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Educando la sexualidad_ Colección Educando N 7 - Rafael Fernández de Andraca

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Índice
Presentación
Palabras con sabiduría
Tema de fondo:
Acompañar a los hijos
en su educación sexual
Artículo de P. Rafael Fernández de A.
Para poner en práctica
Para meditar
¿Qué hacemos?
Preguntas y respuestas
por Josefina Ramírez L.
Pauta de trabajo
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EDUCANDO N° 7: Educando la sexualidad
Inscripción N°: 176.817
ISBN: 978-956-246-379-9 • eISBN: 978-956-246-559-5
© EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A. José Manuel Infante 132 • Tel/Fax: 235 1343 - 235 8674
Providencia, Santiago - Chile • E-mail: gerencia@patris.cl • www.patris.cl
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mailto:gerencia@patris.cl
http://www.patris.cl/
Presentación
En este número de Educando se hablará de la gran riqueza y complejidad de la
sexualidad humana, la que plantea una tarea difícil y hermosa a los padres: ayudar a que
los hijos integren su sexualidad, en forma plena y fecunda, en la totalidad de su
personalidad. Queremos que ellos aprendan a valorar el inmenso don que significa su
sexualidad, a fin de que ésta los conduzca a una plenitud en el orden humano y
espiritual. Se trata de una tarea especialmente difícil si se considera la confusión y
diversidad de concepciones que existen hoy al respecto.
Este libro busca entregar, en el contexto de la Escuela de Padres, conceptos
esclarecedores y caminos útiles, tanto a los padres como a los educadores, para que
puedan llevar a cabo su misión de acompañar a los jóvenes en el desarrollo integral de su
personalidad. 
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Palabras con Sabiduría
La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa
indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y
delicada. Ante una cultura que banaliza en gran parte la sexualidad humana, porque la
interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con
el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una
cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una
riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado
íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí misma en el amor.
La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre
bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y
controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la
escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el
espíritu mismo que anima a los padres.
Familiaris Consortio 37
Juan Pablo II
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Tema de fondo
Acompañar a los hijos en su educación
sexual
P. RAFAEL FERNÁNDEZ DE A.
1) La sexualidad: don y tarea
La sexualidad no es un aspecto más en la educación de nuestros hijos. Constituye una
realidad que abarca la totalidad de su persona y que toca la médula misma de lo que
constituye el sentido de su existencia, a saber, la vocación de cada persona a amar y a ser
amada. Ya en un número anterior de la serie hablamos del “enseñar a amar” como la
tarea educativa más importante de los padres. Mostramos las caricaturas del amor y
presentamos la visión del amor auténtico: el que conduce a unirse al tú y proyectarse con
él, asumiendo las renuncias propias del compromiso, en una verdadera alianza de amor.
En primer lugar quisiéramos proponer tres principios que ponen un marco a estas
reflexiones sobre la educación sexual:
• La educación de la sexualidad abarca la totalidad de la persona.
• La educación de la sexualidad se inscribe en la educación al amor.
• La educación de la sexualidad implica autoeducación.
La educación de la sexualidad abarca la totalidad de la persona
Hoy abunda una concepción reducida de la sexualidad. Cuando se habla de sexo, se
piensa casi exclusivamente en la dimensión genital, erótica o reproductiva. Sin embargo,
la “sexualidad” es mucho más amplia y abarca el conjunto de fenómenos biológicos,
psicológicos y sociales, relativos a la persona en cuanto hombre o mujer. Actualmente
suele reducirse la educación sexual a la información sobre la anatomía y el
funcionamiento de los órganos sexuales, limitando la sexualidad a su dimensión
corporal-genital. La sexualidad ciertamente posee una dimensión corporal, y dentro de
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ella, la genital y la reproductiva; pero claramente es mucho más que eso.
Una visión humanista integral considera la sexualidad, no como algo que posee la
persona (órganos sexuales y capacidad de placer sexual), como si fueran aspectos
accesorios que se llevan. Por el contrario, la visión humanista integral considera la
sexualidad como una realidad que abarca la totalidad del ser persona: su realidad
instintiva y sensible; su afectividad; la espiritualidad, la voluntad, el razonamiento y la
inteligencia.
Esta visión humanista integral considera que la sexualidad define la identidad masculina
o femenina de la persona desde su concepción, al venir al mundo como varón o mujer;
esto marca una clara diferencia con tendencias que plantean que cada persona puede
elegir una modalidad sexual entre varias posibilidades: identidad de género masculino o
femenino, homosexual o lesbiana, bisexual o transexual, según sea el caso. La condición
masculina o femenina no es electiva, sino determinada por el orden de ser que ya trae la
persona al nacer. Es conveniente aclarar que aquí no estamos emitiendo juicio sobre las
personas homosexuales, lo que requiere un análisis de las causas, la que está más allá de
los objetivos de este documento. Sí queremos señalar que las personas están llamadas a
desarrollar la condición sexual masculina o femenina según su condición biológica
básica y primordial.
Como vemos, la riqueza y complejidad de la sexualidad humana nos plantean una tarea
difícil pero hermosa: ayudar a nuestros hijos a desarrollar su tendencia sexual
plenamente, integrándola armónicamente en su personalidad.
Como padres nos importa mucho que nuestros hijos aprendan a valorar el inmenso don
que significa su sexualidad, y queremos prepararlos para que ese don fructifique mañana
en plenitud personal e integración social. Quisiéramos prevenir a toda costa que una
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mala integración de su sexualidad los conduzca al fracaso afectivo y a la frustración de
sus vidas, lo que por desgracia hoy es frecuente. Por el contrario, deseamos que ellos
logren la plenitud de su desarrollo como persona, siendo capaces de integrar el amor y la
sexualidad al servicio de la vida.
La educación de la sexualidad se inscribe básicamente en la educación al
amor
¿Por qué existe hoy tanta confusión y exacerbación de la sexualidad? ¿Por qué el
libertinaje, la búsqueda sin límites de una satisfacción sexual-genital? ¿Por qué las
relaciones sexuales prematuras de los jóvenes en sus pololeos, incluso ya desde la
prepubertad? ¿Es sólo culpa del ambiente, de malas compañías o de Internet?
En gran medida esto tiene relación con el ambiente. Sin embargo su origen es más
profundo. La causa más de fondo es que el niño, el adolescente o el joven, carente de
vínculos de amor saludables y cálidos en el hogar, necesita el cobijamiento, el cariño, el
amor del cual carece, y por eso lo busca en todo tipo de compensaciones. Donde no hay
amor, hay una insoportable sensación de soledad, angustia y desvaloración de sí mismo.
¿Qué ocurre cuando el niño o el adolescente no posee estos vínculos amorosos
primarios, cuando no está arraigado afectivamente? ¿Qué sucede en su alma cuando no
se siente amado ni puede dar amor? ¿Qué sucede con el niño o el joven que sufre
desengaños, que experimenta fracasos, que se siente marginado y no reconocido? ¿Qué
pasa cuando los jóvenes adolescentes se ven sometidos a tensiones que no son capaces
de resolver?
Se sienten solos, desamparados, inseguros, angustiados y amenazados. Los niños y los
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jóvenes (al igual que los adultos) no pueden vivir sin amor, sin la alegría que es propia
del amor. Entonces brota en ellos una poderosa fuerza que los impulsa a buscar amor y
felicidad; buscan apegarse a una persona que los ame y que los afirme en suautoestima;
que los cobije y estimule. Pero como aún no han alcanzado la madurez para amar y
carecen de conocimientos claros sobre su sexualidad y afectividad, entonces buscan
apoyo en la satisfacción del impulso sexual. No han aprendido aún a comunicarse
afectivamente; no pueden comprender todavía en qué consiste la comunión del alma, el
salir de sí mismo y acoger al tú. Entonces sólo logran explorar en la intimidad física, en
el placer sexual, en aquello que les procura alguna felicidad. Buscan compensaciones;
las buscan en sí mismos, en el autoerotismo, en el placer momentáneo que entrega la
masturbación o en cualquier otro tipo de experiencias eróticas.
Poco se saca en estos casos con dictar normas morales o pretender imponer restricciones
o castigos; serán incapaces de ordenar la vida, porque carecen de lo principal:
experiencias de amor. El camino fundamental de la educación sexual es el cultivo de
vínculos de amor en todas las dimensiones. La sexualidad adquiere su pleno sentido
cuando se enlaza con nuestra capacidad de dar y recibir amor. La tarea básica como
padres es entonces enseñar a nuestros hijos a dar y a recibir amor.
La educación de la sexualidad debe ser, desde el inicio, una educación de la capacidad y
de la necesidad de amar. Dicho en otra forma, tiene que estar centrada en el cultivo de
vínculos de amor personal estables y cargados de afecto.
En este contexto son decisivos el lazo de amor entre el hijo y sus padres, la vivencia del
hogar y la relación con los hermanos; también los vínculos con el grupo social y con los
amigos. Niños y adolescentes que cuenten con una amplia red de vínculos de amor
personal, irán desarrollando en forma natural su capacidad de amar e irán integrando
bien la sexualidad. Por otra parte, en la pubertad, cuando experimenten la irrupción del
impulso sexual-genital, estarán mejor preparados para comprender y asimilar las
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enseñanzas que les ofrezcan sus padres y educadores respecto del sentido que tiene la
sexualidad en sus vidas, y podrán relacionar mejor esta fuerza con la experiencia del
amor.
La educación de la sexualidad involucra también la auto-educación
Educar la sexualidad implica asumir la tarea de autoeducarse como personas libres e
íntegras. Tarea que los padres deben fomentar y posibilitar.
Cada uno de nuestros hijos es un regalo, una persona que posee talentos, necesidades y
tendencias. Aquello que posee como semilla debe ser cultivado, encauzado e integrado.
Apoyados por la educación que les entregamos, ellos están llamados a asumir
paulatinamente la educación de sí mismos, su “autoeducación”. Tienen que visualizar su
proyecto de vida, los valores e ideales que los orientarán en el camino, de modo que lo
que hoy tienen en germen alcance su plena madurez.
Ahora bien, la autoeducación implica exigirse a sí mismo, renunciar a muchas cosas,
“podar” y corregir posibles desorientaciones.
Autoeducarse es ocuparse de perfeccionar el propio desarrollo personal, superando las
limitaciones. Basta con que nos observemos a nosotros mismos y miremos a nuestro
alrededor. ¿Hacemos siempre lo que juzgamos como bueno? ¿No afloran en nosotros
sentimientos y actitudes egoístas? ¿No percibimos acaso que nuestros impulsos y, entre
ellos, el impulso sexual, suelen llevarnos a comportamientos no deseados y perjudiciales
para nosotros o para los que nos rodean? ¿No somos a veces autorreferentes y
egocéntricos? Orientarnos al tú y al amor auténtico, ser capaces de proyectarnos en la
maternidad y la paternidad, sólo se logra como fruto de un permanente y sostenido
esfuerzo de superación personal, de autoeducación.
La capacidad de dar y recibir amor, tanto la nuestra como la de nuestros hijos, está
limitada por el egoísmo y requiere desarrollar la capacidad de respetar al tú, de llegar
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más allá del enamoramiento y de la pasión. Exige crecer en la capacidad de entregarse a
sí mismo, muchas veces renunciando a nuestra comodidad; requiere preocupación y
disposición a servir al tú, olvidándonos de nosotros mismos; requiere esfuerzo,
autocontrol y sacrificio. No hay amor verdadero sin esto. No se da una sexualidad
ordenada sin que intervenga la renuncia y el sacrificio. De otra forma sólo tendremos
una sexualidad egoísta, que busca el propio placer, que aprovecha o utiliza al otro para
satisfacerse a sí mismo. Se da así una sexualidad egocéntrica-genital, que desconoce el
verdadero amor al tú.
Hoy se da esta paradoja: para una gran cantidad de cosas nos exigimos, nos controlamos,
nos ponemos metas y somos capaces de sacrificarnos, a menudo, llegando hasta
extremos. Normalmente esto se da en el plano de logros y metas de orden material o en
el trabajo, a fin de obtener un estándar de vida más holgado y cómodo, etc. Sin embargo,
cuando se trata de lo más substancial, de los vínculos de amor, de la relación entre los
esposos o del vínculo afectivo con los hijos, no ponemos el mismo empeño.
Exigimos a nuestros hijos mejorar su rendimiento académico y todo tipo de logros en
este sentido, pero nos cuesta ponerles exigencias respecto al espíritu de solidaridad, de
renuncia, de privaciones en su estilo de vida, respecto a sus fiestas, paseos, pololeos, etc.
No se trata de ponerles limitaciones absurdas, sino de establecer exigencias con sentido,
que brotan de una actitud de amor y que tienen como meta la educación de la capacidad
para el amor en ellos.
Muchas veces tenemos temor de fijar límites y no atinamos a manejar con sabiduría sus
reacciones rebeldes cuando los contrariamos.
Todo esto forma parte de una educación sexual positiva e integral, que prepara para el
amor. La formación que ponemos en práctica respecto a nuestros hijos y la
autoformación a la cual tenemos que invitarlos, requieren desarrollar la capacidad de
autocontrol y de disciplina necesaria para el progreso de la naturaleza humana. Cualquier
actitud que no reconozca la necesidad de esfuerzo y sacrificio para el desarrollo personal
es ingenuidad perjudicial.
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2) El impulso sexual:
su sentido y trascendencia
Como dijimos al comienzo, son muchas las concepciones que hoy existen sobre el sexo
y su sentido; también muchas las confusiones y las divergencias. Por ello es necesario
hacer un esfuerzo y prepararse para orientar a los hijos. Ellos están expuestos,
querámoslo o no, a todo tipo de ideas respecto al sexo. Para poder guiarlos en relación a
su sexualidad, necesitamos tener, en primer lugar, claridad respecto a la naturaleza del
impulso sexual.
El impulso sexual mueve a amar a una persona del otro sexo, de modo tal que va más
allá de un amor espiritual o de la amistad, y tiende a poseer y a recibir por entero a la
persona amada, uniéndose a ella en cuerpo y alma, afectiva y físicamente. La cumbre de
esta mutua donación de amor incluye la relación sexual y, con ella, la posibilidad de que
surja un nuevo ser como fruto de esa unión.
Cuando se da este tipo de relación de amor, que abarca al cuerpo en su genitalidad y al
alma en su afectividad, hablamos de un amor matrimonial o de pareja. Se diferencia de
un amor paternal, maternal, filial, fraternal o de la amistad, los cuales no incluyen la
relación corporal genital, ni la proyección en la procreación.
La sexualidad es un impulso o tendencia de amor entre un varón y una mujer, que nos
saca de nosotros mismos, volcándonos hacia el tú y nos proyecta hacia el fruto en la
mutua entrega. Por eso decimos que el impulso sexual posee una triple tendencia:
• tendencia al alma
• tendencia al cuerpo
• tendencia al hijo
Tendencia al alma
Al afirmar que el impulso sexual es “una tendencia al alma”, decimos que este es una
tendencia que busca la unión personal, “espiritual”, con el tú del otro sexo, unión que
recibe su sello propio en el acto sexual, como plena fusión de dos personas que quieren
vivir como un solo ser.
Al hablar de “tendencia al alma”, no perdemos de vista que en todo el actuar humano se
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da una conjunción de lo espiritual y corporal. Somos un espíritu encarnado y, por tanto,
cuando amamos, amamos como tales.No existe un amor humano que sea puramente
“espiritual”: seríamos ángeles y no lo somos. Así mismo, lo sensible y corporal, si es
humano, siempre poseerá un carácter espiritual. Todo amor humano posee una
dimensión sensible, se expresa en la caricia y la ternura, pero no toda caricia tiende o
prepara una unión sexual.
La complementariedad de los sexos hace que se dé una atracción mutua, que es una de
las fuerzas más poderosas que mantienen en movimiento la historia de la humanidad.
Esta “tendencia al alma” constituye la médula misma de la sexualidad humana. Es la
tendencia al “yo” o al “ser” de la otra persona, y distingue la sexualidad humana de la
animal, que tiende solamente al cuerpo y es meramente instintiva. En el caso del
hombre, se trata de una persona, de un espíritu encarnado, que se siente atraído por otra
persona del sexo complementario, para realizar una unión profundamente personal.
Esta concepción de la sexualidad rechaza, por lo tanto, la separación de sexo
(genitalidad) y amor. Separar el sexo del amor significa despersonalizar y deshumanizar
la sexualidad.
Tendencia al cuerpo
El impulso sexual abarca también “una tendencia al cuerpo del tú” como cuerpo
sexuado. Esta dimensión de la sexualidad hace que “un cuerpo atraiga al otro cuerpo”.
La persona experimenta una atracción hacia el cuerpo del sexo complementario que la
impulsa a la cercanía física, a la caricia y a la unión sexual.
La atracción o magnetismo que se produce entre personas de diverso sexo, puede tener
su punto de partida en la atracción corporal, o bien en la atracción personal-espiritual. La
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tendencia al cuerpo, para ser plenamente humana, requiere estar unida a la tendencia al
tú como persona, al alma del otro.
Ahora bien, cuando se separa sexo y amor, cuando la sexualidad humana se separa de la
tendencia al alma o del amor a la otra persona, se pierde su sentido más profundo y se
cae en aberraciones y desviaciones que destruyen a las personas y que las empujan a la
búsqueda obsesiva de todo tipo de placeres que las dejan finalmente vacías.
Tendencia al hijo
El impulso sexual contiene la tendencia a la procreación, a trascender y proyectarse en la
paternidad y la maternidad biológica y espiritual.
En cada persona existe el impulso creador que la mueve a proyectarse más allá de sí
misma, en una obra, en los hijos, en la sociedad. El amor de los esposos se hace pleno en
el anhelo de dar vida, perpetuándose en el hijo, fruto de su amor.
No toda unión sexual tiene como fruto un nuevo ser; la naturaleza misma lo dispone de
otra forma. Sin embargo, cerrar artificialmente esa posibilidad, usando cualquier medio
artificial para impedirlo, distorsiona el sentido profundo de la sexualidad humana. Las
consecuencias negativas de ese modo de actuar son a menudo palpables.
Tanto separar sexo y amor personal, como separar sexo y apertura a la vida, significan
desvirtuar el sentido de la sexualidad humana. La disociación que hoy abunda entre
placer sexual y amor personal, sexo y vida, relaciones sexuales y procreación o apertura
a la vida, es signo de una crisis cultural que impide la comprensión del significado
profundo de la sexualidad.
Considerando las tres dimensiones del impulso sexual que hemos señalado, podemos
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darnos cuenta cuán altos son el sentido y grandeza de la sexualidad humana. Es
impensable, desde esta perspectiva, considerar la sexualidad como un tabú o vincularla
con sentimientos de vergüenza, pecado o culpa. La sexualidad es un don maravilloso que
se nos ha regalado, por el cual participamos de la capacidad creadora. Es decir, la
sexualidad nos hace co-creadores y pro-creadores de nueva vida, y así, de algún modo,
semejantes al creador.
¿Cuál será la posición que adopten nuestros hijos ante el significado de la sexualidad?
¿Serán capaces de asimilar estos valores en medio de un ambiente que sustenta otra
visión y otra práctica de la sexualidad? Esa es nuestra tarea; entregarle elementos para
que puedan adquirir un amplio conocimiento de lo que ellos son como seres humanos
sexuados. Por eso decimos que la educación sexual parte por enseñar a conocerse; pero
no solamente conocerse en lo corporal y las funciones biológicas de la reproducción,
sino también conocerse en lo más profundo de su persona, tal como hasta aquí lo hemos
reseñado.
3) El acompañamiento de los hijos en el desarrollo de la
sexualidad
Pensando en las tres dimensiones del impulso sexual (tendencia al alma, al cuerpo y al
hijo), podemos percibir cuán compleja es la tarea pedagógica que tenemos por delante y
cuán importante la ayuda que debemos prestar a nuestros hijos para que logren una
sexualidad integrada y armónica.
Nos adentraremos ahora propiamente en el tema de la educación de la sexualidad. Se
trata de un tema candente, difícil. Es conocida la dificultad que tenemos los padres de
abordar esta temática con nuestros hijos. Muchas veces nos faltan conocimientos sobre
esta materia o no atinamos a dar respuesta a sus cuestionamientos. Nuestros hijos, ya
desde muy temprano, reciben todo tipo de información al respecto, sea a través de sus
amigos y compañeros de colegio o a través de Internet. Son muchas las opiniones y
“orientaciones” que constantemente reciben por estos canales. Competimos con muchos
otros factores que también ejercen una poderosa influencia en ellos.
Tarea difícil la que enfrentamos también, porque a menudo nosotros mismos no tenemos
una sexualidad asumida e integrada plenamente; no “trabajamos” suficientemente
nuestra sexualidad, es decir, no la educamos, conversamos poco entre nosotros sobre el
tema. Por lo tanto, no es raro que nos resulte difícil conversar al respecto con los hijos.
Más aun cuando el diálogo con ellos en general es débil; cuando no se da suficiente
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fluidez y cordialidad en nuestro trato mutuo, de modo que nos resulte más fácil dialogar
libremente con ellos, en todos los planos, sobre el sentido, los problemas y desafíos que
deben enfrentar en el desarrollo de su sexualidad.
Los muros protectores de la educación sexual
A continuación nos referiremos a lo que llamamos “muros protectores” de una sana
sexualidad, en el contexto de la formación integral de los hijos.
Como se dijo al inicio, la sexualidad no es una parcela sino una realidad que abarca la
totalidad de la persona. Por ello, para educar la sexualidad es preciso cultivar y fomentar
realidades que no están directamente relacionadas con el impulso sexual, pero que, sin
embargo, condicionan fuertemente su desarrollo. El cultivo de una atmósfera de alegría,
por ejemplo, no está ligado directamente a la educación sexual, sin embargo, es
importante para su buen desarrollo.
• Creación de una red de vínculos personales
La educación de la sexualidad depende y está inserta en la educación del amor. Por ser el
impulso sexual básicamente un impulso de amor, requiere que pongamos en práctica una
consecuente pedagogía del amor. Es decir, una pedagogía que cultiva conscientemente
los vínculos de amor interpersonal. En el hogar empieza la educación de la sexualidad.
Pero esta no comienza en la pubertad, cuando maduran los órganos sexuales, sino mucho
antes, desde el nacimiento mismo del hijo.
Por eso consideramos esencial y de gran repercusión la experiencia del amor y la
vivencia de hogar que los padres procuran a sus hijos. Estos tienen que experimentar que
son reconocidos, acogidos, aceptados y valorados individualmente por sus padres.
Necesitan experimentar la vivencia de estar rodeados de un amor cálido y cercano. Amor
que se expresa en la cercanía física, en el trato afectuoso y personal; en el juego, en el
diálogo, etc. Los hijos necesitan recibir el calor de ese amor paterno-materno, que
responde a su necesidad de sentirse y saberse amados. Este amor generoso y
desinteresado, cálido y cercano, de los padres, invita al hijo a salir de sí mismo; despierta
en él una respuesta de amor filial.
Si en la niñez no se da esta vivencia de amor o, al menos, no se da en forma suficiente,
entonces el niño y el adolescente experimentaráninseguridad, descobijamiento, carencia
de apoyo afectivo y dificultades de integración social, obstruyéndose el desarrollo de su
sexualidad.
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Esta vivencia de hogar se completa cuando existen más hermanos. Entonces, los hijos se
integran socialmente en una comunidad familiar más amplia donde pueden recibir y dar
amor, donde son valorados y respetados, donde poseen un lugar y una misión.
¡Feliz el niño y el joven que tienen un hogar; que se sienten amados y valorados! Podrán
experimentar la fuerza de la pasión y las dificultades para manejar su impulso sexual,
pero tendrán los recursos emocionales para salir adelante en medio de un ambiente
hipersexualizado. Si el hijo, niño o adolescente, cuenta con esta red de vínculos, tiene
asegurada la base para un buen desarrollo de su impulso sexual.
En este contexto será determinante también para los hijos el ejemplo de amor mutuo
entre los padres, expresado en gestos, palabras y caricias. El tipo de las relaciones de
amor que verá en el cine, en Internet o entre sus compañeros, por lo general, cargadas de
un fuerte erotismo y sexualismo, serán confrontadas con lo que ven y experimentan en
sus padres. Su modo de amarse será modelo para ellos.
¿Están felices nuestros hijos de compartir con nosotros? ¿Podría haber aun más calidez
en nuestro hogar?
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• Una atmósfera de alegría
En este contexto, es preciso destacar igualmente la necesidad de cultivar una atmósfera
de alegría en el entorno familiar. El amor despierta y genera experiencias de alegría; trae
como fruto la alegría.
El niño y el joven, como toda persona, necesitan alegría. Si no tienen alegría, su alma se
enferma y también se enferma su cuerpo. Si queremos una sexualidad sana, entonces
tenemos que cultivar conscientemente la alegría en la vida diaria. Una educación del
amor siempre será una educación que fomente la experiencia del gozo y de la felicidad.
Por eso, los padres tienen que saber procurar alegrías a sus hijos. Ellos tienen que
aprender a gozar de la convivencia familiar. Tienen que gozar de la música, de la
literatura, del estudio, de los descubrimientos de la ciencia; del deporte, de la vida al aire
libre, de la aventura, de una buena comida, de la amistad, etc. Necesitan alegrías de
orden sensible y espiritual.
Si este cultivo de la alegría no existe, si estas experiencias son escasas, entonces ellos
buscarán el placer sexual desligado del amor personal. Cuando reina la alegría, en
cambio, también el impulso sexual se integra armónicamente en las relaciones
interpersonales.
¿Nos esforzamos por procurar alegrías a nuestros hijos, por hacer que nuestro hogar sea
un “reino de la alegría”?
• Ideales y educación sexual
Junto al cultivo de vínculos de amor personal en el hogar, también es preciso que el niño
y el adolescente sean captados por ideales y valores que le den un sentido positivo a su
vida. Compartir ideales con sus padres, con un grupo de amigos o en una determinada
institución, les permite canalizar positivamente la vitalidad juvenil en tareas creadoras y
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generosas.
Por el contrario, la carencia de horizontes les hace sentirse de sobra. No verse
proyectados positivamente hacia el futuro generan en el niño y el joven frustraciones que
los predisponen a compensaciones psicológicas que pueden afectar su conducta sexual.
Saber, en cambio, que no se es un número, tener ante sí ideales les da alas. Ellos
necesitan experimentar que su vida tiene un sentido; que están llamados a dar un aporte a
la sociedad.
Los hijos precisan visualizar el futuro con esperanza. Es natural, sobre todo a partir de la
adolescencia, que se despierte en ellos un marcado espíritu de crítica. No se conforman
con lo que los rodea. Quieren cambiar las cosas y anhelan un mundo mejor. Si este
idealismo juvenil se ve bloqueado o, si en lugar de alentarlos, se les desalienta, entonces
quedan encerrados en un mundo sin mayor trascendencia, carente de motivaciones
positivas, que puede llevarlos al hedonismo y a una sexualidad desordenada.
¿Está movida nuestra vida y nuestro actuar por ideales, por valores por los cuales vale la
pena vivir y sacrificarse? ¿Motivamos a nuestros hijos a que participen en grupos con
ideales y causas generosas?
En este contexto, y especialmente para las familias que profesan una fe religiosa y
cristiana, hay que destacar la importancia del cultivo de una visión trascendente para la
educación sexual. Los valores religiosos aportan elementos significativos y conviene
formarlos con dedicación en los hijos; tanto porque ellos revelan la sexualidad como un
camino de participación en la obra creadora de Dios, como por la concepción del amor
que ofrecen, donde se lo descubre como una realidad espiritual y trascendente, por la que
somos partícipes de la naturaleza misma del creador. Hechos a imagen y semejanza de
Dios, especialmente por nuestra capacidad de amar y entregarnos desinteresadamente a
los demás, estamos llamados a reflejarlo con nuestra persona y nuestras obras,
especialmente en el amor.
La formación de una actitud de respeto y la alta valoración hacia la sexualidad, se ven
reforzadas por el cultivo de la vida espiritual y por la oración. Ante las dificultades y
desorientación que se experimentan en el ámbito sexual, especialmente en las primeras
etapas de la adolescencia, la participación en grupos y comunidades cristianas, así como
la práctica de los sacramentos, pueden ofrecer un gran apoyo, sobre todo si se logra que
lo espiritual y lo religioso sean parte de la vida diaria en la familia.
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• Desarrollo de una actividad creadora
Dijimos anteriormente que la tendencia sexual es tendencia al tú, al cuerpo y también
una tendencia creadora. La tendencia sexual abarca la paternidad y maternidad, que
implican el impulso creador. Ese impulso nos lleva a proyectarnos en una obra, nos hace
responsables de otros y nos mueve a transformar el mundo.
En este contexto comprendemos la importancia que tiene para el niño, para el
adolescente y el joven, desarrollar una actividad y, específicamente, una actividad
creadora.
La alegría de trabajar, de emprender tareas creativas, de ser útil, es uno de los muros
protectores más importantes de la sexualidad. El dicho popular enseña con razón que “la
ociosidad es la madre de todos los vicios”. Podemos decir que el trabajo creador es
fuente de virtudes y felicidad.
Si un hijo siente que puede ser útil, que se confía en que él es capaz de asumir
responsabilidades y llevar a cabo tareas de acuerdo a su edad y talentos, no se encerrará
en sí mismo ni en el pesimismo; tampoco sufrirá complejos de inferioridad, todo lo cual
repercute negativamente en su sexualidad.
¿Delegamos tareas en nuestros hijos de acuerdo a su edad? ¿Les damos oportunidades de
ejercer concretamente su creatividad y responsabilidad?
Mencionemos en este contexto el valor que tienen la actividad física y el deporte. Son
varios los factores que aquí confluyen: la necesidad propia por el desarrollo corporal que
están experimentando; el goce intrínseco que proporciona la exigencia deportiva; el
espíritu comunitario que se despliega en gran parte de los deportes; la relajación que
procura el ejercicio, especialmente aquel que se desarrolla al aire libre, etc. Todos estos
factores hacen que la persona que practica deporte experimente una influencia benéfica
en su cuerpo y en su alma y, con ello también, en su sexualidad.
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¿Acostumbramos realizar deportes con nuestros hijos? ¿Los estimulamos a hacerlos?
• Autoexigencia y autoeducación
Capacidad de renuncia
Todo árbol necesita un tutor; los sarmientos requieren de la poda, también el amor
requiere renuncia y disciplina. Para alcanzar su madurez, nuestra capacidad de amar y
nuestra sexualidad precisan ser encauzadas y liberadas del egocentrismo, del
ensimismamiento, del intento de instrumentalizar el tú en provecho propio. Hoy se huye
del sacrificio y de la renuncia, por eso hay tantos fracasos y dificultades en los vínculos
interpersonales.
Pretender un amor verdadero y una sexualidad armónica y plenaes imposible sin la
conquista de la capacidad de renunciar: renuncia a los propios deseos en función del bien
del tú; renuncia a la propia comodidad para estar disponibles sicológicamente para el tú;
renuncia a nuestros gustos y a nuestras ganas, para poder respetar los estados de ánimo,
los sentimientos y los anhelos del tú.
¿No es a menudo demasiado débil la educación al sacrificio y a la capacidad de
renuncia? Si no fomentamos esta actitud en nuestros hijos fácilmente capitularán en
medio de las dificultades, antes de lograr una convivencia armónica y una vida sexual
feliz.
Si la sexualidad tiene como sentido la unión con el tú, se requiere superar las tendencias
posesivas y egocéntricas. De otro modo, nunca se podrá gozar más tarde de una relación
matrimonial psicológicamente sana y armónica.
También la paternidad y la maternidad exigirán a nuestros hijos enormes sacrificios y
renuncias. Si este espíritu de renuncia no se cultiva desde el inicio, difícilmente serán
capaces de asumir la carga y esfuerzo que inevitablemente conlleva la paternidad y
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maternidad.
Autocontrol y Autodominio
Es importante considerar que el impulso sexual puede sufrir alteraciones y desviaciones
por la falta de autocontrol.
Si nos permitimos todo lo que nos piden nuestros deseos, fácilmente llegaremos a
excesos perjudiciales, como por ejemplo, si se abusa de la comida, la bebida, el dormir,
etc. A un adolescente que come a toda hora lo que le da la gana, que no pone límites a su
apetito; o que bebe sin límites; o que se levanta a la hora que lo “bota” la cama, etc., le
será difícil encauzar su impulso sexual según los valores que hemos planteado. En
cambio, cuando se ha aprendido a controlar la búsqueda de gratificaciones, será más fácil
lograr el autocontrol en el campo de la sexualidad.
Por esto es necesario que los padres enseñen a sus hijos el autocontrol y la renuncia,
evitando concederles todo lo que piden, exigiéndoles el cumplimiento de sus
obligaciones y deberes, invitándolos permanentemente a la generosidad, a la renuncia a
favor de la convivencia, etc. Ello constituye un importante muro protector y es parte de
la educación sexual.
Influencia del pansexualismo reinante
En este mismo sentido, la educación que entregan los padres debiera poner especial
cuidado en no exponer a sus hijos, sin límites, a las influencias de una cultura en exceso
desinhibida, como la que vemos actualmente. Resulta prácticamente imposible mantener
nuestra sexualidad equilibrada si nos dejamos invadir por el exagerado sensualismo y
erotismo actuales.
Por cierto, no podemos colocar a nuestros hijos en una burbuja. Ellos, así como nosotros,
viven en un mundo que concibe la sexualidad de modo muy diferente al nuestro. ¿Qué
hacer cuándo sus compañeros y compañeras ven todo tipo de teleseries o navegan por
Internet visitando páginas eróticas o pornográficas? La prohibición de verlas no basta ni
es el camino más apropiado. El niño y el joven tienen que comprender por qué no les
conviene ese tipo de experiencias y son ellos por sí mismos los que deben aprender a
controlarse (según su edad) en vistas a un bien mayor: preparase para que su sexualidad
pueda estar al servicio del verdadero amor. Tienen que llegar a comprender por qué un
amor centrado en el placer genital distorsiona lo que debe ser un amor enaltecedor y
maduro.
23
Imaginación e inconsciente
Otro aspecto que apunta en esta misma dirección se refiere al control de la imaginación y
la fantasía. La experiencia nos enseña que la imaginación juega un importante papel en
relación al impulso sexual. Los estímulos que entran a través de los sentidos, así como
los impulsos que brotan desde nuestro inconsciente, ejercen una gran influencia sobre las
reacciones sexuales. Si nos exponemos a todo tipo de imágenes eróticas, sea por la
televisión, Internet u otros medios de comunicación, entonces fácilmente se produce una
exacerbación del impulso sexual, una búsqueda de placer desligado del amor, pudiendo
llegar a faltar el respeto a la otra persona involucrada en la relación (amigo/a, pololo/a,
novios, esposos).
No solamente las imágenes estimulan nuestra fantasía pudiendo producir excitación
sexual, sino que también las lecturas. Lecturas de alto contenido sexual o erótico
también estimulan de modo intenso el impulso sexual-genital. Por lo tanto, también es
importante que los jóvenes aprendan a distinguir y a lograr un autocontrol respecto de lo
que conviene leer. Por su parte los padres tienen que entregarles una opinión y reglas
24
claras respecto a dichas lecturas.
Todo lo relacionado con el control de los estímulos que provienen del exterior debe
considerarse desde la mirada más amplia ya planteada: poner el acento principalmente en
el cultivo de los vínculos personales, de los ideales y del espíritu creador. Sólo desde allí
es apropiado plantear normas que protejan a la persona de las desviaciones que genera la
sobre estimulación de los sentidos y la exposición al ambiente erotizado.
¿Enseñamos a nuestros hijos el valor de la renuncia por amor? ¿Templamos su carácter?
4) Algunos aspectos particulares en la educación de la
sexualidad
Hemos planteado que la sexualidad no puede reducirse sólo a su dimensión biológica y
genital: la separación de sexo y amor, y de sexo y gestación de la vida, desfigura y
empobrece la sexualidad humana. Promovemos una visión de sexualidad integral y
personal, enraizada en la vocación al amor que es propio del ser humano.
Luego expusimos lo que llamamos los muros protectores de la sexualidad. Se trata de
factores psicológicos que los padres deben atender y cuidar a fin de que sus hijos logren
integrar adecuadamente en su personalidad todas las dimensiones de una sexualidad
madura.
Desviaciones del impulso sexual
Señalemos también que la sexualidad puede sufrir desviaciones y trastornos en su
desarrollo, así como ocurre en otros ámbitos de la persona y del comportamiento
humano. Es importante que niños y jóvenes estén bien informados desde pequeños sobre
anormalidades y perversiones de la sexualidad. Esto es necesario, tanto para prevenirlos
respecto a abusos que pudieran sufrir, como para que puedan reconocer y buscar ayuda
oportuna, en caso de verse afectados ellos por algún trastorno en su desarrollo. Abordar
esto no es tan difícil, ya que los niños y jóvenes siempre tienen curiosidad por conocer
todo lo que sea anormal. Además hoy existe mayor consciencia y conocimiento público
de estas situaciones. Pedofilia, abuso sexual, homosexualidad, lesbianismo, etc., son
realidades que debemos dar a conocer con claridad a nuestros hijos, entregándoles la
mayor información posible; por supuesto que esta información será siempre
considerando su edad y capacidad de comprensión.
25
Frente a estas desviaciones o anormalidades de la sexualidad es necesario entregar
criterios claros a los hijos, señalándoles que, si bien muchas veces estas situaciones
desbordan la voluntad y la decisión libre de los afectados, no por ello dejan de ser
desórdenes que provocan sufrimiento a quienes los padecen y muchas veces también
dañan gravemente a personas inocentes que se encuentran a su alrededor. Es por esto que
deben aprender a identificar las conductas y actitudes desviadas y aprender a cuidarse.
A continuación revisaremos algunos aspectos de la educación de la sexualidad de los
hijos, que merecen una atención especial.
• Los juegos sexuales infantiles
En una primera etapa, antes de la pubertad, los niños empiezan a descubrir su cuerpo y
con ello perciben las diferencias de su cuerpo con el del otro sexo. Se produce entonces
una curiosidad y exploración normal de sus órganos sexuales. No es raro que en la niñez
se den los llamados “juegos sexuales” como, por ejemplo, jugar al doctor, al papá y la
mamá, u otros.
En cuanto a la preocupación de los padres sobre el juego de sus hijos pequeños con los
órganos sexuales, se debe tener en cuenta que para ellos se trata simplemente de un
juego. Es una edad en que esto no tiene connotación sexual, sinoque se trata de la
exploración y descubrimiento del cuerpo.
Se incurre en un error al atribuir intenciones eróticas y sexuales a tales comportamientos
de los niños. Ellos, por curiosidad, empiezan a mirar su propio cuerpo y también a
observarse y tocarse mutuamente. En esta etapa, los padres deben enseñar con calma y
paciencia qué, cuándo y dónde se hace cada cosa; con qué y con quién se juega, etc.,
orientando la conducta del niño en este plano como en todos los otros que demanda la
educación infantil. Se trata de prevenir que se formen una imagen negativa de lo
asociado a los órganos genitales. Una restricción violenta o muy tajante puede llevar a
una fijación traumática que dañe luego su imagen de la sexualidad. Por supuesto que si
los juegos sexuales ocurren entre adolescentes es un asunto diferente y se requiere de un
análisis más a fondo de la situación y eventualmente de orientación especializada.
• Información sexual oportuna y veraz
Cuando se inicia la pubertad, los niños comienzan a percibir los cambios que se
producen en su cuerpo. Es necesario que los padres se adelanten a conversar con ellos
los temas relacionados con su desarrollo sexual, independientemente de que el niño
pregunte o no pregunte. Los papás tienen que abordar con sus hijos el tema de la
reproducción, de su desarrollo sexual, del sentido que este tiene y de las etapas que ellos
vivirán más adelante.
Es necesario que se atrevan a conversar con sus hijos sobre los procesos normales del
desarrollo sexual, que ellos pronto van a experimentar o que ya están experimentando,
26
aclarándoles, por ejemplo, que es normal que sientan excitación sexual, o, en el caso del
hijo, que se produzcan eyaculaciones nocturnas. Y en el caso de las niñas, explicarles
qué implica su maduración sexual en términos de estar preparada para gestar vida;
adelantarse a la experiencia de la primera menstruación, etc. Es preciso que los hijos
sean informados sobre estos fenómenos a través de sus padres, y que estos les enseñen,
de acuerdo a la edad, a qué se deben y qué sentido tienen en su vida.
La desinformación puede provocar desconcierto ante un fenómeno desconocido, el no
saber qué les pasa; puede llevarlos a aislarse y no querer hablar con nadie o, lo que es
peor, a informarse con personas inadecuadas, que posean una concepción errada del
sentido de la sexualidad, exponiéndose a malas iniciaciones sexuales.
Los padres no pueden confiar simplemente al colegio la responsabilidad de entregar a
sus hijos una adecuada educación sexual. La maduración de un niño puede ser anterior o
posterior a la de sus compañeros. El colegio puede dar la información de tipo más
científica, respecto a la fisiología y anatomía sexual, pero difícilmente podrán conversar
de estos temas como pueden hacerlo con sus padres. Por el ejemplo y la palabra de sus
padres, los niños tienen que llegar a hacer suyo el sentido de la sexualidad y los valores
que la orientan, así como aquello que la daña o degrada, apartándola de su auténtico
sentido.
Hoy los hijos están recibiendo una amplia información sobre temas sexuales a través de
sus compañeros, de Internet, de la televisión y otros medios de comunicación.
Normalmente saben mucho más de lo que creemos. La curiosidad por conocer todo lo
relacionado con el sexo se potencia, acelerándose los procesos de maduración sexual.
Por eso, más vale adelantarse a conversar con ellos que, por temor, llegar demasiado
tarde y que sean otros quienes los informen.
Esta tarea es actualmente aun más importante si se considera que en diversos colegios el
acento se pone básicamente no en lo valórico, sino en proporcionar una mera
información o, algo cada vez más generalizado, en informar sobre los métodos
27
anticonceptivos que se deben usar para poder tener un “sexo seguro”, evitando así las
“consecuencias no deseadas”, es decir, el embarazo.
Lo normal es que el niño pregunte a la mamá o al papá lo que no sabe o entiende. Él
pregunta por qué llueve, por qué sale el sol y preguntará también sobre lo relacionado
con el sexo o sobre expresiones y términos que ha escuchado y no comprende. Si tiene la
impresión de que el papá o la mamá se complican, que desvían sus preguntas o les dicen
que de esos temas no se habla, que son feos o malos, etc., el niño tendrá la impresión de
haber preguntado algo indebido. Su pregunta, sin embargo, es hecha con la ingenuidad
propia de su etapa de desarrollo.
Por eso, los padres no deben esquivar o evitar las preguntas de los niños, aunque a veces
sean embarazosas para ellos. Esto no quiere decir que tengan que darles una clase al
respecto. Más bien deben atenerse al contenido de la pregunta, cerciorándose de qué es
lo que el niño realmente está preguntando. Si se les da una respuesta evasiva o engañosa,
el niño, tarde o temprano, sabrá que eso no es así y se creará en él una actitud de
desconfianza hacia sus padres. Si no le dicen la verdad, más tarde, cuando el niño quiera
saber y preguntar algo, no les preguntará a ellos. Averiguarán en Internet, consultarán
libros, preguntarán a sus amigos, recibirán todo tipo de informaciones y, a menudo, no
las más correctas y veraces.
Las respuestas de los padres deben ser adaptadas a la madurez y a la comprensión del
niño, pero nunca deben ser respuestas falsas. Si al niño se le da una respuesta adecuada,
queda satisfecho.
• Contactos prematuros entre adolescentes
Cuando no se cuenta con una atmósfera donde existen vínculos paterno-filiales y
fraternos cariñosos; cuando la vida de hogar padece inestabilidad emocional, etc., se
agudiza en el púber y en el adolescente la necesidad de sentirse acogido, de recibir
cariño y de ser acogido afectiva y también físicamente. Se busca entonces la cercanía y
contacto con una persona del otro sexo. Más que tratarse de un deseo sexual o atracción
erótica, esto suele responder a una búsqueda de amor que llene el vacío que se está
sufriendo.
28
Todo esto lleva a que los preadolescentes y adolescentes busquen apoyo mutuo. Se
establecen entonces relaciones de pololeo inmaduras, a menudo simbióticas. Si se tiene
en cuenta la potente carga de erotismo que reciben los púberes y adolescentes a través de
la televisión, de las teleseries, de Internet y de sus pares o amigos de mayor edad, es
comprensible que se manifieste con fuerza el impulso sexual que está despertando y que
aun se es incapaz de encauzar.
Se empieza a jugar entonces a ser pareja, pero más bien se empieza a imitar expresiones
de la sexualidad genital caricaturizada por los medios de comunicación. Se experimenta
con toda clase de caricias y juegos de carácter erótico, imitando lo que se ve en las
teleseries y los modelos fantasiosos expuestos por diversos medios. Se adelanta en sus
contactos lo que es propio de una relación de pareja madura.
Todo esto, sin embargo, es primariamente una búsqueda del cobijamiento, de la
pertenencia, del sentirse acogido. Cuando esa vivencia se da, no aparece la necesidad
casi compulsiva de buscar afecto, pues se tiene en el hogar, en los padres, en los
hermanos, en los amigos y compañeros.
Recalquemos en este contexto, que no bastan las normas o principios sobre moral sexual
para lograr una buena educación sexual. Reiteremos, la educación sexual es una
educación del amor, es una educación integral de la persona.
29
Esto plantea a los padres la tarea de ser propositivos y no en primer lugar prohibitivos.
Es recomendable integrarse y conformar redes de apoyo con otros padres que tengan
criterios comunes en cuanto a las fiestas, los horarios, estilos de vida, etc.
• Las caricias como expresión de afecto y cercanía
al tú
La caricia pertenece a la expresión sensible del amor. Sin las caricias de los padres, por
ejemplo, el niño no crecerá sicológica y emocionalmente sano. Todo amor humano
tiende a expresarse en la caricia y en la ternura. Sin embargo, existe un tipo de caricias
que tiene connotación sexual. Es la que se da en la línea de un amor matrimonial. La
caricia adquiere entonces un sentido que, en último término, culminaen la entrega
sexual mutua de quienes se aman.
Las caricias de tipo sexual pertenecen a la preparación y realización del acto sexual.
Existen zonas del cuerpo que al ser estimuladas provocan la excitación sexual. Por eso,
si una pareja quiere guardar para el matrimonio la expresión sexual del amor, no deberá
exponerse a esas estimulaciones, ya que una vez iniciada la excitación sexual, y pasado
cierto punto, es difícil detenerla.
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Es importante que los padres conversen con sus hijos sobre sus relaciones amorosas y el
tipo de pololeo que quieren llevar. El modo de pololear que hoy se practica suele incluir
las caricias de tipo sexual y también las relaciones sexuales. El vínculo afectivo del
pololeo adolescente carece a menudo de horizonte y tiende a quedarse a nivel de
exploración de la sensualidad erótica. El tipo de fiestas, los horarios, el ambiente de
luces y penumbras, los bailes, el consumo de alcohol, la ausencia de los padres, etc., son
todos factores que llevan a potenciar lo sexual-genital en desmedro de una relación de
mutuo conocimiento y descubrimiento personal.
Muchos padres perciben esta situación pero no se atreven a intervenir para educar y
orientar. Pero lo que está en juego no es algo superficial y pasajero, sino el futuro de sus
hijos en aquello que determina esencialmente su felicidad: el aprender a dar y recibir un
amor verdadero. Sin embargo, a menudo, pareciera preocupar más la capacitación
académica de los hijos y su futuro económico. Educar para el mundo del amor se ve
difícil de abordar y muchas veces nos parece imposible remar contra la corriente.
Si los padres pretenden educar a través de sermones, restricciones o prohibiciones, no
31
lograrán demasiado. Se trata más bien de entusiasmarlos por la creación de un nuevo
estilo de vida y de pololeo, de un nuevo tipo de matrimonio y familia, en definitiva, de
una nueva cultura. Tienen que darse motivaciones positivas para crear ese nuevo estilo,
opciones concretas donde los adolescentes y la juventud puedan desarrollarse y
divertirse sanamente, fomentando iniciativas y generando actividades; creando espacios
de sana alegría y convivencia, de recreación, de creatividad, de actividades sociales y de
servicio que los eleve espiritualmente. No basta con predicar valores, es preciso ofrecer
alternativas concretas.
¿Conversamos con nuestros hijos sobre el tipo de pololeo que hoy existe y el tipo de
pololeo que ellos quieren vivir? Ellos necesitan tener no sólo una vivencia de amor
auténtico, sino también claridad sobre qué es el verdadero amor.
En este sentido, nos parece necesario generar encuentros familiares en los cuales padres
e hijos conversen, idealmente junto con sus amigos y amigas. En ellos debiera darse un
diálogo abierto y sincero sobre los temas centrales que atañen a la sexualidad, el amor, el
matrimonio y la familia; analizar los desafíos que nos plantea la época y la cultura
actual, como personas que se hacen responsables también del destino de la sociedad.
Es urgente ayudar a que los jóvenes se formen criterios propios, que tengan convicciones
que hayan reflexionado y confrontado con otros pareceres. Ya pasó el tiempo en que la
educación se daba en un ambiente en el cual reinaba un cierto consenso sobre lo correcto
o incorrecto, la verdad o lo errado, lo normal y lo anormal. Encuentros familiares, en los
cuales se genere una atmósfera cercana y cordial, pueden ser un buen medio para ello.
Hoy es preciso formar la conciencia de los hijos de un modo reflexivo y razonado, para
poder asumir posiciones propias y ser capaces de dar razón de las propias convicciones
en medio de un mundo en el que se proponen todo tipo de visiones del hombre y de la
sociedad.
El problema de la masturbación
La gran mayoría de los adolescentes y jóvenes adolecen de la práctica del autoerotismo o
autosatisfacción sexual. Por diversos medios, directos o indirectos, por tocamientos o
imágenes se excitan sexualmente. Esto genera que se desencadene el proceso sexual que
desemboca en el clímax de placer sexual. Con ello se distorsiona el sentido de la
sexualidad, que se orienta hacia el tú, en el contexto de una relación esponsal abierta a
engendrar vida.
A menudo está práctica se convierte en un hábito difícil de superar. Muchos optan por
restar importancia a esta situación, declarándola como algo “normal”. Sin embargo,
siendo una práctica común, no por ello debe ser catalogada como correcta. De hecho,
muchos sufren al constatar una y otra vez que son víctimas de un vicio, viéndose
32
incapaces de superarlo. Debe tenerse en cuenta, en este sentido, que cuando se trata de
un vicio, la persona ya no es plenamente libre y que por ello, no hay que recargar la
conciencia de los jóvenes, sino ayudarlos a que encuentren, por otros caminos, una
superación de algo que objetivamente no es correcto, pero que subjetivamente -por la
falta de libertad- no debe sumirlos más aun en aquello que directamente no logran
superar.
Para abordar positivamente esta situación, debemos considerar que la masturbación
normalmente es un “escape”, una “compensación” que acusa una carencia de amor, de
cobijamiento, de impotencia para abordar la propia vida, con sus desafíos y exigencias,
en forma positiva. De allí que los padres, en el contexto explicado más arriba de
esclarecer el sentido y desarrollo de la maduración sexual a sus hijos, deben cuidar que
se den lo que denominamos “muros protectores” de la sexualidad. Abordar este
problema, induciendo a “dominarse”, a controlarse compulsivamente, normalmente
gesta justamente lo contrario: el adolescente o los jóvenes se centran aun más en él.
Repitamos que la educación del impulso sexual es básicamente una educación del amor.
Si se cultivan y establecen vínculos sanos, si se establece una red comunitaria positiva, si
se despierta el idealismo y la creatividad, si reina un ambiente de alegría, etc., entonces
irá dándose la posibilidad de superar esta costumbre. 
33
El impulso básico que debe guiar
nuestras actitudes y nuestros
actos, debe ser el amor. De ahí
concluimos que todo nuestro
cuerpo, como instrumento
conjunto del alma, está llamado
a ser expresión y vehículo del
amor.
Padre Rafael Fernández
34
Para
poner en
práctica
Algunas ideas que nos pueden ser útiles
 Respuestas claras a las inquietudes de los hijos
Cuando nuestros hijos nos hagan preguntas de sexualidad preocupémonos de:
• Asegurarnos que entendimos lo que nos quieren preguntar; frecuentemente la duda es
mucho más simple de lo que creemos.
• Contestar de manera simple y clara (con la verdad), evitando el exceso, pero sobre todo
evitando la falta de información.
• Confirmar, preguntando, qué entendieron de nuestra respuesta y si su duda quedó
aclarada.
• Ejercitémonos previamente en dar respuestas (por ejemplo con la pareja) para cuando
llegue ese momento de las preguntas “difíciles”.
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 En una perspectiva de totalidad
Cuando hablemos de sexualidad con nuestros hijos, tengamos presente la importancia de
transmitirles que la sexualidad es una expresión de la persona y que se relaciona con lo
que es más propio del ser humano: nuestra capacidad de amar. Respondamos sin caer en
evasivas o palabras difíciles, y dando siempre una respuesta a la auténtica inquietud o
necesidad del momento; sin escaparse del tema que generalmente es concreto a edades
tempranas, antes de los 15 años. Vivamos nuestra propia sexualidad con naturalidad y
respeto. Asumiéndonos plenamente como hombres o mujeres somos el mejor ejemplo de
amor para nuestros hijos.
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 Atentos a la etapa en que se encuentran
En el proceso de desarrollo van apareciendo inquietudes naturales en los niños y
debemos tener claridad al momento de hablar con ellos:
• Alrededor de los 3 años el niño y la niña “se descubren” y se reconocen distintos, y
captan que sus cuerpos son diferentes. Sienten curiosidad, lo que es normal y necesario;
se tocan, miran el cuerpo de sus hermanos del otro sexo. Se relacionan como “hombre” o
como “mujer” con las cosas con que juegan, conla ropa que usan o al participar en las
actividades en las que los incluyen los papás.
• Entre los 3 y los 6 años, los niños siente curiosidad y desconcierto por las diferencias
físicas y de intereses. Es muy importantes que los padres los tranquilicen y les
transmitan con toda naturalidad, que estas los hacen únicos y distintos. Es la etapa de las
preguntas indiscretas y muchas veces inoportunas, lo que para ellos no tienen ninguna
significación sexual. Al finalizar este período se identifican con el padre del mismo sexo,
como una manera de empezar a construir su identidad.
• La etapa entre los 6 y 10 años se caracteriza, porque los niños quieren saber más, ponen
su energía en aprender. Se hacen preguntas de cómo funciona su entorno. Los padres
deben aclarar las inquietudes que tengan, respondiendo siempre de acuerdo con aquello
que preguntan, de manera bastante concreta y precisa. Aunque su aproximación a los
37
temas sexuales es más bien por curiosidad intelectual, ya empiezan a tener cierta
conciencia de su sexualidad, lo que a veces los desconcierta y confunde.
• Entre los 10 y los 12 años, aparecen nuevas inquietudes por los cambios fisiológicos y
psicológicos. A esta edad algunos comienzan a desarrollarse sexualmente; es importante
estar atentos a los mensajes que envían, a veces indirectamente. Lo común es que no
pregunten, aunque tengan dudas, y por lo tanto hay que ser proactivo y adelantarse.
• Alrededor de los 12 ó 13 años, el cuerpo de niñas y niños ya despierta sexualmente.
Descubren sensaciones que son nuevas, pueden sentirse confundidos o avergonzados,
sobre todo si el ambiente familiar no ha sido especialmente abierto en el tema sexual. La
cercanía de un adulto es fundamental para ayudarlo a reconocer, aceptar, vivir y
encauzar toda esta nueva gama de sensaciones que experimentan. Puede desarrollarse
una valiosa “complicidad” con el padre del mismo sexo que le puede ayudar en este
proceso.
 Intereses para compartir
Busquemos actividades deportivas, culturales, artísticas, recreativas para realizar y
compartir con los hijos del mismo sexo.
 Un encuentro verdadero
Es importante cultivar, con cada hijo, desde su infancia, un diálogo abierto; pero este
debe ser más personal y exclusivo cuando se enfrente al despertar sexual.
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Algunos puntos para tener presente:
• No demos nada por supuesto, que lo saben o que es obvio.
• Transmitamos que es normal lo que están viviendo y que es parte de un proceso de
desarrollo. Que también nosotros lo vivimos como ellos.
• Estemos abiertos a sus inquietudes; dialoguemos, no demos una charla.
• Enseñémosles que la manera de experimentar la sexualidad es distinta en cada sexo;
que la reacción ante los estímulos sexuales no es igual en hombres y en mujeres. Por
ejemplo, que el hombre es más activo y excitable genitalmente. Y que la mujer es más
emotiva y sentimental, y de más lenta excitación. Sin embargo, seamos cuidadosos para
no descalificar a uno ni al otro. Por el contrario, enseñémosles desde pequeños a respetar
y valorar estas y otras diferencias, mostrándoles cómo son complementarias.
• Dejemos la puerta abierta para futuras inquietudes. Actitud abierta y de diálogo
 Cultivemos los vínculos personales con cada uno los hijos
• Interesándonos en lo que hacen.
• Escuchando –sin criticar ni corregir– lo que les sucede.
• Buscando una actividad de esparcimiento en la que podamos relacionarnos
relajadamente.
• Haciéndolos partícipes de lo que nosotros hacemos: trabajo, deportes, intereses.
 Todo acto tiene un efecto
Mostremos a nuestros hijos, en las acciones de la vida diaria, que todo acto –los nuestros
y los suyos– tienen un efecto sobre nosotros mismos y los otros, aun cuando no lo
parezca, y que somos responsables de nuestro actuar. Por ejemplo, si le pego a mi
hermano, le duele; si no llego a un compromiso, alguien quedó esperándome; si no me
preocupo de mis estudios pierdo posibilidades de aprender y después de elegir un mejor
trabajo o profesión. Si en mi conducta sexual no mido las consecuencias y tengo
relaciones sexuales puedo engendrar un hijo; o puedo contagiarme de sida.
 Ayudemos a nuestros hijos en su autoformación
• Compromiso: Si dicen que van a hacer algo, incentivemos a que lo cumplan. Por
ejemplo: ordenar su pieza, hacer una tarea, llegar a una hora acordada.
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• Elección: Ofrecer más de una alternativa, dos juguetes, dos invitaciones, que elijan una
de ellas aceptando que la otra no la tendrán.
• Hacerse cargo: Enseñemos que los sentimientos, no son ni buenos ni malos; los hijos
pueden sentir rabia, celos, enojo. Pero si estos sentimientos se transforman en
conductas que causan daño a otro, entonces sí debemos responsabilizarnos por nuestra
conducta.
• Lo que se empieza se termina: Motivemos a nuestros hijos a terminar lo que
empiezan. No restemos importancia a que dejen las cosas botadas después que se les ha
pasado el interés. Expliquémosles la satisfacción de terminar lo que se empieza.
 Acompañémoslos en el desarrollo de sus gustos
Mientras la edad de nuestros hijos lo permita, acompañémoslos en la elección de su ropa,
respetando sus gustos sin imponer el nuestro. Enseñémosles que, a través de su
vestimenta, transmiten una imagen y un mensaje.
 Para tener especialmente presente con los adolescentes
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• Están buscando su identidad ... no criticando la nuestra.
• Necesitan un espacio de intimidad ... no arrancan de nosotros.
• Intentan adquirir seguridad ... no destruir la nuestra.
• Tiene muchas dudas ... necesitan cariño, presencia y límites.
• Necesitan ser críticos y desafiar la autoridad ... y no que nosotros nos retiremos o
alejemos.
Si no entiendo a mis hijos adolescentes, debo hacer un trabajo de revisión personal y
buscar apoyo para poder entenderme con ellos.
 Foros familiares
Instituir, en forma regular, encuentros familiares, en los cuales participen padres e hijos,
y si es posible, junto con sus amigos y amigas. En ellos provocar una conversación
abierta y sincera sobre los temas centrales que atañen al amor, a la sexualidad, el
matrimonio y la familia; conversar sobre la realidad, sobre los desafíos que nos plantea
el tiempo y las formas de vida que se dan hoy en día.
 Una comunidad de ideales
Incentivemos en nuestros hijos la participación en comunidades con ideales: grupos
religiosos, de scout, deportivos, de trabajo social, de ayuda a los más necesitados, de
servicio a la comunidad, etc. 
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Para meditar
A los jóvenes cristianos, yo creo que es necesario pedirles, hoy en día, que no se dejen
seducir por un amor ligero, descomprometido y superficial que no merece llamarse
amor.
Les pedimos que den un firme y entusiasta testimonio de una virginidad elegida,
humana y dignificante.
Ella no puede ser considerada como una limitación sino, precisamente, como una
virtud que nace del más auténtico y legítimo amor humano.
Rechazamos la cultura del egoísmo que se publicita y se promueve intensamente y que
corrompe muchos corazones juveniles.
Creemos que un hombre o una mujer que viven la experiencia de un amor virgen,
reciben la mejor y más excelente preparación para su vida matrimonial.
Este es un ideal que debe llegar a entusiasmar a todos y que me atrevo a proponer, en
el nombre del Señor, a los jóvenes de Chile”.
Padre Miguel Ortega
“Larga carta sobre el Amor”
42
43
Preguntas y respuestas
¿Qué
hacemos?
JOSEFINA RAMÍREZ L.
JOSEFINA RAMÍREZ L. EDUCADORA A CARGO DE LA CÁTEDRA:
“CONTEXTOS EDUCACIONALES Y FAMILIA” DE LA UNIVERSIDAD
ANDRÉS BELLO.
 Hasta hace poco tiempo, mi marido y yo estábamos muy contentos, porque a
una hora del día –cerca de las 8:30 de la tarde– los hijos iban llegando de a poco a
la sala de estar. Ahí se formaba un ambiente simpático en que conversábamos y
comentábamos de todo, incluso las noticias. Hace unos meses, la mayor de las niñas,
que tiene 17 años, se puso a pololear con un universitario de 19. Nuestro problema
es que a él no le gusta instalarse en el living con nosotros por lo que rápidamente se
van a la pieza de mi hija. La verdad,es que esta situación nos incomoda, pero ella
no lo ha querido comprender. No se lo hemos prohibido tajantemente, porque no es
nuestra forma de educar a los niños: nos gustaría que ella sola llegue a comprender
que eso no es lo mejor. ¿Estaremos siendo muy blandos o poco convincentes?
(Marisol y Eugenio)
R. Entiendo el hecho de que a ustedes no les guste prohibir cosas a sus hijos, pero, hay
momentos en que es necesario hacerlo, sobre todo si uno está convencido de que se trata
de algo importante para el bien de ellos. Personalmente, de acuerdo a la situación
descrita, le prohibiría estar sola con el pololo en su pieza. Pero antes de tomar esa
decisión, les sugiero hagan un esfuerzo importante para que ella comprenda sus razones.
Si su hija no se abre y no comparte los motivos de la inconveniencia de esta situación,
déjenle claro que, aunque en este minuto no comprenda, es algo que hacen pensando en
su bien y no es un antojo o prejuicio de su parte.
Como argumento para que ella entienda el por qué de su posición (esto supone que
están de acuerdo ambos padres) explíquenle que todos estamos hechos de carne y hueso,
que la atracción sexual es poderosa y, que –por lo tanto– es necesario ser prudentes,
tomar las precauciones necesarias y evitar riesgos, ya que, en un momento dado, la
dinámica propia del impulso sexual no nos permitirá controlarnos. Con mucho cariño y
44
claridad déjenle claro que es importante que ella no actúe ingenuamente y se dé cuenta
de que es muy difícil cuidar la pureza durante el pololeo, especialmente si este llegara a
extenderse en el tiempo. Por esa razón, ella debe ser realista y no exponerse estando sola
en su pieza con su pololo. Por otra parte, abordando otro aspecto de la situación,
demuestren que a ustedes –y a sus hermanos– les interesa conocer a su pololo, saber
cómo piensa; y que, para que sea parte de la familia, hay que tratar de integrarlo a la
convivencia diaria. Compartan su preocupación de papás de que un pololo no debe
separar a la familia, por el contrario, debe integrarse a ella y aprovechar los momentos en
que están juntos, pues la participación de cada uno es enriquecedora y todos aportan a
crear un ambiente especial, etc.
Por último, también es necesario que el pololo de su hija entienda la inconveniencia
de que estén permanentemente en la pieza. Si a ella le cuesta abordar el tema con él, uno
de ustedes puede ayudarla a plantear la situación y explicarle que las normas de la casa
son muy precisas al respecto. Que, por cierto, no piensan mal de él o de ella, pero que el
realismo y la prudencia son especialmente importantes. Por otra parte, el hecho de que
ellos traten estos temas como pareja madura y se planteen, en este sentido, qué tipo de
pololeo quieren tener, los ayudará a que este sea distinto y propio de ellos.
 Tenemos 4 hijos, 2 hombres y 2 mujeres, de entre 3 y 12 años. Al mayor lo
sorprendí mirando unas fotos pornográficas bajadas de Internet, y la verdad es que
en ese momento no supe qué decirle, sólo le ordené que apagara el computador. Me
doy cuenta que mi hijo ha crecido y no sé cómo enfrentar su educación sexual. Yo le
digo a mi marido que él le hable de hombre a hombre, porque para los dos será más
fácil ya que él también pasó por lo mismo en algún momento. Él insiste en que sus
padres nunca le hablaron de sexualidad, que no se siente cómodo, que no sabe cómo
abordar a un hijo en este tema. (Francisca)
R. Francisca, estoy de acuerdo con Ud. en la importancia de que su marido converse con
su hijo, aunque es muy común que los padres, más que las madres, no se sientan
preparados y les cueste hablar del tema. Sin embargo, más que presionar a su marido,
estimúlelo a confiar en que el amor que él tiene a su hijo le ayudará a intervenir
adecuadamente, y a darse cuenta de la importancia que tiene la orientación que él le
pueda dar.
Es importante que el niño entienda por qué debe evitar la pornografía ya que ella
muestra a una persona utilizada sólo como objeto con el único fin de provocar placer,
eliminando totalmente su dignidad de persona. Se pretende despertar el deseo sexual
separándolo absolutamente del amor. Su hijo debe comprender que el mal de la
pornografía está no sólo en quién toma las fotografías con la intención de convertirlas en
objeto de deseo, sino también en el que las ve, ya que busca satisfacer su curiosidad y
sexualidad colocando el instinto sexual por sobre el valor de la persona. Si su hijo
entiende esto, se acercará a entender por qué es peligroso navegar por sitios
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pornográficos en internet.
Por la edad de su hijo sería bueno aprovechar la oportunidad y hablarle acerca de “las
poluciones nocturnas” de modo que, cuando sucedan, si no ha ocurrido aun, las enfrente
como algo normal y no le provoquen mayor ansiedad. Otro tema importante de tratar a
esta edad es el de la masturbación. Esta constituye un problema cuando obstaculiza el
desarrollo sano de la sexualidad al entorpecer la necesaria salida de sí mismo al
encuentro con el otro. Por esto mismo se puede caer en un ensimismamiento sustentado
en la autosatisfacción sexual, afectando en la persona su capacidad de amar. Esto es
exacerbado por la pornografía.
No me cabe duda de que para su marido estas conversaciones con sus hijos serán una
oportunidad de encuentro íntimo y personal. Ello, no sólo no perturbará su relación con
el hijo de 12 años, sino que la mejorará y fortalecerá, aunque no todo salga perfecto, ni
tenga las mejores palabras. El niño se sentirá más importante dado que al dedicarle
tiempo a solas, le estará indicando que le importa lo suficiente como para detenerse a
dialogar y orientarlo. El que su padre esté ahí para aconsejarle será su mejor seguro, y
establecerá las bases de una sólida y auténtica buena relación entre ambos. Esto es,
aquella basada en la verdad y el amor personal.
 Tenemos 2 hijas de 15 y 16 años. Una de ellas celebró su cumpleaños con una
fiesta, nosotros quedamos sorprendidos con la forma de vestir de algunos
adolescentes y cómo se relacionan con sus amigos y pololos: muestran más de la
cuenta y bailan de manera bastante “erótica”. Al comentarles, después de la fiesta,
sobre nuestra sorpresa, nos dijeron “todas se visten así...” y que ellas no iban a ser
“las pernas” actuando de otra manera. No sabemos cómo enfrentar el tema,
entendemos que la idea es que no vayan a una fiesta tapadas enteras, pero estamos
complicados. (Ismael y Leonor)
R. Su preocupación es compartida por muchos padres, quienes no saben cómo proceder
con este tema. Efectivamente por la etapa en que se encuentran sus hijas, es muy
importante la aceptación del grupo de pares para sentirse seguros. Por ello tienden a
vestirse y a actuar de modo similar. La adolescencia es un período de gran
vulnerabilidad, dado que aparece con fuerza el mundo interno, se pierden las certezas y
seguridades que se tenían, e irrumpe la necesidad de establecer la propia identidad. La
familia ya no es suficiente para la confirmación de su personalidad y necesitan separarse
un poco de ella para avanzar en el necesario proceso de “individuación”, definir desde sí
mismos “quiénes son” y “quién quieren ser”. A los 15 años ya ha comenzado el
desarrollo de la intimidad personal, y los jóvenes tienen mayor capacidad de reflexión;
por ello tienden a ser más reservados y a cuestionar las reglas establecidas. También, en
este período, cobra especial relevancia la necesidad de ser confirmados por la persona
del sexo opuesto y cada uno buscará la forma de sentirse atractivo.
Si sus hijas creen que su valor y atractivo está sólo en su cuerpo, (como algo que
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tienen, y no como la expresión visible de su ser personal), cultivarán sólo esa dimensión,
sin nada íntimo que valga la pena proteger. Los padres podemos y debemos orientar a
nuestras hijas e hijos al respecto. Es importante confirmarles su valor personal,
otorgándoles seguridad en lo que son, distinguiéndolo de lo que tienen y hacen. Esto es,
deben sentir que se las ama por ser quienes son, hijos, persona, y que nos alegramospor
sus cualidades físicas, afectivas o espirituales, así como nos entristecemos por sus
defectos, sin que ello condicione nuestro amor ni su valor como persona.
También habrá que orientarles en la diferencia entre el hombre y la mujer respecto al
pudor y de cómo sus comportamientos o reacciones pueden ser bien o mal interpretadas.
La mujer, contrario a lo que suele creerse, es menos pudorosa que el hombre en el orden
de la sexualidad, dado que ella no experimenta en su corporeidad la intensidad de lo que
le ocurre al hombre frente al cuerpo de una mujer. Por ello se puede vestir de modo muy
provocador y no medir del todo las consecuencias de su comportamiento. Ella, por lo
general quiere atraer al hombre en busca de afectividad y para ser amada, pero puede
quedar “entrampada” en que la respuesta de él sea sólo de orden sensual y como tal se
oriente a ella únicamente como objeto de placer y no como persona.
Como madre usted ha intuido que la respuesta de sus hijas “todas se visten así”, no es
suficiente y que no se puede aceptar simplemente, porque se pone en juego su felicidad.
Es importante y necesario que converse con ellas y las haga reflexionar sobre el origen
de su comportamiento y si existe otra forma de validarse. Los atributos físicos-sexuales,
así como las cualidades intelectuales, son un bien, pero ligados al valor de la persona. No
se trata de eliminarlos, ello sería una aberración, sino de colocarlos en su justo orden. 
47
Pauta de
trabajo
Las siguientes preguntas son una invitación a la reflexión
1. ¿Hemos conversado sobre sexualidad y educación sexual como matrimonio? ¿Nos
hemos preocupado, como padres, de formarnos en estas materias? ¿Por qué?
2. ¿Hemos conversado con nuestros hijos sobre sexualidad? ¿Por qué nos cuesta hablar
con ellos sobre este tema?
3. ¿Qué hemos hecho hasta ahora en cuanto a la educación sexual con cada uno de
nuestros hijos?
4. ¿Cuáles son las principales diferencias en el modo en que cada uno de nosotros
expresa su amor a los hijos? ¿Existen estas diferencias también en las expresiones
de amor entre nosotros?
5. ¿Dejamos espacio a nuestros hijos para que puedan asumir su propio camino de
autoformación: nos preocupamos de que hagan pequeñas renuncias, esfuerzos, etc.
para que vayan teniendo una personalidad cada vez más sólida? ¿Los ayudamos a
superar sus frustraciones o fracasos?
6. ¿Sabemos cuáles son los ideales que mueven a cada uno de nuestros hijos? ¿Qué los
motiva hoy? ¿Conocemos las situaciones o realidades frente a las cuales se sienten
amenazados, inseguros o angustiados?
7. ¿Cómo podemos lograr (o qué podemos hacer para) que nuestros hijos sientan que
tienen una misión propia que realizar en este mundo?
8. ¿Qué hacemos para cultivar en nuestros hijos su vida interior, una vida de oración,
que les asegure una relación personal con un Dios que está siempre con ellos, que
los entiende, ayuda y comprende en todo?
9. ¿Tenemos un ambiente familiar alegre en el que los hijos se sienten nuestros hijos,
acogidos y comprendidos?
10. ¿Cómo ayudamos a nuestros hijos a cultivar valores como la intimidad, el pudor y la
generosidad?
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49
Índice
Título 2
índice 3
Créditos 4
Presentación 5
Palabras con sabiduría 6
Tema de fondo: 7
Acompañar a los hijos en su educación sexual 7
Para poner en práctica 35
Para meditar 42
¿Qué hacemos? Preguntas y respuestas 44
Pauta de trabajo 48
50
	Título
	índice
	Créditos
	Presentación
	Palabras con sabiduría
	Tema de fondo:
	Acompañar a los hijos en su educación sexual
	Para poner en práctica
	Para meditar
	¿Qué hacemos? Preguntas y respuestas
	Pauta de trabajo

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