el modelo en el que se han mirado la mayor parte de los filósofos a todo lo largo de la historia, desde Platón hasta Husserl. No es un azar que la matemática como saber apodíctico surgiera en Grecia a la vez que se iniciaba el pensamiento filosófico. Matemáticas habían tenido otras culturas, pero sólo la griega, de Hipócrates de Quíos a Euclides, hizo de ella un saber apodíctico. El ejemplo más clásico de esto es el teorema de Pitágoras, que formula algo tan verdadero que lo ha tenido que ser desde siempre y lo será también por siempre, eternamente. Ni el propio Dios puede ver el teorema de Pitágoras de un modo distinto a como éste lo formuló. De ahí que la filosofía haya sido prácticamente siempre, a todo lo largo de su historia, un intento de ver las cosas en la perspectiva absoluta en que Dios las ve. Dios es sophós, sabio. El ser humano no puede aspirar a tanto, pero sí está en sus manos el acercarse algo a ello. No será nunca sophós pero sí le resulta posible ser philo-sophós. Éste es el enorme, sorprendente, casi milagroso poder de la razón. Tan grande es que para fundarlo siempre se ha creído necesario pos- tular la existencia en el ser humano de una realidad distinta de la del cuerpo, porque ésta es por necesidad extensa, tempórea y contingente, y la sede de la razón ha de encontrarse en una sustancia distinta, no material sino espiritual, no extensa sino inextensa y no contingente sino eterna. Es el alma, que de una y otra forma, bajo ropajes muy diversos, siempre aparece como soporte necesario de la naturaleza y actividad de la razón humana. Si abrimos el De Anima aristotélico ve- remos que en él se llega a la existencia del alma espiritual a partir de la 5 Aristóteles, Poetica, 23: 1459a18-21. 26 diEgo gracia razón.6 Y si de Aristóteles pasamos a Kant comprobaremos que sucede lo mismo. La inmortalidad del alma es un postulado que se deriva de la existencia de una razón pura y una voluntad pura que Kant descubre a partir del análisis de la experiencia del deber. Ni que decir tiene que la razón, así entendida, se funda a sí misma, por más que necesite echar mano de datos que le vienen de fuera. Esos datos serán condición necesaria pero nunca condición suficiente, por- que de ser así nunca resultaría posible dar el salto desde la realidad contingente de las cosas a las verdades absolutas propias de la razón. Esto ha planteado siempre el problema del “puente”, que unas veces se ha intentado resolver mediante la anámnesis, otras a través de la aphaíresis, o de la “síntesis”, o de la “reducción”. Pero siempre se des- emboca en lo mismo. La razón es autónoma y no puede constreñirse a lo que recibe de fuera de ella misma. Las verdades por antonomasia son las llamadas “verdades de razón”. En el fondo, no hay más verda- des que las de razón, porque las de hecho deben también su punto de verdad a la razón. Vengamos ahora al tema de la razón en Zubiri, o al puesto de la ra- zón en la noología. Para ello, nada mejor que acudir a un epígrafe del tercer volumen que se titula, no por azar, “El orto de la razón”.7 Y lo primero que leemos es esto: “la razón no reposa sobre sí misma”.8 Poco después añade: “La razón es una actividad, pero una actividad que no brota de sí misma”.9 Ni que decir tiene que Zubiri es consciente de que con esto se está oponiendo a la casi totalidad de la historia de la filo- sofía no sólo antigua sino también moderna: “La filosofía moderna ha conceptuado siempre la razón como actividad que brota de sí misma, esto es, como espontaneidad. Pero esto es imposible”.10 Muy probablemente Zubiri estaba pensando en Kant al escribir estas líneas y, más en con- creto, en el siguiente párrafo del comienzo de la Crítica de la razón pura: El Yo pienso tiene que poder acompañar todas mis representaciones. De lo contrario, sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo que equivale a decir que la representación, o bien sería imposible o, al menos, no sería nada para mí. La representación que puede darse con anterioridad a todo pensar recibe el nombre de intuición. Toda diversidad de la intuición guarda, pues, una necesaria relación con el Yo pienso en el mismo sujeto en el que se halla tal diversidad. Pero esa representación es un acto de la 6 Aristóteles, De Anima, II 2: 413b25-28; III 4: 429a16-18; b5-6. 7 X. Zubiri, Inteligencia y razón, p. 81. 8 Idem. 9 Ibid., p. 82. 10 Idem. noología: ¿En qué Está la novEdad? 27 espontaneidad, es decir, no puede ser considerada como perteneciente a la sensibilidad. La llamo apercepción pura para distinguirla de la empírica, o también apercepción originaria, ya que es una autoconciencia que, al dar lugar a la representación Yo pienso (que ha de poder acompañar a todas las demás y que es la misma en cada conciencia), no puede estar acompañada por ninguna otra representación. Igualmente, llamo a la unidad de la aper- cepción la unidad trascendental de la autoconciencia, a fin de señalar la posibilidad de conocer a priori partiendo de ella.11 De ahí que para Kant la razón brote de sí misma y funde el co- nocimiento a priori. Algo que se halla en las antípodas de la posición de Zubiri. Para éste la razón, según le hemos oído decir, no brota de sí misma, ni consiste en pura espontaneidad, como postuló la filosofía moderna. Si algo hay ajeno al pensamiento de Zubiri es el racionalismo en cualquiera de sus formas, incluidos el idealismo y la propia fenome- nología. La razón es facultad de ideas pero, dice Zubiri, no en el sentido del “idealismo”. Luego veremos en qué consiste. Por ahora baste con señalar que se trata de ideas que no reposan sobre sí mismas ni brotan de sí mismas sino de algo previo a ellas. Por eso la razón tiene “orto”, como reza el título del apartado que comentamos. Es probable que llegados a este punto se crea ver la solución a este pequeño enigma en lo opuesto al idealismo, el empirismo o el sensua- lismo. El papel que en el modelo anterior jugaban autores como Pla- tón, Descartes, Leibniz, Kant, Hegel o Husserl lo desempañarán ahora Berkeley, con su “esse est percipi”, y Condillac, con su famosa estatua. Evitando el idealismo, habríamos caído en el sensualismo. Pero Zubiri de nuevo lo niega. “No se trata de una reducción sensualista de la afir- mación y de la razón. Porque ‘sensualismo’ significa que los contenidos del juicio y de la razón se reducen formalmente a los contenidos de las impresiones sensibles. Y esto es sencillamente absurdo”.12 Reparemos en el argumento que acaba de darnos Zubiri. El sensua- lismo ha reducido todo el proceso mental al análisis de los “conteni- dos”. Habría unos contenidos elementales, las sensaciones, y a partir de ellos, por asociaciones sucesivas, irían apareciendo las funciones men- tales superiores. Esto es lo que pasó a ser el método de muchas ciencias, como la medicina y la psicología, con el nombre de “atomismo asociacio- nista”. En las décadas finales del siglo xViii y durante la primera mitad del siglo xix los ideólogos franceses creyeron encontrar aquí el método por antonomasia de la mente humana e iniciaron todo un movimiento 11 Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, B 132. 12 X. Zubiri, op. cit., pp. 88-89. 28 diEgo gracia pedagógico cuyo objetivo era educar a los niños desde su más tierna infancia en este método. Mientras Fichte buscaba en la Universidad de Berlín educarlos en el deber, los ideólogos se esforzaban por hacerlos metódicos sensualistas. Elsensualismo, dice Zubiri, como el empirismo en general, ha par- tido de las impresiones sensibles, centrando su análisis en los “con- tenidos”. Pero es que el racionalismo había hecho y estaba haciendo exactamente lo mismo en su propio campo. Para todos el problema era idéntico, el origen de las ideas, es decir de esos contenidos que llama- mos ideas. Ahora bien, para Zubiri la gran batalla se libra en otro nivel o en otra dimensión, que él llama “formalidad” a diferencia de “conte- nido”. Y de igual modo que antes ha descalificado el idealismo ahora lo hace con el sensualismo porque éste se ha fijado en el contenido pero no en la formalidad. Tras lo cual añade: Es que la filosofía no ha visto en las impresiones sensibles más que su con- tenido, y ha resbalado sobre su formal momento sentido de realidad: no ha visto la impresión de realidad. Pues bien, reducir los contenidos de la afirmación y de la razón a aquellas impresiones sensibles es absurdo. Pero queda el momento formal de realidad, la impresión de realidad. Y entonces reducir el momento de realidad de la afirmación y de la razón a la realidad sentida en impresión, a la impresión de realidad, no es sensualismo. El mo- mento de realidad propio de la afirmación y de la razón es física y numéri- camente idéntico al momento de realidad impresivamente aprehendida en aprehensión primordial. No se trata entonces de una identidad conceptual de eso que llamamos “realidad” en los tres modos de intelección, sino de un momento formalmente físico y numéricamente el mismo en los tres modos. La unidad física y formal del momento de realidad como impresión no es por tanto sensualismo. Es más bien sensismo.13 Ni idealismo ni sensualismo. ¿Qué, pues? Zubiri juega fuerte y defi- ne su propio enfoque como “sensismo”. La formalidad no es el contenido de lo aprehendido sino el modo como se le actualiza eso aprehendido a la inteligencia humana (adviértase que aquí Zubiri utiliza un término distinto al de razón, el de inteligencia). Esa formalidad, como veremos, es para él el punto originario e invariable de todo el proceso intelectivo. En los contenidos resulta difícil, por no decir imposible, buscar verda- des absolutas, pero en la formalidad podemos hacernos fuertes porque es lo que permanece invariable, lo único invariante a todo lo largo del proceso intelectivo humano. Aquí no hay construcción de ningún tipo, ni elaboración ulterior; la formalidad consiste, dice una y mil veces Zubiri, 13 Ibid., p. 89. noología: ¿En qué Está la novEdad? 29 en “mera actualización”. Dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra, dicen que dijo Arquímedes. Ese punto de apoyo Zubiri cree encontrarlo, a diferencia de todos los racionalismos y de todos los sensualismos, en la formalidad de realidad. Y si se hace fuerte en este punto fijo es por- que todos los demás los considera móviles, pese a lo pretendido por los filósofos con terca insistencia a todo lo largo de la historia de la filosofía. El sensualismo ha intentado explicar la intelección a partir del aná- lisis de la percepción sensible. Eso es lo que Zubiri llama la “inteligen- cia sensible”. Pero la suya no es ésa, es otra distinta, que él denomina “inteligencia sentiente”. No es lo mismo sensible que sentiente. ¿En qué consiste formalmente que la intelección sea sentiente? ¿En qué está lo formalmente intelectivo del sentir? Ciertamente no en la índole de la cualidad sentida, esto es, no en el contenido del sentir, sino en el tipo de su formalidad de alteridad, en la formalidad de realidad. Lo formalmente intelectivo del sentir humano no está en su contenido sino en ser impresión de realidad.14 Lo sensible es el contenido, en tanto que la formalidad es sentiente. He aquí algo elemental pero que no parece haberse entendido. La for- malidad del inteligir humano es sentiente. Quiere decir esto que no hay dos formalidades, una del inteligir y otra del sentir. La intelección es “una” con el sentir precisa y formalmente en el momento de alteridad, en el momento de formalidad del sentir. La unidad formal de la intelección sentiente se halla en que lo formal (no sólo de lo inteligido sino del inteligir mismo) es idénticamente y físicamente el momento formal o formalidad misma del sentir, de la impresión. Por eso inteligir es inteligir sentientemente, y el sentir humano es sentir intelectivamente. Esta unidad es la impresión de realidad, la cual por ser de realidad es intelectiva y por ser impresión es sentida. El contenido del sentir es realidad sentida tan sólo por ser contenido de la impresión de realidad. Luego analizaremos el tema de la impresión de realidad. Ahora bas- ta con saber que se trata de una formalidad, y además de una sola for- malidad, no de dos. Los seres humanos no somos una suerte de mezcla de una inteligencia angélica con un sentir animal. No hay dos mundos, el mundo sensible y el mundo inteligible, como afirma Kant en la famo- sa Disertación de 1770.15 No hay dos formalidades sino una. Eso es lo que parece que cuesta entender. La intelección de Zubiri no es sensible 14 X. Zubiri, op. cit., p. 85. 15 Véase I. Kant, Principios formales del mundo sensible y del inteligible. (Disertación de 1770). 30 diEgo gracia sino sentiente. Y como no hay más que una formalidad resulta que la intelección tampoco es “pura”. No hay inteligencia pura, ni razón pura, por muchas reducciones mentales que hagamos. Tan impura es la in- telección de Zubiri que es “formalmente” sentiente, lo que significa que comparte con lo sentiente la misma formalidad. Ahora podemos leer el siguiente texto: Sentiente no significa (ya lo vimos) que su objeto propio, primario y ade- cuado es sensible. Si no fuera más que por esto, la unidad de la inteligencia y del sentir sería meramente objetiva, y en tal caso la inteligencia sería “sensible”. Se trata de algo mucho más grave, se trata de que la propia in- telección como tal es “sentiente”. No se trata pues de inteligencia sensible, sino de inteligencia sentiente.16 La intelección humana es formalmente sentiente, donde ya sabemos lo que significa formalmente, que la formalidad humana es a una inte- lectiva y sentiente, que no hay intelección pura sino intelección sentien- te. Y como toda intelección humana es formalmente sentiente resulta que lo es en sus tres modos de expresión, la aprehensión primordial, el logos y la razón. Esto último quiere decir que la razón zubiriana no es pura, como en el racionalismo; tampoco es razón sensible, como en el sensualismo y empirismo; es razón sentiente. Aquí sentiente no signifi- ca que los “contenidos” le vengan a la razón de fuera, de las cosas, sino que la formalidad de la razón es sentiente. “Lo sentiente de la razón no se refiere al contenido propio de ella, sino al carácter impresivo de esa realidad que la razón intelige de un modo peculiar marchando impresi- vamente en él; es impresión de realidad en marcha”.17 Si los modos de la intelección sentiente son tres, aprehensión pri- mordial, logos y razón, veamos ahora qué es lo específico y definitorio de cada uno. Zubiri lo formula así: En la aprehensión primordial o nuda intelección sentiente, la inteligencia sentiente siente la realidad en sí y por sí en impresión como formalidad de lo sentido. En la intelección campal de lo real que culmina en la afirmación, la inteligencia tiene la impresión de realidad de una cosa entre otras, y la formalidad sentida cobra entonces el carácter de un campo como medio de intelección. Pero en la razón, la inteligencia tiene la impresión de realidad, la formalidad, como mensura de lo real allende el campo en profundidad.18 Y poco más adelante: 16 X. Zubiri, op. cit., p. 84. 17 Ibid., pp. 86-87. 18 Ibid., p. 87. noología: ¿En qué Está la novEdad? 31 En la primordial impresión de realidad, la inteligencia siente la realidad como nuda formalidad; en la afirmación, la inteligencia siente la impresión de realidad como un medio de intelección de lo real; en la razón, lainteligen- cia siente la impresión de realidad como mensura o fundamento de la reali- dad allende el campo. Son tres modos o formas de impresión de realidad.19 ¿Qué significa esto? Antes hubimos de introducir la distinción entre “formalidad” y “contenido” en la intelección sentiente. Decíamos que ésta consiste en una formalidad, es decir en un modo de actualizar los contenidos. Ese modo es lo que se denomina “formalidad de realidad”. Lo cual significa que el modo es pura formalidad, y que tal es lo que Zubiri entiende por “realidad”, a diferencia de todo tipo de realismo antiguo o moderno. La realidad no se define por los contenidos sino por la formalidad. Realidad es el modo como se actualizan las cosas a la in- teligencia sentiente. Se le actualizan, dice Zubiri, como “de suyo” o “en propio”, en vez de que se le actualicen como “en sí” (realismo ingenuo) o como “en mí” (subjetivismo ingenuo). Realidad es para Zubiri mera formalidad. Basta formular así las cosas para que inmediatamente surja la obje- ción de que no hay formalidad sin contenido, y que por tanto la realidad atañe también al contenido. Y es verdad. Pero lo que define la realidad como realidad no es el contenido sino la formalidad. Por ejemplo, los animales pueden aprehender los mismos contenidos, pero con una for- malidad distinta, y por eso no los actualizan como realidad. Por otra parte, los contenidos de lo aprehendido van variando en los tres mo- mentos citados, el de aprehensión primordial, el de logos y el de razón, pero la formalidad permanece idéntica. Lo que hace que los contenidos sean reales es la formalidad, no los propios contenidos. Y éstos, por otra parte, no sabemos nunca muy bien cómo son reales o en qué consiste su realidad. Por eso hay una marcha desde la aprehensión primordial hasta la razón. Si los contenidos estuvieran claros desde el primer mo- mento, si se dieran plenamente en la aprehensión primordial, no serían necesarios ni el logos ni la razón. De esto se deduce que en la aprehensión primordial hay contenidos, de igual modo que en el logos y en la razón, bien que en cada uno de esos momentos los contenidos cobran caracteres propios. La cuestión está, por tanto, en saber cómo son los contenidos en cada uno de esos momentos. Empecemos por el primero, la aprehensión primordial. Zubiri la define siempre como “mera actualización”, a diferencia del logos y la 19 Ibid., p. 88. 32 diEgo gracia razón, que no son actualización sino re-actualización, y tampoco mera mera-reactualización sino “libre creación”. En la aprehensión primor- dial, por tanto, los contenidos están “meramente actualizados”. Lo cual significa, al menos, dos cosas. Primera, que están indiscerniblemente unidos a la formalidad ya que de ésta es de la que hemos venido di- ciendo que consiste en mera actualización, de modo que en ella no hay nada que podamos llamar construcción o cosa parecida. Esto es lo que quiere expresar Zubiri con el término “compacción”. En la aprehensión primordial, los contenidos y la formalidad están “compactos” o “com- pactados”, de modo que no es posible diferenciarlos. Esto es tanto como decir que en ella, en la aprehensión primordial, no hay contenidos en tanto que contenidos puesto que lo que sí hay es formalidad, que es lo más propio de la aprehensión primordial. De ahí que Zubiri escriba, como hemos visto en los párrafos antes citados, que “en la aprehensión primordial o nuda intelección sentiente, la inteligencia sentiente siente la realidad en sí y por sí en impresión como formalidad de realidad”, y que “en la primordial impresión de realidad, la inteligencia siente la realidad como nuda formalidad”. La segunda consecuencia es que los contenidos no adquieren la con- dición de tales más que cuando se rompe la compacción, es decir en el logos. Sólo entonces, al romperse la compacción, los contenidos cobran vida propia como tales contenidos. De hecho, lo que afirma el logos es precisamente el contenido, diferenciando uno de otro, nombrándolo, etcétera. Zubiri dice varias veces que el contenido en la aprehensión primordial se halla presente como “este”, pero no como “esto”. La con- versión del “este” en “esto”, es decir la afirmación del contenido como tal contenido, es la obra del logos. Una obra compleja, que no consiste simplemente en explicitar lo que ya estaba implícito en la aprehensión primordial sino que exige una actividad creativa por parte de la mente humana, bien que siempre dentro de la formalidad de realidad, de la que el ser humano no puede salir nunca. No se trata de simple explici- tación de lo ya dado en la aprehensión primordial como implícito sino de verdadera creación. Esa creación, obviamente, tiene límites, porque el “este” no permite todo tipo de afirmaciones, pero si bien abre un ám- bito de posibilidades no determina nunca la respuesta. Y ello no sólo en el caso de los conceptos o de los fictos, sino que para Zubiri sucede lo mismo en el de los perceptos. La percepción también es obra de la libre creación individual y colectiva de los seres humanos. El resultado final de todo este camino es obvio. Zubiri se hace fuerte en la formalidad de realidad porque considera que es imposible afir- mar los contenidos como inmediatamente aprehendidos o intuidos. No hay nunca mera actualización de contenidos. Los contenidos se hallan siempre mediados y son obra de un proceso de creación libre por parte noología: ¿En qué Está la novEdad? 33 de los seres humanos. Por eso Zubiri no habla nunca de intuición, ni de intuición sensible, ni de intuición suprasensible o intelectual, ni de intuición categorial. La intuición hace referencia siempre a los conteni- dos, y además a la actualización inmediata o directa de los contenidos. Zubiri no cree que esto sea así, mostrándose mucho más escéptico que todos los intuicionistas. No hay contenidos inmediatos o directamente intuidos. Para él, ésta es una ingenuidad incompatible con los datos de la ciencia. En filosofía se ha utilizado mucho el calificativo de “ingenuo” aplicado a sistemas y corrientes de pensamiento. Pues bien, la ingenui- dad más radical, la madre de todas las ingenuidades, está en dar por inmediato aquello que no lo es. Aquí vale aquello de Aristóteles de que “parvus error in principio, magnus est in fine”. Y en esta ingenuidad ha caído casi toda la historia de la filosofía. Los filósofos, salvo muy contadas excepciones, confían poco, cuando no menosprecian o desprecian, los datos de la ciencia por considerar- los no radicales. Ellos creen encontrarse en un plano más profundo. Ésta es, por ejemplo, la tesis de Husserl en la Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Poniendo entre paréntesis todos los datos científicos, se condenan a partir de la conciencia vulgar de los fenómenos. Pero es un error para el que nos ha vacunado, pre- cisamente, la ciencia. ¿En qué está el error? En hacer pasar, sin darse cuenta de ello, el “esto” por “este”. Es la ciencia la que nos ha descu- bierto que esos dos momentos no se identifican, que ese paso no es inmediato sino que tiene mediaciones. Son mediaciones de todo tipo, biológicas, culturales, lingüísticas, educacionales, psicológicas, etcéte- ra. Estamos en una situación pareja a la de los hombres del siglo xVi cuando se dieron cuenta de que los sentidos no eran muy fiables, como Copérnico puso en evidencia. También allí fue la ciencia la que permitió corregir un error de siglos fundado sobre la pretendida inmediatez de la experiencia cotidiana. Hoy estamos en una situación similar aunque a mi modo de ver mucho más grave que la de entonces. Y también, como entonces, a la filosofía le está costando reaccionar ante ella. Resulta comprensible que estos grandes cambios produzcan inseguridad y, a la postre, angustia, lo que a su vez dispara lo que Freud llamó mecanismos de defensa del yo, que además tienen la característica de ser inconscien- tes. En los filósofos también se disparan, y ademástienen difícil arreglo precisamente porque ellos confían tanto en su razón, que ignoran o nie- gan el poder del inconsciente. Es, de nuevo, un error. Para servir a la verdad, que es el santo y seña de la filosofía, es preciso controlar todos esos mecanismos que no nos dejan ver las cosas y los problemas con claridad y nos llenan de “prejuicios”. El filósofo no debe olvidar nunca la consigna que le dio Aristóteles: no deberse a nada más que a la verdad. “Amicus Plato, sed magis amica veritas”. 34 diEgo gracia III Lo que ha pretendido hacer Zubiri en su trilogía sobre la inteligencia es, dice él, “noología”. Noología es algo completamente distinto de metafísi- ca. Por eso no se pregunta por lo que son las cosas ni incluso por lo que es la inteligencia humana, sino por el “acto” de inteligir. Esto lo expresa él diciendo que no busca analizar lo que es la inteligencia katà dynamin sino “kath” enérgeian. Dynamis y enérgeia son los dos términos clásicos aristotélicos que se tradujeron al latín por potentia y por actus. La inte- ligencia puede estudiarse como potencia o facultad, es decir como cosa o realidad, o como sujeto de actos, y como acto. Lo que Zubiri pretende ha- cer es sólo esto último. Por eso dice una y otra vez que él no quiere hacer una teoría de la inteligencia sino un análisis o descripción del “acto” de intelección. Es obvio que, situándose en ese nivel, se halla más cerca de lo que Husserl bautizó con el nombre de “fenomenología” que con lo que clási- camente se ha llamado la “teoría de la inteligencia”. De hecho, su gran reproche a todas las filosofías anteriores, tanto a las idealistas como a las sensualistas, es que no se han atenido a los datos primarios; han buscado “interpretar” más que “describir”. Es un reproche que debe to- marse con sumo cuidado porque puede volverse fácilmente contra quien lo formula. Está por demostrarse que sea posible una pura descripción, libre de toda interpretación. No hay descripción “pura”, como parece obvio tras lo ya visto. Para Zubiri, este reproche puede dirigirse contra la propia fenomenología. Y ello porque no hay intuición “pura”. Para Zubiri todo intento de hacer pasar por “puro” algo dotado de contenido está por principio condenado al fracaso. Se hace pasar por descripción lo que es ya, en mayor o menor medida, interpretación. En el fondo, al socaire de la pura fenomenología, o de la estricta descripción, se está haciendo metafísica. La noología quiere ser, desde este punto de vista, pura o estricta fenomenología, algo que nadie, ni el propio Husserl, habría conseguido antes. Es el intento de ir a las cosas mismas, a la experiencia originaria, más allá de la cual no es posible retroceder, a fin de describirla del modo más elemental y puro posible poniendo entre paréntesis todo lo demás. ¿Qué es todo lo demás? En principio, todos los contenidos. Porque lo noo- lógicamente primario, aquello que caracteriza más al acto de intelección sentiente en tanto que acto, no son los contenidos sino la formalidad. Ése es el dato originario, radical, el que se actualiza en toda intelección sentiente, y además el que no varía nunca por más que el inteligir se convierta en un proceso complejo, con diferentes momentos sucesivos o distintos modos, como el logos y la razón. La formalidad es el dato pri- mario, radical y último del acto de inteligir en tanto que tal acto. noología: ¿En qué Está la novEdad? 35 En la descripción del acto de inteligir es posible fijarse en “lo” que se intelige, eso que Zubiri llama realidad, de suyo o en propio, y en “el” que lo intelige; por tanto, es posible fijarse en los elementos o mo- mentos que intervienen en ese acto. Es, de nuevo, lo más cercano a la clásica metafísica ya que se trata de las “cosas” o de las “sustancias” o de las “sustantividades” que entran en juego o que forman parte del acto en tanto que acto. Pero cabe también dirigir la mirada no a los tér- minos que forman parte del acto sino al acto mismo. Zubiri, en su lucha contra la metafísica anterior, es decir contra el idealismo y contra el sensualismo, da tanta importancia a este momento que hace descansar todo el peso de su filosofía en él. El acto puro consiste en mero acto, en mera actualidad, y esa actualidad “mera” es lo que llama “realidad”. Esa realidad no es ni “en sí” ni “en mí”, no es metafísica ni en el senti- do del realismo ingenuo ni en el del subjetivismo ingenuo, sino que es mero “de suyo”, es decir realidad, realidad al modo zubiriano. El “de suyo” puede interpretarse en el sentido del término del acto y por tanto como la cosa real, la sustantividad. Es la versión “metafí- sica” del problema, la que Zubiri trató de hacer en libros como Sobre la esencia. Pero la descripción de Zubiri no termina ahí ni parece que, sobre todo en los años finales de su vida, considerara que eso era lo más importante. Esto es lo que él denominó siempre el dinamismo de “sus- tantividad”. Pero junto a él, y quizá más radical que él, está el que lla- mó dinamismo de “actualidad”. No es un azar que este concepto fuera cobrando cada vez mayor importancia en su obra, sobre todo a partir de la elaboración de la trilogía sobre la inteligencia. De hecho, el dinamis- mo de sustantividad tiene que ver con lo que cabe denominar la “vía de la metafísica” en tanto que el dinamismo de actualidad es más propio de la “vía noológica” propiamente dicha. Y es en los últimos años de su vida, cuando centra su reflexión en la noología, cuando el concepto de actualidad le explota en las manos. Veamos en qué sentido. Hay un texto del año 1979, es decir de la época en la que Zubiri esta- ba escribiendo la trilogía de la inteligencia, y más en concreto su primer volumen, que no ha merecido una gran consideración por parte de los estudiosos. Es el trabajo publicado en Realitas con el título “Respecti- vidad de lo real”.20 Se trata, al menos a primera vista, de un problema típicamente metafísico. Como tantas veces ha dicho Antonio Ferraz, la filosofía ha visto por lo general la realidad como un “conjunto” de sus- tancias que establecen entre sí relaciones de tipo causal.21 Es la teoría 20 X. Zubiri, “Respectividad de lo real”, en Realitas, vols. iii-iV, pp. 13-43 (reproducido en Zubiri, Escritos menores: 1953-1983, pp. 173-215). 21 Véase Antonio Ferraz Fayos, Zubiri, El realismo radical. 36 diEgo gracia que él ha llamado “conjuntualista”. A partir de mediados del siglo xix, no en último lugar como consecuencia de los datos proporcionados por la termodinámica y el electromagnetismo, empieza a ponerse a punto una teoría alternativa, aquella que ve la realidad no como un conjunto de cosas sino como un “campo” de vectores o fuerzas en cuyos nudos de intersección aparecen eso que llamamos cosas o sustancias. Es lo que en historia de la filosofía se conoce con el nombre de “relacionismo”, cuyos representantes máximos en Europa fueron los empiriocriticistas, y que en España personificó la figura de Ángel Amor Ruibal. El artículo de Zubiri “Respectividad de lo real” tuvo un motivo próxi- mo, contestar a los relacionistas, sobre todo a los amorruibalistas, que lo acusaban de estar plagiando al benemérito pensador gallego de prin- cipios del siglo xx. Él no hablaba de “relacionismo” sino de algo previo y más radical, el “respectivismo” o la “respectividad”. Pero tuvo otra motivación más profunda. Y es que en la filosofía de Zubiri sobre la realidad, si se quiere en su metafísica, las cosas son sustantividades, pero atendiendo a su talidad porque trascendentalmente son respecti- vas unas a otras, constituyendo la unidad respectiva del “mundo”. De ahí que atendiendo a su formalidad trascendental, no a su contenido ta- litativo, la realidad exhiba unos caracteres trascendentales que, como describe Zubiri en Inteligencia sentiente, son “aperturalidad”, “respecti- vidad”, “suidad” y “mundanidad”.22 Esto significa que en el puro acto de aprehensión primordial, la realidad se nos actualiza como abierta,res- pectiva, suya y mundana. En eso consiste el dinamismo de pura “actua- lidad”. La actualidad intelectiva propia de la aprehensión primordial nos permite acceder a la realidad en tanto que actualidad abierta, respectiva, suificante y mundificante. Adviértase que de este modo el dinamismo de sustantividad, que tanta importancia había tenido en lo que podemos llamar la etapa metafísica de Zubiri, hasta el punto de que en ella las descripciones de la actualidad parecían tener siempre carácter ulterior a la sustantividad, ahora se convierte en una parte del dinamismo de actualidad, de tal modo que es este concepto el que cobra prioridad hasta englobar al primero. No es la actualidad consecutiva a la sustantividad, como parecía estar diciendo en la anterior etapa, sino que la actualidad es el fenómeno primario y la sustantividad se transforma en un momento de la actualidad. Mi impresión es que en el último Zubiri todo converge en el concepto de “actualidad”. La intelección es mera actualización. En la mente hu- mana no hay otras categorías que ésta, la de actualidad. No hay ideas innatas, ni tampoco categorías a priori de la sensibilidad o del entendi- 22 X. Zubiri, Inteligencia sentiente. Vol. i. Inteligencia y realidad, pp. 118-122. noología: ¿En qué Está la novEdad? 37 miento. La intelección, repito, es mera actualización. Y lo que actualiza es la realidad, la realidad en tanto que formalidad, o la formalidad de realidad. Por eso la realidad es también mera actualidad. El noólogo no puede ver la actualidad desde la realidad sino la realidad desde la actualidad. Lo originario es la actualidad, la actualidad intelectiva y la actualidad interna de la realidad. Incluso Dios es mera actualidad. Esto no puede no recordarnos el actus purus de Aristóteles23 y Tomás de Aquino.24 Pero la versión zubiriana es algo distinta, quizá muy distinta. Esto se ve bien en su conferencia “Reflexiones filosóficas sobre la Eu- caristía”, que no por azar es del año 1980. Se trata de una refundición de un texto que Zubiri había escrito el año 1971. En éste decía que la consagración eucarística no producía una “transustanciación” sino una “transustantivación”.25 Ahora, en el texto de 1980, añade que se trata de transustantivación pero por “transactualización”.26 Es una transfor- mación de la sustantividad pero por puro cambio de actualidad. Tras acabar la redacción de la trilogía sobre la inteligencia, Zubiri se puso a reformar su libro sobre Dios. No pudo finalizarlo. Pero tras lo dicho cabe preguntarse si la reforma fundamental no habría consistido en no hacer de Dios tanto una “sustantividad” como pura “actualidad”, la actualidad por antonomasia, la actualidad fundante de la realidad del mundo. Si la realidad es actualidad trascendental el fundamento de esa actualidad, es decir la actualidad de la actualidad, o la actualidad pura, lo que cabe llamar la actualidad trascendente, es lo que resulta posible decir filosófica o humanamente de Dios no como realidad trascendente “al” mundo, que de él no podemos decir nada, ni que sea realidad, sino como actualidad trascendente “en” él. Cabe preguntarse si no es esto lo que intentaba decir Zubiri cuando afirmaba una y otra vez en El hom- bre y Dios que Dios es el constitutivo “formal” de la realidad del mundo y por tanto no su causa eficiente sino su razón formal.27 De hecho, en la conferencia sobre la eucaristía dice que la actualidad más honda con- siste en un estar presente que no pende de ningún “hacer”, sino que pertenece for- malmente a la realidad de lo que está presente. No es mera presencia desde su propia realidad, sino en su realidad en cuanto realidad. Es actualidad “intrínseca y formal”. Entonces el estar presente es un carácter de lo real por el mero hecho de ser real: la realidad está presente eo ipso por ser real, 23 Aristóteles, Metafísica, xii 7: 1072b27. 24 Tomás de Aquino, sti, q. 3, a. 2. 25 Véase X. Zubiri, El problema teologal del hombre: cristianismo, p. 384. 26 Ibid., p. 415. 27 X. Zubiri, El hombre y Dios, pp. 165-168, 191-192, 465-466, 477-478, 573. 38 diEgo gracia y no por un “hacer” o cosa semejante. Pertenece a la realidad misma de lo que está presente. Es evidente que en tal caso la actualidad no envuelve modificación ninguna de propiedades (talitativas y trascendentales). Es el caso de Dios por razón de la creación.28 Zubiri concluye sus reflexiones sobre la actualidad con este reclamo: “Hoy estamos necesitados también de una metafísica de la actualidad; no nos es suficiente una metafísica del acto”. Hablando con Zubiri de ese texto y de esas concretas líneas, recuerdo oírle decir que en ellas estaba la idea de actualidad mejor y más precisamente expresada que en las páginas de la trilogía. Cabe preguntarse si, en caso de haber tenido tiempo de revisar la segunda y la tercera parte de El hombre y Dios, Zubiri no lo hubiera hecho a partir de estas ideas o siguiendo esta dirección. Ello lo hubiera llevado a introducir grandes modificaciones, tan importantes como las que se vio obligado a realizar en el texto de la eucaristía. Sustantividad y actualidad. Dinamismo de sustantividad y dina- mismo de actualidad. ¿Son dos visiones opuestas o contrapuestas? Pienso que no. Creo más bien que se trata de dos enfoques distintos, el que cabe llamar metafísico y el fenomenológico-noológico. En este último lo primario, lo fundamental, lo básico, lo último es la actuali- dad. Éste es el “fenómeno”, no lo que aparece sino el aparecer mismo, el puro darse, el don originario. Bibliografía Aristóteles, De Anima, Christopher Shields (trad.), Universidad de Oxford, Oxford, 2016. Derrida, Jacques, “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo”, en Chantal Mouffe (comp.), Deconstrucción y pragmatismo, Paidós, Buenos Aires, 1998. Ferraz Fayos, Antonio, Zubiri, el realismo radical, Pedagógicas, Ma- drid, 1995. Förster, Eckart, y Yitzhak Y. Melamed (eds.), Spinoza and German Idealism, Universidad de Cambridge, Cambridge, 2012. Kant, Immanuel, Principios formales del mundo sensible y del inteligi- ble. (Disertación de 1770), Consejo Superior de Investigaciones Cien- tíficas, Madrid, 1996. 28 X. Zubiri, El problema teologal del hombre: cristianismo, p. 409. noología: ¿En qué Está la novEdad? 39 Pascal, Blaise, Pensées, 63, en Jacques Chevalier (ed.), Oeuvres complè- tes, Gallimard, París, 1954. Zubiri, Xavier, El hombre y Dios, Alianza / Fundación Xavier Zubiri (fxz), Madrid, 2012. , El problema teologal del hombre: cristianismo, Alianza / fxz, Madrid, 1997. , Inteligencia y logos, Alianza / fxz, Madrid, 1982. , Inteligencia y razón, Alianza / fxz, Madrid, 1983. , Inteligencia sentiente. Vol. i. Inteligencia y realidad, Alianza / fxz, Madrid, 1998. , “Respectividad de lo real”, en Realitas, vols. iii-iV, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1979 (Reproducido en Xavier Zubiri, Escritos menores: 1953-1983, Alianza, Madrid, 2006). 41 COMENTARIO A LAS TESIS INICIALES DE SOBRE LA ESENCIA José Alfonso Villa Sánchez A Francisco Galán: filósofo, maestro y amigo. En el exordio mismo de la metafísica hay una radical primacía fundante de la realidad sobre el inteligir. Xavier Zubiri1 La falsa disyuntiva Para explicar y aclarar qué es el realismo formal en Zubiri necesitamos el apoyo de algunas alusiones, aunque sean breves, a las tradiciones filosóficas que nutren el concepto. Zubiri se formó filosófica y teológica- 1 La cita está tomada, con todo propósito, de las páginas iniciales de Sobre la esencia, específicamente de la exposición que se hace de Hegel. Con ello queremos subrayar que Zubiri no tiene ninguna duda del carácter fundante de la realidad respecto de la inteli- gencia. Tendremos que aclarar en qué sentido la realidad, que es anterior e independien- te de la inteligencia, en cuanto formalidad es co-originaria con ella. 42 José alfonso villa mente en el realismo escolar y de manuales de la tradición aristotéli- co-tomista española de lasdos primeras décadas del siglo xx;2 luego de esta formación, por la influencia de Ortega y Gasset y con su apoyo, se inicia en la fenomenología del Husserl de las Investigaciones lógicas, y a continuación, casi de manera natural, en la ontología fundamental de Ser y tiempo de Heidegger. Por la importancia formal y material que tendrá en su sistema teórico, a esta amplia y exigente formación en filo- sofía y teología hay que sumar su constante y rigurosa puesta al día en lo relativo al estado de las ciencias naturales (física, química, biología) y su método matemático durante la primera mitad del siglo xx. Sin embargo, su acercamiento a estas diversas tradiciones fue crítico ya desde su primera formación y desde los inicios en cada una. Al rea- lismo escolástico, tanto el católico como el protestante, se le venía seña- lando desde los albores de la modernidad su falta de radicalidad tanto en el método como en el contenido, protegido y confinado en manuales al uso que repetían de manera más bien apologética los pensamientos de los grandes maestros, especialmente Santo Tomás y su apropiación del aristotelismo; se le reprochaba, en definitiva, el no ponerse a la al- tura de las exigencias de los tiempos, tales como los retos y desafíos que planteaba el desarrollo de las ciencias naturales y sus aplicaciones técnicas a la sociedad en niveles que iban de la salud a la política. Zu- biri nunca renegó de su pasado escolástico y no encontramos en él una palabra de denostación o desdén, siquiera de manera indirecta, sobre la filosofía y la teología escolásticas. Pero tampoco asumió esa tradición escolástica acríticamente, sino que la trata con el mismo respeto y ad- miración que Heidegger supo prodigar a los griegos, y no siempre a la escolástica. Con Husserl y con Heidegger la postura es diferente, pues critica a la fenomenología de Husserl el carácter protagonista y central que le concede a la conciencia intencional, mientras que al Heidegger de la ontología fundamental, además del carácter protagonista del Da- sein, le señala que el ámbito ontológico se adscriba a la comprensión e interpretación del sentido del ser del ente, con lo que la filosofía prime- ra es menos ontología que hermenéutica, acarreando consigo el olvido de la pregunta por la esencia misma de la realidad independientemente de su sentido en el mundo. Heidegger ha tenido la virtud de hacernos volver a una pregunta originaria, la pregunta por el ser del ente, una pregunta que había caído en el olvido, según la expresión ya tópica y colmada de razón. Hasta el planteamiento de la pregunta todo iba bien, pero las cosas toman un rumbo inesperado cuando el ser del ente 2 Véase para estos datos biográficos Jordi Corominas, Joan Albert Vicens, Xavier Zu- biri. La soledad sonora, pp. 57 y ss. comEntario a las tEsis inicialEs dE Sobre la eSencia 43 queda en dirección al Dasein más que en dirección al ente mismo que, de nueva cuenta, vuelve a ser ocultado bajo los rendimientos de la luz de la razón, esta vez entendida como compresión abridora de mundo. Mientras que Ser y tiempo es el desarrollo in extenso de las condicio- nes de posibilidad de un adecuado planteamiento de la pregunta por el sentido principal, originario y radical de lo que queremos decir cuando utilizamos la palabra ser, pregunta que nunca se responde porque su energía y sus esfuerzos quedan agotados en el prejuicio kantiano de una analítica del Dasein que parece extenderse al infinito, en Sobre la esencia Zubiri repara en que la verdadera tarea consiste en preguntar por la esencia física de las cosas en su realidad, por lo que son de suyo independientemente de que sean pensadas o comprendidas. El velo del olvido al que el hechizo de Heidegger ha contribuido con unas podero- sas y pesadas mantas ha recubierto no la pregunta por el ser del ente sino la pregunta por la esencia misma del ente, por la esencia física de la cosa real. Por otro lado, su crítica a los paradigmas modernos del conocimiento científico irá madurando en el sentido de que su empirismo y positi- vismo identifican siempre la realidad con un contenido determinado, material y físico, y en virtud de este criterio dicho conocimiento deja fuera del ámbito de lo real y de lo científico amplias parcelas de la vida cultural como el arte y la ficción, la religión, el lenguaje, las costumbres, la política, la historia, la filosofía, la teología, etcétera. Realidad es sinó- nimo de naturaleza, naturaleza lo es a su vez de materia y, después de Einstein, también de energía, pero en todo caso de un contenido suscep- tible de ser contrastado experimentalmente. Sin embargo, el concepto que identifica realidad con contenido es chato, limitado y en el fondo ideológico y excluyente. Frente al realismo material de las ciencias na- turales del siglo xx, no pocas veces ingenuo porque tiene asumido que su objetividad no pasa por los dominios epistemológicos del sujeto, Zu- biri muestra las amplias posibilidades que abre el realismo formal no sólo para la filosofía, el arte, la ficción, la historia, el lenguaje, etcétera, sino para el mismo realismo científico, que podría explicar cómo es que sus hipótesis, de suyo irreales, descubren y no inventan cosas que son reales. La postura de Husserl y Heidegger —y los resultados de sus inves- tigaciones— es paradójica: porque bajo el imperativo de ir a las cosas mismas, el primero, que prometía demasiado en las Investigaciones ló- gicas, gira hacia el ego trascendental en Ideas y termina ocupándose del modo como las cosas quedan constituidas por una conciencia que es esencialmente intencional; mientras que el segundo, bajo ese mismo imperativo y con el propósito de llegar a donde la fenomenología de la conciencia no puede, coloca el problema en un plano diferente, el plano 44 José alfonso villa de la ontología fundamental, el que pregunta por el sentido del ser del ente que abre el Dasein en tanto ser-en-el-mundo. ¿Y dónde quedan las cosas mismas en tanto que anteriores e independientes de la razón que las piense? El estado de cosas que aparece en estos dos intentos no ha podido restarle protagonismo al antropocentrismo, al cogito. En el caso de Husserl, ese estado ha venido a parar al ámbito de lo que queda constituido en la conciencia; en el caso de Heidegger ha quedado sus- pendido del sentido que en la comprensión abre el Dasein en tanto ente al que en su ser le va su propio ser y el de los demás entes.3 En ambos tenemos dosis y matices de ese antropomorfismo arrogante y egocéntri- co moderno cuyas dolorosas consecuencias sociales y políticas Occiden- te, de manera peculiar Europa, ha conocido en sus propias carnes. En una línea de continuidad y ruptura con la fenomenología y la ontología fundamental, y también bajo el imperativo de ir a las cosas mismas recogido explícitamente de Husserl, Zubiri afirma, como la es- colástica, la tradición antigua y las ciencias modernas, el carácter real de las cosas independientemente y con anterioridad al modo como sean constituidas por la conciencia e independientemente y con anteriori- dad al sentido que tengan en el mundo abierto por el Dasein. Tanto el realismo escolástico como el de las ciencias naturales modernas llevan algo de razón, pero también llevan cierta razón el criticismo kantiano y la fenomenología. Así que éstos son los términos en los que los avances filosóficos dejan planteado el nuevo problema: ¿cómo resolver la aparen- te antinomia entre realismo y criticismo?, ¿cómo solucionar la aparente contradicción entre las afirmaciones de una razón crítica respecto de las cosas que sostiene que ella las constituye y la afirmación, también racional, de la existencia de las cosas con independencia y anterioridad a dicha constitución crítica?, ¿acaso decantándose por una o por otra alternativa?, ¿o mediante una síntesis de las posiciones que matice las posturas y las haga entrar en un aparente diálogo? Las soluciones sin- téticas llevan algo deartificio y no poca violencia porque los polos sinte- tizados se conservan independientes en su raíz y en su fundamento. Por lo tanto, el camino no es la síntesis entre realismo y criticismo; no para el genio de Zubiri. ¿Cómo debe entenderse entonces que las dos posiciones llevan algo de verdad?, ¿cómo entender esa independencia y anterioridad de las cosas respecto del sujeto sin negar lo que de verdadero hay en la Crítica de la razón pura y sin negar que efectivamente el sujeto tiene algo que ver con la realidad de las cosas pero sin ir a parar en el realismo ingenuo más burdo, sea escolástico o científico?, ¿cómo salir airosos afirmando 3 Véase Martin Heidegger, Ser y tiempo, p. 35. comEntario a las tEsis inicialEs dE Sobre la eSencia 45 el carácter real de las cosas mediante una solución que diga efectiva- mente cómo son sin darle al cogito más prerrogativas de las que puede tener? El camino, sin embargo, tampoco es la disyuntiva. Para no verse enfrentado a ella, hacia el final de su larga trayectoria Husserl suavizó su postura de la conciencia intencional constituyente de todas las cosas con la afirmación del mundo de la vida en la Crisis de las ciencias eu- ropeas y la filosofía fenomenológica, y Heidegger, que inmediatamente después de publicar Ser y tiempo se percató de que era insostenible la tesis de que el ser del ente pende del estado de abierto del Dasein, encontró la salida por un camino en el cual el ser fue emancipándose y creciendo de tal manera que vino a ser Ereignis, más apropiado para el lenguaje evocativo, místico, poético y pasivo: el ser acontece, el ser se da, etcétera, lejos ya de aquel lenguaje duro, conceptual, con el que Aris- tóteles se ocupó de las cosas en la Filosofía Primera. ¿Cómo entender, en definitiva, que las cosas son anteriores e independientes respecto del sujeto que las piensa sin ser realistas pre-kantianos o científicos moder- nos que asumen que las cosas son simplemente algo en sí mismas, y, al mismo tiempo, cómo entender que esta anterioridad y esta independen- cia con el pensamiento es también una relación con él que no significa, empero, ni que la conciencia constituya las cosas ni que su ser penda del Dasein? Debemos decir que la salida de Husserl con el mundo de la vida es insuficiente, timorata, pues sigue atrapada en los terrenos de la conciencia fenomenológica, en tanto que la de Heidegger con el ser como Ereignis es de plano falsa, una huida del problema. Planteado el asunto de la manera como lo hace la modernidad, incluidos Husserl y Heidegger, nos encontramos con una disyuntiva aparente: o las cosas son algo en sí —sustancias y accidentes, para todo tipo de realismo—, o las cosas son algo para el sujeto —fenómenos, para el racionalismo y el idealismo—. Frente a esta disyuntiva falsa evidenciada por Zubiri, éste sosten- drá a lo largo del siglo xx y a contracorriente de las modas filosóficas y científicas dominantes que las cosas son de suyo lo que son; por eso son reales. Ni son en sí, ni son para mí; son de suyo. En esta alternativa entre el “en sí” y el “para mí” que es el “de suyo” anida la posibilidad de que el realismo formal se coloque un paso atrás de la escisión. Las cosas son anteriores al pensamiento e independientes de él aunque esta anterioridad e independencia indica ya la actualidad de las cosas en el pensamiento, en la inteligencia sentiente, como formalidad de reali- dad. Las cosas están en el pensamiento en tanto siendo de suyo lo que son con independencia y anterioridad a su estar en el pensamiento. La expresión “las cosas son de suyo lo que son” indica tanto el aspecto de anterioridad e independencia de la realidad respecto del pensamiento como el paso y la presencia de esa realidad por dicho pensamiento: las 46 José alfonso villa cosas son de suyo lo que son —primer aspecto: su realidad—, por eso el cogito las piensa como siendo de suyo lo que son —segundo aspecto: la realidad pensada—, la formalidad de realidad. No es al revés: como si la realidad de las cosas dependiera de su ser pensadas. En el “de suyo” está condensada la realidad en tanto que anterior e independiente y en tanto que pensada como anterior e independiente. Ahora bien, el aspec- to de la realidad y el aspecto de la realidad pensada no son aspectos que tengan el mismo nivel de fundamentalidad, sino que el de la anteriori- dad e independencia de la realidad es fundamento del aspecto que hace que ésta pase por el pensamiento: la realidad no se agota ni consiste en ser inteligida. En su actualización como realidad, pues, la cosa real funda la verdad, pero se actualiza a sí misma como algo que si es fundamento lo es precisamente porque ya era realidad propia independientemente de la intelección, de suerte que en la actualidad intelectiva de la realidad el momento de realidad se nos presenta como un prius respecto del momento de su actualidad intelectiva.4 La disyuntiva moderna es falsa porque el idealismo cree que se pue- de hablar de un aspecto sin el otro, es decir de las condiciones de po- sibilidad del conocimiento en el sujeto sin dejar entrar afirmaciones sobre la constitución metafísica del objeto, al tiempo que sostiene que el realismo escolástico sólo se ocupa de afirmaciones metafísicas del objeto sin someter a crítica las posibilidades de la razón, por lo tanto, ingenuamente. Esta disyuntiva es falsa porque toda afirmación sobre la realidad lleva aparejada una afirmación sobre la inteligencia, por lo tanto, sobre las posibilidades de su conocimiento; y viceversa: las afirmaciones sobre la razón arrastran irrefragablemente afirmaciones sobre la realidad.5 Pero es falsa también porque invierte las relaciones de fundamentación entre los aspectos afirmando que la realidad pen- sada en tanto pensada es fundamento de la realidad sin más, lo cual contradice las más elementales condiciones de hecho de este mundo. No haber caído en la cuenta de estos hechos coloca a Kant y a los kantia- nos trascendentales en el mundo de los idealistas ingenuos: someten a crítica los límites y los alcances de la razón pero no dicen una palabra 4 X. Zubiri, Sobre la esencia, p. 116. 5 Bernard Lonergan habla de un “isomorfismo entre el conocimiento y lo conocido”, y de que conocemos algo por identidad, por lo que somos. Explicando a Lonergan, Francisco Galán dice que “conocer es algo que hacemos por identidad. Conocemos por lo que somos y no tanto por lo que hacemos. O, de manera más exacta, hay que decir que lo que hacemos se debe a lo que somos, no al revés”. Véase Francisco Vicente Galán Vélez, Una metafísica para tiempos posmodernos. La propuesta de Bernard Lonergan de una metametodología, pp. 70, 78 y ss. comEntario a las tEsis inicialEs dE Sobre la eSencia 47 sobre los límites y alcances de lo que las cosas son de suyo, de la reali- dad. El estudio moderno sobre los límites y alcances del conocimiento como crítica de la razón iniciado por Descartes, llevado a sus máximas alturas por Kant y continuado por la fenomenología de Husserl, parece ser más bien, paradójicamente, un esfuerzo por imponerle límites a esa razón, por dejarla más acá de la realidad de las cosas, en su pura objetividad, por cuidarla de la realidad. A continuación la genial página con la que Zubiri inicia el Prólogo de su trilogía sobre la Inteligencia sentiente, en la que se opone tajante- mente a todo tipo de criticismo. Publico este libro sobre la inteligencia muchos años después de haber pu- blicado un libro sobre la esencia. Esto no es una mera constatación crono- lógica. Por el contrario, tiene un sentido intrínseco que no será superfluo esclarecer. ¿Qué significa aquí “después”? Para muchos lectores, mi libro Sobre la esencia estaba falto de un fundamento porque estimaban que saber lo que es la realidad es empresa que no puede llevarse a cabo sin un estudio previo acerca de lo que nos sea posible saber. Esto es verdad tratándose de algunos problemas concretos. Pero afirmar en toda
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